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Educación Sexual Integral en la escuela: Un derecho. Un desafío.

Un camino
por recorrer

El enfoque d-e la ESI está constituido por 5 ejes:

 el ejercicio de los derechos,

 el respeto por la diversidad,

 el cuidado del cuerpo,

 la equidad de género y

 la valoración de la afectividad.

1. Reconocer la perspectiva de género

Muchas veces pensamos que todas las personas nos ubicamos en una
categoría: varón o mujer, que por definición se las presenta como excluyentes
una de la otra y esto se daría de un modo “natural”. Otra característica de estas
categorías es que hay un valor social desigual para unas y para otros, esto es,
en muchas ocasiones se valora más lo masculino que lo femenino. Esta
valoración desigual la vemos por ejemplo cuando nos referimos a un conjunto
de personas donde no todas son varones y por norma usamos el masculino y
no cuestionamos la norma, es decir lo vemos como algo “natural” o “normal”, o
hasta no hace mucho tiempo se esperaba que el hijo varón estudiara y que la
hija mujer se ocupara más de cuestiones domésticas.

Tradicionalmente quienes han tenido mayor poder para clasificar las


identidades de género, y establecer qué deben hacer varones y mujeres, han
sido las religiones y la medicina. A partir de la segunda mitad del siglo XX
desarrollan la idea de “construcción de la sexualidad”, poniendo de manifiesto
que ésta no está determinada por la naturaleza o la esencia (que no son así
para siempre y en todos lados) sino que cada sociedad organiza, arma,
construye la relación entre cuerpo, género y deseo de un modo distinto. Y que,
por lo tanto, puede modificarse. El género es una construcción social y no un
rasgo que deriva de la anatomía (leída recurrentemente como biología-natural).

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El sexo/género está presente desde siempre, pensemos por ejemplo cuando
nos encontramos con una mujer embarazada, una de las primeras cosas que le
preguntamos es “¿es nene o nena?” y en función de la respuesta se construye
socialmente una idea diferente para cada caso. Este ejemplo nos sirve para
pensar cómo vamos construyéndonos como seres sexuados de un modo
cotidiano, casi sin darnos cuenta. Según seamos varón o mujer, se espera que
usemos determinados colores de ropa, realicemos determinados juegos, nos
comportemos y hablemos de una forma en particular, entre otras cosas.

Solemos entender que una “niña” es una persona a la que se le podrá “comprar
vestiditos preciosos” y será “compañera de la mamá”; y con frecuencia se
censurarán algunas expresiones por tildarlas de “machonas”. Pensemos en
alguna niña que nos rodea (hija, nieta, sobrina, vecina) e imaginemos qué tipo
de mensajes habrá de recibir a lo largo de su vida sobre su conducta sexual.
Posiblemente esa persona de adolescente pueda sentirse insegura con su
cuerpo por las “exigencias” que los medios de comunicación plantean acerca
de lo que es un cuerpo bello; pueda tener vergüenza en decir que se masturba
(si lo hace), o tal vez priorice el placer del varón al propio en un acto sexual, o
por ejemplo no se anime a llevar un preservativo en su cartera pensando que
eso puede afectar su “reputación”. Ni que hablar de lo difícil que podría ser
para ella enamorarse de otra chica o no entrar dentro de los parámetros que se
espera respecto de su identidad y/o su expresión de género.

Por otro lado, entendemos a un “niño” como una persona “fuerte” y “vigorosa”
Seguramente habrán escuchado también que “los niños no deben llorar” y que
“tiene que saber pelear”. Ahora repasemos la educación sexual que reciben los
varones de la mano de sus pares, de los consumos culturales como las
publicidades y la pornografía tradicional. Y también de sus familias y de sus
docentes. ¿Qué aprenderán los niños sobre su conducta social y sexual? Que
cuanto más sexo y mujeres lindas “posean” mejor, que pueden “consumir”
prostitución, que siempre deben tener deseo sexual, que no deben ser ni
parecer miedosos, pero principalmente no deben ser ni parecer gay. También
verán como normales sus privilegios de género, como lo puede ser caminar
libremente sin sentirse expuestos al acoso callejero, o realizar mucho menos

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trabajo doméstico que sus hermanas. Ser varón, ya desde bebé y, hasta hace
muy poco, era también la salvaguarda del apellido familiar.

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE VIOLENCIA DE GÉNERO?


A lo largo de la historia, las distintas culturas han construido y transmitido
representaciones sociales y formas de comportamiento que se consideraron
distintivas y propias de los varones y las mujeres, dando lugar a estereotipos
que definieron modelos rígidos de “ser mujer” y “ser varón”. Estos estereotipos
de género han legitimado el poder de los varones sobre las mujeres y sus
cuerpos. La diferencia biológica de sexo entre varones y mujeres ha subsumido
a las mujeres al ámbito privado –reforzado por la maternidad–, en tanto los
varones han monopolizado el espacio público. Tradicionalmente, los varones
han sido considerados responsables de la manutención económica de la
familia, ostentando por ello mayor poder, mientras que la mujer quedaba
subordinada a tareas que carecen de valor social legitimado. En igualdad de
condiciones, los varones aún disfrutan de condiciones laborales más
ventajosas: perciben salarios más elevados por igual tarea y tienen mayores
oportunidades de éxito que las mujeres; en la economía y en la política ocupan
un número mucho mayor de puestos, y los más importantes. El siguiente
señalamiento referido a la situación de las mujeres, que data de hace más de
medio siglo, mantiene su vigencia pese a los avances habidos: “Los dos sexos
jamás han compartido el mundo en pie de igualdad; y todavía hoy, aunque su
situación está evolucionando, la mujer tropieza con graves desventajas. En el
imaginario social se naturaliza la desigualdad de género a través de ciertos
mandatos que todavía hoy operan en nuestra sociedad. Los varones aprenden
desde niños un ideal masculino que exalta el éxito visualizado externamente,
en tanto se reprime la esfera emocional. El ejercicio de la fuerza física, la
tolerancia al dolor, la ocupación de espacios de privilegio y el dominio en su
vínculo con las mujeres, entre otros aspectos de la violencia, adquieren un
elevado valor simbólico en la construcción de la identidad masculina basada en
estereotipos. Las mujeres, en cambio, han sido educadas para la obediencia,
sobrevalorando el sentimentalismo que se asocia a una supuesta debilidad. En
el contexto de estas construcciones sociales e históricas, “la violencia de
género se define por las relaciones desiguales de poder que subordinan a las

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mujeres, por las relaciones patriarcales que hacen de las mujeres (y los hijos e
hijas) propiedad de los varones y responsables del cuidado del hogar y los
trabajos domésticos” (Maffia, 2016). El objetivo de quien ejerce violencia es
controlar a la pareja a través del maltrato y suele expresarse como abuso de
poder, dominación y control sobre la otra persona y la restricción de sus
derechos. La violencia machista puede ir desde el acoso callejero hasta el
abuso sexual explícito. Se ha interpretado que la violencia de género funciona
como un disciplinamiento para mantener la desigualdad entre varones y
mujeres a partir de la imposición del miedo, logrando que las mujeres no salgan
de los límites que una sociedad y cultura patriarcales les han fijado
tradicionalmente. Reconocer el carácter social, cultural e histórico de las
relaciones entre ambos géneros da lugar a cuestionar este orden. Comprender
y visibilizar estos mecanismos hace posible la denuncia de la desigualdad entre
ambos géneros. A partir de las luchas de los grupos feministas, las mujeres
han ido conquistando lugares en los espacios públicos, han propiciado la
crianza compartida y reivindicado sus derechos. Estos procesos han generado
resistencias y reacomodamientos en las identidades masculinas hegemónicas
que históricamente han detentado su poder y dominación, generando en
algunos casos la incrementación de diversas formas de violencia.

Algunas consideraciones sobre los vínculos violentos en la pareja

La violencia puede estar presente en los vínculos de una pareja cuando uno de
sus miembros produce daño al otro al ejercer mayor poder, dominio, control o
abuso, manifestándose así una asimetría en la relación. El daño puede ser
físico, sexual, psicológico, social, económico y/o patrimonial; y puede ser
ejercido en varios estos aspectos simultáneamente. Durante mucho tiempo, la
violencia en los vínculos de las parejas ha sido considerado un tema de la vida
privada, creencia que contribuyó a la expansión de la frase “No te metas” como
respuesta al conocimiento de situaciones violentas. Algunos ejemplos de esto
se plasman en frases como las siguientes, variantes de la anterior: “Está mal
hablar de cosas íntimas”; “No nos tenemos que meter en eso”; “Las cuestiones
de la pareja las tiene que arreglar la misma pareja, no hay que meterse” “No
nos vamos a meter en problemas ajenos”. Si bien aún hoy se siguen oyendo
algunas de estas expresiones, es interesante recuperar otra mirada que sitúa a

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la violencia en los vínculos de pareja en un marco que trasciende lo privado y lo
ubica como un problema social y como un problema de salud pública. “Los
problemas sociales son, por definición, cuestiones públicas y no cuestiones
personales o privadas”. Los movimientos feministas enarbolaron con fuerza la
propuesta de instalar como problema social la violencia contra las mujeres. Es
frecuente que las mujeres que han sido víctimas de violencia en la pareja
presenten tasas más altas de embarazos no deseados, abortos, infecciones de
transmisión sexual y problemas de salud mental, que las mujeres que no han
sido víctimas. Entre los trastornos mentales relacionados se encuentran: 
angustia emocional (llanto recurrente);  incapacidad de disfrutar de la vida; 
baja autoestima;  depresión;  pérdida de confianza en sí misma y en los
demás;  perturbaciones en el sueño y en el apetito;  estrés postraumáticos;
 ideas suicidas;  impacto en el bienestar de los hijos y transmisión de
patrones de relación violentos hacia ellos. Los hijos que han sido testigos de
violencia en las parejas suelen tener dificultades en las esferas social, psíquica,
conductual, cognitiva y de la salud en general (Kitzmann, 2003).

Algunas de las acciones para ayudar a personas que estén atravesando estas
situaciones: I) Ayudar a visualizar situaciones de violencia en la pareja. II)
Favorecer la reflexión sobre los estereotipos de género. III) Favorecer el
desarrollo de la autonomía. IV) Promover valores que apunten a favorecer
vínculos saludables, respetuosos y solidarios. V) Promover el desarrollo de
habilidades psicosociales relacionadas con la toma de decisiones con
autonomía, la expresión de pensamientos, sentimientos, y emociones, la
resolución de conflictos mediante el diálogo. VI) Generar un vínculo de
confianza entre docentes y alumnos. VII) Fomentar el conocimiento de los
derechos. VIII) Favorecer el conocimiento de los recursos asistenciales.

I) Ayudar a visualizar situaciones de violencia en la pareja a)


Identificación de distintos tipos de violencia que pueden darse en la
pareja La ley 26.485 de “Protección integral para prevenir, sancionar
y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que
desarrollen sus relaciones interpersonales” propone una

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categorización sobre distintos tipos de violencia contra la mujer.
Algunas consideraciones sobre ellas resultan de interés para tenerlas
en cuenta en el marco de las relaciones interpersonales que pueden
darse al interior de la pareja.

-Violencia física. Es la que se emplea contra el cuerpo de otra persona,


produciendo dolor, daño o riesgo de producirlo y cualquier otra forma de
maltrato o agresión que afecte su integridad física. Algunos ejemplos de
este tipo de violencia pueden ser: empujones, arañazos, puntapiés,
bofetadas, puñetazos, mordeduras, tirones de pelo, agresiones con armas.

-Violencia psicológica. La que causa daño emocional y disminución de la


autoestima o perjudica y perturba el pleno desarrollo personal o que busca
degradar o controlar sus acciones, comportamientos, creencias y
decisiones, mediante amenaza, acoso, hostigamiento, restricción,
humillación, deshonra, descrédito, manipulación, aislamiento. Incluye
también la culpabilización, vigilancia constante, exigencia de obediencia,
sumisión, coerción verbal, persecución, insulto, indiferencia, abandono,
celos excesivos, chantaje, ridiculización, explotación y limitación del
derecho de circulación o cualquier otro medio que cause perjuicio a la salud
psicológica y a la autodeterminación.

-Violencia sexual. Cualquier acción que implique la vulneración en todas sus


formas, con o sin acceso genital, del derecho de la mujer de decidir
voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva a través de
amenazas, coerción, uso de la fuerza o intimidación, incluyendo la violación
dentro del matrimonio o de otras relaciones vinculares o de parentesco,
exista o no convivencia, así como la prostitución forzada, explotación,
esclavitud, acoso, abuso sexual y trata de mujeres.

-Violencia económica y patrimonial. La que se dirige a ocasionar un


menoscabo en los recursos económicos o patrimoniales de la mujer a
través de:  la perturbación de la posesión, tenencia o propiedad de sus
bienes;  la pérdida, sustracción, destrucción, retención o distracción
indebida de objetos, instrumentos de trabajo, documentos personales,
bienes, valores y derechos patrimoniales;  la limitación de los recursos

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económicos destinados a satisfacer sus necesidades o privación de los
medios indispensables para vivir una vida digna;  la limitación o control de
sus ingresos, así como la percepción de un salario menor por igual tarea,
dentro de un mismo lugar de trabajo.

-Violencia simbólica. La que, a través de patrones estereotipados,


mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación,
desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la
subordinación de la mujer en la sociedad. Promover desde la escuela el
conocimiento de estas violencias facilita la identificación de aquellas que se
pueden poner en juego en una relación de pareja. Ese primer
reconocimiento constituye el punto de partida para comenzar a salir de esta
situación y animarse a pedir ayuda.

Identificación de signos y comportamientos que actúan como señales de


alerta

Las relaciones de violencia que se manifiestan en los noviazgos durante la


adolescencia pueden constituirse en antecedentes de futuras relaciones
violentas en la adultez, no solo dañando los vínculos al interior de la pareja
sino también, en el caso de parejas con hijos, impactando negativamente en
el aprendizaje de conductas, modos de vinculación y resolución de
conflictos. En la etapa de la adolescencia pueden aparecer los primeros
indicios de violencia en el noviazgo, que suelen pasar desapercibidos e
inclusos confundidos como expresiones de afecto y cariño; no son
fácilmente identificables como signos de alarma y, muchas veces, no se
registran como tales. La violencia en una relación de pareja puede
expresarse de diferentes maneras. Puede implicar un daño físico, social,
psicológico, sexual, económico o patrimonial, llevado a cabo por la pareja o,
en algunos casos, también por una pareja anterior. La violencia más sutil y
menos visible puede adoptar distintos rasgos. Suele aparecer encubierta
tras conductas que tienen por objeto dominar, someter y mantener el control
sobre la otra persona generando un marco de desigualdad en el cual la
mujer, por lo general, queda sujeta en una relación de sometimiento frente
al varón. La intencionalidad de dichas conductas es la de dominar,
controlar, someter, manipular, presionar, aislar, desvalorizar, humillar y
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poseer a la pareja como si fuera un objeto. Algunas conductas de control
sobre la pareja pueden manifestarse, por ejemplo, en controlar la forma en
que se viste y se arregla, querer saber en todo momento dónde está, y con
quiénes se relaciona, estar pendiente de los horarios y las salidas, etcétera.
Otro de los rasgos de esta violencia más sutil se expresa a través de los
celos excesivos, que frecuentemente son confundidos con “demostraciones
de amor” y que en general tienden a producir el aislamiento de la pareja de
sus familiares y amigos. En general, muchas de estas conductas se van
dando gradualmente; comienzan con lentitud, para luego aumentar su
frecuencia.

Algunas conductas que pueden tomarse como indicios de posibles vínculos


violentos. Algunas de ellas se dan con mayor frecuencia en las formas de
violencia ejercida sobre la mujer y otras tanto sobre la mujer como sobre el
varón.  Expresar celos por las amistades o la familia y hacer de eso un
conflicto.  Limitar y tratar de menoscabar la relación con los familiares,
amigos, vecinos bajo la idea de que “no pueden ser una buena influencia”.
Este proceso de aislamiento se va dando paulatinamente: al principio se
puede expresar como la necesidad de estar siempre con la pareja y pasar
mucho tiempo junto a ella. Pero luego las exigencias van en aumento. 
Prohibir con amenazas la realización de actividades como estudiar, trabajar,
pasear, salir con amigas y amigos... Puede suceder que en esos casos el
control se realice mediante llamadas frecuentes al celular.  Controlar todo
lo que hace la otra persona y exigirle explicaciones. Querer saber con lujo
de detalles a quién va a ver, con quién se encontrará, los horarios y el
tiempo que permanecerá en cada lugar, a qué hora estará de regreso… 
Controlar los mensajes de texto del celular, los emails o las llamadas
telefónicas; revisar las pertenencias personales.  Vigilar y criticar la forma
de ser, de vestir, de maquillarse, de peinarse; pretender que las cambie. 
Obligar a hacer cosas que no se quieren hacer.  Pretender cambiar las
decisiones tomadas por la otra persona.  Amenazar con dejar al otro si no
cambia o si no hace lo que se le pide.  Amenazar con suicidarse ante una
situación de posible ruptura.  Presionar para tener relaciones sexuales sin
respetar tiempos, decisiones y deseos de la pareja.  Besar, acariciar,

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abrazar y tocar sin el consentimiento de la pareja.  Ignorar, desvalorizar o
descalificar a la pareja en público o en privado.  Hacer comparaciones con
otras personas para humillar y menoscabar.  Presionar para que la pareja
haga dietas y ejercicios por estar disconforme con su imagen corporal. 
Hacer escándalos en público o en privado por cualquier motivo.  Negarse
a conversar acerca de los conflictos o desacuerdos.  Culpar al resto de las
personas por sus enojos o responsabilizar y culpabilizar a la pareja por
haber provocado el enojo y la ira propios.  Aparentar ser una persona
agradable y simpática con los demás, pero ser diferente con la pareja. 
Realizar agresiones físicas como tirar del pelo, empujar, dar cachetadas,
pegar con objetos, arrojar objetos, amenazar con armas, etcétera.

Identificación de posibles episodios cíclicos en que se puede manifestar la


violencia hacia la mujer La psicóloga norteamericana Leonor Walker elaboró
en 1974 una conceptualización sobre el “ciclo de la violencia” que permite
comprender la dinámica que puede manifestarse en los vínculos violentos
en la pareja. Como parte de este ciclo plantea tres fases, que en muchos
casos pueden servir como modelo explicativo. Fase uno: acumulación de
tensiones Durante esta fase ocurren incidentes menores de agresión que
van generando en la mujer una situación de inseguridad a partir de que su
pareja se irrita con facilidad por cualquier motivo, le grita o la amenaza.
Fase dos: explosión/incidente agudo Se produce una descarga de las
tensiones de manera explosiva, a través de golpes, empujones o maltrato
psicológico. Esta acción explosiva provoca una pérdida de control. Fase
tres: arrepentimiento/reconciliación/luna de miel Luego de la situación de
explosión de la violencia, llega un período de relativa calma y
arrepentimiento por parte del varón. Se muestra amable, cariñoso y promete
no volver a golpearla. Frente a este nuevo escenario, la mujer suele creer
que esa violencia no se repetirá. Es en esta fase cuando se corre el riesgo
de que la mujer abandone la posibilidad de poner un límite a la situación de
violencia vivida (separación, denuncia…), y el ciclo vuelve a comenzar. Si
bien el ciclo de la violencia ha permitido y permite identificar pautas de
conducta en algunas relaciones violentas de pareja, es preciso considerar
que no es un esquema único para comprender dichas relaciones:“(…) la

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violencia no siempre cumple ciclos que permitan categorizar el proceso de
la violencia en la vida de una mujer; y puede existir un solo hecho de
violencia incluso con consecuencia de femicidio, sin historial previo. Quiere
decir que la mujer no siempre está envuelta en una rueda esquemática y
sistemática de violencia con partes distinguibles con claridad. Las
situaciones se superponen, puede ser que la llamada luna de miel nunca
ocurra o puede que la tensión sea un componente permanente de la
relación. Es importante considerar su ampliación y revisión, porque puede
entenderse que una mujer que no cumple con el ciclo clásico (tensión,
explosión, luna de miel) no sufre patrones de violencia o que se trata de
situaciones aisladas que pueden no ser relevantes.

¿A qué nos referimos con los estereotipos de género?, a esas


representaciones simplificadas, incompletas y generalizadas que se realizan
teniendo como base al sexo biológico. Estos estereotipos funcionan a partir de
asociar una pauta cultural (un rol esperado, una norma, un mandato, etc.) con
un hecho biológico.

La perspectiva de género constituye un modo de mirar la realidad y las


relaciones entre los varones y las mujeres. Estas relaciones, como todas las
relaciones sociales, están mediadas por cuestiones de poder y muchas veces
la distribución de ese poder deja en desventaja a las mujeres. La perpetuación
de un “sistema de sexo-género” que oprime al género femenino es denominada
“patriarcado”. Las relaciones patriarcales instituyen una distribución desigual de
poder, por lo tanto, de recursos materiales y simbólicos entre varones y
mujeres. Así, la fuerza de trabajo productiva y reproductiva de las mujeres no
les pertenece. Algunos datos muestran cómo está siendo subordinada y
explotada la condición social femenina:

La violencia de género. Más estrictamente, “violencia basada en las relaciones


de género patriarcales”, se trata, en el 95% de los casos, de agresiones a
mujeres en tanto tales. Agresiones dentro del noviazgo o del mundo doméstico,
agresiones de exnovios o exmaridos, son prácticas que progresivamente
fueron visibilizadas a partir de normas sensibles y de mujeres que se animan a
hacer las denuncias; también, cuando las denuncias no fueron escuchadas,
lamentablemente, y se transforman en una muerte anunciada. Habrán notado
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que hasta hace pocos años estos asesinatos sistemáticos a mujeres se los
rotulaba bajo la carátula de “crímenes pasionales”, cómo si se tratase de un
caso aislado, de índole privada y doméstica (¿alguna vez escucharon la frase
“ella se la buscó”?). Luego comenzó a utilizarse la palabra femicidio. Esta
categoría es político jurídico: permite visibilizar que se trata de una violencia
fundada y sostenida por una cultura patriarcal que permite que muchos varones
lleguen a considerar a “sus” mujeres como propiedad privada, objetos de
control y maltrato. Un punto interesante aquí, es revisar la idea de “amor
romántico que vemos en telenovelas, cuentos de hadas y películas y que fue
construido en el siglo XIX, de la mano del desarrollo del capitalismo industrial.
En él las mujeres son “rescatadas” por un otro que será su “alma gemela”. Lo
paradójico es que ese ideal no habilita otras formas más profundas del amor:
aquellas en que la otra persona es percibida y tratada como un sujeto de
derecho y un sujeto de deseo. Por ejemplo, cuando una estudiante que padece
una relación de pareja violenta nos dice que él “la quiere a ella”, que “ella es de
él”, como si ella fuera un objeto que se posee, y que no puede preguntarse ni
plantearse cuál es su deseo. El amor no significa lo mismo para todas/os, y a
menudo está asociado a situaciones de manipulación en vínculos de pareja.
Por eso es necesario desarmar la lógica de posesión instalada que pueda
justificar acciones violentas (desde celos a golpizas). En la actualidad estas
prácticas se trasladaron también a las redes sociales y es frecuente
encontrarse con casos de control y hostigamiento a través de los teléfonos
celulares.

Por eso desde la ESI, se busca “promover una educación en valores y


actitudes relacionados con la solidaridad, el amor, el respeto a la intimidad
propia y ajena…”.

La ESI también propone: enseñar a niñas/os y adolescentes a pedir ayuda a


adultas/os de confianza cuando sucede algo que los daña o a decir que “no”
frente a alguna situación que las/os incomoda; a no guardar secretos que
las/os hacen sentir mal; a valorar igualmente a varones y mujeres y tener la
lupa puesta cuando ejercemos algún tipo de violencia las mujeres; y a
reconocer situaciones de acoso, abuso sexual, maltrato, etc.

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El concepto de igualdad de género es una invitación a mirar nuestras
relaciones y acciones, reconociendo que históricamente las mujeres fueron
discriminadas y/o no reconocidas en pie de igualdad en relación con los
varones, y que nuestras acciones en la escuela deben apuntar a tratar de
disminuir esas desigualdades., etc. Implica, por ejemplo, dejar de lado
expresiones del tipo

Para la ESI los irrenunciables del eje “Reconocer la perspectiva de género”


son:

 Considerar al género como una categoría relacional que abarca a las


mujeres y a los varones.

 Reconocer la diferencia sexual entre unas y otros.

 Analizar las desigualdades entre hombres y mujeres.

 Problematizar las concepciones rígidas sobre lo considerado


exclusivamente masculino o femenino identificando prejuicios y estereotipos de
género y las consecuencias negativas que provocan a mujeres y varones.

 Incorporar el concepto de igualdad de género para abordar las


desigualdades y hacer realidad la igualdad de todas las personas
independientemente de su género.

2. Respetar la diversidad

La concepción con la que se trabaja en este eje asume que las personas
somos todas distintas y esa particularidad se expresa también en el modo en
que cada ser humano piensa, siente, cree, actúa y vive su sexualidad,
convirtiéndolo en un ser único. Esto enriquece la experiencia social en la
medida que nos pone en contacto con la diferencia, con experiencias y
trayectos personales distintos a los propios. El abordaje de este eje implica
reconocer y valorar positivamente las múltiples diferencias que tenemos los
seres humanos, por ejemplo: origen étnico, nacionalidad, creencias religiosas,
políticas, edad, condición social, orientación sexual e identidad de género,
entre otras.

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El respeto por la diversidad significa asumir que todas las personas somos
distintas e iguales en derechos. Nuestra identidad de género y nuestra
orientación sexual forman parte de la diversidad sexual de nuestras
sociedades, sin desconocer que hay determinadas identidades, relaciones y
orientaciones que se han construido como “normales” y legítimas (por ejemplo,
la orientación heterosexual), mientras otras han sido consideradas
erróneamente como “patológicas” y problemáticas (por ejemplo, la orientación
homosexual o las identidades trans).

En muchas ocasiones se confunde orientación sexual con identidad de género


y no es lo mismo.

Llevar adelante la educación sexual desde una mirada integral, supone hacer
de las escuelas espacios inclusivos y respetuosos en los cuales todas las

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personas tengan la libertad de poder expresar su orientación sexual y su
identidad de género sin temor a ser discriminadas o estigmatizadas.

En la Argentina, en los últimos años se promulgaron leyes como la Ley N.º


26.618 del año 2010 de matrimonio igualitario que les otorga a las personas
homosexuales los mismos derechos que a los heterosexuales: casarse y
adoptar hijos. La Ley Nacional 26.743 de Identidad de Género, sancionada en
2012, reconoce el Derecho a la Identidad de Género. Es decir, a que se
respete la identidad de género según la vivencia interna e individual, tal como
cada persona la siente.

Para la ESI los irrenunciables del eje “Respetar la diversidad” son:

● Rescatar el significado profundo de convivir en una sociedad plural y poner


en valor la diversidad. ● Cuestionar la “presunción de heterosexualidad”. ●
Respetar la identidad de género y la orientación sexual de todas las personas.
● Rechazar la violencia y la estigmatización por orientación sexual e identidad
de género ya que no puede haber silencio pedagógico frente a la
discriminación de cualquier tipo.

3. Valorar la afectividad

Vinculado con la especificidad humana, no podemos dejar fuera los aspectos


relacionados con los sentimientos, los valores y las emociones en el marco de
los vínculos y las relaciones sociales.

Incorporar esta dimensión nos aleja de perspectivas reduccionistas donde las


personas se definen por un único y exclusivo rasgo generalmente asociado a la
razón como oposición a la dimensión afectiva y nos permite tener una visión
integral de los seres humanos. También significa valorar el lugar que ocupan
las emociones y sentimientos en el aprendizaje y contribuir al desarrollo de
capacidades afectivas como la empatía, la solidaridad, el respeto.

Tener presente el aspecto afectivo no implica anular o invisibilizar las tensiones


o los conflictos que están presentes en todos los vínculos, por el contrario, nos
permite dar cuenta de esas tensiones y abordarlas de la mejor manera posible
para que por ejemplo no se resuelvan desde la violencia. Trabajar activamente
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lo que sentimos cuando estamos junto a otras personas nos da la posibilidad
de entender mejor lo que nos pasa y lo que les pasa a las/os demás, de
comprender y de ponernos en el lugar de la otra o el otro. Desde esta
perspectiva se busca reflexionar sobre las maneras que tenemos de manifestar
el afecto haciendo especial hincapié en que esas formas no vulneren los
derechos de nadie, por ejemplo cuando una o un integrante de una pareja
expresa que no desea tener una relación sexual, esa decisión debe ser
respetada por la otra persona. O también suele ser común pensar que los celos
son una demostración positiva del amor, cuando en realidad, constituyen una
forma coercitiva de expresar el afecto.

La escuela puede contribuir a fortalecer las capacidades emocionales de las


chicas y los chicos, brindando herramientas para que cada una y cada uno
pueda identificar y decir lo que le sucede y lo que siente. Para ello, es
importante generar espacios de confianza y diálogo donde las chicas y los
chicos puedan compartir emociones y sentimientos, reflexionar sobre ellas/os
mismas/os construyendo relaciones y vínculos más igualitarios.

Para la ESI los irrenunciables del eje “Valorar la afectividad” son:

● Tener en cuenta que las emociones y sentimientos están presentes en toda


interacción humana. ● Considerar que la afectividad puede contribuir al
encuentro o desencuentro con las/os otras/os que interactuamos
cotidianamente. ● Generar las condiciones para que todas/os puedan expresar
sus puntos de vista respetando las diferencias, sin anular las tensiones y
conflictos presentes en los vínculos. ● Respetar la intimidad propia y ajena. ●
Rechazar toda manifestación coercitiva del afecto, y al abuso y violencia de
género y sexual.

4. Ejercer nuestros derechos

Este eje evidencia que las niñas, los niños y adolescentes son sujetos de
derecho con plena capacidad para participar, ser escuchadas/os y no
discriminadas/os por ningún motivo y considera a las/os adultas/os y al Estado
como garante de sus derechos.

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Cuando aparece el tema de las nuevas concepciones sobre la infancia y la
adolescencia suele pensarse erróneamente que como se habla de igualdad de
derechos “ahora no hay diferencias entre adultos y niños, niñas y
adolescentes”. Sin embargo, la perspectiva de derecho sostiene que las/os
adultas/os, por el hecho de serlo, tenemos la responsabilidad y el deber de
proteger y garantizar los derechos de los más chicos. Esta mirada no elimina la
asimetría necesaria en los vínculos entre adultos y niñas, niños y adolescentes,
sino que promueve otra manera de que estos se vinculen y por lo tanto supone
que las/os adultas/os construyan nuevos modos de ejercer la autoridad. En la
puesta en práctica de esta autoridad tiene que estar representada la voz de los
niñas, niños y adolescentes y para ello es necesario darles lugar en la
construcción de las normas, favorecer el diálogo y la escucha y la participación
en condiciones de igualdad, establecer sanciones que no vulneren sus
derechos.

Considerarlas/os sujetos de derecho desde la escuela nos obliga a crear


espacios participativos y respetuosos de la integridad de cada una/o y de la
diversidad de creencias y situaciones, promoviendo distintas formas de
participación ciudadana de las niñas, niños y adolescentes.

En definitiva, se trata de reconocer a niñas/os y adolescentes/jóvenes como


ciudadanas/os que tienen algo para decir y hacer en las instituciones escolares,
y que es la escuela la que debe garantizar el derecho social a una educación
que construya ciudadanía desde el nivel inicial.

Por otra parte, es importante resaltar que los derechos son siempre el resultado
de las luchas por su consolidación. El eje “ejercer nuestros derechos”, es una
invitación a que como ciudadanas/os y docentes nos pongamos esos
“anteojos” que permitan preguntarnos cuándo, dónde y cómo se garantizan los
derechos, qué derechos, y sobre todo quiénes están siendo privados de
derechos.

La ESI reconoce a los niñas, niños y adolescentes como sujetos de derecho,


esto implica que tienen derecho, por ejemplo, a recibir información
científicamente validada, a vivir sin violencia y sin discriminación de género y
por orientación sexual, derecho a decir “no” frente a situaciones de presión de

16
pares o de adultos, así como también, derecho a la identidad, al buen trato, al
acceso a la educación de calidad para todas/os, a servicios de salud también
de calidad, a expresar las opiniones, a elegir libremente, a ser respetadas/os
en las elecciones que realizamos, a la integridad física, psíquica y moral, etc.

Allí se menciona la Ley N.º 25.673 que crea el Programa Nacional de Salud
Sexual y Procreación Responsable (2003), que elaboró numerosos materiales.

La aprobación de esta ley, y posteriormente la sanción de la Ley Nº 26.150 de


ESI en el 2006, significó un gran “paraguas” legal para muchas docentes que
ya venían trabajando con temáticas de sexualidad con sus alumnas/os.
También permitió legitimar su labor previa (generalmente en soledad) y facilitó
la disponibilidad de nuevas herramientas para armar proyectos con otras/os
colegas. Existen otras normas significativas que plasmaron derechos y que
actualmente influyen, de forma indirecta, en la enseñanza de la sexualidad. La
sanción de la Ley Nº 26.485 (2009) de Protección Integral para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres derivó de una importante
lucha del movimiento de mujeres. La sanción en 2010 del llamado matrimonio
igualitario (Ley Nº 26.618 y Decreto 1054/2010) y la ley de identidad de género
(Ley Nº 26.743) sancionada en el 2012, resonaron en diversos ámbitos. En
estas dos ocasiones las demandas de los movimientos de la diversidad sexual
(gays, lesbianas, trans, etc.), históricamente marginadas, lograron finalmente
instalarse en los debates mediáticos y en la opinión pública.

En suma, Decimos que los derechos son:

- un fenómeno histórico y dinámico: porque la mayoría de las veces son el


resultado de reclamos y de la lucha de grupos de personas (llamados
colectivos sociales, movimientos, organizaciones, etc.) para ser reconocidos en
la sociedad, y se van ampliando en la medida en que nuevos colectivos
visibilizan su condición.

- una serie de medidas, declaraciones y acciones que establecen y demarcan


ciertos límites al uso arbitrario del poder, y promueven el acceso y
cumplimiento a condiciones consideradas dignas y básicas para el conjunto de
la población, igualando o reconociendo situaciones de injusticia.

17
Que el Estado reconozca o no un derecho tiene importantes implicancias
simbólicas y materiales en la vida de todas las personas. Que todas/os las/os
educandas/os tengan derecho a recibir educación sexual integral es una
conquista que también consideramos importante defender.

Para la ESI los irrenunciables del eje “Ejercer nuestros derechos” son:

● Considerar que la ESI no es un hecho aislado sino que se inscribe en un


marco de políticas públicas relacionadas con la inclusión, la igualdad y el
ejercicio de los derechos. ● Propiciar el enfoque de derechos vinculados con
las infancias y las adolescencias. ● Rescatar el papel fundamental de las/os
docentes y de todo el personal de la escuela como garantes de los derechos de
los niñas, niños y adolescentes.

● Generar las condiciones institucionales para el efectivo cumplimiento de los


derechos tanto de niñas, niños y adolescentes como también de las/os
docentes y de toda persona adulta de la comunidad educativa. ● Promover
aprendizajes vinculados con la defensa y el ejercicio de los derechos.

5. Cuidar el cuerpo y la salud

Las concepciones sobre qué es y cómo vivimos el cuerpo y cuidamos nuestra


salud no están aisladas del desarrollo general de las sociedades sino que se
encuentran íntimamente ligadas al momento político, económico, social en el
cual se inscriben. Esto significa que el cuerpo no está vinculado sólo con la
dimensión biológica sino que también está constituido por los significados y
valoraciones que se le otorgan en cada sociedad y en cada momento histórico.

Si entendemos al cuerpo como una dimensión importante de nuestra identidad


(personal y colectiva), debemos considerar la influencia del contexto histórico,
la cultura, la condición social, la forma de cuidarlo y de valorarlo, las
concepciones sobre el sexo y el género que prevalecen en la sociedad de la
que formamos parte. Por ejemplo, podemos pensar que los cuerpos de los

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varones y los de las mujeres son distintos en función de las configuraciones de
las identidades de género, es decir, de lo que socialmente se espera de unas y
de otros, basado en la diferencia sexual de las personas.

Asimismo, muchas veces se entiende la salud como ausencia de enfermedad,


priorizando solamente los aspectos físicos. Pero la salud también incluye
aspectos psicológicos, sociales y culturales. En este sentido, la salud no es
solamente una cuestión individual, sino también un proceso social, grupal y
comunitario que incluye las condiciones de vida y de trabajo, la educación, las
redes sociales y el acceso a todos aquellos recursos que hacen posible la vida
humana.

Desde la ESI nos proponemos trabajar sobre esta concepción más amplia de
salud, promoviendo en chicas y chicos el cuidado integral de la misma, tanto
desde el punto de vista físico como psíquico y social. Se trata de que, al crecer,
las chicas y los chicos aprendan nuevas actividades para cuidarse (como por
ejemplo: seleccionar, dentro de los alimentos de su dieta, aquellos que son
más nutritivos; incorporar hábitos de higiene personal; conocer el
funcionamiento de las partes íntimas del cuerpo; realizar actividad física) y
también para cuidar a otras y a otros.

Desde la ESI, este eje busca el reconocimiento del cuerpo sexuado y sus
distintos cambios como parte fundante de la identidad de las personas. En este
sentido, adquiere particular relevancia el fortalecimiento de la autoestima y la
autonomía, con la finalidad de adoptar decisiones sobre la salud en general, y
la salud sexual y reproductiva en particular, que permitan vivir una sexualidad
sin ningún tipo de coacción, violencia, discriminación, enfermedad o dolencia.

Para ello es necesario que cuando en la escuela se trabaje el eje “cuidado del
cuerpo y la salud”, se incorporen otras dimensiones además de la biológica,
como por ejemplo la historia personal, los discursos científicos, los derechos
humanos, las ofertas de la sociedad de consumo sobre todo a partir de los
medios masivos de comunicación, la representación de los cuerpos a través de
las distintas manifestaciones artísticas. También es importante propiciar la
reflexión crítica sobre los modelos y los mensajes de belleza que circulan en
nuestra sociedad y que pueden influir negativamente en una/o misma/o y en los

19
vínculos interpersonales promoviendo la desnaturalización de los prejuicios y
los estereotipos vinculados con el cuerpo y la salud. De esta forma, valoramos
positivamente nuestro cuerpo reconociendo que la sexualidad y el cuerpo
también se vinculan con el disfrute y el placer.

A veces, los nenes y las nenas hacen cosas jugando, como levantarle la pollera
a la abuela o meterse debajo de la mesa para espiar a la gente que está
sentada. Esas son buenas oportunidades para conversar, sin enojarse, sobre la
propia intimidad y el respeto por la intimidad de los demás. Las partes del
cuerpo que están cubiertas por la ropa interior o por la malla se llaman partes
íntimas. Podemos explicarles que son aquellas partes de su cuerpo que sólo
ellos, LAS PARTES DEL CUERPO 7 Respetar la intimidad el crecimiento es
importante acompañar También podemos decirles que nuestro cuerpo va
cambiando a medida que crecemos. El cuerpo de un hombre grande es
diferente al de un niño: es más alto, tiene la espalda más ancha, puede tener
barba y vello en el pecho, en las axilas, en el pubis y en las piernas. También
son distintos el cuerpo de una niña y el de una mujer adulta. Cuando crecen,
las mujeres tienen pechos o mamas más grandes, caderas más anchas y les
aparece vello en las axilas, en las piernas y en el pubis. Cuando los niños y las
niñas se tocan sus genitales, podemos sentirnos intranquilos y tener dudas
sobre cómo actuar: ¿tenemos que retarlos?, ¿tenemos que permitir esta
conducta?, ¿hay que distraerlos para que dejen de hacerlo?, ¿hacemos cómo
que no pasa nada y pasamos por alto esta situación? Alrededor de los 3 o 4
años, niños y niñas sienten gran curiosidad por conocer su cuerpo, empiezan a
prestar más atención a sus partes íntimas y es posible que se toquen sus
genitales. Están descubriendo su cuerpo. Se tocan porque es una manera de
conocerlo y también porque sienten placer al hacerlo. No están haciendo algo
indebido o que no es propio de su edad. Todo lo contrario, esto es esperable
en los nenes y las nenas desde la temprana infancia. Incluso es posible que se
toquen delante de los demás y tal vez nos resulte chocante. Pero si los
castigamos o retamos, puede que piensen que la zona genital es “mala” y “fea”,
que están haciendo algo que está mal. De esa manera, sin querer, estamos
relacionando la curiosidad, el placer y la sexualidad con lo negativo, y esto es
justamente lo que deberíamos evitar. ¿Qué podemos hacer entonces? 8 o

20
quienes los cuidan pueden ver o tocar. Y esto, cuando lo hacen por razones de
higiene y de salud. Por ejemplo, cuando van al hospital con alguien de la
familia o cuando los ayudan en el baño de casa. Sobre las partes íntimas
también es importante tomar en cuenta esto: nenes y nenas, alrededor de los
cuatro años, empiezan a sentir pudor o vergüenza y no quieren que otros los
miren desnudos. También empiezan a poder ir al baño o vestirse solos. Es
fundamental respetarles esos espacios de intimidad porque eso ayuda a que se
sientan más independientes y aprendan a respetar la propia intimidad y la de
las demás personas. Cuando los niños y las niñas se tocan las partes íntimas
LAS PARTES DEL CUERPO esos espacios de respetarles intimidad sienten
curiosidad Es muy importante, para su propio cuidado, que les enseñemos esto
a nenes y nenas: “Si te sentís mal porque alguien quiere ver o tocar tus partes
íntimas, tenés que decir ‘no’, estás en todo tu derecho y se lo tenés que contar
rápido a alguien de confianza, como a algún familiar o a tu maestra”. Para el
cuidado de uno mismo LAS PARTES DEL CUERPO 9 su propio cuerpo
conocer • Las partes del cuerpo humano. • Las diferencias corporales entre
mujeres y varones. • Los nombres de las partes íntimas. • El cuidado del
cuerpo y de la salud. • El respeto por la propia intimidad y la de los demás. • La
seguridad y la confianza para preguntar lo que necesitan saber. • A pedir ayuda
ante situaciones que hacen daño. • Algunas pautas de cuidado y protección
para prevenir el abuso sexual. • A reconocer y respetar emociones y
sentimientos propios de la sexualidad: miedo, vergüenza, pudor, alegría,
placer. La escuela enseña Explicarles que tocarse no es malo, pero que es
parte de la propia intimidad como, por ejemplo, cuando van solos al baño. Por
eso no deben hacerlo delante de los demás. Y también decirles que no lo
hagan todo el tiempo porque puede irritarse la zona genital y sentir dolor. Si
usan algún elemento para tocarse, como palitos o juguetes, conviene
explicarles que no lo hagan porque se pueden lastimar.

Prevención del abuso sexual en la infancia

Medidas preventivas contra el abuso sexual y la pederastia infantil

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Vilma MedinaDirectora de Guiainfantil.com

1 de noviembre de 2018

Prevenir el abuso sexual infantil es una tarea difícil para los padres, cuidadores,
y la sociedad en general, y es que nunca llegaremos a entender cómo alguien
en su sano juicio puede aprovecharse y abusar de un menor. Los pelos se nos
ponen de punta cuando ese abuso no es solo emocional o físico, sino que tiene
un tono más sexual. ¡Incomprensible total!

En estas situaciones más que nunca, los padres ignoran el modo en el que han
de enfrentarse al cuidado de sus hijos y sus necesidades, lo que hará que el
niño sea un aprendiz a través de ensayos y errores.

Cómo evitar el abuso sexual a los niños

Siempre que pensamos en abuso sexual nos viene la cabeza la imagen de que


un niño sea violado u obligado a mantener relaciones sexuales, pero no es la
única:

- Abuso sexual infantil es también forzarle, por ejemplo, a tocar los genitales de
otra persona o hacerlo él mismo con el objetivo de que el otro se excite.

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- Abuso sexual infantil es hacer que pose desnudo para una fotografía o vídeo
pornográfico.

- Abuso sexual infantil es mostrarle material sexual a un menor.

- Abuso sexual infantil es decirle a un niño que se desnude sin su


consentimiento.

- Abuso sexual infantil es mostrarse sin ropa delante de él.

- Abuso sexual infantil es contar chistes o historias pornográficas.

La comunicación, clave para prevenir el abuso sexual en niños

Antes de considerar medidas preventivas más directas, los padres deben


primero promocionar el buen trato a los niños. Es decir, reconocer al niño como
persona y sus derechos, respetar el desarrollo evolutivo del niño, establecer
empatía y comunicación efectiva con él, crear un vínculo afectivo e interactivo,
y resolver sus problemas de una forma positiva y no violenta.

- Diga a los niños que "si alguien trata de tocarte el cuerpo y de hacerte cosas
que te hacen sentir raro, dile que NO a la persona y que se lo cuente
enseguida.

- Enseña a los niños que el respeto a los mayores no quiere decir que tengan
que obedecer ciegamente a los adultos y a las figuras de autoridad. Por
ejemplo, no les diga "siempre tienes que hacer todo lo que la maestra o el que
te cuida te mande a hacer."

- Apoya a los programas profesionales del sistema escolar local para la


prevención.

- Habla claro con tu niño o niña sin tabúes ni prejuicios sobre los temas de
la sexualidad.

- Educa a tu hijo sobre la sexualidad desde la edad preescolar, en la educación


formal y no formal.

- Explícale la diferencia entre una expresión de cariño y una caricia sexual.

- Escucha sus dudas y responde a sus preguntas con sencillez y serenidad.

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- Demuéstrale confianza para que exista una mejor y mayor comunicación.

- Deposita confianza en el niño si te comunica que está en riesgo de ser


abusado sexualmente.

- Demuéstrale aún más su cariño y afecto.

Señales para detectar abuso sexual es menores 

Ningún padre quiere pasar por este trance y, quizás por ello, cuesta darse
cuenta de que un hijo está sufriendo abuso sexual. Analizar su
comportamiento y su conducta son importantes si sospechamos algo.

- Se siente triste


Retraídos, temerosos, deprimidos o con baja autoestima, así es el perfil de un
niño que está siendo sometido a un abuso sexual.

- Está inquieto
Se muestra constantemente activo, nervioso y, lo que es peor, agresivo con él
mismo (puede llegar a auto-lesionarse), con la familia y con sus compañeros.

- Problemas de sueño
Muchas veces el niño no es consciente de lo que le está pasando y no sabe si
está bien o mal y esto le mantiene inquieto, afectando a su calidad del sueño y
con frecuentes despertares y pesadillas.

- Mal comportamiento en clase


Cambios en el rendimiento escolar, poca disciplina en el colegio o falta de
interés de las actividades que hasta ahora le llenaban son otros de los
síntomas que puede ayudar a un padre a detectar un posible caso de abuso
sexual.

- Se muestra distante
El niño que sufre acoso sexual no confía en nadie; para él todo el mundo es
malo y esto puede hacer que rompa la relación con la persona que le cuida,
sea su padre, madre o abuelo.

Después de comprobar algunos de estos síntomas y de haber descartado


algunas otras condiciones que también llevan implícito un cambio en el

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comportamiento del niño como pueden ser una separación, la pérdida de un
ser querido, un cambio de colegio, ¡toca actuar! Tu hijo es lo primero.

Si crees que puedes conocer a la persona que abusa de él, ¡aléjale cuánto


antes de ella! Después, acude a la policía para denunciar lo ocurrido; a tu
pediatra, para que te asesore sobre pasos a seguir con el niño y derivarte a un
psicólogo; al hospital, donde le realizarán un estudio exhaustivo; y, sobre todo,
rompe tu silencio y dale voz a tu hijo. ¡No dejes que arruinen su vida!

Para la ESI los irrenunciables del eje “Eje Cuidar el cuerpo y la salud” son:

● Reconocer que el cuerpo sexuado y la salud no abarcan sólo la dimensión


biológica. ● Reflexionar críticamente sobre las representaciones sobre el
cuerpo y la salud que se tiene en la escuela y en la sociedad. ● Trabajar el
cuerpo desde distintas disciplinas por ejemplo el arte, la educación física, los
medios de comunicación, etc. ● Abordar la salud desde un enfoque que
enfatice la salud como derecho. ● Problematizar y reflexionar sobre los
estereotipos de belleza para varones y mujeres. ● Propiciar el (auto) cuidado
del cuerpo y la promoción de la salud.

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