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Romano
Romano
Así, por ejemplo, cuando contrato los servicios de un jardinero para arreglar un jardín, o la
actuación de unos músicos para amenizar una fiesta nocturna.
La locatio operarum coincide con lo que hoy entendemos por contrato de trabajo, aunque los
problemas actuales que plantea este contrato, no pudieron ni tan siquiera vislumbrarse entonces,
entre otras cosas, porque en el ámbito laboral, el trabajo de los esclavos superaba con mucho en
importancia al remunerado.
El locator debe realizar personalmente los trabajos previstos en el contrato y responde hasta el
límite de culpa levis, y el conductor debe pagar la remuneración establecida.
La locatio operarum se extingue una vez concluidos los trabajos encomendados y por muerte
del locator; sin embargo, según aprendemos de Ulpiano (D. 19, 2, 19, 8), la muerte
del conductor no extingue la relación obligatoria que presumiblemente se transmite a
los herederos.
LOCATIO CONDUCTIO REI
En la locatio conductio rei el locator se obliga a poner a disposición del conductor una cosa para que la use y la
disfrute, prometiendo este último pagar una merces.
En cuanto al objeto, podía ser cualquier cosa inconsumible, tanto mueble como inmueble. En el caso de
inmuebles, tanto fincas urbanas como rústicas, el conductor se denominaba inquilinus en el primer caso,
colonus en el segundo.
La merces consiste normalmente en una suma de dinero, aunque en los arrendamientos de fundos rústicos
también podía consistir en una parte de los frutos cosechados, y entonces se habla de colonia partiaria.
En primer lugar entregar la cosa al conductor para que pueda usarla y disfrutarla con arreglo a lo convenido. En
segundo lugar mantener la cosa en las condiciones idóneas para su uso, corriendo con los gastos necesarios para
ello, y reembolsando al conductor si éste los hubiese anticipado. En tercero y último lugar indemnizar al
conductor los daños y perjuicios debidos a defectos o vicios en la cosa arrendada.
En primer lugar pagar el canon acordado. En segundo lugar utilizar la cosa para la finalidad prevista,
respondiendo del deterioro o destrucción de la misma como consecuencia de un mal uso, o un uso distinto de
aquél convenido. En tercer y último lugar devolver la cosa al término del arriendo.
Una Constitución de Alejandro autorizó al conductor para subarrendar la cosa que él mismo arrendó, a menos
que se haya pactado otra cosa
El arrendamiento dura normalmente el tiempo acordado por las partes. Sin embargo, según Ulpiano, si
transcurrido el término establecido el conductor continuaba disfrutando la cosa sin oposición del locator, se
entendía prorrogado tácitamente el contrato, por un año si se trataba de arrendamiento rústico, o por el tiempo
que el inquilino hubiera permanecido en la casa, si se trataba de arrendamientos urbanos. En estos casos el
Derecho romano habla de relocatio tacita y el Código civil en su artículo 1566), de tácita reconducción.