Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
2 Una primera reflexión tiene que ver con el "desarrollo de la antropología". No podemos dejar
de utilizar el término desarrollo, en nuestro lenguaje para expresar el mundo y sus cambios,
hasta tal punto es parte de nuestra idea contemporánea sobre él. La antropología es una
ciencia social en dos sentidos, primero como ciencia que estudia las sociedades o culturas
(históricamente: externas, primitivas, tribales, del tercer mundo, subdesarrolladas etc), el
segundo como ciencia producida socialmente, mediante relaciones sociales (es este
componente el que hace posible que la antropología se convierte en un instrumento de crítica
cultural, hacia la propia sociedad que la produce). Sus cambios proceden de su diálogo interno
(entre escuelas disciplinares) y externos (derivados del contexto, de las relaciones sociales, de
las luchas por definir las cosas).
3 La antropología es siguiendo a Palerm: 1) una ciencia social (con sus teorías y métodos) que
evoluciona desde su institucionalización en el último tercio del siglo XIX, a partir de escuelas y
perspecivas, 2) una subcultura (con sus conceptos clave, su orientación dentro de un sentido
común, con un fuerte componente eurocéntrico) que comparte con otras ciencias sociales. La
antropología es tanto una ciencia como parte de las humanidades ("la más científica de las
humanidades y la más humanística de las ciencias sociales, escribió Erck Wolf); y 3) la
antropología es una praxis (muy relacionada con los cambios en la aplicación de la
antropología y dependerá del contexto en que se produce: contexto fuertemente marcado por
el mercado en los EEUU, y otras metrópolis, o por el estado, en los países socialistas y en las
naciones que usan la antropología para la integración nacional, como México). La praxis de la
antropología va a ser diferente en la antropología para el desarrollo (2ª parte) que para la
antropología crítica con el “desarrollo” (3ª parte). También, los dos enfoques, utilizarán teorías
y aproximaciones distintas (teorías sobre el cambio social, ya sean de corte liberal o marxista,
en la 2ª parte; postestructuralismo y análisis del discurso en la 3ª, ver artículos de Arturo
Escobar del curso)
4 Como ciencia social, el desarrollo de la antropología pasará en el siglo XX por varias escuelas.
Nos interesa destacar la antropología como ciencia de la evolución del hombre, que a
principios del siglo XX se centrará en la evolución de la humanidad (de la vida primitiva a la
civilización), el estudio holístico posterior de las formas sociales o culturas de la primera mitad
del siglo XX, para luego pasar al estudio del cambio (cultural y social) de las sociedades
tradicionales para convertirse en sociedades modernas.
7. Usamos el texto de “La cultura y el desarrollo económico” de Conrad Philip Kottak, como
una aproximación a la aplicación de la antropología en el campo del desarrollo que se ha
desarrollado en las tres últimas décadas. Primero, sostiene la necesidad de que los técnicos
socioculturales (antropólogos, sociólogos…) tomen parte en todo el ciclo de elaboración de los
proyectos de desarrollo para así asegurar o facilitar su éxito. Este enfoque sostiene la
necesidad de los técnicos socioculturales (antropólogos, sociólogos…) tomen parte en todo el
ciclo de elaboración de los proyectos de desarrollo para así asegurar o facilitar su éxito.
Este artículo está escrito a mediados de la década de 1980 como resultado de una evaluación
de los proyectos del Banco Mundial, donde se demostró que los proyectos donde la gente no
participa tienen un alto índice de fracaso. Esta crítica impulsó en el BM un nuevo enfoque, más
participativos, conocido como "la gente primero" (el artículo de Cernea, nº 11, desarrolla estas
ideas; los artículos de Uphoff, nº 19, Chambers, nº 20bis, comparten este enfoque). En su
artículo Kottak sistematiza lo que puede ser una aproximación a este nuevo enfoque y señala
varias falacias en los proyectos de desarrollo. Primero, mencionando la regla del paleontólogo
Romer, sostiene que no es probable que las gentes cooperen con proyectos que le exijan
cambios mayores en sus vidas cotidianas, especialmente aquellos que interfieren en demasía
con las formas de asegurarse la subsistencia dictadas por la costumbre; los beneficiarios de los
proyectos de desarrollo desean cambiar estrictamente lo suficiente para mantener lo que
tienen. Los proyectos que no respetan esto, caen en lo que él llama la falacia de
sobreinnovación. En segundo lugar, la falacia de infradiferenciación. Ésta se basa en la idea de
que todos los países pertenecientes al grupo denominado PMD (Países Menos Desarrollados)
tienen todas las mismas características, lo cual es una generalización falsa que no especifica en
las particularidades de cada región. Y en ellos podemos aplicar proyectos que mantienen
nuestros prejuicios (juicios previos) sobre la propiedad privada o sobre el colectivismo. Por
último, el autor habla de la posibilidad de tener en cuenta los “modelos del Tercer Mundo para
el desarrollo del Tercer Mundo”.
8 El enfoque anterior, que comparten Beals y Hoijner, asi como Kottak, no cuestiona la
“modernidad” que está en la base de los procesos de conocimiento y propuesta de la
antropología para el desarrollo. Ya vimos en el texto de Gustavo Esteva (texto nº 5, tema 2)
que el desarrollo como concepto es problemático porque presupone una sola vía para la
transformación de todas las sociedades, una vía marcada por su inserción en el mundo
moderno, y tras la caída de la URSS, del mundo capitalista. Hay argumentos para cuestionar
que esta transformación sea posible, ni deseable para muchas personas y para muchas
culturas del mundo. Esta crítica está en el centro de la reflexión, desde el posestructuralismo,
sobre antropología y “desarrollo”, en la segunda parte del artículo de Arturo Escobar (nº 8).
9. En el tema 5, el artículo de Bonfil Batalla (nº 16) sobre el etnodesarrollo, supuso un corte en
los enfoques antropológicos sobre el desarrollo. Constituirá un puente entre el enfoque
anterior y el que va a representar la perspectiva de "antropología del desarrollo". Bonfil define
el desarrollo como una cuestión vinculada, no a la transformación técnica, como los anteriores,
sino como "control cultural de un pueblo para decidir su propio despliegue" (o desarrollo).
Para ello distingue varias situaciones donde ese control es tanto mayor (o menor) en función
de dos variables: los recursos y la toma de decisiones. En base a ello, Bonfil distingue dos
concepciones de cultura que va a definir como propia de los pueblos, que comprende la
cultura autónoma (recursos propios y decesiones propias) y la cultura apropiada (recursos
externos y decisiones propias). La cultura propia se distingue de la cultura enajenada (recursos
propios, pero decisiones desde afuera) y cultura impuesta (recursos externos y decisiones
desde afuera). Estas dos últimas determinan un desarrollo de la comunidad/pueblo enajenante
y de aculturación.
El texto de Bonfil fue muy bien acogido por las organizaciones indígenas, que han hecho de él
un instrumento tanto interno (para plantear su propio desarrollo), como hacia el exterior, para
reclamar que el estado (o las organizaciones multilaterales) contribuyan a crear las condiciones
para que se de un desarrollo a partir de la cultura propia.
10 En su artículo, Escobar (nº 8), trata de realizar un análisis histórico de las relaciones entre
antropología y desarrollo tomando en consideración el proceso de desarrollo y los cambios de
paradigma que han afectado a sus políticas. Comienza reflejando la ironía en la que está
inmersa la antropología, beneficiaria de la herencia de la supremacía histórico-política
occidental pero portadora a la vez de una capacidad de critica cultural hacia si misma.
A) La antropología para el desarrollo, que como hemos visto (textos de Beals y Hojner y
de Kottak) bebe de la visión clásica en economía a partir de la cual se implantaron
políticas de desarrollo de tipo vertical (intervenciones impuestas desde arriba y
basadas en inyecciones masivas de capital) pero esto se ha tratado de corregir desde
los años 60, donde los factores culturales cobraron relevancia en el ámbito del
desarrollo y los antropólogos se requirieron como nunca antes. A partir de este
momento los programas se orientaron hacia la pobreza pues los expertos entendieron
desde los años 80, que los afectados debían participar activamente en los programas
propuestos.
“¿Cuáles son los factores que apoyan el aval que Cernea y Horowitz conceden a su
disciplina? Lo principal entre ellos -a pesar del referente obvio de un aumento
continuado de antropólogos en el mundo del desarrollo, que se ha extendido en los
noventa a la red creciente de organizaciones no gubernamentales, las ONG- es su
visión del papel que los antropólogos desempeñan dentro del desarrollo, de la
importancia de este papel para la teoría del desarrollo en su conjunto y de su impacto
sobre estrategias particulares y proyectos concretos. Si revisamos brevemente estos
tres argumentos veremos que a mediados de los años ochenta un grupo de
antropólogos para el desarrollo lo formularon así: la diferencia antropológica es obvia
en cada fase del proceso de resolución de problemas: los antropólogos diseñan
programas que funcionan porque son culturalmente adecuados; también corrigen las
intervenciones que ya están en marcha y que a la larga no resultarían
económicamente factibles debido a la oposición de la gente; finalmente, realizan
evaluaciones que proporcionan indicadores válidos de los resultados de los programas.
También ofrecen los conocimientos necesarios para los intercambios culturales;
recogen sobre el terreno datos primarios imprescindibles para planificar y definir
políticas a la vez que anticipan y encauzan los efectos sociales y culturales de la
intervención”
“Actuando como intermediarios culturales entre aquéllos que diseñan e implementan
el desarrollo por un lado, y las comunidades por otro; recabando la sabiduría y los
puntos de vista locales; situando las comunidades y los proyectos locales en contextos
más amplios de economía política; considerando la cultura desde un punto de vista
holístico... Todas estas contribuciones antropológicas se consideran importantes por
no decir esenciales dentro del proceso del desarrollo.”
“La disidencia interna en esta posición sobre estas cuestiones suele manifestarse
cuestionando el mero hecho de intervenir. En este debate, los antropólogos para el
desarrollo se encuentran doblemente atacados, tanto por parte de los defensores del
desarrollo que los consideran un escollo o unos románticos incurables como por los
antropólogos académicos que los critican desde un punto de vista moral e intelectual
(Gow, 1993). Los debates sobre el 'dilema' de la antropología para el desarrollo -
implicarse o no implicarse- se plantean y generalmente se resuelven en favor de la
implicación, por motivos tanto prácticos como políticos. Los argumentos más
interesantes abogan por comprometerse a decir las cosas tal como son a los poderosos
-lo cual podría colocar a los antropólogos en una situación difícil- o bien propugnan
una variedad de papeles para los antropólogos -desde el intervencionismo activo hasta
el rechazo declarado (Grillo, 1985; Swantz, 1985). Este dilema se acentúa al
contraponer la antropología para el desarrollo a la antropología del desarrollo. Nos
ocuparemos ahora de analizar esta segunda articulación de la relación entre
antropología y desarrollo.”
B) La antropología del desarrollo; movimiento más reciente y ligado al posestructuralismo
que aporta una mirada distinta del desarrollo. Cobra importancia el papel del lenguaje
y del significado en la constitución de la realidad social. Ya que para el
posestructuralismo el lenguaje y el discurso forman parte de la sociedad siendo no
solamente un reflejo de esta, sino parte de su constitución.
En palabras del autor: “el desarrollo se ha considerado un instrumento válido para
describir la realidad, un lenguaje neutral que puede emplearse inofensivamente y
utilizarse para distintos fines según la orientación política y epistemológica que le den
sus usuarios. Tanto en ciencia política como en sociología, tanto en economía como en
economía política, se ha hablado del desarrollo sin cuestionar su estatus ontológico.”
Así aunque se ha cuestionado agriamente el significado de este término, la idea básica
del desarrollo en sí ha permanecido inalterada, el desarrollo considerado como
principio central organizador de la vida social. De esta manera, Asia, África y América
Latina son definidas como subdesarrollados haciendo que sus poblaciones se hallen
irremisiblemente necesitadas de 'desarrollo' - sea cual sea la forma que tome.
La antropología del desarrollo empieza por cuestionar la misma noción de desarrollo
arguyendo que en un ambiente postestructuralista, si pretendemos entender el
desarrollo debemos examinar cómo ha sido entendido a lo largo de la historia, desde
qué perspectivas, con qué principios de autoridad y con qué consecuencias para qué
grupos de población en particular. ¿Cómo surgió este modo concreto de entender y de
construir el mundo, es decir, el 'desarrollo'? ¿Qué grados de veracidad, qué silencios
trajo consigo el lenguaje del desarrollo? En lo que toca a la antropología del desarrollo,
por lo tanto, no se trata tanto de ofrecer nuevas bases para mejorarlo, sino de
examinar los mismos fundamentos sobre los que se construyó el desarrollo como
objeto de pensamiento y de práctica.
En palabras del autor: “una visión del desarrollo como invención, como experiencia
históricamente singular que no fue ni natural ni inevitable sino el producto de
procesos históricos bien identificables. Incluso si sus raíces se extienden hasta el
desarrollo del capitalismo y de la modernidad - el desarrollo se ha considerado parte
de un mito originario profundamente enraizado en la modernidad occidental - el final
de los años cuarenta y el decenio de los cincuenta trajeron consigo una globalización
del desarrollo y una proliferación de instituciones, organizaciones y formas de
conocimiento relacionadas con el desarrollo. Decir que el desarrollo fue un invento no
equivale a tacharlo de mentira, mito o conspiración sino a declarar su carácter
estrictamente histórico y, en el tradicional estilo antropológico, diagnosticarlo como
una forma cultural concreta enmarcada en un conjunto de prácticas que pueden
estudiarse etnográficamente. Considerar el desarrollo como una invención también
sugiere que esta invención puede 'desinventarse' o reinventarse de modos muy
distintos.”
Las diferencias entre la antropología para el desarrollo y la antropología del “desarrollo” son
muy significativas ya que mientras que los antropólogos para el desarrollo se concentran en la
evaluación de sus proyectos, en el uso del conocimiento para elaborar proyectos a la medida
de la situación y de la cultura de sus beneficiarios, así como en la posibilidad de contribuir a
paliar las necesidades de los pobres, los antropólogos del desarrollo centran sus análisis en el
aparato institucional, en los vínculos con el poder que establece el conocimiento especializado,
en el análisis etnográfico y la crítica de los modelos modernistas, así como en la posibilidad de
contribuir a los proyectos políticos de los desfavorecidos.
Quizá el punto más débil de la antropología para el desarrollo sea la ausencia de una teoría de
intervención que vaya más allá de las intervenciones retóricas sobre la necesidad de trabajar
en favor de los pobres. De modo similar, la antropología para el desarrollo sugiere que el
punto más débil de la antropología del “desarrollo” estriba en cómo dar un sentido político
práctico a sus críticas teóricas. La política de la antropología del “desarrollo” se basa en su
capacidad para proponer alternativas, en su sintonía con las luchas a favor del derecho a la
diferencia, en su capacidad para reconocer focos de resistencia comunitaria capaces de recrear
identidades culturales, así como en su intento de airear una fuente de poder que se había
mantenido oculta.
Lo que se juegan las dos tendencias, en última instancia es, aunque distinto, comparable: los
antropólogos para el desarrollo arriesgan sus altas remuneraciones por sus trabajos de
consultor y su deseo de contribuir a un mundo mejor; para el antropólogo del desarrollo lo que
está en juego son los títulos académicos y el prestigio, así como el objetivo político de
contribuir a transformar el mundo, mucho mejor si puede ser conjuntamente con los
movimientos sociales”
Es interesante la observación que realiza el autor, como lo hizo Esteva (artículo 5) sobre el
concepto de desarrollo, que se ha sido entendido de forma unívoca y constante, no
problematizándose. a pesar de ir en muchas ocasiones acompañado de otros calificativos. La
idea básica del desarrollo en sí ha permanecido inalterada; el desarrollo se considera como el
principio central organizador de la vida social, de manera que continentes como Asia, A. Latina
y África son calificados como subdesarrollados y se considera que sus poblaciones se hallen
irremisiblemente necesitadas de "desarrollo".
11. En suma, Arturo Escobar plantea una tensión entre dos relaciones entre antropología y
desarrollo: una posición que utiliza la antropología para el mejoramiento de las condiciones de
vida de poblaciones vulnerables y precarias, pero que no cuestiona el sistema (que las vuelve
vulnerables y precarias), y una posición otra que utiliza de manera crítica la mirada
antropológica para cuestionar el “desarrollo” pero que lo hace desde una posición que se
considera cómoda y académica. Arturo Escobar resume esta tensión en la necesidad de una
nueva teoría crítica para una vieja práctica (antropología para el desarrollo), y a la vez una
nueva práctica para una teoría (antropología del “desarrollo”) que sin práctica se vuelve inútil.
Retomaremos estos debates en la 3ª parte del curso. El artículo de Escobar en su parte final
presenta cuatro casos de antropólogxs (June Nash, ver artículo nº 27, Stacy Leigh Pigg, Soren
Hvalkof y Gustavo Lins Ribeiro) que dan pistas de esta nueva relación entre teoría y práctica.
12. Una última consideración. A pesar de lo mucho, e interesante, dicho en estos artículos
tanto de la perspectiva del uso de la antropología en la intervención social (antropología para
el desarrollo), como en la crítica al desarrollo desde la antropología ("antropología y
desarrollo") en ninguno de los textos se tiene en cuenta la cuestión de género (es por ello que
debemos detenernos en el curso a plantear este asunto, lo que haremos en el temas 9,
uniendo las críticas al desarrollo desde esta perspectiva a las críticas postdesarrollistas)