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MÓDULO 1

DOCTRINA
SOCIAL DE LA
IGLESIA

Ms. Anita Cecilia Villavicencio Torres

Educación Secundaria con mención


en Computación e Informática
Literatura
1
“…La Iglesia utiliza como instrumento su doctrina
social. En la difícil coyuntura actual, para
favorecer tanto el planteamiento correcto de los
problemas como sus soluciones mejores, podrá ayudar
mucho un conocimiento más exacto y una difusión
más amplia del «conjunto de principios de reflexión,
de criterios de juicio y de directrices de acción»
propuestos por su enseñanza.”

San Juan Pablo II


Sollicitudo Rei Socialis, 41

2
La Iglesia Católica a través de su Doctrina Social (DSI) ofrece sus enseñanzas
en la búsqueda de un mundo más justo y mejor, que se convierta en el reflejo del
reino de Dios en la tierra, convirtiéndose en el enfoque cristiano de la realidad social
del ser humano.
Se fundamenta básicamente en los principios evangélicos, siendo la dignidad
de la persona humana el principio de mayor relevancia y con el cual se articulan la
solidaridad, el bien común y la subsidiariedad, que están dirigidos a orientar la vida
en sociedad proponiendo valores como la verdad, la libertad y la justicia; que nos
permita construir un mundo nuevo.
Este módulo de lectura contiene una compilación de temas relacionados a
este componente curricular, y nos debe generar en nosotros el compromiso; para
así, poder ver en cada uno de los seres humanos al prójimo de forma fraterna y
solidaria, como Jesús. Es promover un cambio en nuestra conciencia a fin de lograr
el bien común.

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INTRODUCCIÓN A LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

1. DEFINICIÓN:

En Aula DSI (2016) citando a la Conferencia de Puebla afirma que es el


«conjunto de orientaciones doctrinales y criterio de acción (que) tienen su
fuente en la Sagrada Escritura, en la enseñanza de los Padres y grandes
teólogos de la Iglesia y en el magisterio, especialmente de los últimos Papas»
esta enseñanzas responden a un hecho histórico de índole social y económico
en el que está contenido el pronunciamiento oficial del santo Padre sobre
temas sociales y está dirigidos a los obispos, creyentes y a toda
la humanidad.
La DSI, no es una propuesta política, no es, como algunos teólogos y políticos
han pretendido afirmar, una “tercera vía” entre el capitalismo y el
comunismo.

2. EL OBJETO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Una doctrina cuyo objetivo principal es interpretar las complejas realidades


de la vida del hombre, examinando su conformidad o diferencia con lo que
el Evangelio enseña acerca del hombre, para orientar en consecuencia la
doctrina cristiana.
Sollicitudo Rei Socialis, 41
San Juan Pablo II

A decir de los obispos en el Documento de Puebla sobre el particular, se


manifiestan de la siguiente forma acerca de la Doctrina Social: “El objeto
primario de la Doctrina Social es la dignidad personal del hombre, imagen de
Dios, y la tutela de sus derechos inalienables.” (Puebla, 475) y en su plantea
su propia visión del hombre y de la humanidad, promocionando la liberación
integral de la persona humana, desde su dimensión terrenal y trascendente,
en búsqueda de la construcción del Reino de Cristo.

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3. EL DERECHO DE LA IGLESIA A HABLAR SOBRE TEMAS SOCIALES

León XIII en la encíclica Rerum Novarum, nos enseña que la Iglesia no sólo
tiene el derecho para hablar de la “cuestión social”, sino el deber de hacerlo.
Entre las principales razones se puede mencionar las siguientes:
a) Los problemas sociales no se reducen únicamente a aspectos técnicos,
sino que, como problema humano, lo social tiene dimensión ética. El
robustecimiento de la fe forma la conciencia del ser humano y permite que
asuma sus tareas u obligaciones y compromiso con la historia, personal y
social y ello, con plena apertura hacia lo transcendente. En el compromiso
con la fe se robustece el orden social, dado que se fortalece el sentido moral
de la persona humana.
b) Los problemas sociales tienen su origen y raíz en el pecado de los
hombres, en la descristianización de la sociedad y en el olvido de los valores
espirituales, reflejo de lo cual es el actual sistema económico, que ignora e
incluso contradice las exigencias morales. De ahí que Juan Pablo II hablara de
una “situación de pecado”, donde el hombre ha dejado de lado su relación con
Dios.
c) La problemática social es siempre preocupación de la Iglesia, porque las
condiciones inhumanas de vida impiden la realización de la persona humana,
su plena promoción y su liberación integral, generando una visión y
concepción materialista de la vida. (Aula DSI,2016)
d) La Iglesia, por el magisterio, tiene la obligación de proponer un concepto
cristiano de la vida, lo cual exige, correlativamente, un deber de escuchar
estas enseñanzas; las notas esenciales de la evangelización incluyen la
interpelación recíproca entre Evangelio y vida social. (Aula DSI,2016)

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4. ¿PARA QUÉ SIRVE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA?

Inspirado en el mensaje del evangelio, el magisterio y la reflexión teológica


moral de la Iglesia Católica, la Iglesia brinda este aporte a la sociedad a fin de
que se reconozca la naturaleza y la importancia de los fundamentos que

orientan el pensamiento social de la Iglesia. Contribuye a entender que Dios


es el fundamento último de la vida humana, y que es una inspiración que nos
permite construir la civilización del amor, analizando críticamente la
realidad en relación a los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.

5. OBJETIVO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

El objetivo de la DSI es el mismo que el de la Iglesia, vale decir, anunciar una


buena noticia a las personas y a la sociedad. Esta buena noticia de que Dios
es amor y por ello el amor siempre vence a la muerte; y nos viene a dar
esperanza en un mundo desesperanzado, pues plantea que las cosas pueden
ser de otra manera, que la fuerza de Dios-amor nos puede liberar del mal, de
la muerte, de la mentira… Hace posible vivir una vida auténtica encontrando
sentido a nuestra vida, contribuyendo a construir un mundo diferente.

La DSI es un motivo de esperanza para nuestra sociedad

Al igual que la Iglesia, la DSI no viene a establecer obligaciones o normas de


obligado cumplimiento, sino a ponerse al servicio de todas y cada una de las
personas que componen una sociedad, para que estas puedan realizarse
como tales y crecer en humanidad. Y lo hace proponiendo caminos para la
construcción de una comunidad en la que reinen el amor y la justicia, en la
que no sea la ambición, el odio, la envidia, la corrupción o la guerra los que
tengan la última palabra. El empeño de la Iglesia a través de la DSI es aportar
orientaciones que permitan la construcción de una realidad diferente.

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Las dos dimensiones de la DSI

Para lograr el objetivo de construir el reino de Dios en la tierra, la DSI pivota


entre dos dimensiones: la denuncia y el anuncio. La DSI, por un lado,
denuncia, pone el dedo en la llaga, resalta las contradicciones de una realidad
que, con demasiada frecuencia, no está al servicio de las personas.

No acepta de una manera acrítica la realidad social tal y como se da, sino que
la analiza y la estudia a través del prisma de su humanidad, de si está o no al
servicio de todas las personas. Por eso la DSI duele y escuece. Porque
denuncia la presencia de situaciones y estructuras injustas, porque muestra
y señala aquellas circunstancias en las que no se están respetando la dignidad
y los derechos de las personas. Porque pone el foco sobre aquellas
instituciones y comportamientos que están priorizando otros elementos a
costa de sacrificar personas y deshumanizar la sociedad.

Una denuncia que es molesta

Por eso los gobernantes, las autoridades y los grupos de interés o de poder
se ven con frecuencia molestos con la denuncia de una DSI que no tiene
miedo en realizar afirmaciones que están cuestionando las bases del poder o
de la capacidad para enriquecerse de algunos. Denunciar las estructuras
injustas de nuestro sistema económico actual, el abuso de los recursos
naturales que está acabando con el medio ambiente, las barreras a los
movimientos de personas de un país a otro, las guerras y el enriquecimiento
que produce el comercio de armas, la falta de capacidad para generar empleo,
etc. Son elementos que molestan, que incordian y que no gustan a aquellos
que prefieren que todo se quede como está; que no hayan cambios, que la
realidad sea la actual, aunque existan posibilidades mejores.

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El anuncio es el objetivo de la denuncia

Pero una denuncia sin anuncio es improductiva. Los colectivos y las personas
que solamente denuncian, que siempre están diciendo lo mal que está todo y
que se encuentran cómodos en una continua crítica a lo que les rodea, de la
que no son capaces de escapar, son improductivos y cansinos. Al final, no se
les hace caso. La DSI no se queda en la denuncia, sino que es anuncio. La DSI
propone objetivos a seguir, muestra valores y criterios de juicio que nos
pueden permitir hallar las respuestas adecuadas a los problemas a los que
hacemos frente. Nos ayuda a encontrar los caminos que nos lleven a salir de
las situaciones injustas. Y el anuncio es mucho más importante que la
denuncia, porque esta solamente tiene sentido si es para ponerse al servicio
de la esperanza, del compromiso para construir ese mundo diferente y una
sociedad mejor. Por ello, la DSI solamente tiene sentido si denuncia para
anunciar, para proclamar la buena noticia de que hay maneras de mejorar
nuestra sociedad, hay modos de poner las instituciones y las sociedades al
servicio de las personas, que esto no es una entelequia, sino un camino de
crecimiento.

Una llamada a la acción

Esto nos plantea varios interrogantes a los cristianos ¿Somos realmente


esperanza para el mundo que nos rodea? ¿Estamos sabiendo transmitir que
la DSI tiene unas orientaciones que aplicadas a la política y a la economía
pueden ayudar a construir una sociedad más justa y más fraterna? ¿Somos
capaces de anunciar la esperanza de que es posible que todo mejore y no
estamos condenados a que las cosas siempre funcionen mal? ¿O nos es más
fácil condenar y criticar sin resaltar lo bueno que podemos aportar?1

1
Fuente: Lluch, E. (2021). ICONO

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6. FUENTES DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Las fuentes de la Doctrina Social se encuentran en la revelación contenida en


la Sagrada Escritura; en las que encontramos las enseñanzas fundamentales
de la fe y las exigencias de alteridad, fraternidad, comunidad, sociabilidad,
generosidad, justicia, misericordia, gratuidad y amor fraterno. Y el derecho
natural entendido como el conjunto de instancias fundamentales de la razón
de las personas que crean una plataforma de encuentro entre todos los
hombres.

La Constitución Apostólica Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II en el


número 76, se afirma: «La Iglesia expresa un juicio moral, en materia
económica y social, “cuando lo exigen los derechos fundamentales de la
persona o la salvación de las almas”.
Y el Catecismo de la Iglesia Católica en el Canon 2420 afirma:
En el orden de la moralidad, la Iglesia ejerce una misión distinta de la que
ejercen las autoridades políticas: ella se ocupa de los aspectos temporales
del bien común a causa de su ordenación al supremo Bien, nuestro último
fin. Se esfuerza por inspirar las actitudes justas en el uso de los bienes
terrenos y en las relaciones socioeconómicas.
Por lo que son fuentes de la DSI: las Sagradas Escrituras, la tradición de la
Iglesia, las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, el Catecismo de la Iglesia
Católica y la Ley natural que es el orden dispuesto por Dios en la creación. Lo
que tiene un soporte civil en los Derechos Humanos, leyes civiles,
constituciones, normas legales e internacionales.

La Sagrada Escritura

La palabra testamento significa "pacto de Dios con los hombres". La Biblia es


un conjunto de libros sagrados, que contiene las historias, doctrinas, códigos
y tradiciones que orientan a los cristianos, con base en la tradición judía (AT)
y el anuncio del Evangelio (NT).

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La Tradición de la Iglesia

La Tradición es la Palabra de Dios no contenida en la Biblia, sino transmitida


por Jesucristo a los Apóstoles y por éstos a la Iglesia. Las enseñanzas de la
Tradición están contenidas en los símbolos o profesiones de la fe (el credo),
en los documentos de los concilios, en los escritos de los santos padres de la
Iglesia y en los ritos de la sagrada liturgia.

El Magisterio de la Iglesia

Es la exposición orgánica de los contenidos esenciales y fundamentales de la


Doctrina Católica en materia de Fe y Moral (religión y costumbres), a la luz
de la Sagrada Escritura y la tradición de la Iglesia.
- Custodia e interpreta auténticamente el depósito de la fe: SE y ST.
- La Iglesia de Jesucristo tiene potestad para enseñar: “Quien a vosotros
escucha a Mí me escucha” (Lc 10, 16)
Formas de ejercer el Magisterio
- Magisterio Extraordinario: Está constituido por las enseñanzas infalibles
del Papa y los Obispos. Se da cuando el Papa habla ex catedra (desde la
sede de Pedro), y también cuando el colegio episcopal (el Papa y todos
los Obispos) reunidos de manera solemne en Concilio Ecuménico
proclaman una verdad de fe o de moral.
- Magisterio Ordinario: es el conjunto de enseñanzas del Papa y los
Obispos para un determinado tiempo y lugar. Cuando los obispos hablan
a su iglesia particular o el Papa habla a su diócesis o a todo el mundo, por
medio de las encíclicas, exhortaciones, cartas apostólicas, etc. Están
ejerciendo el magisterio ordinario.

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7. CARACTERÍSTICAS DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Universalidad

Como el Señor Jesús, su Fundador, la Iglesia está llamada a servir a todos los
hombres. Por esta razón, su Doctrina Social está dirigida a todos los seres
humanos sin distinción de ninguna clase. Hay otra razón muy sencilla: la
sociedad no la forman sólo los cristianos sino todas las personas y a todas les
compete la construcción de una sociedad más justa y reconciliada. Hay una
tercera razón que permite esta universalidad: si bien la enseñanza social de
la Iglesia brota de la Revelación confiada a ella, los principios que propone
apuntan todos ellos a la realización de la persona humana en la sociedad, son
por lo tanto de interés universal.

Sana preocupación por las realidades humanas y sociales

A la iglesia nada de lo humano le es ajeno. Todo lo que interesa al hombre le


interesa a la Iglesia. Con razón la llama Juan Pablo II “experta en humanidad”.
Es por esto que siempre ha sido constante la preocupación por responder a
todas las necesidades de los hombres y mujeres concretos de cada época
histórica. Esta preocupación se plasma en iniciativas de gran creatividad y
realismo en todas las áreas: alimentación, salud, educación, promoción
humana, administración, organizaciones de todo tipo. Al encontrarnos con
esta característica normalmente surgen las siguientes preguntas: ¿La Iglesia
debe “meterse” en política? ¿No? ¿Por qué? ¿Sí? ¿Cómo?

Su competencia concreta es dar los principios de acción

Dado que la política debe estar fundada en la preocupación por el bien


común, la Iglesia sí promueve la participación de los cristianos en política.
Ahora bien: ¿Cómo? La respuesta es un poco más compleja porque la
situación concreta también lo es:

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Primero, hay que decir que la Iglesia es “signo de la unión íntima con Dios y
de la unidad de todo el género humano” (Lumen Gentium 1).
En esta realidad de la Iglesia hay que distinguir diversos ministerios y
estados. Según esta diversidad será la participación de sus miembros en la
vida social.
La jerarquía (clérigos, es decir: el Papa, los obispos, los presbíteros y
diáconos) y los religiosos (las diversas formas de vida consagrada en la
Iglesia) deben ser signo de unidad, no pueden por lo tanto promover la
política partidaria, dado que los partidos son representantes de intereses que
son lícitos pero parciales. Su servicio se centra en facilitar a quienes ocupan
cargos públicos o participan de la política partidaria, principios de acción que
permitan elaborar modelos que promuevan la solidaridad, la paz y la justicia
entre los ciudadanos.
La participación en política partidaria corresponde más bien a los laicos, es
decir, a todos los bautizados que no participan de alguno de los compromisos
ya mencionados.

El Derecho Natural

El derecho natural es el lugar de encuentro de todos los hombres. Todo el


hombre es persona, y de DERECHO. En esa naturaleza personal (natural)
tiene deberes, que nacen de los derechos que son universales, inviolables e
inalienables.

Normas Morales y Jurídicas

- Las normas morales determinan las conductas en una sociedad. Imponen


formas de actuar debido a la presión social y el peso de la consciencia (si
se actúa de forma contraria como, por ejemplo, robar). Estas normas
morales se traducen, debido a la imposición social, en normas jurídicas.

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- Las normas morales que conforman el derecho no escrito se definen
como moral social y se considera el derecho natural de todo individuo.

8. VALORES DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

La verdad

Sobre el hombre, el mundo y sobre Dios, desde una comprensión integral


basada en la revelación, el magisterio de la Iglesia y los avances humanistas,
científicos y técnicos. Puesto que solo desde la verdad las relaciones sociales
podrán ser fecundas y conformes a la dignidad humana. La Iglesia por tanto,
hace un llamado para que la educación se esfuerce en crear hombres y
mujeres que valoren y se empeñen en la búsqueda de la verdad, como fuente
de humanización y desarrollo integral de los hombres y de los pueblos. Tal
como lo afirma Fides et ratio de Juan Pablo II.
La libertad

El ser humano como imagen de Dios es un ser libre. La libertad es un signo y


una expresión esencial de la dignidad humana, por lo que su ejercicio es un
derecho fundamental del hombre. La libertad no debe asumirse como la
autarquía total del hombre, sino como la posibilidad y el derecho
fundamental del pleno autodesarrollo de la personalidad, en relación e
interacción constante y plena con los demás y con la creación, en orden a
construir permanentemente bien y la paz universal.

La justicia

Que consiste en la exigencia de dar a Dios y al prójimo lo que les corresponde,


lo que les es debido. La justicia lejos de ser una simple convención humana
es una exigencia de Palabra de Dios, de su plan de salvación y del Derecho
natural, expresando de manera singular la identidad profunda del ser

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humano. La justicia de la Doctrina Social de la Iglesia, es el fundamento del
respeto de la dignidad y de los derechos humanos de todas las personas y de
los derechos de los pueblos.2

9. LOS PRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Letelier (2016) sostiene que los principios de la Doctrina Social de la Iglesia


son principios sociales. “Lo que significa que la Iglesia los reconoce como
propios de toda sociedad, y no solo de una sociedad “buena”, “justa” o
“cristiana””. A través de los textos magisteriales los proponen, ciertamente,
de modo prescriptivo, en forma de ideales o modelos sobre los cuales debería
ordenarse la sociedad, pero también de modo simplemente analítico, como
elementos que de hecho son constitutivos de toda forma de vida política:
como principios “normativos”, pero antes como principios propiamente
“constitutivos”.
Letelier hace la distinción de “los tres niveles de la enseñanza teológico-
moral”, estos principios se ubican propiamente en el “nivel fundante de las
motivaciones”, en cuanto son “principios de reflexión”.
[En efecto] la Iglesia los señala como el primer y fundamental parámetro de
referencia para la interpretación y la valoración de los fenómenos sociales,
necesario porque de ellos se pueden deducir los criterios de discernimiento y
de guía para la acción social, en todos los ámbitos. (Compendio DSI, 210)
De esta manera estos principios “constituyen la primera articulación de la
verdad de la sociedad, que interpela toda conciencia y la invita a interactuar
libremente con las demás” (Letelier, 2016), su valor originario no reside en
la autoridad de la Iglesia en cuanto depositaria de la revelación, sino que
surgen de una filosofía política asumida y elevada a un fin superior por la
teología: “...la Doctrina Social de la Iglesia argumenta desde la razón y el

2
Fuente: Escobar, R. (2012). La Doctrina Social de la Iglesia: Fuentes y Principios de
los Derechos Humanos.

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derecho natural, es decir, a partir de lo que es conforme a la naturaleza de
todo ser humano” al punto de que “todo el contenido de la Doctrina Social de
la Iglesia es accesible a la recta razón: la fe solo añade un suplemento de
certeza, de coherencia y de incentivo”. (Letelier, 2016)
En esta línea, la Doctrina Social de la Iglesia, como enseñanza que nace del
diálogo entre el Evangelio y la vida económico social de los pueblos, está
orientada a iluminar las realidades terrenas y en ella se apoyan la dignidad
de la persona humana y busca en todo momento defenderla y dar principios
que ayuden a su crecimiento, a su desarrollo.
Monseñor Benito (2021) señala al respecto siete principios, que son ejes
claves de esta doctrina y que van a favorecer a todo ser humano a crecer,
desarrollarse y progresar, como debe ser. Esos siete principios son los
siguientes:
1. El principio del bien común.
2. El destino universal de los bienes.
3. El principio de subsidiaridad.
4. El principio de participación.
5. El principio de solidaridad.
6. El principio de los valores, fundamentalmente estos cuatro: la
verdad, la libertad, la justicia, el amor.
7. Finalmente, este último, el amor, es el valor principal, porque
ha de ser el que dé UNIDAD a los demás valores.

Para la Doctrina Social de la Iglesia, la enseñanza de la Iglesia, para Jesucristo,


como también para todo lo que es la filosofía humanista, lo principal es la
persona humana, su dignidad; y todo lo demás ha de converger a la ayuda, al
apoyo, al progreso de todo ser humano y de todos los seres humanos.

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El bien común

El principio o el criterio del bien común es un principio fundamental en lo


que es la vida humana y en lo que son las relaciones de los seres humanos.
Para la Doctrina Social de la Iglesia el principio del bien común es el primero
de todos los principios: todos los bienes que existen son bienes para todos
los seres humanos. La concepción es clara: Dios creó todo lo que existe para
todos los seres humanos, no para una sola persona. De ahí que el principio
del bien común quiere mirar no solamente a un individuo sino a todos los
individuos, no a una persona sino a todas las personas.
Por eso, este principio del bien común es una tarea que nos compete a todos,
y de ahí que los bienes que existen sobre la tierra han de llegar a todos los
seres humanos. Para nosotros, es un criterio que tiene que estar siempre
claro y es el criterio que se exige en la conducción de la vida política; por eso,
un político es aquel que debe trabajar el bien común y colige con ese principio
cuando busca sus propios intereses, sus propios bienes o el bien particular;
y los bienes que hay en una nación, si los miramos bien, son para todos y por
eso se busca que haya una igualdad en la repartición de los bienes.

Reflexionar una y otra vez sobre el bien común nos coloca y nos sitúa en un
principio clave en el desarrollo y en el progreso de todo ser humano y de
todos los seres humanos.

El destino universal de los bienes

El principio del bien común que guía la Doctrina Social de la Iglesia va muy
unido al principio del destino universal de los bienes. Este principio nos
recuerda a nosotros que todo cuanto existe tiene una dimensión universal.
Nosotros hablamos del derecho de propiedad.
El derecho de propiedad privada también tiene su sentido. La propiedad
privada ayuda a que las personas puedan tener un mínimo de espacio para

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vivir, para que se respete su libertad; sin embargo, cuando la propiedad
privada se excede y viola el principio universal de los bienes, entonces, la
propiedad privada ha de estar sujeta a lo que es este principio universal de
los bienes. El Papa Juan Pablo II repetía que: “Sobre toda propiedad privada,
hay una hipoteca de los bienes que han de llegar a todos”.
Y ese llegar a todos es llegar a todo ser humano y a todos los seres humanos
y nosotros hemos de repetirlo continuamente: Dios creó todas las cosas, no
para un grupo, sino para todos. De tal manera es así, que hay que buscar
caminos para una justa distribución de los bienes y de las riquezas, sean éstas
las que sean.

La subsidiaridad

En la búsqueda del progreso y el desarrollo de toda persona humana, de todo


ser humano, de su dignidad, hay un principio que no se tiene muchas veces
en cuenta y que hay que recordarlo también con frecuencia y volver el
pensamiento y la mirada hacia él. Es el principio de la subsidiaridad, palabra
que no es fácil de pronunciar, pero que es sumamente importante. Nosotros
los seres humanos debemos producir lo que nosotros debemos producir.
Cada ser humano tiene una responsabilidad, ante sí mismo y ante los demás,
como cada grupo, como cada sociedad, pero hay limitaciones que nosotros
tenemos, y es ahí donde se necesita el apoyo subsidiario.
Venir en apoyo de las familias que no pueden alcanzar las metas que deben
alcanzar, de los individuos, de las personas, de los grupos, sean estos los que
sean. Por eso, el Estado tiene la responsabilidad de cuidar, de velar para que
cada uno de nosotros haga lo que tenga que hacer, pero que podamos recibir
también el apoyo en aquello que nosotros no podamos hacer. Ese principio
de subsidiaridad ayuda a que los pueblos puedan progresar y los grupos
puedan avanzar. Y esto hay que decirlo no solamente a nivel nacional, hay
que decirlo, también, a nivel universal: nos hemos de acompañar
mutuamente los pueblos, y aunque esto no lo pidiera Dios, ni lo pidiera la

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Doctrina Social de la Iglesia, lo pide el sentido común y lo pide la razón. Se ha
de apoyar a todo aquel que no puede dar todo lo que él quisiera o pudiera
dar.

La participación

Otro principio claro en la Doctrina Social de la Iglesia es el principio de la


participación. Es un tema sobre el que nosotros volvemos una y otra vez. La
participación, como algo inherente al ser humano, hace parte de nuestra
existencia.
Nosotros queremos participar y esa participación nos hace mostrar a
nosotros un deber, el deber que tenemos todos los seres humanos de
participar en la vida, en el desarrollo, en el progreso de los pueblos.
Por eso, una persona que no participa en los gastos de un pueblo, con sus
impuestos, es una persona que no está cumpliendo con su deber. Una
persona que no participa en las elecciones, por ejemplo, es una persona que
se siente limitada en lo que es su derecho de participar en la elección de
aquellos que lo dirigen. Esta dimensión de la participación muestra un
derecho, pero también muestra un deber. Derecho y deber, el derecho de
participar y el deber de participar. Por eso, cuando las personas no pueden
participar todo lo que pueden en la vida nacional, se sienten limitadas.

Las dictaduras limitan la participación, pero también la participación se


vuelve un desorden cuando no es regulada.
Volvamos una y otra vez la mente sobre la participación, sobre nuestro deber
de participar en la vida familiar, en la vida social, en la vida del barrio, en la
vida nacional, en la vida internacional. Pensemos en la participación, como
un derecho y un deber.

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La solidaridad

La solidaridad es uno de los grandes principios, o si se quiere, uno de los


grandes valores que más se trata en el mundo de hoy. Hemos venido muchas
veces sobre esta temática y hay que volver continuamente sobre ella. La
solidaridad nos está mostrando a nosotros como la humanidad es una y cómo
tiene que apoyarse mutuamente. La solidaridad que nos mueve a nosotros a
vernos como sólidos en uno nos indica que los pueblos no pueden existir si
no son solidarios entre sí y que la humanidad también es así, y esto se ve de
una manera muy clara en las crisis y en los problemas. Somos solidarios,
hemos de ser solidarios, queramos o no queramos, pero hemos de hacerlo de
manera consciente.
Los países más ricos tienen necesidad de ser solidarios con los demás y los
Países pobres también han de tomar conciencia sobre esto. El Amazonas no
pertenece ya a Brasil o a los países del Cono Sur, es un bien de toda la
humanidad, porque lo que pasa allí afecta a la humanidad. Somos solidarios,
y los seres humanos somos como un racimo de guineos: o caminamos juntos
o nosotros perecemos, pero hemos de estar juntos. El principio, el criterio, el
valor de la solidaridad es temática sobre la que hay que pensar y volver una
y otra vez porque no solamente se ha de esperar solidaridad de los demás,
sino que cada uno de nosotros ha de poner su granito de arena en el camino
y en la construcción de un mundo solidario.

Valores fundamentales

El tema de los valores está sobre el tapete. Es un tema sobre el que hemos de
volver una y otra vez, y podemos preguntarnos sobre los muchos valores que
hay, y podemos enumerar decenas de valores: ¿cuáles son los
fundamentales?, ¿cuáles son los más importantes, aquellos necesarios para
que funcione una sociedad y que son clave también para el progreso de los
pueblos?

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Los cuatro grandes valores son estos: La verdad, la libertad, la justicia y el
amor.
La verdad: sin la verdad ningún pueblo podrá avanzar. Jesucristo decía, y es
lema del pueblo dominicano: “Conocerán la verdad y la verdad los hará
libres”.
La verdad y la libertad: … La libertad se manifiesta en la democracia, pero
necesitamos de una libertad sabiamente usada. Por eso, volver la mente y la
mirada sobre la libertad, es clave, y sobre todo en estos tiempos en las que
disfrutamos de la libertad, para no volver a las dictaduras, pero tampoco para
que la libertad se vuelva para nosotros un enemigo.
Y la dimensión de la justicia: si quieres la paz, trabaja por la justicia. Si
nosotros queremos guardar las relaciones como debe ser, es clave y
fundamental, ¿quién lo puede negar? el valor de la justicia.
Sabemos que tenemos muchos desórdenes cuando impera la mentira, el
libertinaje y la injusticia. Por eso, en la Doctrina Social de la Iglesia esos tres
valores son fundamentales y clave para la vida de cualquier sociedad.

La vía del amor

Podemos hablar y tocar temáticas como esta: el bien común, el destino


universal de los bienes, la participación, la solidaridad, los valores de la
verdad, la justicia y la libertad. Pero tenemos que decir que el vínculo que une
todo esto es el amor. Sin amor, nosotros no podremos llegar a eso que
deseamos: a una mayor distribución de las riquezas, a un mundo donde
impere la verdad, la justicia, la libertad; donde los bienes realmente sean
comunes, donde se busque el bien común.

No podemos pedirles a los políticos que se preocupen de buscar los intereses


del pueblo dominicano y no sus propios intereses, si ellos no tienen amor. Se
lo podemos pedir en nombre de la justicia, en nombre del respeto a los
demás; el amor es necesario para todo ello. Podemos pedirle a un juez que

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haga la justicia, pero si ese juez no respeta a la persona humana, si ese juez
no ama al ser humano y no ama a los dominicanos, será injusto. Los valores
que nosotros necesitamos poner en práctica, y son necesarios todos,
necesitan un fundamento, un guía, que es el amor. Por eso, el progreso de los
pueblos, el bienestar de los pueblos, la mejor distribución de las riquezas,
todo aquello que nosotros deseamos no se dará en efecto y en verdad, si los
seres humanos son egoístas. De ahí que el camino del amor, la vía del amor,
es y seguirá siendo el camino del desarrollo de los pueblos, del respeto a las
personas y de los derechos humanos.3

10. METODOLOGÍA DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

La Iglesia, en su proceso de comprensión de los problemas sociales y de


elaboración de su Doctrina Social, lo realiza siguiendo el método: “Ver -
Juzgar - Actuar”. Las encíclicas y otros documentos de la Doctrina Social de
la Iglesia, sobre todo a partir de Mater et Magistra y la Constitución Gaudium
et Spes, permiten descubrir que la enseñanza o Doctrina Social en el seno de
la Iglesia, se elabora en un constante ejercicio de estudio y comprensión
integral de la realidad; con el fin de brindar orientaciones para la vida
práctica, siguiendo la metodología inductiva - deductiva; enfatizando la
necesidad de acercarse científica y pastoralmente a la realidad histórico -
social concreta en que vive la humanidad. Priorizando, ante todo, la lectura
de la realidad a la luz de la Palabra de Dios y de la revelación.

Ver

Es percibir con sensibilidad e inteligencia la realidad para comprenderla y


apropiársela con la inteligencia, informarse y analizar los problemas y las
situaciones de injusticia, sus causas, los factores que las producen, sus

3
Fuente: Benito de la Rosa. Catholic.net

21
consecuencias, los mecanismos y las personas que las reproduce, etc. Es
también analizar en equipo, organizadamente, con la ayuda de las ciencias
humanas y sociales, desde distintos puntos de vista, una misma realidad
social, económica, política y cultural, nacional e internacional, para
interpretarla e interpelarla.

Juzgar

Es interpretar la realidad de las personas y de los pueblos; discerniendo qué


es y qué hay de humano, justo, fraterno, o lo contrario; a la luz del Proyecto
de Dios sobre el hombre y el mundo. Iluminando con la Palabra de Dios, del
magisterio de la misma Iglesia y de las ciencias sociales, la realidad;
denunciando el pecado, qué es opresión, deshumanización y dominación;
mostrando los caminos y los medios para alcanzar la justicia, la liberación, el
desarrollo integral y la auténtica paz. En este paso del método, presenta al
creyente y no creyente, como principios de reflexión, los valores
permanentes y los criterios de juicio de la Doctrina Social de la Iglesia; insiste
en la necesidad de atender a “los signos de los tiempos”, concepto evangélico
que abre infinidad de elementos de juicio para el obrar de los cristianos, de
los miembros de otras religiones y también de los no creyentes

Actuar

Es tomar posición y optar por decisiones coherentes con los valores del Reino
de Dios. Porque la Doctrina Social de la Iglesia tiene una dimensión histórica,
teórica y práctica. Esto implica comprometerse con acciones concretas, para
trabajar en la eliminación de las desigualdades, el desmantelamiento las
estructuras y los mecanismos de injusticia y pecado personal y estructural.
Promoviendo y generando condiciones, factores, grupos, comunidades,
movimientos, proyectos y procesos, transformadores de la realidad y de la

22
sociedad en orden a consolidación de la justicia social, el desarrollo humano
integral, la verdad, la libertad, la reconciliación y la paz.

11. APORTES DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA A NUESTRO MUNDO

Una concepción del hombre fundada en:


- El principio de dignidad de cada ser humano.
- La igualdad de los hombres y mujeres.
- Los derechos inalienables del hombre.
- El hombre como sujeto y nunca como objeto
Una concepción de la economía social basada en la búsqueda del crecimiento,
desarrollo y progreso del ser humano, bajo los principios de:
- El principio del valor del amor.
- El principio de la solidaridad.
- El principio de la participación.
- El principio de la subsidiariedad.
- El principio del bien común.
Dado que la finalidad de la Doctrina Social de la Iglesia no es intelectual, sino
está orientado a lograr que, de una manera práctica y personal, destacar la
dignidad del hombre, para lograr su promoción y liberación, al ser
reconocidos como hijos de Dios.4

4 Fuente: Cáritas Venezuela

23
“La Doctrina Social de la Iglesia representa
así la referencia esencial para el proyecto
y la acción social de los fieles laicos, además
de para una espiritualidad vivida propia,
que se nutra y se encuadre en la comunión
eclesial: comunión de amor y de verdad,
comunión en la misión”.

Benedicto XVI, Papa


Mensaje a la Asamblea Plenaria del
Consejo Pontificio “Justicia y Paz
Noviembre, 2010

24
LA PERSONA HUMANA EN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

La dignidad, ¿qué o quién nos la otorga? ¿El dinero, la fama, las posesiones,
las leyes…? Nada de eso. Haber nacido.
Cada persona es un ser único e irrepetible que debe ser respetado en su
singularidad. Sin embargo, en la práctica, hay muchas situaciones que
atentan contra ese respeto hacia todos y todas.
Ese ser únicos e irrepetibles no significa vestir de un modo o hablar de otro.
Nuestra dignidad se manifiesta, expresa y realiza por medio de la
inteligencia, la conciencia moral y la libertad. Podemos entender el mundo,
valorar si funciona adecuadamente y actuar en consecuencia. Y eso nos
diferencia de cualquier otra criatura del planeta. Podemos entender el
mundo y el universo y dar una orientación a nuestra existencia, tenemos la
capacidad de elegir y actuar responsablemente.
Por eso entendemos que la dignidad es un don, pero también una tarea. No
basta con perseguir el reconocimiento de nuestra propia dignidad. De
nuestra inteligencia, conciencia y libertad surge la responsabilidad de
preocuparse porque los demás también alcancen el respeto de su dignidad.
Se trata de una responsabilidad hacia nosotros, hacia los otros y hacia la
naturaleza.
El hecho de convivir en el mundo con más gente, lo que se llama ‘la dimensión
social’, nos proyecta hacia la solidaridad con los demás. Por eso, la persona
humana debe ser el centro de todas las decisiones políticas, económicas y
sociales. Y es que el modo más seguro y eficaz de conseguir la felicidad y la
justicia es afirmar el valor intrínseco de cada ser humano.
Lo individual y lo social es inseparable en las personas, así que la persona
crece cuando construye solidaridad y decrece cuando la destruye.
Por ello, todo en la vida social y en la acción política debe responder al
reconocimiento y la realización de la dignidad de cada persona por separado

25
y de todas las personas en su conjunto. No basta con elegir a un representante
que defienda mis ideas, sino más bien que persiga el bien común.

Y en la promoción de la dignidad humana juega un papel importante la


defensa de los Derechos Humanos, que no son derechos otorgados sino
reconocidos. Es decir, que nadie nos los tiene que dar, sino que los poseemos
por el hecho de haber nacido. Pero llevan asociados una responsabilidad,
unos deberes.
El reconocimiento de los derechos humanos exige, en primer lugar, dar
prioridad al reconocimiento práctico y efectivo de los derechos de los
empobrecidos, que son aquellas personas a las que se les ha privado del
ejercicio de sus derechos fundamentales en su vida. La existencia misma de
los empobrecidos es la negación práctica de la dignidad de la persona.
Para la Iglesia, la dignidad humana adquiere un carácter sagrado por partida
doble; porque la persona fue creada a imagen de Dios y porque Dios mismo
se hizo persona en Jesús.5
Para el cristiano la dignidad del hombre tiene el triple fundamento en su origen
divino, en su calidad de imagen y semejanza de Dios y en su finalidad en el Creador
mismo. La dignidad queda así definida, para todos los hombres por igual, en relación
directa con Dios, con independencia de toda otra condición: raza, nacionalidad, sexo,
edad, creencias, condición social. Esa dignidad dota al hombre de ciertos derechos
exclusivos y de ella nacen las tareas de protección y respeto.
Entonces, ¿qué es realmente la dignidad humana? Es el reconocimiento del especial
valor que tiene el individuo en el universo. ¿Qué significa dignidad humana? La
dignidad humana significa que todas las personas deben sentir que son respetadas
por sí mismo y que son valoradas, al mismo tiempo que son respetadas en todos sus
derechos como seres humanos. Esto implica la necesidad de que todas las personas
sean tratadas con igualdad y que puedan gozar de los derechos fundamentales que
de ellos derivan, en pocas palabras, la dignidad humana se caracteriza por la razón
y la libertad que la persona posee, de la dignidad de la persona humana irradia la

5
Fuente: HOAC. (2018) DSI

26
libertad y la igualdad como principios básicos que se van a concretar en derechos
humanos.

1. ¿QUÉ QUEREMOS DECIR CUANDO HABLAMOS DE LA PERSONA?

La Iglesia ve en el hombre, en cada hombre, la imagen viva de Dios mismo;


imagen que encuentra, y está llamada a descubrir cada vez más
profundamente, su plena razón de ser en el misterio de Cristo, Imagen
perfecta de Dios, Revelador de Dios al hombre y del hombre a sí mismo. A
este hombre, que ha recibido de Dios mismo una incomparable e inalienable
dignidad, es a quien la Iglesia se dirige y le presta el servicio más alto y
singular recordándole constantemente su altísima vocación, para que sea
cada vez más consciente y digno de ella. Cristo, Hijo de Dios, «con su
encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre»; 197 por ello, la
Iglesia reconoce como su tarea principal hacer que esta unión pueda
actuarse y renovarse continuamente. En Cristo Señor, la Iglesia señala y
desea recorrer ella misma el camino del hombre,198 e invita a reconocer en
todos, cercanos o lejanos, conocidos o desconocidos, y sobre todo en el pobre
y en el que sufre, un hermano «por quien murió Cristo» (1 Co 8,11; Rm
14,15). 6

Con la palabra «persona» queremos decir que cada ser humano posee una
dignidad inviolable. El ser humano fue creado a imagen de Dios (Imago Dei)
(Gn 1, 27). Así pues, es aquella criatura de Dios que representa al Creador en
la creación. El ser humano es «la única criatura terrestre a la que Dios ha
amado por sí misma» (GS 24). Como criatura de Dios no es algo, sino alguien,
y por eso posee un valor incomparable. El ser humano como persona es capaz
de reconocerse a sí mismo y de pensar sobre sí, sobre la libertad de su decisión,
sobre la comunión con los otros. Y es también llamado a responder a Dios con
la fe. De aquí que la semejanza con Dios signifique también que el ser humano

6 Fuente: DOCAT,47

27
se mantiene siempre relacionado con Dios y solo en él puede obtener la
plenitud de sus posibilidades como persona.

2. LA DOCTRINA SOCIAL Y PRINCIPIO PERSONALISTA

Cada uno de los hombres es imagen viva de Dios mismo; y así lo reconoce la
Iglesia, que lo descubre, la plenitud de su razón de ser en el misterio de Cristo,
imagen perfecta de Dios, Revelador de Dios al hombre y del hombre a sí
mismo” (DSI 105).
En la vida social el protagonista es: la persona humana, de quien se reconoce
la inviolabilidad de su dignidad a partir de este principio de la Doctrina
Social.

LA PERSONA HUMANA «IMAGO DEI”

Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de
persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de
poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y
es llamado… a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser
puede dar en su lugar. (CIC 357)

Dado que la persona humana, creada a imagen de Dios y por ser expresión de
la dimensión social de la Trinidad, forma una unidad de cuerpo y alma y así,
con su corporeidad y su espiritualidad, el hombre supera a la totalidad de las
cosas y penetra en la estructura más profunda de la realidad.
A la persona humana pertenece la apertura a la trascendencia: el hombre está
abierto al infinito y a todos los seres creados. Desde aquí se entiende que el
hombre existe como ser único e irrepetible. Entre todas las criaturas del
mundo visible, en efecto, sólo el hombre es «“capaz” de Dios», Sin embargo,
el misterio del pecado comporta una doble herida: pecado personal y social.

28
Causas originarias del oscurecimiento del valor de la dignidad de la persona
humana y de los principios antropológicos fundamentales: En uso de la
libertad humana, el hombre puede dirigirse hacia el bien sólo en la libertad
que Dios le ha dado como signo eminente de su imagen.
Asimismo, en el ejercicio de la libertad, a veces el hombre no realiza actos
moralmente buenos, actos que no edifican su persona, ni a los otros, ni a la
sociedad. El hombre cuando no obedece a la verdad pretende ser creador y
dueño absoluto de la sociedad y de las normas éticas.
La instrumentalización de la persona: cuando se considera a la sociedad
como una estructura suprapersonal se contribuye a que el hombre sea
considerado como un instrumento en manos de los poderes que dirigen las
estructuras sociales. Por ello al hombre se le considera un peldaño más en la
escalera evolucionista, si consideramos a la persona humana desde el ámbito
biologicista se anula, de esa manera, el mundo de las capacidades y derechos
antropológicos de la especie humana.
Con los valores humanos, las capacidades del hombre, -inteligencia, memoria
y voluntad-, impulsan a considerar todos los elementos de la naturaleza
creada y de la sociedad como un ‘todo’ unido y con su propia identidad. El
valor de la persona hace que los diversos constructos’ que la forman –
socialidad, economía, politicidad, globalidad, religiosidad - den sentido
científico a las ciencias instrumentales del hombre: economía, política,
sociología.

3. LA PERSONA HUMANA Y SUS MÚLTIPLES DIMENSIONES

La DSI se detiene en los aspectos principales e inseparables de la persona


humana para captar las facetas más importantes de su misterio y de su
dignidad. Pues en el pasado y actualmente existen múltiples concepciones
reductivas, de carácter ideológico o simplemente debidas a formas difusas de
costumbres y pensamiento, que se refieren al hombre, a su vida y su destino.

29
Estas concepciones tienen en común el hecho de ofuscar la imagen del
hombre acentuando sólo alguna de sus características, con perjuicio de todas
las demás.

LA UNIDAD DE LA PERSONA

El hombre ha sido creado por Dios como unidad de alma y cuerpo. Esta
dimensión le permite al hombre su inserción en el mundo material, lugar de
su realización y de su libertad. El hombre, por tanto, tiene dos características
diversas: es un ser material, vinculado a este mundo mediante su cuerpo, y
un ser espiritual, abierto a la trascendencia y al descubrimiento de una
verdad más profunda, a causa de su inteligencia, que lo hace participante de
la luz de la inteligencia divina.

APERTURA A LA TRASCENDENCIA Y UNICIDAD DE LA PERSONA

Abierta a la trascendencia

Está abierto sobre todo al infinito, es decir a Dios, porque con su inteligencia
y su voluntad se eleva por encima de todo lo creado y de sí mismo, y se dirige
hacia la verdad y el bien absolutos. Está abierto también hacia el otro, a los
demás hombres y al mundo, porque sólo en cuanto se comprende en
referencia a un tú puede decir yo. Sale de sí, de la conservación egoísta de la
propia vida, para entrar en una relación de diálogo y de comunión con el otro.

Única e irrepetible

El hombre existe como ser único e irrepetible, existe como un «yo», capaz de
autocomprenderse, autoposeerse y autodeterminarse. La persona humana
es un ser inteligente y consciente, capaz de reflexionar sobre sí mismo y, por
tanto, de tener conciencia de sí y de sus propios actos. Sin embargo, no son la

30
inteligencia, la conciencia y la libertad las que definen a la persona. Estos
actos pueden faltar, sin que por ello el hombre deje de ser persona.

El respeto de la dignidad humana

Una sociedad justa puede ser realizada solamente en el respeto de la


dignidad trascendente de la persona humana. Ésta representa el fin último
de la sociedad, que está a ella ordenada. En ningún caso la persona humana
puede ser instrumentalizada para fines ajenos a su mismo desarrollo.

LA LIBERTAD DE LA PERSONA

El ejercicio de la libertad implica la referencia a una ley moral natural, de


carácter universal, que precede y aúna todos los derechos y deberes. La
libertad, en efecto, no tiene su origen absoluto e incondicionado en sí misma,
sino en la existencia en la que se encuentra y para la cual representa, al
mismo tiempo, un límite y una posibilidad. Por tanto la libertad tiene un
límite: el otro.

LA IGUAL DIGNIDAD DE TODAS LAS PERSONAS

El hombre y la mujer tienen la misma dignidad y son de igual valor, no sólo


porque ambos, en su diversidad, son imagen de Dios, sino, más
profundamente aún, porque el dinamismo de reciprocidad que anima el
«nosotros» de la pareja humana es imagen de Dios. (DSI, 111)

Puesto que en el rostro de cada hombre resplandece algo de la gloria de Dios,


la dignidad de todo hombre ante Dios es el fundamento de la dignidad del
hombre ante los demás hombres.
Masculino y femenino diferencian a dos individuos de igual dignidad, que, sin
embargo, no poseen una igualdad estática, porque lo específico femenino es

31
diverso de lo específico masculino. Esta diversidad en la igualdad es
enriquecedora e indispensable para una armoniosa convivencia humana.

LA SOCIABILIDAD HUMANA

La persona es constitutivamente un ser social. A causa de la soberbia y del


egoísmo, el hombre descubre en sí mismo gérmenes de insociabilidad, de
cerrazón individualista y de vejación del otro. Con el fin de favorecer la
participación del mayor número de personas en la vida “social, es preciso
impulsar la creación de asociaciones e instituciones de libre iniciativa para
fines económicos, sociales, culturales, recreativos, deportivos, profesionales
y políticos, tanto dentro de cada una de las Naciones como en el plano
mundial.

4. EL BIEN COMÚN Y LOS DERECHOS HUMANOS EN LA DSI

La fuente última de los Derechos humanos no se encuentra en la mera


voluntad de los seres humanos, en la realidad del Estado o en los poderes
públicos, sino en el hombre mismo y en Dios su creador, así también los
derechos se encuentran unidos a los deberes del hombre. El principio del
Bien Común, al que debe referirse todo aspecto de la vida social para
encontrar plenitud de sentido, deriva, en primer lugar, de la dignidad, unidad
e igualdad de todas las personas. Por ello, las exigencias del bien común
tienen que ver con las condiciones sociales de cada época y están
estrechamente vinculadas al respeto y a la promoción integral de la persona
y de sus derechos fundamentales.

32
5. ¿COMO POTENCIAR EL VALOR DE LA PERSONA, DE LOS PRINCIPIOS Y
LOS VALORES FUNDAMENTALES?

Promoviendo la sociedad participativa y comunitaria en la que cada


capacidad esté al servicio del Bien Común. Mediante una configuración
de la democracia contemplada de abajo hacia arriba en la que las estructuras
e intermedias sean democráticas y las élites cumplan un servicio técnico; con
un sistema cultural que ayude a que cada persona ‘se cultive’ en sus
facultades y se fomente la interrelación de todos con el otro y con el universo.

6. EL VALOR DE LOS DERECHOS HUMANOS

El Magisterio de la Iglesia no ha dejado de evaluar positivamente la


Declaración Universal de los Derechos del Hombre, proclamada por las
Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, que Juan Pablo II ha definido
como «una piedra miliar en el camino del progreso moral de la humanidad”
La fuente última de los derechos humanos no se encuentra en la mera
voluntad de los seres humanos, en la realidad del Estado o en los poderes
públicos, sino en el hombre mismo y en Dios su Creador. Estos derechos son
universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto.

7. LA ESPECIFICACIÓN DE LOS DERECHOS

Derecho a la vida, desde su concepción hasta su conclusión natural, que


condiciona el ejercicio de cualquier otro derecho.
Derecho a la libertad religiosa.
Derecho a practicar la fe.
Derecho a la participación social.
Derecho a la participación económica.
Derecho a salir de la miseria.

33
8. DERECHOS Y DEBERES

El Magisterio subraya la contradicción existente en una afirmación de los


derechos que no prevea una correlativa responsabilidad.
Por tanto, quienes, al reivindicar sus derechos, olvidan por completo sus
deberes o no les dan la importancia debida, se asemejan a los que derriban
con una mano lo que con la otra construyen.

9. DERECHOS DE LOS PUEBLOS Y DE LAS NACIONES

El campo de los derechos del hombre se ha extendido a los derechos de los


pueblos y de las Naciones, pues lo que es verdad para el hombre lo es también
para los pueblos.
La Nación tiene un derecho fundamental a la existencia; a la propia lengua y
cultura, mediante las cuales un pueblo expresa y promueve su “soberanía”
espiritual.

10. COLMAR LA DISTANCIA ENTRE LA LETRA Y EL ESPÍRITU

La solemne proclamación de los derechos del hombre se ve contradicha por


una dolorosa realidad de violaciones, guerras y violencias de todo tipo: en
primer lugar, los genocidios y las deportaciones en masa; la difusión por
doquier de nuevas formas de esclavitud, como el tráfico de seres humanos,
los niños soldados, la explotación de los trabajadores, el tráfico de drogas, la
prostitución. “El compromiso pastoral se desarrolla en una doble dirección:
de anuncio del fundamento cristiano de los derechos del hombre y de
denuncia de las violaciones de estos derechos” (Cf. Pontificia Comisión
“Iustitia et Pax”)

34
11. LA MISIÓN DE LA IGLESIA Y SU COMPROMISO MORAL EN DEFENSA DE
LOS DERECHOS HUMANOS

Antes del Concilio Vaticano II la DSI ya expresa nítidamente la justificación el


derecho y aun el deber irrenunciable de la Iglesia para proceder a la crítica
social, cuando las cuestiones sociales así lo requieran, aunque evidentemente
tal crítica todavía no se hacía según el criterio ético y el lenguaje de los
derechos humanos. En la encíclica Quadragesimo anno, QA (1931), tras el
reconocimiento de que no se le impuso a la Iglesia la obligación de dirigir a
los hombres a la felicidad exclusivamente temporal, sino a la eterna, Pío XI
afirmaba que la Iglesia «en modo alguno puede renunciar a interponer su
autoridad», pero que tal autoridad no era de tipo técnico, que no es su
cometido ni cuenta con medios adecuados para ello, sino moral: «En lo que
atañe a estas cosas, el depósito de la verdad a Nos confiado por Dios, y el
gravísimo deber de interpretar y aun de urgir oportuna e importunamente
toda la ley moral, somete y sujeta a nuestro supremo juicio tanto el orden de
las cosas sociales cuanto el de las mismas cosas económicas» (QA, 41).
Los fundamentos aportados en QA seguirán vigentes en las encíclicas de Juan
XXIII, Mater et magistra MM (1961), Pacem in terris, PT (1963), la llamada
«carta católica de los derechos humanos», y permanecerán —aunque
redimensionados— en la constitución conciliar Gaudium et spes, GS (1965) y
en los documentos posconciliares Octogesima adveniens, OA (1971), Justicia
en el mundo, JM (1971) o Evangelium nuntiandi, EV (1975).
La novedad fundamental de GS consistió en poner las bases para una más rica
concepción teológica de la Iglesia y de su misión respecto del orden temporal
y, por consiguiente, para replantear en una perspectiva más orgánica y
teológica la tradicional doctrina social católica. Tres principios expuestos en
los números 40 al 42 — los medulares de la constitución GS— que son los
pilares sin los cuales no habría nada que hacer:
1. El ministerio de la Iglesia es religioso en origen y propósito: la
Iglesia no tiene específicamente carisma político.

35
2. El ministerio religioso tiene como objetivo primario servir al Reino
de Dios-la Iglesia es de un modo especial el instrumento del Reino
en la historia.
3. La misión de la Iglesia en el orden temporal se define por cuatro
objetivos:
a) Realización de la dignidad humana;
b) promoción de los derechos humanos;
c) avance de la familia humana hacia la unidad, y,
d) la santificación de las actividades seculares 7.

Cuando más adelante la Constitución conciliar aborde las relaciones entre la


comunidad política y la Iglesia, las cosas quedarán aún más claras: «La Iglesia
debe poder, siempre y en todo lugar, predicar la fe con verdadera libertad,
enseñar su doctrina social, ejercer sin impedimentos su tarea entre los
hombres y emitir un juicio moral también sobre cosas que afectan al orden
político cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona humana
o la salvación de las almas, aplicando todos y sólo aquellos medios que sean
conformes al Evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y
condiciones» (GS, 76).
La aportación de la Iglesia en su doctrina social fue descrita por Pablo VI en
OA con trazos inolvidables: «Frente a situaciones muy diversas (en el
mundo), nos es difícil pronunciar una palabra única, así como proponer una
solución que tenga valor universal (…). Pertenece a las diversas comunidades
cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país, iluminarla
con la luz del Evangelio, sacar principios de reflexión, normas de juicio y
directivas de acción 8 en la enseñanza social de la Iglesia, tal como se ha
elaborado a lo largo de la historia (…). Son ellas las que han de discernir (…)
las opciones y los compromisos que hay que tomar» (OA, 4). El Sínodo de los
obispos de 1971 distinguió en su documento JM, entre «Iglesia en cuanto
comunidad religiosa y jerárquica», cuya misión comporta la defensa y la
promoción de la dignidad y de los derechos fundamentales de la persona

36
humana, pero que no ha de proporcionar «soluciones concretas de orden
social, político o económico», y los «miembros de la Iglesia en cuanto
miembros de la sociedad civil»: éstos, en el ámbito familiar, profesional,
social, cultural y político, sí tienen que «asumir sus propias
responsabilidades, dejándose conducir por el espíritu del Evangelio y la
enseñanza de la Iglesia» (JM, 40-41). Juan Pablo II, en su encíclica Sollicitudo
rei socialis, SRS (1987), declara que «con su doctrina social intenta la Iglesia
guiar a los hombres para que, apoyados en la reflexión racional y las ciencias
humanas, respondan a su vocación de constructores responsables de la
sociedad terrestre» (SRS, 72).
Y Benedicto XVI ha dicho desde su primera encíclica que la Iglesia no es ni
quiere ser un agente político, «pero tiene un profundo interés por el bien de
la comunidad política, cuya alma es la justicia, y le ofrece en dos niveles su
contribución específica. En efecto, la fe cristiana purifica la razón y le ayuda
a ser lo que debe ser (…). Con su doctrina social contribuye a hacer lo que se
puede reconocer eficazmente y luego realizar también lo que es justo».
Por ello, la Iglesia debe asumir positivamente su misión evangelizadora,
frente a cualquier posicionamiento intraeclesial meramente «defensivo»,
tanto en lo relativo al anuncio de la fe del Evangelio, como a la capacidad del
transmitir a la sociedad civil un «espíritu» que pueda hacerla más humana.7

7 Fuente: MARTÍNEZ (2009) DERECHOS HUMANOS Y DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

37
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