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Derecho Civil I
Trabajo:
Vicios de la Voluntad
Propuesto por:
XXXXXXXXXXXXX
Presentado por:
XXXXXXXXXXXXXXX
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Introducción
Se puede referir a los vicios de la voluntad con la expresión vicios del consentimiento.
En la base de actos jurídicos bilaterales o plurilaterales está el consentimiento que es
la confluencia de las voluntades singulares de los que celebran el acto. También se
entiende por consentimiento a la voluntad de las partes dirigidas al acuerdo con la
otra parte.
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Vicios de la Voluntad
Para que el acto sea válido la voluntad debe estar libre de vicios. La voluntad puede
estar modificada por ciertas circunstancias externas o internas que impiden que se
reflejen cuál es su verdadero sentido.
El consentimiento, en la forma que lo hemos estudiado, es la piedra angular del
contrato, no obstante, puede darse la situación que el mismo este precedido de hecho
o actitud que restringe o anule la libertad y el conocimiento con que deba formularse
una declaración o con los cuales deba procederse. En ese sentido, el Código Civil,
trae una enumeración taxativa de hechos que pueden invalidar el consentimiento y,
por lo tanto, dar margen a que se declare nulo el acto jurídico en general o el contrato
particular.
El Artículo No 1116 del Código Civil de Panamá, dice “Será nulo el consentimiento
prestado por error, violencia, intimidación o dolo”, estos elementos consignados en
este artículo, es lo que se le denomina vicios de consentimiento en otras palabras,
todo consentimiento contractual que se adquiera bajo alguna de estas premisas, da
tránsito a que se invalide el contrato.
Tal situación ha sigo alentada por la doctrina al decir Lacruz, la tradición jurídica a
sistematizado los vicios que pueden afectar a la voluntad de los contratantes con
relación a la falta de conocimiento (error, dolo) y con relación a la falta de libertad
(intimidación o violencia moral), más siendo así que el error puede ser originado o
provocado por el dolo, los vicios del consentimiento pueden en realidad, reducirse a
las dos categorías fundamentales del error y del miedo.
Nuestra jurisprudencia (Sentencia de 31 de octubre de 1990) ha señalado que el
consentimiento no se produce si hay dolo o engaño por la otra parte. Se dijo en
aquella oportunidad…“en consecuencia, como lo sienta la inferior, no solamente
medio error de la parte demandante, que vicia el consentimiento sino también
gravísimo dolo de la contraparte, consistente en la conducta mendaz, ya expresada,
la cual le indujo a celebrar un contrato que de conocer la verdad, obviamente no
hubiese celebrado.
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El vicio del Consentimiento es la ausencia de una voluntad sana con el objetivo de
falsear, adulterar, anular dicha voluntad y alcanzar propósitos deseados lo cual
compromete su eficacia. La voluntad queda excluida cuando el consentimiento en su
forma exterior está viciado.
En el derecho panameño esos vicios son error, violencia e intimidación o dolo. Los
vicios del consentimiento producen, en consecuencia, que el acto o negocio jurídico
celebrado no tenga validez, carezca de eficacia jurídica, y produzca la nulidad del
acto, ya que la máxima sanción que puede tener un contrato que salga a la vida
jurídica plagado de vicios es la nulidad absoluta
El error consiste en la falsa o inexacta idea que se forma del contratante, sobre uno
de los elementos del contrato, a diferencia de la ignorancia que es la falta de
concepto. O más bien una idea inexacta que se forma un contratante sobre uno de
los elementos del contrato, en el que podemos creer que un hecho que es falso es
verdadero y viceversa. Implica el defecto de concordancia entre la voluntad
verdadera, la voluntad interna y la voluntad declarada, lo que crea un desequilibrio en
el contrato. La doctrina distingue los errores que excluyen el consentimiento, aquellos
que lo vician y los que jurídicamente resultan irrelevantes. Pueden considerar como
la falsa apreciación de la realidad, que consiste en creer verdadero lo falso y falso lo
verdadero; puede recaer sobre la identidad del objeto, sobre el negocio jurídico que
se pretende realizar, sobre la substancia o cualidad del objeto, sobre la persona, su
identidad y cualidades sobre la extensión de una determinad disposición jurídica.
En cuanto este vicio, la doctrina ha señalado que puede ocurrir que uno o ambos
contratantes se equivoquen al hacer una declaración que no se corresponde con lo
que quieren (el llamado lapsus linguae vel calami), o que se equivoquen respecto de
la identidad o sobre cualidades que sirvan para la identificación de alguno de los
requisitos del contrato, confundiendo una cosa con otra (error in negotio), o un objeto
con otro (error in copore). En todos estos casos, la voluntad que se ha formado el que
contrata no puede, en absoluto, corresponder con la que manifiesta y que, por
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exteriorizarse, es tomada, en consideración prima facie por el ordenamiento jurídico.
El sujeto hace asi una declaración errónea, puesto que, por las razones indicadas, no
puede representarse con fidelidad lo que manifiesta, llevando a cabo un contrato
distinto. A este tipo de error, que lógicamente debe hacer completamente nulo el
contrato, se llama error obstativo, porque impide, precisamente, que el que yerra
manifieste o exteriorice lo que verdaderamente quiere.
El error es una idea inexacta que se forma un contratante sobre uno de los elemento
del contrato, en el que podemos creer que un hecho que es falso es verdadero y
viceversa.
5) - A compra una anillo con la creencia de que es de oro, pero resulta de cobre.
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Error de derecho
Una principal clasificación del error es la que se refiere al error de hecho o de derecho.
Los contratantes, por lo general, incurren en errores de hecho; es decir, equivocación
acerca de la autenticidad o la antigüedad de un objeto, recae sobre la naturaleza del
negocio jurídico que quiere celebrar, sobre la identidad del objeto, sobre la materia
de la que está formada la cosa, o sobre sus cualidades y sobre la identidad y
cualidades de las personas. No obstante, es posible que se cometa un error de
derecho. En tal caso, el error recae sobre una norma de derecho, desconocimiento
de una regla de derecho, aquel que recae sobre el sentido o alcance de una
determinada disposición jurídica.
Con relación a la apreciación de error de hecho, como vicio del consentimiento que
invalida el contrato el contrato, no hay dificultad. Por el contrario, la posibilidad de que
el error de derecho pudiera dar a lugar a la invalidación del contrato, puede ser
negada en un momento determinado por considerar que su admisión supondría una
quiebra al principio de territorialidad de las normas recogido en el Artículo No. 1, del
Código Civil de Panamá, que entre esas cosas señala que la ignorancia de la ley no
es excusa de su cumplimiento. El error, de hecho o de derecho, es esencial en efecto,
cuando sea determinante de la voluntad del contratante que lo sufre.
Artículo No. 1117, del Código Civil de Panamá, especifica los errores que invalidan el
contrato y que deben ser probados por quien los invoca. En síntesis, al tenor de lo
preceptuado en la norma civil, los error capaces de viciar el consentimiento son, pues,
los relativos a la especie del contrato, a la identidad, a la calidad esencial o la calidad
accidental del objeto, y a la identidad de la persona.
Artículo No. 1117. Para que el error invalide el consentimiento, deberá recaer sobre
la substancia de la cosa que fuere objeto del contrato, o sobre aquellas condiciones
de la misma que principalmente hubiesen dado motivo a celebrarlo
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El simple error de cuenta solo dará lugar a la corrección.
Erro de hecho: según la doctrina jurídica los hechos son acontecimientos en la cual
intervienes la naturaleza o la mano del hombre y frente a la ocurrencia de estos
hechos, el error consiste en la mal formación o la concepción equivoca de la
ocurrencia del hecho, es decir, el hombre frente al acontecimiento adopta una
conducta distorsionada frente a lo que él quería que ocurriera, es decir, una
concepción equivocada del propio hecho.
Erro de derecho: consiste en los propios efectos jurídicos que debe producir el hecho
frente a la aplicación de la norma, incluyendo lo que podría ser una interpretación
errónea.
El error intuiti personae o error sobre la persona de aquel con quien uno contrata, que
no causa porque la mayor parte de las veces se contrata buscando un resultado sin
tener en cuenta la persona del co-contratante.
El Error In Personan: Es aquel en el que el error recae sobre la persona con quien se
celebra el contrato o en cuyo beneficio se ejecuta el acto, siempre que el acto o
contrato hayan sido celebrado por consideración a la persona.
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Error en el contrato
Según el Artículo No. 1117, del Código Civil de Panamá “el error sobre la persona
solo invalidara el contrato cuando la consideración a ella hubiese sido la causa
principal del mismo”. La doctrina clásica sostuvo que en general, en los negocios a
título gratuito la consideración del donatario constituye el principal motivo del donante
para donar, y que en los contratos a título oneroso, en cambio, cada contratante
concentra su atención sobre los elementos del contrato. Según esto, en una venta no
juega papel la calidad de los contratantes, pues el vendedor preferirá siempre a la
persona que le dé un precio más alto, sin tener en cuenta sus condiciones personales
o civiles.
Debe tenerse en cuenta que el Artículo No. 1117, del Código Civil de Panamá no solo
se refiere al error sobre la identidad física del otro contratante, como cuando se
entiende contratar con B pero resulta celebrándose el contrato con C, sino también el
error acerca de una calidad esencial del contratante. Así, una casa de comercio
puede declarar terminado el contrato cuando descubre que uno de sus agentes, en
quienes se supone una máxima honradez, había sido condenado por algún delito
contra la propiedad.
Es el que recae sobre la identidad del contrato. Cada parte contractual cree que
perfecciona un contrato diferente. Así, un contratante cree que celebra un contrato de
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compraventa, cuando en realidad se trata de un contrato de arrendamiento, que es lo
que cree la otra parte.
Error en el matrimonio
Según el artículo No. 224 del Código de Familia de Panamá, el matrimonio es nulo
“cuando ha habido error acerca de las personas de ambos contrayentes o de la de
uno de ellos”. Es comprensible que el matrimonio se celebre de manera especial en
consideración a la personalidad de los cónyuges; y no solo se tiene en cuenta el error
que recae sobre la identidad física de alguno de los cónyuges, caso más bien
excepcional, sino ante todo, el error que recae sobre las condiciones civiles o morales
de los contrayentes. Normas generales de forma cuidadosa, para evitar las
generalizaciones y la mala aplicación de las normas de derecho por analogía.
Error en el Testamento
A raíz de este fenómeno es que las anomalías de la voluntad son recogidas en las
legislaciones como elementos que generan instituciones viciadas. Algunos son
internos como la incapacidad y el error; y otros externos como la violencia y el dolo.
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La voluntad testamentaria va a ser considerada válida en tanto emane de una
persona que cuente con capacidad para testar (Artículo No. 694 del Código Civil de
Panamá). Pero además, debe responder a la total autonomía de la parte y plasmarse
así en el acto jurídico.
En nuestro ordenamiento, los factores que vician la voluntad son denominados vicios
del consentimiento y están enumerados en el Artículo No.1116 del C Código Civil de
Panamá), que establece que “el consentimiento no es válido cuando ha sido dado por
error, arrancado por violencia o sorprendido por dolo”. GAMARRA señala que la
voluntad se forma en base a motivos; cuando entre los motivos determinantes tuviera
injerencia el falso conocimiento, ya sea espontáneo (error) o provocado (dolo), o el
temor (violencia), este proceso de formación de la voluntad se aparta de su curso
normal y pasa a estar viciado. Cuando la voluntad está viciada, no es válida.
El Código Civil regula la teoría general de los vicios en sede contractual dentro de la
sección referida a los requisitos para la validez de los contratos. En materia
testamentaria, sin embargo, el legislador omite proporcionar íntegra regulación
específica, dedicándole únicamente un artículo a la violencia (artículo 1118), dos al
error (artículos 1117) y al dolo (artículos 1120).
En ese sentido, AREZO advierte que el contrato y el testamento son dos negocios
jurídicos antitéticos. Por un lado, el contrato como una “convención por la cual una
parte se obliga para con la otra o ambas partes se obligan recíprocamente a una
prestación cualquiera”, y por el otro el testamento como un acto unilateral y
unipersonal mediante el cual “una persona” dispone directa o indirectamente de todo
o parte de sus bienes -siempre teniendo la posibilidad de realizar, además,
disposiciones de carácter extramatrimonial-. Aconseja manejar la aplicación de las
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normas generales de forma cuidadosa, para evitar las generalizaciones y la mala
aplicación de las normas de derecho por analogía.
Esta clase de error recae únicamente sobre la identidad física del acreedor e invalida
el negocio jurídico de cumplimiento, pues el deudor debe pagar o cumplir a su
acreedor o a la persona que sea su sucesor en el crédito, si por error cumple o paga
a persona distinta, no cancela la obligación y tendrá que pagar nuevamente a su
legítimo acreedor.
Con carácter general esta categoría es la que configura el error vicio del
consentimiento.
Según el párrafo Artículo No. 1117, “para que el error invalide el consentimiento,
deberá́ recaer sobre la sustancia de la cosa que fuere objeto del contrato, o sobre
aquellas condiciones de la misma que principalmente hubiesen dado motivo a
celebrarlo”. Este primer párrafo recoge:
• En la primera frase, la tradicional regla de que el error que recae sobre la substancia
de la cosa invalida el consentimiento.
Una parte de la doctrina defiende la idea de que la esencia del contrato reside en las
voluntades de los contratantes, y concluye que el error en el consentimiento de
cualquiera de las ellos impedirá que nazca el vínculo contractual, entendiéndose por
sustancia de la cosa la cualidad principal que la individualiza (teoría subjetiva). Otra
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parte de la doctrina, alegando el peligro que atender al error en los motivos supondría
para la seguridad de la contratación, sugiere atenerse al error sobre la materia (teoría
objetiva).
Error sobre la Identidad del Objeto del Negocio Jurídico, denominado Error In
Corpore:
Es aquel que recae sobre la misma identidad del objeto. Este error es considerado
también como un supuesto de error en la declaración, que no puede consistir en
ningún caso en un error dirimente. El error in corpore puede ser un error vicio. La
doctrina francesa considera, al igual que en el caso del error sobre la naturaleza del
negocio, que en el caso del error in corpore, dicho error es un caso disenso.
Se trata, como si en el contrato de venta el vendedor entiende comprar otra (art. 1510
C.C.), o sobre la existencia de la cosa, como si en el momento de perfeccionar un
contrato de venta se supone existir la cosa vendida y esta no existe (art. 1870
parágrafo 1). En general, esta clase de error hace que el negocio jurídico no alcance
a nacer a la vida jurídica; trátese en consecuencia de un negocio jurídico inexistente.
Sobre que versa el acto o contrato (art. 1511 C.C.): cuando el error recae sobre una
calidad esencial intrínseca de aquellas que hacen que un objeto se distinga
claramente de otros objetos, como en el ejemplo del código: comprar un anillo de 24
quilates y resulta ser un anillo de oro golfi. Este error se denomina “error sustancial
intrínseco del objeto”.
Se sanciona con la nulidad del contrato cuando hubiera error en la sustancia o calidad
de la cosa, mientras que el error en la designación de la cosa (cuando no se pueda
interpretar de otra forma la voluntad testamentaria) implica nulidad únicamente de la
cláusula viciada y no de todo el testamento.
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Error sobre el motivo
Es aquel error que recae sobre el motivo cuando expresamente se ha declarado como
la razón determinante de la celebración del negocio jurídico y ha sido
aceptado por la otra parte. Si se trata del error es un motivo que no reúne estas dos
condiciones, será un caso de error indiferente.
El error en motivo es considerado por nuestro Código Civil como un caso de error
esencial, y que responde a lo que un sector de la doctrina francesa denomina "Falsa
Causa". Este error es también siempre un supuesto de error de hecho.
Puede ocurrir que su creencia no tenga fundamento cierto y este solo motivo no es
suficiente para que pueda impugnar el acto jurídico en virtud del cual compro la casa
para que la impugnación se posible, el motivo debe ser expresamente manifestado y
aceptando por la otra parte. Solo así se podría invocar el error si el resultado no es
cierto el nombramiento para desempeñar una función en Piura pues el Motivo de la
celebración del acto jurídico fue manifestado a la otra parte y fue objeto de su
aceptación.
El Dolo
La palabra dolo derivada del latín dolus, o del griego doloa, y significa comúnmente
mentira, engaño, o simulación; jurídicamente, adquiere tres formas: vicio de la
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voluntad en los actos jurídicos, elemento de imputabilidad en el incumplimiento de
obligaciones o calificación psicológica exigida como integrante del delito civil o
agravante del delito penal.
El dolo es otro de los vicios del consentimiento que afecta el contrato, y viene definido
en el Código Civil, en el artículo No. 1120, al decir “Hay dolo cuando, con palabras o
maquinas insidiosas de parte de una de los contratantes, es inducido el otro a celebrar
un contrato que, sin ellas, no hubiera hecho”.
Esta definición nos sirve de norma para identificar la figura del dolo. Hay que resaltar
que la figura viene dada por maniobras o artificios ilícitos que uno de los contratantes
emplea contra el otro, en el momento de celebrar el contrato, para inducirlo a prestar
el consentimiento. De tal manera que, como vicio del consentimiento, es el error que
una de las partes ha provocado maliciosamente a la otra.
El Código Civil se refiere a dos tipos de dolo: dolo grave y dolo incidental, al decir en
el artículo No. 1121 que: “Para que el dolo produzca la nulidad de los contratos,
deberá ser grave y no haber sido empleado por las dos partes contratantes. El dolo
incidental solo obliga al que lo empleo a indemnizar dalos y perjuicios”. El contenido
de los articulo No. 1120 y 1121 del Código Civil excluye toda posibilidad que, de un
dolo de tercera persona, distinta del contratante anule el contrato; podría en todo caso
hablarse de una especie de indemnización, mas no de anulación.
De los dos tipos de dolo que trae la norma, se entiende que existe un dolo anulatorio
(grave) y otro indemnizatorio (incidental). Con respecto a estas modalidades de dolo,
el jurista español Puig Brutau, se ha referido al mismo diciendo que, si el dolo grave
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es el que ha tenido una eficiencia determinada de la celebración del contrato, e,
incidental es el que no ha inducido de manera decisiva a contratar, pero que ha
inducido en el contenido del contrato, causando daños y perjuicios. Por tanto, no es
un vicio del consentimiento, sino un acto ilícito que obliga a indemnizar.
El dolo grave produce la nulidad del contrato, en la medida que esa conducta dolosa
es la que da origen al otorgamiento del consentimiento, que a la vez vicia el mismo;
y al estar viciado el consentimiento, se produce una causal de nulidad conforme lo
establecido en el Artículo No.1141 del Código Civil.
El dolo grave o principal es el engaño o astucia que determina la voluntad del sujeto
al que va dirigido y produce, como consecuencia, la nulidad del acto. Por el contrario,
el incidental no determina la voluntad de la víctima, que igual hubiera celebrado el
acto jurídico, pero lo hace en condiciones más perjudiciales. Para que se determine
la anulación del acto jurídico debe tratarse de un dolo principal, además debe ser
grave; que no haya habido dolo reciproco y que ocasione un daño considerable. El
acto denunciado como doloso con las características enunciadas, es nulo, si se
prueban tales calificaciones y da a lugar la indemnización de daños y perjuicios.
Surgen consecuencias en donde la victima puede optar por dejar subsistente el acto
y reclamar la indemnización. Si hubo dolo incidental, el acto no es anulable,
pudiéndose reclamar daños y perjuicios.
Hasta este momento, nos hemos referido a los vicios el consentimiento, los cuales
inciden en la validez de los contratos, porque como han manifestado nuestra
jurisprudencia, los vicios de los contratos son los que le restan valor; en su momento,
la Corte dijo: “Sin embargo, debe aclararse, contrario a lo que expone el apelante,
que no basta el hecho de haberse realizado la transacción establecida, para ser
inobjetable. Esto es así porque son los vicios que pueden existir en el contenido de
los contratos lo que le resta valor para ellos (Sentencia de 30 de abril de 1900).
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El dolo es una especie del ilícito civil, con un significado más restringido. Aunque
parezca poco frecuente que ocurra la hipótesis, la redacción de las normas que
regulan el dolo permite demandar la anulación del negocio y hasta reclamar
indemnización, aunque la parte autora del engaño haya actuado con fines lícitos,
elogiables o nobles.
Ejemplo: Quien desea compartir sus futuras confiadas ganancias con un amigo, le
induce con engaño a que le compre unas acciones que cree que experimentarán
fuerte alza en la bolsa. Le miente a su amigo asegurándole que fuentes bien
informadas le garantizan seguras ganancias que a lo sumado no se producen, sino
que además hay pérdidas.
El Dolo de un tercero: El engaño puede ser causado por un tercero ajeno a las
partes, pero en este supuesto el acto será anulable. Cuando el negocio sea
plurilateral y el engaño sólo afecta a una de las partes.
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La violencia o la fuerza
El artículo 705 del Código Civil establece que aquel testamento que en el cual de
cualquier modo hubiera intervenido la fuerza, será nulo en todas sus partes. En este
contexto debe entenderse a la palabra fuerza como sinónimo de violencia, conforme
al artículo No. 1118, siendo que esta violencia puede ser tanto física como moral, la
violencia física tiene lugar cuando se emplea una fuerza física irresistible, la violencia
moral cuando se inspire temor fundado de sufrir un mal inminente y grave en la
persona o bienes, o en la persona o bienes de su cónyuge, ascendientes o
descendientes. Así, a pesar de que el artículo únicamente alude a la fuerza, la
doctrina admite que el supuesto de nulidad por violencia moral también genera la
nulidad del testamento. El término “cualquier modo” empleado en el artículo 705 del
Código Civil trae diferentes posturas con respecto a su alcance. Por un lado, VAZ
FERREIRA afirma que la violencia física en este caso no tiene por qué revestir el
carácter de irresistible, así como, en el caso de la violencia moral, tampoco deben
considerarse las características que exige el artículo 1118 del Código Civil (condición,
carácter, hábitos, sexo) con respecto a la persona que la emplea, cuando exista el
temor fundado de sufrir un mal inminente y grave. En este sentido, CAROZZI
establece que lo que buscó el legislador es que el juez sea más flexible al momento
de considerar la constatación de la violencia en materia testamentaria, de lo que debe
serlo en materia contractual. De todas formas, el mero temor reverencial, al igual que
en sede contractual, no afectará la validez del testamento. Por otra parte, AREZO,
establece que el término “cualquier modo” hace más bien referencia a la persona de
la cual proviene la violencia que vicia el testamento. Es decir, la violencia puede
provenir tanto de quien resulte beneficiario de la disposición que se instituyó a raíz de
la violencia como de un tercero que no resulte beneficiado. Fundamenta su postura
en el artículo 1119 del Código Civil. Dicho artículo sanciona con invalidez a aquel
contrato en el cual un tercero ejerza tanto violencia física como moral. No tendría
sentido no considerar la violencia ejercida por un tercero como causal de nulidad por
vicio de violencia en el caso de los testamentos, cuando a lo largo del Código queda
claro como el legislador, dada la naturaleza unilateral y unipersonal del testamento,
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protege con más esmero la voluntad del testador, quien puede encontrarse en una
posición de indefensión. Por esto es que AREZO entiende que la violencia vicia
“venga de donde venga”. Al respecto, entiendo que cuando el artículo 705 del Código
Civil refiere al “testamento en que de cualquier modo haya intervenido la fuerza”, con
“modo” se refiere a forma. Y en ese sentido coincido con VAZ FERREIRA y CAROZZI
al decir que en sede testamentaria debe ser considerada la violencia en un sentido
más amplio que en la sede contractual, no debiendo contar con el carácter de
irresistible. Esto basado en el fundamento de que el legislador intenta proteger con
mayor esmero la voluntad testamentaria. Y por esta misma razón, es que considero
que, como donde no distingue la ley tampoco debe distinguir el intérprete, AREZO
acierta en postular que la violencia puede venir de cualquier sujeto: tanto de aquel a
favor de quien se hizo la disposición viciada, como de un tercero. En relación a los
efectos de la existencia de este vicio en lugar de entenderse nula únicamente la
cláusula afectada (como sucede en el error), se considera nulo todo el negocio
testamentario. Además, si quien ejerció la violencia contra el testador fue una persona
con finalidad de heredar, será considerado indigno.
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Conclusión
El acto jurídico puede ser anulado por existir error en él, lo que constituye un factor
perturbador inconsciente que distorsiona el proceso formativo de la voluntad jurídica,
ya en el aspecto relativo a la voluntad interna, en cuyo caso se configura el
denominado error-vicio, o ya en lo que se refiere a la exteriorización de la voluntad
interna, en cuyo caso se configura el denominado error en la declaración, que el
Código Civil legisla claramente diferenciados en sus artículos, pero bajo el título
común de Vicios de la Voluntad. Sin embargo la anulabilidad fundada en el error no
da lugar a indemnización.
Por otro lado, el dolo es también un factor perturbador inconsciente del proceso
formativo de la voluntad jurídica que afecta a la función cognoscitiva del sujeto y, por
tanto, distorsiona su voluntad interna. Pero, a diferencia del error-vicio, que es
espontáneo, el dolo es una inducción al error, un engaño para provocar el error, y por
eso se caracteriza por la mala fe, por el designio de perjudicar a otro. Los efectos del
dolo resultan de su calificación en todo causante, que puede conducir a la anulación
del acto jurídico, o en dolo incidente, que sólo puede conducir al resarcimiento de los
daños y perjuicios.
Concluimos también que, la intimidación es el acto ilícito realizado por un sujeto que
atemoriza a otro mediante amenazas injustas de hacerlo sufrir un mal inminente y
grave para obligarlo a realizar un acto jurídico que no desea o que lo desea en otros
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términos y condiciones. La persona que bajo amenazas es constreñida a concluir un
acto jurídico en las condiciones que le señalan, no tiene la libertad de decisión que
debe acompañar al perfeccionamiento del acto jurídico. La intimidación acarrea la
anulabilidad del acto jurídico, constituyéndose en una genuina causal anulatoria como
lo establece el Artículo No 1116 del Código Civil de Panamá. La acción anulatoria
debe dirigirse contra la otra parte y, si el acto es unilateral, con el autor de la
intimidación y en caso de provenir de un tercero, sólo contra éste, salvo que hubiera
actuado en connivencia (complicidad) con la otra parte.
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Anexos
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Bibliografía
http://www.enciclopedia-juridica.biz14.com/d/error-in-persona/error-in-persona.htm
file:///C:/Users/MIRANDA/Downloads/Introduccion---al---Estudio-de--las-Personas-
-y--el--Negocios-Jurídicos--Material-de--Apoyo.pdf
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https://civilpersonasucc.blogspot.com/2010/10/teoria-del-error.html
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http://revistaderecho.um.edu.uy/wp-content/uploads/2017/03/BIANCHI.pdf
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