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ESCULTURA RENACENTISTA DEL CINQUECENTO ITALIANA:

MIGUEL ÁNGEL

Durante el siglo XVI (CINQUECENTO) el foco artístico se desplaza a Roma, la capital de los
dominios papales. Es el llamado Alto Renacimiento. El papado se convierte en el gran mecenas de
los artistas italianos y el arte. El “Saco de Roma” (1527) por las tropas imperiales marca el epílogo
de esta segunda fase del Renacimiento, que supone la madurez en la consecución de los logros
alcanzados durante el Quattrocento. Las obras de la nueva Basílica de San Pedro en Roma,
territorios papales, se convierten en el gran polo de atracción para los artistas. Es durante esta
etapa cuando las formas renacentistas salen de Italia y empiezan a extenderse a otros países, como
España o Francia.

En el Renacimiento los artistas eran conscientes de las nuevas aportaciones plásticas que estaban
realizando, de sus comportamientos y nuevas funciones. Tuvo un papel relevante la labor de los
tratadistas que desarrollaron una teoría sobre la novedad del nuevo arte y el valor que suponía la
recuperación de la tradición artística de la Antigüedad. En relación con el arte, desde que a
comienzos del siglo XV se inició la formulación del nuevo lenguaje, el arte de la Antigüedad se
convirtió en un mito permanente y en una constante referencia cultural.
Al igual que durante la Edad Media no se perdió la estima y el conocimiento de la cultura y el arte
de la Antigüedad, durante el Renacimiento no desaparecieron muchas formas, usos, y
comportamientos del Arte de la Edad Media, que sirvió de soporte para el nuevo lenguaje.
La aparición del nuevo arte del Renacimiento, a principios del siglo XV, supuso una radical
transformación partiendo de una serie de planteamientos comunes: perspectiva, proporción,
relación armónica de las partes, nuevo concepto de belleza ideal…
En el Renacimiento el arte se convierte en un instrumento de prestigio, cultural, político y social.
Para ello los mecenas establecían una selección previa del lenguaje de los artistas que mejor
podían servir a sus pretensiones.
Los artistas asumieron un nuevo comportamiento en el que la ciencia y la teoría pasaban a
desempeñar un papel fundamental en su actividad. La consideración de los escultores, arquitectos
y pintores como operarios mecánicos fue desapareciendo en favor de la consideración de su labor
como propia de artistas liberales. Su papel relevante quedó reflejado en obras como las “Vitae” de
VASARI. Cada vez más se hicieron frecuentes las firmas de sus obras, o que ellos mismos se
autorretratasen en algunas de ellas.
En la formulación del nuevo lenguaje la preocupación por la perspectiva fue común a pintores,
escultores y arquitectos. La perspectiva dotaba de una unidad espacial y temporal a las
representaciones, al desarrollar en la composición acciones ocurridas en un solo instante vistas
desde un único punto.

El artista que planteó esta nueva concepción artística fue Miguel Angel Buonarroti (1475-1564).
Miguel Ángel planteaba el valor de la tensión frente a la norma. Su formación se iniciaría a través
de la contemplación de la escultura antigua. La Batalla de Centauros y Lapitas y la Madonna della
scala, ambas realizadas hacia 1490-92, ponen de relieve esta inspiración en modelos clásicos.
Ahora bien, para Miguel Angel la Antigüedad no fue nunca una referencia estática, académica y
normativa, sino dinámica, tensa y sugestiva. Una escultura cuya tensión se acentúa en un nuevo
sincretismo entre clasicismo y espíritu cristiano fue La Piedad, realizada en 1498-99.
El David, realizado en 1501-1504, constituye una de las más claras vulneraciones de la
normatividad “impuesta”. Se trata de una escultura abierta con una relación con el espacio
exterior inédita hasta el momento. A partir del David, Miguel Angel optó por la terribilitá, por la
expresión del desgarramiento interior.
Miguel Angel, en 1520 se dispone a realizar la Sacristía Nueva de la Iglesia San Lorenzo en
Florencia. La Sacristía Nueva constituye un paradigma de la integración de la arquitectura y la
escultura en un programa funerario destinado a albergar las tumbas de Lorenzo y Giuliano de
Médicis. En 1524, durante su estancia en Florencia, realizó la Biblioteca Laurenciana, una de las
obras de las que arranca toda la arquitectura del Manierismo.

De esta etapa destacamos el David de Miguel Ángel y el Moisés.

DAVID DE MIGUEL ÁNGEL

David lleva en la mano izquierda la onda, que cae sobre el hombro y la espalda, mientras que el
brazo derecho pende verticalmente. La cabeza se mueve también hacia la derecha, sesgadamente,
ofreciendo el perfil al espectador que mira frontalmente.

Una pierna ligeramente doblada avanza hacia delante, mientras la otra, tensa, obliga a una ligera
comprensión del rostro, a la manera de algunos kouroi griegos.

La obra está hecha para ser vista de frente y tiende a marcar lo desmesurado de las proporciones:
la mirada se desliza por las piernas y el tronco hasta alcanzar el gesto contenido del rostro,
consciente del eje sobre el que gira, del que es ligeramente excéntrica.

La figura está en tensión: la pierna derecha, sobre la que se apoya, el pie izquierdo que se aleja, la
mano con la onda, el codo doblado, el cuello girado..., ningún miembro está estático o relajado; sin
embargo, se rompe cualquier sensación simétrica con una mayor tensión del brazo y pierna
izquierdos.

El movimiento es contenido, centrípeto, con líneas de fuerza que retornan al bloque de piedra. la
cabeza nos permite percibir la pasión del rostro coma con su intensa sensación de vida interior,
de figura que respira, casi jadeante, a la expectativa de un acontecimiento culminante,
premonición de la terribilidad miguelangelesca.

Esta manera de concebir las formas corporales supone un alejamiento del clasicismo en favor de
la expresividad del manierismo.

A pesar de que Miguel Ángel rompe en esta obra las normas de la proporción clásica, sigue
venerándose como un icono de la clasicidad. Miguel Ángel integró en el David las figuras del
Hércules pagano y del David cristiano. En él, el escultor no representa al pastor bíblico, sino que
encarna al guerrero que expresa las virtudes más aplaudidas por los florentinos: la fortaleza y la
ira. La fortaleza exaltada como virtud cívica por excelencia; la ira condenada como vicio en los
siglos bajo medievales, es elevada a la categoría de virtud, puesto que ella dota de fuerza moral al
hombre valeroso.
Miguel Ángel rompe con la tradición iconográfica florentina de representar a David como un
adolescente desnudo (Tradición de Ghiberti, Donatello o Verrocchio) con la cabeza de Goliat a
sus pies, convirtiendo al héroe bíblico en héroe renacentista como símbolo de la Fuerza
Republicana de Florencia.

El éxito del David fue tan clamoroso que una comisión, entre cuyos miembros se contaban
Leonardo y Botticelli, decidió colocarlo en la célebre plaza de la Signoria en vez de en la Catedral;
allí se convirtió en símbolo político de la ciudad de Florencia.

MOISÉS DE MIGUEL ÁNGEL

Moisés está representado en posición sedente y con la cabeza barbuda dirigida hacia la izquierda,
coronada por los cuernos que lo identifican. Su brazo derecho se apoya sobre las tablas de la ley,
mientras que su mano acaricia su tupida barba. En su conjunto monumental remite a los propios
profetas de la bóveda de la Capilla Sixtina principalmente a Jeremías.

La obra fue realizada siguiendo la idea de escultura de este autor en un solo bloque de mármol
estructurado en un eje vertical sobre el que se mueve la figura en un forzado contrapposto.

La exagerada musculatura y torsión de la figura son la máxima expresión del manierismo maduro
de Miguel Ángel. Obra trabajada en todo su volumen adquiere todo su valor al ser vista de frente
dentro de una cavidad (unifacialidad). Realizada en varios periodos de la vida del artista es un
reflejo de su personalidad cambiante.

La mitología cristiana conformada dentro de los modelos de la estatuaria griega es el perfil


escultórico que se manifiesta durante el Renacimiento.

Moisés es una figura central tanto para el judaísmo como para el cristianismo y el Islam .La
estatua en concreto representa el Gran Patriarca judío que liberó a su pueblo de la esclavitud a la
que le tenían sometidos los egipcios, conduciéndoles hasta la tierra prometida. Miguel Ángel nos
lo muestra con las tablas de la ley que le ofreciera Dios en su retiro en el Monte Sinaí. En esas
tablas se encuentran los Diez Mandamientos básicos que deberá cumplir el pueblo hebreo.
Mirando fijamente hacia su pueblo que, aprovechando su ausencia, comenzó a adorar al becerro
de oro construido a semejanza de un ídolo egipcio, Moisés arrojó las tablas contra el ídolo
destruyéndose mutuamente. Moisés recibió las leyes y fueron adoptadas por el pueblo.

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