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Curso 2011-2012 1
Tema 6
Ya hemos visto en el tema anterior una breve reseña histórica de este monasterio
medieval barcelonés. Esta comunidad cuenta con una atractiva leyenda fundacional
que la conecta con Santa Clara y su voluntad fundadora, que la llevó a enviar a tierras
hispanas a dos familiares y discípulas suyas. Pero dejemos que nos lo explique la
priora de la comunidad, Dorotea Çarovira, entorno al 1632, y en el marco de sus
memorias autógrafas (desgraciadamente perdidas y de las que tan sólo nos restan
algunos fragmentos, copiados en el proceso de canonización de la dos mujeres):
“Tenemos por tradición muy antigua y a más de 50 años he oído decir a mis
padres que en gloria estén, quienes eran los sres. misser Michael Çarovira,
ciudadano de Barcelona y versado en escrituras antiguas, y mi madre, la sra.
Otilia Çarovira y de Cordelles; y también he oído decir a la sra. abadessa
Brianda de Vergós y dicha abadesa lo había oído decir a monjas muy viejas y
éstas a otras, que Santa Clara envió a nuestras fundadoras y que llegaron en
esta ciudad en una barca sin vela ni remos, y que salió a verlas mucha gente
noble y eclesiásticos y la llevaron a casa del obispo. Y he oído decir a mis
padres que habían estado unos días en casa de mossèn Roig del Pla de’n Llull,
después Born vell, y conociendo la santidad y buenas intenciones de dichas
Mujeres y espíritu libre en el cristianismo medieval. Curso 2011-2012 2
Tema 6
La propia Dorotea, en otro punto de sus memorias, nos sitúa la llegada de las dos
mujeres, Inés y Clara, en el año 1233, constatando ya en este punto la “contradicción”
existente entre esta fecha y la de los primeros documentos de archivo, que marcan la
fundación de la casa y que nos dan la fecha de 1237. No es el momento de entrar aquí
de entrar en detalle sobre el origen, autoría y difusión de esta relato fundacional; sí
que nos interesa hacer algunos comentarios en el marco de este capítulo.
En primer lugar, si nos referimos al origen del relato, vemos cómo tendría uno de sus
puntos de arranque en los martirologios de la orden franciscana; esto es, en los textos
que recogen la santidad (no necesariamente reconocida a nivel oficial) de los hombres
y mujeres de la orden. El primer archivero de la comunidad, Sebastià Roger, que
organizó el archivo en la década de 1590, encontró justamente un martirologio antiguo
que daba la fecha de 10 de enero de 1233 como fecha de fundación del monasterio,
sin ninguna precisión más, y reconocía que la primera abadesa, Inés, fue tenida
siempre como santa, sin mencionar ningún otro detalle. Efectivamente, martirologios
antiguos de la orden comentan la llegada de dos discípulas de Clara de Asís, enviadas
por la santa para fundar en España, recalando en primer lugar en Barcelona. El
carácter sobrenatural del viaje y el perfil definitivo del relato parece derivarse de un
contexto local, comunitario, que bebe de la vieja y conocida tradición de las 3 Marías o
de las “Santas Marías” (María Magdalena, María Salomé y María Jacobea) que
llegaron también, en una barquita sin remos, de las tierras de Palestina a la Provenza
francesa.
<Sabías que>
Les Saintes Maries de la Mer, en la Camarga francesa conserva en su topónimo esta
leyenda. En la actualidad los gitanos siguen venerando la imagen de Sara, la sirvienta
negra que acompañaba parece ser a las Marías en su viaje. http://www.marie-
madeleine.com/stesMaries.html.
/<Sabías que>
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Tema 6
<Excurso>
Es importante marcar en este punto las interesantes y atractivas conexiones que
podemos establecer entre “mujeres y oralidad”; o, en otras palabras, el hecho que las
mujeres a lo largo de la historia han encontrado a menudo, en este ámbito de lo oral,
un régimen de significación diferente y propio (Graña Cid, 2002); una oralidad, por otro
lado, que implica también un espacio doméstico, una relación entre mujeres, que el
monasterio genera y hace posible.
/<Excurso>
<Sabías que>
Un relato donde aparece también el tema, muy recurrente en el folklore popular, de la
barca sin remos que navega a la merced del viento, se encarnó también en la figura de
la reina Violant de Hongría, esposa de Jaume I. Reproducción digital del manuscrito
Història de la filla del rei d’Hongria” en la Biblioteca Virtual Joan Lluís Vives:
http://www.lluisvives.com (ACA, Ms. 83).
/<Sabías que>
<Ejemplos>
Relatos similares, que describen la venida más o menos épica o milagrosa de
discípulas de Asís con destino a España, los encontramos en otros puntos de la
geografía clarisa española, como también en otras partes de Europa (Reims, Cahors,
en Francia). A Sant Antoni de Barcelona en Cataluña se le añaden otros monasterios
tanto de la zona castellano-leonesa (Medina del Campo, Toledo, Salamanca, Carrión
de los Condes, etc.), Aragón (Tudela), como la zona andaluza (Andujar, Sevilla, entre
otros). En un interesante artículo, María del Mar Graña Cid, comenta cómo en esta
última zona estas tradiciones y leyendas no solamente hacen intervenir a mujeres
directamente relacionadas con la voluntad fundadora de la santa italiana sino que
también actúan tocadas por un carisma legendario y heroico, cronológicamente en
paralelo a la avanzada de la reconquista cristiana (Graña Cid, 1994).
/<Ejemplos>
Es cierto, por un lado, que en la mayoría de los casos encontramos una contradicción
evidente entre las fechas que con más o menos precisión nos dan las leyendas y los
primeros documentos textuales de los archivos monásticos. Y que, también, todas
estas tradiciones desprenden un halo milagroso que conjuga realidad y ficción. En
general, la historiografía ha negado veracidad histórica a estos relatos y,
consecuentemente no ha dado base real a la posibilidad que existiera realmente una
voluntad fundadora de la orden, y de su principal exponente, Clara de Asís, como
tampoco las misiones de damianitas por Europa (excepto a las documentadas
misiones en la zona de Praga y Brujas).
Para responder a estas cuestiones sería interesante destacar, en primer lugar, que la
leyenda puede derivar en realidad de una tradición oral conservada en el monasterio.
Tradición que marca los vínculos con el proyecto materno y original de Clara de Asís.
Recordemos aquí que en el inicio de su proyecto, la misma Clara otorgó un lugar
importante al registro de la oralidad y a la memoria como vía de transmisión del saber.
En segundo lugar, y de acuerdo con la dinámica de la fundación, que procedería muy
probablemente de un grupo de penitentes/beguinas “tocadas” por el carisma
mendicante, es normal también la contradicción entre fechas, el “baile” de fechas entre
la realidad de un grupo “informal, semireligioso” y su transformación o camino hacia un
espacio reglado dentro de la nueva orden damianita. Por lo que respecta a la
posibilidad real de misiones de damianitas por Europa no son improbables, sobre todo
si analizamos sin prejuicios previos el modelo monástico y el pensamiento de la santa.
En este sentido tendríamos que poner sobre la mesa de nuevo la cuestión de la
movilidad femenina que habíamos esbozado en temas anteriores, el concepto de
clausura monástica y la propia voluntad expresada por Clara, que sabemos, por
ejemplo, que quiso dirigirse a España para participar en la conversión de los “infieles”.
Este anuncio de su muerte se dirige a “todas las hermanas de San Damián extendidas
por el mundo”. Parecería pues que la/s leyenda/s fundacionales pretenderían dar
consistencia real a esta genealogía que incluso la historiografía más reticente a darlas
por válidas reconoce.
Una genealogía además que vincula no solamente el monasterio madre con otras
comunidades de damiamitas, sino también entre éstas. De este modo, si marcamos un
rápido cuadro fundacional de los monasterios españoles vemos que son frecuentes
los trasvases de monjas entre comunidades y el papel de algunos monasterios que se
erigen en cierta manera como patrón en su área geográfica cercana,
“protomonasterios” de la orden que sirven de modelo y estímulo para otras
fundaciones dentro de su área de influencia; será el caso de Sant Antoni (que enviará
monjas a Castelló d’Empúries, Vilafranca del Penedès y Pedralbes, en la misma
ciudad de Barcelona); el de Zaragoza para la zona de Aragón, Burgos para la
castellana, y Pamplona para Navarra. Curiosamente en algunos de estos casos estas
relaciones vuelven a encarnarse en otra leyenda fundacional. Es paradigmática en
este sentido la tradición legendaria que relata cómo fue la misma Clara de Janua,
discípula-familiar de Clara y fundadora del monasterio barcelonés, la que do origen al
monasterio de santa Clara de Almazán (Soria), poco antes de 1253. Aún en la primera
década del siglo XX, las monjas de este monasterio castellano escribían a las de
Barcelona para preguntar sobre la veracidad o no de esta leyenda.
Más que comprobar la veracidad de la leyenda, lo que quizás habría que subrayar es
qué se esconde detrás del relato legendario, ya que, como bien afirma Milagros
Rivera, “la leyenda, como la fábula o el mito, recoge una verdad conocida que otras
formas de transmisión del saber o de la memoria histórica no son capaces de acoger”
(Rivera, 1999, p. 110). En el caso de la fundación barcelonesa, creo que la crónica
legendaria no haría más que poner en el primer plano de la escena y de la
interpretación histórica las relaciones directas entre las mujeres que compartieron un
mismo anhelo espiritual, fueron tocadas por el carisma de san Francisco y siguieron de
cerca el modelo en femenino esbozado por Clara. La leyenda, quizá por primera vez
escrita en el interior de la comunidad por la priora Dorotea Çarovira, adopta el relato
cristiano de las 3 Marías a la venida de dos discípulas de santa Clara que recogen los
martirologios de la orden. Y dejaría a la vista la voluntad fundadora de la santa italiana
y el papel de sus discípulas (al lado del papel también evidente de las beatas o
beguinas locales que las acogen, quizás ya conocedoras de su modelo). Es ese fondo
de verdad y de sentido el que nos interesa ahora, desde nuestro presente, recoger.
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Tema 6
<Excurso>
Mª del Mar Graña analizando las fundaciones clarisas andaluzas cree que el recurso a
este tipo de intervención femenina, siempre marcadas por un áurea de misterio, o
heroico incluso en el contexto de la reconquista, contribuye a saldar o a satisfacer
algunas necesidades: la de refrendar un plan de fundaciones basadas más en
necesidades políticas, militares o estratégicas, que acompañan el proceso de
reconquista, y que tendría como protagonista indiscutible a la monarquía castellana,
agente bien perceptible, refrendado por los documentos, frente a la intervención casi
invisible, ahistórica, del grupo de discípulas de santa Clara.
/<Excurso>
La clausura fue sin duda alguna una norma de género, al ser las comunidades
femeninas las que debieron observarla obligatoriamente, y porque su formulación y
prescripción se adecuaba perfectamente a los contenidos de lo femenino que marcaba
el sistema medieval de géneros. En este sistema las mujeres eran percibidas y
definidas como menores, en el sentido que eran incapaces de controlar su propio
cuerpo, a causa de la fragilidad de su sexo, como también su vida material y espiritual.
Una de las características pues de las sociedades patriarcales será la falta de
movilidad de las mujeres, su sujeción a un espacio delimitado y controlable, o en todo
caso a un sistema de alianzas matrimoniales donde ella es únicamente el objeto de
intercambio.
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En el mundo eclesiástico este precepto patriarcal fue siempre tenido en cuenta, si bien
no se impuso de forma universal y obligatoria para las comunidades femeninas hasta
la bula “Periculoso” de Bonifacio VIII en 1298. Ya hemos visto sin embargo cómo
desde las primeras generaciones cristianas existieron mujeres que desafiaron este
tabú de la movilidad femenina, ejemplificadas en las “mujeres célibes” (normalmente
solteras o viudas) que viajaron a través del Imperio predicando la nueva fe, iniciando lo
que será después el viaje por excelencia, el peregracional, con destino a Tierra Santa
o a otros puntos destacados de la topografía cristiana.
Veamos sin embargo la realidad de esta norma de clausura, en primer lugar desde el
pensamiento original y directo de Clara de Asís; y a continuación, a través de la
vivencia concreta de una comunidad de dominicas barcelonesa.
Parece ser pues que una nota característica de estas primeras “hermanas menores”
no es su permanente y estricta separación del mundo, sino que mantienen una faceta
activa, de labor en los hospitales o al lado de los necesitados, trabajando con sus
manos, junto a una faceta más contemplativa. El canónigo francés ve claramente los
paralelismos entre esta escena y lo que conoce en sus tierras, el movimiento beguinal.
Paul Sabatier ha interpretado desde este testimonio, que las primeras clarisas no
mantendrían una clausura estricta sino que su perfil se acercaría más a las beguinas y
beatas dedicadas en parte a atender a los pobres y enfermos en los hospitales
medievales (Sabatier, 1978). Una interpretación refutada por otros historiadores
clásicos de la orden que consideran que la clausura no fue un elemento extraño en el
ideal de Clara y se encontraba también entre los planteamientos de las comunidades
de “mulieres religiosae” que iban abrazando la “forma vivendi” de Hugolino.
intenta conciliar una cierta clausura con el ejercicio de obras de caridad; y un último
grupo que, inspirándose en lo que suponía la renovación del espíritu evangélico, se
dedicaba a la asistencia a los pobres, especialmente a los leprosos, sin observar la
clausura (Van Asseldonk, 1993). En este sentido, y siguiendo el argumento de este
historiador, la mayor dificultad con que se encontraban las mulieres religiosae era
justamente la observancia de la clausura más que cualquier otra observancia dictada
por el Papado.
<Ejemplo>
Paradigmáticas son las bulas papales que entre 1241 y 1261 tratan la cuestión de las
“pauperes minores” o “mulieres religiosae” que se resisten a la clausura porque
deseaban una vida más libre, circulando por las ciudades, y que se presentan como
del orden de San Damián, van descalzas y usan el hábito y el cordón de dicha orden.
El Papa ordena a los obispos que las amonesten y las obliguen a dejar el hábito; la
última bula, de 1261, dirigida a los obispos alemanes, afirma que en esta zona se han
observado muchas mujeres que dicen ser de la orden de San Damián y dicen tener la
aprobación de la Santa Sede, cuando (siguiendo la bula) esto sólo es posible con
licencia del ministro provincial y con el compromiso de observar la clausura.
/<Ejemplo>
Desde esta perspectiva la clausura, entendida como estricta separación del mundo,
fue el elemento clave que impuso el Papado en el nuevo edificio monástico. Como
afirma Delir Brunelli, fue otro aspecto decisivo para el proceso de control clerical e
inserción dentro del marco monástico del movimiento religioso femenino, sean las
beguinas del norte o las “sorores minores” italianas (Brunelli, 2004, p. 44). Otra
cuestión es que Clara de Asís, en este “tira y afloja” a la hora de definir la orden y
sobre todo la regla que intentaba reflejar su pensamiento original, remarcó el carácter
cerrado del movimiento desde la perspectiva que hemos avanzado con anterioridad
(cierre espiritual más que separación del mundo); sin renunciar tampoco a un cierto
proyecto apostólico, como tenían San Francisco y sus hermanos.
<Ejemplo>
En su proceso de canonización se habla de las partidas constantes de damianitas por
el mundo para “informar” a los monasterios o grupos de mujeres religiosas de Italia,
Bohemia, Alemania, Francia o España. Esta misma voluntad apostólico-misionera es
la que se encuentra detrás de la determinación de Clara de marcharse a predicar
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hacia las tierras del infiel en 1212, conocedora del martirio de algunos frailes,
compañeros de la orden.
/<Ejemplo>
<Ejemplo>
Destacamos el precioso documento que cuenta las declaraciones de Catalina Aleu,
de 14 años, ante la corte de justicia de Barcelona; esta joven ha sido denunciada por
Gabriel Oliver, padre del “novio” de Catalina, Joan Oliver, por haber incumplido la
palabra de matrimonio e ingresar en Montesión, donde ya lleva más de un año
viviendo pero “sense l’hàbit de monja, sinó que segueix vestint el vestit laic
acostumat”. Catalina ha sido sacada por la fuerza del convento por un grupo de
hombres armados que irrumpen en el convento sin licencia. El episodio acaba con la
decisión que debe tomar Catalina, debatiéndose entre cumplir “amb el seu matrimoni i
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Vemos por otro lado que lo que interesa realmente es marcar esas fronteras estrictas
entre esas dos vivencias, situando bajo sospecha los estatus confusos que no acaban
de encuadrarse en el orden vigente, que define el lugar de las mujeres en esas dos
vías exclusivas. No sabemos cuál fue la decisión final de Catalina, pero vemos en todo
caso que debería tener una imagen “positiva” del entorno monástico, donde a pesar de
las constricciones, podía imaginar una vía de libertad o de refugio en su oposición
quizás a un matrimonio impuesto.
Las Ordenaciones de 1461 escritas por Marcial de Auro Bello, general de la orden de
los Predicadores, van a prefigurar sin embargo dos de los puntos esenciales de lo que
poco después será la reforma monástica impuesta por la monarquía hispánica a
finales del siglo XV: la separación estricta de la comunidad con el exterior y el control
en el acceso de la palabra. Uno de los puntos de tales ordenaciones fue por ejemplo
proponer el ingreso de oblatas como la vía más adecuada para asegurar el
cumplimiento de los votos, que podían profesar ya a los 14 años de edad. Se vigiló el
ingreso de mujeres viudas y se controló el estatuto ambiguo de la “escolana”, que
juraba sólo los votos capitulares, actuando como profesa sin proferir los otros votos. La
separación del exterior se hace evidente incluso en el espacio eclesial, donde las
monjas deben comulgar a través únicamente de la ventana del Capítulo, con la sola
excepción del día de Corpus y la vigilia de Navidad.
A partir de 1493 los Reyes Católicos van llevar a cabo un proceso de reforma
monástica, con el objetivo final de uniformar, centralizar y fiscalizar el clero regular y
secular bajo el poder del Estado. Las órdenes regulares femeninas del país, y en
concreto las de Barcelona, van a ser reformados en un proceso no exento de
momentos de tensión, con la excomunión incluso de algunas abadesas que se oponen
vivamente a lo que consideran una intromisión de los visitadores y una violación del
espíritu dominante en sus antiguas constituciones u ordenaciones. Este control tuvo
como consecuencias una mayor vulnerabilidad de la autoridad de la abadesa o priora,
cabeza visible de la comunidad, y una pérdida de la autonomía general del convento; y
tuvo como elemento de fuerza la imposición de la clausura femenina, entendida como
forma represiva, y el silencio.
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<Ejemplo>
Es el caso de Constança de Peguera, abadesa de Sant Pere de les Puelles de
Barcelona, depuesta y tildada de apóstata por mostrarse contraria a la reforma en su
comunidad. Es encerrada en el monasterio de Montesino hasta nueva orden de los
visitadores.
<Ejemplo>
A pesar de las tensiones, la reforma sigue su curso, aunque muy lentamente. Todavía
en 1563 una memoria de las ordenaciones que se envían a Montesión insiste de
nuevo sobre el estricto cumplimiento de la clausura y el silencio, y renueva la
restricción de la entrada al recinto monástico incluso para mujeres que no sean
parientas. Faltaba poco para que, en el marco del concilio de Trento se reglamentara
de manera más firme y con mayor rigor sobre el encerramiento femenino —bulas del
papa Pio V Circa Pastoralis (1566) y Decori et honestati (1570)—, donde, en palabras
de Marisol Hernández, “la clausura reducía el espacio de lo visible y lo decible en la
vida comunitaria” de las monjas (2002, p. 31). Con esta normativa se cerraba en cierta
manera un ciclo o un proceso iniciado ya en 1298 con la bula Periculoso, la primera
norma con carácter universal sobre la clausura monástica femenina.
Vamos a trazar en este capítulo final otro aspecto que visualiza en este caso el
monasterio como un espacio privilegiado de desarrollo, perpetuación y difusión de
formas diversas de cultura femenina, codificadas o no en términos de cultura escrita.
Hemos visto en el primer epígrafe cómo la leyenda fundacional del monasterio de Sant
Antoni i Santa Clara de Barcelona puede integrarse también como una forma de
memoria femenina, de la identidad comunitaria que hunde sus raíces en una
genealogía de mujeres como “madres fundadoras”, y que se mantiene en el registro de
la oralidad para pasar después al ámbito de la leyenda. En este caso el relato no
acaba por configurar las vidas o biografías de las santas, transmitidas a menudo por
sus confesores, que serían también otro de los registros de la memoria, oral o escrita
de las mujeres, y que el monacato acoge como espacio privilegiado más que cualquier
otro lugar.
Ahora se trata de dar cabida a otros registros más clásicos de esta cultura femenina,
como son la expresión literaria, convirtiendo algunos de estos espacios monásticos en
referentes sociales, culturales y espirituales de la sociedad de su época. Algunas de
las mujeres que allí vivieron fueron a la vez referentes de autoridad femenina,
ejemplos de acción femenina en el mundo que traspasa a menudo los límites estrictos
del claustro monástico. Vamos a ejemplificar esta tesis en el caso del Real monasterio
de la Santísima Trinidad de Valencia y su abadesa más conocida, Isabel de Villena.
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<Sabías que>
En otro contexto hemos analizado ya su perfil político, de buena y sabia gobernadora
de los territorios de la Corona en ausencia de su esposo, de sus prácticas mediadoras
y de búsqueda de la paz en los conflictos que asolaban los reinos hispanos
medievales (significativamente su reino de nacimiento, Castilla, y el de adopción,
Aragón). Te recomiendo la lectura de: N. Jornet, “La pràctica de la pau”, en La
diferencia de ser dona (Recurs electrònic). Rcerca i ensenyament de la historia.
Barcelona: Duoda. Centre de Rercerca de Dones, 2004.
/<Sabías que>
Que la opción monacal fuera realmente una opción deseada por nuestra protagonista
ha sido interpretado de formas distintas por la historiografía. Albert Hauf, conocedor y
editor de la obra de Isabel, plantea que quizá la opción se planteara como la más
adecuada para una hija ilegítima, encontrándole una salida digna y adecuada; aunque
no excluye totalmente la posibilidad de un deseo real de Isabel. Rosanna Cantavella
editora también de la obra de Isabel, plantea la posibilidad que tuviera interés en las
posibilidades de estudio y crecimiento espiritual e intelectual que se le abrían en el
convento, en un espacio en definitiva menos restrictivo para el acceso de las mujeres
a la cultura. Y finalmente introduce la posibilidad de que la opción monástica fuera
también planteada por la propia reina María, que de esta manera introducía en el
monasterio que había fundado una persona de confianza (Cantavella, 1987).
La obra de Isabel toma como eje narrativo de la vida de Jesús el punto de vista de su
madre, María, concediendo además gran protagonismo a otros personajes femeninos.
Es clara en este sentido la intención de la autora por mostrar, valorar y significar el
origen y la intervención femenina en la redención.
<Ejemplo>
Un ejemplo, la obra no se inicia como lo hacen las demás con el nacimiento de Cristo,
sino con la concepción de María en el vientre de su madre, Ana; y acaba con su
coronación y asunción. Por otro lado, privilegia la relación materno-filial, Ana-María, y
como decíamos da voz a las mujeres implicadas en la vida de Jesús (Isabel, prima de
la Virgen; las hermanas de María, etc.). Toma un papel destacado la figura de Maria
Magdalena, a quien Isabel presenta como una enamorada de Cristo, descrita y
valorada por su gran capacidad de amor, de darse al otro.
/<Ejemplo>
Ana Vargas sitúa con claridad esta obra en el entorno de la llamada “querella de las
mujeres”, un famoso debate político, filosófico, teológico y literario sobre la
superioridad o inferioridad de las mujeres, el valor de lo femenino y el lugar que
ocupaban o tenían que ocupar en el orden sociosimbólico. Un debate que tuvo lugar
en los siglos centrales de la Edad media, extendiéndose hasta el siglo XVIII, y que
tuvo un impacto a nivel europeo (Rivera, 2001). La finalidad de la obra de Isabel es
ante todo fomentar la devoción religiosa, más aún contando con el auditorio al que va
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<Descarga de materiales>
Obra completa “Vira Christi en la edición de Lope de Roca (Biblioteca Virtual Lluís
Vives)
http://www.lluisvives.com/servlet/SirveObras/jlv/12698301924585940210435/index.htm
/<Descarga de materiales>
Assendolk, O. “Sorores minores e Chiara d’Assisi a San Damiano. Una scelta tra
clausura e lebbrosi”, Collectana franciscana, 63, 1993, p. 414-416.
Graña Cid, M. M. “¿Leer con el alma y escribir con el cuerpo?: reflexiones sobre
mujeres y cultura escrita”, en A. Castillo (coord.) Historia de la cultura escrita. Del
Próximo Oriente antiguo a la sociedad informatizada. Gijón: Trea, 2002, p. 385-428.
McGinn, B. The flowering of Mysticism: men ad women in the new mysticim (1220-
1350). New York: Grossroad, 1998.