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Colegio Santa Teresita del Niño Jesús

ORIENTACIÓN

Alumno/a: ________________________________________________ Ficha:


Profesora: ________________________________________________ Grado: ______
Fecha: __/___/___

La riqueza de las diferencias

Desde luego, todas las personas nos parecemos mucho, tenemos características comunes, la inteligencia, la
voluntad, la libertad…, que compartimos, y constituye aquello que forma parte de nuestra naturaleza humana, lo que
nos hace humanos.
Pero por otra parte, todos somos y nos sentimos diferentes de los demás. No existe en el mundo dos personas
exactamente iguales entre sí. Pueden parecerse mucho, como los hermanos gemelos, pero no serán idénticas ni tendrán
los mismos gustos o aficiones. Cada persona tiene unos rasgos físicos, como la estatura, la corpulencia, color de ojos,
color de piel…; y unos rasgos de la personalidad, como simpatía, timidez, creatividad…, que le diferencian del resto.
Depende en gran medida del país del que se procede, del tipo de cultura en la que se ha crecido o de la educación
recibida, y también de características con las que se nace. Esto es fácil de percibirlo hoy en las aulas, donde nos
encontramos con frecuencia niños de diversos países y culturas, lo cual constituye una verdadera oportunidad para
comprobar la riqueza de las diferencias.

Aprender a valorar lo que nos une —todos somos personas humanas— y lo que nos distingue, y hace diferentes,
nos enriquece a todos, y constituye un aspecto esencial. Es importante observar la diversidad física y cultural,
compartiendo características peculiares de los diferentes países y culturas de procedencia. En la etapa de Infantil los
niños pondrán más énfasis o destacarán aspectos más externos, sabrán distinguir mejor la diferencias físicas, aquellas
que son fáciles de percibir a simple vista: la estatura, color de la piel, del pelo, de los ojos… Conforme avanzamos
hacia Primaria, ya se puede distinguir características más internas —de cultura o de personalidad—, pues van
desarrollando poco a poco la capacidad de reconocer en ellos y los demás cualidades y dones tanto internos como
externos. Es importante comentar que todos estos dones son para compartirlos con los demás, y que las personas nos
pueden ayudar a disponer de aquellos que no poseemos de manera natural. También es esencial para potenciar hábitos
de trabajo y esfuerzo individual. Así, se irán adquiriendo de una manera viva y cercana lo que significa respeto a lo que
es distinto de nosotros y compartir con los demás esas diferencias, sabiendo que esto nos enriquece a todos.

Apunta Fátima Calzado que a veces:

«el mundo de un pre adolescente no resulta tan maravilloso y encantador como podríamos suponer. A su escala,
también la vida puede resultar compleja si, por ejemplo, lleva aparato en los dientes, tiene algo de sobrepeso, no
juega demasiado bien al fútbol, sus gafas llaman la atención, tiene pecas por todas partes, pelo rebelde (…). Desde
que comienzan la Primaria los grupos de amigos son una parte importante de la estructura social de los niños. Es
algo con lo que todos los alumnos han de contar, desde ahora en adelante. Normalmente los grupos son positivos
para los niños, pues les ofrecen apoyo emocional y les proporcionan un buen puñado de buenos amigos (… ). Pero,
a menudo, estos grupos selectivos pueden resultar dañinos y pueden generar en ellos sufrimiento. A veces pueden
sentirse presionados para actuar o vestirse de una manera determinada, para dejar a otros fuera del grupo, para
buscar víctimas de las que burlarse —que encontrarán preferentemente entre sus compañeros más débiles—, etc. 1

Aunque en la mayoría de las ocasiones habrá que animar al pre adolescente a resolver estas cuestiones por sí
mismo, especialmente en Primaria, mediante el diálogo o no haciendo caso cuando no pueda ser de otra manera, algo
que ayudará a ir madurando y creciendo en autonomía personal; los padres y maestros deben estar atentos y actuar
cuando estos problemas se desbordan y llevan a la indefensión y al sufrimiento del niño.
Cada niño tiene sus propias cualidades y fortalezas: uno es muy bueno para una cosa y otro destaca en otra, pero
todos están llamados a aportar su personal riqueza a los demás. Los maestros desempeñan en este punto un papel
fundamental, descubriendo y sacando brillo a las fortalezas de cada uno.
Como decíamos con anterioridad, toda persona, independientemente de cómo sea y de lo que haga, tiene dignidad
en sí misma. Por eso debemos respetar toda vida humana, con sus características y diferencias, no tanto porque sea
capaz de hacer esto o lo otro, como porque en sí misma es digna, porque ha sido pensada, creada y amada por Dios de
una forma exclusiva. Este respeto se materializa en acciones y omisiones muy concretas: no insultar ni pegar, dejar
hablar, escuchar, etc. Gran campo para trabajar: Hay niños que viven unas diferencias especiales, porque presentan una
discapacidad psíquica o física, y su vida es también un regalo, como la de todos y cada uno de nosotros. Dios ha
pensado en ellos desde siempre, los ha creado y los ha amado de una forma especial. Al lado de esa dignidad, poseída
por todos los seres humanos, cada uno ha recibido unos dones, en forma de cualidades personales y de bienes
materiales, como una riqueza personal que no está destinada simplemente a que yo disfrute egoístamente de ella, sino
que nos está llamando a compartirla, a ponerla al servicio de los demás.

1 F. CALZADO, “Miedo al rechazo social. Cómo ser aceptado en el grupo”, Revista Hacer Familia, nº. 10 (2014).
Por lo tanto, y como vamos diciendo, Dios, ya antes de que naciéramos, pensó en cada uno de nosotros, con unos
dones o regalos distintos, de una manera amorosa y gratuita. Dios nos ha hecho a cada uno distinto. Con cosas de las
que estamos contentos y cosas que nos gustan menos, pero todo es bueno, porque tenemos todo lo necesario para ser
felices. No existe nada que tengamos que no sea regalo de Dios. Y el regalo más maravilloso, a través del cual nos
vienen todos los demás regalos, es la vida. Reconocer y asombrarse de la gratuidad de este don, así como del cuidado y
el interés de los padres y maestros por su bien y su educación.

El hombre y la mujer, los seres más importantes de la naturaleza. En la naturaleza existe una jerarquía,
encabezada por el ser humano.

Podemos leer en Hombre y mujer los creó de Juan Pablo II:

«La creación del hombre se distingue esencialmente, en la descripción bíblica, de las obras precedentes de Dios. No
sólo es precedida por una solemne introducción, como si se tratara de una deliberación de Dios antes de este
importante acto, sino que, sobre todo, la excepcional dignidad del hombre es puesta de relieve por la semejanza con
Dios, de quien es imagen. (Gn 1, 27-28)»2.

Dios manda a Adán poner nombre a todas las criaturas (Gn 2,19s), haciéndolo cabeza de la creación y
enalteciéndolo; es al hombre al que encarga el cuidado de la creación. Además le manda trabajar para continuar la obra
creadora, le encarga labrar y cuidar la tierra, pues el hombre es capaz de ello, está llamado no a la indolencia sino a la
responsabilidad; el ser humano expresa su propia condición en el trabajo, no es un animal, tiene tareas que realizar.
Estos versículos de la Creación nos ayudan a trabajar que en torno a diferentes temas, como por ejemplo la
responsabilidad: conviene que desde pequeños se adquieran trabajos o tareas a realizar, en función de su edad y
capacidad —como recoger juguetes, ordenar la habitación, llevar el plato al fregadero una vez que termine de comer,
etc.—, tareas que irán haciéndose más complejas conforme se crezca y que irán asumiendo de manera paulatina. El
sentido de responsabilidad se adquiere a través de la experiencia y la práctica, ya que la persona deberá tomar
decisiones en conciencia, ponderando el valor de lo que se quiere conseguir y las consecuencias que sus acciones
pueden conllevar, y asumirlas.
Otro tema a trabajar será el cuidado de la naturaleza; dice la Sagrada Escritura, «sometedla y dominadla». Una
mirada llena de asombro y agradecimiento permite ver todos los seres que pueblan la tierra como seres llenos de
bondad y belleza y esto nos llevará a su cuidado y protección y no al maltrato o sometimiento mal entendido. La
maravilla de la creación: el sol, la luz, el calor, el aire, el agua, la vegetación, los animales, etc.
El origen del hombre no se debe sólo a las leyes de la biología, sino directamente a la voluntad creadora de Dios.
Dice Juan Pablo II en la Carta a las familias: «Dios ha amado al hombre desde el principio y lo sigue amando en cada
concepción y nacimiento humano»3. Lo ama como un ser semejante a él, como persona. Este hombre, todo hombre, es
creado por Dios por sí mismo. Esto es válido para todos, también para quienes nacen con enfermedades o limitaciones.
En la constitución personal de cada uno está inscrita la voluntad de Dios. Por eso, por buenos y maravillosos que sean
los seres de la creación, ninguno posee el valor de la persona.
Además el hombre y la mujer, la persona, tiene dignidad, y ésta es la base de cualquier sociedad, de cualquier tipo
de relación. Si no se reconoce el valor intrínseco de esta dignidad, entonces se le acaba tratando como a una cosa.
El valor del ser humano es de un orden superior con respecto al de los demás seres del cosmos; la importancia que
atribuimos a las personas es cualitativamente superior a la que otorgamos a cualquier otra realidad, debido a su
dignidad.

¿Qué es la masculinidad y la feminidad?

Ser mujer o varón es un dato ontológico. ¿Qué quiere esto decir? Que es una característica que afecta a todas las
dimensiones personales: la afectividad, la inteligencia, la sensibilidad, la sociabilidad… Este hecho modula toda la
persona, y toda su acción. No hay una diferencia vertical o excluyente, jerárquica, entre hombres y mujeres, no hay
actos específicamente masculinos o femeninos, sino que es una forma diferente de amar, desear, actuar, pensar,
sentir…
La persona es sexuada, todo en la persona está modulado por el ser varón o el ser mujer. Ser varón o ser mujer es
fundamentalmente haber madurado la conciencia de que existe otro, diferente, complementario, igual en derechos y
dignidad, con el que estoy llamado a construir una comunión. La integración de la dimensión sexuada como parte de la
identidad personal, la maduración de la identidad como varones o como mujeres, remite a una vocación a la comunión.
La feminidad y la masculinidad auténticas se encarnan en el cuerpo y en el reconocimiento del otro. En la medida en
que entremos en diálogo con el otro, diferente (varón o mujer), podremos descubrir mejor nuestra propia identidad
(mujer o varón).
Es evidente que la masculinidad y la feminidad no son los estereotipos. La R.A.E. define estereotipo como imagen o
idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable. No se trata de los rasgos aparentes. Ver a

2 JUAN PABLO II, Hombre y mujer los creó. El amor humano en el plan divino, Cristiandad, Madrid 2000, p. 66.
3 JUAN PABLO II, Carta a las familias, BAC, Madrid 1994, p. 9.
un varón vestido con un kilt (una falda tradicional escocesa) puede ser percibido como enormemente masculino para
una mujer escocesa, y para sus compañeros de trabajo escoceses. Lo que hace 60 años podría ser percibido en España
como poco masculino (p. ej., cocinar), puede ser hoy percibido por la mayoría de las mujeres españolas menores de 50
años como atractivo en un hombre e indicador de seguridad en sí mismo y en su identidad de varón.
Los roles de género, las actitudes, comportamientos, apariencia… tradicionalmente vinculados con un sexo (varón
o mujer) en un momento histórico concreto, y en un contexto cultural determinado, son parte del lenguaje común que
nos permite sentirnos integrados y construir nuestra identidad como varones y como mujeres, en un momento concreto
de la historia y en una cultura. Estos convencionalismos (acuerdos), siempre que no supongan una falta de justicia en la
relación con el otro sexo (p. ej., desigualdad de oportunidades en los derechos fundamentales), serán positivos en la
medida en que nos remiten a una diferencia más profunda, sexual, que está en el origen de nuestra existencia como
seres humanos.
La desaparición de todo elemento cultural, de toda convención, que nos recuerde la existencia de varones y mujeres,
como seres iguales pero diferentes, supondría una pérdida ¿Hay algo esencial, irreductible, no sujeto a la cultura, que
diferencia a varones y mujeres? Sí, el cuerpo. Dice Benedicto XVI 4: “El cuerpo nos habla de un origen que nosotros no
nos hemos conferido a nosotros mismos”.

Claves antropológicas: una guía para el camino

La diferencia sexual inscrita en el cuerpo puede ser leída como una casualidad. Un producto de la evolución,
entendida sin Dios. Un resultado que no tiene un origen ni un sentido. Sin embargo, el modelo antropológico (el
modelo de persona, la idea de persona) que fundamenta la propuesta de Aprendamos a Amar considera que en el
cuerpo está inscrita la misma plenitud a la que está llamada el ser humano, la plenitud de la comunión interpersonal, la
unidad en la diferencia.
Claves antropológicas que pueden servir como criterio, como “brújula” o “faro” en medio de tantas propuestas
educativas entre las que, en ocasiones, puede ser dificil discernir. Proponemos tres claves:

1. La clave de la corporalidad.
El cuerpo es un tesoro y un bien que hay que cuidar; pero es que, además, el cuerpo es sacramento de la persona. El
cuerpo custodia el misterio de la persona. Su dignidad se funda en que el cuerpo que es la persona, el cuerpo tiene
una dimensión subjetiva y espiritual5. La existencia del ser humano no es comprensible sin la existencia del cuerpo.

La corporalidad es una dimensión de la persona: se es hombre o mujer. No se convierte uno en hombre o mujer.
Como resultado “El Catecismo de la Iglesia Católica” dice en su número 364 que “el cuerpo del hombre participa
de la dignidad de la “imagen de Dios”: es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma
espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu”.
Por tanto, cualquier propuesta educativa que relativice, minusvalore o convierta en irrelevante el valor del cuerpo,
corre el peligro de promocionar una despersonalización, una deshumanización.

2. La clave de la integración.
“… precisamente es en la sexualidad donde queda patente que el ser humano es algo más que la suma de sus
componentes”6.

Todo planteamiento educativo que disocie, que plantee que una dimensión de la persona es aislable de otra, que
compartimentalice o que jerarquice, generalmente será contrario a esta clave. La plenitud de la persona es la
integración. “El normal desarrollo y madurez sexual del hombre pasa por la integración creciente de la sexualidad
en el conjunto de la persona” 7. Cuando veamos una propuesta, podríamos preguntarnos: este criterio educativo,
¿conduce a una integración de todo lo que la persona es?, ¿reconoce y promociona a la persona como una unidad?

Así, por ejemplo, es positivo diferenciar, distinguir, entre el sexo biológico, la identificación sexual (soy varón o
mujer) y el género o los roles de género. Disociar, sin embargo, es negativo.

3. La clave de la comunión.
«El hombre, única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrarse plenamente a sí
mismo sino a través del sincero don de sí» 8. La plenitud del hombre está en el amor. Amar y ser amado es el deseo

4 BENEDICTO XVI, Discurso del santo padre Benedicto XVI a los participantes en un encuentro del Instituto Pontificio Juan Pablo II para Estudios sobre el
Matrimonio y la Familia, Ed. Vaticana, Ciudad del Vaticano 2011.
5 J. M. BURGOS, op. cit.,
6 A. LÓPEZ QUINTÁS, op. cit., p. 51.
7 V. E. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 1989. Cit. por Alfonso López Quintás, El amor humano. Su sentido y su alcance (p. 50).
8 CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium et spes, n. 24.
más profundo inscrito en el corazón del hombre, y es también la plenitud a la que está llamado. Este es el plan de
Dios para el hombre. Cualquier acción humana implica la corporalidad. El amor, el don de sí, no es posible sin el
cuerpo. El cuerpo es la expresión de la persona, y el verdadero don de sí solamente es posible cuando la persona ha
madurado lo suficiente como para ser libre. La libertad implica la integración de todas las dimensiones de la
persona en una vocación. La plenitud del ser humano es darse, y solo puede darse la persona que ha integrado
mínimamente todo lo que es. Porque no puede darse quien da solamente una parte de sí mismo.

Por tanto, el criterio de la igualdad (como máxima, sin considerar el valor de la diferencia) y el criterio de la libertad
(entendida como la posibilidad de elegir, con el menor número de condicionamientos posibles, entre el mayor
número de opciones), no son los criterios últimos que deben orientar nuestra acción educativa.

Cultura y naturaleza son importantes, ambos elementos son necesarios para la construcción de la identidad sexual
del niño y la niña, y del adulto. Vivimos en una cultura de la disociación frente a la que, como criterio antropológico,
proponemos la integración.
¿Por qué es importante una educación que busque favorecer que la persona integre todas sus dimensiones? La
madurez de la persona está vinculada al grado de integración de sus diferentes dimensiones.
La falta de integración de las dimensiones de toda la persona, lo que implica una inmadurez, lleva a un sujeto
voluntarista o emotivista. Un sujeto emotivista, por ejemplo, orienta sus acciones únicamente de acuerdo a la emoción
que le suscitan. “El emotivismo se transmite en la actualidad por el sistema educativo, que no educa los afectos, y por
la imposición de una falsa idea de autonomía, que deja a la persona encerrada en sus emociones como único criterio de
vida.
Sin embargo, “la Creación encuentra su plenitud con la Encarnación, con la venida de Cristo. Dios asumió el
cuerpo, se reveló en él”9. El cuerpo tiene un enorme valor, porque nos remite a una verdad mayor que nosotros mismos,
dado que “nuestros cuerpos entrañan un misterio. En ellos el espíritu se manifiesta y actúa. Están llamados a ser
cuerpos espirituales, como dice san Pablo (cf. 1ª Co 15, 44). Podemos ahora preguntarnos: este destino del cuerpo,
¿puede iluminar las etapas de su camino? Si nuestro cuerpo está llamado a ser espiritual, ¿no deberá ser su historia la
de la alianza entre cuerpo y espíritu?”10.

Bibliografía: Nieves González Rico. DIRECCIÓN DEL PROYECTO Fundación Desarrollo y Persona
Teresa Martín Navarro. COF Diocesano San Sebastián
Antonio Mª Sastre Jiménez. Universidad Francisco de Vitoria. Aprendamos a Amar

9 Benedicto XVI, a. cit.


10 Ibíd.

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