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hipótesis en evolución
Fuente: http://www.hallofmaat.com/modules.php?name=Articles&file=article&sid=85
Por ejemplo, escrito por el año 1573, un recuento anónimo de la gran población
marítima Chincha decía: “y parecía la población de esta gente una hermosa y
larga calle llena de hombres y mujeres, muchachos y niñas, todos contentos y
gozosos por que no entrando en la mar [a pescar], todo su cuidado era beber y
bailar, y lo demás”(5).
Informes de personas que vivían de manera razonable sin gran esfuerzo era una
afrenta a la ética de trabajo protestante de la burguesía. Subsistir bien y trabajar
arduamente en los campos cultivados o en las fábricas capitalistas era un
anatema para los intelectuales que formulaban los cimientos del discurso evolutivo
contemporáneo. “Quitar una lapa de las rocas no requiere astucia alguna más que
el poder más débil de la mente”, pronunció Charles Darwin sobre la cultura
pesquera de la Tierra del Fuego(6). Equiparar la adquisición de productos del mar
con un reducido poder mental y por deducción, un potencial disminuido para el
desarrollo cultural, formó un estigma que luego fue cimentado en las bases de la
teoría evolutiva social.
Nada menor a la extenuante labor en parcelas labradas o en plantas industriales
era una abominación a la teoría de 1877 de Lewis Henry Morgan de desarrollo
cultural respaldada en la publicación Ancient Society (7). Subtitulada
“Investigaciones en las líneas del progreso humano desde el salvajismo hasta la
civilización a través de la barbarie”, el tratado describía el eterno axioma de que la
agricultura fue el único camino evolutivo a la complejidad cultural y a la civilización.
Notablemente, también caracterizó a las poblaciones costeñas del Pacífico Norte
como las más primitivas de todas las sociedades etnográficas sobrevivientes en la
Tierra. Por consiguiente, estos complejos cacicazgos de la costa fueron calificados
como salvajes arcaicos desarrollados por debajo de las más simples bandas
migratorias de cazadores recolectores y sólo marginalmente superiores a los
ancestros primates fósiles de los seres humanos. Las formulaciones de Morgan
influenciaron a la teoría evolutiva socialista de Engels. Del mismo modo, personas
de diferentes sensibilidades políticas llegaron a creer que una elección dietaria mal
informada en el mercado de alimentos para el progreso social condenó a las
sociedades pesqueras a un callejón sin salida en la evolución. Lamentablemente,
este mito teórico de larga duración está completamente divorciado de la realidad
económica pues la pesca puede ser un oficio muy próspero.
La civilización requiere calorías para realizar las actividades que no están
directamente relacionadas con la producción de comida. Antiguos restos dietéticos
en forma de basura y coprolitos se encuentran generalmente bien preservados en
sitios desérticos de la cosa. Determinar lo que las personas comían requiere una
recuperación arqueológica muy cuidadosa con malla fina y un análisis
microscópico, ya que muchos restos son diminutos, incluyendo aquellos de
pequeños peces y semillas. Virtualmente todos los sitios precerámicos en los
cuales se han realizado estudios dietarios indican que las personas obtenían su
protenía del mar con anchoveta y sardina, ambas consideradas un alimento
básico. También pueden ser deshidratadas , molidas y consumidas como harina o
como comida. Por lo tanto, puede ser difícil discernir si las personas del desierto
costero obtuvieron la mayoría de sus calorías de recursos marinos o terrestres.
Posterior a los años 3.000 a.C., el algodón perenne (el cual tiene ancestros
silvestres en el norte peruano) se convirtió en uno de los cultígenos más
extendidos en los sitios desérticos. Fibra de algodón bien preservada, semillas, y
restos de cuencos son muy abundantes, típicamente. Frutas de árboles, como
guanábana, guayaba, pacae, lúcuma y palta, también son sorprendentemente
comunes, pero varían por tipo de lugar en lugar. Los árboles fueron, sin duda,
importantes fuentes de madera y de fruta. La calabaza es un cultígeno industrial
común que proveía de flotadores para red y contenedores en tiempos
precerámicos. Los diversos tipos de frejoles, palillo y ajíes estaban presentes y
eran menos comunes que cultígenos industriales y frutas, pero más frecuentes
que los alimentos básicos.
Los alimentos básicos consistían en plantas que producían abundantes cosechas,
las cuales pueden ser almacenas y consumidas hasta la siguiente cosecha. Los
bienes precerámicos potenciales incluían la achira, el camote, la jicama, el maíz,
las papas y la yuca. Su presencia es errática. Algunos sitios no tienen ninguna,
otros tienen hasta 3 y 4 tipos, pero cada uno está generalmente representado por
sólo unos pocos especímenes. Existe generalmente una buena preservación de
los restos de plantas tanto en la costa precerámica como en sitios tempranos de la
era cerámica. De este modo, si los bienes básicos agrícolas eran de importancia
dietaria, entonces sus restos deberían ser tan prevalentes como los que hay de
yuca, papa, maíz y otras plantas alimenticias en sitios agrícolas tempranos de la
era cerámica. Sin embargo, este no es el caso.
Los campos precerámicos y los trabajos agrícolas no sobreviven, pero los juncos
es muy probable que crezcan en lagunas y en pozos de agua estancada
excavados detrás de las playas como aquellas usadas por los pescadores de
Chincha. Las plantas domesticadas requieren agua dulce, la cual estaba ubicada
de forma poco conveniente lejos del mar y del foco de actividad marítima. La
mayoría de los alimentos básicos agrícolas requiere un cuidado constante como
labranza del suelo y la siembra a través de un proceso especial. De manera
significativa, los cultígenos más comunes y abundantes presentes en sitios
precerámicos costeros son aquellos que no requerían un cuidado constante. Los
árboles frutales y las plantaciones de algodón fueron perennes, que crecían por
años. Plantas anuales como las calabazas y los frijoles fueron abundantes y
podían ser sembradas, dejadas sin cuidado y luego cosechadas. Esto les permitía
a los pescadores trabajar en agricultura con una frecuencia intermitente.
Cada cultivo fue, presumiblemente, realizado en tierras que podían ser
autoirrigadas o fácilmente irrigadas. Las planicies inundables de los ríos costeros
son autoirrigadas por las inundaciones de crecidas en primavera. Los terrenos
fácilmente irrigados por la primavera y los puquios también sucedían donde
existían altos niveles freáticos, como en los valles cercanos a las
desembocaduras. Aun así, en ausencia de canales de irrigación a larga escala, el
terreno apto para una horticultura simple era limitado.
Los ríos costeros de los Andes generalmente han erosionado sus canales y
reposan al interior de bancos profundamente insertos. Por consiguientes, la tierra
fácilmente irrigada suma menos del 2% del terreno costero arable en producción el
día de hoy.
El control de bienes escasos contribuye a la evolución de la organización
jerárquica y a la civilización. Los recursos marinos precerámicos no escaseaban ni
su explotación fue fácilmente regulada. De modo alternativo, la tierra arable era
considerada un bien escaso y el acceso a ella podía ser controlado. Mientras que
las poblaciones crecían y la pesca con red se intensificaba, los derechos para la
tierra idónea para la horticultural fue volviéndose, presumiblemente, más
importante y los asentamientos que controlaban los accesos a los campos tenían
mayor ventaja que aquellos que no.
La agricultura era fácilmente practicada en conjunto con la pesca en la
desembocadura de los valles que ofrecían amplias llanuras de crecidas de río, con
acceso fácil de aguas subterráneas o ambas. Esta era la ubicación de Áspero y de
otros grandes monumentos conocidos en la época en que la hipótesis MFAC fue
formulada. Sin embargo, la importancia de la tierra arable fue subestimada. Por
ejemplo, 2 km hacia el interior, el río Chillón posee una extensión de tierra
inundable anómala con cerca de 130 hectáreas de tierra arable. Se cree hoy que
este recurso agrícola representa para la locación adyacente de El Paraíso un
vasto complejo de albañilería compuesto de unas 58 hectáreas (14). Con esta
data tan tardía de origen precerámico, este complejo monumental es inusual
porque restos habitables son escasos al interior y alrededor de estas ruinas.
De France, Susan D., Keefer, David K., Richardson, James B. y Umire Alvarez,
Adan. Late Paleo-Indian Coastal Foragers: Specialized Extractive Behavior at
Quebrada Tacahuay, Peru. Latin American Antiquity 12 (4). Washington D.C.,
2001, pp. 413-426.
6 Darwin, Charles. Journal of Researches into the Natural History and Geology of
the Countries Visited during the Voyage of HMS ‘Beagle’ round the World. J.M.
Dent, London. E. P. Dutton. 1906 [1845], p. 206.
Quilter, Jeffrey, Ojeda E., Bernardion, Pearsall, Deborah, Sandweiss, Daniel H.,
Jones, John G. y Wing, Elizabeth S. Subsistence Economy of El Paraiso, an
Archaic Site in Peru. Science 251. Washington D.C., 1991, pp. 277-283.
18 Kosok, Paul. Life, Land and Water in Ancient Peru. Long Island University
Press, Long Island, 1965.
21 Shady, Ruth. La religión como forma de cohesion social y manejo politico en los
albores de la civilización en el Peru. Boletin del Museo de Arqueologia y
Antropología, UNMSM, ano 2, (9), Lima, 1999, pp. 13-15.
Referencias
Allison, Marvin J., Focacci, Guillermo, Arriaza, Bernardo, Standen, Vivian, Rivera,
Mario y Lowenstein, Jerold. Chinchorro, momias de preparacion complicada:
Metodos de momificacion. Chungara 13. Arica, 1984, 155-173.
Bonavia, Duccio. Los Gavilanes. Mar, desierto y oasis en la historia del hombre.
COFIDE-IAA. Lima, 1982.
Carnerio, Robert L. A Theory of the Origin of the State. Science 169. Washington
D.C. 1970, pp. 733-738.
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Engel, Frederic. A Preceramic Settlement on the Central Coast of Peru: Asia, Unit
I. Transactions of the American Philosophical Society 51 (3), Philadelphia, 1963.
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Jones, John G. y Wing, Elizabeth S. Subsistence Economy of El Paraiso, an
Archaic Site in Peru. Science 251. Washington D.C., 1991, pp. 277-283.
Shady, Ruth. La religion como forma de cohesion social y manejo politico en los
albores de la civilizacion en el Peru. Boletin del Museo de Arqueologia y
Antropologia, UNMSM, ano 2, (9), Lima, 1999, pp. 13-15.
“Las bases marítimas de la civilización Andina (MFAC)” del Dr. Moseley ha sido
una de las hipótesis más influyentes que explican el surgimiento de la civilización
Andina. Por los últimos diez años la Dra. Ruth Shady ha estado investigando
Caral, recalcando la necesidad de expandir la hipótesis MFAC para amplificar el
rol que la agricultura industrial jugó en el desarrollo de la civilización andina.