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Psicosis perversión

neurosis
a
lectura
lectura de acques Lacan
Philippe
Philippe Julien

Amorrortu editores
Buenos Aires - Madrid

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Biblioteca de psicología y psicoanálisis


Directores: Jorge Colapinto y David Maldavsky
Psychose perversion néurose.
néurose . La lecture de Jacques Lacan Philippe Indice
Indice genera l
Julien
© Editions Eres, París, 2000
TraduccióH: Horacio Pons

Primera edición en castellano, 2002. Segunda edición, 2012

©Todos los derechos de la edición en castellano reservados por


Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7º piso - C 1057 AAS Buenos Aires
Amorrortu editores España S.L., C/López de Hoyos 15, 3º izquierda -
28006 Madrid

www.amorrortueditores.com 9 Introducción
La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada
por cualquier medio mecánico, electrónico o informático, incluyendo foto
copia, grabación, digitalización o cualquier sistema de almacenamiento y
recuperación de información, no autorizada por los editores, viola dere
11 I Psicosis
chos reservados.
13 l Una paranoia común
Queda hecho el depósito que previene la ley nº 11 .723
19
Industria argentina. Made in Argentina 2 Una relación demasiado poco paranoica
ISBN 978-950-518-238-1
25 3 Psicosis y modernidad
ISBN 2-86586-863-X, París, edición original
37 4 La vía freud iana
45
5. L a psicosis, una respuesta al acontecimiento
59 U n retorno al
6. tope freudiano
71
7 Del Nombre-del-Padre
Nombre-del-Padre al Padre-del-Nombre como
Julien, Philippe sínthoma
Psicosis, perversión, neurosis : la lectura de Jacques Lacan.-
2º ed.- Buenos Aires: Amorrortu, 2012 . 83 8 . La publicidad del nombre propio
208 p. ; 23x14 cm.- Biblioteca de psicología y psicoanálisis
psicoanálisis// Jorge
Colapinto y David Maldavsky

Traducción de: Horacio Pons


97 II. Perversión
ISBN 978-950-518-238-1
99 l Un escandaloso descubrimiento
l Psicosis 2. Perversiones. 3. Neurosis. l Pons, Horacio, trad.
11. Título . 109 2 Delante o detrás del velo
CDD 150.195
117 3. Dos casos de inversión
1 23 4. Una desmentida de lo real

Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provin J 29 III. Neurosis obsesiva
cia de Buenos Aires, en noviembre de 2012.
l
Tirada de esta edición: 1.500 ejemplares. 13 1 La neurosis normal
t: l7 2 La verdad de Freud

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145 3. El retroceso de Freud ntro ucción
- - --¿ ,
fr >crr;._/
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C'C l. l

. -fr ¡ , .

157 Iv Histeria

159 l L a subversión histérica

167 2. La ruptura freudiana

175 3. La histeria no es una neurosis Psicosis,


Psicosis, perversión, neurosis. Esta clasificación consti-
tuye una nomenclatura: u n saber para compartir que da el
185 4. L a histeria del psicoanálisis sentido de cada denominación, una tras otra en la claridad
y la fijeza.
191 Conclusión
Pero la verdad por su parte es otra: «Yo la verdad ha
blo». Habla por la boca del analizante. Y no se detiene. Por
haber querido escucharla Freud no dejó de despertar para
conquistar u n saber siempre nuevo sobre ella. Habría de ser
ese Acteón perseguido por los perros lanzados por la diosa,
que lotrañ"sformó e n ciervo por su ambición de sorprenderla
en s u verdad desnuda.
Así, Freud no dejaría de correr para desconcertar a los
suyos, sus discípulos, que creían saber por fin a qué atener
se con él: «¡Pero no, no es eso », les respondía.
Í Cada analista hace la experiencia de ello, preocupado y
f perseguido por los perros de sus pensamientos: «¡Eh ¿Qué
piensas entonces de la verdad que ~ a b a s ~ s c u c h a r de es-

1 te, de aquella en su decir a medias?».


Y a su turno un tal Jacques Lacan se pasaría la vida
dando testimonio público de los perros de su pensamiento.
Acteón parisino, no dejaría de poner e n cuestión el sentido
oficial de las definiciones: psicosis, perversión, neurosis. No
para borrar sus huellas como lo quiso e l DSM III, sino para
subvertir su significación.
L a institución analítica juzgó insoportable esa actitud y
Lacan fue excluido de ella e n 1963. Pero a partir del año si-
guiente relanzó a los suyos, al punto de hacerles esta confe-
sión, el 29 de mayo de 1964:
«La verdad es lo que corre detrás de la verdad y ahí corro
yo, ahílos llevo, como los perros deActeón, tras de mí. Cuan
do haya encontrado el escondite de la diosa, me convertiré
i· í / ;< . : ~ - ; ;

9
8

sin duda en ciervo y ustedes podrán devorarme pero aún te


I sicosis
nemos algo de tiempo ante nosotros».1

Hoy, ese tiempo h a pasa do. «Devora el libro»


libro»,, todavía gri
t a la verdad. Ahora empero, es posible un saber literal. Esa
es en lo sucesivo la apuesta tal como Lacan la anunciaba:
«Lo importante es saber qué dará el libro cuando haya sido
devorado por completo». 2
Por completo, es decir, no tal Lacan de tal período, el de
- lo imaginario (1936-1951), el de lo simbólico (1951-1963) o «Si no somos capaces de de dar nos cuen ta de que ha y cierto grado, no
el de lo real (1964-1980), sino Lacan tomado en la dinámica arcaico y que deba situarse en alguna parte en el nivel del naci
misma de toda su marcha desde la A hasta la Z. miento, sino estructural, en el nivel del cual los deseos son propia
¿Qué r esulta de esto? Scilicet: puedes saberlo ¡si . . mente hablando locos, si para nosotros el sujeto no incluye en su
quieres - o / definición, en su a r t i c u ~ n primera, la posíbilidad de la estruc
Sé¡ re lr e
tura psicótica, entonces nunca seremos
seremos--otra cosa que alienistas».
/ J { r j / V r ¡:; / r< ,,-, ,,¿('. .{, - · - · ~ ------

C t:- 1¡ r vt-<,1
J. Lacan, seminario L'identification, clase inédita del 2 de mayo de
1962

¡{; t 1 "
f / ,:; ·fr.\ /v ~ 6 \
. r ..
.

( 1 • .... fr-  1 " '


1 Le Séminaire, Livre XI, Les qzwtre concepts fondumenluux de la psy

chanulyse, París: Seuil, 1973, pág. 172. [El Seminario de Jacques Lacan,
Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, 1964, Bue
nos Aires-Barcelona: Paidós, 1986].
2 Le Séminaire Livre Vil L 'éthique de l psychanalyse París: Seuil

1986,, pág. 375. [El Seminario de Jacques Lacan, Libro 7 La ética del psi
1986
coanálisis,, 1959-1960, Buenos Aires-Barcelona: Paidós 1988.]
coanálisis

10

l Una paranoia común

El psicoanálisis no tiene palabra propia; la idiotez, si la


tomamos en su etimología, no es su fuerte. _Como el_
el_yiddish,
sólo habla con préstªmos de otras lenguas. Pero con una
condición:
rados.
dar u n nuevo sentido a los significantes incorpo

De tal modo, Lacan, como o había hecho Freud en el ca


so de la histeria, pervierte como hereje la significación de
palabras de origen psiquiátrico. E n efecto, si la locura no es
ni u n déficit ni u n a disociación de funciones, tiene, enton
ces,, mucho que en señarnos; saca a relucir o que está pre
ces
sente en la llamada persona normal, y por eso concierne a
cualquier hijo de vecino. Es o que t a c a n mostró, muy en

particular,
la primera antes de denominac
para las denominaciones
iones dea partir
1953, la segunda paranoia y psicosis
de ese mismo
año, con la invención de RSI.
Tomemos la noción de paranoia. ¡Psicosis paranoica,
dicen ¿No es el tema de la tesis de 1932 del del joven Lacan?
Pero la senda desbrozada por él consistió en desanudar ese
lazo, p ara enlazar el calificativo de paranoico con el con
cepto de conocimiento. Por su ladÜ,
ladÜ,-:Í{ra
-:Í{raepeli
epelinn y Genil-
Genil-Pe-
Pe-''
r rm- habían separado la paranoia de la demencia para de
finir con ella un carácter, una personalidad o una consti
tución según estos cuatro rasgos: fatuidad, desconfianza,
raciocinio, marginalidad. E n lo que respecta a Lacan, su
invención primera, destinada a sorprender - a n t e s de la de
RSI (real, simbólico, imaginario en 1 9 5 3 - , fue efectuar
 { otra identificación, al ligar paranoia y conocimiento.
Y así, como consecuencia, la psicosis, lejos de ser para
noica, ¿no aparecería con el delirio a partir de u n a falta de
paranoia? Pregunta que tendremos que responder. En efec
to, el trabajo del análisis no consiste únicamente en escu
char, sino en fundar un saber teorico a partir de la escucha.
Trabajo incesante que recusa el saber establecido.

13
 

Un doble movimiento 2. Una relación demasiado poc


poco par anoi
anoica
ca
Ahora bien, el rasg o decisivo
decisivo y pese a ello problemático
de esta paranoia es el mantenimiento de una bipolaridad
irreductible. Tenemos a la vez:

- inclusión con captura, fascin


fascinación,
ación, alienación en la
imagen del otro p or identificación; Í tA j M 'h~
y exclusión recíproca: «j tú o yo ». .. m n

\
71" - 1u7 Hemos visto que el conocimien
conocimientoto paranoico implicaba
Cada polo remite sin cesar a su contrario, a imagen de cinco rasgos específicos. Ahora bien, puede suceder que el
los puerco espines de Schopenhauer: demasiado lejanos \ ~ . último sea deficiente: hay inclusióri c  _n c a p t ~ ima
(¡hay que inclui
incluirlos
rlos ), demasia do cercanos (¡hay que excluir / gen del otro, pero la exclusión recíproca está ausente. Ese
los ). Hay reciprocidad de privación: ¡yo te excluyo y tú me · e no de desc;brimientos fundamentales de L ~ c a n
excluyes  
excluyes  ¿Psicosis sin delirio o prepsicosis? ¿Borderline o falso self
Estos cinco rasgos del conocimiento paranoico, desarro De una u otra forma, hay una falla ii la paranoia común,
llados poco a poco por Lacan desde 1931hasta1951, definen u n defecto de la relación imaginaria. Lacan lo presentó con
con
co n ex acti tud lo que a partir de 1953 llamará relación im a - tres casos: en 1932, 1965 y 1976.
- ... -   - ' 

ginaria, ni simbólica, r ~ a l -

Aimée (193
(1932)
2)

Lacan llama «el acontecimiento decisivo en el desarrollo


Aimée» 1 lo que para él fue el objeto de w1a in
de la vid a de Aimée»
tuición primordial, que ordenaría el conjunto de su tesis de
1932: la intrusión de la hermana mayor en la vida matrimo
nial de Aimée y su mari do luego del
del nacimiento de un hijo y
«Su imposición en la dirección prá cti ca deJ-ª..
deJ-ª..v.a
v.arej
reja»
a» al a s u ~
' mir «un papel de madre». 2 Ya del nacimiento de ese
niño, Didier, Aimée, cuyo
cuyo verdader o nombr e era Marguerite
Anzieu, había perdido una niña, nacida muerta. Comenza
ron entonces los
los pri meros trastornos psíquicos
psíquicos..
Ahora bien, lo que sorprende a Lacan, al extremo de
determinar todo el sentido de su investigación, es que Ai
mée no reacciona ante la actitud de su hermana en el hogar
familiar. Más aún, frente a Lacan, que hoy la interrog a soso
bre ese punto con la expectativa de la confe
confess ión de alguna
queja legítima (¡para él ), Aimée se calla: n ad a de agre -

1
J. Lacan , De la psy cho se paranoi
paranoi"aqu.e
"aqu.e op. c it., pág. 230.
230 .
bid.' pá g . 231.
2

18 19
 

4 La vía freudiana
La respuesta del psicoanalista a la cuestión que plantea
la antinomia entre lenguaje y palabra en el hombre moder
no, nacido de la civilización científica, dependerá ante todo
de la man er a com
como
o conciba el inconscie nte freudiano.
Este debate esencial comenzó entre Freud y Jung. Pero
sigue siendo actual. L a aparición reciente de la nueva tra-
ducción francesa del libro de H . Ellenberger, Histoire de la
découverte de l'inconscient, 1 nos brinda la oportunidad de
precisar cuál e s la- apuesta de ese debate de acuerdo con los
cuatro postulados siguientes:

l La noción de inconsciente tendría por origen la psi


quiatría dinámica, de la que el psicoanálisis sería l ~
redero. E n oposi
oposicción a una Esiguiatría científica, organicis-
t a y mecanicista a partir de fin.el y Esquirol se afirmó una
psiquiatría que supo recoger de la sabiauría grecolatina, a

ia vez médica
y
ilosóficjj ,l a_noción
ilosófic _de stvna   is o impetus -   v /t : r ~
noción_
E n nuestra naturaleza está inscripto u n poder, una fuerza, . .;
una potencialidad que se halla en el origen de todos los ac- · · ' ' ' ( : _ : ~ . )
. (· •..

tos, para orientarlos y darles una finalidad. Hablar de in- a - r t

consciente es calificar el lugar de ese proceso inmanente ( ' '  


1

que e n el apreS-COUIJ. permite decir que tal síntoma es el f


signo del desarrollo negativo o positivo de una tendencia su - J) ,
puestamente presente.
v .l
Contra los pavorosos racionalistas modernos que sólo
_2 / .

admiten lo demostrable a la vez experimental y estadístico . (' , ;.::,, rr


y niegan cualquier finalidad natural o religiosa, médicos y
filósofos románticos coinciden en afirmar u n inconsciente
que colma felizmente las fallas de lo consciente. Así, Von
Hartmann Schopenhauer Nietzsche, Fechner H. Jackson

1 P a rís: Fayard 1994. [Historia del descubrimiento del inconscie


inconsci e nte ,
M a drid : Gredos, 1976.]

37
 

tamientos ordinarios considerados como


como normalmente vi 5. L a psicosis, una respuesta al
riles, y de repente, de manera misteriosa, Dios
Dios sabe por qué,
se descompensan». 11
acontecimiento

Es preciso, por lo tanto, abordar por fin la cuestión fun


damental: «¿Qué convierte en súbitamente insuficientes las

@
muletas imaginarias que permitían al sujeto compensar la
ausencia del significante? ¿Cómo vuelve el significante a
formular sus exigencias en cuanto tales? ¿Cómo interviene
e interroga lo que faltó?».12 Como
Como todo el mundo

No hay psicogénesis de la psicosis, si se entiende por gé


nesis un movimiento inmanente que conduce necesaria-
mente a tal o cual término. E so significaría atribuirlo todo
al psiquismo.
psiquismo .
Así, Lacan preguntab a: «¿Tiene una psicosis, como una
preguntaba:
 
<

<-l n e u r o s  §.,, a n r e h ? » . Y contestaba: «Todo hace


hace--pe ñ
s que la psicosis no tiene prehistoria». 1 Aparente m ente
i ; ;;fi ada s é parece tanto a una sintomatología neu rótica co como
mo
2
- ~ ; 1 u n a sintomatología prepsicótica». Desde luego, a poste- poste -
  ~ · · riori, al querer como buen discípulo de Jaspers «compren-
der» al delirante, se atribuirá significación a tal o cual ante-
cedente, calificado entonces de síntoma específico. Pero no
se tr ata sino de una reconstrucción en el apres coup.
/ 1  .·~ Reconozcamos este hecho: aquel a guien se m ~ -
ff -
1:
  no es e c o n o c i b l como tal. l parecer, se o m p o ~ t a
mo to aü el munao ; soc social:rlleñtelí
ial:rlleñtelíablando,
ablando, se la s arregla oas
· tante bien para a6rirse camino. ¿De qué manera? «Median-
 J .
te una serie de identificaciones puramente conformi stas con
personajes que le darán la idea de lo que es preciso hacer pa
ra ser un hombre», 3 o lo que es preciso hacer para ser una
mujer. Así, «por interm e dio de una imitación, un engan-
che»4 a la imagen del semejante, del par, que le sirve de mu
leta el:Qrep
el:Qrepsicóti
sicótico
co pued e vivir sin que se declare
declare_
_ na psico
sis. Vive «en su ca pullo, como una polilla». 5
¿Hasta s u muérte?7,POrqú é no, en efecto? ¿No es la si
tuación de todo el mundo, por lo menos la del hombre mo-

1 J . Lacan, Le Séminaire, Livre III, op. cit


cit.. , pág. 100.
2 Ibid., pág. 216 .
3 bi d . , pá g . 231.
4
11 bid. Ibid . , pág. 217.

12 bid. 5 bid., pá g . 285.


44 45
 

7 el Nombre del Padre al Padre del-

Nombre como
como sínth oma

que   mediante la invención de la tríada RSI


Hemos visto que 
Lacan dio una nueva significaci
significación
ón a los términos paranoia y
psicosis. Estas se alejan una de otra; la paranoia califica el
conocimiento
conocimient o y la psicosis a la inversa:I- :I-ecibe
ecibe u n a nuevá ca - -
ITffc;ció
ITffc;ci ói;. el s ü]
ü]eto
eto d e l a c ivilización n t í f i c ~ i ñ i c ó
lu ga ; histórico en el que pudo nacer y puede actuar el psico
análisis.
Es hora de extraer las consecuencias de ello. Ese des

plazamiento fue posible a partir de la noción de inconscien


te com
como
o efecto del lengua je en el lugar del Otro es decir de
un afuera transindividual: no hay psíquico separado de lo
social.
¿Vamos
¿Vam os e mper
mperoo a volcar nos a la acción política? En vez
de continuar a Freud lo urgente sería entonces cambiar la
sociedad moderna Ese fue el camino elegido
   
H. Marc use. Del mismo modo la urgencia consistiría en su
perar a Freud para adaptarse a una sociedad distinta de la

de su tie mpo como lo sugiere E. Fromm. O bienencon M.


Foucault lo importante sería poner al descubierto el psi
coanálisis mismo una p i c i d a   a s c a r a d a co l ..fil.J> o- .
.der ejercid
ejercidoo sobre el indi viduo en nombre de la modernidad.
Par a Lacan en su recuperación de Freud n.2 a r a r ps í 
quico y social es optar por la modernidad y el combate de las
Luces o decidir por medio del psicoanálisis que no
triunfe otro sujeto que el sujeto de la ciencia en l medid
mism en que el discur so científico y sus efectos sociales lo
suturan y lo borran. Por lo tant o si lo colectivo no se inscri
be en ninguna parte si no es en lo individual c mbio no
hay enunciado colectivo del sujeto de la enunciación: este
habla yo [je] o no habla en absoluto.
A partir de esa constatación podemos señalar cuáles son
las rel ciones que mantienen conocimconocimientoiento paranoico y psi
cosis del hombre moderno.

7
 
8. L a publicid d del nombre pro
propio
pio

Ser un sínthoma, ser una personal idad: Joyce lo logró al


hacerse un nombre entre el público. Así, Así, su go tiene fun
g ón de sínthoma co como
mo suplenc ia y compensación de la psi
cosis, es deci
decir, del no anudamiento de RSI. Al no sostenerse
la relación imaginaria co como
mo exclusión recíp roca entre el yo
y el otro, e i s o u n cuarto elemento, cuando el Nombre-
del- Padre   s t á r o r l ú i d o - - - ·-
J oyce es ese cuarto elemento por su nombre propio. Lo
fue con dos condiciones. E n primer lugar, respondió a las pa
labras impuestas . Descomponía día a día las alabras que
lo atacaban como pr oyectile yectiless de ámetralladora} a scor taba
e n pedazos gracias de su escritura: una ensalada e
pa labr as, cuya lecfor a erfVO'Z""áfta lo ha c i a r eí r-en s ole
oleaa ad.
Pero, más pudo editar su escritura y hacerse leer
por el público. Así logró realizar su esperanza: ¡que los uni
versitarios hablaran de él
De ese modo,
modo , Joy udo evitar d Hay que tener
presente sm u a, el el fracaso de su vida con Nora; pero ese
fracaso de su vida privada era el reverso de público.
La biógrafa de Nora lo advirtió con mucha claridad:

tragedia e s c r i e fue que Joyce nunca pareció darse


uenta de que su vida familiar y el apetito sexual de Nora,
 
ue él admiraba s sacrificaban en el altar de su arte ».

~ El último avance de Lacan por la topología de los nu -


dos habría de consistir, por lo
lo tanto , en distinguir _Qsicosis
delirio. Joyce fue su última mostración en 1975. Pero esta
c rerra lo que ya se mostraba en 1932 mediante u n contra-

1 Brenda Maddox, Nora . La vé rité sur l s rapports entre Nora et am es

Joyce   París: Albin Michel


Michel,, 1990, pá g. 4 75 . [Nora Barcelona: Nuevas Edi

ciones de Bolsillo, 2001.]

83
 

propuso otra cosa que la publicación Veroffentlichen) de sus II Perversión


Memorias, para hacer que se reconociera su misión de re-

dentor» 18
18
S Freud, «Remarques psychanalytiques . op cit., pág 273

l Un escandaloso descubrimiento

Aunque el psicoanálisis ya tenga un siglo de vida, aún


sigue escuchándose la afirmación: «jEs u n perverso ¡Es una
perversa ».
Habría podido pensarse que ese sustantivo desapare-
cería finalmente ante el adjetivo que califica u n acto o un
fantasma, o bien que se borraría para dejar su lugar a lapa-
labra «perversión», que designa un campo y una estructura.
Pero no ha sido así. La nominación de per verso(a) como como sus
tantivo persiste en la llamada opinión ilustrada, así como
en el disc urso médico-legal
médico -legal o psicol
psicológico
ógico.. E incl uso entre los
psicoanalistas.
E n cambio, la investigación epistemológica sobre las ra -
zones de esa nominación fue escasa. El psiquiatra francés
Ernest Dupré decía en un congreso de alienistas:

«El término perversión es uno de los que se emplean con


más frecuencia en el lenguaje psiquiátrico; lo encontramos
habitualmente en las observaciones clínicas, los informes
médico-legales y los certificados de internación . . . ) Ahora
bien, si se recorre la bibliog
bibliografia
rafia corriente sobre la aliena
ción mental, si se consultan los grandes tratados de psiquia
tría, no se encuentra ninguna obra, ningún capítulo consa
grados con ese títu lo a ese tema».
tema».

Así sucedía en 1912. Pero, ¿es verdaderamente diferen


te hoy?
E n efecto, podemos interrogarnos sobre ello.
ello . Ese estan
camiento del saber procede de la historia de la palabra «per
versión».. Su sentid o no deja de depender de la palabra de la
versión»
que proviene: la perversidad. Ese sentido mo ral y religioso
es primordial. ser humano hay una duplicidad, una
«moral insanity» quiere el bien, cree en él y lo dice, pero ha -
ce el mal. Lleva a cabo el
el acto de l ,erv
erv I r, ere, nos dice su raíz

99
 

más que en el de vagas anal ogías visua les (por ejemplo, ejemplo, las
formas huecas que recuerdan la vagina),, vagina),,..20
2. Del
Delant
antee o det rá
ráss del vel
velo
o
El caso del pequeño Harry muestra claramente qué es la
interpretación analítica: pasar de la relación de dos según lo
imaginari o visual a la relación padre-madre-sujeto según el
orden simból
simbólico
ico del intercamb io. Así, la Verleugnung es el
~ @ de ~ ~ ~ c i l a c i ó n const ru.ite entreu n a y otra   -

Si a partir de 1910 Freud presentó la perversión con la


ayuda del fetichismo, es porque este es el paradigma de
aquell a. Así, Lacan va a poder presentar a partir del fetiche
la estructura de cualg_ uiuier
er 12erversión.
12erversión.
----r:o ñ ace en el cap
capí
í tulo 9 n i n a r i o La r elación de
o b j e t o ,  
que muestra la doble función d el velo o la corti
na. ~   a la vez lo que oculta y lo que designa.
designa . E n la
t ·· pervers10n, la tarea del sujeto es ocultar la falta fa li cn de la
au

u ra de aaquello
  gmadre, un tiempo
que falta.designa
que
De allí COn la ayud deelLacan
el esquema velo la
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El velo oculta la Nada [Ríen] que está más allá del Objg
o en cuanto deseo del Otro: lañ:nrrl
Objg -
l añ:nrrl re no tiene el fálo . Pero al
mismo ti e iñP OY p-e se a eIIO, el velo
velo es el lugar en el cual se
proyecta la imagen fija del fit lo simbólico: la madre tíeiiéef
fálo. · - ·• 1  

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¡;.,,. 1 . ... , lr .l. ·2 /.. .(. c.,..1..Ca.. .. ~

20 bi d . , pág. 21. 1
Le Séminaire, Livre IV, La relation d objet, op. cit., pág. 156.

108 109
109
 

3. Dos casos de inversión


inversió n
El primer testim onio es el de André Gide. En efecto, sus
relatos muestran admirablemente la distinción entre la ley
del amor que protege y la ley del goce.
El amor que protege concierne a su prima Madeleine,
que se convertirá en su mujer, la única a quien amó. El gran
acontecimiento de su adolescencia fue
fue el descubrimi ento del

dolor de Madeleine
abandonaba ante lapor
a su marido u nconducta
mala amante: de su madre, que
«Abominable se-
creto que la hacía sufrir», escribe Gide al descubrir su voca-
ción:

«Yo sentía que en ese pequeño ser a quien ya quería habita-


ba una enorme, una intolerable pena un pesar tal que, para
aliviarlo, no bastarían todo mi amor, toda mi vida. ¿Qué
más h e de decir? Hasta ese día, yo había vagabundeado a la
aventura; descubría repentinamente un nuevo oriente para
mi vida ».1

1 Pero a esta ley del amor se opone otra la del goce del
E n ese lugar se sitúa la madre de Madeleine, la tía
O t r o
Mathi lde, cuy
cuyo
o goce
goce del cuerpo del joven André hizo de él el
objeto de una intrusión inolvidable:

«Con el corazón palpitante me acerco a ella y me obligo a


sonreírle y tenderle la mano. Ella la cubre con una de las

suyas mientras con la otra me acaricia la mejilla. "¡Qué mal


te viste tu madre mi pobre pequeño ". Yo llevaba entonces
una especie de casa ca con u n gran cuell
cuelloo qu e mi tía empieza
a arrugar. "¡El cuello marinero se usa mucho más abierto ",
dice, a la vez que me desprende un botón de la camisa.
"¡Vamos ¡Mira si no estás mejo r así
así ". Y sacando su espejito,

1 Si le grain ne me w t París: Gallimard, «Folio» 1955, pág. 125. [ i la

se milla no muere Buenos Aires: Losada, 1969.]

117
11 7
 

l a neurosis normal

a zw ;;:;;;s ;;;;;;;;;;; ~ psicoanalista)) Si Freud


psicoanalista
puao mventar la regla fundamental parafáiil st eria, no nos
hace sentir tan cómodos con ella en lo que se refiere a la
neurosis obsesiva. El mismo lo reconocerá en 1926:

Todos hemos notado que el sujeto afectado de neurosis

Q
bsesiva tropieza co
con
n u n a dificultad particular para seguir
a regla fundamental del análisis». 1

E n efecto, en lugar de la Uamada asociación libre, es o


«Call; ; s e : O «repe
«repe'fir
'firse»
,;M
;Mee callo;
callo ; l no voy a repetirme una
vez má
m á s y ae ese moao, como
como de costumbre, ca receré de inte 
rés ¡para usted ».

:;
Por eso, sin duda, Lacan tuvo que inventar las sesiones,
'-·. no cortas, sino de duración 
duración  variable, como cond. cond.iciónición del acto
analítico. E n efecto, la neutralidad inmutable se hace cóm
plice del obsesivo qu e ñ o es es pe r a más que eso
es o P ~ r . ~ w os os__  i i k
o s i b l e : ~ ~ cia  á   1 1 n l . > 2 . < 1 ~ ~ . ' ~ >
· Nos es preciso, preciso, por lo tanto, resta blec er el lazo lazo con Freud
e inventar con él a partir de la clínica misma:

«En u n a dirección de la cura - d e c í a Lacan en 1958- se si


túa el horizonte en el que se revelaron a Freud los descubri
mientos fundamentales en los cuales aún vivimos en lo con
cerniente a la dinámica y la estructura de la neurosis obse
siva. Nada más, pero también nada menos». 2
1 Inhibition symptóme et angoisse París: PUF 1968, pág. 44. [Inhibi-

ción síntoma y angustia en AE vol. 20, 1979.]


Ecrits op cit .   pá g . 598.

131
 

2 La verdad de reud

La operación de Lacan no v a a consistir e n copiar a


Freud para aplicarlo a la práctica p resente. Al contrario,
contrario, re
parar su olvido es reencontrar la verdad de sus escritos, ver
dad siempre nueva, siempre actual. . . si se sabe leerlos en
la reescritura y descifrarlos en la cifra.
Al hablar de un colega que manifestaba su desprecio por
las observaciones de Freud Lacan agregaba: «El árbol de la
práctica cotidiana ocult aba a mi camarada la altura del bos
freudianos». 1
que surgid o de los textos freudianos».
E n efecto, la fascinación por la clínica hace que descon
fiemos de Freud: ¿qué puede aún enseñarnos ese viejo? ¿No
es acaso, cuarenta años después, lo que se dirá del propio
Lacan?
Ahora bien en 1953, al dictar una conferencia en el
College philosophique sobre «El mito individual del neuró
tico», Lacan nos presenta la verdad siempre presente de la
interpretación de Freud acerca del «Hombre de las Ratas ».2
Par a captar su genio, partamos de la noción de mito. El
mito no es ni ilusorio ni irreal. Es, según lo que Lacan reco
gió
gió de L évi-Strauss, u n relato que, por sus significantes pri
vilegiados, articula lo que funda toda sociedad
sociedad humana en
cuanto no natural o sea, la ley de los los intercamb ios. Tal es la
deuda simbólica del don y el contra-don de acuerdo con es
tos tres intercambios: de mujeres, de palabras y de bienes.
Deuda necesaria que, en su carácter de fundadora, se trans
mite de generación en generación mediante el discurso con
el cual u n sujeto se dirige a otro sujeto.
sujeto .
¿Qué supo leer Freud en el mito familiar del «Hombre d e -
las Ra t a s »T Este acude a -éi
éiaa raíz de una Zwangsbefürcht-

uñ p r ensión obsesionante, como traduce L a c a n - que

«Le mythe individue du névrosé», Omicar? nº 17-18, 1979, pág. 294.


294 .
2 /bid. págs . 291-307.

137
 

«Si me resulta difkil soste nerme y progresar en lo que pien


so, no es tanto   q ~ e lo que pienso se a .culpable, sino por
que resulta absolutamente necesario que piense en mí y
nunca en el vecino, en otro»
otro»..7

.- 3. L spera a que te d e m a n   ~ ~ el Otro com- t2A..7


/ prenaa u s1 enci 2:. En efecto, para remediar la ª. ngustia cJ.el ..<-""<...., ,,_.,.,,
/ deseo del Otro, debes recubrirla con su demanda: J,Wa de- -
1 manda anal de c a m b i o , sé oblativo;   ~ lo su-
ficiente para el Otro persiS't "a en M existencia. ·" /
Lacan decrn: ---_-y ó b- 4 . C: r ~ ~,',
tjt .r ,  (: ,.. .d . i ;¡

«No hay mayores oblativos que los verdaderos, los grandes


obsesivos. El o ella ofrecen con tanto m á§._ gysto todo cuanto
gy,e todo lo gue f r e c ~ - ? - _ l como . '22.en i...mierda».

l
o tires acumula hasta el atascamiento. Nunca
se sabe; ¡eso siempre puede llegar a servir Amar es tener
r ' t ' \ ~
1 siem@
siem @ e .a _g <l_p_e r a g. rr. ¡Y para tener algo para dar, ~ ~
  ~  
t1i1enes, aprieta las nalgas LI>ien t e§ . ª pretªg o.s. 
propio deseo lo pondrás en juego mañana, pasado
manana, más adelante. Tienes tiempo:tiempo: ll,e,zte el muerto . Así
t 'OOJi J) ·

\ sabrás hacer esperar al o t ro mucho tiempo, u e ; ; ~ 8610


deseo en lo imposible:
imposible:- · - - -- - - · - · ~
. .::;~ 6.
. ? t , da p:r;iebas de tu aptitud. Supera la inhi
. 2

~
~
mediante la proeza, la prestancia, el alarde, el «en
greimiento», a imagen de la rana que pretendía ser tan gor-
  ~ o el buey. ¡Sí,¡Sí, pero
per o tú nunca reventarás
Q. hagas nada_ f i n i t i v o ~
\ 2 ) _ .Q. x c l u y ~ E : . j§.ie
ie mw e un pi,;.
adentro._y ot rQJJ. fuera ¡Nada de avances si. si.n la seguridad de
. ,, Que tu demanda .:rnl. era para rea ú e f a r a «A la vez» Y:-a
Y:-all m isnio
isnio""fifiee mpo» so son 6

hzar así tu de m-mm: a, que es ser un sujeto muerto, d e s v a n e ~ n ~ < \ ~ e deben atravesar t u lenguaje. j t n - < - ~ /
ciaü; ñórrad9. Eso es lo q ~ e debes exponer. -· ~ ~ i m p e r a t ~ v o superyó que te ordena: «jgB'za », f '

~ ~ _ d e tu impo}encia ª '.§l ~ 1 : . ~ ~ ~ d e m f f i 2 q a a i r i _ g i. . I / ;;:


q
.r':Hr•
 .r
~ ~ l ~ h
5 a c a n , Le Séminaire, Livre VIII, Le transfert, París: Seuil, 1991, ) ~ I R • ~
S. Nacht (dir.), La psychanalyse d aujourd hui, París: PUF, 1956.
1956. [El
psicoanálisis hoy
6
hoy,, Barcelona: Luis Miracle, 1959.]
op . cit., pág. 312.
Le Séminaire, Livre I ll Les psychoses, op.
~ ; 300.
S eminario RSI, clase inédita del 16 de junio de 1975.
J .r&: ce. ,

142 14 3

3 El retroceso
retroceso de Freud

10.)I nterrumpe tu análisis el día en que puedas aliviar


t u Cü:lPa c u l p b i l ~ d o a otro. A tu turno, que tu propi a voz
.ransmita esta orden de lii er ro a tu entorno, sin explicacio
nes ni murmullos: ¡es así porq ue es así así ¡Fin del
del análisis
1
Hemos visto que en s u último período, de 1923 a 1929,
Freud se interroga sobre la neurosis obsesiva: ¿por qué un
ferozz y cruel? ¿Por qué e§e azo t ap. fuerte con la
superyó tan fero
pulsión de destrucción y de muerte? Freud comprueba con
mucha honestidad los hechos psíqmcos, pero no puede dar
respuesta al porqué.
Lacan va a responder exactamente esa pregunta: si
Freud no puede ir más p r u : : q u ...no
n o logra superar S 
_ - -· - · · -
senfamiento de sorpresa (Uberaschung) ante la extrañez-ª
- - __..,,,___.._ ....,, . _ -   _ · ·
{Befremden) del precepto: «Amarás a t & w:ójimo c m¡io  a ti
{Befremde
mismo».. E n ese
mismo»
  p f f u l o 5 a e Das Unbehagen in der
u diíiJ:  lmalestar en la cultura], Freud se l ehen i ,
protesta: ¡no, no es posible
Lacan responde diciendo por qué es así para Freud y, co-
mo consecuencia, por qué este no sabe qué pensar en cuanto
a las razones de la malignidad del superyó.
Con claridad-:- Freud ~ t e a que el problema es el de
siempre y el de todo el mundo: el problema del goce del
Otro ¡y el pro
propio
pio Sucede que . posible que el goce no
sea del orden de
dell bien y el bienestar. Entonces, ¿no hay u n
azo entre el goce
goce del O tr
troo y la maldad? ¿Es una relación ne
cesaria o contingent e? Allí
Allí donde Freud tropieza con el pre
cepto de amar al prójimo como a uno mismo, Lacan va a
avanzar.

El verdadero escánd
escándalo
alo
Pero va a avanzar por ese camino que Freud fue el pri
mero en trazar, señalando cuál es el verdadero e s e ~
la maldad.del.p t .óji.:m.Q; Lacan lo re t ó"
ma muy claramente el
ma

144 145
 

tividad posible al discurso del otro. Este no puede parecer IV Histeria


más que insen sato. Así, Lacan podía decir:

inconcebible que un obsesivo pueda asignar el menor


ntido al discurso de otro obsesivo. Incluso puede decirse
ue de allí surgen las guerras de religión
religión».
». 22

Y lo «religioso» puede encontrarse por doquier aun en


la comunidad analítica. 23
Al contrar io, ir hasta el final del propio análisis e s descu
brir otra ley, la del deseo, mediante la cua l el goce puede :rl
c a n ~ a s e i 7 J ; f l U ~ O a ¿   f i ñ t e r d i c t o en el ri esi2:de la
pérdida de dominio y normalidad social. -

22
«Introduction a l édition allemande des Ecrits» Scilicet nº 5, París:
Seuil, 1975, pág. 16.
23
Así, se calificará de «trabajo» la experiencia analítica, olvidando que
la etimología de esta palabra tripalium se refiere a un instrumento de
tortura. ¿No es la orden de hierro del superyó?

156

l. La subversi
subversión
ón histérica
¿Se puede aún hablar de his teri a? ¿Cómo
¿Cómo definirla? ¿No
es cualquier definición efimera y cuestionada sin cesar en
función del contexto social?
Sin embargo, quienes usan esta denominación, ¿no de
ben saber por fin, después de tantos siglo
sigloss de invest igación
y de atención terapéuti ca?
La histeria desconcierta en primer lugar por los sínto
mas que se le atribuyen. En efecto, son contradictorios: lll.l ll. L .
sa y el llanto, la depresión y la euforia, la frigidez y el ardor,
' 1a hi2erestesia y la _anestesia, la afasia y l a volubilidad', la \
~ i y la bulimia las convulsiones y las parálisis: -la \
epilepsia y la contracción, etcéter.
etcéter.11
11 1
Pero ¿qué pasa con su causa? ¿Qué respuesta de orden
etiológico? En este aspecto, es sorprendente comprobar una
constante en la respuesta de quienes saben: la causa sería
del orden de una fuerza, un poder a la vez interno y externo,
que una vez libre trastorna a pesar nuestro, nuestras sen
saciones, pensamientos y actos. En el transcurso de los si
glos esta fuer za recibió diversos nombres, y la historia de la
histeria es la de una sinonimia.

E n l a Antigüedad

Desde la época de los médicos y filósofos griegos hasta el


siglo XVII, la patología histéric a ta hysterika pathe) provie
ne del ?11-o..fem.e.Qino del útero hystéra). Cuando este se
mueve   el c u e r p   prov?ca s o ~ o c : l c ~ afQ:-
nía, p j l ~ p   o r p o r . Esa es la postura de Hípócrates , Cel Cel
Areteo y Soranos.
Pero ¿por qué entonces ese trastorno y no otro? Debido a
la falta de relaciones sexuales (viudas,
(viudas, m ujeres sin hijos
hijos);); de

&. '
159
 

2. L a ruptura freudiana

El descubrimiento de Freud consistió en abrir un nuevo


camino. T e ó l o f f   médicos no sabm _ ; toca a la histérica
hablar, y_ l 2sicoanalista, recibir 12alabra.
E n efec
efecto,
to, el psicoanáli sis no se funda en otra cosa que la
regla fundamental, es decir a la inversa de lo que se
aprende en la escuela- , la posibilidad brindada al sujeto de
hablar asociando con toda libertad, no «libremente», sino
como
como se lele ocurra. ¡Nad a ele hermenéutica, nada ele teoría a
«aplicar»
«aplicar» al caso de cada uno y cada una La libr e as asoc1
oc1aa éiüñ
proccGeCfe l sujeto y no del analista.

La verdad habla yo [je]

¿Por qué, entonces? Porque la verdad habla así y no de .


otra manera. Habla histéricamente, en el imprevisto , el zi
zig-
g-  1 og( O J
~ el malentendido, ~ s íntoma, el acto ~ ~ i d o el sue- - l /7 .,,(
fio, fa afo biá que surge repent ina. a parfal U e esec5ñ="'
tem o nwnifiesto sólo el ü ~ e d e pasar al contenido
latente gracias a sus propias asociaciones, esto es, puede
contestar la pregunta: ¿qué quiere eso eso al decir eso
eso??
El oyente que es el analista ha tenido que aprender ele su
propio análisis que no hay motivo para exasperarse ante la
extravagancia y la incoherencia del discurso
discurso del analiza nte.
En efecto, la asociación no es «libre»
«libre » en el sentido de arbitra
ria; oculta una razón que es preciso descubrir.
L a verdad habla por la boca del analizan e que dice
siempre la verdad, aunque nunca toda. Respuesta: «Le creo,
por más que usted diga», lo cua l no implic
i mplic a «creo
«creo en elello
lo»,
», en
el sentido de adhesión a u n saber referencial. El saber tex
tual, no referencial, de lo que se dice basta r ~
E n efecto, las formaciones del inconsciente son un retor
no de lo reprimido, que se debe escuchar y analizar en s u Ji-

167
 

3. L a histe ria no es una neurosis

De 1953 a 1963, Lacan justificaba a Freu<l mostrando la


primacía ele lo simbólico sobre lo imaginario. A partir de
1964, en su seminario o b r e l o s c u a t r _ o c o n c e p t o f m 1 c l a n ~ n
W e S d ~ psicoanálisis, va a «ir más lejos que Freud», según
lo que señala en la primera a s ~ del s e m i n a ~ i o üit e rrumpi-
do sobre los Nombr es-del-Padre. E interroga a Freudjusta-
mente a propósito de la histeria. ¿Qué dice al respecto el 15
de enero de 1964?

«El rasgo diíerenci_al de la histérica es precisamente este: en


~ 2 . V i J J . ü e n t o m i s m o _ ~ a r c n t i t n y e s u d e s e o Así
pues, no es sorprendente que Freud haya entrado por esta
puerta en lo que eran en realidad, las relaciones del deseo
con el lenguaje, para descubrir los mecanismos del incons
ciente».1

E n este punto Lacan reconoce en Freud «el rasgo de su


genio». Pero agrega de inmediato:

«El hecho de que, para curar a la histérica de todos sus sín


tomas la mejor manera sea satisfacer su deseo de histérica
que para ella consiste en mostrar a nuestras miradas su
deseo i n s a t i s f e c h ~ , deja íntegrame ñ te fuera del campo lá

cuestioñ espedfica del porqué ~ ó l Q pl _ede S ~ n e r SU deseo

 
como
com o deseo insatisfecho. Por eso la histeria nos pone, Clina
yo, tras -Ta pista de c· r t ca o orºg al de S i n
duda es preciso que aya uno. La verda no puede ser más
que una sola cosa: es el deseo del propio Freud a saber, el
hecho de que en Freud hay algo que jamás se analizó».

1 e Séminaire Liure XI Les qualre concepls fondamen.laux de la psy-

chanalyse op cit. pág. 16.

175
 

Pero el analizante ( ) proviene de los tres discursos la producción de u n análisis es la de los significantes

-----
precedentes de modo que el análisis modifica la amos que condicionaron ese inconsciente;
con cada uno de ellos: :') la verdad es 1 C Q n q g i § t 1 1 ~ c l r l u s de

Con el discurso del amo. El análisis produce el retorno ~ ª 1 1 saber que es inconsciente (82).

de lo reprimido
reprim ido de lo loss significantes que constituyeron el in
consciente
conscie nte del anali zante. nfuers"Ojla relación S l l a se
"Ojla sí{{ más allá ll e lo no analizado de Freud y por lo tanto

invierte e n a / S l . más altt-deht  eo de la histérica, ese lazo social
social tiene como
efecto, en el fin del análisis, que el sujeto pueda identificar
81 a se con el objeto a. ¿Para quién? Esto no incumbe más que al
sujeto situado más allá del discurso del analista. Pero si él
ocupa a su vez el lugar de agente en ese lazo social, ¿no se

~ ~
puede decir nada de ello? Por cierto que no.

81

- Con el discurso del universitario. Para el analizante, el


sujeto supuesto saber existía ya a partir de este lazo social,
social,
de modo que lo atribuye a tal o cual analista.
- Con el discurso de la histérica. Este discurso apareció
recientemente. discurso
original de todaElociedad del amoelestá
humana;
en el fundamento
discurso del universi
tario  §11r:gió más ª r ~ con el
el nacimiento
nacimie nto de la escrit
escrituu ra. En
cambio, el discurso de la íiISt
íiIStérica
érica es el tercero en ap are cer,
con el sujeto cartesiano y la modernidacfAh ora bien,
las -épocas históricás  y los lugare sgeogralicos en que nació
el sujeto de la ciencia permiten la instauración del discurso
del analista. Sólo el sujeto dividido del discurso de la histéri
· · -
ca es quien 12üede demandar hacer u n análisis. Só Q_puedp

noer yanalizante quiende


no psiquiátrico ha sido
~ ~ histérico
- en- el sentido lacania-
  c oñ to d ü;-
ü;-eCdisc
eCdiscÚ
Úrso del analista transforma radical
mente lo que el analizante recibió de los tres discursos pre
cedentes:
l agente es un analista en quien ese semblante que
~ es la imagen corporal no se sostiene narcisistamente
del ideal del yo,
yo, sino del objeto a
é otro es el analizante como sujeto de la ciencia,

puesto que
análisis
«el sujeto sobre el cual actuamos en psico
no puede ser sino el sujeto de la ciencia», de
cía Lacan; 4
4 Ecrits op cit. pág. 858.

182 183

4. L a his
histe
teria
ria del psicoanálisis
psicoanálisis

¿Podemos decir: «Usted es un analista »? ¿Podemos decir:


«Soy u n analista»? Lacan lo creyó durante un tiempo; en la
déca da de 1950, puntuaba el enuncia do de su seminario con
un «¡nosotros, analistas ».
n 1953, en el Congreso de Roma,
Roma, califica púb lica ment e
del siguiente modo a Serge Leclaire:

«Por la respuesta que merece de mí frente a ustedes, "eres


un analista", le r indo homenaj e por lo que arrostró al plan
tearla».1
Leclaire le responderá el 15 de marzo de 1977 con una
carta abierta:

«El ser analista con que usted me homenajeaba ("eres un


analista"), y del que hoy sólo
sólo puede poner de relieve la vani
dad, no deja por ell
ello
o de estar atrapado en la aberración de
un fantasma de origen». 2

l propio Lacan se desautorizará con u n juego de pala


bras: Tu est [tú eres], tuer [matar].
n efec
efecto,
to, el psicoanál isis es la recusación de todo juicio
juicio
ontológico quec onjugue esenci a y existencia: existe ~
realíza la esencia del psicoanalista . Mediañt
Mediañt'e
'e el juicio de
existencia, afirmo que una existencia consumada encarna
el «aquello que» de la definición conceptu al de una esencia.
s la posició
posición
n de la locura: «tomarse por». Lacan terminará
p o r impugnar-la p6si0ilidad de cualquier ontología con la
afirmación de la división del sujeto según el cogito cartesia-

1 a Psychanalyse nº 1 París: PUF, 1956, pág. 253.


2
«Son psychanalyste», lnterprétation nº 21, 1978, pág. 56.

85
 

tronazgo del didáctico sobre su camarilla». 11 Es el signo de Conclusión


la decadencia de la institución. Esta ya no es una escuela
sino u n lugar para hacerse u n nombre propio entre el públi
co una especie de plataforma publicitaria en nombre del acac
to analítico.
La historia del movimiento analítico nos muestra que
ese ciclo dura entre ocho y doce años. Provoca entonces una
cns1s.
Ese es el testimonio del psicoanálisis:
psicoanálisis: una disolución pe
riódica permite una refundación. Esta elecc
elección
ión es analític a, El final del siglo XX no es el fin del psicoanálisis. Pero
y preferida a la esclerosis bajo el patronazgo, manifiesto u nos revela más claramente que nunca lo que habrá sido la
oculto, del didáctico. historia de la transmisión de la enseñanza de Lacan: una

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