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LA DEMOCRACIA RECIENTE
CURSO HISTORIA POLÍTICA ARGENTINA
Hola a todos y a todas, en esta clase vamos a profundizar el estudio de los contenidos
de la última unidad de nuestro Programa, dedicados a la experiencia de democracia política en
que vivimos, es decir, vamos a analizar el período delimitado entre la restauración de la
democracia a fines de 1983 y nuestro presente. Ya en la reunión presencial de esta semana
vimos aspectos de estos contenidos, y con esta clase avanzamos y completamos con su
estudio; así finalizamos también, con la última unidad de nuestro curso.
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Un segundo punto central de estudio a trabajar, se refiere a los problemas que el gobierno del
presidente Raúl Alfonsín debió enfrentar para consolidar un nuevo sistema democrático.
Estos aspectos son, a mi criterio fundamentales, porque se refieren a los problemas
que condicionaron nuestra experiencia histórica más reciente y la vigencia efectiva o limitada,
de los derechos civiles, políticos y sociales que garantiza la democracia.
Tampoco debemos dejar de reflexionar que esta etapa de estudio está vinculada
directamente a nuestra historia inmediata, en la que está inmersa nuestra propia experiencia
personal. Es decir, forma parte de nuestro propio presente, es el tiempo histórico que influye
directamente sobre nuestra vida, sobre nuestro propio desenvolvimiento personal como
ciudadanos. Conocer históricamente las vicisitudes de los primeros años de nuestra reciente
democracia, nos permite comprender sus problemas en el presente y que son los que debemos
enfrentar todos y, tal vez, nos brinde herramientas de análisis y de respuesta para resolverlos.
Mi opinión es que el conocimiento de la conformación de la Argentina más reciente, es clave
para comprender las causas y los factores que condicionan el desenvolvimiento de esta
democracia. Se podría afirmar también, que la experiencia del tipo de desarrollo capitalista
del país en los últimos 40 años (desde 1976, para ser preciso), es el principal problema para
una verdadera transformación democrática, que asegure desde la ciudadanía política a la
social para todos y todas.
Comienzo con un breve estudio de la etapa inicial de la restauración democrática.
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El breve gobierno de Viola implicó un cambio frente al de Videla e incluyó en sus filas de
funcionarios, a un mayor número de civiles y abrió contactos con los partidos políticos y con
el sindicalismo. Su gobierno significó cierta apertura hacia la sociedad civil y ello permitió
que los partidos políticos conformaran un bloque de acción común, con la creación de la
Multipartidaria en 1981. En respuesta a esa apertura, la Multipartidaria integrada por los
partidos mayoritarios y populares (el Partido Justicialista, el Radicalismo, el Partido
Intransigente, el Partido Demócrata Cristiano) comenzó a exigir la restauración de la
democracia. Pero la tendencia aperturista del gobierno militar se clausuró abruptamente, con
el reemplazo de Viola por el general Galtieri en diciembre de 1981, y ello llevó al régimen
militar nuevamente, a una línea dura y de fortalecimiento de la dictadura.
La guerra de Malvinas fue el ensayo del gobierno de Galtieri para lograr restablecer la
unidad militar y otorgar consenso y legitimidad al régimen, pero culminó en un rotundo
fracaso. La derrota militar frente a Gran Bretaña llevó a la crisis definitiva del régimen y abrió
el camino a las demandas de restablecimiento democrático. Como ya vimos en clases previas,
su “herencia” fue terrible: un genocidio y violación de los derechos humanos, endeudamiento
externo monumental, desindustrialización, desempleo, derrota militar en una guerra y 650
soldados muertos en Malvinas.
La descomposición de la dictadura llevó a la transición democrática y evitó la
imposición a la sociedad civil por parte de las Fuerzas Armadas, de condiciones o acuerdos
sobre temas como la violación de los derechos humanos.
La transición democrática fue en realidad un proceso, el período de tiempo que abarcó
el restablecimiento y consolidación de las instituciones republicanas y del gobierno
democrático, es decir, el período de tiempo que llevó construir un régimen político de bases
democráticas sólidas, lo que implicaba que había logrado evitar el surgimiento de propuestas
para su derrocamiento, pero que no era un sistema político justo en lo social. Sin dudas, la
transición democrática se extendió a lo largo del gobierno nacional del primer presidente de
esa democracia, el Radical Raúl Alfonsín. Debe señalarse que ese restablecimiento de la
democracia iba a ser liderado por el Radicalismo, que había triunfado en las elecciones sobre
el peronismo, un hecho singular e inédito para los contemporáneos de ese momento, pero que
también mostraba la búsqueda de la sociedad de no recrear las condiciones de autoritarismo
sindical, de intolerancia y de violencia política directa, que habían caracterizado a la última
experiencia peronista de 1973-1976.
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Para cerrar la reconstrucción de esta etapa, les sugiero que se detengan en el análisis de las
características de la transición política en su primer momento entre 1981 y 1983 y las
consecuencias que tuvo la “Guerra de Malvinas” en la crisis y agotamiento del régimen
militar y en la restauración democrática, por que allí surge también un interrogante que
permite comprender la democratización y otro de sus límites ¿ la salida democrática fue
resultado de un fracaso externo (la guerra), más que de un movimiento de presión interna por
su restablecimiento? Reflexionen sobre esta cuestión.
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refiere a la evolución y situación de las clases medias: si bien éstas crecieron numéricamente
en los años ‘80, las políticas militares (pero también las implementadas por el gobierno de
Alfonsín) llevó a debilitarlas en sus ingresos y en su tradicional poder social y político. La
erosión que sufrieron los sectores medios asalariados vinculados a la burocracia, la educación
y la cultura, por ejemplo, a causa de la caída de sus salarios y por la inflación, son un claro
testimonio de las causas que llevaron a su pérdida de relevancia política en estos años de
inicio de la democracia.
La política económica inicial del Radicalismo liderada por el ministro de Economía
Bernardo Grinspun, se centró sobre lineamientos dirigistas y keynesianos, pero fue rechazada
por los sectores empresariales nacionales y extranjeros y por los organismos de créditos
mundiales. Es probable que, en sus inicios, la dirigencia Radical subestimó la dimensión de la
crisis económica local, no advirtió en su magnitud las condiciones desfavorables externas y
tampoco tal vez, comprendió la dimensión de los cambios en la estructura económica nacional
y el surgimiento de un nuevo núcleo de poder económico con capacidad de vetar y presionar
sobre sus medidas, a través de los mercados financiero y cambiario y en la formación de los
precios. El endeudamiento externo era en 1984 de 45.000 millones dólares y el drenaje de
divisas sólo por el pago de intereses de la deuda era altísimo, ya que se encontraba en torno a
los 5.400 millones de dólares, con lo cuál el gobierno debía enfrentar la presión de los
organismos mundiales de crédito, el FMI y el famoso Club de París, que exigían no sólo el
pago sino imponer políticas de ajuste. A ello hay que sumar la alta inflación, el estancamiento
del crecimiento económico en general y el vaciamiento económico de las empresas estatales,
el déficit fiscal ....
Pero el gobierno confió en que las medidas del programa Grinspun permitirían al país
reiniciar el crecimiento económico y la inversión, a través de una estrategia económica
distribucionista, que posibilitaría recuperar el empleo, hacer crecer los salarios, manteniendo
un importante gasto público que llevaría a ese crecimiento. También se creyó en poder
dominar la inflación a través de acuerdos sectoriales, sin reducir el déficit fiscal y además se
apostó a una política dura con los acreedores externos. Sin embargo, si bien el salario se
recuperó en 1984, la inflación se disparó y otro dato alarmante fue que el PBI no creció ese
año. Como señalan diversos economistas, el fracaso de este programa se debió
fundamentalmente, a la oposición de las fracciones económicas que emergieron como
dominantes de la economía gracias a la política de la dictadura militar. El nuevo poder
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económico impuso su veto y oposición a esta política propia de los gobiernos democráticos
anteriores a 1976 e impulsada nuevamente por el gobierno de Alfonsín.
La gran inflación de fines de 1984 y comienzos de 1985 y el fracaso de crear un club
de deudores latinoamericanos, llevó al gobierno a reemplazar al ministro Grinspun por Juan
Sourrouille. El nuevo ministro y su equipo implementaron un programa de ajuste económico
heterodoxo: el Plan Austral. Este contó con el consenso de los grandes grupos económicos
nacionales y transnacionales y fue fiscalizado por el FMI. El punto a remarcar aquí es que el
nuevo plan económico significó una profunda reorientación del gobierno de su política
económica, que la adecuó a los intereses y a la lógica de acumulación de los grandes grupos y
a las demandas del FMI de pago de la deuda externa.
Así, en plena democracia y en un gobierno representante de un partido nacional y
popular, se produjo un giro ideológico neoliberal en sus planteos de gobierno y de los
fundamentos de su política económica, que conviene detenerse a señalar, no para denunciar
una conversión ideológica sino para comprenderla como aspecto constitutivo de una puja de
intereses, entre una dirigencia política democrática representante de amplios sectores medios
y populares y los grandes grupos económicos. Fue el comienzo de la inflexión y conversión de
esa dirigencia hacia el neoliberalismo como única salida a la gobernabilidad democrática....
Así, los nuevos ejes de diagnóstico y propuestas económicas pasaron por encumbrar
un verdadero equipo de técnicos al Ministerio de Economía liderado por Juan V. Sourrouille
y priorizar el control de la inflación y reducir el gasto público, fortalecer las exportaciones y
las inversiones y el pago de la deuda externa, relegando las medidas distribucionistas. El
gobierno Radical fue así asumiendo las demandas económicas formuladas por las grandes
corporaciones industriales y financieras nacionales e internacionales, y dejando en un lugar
subordinado no sólo ya las demandas provenientes de los sectores populares, sino también de
quienes conformaron las bases de su sustento electoral, las clases medias. Avanzado el
período, frente a los problemas de la inflación y las presiones de los grupos económicos
internos y el FMI, el gobierno avanzó hacia un ensayo (aunque no logrado por la oposición
política y sindical peronista), de reforma estructural del Estado, de privatización parcial de sus
empresas, de inicio de una desregulación del mercado laboral y de apertura más amplia de la
economía.
Así, en una visión de conjunto del gobierno Radical, es posible marcar una evolución
del mismo hacia su subordinación a los grupos económicos concentrados nacionales e
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En este punto, es importante volver a reflexionar sobre las posibilidades del desarrollo de la
democracia: el gobierno de Alfonsín, al subordinar su política económica a las presiones del
capital concentrado, reforzó y consolidó a éste y debilitó las propias bases fiscales,
burocráticas y políticas del Estado. Así, su gobierno no pudo llevar adelante la inversión
pública, impulsar el crecimiento económico y el empleo, la mejora en la distribución del
ingreso y mejorar la educación pública y universitaria, la salud o modernizar la gestión de los
servicios públicos que brindaba en su carácter de Estado empresario (gestión de FFCC, Gas,
teléfonos, electricidad, aerolíneas, medios de comunicación), ya que su gestión carecía de los
suficientes recursos para ello, que paradójicamente, destinaba al pago de la deuda y a
subsidiar a los grandes sectores empresariales.
En este sentido, hay continuidad de las políticas del gobierno democrático con las
políticas económicas de la dictadura. De hecho, en democracia se continuó con la lógica de
desenvolvimiento del capital concentrado y la valorización financiera. Se consolidó el
“modelo de valorización financiera” y el bloque de poder económico que habían emergido del
último régimen militar y, por esa vía, reforzó el proceso de disciplinamiento social inaugurado
el 24 de marzo de 1976.
La hiperinflación de 1989, significó las peores consecuencias del debilitamiento del
poder estatal: el Estado no fue capaz de asegurar ni siquiera el valor de la moneda, uno de los
símbolos primarios y principales de estatidad, llevando a los saqueos y la violencia entre
ciudadanos: a la disolución del mismo tejido social. La etapa inaugurada por el gobierno
peronista en los años ‘90, llevaría adelante la reforma del Estado pregonada por el
neoliberalismo y apoyada por el capital concentrado nacional y extranjero.
Pero me gustaría ampliar el análisis de este primer gobierno democrático de Alfonsín,
con la reconstrucción de la política de juzgamiento de las violaciones de los derechos
humanos durante la dictadura, que me parece, permite tener una visión más integral de este
gobierno y comprender sus límites y sus claudicaciones y, además, no evaluarlo
excluyentemente, como un régimen al servicio del nuevo poder económico. Esta política,
como vimos en la clase presencial previa, fue llevada adelante con la anulación de la
autoamnistía militar, con la reforma del Código de Justicia Militar, con el juicio a las juntas
militares y con el informe de la CONADEP. Y esto demostró la voluntad de Alfonsín de
juzgar los crímenes cometidos por los militares y no generar olvido e impunidad de ese
pasado. Pero también ella tuvo sus límites.
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En efecto, esta política fue limitada, ya que no permitió desarrollar una investigación
parlamentaria sobre esas violaciones a los derechos humanos y del Terrorismo de Estado, que
era una iniciativa que reclamaban las organizaciones de derechos humanos. A pesar de sus
límites la política gubernamental logró juzgar a las Juntas Militares y ampliar la investigación
judicial de los cuadros de oficiales de las Fuerzas Armadas y de la policía de Buenos Aires,
que participaron del Terrorismo estatal. El Informe de la CONADEP expuesto en el Nunca
Más, como ya analizamos, demostró las violaciones sistemáticas a los derechos humanos del
régimen militar.
Pero el gobierno Radical claudicó también en esta política de judicialización de las
violaciones a los derechos humanos, a causa de los levantamientos militares de 1987, que
llevaron a promulgar al Congreso argentino, las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final,
que pusieron límites a la justicia. Analicen estas leyes que expresaron esa política de
impunidad a las violaciones de derechos humanos.
El gobierno debió enfrentar la “amenaza” militar, es decir, las sucesivas rebeliones de
grupos del ejército, que rechazaban la política de juzgamiento por su violación de los
derechos humanos. Allí se manifestó también la “revancha” de la corporación militar con la
que el gobierno había confrontado en su primera etapa, ya que logró poner límites a los juicios
a través de esas leyes.
Todo ello demuestra que el gobierno debió enfrentar problemas centrales para la
construcción de un orden democrático frente a otros factores de poder reales, además del
económico: las Fuerzas Armadas, en particular, pero también frente a la presión de la cúpula
de Iglesia Católica (que apoyaba el indulto a los sectores policiales y militares comprometidos
con el Terrorismo de Estado).
Una posibilidad del gobierno para no quedar subordinado a los diversos factores de
poder del período y profundizar la democracia, era aumentar sus apoyos más allá de los
electorales que ya poseía, instaurando un nuevo tipo de alianzas sociales en el país, que
incluyera una agenda de cuestiones nacionales a resolver, acordadas por los partidos y
diversos grupos sociales y económicos. Pero para articular estas alianzas, las dirigencias de
los dos partidos mayoritarios y populares (como también las otras fuerzas políticas,
principalmente las izquierdas) se mostraron incapaces. Aquí, en la incapacidad de pensar
acuerdos políticos de largo alcance, construyendo mayorías con consensos políticos de fondo
(como fue el gran ejemplo de la época, el pacto de la Moncloa, de los partidos españoles en la
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exposición o repercusión pública y política, pero que fueron decisivos para marcar la gestión
económica del gobierno.
En síntesis y para terminar esta exposición, la experiencia de los primeros años de la
restauración democrática se cierra con las elecciones presidenciales de 1989 y con una crisis
económica y política excepcional y del propio Estado, que puso en jaque la capacidad de
gobernabilidad de Alfonsín. Así, esta experiencia se clausuró con el triunfo electoral peronista
y con la renuncia del presidente y la entrega adelantada del gobierno, en el marco de una
crisis económica, social y política, caracterizada por un proceso hiperinflacionario y protestas
sociales. Comenzó a partir de ese momento, otra experiencia de gobierno democrático, que
implementó directamente en la Argentina el proyecto de sociedad, de Estado y de economía
neoliberal a lo largo de la década del ’90.
La Argentina vivió tal vez, en los años ’90, el experimento más acabado y rápido de
transformación de su sociedad desde los años peronistas del ’45 y este proceso de reforma
liquidó, como señaló Tulio Halperín Donghi en La larga agonía de la Argentina peronista,
los restos de la sociedad que el peronismo había dado forma en la segunda posguerra. Estos
cambios fueron muy similares a los ya experimentados por los gobiernos conservadores de
Gran Bretaña (Thatcher) o los Estados Unidos (Ronald Reagan) en los años de 1980 y no fue
la Argentina el único país que los experimentó: la mayoría de los países de América Latina
llevaron adelante las políticas de reforma estructural de sus economías, recomendadas por el
Banco Mundial y el FMI. Creo que para una comprensión histórica precisa de este proceso de
reformulación del capitalismo argentino, deben ubicarlo en las coordenadas del proceso
mundial más amplio, que tuvo que ver también con el derrumbe de los países comunistas
(caída del Muro de Berlín y desintegración de la URSS) que expresó el fin de la Guerra Fría y
el triunfo final del capitalismo, aunque (me adelanto para que no me cuestionen), no significó
el fin de la historia. Piensen el “experimento neoliberal” en nuestro país, relacionándolo con
ese contexto mayor de transformaciones económicas e ideológicas mundiales.
El punto de partida de esta profunda transformación de la Argentina se ubicó en la
coyuntura de la debacle del gobierno radical de Alfonsín y el triunfo electoral en las
elecciones presidenciales del candidato del peronismo, Carlos Menem. Su presidencia,
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iniciada anticipadamente en julio de 1989 por la renuncia del líder radical, se vio inmersa en
la gran crisis económica – social, expresada en el alza especulativa del dólar, por la situación
de varios momentos de hiperinflación, y de los fracasos de los planes económicos que entre
1989 y principios de 1991, mantuvieron en zozobra y angustia a los argentinos.
Este es un primer punto a detenerse a analizar con profundidad, ya que lo que se
conoció como las hiperinflaciones en esos años, fueron la expresión de una serie de golpes de
mercado impulsados por los grandes grupos económicos y financieros, propietarios de divisas
extranjeras, que especularon contra el valor de la moneda argentina y llevaron a la bancarrota
del Estado y a una gran transferencia de ingresos desde los asalariados a esos grandes grupos
posicionados en divisas extranjeras. De hecho, el gran alza de precios implicó la crisis
definitiva del Estado intervencionista, empresario y de compromiso social que aún quedaba
en pie y abrió el camino a la adopción explícita de las políticas neoliberales como única e
inevitable solución a los problemas del país.
Analicen con detenimiento que las hiperinflaciones además de ser grandes inflaciones
(alzas continuas y violentas de precios), implicaron una gran transferencia de ingresos desde
los sectores asalariados y populares hacia los grandes sectores empresarios y, de hecho,
llevaron a la liquidación de los ingresos de los primeros. Pero el aspecto que aquí debemos
introducir para comprender el triunfo ideológico, esto es, la aceptación y hasta el consenso
que (aunque fuera pasivo) de la sociedad y de las dirigencias de los partidos mayoritarios, del
proyecto de organizar el funcionamiento de la economía y de la sociedad sobre los principios
del neoliberalismo, es el hecho de que esas hiperinflaciones y su pánico social consecuente,
actuaron como disciplinadores sociales muy efectivos para ello. La prédica neoliberal de los
años ’80 desplegadas por los comunicadores sociales (Neustad y Grondona) y los thinks
thanks orgánicamente vinculados al gran empresariado, impusieron definitivamente la
hegemonía de esa ideología.
Puede ser paradójico, plantear esto desde nuestro presente en el que se quebró esa
hegemonía y el neoliberalismo es cuestionado mundialmente y en particular en Sudamérica
(casos paradigmáticos, el de Chávez y el de Maduro en Venezuela, Lula en Brasil y el de Evo
Morales en Bolivia, los Kirchner en Argentina). La mayoría de los gobiernos de América
Latina ganaron por sus prédicas o posicionamientos (más tibios o más críticos) antiliberales.
Pero recordemos que antes del 2001, el neoliberalismo ejercía una plena hegemonía y eran
muy pocos los actores políticos que se atrevieran a impugnarlo (piensen sino, sólo para
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confirmar estas ideas, en la Alianza que derrotó a Menem y a Duhalde, que organizó su
propuesta electoral y política en torno a ejes de transparencia administrativa y de conducta
ética de sus dirigentes).
Pero retomo la experiencia del gobierno peronista.
Luego del fracaso de los planes económicos de los sucesivos ministros de Economía
del nuevo gobierno, Roig y Rapanelli (ambos funcionarios del Grupo Bunge y Born) y de
Erman González, se implantó el Plan de Convertibilidad, diseñado por el nuevo funcionario
que ocupó la cartera de Economía, Domingo Cavallo. Aquí hay que remarcar que si bien es
con éste último que se implantan definitivamente las reformas neoliberales, ya desde sus
inicios el nuevo presidente había lanzado el plan de privatizaciones de las empresas del
Estado y la apertura de la economía y, no menos significativo, había entregado la conducción
misma de la economía a los representantes directos de los grandes grupos económicos, lo que
expresó claramente el Plan BB, es decir, de la corporación Bunge y Born.
Dos rasgos son ya evidentes en 1990: la debilidad extrema del Estado nacional y del
poder político en general, para dirigir e imponer reglas de juego a los actores económicos y
sociales dominantes, expresando así la crisis de las capacidades estatales de las que nos
hablaba el sociólogo Ricardo Sidicaro. En contrapartida, se hizo explícito y directo, el poder
económico acumulado por los grandes grupos empresarios industriales y financieros
nacionales y extranjeros, en la economía y la sociedad argentinas. Como señalé, estos grupos
para lograr imponer sus demandas e intereses al Estado y lograr su aceptación por parte de los
sectores populares y obreros, impusieron lo que identifiqué como los “golpes de mercado” y
que no fueron otra cosa que crear situaciones económicas de especulación financiera y crisis
económica, con el alza del dólar y el ataque al valor de la moneda nacional y desatar espirales
inflacionarias que buscaban disciplinar a toda la sociedad y a la dirigencia política
democrática y encolumnarlos detrás de su proyecto de sociedad.
Este disciplinamiento social por el mercado, buscaba lograr que la sociedad aceptara el
programa de reformas neoliberales, de la economía y de la sociedad, como las ya señaladas
privatizaciones de las empresas del Estado y el desmantelamiento de lo que quedaba aún del
sistema de seguridad social en salud, asistencia social y jubilaciones. Ello tuvo así sus
consecuencias políticas: el gobierno peronista descartó, como ya inadecuado y hasta
anacrónico, su programa electoral nacionalista y popular y adoptó entusiastamente, los
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de las clases altas y medias. Se afirmó así una sociedad organizada y articulada en torno al
mercado, pero su contracara fue la desintegración de los lazos de solidaridad social, la
transgresión de las normas y las leyes y la entronización de la corrupción.
La instauración del neoliberalismo en la Argentina llevó también a lo que se denominó
el fin de las ideologías, el agotamiento de las disputas ideológicas de tipo nacionalistas y
antiimperialistas, a la desmovilización colectiva de la sociedad, a la “privatización” de los
ciudadanos y a la desconfianza generalizada ante el sistema político. En el horizonte
delimitado por el año 2001 en el que finalizamos esta clase, la Argentina se encontraba
dominada por la precariedad del trabajo y la inseguridad social, la pobreza y la exclusión de
millones de ciudadanos, la crisis económica y el endeudamiento externo. Sin dudas, toda esta
transformación de la sociedad argentina tuvo un claro contenido social regresivo. ¿Pero
quiénes fueron los ganadores? Aquí debemos señalar como beneficiarios de estas políticas,
otra vez, al capital concentrado nacional y transnacional, que impuso las condiciones
económicas, legales, institucionales e ideológicas, para el despliegue completo de sus
estrategias de reproducción y acumulación. Esta etapa se caracterizó por una mayor
concentración del capital, de la continuidad de su valorización financiera y a su vez, de la
concentración del ingreso.
Pero antes de finalizar este análisis de la economía, es conveniente definir qué
condiciones políticas permitieron la implementación extrema de esta política económica, la
consolidación del liderazgo de Menem y su continuidad a lo largo de toda la década.
En esta etapa, con la aplicación de este proyecto de sociedad neoliberal, se consolida
una nueva hegemonía de la clase dominante. Desde una perspectiva política, el nuevo
presidente y su equipo económico en el poder, lograron ir reconstruyendo la autoridad del
Estado nacional y de las capacidades de gestión estatal orientado ahora por las premisas
liberales. Un aspecto importante en la recuperación del poder estatal, fue que Menem
recuperó la capacidad real de gobernabilidad, concentrando gran poder político y aumentando
a su vez, el rasgo presidencialista del sistema político argentino.
Esa capacidad de gobernabilidad se logró a través de subordinar a las FFAA,
combinando indultos a las Juntas de comandantes juzgados por violaciones a los derechos
humanos y a los sublevados contra el gobierno radical y la represión a los grupos que se
sublevaron en diciembre de 1990. Subordinó también a la dirigencia de su partido y logró
neutralizar a los más importantes sindicalistas peronistas. Un aspecto clave de la política
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gubernamental, fue lograr debilitar el poder sindical y un hecho no menor, fue que en esos
primeros años, el nivel de protestas sociales y huelgas decayó de manera importante.
También Menem logró hegemonizar de modo indiscutido al Partido Justicialista, hasta
el fin de su segunda presidencia, manteniendo siempre en un subordinado lugar político, a su
único posible “retador”, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde,
aun cuando éste se convirtió en el candidato presidencial del peronismo en 1999.
Por otra parte, si bien durante los primeros años ‘90 existieron diferentes núcleos
políticos y sindicales (como los diputados peronistas disidentes, luego la CTA y el MTA), que
quisieron construir una alternativa política al menemismo, nunca lograron articularlas de
modo amplio y durable para disputarle el poder. Más aún, las izquierdas, que cuestionaron
directamente a las políticas gubernamentales, nunca lograron construir verdaderas
alternativas políticas y electorales: no dejaron de ser partidos minoritarios y de denuncia, a
pesar de la conflictividad social y el alto potencial de protestas latentes que existía entre los
sectores asalariados, los desempleados y desclasados sociales y que se incrementó luego de
1997-1998. El interrogante que les dejo es el siguiente: ¿por qué no se pudieron conformar
alianzas sociales “nacionalistas” y populares o de izquierda, en una coyuntura política tan
propicia para ello, particularmente a fines de esos años?
Durante estos años también se debilitó aún más la capacidad del Congreso Nacional
como ámbito de deliberación y de gestión de la política democrática, debido al exceso de
decretos presidenciales, que evitaron la discusión de sus medidas. Por supuesto, el otro gran
factor que muestra la concentración de poder en el presidente, fue el control de la Corte
Suprema de Justicia.
Pero debe remarcarse que, para esa recuperación de la gobernabilidad y la
construcción de una nueva hegemonía en el país, fue clave la alianza que el gobierno realizó
con la gran burguesía argentina y con el capital extranjero. Alianza fortalecida en el plano de
las relaciones internacionales, con el alineamiento gubernamental con los Estados Unidos. La
dirigencia política Radical contribuyó también en reforzar la autoridad del presidente, con la
firma del famoso Pacto de Olivos, hecho que garantizó la reelección de Menem y la
liquidación temporal del Radicalismo. Pero allí comenzó a originarse el primer movimiento
político importante antimenemista, que dio lugar en pocos años, a la conformación de la
Alianza, liderada por Radicales y el Frepaso, militantes y dirigentes conocidos como
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frepasistas (y en la que jugó un papel clave un redimido Alfonsín) que terminó por derrotar al
partido de gobierno y al peronismo en las elecciones de 1999.
A modo de conclusión
Pero esta evaluación del pasado reciente quedaría inconclusa, si no la completamos
con una breve referencia a nuestro curso histórico de las últimas dos décadas. Las protestas
sociales en diciembre de 2001, que pusieron en crisis el modelo de sociedad neoliberal
fundado sólo una década atrás, generaron la posibilidad de caminos políticos alternativos
para el país y este nuevo proceso aún tiene un destino incierto.
Pero la única certeza ampliamente extendida en los últimos años, es la dificultad aún
de imponer un nuevo modelo de sociedad, alternativo al neoliberal que, en vez de excluir,
incluya a todos sus habitantes y permita construir un orden social más justo y solidario.
Sin dudas, sobre nuestra historia en los años recientes, cada uno de ustedes puede
realizar su propia evaluación.
Queda como labor de estudio que deben completar ustedes, la de pensar
historiográficamente la Argentina de las últimas dos décadas, es decir, deben estudiar el
proceso histórico nacional caracterizado por la gran crisis social y política de diciembre de
2001, que llevó a la caída del gobierno de la Alianza del Presidente Fernando de la Rúa, así
como estudiar en profundidad la experiencia del peronismo kirchnerista con Néstor Kirchner
(2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2011, 2011-2015) y luego el de la
experiencia neoliberal con Mauricio Macri (2015-2019).
Para el análisis de esta última etapa de nuestra historia reciente, cuentan con una
bibliografía muy importante, pero además con su propia experiencia como ciudadanos que
participan de la vida pública y política del país.
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