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La agresión es una capacidad y una tendencia que todos los seres humanos poseemos. El
que la manifestemos en mayor o en menor medida depende de múltiples factores.
La psicología social entiende la agresión como un problema social que se produce en la
interacción entre individuos y entre grupos. Se da en múltiples formas y contextos: bullying,
mobbing, maltrato doméstico, bandas violentas, terrorismo, agresión institucional,
ostracismo, pero también calumnias, “zancadillas”, negación de ayuda…
El comportamiento agresivo es un aspecto del ser humano normal, que existe porque tuvo
un valor adaptativo para la supervivencia. Probablemente este campo de estudio sea el que
más ha contribuido a popularizar la psicología social. Los estudios más conocidos de esta
disciplina son: el de Milgram, sobre la obediencia ciega a la autoridad (Tema 7), el de
Sherif sobre conflicto intergrupal en unos campamentos de verano (Tema 13), y el de
Zimbardo sobre simulación de una prisión en la Universidad de Stanford (lecturas
recomendadas).
Obtener medidas de comportamientos agresivos plantea muchos problemas a los
investigadores, normalmente de tipo ético: no es aceptable crear situaciones experimentales
en las que se dé a los participantes la oportunidad de infligir un daño real a otra persona.
Por eso, se crean simulacros que permiten estudiar dicho comportamiento de forma inocua,
y después se comparan los resultados con otros obtenidos a partir de la observación de
situaciones reales. Pero también el estudio de la agresión en contextos naturales plantea
problemas, porque muchos actos de agresión son difíciles de encontrar en la vida cotidiana.
Partiendo de estas limitaciones, los estudios de agresión se basan, fundamentalmente,
en la observación de la conducta, ya sea en el laboratorio o en ambientes naturales en la
recogida de informes sobre pensamientos, sentimientos y conductas agresivas (de los
propios implicados o de personas que los conocen) y en el empleo de registros oficiales,
como estadísticas y datos de archivo.
Los niños de todas las culturas dan muestras de comportamiento agresivo desde poco
después de nacer, tanto como reacción a alguna provocación como para conseguir algún
objetivo deseado. De hecho, el período de mayor incidencia de la agresión física es el
comprendido entre 1 y 3 años de edad (Tremblay et al., 2004). Después, por lo general, ese
tipo de agresión va disminuyendo y, en su lugar, se produce un aumento de la agresión
verbal e indirecta, especialmente en las niñas (Loeber y Hay, 1997) y, por supuesto también
van desarrollándose estrategias no agresivas para resolver los conflictos. Como ocurría en
el caso de la conducta de ayuda, esa evolución se explica por factores culturales,
madurativos y de aprendizaje social.
Durante el proceso de socialización el individuo aprende e interioriza las normas y valores
morales propios de la sociedad en la que vive. Esas normas y valores indican lo que debe y
lo que no se debe hacer en la interacción con los demás y, al interiorizarse, forman parte del
propio sistema de valores de la persona, que guía su comportamiento mediante un
mecanismo de autocontrol o autorregulación. Ese mecanismo evitaría la realización de
acciones que atenten contra esos valores interiorizados, anticipando las consecuencias
negativas que tendrían para nosotros (sentimientos de culpa, vergüenza) y para los demás
(Bandura, Barbaranelli, Caprara y Pastorelli, 1996).
La importancia del desarrollo cognitivo se hace evidente, por ejemplo, en el hecho de que
los niños muy pequeños son incapaces de diferenciar ataques de otros según los motivos o
intenciones del agresor y, por tanto, reaccionan vengándose indiscriminadamente ante
cualquier ataque. A medida que van madurando, adquieren la capacidad de ajustar su
venganza a atribuciones cognitivas respecto a la naturaleza y la intención del ataque (Geen,
2001).
En cuanto al aprendizaje social, este se produce a través de los modelos familiares, de los
compañeros de edad y, de forma muy importante, de los modelos que se transmiten a
través de los medios de comunicación y entretenimiento (Bushman y Huesmann, 2006).
Gracias a ellos, los niños aprenden cómo y cuándo agredir y cuándo no hacerlo.
Aunque el patrón normal muestra un descenso en la incidencia de comportamiento agresivo
a partir de los 3-4 años, existen diferencias individuales que dependen de factores
personales (cognitivos y emocionales) y también de factores ambientales, como veremos en
este capítulo.
Berkowitz -> agredimos porque un estímulo externo nos hace sentirnos mal y eso despierta
nuestra tendencia a acabar con él.
Bandura -> agredimos porque hemos aprendido que, haciéndolo, podemos conseguir lo
que hemos propuesto.
El modelo General de Agresión tiene la ventaja de ser aplicable a cualquier tipo de
conducta agresiva.
El modelo general de agresión (Anderson y Bushman, 2002) -> constituye la
integración de las aportaciones de otros modelos, y pretende tener en cuenta factores
biológicos, ambientales, psicológicos y sociales para explicar cómo aparece un acto
agresivo en una situación concreta y, también, cómo se desarrolla ese tipo de
comportamiento a lo largo del tiempo.
De acuerdo con este modelo, el punto de partida de una interacción agresiva reside en
características personales del actor (p. e., su grado de irascibilidad) y en estímulos
externos (como una provocación por parte de otro), que coinciden en una determinada
situación y evocan en esa persona un conjunto de procesos internos interrelacionados
(cogniciones, emociones y síntomas de activación). Por ejemplo, alguien irascible
necesitará una mínima provocación por parte de un extraño para entrar en un estado de
cólera. Este estado interno, a su vez, da lugar a una evaluación rápida y automática de la
situación. Si el actor carece de tiempo, capacidad y/o motivación, actuará de forma
impulsiva a partir de esa evaluación automática, con agresión o sin ella según sea el
resultado de dicha evaluación. En caso contrario, tendrá lugar una fase de reevaluación
más controlada y elaborada, en la que intervienen el razonamiento y los juicios morales.
Dependiendo de esa reevaluación la respuesta será:
- agresiva (“lo ha hecho a propósito, así que me voy a vengar”);
- no agresiva (“no tenía intención de perjudicarme, así que vamos a intentar
calmarnos un poco”);
● Además, esa acción puede ser fría y calculada o bien contener una fuerte
carga emocional.
Más allá de un episodio concreto, el modelo también contempla el desarrollo del
comportamiento agresivo a lo largo del tiempo. Cada episodio agresivo es un ensayo de
aprendizaje social en el que los esquemas se refuerzan y terminan automatizando. Cuanto
más a menudo realice actos agresivos sin consecuencias negativas, más abajo su umbral
para elegir ese tipo de actos y más rápidamente se activan sus cogniciones relacionadas
con la agresión.
El modelo general de Agresión tiene también una importante proyección aplicada para el
diseño de programas de intervención destinados a prevenir la violencia.
El comportamiento agresivo tiene que explicarse apelando a varios factores -> factores
detonantes de la agresión en un momento determinado, que interactúan con otros factores
que predisponen a las personas a comportarse agresivamente. Nos ocuparemos de las
causas inmediatas de las conductas agresivas, de los factores desencadenantes o
instigadores y los factores de riesgo.
Factores de la situación
La mayoría de los factores situacionales tienen una naturaleza social, la instigación procede
de otra persona o grupo, pero hay algunos no sociales, como la presencia de claves
agresivas o estresores ambientales.
Instigadores sociales
Una estrategia muy utilizada es el juego de la “ciberbola” (Williams, Cheung y Choi, 2000),
una versión “online”, de un juego que consiste en lanzarse una pelota entre los
participantes. La manipulación experimental reside en que, en la condición de exclusión, el
sujeto ve cómo los demás participantes (ficticios) dejan de pasarle la bola y siguen jugando
entre ellos. Empleando este paradigma, numerosos estudios han encontrado que los
participantes que son excluidos del juego por otros experimentan una fuerte emoción de ira,
incluso cuando la exclusión sólo dura unos pocos minutos, o los que les excluyen
pertenecen a un grupo que no les gusta, o saben que el rechazo ha sido diseñado
aleatoriamente por un programa de ordenador (Williams, 2007).
Twenge, Baumeister, Tice y Stucke (2001) idearon el paradigma de la “vida solidaria”, en el
que se da a los participantes información sobre cómo van a ser sus relaciones sociales en
el futuro, información supuestamente basada en sus puntuaciones en un test de
personalidad. En la condición de exclusión, al participante se le dice que lo más probable es
que acabe estando solo la mayor parte de su vida (por supuesto al final de la sesión
experimental, a los participantes se les explica muy claramente que todo lo que les ha dicho
sobre su futuro ha sido inventado, y que no hay nada en sus puntuaciones del test de
personalidad que permita llegar a esa conclusión). Twenge y sus colegas encontraron que
los participantes de la condición de exclusión mostraban un comportamiento
significativamente más agresivo hacia alguien que les había insultado que los de las otras
condiciones experimentales. En el trabajo de Fernández Arregui (2019) citado en el listado
de Referencias Bibliográficas, al final del capítulo, puede encontrarse una descripción más
detallada de éste y otros paradigmas diseñados para el estudio de la exclusión social en el
laboratorio.
Las personas y los grupos se basan en varios criterios para decidir que sus
aspiraciones son razonables:
- Las normas sociales que especifican lo que cualquiera debería conseguir en esas
circunstancias.
- La propia experiencia en circunstancias similares del pasado.
- Los resultados obtenidos por otros que se consideran comparables a uno mismo o al
propio grupo.
- Lo que otros dicen que uno, o el propio grupo merece.
Un ejemplo extremo de lo que puede ocurrir cuando se desencadena un conflicto por este
motivo, es el famoso Motín de la prisión de Attica. Los reclusos pidieron que cesaran los
duros castigos y mejorase la vida en la prisión. Las autoridades se comprometieron a ello,
pero las mejoras no sucedieron.
La frustración asociada con la privación relativa es una fuente de energía que aumenta
la probabilidad y la intensidad de los esfuerzos para luchar contra dicha privación, y, si la
causa se atribuye a una persona o a un grupo, esa energía suele transformarse en ira, que
impulsa hacia una respuesta agresiva. Pero si la situación de privación continúa puede
llegarse a un estado de desesperanza que hará descender las aspiraciones y reducirá el
conflicto sin haberse resuelto el problema.
INSTIGADORES NO SOCIALES
Las claves agresivas son objetos o imágenes que están presentes en la situación y que
activan en nuestra memoria pensamientos o emociones relacionados con la agresión. El
proceso que interviene es el priming.
Una de las claves más estudiadas por los psicólogos sociales es la presencia de armas.
Experimento de Berkowitz y LePage (1967) -> demostraron que los participantes a los que
previamente se les había provocado, actuaban de forma más agresiva contra el provocador
cuando había un arma en la sala que cuando había un objeto neutro o no había ninguno.
Estudios posteriores han confirmado este efecto. Otros resultados sobre las claves
agresivas:
- Cualquier estímulo que la persona relacione con la agresión (no sólo armas, por
ejemplo las películas violentas) puede aumentar la saliencia de pensamientos
agresivos con su mera presencia en la situación (Anderson, 1997).
- No es necesario que la persona sea consciente de esa presencia para que el
efecto del priming se produzca (demostrado incluso presentando los estímulos de
forma subliminal), lo que indica que las claves agresivas funcionan de forma
automática.
- Sí que es fundamental para que un determinado estímulo active cogniciones
agresivas en la persona que esta lo asocie con la agresión. El significado agresivo
se lo asigna la persona a partir de su experiencia previa, no es una propiedad
inherente al estímulo (estudio de cazadores, no cazadores y armas: cazadores -> las
armas de caza no tienen connotaciones agresivas; no cazadores -> mismo priming
un arma de caza que un revólver.
La implicación de estos estudios es que la exposición repetida a claves relacionadas con
la agresión (a través de los medios o de los videojuegos…), a fuerza de activar
pensamientos, emociones y opciones de respuesta agresivas, termina por hacerlos
crónicamente accesibles, lo que probablemente contribuye a una mayor tendencia a
comportarse agresivamente, ya sea como reacción ante una provocación o como medio
para conseguir algo.
En cuanto a la investigación sobre los ESTRESORES AMBIENTALES, se ha centrado
fundamentalmente en el efecto del calor, aunque también se ha analizado el impacto de
otros factores aversivos, como el hacinamiento o el ruido. Todos estos factores
ambientales se relacionan con la agresión a través del aumento de la activación
fisiológica (arousal) y el estado afectivo negativo que provocan, y parecen afectar más
a la conducta agresiva hostil que a la puramente instrumental.
1. Relación entre calor y agresión -> es una de las más confirmadas. Los resultados
de estudios coinciden en indicar que las altas temperaturas se asocian con niveles
mayores de agresión y violencia (Anderson, 2001). Esta relación se conoce como
“hipótesis del calor”. No obstante, existe cierta controversia sobre si, en
determinadas condiciones, la relación entre calor y agresión deja de ser positiva, es
decir, a partir de cierta temperatura, la agresión no aumentaría, sino que disminuiría.
La explicación vendría dada por el modelo de escape del afecto negativo: cuando
el estado afectivo alcanza un determinado nivel de asertividad, lo que provoca no es
agresión sino huida (Baron, 1972). La relación probablemente depende de diversos
factores, como el tipo de agresión o el contexto. El efecto del calor sobre el
comportamiento agresivo parece producirse por dos vías: 1) directa: aumentando
la irritabilidad y los sentimientos de hostilidad; 2) indirecta: activando pensamientos
agresivos.
2. Hacinamiento -> experiencia psicológica desagradable provocada por la
percepción que tiene la persona de que hay demasiada gente en el espacio en
que se encuentra: una sensación subjetiva, que no debe confundirse con la
densidad objetiva (número de personas en un espacio concreto), ya que solo el
hacinamiento se ha relacionado con la agresión en diferentes contextos, como
bares, cárceles y vecindarios.
3. El ruido fuerte -> también potencia la conducta agresiva. Pero es el ruido en sí el
que instiga reacciones agresivas, sino el hecho de que sea un fenómeno aversivo
incontrolable, como lo demuestran los resultados del estudio de Geen y McCown
(1984): los participantes se comportaban mucho menos agresivamente cuando
percibían que podían controlar el ruido.
Agresión: es una tendencia natural, solo que aprendemos cómo y cuándo inhibirla. Pero,
incluso aunque se haya aprendido, factores situacionales obstaculizan esa inhibición ->
como el consumo de alcohol y el anonimato.
1. Consumo del alcohol: revisiones meta-analíticas -> el consumo excesivo de
alcohol aumenta la agresión, pero la relación no es directa. No se trata de un factor
instigador, sino que su influencia se produce en combinación con otros factores
instigadores (que haya sido provocada, que la situación tenga claves agresivas…).
En ausencia de factores instigadores, el efecto es prácticamente nulo.
2. Anonimato: se incita a la agresión si el agresor piensa que es poco probable que
otros le identifiquen y le hagan responsable de sus actos agresivos. Experimento de
Zimbardo -> distribuyó aleatoriamente a sus participantes (estudiantes
universitarias) entre dos condiciones participantes: la mitad vestidas ocultando su
identidad, y la otra mitad con rótulos grandes con su nombre escrito. Las
participantes tenían que decidir cuánto debían durar las descargas eléctricas que se
iban a administrar a una chica que era entrevistada (supuestamente como parte de
un estudio). Resultado: el grupo “anonimato” decidió dar descargas durante más
tiempo que el de la condición en el que las participantes eran perfectamente
identificables, sobre todo (aunque no sólo) si la cómplice se había comportado mal
durante la entrevista.
El anonimato es una estrategia utilizada por los criminales, llevar máscaras para
ocultar su identidad, mezclarse en un grupo grande, presentarse con una identidad
falsa (por ejemplo, en comunicaciones a través de internet)... Incluso cuando no se
busca deliberadamente (como ocultarse dentro de un coche).
Las personas no somos meros reactores a los estímulos, sino que respondemos a ellos de
forma distinta en función de una serie de procesos cognitivos, emocionales y
motivacionales.
FACTORES EMOCIONALES
Estado afectivo negativo -> Berkowitz sostiene que la relación entre un suceso aversivo y
la conducta agresiva no es directa, sino que se produce a través de la experiencia
emocional negativa que ese suceso provoca. Si ese estado negativo se asocia con
reacciones, pensamientos y emociones relacionadas con la agresión, será más probable
una respuesta agresiva. Sin embargo, el estado emocional negativo no es condición ni
necesaria ni suficiente para la agresión (el modelo neoasociacionista se refería sobre todo
a la agresión hostil, no tanto a la instrumental).
La emoción que más se ha asociado con la agresión es la ira, como causa directa de la
agresión. Anderson y Bushman (2002) distinguen varias formas en que esta emoción
puede causar agresión:
- La ira preactiva (mediante priming) pensamientos, esquemas de situaciones y
reacciones motoras expresivas asociadas con la agresión, que se utilizan para
interpretar la situación.
- La ira aumenta el nivel de activación del organismo, aportando energía a la
conducta que sea dominante en ese momento. La conducta agresiva resultará
fortalecida por esa energía aportada.
- Sirve como clave informativa que puede ayudar a interpretar situaciones
ambiguas, siempre en un sentido hostil. Este proceso es diferente de la
preactivación, puesto que es en la propia experiencia emocional (y no en los
procesos asociados a ella) en la que se basa la interpretación.
- Hace que la persona que la siente preste especial atención a los estímulos o
sucesos que la han provocado, y que los procese de forma más profunda. Eso
facilitará que los recuerde mejor después y reviva el estado en el que se encontraba
durante el episodio original y, de esa manera, sus intenciones agresivas se
mantendrán durante más tiempo.
- Interfiere en la inhibición de la agresión, y lo hace de dos formas: 1)al activar un
guión (esquema) relacionado con la agresión, puede justificar acciones agresivas
como la venganza, que forman parte de las opciones de conducta incluidas en ese
guión; 2) puede interferir en el procesamiento cognitivo elaborado que interviene en
la reevaluación de la situación (como se señala desde el modelo general de
agresión).
Pero la ira puede promover el comportamiento agresivo incluso cuando no se siente
realmente, sino que se interfiere. Esto es lo que encontró Zillmann en varios estudios en los
que los participantes etiquetaban erróneamente como ira la activación que les había
provocado una fuente neutra, es decir, irrelevante para la agresión. En realidad, el proceso
es algo más complejo. Zillmann lo llamó transferencia de la excitación -> cuando dos
episodios que provocan activación (excitación) en una persona se producen cerca uno del
otro en el tiempo, la activación procedente del primero se suma a la del segundo y puede
ser atribuida erróneamente a este último. Esa atribución errónea sólo se producirá si la
persona no es consciente (o se ha olvidado) de cuál es la fuente real de la activación
neutra, porque si tiene claro el origen de esa activación no lo atribuirá al episodio aversivo
(frustrante, provocador, o de otro tipo). Una vez transferida la activación y etiquetada la
emoción resultante como ira, el individuo seguirá dispuesto a agredir mientras la etiqueta
persista (mientras siga pensando que está enfadado, aunque la excitación se haya
disipado).
El modelo desarrollado por Zillmann para explicar este proceso pone de relieve el efecto
combinado de la activación fisiológica y su evaluación cognitiva en la experiencia
emocional de ira. Y ese efecto puede darse en dos sentidos -> del mismo modo que
etiquetar la excitación provocada por un estímulo neutro como ira puede intensificar las
tendencias de respuesta agresiva, la atribución de la activación provocada por un estímulo
aversivo como debida a otra causa (por ejemplo, al efecto de una pastilla) hará que la
persona se perciba como menos enojada y reaccione menos agresivamente que si no
hiciera esa atribución (Younger y Doob, 1978).
FACTORES COGNITIVOS
Factores de riesgo
Factores que ejercen un efecto más a largo plazo sobre el comportamiento agresivo, al
influir en lo que las personas aprenden, en sus creencias y en su forma de interpretar la
realidad. Cobra especial protagonismo el proceso de aprendizaje social. Factores ->
ambiente familiar, amistades, cultura, medios de comunicación, personales.
El ambiente familiar
Numerosos estudios longitudinales han encontrado una clara relación entre el clima
de agresión y violencia existente en la familia durante la infancia y las creencias y
conductas agresivas que los individuos muestran en etapas posteriores de su vida. Hay
varios factores que explican esa relación. Los padres ejercen el papel de modelos de
conducta, y el niño aprende observándolos. Y no sólo adquiere pautas de comportamiento
que incorpora a su propio repertorio, sino también guiones de situaciones que presencia
habitualmente y que, por tanto, acaban afianzándose y resultando muy accesibles en su
mente. Por otra parte, las relaciones agresivas dentro de la familia suelen ir acompañadas
de otras prácticas en relación con la crianza de los hijos, como rechazo y frialdad en el trato
y empleo de fuertes castigos físicos. Ya hemos visto en un apartado anterior que la
experiencia de rechazo es uno de los factores instigadores de agresión y que tiene un
efecto duradero. En cuanto al castigo físico fuerte, se asocia también como un aumento
de la agresión posterior, porque el niño aprende a considerarlo como una forma normal y
aceptable de resolver los conflictos.
Las amistades
Las relaciones con los compañeros de edad constituyen otra poderosa influencia sobre la
agresión. Los niños cuyo comportamiento está dominado por la agresión son rechazados
por sus compañeros, lo cual genera un aumento de la conducta agresiva que, a su vez,
provoca más rechazo. Al sentirse marginados por sus compañeros no agresivos, los niños
agresivos tienden a asociarse con otros que también lo son, entrando a formar parte de
sistemas sociales como las bandas violentas, que promueven normas favorables a la
agresión y acciones agresivas.
La cultura
Factores personales
Perspectiva evolucionista -> demandas diferentes: los hombres necesitaban buscar una
pareja fiel y conservarla, para lo que tenían que luchar con otros rivales, detectar la
infidelidad sexual…; las mujeres, encontrar una pareja comprometida a cuidar a los hijos,
luchando contra otras rivales y prestando atención a la infidelidad emocional. La capacidad
para la agresión era fundamental en ambos casos, pero las diferencias físicas marcaron la
selección de la modalidad agresiva: los hombres, al ser más fuertes y tener que competir
con otros hombres, desarrollaron la tendencia a la agresión física; las mujeres, se
especializaron en estrategias menos arriesgadas de agresión indirecta y relacional, no
poniendo en peligro su capacidad para criar su descendencia.
Enfoque sociocultural -> la agresión se regula por roles de género adoptados en el
proceso de socialización. Masculino: asertividad y dominancia; femenino: afectuosa y
sensible. En situaciones de desindividualización (anonimato) las diferencias entre hombres
y mujeres en respuestas agresivas desaparecen.
En definitiva, aunque la explicación evolucionista y la basada en los roles sociales ponen el
énfasis en diferentes procesos subyacentes en las diferencias de género en agresión,
realmente no son incompatibles. La primera se centra en los factores que han podido actuar
a lo largo de la evolución de la especie, y la segunda en las influencias socioculturales que
se producen en el curso del desarrollo de los individuos.
LA AGRESIÓN GRUPAL
La agresión en grupos tiene cosas en común con la agresión interpersonal: surge a partir de
una provocación, frustración o estímulo instigador o por el deseo de alcanzar un objetivo;
puede verse facilitada por la presencia de claves situacionales y potenciada por la presencia
de modelos agresivos. Un factor esencial es el papel de las normas favorables a la
agresión que se desarrollan dentro del grupo, que suelen surgir de la interacción social.
Existen múltiples modalidades de agresión grupal. En unos casos, la agresión se produce
en el seno del grupo y, en otros, entre grupos distintos. Por eso, nos limitaremos a dar unas
breves pinceladas de algunos de ellos con objeto de aclarar conceptos:
1. Bullying -> forma de comportamiento agresivo caracterizado por un desequilibrio de
poder entre el agresor y la víctima y por tener lugar en un periodo de tiempo
prolongado. Muchas veces se considera interpersonal, pero como la mayoría de las
veces implica a otras personas, se trata de un fenómeno grupal. Los observadores
suelen mantener actitudes contrarias al acoso, pero se dejan influir por las normas
grupales.
2. Bandas violentas -> son grupos bastante cohesionados caracterizados. Existen
razones de tipo sociológico para unirse a esos grupos: bajo nivel socioeconómico,
dificultad de acceso a determinados recursos y estatus… Pero también hay
procesos psicosociales: la banda ofrece beneficios instrumentales y simbólicos y
supone un medio de lograr una identidad social positiva, al compartir normas.
3. Disturbios colectivos -> forma de violencia colectiva que tiene lugar en contextos
específicos y llevada a cabo por grupos sociales transitorios. El proceso
psicosocial subyacente es la desindividualización. Los primeros estudios
explicaban la conducta agresiva como resultado de la pérdida de sentido de la
identidad individual; posteriormente, se afirmó que no se trata de una falta de
normas, sino de un cambio del foco de atención de las normas personales a
las normas del grupo. Desde esta perspectiva, la conducta colectiva es más
agresiva que la individual, cuando el colectivo adopta normas que desinhiben el
comportamiento agresivo.
4. Terrorismo -> forma de violencia impulsada por motivos políticos, que puede ser
perpretada por individuos, grupos o agentes estatales, y que pretenden provocar
sentimientos de terror e indefensión en la población para influir en sus decisiones y
modificar su conducta. Hay poca evidencia empírica de que se deba a trastornos
psicopatológicos, dando importancia a los procesos psicológicos como el
aprendizaje de guiones agresivos y la búsqueda de una existencia significativa y una
identidad social positiva como bases motivacionales.
RESUMEN
La agresión, definida como cualquier forma de conducta realizada con la intención de hacer
daño a otra persona (o grupo) que quiere evitarlo, es entendida en Psicología Social como
una tendencia del ser humano completamente normal, que existe porque tuvo un indudable
valor adaptativo para la supervivencia de nuestra especie, pero que está muy regulada
socialmente y sujeta a una fuerte influencia de la cultura, que no solo la inhibe sino que, en
muchas ocasiones, la tolera y la fomenta indirectamente. La agresión se considera como un
problema social que se produce en la interacción entre individuos y entre grupos, y que
resulta de la influencia conjunta de las condiciones sociales y situacionales en las que ese
comportamiento tiene lugar. Los modelos que se han propuesto para explicar el
comportamiento agresivo humano han ido evolucionando desde planteamientos simples
centrados en un único factor a otros más complejos, que tienen en cuenta aspectos
cognitivos, emocionales y motivacionales, así como elementos de la situación que actúan
como desencadenantes de respuestas agresivas o como factores de riesgo que
predisponen a ese tipo de comportamiento. A partir de la abundante investigación
desarrollada en esta área se ha podido desentrañar el papel potenciador o inhibidor de la
agresión que tienen muchos de esos factores, lo que ha redundado en el diseño de
estrategias de intervención para prevenir o reducir su incidencia; y también se han tirado por
tierra algunos mitos populares, como el de la eficacia de la catarsis para reducir las
tendencias agresivas o la creencia de que los criminales son personas con una baja
autoestima,