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Diplomatura Superior en Educación Sexual

Integral

Módulo 4: Pedagogía crítica y feminista, género,


masculinidades y diversidades

Clase 3: Masculinidades
Clase 3: Masculinidades
1. Introducción
2. ¿Masculinidad o masculinidades?
2.1. Características de la masculinidad hegemónica
2.2. Masculinidades subordinadas
2.3. El impacto de los mandatos de masculinidad en la salud
3. Hacerse hombre en las aulas
3.1. Nuestra responsabilidad como docentes

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1. Introducción
Les damos la bienvenida a la tercera clase del módulo 10,
“Pedagogías críticas del género y la sexualidad”. Como venimos
desarrollando en módulos anteriores, los géneros son
construcciones sociales, proyecciones que se realizan sobre las
personas, a partir de la asignación de un sexo en el nacimiento. En
las sociedades patriarcales, los géneros son dos, varón-mujer, y hay
maneras “socialmente correctas” de serlo. Quienes las reproduzcan,
serán mejor vistas/os que quienes se salgan de ese estereotipo.

En esta clase intentaremos reflexionar y esbozar algunas respuestas en


torno a las siguientes preguntas: ¿Qué es ser hombre? ¿Hay una manera
correcta de serlo? ¿Cómo generamos prácticas educativas que
problematicen y pongan en tensión un modo único de ser varón?

Abordaremos los conceptos de masculinidad y masculinidades, para


distinguir que hay una masculinidad que es señalada como la
“correcta”, hegemónica; y otras en plural, que tratan de visibilizar
una diversidad de modos de ser varones, varones gays, personas no
binarias, lesbianas o mujeres que se identifican y expresan desde
una apropiación singular de la masculinidad, entre otras/os.

Les propondremos problematizar la masculinidad, en tanto


dispositivo que (re)produce relaciones desiguales de poder.

2. ¿Masculinidad o masculinidades?
La masculinidad es un concepto difícil de definir, por lo que vamos a empezar por lo
que la masculinidad NO ES.
La masculinidad NO ES un hecho biológico, no depende de los genitales con los que
hayamos nacido.

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La masculinidad NO ES la manifestación de una esencia interior, no está determinada
ni por el alma ni por las energías.
La masculinidad NO ES un conjunto de atributos propiedad de los varones, no es algo
que se tiene o que se posee.
(Chiodi, Fabbri & Sánchez, 2019:11)

¿Cómo alguien se hace varón? ¿Hay sólo una manera de serlo? ¿Cómo un
niño pasa a ser un hombre? ¿En qué momento? ¿Qué diferencia a un
varón de una mujer?

A lo largo de la historia, la humanidad ha construido categorías que


le permiten leer y ordenar el mundo. Una de esas categorías es la
que divide a las personas en varones y mujeres (invisibilizando a las
personas LGBT+). Pero, además de dividir el mundo de modo
binario, también se han ido estableciendo formas “socialmente
correctas” de ser varones y mujeres. Llamamos a esas formas
masculinidad y feminidad hegemónicas. El concepto de hegemonía
viene del análisis político y hace referencia a cómo un grupo (en este
caso, determinado tipo de hombres o mujeres) está en un lugar de
supremacía en relación al resto de ese grupo.

“La masculinidad es un “dispositivo de poder orientado a la


producción social de varones cis hetero” (Fabbri, 2021). La
masculinidad en singular es un mandato, un conjunto de normas, de
prácticas y de discursos, que de ser asumidos de forma más o menos
“exitosa” asignan a los varones (cisgénero y heterosexuales, sobre
todo) una posición social privilegiada respecto de otras identidades
de género (IMCS, 2019)” (Ministerio de Salud, 2023)

“El término masculinidad puede resultar huidizo y complejo. Muta, se


desplaza y reconfigura sus límites constantemente. Aún así, se puede
identificar cierta versión que se erige como norma y produce
socialmente las fronteras de lo que se espera de los sujetos nacidos
con pene. Toda versión de masculinidad que no se corresponda con

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la dominante sería equivalente a intentos más o menos frustrados de
ser varón” (Sanchez, 2017:63).

Desde que nacen con pene, socializamos a los que llamamos niños
de manera tal que pongan en valor la autosuficiencia, recorran el
espacio y se apropien de él (muchas veces les regalamos pelotas
pistolas, superhéroes), se espera generalmente que sean valientes,
exitosos, dominantes. Incluso, por estas formas en las que se les
enseña, pareciera que hasta las emociones tienen género, por
ejemplo cuando se cree o se dice que “no está bien que un varón se
angustie y demuestre esa angustia o que lo vean llorando”. Se les
enseña desde muy pequeños que la manera correcta de expresar
sus emociones es el enojo, la rabia. Según De Stéfano Barbero
(2017) a medida que avanza el desarrollo de los niños, la violencia se
presenta como el único medio disponible para sublimar la tensión.

Lo opuesto a cada una de estas características está asociado a la


feminidad y, por tanto, tiene connotación negativa. Las mujeres han
de ser dependientes, es decir, dejar que se las cuide, se las proteja,
circunscribirse a un espacio reducido, ser temerosas, calladas, no
muy exitosas, dominadas; tienen habilitada la angustia, la tristeza,
pero jamás el enojo.

Podemos decir, entonces, que es por oposición a lo considerado


femenino que los varones van construyendo su identidad de
género.

La masculinidad hegemónica es “la configuración de la práctica de


género que incorpora la respuesta aceptada, en un momento específico,
al problema de la legitimidad del patriarcado, lo que garantiza (o se
considera que garantiza) la posición dominante de los hombres y la
subordinación de las mujeres” (De Stéfano Barbero, 2017:11).

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Les invitamos a ver el siguiente video:

Test de Masculinidad (Escena Película In & out, 1997)


https://www.youtube.com/watch?v=bBY9Zf9NGWI

¿Qué otras características se les ocurren asociadas a la masculinidad


hegemónica agregarían al “Test de Masculinidad”?

2.1. Características de la masculinidad hegemónica

La masculinidad es un concepto relacional, que se va definiendo


como posición social privilegiada por contraste con lo considerado
femenino. Varía en cada cultura y momento histórico. En nuestra
sociedad, dentro del amplio abanico de masculinidades, hay dos
formas de hegemonía:

● externa: se trata de aquella que remite a la dominación


masculina sobre las mujeres

● interna: aquella en la que se trata de dominar sobre otros


hombres.

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“La producción sociocultural de la masculinidad normal tiene
como motor fundamental la búsqueda de reconocimiento por
parte del grupo y el miedo a la pérdida de ese
reconocimiento” (Sanchez, 2017:74).

Caja de Herramientas. Capítulo 21: Varones vs Machos

https://www.youtube.com/watch?v=rWK759x3NF4&list=PLtR7M_AB3_U3a
ftw88NNbSXvyH-G9o9WC&index=21&t=4s

A continuación, les proponemos recorrer brevemente por algunas


de las características que tiene la construcción de la masculinidad
hegemónica en este doble juego entre la externa y la interna.

● Varón Cis-Heterosexual

En la construcción de masculinidad lo más importante es ser cis y


heterosexual. Es decir que las personas con pene y testículos, cuyo
sexo asignado al nacer es masculino, deben autopercibirse varones

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y sentirse atraídos (muy atraídos) por mujeres con vulva y vagina. De
eso dependerá su “virilidad”.

En los primeros años, no deben parecer una nena o ser maricones. Si


son varones, deben ir dejando rápidamente se parecer niños, pero,
más aún, deben eliminar cualquier rasgo asociado a la feminidad o a
la homosexualidad.

● Reconocido por sus pares

“La masculinidad se practica, demuestra, reconoce y consolida en


los grupos de pares. Los varones están bajo el persistente escrutinio
de otros varones: se muestran y representan como varones frente a
otros varones y es allí donde se avalan y reproducen muchas de las
prácticas más nocivas para ellos y para quienes se relacionan con
ellos” (Chiodi, Fabbri y Sánchez, 2019:11).

La virilidad, además de asociarse con tener parejas sexuales que


sean mujeres cis, debe ser mostrada a sus pares: la gracia de estar
con muchas mujeres es contarlo y mostrarlo a otros hombres. Hay
una legitimación homosocial de la heterosexualidad masculina.

Si no está esa legitimación de su heterosexualidad, se corre el riesgo


de ser excluido o, incluso, agredido. “La violencia aparece allí como
una de las formas más destacadas de validación de la masculinidad
normativa y la complicidad machista como uno de los mecanismos
más comunes para evitar su cuestionamiento”(Chiodi, Fabbri y
Sánchez, 2019:12).

● Proveedor

Como hemos afirmado, la masculinidad se construye por oposición


a la feminidad. En paralelo a la construcción de la idea de “instinto
maternal”, existe para la masculinidad el mandato de ser quienes
proveen de alimento, bienes materiales, apellido. “El hombre de la
casa” siempre será un varón. Si el varón adulto no está, el niño de

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mayor edad será quien herede ese rol, incluso habiendo una madre
adulta presente.

Privilegiados - Privilegios de la paternidad


https://www.youtube.com/watch?v=vWBLr1dYieA

● Activo - Deportista - Futbolero

Cabe hacer una mención especial a la función que los deportes han
cumplido en relación a los procesos de homosocialización. Ser
hombre ha de ser sinónimo de practicar algún deporte, ser bueno
en él y disfrutarlo.

La psicóloga Debora Tajer sostiene que el fútbol en nuestro país es


un aspecto importantísimo en la constitución de la masculinidad.
“Por lo menos desde la década de 1920, el fútbol forma parte de la
genealogía masculina de nuestro país. Desde entonces un padre
tiene para transmitir y legar a su hijo varón tres blasones
identificatorios: un nombre, un apellido y una camiseta. La

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pertenencia a la escuadra familiar, identificada con la camiseta,
instituye el linaje en un intento de construirse una pertenencia
nacional” (Tajer, 2014).

Ir a la cancha, jugar al fútbol, juntarse a ver el partido, son rituales


que construyen identidad en los varones, sirven de referencia. Si
alguien no se adhiere a ellos, puede que sea raro, poco masculino.
Con el fútbol se aprenden normas y modos deseables de ser: frío,
rápido, seguro de sí mismo, con aguante, distante del rival. A su vez,
es uno de los modos en los cuales se expresa el afecto, la pasión y
los vínculos. Es uno de los pocos momentos donde el contacto físico
entre hombres está habilitado: el abrazo de gol, el llanto de emoción
en el triunfo, son algunos ejemplos.

Les compartimos a continuación, un video que da cuenta cómo en


nuestro país el deporte marca de maneras más dramáticas a veces,
el modo correcto de ser varón:

Privilegiados - Iniciaciones en el deporte.

https://www.youtube.com/watch?v=fMx1Gpvm-uw

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● Violento

En línea con el video que acabamos de compartir, podemos decir


que ejercer violencia es parte de la masculinidad hegemónica. Ahora
bien, está claro que no es una cuestión natural, ni biológica o
instintiva. La crianza de varones violentos es una cuestión cultural: la
masculinidad ha de ejercer violencia para mantener sus privilegios
sobre las feminidades, sobre otros hombres, sobre niñas/os.

En su investigación “Hacerse hombre en el aula: masculinidad,


homofobia y acoso escolar”, Matías De Stéfano Barbero (2017)
recupera la pregunta ¿por qué los hombres son más violentos que las
mujeres? y realiza un recorrido por distintos estudios para responder
esta pregunta:

En su investigación “Hacerse hombre en el aula: masculinidad,


homofobia y acoso escolar”, Matías De Stéfano Barbero (2017) recupera
la pregunta ¿por qué los hombres son más violentos que las mujeres? y
realiza un recorrido por distintos estudios para responder esta pregunta:

“La sociobiología, particularmente, ha alimentado el sentido común


extendiendo la idea de que la violencia es “natural” en los hombres
(Connell, 1995; Kaufman, 2009). Sin embargo, no existen evidencias
claras de que así sea, sino que todo apunta a que se ha ido naturalizando
a través del sesgo androcéntrico que caracteriza al pensamiento
científico, y que ha sido puesto al servicio de los intereses patriarcales
para justificar y legitimar la violencia masculina (Guasch, 2006). Hoy
sabemos que los niveles de testosterona, por ejemplo, no tienen
resultados significativos sobre el comportamiento si no es en
combinación con estímulos sociales específicos vinculados al género
(Kemper, 1990). Por otra parte, recientes investigaciones (Joel et al., 2015)
revelan que los cerebros humanos, aun cuando muestran diferencias
vinculadas al sexo, no pueden distinguirse claramente entre “masculinos”

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y “femeninos”, sino que cada uno se encuentra en un contínuum entre
esos extremos y presenta diferencias individuales en su composición
específica. Por su parte, los estudios transculturales sobre la diversidad
de configuraciones de las masculinidades (Gilmore, 1991), han revelado
que a lo largo y lo ancho del mundo existen sociedades en las que los
hombres no son violentos con las mujeres o los niños y niñas, ni siquiera
los unos con los otros, demostrando que la biología no es la matriz
explicativa única de la violencia.

Para comprender los actos de violencia debemos analizarlos dentro de


los contextos sociales en los que tienen lugar (Kaufman, 2009). En
nuestras sociedades, la violencia es una constante presente en diversos
aspectos de la vida social, económica, política, ambiental, afectiva y
corporal, adquiere formas físicas, psicológicas y simbólicas, y se
institucionaliza cristalizando en formas de opresión estructuradas: las
raíces del sexismo, la heteronormatividad, el clasismo y el racismo –entre
otras– se intersectan en cada acto de violencia específico (Viveros, 2011).
Las distintas formas de violencia son una epidemia de las relaciones
humanas, pero para responder al porqué de su prevalencia entre los
hombres debemos interrogar la serie de relaciones de poder que se
ponen en juego.

La masculinidad es poder pero, paradójicamente, es frágil y quebradiza.


Al igual que la violencia, no está vinculada a la biología, sino que es una
ideología que debe ser constantemente performada y demostrada, con
tal intensidad, que parezca inevitable, natural, biológica (Connell, 1995,
2000; Kimmel, 1997; Kaufman, 2009). Por ello, los hombres esconden una
inseguridad pasmosa que cargan con una tensión casi constante: al
mismo tiempo, la masculinidad es atractiva, al ser una promesa de
poder, de éxito; pero resulta igualmente amenazante, ya que implica la
automutilación emocional y la constante vigilancia de uno mismo (Tolson
cit. Kaufman, 2009:587).

Hacerse hombre en el aula - De Stéfano Barbero, 2017.

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La línea “Hablemos” de la provincia de Buenos Aires es un
dispositivo de atención telefónica de primera escucha y derivación
para varones que ejercen violencia o que están en conflicto con la
ley penal por haber ejercido violencia. Es una herramienta destinada
a varones que demanden de manera espontánea contención y
asesoramiento.

El lanzamiento de esta Línea forma parte del abordaje integral de las


violencias por razones de género y configura una medida preventiva
orientada a reforzar la protección de las mujeres, niñas, niños y
adolescentes en la provincia.

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Para profundizar sobre la temática, compartimos el material “Abordajes
integrales en el trabajo con varones” del Ministerio de las mujeres,
políticas de género y diversidad sexual de la provincia de Buenos Aires:

https://ministeriodelasmujeres.gba.gob.ar/gestor/uploads/Abordajes%20
Integrales%20en%20el%20trabajo%20con%20varones.pdf

2.2. Masculinidades subordinadas

Hasta aquí hemos desarrollado algunas de las características


asociadas a lo que es la masculinidad hegemónica. Pero aquí surge
la pregunta: ¿qué pasa con quienes no cumplen con esas
características?

Así como hay varones que cumplen con cada aspecto de la larga
lista de demandas para demostrar que son verdaderos hombres,
existen quienes se encuentran subordinados en relación a ellos.
Hablaremos de masculinidades subordinadas para hacer referencia
a ellos. Si tuvieran que pensar en alguien “no suficientemente
hombre”, ¿en quién pensarían?

Desde una mirada interseccional, un varón pobre no se encuentra


en la misma posición que uno que acumula riquezas: su rol de
proveedor se verá afectado. Un varón heterosexual no será igual
que un varón gay. Un varón que disfruta del deporte no será igual
que un varón que no. Un niño varón está en una situación de
subordinación clara respecto de uno adulto.

Nuevamente, concluimos: los géneros son siempre categorías


relacionales y se entrecruzan con otros miles de factores.

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2.3. El impacto de los mandatos de masculinidad en la salud

Los mandatos de masculinidad que estuvimos trabajando tienen


consecuencias en diversas dimensiones de la vida. Una de ellas es la
salud. Cuando se analizan las diferencias entre géneros, se observa
que “los varones sufren tres veces más lesiones no intencionales
que las mujeres, se suicidan casi tres veces más y sufren cinco veces
más lesiones por agresiones que estas.”(Ministerio de Salud, 2023).
A su vez, el vínculo de los varones con el sistema de salud es
complejo, debido a que éstos suelen no asistir salvo en situaciones
de gravedad o urgencia. “El ejercicio de la violencia, la posición
frente al auto-cuidado y el de otras personas, las exposiciones a
mayores riesgos, la imposibilidad de un despliegue emocional y de
registrar sus malestares, la dificultad para pedir ayuda, generan
perfiles epidemiológicos que requieren de un abordaje específico”
(Ministerio de Salud, 2023).

Compartimos el material Masculinidades y Salud. Herramientas para el


trabajo con adolescentes y jóvenes elaborado por la Dirección de
Adolescencias y Juventudes del Ministerio de Salud de la Nación, para
contar con algunas herramientas sobre el vínculo Masculinidades y
salud:

https://bancos.salud.gob.ar/recurso/masculinidades-y-salud-herramienta
s-para-el-trabajo-con-adolescentes-y-jovenes

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3. Hacerse hombre en las aulas
Hasta aquí hemos podido desarrollar el concepto de
masculinidad/es. Nos queda reflexionar sobre cómo es que niños y
adolescentes “se hacen hombres” en las instituciones educativas.

El género y la sexualidad van transitando por diferentes etapas, de


acuerdo con la edad/nivel educativo de las/os niñas/os. De acuerdo
con Matías De Stéfano Barbero (2017) “es precisamente en los
primeros años de la etapa de educación primaria en la que
aparecen insultos como “mariquita” o “marimacho” dirigidos a
aquellos niños que “hacen cosas de niñas” y viceversa. Como señala
Kaufman (2009:586), es a los 5 o 6 años de edad cuando comienzan
a establecerse las bases de la masculinidad, y no es sino hasta el
último ciclo de primaria que se aprecia que estos insultos se
relacionan con la orientación sexual. De acuerdo con el autor, antes
de los 6 años la masculinidad lleva tiempo formándose pero aún
permanece latente, comienza a fortalecerse y expresarse en el
desarrollo del niño y termina por explotar en la adolescencia, donde
el rechazo a “la feminidad” y la pasividad se hacen ya evidentes, y
hacen que la mayor parte de los hombres jóvenes responda a la
violencia con violencia, reforzando los baluartes de la masculinidad
(ibíd.:586-587).

En resumen, a medida que se avanza a través del sistema educativo,


las cuestiones relativas a los roles, expresiones e identidades de
género primero, y más tarde a la orientación sexual, comienzan a
transformarse, pasando del juego y la experimentación a la tensión
y la negociación –en muchos casos mediatizada por la violencia–
cristalizando como formas de diferenciación y jerarquización que
regulan las relaciones entre pares”(De Stéfano Barbero, 2017:
15-16).

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Muchas situaciones de hostigamiento entre pares, conocidas
muchas veces como acoso escolar o bullying, suelen formar parte
de esas pequeñas microviolencias que van marcando lo correcto e
incorrecto en relación a ser varón. Durante la adolescencia, el acoso
escolar suele predominar entre hombres, más que ser dirigido hacia
mujeres. “Es en los puntos críticos de confrontación y respuesta
donde se pone en juego la masculinidad, y de ello depende que
salga fortalecida o cuestionada (...). Si la masculinidad es un terreno
de disputa, este “juego de hombres” necesita de un escenario donde
esté presente el público que aprecie la performance masculina. La
masculinidad debe ser aprobada y validada homosocialmente: los
hombres se vigilan y juzgan concediéndose la aceptación o el
rechazo en el reino de la hombría (Kimmel, 1997)” (De Stéfano
Barbero, 2017:13).

3.1. Nuestra responsabilidad como docentes

Una vez más, sostenemos la importancia de introducir la


perspectiva de género, con una mirada crítica sobre las
masculinidades, problematizando las premisas que subyacen a
situaciones de hostigamiento/acoso escolar o bullying: no caer en
las típicas frases de “las/os chicos son crueles”.

Cuestionar la masculinidad hegemónica implica promover una


transformación impostergable. Promover nuevas masculinidades,
que no hagan uso de sus privilegios, es un camino complejo pero
necesario. Debemos considerar que ésto no será sin desconcierto o
crisis, dado que se trata de poner en cuestión lo más profundo de
cada una/o: la identidad y los modos de vincularnos.

Las nuevas masculinidades vendrán de la mano de nuevas


feminidades, paternidades y maternidades, vínculos sexo-afectivos y
la escuela es un gran lugar para hacerlo.

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Nosotras/os como adultas/os debemos pensar no sólo en promover eso,
sino también revisar nuestras propias prácticas: ¿esperamos lo mismo de
los niños y adolescentes varones? ¿naturalizamos las diferentes trayectorias
educativas según el género? ¿Esperamos que la carpeta de un estudiante esté
más desprolija que la de una estudiante?

Para hacer una revisión de lo trabajado hasta aquí, compartimos Ante la


duda, un material de ABRATV que desarrolla de forma muy dinámica en
solo 10 minutos algunos ejes conceptuales de las masculinidades:

¿Hay una sola forma de ser masculino? ¿Qué son los pactos internos? ¿Quién
se privilegia de la estructura patriarcal? ¿Qué es hetero cis? ¿Carnet de
masculinidad? ¿Por qué el acoso callejero estuvo siempre legitimado? ¿Qué
es mansplaining? ¿Cuáles son los privilegios de género?

https://youtu.be/sUPdOr0276U?si=VMzMXXq411dEHzx0

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A modo de cierre, les invitamos a ver el siguiente video, sobre la historia
de Pol, un varón Trans:

https://www.youtube.com/watch?v=NR2C6JwLXSE

Los aprendizajes resultan significativos cuando logran integrar el pensar,


el hacer y el sentir. En el video, Pol comparte relatos pero también
sentimientos en relación a su masculinidad.
A ustedes, ¿Qué sentimientos, qué emociones les generó? ¿Pudieron
identificarlas?

Bibliográficas

Chiodi, A., Fabbri, L. y Sánchez, A. (2019): Instituto de Masculinidades y


Cambio Social. Varones y masculinidad(es). Herramientas

20
pedagógicas para facilitar talleres con adolescentes y jóvenes.
Buenos Aires.

De Stéfano Barbero, Matías (2017) “Hacerse hombre en el aula:


masculinidad, homofobia y acoso escolar”, Revista Cadernos Pagú
50

Fabbri, L. (2021). La masculinidad como proyecto político extractivista.


Una propuesta de re-conceptualización. En Fabbri, L. (comp.). La
masculinidad incomodada. UNR Editora.

Instituto de Masculinidades y Cambio Social. (2019). Varones y


masculinidad(es). Herramientas pedagógicas para facilitar talleres
con adolescentes y jóvenes.
https://argentina.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/Varones%2
0y%20Masculinidades.pdf

Ministerio de Salud (2023) Masculinidades y Salud. Herramientas para el


trabajo con adolescentes y jóvenes. Dirección de adolescencias y
juventudes.

Sánchez, A. (2017) “Marcar la cancha. Reiteraciones, desvíos y tensiones


en el arduo proceso de hacerse varón”, en J. Chaneton (comp.)
Modos de vida, resistencias e invención, pp. 63-80. Buenos Aires:
La Parte Maldita

Stoller, R. (1989) ¿Masculino o femenino?, PUF.

Tajer, D. (2014) Las mujeres, los hombres y el fútbol. Página 12.


Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-250414-2014-07-
10.html

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Licencia Creative Commons

Autoras: Paulina Bidauri y Larrouyet Agustina


Revisión de contenidos: Equipo de la Diplomatura de Educación Sexual
Integral y de la Dirección de Educación Sexual Integral (ESI), DGCyE

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