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Diseño interior y cubierta: RAG

Titulo original: Suspensions of perception

E 1999 Massachusetts Institute of Technology

O Ediciones Akal, $. A., 2008


para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid — España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-2179-7

Depósito legal: M. 4.955-2008

Impreso en Fernández Cindad, S. L.


Pinto (Madrid)

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispues-


to en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados
con penas de multa y privación de libertad quienes re-
produzcan sin la preceptiva autorización o plagien, en
todo o en parte, una obra literaría, artística e científica,
fijada en cualguier tipo de soporte.
Urheberrechtlich geschiitzies Material
A la memoría de Ibrabint Bowarram, de veintiocho años de edad, asesinado
por simpatizantes del Frente Nacional en París, el 1 de mayo de 1995, a eso del mediodía,
cerca del Pont de Carronsel, frente al Musée de Louvre,
Urheberrechtlich geschiitzies Material
AGRADECIMIENTOS

La oportunidad de contrastar mis ideas en conferencias y articulos mientras es-


cribía este libro fue inestimable, le estoy particularmente agradecido a aquellas per-
sonas que me invitaron y acogieron como conferenciante y a las que proporcionaron
un espacio en el que publicar mi obra, incluidos Peter Galison, Caroline Jones, Alan
Trachtenberg, Charles Musser, Annabel Wharton, Carol Irving, Ronald Jones, Brian
Lukacher, Molly Nesbit, Vanessa Schwartz, Leo Charney, Ewa Lajer-Burcharth,
Norman Bryson, Giuliana Bruno, Victor Brombert, P. Adams Sitney, Sarah Bayliss,
Hannah Feldman, Russel Ferguson, Jack Barth, Ron Clark, Ellen Wardell Lee, Aki-
ra Asada, Mark Jarzombek, Sara Beliveau, Lynne Cooke, Olivier Asselin, Richard
Roth, Marc Gotlieb, Cynthia Hammond, Miwon Kwon, Daniel Soutif, André Roui-
llé, André Gunthert, Xavier Costa, Ruth Meyer, Hans Belting, Friedrich Kittler,
Horst Bredekamp, Gary Smith y los editores de October. Agradezco particularmente
haber sido invitado por el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de
Duke a ser su conferenciante en las Bewenson Lectures de 1995. Las cinco conferen-
cias que di en la Universidad de Duke en noviembre de ese año, sentaron las bases de
este libro.
Muchos amigos y colegas, incluidos Suzanne Jackson, Micher Feher, Hal Foster,
Leo Steinberg, Andreas Huyssen, David J, Levin, Nina Rosenblart, Martin Meisel,
Henri Zerner, Greg Lynn, John Rajchman, Sarah Lawrence, John Elderfield, Trving
Lavin, Anne Boyman, Peter Eisenman, Laura Foster, Martin Jay, Catherine de Zegher,
Manny Farber, Meaghan Gale, Cliff Simms, Richard Martin, Deirdre Donohue, Brid-
get Evans, Deena Jospe, Dominique Auzel, Tom Levin, Stephanie Schwartz, Ramona
Nadaff, Richard Berman, Stephany Gordon, Kalman Bland, Kevin Parker, Kate Rudy
y Paul Wing, me aportaron ideas, compartieron si conocimiento, o me ofrecieron
apoyo de tantas maneras que no me es posible especificar. Agradezco especialmente a
Stefan Richter y Rebeccah Blum su amabilidad y hospitalidad en Berlín.
Quedo en deuda con Julian Hochbert, Paul D. MacLean, Jonathan Miller y James
H. Schwartz por sus sugerencias y orientación con el material científico.
R SUSPENSIONES DE LA PERCEPCION

El dialogo con mis compañeros de departamento en Columbia fue muy importan-


te; quiero expresar mi agradecimiento a Rosalind Krauss, David Rosand, Richard Bri-
lliant, Robin Middleton, Benjamin Buchloh, David Freedberg, Barry Bergdoll, Theo-
dore Reff, Barbara Novak y Stephen Murray entre otros, Gran parte de la investigación
para este libro se llevó a cabo mientras Allen Stanley era director de nuestro departa-
mento y le debo mucha al ambiente creativo que supo cultivar con su generosa mane-
ra de dirigir,
Tengo la gran suerte de que Larry Cohen sea mi editor en MIT, tanto por el apoyo
que desde hace tiempo presta a mi obra, como por su inagotable habilidad para solu-
cionar problemas de cualquier tipo.
La John Simon Guggenheim Foundation, el Gerty Center y el Institute for Advan-
ced Study contribuyeron a la ejecución de este proyecto.
Este libro es para mis hijos Chris y Owen.
Suspensiones de la percepción
Of colours twelve, few known on earth, give light in the opake,
Plac'd in the order of the stars, when the five senses whelm"d
In deluge o’er the earth-born man; then turned the fluxile eyes
Into two stationary orbs, concentration all things:
The ever-varying spiral ascents to the heavens of heavens
Were bended downward, and the nostrils” golden gates shut,
Turn'd outward, barr'd and petrify’d against the infinite.

William Blake, «Europe: A Prophecy».


INTRODUCCIÓN

Este libro parte de la base de que el modo en que escuchamos, miramos, o nos con-
centramos en algo con atención tiene una naturaleza profundamente histórica. La [or-
ma de comportarnos frente a la pantalla luminosa del ordenador, de disfrutar de una
actuación de ópera, de desarrollar ciertas tareas productivas, creativas y pedagógicas,
o incluso, la de llevar a cabo actividades más rutinarias y pasivas como conducir un co-
che o ver la televisión nos sitúa en una dimensión de la experiencia contemporánea
que requiere que cancelemos o excluyamos de nuestra conciencia gran parte de nues-
tro entorno inmediato. Me interesa analizar la forma en que a partir del siglo dieci-
nueve la modernidad occidental ha exigido que los individuos se definan y conformen
en términos de su capacidad para «prestar atención», es decir, de su capacidad para
desconectarse de un amplio campo de atracción —ya sea visual o auditivo— con el fin
de aislar un reducido número de estímulos y concentrarse en ellos. El que nuestras vi-
das estén compuestas de retazos de estados inconexos no es una condición «natural»,
sino el resultado de la densa y profunda remodelación de la subjetividad humana que
ha experimentado Occidente durante los últimos ciento cincuenta años, También es
significativo que a finales del siglo veinte, la actual crisis social de desintegración sub-
jetiva esté siendo diagnosticada metafóricamente como una deficiencia de la capaci-
dad de «atención».
Gran parte del andlisis crítico € histórico de la subjetividad moderna durante este
siglo se ha basado en la idea de «recepción en estado de distracción», tal como la des-
cribe Walter Benjamin entre otros. La influencia de estos escritos ha extendido la creen-
cia de que a partir de mediados de la década de 1800 la percepción se caracteriza [un-
damentalmente por experiencias de fragmentacion, shock y dispersión. Yo propongo
que la distracción moderna sólo se puede entender a través de su relación recíproca
con el desarrollo de normas y prácticas de la atención. En este libro, exploraré la pa-
radójica intersección que desde finales del siglo diecinueve se ha establecido entre el
imperativo de mantener una atención concentrada en la organización disciplinaria del
trabajo, la educación y el consumo de masas y el ideal de una atención continuada
17 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

como elemento constitutivo de una subjetividad libre y creativa, Sin duda, habrá quien
objete que comparo nociones cualitativamente diferentes de atención: que, por ejem-
plo, un individuo culto que contempla una gran obra de arte no guarda relación algu-
na con un obrero de fábrica que se concentra en la realización de una tarea repetitiva,
Sin embargo, como explicaré más adelante, a finales del siglo diecinueve la posibilidad
misma de concebir una percepción estética purificada está estrechamente ligada a los
procesos de modernización que en el marco de la construcción institucional de una
subjetividad productiva y controlable convirtieron la atención en un problema crucial,
Trataré de sugerir los vínculos que existen entre las experiencias modernas de separa-
ción social y autonomia subjetiva y las atractivas posibilidades, los límites ambivalen-
tes y los fracasos del individuo atento.
Este libro es un intento de señalar algunos rasgos de la genealogía de la atención a
partir del siglo diecinueve y de definir el papel que ha jugado en la modernización de
la subjetividad, De manera más concreta, examinaré cómo las ideas sobre la percep-
ción y la atención se fueron transformando a finales del siglo diecinueve coincidiendo
con la aparición de nuevas formas tecnológicas de espectáculo, exposición, proyec-
ción, atracción y documentación. Asimismo, intentaré detallar cómo los nuevos des-
cubrimientos sobre la conducta y la fisonomía del sujeto humano coincidieron con
cambios económicos y sociales, con nuevas prácticas de representación y con una re-
organización radical de la cultura visual y auditiva. En este texto, construyo un punto
de vista bastante poco frecuente desde el que estudiar la crisis generalizada de la per-
cepción en las décadas de 1880 y 1890, indicando la importancia que tuvo la proble-
mática idea de la atención en toda una serie de problemas sociales, filosóficos y esté-
ticos en esos años e, indirectamente, en toda una serie de acontecimientos del siglo
veinte,
Hay varias razones importantes por las que he elegido el problema de la atención
como el marco desde el que examinar un conjunto de objetos de este periodo históri-
co. Quizá la más significativa sea que la atención, entendida como una constelación de
textos y prácticas, es mucho más que un problema de la mirada, del mirar, del sujeto
sólo como espectador. Como intentaré demostrar, la atención evita que reduzcamos
el problema de la percepción a una paridad simplista con cuestiones visuales, el pro-
blema moderno de la atención abarca una serie de términos y posiciones que no se
pueden entender simplemente como cuestiones de óptica. En los últimos años, en el
marco del creciente interés por el estudio de lo visual, la visión se ha planteado con
demasiada frecuencia como un problema autónomo que se justifica a sí mismo. Al pri-
vilegiar la categoría de lo visual se cae en el riesgo de ignorar las fuerzas de especiali-
zación y separación que dieron forma a esta categoría, para convertirla en el concep-
to intelectual que manejamos hoy en dia. Gran parte de lo que parece constituir el
campo de lo visual, es en realidad un efecto de otros tipos de fuerzas y relaciones de
poder. Además, <lo visual» puede desviarse fácilmente hacia modelos de percepción y
subjetividad que se alejan de la idea de «corporeidad», más rica e históricamente de-
terminada, en la que el sujeto corpóreo funciona simultáneamente como sede de las
operaciones del poder y como potencial de resistencia ante ellas. Destacar la centrali-
dad o «hegemonía» de la visión en la modernidad del siglo veinte es un gesto que ha
INTEGDUECIÓN 13

perdido valor y relevancia en el momento actual. Lo que argumentaré es que la cultu-


ra espectacular no se basa en la necesidad de hacer que el sujeto vea, sino en estrate-
gias a través de las cuales los individuos se aislan, se separan y babitan el tiempo des-
pojados de poder, Asimismo, las formas de contraatencion no son ni exclusiva ni
esencialmente visuales, sino que están constituidas por otras temporalidades y estados
cognitivos, como los estados de trance y ensonación.
Uno de los objetivos de mi libro Techwrgues of the Observer, era demostrar que las
transformaciones históricas de nuestras ideas sobre la visión, no pueden desvincular-
se de un proceso de reconstrucción de la subjetividad que no estuvo asociado a expe-
riencias ópticas, sino a procesos de modernización y racionalización. En este libro, que
estudia un campo de fenómenos bien diferente, uno de mis objetivos es demostrar
que en la modernidad, la visión es sólo una de las capas de un cuerpo susceptible de
ser capturado, modelado o controlado por toda una serie de técnicas externas. Pero al
mismo tiempo, la visión es sólo una de las partes de un cuerpo capaz de evadir el en-
cierro institucional y de inventar nuevas formas, afectos e intensidades. No creo que
conceptos exclusivamente visuales, como «la mirada» o la «contemplación», tengan
ningún valor en sí mismos como objetos de explicación histórica!. El uso que hago del
problemático término «percepción» es una manera de aludir a un sujeto que se defi-
ne en términos que van más allá de la modalidad del sentido único de la visión, en tér-
minos que incluyen también al oído, al tacto y lo que es más importante, a modalida-
des sensoriales irreduciblemente heterogéneas, que por lo general reciben poca o
ninguna atención dentro de los «estudios visuales». Además, me gustaría sugerir que
4 finales del siglo diecinueve, las investigaciones sobre la percepción se esforzaron por
devolver al término algunas de sus connotaciones originales en latín —el sentido de la
percepción como «atrapar» o «cautivar»— a pesar de que la imposibilidad de tal fija-
ción o posesión fuera cada vez más evidente. De hecho, en la década de 1880, la per-
cepción ya se utilizaba como sinónimo de «aquellas sensaciones hacia las que se orien-
ta la atención»”.
En parte, la importancia del problema histórico de la atención se debe a que fun-
ciona como una bisagra entre los problemas planteados por las más influyentes refle-
xiones filosóficas modernas sobre la visión y la percepción (Jacques Derrida, Maurice
Blanchot, Georges Bataille y Jacques Lacan, por ejemplo) y los planteados por el aná-
lisis de los efectos modernos del poder sobre la construcción social e institucional de
la subjetividad (por ejemplo, Michel Foucault y Walter Benjamin). A grandes rasgos,
la primera categoría se caracteriza por su insistencia transhistórica en que existe una
ausencia fundamental en el núcleo de la visión, en la imposibilidad de la percepción
de la presencia y del acceso visual inmediato a la plenitud del ser. Sin embargo, yo
mantengo que la atención se convierte en un problema específicamente moderno, pre-
cisamente gracias a la obliteración Arstórica de la posibilidad de concebir la idea de
presencia en la percepción: ante la imposibilidad de presencia, la atención servirá tan-

! Vease el notable relato antivisual que ofrece I Starobinsky en The Leving Eye, Cambridee, Harvard Uni-
versity Press, 1989, pp, 2-7 [eil. cast.: El ofo vivo, trad, T, Mateo Ballorca, Valladolid, Cuatro, 20021,
? T Ziehen, Ietroduction lo Physiological Paychology [1891], Londres, Sonneschein, 1895, p, 241,
14 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

to para simularla como para convertirse en su sustituto pragmático e improvisado de


ésta, En Technigues of the Observer describi cómo a principios del siglo diecinueve el
auge de la óptica fisiológica desplazó a los modelos de vision basados en la autopre-
sencia del mundo [rente al observador, en la instantaneidad y en la naturaleza atem-
poral de la percepción. En este libro examino algunas de las consecuencias de ese cam-
bio: en particular, la aparición de la atención como modelo de cómo el sujeto podía
mantener un sentido coherente y práctico del mundo, un modelo que no era funda-
mentalmente visual o siquiera verídico*. Las explicaciones normativas de la atención
surgieron directamente de la conciencia de la imposibilidad de aprehender una reali-
dad idéntica a sí misma y de que la percepción humana —condicionada por la tempo-
ralidad y por procesos físicos y psicológicos— sólo podía proporcionar, en el mejor de
los casos, una aproximación provisional y cambiante a sus objetos.
Asi pues, es importante subrayar que esta profunda reconcepción del observador
durante el siglo diecinueve partió de la premisa general de que era imposible pensar
la percepción en términos de inmediatez, presencia o puntualidad, Gran parte de la
teoría crítica reciente, derivada de una crítica de la presencia ya caduca, ha sido inca-
paz de darse cuenta de que preguntarse si es posible o no el acceso perceptivo directo
4 la autopresencia, es intrínsicamente irrelevante en el marco de la cultura moderna dis-
ciplinaria y espectacular. Desde finales del siglo diecinueve, al poder institucional sólo
le preocupa que la pereepción funcione de tal modo que asegure que el sujeto sea pro-
ductivo, controlable y predecible, que sea adaptable y capaz de integrarse socialmen-
te. El descubrimiento de que la atención tenía límites por debajo y por encima de los
cuales la productividad y la cohesión social quedaban amenazadas, dio lugar a una pe-
ligrosa equiparacion entre ciertas «patologías» de la atención de reciente designación
y algunos estados creativos intensos de profundo ensimismamiento y ensoñación,
Como explicaré más adelante, la atención era un componente necesario de la concep-
ción subjetiva de la visión: a través de la atencién el observador individual podía tras-
cender las limitaciones subjetivas y hacer saya la percepción; pero también era el me-
dio a través del cual, el observador se exponía a ser controlado y anexionado por
agentes externos.
Éste es, a grandes rasgos, el alcance intelectual de este proyecto. Sin embargo, sus
parámetros concretos están más delimitados. A pesar de que abarco un periodo de
aproximadamente veinticinco años, desde 1879 hasta los primeros años de la década
de 1900, no trato de escribir una historia o hacer un recuento de las ideas y prácticas
que existian en ese momento en torno a la percepción. A partir del capítulo uno, cues-
tiono por qué la atención se convirtió en un tipo de problema completamente nuevo
durante el siglo diecinueve, muy diferente de las concepciones que históricamente se
habían renido de él y por qué se asoció tan íntimamente a las investigaciones [ilosófi-
cas, psicológicas y estéticas sobre la percepción. Asimismo, describo los múltiples es-
fuerzos fracasado (y a menudo enfrentados) por explicar la atención de manera empi-

* «Una buena psicología de la atención no tiene que incluir el “ver” como término teórico», H. Pashler, The
Perchology af Attention, Cambridge, MIT Press, 1998, p. 9.
INTRODUECCIÓN 15

Edouard Manet, En el invermadero, 1879,

rica y convertirla en algo controlable. A lo largo de los siguientes capítulos, creo unos
diagramas provisionales de las últimas décadas del siglo diecinueve, diagramas consti-
tuidos a partir de análisis locales de un número relativamente pequeño de objetos, me-
diante los que examino los problemas interrelacionados de la modernización y la per-
cepcion. A pesar de que la secuencia de capítulos está organizada cronológicamente,
comenzando con objetos de alrededor de 1879, llevo a cabo una exposición disconti-
nug, en tanto en cuanto construyo tres analisis relativamente autónomos que traspa-
san ese continuo histórico.
Cada uno de mis capítulos presenta una constelación de objetos que sirven para
ilustrar el modo en que los problemas de la percepción contingente y modernizada
fueron tomando forma en el contexto de las enormes transformaciones en las prácti-
cas culturales occidentales a finales del siglo diecinueve y principios del veinte, Espe-
cíficamente, cada una de estas constelaciones incluye algunas de las formas más im-
portantes de visión maquinal y técnicas de simulación del movimiento continuo, que
fueron los elementos más evidentes de varias de estas reconcepciones de la percep-
ción, además de ser elementos cruciales en una incipiente reconcepción de la cultura
de masas. Existe un problema crítico persistente sobre cómo entender el hecho de que
el cine y el arte moderno ocupan un campo histérico común. He intentado equilibrar
cualquier especulación generalizadora con andlisis muy específicos de prácticas y ob-
16 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

Georges Seurat, Parade de cirgie, 1887-1888.

jetos concretos, evitando asimismo modelarlos para que «ilustren» o prueben cual-
quicra de las tesis acerca de los procesos históricos que investigo. Probablemente la
opción más importante que tomé fue la de destacar una sola obra de arte como el eje
en torno al cual se construye cada uno de los capítulos, Estas obras son En el inver-
nadero de Manet de 1879, Parada de cirque de Seurat de 1887-1888 y Arboles y rocas
de Cézanne de alrededor de 1900 y, por tanto, cada capítulo es una exposición gene-
ralmente sincrónica de objetos separados por intervalos de aproximadamente diez
años a lo largo del eje diacrónico del libro.
En Techniques of the Observer, me enfrenté a la convención de que la pintura moder-
na de las décadas de 1870 y 1880 señala un cambio de época decisivo en la configuración
histórica del observador y las prácticas de la visión; ésta es una posición que desde luego
mantengo aquí. Es decir, la modernidad visual se conformó dentro de un campo ya re-
configurado de técnicas y discursos sobre lo visual y el sujeto observador: Pero esto no sig-
nifica que no valga la pena analizar estas obras de arte. Se trata de objetos a través de los
cuales podemos examinar las consecuencias y reverberaciones del auge de los modelos de
vision subjetiva y fisiológica de principios del siglo diecinueve y son crucialmente impor-
tantes para entender los nuevos horizontes y obstáculos creativos que generó esta trans-
formación histórica. Sin embargo, no sitúo estas obras de arte de forma tan prominente
para dotarlas de ningún tipo de privilegio ontolágico, Mi libro parte de una contrapre-
misa: desarrollo el problema de la atención para cuestionar la pertinencia de identificar
cierto tipo de contemplación o absorción como estéticamente determinada. Estudiar la
manera en que se utiliza la atención ofrece una superficic heterogénea incomparable, en
INTRODUCEIÓN r

Paul Cézanne, Árboles y rocas, ca. 1900,


18 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

la que los objetos discursivos, las prácticas materiales y los artefactos de la representación
no ocupan estratos cualitativamente diferentes, sino que se involucran por igual en la pro-
ducción de efectos de poder y nuevos tipos de subjetividad. Por tanto, no me interesa re-
cuperar un significado primario o «auténtico» que de alguna manera sea inmanente a es-
tas obras, se trata más bien de examinarlas con la esperanza de reconstruir parcialmente
el campo de su exteríor, de multiplicar los vínculos con este exterior de «permanecer aten-
to a lo plural» de estas pinturas, donde «todo significa sin cesar y varias veces»*.
Sin embargo, mi intención no es proponer, por ejemplo, que una obra de Seurat
sea sintomática de los objetos discursivos o los espacios institucionales a los que me
refiero, o que esté determinada por ellos. Lo que sostengo es que ciertas obras —y las
prácticas estéticas específicas en las que se basan— son elementos constitufivos de ese
mismo campo de acontecimientos, que constituyen planteamientos originales de pro-
blemas similares. Por tanto, el uso de Manet, Seurat o Cézanne como figuras a través
de las cuales repensar ciertos procesos que se desarrollan durante este periodo no es
arbitrario. Cada uno de ellos se enfrentó de forma singular a las interrupciones, au-
sencias y conflictos del campo perceptivo; cada uno de ellos realizó descubrimientos
sin precedentes sobre la indeterminación de la percepción atenta, pero también sobre
cómo la inestabilidad de la atención podía servir como base para reinventar la expe-
riencia perceptiva y las prácticas de representación. También podría haber incluido a
Monet, y en menor grado a Degas, pero, los omití para restringir la envergadura del
provecto. Las razones que justifican la elección de estas obras en particular se eviden-
ciarán a lo largo de mi exposición, pero, a grandes rasgos, lo que tienen en común es
que se enfrentan con el problema general de la síntesis perceptiva y con la capacidad
de la atención para unir y desintegrar. Asimismo, me interesa el hecho de que estas
imágenes drenadas de espacio (pero desde luego, no planas) están Íntimamente liga-
das a las formas maquinales incipientes de «realismo» y verosimilitud áptica.
No creo que haga falta subrayar que este libro versa menos sobre prácticas artísti-
cas que sobre el proceso de repensar y reconstruir la percepción, en el que las prácticas
artisticas fueron significativas, pero de ningún modo su único o más importante com-
ponente. Por tanto, he tendido a extraer estas pinturas de su contexto habitual en la his-
toria del arte y he puesto entre paréntesis cualquier explicación evertical» de las obras
de arte, en términos de su relación con rupturas o continuidades a lo largo de una tra-
vectoria histórica lineal de movimientos y estilos. Por el contrario, signiendo a Gilles
Deleuze y otros, he resaltado las conexiones transversales entre diferentes tipos de ob-
jetos que ocupan posiciones muy diferentes. La proposición de Deleuze de que ela fi-
losofía, el arte y la ciencia establecen relaciones de resonancia e intercambio mutuo,
pel‘() Slemple pOl‘ razones in[el'n'ds»¡ pr(}}')(}l'ci(}fl'd ua manera de per'lsar acerca de ]d CoE-

xistencia simultánea, pero autónoma, de artefactos culturalmente diferentes, sin recu-


rrir a ideas de influencia mecánica o biográfica, ni a manidas distinciones entre la «alta»
y la «baja» culmira?.

+ R Barthes, 577, Nueva York, Hill and Wang, 1974, pp. 11-12 [ed, cast.: 5-Z, trad, N. Rosa, Madrid, Siglo
XX, 20011,
3 G, Deleuze, Negorrations, Nueva York, Columbia University Press, 1993, p, 125,
INTEGDUECIÓN 19

El título de este libro sirve para evocar tanto como para describir: para mí son im-
portantes varias connotaciones de la palabra suspezsión. En primer lugar, me gustaría
sugerir el estado de estar suspendido, un mirar o escuchar tan intenso que se evade de
las condiciones vitales ordinarias convirtiéndose en una temporalidad suspendida, un
levitar fuera del tiempo. Las raíces de la palabra arencidn resuenan con el sentido de
«tensión», de estar «estirado» y también de «esperar». Sugieren la posibilidad de fija-
ción, de mantener la [ascinación o contemplación hacia algo, en la que el sujeto que
observa está simultáneamente inmóvil y desanclado. Pero al mismo tiempo, una sus-
pensión es también una cancelación o interrupción, y quería aludir a una interrupción,
o incluso a una negación de la percepción misma. A lo largo del libro, aludo a una idea
de la percepción que puede ser simultáneamente abserción y ausencia o retraso, Es jus-
tamente esta composición contradictoria de la percepción la que me ocupará en este li-
bro, no para identificarla pomposamente como una de las eternas trampas de la visión,
sino para explorar las condiciones de posibilidad de su aparición histérica. Quizá no
sea necesario que apunte que una argueología de estas condiciones supone una prehis-
toria de nuestro presente y de sus mundos tecnoinstitucionales.
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LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCIÓN

La continuidad permanente del proceso, la transición interrumpida y fluida del valor desde una
forma a otra, o desde una fase del proceso a la siguiente, es una condición fundamental de la pro-
ducción basada en el capital.

K. Marx, Grandrisse.

Los problemas filosóficos vuelven a presentar hoy en casi todas las obras la misma forma que
hace dos mil años: ¿cómo una cosa puede nacer de su contrario, por ejemplo, lo racional de lo
irracional, lo vivo de lo muerto, la lógica del ilogismo, la contemplación desinteresada del desear
ávido, el vivir para el prójimo del egoísmo, la verdad del error?

E Nietzsche, Heumano, demasiado bamaro.

Uno de los avances más importantes para la historia de la percepción durante el si-
glo diecinueve, fue la aparición de modelos de visión subjetiva en toda una serie de
disciplinas de manera bastante repentina, durante el periodo 1810-1840. En tan sólo
unas pocas décadas, los discursos y actividades visuales más importantes rompieron
con el régimen visual clásico para pasar a fundamentar la verdad de la visión en la den-
sidad y marerialidad del cuerpo’. Una de las consecuencias de esta ruptura, fue que el
funcionamiento de la vision pasó a depender de la constirución fisiológica, compleja y
contingente del observador, convirtiendo la visión en algo defectuoso, poco fiable, o
como se llegó a decir, en algo arbitrario. Ya en la primera mitad del siglo, se había de-
dicado gran cantidad de investigación científica, filosófica, psicológica y artística a in-

! Véase mi Tecbmigues of be Observer: O Vision and Modernity in the Ninetecnth Contury Cambridge, MIT
Press, 1990, Utilizo la palabra clíseco, extrapolada de la obra de Michel Foucault, para describir las teorías y prác-
ticas en torno a la visión durante el periodo 1660-1800, que pervivieron de forma parcial hasta bien entrado el
sig]:) XI
22 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

tentar asumir el hecho de que ni la visión ni ninguno de los demás sentidos, podían se-
guir reivindicando una objetividad o certeza esencial. En la década de 1860, la labor
científica de Hermann von Helmholtz, Gustave Fechner y muchos otros apuntó a una
incertidumbre epistemológica generalizada que despojaba la experiencia perceptiva
de las garantías que hasta entonces habían sustentado su relación privilegiada con las
bases del conocimiento, Este libro analiza algunos elementos del ambiente cultural a
partir de los últimos años de la década de 1870, en el que estas nuevas certezas e in-
certidumbres sobre la percepción fueron rebatidas y reconstruidas, tanto desde la mo-
dernidad visual como desde una modernizadora cultura visual de masas,
La noción de visión subjetiva -la idea de que nuestra experiencia perceptiva y sen-
sorial no depende tanto de la naturaleza del estimulo externo, como de la composición
y funcionamiento de nuestro aparato sensorial- fue una de las condiciones necesarias
para la aparición histórica de nociones de visión autónoma, es decir, para poder desligar
(0 liberar) la experiencia perceptiva de una relación necesaria con el mundo exterior.
Igualmente importante fue la rápida acumulación de conocimiento sobre el funciona-
miento de un observador plenamente corpóreo, algo que reveló múltiples posibilidades
para someter a la vision a procesos de normalización, cuantificación y disciplina. Al de-
terminarse que la verdad empírica de la visión se hallaba en el cuerpo, la visión (al igual
que el resto de los sentidos) pudo ser anexionada y controlada con técnicas externas de
manipulación y estimulación. Éste fue el logro más importante de la ciencia de la psico-
física de mediados del siglo diecinueve, la cual, al supuestamente transformar la sensa-
ción en algo mensurable, inscribió la percepción humana en el campo de lo abstracto y
cuantificable. La visión asi concebida se volvió compatible con muchos otros procesos
de modernización, a pesar de que también planteaba la posibilidad de que existiera una
experiencia visual intrínsicamente no racionalizable, que se resistiera a cualquier proce-
dimiento de normalización. Estos avances forman parte de un momento de cambio his-
térico decisivo en la segunda mitad del siglo diecinueve, en el que cualquier diferencia
cualitativa entre vida y técnica comienza a evaporarse. La desintegración de toda distin-
ción irrefutable entre interior y exterior, abrió paso a una espectacular cultura moderni-
zadora, así como a una impresionante expansión de las posibilidades de la experiencia
estética. El reposicionamiento de la percepción (y de otros procesos y funciones que has-
ta entonces se entendían como «mentales») en la densidad del cuerpo fue un requisito
indispensable para instrumentalizar la visión humana como componente de ensamblajes
maguinales, pero también dio paso a la increíble explosión de invención y experimenta-
ción visual que vivió el arte europeo de la segunda mitad del siglo diecinueve.
En lo que podríamos llamar una revolución de los medios de percepción, la mo-
dernidad capitalista ha generado una constante recreación de las condiciones de la ex-
periencia sensorial, especificamente desde finales del siglo diecinueve y de manera cre-
ciente en las dos últimas décadas. Durante los últimos cien años, las modalidades
perceptivas han estado -y continñan estando— en un estado de incesante transforma-
ción, o como dirían algunos, en estado de crisis. Si se pudiera decir que la vísión man-
tiene alguna característica constante durante el siglo veinte, sería precisamente su ca-
rencia de características constantes. Lo que es más, la visión parece estar inmersa en
un modelo de adaptación continua a nuevas relaciones tecnológicas, configuraciones
LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCIÓN 23

sociales e imperativos económicos. Por ejemplo, lo que normalmente llamamos cine,


fotografía o televisión, en realidad son elementos transitorios dentro de una secuencia
cada vez más rápida de desplazamientos y obsolescencias que forma parte del funcio-
namiento delirante de la modernización,
Cuando la lógica dinámica del capital comenzó a amenazar de forma radical cual-
quier estructura de percepción estable o duradera, al mismo tiempo trató de imponer
un régimen disciplinario de atención, Fue a finales del siglo diecinueve cuando el pro-
blema de la atencion se convirtió en una cuestión fundamental en las ciencias huma-
nas, particularmente en el incipiente campo de la psicología científica?, Se trataba de
un problema cuya importancia tenía que ver directamente con la aparición de un cam-
po social, urbano, psíquico e industrial, cada vez más saturado de estimulos sensoria-
les. La inatención comenzó a tratarse como un peligro y un serio problema, especial-
mente en las nuevas formas de producción industrializada a gran escala, a pesar de que
a menudo eran estos mismos métodos modernizados de trabajo los que provecaban
dicha inatención”. Se podría decir que uno de los aspectos cruciales de la modernidad
es una crisis continua de la capacidad de atención, en la que las configuraciones cam-
biantes del capitalismo continuamente fuerzan la atención y la distracción al límite,
con una secuencia inacabable de nuevos productos, fuentes de estimulo y flujos de in-
formación, para después responder con nuevos métodos de dirigir y regular la per-
cepción, Gianni Vattimo ha apuntado que «el intensificarse de los fenómenos comu-
nicativos, el acentuarse de la circulación informativa [...] no representa sólo un aspecto
entre otros de la modernización, sino, de algún modo, el centro y sentido mismo de
este proceso»*, Sin embargo, la atención como problema histórico no se puede redu-
cir a estas estrategías de disciplina social. Como argumentaré a continuación, esta for-
ma de entender al sujeto en términos de su capacidad de atención, también sirvió para
revelar a un sujeto incapaz de someterse a tales imperativos disciplinarios.
Parte del problema epistemológico de la modernidad desde Kant ha sido cómo de-
finir la capacidad humana para sintetizar la fragmentación y atomización del campo

* Como bien saben mis amigos y colegas más cercanos, llevo trabajando sobre el problema histórico y cul-
tural de la arención desde finales de los años ochenta; esbocé algunos de los términos de mi interés por el tema
en «Attention, Spectacle, Counter-Memory», October 50 (otoño 1989), pp. 97-107. Parte del principio de este ca-
pítulo y algunas partes del capítulo dos, aparecieron bajo el título «Unbinding Viston», October 68 [primavera
1994}, pp. 21-44, y mi artículo «Attention and Modernity in the Nineteenth Century» fue incluido en el libro edi-
tado por C. Jones y P. Galison, Picturing Science, Producing Art, Nueva York, Routledge, 1998, pp. 475-499,
* Marx habla de cómo, ya en la década de 1840, los gerentes de las fábricas entendían que «el grado de aler-
ta y atención en los trabajadores difícilmente podía ser incrementado» y que disminuir la duración del dia labo-
ral de modo que las demandas sobre la atención de los obreros también disminuyeran, resultaba en un inere-
mento de la productividad. K. Marx, Copifal, vol. 1, Nueva York, International, 1967, pp. 410-412 fed. cast.: El
Caprtal, Madrid, Akal, 2000]. Véase el artículo de M. Perrot «The Three Ages of Induserial Discipline in Nine-
teenth Century France», en [. M, Merriman {ed.), Conscionsness and Class Experience in Nineteenth-Century
France, Nueva York, Holmes and Meier, 1979, pp. 149-168, en relación con el paso desde la disciplina moral y
la organización parernalista del trabajo en la primera mitad del siglo diecinueve a una modo más racionalizado
de controlar la producción y el tiempo,
1 G, Vattimo, The transparent saciety, Baltimore, Tohns Hopkins University Press, 1992, pp, 14-15 [ed, cast.:
La seciedad transparente, wad. T. Oñate Zubia, Barcelona, Paidós, 1996, p. 931
24 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

cognitivo. Este dilema se acentuó especialmente en la segunda mitad del siglo dieci-
nueve, coincidiendo con el desarrollo de varias técnicas para imponer tipos específi-
cos de síntesis perceptiva, desde la difusión masiva del estereoscopio en la década de
1850 a las primeras películas en la de 1890. El siglo diecinueve fue testigo de la pau-
latina disolución del punto de vista trascendental kantiano y de sus categorías sintéti-
cas a priori, tal como se describen en la primera Crítica. Kant alegaba que la percep-
ción sólo podía existir gracías a un principio de unificación sintética primigenio, una
causa de sí misma situada por encima de cualquier experiencia sensorial empírica,
como la visión, «La unidad de la síntesis serún los conceptos empíricos sería del todo
accidental si éstos últimos no se basaran en un campo de unidad trascendental. De
otro modo, las apariencias podrían abarrotar el alma [...] Al faltar una conexión que
atendiera a leyes universales y necesarias, cualquier relación del conocimiento con los
objetos se desmoronaría»”. Una vez desaparecieron las garantías filosóficas de la uni-
dad cognitiva a priori (y una vez que la posibilidad de un ser que impone su unidad
sobre el mundo en el idealismo poskantiano se volvió insostenible), el problema del
«mantenimiento de la realidad» pasó a ser la función de una capacidad de síntesis o
asociación contingente y meramente psicológica”. La sustitución de la unidad trascen-
dental de percepción kantiana por la voluntad, que lleva a cabo Schopenhauer, aca-
rrearía múltiples consecuencias, ya que implicaba que la aparente completud del mun-
do dejaba de ser el producto apodíctico de la Ley para pasar a depender de una
relación de fuerzas potencialmente variable, en la que se incluían fuerzas externas que
no podían ser controladas por el sujeto”. Pensadores de todo tipo sintieron la obliga-
ción de descubrir cuáles eran las facultades, operaciones u órganos que producían o
permitían la compleja coherencia del pensamiento consciente*. A finales del siglo die-
cinueve, los fallos o disfunciones en la capacidad de síntesis, que a menudo se descri-
bían como disociaciones, se relacionaron con la psicosis y otras patologías mentales.
Pero aunque esto se catalogaba [recuentemente como una desintegración regresiva o
patolágica de la percepción, en realidad era evidencia de un cambio decisivo en la re-
lación del sujeto con el campo visual. Por ejemplo, en la obra de Bergson los nuevos

5 Kant, Critigue of Pure Reason, Nueva York, St Martin's, 1965, p.138 [ed. cast.: Crítres de la razór pura,
trad, M. García Morente, Madrid, Tecnos, 2002].
* Victor Cousin ejemplifica un sentimiento de desesperación muy extendido, frente al auge de las explica-
ciones «psicológicas» en la epistemología: «Ahora, tan pronto como las leyes de la razón son reducidas a simples
IC)'C!¡ rt:]:![[v:l.\i a ]S L'(JTH]ÍL'¡ÚH hll]n 4ana, SU (.'UÍ'II[] Lj.‘i entero ¢s L'Ír¡:un:i¡:rí'l(] ]Jur |LJ E!irl:rs lJE nuestra n:l'lur'.ll¡:ZJ ]JC r-

sonal y sus mayores consecuencias que están siempre marcadas por un caracter indeleble de subjetividad gene-
ran como mucho, persuasiones irresistibles, pero no verdades independientes». Cousin, Elensentc of Peycholagy,
Nueva York, Ivison & Phinney, 1856, pp. 419-420,
* AL Schopenhauer, The Worid as Will and Representation [1844], Nueva York, Dover, vol, 2, 1966, p. 137 [ed
cast.: El mundo como voluntad y representación, trad. M, M. Armas, [, Chamorro y K. ]. Díaz, Madrid, Akal, 2005],
* Según K. Kéhnke, The Rise of Neo-Kantianive: German Acadenzic Philasapby Between Idealimnr and Posi.
fvism, Cambridge, Cambridge University Press, 1991, p. 98; ya en la década de 1850 existían varias interpreta-
ciones de Kant que «convertían las formas a priori en “leyes innatas de la mente” a menudo con un sustrato neu-
rológico». K5hnke proporciona un valioso análisis del problema persistente de lo «a priori», particulermente en
la obre de los neokantianos Alois Riehl y Hermann Cohen durante la década de 1870
LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCIÓN 25

modelos de síntesis implicaban la interacción entre la percepción sensorial inmediata


y las fuerzas creativas de la memoria. Wilhelm Dilthey desarrolló una extensa reflexión
sobre las formas creativas de síntesis y fusión específicas de la actividad humana de la
imaginación, Para Nietzsche, la síntesis ya no era la constitución de la verdad, sino una
alineación de fuerzas cambiante, metamórfica e infinitamente creativa.
El psicólogo americano G. Stanley Hall, en un escrito de 1883, ofrece un veredic-
to pesimista sobre las repercusiones de aceptar esta contingencia como condición del
conocimiento: «¿Puede ser que la vida sólo cultive a la mente en puntos y nodos y que
éstos estén tan imperfectamente unidos por los procesos asociativos y perceptivos,
que si forzamos especialmente a uno de ellos hacemos que se aísle aiin más hasta que
pierde la capacidad de dirigirse a sí mismo y cae lentamente en el abandono y la desin-
tegración?»”, Para la psicología institucional de las décadas de 1880 y 1890, la capacidad
de asociar la percepción sintéticamente en un todo funcional formaba parte de la nor-
malidad psíquica que evitaba el peligro de disociación, o lo que Kant describía como las
percepciones «abarrotando el alma». El psicólogo alemán Oswald Kulpe insistía en que
sin capacidad de atención, «la conciencia estaría a la merced de las impresiones externas
[...] el pensamiento sería imposible por lo ruidoso de nuestro entorno»'?, El funciona-
miento de la visidn, con todas sus idiosincrasias e inconsistencias fisiológicas, no tenía un
carácter lo suficientemente legislador como para poder aglutinar de manera fiable la in-
formación sensorial sin la intervención «jurídica» de la atención"!.
Entre los escritores que asociaron la incapacidad de mantener la atención con la
conducta sociopática, el antimoderno Max Nordau fue uno de los más leídos, pero sus
diatribas no se alejaban mucho del determinismo social que sustentaban la obra de
otras autoridades en la materia más sobrias y cientificas como Ribot:

Al carecer de los cuidados y la contención de la atención, la actividad cerebral de los


degenerados y las histéricas es caprichosa y carece de propósito o finalidad. A través de
un libre juego de asociaciones, las representaciones son llamadas a la conciencia y tienen
libertad para desmandarse allí. Aparecen y se extinguen antomáticamente y la voluntad
no interviene para fortalecerlas o suprimirlas [...] Entonces, en primer lugar, la debili-

* G, Stanley Hall, «Reaction Time and Atrention in Hypnotic State», Mind 8 (1883), pp. 171-182.
5 0, Kulpe, Ontflines of Paycholagy [1893], Londres, Sonnenschein, 1895, p. 215.
"! En la década de 1880, el catedrático de Psicología de Yale George Trumbull Ladd, sugirió que lo «reti-
niano» era cognitivamente defectuoso: «Muchas tmágenes retintanas admiten dos o más interpretaciones —qué
interpretación escojamos dependerá de un cúmulo de circunstancias que quizá no puedan ser definidas con exac-
titud [...] Cualquiera que haya estudiado los efectos de los puntes y siluetas de color que aparecen en la imagen
que vemos con los ojos cerrados a la luz de la propia rerina sabe lo aparentemente anárquica que es la interpre-
tación que se le da a esta imagen, Esto es particularmente cierto cuando relajamos la atención; por ejemplo, cuan-
do estamos sumidos en la ensoñación o el sueño. Mucha de la “materia” de la que se alimenta el fenómeno de
los sueños, puede ser sugerida o controlada por la condición del "campo retiniano”. En todos estos casos, sólo
se necesita ua atención más agirda, y una vision más objetiva de las cosas para deshacer la tlusión y hacer que nos
demos cuenta de lo precaria que es la estructura a partir de la cual, por asociación y reproducción, hemos cons-
truido nuestras presentaciones de sentido». Ladd, Elements of Physologícal Physiology, Nueva York, Scribner’s,
1887, pp. 446447, las cursivas son mías.
26 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

dad o querencia de atención produce falsos juicios respecto al universo objetivo, res-
pecto a las cualidades de las cosas y respecto a las relaciones entre ellas. La conciencia
adguiere una visión distorsionada y borrosa del mundo exterior [...] La cultura y la au-
toridad sobre los poderes de la naturaleza, son producto exclusivamente de la atención;
todos los errores y todas las supersticiones, producto de una atención defectuosa””.

La atención para Nordau —y de manera menos extrema para muchos otros— era un
mecanismo de defensa represivo y disciplinario contra todas las formas potencialmen-
te subversivas de libre asociación. Las palabras del psicólogo británico James Cappie
en la década de 1880 quizá sean más representativas: «No es necesario exagerar la im-
portancia psicológica de esta función. Se puede decir que subyace bajo cada una de las
otras facultades mentales. Es el proceso por el que la conciencia se enfoca en una di-
rección especial [...] sin ella, una ensoñación sin sentido tomaría el lugar del pensa-
miento coherente»", Asi pues, la atención se convirtió en una manera imprecisa de re-
ferirse a la capacidad relativa de un sujeto para aislar selectivamente ciertos contenidos
del campo sensorial a costa de atros, algo que le permitía preservar una aprehensión del
mundo ordenada y productiva.

Por supuesto, la idea de atención ya había sido investigada en numerosas ocasio-


nes antes del siglo diecinueve. Si nos remontáramos a san Agustin o a autores más tem-
pranos, hasta la historia más esquemática del concepto sería ya ínmensa"', Mi objeti-
vo aquí ¢s simplemente indicar cómo, en la segunda mitad del siglo diecinueve, la
atención se convierte en un objeto fundamentalmente nuevo en el marco de la mo-

E M Nordau, Degeneration [1892], Nueva York, Appleton, 1895, p. 56 [ed. cast.: Degeneración, trad. N.
Salmerón y García, Pamplona, Analecta Editorial, 2004], La obra de Nordau habia sido precedida de varios es-
tudios más «científicos» sobre esta materia. La degeneración mental, incluyendo la atención defectuosa, se co-
menta en el contexto de procesos más amplios de declive cósmico y de péridida de control en el líbro de H
Mumleilcy. Ha(¿'_r and W¿H, Nueva Y¡Jrk, r'\pp]t:[nn, 1884, Ambas textos son analizados en D), IJÍ¿_'k. Faces nff)¡:g¿'-

nevation: An Enropean Disorder, e, 1848-1918, Cambridge, Cambridge University Press, 1989,


5 [ Cappie, «Some Points in the Physiology of Attention, Belief and Will», Brain Y (julio 1886), p. 201,
" San Agustin caracteriza la atención humana en tdemines de su temporalidad esencial, a diferencia del cono-
cimiento divino «La atención de Dios no pasa de un pensamiento a otro; todas las cosas que conoce están simulta-
neamente presentes en s visión incorpóres. Conoce los eventos que ocurren en el tiempo, sin ningún acto tempo-
ral de conocimiento». City af God, Londres, Penguin, 1972, p. 432 [ed. cast.: La crudad de díos, trad. S. Santamaria
del Río y M. Fuertes Lanero, Madrid, BAC, 20011 Algunos de los temas agustinfanos reaparecen mucho más tar-
de en los escritos de Malebranche sobre la atención, una obra que por otro lado es producto del ambiente intelec-
tual cartesiano de finales del siglo diecisiere en Francia. Malebranche hace una de las aportaciones europeas más im-
portantes a la ontología de la percepción apuntando a una ambivalencia fundamental en la atención, que está
demasiado ligada a las pasiones y los sentidos, que pueden distraer a la mente de la «contemplación de verdades pu-
ramente inteligibles», «Sin embargo, como el alma no puede carecer de pasiones, sensaciones o alguna otra modi-
ficación particular, debemos hacer de la necesidad virtud y conseguir hasta de estas modificaciones un apoyo para
hacernos más atentos.» N. Malebranche, The Seardh after Traitb [1675], Cambridge, Cambridge University Press,
1997, pp. 413-418, En su ensavo «Time and Creation», Cornelivs Castoriadis habla sobre la importancia de la aten-
ción para el concepto de tiempo subjerivo en san Agustín y Husserl; en Castoriadis, World r Fragweests, Stanford,
Stanford University Press, 1997, pp. 374401 [ec |, cast.- El rmmc¿Íufmgrmm!d¡¿'a, Buenos Afres, Altamira, 1990],
LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCIÓN 27

dernización de la subjetividad. Antes del siglo diecinueve, la importancia de la aten-


ción se límitaba, casi siempre, a cuestiones de educación, cultivo personal, etiqueta,
actividades pedagógicas y mnemónicas o investigación científica”, Incluso cuando la
atención se convertía en objeto de reflexión filosófica, se trataba de un problema ac-
cesorio, como mucho secundario, enmarcado en formas de entender la mente y la con-
ciencia que, o bien no dependían de ella, o bien la trataban como una facultad más
dentro de una constelación de otras facultades igualmente importantes y mutuamente
dependientes'*, Por ejemplo, la epistemología de Condillac habla de la atención, pero
sólo la considera un elemento más de los muchos que contribuyen a la operación ne-
cesariamente wnificada de la vida mental, mientras que en el periodo que estoy exami-
nando, la atención se consideraba una imposición de coherencia y claridad, frágil pero
esencial, sobre los contenidos dispersos de la conciencia”. Asimismo, para Condillac
la atención dependía de la /uerza de la sensación, era el efecto de un suceso externo al

' Descartes habla sobre la adveración o el asombro en Las pasiones del alma, definiendo algunos términos
de un régimen de atención fundamentalmente diferente, Véase The Philosophical Weitings of Descartes, Cam-
|Jridg:, (:am]:ritlg: Univ:mily Press, vol. 1,1985, PP 354-356 |_cc|. cast: Las pasiones del di'»!d. [r;.¡(]._l. A. Marti-
nez y P Andrade, Madrid, Tecnos, 1997, p. 133]: «Se puede decir de la admiración en particular que es útil por-
que hace que aprendamos y retengamos en nuestra memoria las cosas que hemos lgnorado anteriormente. Pues
no admiramos más lo que nos parece rare y extraordinario [...] Ahora bien, cuando algo que nos era desconoci-
lJ{J se NOS [ln:!il::n te Lll‘_‘ nuevo ante nuestro enlen di‘l‘it]]l() O nuestros fit[l[il] 05, NO [3( "T C]ll‘ Il‘ retenemos en nuestra

memoría, salvo sí la idea que tenemos es reforzada en el cercbro por alguna pasión, o bien asimismo por la apli-
cación de nuestro entendimiento, determinado a una atención y reflexidn particular por la voluntad». Un magni-
fico sumario de esta tradición de la admiración y el asombro aparece en L. Daston, «Curiosity in Early Modern
Science», Word ad Image 11, 4 (octubre-diciembre 1995), pp. 391-404, especialmente p. 401. «La filosofía natu-
ral del siglo diccistete, asociaba regularmente lo “inguisitivo” con lo *diligente™; la *atención” con la “aplicación”.
Á mediados del siglo dieciocho, esto se había convertido en el criterlo moral por el que se distinguian los sabios
serios de los amarers frívolos, ya que solamente el primero era capaz de convertir la "noble curiosidad” en “tra-
bajo y aplicación continuada” mediante el *uso de la atención” [...] La atencién inguebrantable y penetrante que
se pensaba reguería la investigación clentifica, se debilitaba si no existía curiosidad, v la curiosidad venía provo-
cada por el asombro, Añadir la atención a esta elevada combinación, desembocaba en una posesión intelectual»,
Véase rambién la historización de la curiosidad y la atención que se ofrece en K. Pomian, Colfectors and Carinsi-
tres: Paris ad Venice 1500-1800, rad. E. Wiles Portter, Cambridge, Polity, 1990, pp, 57-64; y L. Daston y K. Park,
Wonders and be Order of Nature 1150-1750, Nueva York, Zone Books, 1998, pp. 311-328.
16 Refiriéndose a la abra de Albrecht von Haller, Thomas Hartley y otros, Karl M. Figlio resumió asi un mo-
delo clave del pensamiento epistemológico del siglo dieciocho: «El entendimiento se construía a partir de sensa-
ciones combinadas por aseciación. La atención se centraba en las sensaciones, lo que permitia comparar las ideas
derivadas de ellas. La esencia del pensamiento y el juicio se encontraba en la comparación y evaluación de dos o
más ideas. A falta de impresiones externas, la imaginación y la memoria permitian la presentación de ideas ya pre-
servadas en el sensorio común. En todas estas operaciones, las acciones de la mente venían determinadas por las
smpresiones que se imponían sobre ellas, K. M. Figlio, «Theories of Perception and the Physiology of the Mind in
the Lare Eighteenth Centurys, History of Science 7 (1975), p. 1975 las cursivas son mías.
7 E Bonnor de Condillac, «Essay on the Origin of Haman Knowledges, en Philosopbrcal Wretings of Etrernme
Bonnat, Abbé de Condiflac, trad. F Philip, Hillsdale, N. [., Lawrence Erlbaum, vol, 2, 1987, pp, 441-445 [ed. cast.:
Ensayo sobre el origen de los conocinsientos bamanos, Madrid, Tecnos, 19%91. Sobre la Función de unificacidn como
el rol básico de la razón véase E, Cassirer, The Philosophby of Entightment, Princeton, Princeton University Press,
1951, pp. 21-27 [ed, cast.: Filosofía de la ustración, trad, E. Imaz, Madrid, Fondo de Cultura Económica de Espa-
ña, 1993], Véasc también el análisis del modo de atención «teatral» y otras operaciones mentales que aparece en S,
Gearhart, The Opes Boundary of History and Fiction, Princeton, Princeton University Press, 1984, pp. 161-199,
28 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

Hustraciones de «La atención», en una edición de finales del :iigln dieciocho del tratado de Charles Le Brun
sobre la expresión de las pasiones.

sujeto, En este aspecto no se diferencia tanto de la filosofía británica del siglo diecio-
cho y sus modelos de la mente como un recipiente pasivo de sensaciones, modelos que
no necesitaban la idea de atención (en la obra de Locke, Hume y Berkeley, la palabra
atención, cuando se menciona, tiene una importancia muy limitada). Tal como se con-
cebía a finales del siglo diecinueve, la atención es totalmente ajena a la noción diecio-
chesca de la actividad mental como sello o molde, que de alguna manera fija o pre-
serva la constancía de los objetos'®. En los debates históricos sobre el problema de la
atención, encontramos a menudo la afirmación de que la categoría psicológica mo-
derna de la arención no es más que la evolución de las ideas sobre la percepción que
tan importantes fueron para la filosofía de Leibniz y Kant?. Pero lo verdaderamente
significativo es la innegable discontinuidad histórica entre el problema de la atención
tal como se plantea en la segunda mitad del siglo diecinueve y el lugar que ésta ocupa
en el pensamiento europeo de los siglos anteriores,

* En las mil páginas (o más) de su Ersayo, John Locke menciona la atención sólo muy brevemente, como un
subcompenente de la capacidad de refención. «La atención y la repetición ayudan mucho a fijar las ideas en la me-
moria» (p 1941 y eCuando las ideas que se ofrecen [...] son tomadas en cuenta y, de algún modo, registradas en
la memoria, entonces se trata de la atención» (p. 299), As Essay Concerning Human Understanding, 11690], Nue-
va York, Dover, vol. 1, 1959 [ed. cast.: Essayo sobre el entendimiento bronano, trad. L. Rodriguez de Aranda, Bar-
celona, Folio, 2003 ). Véase el análisis que hace M. Baxandall de la atención en relación a las pinturas de Chardin
y la noción de distinción en Locke en su libro Patterey of Intention: On the Historical Explanation of Picturey, New
Haven, Yale University Press, 1985, pp. 74-104,
' Wéase, por ejemplo, G. Murphy y T. K. Kovach, Historical Introduction to Modern Paycholopy, San Diego,
Hareowurt, Brace, _|n\' anovich, #1972, pp- 23-24. Véase rambién el recuento histórico que ofrece G. Harfield, «At-
tention in Early Scientific Psychology», en R, D, Wright fed.), Veszal Attention Oxtord, Oxford University Press,
1998, Hatfield encuentra «tanto continuidad como divergencia en los últimos 230 años de investigación sobre la
atención» (p. 24).
LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCIÓN 29

Como he sugerido anteriormente, fue necesario que se dieran dos importantes


condiciones para que la atención se convirtiera en un problema fundamental para en-
tender la subjetividad. La primera fue el colapso de los modelos de visión clásica y
del sujeto estable y puntual que presuponían, La segunda fue la imposibilidad de se-
guir defendiendo las soluciones a priori para los problemas epistemológicos. Esto su-
puso la pérdida de cualquier garantía incondicional o permanente de síntesis o unidad
mental. Durante las primeras décadas del siglo diecinueve se intentaría repetidamen-
te dar solución a estos problemas. La obra del filásofo Pierre Maine de Biran, de
principios del siglo diecinueve, fue particularmente importante, ya que demostró que
los problemas de la subjetividad no podían desligarse de la incertidumbre de las rea-
lidades fisiológicas. Sus intentos de alcanzar un /aif primitif del propio ser, de la li-
bertad individual y en último término de la existencia del alma, a partir de la expe-
riencia continuada del esfuerzo activo y voluntario en relación al cuerpo, sentaron las
bases de subsecuentes debates epistemológicos e incluso éticos”. Jan Goldstein ha
detallado la importancia del problema de la unidad del ser para Victor Cousin y otros
autores de la década de 1820, que se adherían al principio general de «El carácter es
unidad», El eclecticismo de Cousin «combinaba una dependencia limitada del sen-
sacionalismo, con una creencia a priori en el propio yo, o el 207, un repositorio de
actividad mental autoiniciada y de libre voluntad, accesible a través de la introspec-
ción»*'. Durante el periodo que va desde 1840 hasta mediados de la década de 1860,
hubo varios intentos sistemáticos —y a menudo enrevesados— de proponer nuevos
principios a partir de los cuales deducir una unidad efectiva de la mente o el pensa-
miento. Trabajos como los de J. S. Mill, Herbert Spencer, Hermann Lotze y el joven
Alexander Bain, que se agrupaban bajo el nombre de «asociacionismo» y que nor-
malmente no atribuían ninguna importancia al papel de la atencién®, Según George

* Maine de Biran también es importante en este respecto por la forma en que su obra anticipa algunas de las
ideas acerea de la atención del siglo diecinueve, Por un lado, es evidente que su idea de la atención pertenece a un
campo de conocimiento ;Jnl'.x:riur, en el quée la atención no es más que una f¿!¿'¡r¿!dn" entre varias olras Íguulmtn[:

importantes e interrelacionadas, como el juicio, la memoría, la percepción o la meditación, Pero al reconfigurar la


categoría de la percepción, Maine de Biran genera una nueva forma de entender la naturaleza de la intesción, que
le lleva a concebir una idea móvil y dinámica de la voluntad, especialmente en tanto en cuanto la sitúa en la acti-
vidad motora, un gesto que tiene similitades importantes con algunas de las equiparaciones que aparecen a fina-
les del siglo diecinueve entre atención y voluntad, Véase, por ejemplo, F. Maine de Biran, De "apperceptioon de
médiste [1807], París, J. Vrin, 1963. Véase también mi análisis de Maine de Biran y la problematización de la
interioridad a principios del siglo diecinueve, en Techuigues af the Observer, pp. T2-73.
* | Goldstein, «Foucault and the Post-Revolutionary Self», en ], Goldstein (ed.), Foxarilt and the Writing
af Hestory, Oxtord, Blackwell, 1994, p. 102, Véase también el importante argumento que Goldstein presenta en
«The Advent of Psychological Modernism in France: An Alternative Narrative», en D. Cross fed.], Modernist Luz-
palsec ó the Human Seiences, Baltimore, John Hopkins University Press, 1994, pp. 190-209,
* En la década de 1880, Bain, Mill y el asociacionismo en general va habían dejado de ser relevantes, Esto
queda claramente señalado en el artículo «Psicología» que James Ward escribe para la novena edición de la Excy-
clopedía Britannica, en el que la atención y la voluntad figuran como las categorías principales, El lugar que ocupa
la atención en el pensamiento de Thomas Reid, Dugald Stewart y Tames Mill es diferenciado de la especulación
e investigación moderna en Ch, Bastian, «Les processus nerveux dans lattention et la volitione, Reve phdasaphi-
que 32 (abril 1892), pp. 353-384.
30 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

Herbert Mead, «la psicología asociativa nunca explicó por qué una asociación y no
otra aparecía como dominante»”*, Hasta la década de 1870 no encontramos ninguna
explicación de la forma en que el mundo conocible de los objetos se configura ante
el perceptor que atribuya un papel central y formativo a la atención, Antes de 1850,
sería dilícil encontrar una posición tan tajante como la de esta declaración de Henry
Maudsley, emitida a principios de los 1880: «Sea cual sea su naturaleza, [la atención]
es obviamente la condición esencial para la formación y el desarrollo de la mente»**,
No pretendo insistir más de lo necesario en este punto, ni proponer una línea preci-
sa de división histórica, pero la obra de William B. Carpenter, un psicélogo de enor-
me importancia cuya autoridad fue reconocida no sólo en Inglaterra, sino también en
toda Europa y en Norteamérica a partir de la década de 1840 y hasta bien entrada la
de 1880, proporciona una pieza de evidencia muy significativa. En la edición de 1853
de su manual de psicología, sólo le dedica un parrafo a la atención y la considera una
más de las facultades mentales, como la observación, la reflexión y la introspección;
en la edición de 1874 dedica más de cincuenta páginas al tema de la arención e in-
traduce referencias a la atención en muchas otras partes del libro, En 1853 habla de
la atención casi de pasada, como «ese estado en el que la conciencia se dirige activa-
mente al cambio sensorial»; en 1874, la atención influye «sobre cada una de las for-
mas principales de actividad Mental» y es indispensable «para la adquisición siste-
mática de Conocimiento, para el control de las Pasiones y las Emociones y para la
regulación de la Conducta»”. Además, hay que esperar hasta la década de 1870 para
que en Europa y Norteamérica la atención se convierta en un problema que atraviesa
un amplio espectro social y cultural; en un problema social, económico, psicolagico
y filosófico fundamental para los análisis más influyentes de la subjetividad humana.
Edward Bradford Titchener, el alumno británico de Wundt y uno de los principales
importadores de la psicología experimental alemana a América, declaró en la década
de 1890: «El problema de la atención es, esencialmente, un problema moderno»,
Aunque fue incapaz de discernir hasta qué punto el sujeto perceptor que estaba con-
tribuyendo a definir iba a convertirse en un componente central de la modernidad
institucional*,

* G H, Mead describe cómo ela psicología de la atención desbancó a la psicologia de la asociación», en su


libro Ménd, Self and Society, Chicago, University of Chicago Press, 1934, pp, 95-96,
* H. Maudsley, The Pryohology of Mind, New York, D. Appleton, 1883, p. 310.
5 W B. Carpenter, Principles of Human Physiology, Filadelfia, Blanchard and Lea, 1853, p. 780; Carpenter,
Principles af Mental Physiclogy [1874], Londres, Kegan Paul, *1896, pp, 130-131. El segundo libro es una ver-
sión retitulada y expandida del primero. Véase la valoración de la importancia histórica de Carpenter que hace
E. S. Reed en Frovs Soul to Mind: The Emergence of Psychology from Erasmeas Darwin to Welliam James, New Ha-
ven, Yale University Press, 1997, pp. 76-80. También es interesante el andlisis de Carpenter de A. Winter en Mey-
merized: Powers of Mind i Victorian England, Chicago, University of Chicago Press, 1998, pp, 287-305,
% E, Bradford Titchener, Experimwental Paychology: A Manual of Laboratory Practice, vol. 1, Nueva York,
MacMillan, 1901, p, 186. En otro momento, Titchener declara que a finsles del siglo diecinueve «la psicología
experimental descubrió la atención» y reconoció «su estatus diferenciado y su importancia fundamental; el des-
cubrimiento de que la doctrina de la arención es el nervio de todo el sistema psicológico». Titchener, Lectires an
the Elementary Peychology of Feeling and Attention, Nueva York, MacMillan, 1908, p. 171.
LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCION 31

En las últimas décadas del siglo diecinueve, podemos reconocer el problema espe-
cíficamente moderno de la atención en varios contextos””, En toda una serie de dis-
cursos y actividades institucionales dentro de las artes y las humanidades, la atención
pasó a formar parte de una densa red de textos y técnicas alrededor de la cual se es-
tructuraba y organizaba la verdad de la percepción”*, A través de este nuevo impera-

7 Por citar algunas de las muchas obras que tratan este problema en este periodo, mencionaremos a W. Ta-
mes, The Prenciples af Prychology [1890], Nueva York, Dover, vol. 1, 1950, pp. 402-458; T. Ribot, La psychologse
de Pattention, París, E- Alcan, 1889; W Wundt, Grandzdge der physiologiseben Prychologie [18741, Leipzig, En-
glernann, vol. 2, 1880, pp. 205-213; Titchener, Experimental Paychology, pp. 186-328, Maudsley, The Phyvinlogy
afMind, pp. 310-324; Kúlpe, Outlines af Paychology, pp. 423454; C. Stumpl, Tosspsychologie, Leipzig, 5. Hirzel,
vol. 2, 189, pp. 276-317; E H, Bradley, «ls There Any Special Activity of Atrention?», Miwd 11 (18861, pp. 303-323;
A, Mosso, Fatigeee [1891], trad, M. Drummond, Nueva York, G. P. Pumam, pp. 177-208; L. Uhl, Astension, Balti-
more, Johns Hopkins University Press, 1890, Ladd, Efements of Physialogica! Prvebology, pp. 480497 y 537-547;
E. von Hartmann, Philosopby of re Unconseions [1896], trad. W. C. Coupland, Nueva York, Harcourt Brace,
1931, pp, 105-108; Hall, «Reaction Time and Attention in the Hypnotic State»; G, Elias Miller, Zur Theorie der
similichen Aufmertsambeit, Leipzig, A, Edelmann, 1873; T. Sully, «The Psycho-Physical Processes in Attention»,
Brain 13 {1890), pp. 145-164; . Dewey, Paychology, Nueva York, Harper, 1886, pp. 132-155; H. Ebbinghaus,
Grundzige der Psychologíe, Leipzig, Veit, vol. 1, 1905, pp. 601-133; H. Bergson, Matter and Mentory [1896], trad.
W, 5, Palmer v N, M. Paul, Nueva York, Zone Books, 1988, pp. 98-107; Th, Lipps, Gravdtatsaches des Seelem-
lebens, Bonn, M, Cohen, 1883, pp. 128-13%; L. Marillier, «Remarques sur le mécanisme de Vartention», Revae
phitosopbique 27 (1899), pp. 566-587; Bastian, eles processus nerveux dans lattention et la volitions; |. Mekeen
Cartell, «Mental Tests and their Mcasurement»,
Mind 15 (18901, pp, 373-380; 1. Clemens Kreibig, Die Aufmert-
sambeit als Willenserscheinung, Vienna, Alfred Hólder, 1897; W. B, Pillsbury, Artention [1906], Londres, Son-
nenschein, 1908; J. W Slaughter, «The Fluetations of Atrention in Some of Thetr Psvchological Relationss,
American Josrnal af Psychology 12,3 (1901), pp. 314-334; 5. de Sanctis, Lattenzione e d moi distarbe, Roma, Tip.
dell'Untone Coop, Edit,, 1896, H. Obersteiner, «Experimental Rescarches in Attention», Brass | (1879), pp. 439-
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Ayslap, Mental Pryehology Especialiy in liy Relatron to Mental Diserders, Londres, Churchill, 1895, pp. 291-304;
W. B, Carpenter, Prr'urflnffi af Mental Pf)j]'s.r'nfo@' [1874], Nueva York, D. Appleton, 1886, pp. 130-147; G, Sergi,
La psychalogie physivlopigue, [1885], París, E Alcan, 1888, pp. 237-248; Th. Ziehen, Intraduction to Physiolopí-
cal Psychology, trad. C. C. van Liew, Londres, Sonnenschein, 1892, pp. 206-214; Cappie, «Some Points in the
l]hy:iiult *Ey nr}\llcntion, Belief and \t-'jl]»; | K. Ángc]l y AW Maore, «Reaction Time: A SI'.ur.Iy in Artention and

Habit», Prychological Review 3 (1896), pp, 245-238; A, Pilzecker, Die Lebre vor sinnliche Awforerkandeit, Mú-
nich, Akademische Buchdruckeret von E Straub, 1889; A. Lalande, «Sur un effer particulier de Vartention ap-
pliquée aux imagess, Revue phifosophigue 35 (marzo 1893), pp. 284-287; |. Grier Hibben, «Sensory Stimulation
by Attentions, Peychologícal Revrew 2, 4 Qulio 1895), pp. 369-375; |-P. Nayrac, Physiologíe el paychalogíe de Pat-
tention, París, E Alcan, 1906; Ch. Sanders Peirce, «Some Consequences of Four Incapacitiess [1868], en P. E- Wic-
ner led.), Charles 5. Perree: Selected Writinas, Nueva York, Dover, 1958, pp. 39-72; $. Freud, «Project for a Scien-
tific Psychology», en The Origins af Prycho-Analysts, trad. E. Mosbacher y . Strachey, Nueva York, Basic Books,
1954, pp. 415445 [ed. cast.: Las orígenes del psicnanálisis, Madrid, Alianza, 1995] y E, Husserl, Logical Investiga-
tons [1899-1900], trad. T. M. Findlay, Nueva York, Humanities Press, vol. 1, 1970, pp. 374-386 [ed. cast.: Investi-
gacienes lógrars, Madrid, Alianza, 19591
* Como ya he aclarado, utilizo la palabra pereeperón para referirme a la vision, al oide, al tacto o a una amal-
gama de varios sentidos, Algunos estudios recientes versan sobre la importancia de lo auditivo en la problemari-
zación de la modernidad, incluyendo D. Kahn, «Introduction: Histories of Sound Once Removed», en D. Kahn
y G Whitehead (eds.), Wireless Imagrnatron: Sound, Radio and the Avant-Garde, (:arn]:ridg:, MIT Press, 1992,
pp. 1-29; 5, Connor, «The Modern Auditory», en K. Porter led.), Rewriting the Self: Histories fram the Renais-
sance lo the Present, Londres, Routledge, 1997, pp. 203-223; y M. Chion, Audéo-Vision: Sound 0u Screen, trad, C.
Corbman, Nueva York, Columbia University Press, 1994, También sigue siendo relevante la historización del so-
32 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

tivo de la atención, el cuerpo perceptor se puso en marcha y se volvió productivo y


ordenado, ya fuera como estudiante, como obrero o como consumidor. A partir de la
década de 1870, proliferan las investigaciones y los debates sobre este tema. Se trataba
de un problema fundamental para autores tan influyentes como Gustav Fechner, Wil-
helm Wundt, Titchener, Theodor Lipps, Carl Stumpf, Oswald Kiilpe, Ernst Mach,
William James y muchos otros, que cuestionaron el estatus epistemológico y empíri-
co de la atención. Además, las patologías de una atención supuestamente normativa
fueron una parte importante de las primeras obras de investigadores franceses como
J.-M. Charcot, Alfred Binet y Théodule Ribot, En la década de 1890, la atención se
convirtió en una cuestión fundamental para Freud y fue uno de los problemas que le
hizo abandonar el Proyecto de una psicología científica y decidirse por nuevos modelos
psiquicos. Este libro no pretende discernir si existe o no una capacidad mental o neu-
rológica de la atención empíricamente identificable. Sólo me interesa este problema en
términos de la gran cantidad de declaraciones y actividades sociales coneretas, durante
un periodo histórico específico, que presuponían la existencia e importancia de dicha
capacidad. Utilizo el término atención no para hipostatizarlo como objeto sustantivo,
sino para referirme al campo de estas declaraciones y actividades y al entramado de re-
percusiones que tuvieran”, Es decir, por un lado, afirmo que la atención desempeña
un papel crucial como objeto cientifico y problema social, pero por otro, hago hinca-
pié en que durante las décadas de 1880 y 1890 los intentos de explicarla fueron innu-
merables y a menudo contradictorios™. El resto de este capítulo lo dedicaré a indicar
algunas de las características y consecuencias más importantes de estos intentos que
en último término resultaron ser infructuosos. Sin embargo, no voy a sugerir que exis-
tiera un modelo único o dominante de observador atento. La atención no formaba
parte de un régimen de poder particular, sino del espacio en el que se conformaron las
nuevas condiciones de la subjetividad y, por tanto, de un espacio en el que funciona-
ban y circulaban los efectos del poder. Es decir, estas nuevas formas de concebir la
atención, surgieron en el contexto de una reconcepción más extensa de la subjetividad

nido que ofrece W, ], Ong en The Presence af #he Word, New Haven, Yale University Press, 1967, pp, 111-191.
Véanse también las notas sobre la importancia de la atención auditiva en el texto de ]. Laplanche y [.-B. Ponta-
lis, «Fantasy and the Origins of Sexuality», en The utermational losral of Psychoanalysis 49 (1968), p. 10: «El ofr,
cuando octrre, rompe la continuidad de un campo perceptivo indiferenciado y, al mismo tiempo, es un sigho lel
ruide esperado y escuchado en la noche) que pone al sufeto en posición de tener que responder a algo. En base
a esto, el protatipo del significante se encuentra en la esfera áurea, aunque existan correspondencias en los otros
registros perceptivos».
* El conjunto de declaraciones acerca de la atención en el siglo diccinueve puede ser considerado como in-
tentos metafúricos de entender toda una serie de fenómenos empíricos. Véase ]. Bruner y C. Feldman, «Metaphors
of Consciousness and Cognition in the History of Psycholegy», en D. E. Leary ted.), Metapbors 17 the History af
Psyehology, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, pp. 230-238.
* Obviamente, muchos de los pensadores para los que la atención era un problema, representan posiciones
intelectuales y filosóficas diferentes o incluso irreconciliables, por ejemplo, Wundt y Mach, Dilthey y Ebbinghaus,
Freud y Janet, Delboeul y Binet, Helmholz y Hering, etc- Incluso a principios del siglo XX, existía una conciencia
generalizada de la falta de explicaciones empíricas convincentes de este problema. George Herbert Mead ofrece
una conclusión elocuente en Mend, Seff and Society, p. 23, «La fisiologia de la atención es todavía un continente
Oscuros:
LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCIÓN 33

durante el siglo diecinueve, y como hemos aprendido de los estudios sobre la locura y la
sexualidad en este mismo periodo, dependían de relaciones cambiantes entre el poder
discursivo/institucional por un lado y una combinación de fuerzas que inherentemente
se resistian a la estabilidad y el control por el otro,
Como iré demostrando, el estudio de la atención durante este periodo intentó ra-
cionalizar lo que en último término resultó ser irracionalizable, por lo que las pregun-
tas que planteó resultaron ser más importantes que sus conclusiones empíricas. Entre
estas preguntas, algunas de las más importantes son las signientes: ¿cómo conseguía la
atención suprimir algunas sensaciones y no otras? ¿Qué determinaba la forma en que
la atención concentraba y enfocaba la conciencia despierta? ¿Qué fuerzas o condicio-
nes hacían que un individuo atendiera a algunos aspectos limitados del mundo exterior
y no a otros? ¿A cuántos objetos o acontecimientos se podía atender simultáneamente
y durante cuánto tiempo (es decir, cuáles eran los límites cuantitativos y fisiológicos de
la atención)? ¿Hasta qué punto era la atencion un acto antomático o voluntario; hasta
qué punto reguería un esfuerzo motor o energía psíguica? La mayoría de los autores
consideraba que la atención implicaba un proceso de organización perceptiva o mental
en el que un número limitado de objetos o estímulos eran aislados de un campo más
amplio de posibles atracciones. John Dewey utiliza metáforas ópticas para proporcio-
nar una explicación ejemplar en su manual de 1886: «A través de la atención, enfoca-
mos la mente, de la misma manera que la lente capta toda la luz que se dirige hacia ella
y, en lugar de permitir que se distribuya equitativamente, la concentra en un punto de
gran luminosidad y calor. Asi la mente en lugar de dilundir la conciencia sobre todos
los elementos que se presentan ante ella, la centra toda en un punto seleccionado, que
resalta con una brillantez y distinción inusual»”', Pero independientemente de como se
describiera: organización, selección o aislamiento; la atención requeria inevitablemente
una fragmentación del campo visual, en la que la coherencia unificada y homogénea de
los modelos clásicos de visión se volvía imposible. El modelo de visión basado en la ca-
mera obscura del siglo dieciocho, describía una relación ideal de autopresencia entre el
observador y el mundo. Si la atención se entendía como un proceso de selección, era
inevitable concluir que la percepción era una actividad excluyente que hacía que algu-
nas partes del campo perceptivo no fueran percibidas”. Las consecuencias culturales y

* Dewey, Psychology, p. 134.


* La manera en la que Hegel entiende la atención como «el principio de la educación», como uno de los me-
dios a través de los que adquírimos «conocimiento de la materia», corresponde claramente a un conjunto de mo-
delos más antiguos, Sin embargo, su intuición sobre la division y perdida de la subjetividad en la atención marca las
pautas de una conceptualización patentemente moderna, que se centra sobre el problema de la selectividad y la ex-
clusión: «No debemos concluir que la atención sea una cuestión sencilla, Al contrarío, exige un esfuerzo, ya que
si un hombre quiere aprehender un objeto en particular, deberá abstraerse de todo lo demás, de todas las mil y
una cosas que le rondan la cabeza, de todos sus otros intereses, incluso de su propia persona; deberá suprimirsu
propia presunción, que se apresurará a juzgar su objeto antes de que tenga la oportunidad de hablar por sí mis-
mo, debe absorberse obstinadamente en su objeto, debe fijar s atención en él y dejarle que se manifteste sin inte-
rrumpirlo con sus proptas retlexiones. Por tanto, la atención contiene la negación de la afirmación del propio yo
así como la rendición del yo a la cuestión que nos preocupa». Hegel's Phifosophy af the Mind, trad. W. Wallace y
AV Miller, Oxford, Oxford University Press, 1971, pp. 195-196.
34 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

filosóficas de esta reconcepción provocaron numerosos problemas y dieron pie a una


serie de posiciones que agruparé en tres categorías. Por un lado, estaban aquellos para
los que la atención era una expresión de la voluntad consciente del sujeto autónomo, la
actividad de la atención como forma de elección formaba parte de su libertad auto-
constitutiva. Por otro lado, estaban los que creían que la atención era, sobre todo, una
funcién de pulsiones inconscientes e instintos determinados biológicamente, un resto
—como alirmaba Freud, entre otros— de nuestra herencia evolutiva ancestral, que con-
trolaba de forma inexorable nuestra relación con el entorno”*. Finalmente, estaban
aquellos que crefan que si se conocían y dominaban ciertos procedimientos externos de
estimulación y múltiples tecnologías de «atracción», era posible producir un sujeto
atento y controlarlo**,
La atención no sólo fue uno de los muchos temas sobre los que experimentá la psi-
cología de finales del diecinueve, sino que constituyé la condición fundamental de su
saber”. La mayoría de áreas de investigación psicológica: tiempo de reacción, sensibi-
lidad sensorial y perceptiva, cronometria mental, acción refleja, respuestas condicio-
nadas, etcétera; presuponian un sujeto cuya capacidad de atención era observada, cla-
sificada y medida, convirtiéndose así en el eje alrededor del cual se acumulaban varios
tipos de conocimiento. En la década de 1850, los intentos de Fechner por cuantificar
la experiencia subjetiva a base de medir la estimulación externa constituyen uno de los
ejemplos más tempranos de este modelo emergente de atención, La famosa unidad de
medida de Fechner: «Una diferencia que apenas se nota» (o J. N, D., a just noticeable
difference), se obtuvo a base de experimentos en los que un sujeto debía permanecer
atento a varias magnitudes de estimulación sensorial y juzgar hasta qué punto podía
percibir las diferencias entre estos estímulos””. Pero tal como supo comprender Wi-

¥ Freud, The Origins af Psyoboanalysis, p. 417 [ed. cast.: Los orfgenes del psicoanálicis, trad, B. Rey Ardid, Ma-
drid, Alianza Editorial, 1995].
H El trabajo de Tom Gunning ha sido decisivo a la hora de demostrar que uno de los componentes constitu-
li\’l‘fi ÍlE ]J L'UILUT:I VI-SUÚI d:: masas m£ .'Clcr"[:ñ uílll £©11 ()L'L'ilj:n[t que U[?UTEL'C a “”L]ll:‘.‘i LlC Ill fléc:ld:l LlE 188{) ¥ Lluran[:

la de 1890, fue la tecnología de la «atracción», Analizando los inicios del cine, Gunning demuestra que lo que esta-
ha en juego no era la representación, la imitación, la narración ni la renovación de las formas teatrales, sino que se
lnlli]l?i] .‘i(!ljrl: l¡]d¡] LIC una CBLT'—[[CS¡B J]'.lTiJ entretener ill t::i]]t:i.‘lu[l(?r atentoy «l)t.‘i([f L'('.'l]T'liL'l‘fi Que h '.l¡.'ÍÍln milecas 4 IB

camara, hasta las constantes reverencias y gesticulaciones de los prestidigitadores en las peliculas de magia, se trata
de un cine que exhibe su visibilidad, dispuesto a romper un ;mundo ficticio cerrado en sí mismo por conseguir cap-
tar la atención del espectador». Gunning, «The Cinema of Atrractions: Farly Film, its Spectators and the Avant-
Garde», en 'Th. Elsaesser (ed.), Early Civema: Space, Frame, Navrative, Londres, BEL, 1990, p. 57.
** Acerca del estarvs de la psicología en el siglo diecinueve y 5u relación con la filosofía, véase K. Arens,
Siruetures of Knowing: Peycholagres af the Nineteenthb Contary, Dordrecht, Kluwer, 1989; E. Holenstein, «Die
Psychologie as eine Tochter von Philosophie und Physiologies, en E. Florey y O. Breidbach (eds.), Das Gebirn,
Orpan der Seole? Zur Ideengeschicbte der Neurobiologíe, Berlin, Akademie Verlag, 1993, pp. 289-308; D. E. Lea-
ry, «The Philosophical Development of the Conception of Psychology in Germany», Jourmal of the History af Be-
havionral Scrences 14 (19781, pp. 113-121.
¥ Fechner reconoce cx[l]icilllll:rllc la falta de fiabilidacl intrinseca al testimonio del sujero y la vartabilidad
de la atención, pero a través de la que denoming «cl método del error medio», consiguió que esta poca fiabili-
dad de los sujetos humanos fuera totalmente compatible con computaciones estadisticas basadas en grandes can-
tidades de datos.
LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCIÓN 35

lliam James entre otros, la obra de Fechner, con su idea de un «umbral» del estimulo,
presuponía que la percepción tenía una estructura volátil y heterogénea. Aunque lue
su obra la que descubrió las grandes posibilidades racionalizadoras de la psicometría,
también reveló las discontinuidades cualitativas que fragmentaban el tejido aparente-
mente uniforme de la experiencia perceptiva (como los cambios liminales desde la
conciencia de una sensación a la inconsciencia o la insensibilidad, o desde una sensa-
ción placentera hasta otra de dolor, pasando por un incremento de los estímulos pla-
centeros)”. Aunque para Fechner la atención se prestaba a ser cuantificada, también
dejaba entrever mecanismos subjetivos de represión y anestesia, que adquirirían una
importancia crucial para Freud y otros”*.
El madelo de observador hamano atento dominante en las ciencias empíricas a
partir de la década de 1880, también guardaba relación con una nocién radicalmente
transformada de la sensación en el sujeto humano””. En condiciones de laboratorio
cada vez más sofisticadas, la sensación se convirtió en un efecto o conjunto de efectos
producidos recnológicamente, que servían para describir a un sujeto compatible con
dichas condiciones técnicas. Es decir, su importancia como cualidad interior desapa-
reció para convertirse en una cantidad o conjunto de efectos que se podían medir u
observar externamente. En particular, la atención se estudió en términos de respues-
tas a un estímulo producido por una mágquina, a menudo de naturaleza eléctrica y con-
tenido abstracto, que permitía determinar cuantitativamente las capacidades sensoria-
les de un sujeto perceptor**. Dentro de este amplio proyecto, el viejo modelo en el que
la sensación se entendía como algo que pertenecía al sujeto se volvió irrelevante. Aho-
ra, la sensación poseía una importancia empirica sólo en términos de magnitudes que
se correspondían, por un lado, con cantidades específicas de energía (por ejemplo, de
luz) y, por otro, con tiempos de reacción y otras formas de conducta mensurable. No

*7 «Si hasta los estimulos más débiles fueran efectivos, deberfamos sentir una mezcla infinita y permanente de
de toda clase de sensactones débiles en todo memento, ya que estamos constantemente rodeados de estimulos mí-
nimos de toda [Í]Jo. F::al’.x: no es el caso. El hecho de que cada estímulo debe alcanzar cierto nivel antes de prove-

car una sensación, permite que la humanidad mantenga un estado hasta cierto punto libre de interferencias por
parte de percepciones no deseadas y extrañas, ya que no notamos ningún estimulo que quede por debajo de cier-
to punto; también ocurre que conseguimos un estado de percepción uniforme, porque las diferencias entre los es-
tímulos no son percibidas por debajo de este umbral.» G, Fechner, Elements af Prychophysics, trad, H. Adler, Nue-
va York, Holt, Rinchart, 1956, p, 208, Veanse las notas sobre la importancia cultural de Fechner en D. Sternberger,
Panorama of the Naneteenth Centary, trad. ]. Neugroschel, Nueva York, Urizen, 1977, pp. 211-212.
?5 Vésse, por ejemplo, S. Freud, Berozd the Pleavare Principle, trad, 1. Strachey, Nueva York, Norton, 1961,
pp- 2-4 led, cast.: Más allá del principio del placer, trad, L. López Ballesteros, Madrid, Alianza Editorial, 20051,
* Wéase, la rica descripción de los problemas científicos y filosóficos planteados por las modelos de sensa-
ción de finales del siglo diecinueve que ofrece E, Meyerson en Identity and Reality (1908), trad. K. Loewenberg,
Nueva York, Dover, 1962, pp. 291-307.
47 Sobre la transformación teenoldgica de la fisiologí: ¢ la psicología en el siglo diecinueve, vease T, Lenoir,
«Models and Instruments in the Development of Electrophysiology, 1845-1912», Hestorical Studies 6 the Physi-
cal and Hr'nfr)gr'c'da'.\'c:'w.vr.t‘.\ 17, pr. 1 (1986), pp. 1-54. Véanse las sugerentes noras sobre la p(:síl:[Iidud de una his-
toria cultural de la electricidad «que investigara la manera específica en que ha dado forma a la subjetividad», en
F McCarren, «The “Symptomatic Act” circa 1900: Hysteria, Hypnosis, Electricity, Dancew, Crétécal Engeiry 21
[werano 1993), p. 763.
36 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

Experimento sobre la atención a la ubicacién de un sonido, 1893,

Medición de la arénción a chispazos eléctricos, década de 1890, La fotografía muescra


las condiciones en las que se realizaban experimentos que tenían Jugar en la oscuridad.
LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCIÓN 37

se puede subrayar lo suficiente que ya en la década de 1880 la idea clásica de sensa-


ción deja de ser un componente significativo de la imagen cognitiva de la naturaleza*!.
Pero al mismo tiempo que el auge de la psicometría (es decir, de cualquier intento
de cuantificar o medir los procesos mentales) en las ciencias humanas, mermaba o al-
teraba la importancia de la sensación subjetiva, la noción clásica de sensación se en-
frentaba a otro desafío proveniente de la obra de pensadores como James, Nietzsche,
Bergson y Charles S. Peirce, y también, como iré demostrando, de la de Seurat y Cé-
zanne. James y Bergson, en particular, se enfrentaron explícitamente al concepto de
sensación pura o simple del que dependía el asociacionismo, Para ambos, cualquier
sensación, por muy elemental que fuera, siempre se componía de memoria, deseo, vo-
luntad, anticipación y experiencia inmediara*”. Pero además, sus trabajos rechazaban
la idea de una percepción estética autónoma o «pura», Peirce, también se posicionó
en contra de la idea de sensaciones «inmediatas», afirmando que éstas constitufan
compuestos irreducibles de asociación e interpretacion®. Ernst Mach continuó utili-
zando la palabra «sensación», pero la redefinió para denotar «elementos» psíquicos
incapaces de proporcionar conocimiento del mundo externo «verdadero»*, Un as-
pecto importante de esta reorganización de la experiencia perceptiva que sólo he des-
crito a grandes rasgos, fue la controversia sobre cómo atender a las sensaciones y los
estímulos para interpretarlos y convertirlos en algo útil.
Es decir, el problema de la atención no trataba de una actividad neutral y atempo-
ral —como respirar o dormir-, sino de la aparición de un modelo específico de conduc-
ta dentro de una estructura histórica, una conducta articulada en base a normas social-
mente determinadas que formaba parte de la configuración de un ambiente tecnolágico
moderno. Cualquiera que conozca la historia de la psicología moderna, entenderá la
importancia simbólica del año 1879, el año en el que Wilhelm Wundt fundó el primer
laboratorio psicológico en la Universidad de Leipzig”. Independientemente de la na-
turaleza especilica del proyecto intelectual de Wundt, el espacio del laboratorio, con

' Véase la relevante prubl::mulizucl'ón histórica de la «c:]:j:[fvicl:u] mecánica» en ::J .—;Íglo diecinueve y la con-

siguiente orientación del observador «mas allá de los limites de los sentidos humanos» en L, Datson v P. Galison,
«The Image of Objectiviey», Representations 40 (otofio 19921, pp. 81-128.
% Sin embargo, lames estaba convencido de que en los primero días de vida de u niño se podían dar ssen-
saciones puras». Priveciples of Psyehology, vol. 2, p. 7. Una de sus frases más memorables describía como euña
gran confusión floreciente y zumbante» en el recién nacido, rápidamente «se incorpora» a una intuición del es-
pacio unificada y homogénea. Prevciples of Psycholagy, vol. 1, p. 488,
* Peirce, «Some Consequences of Four Incapacities», pp. 56-62.
* Weasc el análisis de la reconceptualización de la objetividad cientifica que lleva a cabo Mach y la paralela
desintegración del sujeto, en el ensayo de Th, Porter, «The Death of the Object: Fin-de -Siócle Philosophy in Phy-
sics», en Ross fed.), Modermist Impulses a be Hunran Sciences, 1870-1930, pp. 128-151,
%7 Sobre Wundt y los principios del laboratorio psicolágico, véase el libro de K. Danziger, Consrueting the
Subjectr Historical Origins of Prychological Research, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, pp. 17-33,
Véase también D. Deleule, «The Living Machine: Psychology as Organology», en |, Crary y 5. Kwinter leds.). D-
corporationy, Nueva York, Zone Books, 1992, pp. 203-233. En ocasiones, se ha puesto en duda la prioridud del
laboratorio de Wundt en relación con el «laboratorio» construido por William Tames en Laurenee Hall en Har-
vard en 1873, donde llevaba a cabo demostraciones para sus estudiantes pero no conducía ni iniciaba ningún pro-
grama continuado de investigación experimental.
38 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

sus procedimientos de investigación recién codificados y sus aparatos precisamente ca-


librados, se convirtió en el modelo de la organización social moderna de la experimen-
tación psicológica, basada en el estudio de un observador que presta atención a toda
una serie de estímulos producidos artificialmente, Parafraseando a Foucault, se po-
dría decir que este laboratorio es uno de los espacios prácticos y discursivos de la mo-
dernidad, donde los seres humanos «problematizan lo que son»".
Este problema tomó forma dentro de un sistema económico emergente que de-
mandaba la atención del sujeto en toda una serie de tareas productivas y espectacula-
res, pero cuyo movimiento interno continuamente erosionaba los cimientos de cual-
quier atención disciplinaria. La lógica cultural del capitalismo nos fuerza a aceptar que
desplazar nuestra atencion rápidamente desde una cosa a otra es algo mafural*. El ca-
pital, entendido como un proceso de aceleración del intercambio y la circulación, pro-
dujo inevitablemente este tipo de adaptabilidad perceptiva humana convirtiéndose en
un régimen de atención y distracción reciprocas. La versión de la visión subjetiva que
ofrece Helmholtz en su Physrological Optics, planteó la verdad del observador en tér-
minos de su compatibilidad innata con esta organización de la experiencia: «Es nor-
mal que la atención se distraiga y pase de una cosa a la otra. Tan pronto como se ago-
ta el interés por un objeto, si no hay nada nuevo que percibir en él, la atención se
transfiere a otra cosa incluso en contra de nuestra voluntad. Cuando queremos fijar la
atención en un objeto, debemos intentar constantemente encontrar algo nuevo en él,
sobre todo si existen otras impresiones fuertes sobre los sentidos que pujan por ella e
intentan distraerla»*”. A dilerencia de lo que ocurría en modelos de visión anteriores,
la movilidad, la novedad y la distracción se identificaban como clementos constituti-
vos de la experiencia perceptiva””. Hasta algunos de los más fervientes defensores del
progreso tecnológico reconocían que la adaptación subjetiva a nuevas velocidades per-
ceptivas y a la sobrecarga sensorial acarrearía algunas dificultades. Nordau predijo que

% Los estudios sobre la atención, como casi todos los trabajos importantes en la psicología experimental de
fi[lJICH ÍlCI C!itci[ll]cvcl (lleiUHICT][E jÍlL'I¡IílIÍI ]]rllcl]ds en !ileELl‘!i }]l“]‘ufl(.‘s Con Curlll.'lcrí.'i[ii.'u?i IJE[ÍI¡Jgr:;I-IL'US Y s0-

ciológicas específicas, come la edad, el género o la clase social, Por ejemplo, se sabe que durante los dicz prime-
ros años de funcionaminto del laboratorio de Leipzig de Wundt, sus sujetos fueron casi exclusivamente sus pro-
pios alumnos varones, Lo mismo se podía decir del trabajo de James MeReen Catrell en la Universidad de
Columbia en la decada de 1890, Véase el valioso análists que proporciona Kurt Danziger en «A Question of Iden-
tity: Who Participared in Psychological Experimentse, en | G, Morawski (ed.), The Rise of Experimentation in
American Psychology, Nueva York, Yale University Press, 1988, pp. 35-52.
7 M Foucault, The Use of Pleasure, trad. R- Hurley, Nueva York, Random House, 1985, p. 10.
48 Veasc la pertinente exposición que aparece en E Jameson y A. Stephanson, «Regarding Postmodernism:
A Conversation with Fredric Jameson», en D. Kellner {ed.), Postroderaíoas, Jameson, Critigue, Washington D.
., Maisonneuve Press, 1989, pp. 43-74, especialmente p. 46,
% H. von Helmboltz, Teatrise on Physiological Opties, Tames . C. Southall (ed.), Nueva York, Dover, vol. 3,
1962, p. 498.
7 La fotografía, cuyo desarrollo coincide históricamente con la aceleración del capitalismo del siglo diecí-
nueve, se entrelazaba con la aparición de nuevos riemaos de recepción atenta, Por :Íl:mplt:, Vicror Burgin insiste
en los mados fundamentalmente diferentes en los que se observaban la fotografía y la pintura y habla de «da in-
comodidad que acompaña la contemplición demasido larga de una forografía» en su texto «Looking ar Photo-
eraphs», en V. Burgin fed), Thinking Photography, Londres, Macmillan, 1982, pp. 142-153,
LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCIÓN 39

«el final del siglo veinte albergará a una generación a la que no le molestará leer una
docena de metros cuadrados de periódicos al día, que le llamen por teléfono constan-
temente, pensar en los cinco continentes del planeta de forma simultánea, pasar la mi-
tad de sus vidas en vagones de trenes o máquinas de volar [...] y que sabrá como en-
contrar la tranquilidad en medio de una ciudad poblada por millones de personas»”!.
Lo que ni él ni muchos otros supieron entender fue que la modernización no consis-
tía en un conjunto de cambios que se produjeran de una sola vez, sino en un proceso
continuado, que se modula constantemente y que jamás se detiene a esperar que la
subjetividad individual lo asimile o se «ponga al día».
Por supuesto, como ya he sugerido, la aparición de la atención como problema a fi-
nales del siglo diecinueve coincide con la organización específica de los sistemas de tra-
bajo y producción en el capitalismo industrial, Pero a pesar de que el funcionamiento
global del capitalismo haya mutado a lo largo del siglo veinte pasando por su fase post-
industrial y desembocando en una fase basada en la comunicación y la información, la
atención ha mantenido algunas características constantes como problema subjetivo y
social. Para ilustrar este punto, vale la pena considerar un lugar donde se generó un in-
F]U)'Cnte mUdC]O C]t: (_‘l'}sfil'\"drl{_]l' atento v dUn(‘]t’ 5E F-Urrnulal'oh algu hos clcmcntos del Sís-

tema moderno de transformación y adaptabilidad perceptiva: la obra de Thomas Edi-


son. Edison es un simbolo prominente de la transición de finales del siglo diecinueve
hacia un capitalismo corporativo centralizado (a pesar de que en algunos aspectos su
empresa mantenía prácticas preindustriales y en otros apuntaba hacia una economía
basada en la información y las comunicaciones). En el marco de esta transición, pode-
mos localizar el abandono de técnicas de presentación, exposición y consumo propias
de principios del diecinueve y la adopción de lo que serían los paradigmas dominantes
del siglo veinte. La importancia de Edison no reside en ningún invento o aparato en
particular, sino en el papel que desempeñó desde la década de 1870 en la aparición de
un nuevo sistema de cuantificación y distribución?. Raymond Williams sitúa los oríge-
nes de este sistema más tarde, en la radio y la televisión, pero su análisis se puede apli-
car a gran parte de la producción de Edison: un sistema «diseñado fundamentalmente
para la transmisión y recepción de procesos abstractos, con muy poca o ninguna defi-
nición del contenido que le precede»™. Por ejemplo, para Edison el cine no tenia nin-
gún significado en sí mismo, sólo se trataba de una más de las múltiples formas —den-
tro de un caudal potencialmente infinito— en las que era posible dinamizar o activar un
espacio de consumo y circulación”. Edison entendía el mercado en términos de la re-

* Nardau, Degencration, p. 341,


* Véase un importante análisis de Edison en el libro de Th. P. Hughes, Networks of Power: Electrification
1 Western Sactedy 1880-1930, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1983, pp, 18-78, «Edison era un con-
ceptualizador holístico y ponía gran empeño en resolver problemas asociados con el crecimiento de los sistemas»,
p. 18
* K Williams, Tefeveston: 'J"¿'¿'Ímairugr and Cultaral Form, Nueva York, Schocken, 1975, p- 23-
% Una interesante deseripción genealógica de la manera en que la prehistoria del cíne y la television se so-
lapan desde la década de 1550 se ofrece en el libro de $, Zielinski, Audiovisionen: Kino and Fernseben als Zuis-
chenspiele in der Creschichte, Beinbek bei Hamburg, Rowohle, 1989, pp. 19-93.
40 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

El stock-ticker de Edison, 1869, El kinetoscopio de Edison, 1893, Vista


de sección lateral que muestra un rollo
de pelicula de catoree metros y su
mecanismo de exhibición.

conversión de imágenes, sonidos, energia o información en mercancia que podía ser


cuantificada y distribuida, y de la organización del campo social de sujetos individua-
les en unidades de consumo cada vez más separadas y especializadas”. La lógica que
fundamentaba el kinestoscopio y el fonógrafo, es decir, la estructuración de la expe-
riencia perceptiva en base a un sujeto solitario y no colectivo, se repite hoy en día con
el creciente protagonismo de la pantalla del ordenador como el principal vehículo de
distribución y consumo de mercancías de entretenimiento electrónico.
Además, Edison comprendió muy pronto la relación económica entre hardware y
software (las máquinas para hacer películas, las máquinas con las que se ven las peli-
culas y las películas propiamente dichas) coincidiendo con incipientes (y perdurables)
patrones de integración vertical de estas esferas de producción dentro de una sola cor-
poración”*, El primer producto tecnolágico de Edison, un hibrido entre un telégrafo

7 Deberíamos mencionar aquí también a otras figuras clave del siglo diecinueve. Wemer von Siemens cla-
ramente precede a Edison en la conceptualizacion de un nuevo espacio económico y social basado en la cuanti-
ficación y distribución de energía. También es importanre la figura de Lord Kelvin, que participó de manera cen-
tral en la globalización de la comunicación telegráfica y posteriormente en la mercantilización y promoción de la
energía eléctrica en Inglaterra. Véase C. Smith y M. Norton Wise, Energy and Erapire: A Brographical Study of
Lord Kelvin, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, pp, 649-722, Sin embargo, la singularidad de la em-
presa de Edison radica en la forma en que concibió las componentes de una incipiente cultura de masas (el cine,
la Íul(:gmfl'a. el sonido grahudn] como parte de un mismo rerritorio abstracto por el que circulaban indistrnra-
mente unidades energéticas,
% En el libro de A, Millard, Edison and the Business of Tnvention, Baltimore, Johns Hopkins University
Press, 1990, la obra de Edison se analiza tanto en términos de su origen en las prácticas artesanales preindus-
LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCION 41

y un registrador de datos (stock ticker) a principios de los 1870, es paradigmático, ya


que anticipa algunos rasgos de subsecuentes configuraciones tecnológicas, incluidas
las de finales del siglo veinte: la indistinción entre información e imágenes visuales y la
conversión de un flujo cuantificable y abstracto en objeto de consumo atento™. Edi-
son comprendió muy bien algunas características sistémicas del capitalismo a medida
que éste fue evolucionando durante las décadas de 1880 y 1890, algo que se refleja en
la naturaleza abstracta de algunos de los productos que «inventó», Su labor estaba
inextricablemente ligada a la continua manufacrura de nuevas necesidades y a la con-
secuente reestructuración de la red de relaciones en la que sus productos eran consu-
midos”*. Algunos innovadores corporativos contemporáneos, como Stephen Jobs, Bill
Gates o Andrew Grove, participan de este mismo proyecto histórico de racionalización
y modernización perpetuas, A finales del siglo veinte, como sucedía a finales del dieci-
nueve, la capacidad de dirigir la atención depende de la capacidad del observador para
adaptarse a la continua reconfiguración de las formas de consumo del mundo sensorial.
Á lo largo de un periodo de numerosos cambios en los métodos de producción, la aten-
ción ha continuado siendo una forma de inmovilización disciplinaria, así como de adap-
tación del sujeto al cambio y la novedad; siempre que el consumo de esta novedad se en-
cuentre subsumido a formas repetitivas.
Desde finales de la década de 1880, el problema de la atención se ha mantenido más
o menos en el centro de la investigación empírica institucional y del funcionamiento de
la economía de consumo capitalista”. Se podría decir que durante la hegemonia del

triales de los ralleres mecanizados como de su papel clave en la esegunda revolución industrial»+ que tuvo lugar a
partir de 1870 y hasta la Primera Guerra Mundial. Sobre la aparición histórica de modelos de integración vertical
en los 1880, véase el libro de G. Arrighi, The Long Twentieth Century: Money, Power and the Origins of Our Tines,
Nueva York, Verson, 1994, pp. 285-289.
7 Neil Postman señala la invención anterior
del telégrafo en la década de 1840, como precedente de estos de-
sarrollos, al crear «un mundo de información anónima y descontextualizada. El telégrafo rambién desplazó la his-
toria hacia un papel secundario y dic mayor protagonismo al instante y al presente simultáneo». La primera frase
Qquée sr_-gún algunt)s autores retransmitió $. F B Morse, «Atención Universos, señala simbálicamente que la ap:ll'i-

ción de este perpetuo «presente», conllevaba la reorganización del sujeto perceptor tal como argumento aquí. Véa-
se la obra de N. Postman, The Disappearance of Chibibood, Nueva York, Delacorte Press, 1982, pp. 68-72.
* Mi texto «Dr. Mabuse and Mr. Edisone, en K. Brougher (ed.), Art and Film since 19435: Hall af Mirrars,
Nueva York, Monacelli Press, 1996, pp. 262-279, ofrece una discustón más extensa de este legado del trabajo de
Edison en el siglo veinte, Algunos textos recientes que describen más detalladamente la necesaría adapracion sub-
jetiva a la innovación accelerante de la tecnología son: E. Tenner, Why Things Bite Back: Tecbnology and the Re-
venge of Uninterded Cosegrences, Nueva York, Knopl, 1996, pp. 161-20%; G | Rochlin, Trapped i the New: The
Unanticipated Consequences af Computerization, Princeton, Princeton University Press, 1997, pp, 2932, y D.
Shenk, Dara Swog: Swrviveng the Iaformation Glut, Nueva York, Harper Collins, 1997, pp. 35-50.
7 Á lo largo del siglo veinte, varias posiciones en la filosofía y la psicología han negado que se trate de un
problema relevante o siquiera con sentido. Véase, por ejemplo, cómo M. Merleau-Ponty resta importancia al pro-
blema de la atención en The PJ"Jennméwnfogr af Perceptéor, Nueva York, Routledge, 1962, pp. 2031 [ed, cast.:
Fenomenología de la percepción, trad. ]. Cabanes, Barcelona, Altaya, 1999], Varios estudios desde mediados del
.‘iiH]‘J ‘v'Ci”LC l\un lr-.l]):lj:n]ll con |(Hi L'{‘Y‘L'Epl(“i (ll‘_‘ prt)(_‘n::iu m iEnL(l Cí'gÍIi[EV¡JH )" CH[?UC'I]H([ CIC L'llÍIll]i:ñlll'. [l'Í“Íl¿Jí'!i (JE

la teoría de la información, Una influvente interpretación de la atención de mediados del siglo veinte es la «teo-
ría del filtro» de D. Broadbent en su Perceptionr and Comimunication, Nueva York, Pergamon, 1958, Por obtener
un sumario de investigaciones reciente sobre este tema, véase H. E. Pashler, The Pyycoholagy of Attention, MIT
42 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCION

conductismo —~desde principios del siglo veinte y en particular durante los años veinte
y treinta— la atención y la idea de «proceso mental» como objetos de investigación ex-
plícitos fueron relegadas a un segundo plano o completamente abandonadas, Pero de
hecho, independientemente de los desacuerdos terminológicos, lo cierto es que todo el
cuerpo de investigación sobre estímulo y respuesta se basaba en la capacidad de aten-
ción del sujeto humano (o incluso animal). Se ha argumentado que, en parte, fueron las
cuestiones relativas al uso humano eficiente de la nueva tecnología durante la Segunda
Guerra Mundial las responsables de que se diera un impulso renovado a las investigacio-
nes sobre la atención. Por ejemplo, para que los operadores humanos pudieran someter
a observación continua las pantallas del radar, era importante estar «alerta»”. Durante
las últimas décadas, en el contexto de un espacio del conocimiento y la investigación
neurológica radicalmente transformado, encontramos con frecuencia declaraciones,
como las de Popper y Eccles, que afirman que el carácter unitario de la mente auto-
consciente no puede desligarse de la atención*, Más recientemente, el neurólogo An-
tonio Damasio ha defendido que «sin una atención básica y una memoria funcional, es
imposible mantener una actividad mental coherente»®,
Gran parte de la investigación contemporanea se basa en la premisa de que la aten-
ción no es meramente un problema psicológico, sino que su funcionamiento se puede de-
mostrar a nivel nenronal, aunque hay otros investigadores que creen que la atención será
siempre un fenómeno mucho más escurridizo®. Con independencia de los méritos rela-

Press, 1998, asi como las posiciones de investigación representadas por R. Parasuraman y D. R. Davies (eds,), V-
reetees uffl!a’crznrm, Orlando, Academic Press, 1984, Véase rambién 1 Hcscl\l)crg, «Attention, Organization and
Consciousness», en D, L Mostofsky (ed.), Attention, Contemporary Theory and Analysis, Nueva York, Appleron
Century Crofts, 1970, A, Allport, «Visual Atrention», en M. Posner (ed.), Foundations of Cognitive Science, Cam-
bridge, MIT Press, 1989, pp. 631-682; A. H. C. Van der Heijden, Sefeerive Arrention i1 Vision, Londres, Routled-
ge, 1992, G. Edelman, Bright Arr, Briliant Fire: On the Matter of Mind, Nueva York, Basic Books, 1992, pp. 137-
144: 5. M. Kosslyn, Image and the Braie: The Resolution of the Imapery Debate, Cambridge, MIT Press, 1994,
pp- 87-104, y B. Smith Churchland, Newropbylosaphy: Tomard a Unified Science of the Mind-Brain, Cambridge,
MIT Press, 1986, pp. 474478. El libro de M. A. Chance y K. K. Larsen leds.), The Social Stractare rJfÁerfmn,
Londres, John Wiley and Sons, 1976, recoge varios enfoques sociológicos y antropológicos,
"% Véase el texto de L. S. Hearnshaw, The Shaping ef Moderr Psychology, Londres, Routledge, 1987, pp. 206-
209 «El rérmino vigilancia fue utilizado por primera vez por el neurdloge Henry Mead para describir el estado
en el que el sistema nervioso promovía respuestas rápidas y adecuadas. El término fue adoptado por Mackworth,
el psicologo de Cambridge, en sus estudios sobre la monitorización visual y auditiva durante la guerra, quien de-
finió este estado como “el estado en el que se está preparado para detectar y responder a ciertos pequeños cam-
bíos específicos que ocurren a intervalos temporales alentorios en el ambiente”».
"* K, R Popper y . C. Eccles, The Self and les Brain, Nueva York, Springer, 1977, pp. 361-362. Los autores
discuten acerea de cómo la actividad selectiva de la atención da «uinidad a las experiencias más transitorias». Pro-
ponen que la experiencia de coherencia y el «carácter gestalts de la conciencia no es producto de la síntesis neu-
rofisiológica, sino del carácter integrador de la mente autoconsciemte.
* AR, Damasio, Descartes' Error: Esvotica, Reason and the Hrevan Brain, Nueva York, Putnam, 1994, p. 197,
% Véase, por ejemplo, el texto de M. L Posner v $. Dehaene, «Artentional Netwarkss, Trewds in Newroscien.
ces 17,2 (1994), p. 75: «El estudio de la atención ha sido una importante dres de investigación desde el comien-
zo de la psicología en la década de 1880, Sin embargo, la cuestión de si existe algún mecanismo cercbral inde-
pendiente que controle la atención, sigue siendo disputada. La atención no produce una experiencia cualitativa
Única, como la visión o el tacto, ni provoca respuestas motoras automáticas. Aunque parece evidente que somos
LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCION 43

tivos de cada una de estas teorías, la atención ha demostrado ser un problema persisten-
te dentro del contexto disciplinar general de las ciencias sociales y de la conducta®™.
En los últimos años, la perdurabilidad de la atención como categoría normativa del
poder institucional ha vuelto a evidenciarse a través de la dudosa tipificación del «Sín-
drome de Deficiencia de la Atención» (o SDA), que se utiliza para etiquetar, entre
otros, a los escolares incontrolables. Sin entrar en la compleja cuestión de la construc-
ción social de la enfermedad, parece evidente que la atención se sigue planteando como
una función normativa e implicitamente natural, cuya deficiencia produce toda una
gama de síntomas y conductas que interrumpen la cohesión social”, Un reciente estu-
dio sobre el SDA afirma: «lo que es deficiente es el control que ejercen las normas so-
bre la conducta», demostrando explicitamente que lo que realmente importa es la con-
ducta de sometimiento a las normas”, Cuando uno repasa la literatura sobre el SDA,
se reencuentra a menudo con el mismo lenguaje y las mismas evaluaciones que emitían
Ribot y Nordau en la década del 890, especialmente en cuanto a la enumeración de los
síntomas”, Ásí pues, los niños con SDÁ son aquellos que «no se concentran, no escu-
chan, se niegan a prestar atención y no respetan las normas [...] No pueden estar sen-
tados, hablan demasiado y cuando no les toca, se mueven inquietamente y participan
en la conversación con cosas que no vienen a cuento», Por supuesto, una diferencia

capaces de seleccionar estímulos sensoriales, información en la memoria o respuestas motoras, puede que esto no
pruebe la existencia de un sistema independiente de la atención, ya que todos los sistemas cerebrales desempe-
ñan un papel en esta selección».
“ Un enfoque diferente al problema de la arención, alejado de la visión histórica de este libro, se puede en-
contrar en algunas areas de la filosofía analítica del siglo veinte, donde se establecen distinciones entre varios con-
ceptos como «darse cuenta» (noficing), «interés» (fnferest), «conciencia» (amareness) y «preocupación» [neínd-
fulness). Véase, por ejemplo, la explicación de los econceptos de atención» (beed concepts) en el libro de G. Ryle,
The Concept of Mind, Londres, Hutchinson, 1949, pp. 135-144, Para Ryle, «atención» se refiere a «los conceptos
de darse cuenta, tener cuidado, atender, aplicar la mente, concentrarse, poner el corizón en algo, pensar en lo
que se hace, estar alerta, interés, intensidad, estudio y esfuerzo». Véase también el recuento general que ofrece
AR White, Artenticis, Oxford, Blackwell, 1964,
% A finales de 1870, la falta de atención ya había side relacionada frecuentemente con conductas sociopáti-
cas, véase por ejemplo el texto de C. Lambroso, E'boreme eriminel: Etude anibropologígue el médico-légate 11876,
en italiano), París, E Alcen, 1887, pp. 424-426, Uno de los primeros estudios sociológicos serios sobre la atención
es Prychologie de Pattention (18891, de Théodule Ribot, en el que las condiciones de raza, género, nacionalidad y
clase eran determinantes para su evaluación, Para Ribot, «los niños, las prostitutas, los salvajes, los vagabundos
y los sudamericanos» se caracterizaban por tener una capacidad de atención deficiente. Este libra fue una de las
fuentes de las reflexiones de Max Nordan en Degeneration (1892). Sin embargo, también existieron textos influ-
ventes que negaban que la capacidad de atención estuviera ligada al género, por ejemplo, la obra, del médico vie-
nés Heinrteh Obersteiner frecuentemente citada, «Experimental Researches on Artention», Brain 1 (enero 1879),
pp. 439-453. «Con respecto al sexo, se puede decir que no parece haber ninguna relación directa por sí misma,
entre el sexo y el grado o capacidad de la atención.>
“ R, Barkley, «Do as We Say, Not as We Do: The Problem of Stimulus Control and Rule-Governed Beha-
vios in Attention Deficit Disorder with Hyperactivity», en L. M. Bloomingdale y T. M. Swanson feds.), Attention
Deficit Disorder: New Directions i Attentional and Condect Disorders, Nueva York, Elsevier, 1990, p. 24.
"7 Wéase, por ejemplo, el caso de estudio de Carpenter sobre la «debilidad congénita de la atención volun-
taria» de Coleridge, en Principles of Mertal Physiclogy, pp. 2600-209.
% C Wallis, «Life in Overdrive», Tame, 18 de julio de 1994, p. 49,
44 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

entre los debates contemporáneos y los de hace un siglo, es la insistencia en que el SDA
no está ligado a ninguna debilidad de la voluntad, que no es una cuestión de responsa-
bilidad personal. Incluso después de admitir que no existe absolutamente ninguna prue-
ba experimental o empírica de la diagnosis de SDA, los autores de un éxito editorial so-
bre el tema escriben: «Recuerda que lo que tienes es una condición neurológica. Se
transmite genéticamente. Es producto de la biología, de cómo está conectado tu cere-
bro, No es una enfermedad de la voluntad, ni un fracaso moral ni un tipo de neurosis,
No tiene su origen en una debilidad del carácter, ni en una incapacidad para madurar,
Su cura no se encuentra en la fuerza de voluntad, ni en el castigo ni en el sacrificio ni
en el dolor. Recuerda esto siempre. Por mucho que lo intenten, muchas personas con
SDA tienen problemas para aceptar que el sindrome tiene sus raices en la biología y no
en una debilidad del carácter»”, Otros investigadores más prudentes admiten la difi-
cultad de establecer criterios consistentes para diagnosticar el SDA, refiriéndose a él
como un «trastorno infantil bastante ¡naprensible»"*.
De los «expertos» contemporáneos aprendemos que esta condición se caracteriza
por «la impulsividad, baja capacidad para fijar la atención, baja tolerancia a la frus-
tración, facilidad para la distracción, agresividad y varios grados de hiperactividad»"',
La diagnosis de SDA en los adultos se relaciona cada vez más con sentimientos de fra-
caso, de modo que cualquier tipo de deficiencia econámica o de inseguridad social
puede entenderse ahora como una incapacidad para aplicarse con atención a los es-
tándares ideológicamente determinados de rendimiento y «logros»™. En una cultura
que se basa de forma tan implacable en la capacidad de desplazar la atención rápida-
mente de un objeto a otro, en la lógica de lo inconsecuente, en la sobrecarga sensorial,
en la ética generalizada del «ir por delante» y en la celebración de la agresividad, no
tiene sentido patologizar estas formas de conducta y buscar las causas de este trastor-
no imaginario en la neuroquímica, la anatomía del cerebro o la predisposición genéti-
ca. Por supuesto, hay algunos investigadores del SDA capaces de entender que el in-
dividuo se ve atrapado entre las dislocaciones subjetivas de la modernización y los
imperativos de disciplina y productividad institucional. Es decir, la conducta caracte-
rizada como SDA, es sólo una más de las múltiples manifestaciones provocadas por
este callejón sin salida cultural, por las formas contradictorias de actuación y cogni-
ción que se exigen o promueven continuamente. Un autor apunta hacia esta paradoja
de forma enigmática: «Aparentemente, muchos, si no la mayoría, de los niños hipe-
ractivos tienen la habilidad de mantener la atención durante un periodo sustancial de

% E, M. Hallowell y |. T. Rarey, Drives to Distraction, Nueva York, Pantheon, 1994, p. 247.


7 B A Kirby y L. K. Grimley, Understanding and Treating Attention Deficir Disorder, Nueva York, Elsevier,
1986, p. 5.
" M. Blau, «A. D, D.: The Scariest Letters in the Alphabet», New York Magazine, 13 de diciembre de 1993,
pp. 43-31.
* Wéase, por ejemplo, K, R- Murphy y S. Levert, Out of the Fog: Treatment Options and Caping for Adults
with Attention Defictt Disorder, Nueva York, Hyperion, 1995, en el que los sintomas el SDA incluyen habilidades
limiradas para la dirección, la comunicación y la organización en cl Jugar de trabajo, Vease la excelente descrip-
ción cultural del SDA en L. H. Diller, «Running on Ritalin», Dowble Take 14 fotoño 1998), pp. 46-55.
LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCIÓN 45

tiempo en situaciones de mucho interés, como ver programas de televisión o jugar a


videojuegos»™.
Es evidente que muchas de las medidas sistemáticas que se aplican hoy en día para
controlar de forma eficiente la atención, funcionan deficientemente en el mejor de los
casos. Muchas de las estrategias de fijación, sedentarización o atención [lorzada, implíci-
tas en la difusión del ordenador personal, pueden haber logrado algunos de sus objeti-
vos disciplinarios en la producción de lo que Foucault llama cuerpos dóciles. La proli-
feración de productos electrónicos y de comunicación asegura que esta docilidad irá
siempre acompañada de patrones intensificados de consumo, pero las formas de desin-
tegración social que acompañan a este nuevo régimen han generado conductas (por
ejemplo, niños que se niegan a aprender) que se han vuelto insostenibles para el sistema.
Además, tal como indica el discurso institucional sobre la atención, estamos presencian-
do una expansión radical de otro estrato de tecnología disciplinaria —el uso indiscrimi-
nado de potentes neurofármacos como estrategia para el control de la conducta—. Asi-
mismo, en los límites más extremos del problema cultural moderno de la atención,
encontramos el problema incierto y volátil de la esquizofrenia”4, Un modelo dominante
de la experiencia esquizofrénica durante gran parte del siglo veinte ha sido el del sujeto
perceptor con una capacidad de atención selectiva reducida o dañada. Es decir, el es-
quizofrénico presta atención a una cantidad de datos perceptivos que le desborda y así,
encarna de forma extrema el paradigma moderno de sobrecarga sensorial. El psiquiatra
suizo Eugen Bleuler, a quien se le atribuye la introducción del término esquizofrenia, ob-
servó una profunda alteración en las propiedades inhibidoras de la atención: «La selec-
tividad que una atención normal ejerce sobre las impresiones sensoriales puede quedar
reducida a cero, de modo que casi todo lo que llega a los sentidos queda registrado»”,

7 W E, Pelham, «Attention Deficits in Hyperactive and Learning Disabled Children», Exce¡?r:'maf¡f Educa-
tion Quarterly 2, 3 (1981), p. 20.
7 Los problemas sociales y culturales inherentes a la esquizofrenia han sido descritos de la siguiente ma-
nera: «A través de la :lh:m:ión, dx:scumpun Emos y L'Jlt:gurik:un 0s tanto Ia información que re cibimos de nuestro

entorno como aquella de la que disponemos internamente, en forma de experiencias anteriores acumuladas, De
este modo, reducimos, organizamos e interpretamos el flujo de información que llega a la conciencia y que de otro
medo parecería caótico, convirtiéndolo en un número limitado de percepciones diferenciadas, estables y con sen-
tido a partir de las cuales construimos la realidad [...] Imaginemos ahora que esta función selectiva-inhibitoria
de la atención nos falla. La conciencia se vería inundada por una masa indiferenciada de datos sensoriales, trans-
mitida desde nuestro entorno a través de los órganos de los sentidos. A esta marea involuntaria de impresiones
habría que añadir las múltiples imágenes internas y sus asociaciones, que defarían de coordinarse con la infor-
mación entrante. La percepción sufriría una regresion hacia los procesos asimilativos pasivos c involuntarios de
los primeros años de la infancia y si este diluvio creciente de información no fuera arajado, acabaría finalmente
por destruir tados los constructos estables de una realidad previa». A, MeGhie y |. Chapman, «Disorders of At-
tention and Perception in Early Schizophrenias, Britévh Joerval
of Medical Paychology 34 (1961), pp. 110-111. Sin
embargo, algunos estudios recientes han cuestionado la utilidad de pensar que existe un defecto monolítico de
la atención en la esquizofrenia y han defendido que los modelos unitarios de atención sélo sirven para dar expli-
caciones purcíu]:::i. YVéase por :f:mplo, 1. T, Kenny Y H. Melizer, «Arrention and Hígh:r Cortical Functions in
Schizophrenia», Journal af Neuropsychologica! and Clinical Newrasciences 3 (1991), pp. 269-275,
7 E Bleuler, Dementia Praecox, or the Group af Scbizopbreswias [1911], Nueva York, International Universi-
ties Press, 1950, p. 68, . Goldstein ha demostrado en Console and Classify: The French Psyebiatric Profession 1
46 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCION

La temática de la inhibición ha formado parte de muchas teorías influyentes sobre


la atención y aparece, por ejemplo, en la obra de Wundt, que ejemplifica la sustitución
de la unidad trascendental de percepción de Kant por procesos meramente psicológi-
cos de síntesis e integración, Para Wundt, la atención selectiva era la categoría psíqui-
ca más importante, ya que desempeñaba un papel esencial (aunque no a priori) en la
producción de una unidad efectiva de la conciencia y la percepción. Su teoría sobre un
centro de la atención situado en los lóbulos centrales del cerebro fue especialmente in-
fuyente”, Su postura, influida por muchas de las creencias sociales del pensamiento
evolutivo de las décadas de 1870 y 1880, definía la atención como una de las funciones
integradoras superiores (distinta de las funciones auromáticas de la parte inferior del
cerebro y de la espina dorsal) dentro de un organismo cuya estructura era marcada-
mente jerárquica”. Más significativo aún es el hecho de que el modelo de atención de
Wundt, en el que ésta es casi sinónimo de voluntad, se basaba en la idea de que varios
procesos sensoriales, motores y mentales debian ser necesariamente inhibidos para ob-
tener la claridad y el enfoque que caracterizan a la atención”*. Se trataba de una fórmula
muy pott'.l'llt:. d(': ]a que £Encontramos nume rosas V'{!l'{‘dciflnes dl_] rante 1'{‘3 (]é(‘adas (]fi

1880 v 1890,
La idea de que la inhibición y la anestesia eran partes constitutivas de la percep-
ción indica un reordenamiento radical de lo visual, que señala la nueva importancia de
modelos basados en una economía de fuerzas, más que en una óptica de la represen-
tación. Las teorías de Freud sobre la relación entre percepción y represión (desde el
«Proyecto» de 1895 hasta el ensayo sobre las perturbaciones visuales psicogénicas de
1910) son sólo los textos más famosos que surgieron de un campo de especulación ¢
investigación mucho más amplio y desarrollado por otros autores durante las décadas
de 1870 y 18807, Charles Féré y Alfred Binet describieron «el simple hecho de la aten-
ción» como «una concentración de toda la mente en un solo punto, resultando en la
intensilicación de la percepción en este punto y produciendo a su alrededor ua zona
de anestesia; la atención incrementa la fuerza de ciertas sensaciones a la vez que debi-

the Nineteenth Century, Cambridge, Cambridge University Press, 1987, pp, 246-247, que el vínculo entre la lo-
cura y los defectos de la atención se remonta por lo menos a la abra de ]. E. D. Esquirol de alrededor de 1816.
* Wundt, Graedzdge der physiologischen Paychologíe [1874], Leipzig, Engelmann, vol. 3, 1908, pp. 306-364,
traducido al inglés como Prixciples af Physialogical Psychology, trad. E. Bradford Titchener, Nueva York, Mac-
millan, 1904,
7 El revolucionario trabajo neurolágico de J. Hughlings Jackson, propone una articulación paralela a este
modelo jerárquico en el que las diferentes funciones se asociaban con zonas específicas del sistema nervioso: [ack-
son distinguía las asi llamadas funciones «superiores», como la atención voluntaria, de otras formas de conducta
motora, más automáticas o «inferiores»
75 El libro de K. Smith, Inbibetions, History and Meaning i the Sciences of the Méxd and the Braim, Berkeley,
University of California Press, 1992, proporciona un detallado andlisis de este problema en el siglo diecinueve.
Pero la relación entre la atención v la inhibición también sc ha descrito en muchas otras ocasiones sin hacer nin-
guna alusion a ideas neurológicas o fisiológicas. Véase por ejemplo, E. H. Bradley, «On Active Artention», Merd
11 11902), p. 37 «La arención consistirá en la supresión de cuulquicr hecho psiquico que ]Jmli::m interferir con el
objeto, por tanto, su esencia no es en absoluto positiva, sino meramente negativa»,
7 Véase el libro de A. Harrington, Medicine, Mind and the Double Brain: A Study in Niscteenth Century
Thaught, Princeton, Princeton University Press, 1987, pp. 235-247.
LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCION 47

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r El diagrama esquemático del cerebro de Winde,
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. I con el centro de la atención en la parte superior,
1680.

lita otras»*, Féré y Binet especificaron «los efectos negativos de la atención», Janet
describió como la atención «reprimía» los contenidos de la conciencia y producía una
reducción del campo visual*!. Todo esto apunta a la obsolescencia del modelo de vi-
sión basado en la camera obscura, en el que un observador ideal tenia la capacidad de
aprehender simultáneamente todos los contenidos del campo visual, sin seleccionar-
los. Así pues, a finales del siglo diecinueve se comenzó a pensar en el observador nor-
mativo, no sólo en términos de objetos aislados de atención, sino también en términos
de lo que no era percibido, o de lo que sólo era percibido tenuemente, de las distrac-
ciones, de los márgenes y periferias que se excluyen o cierran al campo perceptivo. Tal
como describiré en el capítulo cuatro, este nuevo modelo disyunto de la visión, esta-
ba ligado al descubrimiento fisiológico de la naturaleza heterogénea del propio ojo,
con su pequeña zona de claridad foveal rodeada de un área periférica mucho más am-
plia que permanece confusa. Sin embargo, fue el impacto metafirico de este modelo y
su impacto empírico el que más influencia tuvo en la reconcepción moderna del ob-
servador,
Deberíamos hacer hincapié en que las ideas de inhibición, exclusión y periferia no
servían necesariamente para reforzar el modelo Freudiano del inconsciente, que acti-
vamente le niega a la atención consciente ciertos contenidos. Recientemente, Jonathan
Miller ha afirmado que durante el siglo diecinueve, existía una tradición europea alter-

* A, Binet y Ch. Féré, Le magnetisme animal, Paris, Félix Alcan, 1888, p. 239,
s P Janer, el atrention», en £ k. Richer led), Dictionnadre d'{.'Jrn'l.?_l'.\'merugif.', Patis, E Alcan, vol. 1, 1895, p. 836,
48 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

nativa que entendía el inconsciente como parte de un sistema en el que la conducta a1


romática se entrelazaba recíprocamente con las necesidades cambiantes de la actividad
consciente, incluida la atención. A diferencia de la interpretación «de custodia» freu-
diana, muchos psicólogos del siglo diecinueve entendían el inconsciente como algo que
«genera activamente los procesos integrales de la memoria, la percepción y la conduc-
ta. Sus contenidos son inaccesibles, pero no porque se encuentren retenidos a la fuer-
za, de forma preventiva, como mantiene la teoría psicoanalítica, sino lo que es más in-
teresante, porque para que la cognición y la conducta funcionen correctamente, no se
regutere una conciencia completa, Al contrario, si la conciencia quiere llevar a cabo las
tareas psicológicas para las que está diseñada, es conveniente que una gran proporción
de la actividad psíquica pase a ser controlada automáticamente; si la situación requi-
riese una decisión de alto nivel, el inconsciente entregaría libremente la información ne-
cesaria a la conciencia»*. Por ejemplo, Helmholtz proponía un funcionamiento casi
utilitario de la mente en el que la información sensoríal que tenía pocas posibilidades
de resultar necesaria o útil era desatendida involuntariamente. Para poder tomar con-
ciencia de dicha información (como si se tratara del punto ciego de nuestro campo vi-
sual) es necesario hacer un esfuerzo especial para reorientar nuestra atención.
Darwin generalizó la creencia en la importancia de la atención para la evolución hu-
mana, identificándola como un mecanismo de supervivencia, «Difícilmente podría exis-
tir otra facultad más importante para el progreso intelectual de la humanidad que la ca-
pacidad de atención, Los animales demuestran claramente esta capacidad, como cuando
un gato vigila una madriguera y se prepara para saltar sobre su presa. En ocasiones, los
animales salvajes quedan tan absortos por esta actividad, que nos podemos acercar a
ellos ficilmente»®. Cierto tipo de atención reactiva era considerada como una parte
esencial de la biología humana, Esta era la que provocaba la respuesta del sistema a nue-
vos estimulos, ya fueran visuales, olfativos o auditivos, gracias a la cual el organismo era
capaz de detener o inhibir la actividad motora mientras concentraba su esfuerzo mental
exclusivamente en los estímulos relevantes, normalmente los que tenían que ver con po-
tenciales presas o predadores, Paralelamente al trabajo de Wundt, el médico escocés Sir
David Ferrier llevó a cabo investigaciones neurológicas en las que defendia la idea de
que las funciones cerebrales tenían un sitio específico en el cerebro. Ferrier desarrolló la
hipótesis de que existían centros inhibidores en partes específicas del cerebro que cons-
tituían la base fisiológica de la voluntad y la atención. Demostrá que la atención y la vo-
luntad dependían de la supresión fisiolágica del movimiento, es decir, que paradójica-
mente, ciertas formas de actividad sensoriomotora inhibían otras actividades motoras™,

E | Miller, «Going Unconscions», New York Review of Books 20 (abril 1995), p. 64. Miller comenta los es-
critos de Sir W Hamilton, W Benjamin Carpenter y Th. Layeock fel maestro de ]. H. Jackson).
% Ch, Darwin, The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex [1871], Princeton, Princeton University
Press, 1981, p. 44. Por ejemplo, A. Mosso, en su libro Fatígue, comienza su capítulo sobre la atención citando a
Darwin, p. 177. Sobre el impacto ::p[sln:moIúgÍcn de la obra de Darwin, véase K, J- Richards, Dareio and the Ester-
gence of Evolutionary Thearies af Mind and Bebavior, Chicago, University of Chicago Press, 1987, pp. 275-294,
* Wéase D. Ferrier, The Fanctions af the Brain [1876], Nueva York, G. P. Putnam, 1886, pp. 463-468, Véa-
se también el excelente comentario sobre Perrier en Smith, Inbrbitios, pp. 116-121.
LA MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DE LA ATENCION 49

De este modo, un abservador atento podía parecer detenido, en estado de inmovili-


dad congelada, cuando en realidad en él se estaban fermentando una serie de actos fi-
siológicos (y motores) de los que dependía este relativo «estatismo»®. Este estado de
mayor alerta y de intensa concentración en un área delimitada del campo sensorial se
podía entender de muchas maneras. Por ejemplo, se podía interpretar como una trans-
posición desde el mundo animal de la mera supervivencia, una adaptación biológica
del organismo al trabajo disciplinado y productivo en el campo social, Pero la aten-
ción, como mecanismo excluyente y poderoso filtro, también se podía entender como
modelo del olvido Nietzscheano, una precondición esencial no sólo para la supervi-
vencia, sino para la afirmación del ser a través de la acción. La atención aquí no es
tanto un modelo de conciencia como una red de /werzas ideomotoras, La atención es
lo que inmoviliza, pero paradójicamente, si la entendemos como parte de una heren-
cia biológica, es inseparable de la movilidad.
En el marco de la extensa reconfiguración física de la subjetividad del siglo dieci-
nueve, casi todas las formas de teorizarla atención la asociaban al esfuerzo físico, al mo-
vimiento o a la acción, Por lo general, durante el periodo que estoy examinando, la
atención presuponía un observador plenamente corpóreo para quien la percepción
coincidia con la actividad fisiológica y/o motora. En concreto, existían tres modelos
particularmente importantes a través de los cuales se entendía la atención como mo-
vimiento. En ocasiones, algunos elementos de estos modelos se solapaban, pero nor-
malmente representaban posturas bastante incompatibles. (1) La atención como pro-
ceso reflejo, parte de la adaptación mecánica del organismo a los estímulos del entorno.
Aquí lo importante es el legado evolutivo de la atención que tiene su origen en las res-
puestas perceptivas 77vo/untarías e instintivas. (2) La atención determinada por la acti-
vidad de varias fuerzas o procesos automáticos o inconscientes, una postura que delen-
dían, de varias maneras, Schopenhauer, Janet, Freud y muchos otros. (3) Finalmente, la
atención como una actividad veluntaria, que decide el sujeto; una expresién de su ca-
pacidad autónoma para organizar el mundo que se percibe e imponerse sobre él Pero

% Wéasc por ejemplo, Maudsley, The Physiology af Mind, pp, 313-315: «Pero nos podríamos preguntar,
¿cómo pueden influir las innervaciones motoras en el Funcionimiento de la voluntad durante un acto mental,
cuando según parece no tiene lugar ningún acto muscular? Parece que tenemos sulicientes pruebas como para
responder que hasta el más pequeño esfuerzo de lo que parece ser pura voluntad está acompañado de una in-
nervación motora».
s6 I-:..'illl Í(,TI":I [lc Cnlfln(lflr Ill ÚLEn.Cll(,Jn, como un (,]VE(J‘J nECf!i:lril‘ para Ill :J{irl'nuci")n y lJ ullll!uf:[llalizución

del organismo, pervivió hasta bien entrado el siglo veinte en Bergson (cuya obra comento en el capítulo cuatro)
y muchos otros, Véase por ejemplo la afirmación de que «la apercepeion creativa, más que ninguna otra cosa, es
lo que hace que el individuo sienta que vale la pena vívir la vida», en D. Winnicott, Colfected Papers, Nueva
York, Basic Books, 1951, p. 65. Quizá ses más significativa la noción de una «cima de la experiencia» de Abra-
ham H, Maslow, que alcanzó una gran popularidad en los años sesenta. Maslow describe un modo de «atención
total» en el que «parece como si nos olvidáramos del mundo, como si lo que percibimos se convirtiera por el
momento en la totalidad del Ser», en Towards a Peychology of Berng, Nueva York, Van Nostrand Reinhold, 1968,
p. 74. La permanencia lo n:¡.'icl;lj::] de estas formulaciones es evidente en los años noventa, en libros de autoayu-
da con gran éxito de ventas como M. Csikszentmibalyi, Flow: The Prycholoey af Optimal Experience, Nueva York,
Harper, 1990, p. 33: «La atención es nuestra herramienta más importante a la hora de mejorar la calidad de nues-
tra experiencia»,
S0 SUSPENSIONES DE LA PERCEPCIÓN

incluso los que defendían esta última posición, como James o Bergson, admitían la
proximidad y las imprecisas líneas fronterizas entre la atención voluntaria y los esta-
dos automáticos o involuntarios.
Durante la década de 1880, la similitud entre la voluntad y la atención se convirtió
en un problema crucial en obras de diversa naturaleza, demostrando lo lejos que el pen-
samiento psicológico se encontraba ya del asociacionismo de Mill y su «química psíqui-
ca» de leyes sobre la regularidad de las sensaciones, o de la obra de Spencer de la déca-
da de 1850, que definía la experiencia como una respuesta pasiva al orden externo,
William James comenzaba su influyente disertación sobre la atención con un ataque a
Spencer y a los Mill por reprimir o esquivar el problema: «Sus motivos para ignorar el
fenómeno de la atención son suficientemente obvios. Estos escritores están empeñados
en demostrar que las facultades mentales superiores son exclusivamente producto de la
“experiencia” y suponen que la experiencia es algo dedo. La atención, al presuponer un
grado de espontaneidad reactiva, parecería escapar de este círculo de pura receptividad
[...] la criatura, como una arcilla roralmente pasiva, sobre la que llueve la experiencian®.
A grandes rasgos, se puede decir que en la década de 1870 se pasa de la psicología es-
iructural del asociacionismo a varios tipos de psicología frncional*. En parte, este cam-
bio se debe a la creciente importancia y riqueza del conocimiento fisiológico sobre el ser
humano. La pobreza e insuficiencia de las teorías asociacionistas del conocimiento se
hizo evidente según fue consolidando la idea del sujeto como un centro activo de con-
ducta esforzada, compuesto de procesos que se despliegan en el tiempo.
De este modo, a pesar de que varios sistemas de pensamiento en los que liguraba se
volvieron obsoletos, la atención continuó siendo un problema cada vez más importante.
Por ejemplo, durante las décadas de 1870 y 1880, muchos psicólogos y pensadores so-
ciales identificaron o asociaron íntimamente la atención con la voluntad, Pero tal como
ha demostrado de forma convincente la historiadora Lorraine Daston, el movimiento ha-
cia una «psicología científica» más rigurosa, que alcanzó su mayor auge e importancia ins-
titucional en la década de 1890, constituía una alianza de fuerzas «en la campaña contra
la conciencia, la voluntad, la introspección y otros aspectos distintivos de la mente», A fi-
nales de siglo «la teoría de la voluntad se había convertido en el objetivo más frecuente
de un ataque lanzado desde diferentes escuelas de psicología americanas y británicas»”,
Pero si la voluntad, la mente y la introspección eran elementos supertluos, la atención si-
guió siendo un componente ineludible de la construcción institucional de la subjetividad.
Hugo Miinsterberg y James McKeen Cattell (cuya obra comento en el capítulo cuatro)

* Tames, Principles of Pryshology, vol. 1, pp. 402-403. Véase el excelente capítulo sobre la contribución de
James al problema de la atención en G. E. Myers, Williams James: Hes Life and Thought, New Haven, Yale Uni-
versity Press, 1986, pp. 181-214.
"s Véase G. Herbert Mead, Moverrents of Thought in the Nineteenth Century, Chicago, University of Chi-
cago Press, vol. 2, 1936, pp. 386-387. Mead escribe: «La estructura del acto es el carácter importante de la con-
duera. Esta |J:iicn|crgl';z también se llama ]J:iicqugÍ;.¡ moetora, en contraposición a la antigua p.-¡Í¡;uIngÍu de la sensa-
ción; o psicología voluntaria en contraposición a la mera asociación de unas ideas con otras».
# L. T. Daston, «The Theory of Will versus the Science of the Mind», en W. R. Woodward y T. G. Ash (eds.),
The Preblematic Science: Psychology i7 Nineteenthb Centary Thought, Nueva York, Pracger, 1982, pp. 88-115.

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