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-¿Emociones?
Yo volaba con ligereza por todos lados. Sin esfuerzo alguno. Por
todo el universo. Por todos los sitios a la vez. Estaba fuera del
tiempo y del espacio. Podía hacer e ir a donde quisiera y no
necesitaba nada. Solo era luz. Luz infinita y amorosa que se
balanceaba por donde quería, jugaba con otras luces, se fundía con
ellas y con la Fuente. La luz creadora de todo cuanto existe y la
cual solo desprende amor. Lo derrama por todo cuanto baña. Toda
la creación surge de ella. Absolutamente todo surgió de la luz de la
Fuente y solo algunas almas de luz, entre ellas la mía, se
atrevieron a convertirse en forma. A jugar al juego dual de las
sombras allá abajo, en lo que llaman tierra.
Solo es un juego, pero un juego peligroso según dicen. Pues una
vez bajas y te transformas, no recuerdas nada de lo que eres
realmente. Olvidas que eres luz. Olvidas que eres amor y lo peor,
olvidas a la Fuente que te creó.
Yo elegí una joven familia que vivía al sur de España. Ellos eran
exactamente las personas que yo necesitaba para llevar a cabo mi
función.
También tendría una hermana. Una hermana algo mayor que yo.
Ella hacía poco que también había bajado a la tierra. Apenas
llevaba allí dos años. Y ambas habíamos pactado no hace mucho
que jugaríamos el papel de hermanas ahí abajo.
Dicen que durante el embarazo, aun puedes estar aquí en casa con
la Fuente, protegido y que puedes ir entrando y saliendo del
cuerpo para ir probando. Pero que una vez que naces ya no puedes
regresar hasta el final de tu trayecto. Así que eso iba haciendo. Yo
entraba a aquel cuerpecito o mejor dicho a aquel embrión un
ratito. No se estaba mal. Era bastante caliente, pero después
regresaba para no agotarme demasiado.
Por un lado tenía ganas ya de estar a fuera. Pero por otro sentía
una extraña sensación de miedo a lo desconocido. “Miedo” Esa
sensación también era nueva para mi. Formaría parte de mis
emociones. Yo, siendo amor infinito y pleno estaba
experimentando la otra polaridad, totalmente contraria a mi ser: El
miedo. Pero aun así, este siendo la misma cosa que Yo, solo que
llevada al extremo más oscuro de las dimensiones.
-¿Desbordada?
¡Oh sí! El medico le dijo a mi madre que era una niña. También
habían elegido un nombre para mí. A partir de ahora me llamaría
Carmen, como mi abuela. Acto seguido pasó algo trascendental.
Ya nada sería lo mismo. De repente mi conexión con la Fuente se
cortó de raíz. Ya no la sentía conmigo, abrigándome,
resguardándome. Me habían cortado el cordón umbilical.
ADAPTANDOME A LA VIDA
Pero con los años empecé a creer que esas “tonterías” que Yo
hacía cuando era muy pequeñita, solo eran fantasías.
Mi ABUELA CARMEN
En seguida que nos veíamos nos mirábamos a los ojos y con una
picara sonrisa salíamos corriendo y bajábamos a la planta de abajo
montados en la gruesa baranda de piedra pintada con pintura
marrón como si fuese un caballo. Nos deslizábamos por su
divertida curva y pegábamos un salto al llegar a bajo. Todos los
primos lo hacíamos y aun así la fuerte y resistente baranda
continuaba intacta. Después abríamos la puerta de madera y
salíamos al que llamaban el primer patio.
-¡Las gallinas!
Aquel día cuando corría sin medida a toda velocidad por aquellos
hierbajos altos del corralón con mis alborotados y salvajes rizos al
aire, tropecé con una madera y caí al suelo. Cuando me quise dar
cuenta estaba tumbada bocabajo en el suelo con la cara en una
piedra y un hilo de sangre saliendo de mi labio superior.
PONIENDO BARRERAS
Adriana, que era su nombre, era una niña muy guapa. Su cabello
era dorado, liso y largo. Su piel a diferencia de la mía era morena
y sus ojos marrones verdosos. Tenía muchas amigas en el colegio
y se relacionaba genial con todos nuestros primos.
EL COLEGIO
Era algo inexplicable, pero así fue como poco a poco se fueron
formando todas mis creencias y mis pensamientos limitantes. Yo
por supuesto de esto no tenía ni idea, solo sabía que según que
cosas o que personas me hacían sentir muy mal y quería alejarme
de ellas a toda costa.
-¡Oye tu! -me gritó una niña de mi clase mientras Yo jugaba sola
tranquilamente en el patio.
-No -respondí con ilusión pensando que quizás esa niña quería
acercarse a mí para ser mi amiga.
-Pues entonces vente luego para mi casa que a mi madre se le ha
acabado el estropajo de fregar y tu la puedes ayudar con esos pelos
que tienes.
EN CASA
Había algo más, algo que era inmenso y que no acababa en las
yemas de mis dedos. Yo estaba segura. Pero lloraba y lloraba y no
encontraba lo que era, ni por qué buscaba algo. Ni tan siquiera
sabía que hacía Yo allí y porqué sentía tanto dolor.
Marta parecía que había llegado a nuestro hogar a dar paz. A parte
de que era un bebé muy tranquilo. Yo percibí como su llegada
apaciguó tanto la sed de ser la mamá perfecta de mi madre, como
la exigencia de mi padre. De repente en casa todo estaba en calma.
-¿El qué? ¿El qué es? ¡Decírmelo! -me quejaba Yo sintiendo que
ambas compartían una información que Yo no sabía y eso me
ponía nerviosa.
No podía creer lo que acaba de oír. Para mí los reyes magos era
una cosa muy mágica. ¿Significaba eso que la magia no existía? O
lo que era aun peor, ¿Significaba eso que tampoco existía dios?
Yo era aun muy pequeña pero desde ese momento supe que la vida
no era lo que nos habían contado, y ahí empezó mi búsqueda de la
verdad. Aunque en ese momento no tenía ni idea de que había
comenzado, solo sentía sufrimiento, decepción y tristeza, con mi
carita empapada bajo esas olorosas sabanas recién lavadas, pero
inconscientemente sí comenzó. Ahora no lo creería todo sin más,
me volvería con los años más analítica, más observadora y al final
más curiosa por todo mi entorno.
Lo cierto era que la vida allí era como una espiral. Ibas avanzado
pero a la vez siempre retrocediendo unos pasos. Pasabas un nivel y
bajabas otro. Pero después subías dos de golpe. En fin. Mi cuerpo
fue creciendo y con él mis mecanismos de defensa. Según iba
viviendo experiencias, mi mente se iba asustando e
inevitablemente iba creando patrones de conducta y capas y capas
“protectoras” llenas de oscuridad.
El caso era que una vez más el tipo extraño se apoderaba de todo
el cuerpo cada vez que Yo sentía esas emociones.
Ella me avisó de que esto tenía que ser sabido por mis padres, que
era de suma importancia avisarles, cosa que a mí no me lo parecía
tanto, ya que moriría de vergüenza como esto se supiera.
-¡Moriría de vergüenza!
Mi abuelo también nos saludó como si nada. Nos besó las mejillas
a todos y nos invitó a pasar.
RESENTIMIENTO OCULTO
-¡Pues voy a tener que castigarte! Porque no puede ser que saques
todo suspenso cuando tu has sido una niña de todo 10.
-Es que Carmen tu no tienes que hacer todo lo que hagan esas
niñas -me decía mi madre intentando quitarle hierro al asunto
delante de mi padre(como siempre)- Es que no tiene bastante
personalidad- le decía a mi padre con migo delante- Yo se que por
ella no lo haría pero al ver a las otras...
Digo que Yo pensaba que no era una hija ejemplar porque siempre
veía a mi madre sufrir por mi culpa.
Era muy fácil caer, muchísimo más de lo que parecía desde arriba,
desde mi hogar. Aquí abajo todo era tan confuso... Lo cierto era
que no sabía tampoco porqué, pero Yo volvía a repetir aquellos
comportamientos que a mi madre nada le gustaban una y otra vez.
Y todo se volvía a enredar. Yo a mis 15 años llegaba tarde a casa
sin avisar, salía a discotecas y no regresaba a dormir y empecé a
coquetear con las drogas.
CAMBIO DE ESCENARIO
-¿A donde?
FABRICANDO MIEDOS
Lo que la vida quería mostrarle con eso no era más que por más
que se cambie el escenario a fuera, si no cambias el interior no hay
cambio verdadero. Pero mi padre no lo entendía y Yo en aquel
momento tampoco.
EXPERIENCIAS INOLVIDABLES
Fue una experiencia muy gratificante. Conecté muy bien con todos
los trabajadores y también con los jefes. No pasó mucho tiempo
desde que entré en la empresa hasta que empecé a tener relaciones
muy personales con el encargado de turno. Se llamaba Romero y
era un hombre de 54 años que perfectamente podía ser mi padre.
Pero Yo conecté con él de verdad, con su alma. Me encantaba
estar en su compañía y por lo visto él en la mía también. El estaba
casado y tenía hijos más mayores que Yo y Yo tenía muchas ganas
de pasármelo bien y de hacer lo que me diera la gana en aquel
momento, sintiendo aun la rebeldía de mi adolescencia que parecía
no tener fin.
-¡Vaya sensación!
Seguro que su alma y la mía hicieron un pacto allí arriba para que
aquí nos encontráramos y nos reconociéramos.
-¡Pero Carmen! ¡Que haces tú con ese hombre que podría ser
nuestro padre! ¿Es que te has vuelto loca?
-¿Pero quien se creía que era? ¿Mi madre? Si tan solo tenía dos
años más que Yo.
Eso era lo que sentía cuando mi hermana actuaba asía con mingo.
Me sentía pequeña y toda la admiración que Yo siempre le había
tenido en esos momentos se convertía en celos y envidia.
Yo pensaba que la vida era muy dura y había que pelear y ganarse
el pan con el sudor de nuestra frente y que solo así, a lo mejor,
podías llegar a tener algo de mi deseada estabilidad, pues eso era
una cosa que a mí se me escapaba entre los dedos y jamás lograba
alcanzar. Era como una utopía. Pero Yo y mi cabezonería ahí
seguíamos una y otra vez, intentando alcanzarla.
Era muy humillante para mí. Sentía que fracasaba una y otra vez.
Pues de echo tuve que regresar unas cuantas veces tras mi intento
de independencia. Algo fallaba, no sabía bien el qué. Parecía como
que un cordón umbilical imaginario seguía unido a ellos y Yo no
pudiera emanciparme hasta que no lo cortara. Yo lo intentaba y lo
intentaba pero no conseguía nunca la estabilidad ni física ni
tampoco emocional que deseaba.
En lo trabajos que encontraba nunca llegaba a adaptarme como los
demás, si no que me sentía cada vez más fuera de lugar. Me sentía
torpe a la hora de trabajar, inadaptada. No llegaba a conectar
nunca con mis compañeros. En fin... Sentía que sobraba y que mi
trabajo no era valorado por los demás.
Así pues tomé la decisión de irme a vivir con aquel hombre. Jose.
A mis padres no les pareció muy buena idea pero claro, a mi eso
no me importaba.
NUEVAS RELACIONES
-¿No querrás volver otra vez a vivir con tus padres y sufrir otra
vez sus criticas, su rechazo silencioso y su infravaloración hacia tu
persona?
-Pero ¿Por qué habré venido a este mundo? -me preguntaba Yo-
¿Por qué no acabar con todo esto de una vez por todas? ¡Ya no
puedo soportar más dolor! -y gemía en llanto a solas en mi
habitación llena de confusión y derrotismo.
Mis amigas en aquel entonces eran aquellas personas con las que
Yo salía de fiesta, me reía y nos divertíamos juntas. Chicas de mi
barrio que conocí en la adolescencia y con las que Yo me solía
relacionar.
Pero cada vez me empecé a dar más cuenta de que cuando tenía
problemas de verdad, nunca estaban ahí. Solo estaban para lo
bueno, la diversión y el cachondeo, pero para lo malo jamás las
encontraba, jamás me ayudaban. Cada vez me daba más pereza
quedar con ellas.
Realmente siempre pensaron que todo estaba bien. Así que, con
mi relación de pareja rota en mil pedazos y cansada de soportar a
Jose, a su dependencia con el alcohol y a mi soledad estando con
él, pensé que quizás no era tan malo volver con mi familia...en fin,
más vale malo conocido que bueno por conocer “historias que me
contaba el ego”
Y como no, así fue. Yo le expuse a mis padres el deseo que sentía
de que ambos se conocieran y darles una nueva oportunidad. Pero
para mi sorpresa, toda esa paz y esperanza que deposité en mi
herido corazón se aniquiló inmediatamente. Pues esa idea no fue
aceptada por ellos como Yo imaginaba en mis expectativas.
-¿Qué? ¿Que vas a irte otra vez a su casa? ¿Y con la niña? ¡Tu te
has vuelto loca! -me dijo con cara de entre sorpresa, locura y poca
aceptación mi madre.
VOLVER A EMPEZAR
-¡Ya puedes llevarte todas tus ropas y tus cosas de aquí! -me
gritaba Jose enfurecido mientras sacaba impulsivamente toda mi
ropa del armario y con perchas incluidas la iba lanzando
bruscamente sobre la cama.
Yo, agarré de nuevo todos mis macutos, esta vez con toda mi ropa
y la de mi hija arrugada y de cualquier manera, la agarré a ella
mientras lloraba desconsolada tras presenciar nuestro lamentable
espectáculo y nos fuimos de allí.
Yo decidí meter todas mis cosas abajo, en el sótano. Allí había dos
habitaciones y un pequeño baño y Yo pensé que allí estaría mejor
que arriba conviviendo con mis padres y mis dos hermanos
pequeños.
FUERZAS DE FLAQUEZA
-¡Nooooo!
Me desperté bruscamente.
-¡Uf! Vaya pesadilla -me dije- Por un momento pensé que las dos
nos íbamos a hogar.
-¡Oh no!
SOBREVIVIENDO
Yo sabía que Jose no era malo, lo que ocurría era que estaba
totalmente enganchado a la bebida y ya llevaba tantos años que
era muy difícil que volviera a ser él mismo.
INERCIA INESPERADA
Pero mi padre era una persona tan insegura y mediocre que tenía
miedo del dinero. Miedo a perderlo, a compartirlo por si se
quedaba sin, miedo a fracasar como hombre y miedo a lo que
pensarían de él sus seres queridos si no era un “triunfador”.
Cambiaba de casa de dos por tres. Toda su vida fue una persona
muy inestable.
Todos los deseos que alguna vez tuvo él, mi madre o nosotros
cuando eramos pequeños nos los negó.
-¿Y para qué? Ahora ya da igual todo -se lamentaba- Podría haber
vivido como un señor, pero claro, ¿Cómo íbamos a saber esto de
la crisis?
Pero mi padre no era más que otra pobre oveja del rebaño, como
lamentablemente tantas y tantas hay. Él en su día arriesgó para
comprar tantas casas, pero arriesgó con miedo a perderlo todo.
Moría de miedo en su subconsciente y no confiaba en sí mismo,
con lo cual, eso fue lo que verdaderamente ocurrió.
-Ah, bueno... -dijo mi madre- ¿Y que pasa, que no estas bien allí?
-Pues no mucho la verdad porque eso de subir cada día a un quinto
sin ascensor con la niña... Cada día pesa más y para hacer la
comprar ni te digo. Además no puedo vivir más con esas
cucarachas ¡Se mueren con el líquido y vuelven a salir más!¡Son
indestructibles!
Mi madre no podía entender porque tenía que irse tan lejos, pero
él deseoso de cambios en su vida se marchó. Ella se quedó en
aquella casa unicamente con mi hermano. Mi hermana Adriana,
Marta y Yo ya nos habíamos independizado así que ella se aferró
mucho a él, ya que no sabía estar sola.
¡Gracias Laia!
En aquel momento se puede decir que vi una luz al final del túnel
y me empecé a interesar mucho por el mundo espiritual, holístico,
la meditación, leía libros, etc. Al realizar todas esas actividades
sentía paz. De repente cuando oía una charla de alguien que ya
había experimentado todo eso que Yo empezaba a experimentar,
sentía como se abría el camino delante de mí. Era como:
De repente toda la culpa que había sentido que tenían mis padres
por todo lo que viví con ellos se fue deshaciendo. Me fui
responsabilizando de todo cuanto había acontecido en mi vida. Mi
mente se abrió un poco más y pude sentir que algo más había que
todo este sufrimiento mundano. Pude recordar a la Fuente. No en
toda su esencia pero si en pequeños segmentos que se me iban
mostrando de maneras muy sutiles. Yo fui atando cabos y aun no
la recordé en su totalidad, aun no lo he echo y no se si lo podré
hacer algún día con este cuerpo y esta mente de humano, pero sí
puedo percibirla y darme cuenta de su infinito poder amoroso.
-Nosotros somos parte de ese amor, entonces ¿Yo también soy así
de poderosa?
La respuesta es SI.
Paula fue un ser muy especial y lleno de amor que vino a mi vida
a mostrarme que Yo también era amor. A recordármelo. Pues lo
había olvidado completamente. Ella solo era un bebe y su llegada
fue tan linda como traumática pero fue exactamente como tenía
que ser para que Yo por fin abriera los ojos y viera. Pues estaba
ciega. Ciega creyendo que no era merecedora de amor. Ciega
creyendo que Jose tenía que cambiar por mí. Ciega por pensar
siempre que mis padres tenían la culpa de todo y de que nunca
lucharon por mí y ciega por no darme cuenta de que la vida que
vemos ante nuestros ojos, la estamos creando nosotros mismos.
VOLVIENDO A RECORDAR
-¡Pero claro!
Poco a poco aprendí que los niños son un espejo enorme en los
que puedes mirarte para aprender de ti. Ellos vienen a enseñarnos
constantemente con sus conductas e incluso con sus rabietas.
-Pero vamos a ver, si nosotros somos amor, hemos venido para dar
amor, descubrir lo que amamos y decidir con el corazón ¿Porque
tengo que hacer la declaración de la renta?
De echo había gente que disfrutaba con eso, quizás volvía a juzgar
mi ego.
LA VERBENA
Aquel día todo estaba muy animado. Todos los aldeanos habían
colaborado para decorar cuidadosamente sus dos calles y su plaza,
pues no había más para decorar. A mí sinceramente me gustaba
estar allí, sentía el aire puro de la naturaleza, la tranquilidad y la
cercanía de sus aldeanos.
-Pues yo tengo las habitaciones que dan para el otro lado y allí, si
os queréis acostar pronto, no os molestará la música de la
orquesta- añadió mi tita Júlia.
-Pues mira ¡Ya está! -dijo mi tita Encarnación- Estas dos que
duerman en mi casa y la Martita que duerma contigo.
-¡Déjelas que duerman donde ellas quieran! -dijo mi tita Júlia que
parecía querer llegar al final de este asunto, pero seguidamente
añadió- Aunque si quieren venirse a mi casa mis puertas están
abiertas.
EMPODERAMIENTO
-¡Para nada!