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CAPITULO 3
Empresa,
Persona
y Trabajo
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3.1 La Ética en la Empresa y en los Negocios
No cabe duda que en el mundo de los negocios para que una
empresa se mantenga fuerte, consistente y productiva es esencial
que cuente con un Código de Ética pero sobre todo que lo lleve
a la práctica; otro punto que deben considerar es el liderazgo,
pero hablamos de un liderazgo alimentado de convicciones y de
principios sólidos, de actitudes equilibradas, de lucidez intelectual
y moral en la toma de decisiones, en suma, un liderazgo fundado
en el conocimiento, discernimiento y práctica de la ética. Es
decir, que aquellas empresas que se han constituido sobre bases
morales han alcanzado tanto la prosperidad como la estabilidad
y en ello reside la importancia de la ética para alcanzar el éxito.
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porque si bien la conciencia en tanto no haya sido pervertida puede juzgar rectamente sobre el
bien, conviene alcanzar una conciencia moral crítica y reflexiva capaz de proyectarse en la vida
y en el quehacer profesional.
• Las Teorías de la Justicia Social se fundan en los derechos de todos los hombres
derivados de su dignidad e igualdad. De aquí se sigue el carácter de la Justicia distributiva:
A todos por igual de acuerdo al contrato social entre los hombres.
• Las Teorías Libertarías: Parten del supuesto que funda el ejercicio de las libertades:
Si todos los hombres gozan de libertad, podrán desarrollar ampliamente sus habilidades,
y el desarrollo de las habilidades humanas dará lugar a la abundancia y riqueza que una
mano invisible se encargará de repartir (A. Smíth, 1776).
“A cada quien de acuerdo a sus necesidades y que cada quien aporte de acuerdo con sus
aptitudes.”
El trabajo según las aptitudes es el trabajo personalizante, realizador, y recibir los satisfactores
de las necesidades es lo que se persigue como recompensa. Sin embargo, el dilema de esta
fórmula ideal es que supone una sociedad que supere el individualismo hedonista, el supremo
valor del dinero y la competencia como móviles de la existencia. Sociedad muy lejana y hasta
casi inimaginable desde nuestra realidad.
• La Teoría del Equilibrio Dinámico se establece entre las posturas extremas del relativismo
y la universalidad. El relativismo extremo implica admitir todas las diferencias culturales
aún cuando sean moralmente reprochables; en tanto que la universalidad absoluta no
tolera ese tipo de diferencias aunque resulten muy razonables. Consideradas estas posturas
desde sus extremos resultan antagónicas e irreconciliables, sin embargo, como lo expresa
Medina (1997, p. 68).
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Siempre lo ético tendrá que ver con el nivel de lo ideal, y, esta condición no invalida en nada
su pertinencia como referente que conduce y orienta el quehacer social de los individuos en un
grupo social.
Hoy en día la sociedad acepta de manera positiva la actividad de los negocios, sin embargo,
persiste una sensación de que en este ámbito el aprovechamiento a ultranza es el único objetivo.
Al ser la actividad de la producción de bienes y servicios y su intercambio consustancial a la cultura
contemporánea, debemos reflexionar éticamente sobre ella y profundizando la comprensión de
las instancias valorativas en juego, impulsar el desarrollo simultáneo de la búsqueda del bien
común y de la justa rentabilidad o beneficio.
El primer nivel se refiere a la construcción filosófica, política, económica y jurídica del sistema
imperante. El libre mercado tiene su teorización en los campos del conocimiento que mencionamos.
Encontramos referentes en los conceptos del liberalismo, de la protección de la individualidad,
de la necesaria libertad que debe darse para que las personas emprendan y generen riqueza.
El sistema jurídico toma estas consideraciones y lleva a la condición de norma de derecho a
todas estas ideas, y, al crearse un marco normativo con esas características, el sistema como
tal tiene la posibilidad legal de funcionar. La reflexión en este nivel generalísimo es fundamental
y debe permanentemente evolucionar. Una comprensión unilateral de todo lo dicho llevaría a
situaciones de explotación inmisericorde de unos individuos sobre otros, de unos grupos sobre
otros, de ciertas corporaciones sobre otras. Y, esa realidad no es la que se quiere. La reflexión
ética atenúa ese tipo de radicalizaciones y orienta la praxis empresarial y comercial hacia la
consideración de otros valores que no son exclusivamente los individuales y grupales.
El segundo nivel de análisis tiene que ver con la ética de las empresas y corporaciones,
consideradas como personas jurídicas que persiguen objetivos específicos. Los grupos de
producción o de comercialización tienen responsabilidades al interior de sus organizaciones y
también tienen obligaciones fuera de ellas, con el entorno en el que interactúan. Hacia el interior
de las corporaciones encontramos situaciones relacionadas con los accionistas o inversionistas,
con sus expectativas y objetivos que deben ser cumplidos y la empresa debe responder ante
ellos. También se encuentran los miembros de la empresa, trabajadores o empleados, quienes
deben satisfacer su necesidad de salarios adecuados, lugares de trabajo funcionales y cómodos,
así como sus expectativas de crecimiento y desarrollo a través de procesos internos apropiados y
que apunten a la satisfacción de todo el personal que conforma la organización. Hacia el exterior
o entorno social y natural, las responsabilidades de la organización son variadas e importantes.
Por ejemplo el mantenimiento de una relación de honradez, honorabilidad y respeto a los
contratos con sus proveedores. Los consumidores de los productos o usuarios de los servicios
generados por la corporación deben ser tratados adecuadamente, generando bienes de calidad
o servicios de excelencia. La comunidad en la que se desarrolla debe recibir un aporte positivo
de la empresa, que se traduce en el respeto de su cultura o idiosincracia y el fortalecimiento de
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sus valores cívicos positivos. Por fin, el medio ambiente debe ser respetado y protegido. Todos
estos aspectos se relacionan con el concepto fundamental de la ética émpresarial que se resume
en una frase... responsabilidad social.
El tercer nivel se refiere a la ética de los individuos. Los miembros de la organización tienen
una serie de responsabilidades frente a la misma: Lealtad, honradez, motivación, respeto a
todas las instancias, trabajo en equipo, generación de valor agregado, cooperación, esfuerzo y
sacrificio por el cumplimiento de los objetivos planteados. A veces la óptica personal tergiversa
toda esta conceptualización y exige a la émpresa, sin percartarse de que también cada uno de
sus miembros tiene obligaciones morales frente a ella.
Cabe mencionar que el segundo modelo quizás sea el más conocido y el más común, que no
demande una especial descripción, sino solo algunas consideraciones imprescindibles por su
agravio a la ética: La persona es puesta al servicio del capital (de hecho se convierte en “capital
humano” al servicio de la ganancia).
La persona funciona como un medio de producción, como mercancía (en general recurso barato
por su abundante oferta en el mercado).
La ética apuesta por el otro modelo de empresa, puesto que considera a la persona como lo más
importante, cuyo trabajo resulta muy productivo puesto que se da en condiciones concordantes
con la dignidad, los intereses y las aptitudes de los trabajadores y por tanto es creativo y
realizador.
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La ética apuesta por el reto inteligente de una empresa entendida y vivida como una comunidad
de semejantes que poniendo a la persona como fin en sí-y que por ello y no a pesar de ello-logra
la eficiencia sin la cual no podría subsistir.
A continuación, ponemos a su alcance algunos principios morales tomados del libro de Carlos
Llano, Dilemas éticos de la empresa contemporánea.
• No deben utilizarse medios moralmente malos, a pesar que los fines sean buenos. Este
principio puede expresarse así: “El fin no justifica los medios”. Por cuanto, no se puede
justificar el malentendido como privación del bien para obtener el bien. El bien, si lo es,
ha de ser solo e íntegramente bien.
• No deben perseguirse fines buenos que tengan efectos previsiblemente malos. Por ejemplo:
El desarrollo industrial que provoca una destrucción ecológica es un ejemplo claro que
justifica el contenido del principio-Gran responsabilidad moral.
• Hay valores que son objetivamente válidos para todas las personas. Si se admite por
“naturaleza” aquello que todos los seres humanos tenemos en común y que constituye el
ser humano, ciertamente existen cosas que favorecen el desarrollo de las personas, su
plenificación, así como otras que dificultan o cercenan su crecimiento personal: Como la
satisfacción de las necesidades básicas y el ejercicio de la libertad en un caso, y en el otro
extremo, la esclavitud o el asesinato. Este parece ser el sentido de las palabras de Václav
Havel (1989) (brillante poeta encarcelado por defender la libertad, y actual presidente
de la República Checa): La estructura de este mundo está constituida por valores que se
encuentran allí (...) desde siempre, antes que hablemos de ellos.
• El bien común es preferible al bien privado si son del mismo orden. Ya hemos hablado
páginas atrás sobre el bien común (bienes materiales, bienes culturales, paz social: orden
tranquilo, fruto de la justicia) definido como el conjunto de elementos sociales que impulsan
el desarrollo de toda persona humana. Es evidente que debe preferirse el bien común al
privado si el privilegio de unos cuantos se contrapone al bienestar de la comunidad. Lo
mismo es válido en la empresa; no es legítimo sacrificar el bien de la comunidad empresarial
para favorecer a uno solo, aunque sea éste el dueño del capital. En el principio se incluye
también la dignidad de la persona, que es el fundamento de la igualdad.
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• La persona no debe considerarse nunca como medio sino como fin.
Por cuanto, estos son solamente algunos de los principios morales necesarios, pero bastan para
mostrar que en el campo de la ética no es difícil saber lo que se debe hacer.
Por cuanto, este acto de saber que se sabe y de conocer que se conoce supone la presencia
de una potencia esencialmente superior a la de los animales, puesto que la naturaleza de las
potencias se conoce por la naturaleza de sus actos. Esta potencia intelectiva Aristóteles la
denominó “alma humana” capaz de entender (intelligere: Leer la interioridad del ser), capaz
de querer, amar, desear, decidir (voluntad por la cual el hombre puede superar infinitamente
al hombre) (Pascal), capaz de aprehender el sentido de lo bueno, de lo bello, de lo justo, de
penetrar el contenido inefable del arte, el lenguaje infinito de la poesía, la sensibilidad inasible
de la comprensión humana.
Asimismo, cabe añadir la máxima distinción del hombre en palabras de Rousseau (1762): El
hombre es un ser libre; la historia de la humanidad ha sido testigo que éste ser siempre ha
luchado cuando ha visto atentada su libertad.
Por cuanto, este conjunto de perfecciones y potencialidades del hombre: Inteligencia, razón,
intuición, sensibilidad estética; su voluntad, potencia de amar, elegir, decidir, hacerse libre; su
energía vital, su pasión, sin la cual nada grande se ha hecho en el mundo, constituyen la dignidad
o grandeza del ser personal y base de todos los derechos.
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Resulta inapropiado decir que el hombre tiene derecho a la dignidad, la libertad y la igualdad,
porque la dignidad es su propio ser. Lo adecuado sería decir que el hombre tiene derecho a ser
tratado de acuerdo a su dignidad: Con igualdad y con derecho al ejercicio de su libertad (por
supuesto, sin libertinaje, respetando la libertad de los demás).
La capacidad moral es la trascendentalidad del profesionista; esto es, su aptitud para abarcar
y traspasar su esfera profesional en un horizonte mucho más amplio, que le hace valer como
persona fuera y dentro de su trabajo. Es decir, el profesionista además debe formarse en sentido
ético: Desarrollar aquellos valores que le permitan ejercer su profesión dignamente para llegar
a ser una persona íntegra.
Se puede entender como ética profesional el estudio de los valores inherente al ejercicio de una
profesión y que emanan de las relaciones que se establecen entre el profesionista y la sociedad.
Recordemos que la actividad profesional constituye una actividad social, poseedora de fines o
bienes internos. Los fines son los que dotan de orientación y sentido a las prácticas profesionales.
Su relevancia podemos encontrarla en la definición de “profesión” que nos da Antonio Peinador.
La profesión es:
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En tal sentido, la profesión no constituye una simple actividad u ocupación, esta debe estar
encaminada hacia un fin noble, es decir, al servicio a los demás: El curar, el enseñar, el informar,
la convivencia justa, etc. Siendo que las profesiones no tendrían sentido en sí mismas sino por los
bienes internos que contienen. Es por ello, que no se podrá comprender lo que representa una
profesión si no se entiende que ésta tiene en su interior una función social: El bienestar común.
Por consiguiente, “el profesional es aquel hombre puesto al servicio de los demás, dentro del
engranaje social, actuando con carácter público y comprometiéndose, en cuanto responsable de
sus actos, ante Dios y ante su conciencia; y, además, ante aquellos a quienes sirve y de quienes
se beneficia por ley de reciprocidad”.
Por tanto, una ética profesional demanda reconocer el bien interno que busca realizar determinada
profesión, caso contrario dicha actividad no tendrá sentido y legitimidad social. Esta forma de
entender las acciones se enmarca en la tradición aristotélica. Para el estagirita, toda actividad
expone una finalidad, la cual constituye su bien; no obstante, no todos los fines son iguales.
Encontraremos fines que son internos a las actividades, es decir, en la realización de la actividad
se encuentra la realización de la finalidad, esto fue denominado por Aristóteles como praxis.
También encontraremos fines que son externos a las actividades, por lo cual las actividades se
convierten en medios para alcanzar dichos fines. Es a esto que Aristóteles denomina poiesis.
MacIntyre tomó dichos términos para definir la práctica, expresando lo siguiente:
b. Establecida socialmente.
Cada actividad expone bienes internos cuya realización hace que ella adquiera sentido. Si soy
médico y me aprovecho de mi condición ante la debilidad de un enfermo, entonces no realizo
el bien interno de la medicina que es curar.
Asimismo, MacIntyre habla de bienes externos legítimos que se obtienen de las prácticas, como
el dinero, el reconocimiento, etc., pero como recordaremos ellos no son el sentido de la actividad.
La corrupción de una actividad tiene lugar cuando se reemplazan los bienes internos por los
externos. Por ejemplo: El profesor ya no enseña bien porque le pagan poco, el comisionado no
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cumple los reglamentos porque aprovecha su cargo para realizar sus intereses personales. Los
bienes externos son legítimos, pero en tanto sean subordinados a los bienes internos, de lo
contrario la actividad profesional deja de tener sentido y legitimidad social.
No obstante, las exigencias sociales así como los cambios científicos y tecnológicos, en ocasiones
demandan a redefinir los bienes internos de nuestras actividades profesionales. Ejemplo: Los
avances de la medicina y las necesidades sociales hacen que la medicina ya no tenga solo
como finalidad el curar, sino que ahora agrega la promoción de la salud y la prevención de las
enfermedades. Y es que el concepto mismo de salud ha sido redefinido, más de acuerdo con
una visión humana integral.
Ahora preste atención a la pregunta y medite: ¿Cuál es el lugar del bien personal o autorrealización
en la actividad profesional?. Cabe decir que la realización de los bienes internos forma parte
de nuestra realización personal, de su proyecto de felicidad. Y es que el “horizonte de plenitud”
(Etxeberria) hace referencia a la vida humana como totalidad. No obstante, esto plantea
serios problemas. La sociedad moderna tiende a fragmentar la vida humana, a no asumirla
integralmente. Por tanto, la vivencia de las actividades profesionales suele ser asfixiante, donde
los sujetos estresados pueden ser eficientes, pero no son felices. Siendo que el problema no
es de las actividades profesionales, responde más bien a la finalidad del sistema económico:
La ganancia.
¿Qué es lo que puede realizar los bienes internos a las prácticas profesionales? Continuando con
los lineamientos aristotélicos, se sostiene que son las virtudes o excelencias (aretai). Las virtudes
profesionales constituyen la parte central de las éticas profesionales, dado que las mismas son
las formas de cómo se realizan los fines de las actividades profesionales.
Para González, ética Profesional es “la reflexión sistemática sobre las normas morales que regulan
el comportamiento en la actividad profesional”.
Sin embargo, la “reflexión sistemática” sobre las normas puede tornar la ética profesional en
una deontología, limitando su valor; para que esto no pase, se ha de requerir que entendamos
las normas morales del profesional no solo como mínimos legales que está obligado a cumplir,
sino como formas de fomentar las virtudes o excelencias de las acciones. Por tanto, no se trata
solamente de revisar y renovar las normas morales de los Códigos de Ética, responde más bien
a promover las virtudes necesarias para alcanzar los fines específicos de la profesión.
Para MacIntyre las virtudes son cualidades adquiridas necesarias para realizar los bienes internos
de las prácticas, por tanto, su carencia impide alcanzar tales bienes.
“La profesionalidad será una virtud pública en la medida en que sirva a los intereses comunes
de la sociedad. No en la medida en que sirva sólo al mantenimiento y conservación de los roles,
funciones y corporaciones existentes. Y será una virtud privada en la medida en que ayude al
individuo a serlo realmente, a ser autónomo y no esclavo de sus actividades”.
Es así que para saber cuáles son las buenas prácticas o virtudes que debe cultivar el profesional,
deben participar tanto los mismos profesionales como los afectados o beneficiarios o usuarios.
Sobre esto, Cortina sostiene:
“Los usuarios son los que experimentan la calidad del servicio prestado y, aunque no conocen la
trama interna de la profesión, resultan indispensables para determinar qué prácticas producen
un servicio de calidad y cuáles no. De ahí que hoy en día los colegios profesionales no puedan
ser cerrados, no puedan diseñar sus códigos ni componer comités sin contar con los ciudadanos
corrientes, con los beneficiarios actuales o virtuales del servicio que prestan a la sociedad. En
este punto deben transformarse radicalmente”.
Es oportuno decir que las profesiones son expresiones de la “actividad humana cooperativa”,
mejor dicho, las prácticas profesionales son comunitarias. Esto por lo menos en tres sentidos.
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1. El profesional comparte con otros profesionales un lenguaje común, un método y hasta
un modo de ser. Donde la transferencia y la renovación del conocimiento especializado, se
lleva a cabo al interior de comunidades profesionales. Es por ello que resulta poco común
(por decirlo de alguna forma), cuando un profesional sociólogo, dicta cursos de especialidad
para administradores. Ello solo se admite cuando el sociólogo también tiene formación de
administrador.
Por último, el ejercicio de las profesiones puede hacer que se amolden a las instituciones públicas
o privadas, solo respetando las normas y procedimientos de la institución y caen en la rutina a tal
punto que dejan de tener en cuenta la misión que tienen. Es lo que se ha llamado “burocratismo”.
En palabras de Cortina:
“Frente al ethos burocrático de quien se atiene al mínimo legal, pide el ethos profesional la
excelencia, porque su compromiso fundamental no es el que les liga a la burocracia, sino a las
personas concretas, a las personas de carne y hueso, cuyo beneficio da sentido a cualquier
actividad e institución social”.
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LA PROFESIÓN COMO EXPRESIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL
Resulta célebre la distinción hegeliana de que la eticidad está comprendida por la familia, la
sociedad civil y el Estado. Sin embargo, la sociedad civil era entendida como expresión de las
actividades económicas, es decir, del mercado. Pero en la actualidad, no es posible sostener
que la sociedad civil esté compuesta básicamente por el mercado y que sea lo único que hace
frente al espacio político.
Cabe decir que la sociedad civil es también el ámbito de las actividades profesionales, la opinión
pública, las asociaciones cívicas y, sin duda, las organizaciones económicas. Esto quiere decir
que las profesiones desempeñan un rol relevante en la sociedad civil, por ello su necesidad de
afirmarse como espacio público diferente de las actividades económicas y de las políticas, que
hoy pretenden ocupar todo el espacio público. Es tanta la relevancia que encierra el espacio
profesional en la sociedad civil que sin dicho espacio ninguna actividad política y empresarial
podría desarrollar sus actividades con óptimos resultados.
Una vez meditado lo expresado, los Colegios Profesionales pueden desempeñar un rol más activo
al interior de la sociedad peruana, con el propósito de superar ese corporativismo que les hace
perder su sentido. Asimismo, las comunidades profesionales tienen una responsabilidad social,
dado que es la misma sociedad la que hace necesaria su existencia.
Finalmente, por pertenecer a la sociedad y porque ella hace necesaria las actividades profesionales,
ella también está autorizada o legitimada para exigir a los profesionales que cumplan con la
realización de los fines o bienes específico.
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Los profesionales de RRHH deben ser coherentes con las necesidades de la propia organización y
deberían hacer confluir ambas necesidades: Las de las personas y las de la estrategia empresarial,
desde la ética y el liderazgo compartido.
La gestión ética de los recursos humanos se basa en el compromiso de sus miembros, siendo
relevante que los objetivos individuales de cada una de las partes se sustituyan por el compromiso
con los valores organizacionales. Siendo esta precisamente la labor de la Gerencia de RRHH:
Luchar por alcanzar un equilibrio entre las partes, empleando para ella la balanza de la Ética.
La gestión ética de los recursos humanos es crucial en las empresas por cuatro razones
fundamentales:
Ahora bien no todos los profesionales tienen las cualidades o el saber hacer para lograr el
compromiso de los trabajadores con la estrategia empresarial, siendo necesario confluyan
los valores de los empleados con los de la organización.
Precisamente debe ser la ética y la filosofía la que haga que los valores de unos y otros
confluyan. Es en esta tremenda responsabilidad donde los profesionales de los recursos
humanos deben jugar un importante papel, en cuanto a líderes que hagan una gestión ética
de los recursos humanos. La gestión ética es una filosofía de liderazgo y gobernanza que
contribuye a la creación de riqueza a largo plazo, y además tiene en consideración a todas
las partes interesadas.
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4. Mejorar el servicio a los clientes
Estos profesionales éticos de los recursos humanos son los responsables, ejerciendo ese
liderazgo transformador, de crear una cultura organizacional que se basará en la confianza y
el respeto entre las partes, logrando el compromiso de los empleados, quienes trabajarán más
motivados y en coherencia con la estrategia empresarial. Esto repercutirá en ofrecer un mejor
servicio a los clientes, una mejora en la calidad lo que reportará una ventaja competitiva.
Podemos concluir diciendo que los profesionales de los recursos humanos guiados por la ética
-la cual debería estar presente en todas las áreas de la organización- debe dar respuesta
a las necesidades de los empleados permitiéndoles su participación activa en la toma de
decisiones, proporcionándoles los recursos y el apoyo organizativo necesarios para ello, pero
a la vez deben ayudar a la alta dirección a alcanzar la eficacia estratégica de la empresa. Se
convierten, por tanto, en líderes indiscutibles que deben ejercer su liderazgo de modo eficaz y
congruente con la estrategia empresarial sin perder de vista las necesidades y requerimientos
de los empleados y empleadas.
La justicia (iustus, ius, iustitia) corresponde al derecho que todos poseemos por igual, mediante
el trabajo, a los satisfactores de las necesidades básicas y a los medios de realización del proyecto
de vida. Según palabras de Aristóteles “Lo que el hombre necesita para vivir es propiedad dada
por la naturaleza (...) porque la naturaleza no ha hecho nada en vano”.
Por otro lado, Platón con respecto a la propiedad expresa que esta debe ser común a todos los
hombres para beneficio de todos; la propiedad privada muchas veces ha sido motivo de discordias,
de pugnas, de violencia. Recordemos que en el Génesis se menciona lo siguiente: La tierra y
todo lo que ella contiene ha sido dado por Dios a todos los hijos de los hombres. Ambrosio de
Milán, maestro de Agustín, expresó: “No es parte de tus bienes lo que tú das al pobre; lo que
le das le pertenece. Porque lo que ha sido dado para el uso de todos, tú te lo apropias”.
¿Qué es lo que podría legitimar, entonces, el régimen de propiedad privada? Hay que subrayar
que la única condición que lo legitima es:
Por tanto, los demás derechos deberán quedar supeditados a esta condición, si no se quiere
obrar con la arbitrariedad de un “derecho” que solo favorece a los privilegiados.
Se ha definido el bien común o justicia social como el conjunto de medios que impulsan el
desarrollo de la persona humana: Medios para poder acceder, a través de un trabajo digno, a los
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satisfactores de las necesidades humanas, a los bienes materiales y culturales que todo hombre
requiere para afirmarse como persona. Adicionalmente a los bienes materiales y culturales, la paz
social es considerada como otro elemento del bien común, ya que sin ella resulta poco factible
la realización de un proyecto de vida. No olvidemos que la paz es la tranquilidad del orden, no
de aquella impuesta por la acción de las armas, la intimidación o el temor.
Por otro lado, recordemos que el fin primario de la política es el bien común. La calidad de
un Gobierno debe juzgarse por el grado que alcanza la justicia social; más aún, lo único que
legitima un régimen político, incluida la democracia, es -si no el ideal logro total- la progresiva
aproximación al bien común. Un Gobierno elegido democráticamente por el pueblo limpiamente
pierde su legitimidad si no camina hacia el bien común, si su política económica favorece a la
minoría y discrimina a la mayoría.
Las empresas de bienes y servicios, también tienen la responsabilidad de procurar el bien común.
Es decir, la empresa está éticamente obligada a fomentar el desarrollo de todos los que la integran
no solamente a través de un salario justo, debe propiciar un clima solidario, subsidiario y los
bienes culturales de acuerdo con la dignidad y libertad correspondientes a todos sin distinción.
Por cuanto, este es el real sentido de la subsidiaridad: Constituye un deber de la empresa brindar
apoyo a todos sus miembros por igual, y cualquier distinción solo se legitima cuando favorece
a los más necesitados (John Rawls, 1971).
Es también el sentido de la solidaridad: La empresa debe actuar como un cuerpo sólido. Cuando
se trata de auxiliar a un miembro débil o afectado, el comportamiento del cuerpo humano es
ejemplar y maravilloso: Una pequeña herida en un dedo pone en movimiento de emergencia
a toda la capacidad del cerebro, del sistema nervioso, de la sensibilidad; todo el poder de la
mente, de la imaginación y de la voluntad para ayudar y sanar al dedo herido.
De modo que esta solidaridad es lo que hace a las empresas fuertes, consistentes, fecundas,
eficientes, como lo demuestra Guadalupe Medina en su brillante tesis “¿Es posible armonizar los
principios éticos (bien común, solidaridad, subsidiaridad) y la eficiencia empresarial?” (1995,
p. 82):
“La meta es que la empresa llegue a ser una verdadera comunidad humana donde se reconozca
la trascendencia de la persona y se logre la integración armoniosa y respetuosa de quienes
aportan trabajo, dirección y capital con el fin de maximizar la productividad, la calidad y, sobre
todo, que se respeten los principios de justicia, solidaridad y subsidiaridad”.
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3.8 Código de Ética Empresarial
A continuación, ponemos a su alcance algunos principios fundamentales para un Código de Ética
(Wharton School’s Legal Studies Department) considerados defendibles, funcionales y realistas
para toda empresa y que no excluyen otros que pudieran ser más adecuados a necesidades
específicas:
• Hacer muy bien lo que a cada quien corresponde. La aplicación de este principio
basta para que una empresa funcione a la medida, porque implica todos los niveles de
mandos y operaciones, relaciones humanas, obligaciones específicas, control de calidad,
responsabilidades especiales, planeación fundada... todo esto con espíritu solidario.
• Evitar conflictos de intereses. El camino más corto del fracaso de una empresa es el
de las pugnas, divisiones y conflictos, que es la vía opuesta a las relaciones solidarias. La
mejor, la única manera de prevenir situaciones conflictivas es el cultivo de la solidaridad,
como se ha descrito anteriormente. Esto requiere un verdadero interés de todos los
miembros del cuerpo empresarial, lo opuesto a las imposiciones dogmáticas, al abuso, a
la explotación.
• Actitud de obediencia a la ley. Cabe señalar que la observancia de la ley y del espíritu
de la ley es una construcción mínima de convivencia respetuosa. Sin embargo, muchas
veces esta construcción es dilapidada; de allí la importancia de la elemental protección
derivada del temor a las sanciones aplicables por violaciones de las leyes. Algunas empresas
suelen burlar las leyes laborales, impositivas, sociales por fines lucrativos o simplemente
porque “los demás lo hacen”.
• Respeto por el bienestar de todo ser humano. Recodemos siempre que toda persona
merece respeto, esto llevado al campo de la empresa, refiere al respeto de clientes,
accionistas, trabajadores y autoridades, quienes merecen respeto, no solamente por el
cargo que desempeñan, ni por los beneficios que otorgan a la empresa, sino por su condición
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de personas. Solamente cuando en una empresa se llega a percibir la dimensión personal
en primer plano, en primera instancia, solo entonces se podrá hablar de adopción de una
Ética empresarial.
Presentamos una serie de cualidades cardinales, que por su sorprendente resultado obtenido
en lo que respecta a riqueza humana y eficiencia empresarial, han sido decisivas para el éxito:
• Carácter instrumental del capital. Responde a un orden natural, dictado por una mente
sana que establece las relaciones del hombre inteligente y libre. Lo contrario es la ganancia
como fin, la persona al servicio del capital, el imperialismo del dinero, que aunque es lo
más común no deja de ser lo más perverso.
• El establecimiento del deber ser del humano se deriva de lo que el hombre es en verdad,
sin megalomanías.
• Existen dos tipos de empresas: Aquellas que tratan al trabajador como persona y las que
tratan a las personas como mercancías.
• Lo que el hombre necesita para vivir es propiedad dada por la naturaleza: De Aristóteles
para los que piensan.
• La tierra y todo lo que ella contiene ha sido dado a todos los hijos de los hombres: Palabras
sagradas (Génesis).
• El régimen de propiedad privada se legitima si y solo si, bajo el mismo se administra mejor
lo que pertenece a todos en favor de todos.
• Los derechos humanos son de todos los humanos: Aunque tautológico, el énfasis es
necesario. La paz del bien común es solo aquella que engendra la justicia: Otra evidencia.
• Lo relevante y difícil de la ética no es saber qué se debe hacer, sino hacer lo que se debe
(reiteración deliberada).
• Los principios, teorías y códigos de ética son obviedades que, a base de repetirse, se
espera sean observados.
• A todos por igual, menos cuando exigen diferencias los más necesitados: Bien dicho por
Rawls.
• “A cada quien de acuerdo a sus necesidades, y cada quien de acuerdo a sus aptitudes”.
• Basta con este principio tomado en serio y en todos los niveles: Haz muy bien lo que te
corresponde.
• La ética sostiene que es falso que esté permitido todo lo que la ley no prohíbe.
• Es falso que una empresa cumple su compromiso con la sociedad si es eficiente: Depende
del destino de la eficiencia.
• Lo más relevante es la persona. Este lema vivido comprende toda la ética en los negocios,
es decir, la calidad humana de la empresa.
De modo que al incorporar la ética a la vida y dentro de ella al trabajo, al asumir la ética como
un nuevo paradigma empresarial se asegura de manera integral un buen presente y un mejor
futuro pues los valores y los principios éticos forjan una ventaja competitiva duradera, real, no
emergente, ni dependiente, ni cuestionable por propios o extraños.
Ser ético es proyectar los valores y principios fundamentales a la realidad, al que hacer,...es
decir, actuar como consecuencia de la interiorización de acciones socialmente responsables que
traigan beneficios individuales y comunitarios.
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Al respecto, ¿cómo se fortalece el comportamiento ético?
Quizá el primero es decidir cómo se cumplirá el plan maestro; las políticas establecidas, los
objetivos estratégicos, las tácticas por adelantar, las cifras por alcanzar, los plazos disponibles...
sabiendo que el fin no justifica los medios y si los medios deben dignificar el fin.
Por eso es importante desarrollar programas de ética que orienten la interiorización de principios
y valores requeridos para una adecuada gestión y que permitan a las personas asumir costumbres
y comportamientos reunidos en un ideario ético que defina lo que es aceptable y las acciones u
omisiones que nos reprochables y que exigirán enmienda.
Porque si bien un actuar poco ético puede traer aparentes beneficios o beneficios a corto plazo, no
he visto hasta la fecha que estos se acompañen de buen futuro, y si definimos la competitividad
como la característica que permite lograr la misión en forma más exitosa y permanente que
otras empresas, entonces se requiere la ética como garante de procesos centrados en nuevas
posibilidades de ganancia.
Es el actuar resultante de asumir un modelo de vida que fortalece el valor moral y eleva la
capacidad de resolver los dilemas éticos que se enfrentan a diario.
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Para finalizar presentamos cinco premisas que te apoyarán si te animas a construir una cultura
ética en tu empresa.
1. “El uso de prácticas éticas aumenta la salud corporativa, la productividad y las relaciones entre
equipos de trabajo, clientes, proveedores,...”.
3. “Siendo la ética la ciencia aplicada al arte de vivir y la moral el conjunto de hechos psicólogos
que dignifican la vida, debemos aplicar conjuntamente la moral y la ética laboral”.
4. “La meta de cualquier empresa debiera ser ganar dinero éticamente para tener un buen
presente y asegurar un mejor futuro”.
5. “Un directivo no puede permitir en su gente actos poco éticos en contra de clientes, proveedores,
colaboradores, socios o del entorno en general”.
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Referencias
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS