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TEMA 14.

PENSAMIENTO, CONDUCTA E INFLUENCIA SOCIAL

1.- SOCIALIZACIÓN
La socialización es el proceso que lleva a cabo la sociedad con respecto a los
individuos por el que se transmiten valores morales, normas de conducta,
aprendizajes... Comienza desde el mismo momento del nacimiento, es especialmente
intensa en la niñez y se prolonga durante toda la vida.

Gracias al proceso de socialización , el niño va adaptándose a la vida social


e interiorizando un conjunto de normas y valores que forjarán su futura
personalidad. Esto es, el carácter de cada persona viene determinado, en gran
parte, por la manera en que ha ido socializándose a lo largo de su vida, puesto que
este proceso no termina nunca.

Varias son las instancias socializadoras: la familia, la escuela, los


amigos, los medios de comunicación, las autoridades políticas, etc. De entre ellas,
las dos que en mayor medida marcarán la socialización del individuo son la
familia y la escuela.

2.- LAS ACTITUDES


2.1.- ¿Qué es una actitud?

Las actitudes son valoraciones subjetivas (favorables o desfavorables) hacia objetos,


personas o acontecimientos. Reflejan la forma en que nos sentimos respecto a algo (la pena
de muerte) o hacia alguien (los inmigrantes).

Las actitudes tienen gran influencia en la conducta humana.

2.2.- Características de las actitudes

Las características de las actitudes son las siguientes:

Persisten a lo largo del tiempo y de las situaciones, no cambian de un día para otro.

Influyen en nuestras decisiones acerca de lo que es bueno o malo, conveniente o


inconveniente, etc.

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Se expresan de forma positiva o negativa (por ejemplo, hacia la tauromaquia), influyen en
el comportamiento y aunque son variables inobservables se infieren a partir de sus
consecuencias.

Los psicólogos sociales consideran que las actitudes están integradas por tres
componentes:

El componente cognitivo se refiere a los pensamientos y creencias. Estas creencias son


positivas, negativas o neutras.

El componente afectivo incluye los sentimientos y emociones. Los sentimientos son


favorable o desfavorables.

El componente conductual se refiere tanto a las acciones que una persona realiza como a
la intención de conducta. El comportamiento puede ser de apoyo u hostil.

2.3.- La formación de actitudes

Las actitudes se aprenden durante toda la vida y se adquieren de varias maneras:

 Educación. Los valores y comportamientos de los padres influyen en los hijos.


 Experiencia personal. Se origina por el contacto directo con el objeto de actitud.
Un ejemplo es la persona que deja de beber después de sufrir un accidente
automovilístico causado por la embriaguez.
 Grupos. A menudo, las personas imitan las actitudes de los demás.
 Medios de comunicación. Muchas actitudes se basan en la influencia de la
televisión o de las redes sociales, que, mediante la persuasión publicitaria, cambian
creencias y actitudes.

2.4.- La medida de las actitudes

¿Cómo podemos conocer las actitudes de las personas ante ciertos hechos?

 La respuesta lógica a esta pregunta podría ser: preguntándoselo. De hecho, es


una forma que se utiliza, por ejemplo, en las encuestas de opinión, pero la
experiencia nos ha demostrado ya muchas veces que estas encuestas no son muy
fiables. En realidad, las personas suelen contestar lo que creen que el
entrevistador espera que conteste; además, la formulación de las preguntas
induce a contestar de una forma u otra.

 Otro sistema puede ser el falso polígrafo, una máquina que “se activa” cada
vez que el sujeto da una respuesta que se presupone es falsa.

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 Las escalas más utilizadas para la medición de actitudes son la de Likert (serie de
afirmaciones que el sujeto evalúa desde «estoy completamente en desacuerdo»
hasta «estoy completamente de acuerdo» ) y la de Osgood o de diferencial
semántico (pares de adjetivos de significado opuesto).

 La observación directa de la conducta. Podremos deducir, por ejemplo, la actitud


de una persona ante la religion por su asistencia a los actos de culto, si lleva a sus
hijos a la catequesis, si los matricula enc lase de religion, si colabora en una
institución religiosa… La dificultad, en este caso, estriba en la observación
exhaustiva de la conducta de un individuo (lo cual, claramente, violaría su derecho
a la intimidad) por lo que parece un método más indicado para grupos numerosos:
cuántas personas colaboran en una campana (por ejemplo, de donación de sangre),
qué porcentaje obedece las normas de circulación, cuántos asisten a una
manifestación

 Electromiografía facial. Ante un estímulo, se activan unos músculos de la cara u


otros según la reacción del individuo sea positiva o negativa.

2.6.- Factores que favorecen el cambio de actitud

Hemos dicho que una de las características de las actitudes es que son estables y
permanecen en el tiempo. Sin embargo, también es posible que cambien.

Festinger propuso la teoría de la disonancia cognitiva en 1957 que es la tensión o


incomodidad que percibimos cuando mantenemos dos ideas incompatibles o cuando existe
una contradicción entre lo que pensamos y lo que hacemos. Para reducir ese malestar
modificamos nuestra creencia o reinterpretamos la percepción de nuestra propia conducta.
Si alguien cree que hay que ahorrar y luego se gasta bastante dinero en un producto surge
la disonancia. Esta disonancia será mayor cuanto más innecesario e inútil sea el objeto
comprado. ¿Cómo se reduce la disonancia? Según Festinger se suele reducir la disonancia
cognitiva cambiando las percepciones para hacerlas compatibles con la conducta que
seguimos. Ejemplo: podríamos reducir la disonancia pensando que ha sido un día muy
duro y que el mes que viene ahorraremos más.
Por ejemplo, un alumno que copia en un examen y antes pensaba que copiar es malo. Para
reducir la disonancia cognitiva que este hecho produce, se reelabora la creencia (“alguna
vez, no es malo copiar”) o se reinterpreta la conducta (“no era un verdadero examen, solo
un ejercicio de clase”).
¿Cómo se persuade a los demás de la conveniencia de cambiar sus conductas?
Aronson menciona tres factores:

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. La fuente del mensaje:
Las personas de mayor credibilidad son:
- Las más parecidas a los receptores.
- Las que no tiene intereses personales en los mensajes que transmiten. Ej. Es
menos probable que cambiemos de actitud acerca de los esfuerzos
contaminantes de la industria petrolera si quien nos habla es el presidente de
una importante refinería que si escuchamos la misma información de una
comisión imparcial formada para estudiar la situación.
- Las que han demostrado seriedad y coherencia.
- Las que son consideradas expertas en la materia.
- Las que poseen mayor atractivo físico por lo que se llama efecto del halo. Si
conocemos una característica de una persona, presuponemos que tiene también
otras cualidades. Por ej., si juzgamos que una persona es guapa es muy probable
que la consideremos también inicialmente inteligente y agradable.
La forma del mensaje: ha de ser claro y apelar moderadamente a la sensibilidad.
Los receptores del mensaje han de sentirse tratados como personas capaces de pensar por
sí mismas, debe suscitarse en ellos un compromiso real (aunque sea mínimo) con la causa,
convirtiéndolos así en apóstoles de ella, porque una persona que duda se convence a sí
misma cuando intenta convencer a otro.

3.- LA INFLUENCIA SOCIAL


3.1.- La conformidad. Influencia de la mayoría

La vida social se regula por unas normas o reglas sociales que indican cómo hay que
comportarse en diferentes situaciones. A veces recibimos presiones de personas o grupos
para que nuestras actitudes y comportamientos se acomoden a modelos sugeridos o
impuestos.

En otras ocasiones, nos adaptamos a una norma para no recibir la desaprobación de los
demás.

La conformidad consiste en un cambio de los pensamientos, conductas o actitudes por


la presión real o imaginaria de un grupo. El individuo actúa de manera diferente en
grupo que cuando está solo.

En 1951, el psicólogo Solomon Asch investigó el conformismo, por el cual una persona
acepta el juicio defendido por la mayoría. Asch realizó un experimento con un grupo de
siete estudiantes (seis cómplices del experimentador y un «sujeto ingenuo»). Su tarea era
sencilla y consistía en decidir cuál de las líneas era semejante a una línea patrón. En las dos
primeras comparaciones y en otras distribuidas a lo largo del experimento, los cómplices
respondieron correctamente, pero en la mayor parte de las ocasiones lo hicieron de forma
incorrecta y señalaron una línea errónea.

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En esa situación el sujeto ingenuo se encuentra ante un conflicto: responder según sus
creencias o aceptar a una mayoría equivocada. ¿De quién se fía, de sus sentidos o de sus
compañeros?

Al final, el 33 % de los sujetos que participaron en el experimento se conformaron con la


opinión de la mayoría. Lo hicieron por diferentes razones: unos por temor a ser rechazados
por el grupo y otros por miedo al aislamiento social.

El experimento demuestra que la presión social indujo a muchos de los voluntarios a


plegarse a las informaciones erróneas del grupo.

¿Qué factores influyen en la conformidad?

 El tamaño del grupo. No es igual oponerse a un grupo pequeño que a un grupo


grande.
 La falta de unanimidad en el grupo es muy eficaz para reducir la conformidad. Es
decir, si en el experimento anterior se hace una pequeña modificación de forma que
los cómplices no contesten unánimemente la respuesta falsa C sino que uno de ellos
conteste A (respuesta también falsa pero distinta a la mayoritaria), el sujeto se
siente reforzado en su propia opinión y contesta correctamente. En este caso, lo
decisivo no es que alguien comparta tu misma opinión, sino que alguien antes que
tú haya tenido el valor de enfrentarse a la mayoría.
 La respuesta en público o en privado. Si el sujeto dice la respuesta en privado y no
en un grupo, la conformidad disminuye.
 El grado de atracción que tiene el grupo para el individuo. Los sujetos se someten
a la opinión del grupo para obtener una recompensa (aceptación) o evitar el ridículo
y el rechazo.

Asch creía que, ante una tarea fácil, los jóvenes no claudicarían ante la presión grupal.
Sin embargo, un tercio se amoldó a la mayoría.

Hoy en día se dice que padecemos el síndrome Solomon cuando tomamos decisiones o
adoptamos comportamientos para evitar sobresalir o destacar en un grupo social.
Ahora bien, si una persona es conformista ante una mínima presión, ¿qué hará cuando
sea coaccionada de forma directa?

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3.2.- Obediencia a la autoridad
La obediencia a la autoridad consiste en seguir la voluntad de otra persona o
institución, y así no nos consideramos responsables de nuestros actos.

En 1961, el psicólogo Stanley Milgram dirigió en la Universidad de Yale una serie de


experimentos que demostraron aspectos sorprendentes sobre la obediencia humana, por
ejemplo, que no se requiere una personalidad perturbada para causar daño a otras personas.

La idea del experimento le fue sugerida a Milgram por las noticias sobre el juicio en Israel a
Adolf Eichmann, famoso asesino bajo el régimen nazi. ¿Por qué una persona normal, que ni
siquiera tenía prejuicios antisemitas, colaboró en la matanza? Eichmann explicó su conducta
alegando que se limitó a obedecer órdenes. Milgram se preguntó entonces hasta qué punto las
órdenes, si proceden de una autoridad reconocida por el sujeto, tienen fuerza suficiente para
provocar cualquier acción.

En el experimento de Milgram participaron personas de diversas edad y condición social, a


quienes se informó de que el objetivo del estudio era la influencia del castigo sobre el
aprendizaje. Este requería de tres personas, el director del estudio, el alumno y el profesor.
A uno se le asignaba el papel de «profesor» (sujeto ingenuo) y a otro el de «alumno»
(cómplice del investigador).

El experimento consistía en persuadir a un voluntario para que hiciera de “maestro” de los


aprendizajes de un “alumno” (el cómplice). Si el «alumno» cometía errores (lo que hacía de
vez en cuando por orden del experimentador), el profesor le aplicaba descargas eléctricas
cada vez más intensas (desde 15 voltios hasta 450 voltios). Naturalmente, la víctima era
un actor que simulaba dolor y gritaba a medida que el «profesor» elevaba el voltaje de las
descargas.

Los resultados del experimento son terrroríficos: aunque todos los participantes mostraban
una cierta resistencia a seguir administrando descargas cuando aparecían las primeras
señales de sufrimiento, esta resistencia era fácilmente vencida en la mayoría de los casos si
el experimentador daba instrucciones imperativas (“debe usted continuar con el
experimento”). El 65 % (26 de 40 participantes en el experimento) mostró una obediencia
total y continuó hasta los 450 voltios. Los sujetos no eran sádicos, sino que actuaban
condicionados por la situación.

Los experimentos de S. Milgram muestran que la bondad o maldad de los actos de una
persona dependen más de la situación que de su personalidad. Existe un paralelismo entre
la conducta de estos sujetos y quienes, en tiempos de guerra o de paz, son capaces de
obedecer órdenes irracionales y asesinar a personas desarmadas.

¿Qué factores influyen en la obediencia a la autoridad?

. La cercanía de la víctima, el experimentador y el «ejecutor de las descargas». La


obediencia era menor si el experimentador no estaba físicamente presente, sino que daba

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las órdenes por teléfono; también disminuía si el administrador y el receptor de las
descargas compartían la misma habitación.

. Si existe o no un modelo desobediente.

A pesar de su inmoralidad el experimento tiene una parte positiva: nos permite tomar
conciencia de las presiones sociales a las que todos estamos sometidos y en la posibilidad
real de convertirnos en lo que no queremos ser, bajo la fuerza de esas presiones: solo si
somos conscientes del peligro podremos enfrentarnos a él ejercitando la resistencia y
fortaleciendo la individualidad.

3.3.- Desindividuación
Aparentemente opuesta a la sumisión a la autoridad estudiada por Milgram, la
desindividuación es la otra cara del mismo fenómeno: la anulación de la personalidad bajo
imperativos grupales. En este caso, no aparece necesariamente una autoridad definida que
ejerce un liderazgo: se trata normalmente de grupos de iguales más o menos numerosos en
que las responsabilidades se diluyen fácilmente. Así, una persona que no haría daño a otra
a solas, es capaz de los actos más atroces en un grupo. Este es, por ejemplo, el fenómeno
que explica los estallidos de violencia en los estadios.

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