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El aprendizaje problematizador como elemento

desafiante
Tomado de:

Martínez, Ana Cristina

Escritos en la Facultad Nº109


Leonel Sandoval. Curso Evaluación del aprendizaje. Maestría. CUNORI abril 2021

“La vida sería más fácil sin problemas” afirman unos, “espero salir prontamente de
este aprieto” añoran otros, “no busques más problemas” exhortan unos más
esquivos. Y es que para los seres humanos, la presencia de los problemas se ha
convertido en sinónimo de desdicha, mala suerte, penuria y sufrimiento.

Actualmente la vida misma se ha transformado en una resumida existencia, donde


la instantaneidad y el facilismo han ganado la partida. La aparición de un problema
entonces se ha traducido en un obstáculo para la consecución de metas, un
castigo impuesto sin una precisa explicación, mas no en un desafío, una
oportunidad o una prueba a superar. ¿Acaso será esa la razón por la cual las
sociedades se han regido por una educación impositiva, preestablecida y
dictatorial? ¿Acaso el ser humano ha evadido la posibilidad de problematizar su
proceso de aprendizaje por su propia comodidad?

El sistema tradicional de educación es comparable a un amplio océano, en el cual


muchos deciden quedarse solamente en la orilla, a expensas de las enseñanzas
que les fueron proporcionadas una vez, sin cavar más profundo, sin un mayor
esfuerzo de sí mismos. En escuelas, colegios y universidades, la tradición ha
llegado a ser más fuerte que una nueva mirada en torno a la educación. Es por
este motivo que al parecer resulta más cómodo depositar toda responsabilidad en
el docente que está al frente del aula y también tomando absoluto control del
timón perteneciente al proceso de aprendizaje, dejando huella en un alumno que
se ha conformado en ser un cántaro vacío a ser llenado.

Según Freire, este hecho social recibe el nombre de educación bancarizada,


aquella que predomina en los sistemas educativos, correspondiente a un modelo
estático, donde el educador se encarga solamente de depositar el conocimiento en
el educando, dejando inhabilitada la acción por parte del mismo. (1974, pp. 83-85).
La quietud toma ventaja, estancando el potencial del alumno para reflexionar y
generar interrogantes a ser resueltos, motivo por el cual aparece el síndrome del
estancamiento estudiantil y se fortalece la ley del menor esfuerzo, patrocinando
así un proceso educativo que carece de un descubrimiento propio.

Ante este panorama, surge la necesidad de colocar desafíos en el proceso


educativo. Un reto, una crisis, opuestos que complementan al individuo para
sazonar su existencia, a fin de despertar su poder creativo para innovar, diseñar y
producir.

Si no fuese por la necesidad de acortar distancias, difícilmente el hombre habría


inventado el teléfono, si no hubiese sido por las dificultades de una vida en
penumbra al ocultarse el sol, jamás se habría trabajado hasta alcanzar la luz
eléctrica.
Problematizar el proceso de aprendizaje permite la concientización del individuo,
así como también le proporciona la oportunidad de ser reflexivo y crítico con el
mundo que lo rodea. (Freire, 1974, p. 75). Son precisamente estas características
de vida las que generan cambios en el hombre para finalmente abandonar una
educación que se ha encargado de imponerle una percepción del mundo, para
entonces construir una óptica propia, sin desvalorizar el conocimiento impartido,
pero decidido para convertirse en un vehículo de enseñanza, capaz de aportar al
proceso educativo. “Cuanto más se problematizan los educandos, como seres en
el mundo y con el mundo, se sentirán mayormente desafiados”. (Freire, 1974, p.
86). El problema en el ámbito educativo entonces resulta como un elemento
catalizador para mayores desafíos, muy al contrario de la usual mirada humana
frente a un problema, donde el deseo es huir de dicha fatalidad en lugar de
descubrir en el mismo conflicto soluciones efectivas que no sólo cambian
individuos, sino que revolucionan el mundo.

¡Cuán necesario es problematizar el proceso de aprendizaje!

En definitiva, es necesario sacar de la comodidad al individuo para que pueda


descubrir que cuanto más limitado se considera, cuanto más desconfía de su
potencial, está descubriendo una oportunidad para mostrase así mismo y al
mundo de lo que es capaz.

La resolución de conflictos, aseguran los estudiosos del tema, radica en el saber


comunicarse y en el diálogo. Pero para que haya una búsqueda de soluciones
debe haber la presencia de un problema, para entonces poner a prueba la
efectividad del diálogo. En el sólo “acto de depositar, de transferir, de transmitir
valores y conocimientos… siendo una dimensión de la cultura del silencio” (Freire,
1974, p. 73) es imposible dialogar.

De acuerdo a lo que establece Fromm, “el hombre tiene la ilusión de que actúa,
cuando, en realidad, no hace sino someterse a los que actúan y convertirse en
una parte de ellos”. (1974, p. 81).

Problematizar la educación, genera la necesidad de cultivar el diálogo, donde


tanto el educando como el educador conviven, aprenden, simpatizan. Ambos se
comunican a fin de generar un diálogo que conduzca a la reflexión de ambas
partes, a una construcción mutua.

Es entonces cuando deja de ser una ilusión, para convertirse en un hecho, en una
verdad, para que exista un verdadero diálogo bidireccional entre el educador y el
educando. Sin embargo, esta comunicación no se detiene en esta única relación,
sino que el mundo interviene en este diálogo para encontrar soluciones. Por tanto,
ante la afirmación de Freire: “los hombres se educan en comunión y el mundo es
mediador” (1974, p. 85) es necesario comprender que un aprendizaje
problematizador permite el contacto íntimo y da lugar al diálogo, una interacción
con el otro pero también con el mundo.

La aparición de los procesos, los cuestionamientos, las críticas y las reflexiones


permiten la interacción con el entorno, por lo cual Paulo Freire establece: “se trata
de la problematización de los hombres en sus relaciones con el mundo…esta
educación se niega los comunicados y da existencia a la comunicación”. (1974,
pp. 83-84).
Conclusión

El aprendizaje problematizador deja en evidencia la necesidad de confrontar el


sistema educativo tradicional y desafiar al educando, con el fin de agitarlo de su
comodidad y generar cambios. Un proceso educativo que conduce a un propio
descubrimiento, a un propio esfuerzo y que es capaz de desarrollar un carácter
reflexivo, invita a la aceptación de los retos y desafío que con certeza cada ser
humano hallará en el amplio mundo del conocimiento.

Cuando aparecen los cuestionamientos y las interrogantes que caracterizan este


proceso, el alumno manifiesta una necesidad de seguir indagando, un deseo por
conocer que trasciende y que no se limita con la respuesta recibida por parte de
su docente, sino que ante el “problema” que surge tras su pregunta, se esforzará
por buscar la respuesta. Debido a este hecho, Freire hace un único llamado: “Los
hombres sometidos a la dominación luchen por su emancipación.” (1974, p. 93) La
opresión y el dominio de aquello que está establecido, de lo desconocido o de
aquello que obstaculiza su desarrollo, han de llevarlo a la búsqueda insaciable de
su libertad. En la medida en que el individuo se reconcilia con la necesidad de
problematizar su proceso de aprendizaje, la transformación constante no se hará
esperar, no sólo para sí, sino también para su entorno.

Referencias bibliográficas

Freire, Paulo. (1974) Pedagogía del Oprimido (15ª ed.) Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

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