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Vivimos un tiempo de cambios sociales y culturales que nos afectan a todos y especialmente
a los jóvenes: nuevos modos de comprender, nuevos modos de aprender, nuevos modos
de crecer..., nuevas formas -que no fondo- de acompañar a los jóvenes en su encuentro
personal con Jesús de Nazaret.
Con este proyecto queremos ofrecer una propuesta para la pastoral con jóvenes, que,
asumiendo y profundizando los valores de los procesos catecumenales y experienciales
desarrollados en las últimas décadas, responda a la forma de comprender y aprender propia
de la cultura que vivimos y viven los jóvenes. Se trata de cambiar la mirada de modo que
pasemos:
De procesos lineales-selectivos (donde empezaban muchos y se producía un proceso
de criba), a procesos circulares-inclusivos (donde todos caben y se interrelacionan
en diferentes niveles).
De secuencias fijas de aprendizaje, a procesos personalizados.
De la priorización de una única dimensión (la afectiva o la cognitiva), a la integración de
las distintas dimensiones de la persona en el seguimiento de Jesús.
Del acento en el deber ser, al aprendizaje de la libertad responsable.
De caminos prefijados, a experimentar itinerarios siempre nuevos y únicos para
cada joven, para cada persona... abiertos a la novedad del misterio, siempre
sorprendente, de Dios y del ser humano.
Este libro ofrece las claves de este proceso, profundizando en los fundamentos para
facilitarla comprensión de lo que sucede con los jóvenes que acompañamos. Abre, así, la
colección en la que se desarrolla el proyecto a través de dos tipos de materiales:
Contenidos: aquello que hemos de compartir con los jóvenes para facilitarles su
crecimiento personal, el encuentro con Jesús y el crecimiento en la fe.
Fichas: de uso fácil y práctico, para que el acompañante cuente con herramientas,
sugerencias y subsidios para la realización de su tarea de educador y testigo en la fe.
La colección en su conjunto responde a esa mirada más circular de los procesos. Por eso, no
pretende ofrecer un conjunto de temas o actividades secuenciados cronológicamente, sino
que propone, como un mecano o un juego modular, distintas piezas intercambiables y
polivalentes para ir construyendo, con cada joven y con cada grupo de jóvenes, el proceso
original e irrepetible de su crecimiento. De ahí que la estructura del material -que se
explica al finalizar este libro- sea más flexible y dúctil, y menos automática, para poder
adaptarse y construir siempre nuevos desarrollos. Siguiendo el modelo de las historias de fe
bíblicas, siempre originales y personalizadas, sugiere alternativas para acompañar múltiples
historias dentro de la gran aventura de vida y plenitud que nos propone Jesús de Nazaret.
En estos tiempos de cambio y de búsqueda, sería pretencioso e ingenuo pensar que tenemos la
clave para la educación y la pastoral con jóvenes. Las dificultades que encontramos
cotidianamente nos invitan a acercarnos a los jóvenes con humildad, pero también con
esperanza.
La pastoral con jóvenes es también para los agentes pastorales una aventura y un camino por
descubrir. Queremos seguir intentando, aprendiendo y contrastando juntos, en Iglesia, y dejar que
los propios jóvenes, con su palabra y su silencio, vayan enseñándonos a compartir con ellos el
tesoro de la fe que hemos recibido gratuitamente.
Son preguntas retóricas, porque sí creemos que muchos de nosotros estamos convencidos de la
necesidad de repensar nuestra forma de vivir y hacer. En el fondo, lo que esperamos con este
documento es poder contribuir a la búsqueda de alternativas concretas que nos hagan ir
experimentando nuevos caminos…o los viejos caminos en este tiempo que nos toca vivir.
No es preciso que nos detengamos ahora a considerar las transformaciones culturales que
hemos vivido en los últimos años y que han reclamado y continúan reclamando de la Iglesia
nuevas respuestas pastorales que implican audacia y cambio. Pero sí vamos a llamar la
atención en el hecho de que no han afectado solo ni fundamentalmente a la Iglesia, sino al
conjunto de la sociedad y específicamente, han introducido grandes modificaciones en la
educación. Es un tópico decir que la educación está en crisis, pero lo cierto es que la transfor-
mación social ha desbordado el modelo tradicional de la educación (que, en realidad, solo es el
modelo de los dos últimos siglos) y ha puesto en crisis profunda la misma institución escolar, y,
evidentemente, los métodos y formas de aprender. Digamos solo lo siguiente:
Los objetivos de la educación hace cincuenta años no tenían nada que ver con los que tiene
ahora.
La pretensión de formar para un oficio en el que uno se desempeñe toda su vida es a
todas luces inútil en nuestra actual dinámica de vida en permanente cambio, de
tecnología creciente y de multifuncionalidad de todas las cosas.
La vida es cada vez más larga (al menos en las sociedades del bienestar) y los
cambios en la vida cada vez más rápidos, que los cambios en la estructura social han
provocado cambios en los sistemas de apoyo y de crecimiento afectivo de las
personas...
Resulta imposible enumerar en este momento todos los elementos que confluyen en la
necesidad de buscar nuevos horizontes y nuevas formas de hacer en el campo educativo.
Lo que queremos resaltar aquí es que los procesos pastorales son procesos educativos, y,
por tanto, también se ven afectados por esta necesidad de nuevos horizontes.
Con este título publicaba en 1991 Cristianismo y Justicia un cuadernillo de Josep M. Lozano (Lozano, 1991) que
ofrecía algunos apuntes muy lúcidos sobre la realidad de los jóvenes y el discurso adulto sobre ellos, y orientaba
algunos de los elementos emergentes de la realidad y percepción subjetiva de los jóvenes que aún hoy (quince
años después) están vigentes. Vamos a situar algunos puntos de partida para poder hablar de la realidad de los
jóvenes y plantearnos propuestas pedagógico-pastorales para ellos.
DIVERSIDAD DE JÓVENES
En primer lugar, recordamos y rescatamos el hecho de que necesitamos hablar de los jóvenes y no de la juventud,
porque si algo caracteriza a los jóvenes es su diversidad. No existe un modelo de "joven" más que como constructo
e imaginario social; la condición social de ser joven está matizada por la cultura en que se vive, el nivel
socioeconómico y cultural, el género y las propias diferencias individuales y de biografía personal.
Los jóvenes son mucho más diversos que homogéneos, y solo les unifica la mirada externa que, finalmente, ellos
asumen como propia; una mirada que les coloca en una categoría a la que se dota de unas características con las
que ellos, individualmente, se esfuerzan por identificarse o desidentificarse.
La nota de la diversidad y la pluralidad interna del colectivo juvenil es, además, cada vez más relevante y de mayor
alcance en la medida en la que la sociedad toda se va pluralizando y diversificando, al menos en algunos aspectos.
a. ETAPA DE TRANSICIÓN
Manuel Delgado (2005), desde la perspectiva antropológica, realiza una interesante aplicación a la adolescencia
de la teoría de los ritos de paso formulada por Van Gennep a principios del siglo XX. En toda sociedad, el paso de un
status social a otro se realiza a través de ritos de paso protocolizados de una u otra manera,
IDENTIDAD Y PERTENENCIA
La cuestión de la identidad tiene que ver con la pertenencia (Pérez Álvarez, 1993, 52-53). No es separable la
identidad personal –las características que elijo como centrales en mi vida- con el grupo social al que pertenezco: la
propia identidad personal se define en buena medida como afirmación o como negación de la identidad del grupo al
que pertenezco.
Ninguno somos solos:
La identidad me hace pertenecer (al grupo de personas con los que comparto rasgos de identidad)
La pertenencia me presta, en un primer momento, y me afirma, posteriormente, rasgos de identidad con
los que identificarme.
EN SÍNTESIS
Lo que caracteriza el momento de la juventud es la necesidad de encontrar identidad, pertenencia y
sentido para la vida que se abre.
Esto hace de esta etapa vital un momento privilegiado para hacer propuestas globales de sentido.
Los jóvenes son, por ello, pobres, desposeídos de características e identidad, están abiertos, están en
búsqueda.
Esto los sitúa en un momento privilegiado para el encuentro con Jesús: solo los insatisfechos pueden
abrirse a algo nuevo,
Ante su búsqueda de identidad, queremos ayudarles a descubrirse como hijos de Dios, abriéndose a la
trascendencia.
Ante la búsqueda de pertenencia, queremos proponerles la fraternidad, como nuevo estilo de relación.
Ante la búsqueda de sentido, hemos de ayudarles a descubrir la propuesta del Reino corno proyecto
motor y horizonte para sus vidas.
DESAFÍOS DE FONDO
La sociedad ha cambiado, la cultura está cambiando, los parámetros de verdad, sentido, horizonte, se han movido,
y eso ha hecho que nuestros procesos educativos y nuestra forma de expresarse se descubran repentinamente
fuera del núcleo vital donde transcurren las cosas.
Ante esta realidad que constatamos nos encontramos con un desafío de fondo:
¿La racionalidad y la cultura actual tienen algo del Espíritu, del Reino, nos está diciendo algo, nos está
desafiando a algo nuevo?
¿O, en realidad, todo llegó a la perfección con Aristóteles leído por Santo Tomás y cualquier otro
desarrollo cultural posterior es solo una desviación, como pensaba el personaje de Jorge de Burgos en El
nombre de la Rosa ?
¿Hay elementos de avance en la historia, o ésta es un proceso de degradación?
Aplicado a nuestro tema, ¿necesariamente "lo bueno" es una cultura unitaria o podemos descubrir la
llamada y la presencia del Espíritu que mueve la historia en la propia cultura fragmentaria? (cf, GS
4,11;DGC 32)
DE LA UNIDAD A LA FRAGMENTACIÓN
La modernidad concebía a la persona con un ser unitario y racional, que tomaba decisiones sobre la propia vida con
la voluntad. La racionalidad postmoderna ha descubierto la ingenuidad y lo relativo de ese planteamiento en tantas
realidades de grupos sociales cuya capacidad de decisión sobre la propia vida está tan limitada, y concibe, sin
embargo, al ser humano como ser fragmentario y contextual, con libertad, pero muy condicionada, marcado y a
veces aprisionado y zarandeado por muchas fuerzas internas y externas entre las que se va bandeando con las
herramientas que tiene.
La unidad de la persona es así una conquista, no un presupuesto, y necesitamos dotar a la persona de
herramientas para construirla en diálogo con las distintas realidades entre las que se desenvuelve.
DE LA AUTONOMÍA A LA RELACIÓN
En la modernidad se puso el acento sobre la autonomía del sujeto. La persona es un ser libre, autónomo, completo
en sí mismo, capaz de dominar el mundo, de actuar sobre él, comprenderlo y someterlo.
Se funcionaba hasta cierto punto con un modelo de ser humano ideal, el superhombre, sin que el hecho de que las
personas concretas fueran tan limitadas afectara mayormente a esa convicción: el ser humano era ese ser humano
autónomo.
La postmodernidad, sin embargo, acentúa la realidad del ser humano como ser relacional, sin que esto se
contradiga con el individualismo reinante, que tiene más que ver con la priorizacíón absoluta de los propios
intereses. Todo es relativo, todo es relacional, los otros son evidentemente mi límite y mi posibilidad, la conciencia
de la necesidad de los otros para mi propia supervivencia es cada vez más aguda, hasta las empresas hacen
cursos de trabajo en equipo y relaciones humanas.
Habiendo perdido tanto las seguridades absolutas -Dios, el orden social estable- como la fe ingenua en la
autosuficiencia personal, "los otros" son el piso -móvil, por cierto- en el que me asiento. Nos sabemos dependientes
y relativos. Y se acentúa la importancia de los núcleos cálidos y cercanos, de la familia y los amigos, porque
sabemos que los necesitamos para vivir.
No es necesario señalar la oportunidad que esto supone pastoral-mente, en tanto en cuanto nuestra
concepción del ser humano acentúa precisamente la dimensión relacional y vivirnos una fe que nos invita
a vincularnos comunitariamente.
Para los hombres y mujeres, jóvenes y adultos de la postmodernidad tendrá sentido un estilo de vida
comunitario, siempre y cuando sea una comunidad vital y afectiva, y no solo funcional o de proyecto.
DE LA COHERENCIA A LA INTUICIÓN
Porque si tuviéramos que decir una palabra mágica que años atrás justificaba cualquier toma de decisión, al menos
teóricamente, era la "coherencia", mientras que la palabra que hoy podría definir eso que justifica las decisiones
personales podría serla "intuición".
Ser coherente es importante, es un valor, pero np es el máximo valor. Sí lo es, sin embargo, el "verlo", estar
convencido, creérselo, no solo racionalmente, sino vitalmente.
No es meramente el gusto (que también tiene mucho peso), sino el conjunto que me hace identificarme vitalmente
con la opción; la intuición, la "tincada", en expresión chilena.
No es lo lógico, sino lo significativo, lo vitalmente significativo, lo afectivo, lo vivencia!. Como señalaba Juan Pablo II,
"los hombres de nuestro tiempo, quizá no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no solo "hablar"
de Cristo, sino en cierto modo hacérselo "ver"" (NMI 16). Resumimos lo expuesto en el siguiente cuadro:
LOS PROTAGONISTAS
Los jóvenes (hoy como antes) necesitan ensayar las capacidades que van descubriendo. Esto es, necesitan
protagonismo, espacio donde ser ellos mismos, descubrir sus capacidades y probarse fuera de la mirada protectora
o crítica (da lo mismo)'de los adultos.
En América Latina muchas veces carecen de espacios propios y los buscan fácilmente en parroquias y
estructuras eclesiales.
En Europa, los jóvenes hoy son minoría, y los que no son excluidos están superprotegidos. La sociedad
europea parece montada de tal manera que los jóvenes tienen muy poco que aportar y muy poco espacio
para aportar; así que se refugian en la noche, en las fiestas o en el chat y en Internet. Es necesario darles
espacio y ayudarles a ser protagonistas de su propia historia y la de los demás.
QUERERLOS GRATUITAMENTE
La puerta de entrada es lo afectivo tanto por la necesidad expresada u oculta de ser queridos por encima de la
sofisticacíón de la cultura europea y de los jóvenes acomodados o en medio de la pobreza de los jóvenes pobres y
de los sectores populares de América Latina como por la centralidad del corazón y de lo subjetivo en la cultura
actual (cf. Elzo, 2006, 43). "¿Vos me querés ayudar o vos me querés?" -como le decía una persona a un hermano
de nuestras comunidades- es una pregunta pertinente, que los jóvenes tienen derecho a hacernos. Ellos no esperan
de nosotros razonamientos teóricos: están aburridos de discursos. Se vinculan a los espacios y proyectos donde se
sienten y saben queridos gratuitamente.
Inmersos como estamos en la cultura de la eficacia (no solo de la subjetividad), del éxito y de la competitividad
(tanto haces, tanto vales, con la presión de responder a un futuro en el que se espera que obtengan dinero, trabajo
y éxito), ahí intuyen algo valioso y nuevo.
2. DIOS
LA PERSPECTIVA TEOLÓGICO-PASTORAL
d. LA SECULARIZAD E HISTORICIDAD
Uno de los rasgos que caracterizan la vocación y la presencia Adsis es la secularidad "desde las distintas
situaciones familiares, culturales y sociales propias del hombre de hoy" (Estatutos Adsis, 2.2.). Nos sentimos llama-
dos a descubrir la presencia de Dios y prolongarla en las situaciones que viven los hombres y mujeres de nuestro
tiempo. No hay nada de la realidad que sea ajeno al Evangelio: todos estamos llamados a vivir nuestra vocación
cristiana en las distintas profesiones, estados de vida, ministerios y servicios, insertos en plenitud en la historia,
buscando y reconociendo en esa misma historia la presencia y la llamada de Dios. La secularidad propia de la
vocación cristiana, a imagen de Jesús que no reconoció distinciones entre lo sagrado y lo profano, implica reconocer
al ser humano como templo de Dios, lugar donde Dios se hace presente, y rechazar toda sacralízación de las
mediaciones. No es necesario huir del mundo para encontrar a Dios; a Dios hay que buscarlo precisamente en lo
más profundo de las realidades humanas: es un Dios encarnado, presente en la historia y que nos envía a la
presencia en la historia.
La secularidad es consecuencia de la encarnación y conecta con la sensibilidad actual acerca de la inmanencia (cf.
Cerezo y Gómez Serrano, 2006,66-67) La trascendencia de Dios se encuentra precisamente asumiendo en toda
profundidad toda la realidad humana, no huyendo de ella: nada humano nos es ajeno.
La vivencia en profundidad de la fe y el seguimiento de jesús se realiza en la historia y, por tanto, en diálogo con la
cultura de cada momento. El Evangelio siempre será contracultural, pero necesita encamarse en las distintas
culturas (EN 20). En las sucesivas y siempre progresivas incultu-raciones es necesario discernir la contraculturalidad
e irreductibilidad del propio Evangelio de la caducidad del ropaje cultural con el que lo habíamos revestido.
Ser cristiano de forma radical no puede ser constituirse en "casta aparte", "sagrada", ni tampoco en la actitud
vergonzante del que oculta su fe: somos cristianos precisamente en medio de la historia cotidiana, porque ahí está
la radicalidad y porque precisamente esa historia es el lugar sagrado, porque es el lugar donde están los seres
humanos en los que Dios ha elegido habitar.
e. LA FRATERNIDAD Y LA ECLESIALIDAD
La propuesta del Reino se concreta en unas relaciones humanas nuevas: la fraternidad; vivir como hijos de Dios y
hermanos entre nosotros desde la referencia a Dios. La conversión y la incorporación a la dinámica del Reinado de
Dios se expresa en la vinculación a la comunidad (EN 23; CT 24), al igual que en las primeras comunidades, donde
"el Señor agregaba cada día los que se iban salvando al grupo de los creyentes" (Hch 2,47b). Las relaciones nuevas
que Dios construye entre nosotros están bajo el signo de la fraternidad: una fraternidad amplía a la que estamos
llamados a incorporar a todos los hombres y mujeres, y que es la raíz y la actitud desde la que salimos al servicio de
los pobres y los que sufren. La realidad de la exclusión social daña la fraternidad radicalmente. La fraternidad es una
dinámica de inclusión, de acercamiento y de incorporación. La Iglesia, Pueblo de Dios, fraternidad de hermanos,
"sacramento de unidad de todo el género humano" (LG 1), está llamada a ser "la casa y escuela de comunión" (NMI
43), viviendo una espiritualidad de la comunión (NMI 43), cultivando espacios de comunión (NMI 44) y creciendo en
la unidad en la diversidad: "una unidad que no es uniformidad, sino integración orgánica de las legítimas
diversidades" (NMI 45).
Esta vinculación y pertenencia a la comunión eclesial necesita expresarse y concretarse en comunidades cercanas,
sean éstas parroquiales, de base, de movimientos, etc. Pero solo entrando en la tierra de la fraternidad, en el ámbito
donde reinan unas relaciones nuevas, podemos palpar la propuesta y la presencia de Jesús (donde están dos o
más) y pueden los jóvenes descubrir experiencialmente la novedad de la propuesta de Jesús (Pérez Álvarez, 1993,
55-65)
g. GLOBALIDAD Y RADICALIDAD
El Reino de Dios, concretado en la persona de Jesús, es la "perla preciosa" por la que merece la pena venderlo
todo, capaz de provocar una conversión global y radical que toca todos los aspectos de la vida. La llamada de Jesús
está marcada por ese tono de radicalidad y globalidad-que no se puede obviar al proponer el mensaje cristiano (Lc
9,57-62; Lc 14,25-33 y otras). Así, la vida de todo cristiano está llamada a ser respuesta a la vocación que ha
recibido.
La globalidad y radicalidad en la vivencia de la fe no es, sin embargo, tanto requisito previo cuanto consecuencia de
una experiencia vital. El acento no es la renuncia sino la elección, no la venta sino el seguimiento, no el
desprendimiento sino el tesoro, aunque una cosa implique a la otra. Ser cristiano, seguidor de Jesús, se va
convirtiendo en el núcleo de la identidad personal en la medida en la que vamos teniendo que tomar decisiones en
la vida cotidiana, sin olvidar que la globalidad se puede traducir, y se traduce de hecho, para cada persona en cosas
distintas: tan globalizante y radical puede ser la vivencia de la fe en un estado de vida como en el otro, en una u otra
forma de participación eclesial, en una u otra profesión, ministerio o servicio (cf. Pérez Álvarez, 1993, 52).
2. LA PERSPECTIVA PASTORAL
Como en tantos otros aspectos" de la fundamentación, no podemos ni pretendemos realizar aquí un análisis
profundo de la reflexión y praxis de la pastoral con jóvenes en la Iglesia, sino únicamente contextualizar el proyecto
que presentamos dentro de esta reflexión y praxis y destacar los acentos pastorales que privilegia este proyecto.
d. ALGUNAS TENTACIONES
Ante la constatación de las dificultades en los procesos pastorales con jóvenes existen diversas tentaciones.
Una tentación es simplemente continuar haciendo lo de siempre, en la convicción de que está bien y que
son los jóvenes los que han de adaptarse al proceso que les ofrecemos, confundiendo el horizonte -que
no cambia- con el camino -que ha de ajustarse a los distintos puntos de partida- y consolándonos con la
afirmación de que esto del cristianismo no es cosa de mayorías, lo que puede ser cierto, pero no es
excusa dejar de buscar la forma de comunicar la Buena Noticia.
Otra tentación es, en palabras de Cerezo y Gómez Serrano (2006, 131), "crear un invernadero socio-
cultural cristiano (,.,) reservas para especies en peligro de extinción", esto es, refugiarnos en estructuras
que nos permitan "aislar" jóvenes del entorno de manera que asuman, con una cierta actitud beligerante
ante el mundo, la defensa de las propuestas de la Iglesia.
En otra línea, podemos dar por fracasado el esfuerzo educativo de la pastoral de los últimos años y dejar
los procesos entregados a un conjunto de experiencias sugerentes y valiosas (encuentros de oración,
celebraciones, microclimas, actividades..,), facilitando el acceso de más jóvenes a los entornos y las
experiencias eclesiales, favoreciendo distintos grados de pertenencia y adhesión (lo que en sí mismo
consideramos positivo y necesario), pero abandonando, o al menos relativizando mucho, la pretensión de
realizar procesos educativos integrales que acompañen la
formación de cristianos/as adultos, integrados y capaces de estructurar su vida desde la fe y el
seguimiento de Jesús.
e. UN ESTILO PEDAGÓGICO-PASTORAL
Somos conscientes de que el Espíritu, que trabaja persona a persona, es la iniciativa de Dios saliendo al encuentro
de cada joven, y este encuentro escapa absolutamente a nuestras programaciones y pretensiones. No podernos
planificar la fe ya que ésta es, en último término, un misterio de encuentro entre la libertad de Dios y la libertad del
ser humano, de cada joven concreto.
Pero nos sentimos llamados a trabajar para facilitar e invitar a ese encuentro: Dios sale al encuentro de los jóvenes
también a través nuestro. Queremos proponer un modelo pastoral que:
Aune profundidad y flexibilidad, radicalidad y capacidad de adaptación.
Sea fiel tanto al mensaje que queremos comunicar como a la realidad cultural en la que nos encontramos
hoy (DGC 145).
Se apoye en la pedagogía de Dios, manifestada en el estilo educativo de Jesús: dialógíco, personalizador,
acogedor, amoroso, propositivo, esperanzado.
Desarrolle la pedagogía de la Iglesia y profundice en la pedagogía original de la fe.
"Evangelice educando y eduque evangelizando" (DGC 139-147).
Enumeramos a continuación algunos de los acentos pastorales que fundamentan este proyecto:
Apostar por un proceso educativo conscientes de que en la fe se educa y esto requiere tiempo, paciencia,
acompañamiento, gratuidad, pasos sucesivos, objetivos claros... La fe no es solo producto de la
educación pero requiere un proceso educativo que permita que la persona la interiorice y asuma (OPJ 16),
Apostar por el trabajo desde la adolescencia continuando asimismo los procesos con jóvenes mayores. La
formación religiosa y de valores recibida en otros-espacios (familia, colegios, parroquias) en las generacio-
nes anteriores nos permitieron, durante mucho tiempo, apostar por el trabajo con jóvenes mayores de 18
años. Hoy es difícil encontrar jóvenes de esa edad con los fundamentos formativos necesarios para
acoger la fe y la vocación en un breve espacio de tiempo. Eso nos invita a trabajar también en procesos
más largos, de forma que podamos acompañar el crecimiento de la persona y el desarrollo de valores,
hábitos y estructura personal capaz de realizar opciones radicales.
Cuidar la personalización de la fe. El eje y objetivo del proceso educativo es la personalización de la fe,
esto es: que el joven tenga experiencia personal de encuentro con Jesús y asuma en su vida, con libertad
y responsabilidad, el seguimiento como opción personal y creciente.
Desarrollar una pedagogía experiencial conscientes de que el Espíritu actúa en la historia y se expresa en
la historia y de que toda vivencia y experiencia del joven, adecuadamente leída, habla de esta presencia
de forma más elocuente que cualquier discurso. Apostamos por una pedagogía de la experiencia, ligada a
la vida, que recoge y tiene presente toda la vida en globalídad y que orienta hacia una fe vivida en todos
los aspectos de la vida (profesión, estado de vida, relaciones, etc).
La relación como medio principal de los procesos, tanto a través del testimonio como del acompañamiento
personal formal o informal. La centralidad de la persona: no dejar que las actividades se coman a las per-
sonas, favorecer espacios de intimidad y encuentro, aprovechar la actividad para desarrollar la confianza y
la vinculación.
La referencia comunitaria es central en nuestros procesos, que se desarrollan de forma comunitaria,
acompañados por la comunidad, con la meta de la comunidad y en la apuesta por una Iglesia más
comunitaria y participativa (cf. Ideario Adsis, 62.1 y 62.2, Espina, 1987, 58-67), sintiéndonos "parte y
fermento de la base" (Ideario Adsis 51.2).
La orientación solidaria: convocamos a los jóvenes desde los pobres y para los pobres. La solidaridad y el
encuentro con la pobreza es ocasión para despertar en los jóvenes interrogantes, es experiencia que les
hace (como a nosotros) trascenderse y descubrir a Dios en los pobres, es el lugar donde Dios les llama y
les convoca a entregar la vida junto con nosotros y corno a nosotros (OPJ 20-22). Todo proceso pastoral
de Adsis está en referencia concreta a los pobres (Directorio Adsis, 28.1), y desde esta referencia
elaboramos este proyecto concreto. Porque, como señala el Directorio General de Catequesis (1997), "la
obra evangelizados de la Iglesia tiene (.,.), una tarea irrenunciable: manifestar la dignidad inviolable de
toda persona humana. (...) La catequesis ha de prepararles para esa tarea" (DGC 19).
La perspectiva vocacional (cf. Directorio Adsis 29.3 y 29.5.; Pérez Álvarez, 1993, 287-335, Espina, 1987,
74-80 y 97-99). Entendemos que todo proceso de educación en la fe tiene como horizonte que cada
persona asuma el seguimiento de Jesús como globalizador de su vida y descubra la forma concreta en la
que se siente personalmente llamada a vivir este seguimiento. El proceso, por tanto, recorre todos los
pasos necesarios para llegar a este horizonte desde el punto de partida de cada persona, y va
favoreciendo opciones sucesivas que concreten el seguimiento y comprometan la vida.
Potenciar el protagonismo de los jóvenes. Los jóvenes pueden y están llamados a evangelizar a otros
jóvenes (AA 12, OPJ 18-20). Nuestros proyectos pastorales han de procurar acompañar a los jóvenes sin
suplirlos, ofreciéndoles espacios de protagonismo e iniciativa que, por una u otra razón, son actualmente
escasos en la sociedad y en la Iglesia. Estimular la responsabilidad hacia otros y la participación es la
mejor manera de educar a personas particípativas y responsables.
Favorecer la interrelación entre todos los jóvenes, el acompañamiento ambiental permite generar un
espacio donde se van transmitiendo otros valores, otro estilo de relación, otra forma de vivir y relacionarse
(Adsis, 2002), creando espacios donde los jóvenes puedan palpar, experimentar y aprender los valores
del Reino y la experiencia de fe y donde pueden ser referencia unos para otros (Espina, 1987,106).
3. EL PROCESO
FUNDAMENTOS PSICOPEDAGÓGICOS
Tras el análisis que hemos ofrecido de la realidad de los jóvenes, y una vez recogidos los acentos de la perspectiva
teológico pastoral en la que nos situamos, nos queda una pregunta de suma importancia cuando nos queremos
plantear cómo ayudar a los jóvenes a encontrarse con el Dios de Jesús y crecer en la fe: la pregunta por el proceso.
¿Cómo se da nuestro crecimiento como personas y, específicamente, nuestro crecimiento en la fe?
La complejidad de la realidad actual ante la que se encuentran los jóvenes, el acento en la libertad personal y la falta
de soporte sociológico -en Europa- para ser cristianos o católicos hace que cada vez sea más relevante la calidad
de la acción educativa en los procesos con jóvenes (Cerezo y Gómez Serrano, 2006,164; Moral, 2005, 67; OPJ 16),
Vamos a hacer referencia a algunas aportaciones de las Ciencias de la Educación que nos pueden ayudar a
comprender con más profundidad qué es lo que pasa y cómo pasa en los procesos de educación y crecimiento
humano y también en los de crecimiento en la fe.
1. APRENDEMOS SOCIALMENTE
d. LA APORTACIÓN DE VYGOTSKI
Dentro de las muchas aportaciones en esta línea de la dimensión social del aprendizaje, vamos a centrarnos
brevemente en la teoría de Vygotski, ya que tiene relevancia en la forma de plantear el proceso pedagógico pastoral
que proponemos.
Vygotski (1396-1934) fue un psicólogo soviético que miró de una forma un poco diferente los procesos de
aprendizaje y la relación entre el aprendizaje y el desarrollo a la predominante en aquel momento. Simplificando, si
para los conductistas todo era aprendizaje y para la epistemología genética de Piaget el aprendizaje solo se podía
dar cuando el desarrollo evolutivo lo permitía, para Vygotski el aprendizaje "tira" del desarrollo, esto es, va abriendo
nuevos campos de desarrollo y va estimulando el desarrollo. El ser humano no es la tabla rasa en la que no hay
nada hasta que la educación lo crea, pero tampoco está de antemano limitado estrictamente por sus posibilidades
genéticas. El aprendizaje juega un papel de humanización y tiene capacidad de abrir permanentemente nuevos
campos y nuevas posibilidades de crecimiento.
Este proceso se da a través de mediaciones, lo que resalta el papel de lo social en el desarrollo individual. El ser
humano es un ser social hasta el punto de que todo lo que es y aprende está mediado por otros, el desarrollo
humano se produce a través de la interacción social y la asunción personal de los productos culturales, creados
socialmente. Vygotski expresa esto en dos grandes leyes:
Ley de doble formación de las funciones psicológicas superiores, que son las propias de los seres
humanos.
Esta ley indica que todos los procesos psicológicos aparecen en las personas en dos momentos: primero
en el nivel social y luego en el nivel personal. Esto implica que no "pensamos" y luego formulamos lo que
pensamos en el lenguaje, sino que, precisamente, aprendemos a pensar porque antes hemos hablado.
Todas las habilidades y capacidades que tenemos las hemos vivido antes a nivel interpersonal, solo
cuando las hemos adquirido como competencias sociales las desarrollamos a nivel intrapersonal. ¿No
sucede a veces que pretendemos que los jóvenes tengan en su interior una experiencia que requiere unas
capacidades que aún no han desarrollado en la interacción social? Dicho de otra manera: nos
relacionamos con Dios como nos relacionamos con los otros.
La ley de mediación que implica que aprendemos a través de mediaciones simbólicas o personales. Los
seres humanos necesitamos aprehender los conceptos abstractos a través de objetos, que se convierten
así en símbolos, depositarios de una experiencia humana, que nos ayudan a adquirir nuevos conceptos,
creciendo paulatinamente en capacidad de abstracción. ¡Cómo no van a ser importantes los símbolos para
acercarnos y formular la experiencia de fe!
Vygotski acuñó otro concepto interesante: la zona de desarrollo próximo o Potencial (ZDP). Este concepto hace
referencia a que hay una diferencia entre lo que somos capaces de hacer solos y lo que somos capaces de hacer
con ayuda de otros; lo primero es la zona de desarrollo actual, el aprendizaje adquirido, y la diferencia entre ésta
zona y lo que somos capaces de llegar a hacer con otros es el lugar donde se sitúa nuestra capacidad de
aprendizaje, lo "siguiente" que podremos desarrollar. Además de resaltar la importancia de la ayuda y el
acompañamiento para el desarrollo humano (también en la fe, insistimos nosotros), nos invita a buscar cuáles son
las ZDP de cada joven y de cada grupo de jóvenes, acompañándoles. ¿Por dónde apuntan los siguientes pasos de
aprendizaje y de experiencia?
e. IMPLICACIONES PARA LOS PROCESOS PASTORALES
La fe se educa, y también se educan los prerrequisitos de la fe. Se trata de un proceso que se realiza de forma
gradual, apoyándose en las fortalezas de los jóvenes como punto de partida para dar nuevos pasos con la ayuda y
el acompañamiento de otros, que posibilitarán ampliar la zona de desarrollo actual a partir de la zona de desarrollo
potencial. Para realizar este proceso educativo, necesitamos ofrecer a los jóvenes:
Mediadores, esto es, personas capaces de ayudarles a realizar lo que aún no son capaces de realizar
solos y mostrarles el camino para hacerlo. Mediadores que recorran con el joven los caminos de
autonomía, asunción de valores, torna de decisiones, encuentro con Jesús, oración, compromiso, relación
interpersonal, que puedan llevarle de la mano para realizar esos aprendizajes e ir soltándole
paulatinamente. Nadie aprende solo. Todos necesitamos que en un primer momento nos lleven de la
mano: tanto para aprender a sumar como para aprender a rezar y a encontrarnos con Jesús.
Modelos que muestren en su vida lo que supone el seguimiento de Jesús. El modelo por excelencia es,
evidentemente, Jesús mismo; pero todos necesitamos modelos intermedios en los que podamos constatar
las consecuencias de ser cristiano y de los que podamos aprender actitudes y valores de una forma más
asequible para nosotros. Solo si hay modelos, testigos que muestren con su vida la plenitud y
humanización a la que lleva el seguimiento de Jesús, esto es, que vivan y manifiesten la fe como buena
noticia para sus vidas, podremos ofrecer a los jóvenes espacios de aprendizaje para el seguimiento. Como
señalaba Pablo VI, "el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los
que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque testimonio" (Pablo VI, 1974).
Símbolos que nos ayuden a dar el salto a la trascendencia, a relacionarnos con lo que no podemos
aprehender, con Dios; y que se asocien a nuestra experiencia vital.
o Necesitamos ofrecer a los jóvenes mediaciones simbólicas con las que puedan elaborar
conceptos y formular las intuiciones que escapan a lo concreto y palpable.
o Esto implica, asimismo, profundizar y desarrollar la pedagogía implícita en los propios signos de
nuestra fe.
LA MEDIACIÓN PEDAGÓGICA
Se apoya en la ley de doble formación que antes mencionamos: la experiencia de Dios es una experiencia
comunicativa, emocional y ética. Y todas esas capacidades se desarrollan primero en el nivel interpersonal y luego
intrapersonal, así que, si queremos ayudar a los jóvenes a tener herramientas para acercarse y profundizar en la
experiencia de Dios, tendremos que ayudarles a desarrollar la capacidad comunicativa, la emocional (la experiencia
de Dios es experiencia amorosa... Ya lo decía Cortés en una de sus geniales viñetas: "¿Qué es el cristianismo sino
un estado permanente de enamoramiento?") y la capacidad ética.
LA MEDIACIÓN SIMBÓLICA
Desarrolla la ley de mediación. Solo aprehendemos la realidad abstracta desde la mediación simbólica, material y
social. José M.a Bautista lo desarrolla señalando tres "puentes" para ayudar a los jóvenes a cruzar el umbral, o tres
umbrales:
El umbral metafórico o estético, que hace referencia a lo que refleja de nuestra experiencia vital, lo que
nos conmueve, lo que nos toca.
El umbral ontológico, que nos introduce en la cuestión y la pregunta por el sentido.
El umbral metafísico, que se pregunta qué hay más allá de las cosas... Esta es ya la pregunta y el salto a
la trascendencia.
LA MEDIACIÓN PASTORAL
Tiene que ver con la forma en la que nosotros acompañamos e incidimos en la ZDP de los jóvenes para
acompañarles a cruzar el umbral:
Una pastoral encarnada, que se concrete, encarne y exprese en la cultura y el lenguaje de los jóvenes.
Una pastoral mística, que se atreva a hablar de Dios en el lenguaje del amor, a trabajar y expresar lo
afectivo, a vivir el seguimiento más como adhesión vital y afectiva que como adhesión intelectual y del
deber ser... o que al menos equilibre el énfasis en el deber ser en el que hemos sido educadas otras
generaciones.
Una pastoral profética, al lado de los pobres, remitiendo a los pobres, incomodando, interrogando y
comprometiendo la vida.
d. EN SÍNTESIS
El crecimiento es un proceso, pero se dan "saltos" de crecimiento: momentos donde pasamos a una situación
cualitativamente nueva.
Hay muchas cosas que pueden desencadenar ese salto; llamamos "experiencia" y especialmente "experiencia
mayor" a aquella vivencia, acontecimiento, ocasión, que provoca en nosotros ese salto cualitativo, porque nos da la
pieza que nos faltaba.
La experiencia, ese término tan querido en la pastoral, siempre es el desencadenante de los saltos cualitativos y la
pieza clave de todo aprendizaje; solo se aprende lo que se experimenta o, mejor, lo que se "experiencia"; pero la
experiencia es personal: las mismas actividades, las mismas situaciones, no producen idénticas experiencias en las
personas, y menos idénticos saltos, porque el background de los procesos lentamente acumulados no son los
mismos nunca. Y porque, de todas maneras, nunca sabemos dónde Dios espera a cada uno...
4. EN EL EJE DE LA LIBERTAD
a. EL DESAFÍO DE LA LIBERTAD
Tal vez otro de los grandes desafíos de este tiempo y cultura para la vivencia de la fe y la Iglesia, y para la pastoral
con jóvenes en particular, es el desafío de la libertad. La libertad es uno de los grandes dogmas que se consideran
como definitivos en el discurso social: el derecho de cada uno a elegir en qué creer, qué vivir, cómo vivir. Estamos
de acuerdo y somos conscientes de que la libertad, en estos tiempos de neolíberalismo, está siendo bastante
maltratada y tergiversada:
Se pretende hablar de libertad sin responsabilidad, de libertad sin elección.
Se habla de libertad como excusa y engaño para hacernos menos libres que nunca, para una mejor tiranía
del mercado, del consumo, de nuestros propios miedos e inseguridades...
Nos proponen una esclavitud aparentemente dulce so capa de libertad de elección ante la que es más
difícil rebelarse, ya que nos mantienen tan ocupados y con tanta apariencia de satisfacción eligiendo lo
irrelevante (y pagando las consecuencias de estas elecciones, que nadie publicita, pero nos exigen) que
no alcanzamos a elegir lo que verdaderamente determina nuestra vida.
b. FORMAR PARA LA LIBERTAD
Siendo esto así, y precisamente por ello, lo cierto es que es más urgente que nunca formar para la libertad y en la
libertad. Las sociedades más rígidas y obviamente estructuradas prestaban a sus integrantes estructuras externas
que les servían de cauces para caminar, y las elecciones que debían de hacer eran limitadas y evidentes. En esas
sociedades (como fueron las nuestras hasta hace poco tiempo) eran y es fácil delimitar los espacios de libertad y de
determinación y tomar postura ante ellos.
En la cultura actual nada es tan claro; por eso, la estructura personal (identidad, solidez, capacidades) con las que
debe contar una persona para poder elegir realmente su vida y ser fiel a sí misma y sus opciones es cada vez más
grande. Y la fe, y más una fe liberadora, crítica y comprometida, no es uno de los elementos impuestos en la
sociedad occidental.
Ser cristiano implica cada vez una opción libre, responsable y personalizada, y a una opción de ese estilo no se
puede educar mediante procesos del estilo de los que Freiré llamaba "educación bancaria", que privilegian la
formación de personas dóciles y sumisas, sino mediante procesos de educación liberadora, cuestionadores y
críticos.
No se trata de inculcar normas externas, sino de interiorizar crítica y personalizadamente valores, criterios y
opciones que les permitan realizar una opción personal por Jesús y su Reino, en la Iglesia, capaz de sostenerse,
orientarse y crecer en medio de la complejidad de la sociedad que les toca vivir, siendo cristianos capaces de "dar
razón de su esperanza" en medio de la historia.
EQUIPAR LA LIBERTAD
Si bien la libertad es el axioma que se da por supuesto en la cultura actual, ser libre y actuar en libertad es un
ejercicio que requiere muchas herramientas y capacidades que no están al alcance de todas las personas, y que la
misma sociedad que propone la libertad como norma de vida no se responsabiliza al mismo tiempo en proporcionar.
Sin ese equipamiento básico, las personas quedamos a la deriva en un espacio de múltiples ofertas donde nos
sentimos perdidos y desamparados, y al final nos dejamos fácilmente manipular por los intereses dominantes en la
sociedad.
Actuar con libertad requiere algunos presupuestos que será preciso desarrollar en los procesos:
La libertad requiere un mínimo de seguridad afectiva básica en las personas. Los seres humanos
asentamos nuestra autoestima sobre la experiencia de ser valiosos para otros. Las grandes carencias
afectivas restan libertad, porque demandan con tanta intensidad ser cubiertas que impiden a la persona
que pueda elegir por sí misma. Equipar para la libertad supondrá favorecer en los jóvenes esa experiencia
básica de ser queridos y valiosos que les permita afrontar la inseguridad y el rechazo cuando sea
necesario.
Elegir implica una cierta capacidad de discernimiento que requiere que las personas tengan algunas
herramientas cognítivo-intelectuales básicas. Ciertamente, lo más importante en los procesos no son los
contenidos intelectuales. Pero sin conocer y comprender conceptos, y sin desarrollar una capacidad crítica
y de análisis de la vida y la fe, no se puede tener los elementos mínimos para juzgar por uno mismo.
Aunque estemos en una época de reacción a la formación memorística, esto no debe hacernos olvidar que
la formación intelectual siempre fue un arma de libertad y personalización. Equipar para la libertad es dotar
a los jóvenes de las herramientas cognitivas que necesitan para comprender y profundizar en la fe que
viven y en el mundo y la historia en la que les toca vivirla.
El desarrollo de capacidades y habilidades personales es, asimismo, un valioso equipaje para poder elegir
en libertad y responsabilidad. Será importante, por lo tanto, ayudar a los jóvenes a descubrir y desarrollar
sus talentos y capacidades personales a todos los niveles, a fin de que cada uno pueda crecer como
persona y sujeto activo en la construcción del proyecto y la historia con el que elija comprometerse.
Equipar para la libertad supone acompañar los procesos de los jóvenes para la liberación de los distintos
tipos de dependencias que les estancan en su crecimiento, y para la asunción de los límites de la vida, las
relaciones y los proyectos: sin asumir los límites y la necesidad de rupturas, aunque impliquen dolor, no es
posible hacer opciones en libertad.
Será especialmente importante cuidar este .equipamiento para la libertad con los jóvenes que, por historia social y
personal, han tenido más carencias y menos apoyo. Sin embargo es importante no darlo por supuesto en ningún
caso y ser especialmente cuidadosos con cómo el proceso que vamos desarrollando va ayudando a los jóvenes a
ser capaces de enfrentarse con la vida con autonomía y responsabilidad.
CRECER EN LIBERTAD
Solo se crece en libertad ejerciéndola, y el ejercicio de la libertad implica tomar opciones desde las que configurar la
vida. La propuesta de fe es que la opción fundamental de la vida sea ser cristiano, seguidor de Jesús. Crecer en
libertad es crecer en capacidad de reafirmar las grandes opciones elegidas libremente en la toma de decisiones
cotidianas; esto es, asumir con responsabilidad las consecuencias de lo que se elige. Solo es posible elegir
renunciando; solo es posible ser libre eligiendo.
Este crecimiento en libertad implica:
Acompañar la toma de decisiones cotidianas, aprendiendo a valorar las implicaciones y consecuencias de
las decisiones que tomamos cada día, y tornando conciencia de que es en ellas donde nos jugamos la
fidelidad a las grandes opciones.
Ayudar a asumir las consecuencias de las propias decisiones, sean estas agradables o desagradables,
creciendo en capacidad de mirar la propia vida como un todo donde las opciones, valores y comporta-
mientos se implican mutuamente.
Ayudar a identificar claramente y a afianzar los valores y opciones que configuran el estilo de vida que
queremos vivir, con conciencia de los propíos límites y aprendiendo a diferenciar entre lo importante y lo
accesorio, a establecer prioridades y a reconocer y cuidar especialmente los medios que reconozco y
experimento como cruciales para el seguimiento de Jesús.
Si queremos educar personas libres, todo nuestro proyecto habrá de estar orientado por estilo de libertad y
responsabilidad. Habrá que trabajar más el fondo que las formas, más el corazón que la apariencia, más la sin-
ceridad que las normas. Habrá que aprender, en realidad, a buscar la verde cada joven y ayudarle a ser él mismo. . .
al estilo de Jesús.
1. CIRCULARIDAD
Esta es una palabra que ha estado muy presente en toda la redacción del proyecto. Con ella hacemos referencia a
muchas de las cosas que hemos ido mencionando:
Entendemos que ya no nos valen los itinerarios rectos y unívocos, donde hay una única recta en la que
sumarse,
Hay muchos itinerarios posibles que son en sí mismos múltiples, con muchas dimensiones, y que pueden
desarrollarse con diferentes ritmos, y hay bucles en el camino que permiten llegar al mismo lado por dife-
rentes caminos.
Hay actividades, realidades, elementos, válidos para distintos momentos del camino, polivalentes en
función del momento del proceso.
Hay crecimiento en espiral y recurrente.
CONSECUENCIAS
Necesitamos generar un ambiente que soporte estos itinerarios, en cuyo seno se puedan dar microclimas -
espacios donde los jóvenes puedan estar e ir haciendo su proceso-, lugares abiertos y permeables a la
realidad, atractivos y sugerentes, lugares donde puedan encontrar experiencias y desafíos que no se
encuentran en otros sitios.
La pastoral con jóvenes ha de procurar que estos espacios ofrezcan una identidad clara y atractiva para
los jóvenes. Necesitan sentirse pertenecientes, parte de algo, incluidos, identificados, para poder ir
configurando su propia identidad, desde esta pertenencia e identidad grupal. Necesitan sentirse
vinculados y, al mismo tiempo, diferenciados de la comunidad adulta: ver reconocida su capacidad de ser
cristianos sin renunciar a su propio estilo generacional y a las tareas que les toca vivir.
Necesitamos ofrecer un acompañamiento personal permanente, más allá del tiempo dedicado en lo
concreto a entrevistas o diálogos personales. Con los jóvenes, y más con los adolescentes, muchas veces
no es posible llevar a cabo un tipo de acompañamiento sistemático propio de los manuales de
acompañamiento espiritual Tampoco es "solo" estar mucho tiempo con ellos. Acompañar a los jóvenes
supone estar accesible y al tanto, desarrollando una mirada paciente, amorosa, inteligente y profunda que
nos permita ir descubriendo en medio de las actividades concretas por dónde van los procesos de creen
miento interior y las chispas del Espíritu en sus vidas, para dar la indicación concreta en el momento
oportuno.
Un proceso de este estilo, con estos requisitos de acompañamiento, supone una formación mucho más
profunda y completa en los acompañantes. Lo fundamental es, evidentemente, su propia experiencia de
seguimiento, pero también necesita una profunda comprensión de la realidad de los jóvenes, una
perspectiva global del proceso que queremos acompañar y herramientas concretas para desarrollar este
acompañamiento con una mirada larga y de fe que le permita resistir la frustración, valorar los avances
concretos y reconocer la presencia y la llamada de Dios en la vida de cada joven.
2. PROFUNDIDAD Y RADICALIDAD
Queremos formar bien y sólidamente a los jóvenes.
No queremos "bajar el listón" ni descafeinar la propuesta.
Nos negamos a una pastoral con jóvenes que rebaje o reduzca el seguimiento de Jesús a una vaga ideología, a un
sentimiento, a una pertenencia difusa, a unos valores, por loables que sean, a una referencia de sentido
tranquilizadora sin intervención en la vida cotidiana... o a una pertenencia institucional que da seguridad, a una
pertenencia acrítica y poco personalizada,...
Como señalaba Guillermo Aso en la ponencia sobre acompañamiento (Adsis, 2002b), apostamos por intensidad de
los procesos para formar seguidores de Jesús críticos, comprometidos y coherentes.
CONSECUENCIAS
Identidad fuerte y progresiva
Necesitamos poder ofrecer una identidad fuerte y progresiva, donde quepan diferentes tipos de modelos y
diferentes grados de adhesión y crecimiento. Necesitamos que nuestras comunidades cristianas sean un
espacio donde los jóvenes puedan sentirse pertenecientes y en crecimiento, donde puedan ser referencia
unos para otros...
Esto requiere una gran implicación de toda la comunidad que acompaña el proceso, sea esta la
comunidad parroquial u otro tipo de comunidades. Una implicación que se traduce en la capacidad de
realizar cambios en la propia vida para estar disponible a los jóvenes y permitirles palpar en su vida y en
sus relaciones la propuesta del Reino. Se trata de que las comunidades sean testimonio personal y
comunitario del estilo de vida y relaciones que les proponemos a los jóvenes.
Realizar un acompañamiento que sea desafiante: no tan exigente que no pueda ser asumido, pero
tampoco tan complaciente que no suponga estímulo. Las personas necesitamos desafíos para crecer, y
los desafíos que están a nuestro alcance, pero que nos exigen esfuerzo, son la mayor fuerza de
motivación.
CONSECUENCIAS
Esta opción de adaptación incide de nuevo en la necesidad de cuidar un ambiente donde quepan, se
expresen y se experimenten distintos lenguajes, estilos y formas que conecten con la sensibilidad de los
jóvenes, en vez de pretender que, para conocer a Jesús, tengan que aprender un lenguaje que les resulta
absolutamente lejano y probablemente obsoleto. No puede ser que permitamos que la capacidad de leer o
de formular ideas en un lenguaje discusivo, el gusto o la capacidad de adaptación a normas o a una
estética tradicional siga siendo un filtro que impide a tantos jóvenes acercarse a la experiencia de Jesús.
No solo aprendemos en el discurso verbal, sino que todos los elementos que nos rodean comunican y, por
tanto, educan. Necesitamos generar ambientes donde el lenguaje predominante sea acorde con la
sensibilidad de los jóvenes... sea comprensible para ellos. De nuevo el ambiente.
Se trata, en definitiva, de ofrecer una pastoral misionera, que a buscar a los jóvenes; que no se contente
con los que llegan (en España, cada vez menos), sino que vaya a buscarlos allá donde están, no solo
físicamente, sino culturalmente. Una pastoral que involucre a los jóvenes en esta misma dinámica de
comunicar a otros jóvenes la experiencia que van teniendo. Una pastoral en misión que eduque a la
misión.
4. FLEXIBILIDAD
La vivencia de la realidad es hoy más fragmentada y caleidoscópica que en otros momentos culturales y hace
imprescindible la personalización, jugando con muchos elementos, con horizonte claro y con creatividad en el
desarrollo de los itinerarios concretos. Por eso, el proyecto de pastoral con jóvenes:
No trae recetas, porque no hay receta válida universalmente.
Se plantea en un modelo mecano, "hágalo usted mismo", e intenta ofrecer las piezas que se necesitan
para que el acompañante vaya construyendo el camino junto con el joven.
Requiere una construcción personalizada para cada realidad.
Ofrece una estructura que intenta facilitar este desarrollo.
Se plantea de forma modular; con pequeños bloques intercambiables con los que cada uno ha de
construir el puzzle original del proceso de cada grupo y cada joven.
CONSECUENCIAS
Esta flexibilidad vuelve a insistir en la necesidad de cuidar el acompañamiento personal. Los procesos,
aunque se desarrollen en grupo, son originales en cada persona, y, dentro del espacio flexible y abierto,
será necesario y posible ir construyendo el proceso de cada uno de forma original y permitiendo que vaya
realizando su propio camino. Esto solo se puede hacer si consideramos a cada joven en sí mismo y
acompañamos ojalá grupalmente, pero sin perder de vista el itinerario de cada uno.
Para que se pueda dar esta flexibilidad y esta personalización, vuelve a ser necesario el soporte ambiental
que nos permita contar con alternativas adecuadas a distintos tipos de jóvenes. En cualquier caso, no
renunciaremos a acompañar procesos personales sin soporte ambiental si no tenemos otra opción, pero el
ambiente arropa los procesos y facilita su desarrollo.
Será necesario que los acompañantes tengan un buen manejo de distintos elementos y recursos
pedagógico-pastorales con los cuales ir orientando y dinamizando el proceso, saliendo de la dinámica del
"libro de texto" y las "clases de confirmación" o sus equivalentes en estructuras de proceso lineal.
Para todo ello, será necesario facilitar que existan muchas puertas de entrada al proceso y muchas
puertas de salida. Que se pueda acceder al proceso a través de distintas actividades, grupos, espacios,
vinculaciones; y que se pueda dejar el proceso sin conciencia de culpa ni de fracaso, temporal o
definitivamente (eso solo el tiempo lo dice) de diferentes maneras y con diferentes opciones. Esto requiere
que haya diferentes formas de vinculación a la comunidad y a la iglesia, incluso con grados de adhesión
variable. Colaborar en iniciativas solidarias, por ejemplo, no requiere necesariamente compartir la fe, pero
sí es un grado de adhesión y vinculación a la Iglesia y al Reino.
5. INTEGRACIÓN
Que la vivencia de la realidad sea fragmentada no quiere decir que no sigamos considerando como un valor y una
necesidad del ser humano vivir con centro, integrado, con identidad, unificado en torno a una apuesta, un proyecto,
un horizonte. Solo que tal vez en esta realidad no lo podemos pretender hacer meramente subordinando unas
dimensiones a otras, sino buscando puntos de unión, aunando y sumando, caminando.
El proyecto pretende facilitar la integración de todas las dimensiones de la persona: afectiva, relacíonal, cognítíva,
activa, solidaria y de valores, etc, en el seguimiento de Jesús y el horizonte del Reino, dando espacio a todas y
unificándolas en torno a la experiencia mayor de encuentro con Jesús.
CONSECUENCIAS
De nuevo habremos de cuidar un acompañamiento que sea capaz de ir planteando desafíos concretos y
ayudando a buscar los puntos de unión, integración, suma y crecimiento. El acompañamiento personal es
el lugar privilegiado para apoyar ese proceso fino y delicado de ir configurando la propia identidad y
transformando la vida y la persona entera desde la fe.
Es importante que los jóvenes perciban y comprendan que no hay un modelo único ni unívoco de vivir el
seguimiento de Jesús. Habrá que ofrecer a los jóvenes diferentes modelos que expresen y encarnen di-
ferentes maneras de concretar la vocación cristiana común.
En el acompañamiento, será necesario ayudar a los jóvenes a ir descubriendo lo que es realmente
significativo y valioso en su vida y en su historia, desde la relación concreta y la comunicación de lo que es
significativo para nuestra vida como cristianos adultos. La integración y definición de la propia identidad en
el seguimiento de Jesús se irá fraguando y concretando en esta dinámica de relación interpersonal y
experiencia significativa, en el testimonio, la comunicación y la fraternidad.
EL PROCESO
2 PASTORAL CON
JÓVENES
5. A QUIÉN SE DIRIGE
6. LOS “LUGARES” DONDE SE DESARROLLA EL PROCESO
7. LOS OBJETIVOS QUE GUÍAN EL PROCESO
8. LOS CONTENIDOS QUE NUTREN EL PROCESO
9. ELEMENTOS EDUCATIVOS
10. CRITERIOS METODOLÓGICOS PARA EL DESARROLLO
DEL PROCESO
11. ACTIVIDADES
12. ETAPAS DEL PROCESO
13. LOS SUJETOS DEL PROCESO
14. EVALUACIÓN
EL PROCESO PASTORAL CON JÓVENES
1. A QUIÉN SE DIRIGE
El proceso que proponernos tiene como destinatarios a los jóvenes, situados en una franja de edad amplia,
aproximadamente entre los 15 y los 25 años, susceptible de ampliarse algunos años más, A esa diversidad de eda-
des y momentos de maduración hemos de añadir la diversidad cultural y la diversidad de formas de ser y encarar la
vida de los jóvenes que recogen diferentes tipologías: pretende ser un marco que ofrezca pautas tanto:
Para jóvenes que inician este momento vital con un sustrato creyente básico como aquellos alejados de la
fe y de la Iglesia.
Para los jóvenes que parten con una sensibilidad e inquietudes solidarias.
Para los que viven otro tipo de búsquedas; para jóvenes de diferentes situaciones socioculturales y
económicas de partida y para jóvenes con diferentes intereses y grados de maduración personal.
Esta opción de partida no es tan obvia como pudiera parecer, pero es la consecuencia lógica de los análisis que
venimos haciendo en la fundamentación. Entendemos que la propuesta de Jesús se dirige a todos los jóvenes, y
que en todos ellos existe una búsqueda de fondo, un anhelo y un deseo profundo de Dios, sean o no conscientes de
ello. Y creemos que la propia diversidad es un elemento educativo importante.
No nos corresponde a nosotros definir de partida qué jóvenes pueden ser más susceptibles de responder a la fe, ni
tenemos derecho a hurtarles nuestro testimonio y nuestra propuesta, al menos en estos planteamientos generales.
A la hora de desarrollar el proyecto ninguna comunidad puede trabajar con "todos" los jóvenes. Corresponde a cada
comunidad cristiana, desde su realidad concreta, discernir a qué jóvenes dirige su proyecto concreto evangelizador,
analizar su realidad y sus características principales y diseñar, desde estas características concretas, el proceso
educativo en el que se ha de concretar el proyecto general.
Esto es, queremos diseñar un proceso abierto y adaptable a todo tipo de jóvenes (OPJ 29, DGC 163), Esto nos
obliga a que el proceso tenga un marcado carácter misionero y evangelizador; y también a estructurarlo de manera
que permita diversos desarrollos concretos adaptados a toda esa amplia diversidad de situaciones. Intentamos
responder a esta necesidad señalando con claridad los elementos principales del proceso, trabajando con una
estructura modular y ofreciendo, en los materiales que desarrollen el proyecto, concreciones variadas para que cada
acompañante pueda seleccionar lo que sea más adecuado para los jóvenes concretos que acompaña o el ámbito
donde desarrolla el proceso.
Esta pretensión de abarcar a una amplía tipología de jóvenes –coherente fija, con su corto análisis- nos obliga a no
definir secuencias temporales fijas para cada etapa ni itinerarios secuenciales fijos. El proceso tendrá diferente
duración dependiendo de la realidad de partida de los jóvenes y también recorrerá diferentes caminos según las
características de los jóvenes concretos y de la propia comunidad cristiana que los acompaña.
EL PUNTO DE PARTIDA
El punto de partida del proceso será el lugar donde cada joven se encuentra "vitalmente" (OPJ 28). Esto es: el
proceso empieza en el momento propio de maduración de cada joven y en sus intereses concretos. La diversidad de
puntos de partida supone tener en cuenta dos dimensiones:
La maduración y los intereses personales, fruto de la edad, de las características personales y de la
historia vivida.
Los ámbitos sociales y eclesiales donde se encuentran los jóvenes y donde podemos encontrarnos con
ellos: centros educativos, parroquias, otros ámbitos.
No todos los jóvenes empezarán el proceso de la misma manera, ni siquiera en la misma "etapa". Por otra parte,
pueden acercarse al proceso por diferentes intereses y motivaciones, y todos ellos son válidos: tanto los que buscan
un proyecto, los que tienen inquietudes solidarias, como los que buscan relación y afecto o se mueven por intereses
artísticos y culturales.
El punto de partida es el joven ahí donde está; por eso, tendremos que empezar siempre por salir a buscarlos a
esos lugares, por colocarnos cerca de los pozos donde van a buscar agua, por salir a los caminos, acercarnos a
ellos, escucharles y aprovechar sus inquietudes para ayudarles a descubrir lo que en el fondo buscan.
ÁMBITOS DE DESARROLLO
Los ámbitos para el desarrollo del proceso son también diversos: voluntariado, proyectos sociales, parroquias,
pastoral universitaria, colegios... Pero será preciso ir creando un ámbito de encuentro y acompañamiento en torno a
la comunidad que les acompaña donde los jóvenes provenientes de diferentes ámbitos se puedan ir vinculando y
donde se pueda generar un microclima adecuado para ayudar al crecimiento corno cristianos que, sin anular el resto
de los ámbitos (que también serán educativos en la medida en la que los integremos en el proceso), se configure
progresivamente como ámbito de referencia para el proceso.
Este ámbito privilegiado podrá ser la propia parroquia o el centro educativo, pero también centros de encuentro de
jóvenes vinculados a movimientos o comunidades cristianas que asumen la misión de evangelización y educación
en la fe de jóvenes.
EL PUNTO DE SALIDA
El punto de salida o de término del proceso será también diverso (OPJ 32). Aún conscientes de su ambigüedad,
elegimos el término "salida" porque entendemos que el proceso no termina, sino que desemboca en otros espacios
o en nuevos procesos.
Es preciso reconocer la necesidad de "puntos de salida", desembocaduras del proceso (Pérez Álvarez, 1993, 238)
en la pastoral con jóvenes. Los jóvenes no pueden permanecer eternamente en un proceso de jóvenes. Pero
también es cierto que cada uno tendrá sus ritmos. Y, en la medida en la que hay círculos concéntricos, niveles de
profundidad a los que se va pasando libremente, habrá muchos puntos de salida que sean válidos, y es importante
que los valoremos así.
Así pues, habrá jóvenes que, tras un tiempo de proceso, hayan recorrido o no todas las etapas, opten por vincularse
de diferentes maneras a la comunidad de referencia que acompaña el proceso. Pero también habrá otros jóvenes
que se planteen permanecer en un compromiso voluntario con otra organización, o continuar con un cierto
compromiso en otras instancias eclesiales, o simplemente participar eclesialmente sin vinculación comunitaria. Y sin
duda muchos continuarán su vida con unos valores incorporados que vivirán en su profesión, su familia, en las
relaciones o en otros compromisos. No hay un único punto de salida.
Y, por eso, tampoco hay un único momento de salida del proceso. La propuesta recorre diferentes etapas: habrá
jóvenes que las recorran todas y jóvenes que recorran solo algunos tramos. Y habrá otros que, después de haberse
distanciado durante tiempo, vuelvan a incorporarse cuando su experiencia vital se lo pida.
Evidentemente, es desafío para nosotros motivarles para que alcancen el mayor nivel de profundidad que quieran y
puedan. Pero no depende de nosotros; tampoco todos los que seguían a Jesús lo hacían con el mismo nivel de
cercanía y profundidad.
CONVOCATORIA EVANGELIZADORA
Que los jóvenes descubran y acojan a la persona de Jesús y su proyecto como respuesta a las búsquedas
personales y sociales del ser humano.
INICIACIÓN CRISTIANA
Que los jóvenes opten por orientar la vida en el seguimiento de Jesús en globalidad y radicalidad.
Que los jóvenes inicien la búsqueda de la vocación personal en la que realizar y desarrollar este
seguimiento, contando con las herramientas necesarias para ello.
a. CONTENIDOS BÁSICOS
FORMACIÓN TEOLÓGICA
Todo el proceso pretende facilitar que los jóvenes conozcan, amen y sigan a Jesucristo, Hijo de Dios. Esto requiere
que les ofrezcamos contenidos que les ayuden:
A reconocer y abrirse a la trascendencia, al misterio que habita en el ser humano y en el mundo.
A contactar con sus búsquedas de sentido y analizar las respuestas que se nos ofrecen culturalmente.
A conocer a Jesús, su vida y su mensaje.
A abrirse al Dios trinitario.
A descubrir y vincularse a la Iglesia como Pueblo de Dios...
El área de formación teológica es un área con una cierta densidad de contenido conceptual que tendremos que
trabajar metodológicamente para facilitar su comprensión. Es el área que sintetiza y resume el contenido central del
proceso, imprescindible para alimentar el encuentro personal con Jesús y formar cristianos capaces de "dar razón
de su esperanza" en el tiempo y lugar que les toca vivir.
DESARROLLO PERSONAL
El proceso, como hemos mencionado tantas veces, es un diálogo de libertades entre Dios y el joven. La maduración
personal no es un prerrequisito para la fe, es un don de Dios gratuito y privilegiadamente acogido por los pobres.
Pero el proyecto de Dios para el ser humano es un proyecto de vida y plenitud, y el proceso de evangelización
implicará, por tanto, ayudar a la persona a desarrollarse en plenitud, creciendo en capacidad de amar y servir.
De la misma manera, la integración de la fe y la vida, la capacidad de configurar la vida desde la fe de forma
coherente, implica el desarrollo en la persona de capacidades que le permitan ser dueña de su vida y sus opciones.
Esta área supone desarrollar una verdadera pastoral del umbral. El área de desarrollo personal ofrece, por tanto,
contenidos para acompañar a los jóvenes en este proceso de maduración personal en diálogo con el crecimiento en
la fe; para relacionarse consigo mismo y con los demás de forma sana y constructiva; aprendiendo a vivir y amar en
libertad.
EL MUNDO Y SU HISTORIA
Este diálogo entre Dios y la persona no se da fuera de un contexto social e histórico. La historia es lugar de
presencia de Dios, y el mundo es el escenario donde Él nos habla. Esta historia y este mundo donde Él ha elegido
habitar y que ha venido a salvar.
Entendernos que no podemos desarrollar un proceso de educación y maduración en la fe dando la espalda al
mundo y reduciendo el diálogo entre Dios y el joven a una relación intimista. Si Dios ha querido encarnarse en esta
historia, la forma de encontrarle no será nunca huyendo del mundo, sino precisamente profundizando en este
mundo y esta historia que nos toca vivir.
El área del mundo y su historia quiere ayudar a los jóvenes a asumir con profundidad y responsabilidad la realidad
en la que viven, descubriendo la presencia y la llamada de Dios en ella. Es la historia donde, a su vez, están
llamados a ser testigos y a transformarla desde los valores del Reino.
b. CONTENIDOS DE SÍNTESIS
INTERIORIDAD
La interioridad de la persona es el espacio donde se da el encuentro personal con Dios. El desarrollo de esta
interioridad requiere, como señalábamos en la fundamentación pedagógica, un proceso que va de lo interpersonal a
lo intrapersonal.
Es necesario ayudar a los jóvenes a desarrollar un espacio interior de silencio, reflexión, contemplación, donde
puedan encontrarse consigo mismos y con Dios, que habita en lo más profundo del corazón humano. Una
interioridad que no se opone a la exterioridad, sino que se nutre de ella (V.V.A.A.,2004b).
Esta interioridad se alimenta en la oración personal, en la formación, en la celebración y en los sacramentos, y
requiere de unas capacidades que se construyen en un proceso educativo que va permitiendo desarrollar este
espacio interior cada vez más amplio y profundo.
El área de interioridad incorpora, así, contenidos que tienen ver con las tres áreas básicas, pero desde la
perspectiva de la construcción y el desarrollo de este espacio interior donde el joven se juega vitalmente su proceso
en el encuentro personal con Dios.
COMUNITARIEDAD
El seguimiento de Jesús es comunitario y eclesial. La comunidad cristiana es la tierra del seguimiento, la referencia,
el punto de partida y el punto de llegada. La propuesta del Reino se condensa en ser hijos y hermanos, generando
unas relaciones guiadas por el amor y la comunión (NMI 42-43). Crecer como personas capaces de comunión,
capaces de vivir como hermanos, requiere desarrollar en nosotros las capacidades de diálogo, comunicación y
relación y dejarnos transformar el corazón del egoísmo a la generosidad, a imagen de Jesús.
El área de comunitariedad propone contenidos desde la perspectiva de ayudar a los jóvenes a configurarse como
personas fraternas, capaces de amar y comprometer la vida con otros en la Iglesia, en diferentes ámbitos
comunitarios, en la familia, y a generar fraternidad en todos los ámbitos en los que se relacionan. Pretende ofrecer
elementos para ayudar a la vivencia de la fraternidad ya en el grupo concreto en el que se va desarrollando el
proceso y a ir tiñendo con esta dimensión fraterna todas las relaciones que van viviendo y construyendo a lo largo
del mismo.
COMPROMISO
El crecimiento en la fe supone, en definitiva, ir aprendiendo a entregar la vida al estilo de Jesús al servicio de los
hermanos, especialmente de los pobres. Esta actitud de entrega es un lento aprendizaje durante toda la vida en
todos los ámbitos de la existencia. Implica desarrollar actitudes de solidaridad, generosidad y servicio, así como una
mirada crítica y profunda a la realidad que nos haga responsables con ella de forma profética y comprometida
(Espina, 1987, 81-89).
Los contenidos del área de compromiso quieren ayudar a formar personas comprometidas con la realidad que viven
desde la fe en Jesús, con una comprensión amplia de la evangelización y capaces de asumir las implicaciones de su
fe en los diferentes ámbitos de la vida personal y social.
5. ELEMENTOS EDUCATIVOS
Una vez definido a dónde queremos llegar y qué es lo que querernos transmitir, nos queda la gran pregunta de
cómo realizar ese proceso. Lo que denominamos elementos del proceso son las herramientas con las que contamos
lograr esos objetivos transmitiendo esos contenidos. Preferimos denominarlos elementos educativos, haciendo notar
que son parte de un todo que hay que conjugar y utilizar para avanzar en la dirección los objetivos que nos
planteamos.
Ninguno de estos elementos puede estar absolutamente ausente del proceso. Sin embargo, su proporción e
importancia será diferente en cada momento del proceso e incluso en el proceso de cada grupo o cada joven. Sin
embargo, hemos de saber que cada uno de ellos es especialmente adecuado para algo que es importante en este
proceso. Tal vez no podamos utilizarlos todos en algunos momentos, pero hemos de tener en cuenta cómo cubrirlas
ausencias.
Vamos a clasificar los elementos del proceso también según el esquema de interioridad, comunitariedad y
compromiso. Comenzamos, sin embargo, señalando los elementos que tienen que ver con la relación y pertenencia,
ya que son los que van a servir de estructuradores del proceso, especialmente en los primeros momentos. Sea cual
sea la razón por la que los jóvenes se incorporan al proceso, sus búsquedas y sus motivaciones, ellos se van a
definir a sí mismos en función de su grado, nivel y forma de pertenencia, esto es, a través de las relaciones que
establezcan y el grado de formalización de las mismas.
a. RELACIÓN Y PERTENENCIA
Como hemos señalado, estos elementos son los que van a permitir al joven situarse a sí mismo en un momento
determinado del proceso, ya que también son los que le ubican respecto a otros, le ofrecen el reconocimiento de
otros y estructuran globalmente y formalmente su proceso.
Hay diferentes niveles, y todos ellos juegan un papel determinado. Es importante conjugar adecuadamente los tres
niveles de acompañamiento que mencionamos a continuación: el acompañamiento personal, el grupal y el
ambiental, como nos proponía e insistía Gonzalo Espina en el encuentro forrnativo sobre acompañamiento (Adsis,
2002a, 21-26).
La comunidad cristiana es el sujeto que realiza este acompañamiento, a través de los acompañantes o catequistas,
y, a su vez, referencia permanente y horizonte del proceso.
LA COMUNIDAD
Este proyecto está pensado siempre con una comunidad de referencia que acompaña el proceso.
La referencia de la comunidad ha de estar presente a lo largo de todo el proceso, de forma cada vez más explícita.
La comunidad es el sujeto educativo principal: educa a través de su testimonio de relaciones, referencia a Jesús y
compromiso con los jóvenes y los pobres. Es el núcleo generador de encuentro y la propuesta concreta y actual de
que es posible vivir según los valores del Reino, según el proyecto de Jesús, y que esto genera vida y alegría.
Esta referencia de la comunidad se realiza a través de diferentes medios: las personas que acompañan los grupos,
el trabajo en equipo de acompañantes-catequistas, la participación de otros miembros de la comunidad, la invitación
a los jóvenes a las actividades y celebraciones comunitarias, la vinculación de toda la comunidad a celebraciones o
acciones con los jóvenes, y también, cuando esto se da, a través de la vida en común y la casa abierta, según los
momentos del proceso y la realidad de cada comunidad.
Lo importante es ser conscientes de que el movimiento de jóvenes en torno a la comunidad cristiana es
responsabilidad de la comunidad en su conjunto, y prolongará los valores que vivan sus miembros.
La comunidad y su presencia entre los jóvenes y los pobres es un medio pedagógico y evangelizador insustituible:
"por el amor que os tengáis unos a otros reconocerán todos que sois discípulos míos" (Jn, 13,35). Se trata de que
los jóvenes puedan "tocar" y experimentar la presencia de Jesús en medio de su comunidad, en la Iglesia.
b. INTERIORIDAD
Si bien la dinámica y las formas relaciónales y grupales son los que van a dar el soporte externo al proceso, éste se
juega y se concentra en la dinámica interior. Hay varios elementos pedagógicos en esta dimensión interior que han
de estar presentes en el proceso.
FORMACIÓN INTELECTUAL
La formación no se reduce a la adquisición de contenidos cognitivos. En ocasiones, el desplazamiento de de todo el
peso de la formación sobre la dimensión intelectual ha podido hacer olvidar la relevancia de otras dimensiones
empobreciendo el proceso. Pero esto no resta valor al hecho de que la formación intelectual sea necesaria como
base objetiva para el crecimiento en la fe. Se trata de lograr una comprensión lúcida de la fe.
Los jóvenes necesitan comprender en profundidad el mensaje de Jesús, el Dios que Jesús manifiesta, el proyecto
del Reino, la Iglesia... comprenderse a sí mismos y al ser humano, comprender y ser capaces de analizar la so-
ciedad en que viven... Dar una sólida formación intelectual es capacitar a las personas para ser autónomas, críticas,
responsables y libres, contando con los datos que necesitan para tomar sus propias decisiones. Como señalan
Cerezo y Gómez (2006, 71-72) 'precisamos de una fe ilustrada, una fe que proporcione agarraderos racionales a la
experiencia de Dios, (.,.) Una fe crítica para distinguir lo esencial de lo accesorio".
Otra cuestión, que hace referencia a la metodología, es la forma en la que se transmite esa formación; esto es, la
cuestión del lenguaje.
No todos los conceptos se transmiten únicamente de forma verbal y discursiva (a través de lecturas o charlas),
aunque esta forma sea también necesaria.
Será preciso buscar el lenguaje adecuado para la formación intelectual de los jóvenes en los distintos momentos del
proceso y según sus diferentes características: evidentemente, es diferente trabajar con jóvenes universitarios que
con jóvenes con un menor nivel educativo.
Habrá que suplir, en algunos casos, otras carencias de formación básica para poder profundizar en la formación del
proceso.
Pero en ningún caso podemos renunciar a ofrecer la formación de mayor calidad posible en función de las
características de los jóvenes. Eso es tratarlos como adultos.
ORACIÓN PERSONAL
Igual que el hilo conductor del proceso "exterior" es la pertenencia a un grupo, el hilo conductor de fondo es la
dinámica de encuentro personal con Jesús que se manifiesta con mayor claridad en la oración personal. Todo el
proceso está al servicio de esta relación, ahí es donde se juegan las opciones y la vinculación de corazón, en la
relación entre Dios y el joven.
La oración personal es simultáneamente un objetivo y un elemento pedagógico que hay que incluir paulatinamente.
Es una experiencia en la que introducir a los jóvenes, guíándoles al principio y soltándoles de la mano poco a poco.
Requiere educar la capacidad de hacer silencio, de escuchar, de estar con uno mismo.
No se puede dar por supuesto que los jóvenes saben rezar: hay que enseñarles y acompañarles paso a paso.
La capacidad de encontrarse con el Señor, buscarle y cuidar la relación con Él de forma autónoma será uno de los
indicadores más claros de y avance en el proceso.
ORACIÓN COMUNITARIA
La oración en grupo, la participación en la oración de la comunidad, los momentos y encuentros de oración con
otros grupos, van abriendo paulatinamente a los jóvenes a la referencia a Jesús como aquél que nos vincula. Estas
experiencias les ayudan a reconocer su presencia en medio de nosotros y a acercarse al encuentro personal con Él.
La oración comunitaria ayuda a la oración personal, enseña a hacerla y, simultáneamente, recoge y da dimensión
comunitaria y eclesial a la relación personal con Jesús.
Es importante facilitar experiencia de oración común con todos aquellos con los que se comparte proceso e
identidad: grupo pequeño, ambiente, comunidad.
CELEBRACIÓN Y SACRAMENTOS
La liturgia y los sacramentos en la Iglesia tienen una función y una capacidad pedagógica de gran importancia. No
se trata solo de formar para la participación en los sacramentos, sino de que la participación en los sacramentos
sirva para la formación y el crecimiento en la fe.
La celebración, sacramental o no, recoge además una dimensión fundamental de la vida humana especialmente
presente en los jóvenes: la necesidad de hacer fiesta, celebrar, alegrarse juntos. Sí el lenguaje que utilizamos no
permite que se manifieste y recoja la dimensión festiva y celebrativa de la vida, los jóvenes necesitarán otros
espacios donde hacerlo.
La celebración es también el ámbito privilegiado para educar en la dimensión simbólica, más vinculada a lo afectivo
e intuitivo. Es importante, pues, que la celebración esté adecuadamente integrada en el proceso.
Al inicio del proceso, es puerta de entrada desde la que el joven puede asomarse a descubrir un universo
de significados y vida.
A lo largo del proceso ofrece momentos densos donde se condensa la experiencia personal y comunitaria
de crecimiento, encuentro y vida.
Para que la celebración cumpla esta función pedagógica y vital, es preciso cuidar un lenguaje simbólico
comprensible para los jóvenes, sin dejar de rescatar los signos propios acuñados por la Iglesia a lo largo de los
siglos.
c. COMPROMISO
La dimensión de compromiso es tanto fuente de crecimiento como manifestación de este crecimiento. La dinámica
de identificación, denuncia y liberación provoca interrogantes y obliga al joven a buscar nuevas respuestas,
creciendo en profundidad, en generosidad, en conciencia y capacidad de entrega.
Esta experiencia necesita ser provocada, estimulada y acompañada, ya que requiere una lectura sin la cual resulta
estéril, o incluso puede convertirse en un objeto más de consumo sin mayor trascendencia en la vida del joven.
Señalamos tres elementos principales en esta dimensión de compromiso, como experiencias a estimular en el
proceso, sea de forma puntual o permanente.
SOLIDARIDAD Y SERVICIO
El encuentro con los pobres tiene un gran potencial evangelizador. Los pobres nos evangelizan. Es en los pobres
donde Jesús quiere ser descubierto: el encuentro con ellos suscita interrogantes, interpela personalmente, desafía a
una respuesta, rompe con la indiferencia. Los jóvenes-son sensibles, además, a las necesidades concretas de los
otros: la solidaridad es una puerta de entrada al proceso capaz de vincular a jóvenes alejados de la fe.
Las experiencias puntuales o permanentes de servicio a los pobres han de ser adecuadamente complementadas
con una reflexión que ayude a tomar conciencia de las implicaciones más allá de la experiencia y la situación
puntual. Estamos en una cultura que parcializa -curiosamente cuando vivimos el tiempo de la globalización-; esto es,
limita cada situación a sí misma sin establecer vínculos con otras situaciones. Esta parcialización impide que se
desarrollen actuaciones globales que puedan provocar cambios más profundos.
Es necesario acompañar la experiencia solidaria y de encuentro con los pobres para abrir horizontes más allá de la
acción concreta, que puede agotar el campo de visión del joven y su capacidad de actuación.
Habrá momentos en el proceso adecuados para experiencias más fuertes de pobreza y solidaridad y momentos que
requieran experiencias más cercanas y fáciles de asumir.
También habrá que ubicar estas experiencias de forma diferente en función de la experiencia previa de los jóvenes
(es distinto un voluntario social que un joven de parroquia).
Sin embargo, en cualquier caso la experiencia de solidaridad y servicio habrá de ser creciente a lo largo del proceso,
procurando que se vaya creciendo en la asunción del compromiso con los pobres como referente para todos los
aspectos de la vida personal a lo largo de toda la vida.
EVANGELIZACIÓN Y TESTIMONIO
Descubrir a Jesús lleva implícita la necesidad de anunciarlo, y este anuncio consolida el propio seguimiento (EN 24).
El anuncio de la experiencia que están teniendo y la invitación a otros jóvenes a participar de ella han de formar
parte del propio proceso de crecimiento en la fe. De igual manera, forma parte del proceso de crecimiento en el que
se asume responsabilidad en la vida de otros.
Es importante estimular a los jóvenes a atreverse a realizar propuestas a otros jóvenes, organizar actividades, o
acompañar grupos en la medida en la que van creciendo en su propio proceso, así corno a mostrar lo que son y van
descubriendo en los ambientes en los que se mueven.
TRABAJO Y ESTUDIO
La responsabilidad con la propia vida se manifiesta de forma clara en la experiencia de trabajo o estudio.
La experiencia de trabajar para dar respuesta a las necesidades personales y a las de los otros, sea puntual o
permanente, permite desarrollar una relación de mayor responsabilidad en el uso del tiempo y el dinero, tomando
conciencia de su valor. También favorece la identificación y la inserción en la realidad y la autonomía personal, y
obliga a contrastar y ejercitar los valores que se van asumiendo en espacios menos protegidos.
La forma, en la que se introduzca este elemento será diferente en función de la edad de los jóvenes y de la realidad
en la que vivan; para muchos no es una opción, sino una necesidad. En la medida de lo posible conviene favorecer
los pasos y experiencias de mayor autonomía económica y de responsabilidad con la propia vida y con la de los
otros.
Para muchos jóvenes, el estudio hace las veces de realidad laboral, incluso aunque se compatibilice con pequeños
trabajos esporádicos. En esta realidad se manifiesta también el compromiso y la responsabilidad con la propia vida y
con la de los otros, ejercitando la capacidad de esfuerzo y de disciplina que necesitan para orientar la vida desde la
perspectiva del servicio.
Las relaciones que se establecen en los ámbitos de estudio son también espacio de contraste de los valores que se
van proponiendo y de testimonio y evangelizacíón de otros jóvenes.
PARTIR DE LA EXPERIENCIA
La experiencia de la propia vida es el principal recurso educativo. Se trata siempre de partir de esta experiencia que
la vida le ofrece a cada joven-e integrarla en el proceso evangelízador educativo.
Toda realidad de la vida es susceptible de una lectura de fe; en cualquier experiencia y acontecimiento podemos
encontrarnos con el Dios que nos sale al encuentro.
La experiencia que la vida va provocando en el joven y las situaciones en las que le va colocando es el material más
importante con el que contamos en el acompañamiento educativo pastoral.
SUSCITAR EXPERIENCIAS
Como educadores complementamos y estimulamos esta experiencia vital a través de experiencias "mayores" en los
momentos oportunos del proceso.
Podemos definir estas experiencias "mayores" como "aquellas situaciones puntuales que se provocan para
proporcionar una nueva conciencia, que invite a las necesarias rupturas por la elaboración y ejecución de decisiones
queridas y reflexionadas" (Adsís, 1999).
Lo que da el carácter de "mayor" a la experiencia es su capacidad de provocar esta nueva conciencia en los
jóvenes. Hay actividades, situaciones, que, en momentos adecuados del proceso para cada joven, pueden ayudar
especialmente a dar ese salto cualitativo: ejercicios espirituales, encuentro con los pobres... Sin embargo, hemos de
ser conscientes de que la potencialidad de estas experiencias para cada joven dependerán de su momento personal
y de lo que haya ido viviendo en lo profundo, que muchas veces escapa de nuestro control.
VOLVER A LA EXPERIENCIA
La experiencia es también la forma de consolidar y contrastar lo que se va intuyendo y descubriendo. Es fácil asumir
un determinado lenguaje o unos determinados planteamientos, sobre todo si se está inmerso en un ambiente que
invita a ello o si refuerza rni autoimagen.
La criba de la experiencia concreta es la que nos permite contrastarnos con el ideal y asumir humildemente nuestros
límites y nuestras posibilidades, incorporando con mayor madurez y profundidad los valores y actitudes que vamos
descubriendo.
LEER LA EXPERIENCIA
Toda experiencia -ordinaria o extraordinaria, cotidiana o "mayor"- ha de ser acompañada y leída para pasar a formar
parte del entramado vital personal. Solo así podrá servir para abrir nuevos caminos de crecimiento, superando la
tendencia a la acumulación de experiencias y experimentos tan en boga en la cultura actual.
Vivimos en un momento donde se busca la adrenalina y las experiencias límite para compensar una vida segura que
no se está dispuesto a poner en riesgo. Entendemos que hay que asumir positivamente, como oportunidad, esta
búsqueda de experiencias, pero guardando un cierto equilibrio que nos evite simplemente dar juego a una escalada
de experiencias "cada vez más fuertes" con los pobres que pueden ayudar a evitar tomar opciones de vida
comprometidas y aceptar probarse en lo gris y lo difícil del compromiso en la vida cotidiana.
Es necesario ayudar a leer y "posar" las experiencias que los jóvenes van viviendo para ayudar a que dejen huella
en su vida y su proceso.
b. CRITERIOS METODOLÓGICOS DE LAS ACCIONES EDUCATIVAS
En el diseño de las acciones educativas, además del principio de la experiencia o como concreción de este,
considerarnos que es preciso tener en cuenta algunos criterios que surgen tanto de la realidad de los jóvenes como
desde los objetivos y contenidos que pretendemos transmitir:
LO CONCRETO
La centralidad de la experiencia se manifiesta en la importancia de que el proceso aterrice los grandes
planteamientos en acciones y gestos concretos en acciones y gestos concretos donde los jóvenes puedan ir
contrastando y palpando la propuesta que se les ofrece.
En la cultura del siglo XXI las abstracciones son poco creíbles: se desconfía profundamente de un amor o una
solidaridad que no se encarne en gestos concretos, aunque no sean del todo eficaces.
La propuesta que les hacemos a los jóvenes ha de expresarse en concreciones en las que ellos la puedan tocar,
tanto en el testimonio que observan como en la experiencia que realizan.
Al diseñar las actividades educativas será importante privilegiar acciones y gestos que permitan a los jóvenes
remontarse desde lo concreto -encuentros, tareas, etc.- hasta los interrogantes y planteamientos que están en la
base de la realidad, y, en un camino de ida y vuelta, procurar que cualquier planteamiento, valor o descubrimiento
se plasme en acciones y gestos concretos en la vida de cada uno.
LO SIMBÓLICO
La mediación simbólica va construyendo nuestro aprendizaje. Nos permite condensar la experiencia e ir más allá de
ella. Para poder abrirse a la presencia y propuesta de Jesús en la propia vida e historia es necesario educar y
trabajar desde lo sacramental. Y para ello es necesario educar en lo simbólico, en lo que no se transmite por el
exclusivo concepto, y necesita el concurso de la sensibilidad y la creatividad. Es necesario iniciar en la comunicación
de vivencias y realidades inefables desde la palabra, con el gesto. La dimensión simbólica surge de la necesidad de
aprehender lo que nos supera, lo inabarcable. No es necesaria y no se desarrolla cuando todo lo que se desea y se
busca está al alcance de la mano.
La dimensión simbólica requiere una cierta experiencia de conflicto y de distancia entre lo deseado y lo alcanzable.
La experiencia personal y concreta del conflicto, acompañada y profundizada, es necesaria para ir más allá de lo
evidente y abrirse a otros niveles de comprensión de la realidad y vivencia de la misma.
LO NARRATIVO
Otra de las características de la cultura actual es que ha recuperado el gusto por la narración, en detrimento del
discurso racional. La narración:
Expresa conceptos y valores, pero lo hace de una manera muy ligada a la vida, a las personas, a los
sentimientos, a la experiencia.
Incorpora en sí misma lo conceptual, lo afectivo y lo ético.
Nos permite identificarnos con los personajes y descubrirnos a nosotros mismos en ellos y en su
experiencia.
Es un espejo donde podemos descubrir algo más del misterio que somos para nosotros mismos y del
misterio que, en el fondo, sentimos que es el mundo que nos rodea.
Más que demostrar, justificar o convencer con argumentos, los jóvenes necesitan que se les cuente, que se les
sugiera y que se les implique en el estilo de vida que les queremos proponer desde la narración. Se trata de utilizar
géneros evangélicos como la parábola, incorporar cuentos y narraciones y aprovechar tantas historias que nos
rodean en la cultura desde la música y el cine. Comunicar la experiencia, más que el concepto, la sugerencia, más
que la demostración.
El testimonio es, también, una narración: debemos ser capaces de narrar nuestra propia historia desde la fe. Lo que
se narra sabe a lo auténtico y es más creíble que lo aprendido pero no experimentado. Lo que hemos visto y oído es
lo que debemos transmitir.
LO AFECTIVO
Solo el amor es creíble, y solo el amor concreto en gestos y actitudes.
Los jóvenes viven una gran necesidad de relaciones, de encuentro, de reconocerse en la aceptación de los otros. El
gran temor es la soledad, el aislamiento, la irrelevancia personal, que dispara la búsqueda permanente de
relaciones, sean profundas o superficiales, por Messenger o a través de las llamadas perdidas, en la calle y en la
fiesta.
Los jóvenes detectan claramente cuándo son utilizados de forma funcional sin ser aceptados ni buscados
integralmente, confiarán en la propuesta que se les hace desde un interés genuino por ellos y por su felicidad. Solo
confiarán en las propuestas que les hagan personas por las que se sepan aceptados y queridos.
La dimensión afectiva de la relación ha de ser una de las claves del hacer y del decir de los acompañantes. Los
miembros de la comunidad cristiana tendremos capacidad de ser testigos los jóvenes si los acogemos y
queremos.
El amor se transmite de forma casi inconsciente. El joven percibe cuando es acogido y no juzgado, cuando nos
importa lo que él nos cuenta, allá y por encima de todo interés o toda distancia educativa.
Este clima de confianza, acogida e incondicionalidad será indispensable para que se fíen de nuestras palabras y
propuestas.
Para los jóvenes en esta cultura, el componente afectivo no es, en absoluto, una cuestión accesoria. Para ellos es,
en muchas ocasiones, uno de los criterios de verificación más importantes en su vida y en sus decisiones. "Lo que
siento" es un elemento muy importante a la hora de optar, no solo "lo que pienso". Tal vez porque han aprendido a
desconfiar de la cabeza y los argumentos y prefieren fiarse del corazón, aunque también éste les conduzca en
ocasiones a engaño.
Las actividades educativas han de tener en cuenta este componente afectivo y permitir que los jóvenes aprendan a
expresar y verbalizar sus sentimientos, a integrar cabeza y corazón.
Han de ser actividades donde puedan "sentir" y no solo "pensar", donde puedan hacer vínculos y no solo conocer,
donde puedan ir haciendo ejercicio de amor, integrando cabeza y corazón.
LA INTERIORIZACIÓN
Todo el proceso trata de ir ayudando a los jóvenes a construir una persona interior capaz de situarse con libertad y
responsabilidad ante la vida y las opciones que se le ofrecen. Toda experiencia necesita ser interiorizada para que
pueda ser asumida y deje huella real en la persona (Pérez Álvarez, 1993, 101-102).
Para poder ir realizando esta interiorización es preciso ir educando progresivamente la capacidad de silencio,
reflexión y encuentro con uno mismo. El ritmo de vida cotidiano de los jóvenes ofrece muy pocas ocasiones,
normalmente, para que vayan desarrollando esa capacidad: se tiende a huir de la soledad y el silencio, que suele
aparecer como un vacío amenazador.
Las actividades del proceso han de ir incorporando progresivamente momentos de silencio y soledad de forma
acompañada. La capacidad de reflexión e interiorización se encuentra en la zona de desarrollo próximo para la
mayoría de los jóvenes: es preciso ofrecer mediaciones -en forma de pautas o guías de reflexión, a través de
lenguaje simbólico, a través de momentos de reflexión guiada en grupo- que sirvan de apoyaturas para aprender a
encontrarse con uno mismo en profundidad y desarrollando un espacio interior donde uno pueda habitar y
encontrarse con Dios.
EL PROTAGONISMO Y LA PARTICIPACIÓN
Como hemos señalado en la fundamentacíón del proyecto, sí hay algo que caracteriza la etapa juvenil es la
necesidad de protagonismo, de ensayar capacidades, de probarse a uno/a mismo/a como sujeto autónomo. Los jó-
venes necesitan ser protagonistas de su proceso.
Corno evangelizadores y educadores, hemos de confiar en sus posibilidades y capacidades de crecer, cambiar y
aportar a su vida y al proyecto solidario. El crecimiento en libertad, la formación de la identidad y la capacitación
para la toma de decisiones requiere que los jóvenes puedan asumir paulatinamente, en un contexto adecuado, las
riendas de su vida y su proceso.
La sobreprotección es una tentación muy frecuente en todo educador. Los jóvenes desean conseguir la aprobación
de sus modelos de referencia, y es fácil cruzar la línea del acompañamiento y suplirles en las decisiones que les
corresponde tomar. Progresivamente, debernos arriesgar en darles responsabilidades acordes a su situación y
capacidad que les hagan crecer, identificarse y contrastarse. No hay madurez sin responsabilidad, no hay confianza
si no perciben que apostamos y creemos en ellos. No pueden ser objeto, sino sujetos de su propio proceso.
Este criterio se concreta de muchas formas en el diseño de las actividades educativas.
Se trata de revisarlas siempre desde la perspectiva del grado de participación y protagonismo que les
estarnos ofreciendo a los jóvenes, y procurar que siempre sea el más adecuado dentro del momento del
proceso, respetando los objetivos que nos proponemos y reservándonos el papel formativo que nos
corresponde como educadores y acompañantes.
Y se trata de ser, como educadores, fieles a las normas de la participación, respetando las decisiones de
los jóvenes en los aspectos en los que las hemos delegado en ellos, aún a costa de la eficacia.
Las actividades solidarias o culturales, todo el ámbito del "hacer" son un buen espacio para el protagonismo de los
jóvenes. Pero también tendremos que plantearnos su participación en la elección de contenidos o actividades que
realizar, o en el propio planteamiento de los objetivos del grupo.
Los catequistas-acompañantes, enviados por la comunidad cristiana, no pueden delegar la responsabilidad global
del proceso que acompañan, pero parte de este proceso ha de consistir en ofrecer a los jóvenes espacios para
aprender a ser protagonistas de su propia vida y de la de los otros.
PERSONALIZACIÓN Y SOCIALIZACIÓN
La persona está por encima de procesos, fases y métodos (Pérez Álvarez, 1993,16-18). Debemos ser flexibles para
no aplicar moldes, para pensar en cada uno de forma específica y ser capaces de saltarnos etapas, experiencias
desde la prioridad de su proceso personal.
Pero, precisamente porque entendemos que la persona se realiza en la relación y en la comunidad, la
personalización remite a los otros, se realiza con otros (el grupo) y a través de los otros. Nos conocemos en relación
con los demás, con la historia y con el mundo; crecemos cuando nos relacionamos.
Esta dialéctica implica que, en el desarrollo de las actividades concretas, necesitamos incorporar tanto la atención
personal como la comunicación y la relación entre los propios jpvenes, facilitando el crecimiento personal desde la
relación y el crecimiento en la relación y en el conocimiento mutuo desde la maduración de cada uno de los jóvenes.
7. ACTIVIDADES
El proceso está dinamizado por diferentes actividades que se proponen a los jóvenes para suscitar en ellos algunas
experiencias. Cada tipo de actividad ofrece unas posibilidades diferentes que es importante conjugar a lo largo del
proceso.
c. ACTIVIDADES DE ENCUENTRO
La formación de un ambiente y una pertenencia grupal requiere la existencia de actividades que aglutinen y
favorezcan el encuentro entre los jóvenes que provienen o participan en los diferentes grupos.
Estas actividades juegan un doble papel: pueden servir como actividades "puerta", que permiten la incorporación de
nuevos jóvenes al gran grupo; y como actividades "puente" para avanzar dentro del proceso.
Son, asimismo, actividades donde los propios jóvenes pueden desarrollar su protagonismo e iniciativa en la
convocatoria a otros jóvenes. Se caracterizan por ser abiertas y de libre participación: ni requieren pertenecer a un
grupo ni son necesarias para participar en un grupo.
Estas actividades -por otra parte de larga historia en la dinámica pastoral-pueden ser de muy diferentes tipos.
Destacamos los siguientes:
d. EXPERIENCIAS MAYORES
Con esta denominación nos referimos, como señalamos con anterioridad, a aquellas actividades que pretenden
profundizar en el proceso y facilitar saltos cualitativos; situaciones que se provocan para proporcionar una nueva
conciencia, que invite a las necesarias rupturas por la elaboración y ejecución de decisiones queridas y
reflexionadas.
El proceso de crecimiento humano y en la fe está jalonado de pequeñas y grandes decisiones en las que el joven va
orientando el rumbo de su-vida.
Las experiencias mayores pretenden proporcionar elementos que ayuden a estas decisiones al enriquecer la
experiencia personal, sea de encuentro con Dios, con los pobres o con los otros. Han de ser situadas a lo largo del
proceso procurando que se puedan aprovechar de la mejor manera posible para el crecimiento personal.
En algunos casos las experiencias mayores pueden ser, además, actividades de entrada en el proceso o de paso de
una etapa a otra ("puerta" y "puente"). Podemos señalar algunas de ellas:
CONVIVENCIAS
Las convivencias (o jornadas) son espacios de encuentro prolongado (día completo, fin de semana) que permiten
conjugar la experiencia de relación y fraternidad, la experiencia de oración y la formación y el diálogo.
PASCUAS
La celebración de la Pascua es un espacio privilegiado para profundizar en lo nuclear de la fe cristiana y para el
encuentro personal y comunitario con Jesús.
Es importante acompañar a los jóvenes a esta celebración y ayudarles a que dejen tocar su vida por esa
experiencia.
Como experiencias mayores se pueden configurar otras muchas actividades: peregrinaciones, experiencias de
trabajo, experiencias vitales en general. Corresponde al acompañante aprender a discernir la potencialidad
educativa de cada experiencia para cada joven y ayudarle a aprovechar sus posibilidades.
e. ACTIVIDADES GENERALES
A lo largo del proceso, puede ser importante que los jóvenes se encuentren con otros jóvenes que realizan procesos
similares en otros lugares o ámbitos: sea la diócesis, el movimiento, etc. Estas actividades que incluyen a más
jóvenes (y en ocasiones son más masivas) tienen la función, ante todo, de favorecer la experiencia de pertenencia
y, de esta manera, fortalecer la identidad naciente.
En ocasiones las actividades generales podrán ser, a su vez y en ocasiones, experiencias mayores, en todo caso,
han de estar también adecuadamente integradas en el proceso.
8. ETAPAS DE PROCESO
La concepción abierta del proceso no impide, sino que refuerza, la necesidad de establecer algunas etapas en el
itinerario, que funcionan como "metas parciales", nudos de confluencia de diferentes itinerarios.
Si bien en la mayor parte de los proyectos de pastoral con jóvenes se ha optado por diferenciar tres etapas, en este
proyecto preferimos diferenciar únicamente dos. La diferencia principal en las dos etapas estriba en los acentos de
cada una de ellas: mientras que en la Convocatoria Evangelizadora el acento principal es preparar el terreno para la
propuesta de Jesús (incluso cuando no es explícitamente rechazada), el acento de la Iniciación Cristiana es la
propia experiencia de seguimiento.
La opción por dos etapas en lugar de tres pretende facilitar la flexibilidad del proceso y su aplicación con grupos de
jóvenes heterogéneos. Supone incorporar a la Iniciación Cristiana la etapa de opción o de primer discernimiento
vocacional, que se incluye como la última subetapa. Una razón que lo justifica es que la Iniciación Cristiana se
verifica y completa en la configuración de unas opciones y un estilo de vida cristiano.
Por otra parte, con la diversidad de situaciones de entrada de los jóvenes y atendiendo a lo que hemos llamado
circularidad de los procesos, estas opciones se van tomando, en la práctica, al mismo tiempo que se asumen y
consolidan los aspectos básicos de la Iniciación Cristiana, y no necesariamente con posterioridad.
La opción básica por seguir a Jesús se concreta necesariamente en un estilo de vida; toda conversión desemboca
en una concreción vocacional. Entendemos que incorporar el primer discernimiento vocacional en la propia
Iniciación Cristiana asume en profundidad la convicción de que es preciso acompañar este discernimiento (Espina,
1987).
Una última razón: como señalaremos al describir las subetapas, situamos la celebración del sacramento de la
Confirmación, cuando esto sea pertinente, al final de la segunda subetapa de la Iniciación Cristiana. La incor-
poración de la subetapa de opción, posterior a la celebración del sacramento, dentro de la Iniciación Cristiana,
quiere llamar la atención sobre el hecho de que la Confirmación no ha de ser punto de término en el proceso de
crecimiento cristiano.
Por todo ello, y simplemente en orden a facilitar la flexibilidad y personalización del proceso, hemos preferido
reservar el concepto de cambio de etapa -más radical- para lo que consideramos el gozne decisivo en el proceso: la
primera conversión (AG 13), e incorporar el primer discernimiento vocacional como última subetapa de la Iniciación
Cristiana, que la completa y proyecta. Presentamos a continuación una breve descripción de las etapas que
desarrollaremos en mayor profundidad en el capítulo tercero.
a. CONVOCATORIA EVANGELIZADORA
Descripción Se trata de una etapa que se caracteriza por la necesidad de salir al encuentro de los
jóvenes allá donde están (en sus intereses, motivaciones, necesidades, ámbitos) para
suscitar, a través del testimonio, el encuentro y relación educativa, la experiencia y el
descubrimiento de los valores del Reino, la actividad y la experiencia, la apertura y el interés
por la fe. Es una etapa necesaria para los jóvenes no creyentes, importante para que los
adolescentes y aconsejable todos los jóvenes, en la medida en la que permite preparar el
terreno para un encuentro en profundidad con Jesús.
Destinatarios Todos los jóvenes en sus diferentes condiciones y situaciones vitales y en los diferentes
ámbitos de relación en los que se encuentran.
Obvetivos Contribuir a la formación de un estilo de persona fundada en los valores del Reino.
Facilitar la toma de conciencia de los interrogantes, necesidades y deseos profundos
personales que abren a la trascendencia... (la necesidad de sentido, de identidad, de
relación, de justicia...)
Testimoniar la presencia liberadora de Jesús en medio de su comunidad y su Iglesia.
Presentar a la persona de Jesús y su proyecto como respuesta a las búsquedas
personales y sociales del joven (y del ser humano).
SUBETAPAS
ACOGIDA
La Convocatoria Evangelizadora comienza con la acogida y la convocatoria a los jóvenes. Éste es un momento
esencialmente misionero, donde se trata de salir a buscar a los jóvenes a los ámbitos donde estos viven y se
relacionan y ofrecerles ámbitos de relación, protagonismo, encuentro y actividad en torno a los valores de
solidaridad y fraternidad para, a partir del testimonio de la comunidad cristiana, proponerles caminos de desarrollo
personal y apertura y crecimiento en la fe.
Por eso, esta subetapa se caracteriza por la absoluta flexibilidad y diversidad tanto en cuanto a los ámbitos de
presencia y de encuentro con los jóvenes como en cuanto a su duración.
Lo que la caracteriza es la intencionalidad evangelizadora de la presencia y relación de la comunidad cristiana con
los jóvenes a través del testimonio, la acogida y la propuesta. Puede haber jóvenes que se incorporen casi
directamente en la segunda subetapas (o en la Iniciación Cristiana) y jóvenes que permanezcan en relación abierta,
sea como relación personal o en de solidaridad o acción (voluntariado, Campos de Trabajo).
Otros tal vez sólo participen en esta etapa, donde, en todo caso, se van educando valores y actitudes en el
horizonte del Reino. En espacios eclesiales tradicionales, como la parroquia, la incorporación de esta subetapa
implica desarrollar un espacio abierto de actividades y relaciones donde los jóvenes puedan palpar y descubrir la
oferta que se les realiza en los procesos pastorales.
De igual forma, esta subetapa implica que la comunidad cristiana -apoyándose especialmente en los jóvenes que ya
están vinculados al proceso- desarrolle estrategias y acciones para salir a buscar a los jóvenes alejados.
BÚSQUEDA
Desde la relación establecida en la etapa de Acogida se pueden realizar propuestas más concretas de iniciar un
proceso educativo -preferentemente grupal- de forma sistemática.
En esta subetapa se trata de facilitar la primera conversión inicial, personal y personalizada, al tiempo que se
profundiza en valores, actitudes, hábitos, que pueden facilitar el encuentro con Jesús y favorecer un seguimiento
maduro.
Esta subetapa trata de "equipar para la libertad", como señalábamos en la fundamentación, apoyando el proceso de
maduración de los jóvenes, y ayudarles a tomar conciencia de los interrogantes y deseos profundos de su vida, a fin
de que puedan acoger la propuesta de Jesús, respuesta a este deseo profundo de plenitud y vida.
El desarrollo de esta subetapa, por tanto, será muy variado dependiendo del punto de partida de los jóvenes, tanto
en duración como en la forma de tratar los contenidos. Será diferente la forma de realizar la Convocatoria
Evangelizadora con jóvenes en una cultura de religiosidad popular que con los jóvenes provenientes de una cultura
sociológicamente atea o agnóstica. También la duración variará en función del punto de partida de los jóvenes y de
su edad y madurez.
ELEMENTOS CENTRALES
ACENTOS
El enganche, la motivación, la vinculación afectiva. Algo que me dice algo, algo donde tengo espacio, algo
donde descubro algo nuevo.
Suscitar y profundizar en los interrogantes personales y sociales, los deseos profundos, las necesidades.
Tomar conciencia de la necesidad de salvación y vida a la que responde Jesús.
Los signos y la propuesta explícita de la fe como respuesta a los interrogantes y deseos profundos de todo
ser humano.
PASO DE ETAPA
En el momento en que hay apertura e interés personal por descubrir a Jesús, acompañado de un cierto grado de
madurez y compromiso con el propio proceso (me interesa, participo, soy responsable, voy a las reuniones...).
Esta apertura e interés habrá de ser interpretado en función del contexto en el que se encuentra el joven; esto es,
los mismos signos o expresiones pueden significar cosas distintas en un contexto de gran religiosidad popular que
en un contexto de secularización y dificultad de apertura a la fe.
El paso de etapa se propone cuando hay un interés personalizado por Jesús que puede permitir que se inicie un
camino de seguimiento, momento que el acompañante habrá de descubrir dentro del contexto concreto y en la
propia historia del joven.
Habrá jóvenes que, aún valorando el proceso realizado y la propuesta cristiana, no deseen comenzar la Iniciación
Cristiana.
Es importante acompañar estas "salidas" del proceso, reconociendo cuándo la aportación al crecimiento personal
que el grupo podía hacer se ha agotado y ofreciendo otras vías de crecimiento dentro de la propia comunidad o en
otros ámbitos de compromiso.
Hay jóvenes que necesitan más tiempo para dar el salto al encuentro con Jesús: es importante las puertas siempre
queden abiertas, construyendo fraternidad entre todos, y permitiendo que, en otro momento, se vuelva a incorporar
al proceso según se vaya desarrollando su proceso personal.
b. INICIACIÓN CRISTIANA
Descripción Se trata de la etapa donde se construye la persona desde la fe. Es la etapa principal, donde
se "forman cristianos" y se realiza y consolida una opción por seguir a Jesús como eje
globalizador de la vida. Ha de seguir, por tanto, el ritmo de maduración del/la joven y no solo
el ritmo de los contenidos o experiencias. Si se inicia pronto (en torno a los 16/17 años),
necesitará por tanto un amplio espacio de tiempo para ir acorde con el proceso personal de
maduración.
Destinatarios Jóvenes con interés explícito por conocer a Jesús y descubrir la fe y una primera
experiencia de encuentro, provenientes (o no) de la Convocatoria Evangelizadora.
Objetivos Acompañar el proceso de conversión y encuentro personal con Jesús.
Asumir personalmente los valores y actitudes del Reino.
Adquirir herramientas para continuar creciendo en la fe.
Realizar una opción personal por el seguimiento de Jesús como eje central de la vida.
Desarrollar la conciencia y experiencia de pertenencia a la Iglesia.
Suscitar el interés y la toma de conciencia de la necesidad de concretar
vocacionalmente el seguimiento de Jesús.
SUBETAPAS
Las subetapas de la Iniciación Cristiana no están tan claramente definidas como las de la Convocatoria
Evangelizadora, marcadas por el inicio de un proceso sistemático.
Probablemente, lo más habitual en contextos donde hay pocos jóvenes sea que en el mismo grupo convivan
jóvenes en diferentes subetapas, o incluso que convivan aspectos de una subetapa determinada con otros propios
de subetapas anteriores. En todo caso, consideramos útil describirlas a modo de narración del proceso de los
jóvenes.
ENCUENTRO
El primer momento en la Iniciación Cristiana pretende consolidar la experiencia de encuentro con Jesús, ofreciendo
elementos para conocer su persona y su proyecto, acogerlo vitalmente y vincularse afectivamente a Él.
Éste es el núcleo de esta primera subetapa, cuya duración también variable en función del proceso de Convocatoria
Evangelizadora que se haya realizado y de las propias características de los jóvenes. En todo caso, podríamos
estimar como duración aproximada mínima/máxima entre seis meses y un año.
SEGUIMIENTO
La Buena Aventura de seguir a Jesús se descubre y se contrasta poniéndose en camino, intentando vivir según el
proyecto de Jesús y descubriendo lo que eso provoca en mi vida y en mi corazón. La etapa central de la Iniciación
Cristiana tiene como acento fundamental la vivencia y el protagonismo como "constructores del Reino": se trata de
procurar un tiempo algo prolongado de hacer experiencia de vivir como cristiano, cuidando el encuentro personal
con Jesús, la vinculación comunitaria y eclesial, la participación en la Eucaristía y los sacramentos -en los jóvenes
bautizados- y el compromiso social y evangelizador y el testimonio de vida. Por ello esta subetapa no debería durar
menos de seis meses y podría durar hasta dos años, aproximadamente, a fin de dar a los jóvenes espacio para
profundizar y madurar desde la fe.
Cuando los jóvenes no han recibido previamente los sacramentos de la Iniciación Cristiana, esta subetapa puede
concluir con el sacramento de la Confirmación o con el Bautismo, Eucaristía y Confirmación para los jóvenes no
bautizados.
OPCIÓN
La última subetapa de la Iniciación Cristiana -que podría considerarse una etapa en sí misma- busca acompañar el
primer discernimiento vocacional e inserción eclesial adulta. Es un momento de búsqueda de cómo continuar
viviendo el seguimiento de Jesús y creciendo en él, que llevará a los jóvenes a tomar distintas opciones de acuerdo
con su vocación personal.
No ha de ser una etapa excesivamente larga (aproximadamente entre seis meses y un año), ya que no implica
tampoco decisiones definitivas, sino inicio de nuevos caminos.
ELEMENTOS CENTRALES
El acompañamiento personal.
El grupo pequeño, de la misma forma que en la subetapa de Búsqueda.
La interioridad y relación personal con Jesús.
El compromiso solidario y evangelizador
La relación con la comunidad cristiana y participación eclesial
ACENTOS
Habrá diversos acentos en las distintas subetapas. Sin embargo, podemos señalar algunos más o menos centrales
a lo largo de toda la etapa:
El encuentro personal con Jesús y la personalización de la fe.
La integración fe-vida.
Los sacramentos, especialmente la Eucaristía.
El compromiso, o una fe "práctica" que se proyecta: vivir desde los otros.
La opción y toma de decisiones respecto a la propia vida desde la fe descubierta y vivida.
PASOS DE ETAPA
El paso de una a otra subetapa habrá de ser "celebrado": es el momento en el que se expresan las sucesivas
opciones personales por el seguimiento de Jesús. Es especialmente importante celebrar el paso a la subetapa de
opción, que, como hemos señalado, puede coincidir con algunos sacramentos de Iniciación.
A lo largo de todo el proceso habrá jóvenes que-vayan descubriendo otras opciones o que, simplemente, necesiten
más tiempo para madurar el proceso que van realizando. Es importante acompañar estas salidas, al igual que
señalamos en la Convocatoria Evangelizadora.
El término de la Iniciación Cristiana, tal y corno la proponemos en este proyecto, se da cuando hay una opción clara
y "probada" por el seguimiento de Jesús y un interés claro y una primera orientación por concretar este seguimiento
de forma vocacional15. Este discernimiento se completará, en los casos de inserción en movimientos o grupos
eclesiales, en relación con éstos y según sus propios procesos.
a. LA COMUNIDAD CRISTIANA
La Comunidad es la referencia del proceso, quien lo suscita y lo acompaña (DGC 158; Pérez Álvarez, 1993). Es la
responsable, por tanto, de todo proceso de educación en la fe de pastoral y de relación con jóvenes que se dé en su
ámbito. Su responsabilidad se concreta en:
Ser signo: testimoniar y significar con su vida la propuesta del Reino.
Salir a buscar a los jóvenes; como instrumento de la iniciativa de Dios.
Acoger la realidad de los jóvenes, sus necesidades y sus búsquedas.
Interpelar y proponer: ofrecer experiencias y espacios donde los jóvenes puedan encontrarse con Jesús.
Acompañar el proceso de apertura y crecimiento en la fe.
Estas tareas las realiza a través de:
Los responsables de pastoral y de otros proyectos y los catequistas y acompañantes de los grupos.
Todos los miembros de la comunidad (Cf. OPJ 12), en diálogo e interés, conjugando el respeto a los roles
que. a cada uno le corresponde jugar y los servicios que se han encargado y delegado con la libertad e ini-
ciativa para proponer, acompañar y apoyar a los hermanos responsables cuando sea necesario, siempre
cuidando la unidad y sumando para avanzar en el objetivo común. Por otra parte, otras personas de la
comunidad pueden jugar roles subsidiarios de acompañamiento y relación, aunque no sean los
acompañantes establecidos formalmente, aprovechando relaciones informales
b. EL CATEQUISTA O ACOMPAÑANTE
Es el responsable directo del desarrollo del proceso de un grupo de jóvenes o un joven determinado (Cf. OPJ 47,
DGC 156; Pérez Álvarez, 194-198), Podemos señalar dos tipos de tareas principales:
Planificación, preparación y evaluación. Todo proceso implica un cierto grado de planificación, previsión y
preparación. Sean cuales sean los recursos metodológicos que se utilicen, es preciso dedicar tiempo a
pensar en el proceso, a orientar objetivos y a las actividades que se van a realizar, así como a
evaluar y valorar los pasos dados.
Acompañamiento y relación grupal y personal. En el acompañamiento y la relación se juega el desarrollo
de lo que pretendemos y planificamos. Esto requiere el desarrollo de habilidades adecuadas para realizar
acompañamientos personales y grupales, para dinamizar reuniones y facilitar la relación interpersonal. En
momentos concretos, también pueden jugar el rol de acompañantes otros hermanos, coordinándose
adecuadamente con el catequista.
d. LOS JÓVENES
En diferentes niveles, los jóvenes son también conductores del proceso:
Como sujetos principales y protagonistas de su propio proceso.
Como acompañantes unos de otros.
Como coordinadores, equipo, organizadores de actividades, servidores de otros, convocantes..., poniendo
sus capacidades al servicio de los otros, aprendiendo a su vez a ser equipo y a ser fraternos.
10. EVALUACIÓN
La evaluación es parte integrante de todo proceso educativo, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello.
Evaluamos permanentemente: para tomar cualquier decisión tenemos partir de una valoración del momento o del
punto de partida.
Cualquier apuesta pedagógica tiene un gran margen de incertidumbre: partimos de determinados supuestos y de
una cierta experiencia y "apostamos" porque un recurso va a dar un resultado equis. Tanto los "errores" como los
"aciertos" nos ayudarán a crecer como educadores y a realizar de mejor manera los procesos solo si los evaluarnos
y comprendemos cada en mayor profundidad los mecanismos que están funcionando.
Así, necesitamos evaluar tanto el proyecto que realizamos como el proceso concreto que realiza cada joven al que
acompañarnos.
Nos interesan más los "porqués" que los "qués", los "cornos" que los "cuántos", lo cualitativo que lo cuantitativo,
pero lo cuantitativo también nos puede dar pistas que no debemos desechar.
La función de la evaluación, tanto del proyecto como del proceso de cada joven es ofrecernos información para
continuar el proceso.
a. EVALUACIÓN DEL PROCESO DEL JOVEN
En un proceso educativo estamos evaluando constantemente. Lo importante es que explicitemos en base a qué
estamos realizando esta evaluación, para evitar que cuestiones subjetivas o vinculadas a nuestro propio momento
personal (o a nuestras habilidades y dificultades) nos confundan en la evaluación del joven.
Los catequistas y acompañantes también tenemos empatias, simpatías y antipatías, dificultades de conectar con
unos jóvenes y facilidad de empa-tizar con otros. Es importante que a la hora de evaluar el proceso intentemos
hacerlo en base a criterios objetivos que nos ayuden a contrastar la valoración intuitiva.
En cada etapa definiremos algunos criterios de evaluación acompañados de los correspondientes indicadores. Para
medirlos, conviene no dejar de utilizar algunos instrumentos que permitan verificar los criterios:
Programación concreta. Si no definimos previamente qué queremos hacer será muy difícil que
posteriormente evaluemos cómo ha resultado. Definir, aunque sea brevemente, objetivos, contenidos y
dinámicas y actividades previstas para un período determinado, y hacerlo por escrito, es condición
necesaria para orientar el proceso y evaluarlo posteriormente.
Cuaderno o diario de reuniones, para anotar lo más significativo, el tema tratado, los asistentes, la
dinámica utilizada...
Diario de acompañamiento, anotando con cada joven (después de la entrevista) los principales acuerdos,
las impresiones principales, los desafíos planteados. Estos es más necesario a medida que acompañamos
a más jóvenes y no nos podemos fiar tanto de la memoria.
b. DEL PROYECTO
El propio proyecto de pastoral de jóvenes que guía el proceso necesita ser evaluado. Es en sí una propuesta
susceptible de ser mejorada. Necesitamos también criterios de evaluación que nos permitan saber sí el proyecto
responde a las necesidades detectadas, y en qué lo hace y en qué no, así como indicadores que nos permitan
evaluarlos.
Varios de estos indicadores son de carácter cuantitativo. Si bien más arriba hemos señalado que nos
importa más lo cualitativo que lo cuantitativo, los números también nos dan datos para valorar lo cua-
litativo, aunque sea necesario interpretarlo posteriormente.
Si el número de jóvenes que acuden, que permanecen o que pasan a la Iniciación Cristiana es muy bajo,
esto nos indicará que hemos de revisar lo que está sucediendo en esos momentos del proceso para com-
prender por qué está sucediendo esto: siempre hay razones por las que las personas nos comportarnos
de una determinada manera, aunque estas razones no sean siempre conscientes ni explícitas.
Por otra parte, es importante también preguntarse por qué determinadas actividades resultan o atraen a
los jóvenes o facilitan su permanencia y su paso: eso nos puede ir dando la clave para futuras actividades
y propuestas.
Para contrastar los indicadores de evaluación (ver el cuadro en la página siguiente), es necesario también contar
con algunos instrumentos:
Registro de participación en actividades y grupos.
Programaciones anuales e informes de evaluación del equipo de acompañantes-catequistas y de cada
uno de ellos.
Material pedagógíco-pastoral utilizado.
Diario de reuniones del equipo de acompañantes.
Reuniones, dinámicas o cuestionarios de evaluación periódica de los jóvenes.
EN SÍNTESIS
Ofrecemos un proceso...
Orientado por un gran objetivo general
Desarrollado en dos grandes etapas:
o Convocatoria Evangelizadora
o Iniciación Cristiana.
Estas etapas están orientadas por sus objetivos de etapa
Los objetivos de etapa:
o Son sucesivos: los objetivos de la Convocatoria Evangelizadora sirven de punto de partida
para la Iniciación Cristiana.
o Dibujan un itinerario. Los jóvenes realizarán ese itinerario en totalidad o en parte
dependiendo de sus diferentes puntos de partida y de cuánto camino quieran, puedan o
necesiten recorrer.
CUADRO 1: ÁRBOL DE OBJETIVOS
Objetivo General
Que los jóvenes opten por orientar la vida en el seguimiento de Jesús en globalidad y radicalidad, e inicien la
búsqueda de la vocación personal en la que realizar y desarrollar este seguimiento, contando con las herramien-
tas, hábitos y formación necesarias para ello.
Objetivos
por Etapas
Subetapas Subetapas
Acogida Encuentro
Búsqueda Seguimiento
Opción
CUADRO 2:
ACENTOS PRINCIPALES DE CADA SUBETAPA
BÁSICOS
Formación teológica
Desarrollo personal
Del proceso El mundo y su historia
Del Proyecto
DE SÍNTESIS
Interioridad
Comunitariedad
Comunidad Compromiso
Catequista
Equipo de
pastoral
Jóvenes
EVALUACIÓN
CONTENIDOS
Para la consecución Determinan los objetivos
de los objetivos podemos específicos de cada etapa
emplear muchos factores
e ingredientes que intervienen
SUJETOS en el proceso.
OBJETIVOS – ETAPAS
ELEMENTOS
ACTIVIDADES EDUCATIVOS
CRITERIOS
METODOLÓGICOS
RELACIÓN Y PERTENENCIA
Reuniones, experiencias El acompañamiento y la relación
mayores, encuentros, interpersonal
iniciativas propias y El grupo pequeño
generales, etc. El grupo grande o ambiente
La experiencia: lo concreto, lo La comunidad
simbólico, lo narrativo, lo
afectivo, la interiorización, el INTERIORIDAD
protagonismo y la participación, Formación intelectual
personalización y socialización Oración personal
Oración comunitaria
Celebración y sacramentos
COMPROMISO
Solidaridad y servicio
Evangelización y testimonio
Trabajo y estudio
En este capítulo describimos el itinerario que se puede realizar en cada una de las
etapas. Para esto se describe:
El punto de partida de cada etapa, especificando los ámbitos en los que
se va a desarrollar.
El punto de salida de la etapa, esto es, el punto al que pretendernos llegar, que está definido por los
objetivos de la etapa y que se convierte en el punto de partida de la siguiente etapa. Para valorar sí los
objetivos se han cumplido en un grado suficiente, se proponen criterios e indicadores de evaluación.
Para recorrer esta distancia entre el punto de partida y los objetivos o punto de salida, se proponen en cada etapa
diferentes piezas para que cada uno construya el "mecano" del proceso de cada joven,
Así, se desarrollan objetivos específicos y contenidos por áreas, que no son un listado exhaustivo de
temas a tratar, sino un amplio abanico de temas y orientaciones del que el acompañante o catequista irá
seleccionando los que le resulten más necesarios u oportunos en cada momento,
De igual forma, para cada subetapa se proponen objetivos para poder situarnos en lo prioritario en cada
momento del proceso, se destacan los elementos más relevantes en esa subetapa y se sugieren algunas
actividades posibles para dinamizar ese momento.
Todo ello, repetimos, son ingredientes o piezas que cada acompañante o catequista habrá de combinar en función
de la realidad concreta en la que se desarrolle el proceso.
Subetapas
Objetivos
Elementos
Actividades
Criterios e indicadores
Ámbitos del paso de Etapa
Objetivos y
Contenidos por Áreas
1. CONVOCATORIA EVANGELIZADORA
a. PUNTOS DE PARTIDA
La Convocatoria Evangelizadora es una etapa de búsqueda. Comienza a través de iniciativas que puedan ayudar a
los jóvenes a reconocerse en búsqueda o que provoquen necesidad y deseo de búsqueda; es etapa de suscitar
interrogantes que abran al mensaje de jesús, que solo tiene algo que decir a los insatisfechos.
El punto de partida para iniciar este proceso de búsqueda que es la Convocatoria Evangelizadora es el joven no
evangelizado o con una evangelización superficial. Habrá, por tanto, multitud de “puntos de partida”, definidos por
los distintos intereses y necesidades de los distintos jóvenes: solidaridad, encuentro, relación, promoción personal,
etc.
El inicio de la Convocatoria Evangelizadora, será, así, salir a buscar a los jóvenes a través de estos intereses y
necesidades.
b. ÁMBITOS
La Convocatoria Evangelizadora se inicia en todos los ámbitos de relación con jóvenes:
Voluntariado.
Programas de promoción humana y social. « Iniciativas de cooperación.
Parroquias
Colegios.
Relaciones personales
Otras iniciativas que puedan surgir
La segunda subetapa de la Convocatoria Evangelizadora se realiza en relación directa con la comunidad que
acompaña o en plataformas pastorales estructuradas en las que la comunidad está presente.
c. OBJETIVOS
OBJETIVOS GENERALES
Los objetivos generales de etapa señalan el horizonte y los acentos que pretendemos trabajar especialmente en
esta etapa. Definen la dirección hacia la que se orientan todas las actividades, dinámicas, relaciones, elementos,
etc., en este momento.
Contribuir a la formación de un estilo de persona fundada en los valores del Reino.
Facilitar la toma de conciencia de los interrogantes, necesidades y deseos personales profundos que
abren a la trascendencia: la necesidad de sentido, de identidad, de justicia, de libertad.
Testimoniar la presencia liberadora de Jesús en la comunidad cristiana.
Presentar a la persona de Jesús y su proyecto como respuesta a las búsquedas personales y sociales del
joven (y del ser humano)
d. CONTENIDOS
Los contenidos siguen la estructura de los objetivos específicos por áreas. No son temas (entendidos como
discurso) y no están pensados para ser tratados necesariamente como tales; habrá experiencias en las que se
tratarán simultáneamente distintos contenidos. Son contenidos que es interesante tener en cuenta durante esta
etapa, sea en el acompañamiento personal, en el trabajo de los grupos o en las experiencias y actividades.
e. SUBETAPAS
La Convocatoria Evangelizadora se desarrolla en dos grandes subetapas: la de Acogida, centrada sobre todo en
conectar con los jóvenes y crear un clima cercano, acogedor y motivador para iniciar procesos, y la de Búsqueda, en
la que se trabaja de forma más sistemática las búsquedas de los jóvenes con el objetivo de proponerles a Jesús
como respuesta a sus búsquedas.
Si lo central de la Convocatoria Evangelizadora es la búsqueda, en la primera su-betapa se trata de que el joven
tome conciencia inicial de sus búsquedas y, en la segunda, ayudarle a profundizar en ellas y abrirse a la propuesta
de Jesús como respuesta.
Acogida Búsqueda
Conectar con los intereses de los Profundizar y asumir inicialmente los
Objetivos
jóvenes valores del Reino como deseables y
Ofrecer, proponer y testimoniar un deseados para la propia vida y para el
estilo de vida, actividades y relación mundo.
que suscite interrogantes e interés. Tomar conciencia de los interrogantes,
Facilitar una experiencia de acogida y necesidades y deseos profundos
relación que suscite una vinculación personales que abren a la
afectiva. trascendencia; la necesidad de sentido,
Iniciar en los ámbitos de relación y de identidad, pertenencia, horizonte,
pertenencia la temática formativa y de etc.
crecimiento personal que queremos Comprender que la comunidad, la vida
ofrecer. de los hermanos y su presencia se
Suscitar el interés por una mayor fundamentan en la fe y la presencia de
profundización en lo que se va Jesús, y valorarlo afectivamente.
descubriendo. Acoger a la persona de Jesús y su
proyecto como respuesta -al menos
posible e interesante- a las búsquedas
personales y sociales.
Acogida Búsqueda
Las propias actividades y formación en Reunión de grupo quincenal o semanal,
Actividades
los ámbitos de participación: o, en su defecto, acompañamiento
posibles
voluntariado, cooperación, programas personal sistemático.
de promoción humana y social, etc. Las mencionadas para la etapa anterior.
Encuentros de oración. Experiencias mayores de silencio,
Convivencias. solidaridad, grupo.
Actividades solidarias puntuales.
Foros de diálogo.
Actividades culturales.
Eucaristías.
Todas aquellas actividades que la
comunidad cristiana pueda abrir a la
participación de los jóvenes, procurando
acoger y acercarse a su lenguaje.
INDICADORES
Que haya tenido alguna experiencia de sentirse interrogado, de apertura a la trascendencia, de encuentro
o apertura al misterio de Dios.
Fidelidad a la participación en las reuniones.
Capacidad de superar alguna dificultad en función del interés por el proceso o por el bien de los otros.
Capacidad de relación sana con los otros: diálogo, cooperación, respeto, libertad.
Interés personalizado de conocer a Jesús, expresado en la petición de paso a la Iniciación Cristiana o en
otros gestos.
Sensibilidad por las situaciones de los otros, cercanos y lejanos.
2. INICIACIÓN CRISTIANA
a. PUNTO DE PARTIDA
El punto de partida de la Iniciación Cristiana es el joven que está dispuesto a entrar en un proceso de conocer a
Jesús y su mensaje, y que ya ha adquirido unos mínimos hábitos de participación en grupo, encuentro consigo
mismo y con los otros, conocimiento personal y compromiso. Por eso, la dinámica de la primera etapa de la
Iniciación Cristiana (IX) irá dirigida a provocar y consolidar este encuentro fundante con Jesús,
Los jóvenes que se incorporan a la Iniciación Cristiana pueden provenir de procesos de Convocatoria
Evangelizadora realizados con nosotros o haber tenido sus propios procesos de fe y encuentro con Jesús en otros
ámbitos. Es importante en esos casos situar adecuadamente al joven en su momento del proceso en función de su
recorrido anterior y sus desafíos personales y creyentes.
b. ÁMBITOS
La Iniciación Cristiana se realiza en relación a la comunidad de referencia y en el entorno cercano de la comunidad,
conformado por los propios grupos de jóvenes vinculados a ella. Aunque el joven siga participando en otros ámbitos
y actividades, el grupo de Iniciación Cristiana se convierte en el grupo de referencia principal.
c. OBJETIVOS
OBJETIVOS GENERALES
Los objetivos generales sitúan, de nuevo en esta etapa, los grandes temas y horizontes que hemos de tener
presentes en todo el desarrollo de la etapa. La Iniciación Cristiana está centrada en la formación de la persona de
forma integral desde la fe en Jesús, centrando los ejes que a lo largo de su vida le van a permitir continuar creciendo
como cristiano/a adulto. Con esta intención señalamos los siguientes objetivos generales para la etapa:
Facilitar un proceso de conversión y encuentro personal con Jesús. « Asumir personalmente los valores y
actitudes del Reino.
Adquirir herramientas para continuar creciendo en la fe,
Realizar una opción personal por el seguimiento de Jesús como eje central de la vida.
Suscitar el interés y la toma de conciencia de la necesidad de concretar vocacionalmente el seguimiento
de Jesús y buscar el ámbito adecuado para ello.
La persona de Jesús.
Formación
El Reino de Dios,
teológica
Encarnación y Pascua.
El Dios que Jesús revela.
El Espíritu, presencia de Dios.
La Iglesia, Pueblo de Dios.
La liturgia y los sacramentos.
La vocación cristiana y las vocaciones específicas.
María, modelo de seguidora.
El Reino definitivo: la escatología.
Identidad personal y seguimiento de Jesús.
Desarrollo
Un Dios que nos ama.
personal
Un Dios presente en nuestra historia.
La asertividad y la comunicación.
Las relaciones y los conflictos.
Afectividad y sexualidad desde el seguimiento de Jesús.
Toma de decisiones y vida cotidiana: libertad, responsabilidad, opción.
Proyecto de vida, estilo de vida, valores y opciones.
Características de la sociedad actual.
El mundo y su
Elementos para un análisis crítico y permanente de la realidad.
historia
La realidad de pobreza: mecanismos económicos y socioculturales que la generan.
Signos de esperanza en la realidad actual.
Las relaciones internacionales, el sistema económico y la realidad de pobreza.
Consecuencias y causas de los acontecimientos cotidianos.
La incidencia de las acciones solidarias.
Hábito y actitud de oración personal.
Interioridad
Recursos y estilos de oración.
Meditación de la Palabra.
Experiencia de contemplación.
La Eucaristía.
La Reconciliación.
Bautismo y Confirmación.
El discernimiento en la vida cotidiana desde la oración.
El grupo y la comunidad como lugar de presencia de Dios.
Comunitariedad
La apuesta por el amor.
La comunicación.
La afectividad y sexualidad.
El estado de vida.
Las relaciones familiares.
El servicio como actitud vital.
Compromiso
La evangelización.
El testimonio.
La solidaridad.
Trabajo y profesión.
Participación y compromiso sociopolítico.
Estilo de vida y fe.
e. SUBETAPAS
En la Iniciación Cristiana se proponen tres grandes subetapas. Cada una de ellas tiene unos determinados acentos
marcados por el proceso de crecimiento en la fe que es esperable. No todos los jóvenes realizarán las tres etapas, y
mucho menos en el mismo tiempo. Es importante centrar los temas fundamentales y facilitar "salidas" de los
procesos que sean opciones personales positivas y ojalá orientadas en el horizonte del Reino y el seguimiento de
Jesús, sea en la etapa que sea.
De igual forma, los tiempos, intensidad, etc, de la Iniciación Cristiana variará mucho en función del tipo de jóvenes.
No es lo mismo realizar una Iniciación Cristiana con 16-17 años que con más de 20 años, o de 25, ni con diferentes
situaciones socioculturales y formativas de partida. Será preciso ajustar el proceso a estas realidades, y mantener el
principio de personalización, tanto a la hora de que se incorporen los jóvenes al proceso, como al ir dando pasos
entre las diferentes subetapas, buscando con el joven el mejor grupo y ámbito para continuar su proceso, lo que, a
su vez, le ayuda a tomar conciencia de su momento y hacerse más protagonista de su vida y de su proceso.
En cada etapa situamos, de nuevo, los objetivos que centran los acentos de la su-betapa, los elementos principales
para lograrlos y sugerencias de actividades.
ENCUENTRO
Porque éste es el momento de encuentro vital, de dar el primer sí, de consolidar la primera decisión de seguimiento
desde el encuentro personal con Jesús y la implicación ilusionada en su proyecto.
SEGUIMIENTO
Este segundo momento de la Iniciación Cristiana tiene el acento en la vivencia cotidiana con protagonismo e
iniciativa del seguimiento de Jesús. Es tiempo de caminar junto a Jesús, como hermanos, creciendo en la relación
con Él, sirviendo a los jóvenes y los pobres y testimoniando a otros la propia experiencia de encuentro y salvación.
OPCIÓN
Esta tercera subetapa se caracteriza por el discernimiento inicial del proyecto de vida como conclusión del proceso
de Iniciación Cristiana. Se trata de discernir dónde y con quién va a continuar el seguimiento de Jesús
experimentado y querido. Es una etapa de realizar una primera opción por mi forma personal de aterrizar de forma
adulta lo vivido (Espina, 1987, 95-127).
INDICADORES
Ritmo de oración personal asumido,
Participación en la Eucaristía y la Reconciliación.
Referencia a la palabra y a criterios evangélicos en la toma de decisiones en la vida cotidiana.
Vivencia de la afectividad y las relaciones integrada.
Capacidad de expresar y comunicar la propia vida.
Fidelidad al compromiso solidario o evangelizador.
Capacidad de realizar renuncias concretas en función de los otros, cercanos y lejanos.
Capacidad de responsabilizarse y preocuparse por la vida de otros.
Vivencia responsable del horario, del dinero, de las propias capacidades (estudio, trabajo).
Capacidad crítica respecto a la realidad que le rodea.
Capacidad de tomar iniciativas.
Capacidad de tomar decisiones autónomamente y con libertad en los distintos ámbitos en que se
desenvuelve.
CUADRO 4: ESQUEMA DEL PROCESO DE CONVOCATORIA EVANGELIZADORA
Calle y ámbitos
Iniciativas de
Centros naturales
cooperación
educativos
1ª
Voluntariado Otras iniciativas
S
U
Actividades B
E
de Encuentro T
A
P
A
Propuesta
2ª
Grupos de profundización
S
U
B
E
T
Formación en Acompañamiento Relación con la Experiencias A
grupo personal comunidad mayores
P
A
Propuesta
CUADRO 5: EL PROCESO DE PASTORAL DE
JÓVENES Iniciación
Cristiana
Distintos puntos Distintas
de Partida vocaciones
en la Iglesia
VOLUNTARIADO
CE
ACOGIDA
IX
OPCIÓN
Otras opciones
solidarias
CE
BÚSQUEDA
IX SEGUIMIENTO
IX
ENCUENTRO
UN ESTÍMULO A LA CREATIVIDAD
Este proyecto quiere ser, ante todo, estímulo para la creatividad; eso sí, de forma responsable, atreviéndonos a asumir los
desafíos de la cultura actual y los procesos educativos. Esperamos que, al menos, pueda ofrecer líneas inspiradoras que
generen nuevos desarrollos, a la vez que requiere la participación activa de quien lo aplica. Su ambición es que pueda ser
llevado a la práctica concreta y, desde ella, contrastado y enriquecido, de forma que a partir de esta experiencia podamos
aprender más de cómo se da este proceso de acompañamiento y crecimiento en la fe de los jóvenes en la realidad que vivimos,
a fin de hacernos mejores instrumentos para facilitarlo.
FICHAS
Los contenidos necesitan propuestas metodológicas de reuniones y actividades con los jóvenes que sean adaptables a
diferentes situaciones. No pretendemos ofrecer una secuencia fija de reuniones, sino un conjunto de posibilidades que el
catequista o acompañante habrá de secuenciar según la realidad de los jóvenes que acompañan. El material incluirá, para ello,
orientaciones y guía para la programación concreta. Las fichas se ordenan según las subetapas del proyecto:
Dos de Convocatoria Evangelízadora, en orden a la presentación y primera adhesión a Jesús y su proyecto.
Y tres de Iniciación Cristiana, de profundización en su seguimiento y primer discernimiento vocacional.
Los títulos corresponden, a partir de la etapa de Búsqueda, a bloques temáticos, dentro de los cuales habrá diferentes
alternativas de fichas para que cada acompañante o catequista pueda elegir la más adecuada a sus necesidades.
En la etapa de Acogida (Convocatoria Evangelizadora), además de ofrecer las fichas de la etapa, se presentan las Plataformas
de jóvenes con el menú de actividades.
Se ofrecen fichas para orientar la subetapas en los diferentes ámbitos
FICHAS
Parroquias.
Acogida
Voluntariado.
Jóvenes en situación desfavorecida.
Centros educativos.
Calle.
[Plataformas de jóvenes]
La realidad que vivimos.
Búsqueda
CONVOCATORIA Conocimiento personal.
EVANGELIZADORA Para dónde va esto.
La existencia de Dios.
Mi mundo interior.
Las relaciones interpersonales.
Afectividad y sexualidad.
Valores y opciones personales.
Otro mundo es posible.
La Buena Noticia de Jesús.
Jesús.
Encuentro
El Reino y la historia.
El seguimiento de Jesús.
La Iglesia y los sacramentos.
Seguimiento
Afectividad y sexualidad.
El mundo en que vivimos.
Interioridad.
INICIACIÓN Comunitariedad.
CRISTIANA Compromiso.
La vocación cristiana.
El estado de vida.
Opción
La profesión.
Pertenencia y participación eclesial.
Compromiso sociopolítico.
Evangelización y servicio.
El discernimiento vocacional.
PARA CAMINAR JUNTO A LOS JÓVENES...
Esperamos que todo ello nos pueda servir para caminar junto a los jóvenes, conscientes siempre de que no hay programación ni
análisis que supla la mirada atenta, abierta y esperanzada a los jóvenes concretos que Dios pone en nuestro camino
Los proyectos y los recursos pedagógicos nos servirán si aprendemos a mirar a los jóvenes con la mirada de Dios y dejamos
que ellos mismos -Dios en ellos- vayan modelando nuestra vida personal y comunitaria. Ellos nos enseñarán a comuni-caries la
Buena Noticia, porque ellos la están esperando y necesitan palparla en nuestras vidas.