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1.- SOCIALIZACIÓN
La socialización es el proceso que lleva a cabo la sociedad con respecto a los
individuos por el que se transmiten valores morales, normas de conducta,
aprendizajes... Comienza desde el mismo momento del nacimiento, es especialmente
intensa en la niñez y se prolonga durante toda la vida.
Persisten a lo largo del tiempo y de las situaciones, no cambian de un día para otro.
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Se expresan de forma positiva o negativa (por ejemplo, hacia la tauromaquia), influyen en
el comportamiento y aunque son variables inobservables se infieren a partir de sus
consecuencias.
Los psicólogos sociales consideran que las actitudes están integradas por tres
componentes:
El componente conductual se refiere tanto a las acciones que una persona realiza como a
la intención de conducta. El comportamiento puede ser de apoyo u hostil.
¿Cómo podemos conocer las actitudes de las personas ante ciertos hechos?
Otro sistema puede ser el falso polígrafo, una máquina que “se activa” cada
vez que el sujeto da una respuesta que se presupone es falsa.
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Las escalas más utilizadas para la medición de actitudes son la de Likert (serie de
afirmaciones que el sujeto evalúa desde «estoy completamente en desacuerdo»
hasta «estoy completamente de acuerdo» ) y la de Osgood o de diferencial
semántico (pares de adjetivos de significado opuesto).
Hemos dicho que una de las características de las actitudes es que son estables y
permanecen en el tiempo. Sin embargo, también es posible que cambien.
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. La fuente del mensaje:
Las personas de mayor credibilidad son:
- Las más parecidas a los receptores.
- Las que no tiene intereses personales en los mensajes que transmiten. Ej. Es
menos probable que cambiemos de actitud acerca de los esfuerzos
contaminantes de la industria petrolera si quien nos habla es el presidente de
una importante refinería que si escuchamos la misma información de una
comisión imparcial formada para estudiar la situación.
- Las que han demostrado seriedad y coherencia.
- Las que son consideradas expertas en la materia.
- Las que poseen mayor atractivo físico por lo que se llama efecto del halo. Si
conocemos una característica de una persona, presuponemos que tiene también
otras cualidades. Por ej., si juzgamos que una persona es guapa es muy probable
que la consideremos también inicialmente inteligente y agradable.
La forma del mensaje: ha de ser claro y apelar moderadamente a la sensibilidad.
Los receptores del mensaje han de sentirse tratados como personas capaces de pensar por
sí mismas, debe suscitarse en ellos un compromiso real (aunque sea mínimo) con la causa,
convirtiéndolos así en apóstoles de ella, porque una persona que duda se convence a sí
misma cuando intenta convencer a otro.
La vida social se regula por unas normas o reglas sociales que indican cómo hay que
comportarse en diferentes situaciones. A veces recibimos presiones de personas o grupos
para que nuestras actitudes y comportamientos se acomoden a modelos sugeridos o
impuestos.
En otras ocasiones, nos adaptamos a una norma para no recibir la desaprobación de los
demás.
En 1951, el psicólogo Solomon Asch investigó el conformismo, por el cual una persona
acepta el juicio defendido por la mayoría. Asch realizó un experimento con un grupo de
siete estudiantes (seis cómplices del experimentador y un «sujeto ingenuo»). Su tarea era
sencilla y consistía en decidir cuál de las líneas era semejante a una línea patrón. En las dos
primeras comparaciones y en otras distribuidas a lo largo del experimento, los cómplices
respondieron correctamente, pero en la mayor parte de las ocasiones lo hicieron de forma
incorrecta y señalaron una línea errónea.
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En esa situación el sujeto ingenuo se encuentra ante un conflicto: responder según sus
creencias o aceptar a una mayoría equivocada. ¿De quién se fía, de sus sentidos o de sus
compañeros?
Asch creía que, ante una tarea fácil, los jóvenes no claudicarían ante la presión grupal.
Sin embargo, un tercio se amoldó a la mayoría.
Hoy en día se dice que padecemos el síndrome Solomon cuando tomamos decisiones o
adoptamos comportamientos para evitar sobresalir o destacar en un grupo social.
Ahora bien, si una persona es conformista ante una mínima presión, ¿qué hará cuando
sea coaccionada de forma directa?
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3.2.- Obediencia a la autoridad
La obediencia a la autoridad consiste en seguir la voluntad de otra persona o
institución, y así no nos consideramos responsables de nuestros actos.
La idea del experimento le fue sugerida a Milgram por las noticias sobre el juicio en Israel a
Adolf Eichmann, famoso asesino bajo el régimen nazi. ¿Por qué una persona normal, que ni
siquiera tenía prejuicios antisemitas, colaboró en la matanza? Eichmann explicó su conducta
alegando que se limitó a obedecer órdenes. Milgram se preguntó entonces hasta qué punto las
órdenes, si proceden de una autoridad reconocida por el sujeto, tienen fuerza suficiente para
provocar cualquier acción.
Los resultados del experimento son terrroríficos: aunque todos los participantes mostraban
una cierta resistencia a seguir administrando descargas cuando aparecían las primeras
señales de sufrimiento, esta resistencia era fácilmente vencida en la mayoría de los casos si
el experimentador daba instrucciones imperativas (“debe usted continuar con el
experimento”). El 65 % (26 de 40 participantes en el experimento) mostró una obediencia
total y continuó hasta los 450 voltios. Los sujetos no eran sádicos, sino que actuaban
condicionados por la situación.
Los experimentos de S. Milgram muestran que la bondad o maldad de los actos de una
persona dependen más de la situación que de su personalidad. Existe un paralelismo entre
la conducta de estos sujetos y quienes, en tiempos de guerra o de paz, son capaces de
obedecer órdenes irracionales y asesinar a personas desarmadas.
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las órdenes por teléfono; también disminuía si el administrador y el receptor de las
descargas compartían la misma habitación.
A pesar de su inmoralidad el experimento tiene una parte positiva: nos permite tomar
conciencia de las presiones sociales a las que todos estamos sometidos y en la posibilidad
real de convertirnos en lo que no queremos ser, bajo la fuerza de esas presiones: solo si
somos conscientes del peligro podremos enfrentarnos a él ejercitando la resistencia y
fortaleciendo la individualidad.
3.3.- Desindividuación
Aparentemente opuesta a la sumisión a la autoridad estudiada por Milgram, la
desindividuación es la otra cara del mismo fenómeno: la anulación de la personalidad bajo
imperativos grupales. En este caso, no aparece necesariamente una autoridad definida que
ejerce un liderazgo: se trata normalmente de grupos de iguales más o menos numerosos en
que las responsabilidades se diluyen fácilmente. Así, una persona que no haría daño a otra
a solas, es capaz de los actos más atroces en un grupo. Este es, por ejemplo, el fenómeno
que explica los estallidos de violencia en los estadios.