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La sexualidad es un aspecto fundamental de la experiencia humana, pero lamentablemente,

sigue rodeada de tabúes y estigmas en muchas sociedades. Uno de los principales


problemas que enfrentamos es la falta de una educación sexual adecuada por parte de
padres e instituciones. Esta carencia de información precisa y comprensiva conduce a una
serie de consecuencias negativas que afectan profundamente la vida sexual y emocional de
las personas.

La vergüenza y la ignorancia son dos de las principales barreras que surgen cuando la
enseñanza de la sexualidad se ve limitada por tabúes y prejuicios. Los padres y las
instituciones a menudo evitan abordar este tema crucial debido a su propia incomodidad o
creencias arraigadas, lo que deja a los jóvenes buscando información en fuentes no
confiables o, peor aún, en la falta de información.

Esta búsqueda de conocimiento en lugares equivocados puede llevar a la adquisición de


información errónea y prácticas sexuales inseguras. Desde mitos sobre la anticoncepción
hasta conceptos distorsionados sobre la intimidad y el consentimiento, la falta de una
educación sexual adecuada puede tener consecuencias graves y duraderas.

Además, la falta de comunicación abierta sobre la sexualidad puede contribuir al desarrollo


de relaciones sexuales poco saludables y a la perpetuación de estereotipos de género
dañinos. La ausencia de discusiones honestas sobre temas como la orientación sexual, el
placer sexual y la diversidad sexual puede dejar a los jóvenes sintiéndose avergonzados de
sus propios cuerpos y deseos.

Para abordar estos problemas, es crucial que los padres y las instituciones reconozcan la
importancia de una educación sexual formal, integral y libre de tabúes. Esto implica
fomentar un ambiente de apertura y confianza donde los jóvenes se sientan seguros de
hacer preguntas y expresar sus inquietudes sobre la sexualidad.

Asimismo, ahondar junto a ellos los pilares de su sexualidad, porque sexualidad va mucho
más allá de encuentros sexuales, ya que posee dimensiones principales de nuestra vida
como lo son las interacciones sociales. Los individuos deben reconocer que hay esferas de
la sexualidad que incluso abarcan áreas multisensoriales, pues evidentemente muchos de
los jóvenes autoeducados en sexualidad no reconocen e incluso evitan.

En consecuencia, con esto, podemos reconocer así que la comunicación en el ámbito de la


sexualidad va más allá, e incluye todas las formas de expresión humana.

Alberto Orlandini, en su Diccionario del amor, define varias formas de comunicación


empleadas en el campo de la sexualidad. Por ejemplo, la comunicación auditiva, donde la
voz humana representa tanto un vínculo de comunicación simbólica como no simbólica. El
paralenguaje, expresado a través de variaciones en el volumen, timbre, velocidad y ritmo de
la voz, transmite tanto el contenido del mensaje como la actitud emocional ante el otro.

La comunicación táctil, por otro lado, es la más importante e imprescindible en el sexo. Los
gestos de amor se ofrecen y reciben a través del tacto, que puede manifestarse de diversas
formas como acariciar, frotar, pellizcar, besar y muchas más. La ausencia de estimulación
táctil puede tener consecuencias negativas, demostrando que el tacto es esencial para la
salud emocional y sexual.

La comunicación visual también juega un papel crucial en la expresión del amor y la


sexualidad. Las expresiones faciales, gestos de las manos y movimientos del cuerpo
transmiten una amplia gama de significados y emociones, contribuyendo a la conexión
emocional y física entre las personas.

En el ámbito de la educación sexual, es esencial reconocer que la comunicación no verbal,


así como la verbal, desempeña un papel fundamental; reconociendo que la educación
sexual no se trata solo de transmitir información sobre anatomía y fisiología, sino también
de promover valores como el respeto, la autonomía y la responsabilidad, para el pleno goce
de cada ámbito de su sexualidad. La sociedad debe darse cuenta de que es solo a través
de una educación sexual inclusiva y libre de tabúes que podemos ayudar a los jóvenes a
desarrollar una sexualidad saludable y positiva, basada en el conocimiento, el respeto
propio y hacia los demás, y la libertad de exploración.

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