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Origen[editar]
La tuna universitaria es una antigua tradición que surgió en España, principalmente
en Salamanca, y posteriormente gracias a su carácter viajero, se extendió a diversas partes de
Europa, como Portugal y Holanda, y en América en países como México, Guatemala, Colombia,
Perú, Puerto Rico, Chile o Argentina, etcétera. Llegó a finales del siglo XIX a través de tunos
españoles, concretamente madrileños.1
Para algunos su origen se ubica entre el siglo XIII o XIV con los continuadores de la
tradición goliarda: en la Edad Media era un tipo de clérigo itinerante (giróvagos o sarabaítas)
que aprovechaba la tradición de hospedaje de los monasterios para vivir sin trabajar
destacándose por su predilección por la música, la bebida, la comida, el juego y los amoríos.
Otro origen, no excluyente, sería el de los estudiantes pobres o sopistas, que vivían de la sopa
boba que daban gratis en los conventos a los necesitados. Estos sopistas se valdrían de sus
habilidades musicales, súplicas o picaresca tunante para cubrir al menos en parte sus estudios y
medios de subsistencia. Sea cual fuera el origen, dejarían con el tiempo una huella que se
refleja ya en el Siglo de Oro como estereotipo del estudiante de carácter alegre y pícaro que
podemos encontrar, por ejemplo, en el entremés cervantino de La cueva de Salamanca.
Etimología[editar]
Tradición e historia[editar]
Siendo una tradición íntimamente ligada a las universidades, las tunas mantienen vivas las
costumbres heredadas de los estudiantes universitarios del siglo XIII. Alfonso X el Sabio se refirió
a los tunos como juglares, en su Código de las Siete Partidas al escribir: «Esos escolares que
trovan y tañen instrumentos para haber mantenencia»5. Coetánea suya, también lo hizo la
obra Razón de amor con los denuestos del agua y el vino, describiendo las cintas que aún
penden sobre la capa del tuno: «una por cada conquista amorosa, una por cada mujer».
El Arcipreste de Hita, en El Libro de buen amor, subraya su carácter mendicante.
... en el cortejo que sale a rescibir a Don Amor : la guitarra morisca, el corpudo alaut, la reciancha
bandurria, el panderete (que) con sonajas de azófar faze dulce sonete.
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La tuna en sus orígenes aglutinaba a aquellos estudiantes que por su condición económica no
podían costearse su estancia en la universidad, y trovaban por las fondas y mesones para
conseguir algo de dinero y un plato de sopa con los que mantenerse. Por esta razón se les
conocía como «sopistas», y se decía que vivían de la sopa boba.
Para tales menesteres portaban guitarras y bandurrias, y cantaban coplas populares. También
se servían de sus habilidades musicales para enamorar a las doncellas que pretendían.
Constancia de ello queda en la primera referencia escrita que hay sobre las tunas, que se
encuentra en el archivo de la Universidad de Lérida, y en la que se prohíbe a los estudiantes
hacer rondas nocturnas bajo pena de confiscarles los instrumentos.
No puede hablarse de tunos, hasta 1538, año en que los sopistas se acogieron a las viviendas
benéficas que les ofrecía la Instrucción para bachilleres de pupilos. A partir de ese momento,
comenzaron a cantar sin que en ello les fuera la supervivencia. Porque, entonces, los ya
exsopistas, en calidad de estudiantes veteranos, se hicieron servir como escuderos por los
«bobos», «pardillos» o estudiantes nuevos, a los que supuestamente debían apoyar, según la
norma, a cambio de legarles su gaya ciencia musical.
Lo cuenta el Guzmán de Alfarache, haciendo hincapié en el estatus de estudiante rico que así
alcanzaron los otrora sopistas. Luego, en El Buscón de Francisco de Quevedo, se habla de las
bromas que les aguantaban los estudiantes novatos, hasta cumplir el meritoriaje que les
terminara equiparando a ellos.
El tuno mendicante casi desaparece de la escena española merced a la abolición de la
obligatoriedad en el uso del traje talar (traje de estudiante), viéndose constreñidos los
estudiantes a colgar manteos y tricornios y a utilizar ropas de gentes, imposibilitándose la
identificación de quienes corren la tuna como pertenecientes a la corporación escolar en el año
de 1835,7 y posteriormente a mediados de siglo durante la regencia de María Cristina, que
permite la libre asociación, se crean asociaciones de músicos y artistas entre las que sobresalen
las «estudiantinas», grupos musicales a la batuta de un director, con un formato de número
musical que fue todo un éxito en la época, haciendo que estudiantinas como la «Figaro»
trascendiera fronteras y continentes.
A imagen de estas estudiantinas, se recrean en las universidades españolas las primeras tunas
como las vemos hoy, que evocan las otrora comparsas de estudiantes que con sotana
y manteo raído recorrían ciudades y campos, pero ahora con el traje y formato musical de la
estudiantina, multiplicándose sus tradicionales galanteos y rondas nocturnas.
Salamanca parece, niña, tu calle, / porque siempre la llenan los estudiantes.
Controversia[editar]
Pese a la antigüedad de la institución o, quizá, debido a ella, la tuna despierta en la actualidad
opiniones encontradas. Partidarios y detractores esgrimen distintos argumentos a favor y en
contra de su existencia. Entre los argumentos de sus partidarios están que la tuna es una
institución «simpática», un grupo cohesionado que defiende valores como la hermandad, la
lealtad, la defensa de las tradiciones estudiantiles, que celebra la alegría de la juventud, la
despreocupación estudiantil y el amor por la música y la sana diversión.
Novatadas[editar]
El novataje es el periodo en el que los nuevos y futuros miembros de la Tuna se forman tanto en
los aspectos musicales como personales, siendo este proceso un método de reforzar los puntos
fuertes y débiles del joven, aunque con variaciones entre las distintas tunas, en general, los
nuevos miembros de la tuna son considerados indignos de portar el traje y la beca hasta haber
demostrado distintos grados de capacidad o pericia tanto musical como en los usos y forma de
comportarse de los tunos veteranos. El periodo de tiempo que los novatos y pardillos (un pardillo
posee traje pero no beca) deben pasar siéndolo varía, dependiendo de su velocidad de
aprendizaje.
Durante ese tiempo son considerados aprendices, es por ello por lo que ayudan a los veteranos
en el desempeño del tunar y están excluidos de «ciertos derechos», asimismo pueden ser objeto
de novatadas aleatorias a capricho de cualquiera de los miembros más veteranos (siempre con
el objetivo de que aprendan las habilidades propias de la tuna de esas novatadas. También es
tradición que novatos y pardillos traten de librarse de ellas, hacer que otro las cumpla y/o
cualquier otro menester que les aligere la carga, ayudándose mutuamente aunque acaben de
conocerse, pues esto es lo que hace hermandad). Transcurrido ese periodo, los novatos que
ameriten acceder al grado de veterano y portar la beca suelen pasar por un rito de paso en
forma de festejo privado en el que se les hace pasar una noche llena de diversión, hermandad,
música y risas. A la finalización de este, al nuevo miembro de pleno derecho de la tuna se le
impone la beca distintiva que le acredita como tal. En algunas tunas el rito de paso se realiza
como condición inicial para entrar en la tuna y acceder a la condición de novato. En otras,
existen grados de «impericia»: pardillo, novato, etc. hasta acceder