Está en la página 1de 3

LA PINTURA DEL RENACIMIENTO EN ESPAÑA: EL GRECO

Alcanzada la plenitud clasicista que inauguró el Renacimiento, se inicia una época caracterizada
por la diversidad, ya que se pierde el carácter unitario del primer Renacimiento. Los artistas
pugnarán por mostrar su maestría individual, su genio singular. Querrán diferenciarse
mostrándonos su propia “maniera” de hacer las cosas; de ahí que a esta época se la conozca como
“El Manierismo”. Cronológicamente esta etapa se prolonga durante lo que queda del siglo XVI.

La pintura española introduce el nuevo lenguaje renacentista a partir de los primeros años del
siglo XVI, y los artistas toman como modelo los estilos flamenco e italiano.

La figura más importante del siglo es El Greco (1541-1614), el más manierista de los pintores.
Doménico Theotocopoulos trabajó a finales del XVI y principios del XVII, nació en Candía
(Creta) y se formó en la influencia bizantina, que se manifiesta en el empleo de la maniera greca y
en el uso de personajes que manifiestan una belleza idealizada con un canon alargado y estilizado.
En Venecia recibió las influencias de grandes pintores como Veronés, Tintoretto y Tiziano,
adquiriendo el predominio del color. Una breve estancia en Roma le permite conocer la obra de
Miguel Ángel, del cual aprendió a tratar los desnudos. En 1577, el Greco se instala en Toledo.
Realiza algunas obras para el rey Felipe II, entre las que destacan El Martirio de San Mauricio y la
legión tebana. Esta composición no fue del agrado del rey, lo que imposibilitó que accediera al
selecto grupo de pintores del núcleo de El Escorial.

Posteriormente fija su residencia en Toledo donde dará a luz sus obras más importantes: La
Trinidad, El Expolio, El Entierro del Conde de Orgaz, Vistas de Toledo. Su obra pictórica se
caracteriza por figuras de canon alargado y con formas helicoidales parecidas a una llama. Su
tendencia a los colores fríos da lugar a unas composiciones muy personales, que vinculan
estructuras manieristas con la religiosidad contrarreformista en España de finales del siglo XVI y
comienzos del siglo XVII.

De este autor destacamos dos obras: El Caballero de la mano en el pecho y Martirio de San
Mauricio y de los diez mil mártires.

EL CABALLERO DE LA MANO EN EL PECHO

El caballero de la mano en el pecho es sin duda el retrato más popular y conocido del Greco. al no
ser costumbre realizar contratos para la realización de los retratos su datación es incierta.

el elemento más destacado de la composición es la luz que se centra en el rostro casi rodeado por
la gorguera blanca, la mano con los puños también blancos y el pomo de la espada. estos distintos
focos de luz consiguen que la figura emerja del fondo sobre el que está representado. su
cromatismo es muy reducido: gris para el fondo, negro en la indumentaria, blanco en los
accesorios, el rosa de las carnaciones y el oro de la espada.

Se trata de un retrato de medio cuerpo con la figura de frente y una expresividad melancólica que
transpira nobleza.La figura está perfectamente dibujada, casi de forma escultórica, mientras que
los elementos de accesorios, gorguera, puño y espada, la pincelada es más abierta y suelta. La
mano forma una diagonal que rompe la verticalidad del rostro y del puño de la espada.

Este retrato de un desconocido, vestido con sobriedad pero con elegancia castellana, ha tenido
diversas interpretaciones. desde identificar el personaje con el joven Greco, hasta interpretarlo
como modelo de caballero cristiano. el pintor ha sabido captar sus rasgos fisionómicos, así como
su posición social, su nobleza y sus ideales. su mirada altiva, así como sus delgados dedos, nos
acercan a un caballero alejado de los oficios mecánicos. la cadena de oro, casi imperceptible por la
posición de la mano, y la riqueza del pomo de la espada, no hace sino que demostrar su nobleza.
Por la postura de su mano derecha sobre el pecho izquierdo parece estar en actitud de prestar un
voto, lo que corrobora la inclusión de la espada desenvainada como signo de juramento en
defensa de la Palabra de Dios.

MARTIRIO DE SAN MAURICIO Y DE LOS DIEZ MIL MÁRTIRES

Después del fallecimiento del pintor Navarrete el mudo en 1579, Felipe II encarga al Greco uno de
los altares laterales dedicado al martirio de San Mauricio.

Como será habitual en su obra, El Greco divide la escena en dos mitades, la inferior con un grupo
de personajes conversando y una superior con la representación de la gloria con ángeles entre
nubes. Una gran diagonal separa ambas partes dinamizando la composición. Otro aspecto a
destacar en la manera manierista de llevar a un segundo plano a la escena principal del martirio
del santo y su legión tebana, hecho que no satisfizo a Felipe II por falta de decoro en la
representación. Destaca la primacía del color sobre el dibujo y la deformación manierista de las
figuras de cabeza pequeñas y piernas cortas en proporción con su amplio gusto. la gama de
colores amarillo, azul, verde y rojo son deudores de la pintura veneciana. La luz crea un claroscuro
que sirve para dotar a las figuras de primer término de mayor volumen. Frente al estatismo del
grupo principal destacan los escorzos forzados de Los Ángeles de la zona superior.

La Legión tebana, integrada sólo por cristianos procedentes de Egipto, según la carta que
Euquerio, obispo de Lyon, dirigió al obispo Salvio, recibió órdenes de partir hacia la Galia para
auxiliar al emperador Maximiliano. Aunque combatieron valientemente, rehusaron obedecer la
orden imperial de perseguir a los cristianos, por lo que fueron ejecutados. Sin embargo, aquí se
representa la versión de Santiago de la vorágine en su Leyenda Áurea, que narra la negativa a
realizar sacrificios a los dioses romanos. Al negarse, la Legión tebana que capitaneaba el santo fue
ejecutada, siendo martirizados sus miembros.

En la composición, El Greco mezcla personajes hagiográficos con personajes reales y


contemporáneos del pintor. Así como junto a la figura de San Mauricio, vestida con una coraza
azulada y barbado, contemplamos a San Exuperio con el estandarte rojo, y a su lado a Santiago el
Menor, quien convirtió a toda la Legión al cristianismo. Entre esos santos destacan dos personajes
relacionados con la monarquía española: el duque Emmanuel Filiberto de Saboya, vencedor de la
batalla de San Quintín, y Alejandro Farnesio, duque de Parma, que estaba luchando en los Países
Bajos contra los holandeses.

También podría gustarte