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La formación de la identidad adolescente según Erik Erikson

El ego, para Erikson, representa el agente de la personalidad encargado


de coordinar las necesidades del individuo con las demandas impuestas por su
ambiente.

La identidad del ego es una continuidad o igualdad interna y se relaciona


con la elaboración de compromisos a largo plazo. Cuando se logra un sentido
de identidad se experimenta un estado emocional placentero, de estar bien con
los demás y consigo mismo, de aceptar su cuerpo, saber qué dirección lleva su
vida y valorar a las personas cercanas.

Una de las aportaciones más importantes de Erik Erikson a la psicología


son sus ocho etapas del desarrollo. Erikson explica el desarrollo en etapas
como los pasos o facetas de la vida por las que todo ser humano pasa sin ex-
cepción. Son universales aunque para muchos autores las etapas terminan a
muy corta edad, como por ejemplo, para Freud. Para Erikson éstas se extien-
den y terminan hasta muy avanzada edad. Por lo tanto, cada fase pasa por eta-
pas significativas de la vida como la niñez, adolescencia, adultez, vejez, etc.
Cada una está asociada con una crisis, una virtud y un ritual.

Cada crisis es un conflicto que surge por la interacción de la maduración


fisiológica y los requerimientos que la sociedad propone. Por ello se tienen tan-
to potencialidades positivas como negativas. Si el conflicto se resuelve correc-
tamente, la parte positiva se realiza y se agrega al desarrollo del ego. Por otro
lado, si el conflicto no se resuelve satisfactoriamente o se deja sin resolver, se
lleva a cabo la potencialidad negativa y se ve afectado el desarrollo del ego.

En cuanto a las virtudes, emergerá una en cada etapa e influirá en las


actitudes del individuo en los periodos posteriores y en su desarrollo general.
También se desarrollan los rituales con los cuales cada persona debe adquirir,
porque la sociedad lo ofrece, costumbres, creencias, valores y patrones. Éstos
deben aceptarse porque de lo contrario el individuo será sancionado. Lo que
Erikson llama "ritualizaciones" se refiere al ritual positivo, es decir, a todas las
normas y prácticas de una sociedad que se transmiten al individuo por patrones
repetitivos, tomando en cuenta que cada cultura tiene patrones diferentes. Son
las rutinas diarias que dan sentido a la vida en una sociedad. Estas normas se
nos transmiten desde que nacemos, son las formas apropiadas de hacer las
cosas. Es decir, lo que nos enseñan como lo que sí podemos hacer porque es-
tá bien visto por la sociedad y su práctica es una exigencia para de esta mane-
ra ser aceptado. Lo contrario a la ritualización es el "ritualismo", es decir, las
normas y patrones inapropiados para esa sociedad, como el exceso y ser artifi-
cial. Éstos pueden hacer al individuo más rígido y menos adaptado a la comuni-
dad. Erikson marca ambos para cada etapa psicosocial.

Según Erikson en Identidad, juventud y crisis (1992), el adolescente


debe pasar por una crisis de identidad para encontrar su nuevo yo, es decir, su
yo social. Se trata de afrontar un problema difícil y trascendental cuya solución
le va a permitir vivir en sociedad. Para ello, se tendrá que enfrentar al miedo
que supone establecer relaciones de amistad íntimas con otras personas. Este
miedo puede conducir a simples relaciones formales sin compromiso o al aisla-
miento. Otros factores que configuran la crisis de identidad y que el adolescen-
te deberá superar son la ausencia de una perspectiva temporal que le facilite la
planificación del futuro con vistas a la mejora personal, la dificultad de concen-
tración en el estudio o el trabajo y la oposición a las preferencias y normas im-
puestas por los padres y adultos que puede desembocar en una identidad ne-
gativa contraria a la deseada socialmente. En la teoría psicosocial estos facto-
res dan lugar a la difusión de la identidad y forman parte del quinto estadio psi-
cosocial, la adolescencia, que se desarrolla entre los 12 y los 20 años. En este
estadio Erikson (1992) distingue siete aspectos que conducen al adolescente a
la consecución de una identidad “unificada” y coherente frente a una identidad
“confusa” y no definida una vez superados los obstáculos anteriormente seña-
lados: perspectiva temporal frente a confusión temporal, seguridad en sí mismo
frente a timidez y aislamiento, experimentación con roles diferentes para descu-
brir una posible vocación, interés por aprender, definición de la identidad se-
xual, elección de los valores que definen su ideología y adhesión al grupo de
iguales pudiendo desempeñar el liderazgo del mismo y reconociendo al mismo
tiempo la aceptación de la autoridad a nivel institucional.

Este estadio fue perfeccionado por el propio Erikson en El ciclo vital


completado (2000) donde distingue como estadio psicosexual la pubertad,
como crisis psicosocial la identidad frente a la confusión de identidad, como
relación social el grupo de iguales, como virtud la fe en uno mismo, como pato-
logía la confusión de identidad, como principio social la nueva visión del mun-
do, como ritualización vinculante la ideología y como ritualización desvinculante
el fanatismo.

Erikson relaciona la ritualización de este periodo con la ideología, la cual


se refiere a la identificación con los ritos y patrones de la cultura. Esto significa
que cuando el adolescente ha resuelto sus conflictos de ideología, es porque
se ha introducido a la cultura como adulto, ocupa una posición aceptada y ob-
serva reglas aprobadas por los demás. La persona que ha alcanzado un senti-
do de identidad se compromete con una ideología aceptada, un sistema de
creencias y valores aprobado por su cultura. La vida está reglamentada por
esas creencias y valores.

El ritualismo de esta etapa es el totalismo, o sea, la preocupación exclu-


siva por lo que parece incuestionablemente ideal dentro de un sistema herméti-
co de ideas. La persona se encierra en un sistema que ofrece una forma de
vida ideal, como por ejemplo, una religión, un sistema económico y político. Por
lo tanto, la persona que sufre de confusión de papeles carece de una ideología
aceptada, enfatiza la consecución fanática de sus ideales y las respuestas ab-
solutas a los principales problemas de la vida. Cree que todo lo que sabe es
siempre lo correcto.

En definitiva, el adolescente debe superar miedos y dificultades para


adquirir un compromiso vocacional e ideológico que le permitirá convertirse en
un adulto libre y responsable integrado plenamente en la sociedad y con una
percepción y valoración positiva de sí mismo.

Sin embargo, este proceso no es fácil. Por este motivo según Erikson
(1992) la sociedad permite que los adolescentes experimenten una moratoria
psicosocial, durante la cual van asimilando las nuevas responsabilidades y
compromisos. Durante este tiempo aprenden a planificar su futuro en función
de sus experiencias, actividad, estudio o trabajo, comprenden la necesidad del
juicio ya que gracias a él sus acciones ganan en certeza y fiabilidad, experi-
mentan con diferentes roles de adultos para descubrir la verdadera vocación
profesional y el papel que desempeñarán en la sociedad, definen su ideología y
su identidad sexual mediante las relaciones con el otro sexo y se integran en el
grupo de “pares”. Erikson (1992) considera que la confusión, auténtica protago-
nista de esta etapa, se convierte en un juego social sucesor del juego infantil.
También se debe tener en cuenta que esta confusión es la responsable de las
fluctuaciones del yo, es decir, de los cambios emocionales y de las variaciones
en los gustos e intereses, así como y del descuido en las tareas diarias o la
preocupación excesiva por una en concreto. Explica, por tanto, que su vida du-
rante esta etapa sea “caótica” y que suponga un reto para padres y educado-
res.

El estadio de la adolescencia de Erikson (1992) forma parte de un ciclo


vital integrado por siete estadios más (confianza frente a desconfianza, autono-
mía frente a vergüenza y duda, iniciativa frente a culpa, laboriosidad frente a
inferioridad, intimidad frente a aislamiento, generatividad frente a estancamien-
to e integridad frente a desesperación) que también se deben entender como
crisis de la personalidad. Se trata de un ciclo en el que el yo social evoluciona a
lo largo de toda la vida a partir del encuentro y de la apertura a los demás (pa-
dres, familiares, amigos, compañeros de trabajo, conocidos) así como a las
costumbres y tradiciones propias del contexto o lugar de nacimiento en el que
se forma y educa el individuo.

Referencias bibliográficas

Erikson, E. (1968). Identidad, juventud y crisis. Buenos Aires: Editorial Paidós.

Erikson, E. (1992). Identidad. Juventud y crisis. Madrid: Taurus.

Erikson, E. (2000). El ciclo vital completado. Barcelona: Ediciones Paidós Ibéri-


ca.

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