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El ocaso del poder oligárquico:

Lucha política en la escena oficial 1968-1973.

HENRY PEASE GARCÍA

PROLOGO A LA CUARTA EDICION PERUANA

Esta investigación la realizamos entre 1974 y 1975, aunque se publicó un poco


después. Con más de diez años de distancia, y años intensos, podemos tener ahora
mejores elementos de reflexión para el examen de la experiencia velasquista. Desde su
primera edición en 1977, este libro ofreció un análisis específico: la lucha política en la
escena oficial entre 1968 y 1975, vista casi al término del período. Para una visión de
conjunto se cuenta hoy con estudios muy importantes sobre las reformas (1) y políticas
sectoriales, así como con apreciaciones globales más recientes. Pensamos, sin embargo,
que mantiene su vigencia el análisis hecho, con las salvedades señaladas en el propio
texto, no sólo como un camino metodológico repetible en el análisis político sino
como una aproximación al estudio de esta experiencia que ya es parte de la historia
peruana y que ciertamente tocará a los historiadores profundizar(2)".

Los militares del 68 intentaron hacer una revolución "por decreto" y bajo las
reglas del verticalismo castrense. Aunque tal intención requiere precisiones, y se
hicieron en el texto, no negamos la voluntad que expresa la palabra revolución o
revolucionario por el simple recurso de ignorarla o cambiarla. Podemos entonces
ahora preguntarnos por aquello que se revolucionó y, usando un recurso verbal de la
época, podemos bien preguntarnos qué fue lo irreversible.

Decididamente hubo una revolución política si por ella entendemos el trastoque


de algo más que el escenario; aquí fueron clases y fracciones de clase las que salieron
del poder en el 68, hubo cambios en el Estado que se mantienen y le dan la capacidad
intervencionista en la economía que ni la política neoliberal de Belaúnde ha podido
desmontar. En resumen, lo que específicamente cambió se deriva de lo que
definitivamente estaba inscrito en la dirección esencial del gobierno del 68: su carácter
cristalinamente antioligárquico y su vocación nacionalista, aún cuando su política en
este campo esté orientada fundamentalmente a la erradicación de las formas arcaicas
de dominación imperialista y se hayan dado nuevas modalidades de asociación con el
capital financiero que no resultaron muy convenientes para el país. Velasco ha pasado a
la historia como el militar que termina con el Estado Oligárquico, excluyendo del
poder a las clases y fracciones que lo definan como tal, con lo cual se cancela una larga
etapa de la historia peruana y se apertura otra que tiene desde un principio bases
diferentes; Velasco intenta desde la cúpula dictar los términos de la recomposición del

(1)
Sobre la reforma agraria es muy importante ver el trabajo de José Matas Mar y José Manuel Mejía, La Reforma Agraria en el
Perú. IEP, Lima, 1980.
(2)
Uno de los libros recientes con una visión global del proceso es The Peruvian Experiment Reconsidered editado por Cynthia
McClintock.y Abraham F. Lowenthal con trabajos de estos autores y Cotler, Thorp, Fitzgerald, Schydlowsky, Wicht, Stallings,
Guasti, Cleaves, Pease, North, Pásara, Eckstein y Sheahan. Princeton University Press, Princeton, New Jersey, 1983. El Instituto de
Estudios Peruanos lo ha editado recientemente en español.
Como fuentes documentales las entrevistas de María del Pilar Tello en ¿Golpe o Revolución? Hablan los militares del 68. Ed. Sagsa,
Lima, 1983.
Francisco Guerra García, Velasco: Del Estado Oligárquico al Capitalismo de Estado. CEDEP, Lima, 1983.
En la Historia del Perú de Juan Mejía Baca Ed. (Tomo XII), Luis Pásara ofrece una síntesis histórica bajo el título "El Docenio
Militar" (1980).
nuevo Estado, proponiéndose reformas que las fracciones burguesas más modernas
rechazaron. Su intento resultó en este aspecto claramente frustrado.

Por eso mismo y aunque esto escandaliza a cierta cucufatería seudodemocrática,


más liberal que demócrata, la experiencia velasquista siendo vertical y dictatorial
conduce a un efectivo impulso democratizador en la sociedad peruana, al margen de
los rasgos personales de sus dirigentes. Porque el efecto de una reforma agraria que
acaba con los terratenientes ven particular con los gamonales, es democratizador
además de ser un cambio en la tenencia de la tierra. Porque lo mismo ocurrió con
otras reformas, aún cuando fracasaran en sus objetivos sectoriales y no implicaran
significativo poder en manos populares. Porque, al fin de cuentas, allí están los hechos
de la segunda mitad de la década del 70, mostrando el desarrollo del movimiento
popular para indicarnos el impacto de los cambios ocurridos en la Primera Fase aún
cuando muchos de sus dirigentes no pensaran en esto, pretendieran boicotearlo o
simplemente cooptarlo para ponerlo a su servicio(3).

Mirando a distancia la escena política de entonces, recordamos en toda su


magnitud la lucha dada en distintos momentos entre quienes intentaban cambiar las
cosas y quienes las mantenían o trataban de hacerlo. Resalta el genio conductor de
Velasco, líder intuitivo y autoritario, conductor militar temido hasta por sus amigos,
capaz de manejarse entre contradicciones persistentes. La periodización que
ofrecemos en el libro muestra contundentes golpes de mano -aun sin recurrir a
información divulgada luego por los actores- al tiempo que un ordenado y enérgico
manejo de esas contradicciones, que no eran sólo de ministros militares. En esa misma
periodización puede apreciarse también cómo lo que Morales Bermúdez logra
restaurar corresponde más que al impulso antioligárquico inicial, a los esfuerzos
desarrollados luego por enfrentar algunas de las contradicciones propias de este
capitalismo y de una burguesía urbano-industrial que no estuvo a la altura de las conce-
siones que le ofrecieron y no vio más lejos que la ganancia de corto plazo.

Quizá por eso lo que más fácilmente corrige el restaurador es lo que en la


escena fue visto como un "atentado contra el capitalismo": la propiedad social, la
comunidad industrial, reformas que por otra parte no partieron de una demanda
popular sino intentaron construirla. El restaurador no restauró la cancelada vigencia
oligárquica ni pudo devolver al capital transnacional las empresas expropiadas. Morales
Bermúdez frenó sí las reformas ya en curso, empantanó aún más su ejecución desde
antes tortuosa, y corrigió todo aquello que en su avance enfrentó al gobierno con la
burguesía industrial de la época. Con todo, no logró articular alianzas ni pudo superar
la profundidad de la crisis económica en cuya administración no sólo consiguió agravar
las cosas sino nos hizo experimentar los extremos dictatoriales de un año de emergen-
cia, con suspensión de garantías, toque de queda y una sistemática persecusión a los
sectores populares. "Pagar la crisis y callar" parecía ser la consigna del restaurador que
tuvo que poner plazo a su gobierno tras la más histórica protesta popular de este siglo
en 1977, dirigiendo luego la transferencia del gobierno a manos de la civilidad burguesa
en 1980.

Pero es importante resaltar junto con los cambios estructurales efectivos -


particularmente la desaparición del latifundio y del latifundista-, el impacto ideológico
de este gobierno. Decididamente unos y otros, en las clases polares de esta sociedad,
(3)
Ver Teresa Tovar: Velasquismo y movimiento popular. Otra historia prohibida. DESEO, Lima, 1985.
sintieron que la tortilla podía voltearse. El aislamiento internacional de la época
oligárquica se quiebra al abrir relaciones con los países socialistas e intentar tomar la
iniciativa en algunos foros internacionales. El solo hecho de oír a los generales
hablando de pobreza, justicia social, socialismo, recusación del capitalismo,
antiimperialismo, etc. tenía que abrir surcos en las cabezas más duras, ciertamente con
doble dirección. Porque así como es verdad que amplias masas hoy son efectivamente
ciudadanas por propia iniciativa y organización, y eso tiene relación con los cambios
estructurales, con la lucha contra los intentos corporativos del velasquismo y con las
luchas posteriores, tal proceso recibe el impacto del mensaje al que nos referimos y,
siendo así, también es cierto que en el otro extremo, la derecha militante ha
experimentado un odio de clase a su vez militante contra todo intento de
transformación real(4).

En otro nivel los diferentes estudios con los que hoy contamos pueden mostrar,
por ejemplo, los grandes límites de esta experiencia en cuanto a distribución del
ingreso (Web) o su escaso impacto en resolver los problemas de desempleo y
subempleo al tiempo que se agudizan las rigideces de una economía que no cambió
sino acentuó su estilo de desarrollo tardíamente apoyado en los esquemas de
sustitución de importaciones. Y habiendo expropiado para el Estado parte muy
significativa de la Banca y la gran minería, todos los servicios públicos y las
comunicaciones, en síntesis habiendo tomado parte significativa del poder imperialista
aquí instalado, cierto es que tras esta experiencia será decisiva arma para disciplinar a
nuestro país la deuda externa contraída por los militares, al tiempo que el capitalismo
internacional usa mecanismos más sofisticados que la propiedad directa de empresas
localizadas en nuestros países. Respecto a la deuda cabe indicar que, sin embargo, está
en Morales Bermúdez la principal responsabilidad y no sólo -ni principalmente por el
hecho de haber sido el Ministro de Economía de la Primera Fase. Como muestra en un
trabajo inédito Oscar Ugarteche, la deuda contraída por Velasco se dedicó en un 25%
a inversiones productivas rentables y es pequeña su inversión en armas comparada no
sólo con Morales Bermúdez sino incluso con el segundo gobierno de Belaúnde. Sin
embargo, también en la Primera Fase la expectativa de desarrollar el país a partir de
enormes proyectos hechos en función de lo que la banca exterior estaba dispuesta a
financiar, enlazó perfectamente con las necesidades del capital extranjero y estranguló
económicamente el proceso peruano(5).
La experiencia militar del 68 se constituye en el tercer reformismo de este siglo;
es a la vez síntesis particular de los anteriores y la única que en corto tiempo logra
aplicarse desde el gobierno. No discutimos aquí el carácter castrense del gobierno en
todo el decenio, pero señalamos sí el hecho de que las banderas que enarbola tienen la
(4)
Ibid
(5)
Como no ha sido publicado aún el trabajo de Oscar Ugarteche, al que hago referencia, cabe citar in extenso la parte pertinente
de la publicación hecha por la Municipalidad de Lima de su conferencia sobre la deuda externa en 1985: "Se dice que el gran
problema de endeudamiento del Perú fue durante el gobierno del General Velasco. En el estudio que he terminado en el Instituto
de Estudios Peruanos con datos de crédito público y la colaboración de la Universidad Católica, lo que me ha salido de la
investigación es que: la deuda del período 69-75 de mediano y largo plazo del sector público se incrementó en dos mil doscientos
cincuenta millones de dólares a mediano y largo plazo, de los cuales la cuarta parte fue a sectores productivos; doscientos ochenta
y cinco millones de dólares, que es como el 12%. fue a defensa; otra cuarta parte fue a la refinanciación de la deuda del período del
gobierno de Belaúnde y la diferencia fue a infraestructura y sectores sociales. En el período del general Morales, la participación de
la deuda productiva bajó de la cuarta a la quinta parte de la deuda. La deuda del período aumentó en dos mil quinientos doce a
mediano y largo plazo. La deuda por defensa de ese período es el 50% del endeudamiento, mil doscientos treintitrés millones de
dólares; seis veces la deuda por defensa del general Velasco. Y en este período, el endeudamiento por refinanciación disminuyó
porque hicieron pagos por adelantado, disminuyó en doscientos veinte millones de dólares. Finalmente, en el último periodo es
cuando hay más endeudamiento, es de tres mil veinticinco millones de dólares, es cuando la proporción es menos productiva, el
10% de la deuda es productiva, trescientos sesenta millones. La mayor proporción es gastos de infraestructura, sete cientos once
millones. Y en defensa setecientos catorce millones, tres veces mayor del endeudamiento del periodo del general Velasco".
influencia de las banderas apristas de los treinta y de las banderas del llamado
reformismo democrático posterior al ochenio del General Odría cuando el
belaundismo, la democracia cristiana y el social progresismo recogieron y
reformularon en parte las banderas reformistas que el partido aprista abandonaba
momentáneamente al convertirse en aliado de la propia oligarquía.

La reforma agraria, la reforma de la estructura del Estado, la reforma de la


educación, la reforma del crédito y la reforma de la empresa, junto con variantes
posiciones respecto al capital extranjero que van desde la formulación antiimperialista
de los treinta hasta la casuística de los sesenta que se limitaba a la IPC o a la Cerro,
todas estas banderas constituyeron la base del programa reformista que ha quedado
agotado tras la experiencia de la Primera Fase del gobierno militar. Una a una tuvieron
variaciones en el tiempo y sin embargo constituyeron un paquete de reformas que
carecían de un esquema económico alternativo y apenas se planteaban en sí mismas las
contradicciones del capitalismo moderno en la periferia que integramos. Los militares
del 68 intentan aplicar con hondo voluntarismo este programa, y tan lo aplican que al
retirarse deja de existir en tanto tal un planteamiento reformista específico en este
país.

Esta discusión viene muy al caso en el momento actual, al publicarse esta cuarta
edición en los primeros meses del gobierno de Alan García. Concluido el tiempo de
gracia, ampliada al máximo la expectativa que se cultivo en la etapa electoral y en los
primeros días del nuevo gobierno, asistimos a una innovación importante en el estilo
de hacer política, a un incesante conjunto de iniciativas de coyuntura que en medio de
un singular activismo pretenden cambiar lo que aquí está pasando; pero, hasta hoy, no
hemos conocido ni un programa ni una estrategia, ni propuesta de reformas que al
menos tuvieran la consistencia sectorial indispensable para sustentarse. Y no es que
hayan desaparecido los técnicos; lo que planteamos no es un problema técnico, es un
problema político y de magnitud, porque hace referencia al orden de loe; objetivos
sentidos, al orden de la construcción que hace el político de tópicos viables que se
convierten en posibilidad de realización a mediano plazo en orden a fines de mayor
aliento. No puede ser la crisis y la respuesta anticrisis el único lenguaje de un Estado
que parece devenir en una enorme asistencia pública tras el restaurador y el repuesto
arquitecto.

En efecto, esta década que ya nos separa del tiempo final del velasquismo incluye
dos gobiernos a la deriva, incapaces de responder siquiera a la demanda de corto plazo
del pueblo. No examinamos ni la habilidad ni la honradez de ambos gobernantes como
punto de partida, pues el primero mostró habilidad al menos para caer parado y el
segundo volvió a salir pobre de Palacio. Lo importante es analizar qué han hecho de
esta economía, de este Estado. Y cualquier indicador de calidad de vida lo indica:
estamos pauperizados y aunque el restaurador y el restaurado nos indiquen a Velasco
como único responsable, tendremos que repetir que es imposible tal simplificación,
que con todos los errores y con todas las consecuencias fue ése, como parece ser el
actual, un tiempo de esperanza. Así lo vio el pueblo peruano con pocos títulos
universitarios, pero con experiencia suficiente para desbrozar confusiones entre
verdad y mentira, entre política y politiquería. Así lo ve cualquier observador que a
distancia examine algunos indicadores de lo que podía corregirse en 1975 o de lo que
se hizo en el segundo belaundismo para repartirnos entre las transnacionales y los
lagartos locales.
La ausencia de norte que es visible hoy no es pues casual. Difícil es concretar un
programa reformista como el que ha caracterizado a la mayor parte de este siglo. Lo
que ocurre es que el encuadre internacional es ahora más fluido, se han terminado las
ilusiones desarrollistas, cepalinas o no, y el imperio luce su rostro sin caretas con
Reagan y su política actual. En este contexto es difícil para el gobierno aprista tomar
talla histórica. Puede responder al problema de la deuda pero carece de un ramillete
de medidas en pos del ya lejano mensaje antiimperialista, porque tal como ha ocurrido
en la negociación petrolera con la Occidental el partido gobernante siempre encuentra
el lado bueno del imperialismo y a tal concepción e intereses se adapta
conciliadoramente.

Tras una verdadera década de depredación en el campo, carece el gobierno de


una alternativa propia para el agro y ni siquiera es buen ejecutor del programa común
propuesto por el CUNA. Parecemos acostumbrados a vivir desde el fondo de la crisis
y así oscilamos entre medidas inmediatas casi asistencialistas y frases finalistas que para
concretarse requieren de un poder que no corresponde con este Estado ni con el
momento actual. Y si eso ocurre en el gobierno aprista y su entorno, en el viejo
partido que por salto a la torera de Alan García ha pasado de la senectud a la auroral
infancia, los traumas son ciertamente mayores y más definitivos.

Se frustró en la década del 70 un primer ensayo de proyecto nacional,


voluntarista, que ciertamente no partía de la concertación ni de condiciones de diálogo
democrático pero que en medio de nuestra historia republicana marca un corte
decisivo. No se manejará ya este país, tras lo vivido en la década del '70, con simples
dictaduras y "dictablandas" oligárquicas. Entre otras cosas, el mismo restaurador pudo
experimentar y hacernos experimentar que el mantenimiento de un orden dictatorial
llevaba directamente hacia el Cono Sur, aunque poco después entre Sendero y
Belaúnde nos mostraron que el Perú era capaz de cometer bajo gobierno
constitucional excesos similares a los de las dictaduras del Cono Sur, es decir,
atrocidades que más que excesos tipifican el carácter de una política repudiable.

Tras el frustrado intento velasquista, sólo en 1985 aparece en el gobierno una


propuesta de cambio; más de uno vuelve a recordar los límites del reformismo y
algunos tenemos que insistir en que ninguna reforma se ha emprendido para que
demos inicio a tal debate. Lo que ocurre es que se hace cada vez más urgente la
discusión de las alternativas para el Perú del año 2,000 y éstas no saldrán de linderos
de estrechez ni de moldes del pasado. Sólo enfrentando la compleja y precaria
situación que ha quedado, partiendo de una burguesía incapaz de pensar el Perú como
proyecto y siguiendo con muy diferentes sectores que añoran encontrarla para dar
viabilidad a su interminable centrismo, sólo volviendo a los actores que surgieron de
las catacumbas antes y después de las reformas, en tiempos de cambio y en tiempos de
contra-reforma, es decir al pueblo concreto que insurge en movimiento en los 70 y se
defiende organizadamente en los 80, podremos encontrar las fuentes de programas
alternativos que no serán simple armazón tecnocrática.

Lo que ha cambiado en el Perú desde entonces tiene sus raíces en la práctica


popular masivamente expresada desde las movilizaciones de 1977 y 1978, que con
errores, discontinuidades y mil vueltas se expresa en la arena política en los '80 y
enfrenta la hambruna propiciada por los neoliberales con estrategias de supervivencia
que hoy son ejemplo incluso fuera del Perú. Es poniendo allí el acento que los jóvenes
de siempre, unidos a los de ayer y mañana, revolucionarán este país hasta hacerlo
propiedad de sus únicos dueños: los peruanos, todos sin excepción y por tanto en una
sociedad sin clases, sin explotadores ni explotados.

Lima, Enero de 1986

HENRY PEASE GARCIA


INTRODUCCION

El proceso político iniciado con el movimiento del 3 de octubre de 1968 rompió


muchos esquemas de análisis de la sociedad peruana. Para el observador y el actor
político los primeros días del nuevo Gobierno hicieron pensar en el entonces reciente
"Modelo Brasilero" o en el regreso a dictaduras militares de viejo cuño. Incluso luego
de la toma militar de la International Petroleum Co., pocos observadores esperaban
algo distinto a las intervenciones militares de este siglo. Para los más optimistas, lo
máximo que podía esperarse era un rol transitorio, como el de la Junta Militar de
1962-63, que realizara algunos ajustes y devolviera pronto el poder a los partidos
tradicionales.

Este escepticismo podía fundarse en la constante presencia que la Fuerza Armada


ha tenido en el gobierno durante el Perú republicano. Los signos de deterioro del
régimen anterior brindaban una oportunidad, como otras tantas, para el resurgimiento
de la alternativa militar.

En torno a la permanencia y duración del gobierno comienzan a aflorar sus


primeras contradicciones. Poco trasciende, sin embargo, sobre la composición del
nuevo régimen y sus intenciones. Para el observador acostumbrado al debate público,
a la reciente pugna entre el Poder Ejecutivo y el Parlamento o a la intervención de los
partidos y la prensa en niveles muy cercanos al poder, la escena política se presenta
confusa, con contradicciones y muy pocas explicaciones. Se producen hechos
concretos, a veces macizos, pero contradictorios entre sí; presentados sin previo
debate, fueron cuidadosamente comentados por una prensa aparentemente temerosa
o indecisa, que apenas encontraba claridad en su opción. Los Militares se definían
como gobierno institucional, actuando aparentemente en bloque, anunciando una
unidad monolítica que pronto se vería cuestionada.

Los estudios y apreciaciones iniciales también se hicieron en bloque: se trata de


una dictadura militar tradicional, de un gobierno fascista, de una mecánica expresión de
los intereses de la burguesía industrial y del neo-imperialismo. Estas y otras
apreciaciones se repitieron por largo tiempo, avaladas por algunos hechos y
cuestionadas por otros. Las contradicciones del gobierno reflejan, sin embargo, algo
más que pugnas ocasionales.

Los trabajos producidos intentan, desde diferentes perspectivas, caracterizar al


nuevo régimen o analizar en otros casos aspectos sectoriales de éste a partir del
enjuiciamiento de las leyes y políticas explícitas. En las caracterizaciones globales queda
claro que el pueblo no está en el poder, pero es también evidente que desde mucho
antes hay pugna entre las clases dominantes y que ante ellas los Militares no son ni
convidados de piedra, ni simples y mecánicos ejecutores. Algunos trabajos procuran
encajar la realidad en esquemas rígidos, que rápidamente son superados. Otros
trabajos formulan proyecciones y tendencias que partiendo del nivel de la estructura,
llegan mecánicamente a lo político o simplemente no lo logran analizar. También
surgieron trabajos que parecían intentar ofrecer una idea de lo que debe ser el gobier-
no y más recientemente aparecieron libros-testimonio que evalúan lo ocurrido -y lo
vivido por los autores- desde ángulos también diferentes quedándose generalmente a
un nivel de explicación que se basa en el comportamiento y las intenciones de los
actores, sacados del contexto de las relaciones más objetivas que los encuadran. Todo
esto forma ya un enorme bagaje de publicaciones que tratan de interpretar lo ocurrido
en el Perú y que, aún con limitaciones, brindan elementos para intentar un debate
serio y más amplio sobre la realidad peruana actual.

En este panorama la aparición de un nuevo libro puede llevar al lector a buscar


en él un análisis global que sería aún incompleto de nuestra parte. No pretendemos
eso. Este libro no es una evaluación del Gobierno Militar, ni un análisis global del
proceso político en el cual se inserta. Es solamente una investigación preliminar de la
escena política oficial. Queremos resaltar la importancia de este campo específico para
la comprensión de la realidad social y lo hacemos como un primer paso para el estudio
del Estado y la lucha política en el Perú actual.

En la escena política se procesa la relación de cooperación y conflicto entre las


diferentes fuerzas sociales. Los intereses de clase, los distintos niveles de conciencia,
las alianzas objetivas se expresan en las acciones de los diferentes grupos, partidos e
instituciones. A primera vista aparece sólo la voluntad de los actores, pero tras el
escenario -y sin negarle campo y rol importante a la voluntad política de éstos- están
las complejas estructuras sociales que condicionan los términos del actuar y del poder.
En la escena amplia de una sociedad dividida en clases, hay una diversidad de
instituciones que canalizan el conflicto básico y los conflictos secundarios, que encau-
zan enfrentamientos y alianzas; que expresan la lucha por el poder, aún en dimensiones
aparentemente menos comprometidas en la acción política, tales como las
instituciones culturales y gremiales. Los partidos políticos resultan articuladores
aparentemente exclusivos de la lucha por el poder, o al menos se ubican en el centro
de ésta. En este plano de la sociedad civil la lucha política se identifica con un
"escenario amplio", cuyo estudio supone analizar las fuerzas sociales en pugna y no
sólo su expresión política.

En el caso peruano, esta sociedad civil es estrecha, con instituciones poco


desarrolladas y fáciles de desarticular. El Estado oligárquico que caracteriza la forma de
dominación vigente el 68, tiene como correlato una sociedad civil débil en la que las
instituciones se quiebran rápidamente y la represión comienza impidiendo la
organización de grandes fuerzas políticas. Ello da mayor peso a un ángulo de la escena
política, que es lo que conocemos como "escena oficial". La lucha política se centra en
pocos núcleos: Poderes del Estado y cúpula de la Fuerza Armada; prensa, gremios de
propietarios, cúpulas de partidos y de centrales sindicales. El estudio de estos actores
ofrece elementos importantes de la escena política, pero no la cubre en su totalidad.
Permite apreciar las coyunturas principales pero no explica todo el conjunto y por
tanto limita la comprensión de las coyunturas mismas y su ubicación en procesos más
amplios.

En esta sociedad cerrada -por definición anti-democrática- la escena oficial debe


estudiarse con particular atención. Es posible hacerlo pues se expresa mejor en la
fuente documental. Sin embargo, para interpretarla es imprescindible recurrir tanto a
elementos de la escena amplia como al análisis de la direccionalidad de las medidas y al
significado de algunos hechos centrales, más allá de los actores e incluso de su
intencionalidad manifiesta.

En este trabajo centramos nuestra atención en el análisis de la lucha política en la


escena oficial. Ese es su límite y su utilidad. Necesariamente recurrimos, en varias
partes, a elementos de la escena política amplia (indicadores de las luchas del
movimiento popular, por ejemplo), porque sin ello es difícil situar la escena oficial. No
los desarrollamos, sin embargo, y ello es tarea necesaria para comprender tendencias
de más largo alcance y para cualquier intento de síntesis global del proceso político.
Estudiamos así la cúpula del Estado, la lucha que se da en el seno de la clase dominante
-en crisis desde antes del 68- y su vinculación con los principales hechos del proceso
político de los últimos años/precisando desde un principio los límites del ámbito que
cubre el estudio.

Lo que ofrece este libro es, así, una primera aproximación al estudio del proceso
político 1968-75 a partir de la observación sistemática de la escena oficial, con muchas
preguntas abiertas y con la intención de aportar al debate y la investigación que
clarifiquen las nuevas opciones y perspectivas. El libro no ofrece testimonio de un
actor político, ni pretende sólo calificar actores y políticas. No es un "libro de batalla",
ni coloca el dedo acusador o defensor como objetivo central. Tampoco pretende la
"objetividad" de la ciencia burguesa que en estos términos es imposible y sólo
constituye una envoltura de la conformidad con el sistema. Se ha estudiado y escrito
observando la escena, pero sin ser ajeno a lo que en ella ocurre; compartiendo las
frustraciones de las mayorías explotadas y marginadas del poder.

En el primer capítulo -como síntesis introductoria- procuramos ubicar el


movimiento del 3 de octubre en el proceso político anterior. Señalamos algunos rasgos
de la crisis del Estado Oligárquico y su expresión en el gobierno de Belaúnde,
describiendo luego algunos elementos de la toma del poder por la Fuerza Armada el
68 y proyectando su significado en perspectiva, a un nivel de hipótesis cuyos elementos
se retomarán más adelante en este y posteriores trabajos.

El cuerpo central de este libro -los capítulos II, III y IV- intenta una periodización
de la escena política oficial en función de la lucha entre tendencias presentes en el seno
del gobierno y que se vinculan con las fuerzas sociales en pugna en la sociedad peruana,
en sucesivas coyunturas cuya resultante fue definitoria del rumbo del Gobierno.

A partir de las iniciales contradicciones observadas en el régimen aparece una


primera constatación que marcará nuestra observación de la escena: la lucha política
atraviesa al gobierno desde 1968. No se trata de un gobierno coherente que enfrenta
una oposición; ni se trata, como en el período de Belaúnde, de una lucha entre
poderes del Estado. Es todo el gobierno el que está atravesado por la presencia no
explícita de proyectos políticos alternativos que buscan imponerse entre sí y hacerlo
sobre el conjunto de la sociedad. En su cúpula una cabeza pendular, el General
Velasco, arbitra a la vez que opta en lo concreto por una tendencia. Constatar estas
características del nuevo régimen no era suficiente. Aunque las contradicciones eran
notorias, podían situarse en distintos niveles. Simples ambiciones de actores políticos
competitivos no se dan en el mismo plano que contradicciones provenientes de puntos
de encuentro y representación de clases y fuerzas sociales en pugna. Es claro que
ambas cosas se daban y que además otros factores estaban presentes en la dinámica
del régimen y en su composición, influyendo en la configuración de un cuadro político
contradictorio.

La observación de la escena pudo ser sistematizada a partir de la Cronología


Política 1968-75, que elaboramos y publicamos en DESCO. Los dos primeros tomos -
1968-73- preparados entre 1973 y 1974 con Olga Verme fueron el trabajo más
restrospectivo que hubo de urgar en los primeros años de este régimen para
seleccionar y sistematizar sus principales hechos políticos. A partir de ellos, y con una
metodología que se ha ido perfeccionando, el trabajo se amplió para 1974 y 1975 con
Alfredo Filomeno y Julio Calderón. Al releer los hechos vividos, comparar distintas
interpretaciones y buscar la explicación de la dinámica política, surgió en 1975 la
necesidad de periodizar la escena, ubicar los términos de las luchas políticas principales
y la correlación de fuerzas en cada coyuntura importante. Esa perspectiva origina el
trabajo de los capítulos que siguen, como un primer intento de explicar los términos
de la lucha política en la escena oficial.

La periodización parte de la ubicación de diferentes tendencias contradictorias


en el gobierno, construidas a partir de la observación de los hechos políticos. Por
"tendencias" no entendemos ni el equivalente de los partidos, ni fracciones partidarias.
Hay que recordar que se trata de un régimen militar copando el gobierno y los
aparatos del Estado e imponiendo sus reglas en la actuación de los actores políticos. En
la conformación de cada tendencia tomamos en cuenta la opción de las fuerzas sociales
y políticas, el efecto que tiene lo que denominamos "ajedrez personal" e incluso la
influencia de actuar en un Estado cuyos aparatos se han sectorializado grandemente a
partir de los propios términos de actuación de este gobierno. Las tendencias presentes
en la escena se han construido en función de los hechos principales de la lucha política,
para facilitar su explicación y no para ser en tendidas en forma mecánica o para ser
concebidas como grupos cerrados o excluyentes dentro del gobierno. La compleja
dinámica de la cúpula, en donde se mezclan el poder civil y el militar, así como sus
normas y reglas de juego, no permite que un análisis elemental logre agotar la
comprensión de la dinámica política.

El seguimiento de tendencias -que denominamos con calificativos que surgen de


la escena misma para ubicar su transitoriedad y nivel-, nos lleva a establecer una gruesa
periodización en función de los cambios operados en la composición del bloque en el
poder, al cancelarse o salir fuerzas políticas y proyectos significativos o también al
producirse alteraciones importantes en la correlación de fuerzas. Aunque las
tendencias se presentan principalmente en forma bipolar -y ello es una simplificación-
dan cuenta de los términos centrales de la lucha política, señalando incluso cómo se
incuban nuevas contradicciones que se expresarán luego en conflictos centrales. Los
períodos no deben verse en la exactitud de las fechas, pues en más de un caso demora
en plasmar la resultante luego del hecho definitorio. De allí la indicación gruesa de
años calendario.

En los capítulos mencionados se presenta cada período analizando las opciones


básicas y las tendencias, los hechos políticos que sirvieron de indicadores y la
resultante del mismo en términos de relaciones de fuerza. Cabe señalar que en ningún
momento se ha pensado en historiar los principales hechos políticos: se seleccionan y
analizan sólo en función de su relevancia para la periodización, es decir para
ejemplificar la lucha entre tendencias y el sentido de la resultante.

Entendemos el trabajo como un aporte para comprender mejor las opciones y


los términos de la lucha política en este período y de ninguna manera como una
evaluación del mismo o un análisis final y exhaustivo de los cambios ocurridos. Sirve a
la comprensión del fenómeno político, imbricado con las dimensiones de la estructura,
condicionan te de los alcances y límites de los proyectos que exhiben los actores
políticos. Como señalamos, es claro que al centrar la atención en la escena oficial se
puede descuidar la observación de hechos y luchas políticas provenientes de los
sectores ajenos al poder e incluso enfrentados a éste. Cabe, sin embargo, recordar que
en el período hay una sobre-presencia de la cúpula: la escena política es estrecha,
hereda del Estado oligárquico cierto elitismo de lo político concentrando de tal
manera el poder que las luchas más decisivas del corto plazo han de reflejarse muchas
veces sólo en la escena oficial. Ello no reemplaza la importancia fundamental del
seguimiento de las luchas populares -de impacto mayor en períodos más amplios- y
cuyo efecto en el presente político ha sido recogido -en parte sea en notas, sea en la
presentación del período mismo, sin reemplazar con ello un necesario trabajo
pendiente de investigación más ambicioso.

Los dos últimos capítulos - V y VI- recogen de manera preliminar algunas notas
sobre el Estado y el régimen político como aporte al debate y a la investigación
posterior. La observación de la escena política oficial indica algunas resultantes que
importa resaltar: la concentración de poder en el Estado -distinguiéndose ya de la
forma de Estado oligárquico y su liberal ubicación en la economía-; los
entrampamientos de una política económica tradicional, incluso para el nivel de
reformas emprendidas; el carácter burgués de la resultante, en tanto que con
reiteradas evidencias mantiene una hegemonía antipopular en el Estado a la vez que
moderniza la forma de dominación capitalista; el agotamiento de los proyectos
políticos incubados en el régimen y el espacio político -abierto en un período y
cerrado luego- para la expresión de las mayorías populares; los límites que en todo el
proceso se encuentran para un verdadero ejercicio político de las mayorías; los rasgos
y mecanismos del régimen político en la cúpula, como formas de canalizar el funcio-
namiento del gobierno. Estos son algunos de los elementos observados y planteados
como fruto inicial de la observación de la escena.

Debemos expresar nuestro reconocimiento a muchos compañeros de DESCO y


de la Universidad Católica que nos ayudaron con sus críticas y observaciones, pero a la
vez señalar que por el carácter del tema, la responsabilidad es enteramente individual.
De la larga lista de nombres y sintiendo no enumerar a todos, va nuestro
agradecimiento a Alberto Bustamante, Rolando Ames, Laura Madalengoitia, Luis
Peirano, Federico Velarde, Annie Ordóñez, Alfredo Filomeno, Hugo Cabieses, Julio
Calderón y Carlos Otero. Con especial aprecio, nuestra gratitud a Eva Tokeshi y Ruth
Curo por mecanografiarlo a partir de verdaderos jeroglíficos.

Lima, Junio de 1977.

HENRY PEASE GARCIA


CAPITULO I
La Revolución del 68 en el Proceso
Político Peruano
Al concluir el Gobierno del Presidente Belaúnde, la escena política nos ofrece un
conjunto de cambios cualitativos que es preciso analizar y dimensionar en perspectiva.
Un largo proceso de crisis del Estado oligárquico, visible desde los años 50, llega a su
fin. Cabe así preguntarse, a partir de los hechos, si se trataba sólo de la caída de un
gobierno más o de la cancelación de una forma de dominación que luego de una larga
crisis muestra su agotamiento. Los hechos parecen indicar lo segundo, sin que ello se
pueda apreciar mecánicamente. Este capítulo, resumiendo en primer lugar algunos
rasgos de la crisis, aspira a presentar algunas características del movimiento del 3 de
octubre que ayudarán a comprender el funcionamiento del régimen político. A su vez
procura analizar el significado de 1968 en el proceso político peruano. Ello nos
permitirá examinar mejor los términos de la lucha política 1968-75 en la periodización
que presentamos en la segunda parte de este libro(1).

1. ANTECEDENTES: LA CRISIS DEL ESTADO OLlGARQUICO

1.1. LA COYUNTURA DE 1968: ¿UN GOBIERNO EN CRISIS O


LA CRISIS DE UNA FORMA DE DOMINACION?

La caída del Presidente Belaúnde se produce en uno de los momentos de más


profunda crisis de legitimidad que gobierno alguno haya tenido en los últimos tiempos.
En pocos meses saltan a la vista hechos que impactan decisivamente en la sociedad. El
arreglo de la cuestión de la International Petroleum Company "en noventa días",
prometido por el Presidente Belaúnde cinco años atrás, culmina con el escándalo de la
página 11. Muestra a un gobierno débil, negociando con el poder imperialista en contra
no sólo de los intereses nacionales, sino incluso afectando las previsiones mínimas de
la empresa estatal(2) y engañando a sus directivos con argucias propias del más burdo
tinterillaje. En efecto, lo central era el Acta de Talara como contrato lesivo para los
intereses del país; como caricatura de "nacionalización" que no sólo no reivindicaba los
antiguos intereses soberanos del Estado, sino que concedía nuevas y más perfectas
formas de ganancia al capital imperialista. Las denuncias, en ese entonces, incluían la
existencia de acuerdos complementarios que habían de otorgar nuevas concesiones
petroleras en la selva, agravando el entreguismo del contrato referente a los
yacimientos e instalaciones de La Brea y Pariñas. Por si esto no fuera suficiente, la
denuncia del renunciante Presidente de la Empresa Petrolera Fiscal agregaba un
elemento que ahondaba la crisis moral, que no sólo hacía mayor el entreguismo, sino
que mostraba en los actores políticos tal falta de pudor -político y moral- que quitaba a
sus actos futuros el menor resquicio de credibilidad. Desaparecer una página de un
contrato porque contenía anotaciones sobre precios de venta de crudo -
fundamentales para la Empresa Petrolera Fiscal-, a fin de contentar a la empresa
extranjera, era algo que tenía que impactar al más ponderado defensor del régimen.
No sólo era un contrato firmado bajo presión, "entre gallos y media noche", lesivo en
esencia a los intereses nacionales. Era, además, un contrato que resultó mutilado en
los más altos niveles del gobierno.

(1)
Inevitablemente la última parte de este capítulo adelanta elementos sobre el curso del proceso 1968-75. Ello es necesario para
situar el significado de 1968. Este trabajo, centrado en la observación de la escena política, no desarrolla un análisis de cada una de
las reformas, sus alcances y significación. Sólo un conjunto de apreciaciones globales están presentes en los dos últimos capítulos.
Queda allí un trabajo aún pendiente, para posteriores etapas de investigación, que no se aspira agotar en este libro.
(2)
La Empresa Petrolera Fiscal, cuyo Presidente -el Ingeniero Loret de Mola- denuncia, al renunciar días después de firmar el Acta
de Talara que se ha perdido la última hoja del contrato, conteniendo notas sobre el precio de venta del crudo (por la EPF a la
IPC).
La denuncia convierte a este acontecimiento en el factor que desencadena la
crisis política. Esta, sin embargo, tenía bases más antiguas, que afectaban la legitimidad
del régimen y los gobernantes. Las denuncias de contrabando en gran escala, ocupaban
varios años en la escena. Señalaban la culpabilidad de miembros del Parlamento y del
Ejecutivo, incluido un ex-Ministro de la Fuerza Armada. La devaluación de 1967 -
producida horas después de que el Presidente Belaúnde calificara de "traidor a la
Patria" a quien la propiciara- pesaba sobre las economías de los sectores medios y,
populares, expresándose en el debate político en mutuas recriminaciones entre los
poderes del Estado. La frustración de todas las promesas reformistas constituía el
telón de fondo de esta crisis y el acuerdo político entre el Partido Aprista y Acción
Popular -dando origen al “Gabinete Conversado”- terminaba por desautorizar
moralmente lo que fue el reformismo democrático.

Estos elementos apenas son un recuerdo de los términos del debate político de
entonces, configurando la ilegitimidad de un régimen que sólo podía recurrir a la fuerza
-de la ley o de las armas- para mantenerse. Era un gobierno legal Y constitucional.
Carecía, sin embargo, del mínimo de legitimidad para mantenerse en pie. En 1965
recurrió a la Fuerza Armada para eliminar el brote guerrillero, expresión de la larga
lucha de un pueblo explotado. Cumplido su objetivo, el gobierno mantuvo en pie
formas de represión que dejaban escaso margen a la expresión popular. Sin embargo,
la fuerza no es suficiente para mantenerse en el poder -sin legitimidad-, más aún si ésta
comienza a ser cuestionada en los mismos aparatos ejecutivos de esa fuerza.

Esta crisis, sin embargo, no se limita a un gobierno. Tiene en su base la crisis de


hegemonía en el bloque en el poder, visible en todo el Gobierno de Belaúnde, pero
presente desde la década del 50. Es toda una forma de dominación la que está en crisis:
la dominación oligárquica. Las movilizaciones urbanas y rurales de los años 50 y 60
impactaron en el resquebrajamiento del poder oligárquico a pesar de su falta de
centralización y de las coyunturales derrotas ante los aparatos de Estado. La lucha
entre las fracciones oligárquicas y la fracción industrial pasaron de un simple
reacomodo coyuntural al cuestionamiento de la hegemonía agroexportadora. La crisis
fue asumiendo así un carácter más profundo que se expresó en todo el conjunto de
instituciones políticas del sistema. El reformismo democrático que encarnó Belaúnde
desde principios de la década del 60 no logró resolverla. Enfrentado con el Parlamento
controlado por las fracciones oligárquicas, se negó a recurrir al apoyo popular que
inicialmente tuvo. Prefirió el pacto y la componenda, arriando las banderas reformistas
que, aunque vagas y genéricas, sostuvo en 1962 y 1963. El proyecto Ulloa, último
intento de conciliación de Belaúnde con el Apra y la oligarquía, produjo en ese
entonces un mayor aislamiento del Presidente y el Gobierno. Se habían quebrado los
propios partidos de la Alianza AP-DC y la propia alianza al retirarse la Democracia
Cristiana. Gradualmente, el gobierno había perdido partidarios y legitimidad.

1.2. EL ESTADO OLlGÁRQUICO COMO FORMA DE DOMINACION

La crisis a la que nos referimos es ya larga en 1968. Casi dos décadas de


reacomodos en la cúpula y de cuestionamientos incluso violentos en la base de la
sociedad, indican que es una forma de dominación la que está en crisis. La dominación
oligárquica, que en la década del 30 tuvo que imponerse recurriendo a la dictadura y a
la exclusión del Apra, afronta en los años 50 y 60 de este siglo embates que cuestionan
no sólo su legitimidad sino su estabilidad como sistema expresado en el Estado.

En el caso peruano el poder de las clases dominantes se ha basado en una


estructura productiva diversificada, que tenía como polo hegemónico la producción
para exportación, implementada a partir de relaciones capitalistas de producción
(minería, azúcar, algodón, pesca...) pero que se complementaba con la presencia del
latifundio pre-capitalista y el poder regional de los gamonales, principalmente ubicados
en la sierra, que controlaban a la mayoría campesina. En el transcurso de este siglo ha
ido adquiriendo progresiva importancia el polo urbano-industrial de la economía; a su
vez se diversificaba la inversión de grupos financieros y comerciales.

La diversificación de la economía primario-exportadora ha producido en el caso


peruano formas complejas de articulación con el capital imperialista. No puede
hablarse en este caso sólo de una economía de enclave, aunque los enclaves mineros
son significativos. Tampoco las clases dominantes controlan el principal o básico sector
productivo (como el latifundista argentino del siglo pasado), sin que por ello dejen de
tener una base material importante en las modernas haciendas del norte, por ejemplo.
En el Perú el Estado ha sido canal fundamental para la relación con el capital
extranjero, como en el caso de la minería, el petróleo y el guano (3), dado que las clases
dominantes no podían explotarlos directamente y las concesiones tenían que darse a
través del Estado. Pero a la vez, la burguesía agroexportadora, y más adelante los
grupos industriales, pudieron trabar relación directa con la burguesía imperialista, sin
usar al Estado como canal y exigiéndole un comportamiento liberal de Estado policía.
Más aún, es esta relación directa y el desarrollo de su base material, factor decisivo
para alcanzar hegemonía sobre otras clases y fracciones del bloque en el poder que,
como la integrada por los gamonales, no lograron establecer relación directa con el
capital extranjero y ocuparon un rol subordinado en el conjunto de las clases
dominantes.

Esta diversificada estructura económica, hace que la composición del poder en la


sociedad peruana sea compleja desde su origen y se deba analizar con cuidadosos
pasos que escapan a este capítulo introductorio, pero que para comprender el proceso
político se requieran al menos algunas referencias iniciales. Las clases dominantes han
sido tradicionalmente conocidas en el Perú como "la oligarquía", haciendo referencia
esta noción a su carácter cerrado, a la fuerte integración habida entre los distintos
planos del poder, a los rasgos aristocratizantes de su forma de dominación y a otros
aspectos que configuran un capitalismo retrasado con fuertes rasgos pre-burgueses en
su forma de dominación.

Pero esta noción, aunque agrega precisiones de rasgos propios del poder en el
Perú, es insuficiente y si se la utiliza sola puede llevar a imaginar una clase dominante
monolítica y sólo pre-burguesa con lo cual, entre otras cosas, muchos hechos, alianzas
y pugnas quedarían inexplicadas, sin salir del anecdotario político. Por ello, la noción de
bloque en el poder y el concepto de hegemonía(4) que aplicamos en el trabajo,
permiten ver la relación entre las distintas clases y fracciones de clase que conforman
(3)
En la forma de explotar estas tres riquezas hay en común el hecho de que la burguesía nativa no podía, por sí misma, dirigir y
financiar su explotación. A partir de ello hay muchas diferencias. En el guano, la burguesía limeña logra ser inter mediaria y recibir
parte del beneficio que traslada a los bancos y al agro de la costa. En la minería y el petróleo, que demandan capital y tecnología en
otras dimensiones, poco es lo que queda en manos nacionales. Se trata de grandes enclaves de capital extranjero que no se
asocian con inversionistas locales.
el poder. Dicha relación es unitaria a un nivel y contradictoria en otro ya que luchan
por la hegemonía expresada en el Estado(5).

Para explicarnos la forma de dominación expresada en el Estado debemos


preguntarnos por las clases y fracciones que lo controlaban, examinando sus
principales rasgos. El llamado Estado oligárquico se caracterizó por la hegemonía de la
burguesía agroexportadora(6), en estrecha vinculación con los terratenientes
gamonales, principalmente ubicados en la sierra. Los primeros se asentaban en
relaciones capitalistas de explotación, mientras que los segundos se mantenían
principalmente sobre la base de relaciones precapitalistas. Los primeros tenían la
hegemonía en el bloque en el poder, logrando que la política del Estado se definiera
prioritariamente en función de sus intereses particulares; los segundos eran aliados
indispensables para mantener controlada a la población campesina, en condiciones
máximas de explotación. Los primeros realizaban en el mercado mundial su acumula-
ción capitalista, mostrando desinterés por el desarrollo de un mercado interno,
complementándose en sus intereses inmediatos. Ambos requerían de un Estado liberal
que poco interviniera en la economía: el gamonalismo hacía innecesaria incluso la
expansión de los aparatos de Estado hacia el interior, por el control regional que
ejercía sobre el mundo rural. El Estado oligárquico fue así un Estado diseñado en
función de estos intereses, aunque en su evolución las demandas de nuevos grupos
sociales, dentro y fuera del bloque, llevarían progresivamente a su crisis como forma
de Estado. Entre las fracciones llamadas oligárquicas se puede distinguir también una
fracción financiera que controla los Bancos, los Seguros y todo el sistema financiero,
incursionando parcialmente en algunas industrias. Juega un rol importante en el siglo
pasado y se mantiene en este siglo con un rol de "bisagra". Dicho rol permite tender
un mayor puente hacia otras fracciones del bloque en el poder, como los grupos
industriales que participan del poder del Estado Oligárquico, pero en forma
subordinada y en progresiva contradicción con las fracciones oligárquicas.

(4)
Para el desarrollo de estos conceptos, se hace referencia a ANTONIO GRAMSCI: ANTOLOGIA "Escritos Políticos". Ed. Siglo
XXI. México, 1970. También a N. POULANTZAS: PODER POLITICO y CLASES SOCIALES EN EL ESTADO CAPITALISTA. Siglo
XXI Editores, México 1969.
(5)
En efecto, al analizar el Estado en relación con las clases se observa que la clase que lo define y controla no es un bloque
monolítico. En el tipo de Estado capitalista se comprueba una relación específica entre las clases o fracciones de clase a cuyos
intereses políticos responde este Estado. Tanto por el juego que permiten las instituciones del Estado, como por la pluralidad de
clases dominantes en una formación social, (en la que coexisten varios modos de producción) y aun en la misma conformación de
la clase burguesa (en la que se puede distinguir fracciones comerciante, financiera e industrial), está presente esta composición a la
vez plural y contradictoria, pero siempre con un terreno común en el interés por mantener un Estado que impone un tipo de
dominación que les interesa en conjunto. El concepto de bloque en el poder indica así la unidad contradictoria particular de las
clases o fracciones de clase dominantes, en su relación con una forma particular del Estado capitalista (POULANTZAS. Op. cit.
págs. 295-317). En esta unidad contradictoria y compleja se da la hegemonía de una clase o fracción. La lucha política busca esa
hegemonía y se da dentro del marco global de la lucha de clases, a partir de la existencia de intereses antagónicos en la sociedad y.
de intereses contradictorios dentro del bloque en el poder. La hegemonía supone capacidad de una clase o fracción de imponer
sus intereses como propios de todo el bloque en el poder, arrastrando tras su política y su ideología a otros grupos sociales,
medios e incluso populares ("interés general"). La crisis de hegemonía parte de las contradicciones existentes dentro y fuera del
bloque. El desarrollo de las contradicciones dentro de este bloque se vincula con procesos estructurales más amplios: la evolu ción
del sistema capitalista mundial y los diferentes intereses y prioridades que, en períodos sucesivos, impone la dominación
imperialista a las economías dependientes; el desarrollo de las fuerzas productivas y su desigual expresión en la conformación
regional de esta sociedad; el impacto de las luchas populares, que aunque en esencia se dirigen contra el bloque en su conjunto, no
necesariamente llevan a una respuesta homogénea dentro del bloque en el poder (entre otras razones porque cada fracción tiene
distintos márgenes de adaptación, que se vislumbran mejor cuando surgen acciones reformistas, tolerables e incluso aprovechables
por algunas de las fracciones, pero que para otras, las más subordinadas, suponen una agresión real a intereses inmediatos).
Situadas ya en la lucha política concreta, las formulaciones ideológicas y la actuación de los intermediarios políticos, tienen también
importancia final en la resultante.
(6)
Esta fracción no es sólo terrateniente en este siglo. Su punto de partida es la pro piedad de las tierras del norte, que constituyen
la base de la agroindustria. Controlan, en alianza con inversionistas extranjeros, la producción y comercialización azucarera,
principalmente. Es hegemónica sobre el conjunto del agro, liderando la SNA y las otras fracciones de la clase dominante,
definiendo en sus términos la política económica del Estado.
En efecto, ya en el siglo XX el bloque en el poder no está compuesto sólo por
las clases y fracciones conocidas como oligárquicas (agroexportadores, fracción
financiera y terratenientes tradicionales o gamonales). A los grupos industriales (que
constituyen parte del bloque en el poder aunque subordinados a la hegemonía
agroexportadora), no se les puede calificar de "oligarcas", no sólo por su distinta y más
moderna base material, sino por la progresiva diferenciación de intereses que los ha de
enfrentar con la llamada oligarquía. Sin embargo, cabe utilizar en este contexto la
denominación "Estado oligárquico" para referirse a la forma de Estado que existe en el
Perú mientras subsiste la hegemonía de las fracciones oligárquicas en el bloque en el
poder(7). La crisis del Estado oligárquico se expresa en una agudización de la lucha por
la hegemonía dada en la cúpula, como expresión de luchas más amplias en el conjunto
de la sociedad, entre este poder ya desgastado y las clases mayoritarias.

El Estado oligárquico se impone en la sociedad peruana a través de regímenes


políticos cerrados y anti-democráticos. Es por definición "gobierno de pocos" que
excluye toda posibilidad de incorporación -incluso subordinada- de intereses de las
clases mayoritarias. Corresponde a un período de la historia en que la mayor parte de
la población esta ubicada en el campo, controlada por los gamonales y desarticulada en
el nivel nacional. A partir de los años 30 de este siglo, el Estado oligárquico deberá
recurrir a la dictadura para hacer frente a las demandas de los sectores populares. Ello
señalará el inicio de su crisis, aunque ésta se vea más nítida con los procesos de
cambio que se muestran en la sociedad peruana en la década del 50(8).

1.3. EL REFORMISMO DEMOCRATICO COMO ALTERNATIVA

En la coyuntura del 30 el Estado oligárquico pudo resistir el embate del APRA,


partido de masas que logra catalizar entonces la oposición antioligárquica de los
sectores medios y populares. Recurriendo a la dictadura durante 15 años, el Estado
oligárquico excluyó al APRA de la escena y tras un breve paréntesis (1945-48), logró
gobernar sin mayores concesiones ocho años más (1948-56). Pero en la década del 50
se aprecian ya varios procesos de cambio que ubicados en niveles estructurales
tuvieron impacto decisivo en la crisis del Estado oligárquico. Se acentúa desde la
postguerra un proceso de modernización económica que hace crecer progresivamente
la industria (en manufacturas, construcción, derivados del azúcar, la minería y la pesca),
el comercio y los servicios. Ello dinamizó la presencia en el poder y en la base de
sectores modernos que no articularon tan fácilmente con las fracciones oligárquicas(9).
(7)
El Estado oligárquico puede ser considerado como una forma de Estado semicolo nial. Este concepto hace referencia a la
naturaleza del bloque en el poder y a su forma de dominación política al plantear el problema central de la integración nacional (en
lo político y lo económico) que es un aspecto esencial para el pleno desarrollo del tipo de Estado capitalista. En el caso peruano, el
Estado oligárquico apenas logra ser un estado-nación: se plantea a nivel político la desintegración nacional y a nivel económico una
economía de exportación que se despreocupa del desarrollo del mercado interno, dado que la fracción hegemónica y los encla ves
imperialistas realizan fuera del país su acumulación capitalista. Por ello mismo requieren articular su dominación con grupos
regionales precapitalistas, cuyas formas de explotación dan rasgos retrasados y preburgueses al Estado. Esta tipificación no niega el
carácter hegemónico del modo de producción capitalista en la formación social peruana, pero tipifica formas particulares de este
capitalismo subordinado y semicolonial. La ruptura y cancelación del Estado oligárquico no supone la cancelación del capitalismo
como sistema hegemónico. Más aún, puede ser un paso necesario para el desarrollo capitalista en su fase actual. Sin embargo, esto
no debe verse mecánicamente, sino analizando el proceso histórico.
(8)
En el capítulo 6 se señalan algunos rasgos de los regímenes políticos del Estado oligárquico.
(9)
La industria manufacturera crece desde los años cuarenta. En textiles, alimentos, bebidas y cerveza, en insumos para los
exportadores azucareros y mineros; en industrias básicas derivadas de la caña de azúcar (papelera, cartonería, licores) y en algunos
derivados de la minería de cobre (cables, por ejemplo). En química y mecánica-metalúrgica se combina una lenta pero efectiva
expansión industrial ligada directamente al capital extranjero y que es canal de diversificación de algunas fracciones oligárquicas.
La construcción se dinamiza con las obras públicas del gobierno de Odría, amparadas en la bonanza que para el sector ex portador
significaba la guerra de Corea y los contratos mineros del Ochenio. Ello impulsa la industria del cemento y la acti vidad
La década del 50 muestra también el deterioro del sector agrario tradicional. Se
quiebra el orden rural tradicional caracterizado por el aislamiento del campesinado, la
desinformación entre campo y ciudad y el absoluto control político por parte del
gamonal serrano. Un proceso de acelerada migración surge como consecuencia del
deterioro del campo y de esta ruptura del aislamiento. La difusión de la radio hasta los
más alejados rincones del país, tuvo un efecto importante junto con los intentos de
expansión del mercado para productos urbanos y la ampliación de servicios estatales.
La constante relación de los migrantes con sus comunidades de origen y la acción
política de partidos reformistas y revolucionarios -dirigida a incorporar en sus luchas
las demandas de los campesinos- constituyen elementos importantes para la ruptura
del orden rural tradicional y se expresan en la dinamización del movimiento
campesino(10).

Ubicado en un cuadro de quiebra del orden rural tradicional, el movimiento


campesino tiene en estas dos décadas una particular intensidad. No puede hablarse de
un movimiento único, ni menos de una dirección centralizada, pero muchas luchas
señalan que el aislamiento ya no es total, habiendo indicadores de articulación con
algunos conflictos urbanos y un mayor impacto en la escena política. Conforme avanza
la década del 60, las movilizaciones campesinas son cada vez mayores. Los gobiernos
no pueden ya ocultar la realidad, que intermitentemente se hace presente en el debate
parlamentario y en la prensa.

La naturaleza de las luchas campesinas va variando, principalmente en la sierra.


No se trata ya sólo de litigios entre un latifundio y una comunidad o del reclamo de
algunas mejoras en las condiciones de vida para una zona. La toma de tierras y la
resistencia armada es aspecto significativo de esta etapa; se generaliza la sindicalización
incluso en la sierra. Los planteamientos reformistas, limitados por la presencia
oligárquica en el poder, no logran detener estas luchas.

El Estado oligárquico no puede, como lo hizo antes, responder a estas luchas


campesinas sólo con el aparato represivo. Surgen así los planteamientos de Reforma
Agraria que tendrán particular importancia en la lucha política que marca la década de
1960 y que expresa la crisis de esta forma de dominación.

Un acelerado proceso de urbanización completa el conjunto de procesos


económico-sociales que producen la crisis del Estado oligárquico. Originada en la
constructora e inmobiliaria que, al igual que la industria manufacturera, se incentiva también con el proceso de urbanización y la
lenta ampliación del mercado interno.
El sector exportador se diversifica con la producción de hierro (Marcona), con la ampliación de la producción de cobre
(Toquepala), pero principalmente con la aparición de un nuevo producto de gran demanda en el mercado mundial: la hari na y
aceite de pescado. Si los dos primeros -por ser enclaves norteamericanos tienen como efecto significativo sólo una mayor
disponibilidad de divisas, la exportación de harina y aceite de pescado sI tuvo consecuencias importantes en la economía y el poder
de los diversos grupos sociales.
El nuevo producto de exportación no está totalmente en manos extranjeras. Empresarios nacionales controlan en parte la
producción (extracción) y procesamiento (industria), dando auge a su vez a industrias y servicios conexos (redes, barcas,...) que
fortalecen el sector moderno de la economía.
(10)
Tras estos cambios se ubica el progresivo debilitamiento del latifundio tradicional.
Productor para un mercado interno estrecho, el gamonal no se interesa por modernizar la tecnología y la organización económica
de sus tierras. Más allá de su incapacidad empresarial, está presente también el efecto de una política económica adversa al campo
tradicional, que sólo incentivó la producción para exportación (azúcar, algodón, lanas). El gamonal no tiene poder para imponer
cambios a la política global, que se define en función de los intereses hegemónicos de los agroexportadores y del capital
extranjero. De esta forma, en un largo proceso, el gamonal se refugia en la sobreexplotación del campesino, que le permite el uso
de todas las instancias del poder local, sin mejorar las condiciones productivas de sus tierras. El cultivo extensivo, el aumento de
las parcelas arrendadas y sub-arrendadas a cambio de servicios personales, son signos de este sistema de explotación caduco pero
necesario al Estado oligárquico. Las acciones del movimiento campesino, dinamizadas desde fines de la década del 50, acentúan el
debilitamiento económico y político del latifundio.
sierra -cuyas condiciones de empleo y de vida expulsan a la población excedente- la
migración se produce en etapas, tanto en las grandes ciudades del interior del país,
como en Lima. Se forman los barrios marginales a partir de invasiones que ocupan las
zonas que rodean las grandes ciudades(11).

La presencia de las barriadas hace pensar mucho a la oligarquía y principalmente


a los sectores medios. Pueden ver con sus propios ojos una miseria que contrasta con
el lujo limeño tradicional y que los amenaza por más acciones asistenciales que
organicen. Los sectores industriales los recibieron, sin embargo, como mercados
potenciales de servicios, que podían abaratarse con el esfuerzo comunal. Se generan
múltiples proyectos de promoción y desarrollo comunal, no desligados de estos
intereses comerciales e industriales(12).

A estos tres procesos se suma la expansión del Estado, que hace crecer sus
servicios "sociales" (salud, educación, obras públicas...), como una forma de obtener
legitimidad en un medio cada vez más urbano, que exige soluciones a sus problemas
vitales tanto en el asentamiento poblacional como en el empleo, siempre escaso (13).
Al concluir la dictadura del General Odría, nuevas fuerzas sociales se expresaron
en la escena política, indicando que estos y otros procesos de cambio confluyen en
opciones antioligárquicas que, con renovados bríos, se expresarán en los partidos
reformistas que aparecen en 1956. El APRA, el gran catalizador antioligárquico de la
coyuntura del 30, no cumplirá ya ese rol en la nueva coyuntura. Ha optado por una
alianza directa con las fracciones oligárquicas para obtener la legalidad que le fuera
negada por más de 20 años. Con ello el panorama político será más complejo, pues
este antiguo partido -con la imagen de un pasado progresista- asumirá la opción
oligárquica desde 1956 enfrentando al nuevo reformismo, lo que agudizará el enfrenta-
miento político, incluso dentro del bloque en el poder.

Acción Popular, partido formado en 1956 y la Democracia Cristiana, que nace


también en esa coyuntura, constituyen el núcleo principal del reformismo democrático,
en el cual el liderazgo de Fernando Belaúnde le hace encabezar esta opción muy por
delante de las posibilidades de otros líderes de su partido o de la Democracia
Cristiana(14).

(11)
Lima pasa de una población de 533,645 habitantes en 1940, a una población de 2'245,067 habitantes en 1971. Otras ciudades
del interior tienen también importante crecimiento. Hay algunos casos realmente explosivos como Chimbote, que de ser una
caleta de pescadores que en 1940 tenía una población de 9,723 habitantes, pasa a ser una ciudad de 167,234 habitantes en 1971,
por efecto del auge de la pesca de anchoveta (Censos Nacionales de Población y Vivienda-Oficina Nacional de Estadísticas y
Censos. Las cifras de Chimbote incluyen anexos y caseríos).
(12)
Sobre el significado de estos "proyectos" y su vinculación -con intereses de los grupos de poder puede verse: A. RODRIGUEZ,
G. RIOFRIO, E. WELSH: "De Invasores a Invadidos". LIMA, DESCO, 1973 - Serie Praxis No. 4.
(13)
La expansión del Estado es una constante a partir de la década del 30, y se produce especialmente durante los gobiernos
militares de Benavides (1933-1939) y de Odría (1948-1956). No se trata de una expansión de las funciones económicas,
normativas y empresariales. Ello no lo permite la oligarquía, que demanda un Estado liberal. Es más bien la expansión de servicios
públicos de salud, seguridad social y educación pública, a la par que la construcción de carreteras, edificios públicos, viviendas y
servicios conexos. Esta expansión se sustenta en la necesidad del Estado oligárquico de conseguir el mínimo de legitimidad
necesario para no gobernar únicamente sobre la base de la represión. Los servicios y obras públicas generan empleo para los
crecientes sectores medios y son también una respuesta a las presiones que el proceso de urbanización va generando sobre el
sistema político. La expansión del Estado y la política de obras públicas es tolerada por la oligarquía, aunque en más de una ocasión
produjo tensiones de sus más poderosos representantes, que veían en esa política un peligro para sus intereses inmediatos (por
ejemplo, la reacción de Pedro Beltrán -uno de los gestores del golpe de Odría-, renunciando a la presidencia del Banco Central en
1950, en desacuerdo con la política de obras que implementa Odría, afectando el "equilibrio" necesa rio para las posiciones
liberales más ortodoxas).
(14)
Otros partidos, como el Movimiento Social Progresista, tuvieron importancia coyuntural y aportaron cuadros que adquieren
importancia individual después del 68, pero no significaron políticamente mucho en el período 63-68.
El contenido de las posiciones reformistas estuvo marcado por la demanda de
libertades democráticas que permitieran la apertura de un espacio político en el que
pudieran hacer valer las demandas de los grupos sociales que representaban. Estas
demandas se opusieron al carácter cerrado que habían tenido los regímenes políticos
del Estado Oligárquico. Los intereses que se expresan en el reformismo democrático
son, sin embargo, más complejos y están influidos por los cambios estructurales
producidos: el fortalecimiento del polo urbano industrial de la economía, la quiebra del
orden rural tradicional y el crecimiento de las ciudades. La expansión de los servicios
del Estado ha acelerado este proceso y difícilmente puede detenerse por la presión
que parte de los sectores urbanos.

En efecto, es en primer término el mundo de lo urbano el que adquiere mayor


peso. Con su demanda acentúa el crecimiento de actividades como la construcción, la
industria manufacturera y el comercio grande y pequeño, este último expandiendo
ocupaciones parciales (subempleo) para los grandes sectores inmigrantes. La demanda
de servicios en estos sectores se contrapone con la política de austeridad fiscal que la
oligarquía propugna. Su situación de extrema miseria, puesta a la luz pública por
ubicarse en la capital y las ciudades importantes, impulsa una mayor toma de
conciencia de los sectores medios, que a su vez comenzarán a jugar un rol político más
decisivo.

La expansión de los sectores medios gira en torno al crecimiento del Estado y de


la empleocracia industrial y comercial que va unida a la expansión de los servicios
educativos, especialmente reclamada por estos sectores medios. El "desarrollo
económico" que ya en la época es un valor que se impone, resulta identificado con
mayores niveles de educación, aunque ello resultara siendo una falacia si no se
cambiaban las relaciones de poder(15).

Los grupos medios -profesionales y empleocracia-, encontraron también en la


oligarquía un serio límite para sus aspiraciones. Esta, como grupo cerrado que mira
hacia fuera y resulta impermeable a los cambios, no incentiva ni el empleo, ni la
ampliación de las oportunidades de ascenso social que los sectores medios reclaman.
Las periódicas devaluaciones y las medidas que privilegian la tradicional economía de
exportación, impactan de inmediato restringiendo el consumo de los sectores medios.
Durante el gobierno de Odría este descontento llega a expresarse incluso en la Fuerza
Armada. La percepción de sus propios intereses como contrapuestos a la oligarquía, se
presentará tanto en profesionales y tecnócratas que gradualmente asumen posiciones
desarrollistas y se ligan a la burguesía industrial y al capital extranjero (en el
indispensable rol de ejecutivos, asesores jurídicos e intermediarios) como en sectores
medios que se radicalizan desde la Universidad y asumen las banderas del movimiento
popular, especialmente en lo que se refiere a la reforma agraria y al impulso de
organizaciones sindicales. La variedad de posiciones reformistas y revolucionarias que
se presenta en la década del 60 parte de esta generalización de posiciones
antiologárquicas.

(15)
El crecimiento de la educación secundaria es explosivo: en la década de 1950 la educación secundaria crece en 270% pasando
de 72,526 alumnos en 1950 a 198,259 en 1960. En la década de 1960 este crecimiento explosivo se traslada a la Universidad,
aunque ésta no pueda recibir a toda la población que egresa de secundaria. El crecimiento de los egresantes (postulantes
potenciales) es de un 320%. La población universitaria pasa de 15,919 alumnos en 1950 a 30,983 en 1960 y a 92,402 en 1969. El
número de Universidades que en 1960 era de 9, pasa en 1970 a 34. (Información estadística publicada por el CONUP: Consejo
Nacional de la Universidad Peruana).
Esta insurgencia de los sectores medios en la vida política se liga a la lucha del
movimiento campesino en la época, en tanto que los primeros asumen -aunque fuera
parcialmente- la bandera de la reforma agraria como reivindicación.

La emergencia política de los sectores medios y del movimiento campesino, se


produce con parciales pero significativos apoyos de la burguesía industrial. Esta se
beneficia de la expansión urbana, de la política de obras públicas, de la lenta pero
significativa ampliación del mercado interno urbano.

Cada incentivo es arrancado de las fracciones oligárquicas con esfuerzo, pero


gradualmente su importancia y la capacidad de articular directamente con el capital
extranjero dará a los industriales una mayor capacidad de negociación en el bloque en
el poder. No puede hablarse, en la década de 1950, de una decidida opción
antioligárquica -en la burguesía industrial. Esta no es una unidad y como conjunto
parece preferir un doble juego: a la vez que incentiva y apoya partidos y posiciones
reformistas, concilia con la oligarquía aún en contra de estas posiciones(16).
En la década de 1960, la opción de la burguesía industrial por Belaúnde será más
neta aunque también en ese período dejará de lado posiciones de enfrentamiento, para
pasar a articular conciliaciones con las fracciones oligárquicas, que sirvan a sus
intereses más inmediatos. De esta forma, la burguesía industrial incentiva el
reformismo democrático a partir de la diferenciación de intereses con la oligarquía,
pero en cada coyuntura juega un rol mediatizador que en el nivel político expresa en
forma poco clara sus intereses. Su origen ligado a la diversificación de parte de la
oligarquía, su necesidad operativa inmediata de funcionar ligada a ésta en la medida en
que le controla el crédito, los incentivos estatales, etc., la dificultad que supone no
contar con un sistema' político abierto y estable -que la oligarquía aprovechó mejor-
determinan, entre otros factores, que la burguesía industrial crezca a partir de un
doble juego en las décadas del 50 y 60, incentivando el reformismo a la vez que
pactando con la oligarquía. En perspectiva, sin embargo, es claro que sus intereses se
contraponen, a pesar de las medidas que logra arrancar a la fracción hegemónica: la
ampliación del mercado interno supone y requiere cambios, tanto en el agro como en
la estructura de ingresos; la promoción de una política efectivamente industrialista, se
contradice con los intereses agroexportadores, que reclaman del Estado políticas
liberales que no incentivan la protección industrial, que obtienen devaluaciones y se
oponen a todo intento racionalizador de la economía en vistas, por ejemplo, a una
planificación indicativa(17).

Los procesos electorales de 1962 y 1963, luego de seis años de convivencia


entre el Apra y el Presidente Prado (antiguo representante de las fracciones
oligárquicas) llevaron al Poder Ejecutivo al Presidente Belaúnde, abanderado del
reformismo democrático. Para ello hubo dos procesos electorales que expresaron los
(16)
En la industria cabe distinguir sectores ligados a los exportadores, tanto azucareros como mineros, marcados por los intereses
del sector de origen y por su dinámica. (Producen insumos para los exportadores). Pero aparecen también -se dinamizan
progresivamente- sectores cuyo desarrollo depende del mercado interno. Sobre el particular -se puede remitir el lector a un
trabajo manuscrito de Anthony Ferner "La evolución de la burguesía Industrial en el Perú: intereses y fracciones", traducido y
publicado en la Universidad Católica como material de enseñanza. Este y otros trabajos abren lugar a explicaciones de la actuación
política de los industriales que en estas dos décadas es ambigua en su enfrentamiento con las fracciones oligárquicas, hecho que
posiblemente debilita al reformismo democrático como opción.
(17)
Es importante distinguir el rol y los planteamientos de los representantes corporativos (SNI por ejemplo) y el de la gran prensa
que tiene un rol ordenador y articulador fundamental. Comparar esto con los planteamientos de los partidos reformistas,
expresados en las plataformas así como en el debate parlamentario desde 1956, es importante para pasar de estas gruesas
apreciaciones a niveles más refinados de análisis. Esta tarea, más allá del nivel de este trabajo llevará a confirmar o reemplazar las
observaciones y relaciones que aquí se formulan a modo de hipótesis.
reacomodos de las fracciones oligárquicas y no oligárquicas en el bloque en el poder,
representadas por el Apra y el Odriísmo, las primeras, y por la Alianza AP-DC, las
segundas. La intervención de la Fuerza Armada en 1962, anulando el proceso electoral,
indicó que la opción reformista que movilizaba a los sectores medios incluía a los
Militares, antiguos aliados del bloque oligárquico que, al arbitrar en esta coyuntura,
optaron claramente por el reformismo democrático(18).
1.4. EL GOBIERNO DE BELAUNDE: EXPRESION DE LA CRISIS DE
HEGEMONIA EN EL BLOQUE EN EL PODER

La coyuntura electoral de 1963 repitió básicamente la constante política del año


anterior, pero con un intermedio de doce meses que hizo madurar las alianzas que se
perfilaron entonces. En las elecciones, el APRA vuelve a lanzar a su líder máximo Haya
de la Torre, y el General Odría repite su candidatura, procurando ambos no explicitar
el pacto que a última hora frustraron los militares en 1962. Acción Popular y la
Democracia Cristiana forman la alianza AP-DC para, sumando fuerzas, incrementar los
votos de Belaúnde. Este último gana por estrecho margen la Presidencia de la Repúbli-
ca, pero no logra mayoría en el Parlamento. La inmediata formación de la Coalición
APRA-UNO que, sumando sus representantes, logra mayoría en ambas cámaras,
anuncia un período de álgida lucha política que reprodujo la pugna Parlamento-
Ejecutivo que se protagonizó en 1945-48(19).

El Gobierno de Belaúnde se inauguró en medio de gran expectativa y


entusiasmo. Las ofertas políticas de la Alianza AP-DC eran vagas e imprecisas, pero su
sola mención y la presencia de hombres nuevos en el Gobierno alentaban las
expectativas en sectores medios y populares. También la burguesía industrial alentaba
la esperanza de reforzar su poder económico con el poder político recibido por los
partidos reformistas, para así poder imponer su hegemonía sobre las fracciones
oligárquicas y lograr una política económica que propiciara la industrialización,
favoreciera la expansión de su base productiva y la penetración del capital extranjero
en la industria. No sólo estos grupos sociales, sino también los sectores medios
reformistas, esperan del capital extranjero algo así como la varita mágica que les
permitirá "el desarrollo" sin mayor esfuerzo nacional. La ideología capitalista se
(18)
Los resultados electorales de 1962 obligaban a una elección presidencial en el Congreso, para lo cual los representantes debían
elegir entre los tres candidatos que habían logrado mayor votación (Haya, Odría, Belaúnde). Ello forzaba las alianzas. De hecho las
fracciones oligárquicas propiciaron y obtuvieron el pacto entre Haya y Odría que hubiera consagrado a este último como
Presidente de la República, articulando nuevamente a las fracciones agroexportadora, financiera y gamonal de la clase dominante
(se recuerda que en la víspera del golpe, Odría anuncia el Pacto y recibió, al empezar su exposición televisada, aviso de que la
Fuerza Armada no acepta el pacto, transmitido por un Oficial de la Aviación).
La Fuerza Armada se opuso a este pacto. Obviamente en su decisión intervino un fuerte rezago de antiaprismo, pero no fue éste
el factor principal del golpe. El antiaprismo de la Fuerza Armada no permitía que Haya fuera Presidente pero sí podía aceptar otro
período en que el APRA estuviera en el poder, compartiéndolo esta vez con Odría, General retirado y viejo garante del pacto
oligárquico-militar. En lo esencial, la Junta Militar de Gobierno opta por apoyar las posiciones reformistas antioligárquicas,
definiendo su misión como transitoria y poniendo su principal interés en la organización del proceso electoral de 1963. La
actuación de la Junta Militar de Gobierno se produce en medio de una importante movilización campesina en La Convención y
Lares, encabezada por Hugo Blanco. El gobierno de Prado no pudo ni contenerla, ni eliminar sus efectos en la escena política. Ante
ello, la Junta dictó la Ley de Bases de la Reforma Agraria y una Ley particular complementaria que aplicó en La Convención y
Lares, articulando un operativo que hizo intervenir directamente a oficiales del Ejército en su ejecución. Entre ellos destacarán
oficiales que como el entonces Comandante Gallegos, jugarán roles importantes en el período posterior a 1968. Es la primera Ley
de Reforma Agraria y se aplica en respuesta a la movilización campesina.
Entre las medidas importantes de la Junta está la creación del Instituto Nacional de Planificación (propuesta que poco años antes
fuera vetada por los agroexportadores desde "La Prensa"), el establecimiento del presupuesto funcional por programas y el inicio
de medidas de descentralización administrativa en los ministerios "sociales" como Educación y Salud. Estas medidas fortalecen la
capacidad de acción del Estado y perfilan desde entonces una tendencia de los militares a fortalecer el poder del Estado, que luego
se retomará en 1968. La importancia política e ideológica de la creación del lNP es en este caso la más significativa.
(19)
La Fuerza Armada deja el poder tal como lo ofreció en 1962 y vuelve prestigiada a sus cuarteles. En ella son evidentes entonces
las simpatías por el nuevo gobierno reformista. Belaúnde no supo aprovechar esta fuente de poder y en el nuevo go bierno, tanto
la Alianza AP-DC como la Coalición APRA-UNO, pugnarán por obtener la simpatía militar en términos tradicionales de
prebendas, discursos y declaraciones.
presenta entonces muy clara en sus versiones tecnocráticas, que se aceptan como
válidas sin mayor análisis(20).

El triunfalismo expresado por las posiciones reformistas se estrelló, sin embargo,


con la impermeabilidad política de una oligarquía que, ya en decadencia, no aceptó "que
algo cambie para que todo quede como está". Los avances del movimiento popular
impactaron a la vez en una radicalización de los sectores medios y en una defensiva
reacción de los terratenientes, tanto agroexportadores como gamonales. Estos últimos
eran uno de los mayores lastres de la oligarquía. Agredidos en su base material por el
movimiento campesino, van a exigir la represión como única respuesta. Los
planteamientos de reforma agraria son inaceptables para ellos, incluso las propuestas
más conservadoras, pues suponen agredir al latifundio tradicional, sus relaciones semi-
feudales de explotación y todo lo que constituye base del poder gamonal. En las
guerrillas de 1965 encuentran pretexto para lograr sus objetivos de represión masiva.

a. LA OPCION OLIGÁRQUICA

La oligarquía se hace así más rígida. Tiene poder económico importante en el


agro y en la banca. Puede aliarse con sectores conexos tradicionales del comercio y
algunas industrias; encuentra en el APRA un aliado importante para controlar el poder
político directo, reemplazando su tradicional alianza con los militares, que ahora por la
evolución política e institucional de éstos se hace más difícil. El APRA ofrece liderazgo
y capacidad de articular una parte de los sectores medios, a la par que muchos de los
trabajadores rurales del norte y parte importante del movimiento obrero. A pesar del
viraje de sus dirigentes, el APRA es el único partido de cuadros, con organización
firme que cubre casi todo el país(21).

El odriísmo, carta muy estimada por la oligarquía, había logrado impactar en la


población que rodeaba Lima y, al articular a las fracciones más tradicionales de la
oligarquía, se benefició también con electores en algunas regiones deprimidas,
controladas por caciques locales. Ello era el complemento necesario para una alianza
con el APRA pues le exigía mucho menos a la oligarquía en la medida en que su
clientela política sólo se satisfacía con obras públicas.

(20)
Esta perspectiva triunfalista está presente no sólo en el cuadro político nacional. Gran parte de América Latina pasa por un
período democrático y reformista cobijado al amparo del período Kennedy y del lanzamiento de la Alianza para el Progreso. En
1963 Brasil aún experimenta un gobierno populista. Venezuela y Colombia tienen regímenes democráticos que en años anteriores
derrocaron a los dictadores Pérez Jiménez y Rojas Pinilla. Ecuador repetirá un gobierno populista con Velasco Ibarra y Argentina
buscará en Frondizi un intento desarrollista. Chile en 1964 verá el triunfo de la Democracia Cristiana de Frei y su intento de
“Revolución en Libertad”, tan parecido al reformismo de la Alianza AP-DC (salvando distancias enormes del cuadro político en
que se ubica cada Partido Demócrata Cristiano hay más que un marco ideológico común). Todo este cuadro internacional se
relaciona con la política de los Estados Unidos que expresa su apoyo sólo a regímenes democráticamente elegidos, aunque esa
política cambiará muy pronto ante los gobiernos militares de Brasil y Argentina. Ya en 1962 esta política se había expresado ante la
Junta Militar peruana. El gobierno norteamericano vio con gran simpatía la candidatura de Haya de la Torre en 1962. Incluso su
Embajador, señor Loeb, tuvo el descuido de aparecer en una manifestación política, a lo que agregó diversas reuniones
propiciando alianzas que evitaran la intervención militar. Ello le valió que la nueva Junta pidiera su retiro al tomar el poder, pero el
contexto de esa coyuntura incluyó presiones de los EE.UU. para hacer transitorio el régimen. El reformismo de Belaúnde,
triunfante en 1963, era sin embargo adecuado a estos propósitos de la política exterior norteamericana, que desde la Alianza para
el Progreso propiciaba la Reforma Agraria para los sectores más tradicionales como una política que además de favorecer la
modernización y hegemonía del sistema capitalista en América latina prevenía concretamente la agudización de conflictos sociales
que pudieran hacer peligrar el sistema político.
(21)
Los seis años de la Convivencia con Prado le han dado además recursos y poder que se expresa en votos. En ese período
contaron con influencia decisiva en los Ministerios de Trabajo y Educación para fortalecer su presencia entre obreros y maestros
lograron recursos para obras regionales que prestigiaron a sus parlamentarios y pudieron así tener en las elecciones de 1962 y
1963 un caudal de votos de casi un tercio del electorado, que les dio efectivo poder en el Parlamento.
Se constituyó así la opción oligárquica en la escena política, con fuerzas sociales
lo suficientemente poderosas como para doblegar a su enemigo inmediato en la
coyuntura: el reformismo democrático.

Esta opción oligárquica representa a las tres fracciones tradicionalmente


conocidas como "la oligarquía", en lazadas con minoritarios sectores industriales e
inmobiliarios y en alianza con el APRA que le aporta la articulación parcial de los
trabajadores rurales del Norte, de parte del movimiento obrero y de una pequeña
burguesía provinciana nucleada por este partido desde los años 30. El Odriísmo es
representante político de las fracciones oligárquicas más tradicionales (gamonales
incluidos) que logra articular, con la imagen de las obras y servicios del ochenio, a
sectores urbanos en su mayor parte sub empleados y despolitizados.

b. LA OPCION REFORMISTA

Frente a esta opción oligárquica se sitúa el reformismo que articula las posiciones
antioligárquicas de la mayoría de sectores medios, con el apoyo de la burguesía
industrial y otros sectores modernos, como la construcción, parte del comercio, la
pesca y los servicios. Con el liderazgo de Acción Popular y Belaúnde, logra el apoyo de
parte del campesinado y el proletariado.

En esta opción hay debilidades de base, tanto en la burguesía industrial como en


la pequeña burguesía. En cuanto a la primera, su opción no es definida. Para fortalecer
su base económica jugará a "dos bandos" en más de una ocasión. Las reformas tienen
valor sólo si aumentan su poder y producen mejores condiciones de negociación con
las fracciones oligárquicas en su lucha por la hegemonía. Hay grupos económicos que
buscan representantes en todos los partidos, jugando sólo en la óptica inmediata de la
mayor ganancia económica. Tal es el caso de los pesqueros (22). Esta opción ambigua, o
más bien complementariamente alternativa, podía representar lo que es la necesidad
entonces sentida por la burguesía urbano industrial: recomponer el bloque en el poder,
subordinando, aunque no eliminando, a las fracciones oligárquicas.

La pequeña burguesía intelectual -profesional y política- que integra la opción


reformista o antioligárquica, tiene como característica una ambigüedad y pobreza
ideológica que fue muy significativa en el proceso 1963-68. Los programas de la alianza
AP-DC son ambiguos por necesidad. Frente a problemas centrales como la
nacionalización de la IPC o la Reforma Agraria, hay posiciones contradictorias que van
en el primer caso, desde la nacionalización real hasta la empresa mixta., y en el
segundo caso, desde la inclusión de los complejos agroindustriales hasta la sola
referencia a expropiaciones en las haciendas más tradicionales. Esta ambigüedad
ideológica y programática permitió la presencia de profesionales y políticos, ligados
claramente a grupos de poder económico moderno, unido a una pequeña burguesía en
proceso de radicalización. En el período 1963-68 se produjo un decantamiento que a
su vez hizo quebrar la Alianza AP-DC y los partidos que la integraban. Se produce allí
lo que denominamos más adelante como pugna entre un reformismo tecnocrático y un
reformismo social.

(22)
Se recuerda, por ejemplo, lo que se conoció como el "bloque parlamentario pesquero" que incluía diputados del APRA, AP,
DC y UNO; que al ser descubierto en "Olga" ocasionó la expulsión del diputado y Ministro Roberto Ramírez del Villar del PDC y,
acto seguido, la ruptura de este Partido con la formación del Partido Popular Cristiano liderado por el Alcalde Bedoya.
c. LA IZQUIERDA

Fuera de estas grandes opciones, el período 1963-68 vio engrosarse y luego


dividirse a la izquierda política. En ella, la fuerza principal fue el Partido Comunista
Peruano que, al lograr un mayor margen de juego desde el gobierno de Prado, avanzó
en su penetración dentro del movimiento sindical, capitalizando la frustración de
elementos apristas y reformistas según avanzaba el período. Su principal objetivo fue
convertirse en una fuerza sindical decisiva a partir de su ruptura con la CTP aprista (23).
A ello subordina la actuación de coyuntura, en la que aparecen más bien reducidos
grupos de pequeña burguesía de izquierda que articularon con el Partido Comunista,
tales como el Frente de Liberación Nacional (FLN). Ya en estos años impacta la
ruptura del Partido Comunista, a partir de la pugna entre China y la Unión Soviética,
repercusión necesaria en un partido umbilicalmente ligado a las decisiones de afuera,
que en parte por ello nunca logró un planteamiento político adecuado a la realidad
nacional.

En este período la izquierda se diversifica con la presencia de tesis rupturistas


que, con influencia cubana y a partir de los problemas que ofrece el Partido
Comunista, forman diversos y pequeños partidos marxista-Ieninistas, varios de los
cuales optan en 1965 por la guerrilla rural, sin éxito(24).

En conjunto, esta izquierda, a la cual se agregan grupos desprendidos del APRA y


personas desilusionadas del reformismo, no juega un rol definitorio en la coyuntura
política del período. Su efecto se da indirectamente en la pugna antioligárquica y en el
trabajo que tiene el largo plazo como perspectiva.

El enfrentamiento de la oligarquía y el reformismo se produce en forma intensa


en los primeros años del régimen de Belaúnde. Este comienza con lo que se conoció
como los 100 primeros días del régimen, en los que se proyectó todo el entusiasmo y
la energía acumulados en el proceso electoral. En ese corto plazo, que inauguró
Belaúnde al anunciar que en 90 días resolvería el problema de la IPC, se dio también la
elaboración del proyecto de Ley del Ejecutivo sobre reforma agraria, la nacionalización
de la Caja de Depósitos y Consignaciones -convertida en Banco de la Nación-, la
creación del Programa de Cooperación Popular y otras medidas importantes.

Pero el problema central estaba planteado: el Presidente no tenía mayoría en el


Parlamento. La coalición APRA-UNO lo controlaba y ello le daba poderes muy
concretos para impedir las reformas y desgastar la imagen del Gobierno.

Se vuelve a expresar en esta ocasión el conjunto de efectos que la Constitución


de 1933 produce al diseñar un híbrido de régimen presidencial y parlamentario, que

(23)
Durante este período trabajan en el Comité de Defensa y Unificación Sindical y recién en el gobierno siguiente logran el
reconocimiento oficial de la CGTP.
(24)
En este trabajo no desarrollamos un análisis del significado de las guerrillas del 65 sino en el nivel de su impacto visto desde la
cúpula. Tampoco estudiamos el desarrollo de diversos partidos a la izquierda del PC, con sucesivos fraccionamientos y una
actuación que se orienta principalmente al medio sindical y a la dirigencia estudiantil. Organizaciones jóvenes de esta nueva
izquierda actuaron en el escaso espacio político que dejó el Estado oligárquico y quedaron marcadas por éste: incapaces en el
período siguiente de llegar a las masas, superar el divisionismo y el diletantismo con que marcó la Universidad a sus grupos de
origen. El proceso 1968-75 dará oportunidades de maduración pocas veces aprovechadas.
sólo ha funcionado cuando el Presidente contaba con una dócil mayoría en el
Parlamento, llevando al inmovilismo al régimen que no lograra esa condición(25).

Todo el período 1963-68 produce el desgaste del régimen y sus instituciones. La


pugna Parlamento-Ejecutivo llega a producir hastío. Incluye maniobras del primero para
impedir que el segundo gobierne o administre, sin excluir campo alguno: trabas
presupuestales, censura de Ministros, comisiones investigadoras, e incluso acciones
concertadas con el Poder Judicial, como las referentes a la reforma agraria. Los
recursos públicos se manejaron en esta pugna casi con la misma irresponsabilidad que
caracterizaba a la discusión verbal. Dos ejemplos son indicativos: los parlamentarios se
asignaron un rubro presupuestal llamado "iniciativas parlamentarias" para poder decidir
obras públicas en su región a su criterio, sin rastro de planificación o decisión
ordenada. No menos irresponsable fue la aprobación de la Ley de Educación que
categorizó y dio haberes más altos -y justos- al Magisterio sin preocuparse de su
financiación, con lo cual sólo el primer período de homologación pudo cumplirse.

La lucha política entre Ejecutivo y Parlamento expresó, en la escena política, la


crisis de hegemonía en el bloque en el poder que progresivamente se produjo desde
los años 50, conforme la expansión del polo urbano-industrial desafiaba la hegemonía
de la burguesía agroexportadora y el carácter oligárquico del bloque en el poder.

El Estado oligárquico en crisis llega por evolución al punto máximo de la lucha


política. De un verdadero monopolio del poder en manos de las fracciones oligárquicas
-visible en los años 30-, se pasa a una coyuntura en la que incluso se dividen los
aparatos institucionales del Estado. Las principales fuerzas sociales en pugna, agrupadas
en bloques de partidos, adquieren mecanismos concretos de poder, siendo forzosa la
conciliación o la ruptura del régimen político.

Hay así en este período una situación de vacancia hegemónica, que da como
resultado un régimen cuyas políticas son contradictorias, sea por conciliación o por
triunfo de una de las partes en cada caso. Analizando la política económica puede
afirmarse, sin embargo, que la oligarquía consiguió mantener la mayor parte de las
medidas que favorecían a su fracción más importante: los agroexportadores. Sucedió
así, porque en el reparto institucional le favorecía el control legislativo, indispensable
para asignar nuevos tributos, implantar el control de cambios o tomar medidas que
llevaran eficazmente a la industrialización. La devaluación de 1967 beneficiará en este
sentido a la burguesía agroexportadora, como en anteriores ocasiones.

Debe señalarse, además, que en la burguesía industrial y en el reformismo existió


ambigüedad en los planteamientos de mediano plazo, para implantar una política
industrialista. Ello ocurrió no sólo por falta de mecanismos políticos, sino también
porque gran parte de la burguesía industrial mantuvo una posición liberal tradicional
que se opuso, por ejemplo a un rol dinamizador del Estado como gestor de industrias

(25)
Según la Constitución de 1933, el Presidente es Jefe del Estado Peruano, con efectivo poder ejecutivo. Elegido por voto
universal, nombra a su criterio al Presidente del Gabinete y con éste a los Ministros, pudiendo removerlos en cualquier momen to.
A partir de ello, ejerce el poder administrador con todos los atributos del caso. Puede observar las leyes, derecho que si bien
difiere del veto obliga a una nueva discusión, con lo cual posterga el problema a una nueva coyuntura política. Sin embargo, el
Parlamento tiene también un poder que no se limita a legislar: tiene derecho a iniciativa en el gasto presupuesta/, con lo cual puede
alterar las previsiones del Ejecutivo, sin asignarle los ingresos adecuados. Puede censurar al gabinete o a un Ministro en particular,
con interpelación o sin ella; interviene en los ascensos de coroneles, generales y sus equivalentes en la Armada, así como en la
elección de los Vocales Supremos. Tiene, en suma, poder suficiente para interferir a tal punto en la política del Poder Ejecutivo
que su acción lleva o a una paralización o a conciliaciones parciales o totales.
básicas, control de recursos, etc., que resulta necesario en un proyecto industrialista
como medio de articulación de una economía tan diversa y -un sector exportador
poderoso que la burguesía industrial no podía controlar sino a través del Estado.

Durante el mismo período, las distintas fracciones de la burguesía, oligárquicas y


antioligárquicas, necesitaron formas de conciliación que fueron asumidas por sus
representantes políticos, llevando a un proceso de decantación del reformismo. Esta
necesidad fue mayor ante el avance del movimiento popular que, fuera del control de
los dos bloques y actuando contra ellos, se expresaba en la movilización campesina, en
las guerrillas de 1965 y en el crecimiento del movimiento obrero. Los intentos de
reacomodo de la clase dominante, como conjunto, alcanzaron su máxima expresión en
el "Gabinete Conversado" que tuvo en Manuel Ulloa su Ministro más destacado.
1.5. EL FRACASO DEL REFORMISMO DEMOCRATICO

La frustración de la Reforma Agraria, así como la de otros planteamientos del


régimen de Belaúnde marcaron desde mediados de su período presidencial la crisis del
reformismo democrático. El poder oligárquico era tan fuerte que podía impedir que en
términos reales se afectaran sus intereses doblegando no sólo a parte de los
representantes políticos del reformismo, sino a la propia burguesía industrial logrando
nuevas fórmulas de conciliación.

a. SE QUIEBRAN LOS PARTIDOS

Desde- 1963, Belaúnde y la Alianza AP-DC tuvieron ante sí la disyuntiva de


aceptar la mediatización de las reformas o de recurrir al apoyo del movimiento
popular para enfrentar la Coalición oligárquica. Ello se planteó como alternativa de los
primeros años, expresándose en propuestas concretas de movilización popular
campesina o en el recurso al plebiscito, para zanjar conflictos entre Ejecutivo y
Parlamento en referencia a la Reforma Agraria. Belaúnde optó por la mediatización y la
resultante fue un cuadro complejo que lo condujo a perder la iniciativa política en la
coyuntura y a desarrollar políticas de viraje y conciliación total.

Se produjo así un proceso de decantamiento del reformismo, que parecería


haber llevado a dos tendencias: una primera, asumida por una pequeña burguesía
tecnocrática, que procuró recomponer una alianza interbloques para implantar
medidas desarrollistas tradicionales. Esta tendencia se ubicaba dentro del aparato
burocrático estatal y privado, principalmente a nivel de organismos económicos,
empresas públicas, Banca privada, empresarios y profesionales ligados a ellos. Su
expresión política más conocida fue lo que se llamó el "carlismo", en referencia a
varios personajes muy cercanos al Presidente Belaúnde que tenían como primer
nombre el de Carlos(26).

En su evolución esta tendencia lleva a franquear un puente con el Apra y generar


el "Gabinete conversado". En ella se ubican dirigentes de Acción Popular que, luego de
la ruptura de este partido, quedaron en la rama belaundista (27). En ella se ubican
también democristianos que rompieron con ese partido, formando el PPC (Partido
Popular Cristiano). Por esta última optó claramente el Presidente Belaúnde.

La otra tendencia partía de una óptica más social que económica, ubicándose en
ella elementos de la pequeña burguesía que asumiendo más en serio los planteamientos
reformistas -en sus valores de justicia social- continuaron un proceso de radicalización.
Dentro de ella se ubican el Vicepresidente Edgardo Seoane y parte de los dirigentes de
Acción Popular Que rompieron con ese partido y formaron Acción Popular Socialista
en 1968. Se ubica también la Democracia Cristiana, liderada por el Senador Cornejo
Chávez. Este reformismo social se caracterizó por una percepción vertical de las
reformas: se planteaba la necesidad de cambios estructurales, entendidos como leyes o
actos de poder, que no pasaban necesariamente por una política de masas(28).
(26)
Tales como Carlos Ferreyros, Carlos Velarde Cabello, Carlos Muñoz.
(27)
Tales como J. M. de la Jara, J. Arias Stella, J. Alva Orlandini, Fernando Schwalb, etc.
(28)
Comparándolo con el proyecto aprista de los años 30 es evidente esta verticalidad. Podría relacionarse con el hecho de que
buena parte de estos políticos no llegaron nunca a ser líderes de masas y su experiencia partió de la lucha parlamentaria o de la
El desgaste del régimen se acentuó en 1966 (29), a la par que se agudizaba el
decantamiento del reformismo. A fines de ese año, se quiebra el Partido Demócrata
Cristiano (integrante de la Alianza que encabezaba Belaúnde) retirándose el sector más
conservador, que mantendrá sus vínculos con Belaúnde y el Carlismo, formando el
Partido Popular Cristiano. Un año después la Democracia Cristiana se retiró de la
Alianza. Llevaba en su decisión la frustración de la reforma agraria que pretendió
conducir desde el Ministerio de Agricultura, una de las dos carteras que le
correspondían en el Gabinete, pero que el sabotaje del Parlamento, y luego
progresivamente del Ejecutivo, le impidió implementar.

El partido Acción Popular mostrará ya en 1966 la división interna que llevó a su


ruptura en 1968. La línea que encabezaba el Vicepresidente Seoane también estuvo
marcada por el fracaso de la Reforma Agraria: fue uno de sus decisivos impulsores y
presidió la comisión que elaboró el proyecto de Ley del Ejecutivo. Luego fue enviado a
México, como Embajador, en aparente exilio dorado y posteriormente regresó elegido
Secretario General del Partido Acción Popular, en línea claramente contraria a la de
Belaúnde.

b. EL PROYECTO ULLOA

Bajo el impacto de la devaluación de 1967 se aceleraron los esfuerzos por


recorrer el puente roto entre el Ejecutivo y el Parlamento. El "Carlismo" es el
aparente intermediario entre Belaúnde y el Apra con miras a concretar un acuerdo
que permitiera concluir el gobierno iniciado en 1963, bajo las banderas del reformismo
democrático. Para entonces lo que más preocupaba al Arquitecto Belaúnde eran las
obras públicas que dejaran una buena imagen de su Gobierno. Ni la reforma agraria, ni
cooperación popular, ni la nacionalización de la IPC, podían ser objetivos realistas si se
buscaba conciliar con la coalición parlamentaria que representaba las fracciones
oligárquicas.

La expresión política de este acuerdo fue en 1968, el Gabinete Ministerial


presidido por el Dr. Oswaldo Hercelles -conocido como el "Gabinete Conversado" -
integrando varias figuras "independientes", ligadas a la Coalición APRA-UNO y que
tenía como figura principal a Manuel Ulloa Elías, Ministro de Hacienda y Comercio,
empresario vinculado al grupo DELTEC, a la cadena Rockefeller y propietario de los
diarios "Expreso" y "Extra". El Gabinete obtuvo sin esfuerzo "poderes extraordinarios"
otorgados por el Parlamento, que le permitían legislar por decreto para afrontar la
crisis económica. El acuerdo fue cuidadosamente favorable al Apra, pues solucionaba el
impase, derrotaba los proyectos reformistas, tendía nexos para una recomposición
política en vistas a las elecciones de 1969 y, al mismo tiempo, ese partido descargaba
actuación en el aparato burocrático. En esta tendencia, minoritaria en el poder Ejecutivo y Legislativo, pueden verse rasgos que se
expresan luego radical izados en el gobierno de la Fuerza Armada (1968-751, del cual muchos de estos hombres resultan asesores
o funcionarios. Con la evolución política del Presidente Belaúnde, han de pasar progresivamente a ser opositores, primero dentro
y luego fuera del gobierno.
(29)
En la opción de Belaúnde por la conciliación con la oligarquía y el pacto con el APRA, juega un rol central la posición del
Ejecutivo frente a las guerrillas de 1965. En sus inicios, la Alianza AP-DC procuró no reprimir al movimiento campesino. Luego, sin
embargo, el Ejecutivo aceptó la necesidad de represión presionado por el Parlamento. Lo hizo con cuidado para no presentar
públicamente una imagen represiva. Al aparecer las guerrillas, en probable acción dilatoria, el Minis tro de Gobierno y Policía,
Capitán de Navío Miguel Rotalde, declaró que se trataba de abigeos. Ello le costó el duro ataque de la Coalición y pronto ambos
poderes, con el Ejército como ejecutor, se embarcaron en la lucha antiguerrillera. Aun que el régimen político en su conjunto
reacciona contra las guerrillas, la Coalición parlamentaria oligárquica aprovechará, una vez más, la debilidad del Ejecutivo, para
acusarlo de pro-comunismo, como lo había hecho años antes para frenar "Cooperación Popular" y la reforma agraria. Con ello el
gobierno de Belaúnde retrocedió aún más en su originario intento reformista, pasando cada vez más a posiciones defensivas.
sobre el Ejecutivo la responsabilidad política de las medidas económicas, que con
seguridad serían antipopulares.

El Apra lograba, además, culminar una estrategia política iniciada en 1963 y


destinada a destruir la confluencia coyuntural de fuerzas populares con la Alianza AP-
DC, impidiendo las reformas primero, agudizando la crisis económica y cargándola
sobre los hombros del Ejecutivo, luego, para finalizar con un pacto oculto que
concretaba la claudicación del reformismo democrático y el aislamiento de sus
representantes políticos que en todo el período fueron incapaces de retomar la
iniciativa política dada en los primeros cien días del gobierno.

El reformismo moderado de Belaúnde -abandonando sus banderas de 1962 y


1963- hacía un último intento por recomponer el bloque en el poder.

Tratando de superar el empate que le impidió aplicar su programa, aspiraba a


concluir su gobierno con una mejor imagen y nuevos acuerdos políticos que, a partir
de las elecciones de 1969, colocaran en mejor pie a los grupos industriales y al
reformismo tecnocrático que representaba.

La tarea no era fácil, pues debía llevarse a cabo a la vez que se encontraban
soluciones para superar la crisis económica. El nuevo Gabinete tenía en su favor las
conexiones del Ministro Ulloa, que aportaba lazos directos con la burguesía
imperialista Y ofrecía a los sectores modernos -principalmente industriales- la ocasión
de reforzar su poder de negociación frente a las fracciones oligárquicas; en ello la
vinculación directa con el capital extranjero fue siempre decisiva. Sin embargo, el
problema relativo a la representación política es más complejo, especialmente si se
piensa en las elecciones de 1969. El APRA, menos desgastada, se mantenía fiel a sus
lazos con la burguesía agroexportadora. El pacto con Acción Popular no era público ni
formal y se refería por ahora sólo a la coyuntura de un gobierno cercano a concluir,
que debía dejar solucionada la crisis económica. La responsabilidad de las medidas que
tomara el gobierno caería sólo sobre el Ejecutivo, pues el Gabinete recibió "poderes
extraordinarios". Por su parte, los acciopopulistas de la línea belaundista se
encaminaban con esta política a ser representantes más orgánicos de la burguesía
industrial y esperaban de la gestión de Ulloa los términos para quedar en mejor pie en
1969. La pugna política tenía así en este nivel un camino aún largo por recorrer,
aunque ya estuvieran esbozados en este pacto elementos que podrían servir luego para
la recomposición del bloque en el poder(30).

Con esta perspectiva el "gabinete conversado" emprendió la "recuperación


económica", aplicando un paquete de medidas que procuraban reforzar a los sectores
modernos y poner las condiciones necesarias para la venida del capital extranjero en
forma masiva. Encontró dos dificultades en el camino: los EE.UU exigían la solución del
problema de la IPC, con un arreglo definitivo, antes de otorgar créditos o propiciar
inversiones; la burguesía agroexportadora reaccionó coléricamente (a través de "La
Prensa") contra el "paquete" de medidas de Ulloa que sólo limitadamente podía

(30)
En este nivel la lucha por el candidato presidencial sería dura entre el líder aprista y Ulloa como candidato presunto de Acción
Popular. Contaban ambos, sin embargo, con una hábil figura de transacción, con arrastre personal, pero sin un partido con fuerza
propia: el Alcalde Bedoya Reyes, del Partido Popular Cristiano, quien tras larga pugna con el Senador Cornejo Chávez abandonó la
Democracia Cristiana en 1966 luego de la expulsión-del abogado Ramírez del Villar, reclamada por la Juventud Demócrata
Cristiana al verificarse sus vínculos con el magnate pesquero Luis Banchero.
afectarla, vía tributos por ejemplo, más aún cuando acababa de beneficiarse enorme-
mente con la devaluación monetaria.

A su vez, hay un hecho significativo en la escena política: al hacerse explícito el


arreglo entre el APRA y Belaúnde, el General Odría decidió retirar a su partido de la
coalición APRA-UNO, quitándole con ello elementos vitales de la mayoría
parlamentaria al APRA. Ligado a los terratenientes tradicionales y representante de los
sectores más reaccionarios de la oligarquía, se sintió desplazado en el acuerdo que
reflejaba el deterioro sin remedio de la fracción gamonal. El entendimiento APRA-
Acción Popular parecía propiciar una relación directa entre la fracción
agroexportadora y la fracción industrial, que eran las fracciones en pugna por la
hegemonía. Queda de lado también la burguesía financiera, en cuya base económica
hay también deterioro por la presencia directa del capital extranjero en la banca y los
inicios de la crisis que derrumbará al Imperio Prado.

La quiebra de la Coalición APRA-UNO produjo, a su vez, la ruptura del Partido


Odriísta. Encabezados por Julio de la Piedra, un buen número de los parlamentarios
odriístas se retiraron de ese partido y formaron el Partido Social Demócrata
Nacionalista que permaneció en la antigua Coalición ligada al APRA, con lo cual este
partido retuvo el control del Congreso, De la Piedra, uno de los propietarios del
Complejo Agroindustrial Pomalca, era uno de los representantes políticos más
notorios de los agroexportadores. A pesar de su antigua vinculación con Odría, esta
ruptura se hizo necesaria porque los intereses de esta fracción se ligaban más al APRA,
que a los antiguos terratenientes que se retiraron con Odría(31).

Sin embargo, en el corto plazo la alternativa Ulloa no amenazaba a los


terratenientes tradicionales, pues la Reforma Agraria estaba paralizada y el gobierno no
tenía fondos para aplicarla. No obstante, en perspectiva, un arreglo entre
agroexportadores e industriales terminada por desplazar a las fracciones más
tradicionales, que en vez de aportar a la representación política se convertían ahora en
un problema, especialmente en el convulsionado medio campesino.

En esta óptica, al concluir el gobierno de Belaúnde y bajo el supuesto de un


arreglo adecuado con la IPC, las perspectivas para las elecciones de 1969 permitían
avizorar el inicio de una recomposición del bloque en el poder en la perspectiva de una
hegemonía de la burguesía industrial sobre la agroexportadora, conciliando con ésta el
mantenimiento de sus tasas de acumulación, procurando su diversificación hacia el
polo urbano industrial, dentro de una definición político-económica que propiciara una
industrialización dependiente, con fuerte participación del capital extranjero. Esta hipó-
tesis podría haber sido factible si la gestión de Ulloa, con más tiempo, hubiera logrado
atraer más inversiones extranjeras al polo urbano-industrial, ofreciendo condiciones
muy liberales para interesarla.

En todo caso, parece claro que la hegemonía de la burguesía industrial sobre los
agroexportadores, en términos de un proyecto liberal de industrialización
(31)
La acción de estos representantes directos de los agroexportadores indica que el APRA mantenía sus lazos con esta fracción y
que su pacto con Acción Popular no era una simple opción por los industriales, que a su vez no sólo se expresaban a través de
Acción Popular. Los representantes políticos no son mecánica expresión de las clases y fracciones, más aún cuando como en este
caso no son partidos orgánicos de una clase o fracción. Habría que estudiar la hipótesis de un nuevo viraje del APRA (hacia el
reformismo pro-industrial), pero es más factible que con este pacto el acercamiento entre los partidos llevara a una política de
conciliación y reacomodo entre estas fracciones, aun cuando irritara a los representantes más ortodoxos de los agroexportadores
como Pedro Beltrán.
dependiente, pasaba por la necesidad previa de obtener el apoyo del capital
imperialista produciendo mejores condiciones de negociación interna. De allí la
importancia inicial de refinanciar la deuda, obtener créditos e inversiones y para ello
solucionar el problema de la IPC. La negociación interburguesa, reiniciada después de
la devaluación de 1967, tenía en todo caso que recorrer un lento camino, dado que los
agroexportadores tenían poder económico propio y también poder político a través
del APRA.

El bloque así formado se hubiera enfrentado posiblemente a la Unidad de


Izquierda, que ya entonces estaba preparada procurando articular en una sola
candidatura al Partido Comunista, al Partido Demócrata Cristiano y a Acción Popular
Seoanista, agregándole personajes de la izquierda no organizada y restos de lo que fue
el Movimiento Social Progresista. En hipótesis esta unidad también era posible y en
1968 ya se habían tendido algunos puentes, no sin dificultad. Este bloque se hubiera
enfrentado a candidatos con fuerte sustento de la burguesía, unida posiblemente en
una fórmula política y hubiera tenido pocas posibilidades de triunfo, a pesar del
descontento capitalizable. La falta de recursos, que significativamente sólo la burguesía
podía aportar, hubiera sido sólo uno de los problemas. Enfrentar al APRA y Acción
Popular, unidos y con recursos, hubiera sido difícil, sobre todo teniendo éstos en su
favor el aparato del Estado y el siempre relativo respeto de las reglas de juego
democráticas por parte de la burguesía.

Con riesgo de especular, tiene sentido esbozar en hipótesis las perspectivas


anotadas, pues ello permite delinear mejor el significado de la revolución de octubre y
el comportamiento de los actores en los primeros años.

La crisis política de este período expresa una crisis más profunda de las clases
que controlan el poder. Las fracciones oligárquicas (32) perdieron toda legitimidad frente
a las mayorías al imponer sistemáticamente una forma cerrada de dominación que
recurrió a la dictadura y a la "dictablanda" en forma casi sistemática para imponer un
orden social cerrado que desde los años 30 fue cuestionado por las clases medias y
populares. Pero también perdieron progresivamente hegemonía frente a nuevas
fracciones burguesas, como la industrial y en parte la pesquera (33), que con más
dinamismo acentuaban su importancia económica a partir de los años 50 hasta resultar
hegemónicos en el curso de la acumulación. Estas nuevas fracciones burguesas, con
capacidad de conexión directa con el capital imperialista, pondrán a la defensiva a las
fracciones oligárquicas en el transcurso de estas dos décadas, aliándose para ello con
sectores medios y populares. Pero no podrán desplazarlas directamente del poder y
terminarán articulando nuevos pactos que conducirán a un aislamiento del régimen.

De esta forma, al concluir el régimen de Belaúnde la crisis política es profunda.


Se empieza a superar la pugna entre Poderes del Estado, pero a costa de la quiebra de
los partidos y la claudicación de los gobernantes. Los reacomodos en la clase
dominante no restituyen la hegemonía oligárquica, progresivamente perdida, y aunque
(32)
Los gamonales, la fracción financiera y la fracción agroexportadora, con hegemo nía de esta última y fuerte interconexión entre
sí, habían logrado mantener parte del poder del Estado a pesar de la crisis, aunque cada vez más a la defensiva y en necesidad de
"negociar" con las nuevas fracciones burguesas con cada vez mayor capacidad de decisión.
(33)
Los pesqueros tienen intereses en común con los agroexportadores y los grandes mineros, controlados directamente por el
capital imperialista, especialmente en la definición de la política económica. Tienen fricciones con la fracción financiera en su
primera expansión pero, al articularse directamente con el capital, imperialista, adquieren peso propio. No son sólo sectores
extractivos y al desarrollar la industria de harina de pescado con sus derivados y conexos, tienen un carácter más moderno y
diversificado que probablemente condiciona su actuar ambivalente en la pugna entre las fracciones oligárquicas y las industriales.
el gobierno recurra a la represión sistemática -como lo hizo a partir de las guerrillas de
1965-, tiene que reformular el cuadro político para ofrecer una alternativa coherente
que alcance legitimidad en las elecciones de 1969.

2. EL MOVIMIENTO DEL 3 DE OCTUBRE

La escena no permite visualizar en 1968 un cuadro de crisis revolucionaria, pues


la ilegitimidad del poder no tiene como correlato la organización masiva de los
dominados para hacerle frente, menos aún para constituirse en alternativa. Ello es
explicable en una sociedad donde el poder olgárquico siempre fue capaz de
desarticular y reprimir en forma sistemática al movimiento popular. Si la década del 60
muestra su expansión y organización, señala también las formas en que es reprimido a
partir de la guerrilla de 1965, obviamente sin limitarse a ésta. Es un momento de
reflujo en el que hay mayor conciencia pero una débil articulación organizativa. Esto
daba un margen de juego al proyecto belaundista que, con concesiones y obras a partir
de la esperada abundancia de capital extranjero, esperaba imponer los nuevos
términos de alianza dominante que representó el gabinete Ulloa. Estos actores no
contaron, al parecer, con la apreciación correcta de otro antiguo componente del
poder: la Fuerza Armada.

Los militares(34) pesaron efectivamente en el poder del Estado oligárquico.


Además del rol propio como aparato ejecutivo que monopoliza la violencia legal, los
militares fueron la alternativa a los partidos. Las fracciones oligárquicas no formaron
sus propios partidos. Hubo gobernantes civiles ligados a la oligarquía, políticos hábiles
que no arrastraron masas ni menos aún las organizaron (35). Estos tuvieron como
alternativa eficaz y privilegiada a los militares, especialmente cuando a partir de los
años 30 de este siglo la oligarquía se siente amenazada. Tuvieron así un doble rol de
aparato ejecutivo y fuente de cuadros políticos de recambio. Mantuvieron el poder de
la oligarquía, a la vez que al expresar sus propios intereses en la expansión del Estado
contribuyeron a la crisis de la dominación oligárquica.

En efecto, es importante recordar que gobiernos militares como los de


Benavides y Odría, acentúan la expansión de los servicios del Estado -en Educación,
Salud, Seguridad Social, Trabajo y Obras Públicas- del mismo modo que la Junta Militar
de 1962-63 amplía funciones de control y previsión, al crear el Instituto Nacional de
Planificación, adoptar el presupuesto funcional por programas y emprender varias
descentralizaciones de ministerios. En esto se aprecia una constante que a partir de
1968 se profundizará decididamente: el fortalecimiento del aparato estatal es
propiciado por gobiernos militares. Ello es realizado por actores políticos ligados a un
aparato de Estado, fuente y origen de su poder y responde, a su vez, a las demandas y
presiones que vienen principalmente de los sectores medios -en los que se ubica la
mayoría de los militares- que en la educación, la expansión de servicios y el

(34)
Nos referimos a los militares, aunque en este siglo, y conforme avanza el proceso de institucionalización, es más preciso hablar
de Fuerza Armada por incluirse la participación de la Marina y la Aviación. Estas armas, sin embargo, tienen menor grado de
presencia política y actúan bajo el liderazgo del Ejército en el período.
(35)
Ni necesitaban hacerlo por las características del poder oligárquico. Este, en efecto, fue cerrado incluso cuando más apertura
democrática mostraba formalmente. Las elecciones tuvieron siempre una reducida participación de la población: no votaban ni
analfabetos, ni menores de 21 años. Hasta la dictadura de Odría no votan las mujeres y se excluía también, incluso luego, el voto
de militares y del clero. En toda elección el poder de los caciques locales resultaba decisivo en la definición de votos y votantes y
en más de una ocasión, como las elecciones de Odría en 1950, el poder definía la victoria de su candidato con el uso de todo tipo
de argucias y fraudes.
crecimiento del aparato estatal encuentran mejores ocasiones de ascenso social y
mejoramiento de niveles de empleo y consumo.

Los militares toman distancia de las fracciones oligárquicas desde la dictadura del
General Odría. Ello se expresa más nítidamente en 1962, cuando su actuación significó
un apoyo expreso al reformismo democrático que encabezó el Arquitecto Belaúnde.
Provenientes en su mayoría de los sectores medios, fueron parte de la reacción
antioligárquica de las décadas 50 y 60, sin que ello eliminara de sus filas a elementos
importantes dispuestos a cumplir un rol de gendarme tradicional.

En la institución militar se han producido cambios que han de redefinir su rol


tradicional e incentivar una mayor preocupación por lo económico y lo social. Si la
defensa nacional era vista antes como acción bélica, ahora se identificaba con el
desarrollo económico, todavía en sus versiones más tecnocráticas. El CAEM, formando
a los futuros generales desde 1950, incentivaba la preocupación por el desarrollo como
elemento esencial de la seguridad. Hombres formados ideológicamente en el culto de
los valores nacionales(36) llegarán a apreciar en grados diversos que la dominación
oligárquica impide que el Perú sea una Nación. A partir de esta misma óptica,
empezarán a comprender lo que significa la dominación imperialista por lo menos en
los casos visibles como el de la IPC. Obviamente esta evolución no es homogénea,
como tampoco lo es la composición de la Fuerza Armada. Hay diferencias que pro-
vienen de las relaciones sociales que individuos y grupos tienen más allá de la Fuerza
Armada, así como grados de visión y perspectiva que diferencian a quienes profundizan
en el rol social que están desempeñando de quienes se contentan con trepar en el
escalafón, asumir mandos formales y exhibir medallas que no ganaron en ninguna
guerra.

Pero es la propia movilización social la que impactará en importantes cuadros.


Cuando la función que se les asigna no es ya sólo la guerra externa y su preparación
incluye un fuerte adoctrinamiento anticomunista y el entrenamiento anti-subversivo,
será inevitable que muchos oficiales se pregunten por las causas de la subversión y por
la naturaleza del orden social que defienden. Esto parece haber ocurrido, por ejemplo,
cuando es el Ejército el encargado de reprimir la guerrilla en 1965.

Como estos elementos se producen no sólo en la Fuerza Armada peruana, hay


que preguntarse qué factores hicieron que aquí se evolucionara de un modo distinto
que en otros países, donde los militares tuvieron experiencias similares.
Probablemente haya relación entre la magnitud de la amenaza guerrillera y la acción
militar desarrollada, entre la extracción social de la oficialidad y el grado de conciencia
adquirido. En el caso peruano, sin embargo, hay un elemento al parecer decisivo: el
que la opción de cambio viniera de la cúpula militar y no de oficiales aislados. Ello es
comprensible porque la estructura militar aísla las partes de un modo tal que
(36)
Nos referimos al fuerte peso de los símbolos, -bandera, himno, etc.- en la formación militar, como parte de todo un bagaje
ideológico que parte de la afirmación de un Estado-nación, con su historia, su territorio y la preparación para su defensa.
Presentado ideol6gicamente como una unidad a la que se rinde culto, la vida militar permitirá a algunos actores apreciar su
incongruencia con la realidad concreta en las distintas regiones y partes del país que necesariamente recorren. La experimentación
vital de conflictos -que impactan en la clase media- y de experiencias concretas que cuestionan esa unidad nacional -las guerrillas
del 65, por ejemplo- pueden haber llevado a cuestionar en parte de la oficialidad la "unidad nacional" tan fuertemente inculcada, a
pesar de que en estos casos los anatemas ideológicos se formulan de inmediato para presentar la insurgencia popular en términos
"antinacionales". Todo esto es complementario de otros elementos más amplios del cuadro social y económico que impacta sobre
el conjunto de los sectores medios predominantes en la composición de la Fuerza Armada. El estudio de estas hipótesis ayudará a
una comprensión más global y menos voluntarista de los cambios producidos, sin que ello niegue ni reduzca en el plano político
inmediato el valor de las opciones de los principales actores del proceso.
concentra el poder en sus mandos, reafirmándolo con la ideologización de la disciplina
y la obediencia. Además, esa opción es factible en el 68 porque la ilegimitidad y
descomposición del régimen deja poco margen para que el mismo Ejército confíe en el
sistema político legal. El rol del General Velasco, como líder indiscutido y visionario,
aparece así agigantado y se explica en la coyuntura, más aún cuando es evidente que su
opción no fue de toda la Fuerza Armada, entendida como grupo social(37).

Pero en la historia inmediatamente anterior a 1968 puede encontrarse mayor


abundancia de explicaciones al margen de autonomía que obtiene la Fuerza Armada en
la coyuntura. Era, en efecto, una de las instituciones menos desgastadas dentro de un
régimen decadente. Del Gobierno de 1962-63, salieron prestigiados por cumplir la
palabra empeñada e iniciar varias reformas(38).

Su clara opción por Belaúnde no impidió que a lo largo de ese Gobierno los
partidos de la Alianza y la Coalición establecieran una especie de competencia para
halagarla y elogiarla. Esto llega a su cIímax cuando cumple rápidamente con liquidar la
guerrilla de 1965. Los propios actores políticos dejaron al margen del desgaste del
régimen a la única institución sólida del Estado de entonces. No siguieron su evolución,
ni las sugerencias de sus mandos, que desde el Gobierno de Prado, aunque con
altibajos, planteaban una solución nacionalista al problema de la IPC(39).

El pronunciamiento del 3 de octubre, es una acción sorpresiva para la clase


dominante que de entrada otorga un mayor margen de juego a la Fuerza Armada.
Importa por ello precisar los alcances de la iniciativa en la toma del poder y de la
composición y características del nuevo régimen.

La toma del poder, el 3 de octubre, no puede entenderse como un "golpe


institucional", al menos si se toma como modelo de éste lo que fue la intervención
militar de 1962. En ese entonces el Presidente del Comando Conjunto y los tres
Comandantes Generales de Instituto tomaron el poder luego de-un largo proceso de
consultas que incluyó los mandos regionales e incluso intermedios. Derribado el
Presidente Prado, sin negociación posterior en los mandos, en pocas horas se
constituyó el Gobierno previamente designado por el Comando Conjunto. En 1968 la
situación fue distinta. Probablemente hubiera sido imposible una acción así, tan
voceada como la de 1962.

El 3 de octubre, la decisión es fruto de la acción de un General que comandaba


el Ejército y presidía, en adición a sus funciones, el Comando Conjunto de la Fuerza
Armada. No incluyó a sus pares de la Marina y la Aviación, ni consultó a los mandos
(37)
Sí lo fue como institución, dado que en su naturaleza juega un rol definitorio -de representación legítima- el Comando.
(38)
Esta afirmación hay que precisarla. Se trata de una Institución menos desgastada en comparación con los partidos y los Poderes
del Estado en el período de Belaúnde, en tanto los reacomodos de éstos e incluso las quiebras y rupturas suponían un
cuestionamiento permanente de su rol y desempeño, que no tocaba por igual a las Instituciones Militares. En las clases y grupos
sociales que logran expresarse en la escena política la Fuerza Armada estaba prestigiada, aunque su intervención en política causara
recelos en los cuadros más politizados. En las mayorías populares es preciso hacer muchas distinciones para evaluar la imagen que
entonces tenía la Fuerza Armada. Depende de su grado de conciencia y articulación política (la población de las barriadas que
apoyaba a Odría en 1962 recordando su política de obras, y que recibía apoyo de infraestructura de servicios cívico-militares,
podía tener mejor imagen que grupos sindical izados que hubieran ya experimentado su impacto represivo). En esto incluso hay
elementos que atenúan el impacto, como el hecho de que el rol represivo, en primera instancia, corresponda a la policía.
Lo que es preciso señalar es que en el cuadro político de 1968 había condiciones para un APOYO PASIVO de distintos grupos
sociales, por el desgaste y quiebra de los partidos y el fracaso del reformismo democrático.
(39)
Cabe preguntarse por ejemplo, por qué no actuaron en 1962 frente a este asunto. Parece haber influido el carácter transitorio
que marcó entonces su actuación y el equilibrio consensual que requería la Junta en la institución. Esto expresa, además, su
heterogeneidad, en composición y línea, en todo el período.
regionales del Ejército para tomar el poder. De haberlo intentado otro podría haber
sido el desenlace. La acción del General Velasco, planeada y preparada con un equipo
de oficiales que dependía directamente de él, fue concisa y contundente. Tomó el
poder y luego de ello negoció con los mandos militares, cuando ya el Presidente
Belaúnde volaba deportado a Buenos Aires(40).

El golpe es así expresión inmediata de la voluntad política de cambio(41) de un


grupo de oficiales y, ante el hecho consumado, esa posición logra ser hegemónica en la
Fuerza Armada. No es expresión institucional, aunque en su decisión Velasco y sus
oficiales actuarán como catalizadores de una parte significativa de la oficialidad,
auscultando el sentir no expresable de los subordinados (42). El manifiesto publicado ese
mismo día expresará la voluntad de cambio presente en este hecho político, redactado
en términos bastante generales pero indicativos de una voluntad nacionalista y
antioligárquica.

Si el golpe(43) o toma del poder se realiza por acción de un líder y un grupo de


oficiales, resulta claro que el gobierno que surge de esta decisión sí es un gobierno
institucional. Largas negociaciones realizadas en el CIMP, desde la madrugada del 3 de
octubre, culminan cuando después de las 5.00 p.m. de ese día jura el nuevo Gobierno.
En su Estatuto y en la composición del gabinete ministerial puede demostrarse no sólo
esta presencia institucional, sino la incorporación de los más importantes mandos
regionales del Ejército de ese momento al nuevo Gobierno. Según el Estatuto se
constituye la Junta Revolucionaria -que elige al Presidente de la República- integrada
por el oficial General más antiguo de cada Instituto Armado, el cual automáticamente
pasa a comandarlo y a ocupar el Ministerio respectivo, rigiéndose la renovación de la
Junta por la ley de situación militar que fija el tiempo de retiro. Ello señalará la génesis
castrense de la cúpula del Gobierno. Pero, además, el Gabinete se integra por
Ministros que pertenecen a la Fuerza Armada. De ellos todos los Ministros Militares,
salvo uno, provienen de los mandos regionales más importantes en el momento del
golpe. Así, el General Arrisueño, Ministro de Educación, era Comandante General de
la División Blindada de Lima; el General Mercado Jarrín, Canciller, era Comandante
General del CIMP; el General Valdivia, Ministro de Hacienda, era Comandante General
de la III Región - Arequipa; el General Benavides, Ministro de Agricultura, era
Comandante General de la V Región - Iquitos; y el General Artola, Ministro de Go-
bierno, comandaba una importante División en el Norte. Sólo uno de los Ministros
Militares venía de un cargo administrativo: el General Maldonado Yánez que
representaba al Comando Conjunto en el Directorio de la Empresa Petrolera Fiscal,
motivo probable de su nueva designación. Difícilmente podría conformarse un gabinete
más representativo de la Institución Militar.
(40)
A. ZIMMERMANN en su libro: "Objetivo: Revolución Peruana" relata detalles que parecen ser una versión oficial de estos
hechos y que gruesamente coinciden con las versiones de la época aquí recogidas. (El libro fue editado por la empresa editora del
diario oficial El Peruano en Lima. No indica fecha, pero salió a la venta en 1974).
(41)
Esta afirmación no implica negar que, más allá de la decisión de sus autores, el golpe se en marca en una opción antioligárquica
más amplia, ya explicada, que ha impactado fuertemente en los sectores medios. Velasco resulta catalizando esta opción y no
siendo actor ajeno a todo un encuadre político global. Resalta sin embargo -como en toda historia inmediata- el rol de los actores,
su decisión en el margen de juego que le ofrece su ubicación social y política, incluido su rol institucional.
(42)
Mucho se ha especulado y se seguirá haciéndolo, sobre la opinión política de los militares. En este campo es muy difícil afirmar
desde fuera un balance de opinión por las reglas y hábitos, castrenses. En todo caso, a lo largo del proceso hay muchos niveles de
participación de la Fuerza Armada que el General Velasco logra captar con su liderazgo, hasta que se produce su deterioro
gradual. La institucionalidad y sus reglas parecen haberse mantenido, primando sobre la necesaria politización de un proceso
político intenso que tiene la Fuerza Armada como centro. Esto tendrá mayor importancia en el avance del proceso, fijando límites
a la capacidad de cambio del mismo.
(43)
La palabra "golpe" se usa en nuestro medio con una connotación peyorativa, ajena a nuestra intención en el trabajo. Es
necesario usar el vocablo a pesar de esto en la redacción.
El carácter institucional del gobierno -aún forzándose en algunas coyunturas
posteriores- lleva en sí la presencia de un equipo heterogéneo que no tuvo la iniciativa
del golpe y se amoldó a los hechos consumados. Ello se evidencia desde las primeras
declaraciones y da cuenta de la existencia de tensiones y tendencias que se irán
desarrollando y depurando a lo largo del proceso.

El golpe trae a la escena un nuevo régimen político. Este concentra los poderes
Ejecutivo y Legislativo en manos de un equipo que tiene su origen y su legalidad en la
Institución Armada. Los partidos políticos y los dirigentes de éstos, pasarán a un
oscuro plano. Su debilidad orgánica hace innecesaria una prohibición. El golpe se ha
producido en el momento de su máximo deterioro. En adelante la mayor parte de los
partidos jugará un rol secundario, limitándose a emitir ocasionales pronunciamientos
de apoyo o ataque, cuya publicación estará sujeta a la decisión de los diarios. Sólo el
APRA y el Partido Comunista mantendrán un trabajo estable hacia adentro, dirigido a
sus propios cuadros y organizaciones gremiales, pero distantes, la mayoría de ellos, de
los hechos centrales del momento político. Existen como partido, pero pierden su
punto de referencia tradicional, el espacio político que significa un Parlamento, un
Municipio elegido o una campaña electoral. Su espacio queda reducido al plano gremial
y allí no todos los partidos tenían cuadros.

En cambio, la prensa sí continuará jugando un rol significativo en el régimen.


Poderosos voceros de los grupos de poder tendrán cuidado de enfrentarse al principio
al nuevo gobierno, temerosos de perder pronto su tribuna. Se adaptarán y expresarán
en el periodo, en forma cada vez más aguda, los intereses de las clases dominantes, en
proceso de reacomodo, hasta ser expropiados en 1974(44).

El nuevo régimen concentra así, progresivamente, una gran capacidad operativa,


que enrumbará en pasos tendientes a legitimar su presencia y aumentar el poder
estatal. Las fracciones oligárquicas y la moderna fracción industrial deberán reiniciar el
tradicional intento de rodear a los gobernantes militares, buscando nuevos
representantes políticos. Las contradicciones del régimen les facilitarán el acceso a una
parte de éste, aunque se enfrentarán, período a período, a un núcleo con voluntad
propia, que aspira a plasmarse en un proyecto político aplicado desde el gobierno, para
introducir cambios significativos en la conformación del poder.

También elementos de la pequeña burguesía intelectual y política se acercarán


gradualmente al gobierno, compartirán sus objetivos y ocuparán roles importantes en
la administración pública o en niveles de asesoría. A partir de 1968(45), hay así una
progresiva confluencia de representantes políticos del reformismo frustrado, con
actores militares que partiendo de las reformas antes planteadas, conducen a un
proyecto político qué las supera, encuadrado gruesamente en la opción antioligárquica
presente en toda la década del 60. Los militares, y Velasco en particular, serán muy
precisos en retener todo el nivel de decisión y aceptarán estos apoyos individuales sin

(44)
"El Comercio", empeñado en larga campaña contra la IPC y probablemente conciente de la nueva ligazón entre el APRA y
Acción Popular, apoyará inicialmente al nuevo gobierno. En todo el siglo ha apoyado a los gobiernos militares y éste, en su primer
año, no le proporciona evidencias de la política que luego los enfrentará polarmente.
(45)
La adhesión de estos grupos al gobierno es un proceso gradual que comienza a par tir de la nacionalización de la IPC y se
ensancha con la decisión de realizar una efectiva reforma agraria. Esto es válido especialmente para estos cuadros que en los
momentos del golpe velan con recelo a los militares en el poder.
concesión alguna a los partidos o grupos de donde provienen estos elementos (46). El
proceso, a su vez, madurará estas articulaciones, generando cuadros civiles en torno a
las distintas tendencias en pugna.

La actuación de las distintas fuerzas sociales y políticas se dará así dentro del
gobierno y de la cúpula de la Fuerza Armada, trasladando allí su lucha por el poder. El
General Velasco y la tendencia que encabeza, lograrán ser hegemónicos en un largo
período, reteniendo la iniciativa política en cada coyuntura y haciendo frente al embate
de sucesivas tendencias contradictorias. La legitimidad de Velasco y del Gobierno en su
conjunto será conquistada a partir de la nacionalización del petróleo, hecho que
consolida notoriamente al nuevo régimen. A partir de entonces, la escena comenzará a
ser bastante diferente a la del período anterior: las coyunturas, los enfrentamientos y
el debate político se sucederán con un gobierno que intercala progresivamente, una a
una convertidas en hechos, las banderas levantadas por las posturas reformistas y
revolucionarias en los últimos veinte años, hasta agotar rápidamente las primeras y
ofrecer otras nuevas y casi impensadas en la escena oficial anterior. Las posiciones
pueden no coincidir; el autoritarismo tradicional puede verse latente en los militares e
incluso el escepticismo se mantendrá por buen tiempo en muchos actores y
observadores políticos. Pero para todo observador será innegable que el gobierno
retiene la iniciativa política, enfrenta agresiones de fuera y dentro y señala un rumbo al
proceso social que rápidamente tendrá impacto movilizador en los sectores populares,
hasta preocupar a sus propios conductores. Tras esta imagen global, la lucha política
atravesará al gobierno, se traslucirá en la escena a pesar del hermetismo militar y
condicionará los resultados de cada período.

3. SIGNIFICADO DEL 68 EN EL PROCESO POLÍTICO PERUANO

El significado del proceso iniciado en 1968 es y será todavía objeto de polémica,


desde muy diversos ángulos. Su importancia en la comprensión del actual curso
histórico es tal que no puede evadirse la presentación de algunos elementos que,
como gran parte de los presentados en este trabajo, resultan puntos de partida para
una investigación más sistemática del Estado y la lucha política en este período. El
gobierno nacido en 1968 se definió a sí mismo como Gobierno Revolucionario y
mantiene hasta hoy esa denominación. Se le ha cuestionado ese calificativo desde
diversas posiciones políticas, dando cuenta más del carácter valorativo del concepto
que de una aplicación razonada de esta noción. En todo caso, desde 1968 ha corrido
mucha agua bajo los puentes y es preciso realizar esta discusión en los distintos
niveles, momentos y orientaciones contradictorias del proceso político.

En perspectiva histórica es preciso abordar una primera aproximación. El


Gobierno del 68 hace un corte en el proceso histórico que cancela la vigencia de una
forma de dominación, en crisis desde la década del cincuenta. La oligarquía sale del
bloque en el poder y se intenta una redefinición de las relaciones con el capital
imperialista. Ello, aunque se realiza en un período que cubre por lo menos el borde de
1970, es parte del hecho político iniciado con el golpe del 68. A partir del 3 de octubre
no hay un simple cambio de gobierno o de representantes políticos; tampoco se trata
sólo del cambio de instituciones. Son clases y fuerzas sociales que luego de larga
permanencia en el bloque en el poder y luego de haber definido con su hegemonía
(46)
Provenientes del PDC, de Acción Popular Seoanista, del Movimiento Social Progresista y en muy escasos miembros del PC,
aunque con renuncia desde años antes. También se encontrarán antiguos apristas de diversas épocas.
todo un período histórico, dejan el gobierno primero y el poder real luego. Este es un
hecho revolucionario que abre las puertas a otras clases, subordinadas y dominadas; es
un hecho movilizador por sí mismo que no parece dejar posibilidad de retorno. Es
cierto que no ha cambiado el carácter capitalista de la sociedad y del Estado, es cierto
que la burguesía industrial, siempre subordinada y luego en pugna con la oligarquía, sale
potenciada. Esa misma potenciación -que enmarca su ofensiva en el período 1970-74,
por ejemplo-, es ya consecuencia de una revolución política(47).

A partir de este cambio histórico el curso del proceso es más complejo.


Proyectos políticos que enuncian la recusación del capitalismo se presentan en el
gobierno pero no logran cuajar y aplicarse como tales, siendo discutible su viabilidad,
su carácter cualitativamente distinto y su resultante actual de clara regresión. Lo que
ocurre es que, superada la era oligárquica, nuevas contradicciones salen al frente. En
ellas el nuevo gobierno se debate, sin romper sus términos capitalistas ni plantearse
alianzas directas con las clases y grupos sociales populares que den sustento real a una
revolución social.

En otro nivel, cabe también analizar lo concreto del hecho político de octubre de
1968. Qué fuerzas detiene y elimina; a cuáles se enfrenta, ataja o encausa.
Decididamente, no se trata de un movimiento de contención popular. La Fuerza
Armada no toma el poder para frenar una movilización en aumento. El movimiento
popular, reprimido especialmente desde 1965.estaba en claro reflujo. En la década del
60, sus movilizaciones urbanas y rurales fueron importantes para definir el rumbo
antioligárquico del proceso. El Estado reprimió con facilidad los brotes guerrilleros y
limitó el resultado de las luchas urbanas. En 1968 no hay "auge de masas" y la
centralización política es muy débil en estas clases. En vistas a las elecciones del 69, se
procuraba organizar la llamada Unidad de Izquierda que, sin embargo, difícilmente
alcanzaría parte sustantiva del poder. Fuera de esta opción "legal" los intentos de la
época tampoco significaron alternativa de poder a corto plazo. Difícilmente en este
cuadro el movimiento del 3 de octubre "contenía" una amplia movilización o un
proyecto político concreto que la condujera, aunque fuera parcialmente.

Se frena, más bien, el intento de la fracción industrial de la burguesía


dependiente, por solucionar en sus términos la crisis del bloque en él poder,
favoreciendo aún más a sus aliados foráneos. Este freno de la coyuntura no supone su
eliminación por el carácter limitado de la acción antioligárquica. La contradicción que
supone el enfrentamiento al nivel político -al frustrar su proyecto- junto con la
potenciación que en el nivel estructural significa para esta burguesía la eliminación de la
(47)
Entendemos que la intervención militar del 68 se presenta como una revolución política en tanto se cancela una forma de
dominación que enmarca todo un período histórico en la sociedad peruana. Con ella salen del bloque en el poder clases y
fracciones dominantes que lo definían. Se rompe definitivamente la hegemonía política de los agroexportadores y éstos, al igual
que la burguesía financiera y los gamonales, salen del bloque en el poder y pierden su base material. Quedarán rezagos, grupos
subordinados que de por sí no definirán los nuevos términos del poder. NO ES UNA REVOLUCION SOCIAL en tanto que ésta
supondría modificar las bases del poder de tal modo que las clases social y económicamente dominadas hayan pasado a disponer
de un mayor poder de decisión. Es claro que obreros y campesinos no pasan a conformar el bloque en el poder, pero tampoco los
efectos de la revolución del 68 quedan sólo en el seno de éste. Las reformas cons tituyen situaciones movilizadoras y abren un
espacio político a los sectores populares que se aprecia claramente en el período. Las cooperativas, las comunidades, el
incremento de los sindicatos abren márgenes claros a la acción de los sectores populares. Es necesario evaluar estos efectos
sociales sin por ello confundir los niveles y entender ya, de por sí, que estos sectores tengan poder para definir los términos de la
política económica, por ejemplo, que claramente los afecta. En la larga tarea pendiente de investigación, importa apreciar en cada
período las luchas populares dinamizadas en este cuadro político, las medidas propuestas por representantes políticos -ahora
militares- de las distintas tendencias, los intentos de conciliación con los intereses dominantes y la resultante obtenida en las
sucesivas etapas. Así en el curso de la escena política amplia se podrá apreciar qué articulaciones se producen en la lucha política
concreta que se da entre el poder y los dominados, a un nivel, entre parte del gobierno y la burguesía -con antiguos y nuevos
representantes políticos- y qué variaciones importantes hay en estos siete años.
oligarquía y el mantenimiento del carácter capitalista de la economía explicarán, en
parte, los nuevos términos de la lucha política que serán netos en el período 1970-74 y
adquirirán mayor fuerza luego. Viendo en perspectiva el proceso, se sucederán así
nuevas contradicciones que darán lugar a coyunturas en las que parte del gobierno se
enfrentó a la burguesía liberal -heredera global del proyecto Ulloa- aparentemente
caída dentro del gobierno entre 1974 y 1975, pero que luego en la Segunda Fase
logrará nuevamente asumir la ofensiva.

Si bien en su origen el gobierno no es un movimiento de contención popular, es


claro que asumirá tal carácter en coyunturas posteriores y especialmente en la
actualidad. Más aún, sus reformas iniciales y la naturaleza de su discurso político, en
busca de legitimar un nuevo proyecto, tendrán un efecto movilizador muy amplio en la
sociedad peruana. La Reforma Agraria y la Comunidad Laboral tendrán ese efecto y
ante él se intentarán primero articulaciones políticas controlistas desde el propio
Estado y se optará luego, en la Segunda Fase, por la contención a partir del "estado de
emergencia".(48)

Este complejo cuadro relativiza así los calificativos, invitando al seguimiento de la


escena política como camino para la comprensión de los términos y límites de la lucha
política. Es tarea que abordamos en los siguientes capítulos de este trabajo.

Sin embargo, para comprender mejor el punto de partida, es preciso resaltar el


significado de lo que a partir del 68 configura una nueva situación histórica. En un país
escaso de memoria, en el que los mismos actores políticos defenestrados el 68 asumen
hoy el rol de jueces, es preciso incluso ser reiterativo respecto de lo rescatable de un
momento que a pesar de los cambios actuales, parece constituir un corte en la
historia.

La cancelación del Estado oligárquico es un hecho a partir del proceso iniciado


en 1968. El 3 de octubre la oligarquía perdió sus representantes políticos en el
gobierno, Intentó inicialmente rodearlo de manera tradicional, sin conseguirlo. No
volvió al seno del poder y poco después perdió su base económica: los latifundios
agroindustriales, el control del comercio exterior, la Banca, etc. En años posteriores, el
poder de grupos sociales subordinados a dicha oligarquía se redujo aún más: grandes y
medianos propietarios de la costa, gamonales serranos y comercio regional que
enfrentan el avance de entes estatales(49). El poder, antes oligárquico, se concentra
principalmente en el Estado, el cual amplía también su margen de acción al redefinir
relaciones con el capital imperialista.

La nacionalización de la IPC, sin pago real alguno, es un hecho aislable pero


políticamente significativo que creará condiciones para la recuperación de otros
recursos naturales por medio de la expropiación (Cerro de Pasco, Marcona, etc.), El
control de la comercialización de los minerales y el petróleo, el impulso de nuevas
empresas estatales en éstos y otros campos, la expropiación o recuperación de
empresas que brindan servicios básicos como electricidad, los teléfonos o los
(48)
Que suprime en términos reales el derecho de huelga; permite la más amplia acción policial preventiva: detención de dirigentes,
juicio en tribunales militares, detención sin orden del juez; limita el derecho de reunión "a discreción" del Gobierno, etc.
(49)
El estudio de los poderes regionales y la persistencia del gamonalismo a pesar de la expropiación de grandes latifundios
tradicionales debe ser abordado para entender su nuevo, aunque limitado, rol que parece tener mucho que ver con la expansión
regional de los entes del Estado. En un reciente libro de DESCO se señalan algunas hipótesis a desarrollar (Ver: PEASE, GARCIA-
SAYAN, EGUREN y RUBIO. ESTADO Y POLITICA AGRARIA. DESCO, Lima, 1977).
ferrocarriles (hasta entonces en manos extranjeras) la adquisición de la mayor parte de
la Banca, constituyen cambios que configuran nuevas formas en el poder. Todo ello va
señalando una nueva forma de Estado, aún en redefinición, con poder económico
efectivo, pero que sin embargo, al no romper con el sistema capitalista no podrá dejar
de ser dependiente.

En efecto, es indesligable la salida de la oligarquía del bloque en el poder, de la


redefinición de relaciones con el capital imperialista. Ello no sólo se da en un mismo
proceso. Se trata de poderes que se refuerzan y que corresponden a una forma de
dominación que comienza a ser parte del pasado a partir del conjunto de cambios
dados fuera y dentro del país en las dos últimas décadas(50).

Estos elementos son necesarios para comprender los términos de la lucha


posterior. Para ello es preciso comprender también lo que significó el 68 para la
burguesía industrial. Esta fracción pierde también sus representantes políticos en 1968
e intenta rodear al Gobierno, al igual que la oligarquía, pero con más éxito. Resulta
potenciada en términos estructurales, porque las reformas antioligárquicas hacen
posible el desarrollo capitalista en sus términos más modernos. Esta constatación a
nivel estructural no es comprendida por sus representantes gremiales, menos aún por
sus representantes políticos civiles, que se aferran a una ideología liberal tradicional,
anti-estatista, que se enfrenta a las reformas que propugna parte del Gobierno, aunque
tiene representantes militares dentro de éste que condicionan el largo enfrentamiento
del período 1970-74. La lucha política en ese período ha de radicalizar a ambas
posiciones pero, al no plasmarse en cambios concretos de la estructura productiva y
de la política económica, mantendrá la ventaja estructural que las reglas de juego del
capitalismo otorgan a sus defensores más ortodoxos. Por ello, aunque el gobierno
adquiere parte de la Industria Básica, expropia la producción y procesamiento de la
harina de pescado, introduce la cogestión en la industria y propone como meta la
Propiedad Social hegemónica, los sectores industriales acrecientan su poder
económico y tienen capacidad de chantaje y condicionamiento que influirá en los
cambios en la correlación de fuerzas producidos a partir de 1975. En el nivel político,
hay coyunturas que muestran la caída de la burguesía industrial y la recuperación de su
iniciativa, vistas aparentemente sólo como pugna entre líderes militares, pero
condicionadas por el funcionamiento real y concreto, en lo económico de corto plazo,
del capitalismo dependiente. Sin mecanicismos y con amplio lugar para la lucha de las
distintas opciones, el curso del proceso es influido a su vez por cambios en la política
imperialista para la región y por los efectos de la crisis económica mundial del
capitalismo. Es, con todo, un distinto curso histórico aperturado con los cambios
ocurridos en 1968.

El conjunto de reformas tiene, a su vez, impacto en las clases populares.


Campesinos y trabajadores rurales reciben la tierra en formas asociativas. Aunque el
poder del Estado sobre estas empresas es enorme y la política económica les es
adversa, ello significa la posesión de instrumentos concretos antes inaccesibles. El
margen de juego y la conciencia política se potencian. Obreros y empleados urbanos
reciben la cogestión progresiva. Aunque la Comunidad Laboral es menos concreta que
la propiedad formal de la tierra, es también instrumento de concientización y

(50)
Nos referimos incluso a cambios en las formas de dominación imperialista y a sus posibilidades de asociación con una nueva
forma de Estado capitalista dependiente. La oligarquía no se adecuó a estos cambios desde años antes e incluso sus representantes
políticos vieron el problema de la IPC como caso aislado, concurriendo a felicitar al Gobierno.
organización. Estas reformas y el discurso político inherente producen una amplia
movilización popular que se enlaza desde la base con el crecimiento de las
organizaciones sindicales y su maduración. Ello es también un cambio significativo
respecto del período anterior, pero con efectos más limitados en tanto que el nuevo
régimen hereda del Estado oligárquico una amplia capacidad de desarticulación política
que se perfecciona y estimula cuando hace frente a un movimiento popular sin
dirección centralizada, joven e inmaduro por los sucesivos cortes represivos que
vienen de muy lejos. A pesar de todo, el estado de emergencia actual por ejemplo,
para imponer una política económica de efectos similares a las de 1958 o 1967 -que no
requirieron de estas medidas de seguridad puede indicar diferencias de magnitud e
intensidad en la organización popular.

De esta forma, la escena política adquiere a partir de 1968 nuevos términos que
condicionarán la lucha de sus actores. La posibilidad de formular un proyecto de
Estado. Nacional, con la autonomía de decisión que supone, se estrellará
sucesivamente con los obstáculos de una formación social capitalista dependiente, que
en la era de los monopolios deja cada vez un margen menor a las posiciones
nacionalistas, mientras no se rompan las nuevas y más sutiles formas de dominación
burguesa. Ello ha de concluir, tras sucesivas batallas, en la crisis del proyecto político
de la Fuerza Armada, notoria meridianamente en 1975 y agudizada después. Con cierta
terquedad cíclica, los actores políticos volverán a recurrir al pragmatismo de Ulloa en
1967, o de Beltrán en 1958, haciendo concesiones a la presión imperialista y arriando
reformas propuestas para esperar que, superada la crisis, el momento político vivido
sea visto como un paréntesis. Ello cuestionará -como entonces- la legitimidad del
régimen, aunque difícilmente repetirá la historia pues ni las condiciones son las mismas,
ni los marcos institucionales pueden forzarse más. Un cambio real, a partir del nuevo.
Estado, exige rupturas que requieren la presencia directa de las fuerzas sociales que se
beneficien con el cambio. Este, o es profundo y cuestiona el sistema mismo, o
mantendrá el poder y la ofensiva de las nuevas clases dominantes, que en la coyuntura
actual son potenciadas por la lógica misma del sistema económico.

CAPITU LO II
1968-1970: ¿Criollización
o Radicalización?
incluso mayor que lo que "la Misión" pudo plantear. La represión es "selectiva" y
"preventiva", mostrando la capacidad del Estado de desarticular en el corto plazo toda
protesta popular. No todo es coherencia y sería erróneo ver en perspectiva que luego
de julio de 1976 no hay fricciones y reacomodos en el poder. Aun los reclamos de la
burguesía no son plenamente satisfechos, y es mucho más difícil seguir la escena oficial
en el nuevo cuadro. Deberá hacerse con el rigor y la seriedad del caso.

CAPITULO V
Notas sobre el Estado a partir de 1968

Los tres capltulos anteriores ofrecieron un seguimiento de la lucha politica en la


escena oficial, con referencias que la ubican tentativamente en la escena polltica más
amplia, sin que aún se haya desarrollado esta última. Este capItulo presenta notas
preliminares para estudiar los cambios producidos on la forma de Estado. El "ocaso del
poder oligárquico" y "la redefinición coyuntural de relaciones con el capital
imperialista", ofrecen hipótesis sobre los cambios producidos en el bloque en el poder.
"Los beneficiarios del poder expropiado" y "¿una nueva forma de dominación?",
formulan preguntas sobro las caracterlsticas actuales del Estado en su relación con la
clase dominante y sus posibles alianzas. Lo aqul expuesto sirve de punto de partida
para postariores trabajos de investigación.

1. EL OCASO DEL PODER OLlGARQUICO

1.1. CRISIS DE HEGEMONIA E INTENTOS DE RECOMPOSICION EN 1968

La revolución viene a interceptar el último intento de las fracciones modernas de la


burguesla 168 por superar la crisis de hegemon ía que se da en el bloque de clases y
fracciones en el poder. Todo el régimen de Belaúnde expresa en la escena poi ítica esa
crisis. Primero con el enfrentamiento de poderes: Ejecutivo y Parlamento -expresión
de la lucha entre la opción oligárquica y el reformismo antioligárquico- y luego, con los
intentos de reacomodo que se pruducen desde 1967, trayendo a la escena la quiebra
del reformismo y la ruptura de la Coalición APRA-UNO.
El primer capítulo plantea algunas líneas de explicación para este proceso politico que
se produce marcado por la modernización del capitalismo evidente desde la
postguerra. Se trata de un proceso más amplio, que incluye a toda América Latina, a
partir del predominio de los conglomerados y los monopolios transnacionales que
necesitan establecer en cada país condiciones adecuadas a sus intereses de
acumulación. No se ve, sin embargo, entre estas tendencias global y regional, una
relación mecánica. La formación social peruana tiene rasgos propios que parten de su
particular matriz estructural, sin ser por ello un proceso aislado. Desde la década del
50 y en un proceso que comienza con la coyuntura de los años 30, aunque entonces la
represión fue eficaz, diversas luchas poIiticas y sociales expresan en su postura
antioligárquica que las mayorlas cuestionan el poder oligárquico.

168
Nos referimos principalmente a la fracción industrial, pero hay en las finanzas, el comercio, en parte del grupo pesquero
diversificado y en la llamada industria de la construcción, elementos modernos que se distancian de las fracciones oligárquicas.
La crisis del Estado oligárquico se hace evidente con la modernización económica y
social, en la década del 50, cuando la fracción industrial de la burguesía adquiere un
peso mayor en la economía, con capacidad propia de ligarse a la inversión imperialista.
Su lucha por la hegemon ía poi ítica, expresada en el reformismo democrático, se
agudiza en el período de Belaúnde influyendo claramente en la escena. Los primeros
años de ese gobierno están marcados por el enfrentamiento entre dos poderes del
Estado; uno controlado por las fracciones oligárquicas aliadas con el Apra y otro
controlado por el reformismo de los sectores medios, especialmente profesionales, en
alianza parcial con la fracción industrial. Esta pugna llega a su clímax en 1967, pero ya
para entonces había conexiones entre el APRA y Acción Popular, que son vistas como
correlato de la necesidad que 'tienen las clases dominantes de superar el impase169.
En efecto, incluso los intereses concretos de corto plazo de la burgues ía, estaban
afectados por la lucha poi ítica de estos cuatro años. La reciente experiencia guerrillera
obligaba a pensar, además, en el peligro de una crisis de hegemonía ya larga, que podía
amenazar al sistema como conjunto. Las clases dominantes reaccionan aqu í
lentamente, con unidad de clase frente a la amenaza. Ante esta situación, los
representantes políticos más lúcidos de la fracción industrial (ubicados en el
belaundismo) y de los agroexportadores (ubicados en el aprismo) buscaron arreglos,
aunque fueran provisionales, sin negar fricciones y dobles juegos que se percibieron
también en ese arreglo. (Fracciones más retrasadas, como los terratenientes
tradicionales, resultan fuera de juego). Entre ambas existieron contradicciones claras: la
primera requería de una poi ítica que impulsara el capital y el crédito hacia la industria
y a la vez protegiera sus intereses específicos de acumulación, incentivando el sector
industrial. Necesitaba la ampliación del mercado interno. La segunda trato de mantener
una poi ítica económica favorable a la exportación tradicional que aumentara su tasa de
ganancia. No le interesó el desarrollo del mercado interno, ni estaba dispuesta a
permitir cambios que disminuyeran su capacidad especulativa.
Así, la articulación resulta difícil. La devaluación de 1967 había favorecido a los
agroexportadores, más no a los industriales. La presencia de los primeros con resortes
claves de poder hizo comprender a los industriales la necesidad de una estrategia de
mediano plazo, que en la coyuntura pasaba por negociaciones con su rival en la lucha
por la hegemonía. En el camino fue primera prioridad para los industriales la venida de
capital extranjero y el control del gobierno. Sefortalecerfa así su capacidad de
negociación frente a la burguesía agroexportadora. Hubo clara lucidez en el proyecto
del Ministro Ulloa para posibilitar este tránsito hacia la hegemonía de las fracciones
más modernas de la burguesía. Se construyó lentamente en la última etapa de
Belaúnde, aprovechando las experiencias de sus primeros años.
Entre 1964 Y 1968 esta pugna se dió junto con la necesidad de redefinir los términos
de la inversión imperialista. Esta es variada en el Perú, pues ya entonces estaba
presente en el agro moderno, en la minería y petróleo, en la banca y en la industria.
Las luchas antioligárquicas cuestionaban las formas más visibles de dominación
imperialista, particularmente en los enclaves minero-petroleros. El caso de la IPC era
símbolo de este cuestionamiento que el gobierno de entonces, como parte de un
Estado débil frente al poder imperialista que lo atravesaba, no podía resolver. El
anuncio de la decisión de solucionar en 90 días el caso de la IPC crearía las condiciones
para un chantaje sistemático que se mantuvo durante todo el gobierno de Belaúnde, en
el cual la inversión extranjera se detuvo prinCipalmente en el sector exportador, a la

169
Entre 1963 y 1967 la pugna Ejecutivo-Parlamento es cada vez más aguda. La instalación de la legislatura ordinaria de 1967
resultó demorada al no hacerse presentes los representantes de AP y DC en punto que expresaba un visible momento de tensión,
aunque ya entonces se negociaba y conciliaba entre los dos bloques.
espera de definiciones. Durante el período, el chantaje fue en aumento, restringiendo
los créditos y la inversión incluso en otros sectores, hasta que el gobierno cediera a las
presiones y otorgara el Acta de Talara170.
En este proceso de tensa negociación entre las clases dominantes, se produjo la
quiebra de los partidos reformistas y la marginación de los representantes políticos de
la fracción terrateniente. Ambos son hechos importantes para el análisis y se basan en
el re acomodo que intentaron las clases y fracciones en el poder.
El reformismo se quebró al predominar posiciones decididas a pactar con la oligarqu ía,
arriando para ello sus banderas de reforma agraria y nacionalismo que, además, no
podían ejecutar por el poder de las fracciones oligárquicas en el Parlamento.
Asumieron más orgánicamente los intereses de la fracción industrial para disputar la
hegemonía a partir de una conciliación en el corto plazo. Industriales y tecnócratas
vieron principalmente en el proyecto Ulloa la satisfacción de los intereses inmediatos
ya descritos. Este decantamiento del reformismo dejó fuera del poder a una pequeña
burguesía intelectual y poi ítica que se enfrentó al proyecto Ulloa, negándose a conci-
liar con la oligarquía y el Apra. Por tendencia obvia, caminaba hacia una alianza con la
"Unidad de Izquierda" y el Partido Comunista en un nuevo frente antioligárquico, con
buenas posibilidades de arraigo en sectores medios de bajos ingresos y en las clases
populares, pero pocas oportunidades de tomar el gobierno. La ruptura llevaba implícita
una progresiva radicalización.
Pero fue también significativa la marginación de los terratenientes tradicionales.
Expresada en la quiebra de la Coalición Apra-Uno y aclarada con la renuncia de los
representantes poi íticos de los agroexportadores al partido odri ísta, este proceso
indicaba, en perspectiva, que la orientación del nuevo pacto en el poder tocaría al
debilitado poder gamonal, necesidad evidente para mantener el sistema después de las
guerrillas.
Las fuerzas sociales y su expresión poi ítica se encontraban en pleno reacomodo en
1968171. En la escena, al momento del golpe, no sólo era visible el escándalo de la
solución dada al problema de la IPC o el desgaste del régimen en su conjunto. Se
puede apreciar que el reacomodo de fuerzas apuntaba más a las elecciones de 1969
que a una solución inmediata dentro del gobierno de Belaúnde. No hay que olvidar al
respecto que diversos actores poi íticos actuaron en función de los nuevos bloques de
fuerzas: por un lado, Bedoya Reyes jugaba a apoyar el proyecto Ulloa, cuidándose
como carta de transacción entre los dos partidos grandes. Por otro lado, se organizaba
la Unidad de Izquierda a partir del Partido Comunista y se tendían lazos hacia la
Democracia Cristiana y el sector seoanista de Acción Popular. Cornejo Chávez, el
líder demócrata cristiano, en pre-campaña electoral, no negó conversaciones con la
"unidad de izquierda", mientras procuraba mejorar sus condiciones para negociar.
Al intervenir los militares en la escena, todo este cuadro se trastoca. Tanto las
fracciones oligárquicas como la fracción industrial pierden sus representantes poi íticos
170
Belaúnde concedió sin negociar más allá del problema petrolero. El chantaje funcionó porque las grandes empresas mineras
retuvieron las concesiones de grandes minas que no explotaron, en espera de la decisión del gobierno. Sólo cuando después del
68 el gobierno militar -en nueva dinámica que partla de la toma de la IPC- amenazó con revertir las concesiones al Estado y fijó un
calendario, se decidieron por invertir en Cuajone y perder otras concesiones. Es necesario estudiar otros elementos que
expliquen esta larga retracción de inversiones en la mineria, que muestre conexiones, por ejemplo, con prioridad de inversión en
otras regiones o con la evolución del proceso del cobre. Pero también es preciso investigar sobre términos más globales de los
intereses imperialistas en la región y en el Perú como parte de ella para ver, por ejemplo, prioridades en la inversión para sectores
industriales que parecedan preferir paises con un mercado interno más amplio, y un mayor avance industrial que permitiera tomar
empresas "de punta", más rentables.
171
Este reacomodo fue dificil y se estaba iniciando. En el capftulo I se han señalado algunas de las dificultades simbolizadas en la
oposición de "La Prensa" de Pedro Beltrán y en la necesidad previa de conciliar con la IPC para lograr la venida del capital
extranjero.
tradicionales. La izquierda, en intento de articulación, pierde canales de acción abiertos
en la perspectiva de las elecciones de 1969. Era preciso, pues, un reacomodo y en la
confusión inicial todas las fuerzas buscaban representantes políticos dentro de la
cúpula del nuevo gobierno. Ello fue posible dada la composición heterogénea de la
Fuerza Armada y su gobierno. Es obvio que lo logran, como puede apreciarse en las
tendencias descritas en el período 1968-70. Pero es claro también que el gobierno mi-
litar tenía, de entrada, un margen de autonomía mayor y que impondría sus términos –
o los de una tendencia, más bien- a las distintas fuerzas sociales expresables en el
poder.

1.2. LAS REFORMAS EN LA PROPIEDAD: LAS CLASES Y FRACCIONES


AFECTADAS

Con el cambio del régimen poi ítico las clases dominantes perdieron sus
representantes en el gobierno, más no su poder real, ni su base económica. A partir de
1969, en proceso continuo, las reformas en la propiedad, .afectaron en distintos grados
a las clases y fracciones que conformaban el bloque en el poder. Son las fracciones
oligárquicas las que resultaron afectadas estructural mente, aunque la fracción
industrial se vió en problemas de IlIocomodo. Esto se produjo a lo largo de un proceso
complejo en el cual.' .las clases rodearon al gobierno y obtuvieron nuevos
representantes políticos que luch.aron dentro de éste.

a. LOS "BARONES EL AZUCAR"

La primera fracción de la burguesía afectada fue la agro-exportadora 172: perdió su base


material en junio de 1969, al tomarse los complejos agroindustriales para formar
cooperativas con sus trabajadores. Los agro- exportadores habían sido la fracción
hegemónica desde el siglo pasado.
Tuvieron poder para quitar y poner gobernantes y constituían en el período de
Belaúnde el eje articulador de la opción oligárquica. Si bien su hegemonía era
cuestionada desde años antes y en el período de Belaúnde se llega a un verdadero
empate poi ítico, controlaban entonces suficientes resortes del poder como para
definir en su favor la política económica del régimen. Beneficiarios directos de la
devaluación de 1967, se opusieron a las reformas planteadas por Belaúnde y atacaron,
con menos énfasis las medidas de Ulloa a través de "La Prensa", en claro juego de
negociación inter-burguesa.
172
Desde fines del siglo pasado, la modernización del latifundio costeño y la demanda internacional producen un nuevo campo de
productos de exportación: azúcar y algodón. Pero a la inversa de lo que ocurre con la gran minería y el petróleo, en este sector
será decisiva en el inicio, luego importante, la presencia del propietario nacional. Se forma la burguesía agroexportadora -los
llamados "barones del azúcar"- que desde el siglo pasado adquieren hegemonía dentro del bloque en el poder, en forma
prácticamente ininterrumpida hasta la década de 1960.
Los agroexportadores controlan directamente un producto de exportación, que aunque no es el principal dentro de la economía
peruana sí es el más importante en cuanto al porcentaje de participación nacional. Establecen vinculación directa con el capital
extranjero, no requiriendo significativamente de la participación intermediaria del Estado. En el devenir de este siglo aumenta la
participación extranjera en los complejos agroindustriales, a la vez que se diversifica su producción complementando la actividad
exportadora de azúcar con industrias que procesan sus derivados tales como la producción de papel y cartonería o la produc ción
de licores.
El poder de los agroexportadores aparece omnímodo hasta la coyuntura del 30, en que es cuestionado por las fuerzas del Apra.
que tienen su base en el proletariado agrícola del norte y los sectores medios desplazados. Esta fracción logra unificar a la oligarqu
ía y aislar al Apra, enfrentándola al Ejército. Mantiene así su hegemonía, volviendo a ser cuestionada a partir de la década de 1950.
El ejercicio de su hegemonía tiene muchos ejemplos en la escena poi ítica de este siglo. La poi ítica económica del Estado
oligárquico se diseña y ajusta en función de sus intereses. Controla la Sociedad Nacional Agraria, que en nombre del campo
reclama devaluaciones, medidas de protección e incentivos tributarios. Los agroexportadores imponen sin problema sus términos
a las otras fracciones oligárquicas utilizando tanto su propia presencia diversificada en la economía como su decisivo control del
Estado. Las fricciones con los sectores modernos partirán justamente de su impermeabilidad al cambio y de su contradicción de
intereses en lo que a una p'ol ítica de promoción industrial se refiere.
Los militares fueron claros en apreciar el poder de esta fracción y enfrentarla con
prioridad. Ella controlaba la Sociedad Nacional Agraria, tenía su vocero en el diario "La
Prensa" y aprovechada el menor descuido del gobierno para articular un frente
opositor. En 1968-69 buscó hábilmente dentro del gobierno nuevos representantes
polfticos y tuvo defensores: Montagne, Benavides y los ministros que configuraban la
tendencia a la "criolIización". Pregonaban una "eficiencia" en la conducción de sus
propiedades que asustaba y retraía a los propulsores de la reforma agraria desde el
régimen anterior. Este gobierno, con la hegemonía de la tendencia de Velasco, asumió
el reto y quebró el centro del poder oligárquico.
Al perder su base material, esta fracción salió del bloque de clases en el poder.
Permaneció un tiempo más en la escena, por diversificación de sus contactos y su
expresión en la prensa, pero perdió fisonomía propia. Como clase agroexportadora no
permaneció en la escena.

b. LA BURGUESIA AGRARIA COSTEfJA

La Sociedad Nacional Agraria (SNA) cambia rápidamente de manos. Desaparecida la


gran burguesía agraria (los barones del azúcar que la controlaron y condujeron desde
muchos años) la SNA pasa a defender los intereses de una burguesía agraria que, en
todo el período anterior, aparece subordinada a los agroexportadores173. La lucha de la
SNA se da en los términos de la nueva Ley de Reforma Agraria que permite la
parcelación de tierras y proclama la defensa de la pequeña y mediana propiedad
agrícola. La SNA trata de evitar el choque frontal con el gobierno y luego de un
"saludo a la bandera" en defensa de la propiedad privada de los expropiados, se dedica
a rodear al gobierno, a buscar representantes poilíticos en su cúpula y a proclamar que
sus representados se encuadran en los límites establecidos por esta ley.
El gobierno ha definido su prioridad en los complejos agroindustriales y ampl ía el
ámbito de ésta a la costa como conjunto. La acción de esta burguesía agraria ágil y
moderna, rápida en convencer funcionarios y articular poderes, parece forzar esta
prioridad en el momento. Una tendencia del gobierno, el velasquismo, se jugó por la
poliítica de cooperativización que poco a poco eliminó a esta burguesía agraria, la
venció en la lucha por las parcelaciones privadas y en la aplicación de causales de la
reforma agraria. Aunque esta burguesía agraria tuvo en el reformismo liberal decididos
defensores, la correlación de fuerzas en la cúpula le fue desfavorable, perdiendo tam-
bién su base económica. Desaparece la SNA cuando asumía la defensa de la "pequeña y
mediana propiedad". Esta defensa será asumida luego por otras formas de articulación,
representando a una burguesra agraria media que también', resulta afectada en 1973-
75, pero que intenta regional mente recomponerse y articularse con el comercio y los
servicios rurales. Diffcilmente puede afirmarse que, sin recuperar sus tierras,
propietarios de menos de 100 Has en la costa alcanzarán el significado anterior de esta
burguesía agraria. Es más bien un conjunto de actividades complementarias (granjas,
servicios y comercio) las que les darfan un poder económico y político cuyo desarrollo
dependerá del curso del gobierno actual.

c. LA FRACCION FINANCIERA

Los terratenientes costeños han sido reducidos así a una mínima expresión, lo que, en
cuanto a clase expresable en el poder, significa su desaparición. Esta parte de la llamada
173
Son propietarios de grandes fundos arroceros y algo.doneros -algunos parcelados en medianos, pero controlados. como
conjunto- productores de frutales, ma(z y productos de pan llevar, as( como azucareros sin ingenio.
oligarquía se articulaba con otras fracciones. Siendo fuerza social propia, no lo era
en .forma aislada. En los últimos años de su predominio en la escena habíá diversificado
inversiones mientras articulaba con la fracción financiera 174, se expresaba en parte de la
industria, en el control del comercio de exportación y tenía en la prensa diaria canales
de expresión propios.
En la medida que el gobierno avanza en la definición de un proyecto propio, otras
fracciones de la llamada oligarquía resultaron afectadas. La progresiva definición de un
marco legal que acentúa el poder normativo e intervencionista del Estado ha de ser un
elemento importante para quebrar a la burguesía financiera. El control de los Bancos:
Popular, Continental, Internacional, etc., adquiridos por el Estado, combinando
coyunturas de crisis con los efectos de sus propias normas reguladoras, (del capital
bancario extranjero, por ejemplo) ha de quitar buena parte de la base económica a la
burguesía financiera tradicional. Esta fracción se presenta muy articulada con los
agroexportadores, pero también con parte de la construcción y la industria. Puede
decirse que su rol de bisagra fue en este siglo claramente cumplido. Esto se ve en la
composición de directorios y en su actuación poi ítica. Ello es más claro cuando la
compra de algunos bancos da al Estado el control accionario de diversas industrias, e
incluso de un diario (La Crónica). La caída del "Imperio Prado" es un hecho muy
sign.ificativo, no sólo por mostrar la actuación dolosa de la oligarquía en su decadencia,
sino porque permite ver las redes de contacto de distintas partes de la clase
dominante.
Si en el caso de la burguesía agroexportadora el golpe fue definitivo y ésta desaparece
como clase, en el caso de los grupos financieros la quiebra no es total. Existe banca
privada, constituida por los sectores más modernos de la fracción financiera, aunque la
capacidad normativa e interventora del - Estado haga incomparable su poder actual con
el que tuvo la fracción financiera en décadas pasadas. El Banco de Crédito es el más
importante y procura articularse con grupos cercanos al gobierno, a la par que sirve de
enlace a la burguesía constructora e industrial. Podría preverse que la fracción
financiera devenga en apéndice subordinado de la burguesía industrial, dado que buena
parte de su poder se traslada al Estado.

d. LOS GAMONALES DE LA SIERRA

La fracción terrateniente tradicional se vio aún más quebrada. Era la fracción más débil
de la llamada oligarqu ía, afectada ya desde décadas anteriores por la quiebra del orden
rural tradicional. Su poder, centrado en la dimensión regional, se mantuvo
aprovechando la crisis de hegemonía dentro del bloque en el poder. En el período de
Belaúnde logró impedir la afectación de sus latifundios; no en la ley, pero sí en la
práctica. El control de resortes en el Parlamento – con el odriísmo – y en el Poder
174
A partir del auge del guano, que comienza en los años 40 del siglo pasado, y particularmente utilizando la llamada
"consolidación de la deuda externa" que hiciera el Gobierno del General Echenique, se conforma esta fracción comercial y
financiera que tiene su máxima expresión polltica en el civilismo, constituyendo el primer partido poi ítico significativo de la
historia peruana.
Su base material es difusa. Se construye a partir del negocio de las consignaciones guaneras y se diversifica en la formación de los
primeros bancos en la década de 1860. Incursiona luego en el comercio externo e interno y, en este siglo, se diversifica hacia la
industria, pero manteniendo siempre en la banca privada su centro de poder. El llamado Imperio Prado -a partir del Banco
Popular- es quizás el grupo más conocido y con poder económico y poi itico más significativo en este siglo. Esta fracción cumple
un rol de "bisagra" en la clase dominante, articulando a nivel económico y polltico los intereses de las otras fracciones. En el siglo
XIX lo hace a través del crédito hipotecario, que permite la formación de la bu rguesía agroexp.ortadora, con la modernización y
concentración de tierras. En el siglo XX se diversifica hacia el sector industrial, aunque con menos éxitos que en el caso anterior.
Su hegemonía comienza a reducirse después de la Guerra con Chile al crecer el poder de los agroexportadores, quienes
establecen vínculos directos con el capital extranjero. Muy ligada a los exportadores y a la naciente industria, logra en este siglo
mantener su poder económico y tener en dos períodos un presidente, directo representante de la fracción (Manuel Prado: 1939-
45 y 1956-62).
Judicial, lo hizo posible. Sin embargo, la lucha del movimiento campesino la iba
arrinconando irremediablemente.
En la actual reforma agraria los gamonales 175 tuvieron, sin embargo, varios elementos
que postergaron su desaparición o la mitigaron. Es clara la prioridad que el gobierno
concede a la costa. Desde la escena poi ítica, lo anterior, más que una decisión política
explícita, parece ser efecto del poder de terratenientes costeños que, al ser mayor
amenaza para el gobierno, adquirieron prioridad. Si la prioridad del gobierno no se
hubiere centrado en la fracción terrateniente con más poder, ésta hubiera tenido
recursos para voltear los términos de la lucha poi ítica o inclusive, como antes, para
derrocar el gobierno o retomar el poder. Esa capacidad no la poseía el terrateniente
tradicional o gamonal. Atacarlo era, pues, segunda prioridad; y el ritmo de la reforma
agraria quedó más bien definido por la agudización de la lucha campesina.
Con todo, en 1975 puede verse que la reforma agraria ha avanzado sobre buena parte
del latifundio serrano. Pero ha sido incapaz de romper las cadenas intermediarias en el
comercio y el poder político local que completaban el poder de esta fracción y de
modernizar el agro, superando las formas precapitalistas de producción 176. En ello se
pueden ver también las dificultades de un equipo de reforma agraria preparado desde
épocas anteriores para la costa y el efecto de la asignación de prioridades dentro de
esta reforma.
Algunos estudiosos, valorando el efecto movilizador que hubiera tenido la reforma en
el minufundio y las comunidades, hipotetizan que hubo temor a los efectos de una
movilización incontrolable en la sierra. Nos parece improbable tanta racionalidad
política predictiva y parece más claro que la reforma agraria estuvo marcada por los
términos de la lucha global, donde los sectores costeños tuvieron un papel
protagónico y constituyeron amenaza poilítica177.
Tanto los gamonales como la burguesía agraria pudieron aprovechar el carácter
progresivo y avisado de la reforma agraria, procediendo a una descapitalización de sus
fundos que alcanzó ejemplos de verdadera depredación. Las cifras que indican una
disminución brutal de cabezas de ganado son expresión de esta política en muchos
fundos, que la burguesía presenta hoy como ejemplo de la incapacidad de los

175
Se originan en el período colonial y tienen presencia"en la escena política hasta 1968. Su base material es el latifundio
tradicional que cubre primero gran parte del país. pero que luego queda ubicado principalmente en la sierra. Trabajan la tierra
directamente o a través de mayordomos, sobre la base de relaciones precapitalistas de produccion que suponen distintas formas
de arrendamiento de parcelas como correlato a la prestacion gratuita de servicios personales.
El gamonal es en su region un señor que nos recuerda indefectiblemente al señorío feudal. Su poder no proviene solo del
latifundio. Esa es su base economica, pero no la única. Controla el poder político regional en todas sus instancias y tiene efectivo
control y participacion -cuando no monopolio- sobre el comercio y los servicios de la zona.
El centralismo limeño ha sido una de las mayores garantías para este poder regional de los gamonales, que ha subsistido a pesar
del deterioro de su base econ6mica y de la pérdida de hegemonía a nivel nacional. En efecto, solo puede hablarse de un rol
hegemonico de esta fraccion en los primeros 20 años de la república y aún durante ese período la parte limeña, dependiente
indirecta de rentas de tierra similares, logra preponderancia. La aparici6n del guano y la generaci6n de la fraccion financiera
primero y agroexportadora luego, han de marginar gradualmente al gamonal, que se afinca en la sierra y algunos latifundios
tradicionales de la costa, conservando un poder político regional inalterado hasta la reforma agrari a actual.
En estas regiones, los gamonales garantizaron al Estado y a la fraccion hegemonica, un fácil control de la masa indígena, mayoritaria
en la poblaci6n. En cada gobierno negociaron su apoyo manteniendo las senadurías y diputaciones del lugar bajo su control.
Reclamaron para sí la decisi6n final sobre el nombramiento de autoridades locales (prefecto, subprefecto, alcaldes, gobernadores),
de la magistratura, la policía, e incluso empleos en servicios tales como educaci6n, salud o ad ministracion local. Al colocar allí a
hombres de su confianza, acrecentaba el gamonal su autoridad definitiva sobre la region. Se presentaba como "el benefactor",
obteniendo del Parlamento o de los ministerios partidas para obras públicas deseadas por el pueblo y ligándose incluso en
parentesco con éste a través del padrinazgo.
Esta fraccion no logro nunca articulacion significativa con el capital extranjero. Productora para el consumo interno, no modernizo
su explotacion agrícola ni reinvirtio significativamente en ella, procurando diversificar su inversion en otros sectores aunque sin
gran significaci6n global.
176
Habría que ver, sin embargo, qué significa para éste el funcionamiento de nuevas empresas estatales como ENCI
(Comercializaci6n de insumos) o EPSA (Comercializaci6n de productos agropecuarios).
177
Puede ampliarse en PEASE, Henry: "La Reforma Agraria peruana en la crisis del Estado Oligárquico" en Estado y poHtlca
Agraria. DESeO, Lima, 1977.
campesinos. Esto se dió también en el desm$lntelamiento de servicios e instalaciones
productivas.
Estos recursos permitieron, tanto a los gamonales como a la burguesía agraria,
incursionar con más éxito en el comercio y otras actividades intermediarias, muchas
veces de la misma región. Para el gamonal éste parece ser un proceso más antiguo,
producido por la baja rentabilidad y la sub-división de tierras.
Esta fracción gamonal parece retener, así, elementos regionales de poder, aunque muy
mermados y sin relación a su base terrateniente perdida en gran parte. En la escena
poi ítica nacional su expresión es muy débil y fraccionaria, con pocas posibilidades de
recuperación y sin capacidad de definir la política global del Estado.
Hasta aquí, en perspectiva, puede hacerse una apreciación sobre la recomposición del
bloque en el poder: es el ocaso del poder oligárquico. Las fracciones que se definían en
lo que se llamó oligarquía, han sido quebradas en su base económica. Si en el período
de Belaúnde tenían poder de empate frente al reformismo propugnado por la fracción
industrial, ahora no hay ni restos de ese poder en la cúpula y han perdido sus
propiedades. En este sentido puede afirmarse que las fracciones oligárquicas
desaparecen de la escena política y ello supone nuevos términos en la composición del
bloque en el poder. En tanto que su base económica ha sido quebrada, puede hablarse
de un proceso irreversible. El golpe final ha sido dado por la revolución de la Fuerza
Armada del 68, pero esta no es independiente del proceso de modernización que
desde la década del 50 la fue arrinconando económica y socialmente, con importante
rol del movimiento campesino en esa etapa.
La permanencia de rezagos de las fracciones oligárquicas ya anotadas es parte de un
nuevo cuadro poi ítico social, en el que ya no tienen posibilidades de hegemonía ni de
empate, sino a lo más por algún tiempo, y sólo en algunos casos, posibilidad de
articulación subordinada con la burguesía industrial. En perspectiva, pueden
permanecer personas, peJo desaparece como forma de dominación. Esto es visible en
lo que denominamos burguesía agraria media, cuya base de poder no es tanto la tierra
como otras actividades económicas rurales. También hay visibles rezagos en la banca
privada - limitada por el poder estatal normativo y operativo – y en los restos del
poder regional de los gamonal es, muy disminuido y marginado, aunque tenga en su
favor la permanencia de un mundo rural no modernizado en la sierra.

e. LA FRACCION INDUSTRIAL DE LA BURGUESIA

Esta redefinición del "bloque en el poder" supone como correlato la hegemonía de la


burguesía industrial, que viene en ascenso desde la década del 50. Por eliminación del
contrario, resulta hegemónica. Sin embargo, se introducen desde 1969 alteraciones y
conflictos' sustantivos a nivel político y económico que dentro de un proceso
contradictorio, marcado por la lucha de tendencias en el gobierno, alteran los
proyectos politicos de la fracción industrial vigentes en la década de 1960. Este
proceso no ha concluido.
En efecto, los militares no han sido meros representantes poi ¡ticos de la burguesía
industrial, como sostuvieron iniciales observadores y, más aún, sus acciones han
producido un decantamiento de esa burguesía y una aguda lucha politica, visible en el
período 1970-74. Las diferencias pueden avisorarse a partir de lo que fue el proyecto
poi ¡tico del reformismo democrático hasta 1968 y su comparación con la política del
gobierno militar en su primera fase.
La diferencia principal parece radicar en el rol del Estado. Frente a un proyecto liberal
de la burguesía industrial -muy marcado por lo que fue el proyecto Ulloa- en el
gobierno logran imponerse tendencias estatistas que contradicen el reformismo liberal.
El control estatal del comercio de exportación, la Ley de Industrias – con la reserva
para el Estado de la industria básica- el ritmo de la inversión pública, la estatización de
la pesca de anchoveta, el surgimiento de empresas públicas importantes -incluso más
allá de lo que la ley reserva para el Estado-, la progresiva importancia estatal en el con-
trol de los recursos naturales y el intervencionaismo normativo que da importante
poder en cada sector al ministerio respectivo, son indicadores de un proyecto político
que difiere mucho de lo que la burguesfa industrial aspiraba a implementar desde la
década pasada178 .
La lucha politica en los últimos años ha estado muy influenciada por esta situación. A
ello se han agregado otros elementos definidos por el gobierno desde 1970, que
agudizaron la lucha política significativamente por resultar inconcebibles a los ojos de la
mayor parte de los empresarios. La comunidad industrial y el proyecto de propiedad
social significan, en el contexto anterior, ingredientes básicos de la lucha política.
Ninguno de ellos significó una agresión de raíz que cambiara en lo inmediato la base
económica de la burguesía industrial. Su avance gradual, sujeto al actuar de los
empresarios -por reinversión y/o burla de los dispositivos legales -, en el primer caso
ya la capacidad de inversión del Estado, en el segundo, daba un amplio margen de juego
a la burguesía industrial.
El gobierno en ese período (1970-74) tuvo en su seno representantes políticos del
proyecto liberal de esta burguesía, que enfrentaron al Velasquismo, tendencia que inclu
ía posiciones estatistas, e incluso rupturistas, respecto de los intereses de la burguesía
industrial. Aunque en ese período la burguesía liberal no logra imponer sus términos,
condiciona la lentitud del avance de la Comunidad Industrial e influye en la definición
ortodoxa de la política económica y financiera, que pone sus expectativas en el ahorro
de las empresas – para lo cual debe incentivarse la rentabilidad capitalista de éstas-, en
el crecimiento tradicional del sector construcción y en un endeudamiento externo que
a la larga reduce los márgenes de juego del gobierno frente a las recetas ortodoxas de
la banca mundial. Así, más allá de la lucha de tendencias, la resultante del período es
pro-burguesa, lo que refuerza la iniciativa y reacomodo en las etapas subsiguientes.
El período 1974-75 (derrotados coyunturalmente los representantes poIíticos de la
burguesía liberal en la cúpula) no supone una agudización de Ia lucha con los
industriales, al no cambiar la política económica y ser hegemónica en la cúpula "la
Misión", con una opción estatista, claramente capitalista y antipopular. La lucha de
tendencias se da, así, más en el nivel ideológicopolítico que en el nivel de cambios
concretos que afecten el poder de la burguesía. En 1975, incluso, nuevos factores
políticos y geopolíticos reforzarán el arrinconamiento progresivo de las tendencias que
enuncian -al menos verbalmente – la ruptura con un modelo capitalista de desarrollo.
Por ello el proyecto de propiedad social -centro del debate verba l- no sólo afronta
dificultades de viabilidad, sino que es combatido desde dentro del gobierno. Por ello
también el llamado pluralismo económico, definido originalmente bajo la hegemonía de
la Propiedad Social, rápidamente se reinterpreta en sentido inverso. La lucha poi ítica
es en esta etapa cada vez más super estructural, dándose en un tiempo en que la
correlación de fuerzas favorece cada vez más a la burguesía industrial. Esta agitó

178
Hay que distinguir entre representantes econ6micos y representantes polfticos de la burgues(a, pero en la década pasada, y
aun en la presente, ha habido aparente identidad en cuanto al rechazo de una opci6n de Estado interventor y empre sario. Cabe
estudiar las nuevas opciones de los años más recientes y ver en perspectiva el curso actual aún no definido. Puede observarse en
el año 1974 signos indicadores de la existencia de vinculas – expresados en las posiciones de "la Mi sión"- que bien podrfan
articular un proyecto de capitalismo de Estado, aceptado por parte de la burguesla industrial. Es insuficiente nuestro estudio a ese
nivel. Hay que ver también si se trata de estrategias paralelas.
eficazmente el mito anticomunista y el temor a la movilización popular. Se sirvió de las
posiciones autoritarias en el gobierno, viendo el peligro que podía significar la alianza
de éste o parte de éste con los trabajadores y sus organizaciones.

1.3. RECOMPOSICION DEL "BLOQUE EN EL PODER"

El bloque en el poder se presenta así, en 1975, recompuesto y modernizado. Con una


burguesía industrial reforzada y en redefinición, con las fracciones oligárquicas
prácticamente anuladas o reabsorbidas y con la presencia de un aparato de Estado – la
Fuerza Armada- que ha concentrado poder como nunca antes y que controla el
gobierno en nuevos términos, fijando límites y marcos de acción al actuar político de
las clases y fracciones dominantes179 . En efecto, no es un gobierno económicamente
débil. Controla el agro, la industria básica y la pesca, gran parte de la banca y de la pro-
ducción minero-petrolera. Controla el comercio de exportación, antes en manos de la
oligarquía o de los enclaves mineros, y conduce una política en la que la expanslOn
económica se proyecta en términos de fortalecer aún más su poder.
La lucha política en este nuevo cuadro pugna por consol idar nuevas formas de
dominación, superando el Estado oligárquico. Sus términos no son gobierno militar vs
burguesía industrial. El gobierno militar asume en buena medida la representación de
sus intereses, en tanto que es la fracción hegemónica del bloque, pero con fricciones
en el rol que corresponde al Estado y dando poder particular hoya la Fuerza Armada.
La realidad es más compleja, porque hay otros actores de importancia (opciones
alternativas del imperialismo y un movimiento popular en ascenso) y porque la Fuerza
Armada, como aparato de Estado, no sólo tiene opciones contradictorias en su seno,
sino que las proyecta en el gobierno mismo.

2. LA REDEFINICION COYUNTURAL DE RELACIONES CON EL CAPITAL


IMPERIALISTA

2.1. LA INTERNATIONAL PETROLEUM COMPANY: SIMBOLO y CASO UNICO

La coyuntura de 1968, en torno a la expropiación de la International Petroleum


Company (lPC) y el enfrentamiento con los Estados Unidos, es quizás la confrontación
más directa y radical producida en la historia peruana, tan llena de claudicaciones
frente a la dominación imperialista. Esta coyuntura expresa en su máxima pureza el
nacionalismo militar que gran parte de los sectores medios y populares apoyaron y
compartieron desde fines de la década del 50 180. La IPC, más allá de su significado
económico, era un símbolo viviente del imperialismo; símbolo que escondía formas
más sutiles y modernas de penetración en la economía, la conducción polftica y la
ideología dominante.
La diversificación de la economía peruana, incluso del sector exportador tradicional,
dió como resultado desde el siglo pasado un complejo cuadro de relaciones entre las
clases dominantes y el imperialismo. Estas clases fueron intermediarias, pero no
directamente en todos los casos. En el Perú subsistieron, a la vez, relaciones de
intermediación vía el Estado -para los enclaves minero-petroleros – y vía la articulación
directa en la propiedad de los agroexportadores y la burguesía industrial. Como
resultado de ello, el margen de juego del capital imperialista fue mucho mayor. Su
179
Se ha generado también una importante tecnocracia que maneja las empresas públicas y administra parte importante del poder.
A ella nos referimos en el siguiente capítulo.
180
Y que tiene antecedentes no militares desde muchos años antes, por lo menos desde los años 30.
expresión a través de agentes políticos – embajadas y misiones consejeras en lo
económico, educativo y militar – alcanzó niveles que, vistos hoy, aparecen increíbles.
En 1968, el capital extranjero controlaba toda la producción minera y petrolera, su
comercialización y la escasa refinación o procesamiento posterior. Al amparo del
generoso Código de Minería dictado por Odría, ampliaba n su inversión y sus
utilidades dejando "a cuenta gotas" sus impuestos, llegando a hacer deducciones incluso
por "factor agotamiento", cuando lo que se agotaba era un recurso natural del Perú. La
Cerro de Pasco, la Southern Peru Copper Co., la Marcona, la IPC, controlaban no sólo
los ricos yacimientos de cobre, hierro, petróleo y otros minerales que estaban en
producción, sino que, por denuncio previo, retenían el control de yacimientos de
probada calidad como Cuajone, Quellaveco o Cerro Verde. De igual modo,
negociaron con Belaúnde la explotación de los ricos yacimientos petrol íferos de la
selva, que para entonces sólo la IPC estudiaba para el futuro. Estas empresas definían,
por lo tanto, el monto y la dimensión de la inversión a realizar, quedando el Estado
como mero solicitante de esa inversión. El capital imperialista controlaba también
parte del sector agroexportador y del sector industrial en los que tenían inversiones
directas muy importantes. Lo mismo ocurría con parte de la pesca de anchoveta, las
telecomunicaciones e incluso servicios claves como la luz o los ferrocarriles. La
industria básica, el papel y el cemento por ejemplo, estaban también en sus manos en
buena parte.
No se puede, en estas condiciones semicoloniales, hablar de "bloque en el poder"
dejando de lado el poder imperialista. Este juega .en la lucha politica, con articulaciones
diversas que potencian o traban la acción de las clases y fracciones en pugna. A su vez
y a distancia, el imperialismo actúa con varias opciones dentro de la lucha política
interna y en función de sus posibilidades de hegemonía. Cabe aquí señalar la
diferenciación de intereses imperialistas, que incluyen desde inversiones antiguas y más
tradicionales – como la Cerro de Pasco -, hasta inversiones modernas de los grandes
monopolios en la industria y el comercio. La polftica imperialista de los Estados Unidos
en América Latina viene en apoyo de los inversionistas, introduce préstamos y
"ayudas", fija términos a la politica exterior de los gobiernos semicoloniales e
introduce a su vez variantes que potencian sus intereses, según la coyuntura politica
internacional.
Se han señalado ya las distintas articulaciones que las diferentes fracciones de la clase
dominante, tenían con el capital imperialista. En la coyuntura del 68 es notoria entre
ellas fa necesidad que la burguesía industrial tenía de recurrir al apoyo y la inversión
imperialista para conseguir su hegemonía sobre los agroexportadores en el mediano
plazo. Por ello cobraba particular importancia al chantaje que el imperialismo hacía con
el.problema de la IPC al gobierno de Belaúnde, exigiéndole una solución en función de
los intereses de esta empresa como condición para refinanciar la deuda externa, para
ampliar sus inversiones o para otorgar préstamos.
En esta coyuntura de 1968 la toma militar de los yacimientos de la IPC y la negativa
posterior a toda transacción y pago produce un vuelco de la situación, que legitima al
nuevo gobierno en el plano interno y libre las puertas para una poi ítica externa
agresiva que, por primera vez, caracteriza a la Cancillería. En América y Europa, el
Perú expone el caso de la IPC y acusa al imperialismo norteamericano, que anuncia
sanciones económicas y traba los créditos externos, especialmente preocupado por el
"efecto de demostración" que puede cundir en otros países.
En el problema de la IPC se produce una victoria coyuntural contra el gigante
norteamericano. No hay manera de que éste haga pagar .al Perú y, a pesar de las
presiones internas de los monopolios, la situación de los Estados Unidos no permite a
su gobierno agredir públicamente al Perú. Afectado por la guerra en el sudeste
asiático, encuentra en América Latina un cuadro desfavorable en los procesos locales.
Torrijos en Panamá levanta la bandera del Canal; surge Torres en Bolivia, tras el
gobierno de Ovando que tuvo también problemas con la Gulf Co. Poco después
triunfa Allende en Chile, mientras en la Argentina el peronismo no da tregua a la
dictadura militar progresivamente debilitada. En este cuadro, los Estados Unidos
prefieren esperar, aplicar en la práctica algunas sanciones -obstaculizando créditos – y
preparar en el mediano plazo acciones más precisas en función de las propias
debilidades que el nuevo gobierno peruano demuestre.

2.2. NACIONALIZACIONES Y POLITICA EXTERIOR

La tensión con los Estados Unidos no se limita al problema de la IPC. La tesis de las
200 millas de Mar Territorial será una bandera que no solo se defiende en citas
internacionales hasta convertirla en tesis dominante. Ocasiona choques concretos con
las naves pesqueras de bandera norteamericana, que son el pretexto para el corte de
la ayuda militar por parte de los Estados Unidos y la expulsión de las misiones militares
de ese país, como respuesta inmediata del Perú, en el punto más alto de tensión. La
política exterior peruana, condicionada por este impulso inicial, se abre campo hacia el
no alineamiento y el tercermundismo. Establece relaciones con los países socialistas y,
para el caso cubano, encabeza un proceso de discusión en la OEA que termina
cuestionando el sistema interamericano. Todo esto hace que el Perú sea visto en un
cuadro político muy distinto al pasado, causando preocupación al Departamento de
Estado 181 por el efecto de demostración que puede tener en el resto de América
Latina, Sin embargo, para entonces ya había un objetivo previo para el Departamento
de Estado: el Presidente Allende que, con la Unidad Popular en Chile, ganó las
elecciones autodefiniéndose marxista. Ya al frente del gobierno, resultaba un enemigo
más peligroso. .
Lás reformas del gobierno afectan y redefinen las relaciones con el capital imperialista a
partir de esta coyuntura de ofensiva que dió un mayor margen de juego. La reforma
agraria afecta sus.intereses en el norte; la Ley de Industrias de 1970 obliga a transferir
la industria básica al Estado (con lo cual la industria papelera, así como el cemento,
pasan a propiedad del Estado en 197-5). A su vez, se dictan dispositivos que hacen
revertir al Estado importantes yacimientos mineros que estaban en manos de
empresas norteamericanas. La fijación de normas con calendario obliga a estas
empresas a elegir entre invertir o perder a corto plazo las concesiones mineras. En esa
coyuntura, el gobierno concede, sin embargo, la explotación de Cuajone a la Soutltern
Peru Copper Co., al amparo del antiguo Código de Minería. Esta empresa comienza a
invertir y alivia con ello los problemas financieros producidos por el corte de créditos
181
Esta preocupación es visible en la siguiente declaración del Secretario de Estado norteamericano: "Actualmente es muy fácil
predecir qúe, si Allende gana, existe la posibilidad de que se establezca, durante un periodo, algún tipo de gobierno comunista. En
tal caso, no estaríamos frente a una Isla fuera de la Costa y que no tiene una relación tradicional y un Impacto en Latlnoamérlca,
sino a un Importante país latinoamericano que tendría un gobierno comunista, aliado de, por ejemplo, Argentina, que ya se
encuentra profundamente dividida (a lo largo de una extensa frontera); AL LADO DEL PERU, QUE YA SE HA ESTADO
ORIENTANDO EN DIRECCIONES QUE HAN SIDO DIFICILES DE TRATAR; y al lado de Bolivia, que también ha marchado
hacia una dirección antlnorteamerlcana más Izquierdista, aunque sin ninguno de estos desarrollos. (. . .) SE TRATA DE UNA DE
ESAS SI. TUACIONES QUE NO ES MUY FELIZ PARA LOS INTERESES NORTEAMERICANOS".
KISSINGER, Henry . .. Texto de una conferencia de prensa realizada el 16 de setiembre de .1970, reproducido por
"Corporaciones Multinacionales y Política Exterior Norteamericana", Audiencias ante el Sub-Comité de Corporaciones Mul-
tinacionales del Comité de Relaciones Exteriores del Senado Norteamericano, 39avo. Congreso, Washington: GPO, 1973, Parte 2,
pp. 542-543.
Citado por FAGEN, Richard. . ." "Estados Unidos y Chile: "raices y ramas" En: FOREIGN AFFAIRS, Enero 1975, Vol. 53, No. 2, p.
297. (Los subrayados son nuestros).
internacionales, pero es un contrato tradicional en el que el gobierno cedió. Le politica
normativa e intervencionista del Estado definida en esa coyuntura, va a afectar
particularmente la inversión extranjera en recursos naturales, ampliando la capacidad
de negociación del Estado en los contratos petroleros que la Empresa estatal
PETROPERU implementa desde 1971.
Diferentes servicios públicos pasan también a manos del Estado mientras que en la
banca se limita al mínimo la participación del capital extranjero y se impide la
expansión de la cadena Rockefeller con la intervención del Banco Popular y la compra
del Banco Continental. Posteriormente la estatización de la pesca cortará también la
inversión norteamericana en ese sector. El comercio de exportación es también
controlado por el Estado, quitando con ello otro antiguo campo al capital extranjero.
Todas estas medidas expresan la voluntad del gobierno de redefinir los términos de la
inversión imperialista; limitando su presencia en el sector extractivo, en la banca y en
la industria básicea, que se reserva para el Estado; dejando siempre abierta la
posibilidad de empresas mixtas o de contratos de explotación, pero en términos
sujetos a la política estatal, claramente distintos de la situación anterior.
Las nuevas normas afectan también la inversión extranjera en la industria –aplicando la
decisión 24 sobre el trato común al capital extranjero y diseñandola comunidad laboral
-, pero en este caso se manifiesta la voluntad del gobierno de atraer la inversión
extranjera hacia la industria, aún haciendo excepción de los términos de la comunidad.
Puede verse en esta poi ítica una relación de continuidad con lo planteado en la
política de Ulloa y las necesidades de la burguesía industrial en 1968. Pero los términos
militares son distintos en tanto que aplican normas restrictivas y parten de un
intervencionismo estatal y una posición nacionalista, que ni soñaban en aplicar los
políticos de la década anterior. No se quiere decir con ello que estas normas eliminen
la dependencia del imperialismo ni hagan imposible que la inversión extranjera venga a
la industria. Es la política económica de conjunto (que depende de préstamos
extranjeros, que importa en función de una industria que produce para muy pocos,
pero demanda cada vez más divisas para insumos) la que reproduce y mantiene
relaciones de producción hegemónicamente capitalistas, la que sostiene la situación de
dependencia y lleva a coyunturas críticas donde se perderá el margen coyuntural de
maniobra que el gobierno ha adquirido. Pero hecha esta salvedad, es claro que las
restricciones -aún sin negarle un amplio margen de ganancia- afectan la inversión
extranjera. Al menos los resultados no parecen mostrar éxito en la ampliación de la
inversión extranjera industrial.

En estos términos, se busca hacer más factible la inversión extranjera directa o


asociada con el estado en el sector industrial. Ello es parte de una redefinición que se
origina en la coyuntura del 68 y evoluciona al compás de coyunturas sucesivas, más
desfavorables al margen de juego del gobierno, hasta 1975. En perspectiva, esta poi
ítica puede ser juzgada conservadora y de hecho es pro-burguesa, en tanto que en la
práctica económica no se abandona la vía capitalista de desarrollo, que es la primera
fuente estructural de subdesarrollo en América Latina. Pero cabe apreciar en
perspectiva histórica lo distinto que es este cuadro de relaciones con el capital
imperialista, del que se observaba hasta 1968. El margen de juego del gobierno es en
ese período inmensamente mayor y su nacionalismo inicial, en la coyuntura del 68, lo
ha hecho posible. Pero es a la vez un margen coyuntural, ganado con claridad táctica,
que mostrará su debilidad cuando el cuadro internacional, los resultados de la poi ítica
econóinica y el desgaste propio del régimen, lleven a coyunturas sucesivamente peores
que arrinconañ al gobierno y lo obligan a variar la poi ítica en sucesivas concesiones.
Ya a principios de 1974 un viejo anhelo popular, la estatización de la Cerro de Paseo,
se producirá dentro dé un arreglo global que sirve para saldar viejas negociaciones
sobre expropiaciones anteriores 182 y permite a los Estados Unidos mostrar el arreglo
como contraparte del crítico momento dé la IPC, en su preocupación fundamental por
no impulsar nacionalismos en la región. Al gobierno peruano, el arreglo Green-
Mercado le permite solucionar problemas pendientes en una coyuntura internacional
desfavorable, a partir de la caída de Allende y el inicio de las tensiones chileno-
peruanas. En un piano político -de la solución negociada y la preocupación peruana
ante la nueva coyuntura- más que en el económico, hay que analizar este convenio que
va indicando la presencia de márgenes más estrechos para el gobierno militar.
En lo económico, ambas partes han cedido. Los montos no son exagerados (76
millones de dólares por la Cerro de Paseo, Sociedad Paramonga, Compañía Papelera
TrujiIIo, Cartavio S.A., varias pesqueras, Refinería Conchán Chevron y otras empresas)
y el arreglo no afecta la coyuntura económica, en tanto incluye un préstamo de la
Banca de Nueva York por 80 millones de dólares para efectuar el pago al Gobierno de
los Estados Unidos 183.
En el análisis global del proceso, esta coyuntura es importante indicador de que los
márgenes se estrechan. Vendrán luego, desde ese mismo año, coyunturas complejas
que reducirán aún más el margen de juego delgobierno. La crisis económica
tardíamente enfrentada, el problema de la compra de armamento -que ante las
restricciones de los Estados Unidos buscó en los países socialistas diversificar sus
mercados, evadiendo momentáneamente uno de los más serios eslabones de la
dependencia- y el problema geopolitico, agudizado con la política del gobierno chileno:
son elementos de la nueva coyuntura que afronta el gobierno militar. En este contexto
la expropiación de Marcona, en 1975, representa la voluntad política de no ceder más
posiciones ante la coyuntura adversa. El General Velasco personaliza y representa esta
poi ítica audaz y posiblemente calificable de irreal en la nueva coyuntura. En un análisis
comparado, habría que ver si esa audacia no podía recibir el mismo calificativo en
1968, ante el caso de la International Petroleum Company. Lo que sí será distinto es el
cuadro político interno: con un gobierno desgastado y progresivamente aislado,
debiendo enfrentar una crisis económica muy aguda y en plena tensión política interna.

2.3. CARACTER COYUNTURAL DE LA REDEFINICION

A lo largo de este proceso hay una redefinición de las reglas de juego para el capital
imperialista, que es reversible en tanto se apoya en coyunturas favorables, sin romper
la dependencia estructural que el carácter capitalista de la econom ía peruana actual
impone. Es posible prever algunos rasgos que parecen destacar en el nuevo cuadro. Se
ha reforzado el rol del Estado como intermediario en toda negociación con el capital
imperialista, no sólo en los sectores minero y petrolero, sino incluso en el sector
industrial. Se ha ampliado en forma muy significativa la presencia del Estado en sectores
productivos como la minería, la pesca, el petróleo y la industria básica, antes
controlados principalmente por el capital extranjero. En estos campos -la minería y el
petróleo- quedan inversiones extranjeras grandes, aunque con menos margen de juego
que en 1968.

182
Grupo Grace, pesqueras norteamericanas, petroleras menores. . .
183
El carácter coyuntural, sucesivamente desfavorable, puede apreciarse al estudiar el contrato referente a Marcona en 1976,
comparando cantidades pagadas y valor de las empresas expropiadas.
La burguesía industrial tiene en este cuadro capacidad directa de articulación con el
capital imperialista y cumple el rol de intermediario alternativo 184, que según el curso
del proceso obtendrá márgenes mayores o menores de juego. La poi ítica económica
del gobierno – que espera solucionar la crisis con nuevos créditos y con inversión
extranjera asociada al Estado o directa, asociada a la burguesía nativa – es en la
coyuntura "el punto límite de este conjunto de cambios. Muestra, en su devenir, cómo
en la sociedad peruana el vasto conjunto de cambios producidos desde 1968 hace
aflorar ahora, con claridad meridiana, que un proyecto de Estado nacional,
independiente y soberano es inviable dentro del capitalismo dependiente. Mientras esa
ruptura no se produzca, los cambios y reformas más audaces tienen como límite la
estructura dependiente y articulada del capitalismo monopólico, que combinará sus
mecanismos internos y externos en coyunturas adecuadas para utilizarlas en función de
su propia lógica. .

3. LOS BENEFICIARIOS DEL PODER EXPROPIADO

En el período 1968-75 los cambios en el bloque en el poder no sólo suponen la caída


de las fracciones oligárquicas o el dificultoso proceso de redefinición y refuerzo de la
burguesía industrial. Hay poder expropiado a las fracciones oligárquicas y a los enclaves
imperialistas, y es preciso ver su destinatario. Nos preguntamos así por los
beneficiarios del poder expropiado y la respuesta no se encuentra al nivel de las
intenciones de los actores poi íticos sino en el análisis de los resultados objetivos a
nivel poi ítico y económico global.
Esta última precisión es necesaria porque en la arena política es común, y a veces
necesario, simplificar y plantear los procesos ubicándolos en la intencionalidad de los
actores políticos, sin llegar a un análisis que permita ver las condicionantes
estructurales de ese actuar. Es innegable que en parte de los actores del gobierno se
ha percibido una voluntad de cambio real, con valores de justicia social asumidos más
allá del temor a los cambios o de la simple amenaza al sistema. Más aún, este
voluntarismo político es muy propio de los sectores medios y va acompañado de una
buena dosis de mesianismo que ha impedido comprender la necesidad de un rol activo
del movimiento popular, es decir, de los sujetos de ese cambio estructural que se
proclama. En el complejo cuadro de la lucha política, al interior del propio gobierno,
esta voluntad de cambio se ha visto mezclada con actores que en vez de tener esa
voluntad de cambio, participaron en el gobierno para defender intereses expresos de
la burguesía, se identificaron con sus mitos y temores, bloqueando en cada coyuntura
el acercamiento directo a los sectores populares y reemplazándolo con diferentes
intentos de manipulación. En conjunto, la conducción institucional del gobierno ha
recubierto el miedo o la duda para dar un salto cualitativo que le permitiera
representar directamente los intereses populares y para ello, por tanto, aliarse con
ellos.
Más allá de este trabajo y de la intención de algunos actores, es necesario investigar si
lo sucedido era lo posible en las condiciones reales de la lucha poi ítica, de las clases,
de la organización del poder y de los límites del régimen, basado en una institución y
con necesidad de conciliación interna. Todo ello debe llevar a la discusión del proyecto

184
En el sentido de que la inversión asociada con el Estado es también opción posible.
expresado en cada tendencia, del llamado modelo peruano de desarrollo, con todas las
contradicciones de la composición del gobierno y de los parámetros entre los que se
produce el proceso político.
El principal beneficiario del poder expropiado es, sin duda, el Estado y este poder es
utilizado ahora por uno de sus aparatos, la Fuerza Armada, que conduce el proceso, en
dubitativa recomposición que sólo tiene interlocutores validos en la burguesía. Sea
reteniendo el gobierno en manos de la Fuerza Armada o buscando su
institucionalización con un proceso electoral, el ejercicio pleno del poder pasa a manos
de una burguesía homogeneizada en la que predomina la fracción industrial, en alianza
con restos subordinados de la burguesía tradicional y representantes políticos capaces
de articular, subordinadamente, a los expandidos sectores medios ya las partes menos
politizadas del movimiento popular185 .
El Estado concentra hoy un decidido poder en el agro. La reforma agraria ha entregado
las tierras a los campesinos, pero a la vez ha dado facultades de intervención muy
precisas al Estado en la producción, comercialización, procesamiento, crédito, fijación
de salarios e incluso en la intervención de empresas campesinas. Estos mecanismos no
son negativos en sí, sobre todo si se tiene en cuenta la indispensable planificación del
desarrollo rural, en función de las necesidades del conjunto de la sociedad (principio
que se aplica con esta lógica a todo sector de la economía pero que, en este caso, se
limita al sector agrario); pero hay que tener en cuenta el tipo de intereses que el Es-
tado representa y la posibilidad real del campesino de intervenir en esa planificación y
en esas decisiones. Si la poi ítica económica fija precios bajos a los productos
campesinos, acentúa la descapitalización del campo con mecanismos tributarios y no
rediseña la política global para hacer posible el desarrollo rural; la relación ciudad-
campo sigue pauperizando a éste último. Entonces no se puede hablar de un
campesinado beneficiario del poder expropiado a la oligarquía. .
Esta apreciación no niega el significado concreto que para el campesino tiene la tierra
entregada. Ello aumenta sus posibilidades de negociación y puede incluso darle mejores
ocasiones para ampliar su conciencia y acción poi ítica a partir de las experiencias que
el proceso de reforma agraria y su antigua lucha por la tierra le van brindando.
El Estado es el beneficiario inmediato del poder expropiado a la burguesía financiera en
la banca; del poder expropiado al capital extranjero en la minería, el petróleo, el
comercio exterior y los servicios públicos. Es beneficiario del poder expropiado en la
pesca de anchoveta y la industria básica. En el período estudiado, la Reforma de la
Administración Pública ha acentuado notoriamente el poder normativo y la
intervención del Estado en todos los ámbitos de la economía y la sociedad,
controlando la prensa, la radio y la televisión, inclusive. El problema es ahora: ¿A qué
clase sirve ese Estado con tantos recursos?
La apreciación que hacemos de este poder concentrado, va en función de su
direccionalidad. No se trata de la protesta que hace la burguesía tradicional (liberal)
porque el Estado le quita instrumentos de poder. Ocurre que si el Estado concentra
poder para usarlo en servicio de la burguesía – nativa y extranjera – o de los sectores
medios, las condiciones de explotación de los sectores mayoritarios no cambian en
esencia y pueden incluso agudizarse.
La recomposición del bloque de clases en el poder, antes vista, hace necesario el
estudio de los grupos sociales que actúan a partir del Estado, en alianza necesaria con
la burguesía, pero con intereses propios que llevan a posiciones y reacomodos.

185
No se debe confundir esta homogenización con la supresión de todo conflicto interburgués, sino con el cambio de sus
términos en relación al Estado oligárquico. En perspectiva, la política económica actual genera conflictos importantes al interior de
la propia burguesía, aún no plenamente expresados.
Hay también en el período medidas como la Comunidad Industrial que, sin expropiar
poder a la burguesía en el presente, han otorgado a los trabajadores un mayor margen
de juego al darles acceso a la información de la empresa -lo que se utiliza tanto para
demandar contra las burlas a la ley, como para reforzar la presión sindical - .La
posibilidad de un beneficio económico inmediato y potencial es, a su vez, un elemento
que dinamiza la organización de los trabajadores en torno a su comunidad. Pero es
quizás la lucha política en torno a la comunidad, con participación contradictoria del
gobierno, la que ha dado más elementos de conciencia poi ítica lúcida a muchos
trabajadores. La comunidad industrial no transfiere poder inmediato, pero abre
puertas a beneficios potenciales (en la gestión y en las utilidades) que el movimiento
popular ha utilizado en muchos casos como herramientas en su dinámica de lucha.
No es raro en este contexto, que la burguesía asumiera con la mayor agresividad la
lucha contra la Comunidad Industrial y se lanzara no sólo al ataque verbal, sino en
concreto -con quiebras fraudulentas, desdoblamiento de empresas, etc.-, impidiendo el
avance porcentual de la comunidad. Más aún, en esa lucha tomó la iniciativa desde el
momento mismo en que se dió la ley. En su lucha encontró aliados eficientes en el
gobierno que jugaron un doble rol, aceptando esos mecanismos por un lado y
convenciendo al gobierno en su conjunto de que la comunidad no había sido
comprendida por los trabajadores, de que los agitadores la habían convertido en
instrumento de lucha de clases y que había que quebrar el movimiento comunero
(proyecto de "la Misión" en 1974) o cambiar la ley (proyecto recientemente logrado).
Diversos actores del gobierno -de ambas tendencias- han reiterado permanentemente
la voluntad de conciliación y la incomprensión que los trabajadores y sus agitadores
tenían de la Comunidad Industrial. Haciendo una observación de conjunto, se debe
precisar lo que esto significa. Efectivamente, el gobierno ha tenido una voluntad de
conciliaci6n de clases que se expresa en esa ley 186. Pero ello no es suficiente para
superar los antagonismos básicos que hay tras la lucha de clases de una sociedad. Este
es un fenómeno social, efecto del conjunto de estructuras y no un simple acto de
voluntad de unos cuantos agitadores. Por ello es que al darse la ley, la actuación de
obreros y empresarios es contradictoria entre sí, salvo casos aislados. No es que
ambos no comprendieran la comunidad: es que el beneficio de unos supone pérdidas
para los otros. Por eso las empresas buscan mecanismos para burlar la ley y lo
consiguen en gran parte; por eso es que los empresarios protestan, amenazan y
presionan; por eso también los trabajadores se unen y se enfrentan a los empresarios;
por eso ven en la suma de comunidad y sindicato una mejor posibilidad de enfrentar la
coyuntura. Sin duda, hay detrás de los obreros actores políticos que aprovechan la
coyuntura, como los hay también detrás de los empresarios, especialmente entre
loslantiguos y desplazados representantes políticos de la burguesía. Pero el gobierno
generalmente sólo acusa a los trabajadores y en concreto el Ministerio de Industria y
Turismo propició operativos en su contra, articulando Comunidades Industriales de
empresas pequeñas con menos nivel de organización propia. El conflicto asume enton-
ces otra dimensión. Progresivamente se ve al gobierno acusando a los trabajadores de
instrumentar la comunidad, en términos de lucha de clases, como si ésta tuviera un
sólo polo y la burguesía fuera víctima de la agresión de los que no tienen poder. Ello
expresa la poi ítica real seguida por el gobierno en este campo, más allá del intento
reformista de la ley y de la lucha desarrollada porla tendencia progresista.
No cabe analizar beneficiarios en el proyecto de Propiedad Social. Se trata de un
proyecto redefinido antes de su implementación real y por tanto más útil en un análisis
186
Y esa voluntad de conciliación no era la misma en todo el gobierno, dado que para parte de éste la comunidad laboral no era
ni el modelo final ni el definitivo, sino lo posible en la coyuntura. .
de nivel ideológico; el impacto de este debate en la lucha poi ítica fue importante, pero
no se traduce directamente en otros niveles.
Usufructuando el poder expropiado, los aparatos de Estado – la Fuerza Armada y la
burocracia – aumentan su margen de acción y ofrecen oportunidades amplias a grupos
sociales medios que pueden fácilmente ser eficaces articuladores de los intereses de la
burguesía, pero que desarrollan también intereses propios que dan a la discusión sobre
el poder del Estado en la economía una particular importancia política.
En el período estudiado surge una significativa tecnocracia alrededor de las empresas
públicas, muy vinculada en su origen al empresariado privado, sus necesidades, usos e
intereses. No hay que confundirla con la burocracia normativa, planificadora o
administrativa. Se sitúa en empresas que funcionalmente se articulan con el sector
privado. Es este un objeto de estudio importante en perspectiva.
Aunque en la actualidad, en un cuadro de crisis y a la defensiva, el gobierno conceda
cada vez más a defensores del proyecto liberal de la burguesía, en su crítica a este
pretendido estatismo, es previsible que estos grupos sociales ligados al Estado
defiendan su base de sustento político. En este campo parece haber amplio terreno de
luchas interburguesas aún pendientes de definición.

4. ¿UNA NUEVA FORMA DE DOMINACION?

El Estado oligárquico como forma de dominación parece así cancelado. Ha cambiado la


composición y características de la clase dominante, eliminándose o reduciéndose a su
mínima expresión el poder de las fracciones oligárquicas que primero lo definieron y
luego -en decadencia, durante la larga.crisis 1956-68- impidieron, por empate, la
hegemonía de la fracción industrial moderna y con proyección al mercado interno. Ha
cambiado también la base de relación de lo económico y lo político: este no es un
Estado gendarme, sin poder de intervención en la economía. Tampoco es el Estado
promotor pero aún liberal, que propugnaba la fracción industrial en la década del 60.
Es un Estado interventor, gestor directo, empresario y controlista, con peso
definitorio en la economía y grupos sociales aparentemente dispuestos a defender el
poder que les confiere la gestión de ese poder económico.
A su vez, al cambiar ese Estado oligárquico -por definición antidemocrático, gobierno
de pocos- generó un proceso de movilización que si bien no democratizó
directamente lo político – y recurrió persistentemente a rasgos de dictadura- sí abrió
un mayor espacio poi ítico para las clases subalternas por un período. Campesinos y
obreros, habitantes de barrios y sectores medios bajos se movilizaron – aún
desarticuladamente-, adquirieron mecanismos de presión, parcelas de actuación,
mayores niveles de conciencia. Este es, sin embargo, el campo más frágil del proceso
por las características del régimen poi ítico, porque al retener el gobierno mecanismos
desarticuladores que vienen desde el Estado oligárquico, los aplica a la contención de
toda movilización cuando la lucha poi ítica llega a crisis significativas. La democra-
tización de lo político, no alcanzada, deviene así esencial en un Estado que tiene alto
poder concentrado para reprimir toda movilización opositora. Esa democratización poi
ítica contradice en esencia las necesidades de la burguesía dependiente, que sólo aspira
a lograr caricaturas que aseguren mejor su control del poder estatal.
Estudiar los rasgos del régimen político – que recurre más a la dictadura que a la
hegemonía, al igual que en el Estado oligárquico- resulta así importante para la
comprensión de este Estado de transición que opera a partir de la cancelación del
Estado oligárquico y que hoy parece estar aún en proceso de definición.
CAPITULO VI

Notas sobre el Régimen Político


LOS REGIMENES POLÍTlCOS EN EL ESTADO OLIGÁRQUICO

Desde fines del siglo pasado hasta la segunda postguerra de este siglo, el Estado
peruano asume la forma conocida gruesamente como Estado oligárquico. Los años 50
muestran ya en la escena política la crisis del Estado oligárquico, que corresponde a
una particular estructura de dominación, a una determinada composición del bloque en
el poder y a una relación liberal entre lo económico y lo político.

El Estado oligárquico no posee capacidad directa de intervención y gestión en la


economía. Su administración cubre la defensa nacional, la policía, reducidos entes
administrativos y luego, progresivamente, servicios sociales como la educación y la
salud pública. El Estado tenía escasa intervención en la Banca: el Banco Central, aunque
presidido por un representante del gobierno, era dirigido en mayoría por un directorio
en el que predominaban los representantes de la banca privada. Para el cobro de sus
impuestos y para los adelantos a cuenta que dieran liquidez al gobierno- éste recurría a
la "Caja de Depósitos y Consignaciones", también controlada por el sector privado
hasta el gobierno de Belaúnde, en que se crea un Banco de la Nación, aunque con
poco peso en el sistema financiero.

Este Estado liberal fue controlado directamente por una oligarquía cerrada
donde los agroexportadores tenían hegemonía. Impusieron sus términos de realización
foránea (187) hasta los años 30, sin discusión. Cuestionados luego por fuerzas sociales
emergentes -articuladas por el APRA entre 1930 y 1945 recurrieron a la represión
sistemática de toda oposición popular. No obstante, no lograron impedir que la
evolución económica y social introdujera fisuras en el propio poder dominante.

Los regímenes políticos que canalizan el funcionamiento del Estado oligárquico


tienen, para este siglo, su diseño y base legal en la Constitución de 1933. Pero más allá
del orden jurídico -cumplido sólo en parte- se recurre a la alternativa militar y al
estado de excepción como forma de controlar la emergencia popular. El
funcionamiento de las instituciones y los dispositivos constitucionales se da así en un
conjunto de relaciones de poder y en un cuadro más amplio de situaciones que
requieren un estudio sistemático para comprender su dinámica. El espacio político y las
reglas de juego fijadas en la carta constitucional son más amplias que lo que se dió en la
realidad.

El Estado oligárquico es por definición una forma de dominación cerrada,


estrecha e imperativa. Recurre más a la dictadura que a la hegemonía, aunque en la
misma dictadura haya que distinguir como hace Bourricaud entre dictadura y
"dictablanda" (188). Lo oligárquico califica una determinada composición de las clases
dominantes, que incluye una particular concentración del poder; un gobierno de pocos.
Esta forma de dominación desarrolla muy poco las formas democráticas de
representación política, aún en su nivel formal. Basta ver lo limitado del número de
electores, a partir de la marginación de los analfabetos y del aislamiento campesino

187
Nos referimos al hecho de que los agroexportadores definen sus términos de ganancia en función del mercado internacional,
desincentivando el desarrollo del mercado interno respecto del cual sus demandas presionan básicamente por medidas que
disminuyan sus costos de producción en el país.

188
Bourricaud Francois: "Poder y Sociedad en el Perú contemporáneo". Buenos Aires, Ed. Sur, 1967,.pp, 290-310,
(189). En la ley y en la práctica política se expresa este carácter cerrado del poder, inclu-
so contradiciendo los valores y planteos propios de la democracia burguesa. La
desarticulación política y organizativa de las grandes mayorías es así un hecho clave, ya
que esta forma de dominación descansa en mayorías aisladas orgánica y
geográficamente. Incomunicación, sindicalismo embrionario primero y dividido luego,
partidos de cúpula y no de masas, son correlato del Estado oligárquico, situados en la
base de su capacidad de maniobra. Ello marcará los regímenes políticos que se
desarrollan en este siglo donde deberá recurrirse a la dictadura para desmantelar y
desarticular, quebrar o ilegalizar, las organizaciones sociales y políticas que aparecen
para enfrentar el poder cerrado de las clases dominantes.

En efecto, parece haber en los regímenes políticos, rasgos que llevan


recurrentemente a la alternativa dictatorial como forma de desarticular en lo concreto
la demanda de las mayorías. Generalmente, los regímenes parecen adoptar formas más
duras y dictatoriales, cerrando todo espacio político incluso a los sectores medios
(Benavides, Odría) y formas tímidamente abiertas a un mayor espacio y margen de
juego, que se apoyan más coherentemente en la Carta Constitucional (Prado,
Belaúnde). La alternatividad de estas dos formas de régimen parece estar en función de
la lucha popular y de la propia crisis que se presenta en el bloque de clases
dominantes. Deben estudiarse y precisarse estos rasgos que, desde la década del 50,
marcan opciones más abiertas, configurando un espacio político que da lugar a la
expresión de las opciones antioligárquicas. El régimen político que opera en los
períodos de los generales Sánchez. Cerro, Benavides y Odría, parece expresar más
claramente la opción dictatorial más cerrada, en momentos en que todo recurso vale
para callar y aislar la demanda popular. El régimen político en los períodos de
Bustamante, Prado y Belaúnde, amplía el espacio político y el juego de fuerzas. Estos
regímenes coinciden con momentos de crisis en la cúpula y se alternan con regímenes
dictatoriales desgastados. Este nivel, de las formas de régimen, constituye un tema
importante de estudio para precisar los rasgos del Estado oligárquico como forma de
dominación. Las investigaciones en esta materia importan para precisar los elementos
que han cambiado como la composición del bloque de clases en el poder o el rol del
Estado en la economía y ubicar los rasgos que se mantienen en el período que, como
transición, sucede al Estado oligárquico. Estudiar las formas de exclusión y cooperación
resulta así muy importante.

1.1. PODER FORMAL Y PODER REAL

En el Estado oligárquico se hace evidente el contraste de una sociedad civil


débil y desarticulada con un Estado fuerte que impone fácilmente sI,¡ dominación. Las
instituciones son débiles: gremios profesionales, sindicatos, partidos, entidades
culturales y representativas de la comunidad. El espacio jurídico y real, para la
actuación de éstas es estrecho. El Estado aparece así con gran capacidad de control y
desarticulación. Pero a la vez, esta apariencia encubre la debilidad del régimen político
y sus aparatos, frente a los gremios de propietarios, entidades de la sociedad civil que
en el Estado oligárquico concentran fuerte poder y son capaces de enfrentar con éxito
al gobierno. Las fracciones oligárquicas combinaron eficientemente la acción dentro y
189
En las elecciones de 1962 los tres principales candidatos alcanzaron 1'582,469 votos. Pocos 'más recogieron los
otros candidatos y las cifras de ausentismo, votos viciados y en blanco no fueron significativas. De una población de más de 10 mi-
llones de personas, esta votación resulta indicativa del estrecho sistema electoral que margina a los jóvenes (de 18 a 21 años) y a
los analfabetos.
sobre el gobierno de turno, con la articulación de estas instituciones representativas
de las "fuerzas vivas", eficaces en la elaboración de estrategias y en la presión sobre los
gobernantes (190). El desarrollo de la crisis del Estado oligárquico y de instituciones
representativas de las "fuerzas vivas" no oligárquicas como la Sociedad Nacional de
Industrias permitirá apreciar Ia pugna y la crisis también dentro de ellas y clarificará -si
se investiga su actuación el rol que lograron jugar y su presencia real en las políticas
resultantes del Estado.

El régimen político se diseña como un gobierno republicano con un Poder


Ejecutivo fuerte, controlado por un Congreso igualmente fuerte. Híbrido de régimen
Presidencial y Parlamentario, en esta relación de poderes se originan, al nivel formal,
varias situaciones de crisis. Los dos poderes restantes, Judicial y Electoral, son
claramente subordinados a los primeros.

A partir del diseño constitucional, la práctica mostrará un régimen fuerte,


centrado en el Ejecutivo, que no tiene mayores límites ni fricciones cuando éste
controla la mayoría del Congreso o se basa en el poder militar.

El gobierno cuenta con dos aparatos de Estado fundamentales: Burocracia y


Fuerza Armada. El primero es de ínfimo desarrollo y clara subordinación. El segundo,
en plena consolidación durante el siglo, tiene un gran poder y es la alternativa real a los
partidos para gobernar, sobre todo en períodos de auge de masas (191).

La burocracia tiene un tímido aunque sostenido crecimiento. En su origen, el


Estado oligárquico no requiere de su expansión para gobernar al país, pues cuenta con
los gamonales y el poder regional, en quienes se sustenta para el control de la masa
campesina. También se apoya en una imagen patriarcal de la empresa tradicional y en el
celoso control interno del enclave imperialista. Quienes recuerden que la IPC en
Talara controlaba hasta parte de la vida de la ciudad o quienes estudien las relaciones
dentro de un complejo agroindustrial, pueden ver cómo esta forma de régimen
político no requería de una amplia administración, pues se apoyaba en los mecanismos
tradicionales de los propios grupos de poder que lo sustentaban. Poco a poco, en este
siglo, la modernización de la economía y el incremento de las ciudades alterará estas
bases y propiciará el crecimiento de la burocracia.

La Fuerza Armada es la alternativa de la oligarquía ante toda amenaza a su


dominación. Además de ser aparato ejecutivo de Estado, es casi una institución paralela
al orden jurídico, parte fundamental de este régimen político. La oligarquía recurre a
los militares cada vez que se siente amenazada. Los convierte en sus representantes
políticos en vez de recurrir a la formación de partidos (192). Su presencia en el gobierno
190
En la estructuraci6n interna de estos gremios de propietarios (SNA, SNI, etc.) "ve también el cerrado control que ejerce una
minoría sobre el conjunto. Ello e, particularmente visible en la SNA, controlada por los agroexportadores y reestructurada luego
del Decreto Ley 17716 en 1969 para ampliar su base de sustento con la más amplia burguesía agraria. La SNA y la SNI llegaron a
cruzar su directiva, De 1941 a 1943 el Vice-Presidente de la SNI era a la vez Presidente de la SN4 Luego se producen
diferenciaciones.
191
Las fracciones oligárquicas no forman grandes partidos conservadores o liberales como en otros países del Continente. Salvo
el corto intento del civilismo, se limitan a alternar Iíderes civiles (incluso caudillos como Piérola y dictadores como Leguía) con
caudillos militares. Si se forman partidos, no sobreviven a un Líder ya veces a un proceso electoral; la oligarquía presiona a través
de sus gremios y ejerce el poder detrás del trono.

192
En este rol, durante el siglo pesan rasgos de caudillismo sobre elementos institucionales, hasta la década del 50. Sánchez
Cerro, Benavides y Odría son jefes militares que representan a la oligarquía en el gobierno y ejercen en la Fuerza Armada un
liderazgo que les permite imponerse como articuladores. Pero a partir de la Mitad de este siglo se puede apreciar una evolución
se recubre fácilmente del formalismo constitucional de la elección, que generalmente
resulta discutible en su veracidad. (General Sánchez Cerro 1931-33 y General Odría
1950-56).

Los regímenes militares se encuadrarán gruesamente en el marco cons-


titucional, con elecciones que legitiman un golpe previo o con la elección por el
Congreso, aunque el espacio que dejan para la acción de las fuerzas políticas es por lo
general más estrecho que el ya limitado espacio legal.

De esta forma, en el rol de los aparatos de Estado hay significaciones distintas de la ley
o norma de origen. A la burocracia se le presentó como alternativa el poder región la
de los gamonales, la autonomía local de la empresa patriarcal y el enclave. Y la Fuerza
Armada fue, más que un aparato ejecutor, la alternativa a los partidos y mecanismos
electorales del régimen legal. El desarrollo de la crisis del Estado oligárquico modificará
lo primero, consolidando lentamente a -la burocracia mientras que, con un paréntesis
de apertura, del espacio político a los partidos (1956-1968), dará un mayor margen de
juego a la Fuerza Armada

1.2. INSTITUCIONES Y ESPACIO POLITICO

El espacio para la acción de las fuerzas políticas tiene su centro formal en el


funcionamiento de los principales poderes: Ejecutivo y Parlamento. Los partidos
políticos, las sociedades nacionales de propietarios, la gran prensa e, incluso las
instituciones representativas de sectores medios (gremios profesionales) y populares
(sindicatos) actuarán dirigiendo sus demandas al sistema político que estos dos
poderes encabezan. El peso de estas instituciones y el margen de juego que logran
obtener dentro del sistema político en el que actúan es variable según se trate de
gobiernos civiles o militares, de períodos en que el Ejecutivo controla al Parlamento o
de épocas de enfrentamiento entre ambos poderes (1945-48 y 1963-68). El espacio se
amplía o estrecha con los diferentes regímenes dados dentro del Estado oligárquico,
pero existe, como tal, fundamentalmente para las fuerzas que forman parte o se
adaptan a la dominación oligárquica. En caso contrario -el APRA antes de su viraje, por
ejemplo- se les elimina de ese espacio político cada vez que alcanzan peso significativo
y amenazan el orden oligárquico. Para ello es preciso declarar "fuera de la ley", en unos
casos (193) o sólo se requiere un golpe contundente de los aparatos represivos, en
otros.

que tiene su origen en el proceso de institucionalización de la Fuerza Armada que se acentúa desde las primeras décadas del siglo.
La creación de la Escuela Militar y el forzoso paso por ella de toda la oficialidad, la creación de las Escuelas Superiores de Guerra y
luego del CAEM, la influencia de las misiones militares y navales (francesa y norteamerica na); son matrices de este proceso de
institucionalización que se complementa con diversas normas legales que estabilizan la carrera militar, le dan seguridad y orden,
dejando menos margen al caudillismo del siglo pasado, incluso en sus efectos internos.
Los oficiales, de diversos orígenes mayoritariamente provenientes de sectores medios e incluso populares, adquieren en sucesivas
escuelas de formación los valores institucionales junto con lo que gruesamente podría llamarse conciencia de clase media, con
todas las contradicciones que ello implica. La formación técnica deja un amplio lugar para la geopolítica, para el estudio de la
realidad nacional y, en las últimas décadas, para el estudio de los problemas del desarrollo y su vinculación con la preparación para
la defensa antisubversiva, diseñada a nivel continental por los Estados Un idos en plena guerra fría.
A partir de los años 50 se acentúa la fortaleza orgánica de la Fuerza Armada como institución -con estructura sólida y articulada-
tornando más difícil el caudillismo de períodos anteriores.

193
Caso de la CGTP en los años 30 y del APRA en 1948.
En este régimen político el Parlamento permite articular a distintas fracciones
del bloque en el poder que, sin embargo, no lo utilizan como único canal. Las dos
cámaras incorporan representantes de los grupos de poder regional (tanto
terratenientes tradicionales como agroexportadores) que desde allí demandan al
Ejecutivo las políticas adecuadas a sus intereses. Por lo general, el Poder Ejecutivo
representa la fracción hegemónica, que si bien en muchos casos no aparece
directamente en la escena, se ubica en los órganos consultivos de particular
importancia, como la Comisión Consultiva de Hacienda, la Presidencia del Banco
Central, etc.

El control del aparato estatal resulta de vital importancia, no sólo para


garantizar políticas económicas favorables, sino para usufructuar de las rentas que
provienen de las empresas extranjeras, articulando directamente con ellas. Este
elemento resulta clave para reforzar el poder de la fracción hegemónica, pero a su vez
-por venir de una relación directa con el Estado- es una de las armas básicas del poder
de los representantes políticos civiles y militares que controlan el Ejecutivo.

La burocracia crece progresivamente durante este siglo. Tiene muy poco poder
económico, por ubicarse en un Estado liberal. Pero la política de obras, el progresivo
crecimiento de los sectores administrativos y sociales (salud, educación, trabajo), le
confieren un mayor poder. El centralismo de Lima aumenta este poder. Ha sido la
burocracia uno de los medios tradicionales para la cooptación subordinada de los
sectores medios, ofreciendo empleo a los partidarios del gobierno de turno.

Las fracciones oligárquicas y la naciente burguesía industrial recurren


constantemente a los gremios de propietarios para representar sus intereses. Las
"fuerzas vivas" (SNA, SNI, SNMP) son elementos articuladores -a veces mejores que el
Parlamento- y tendrán importancia particular cuando éste no funciona o cuando el
Ejecutivo se "dispara" con obras y medidas que pueden descomponer el equilibrio
económico que éstas reclaman. Una manifestación de las "fuerzas vivas" en Palacio
consolida a un gobierno, mientras que una campaña sistemática de éstas contra un
gobierno o contra una política, tiene siempre efectos contundentes. El poder de estos
gremios sobrepasa muchas veces el de los partidos políticos.

En el Estado oligárquico la prensa escrita tendrá particular importancia. Hay un


verdadero monopolio de ésta en manos cercanas a la oligarquía; tiene capacidad de
generar opinión y mitos ideológicos, pudiendo incluso destruir a un candidato, a un
ministro o a un funcionario. Los grandes diarios actúan como órganos de dirección
política, con más capacidad de articular fuerzas que los partidos políticos. Esta prensa
tiene matices diferentes. De los dos grandes diarios, "La Prensa" se pone al servicio
directo de los agroexportadores. La opción de "El Comercio" es más compleja. Con
muchos vínculos con las clases dominantes, defiende al bloque oligárquico en su
conjunto. Su rasgo más saltante es el antiaprismo y así, desde los años 30, todo el que
pacte con el Apra será objeto de su sistemática oposición, aún cuando represente a la
oligarquía (como en el caso del Presidente Prado en 1956-62). Asume un nacionalismo
tradicional, defendiendo la nacionalización de la IPC en forma muy combativa durante
la crisis del Estado oligárquico, especialmente a partir de 1956

El sindicalismo y el movimiento campesino son débiles frente al Estado


oligárquico que, por definición, impide su expansión y consolidación. Desde la
coyuntura del 30, en que se expresa en la escena política su mayor repunte, el
movimiento popular y todo grupo medio que se identifique con sus luchas, es
sistemáticamente reprimido y desarticulado (1930-56). Pero, a la vez, los gobiernos
necesitan popularidad para obtener legitimidad. Ello les hace recurrir en unos casos a
políticas de obras públicas (Benavides - Odría) o a intentos parciales de pacto y
vertebración subordinada de sectores del movimiento popular (Prado con el Partido
Comunista, en 1939; Odría con la, Federación de Chóferes y Juan P. Luna, por
ejemplo).
Los partidos son débiles en el Estado oligárquico; salvo el Apra -único partido
de cuadros y masas orgánicamente expresadas- no pasan de ser pequeñas cúpulas,
organizadas en función de una coyuntura electoral, que la mayoría de las veces no
sobreviven a ésta (194).

La lucha central, desde 1930 hasta el gobierno de Odda (1948-56), se da en


términos de Apra y anti-Apra. Es la oligarquía, amenazada en los años 30, la que
responde como un bloque a toda demanda de cambio social. En forma gradual y ante
el viraje del Apra, no sólo grupos medios sino parte de la burguesía urbana en
formación, comienzan a variar su articulación de fuerzas hasta expresarse en la crisis
del Estado oligárquico formando nuevos partidos (AP y DC). Con todo, el espacio de
acción para los partidos es muy limitado. Se cierra periódicamente al aparecer
dictaduras y se abre con elecciones que apenas dejan lugar a algunos escaños para
quienes se opongan a la oligarquía. La lucha contra el AP RA recurre al anatema y a su
exclusión del sistema político. Sólo en el período de Bustamante -donde ya se anuncia
la crisis interburguesa- el Apra participa legalmente en la lucha política y por poco
tiempo. Para Benavides, Prado y Odría, el Apra estará "fuera de la ley"; será presentada
como partido subversivo e internacional, identificada con "el comunismo" a pesar de
sus antiguas diferencias con este partido; será calificado de aprista todo aquél que
critique o ataque significativamente al régimen, desde la izquierda. Sin embargo, todos
estos gobernantes negocian con el Apra entre bambalinas, en varios momentos de su
gobierno o al buscar la reelección (195).
194
La fortaleza y el poder de los militares en el Estado oligárquico, no puede com prenderse sin analizar como correlato la
debilidad de la estructura de partidos. Vimos ya cómo éstos no fueron la opción de la oligarquía, sino a lo más respuestas
esporádicas de algunas fracciones de ésta. Si bien ha habido gobernantes civiles, entre éstos los que más destacaron fueron
caudillos como Piérola o Leguía que actuaron sobre los partidos, generando a lo más estructuras de apoyo poco dura deras. En
este siglo, gobernantes como Prado o Belaúnde, se apoyan en alianzas -el primero- o en partidos de coyuntura que giran en base a
un líder carismático -el segundo.
Si se estudian las características de los partidos políticos peruanos, sólo podrá encontrarse en el APRA una verdadera y eficaz
estructura partidaria de masas y una ideología capaz de atraerlas en la coyuntura. El APRA será, sin embargo, y quizás por esto el
gran perseguido por el Estado oligárquico, hasta que se asegura su viraje en la década del 50. Antes del APRA encontramos, más
que partidos, cenáculos donde una élite decide el candidato y negocia con el poder económico las bases de su plataforma. No hay
una elaboración ideológica consistente, ni formación de cuadros, ni menos una estructura orgánica de masas. Son élites y caudillos
que "preparan motores" para conquistar a los intermediarios regionales que aportan votos o mecanismos que en el viciado sistema
electoral aparezcan como tales. Son alianzas de parlamentarios que procuran articular con representantes en el Congreso como
tarea central. De estos ha habido más de 80 partidos en el Perú republicano, la mayoría de duración efímera y con poco poder
real.
195
El APRA presenta en los años 30 una plataforma radical, avanzada para su época e inaceptable para la oligarquía dominante.
Logra un efectivo liderazgo en su jefe, Haya de la Torre que, sin embargo, a pesar de su carisma caudillista, no impide la
generación de un cuadro amplio de dirigentes de alto nivel político, estructurando una base organizativa sólida, férreamente
probada en la clandestinidad. El APRA logra articular sectores populares como los trabajadores rurales del Norte, grupos medios
e incipientes sectores urbanos. Es un partido de masas que enfrenta en los años 30 el formidable poder de la coalición oligárquico
militar y logra polarizar la escena política peruana en función de su alternativa. Indudablemente, la fuerza de la oligarquía y los
militares ha de ser tan decisiva que se impedirá al APRA llegar al poder. Al escoger este partido la vía de la insurrección y aplicarla
en forma vacilante y contradictoria, facilitará el triunfo de la oligarquía y los militares. El cambio de estrategia que pone en práctica
con la evolución de la década del 40, permitirá al APRA llegar parcialmente al poder (1945-48, 1956-62, 1963-68), a cambio de
arriar sus banderas reformistas y pactar con la oligarquía, al igual que con sus más conspicuos enemigos políticos (Benavides, Prado
y Odría). El APRA pasará a ser desde 1956 el Partido que necesitan las fracciones oligárquicas para mantener su hegemonía con
ropaje democrático. Pactarán sus líderes con la esperanza de obtener así legalidad y llegar al poder. Sin embargo, la estructura
partidaria será suficientemente fuerte para mantener el apoyo de masas a pesar de sus continuos virajes y la claudicación en sus
A partir de los años 50, la crisis del Estado oligárquico comienza a vislumbrarse
gradualmente. Se ha de romper la cohesión de la clase dominante ante la aparición de
nuevas fuerzas sociales que cuestionan el poder absoluto de la oligarquía. La
ascendente fracción industrial y los sectores medios, ampliados a partir de la expansión
burocrática, educativa y en general urbana, significan una progresiva demanda de
cambios que concluye dividiendo la escena en las opciones oligárquica y antioligárquica.
Ello, si bien no producirá cambios en la forma de Estado durante el período 1950-68, sí
alterará el régimen político. La insurgencia de los grupos reformistas descansa en la
dinamización de otras fuerzas sociales (como el movimiento campesino) y en tenden-
cias estructurales de modernización de la economía; pero no serán suficientes los
cambios en el régimen político y así, tras largo empate, la crisis se resolverá con una
nueva intervención de la Fuerza Armada.

Aparecen después del cincuenta los partidos reformistas (Acción Popular,


Democracia Cristiana, Social Progresista) a la vez que la izquierda, expresada en el
Partido Comunista y en otras fuerzas, acentúa su presencia "legal" en la escena, aunque
sin liderar masas. El Apra, a su vez, cambia de situación, dejando de ser excluida del
sistema político y dejando de ser también un enemigo de la oligarquía para intentar
representarla y, con ello, asumir el gobierno.

Con Prado, en 1956, el APRA entra legalmente en la escena oficial. Su pacto


con la oligarquía le permite superar parcialmente el veto oligárquico y tener parte del
poder. A su vez, la oligarquía encuentra así representantes políticos que reemplazan a
los militares, desgastados por el ejercicio del poder y en pleno proceso de
institucionalización.
La Fuerza Armada pasa de ser alternativa permanente de gobierno, a un rol de
árbitro que ejercerá claramente en 1962, en plena crisis. Es necesario estudiar aquí el
significado del proceso de institucionalización de la Fuerza Armada en este siglo. No es
ya tan fácil recurrir a un caudillo y que éste, por sí solo, asuma la representación
institucional con su liderazgo. Los militares parecen ser ahora interlocutores más
difíciles de la oligarquía, porque mayores niveles de institucionalización los hacen pesar
como cuerpo, progresivamente deliberante y cada vez menos .instrumento de un
caudillo (196). La mitología que se apoya en el antiaprismo es ya insuficiente elemento
aglutinador en una institución con "conciencia" de clase media predominante, que se va
alejando de la oligarquía. A su vez, en el Parlamento una minoría reformista
cuestionará permanentemente al gobierno y a su direccionalidad pro-oligárquica,
poniendo en debate temas claves como la IPC y la Reforma Agraria.
En la crisis del Estado oligárquico, particularmente entre 1956 y 1968, los partidos
políticos adquieren una importancia mucho mayor que en el período anterior, pues las
distintas fuerzas sociales en pugna procuran expresar
se a través de ellos. En el período anterior, el régimen político recurría más a las
"fuerzas vivas". Los partidos eran simples articulaciones para una coyuntura electoral,
en torno a un caudillo. El único partido de masas era el APRA, generalmente declarado
ilegal. Pero a partir del inicio de la crisis, la opción democrático formal de la oligarquía
tiene como correlato la aparición de partidos políticos reformistas que se enfrentan al
APRA ya la oligarquía, organizándose principalmente con grupos medios y recibiendo

planteamientos reformistas. .

196
Aunque el General Velasco tenga importantes rasgos de caudillo, su gobierno se
impulso y apoyo de parte de la burguesía industrial. Hasta la intervención de la Fuerza
Armada en 1968, estos partidos tendrán plena vigencia.

Pero es en la pugna Ejecutivo vs. Parlamento donde se expresa en forma más


neta la lucha política derivada de la crisis oligárquica. En momentos tiene un efecto
paralizante que cuestiona la eficacia del régimen político. Los conflictos entre Ejecutivo
y Parlamento no han sido significativos cuando el Presidente de la República, con
amplias facultades constitucionales, contaba con mayoría en el Parlamento. En esos
regímenes servía como canal de expresión y articulación de intereses de las fracciones
del bloque en el poder y sólo ten ía ocasionales roces con el Ejecutivo ( 197). Pero al
agudizarse la crisis del Estado oligárquico resultará siendo el canal que la hace
expresarse en la escena y se convierte así el Parlamento en el escenario de la lucha
política. En el gobierno de Belaúnde el conflicto de poderes concretiza la lucha entre
las opciones oligárquica y reformista, llevando paso a paso al deterioro del gobierno,
de las instituciones políticas del régimen (Parlamento, partidos, democracia formal)
hasta el punto de ruptura que permite a los militares tomar el poder el 3 de octubre
de 1968.

La lucha política en períodos anteriores se centraba entre el gobierno y la


oposición (siempre limitada), pero en el período de Belaúnde se traduce en el
enfrentamiento entre dos poderes del Estado. Como bloques centrales ubican tras de
sí a otros actores menores. Responden, por lo general, en la misma dirección a las
acciones de lucha política que intentan romper el sistema (guerrillas), aunque también
les dejan un espacio político limitado dentro del cual, encapsulados, encuentran un
canal de desfogue (universidades). Belaúnde, en este contexto, pierde progresivamente
la iniciativa política que conquistó en los primeros 100 días de su gobierno y conforme
se hace visible primero la conciliación y luego el pacto con el APRA la quiebra del
reformismo genera una minoría parlamentaria que cumple un rol de denuncia similar al
que había jugado en el período de Prado (1956-62).

De esta forma, el régimen político diseñado por y para el Estado oligárquico


llega al punto máximo de la crisis. Expresa, en el deterioro de sus instituciones, no sólo
la lucha interburguesa sino la incapacidad de incorporar a fuerzas sociales en ascenso -
surgidas en sectores medios y populares que aunque alcancen a expresarse
parcialmente en las instituciones del régimen, no logran sus objetivos reformistas
porque el empate hegemónico tiende a mantener las cosas como están. Cuando con
tardía y ambigua percepción, la burguesía industrial y sus aliados tecnócratas
emprenden el camino del pacto con el APRA y sus representados oligarcas, el
deterioro del régimen llegará a su límite y se reflejará en la ruptura de los partidos
reformistas y la reagrupación de fuerzas.

El proceso político hará evidente el carácter formal de la democracia existente


en la sociedad peruana, que este régimen político representa. Su carácter formal, en
servicio de la clase dominante y en particular de las fracciones oligárquicas que la
componen, se expresa no sólo por la marginación de gran parte de la población a la
hora del voto (analfabetos), sino por la incapacidad de quienes aspiran a cambiar las

197
La oposici6n real quedaba excluida del Parlamento, caso de los representantes apristas en la constituyente, ausencia que se
produce, luego, en los Parlamentos de Benavides y Odría, por ejemplo.
condiciones de dominación oligárquica, incluso en términos reformistas ligados a la
burguesía industrial.

El reformismo democrático fracasa así al intentar vencer a la oligarquía en su


propio terreno y a partir de sus propias instituciones. Al dividirse, en el período de
Belaúnde, una parte del reformismo se hace representante más orgánico de la fracción
industrial para facilitar el reacomodo del bloque de clases en el poder y encontrar una
forma de ubicarse entre ellas para lograr, a mediano plazo, su hegemonía sobre los
agroexportadores.

El espacio político que permite esta forma de Estado es muy estrecho para los
sectores medios y populares. Las instituciones son débiles (partidos, gremios), con
corta e interrumpida trayectoria, pues se reprime periódicamente su actuación. Ello
influye en su madurez y en sus cuadros dirigentes. El espacio real se da "tras
bastidores" y a él acceden los componentes del poder y sus aliados militares o
burócratas en forma subordinada.

Los aparatos de Estado, en esta forma de dominación, adquieren gran capacidad


para desarticular al pueblo. Por su naturaleza "esta forma de Estado se apoya casi
exclusivamente en la dictadura, es decir en la fuerza y no en el consenso. Con grados
diversos de explicitación ideológica, el régimen excluye la participación popular real. Se
admite sólo si no es capaz de amenazar con alcanzar el poder. Se le quiebra con
acciones "políticas" de fuerza de choque o dirigentes "amarillos". Se recurre a la
represión directa (prisión, deportación, etc.) si el cuadro es crítico o el gobernante
impaciente. En este caso se recurre al anatema ideológico que "justifica" incluso la
violación de elementales derechos humanos: aprista se decía hasta el 50; comunista se
repite luego. Ambos son anatemas que poco tienen que ver con una seria discusión
ideológica. Se identifican con subversivo, con violencia y delincuencia, por obra de un
constante discurso político que el Senador Mac Carthy envidiaría.

En el análisis de un Estado y sus regímenes es importante ubicar lo permitido,


protegido y excluido. Este Estado tuvo todos los mecanismos para excluir a las
mayorías y proteger en grados distintos, en primer lugar a la oligarquía y luego al resto
de la burguesía y a los grupos medios que éstos requieren tener al lado para ser
eficaces. En un amplio proceso de modernización, aún para estos sectores, resultó
estrecho el espacio ofrecido por los regímenes políticos de esta forma de Estado.

Estas notas sobre los regímenes políticos del Estado oligárquico no eximen de
una exhaustiva investigación. Sirven más bien para plantear preguntas que permitan
tipificar las formas de régimen que se dan en el Estado oligárquico y compararlas con
los períodos siguientes, viendo qué rasgos se mantienen y qué aspectos cambian. Pero
estas notas y sus preguntas implícitas, dan ya algunos elementos de comparación. En
ello continuamos, siempre al nivel introductorio de este trabajo.

EL REGIMEN POLlTICO DE LA "PRIMERA FASE" (1968 - 75)

Al tomar el poder la Fuerza Armada, en octubre de 1968, el régimen político


sufre una variación sustancial. A partir de ello, como se vió en el capítulo anterior, hay
elementos para pensar que cambia la forma de Estado y se inicia un periodo de
transición que parte de la cancelación del Estado oligárquico. Nos detendremos ahora
en el nivel del régimen político.

Aunque la Constitución de 1933 sigue vigente "en todo lo que no se oponga a


las necesidades de la revolución" -según lo expresado en el "Estatuto revolucionario"-,
hay variaciones fundamentales en el régimen político. Los poderes fundamentales de
éste se concentran en la cúpula del gobierno que encabezan el presidente y los tres
comandantes generales de los institutos armados. Si bien los partidos políticos no
fueron clausurados ni suprimidos, perdieron los canales políticos que posibilitaban su
acceso a la cúpula del poder y vieron reducido su espacio de acción.

Desaparecido el conflicto entre poderes, sin acceso al Gabinete y con la sola y


eventual presencia en los diarios, los partidos tuvieron poco que hacer. Desgastados
en su siempre escasa capacidad de articulación política, pocos habían realizado una
acción orgánica en el pueblo. Quedando pocas perspectivas electorales,
desapareciendo el Parlamento y los municipios elegidos,
la actividad partidaria devino en ocasional pronunciamiento de dirigentes desgastados y
superados por los acontecimientos.

Sólo el APRA y el Partido Comunista mantienen un trabajo de cuadros. El


primero, por ser el único partido con una organización estable, tanto a nivel territorial
como a nivel funcional o gremial; organización mantenida por largos años en la
clandestinidad y mitificada -al igual que sus dirigentes por la represión de su etapa
antioligárquica. El segundo, por su actuación prioritaria en el movimiento sindical,
donde era notoria su influencia desde la etapa final de Belaúnde. Controlaba sectores
claves por la decadencia aprista y por la incapacidad orgánica de los partidos
reformistas.

Las nuevas agrupaciones de la izquierda marxista canalizaron su acción,


básicamente, en las organizaciones gremiales de campo y ciudad. Ello -indicador de la
restricción del espacio político- conducirá a sucesivas quiebras de organizaciones, hacia
gremios paralelos que el nuevo régimen incentivará con facilidad.

Los gremios de propietarios y la gran prensa adquirirán al principio del nuevo


régimen un rol principal en la escena, con mayor capacidad de articular la protesta, las
demandas y las iniciativas de rodeo de la clase dominante en su conjunto. Los diarios
jugarán un rol principal por su capacidad de influir en amplios sectores medios,
incluyendo a la propia Fuerza Armada. Sus campañas, los mitos y anatemas que
levantan, son asumidos por miembros del gobierno, agudizando la lucha al interior de
éste.
Para llegar a comprender al nuevo régimen es necesario ver por una parte sus
mecanismos de funcionamiento, institucional izados a partir del estatuto inicial y la
praxis política posterior; por otra, recoger algunos rasgos de la lucha política que
permitan explicitar la dinámica del proceso político. El problema de la legitimidad y
representatividad del gobierno, debe verse en relación a estos aspectos, como punto
de partida hacia un análisis más profundo.

INSTITUCIONES Y MECANISMOS DEL NUEVO REGIMEN POLlTICO


Al asumir el poder, el gobierno reúne los poderes Ejecutivo y Legislativo en una
sola mano. Poco después somete al Poder Judicial, que aunque formalmente es
autónomo, nunca ha tenido autonomía real frente a los otros poderes, sea por la
designación de magistrados o sea por el control presupuestal y administrativo (198316).
. Tomado el poder, los cuadros militares asumen de inmediato todos los cargos
principales. La Junta Revolucionaria, integrada por Velasco y los 3 Comandantes
Generales de Instituto (a su vez Ministros de Guerra, Marina y Aeronáutica). era la
cúpula del poder formal. Sin embargo, este órgano poco sesionó sin el Gabinete,
dentro del cual los comandantes pesaban como un ministro más. Velasco supo
conducir -eñtre difíciles negociaciones- el rumbo del gobierno, teniendo por lo general
a dos miembros de la junta en contra. Sin embargo, no puede decirse que el poder de
éstos fuera sólo formal: el comando del arma constituye un poder efectivo de
influencia para ascensos y
-remoción de oficiales de todos los grados, incluidos los ministros de Estado, en tanto
eran generales o almirantes en actividad y los ministerios estaban repartidos por arma.
Los miembros de la junta tenían así un margen importante de juego, ejercido según la
capacidad y audacia de cada uno para hacer frente al presidente. Asumían además la
representatividad del arma ante el presidente en importantes decisiones.
Los ministros de Estado fueron en todo momento generales o almirantes activos.
Cabezas de su sector, votaban en Gabinete las leyes y decisiones más importantes y
conducían la implementación de esas decisiones y políticas, en relación individual y
sectorizada con el presidente. Si bien en el régimen constitucional el Gabinete y cada
ministro era débil al depender del presidente y el Parlamento, en este régimen se
fortalece notoriamente su poder, no sólo por la capacidad legislativa del presidente,
sino por la autonomía que en su operación especializada consigue cada sector. Por lo
general, en el período, la tendencia en que se ubica el ministro ha determinado mucho
la política aplicada por el sector. Más allá de la Ley de Comunidades Industriales, la
política del gobierno varía de un ministro a otro. Lo mismo ocurre en Agricultura, en
SINAMOS o en cualquiera de los ministerios, resultando por ello clave la designación o
salida de un ministro.

Este margen de autonomía es funcional a los términos de la lucha política


interna al gobierno y posibilita la presencia de políticas contradictorias en campos que
se cruzan: por ejemplo, la política de Reforma Agraria y la política del Ministerio de
Vivienda, en lo que se refiere a la expansión urbana. Lo mismo ocurrirá entre el
Ministerio de Industria y Turismo y SINAMOS en 1972-73, en lo que a comunidades
industriales se refiere.

El Gabinete, con el presidente a la cabeza, constituye la cúpula del poder. Sus


miembros adquieren rol decisivo en el ámbito de su sector, aunque su poder en los
aspectos generales y comunes -definitorios en política- es reducido por la concepción
militar del comando. En efecto, ésta es muy precisa en la división sectorial de campos y
en el papel articulador y decisorio de la cabeza. Ese fue el amplio campo que el
Presidente Velasco supo manejar con habilidad. La cabeza, pendular entre las partes,
tiene capacidad real de conducción- Ello, en un proceso que agudiza la lucha de
tendencias entre miembros del Gabinete, es vital para comprender la toma de
198
Recuérdese, por ejemplo, la dependencia respecto de las directivas del odriísmo, que tuvieron los Vocales Supremos y el rol
que jugaron frente a la Reforma Agraria de Belaúnde. El Poder Judicial ha concentrado a los más tradicionales defensores del
orden establecido en todos sus niveles; el nombramiento de sus miembros desde Ejecutivo y Parlamento V la dependencia
económica así lo aseguraban.
decisiones en el período. El presidente tenía conducción efectiva, pero debía cumplir el
indispensable rol pendular y arbitral del comando, con toda la formalidad del jefe
militar y con el indispensable cuidado de ser catalizador de las opiniones en pugna,
tanto en el seno del gobierno, como en la Fuerza Armada.
La creación del Comité de Asesoramiento de la Presidencia de la República (COAP)
será uno de los hechos más comentados del nuevo régimen. Integrado por coroneles y
capitanes de navío, al mando de un general con voz en el Consejo de Ministros, reunirá
desde el primer momento el equipo más cercano al Presidente Velasco. Desde él
actúan los coroneles "autores" en el primer período. A él se integran coroneles que
luego serán importantes ministros. Es a la vez equipo de asesoramiento y mecanismo
de captación de cuadros para la tendencia más progresista en cada período.

Las funciones del COAP son de asesoramiento y elaboración de decisiones. De


ser un equipo inicialmente político, deriva progresivamente a un rol equivalente al de
las comisiones parlamentarias de un régimen constitucional. Los ministerios remiten
allí sus proyectos de ley, se coordinan sectorialmente, se consultan y formulan
alternativas y, luego de un adecuado procesamiento político y administrativo, se
presentan al Consejo de Ministros. Ello le dará gradualmente un poder real
significativo, aunque complejo por la presencia de un exagerado legalismo en los
militares, que en ocasiones parecen entender que todo cambio comienza y termina
con una ley, en desmedro del trazado de políticas.

En cada ministerio..! se constituyen equipos de oficiales que forman un comité


de asesoramiento del ministro, aunque en distintos casos asumen cargo de directores
de alto nivel. Estos equipos conforman una cúpula cuya importancia política es grande
en buena parte de los ministerios. Progresivamente, importantes cargos de la
administración y de las poderosas empresas públicas serán asumidos por oficiales en
actividad o en retiro.

Este complejo aparato de gobierno se ubica por encima del nivel administrativo.
A la cabeza está el Presidente Velasco, como enérgico conductor del gobierno militar.
Velasco tiene los rasgos de un típico líder castrense -autoritario y campechano, seguro
de su jerarquía-que lo sitúa en un piano superior al equipo; conocedor de sus hombres
y de sus debilidades, astuto y audaz, con rasgos muy criollos en su comportamiento.
Ejerce el comando como podría haberlo hecho cuando mandaba el Ejército. Hombre
intuitivo, percibe la dirección que aspira a dar al gobierno y el paso que es posible dar
en cada ocasión, aunque no comprenda totalmente los análisis teóricos y los informes
técnicos. Intuye también los sentimientos de la oficialidad castrense y sabe cómo llegar
directamente a los escalones intermedios y bajos. En el ejercicio del poder adquiere
gradualmente gran facilidad para comunicarse con el pueblo, sea en la visita sorpresiva
o aprovechando una ocasión inesperada que se le presenta (199).

Las funciones del Presidente de la República -incluso en el régimen


constitucional- son vastas y suponen una efectiva concentración de poder ejecutivo. El
despacho con cada ministro -firmando incluso los nombramientos de nivel intermedio-
(200), le aseguraba una fuerte dosis de poder personal. El contacto directo con
diferentes niveles de la población -en audiencias o en visitas- y la costumbre de dirigir
199
Una anciana se le arrodilla en la pampa de Anta -durante una ceremonia masiva para pedirle algo. Antigua costumbre de una
poblaci6n condenada al servilismo. Al no aceptar ésta levantarse es el Presidente Velasco el que se arrodilla ante ella y la abraza,
emocionando a los asistentes con el gesto oportuno. Una foto instantánea nos recuerda el hecho.
toda gestión a la cabeza del régimen, han dado siempre al presidente elementos para
imponerse a sus ministros, incluso en asuntos rutinarios.

Velasco supo aprovechar estos poderes, agigantados por la capacidad de legislar


y el control militar de la administración. El ejercicio de estos mecanismos fue
combinado con el rol pendular que le correspondía como cabeza de un gobierno de
composición heterogénea, en el que la lucha política interna era una característica
central. En distintas coyunturas se le ha visto inclinar la balanza según la correlación de
fuerzas, con rol de árbitro que, sin embargo, suponía siempre una direccionalidad en el
mediano plazo. Conciliaba -sea en decisiones centrales, sea en ascensos o
nombramientos- guardando el mínimo de equilibrio necesario para que un gobierno
quebrado internamente no estallara. En tal rol utilizaba, además, los mecanismos
institucionales castrenses que le permitían prever y superar momentos de crisis.

El régimen, a partir de este diseño, pareciera trasladar a la cúpula política


distintos rasgos de la estructura de decisión militar, con un comando que ejerce el
poder y se asesora de un estado mayor sectorializado y un conjunto de comandos
subordinados sectoriales y regionales. Hay debate en los términos que fija el comando
y hasta el momento en que este decide. A partir de ello hay implementación de lo
acordado, con márgenes de reinterpretación. Pero en el proceso de toma de decisión
no se trata de una suma de iguales, con cabeza que coordina, sino que los grados,
jerarquías y sectores -por una parte-, y el rol final de la cabeza -por otra-, marcan
límites a la misma decisión.

Evidentemente, esto se procesa de distinta forma en el plano político, más aún


cuando la lucha es aguda e intensa. Ello da mayor valor al trabajo previo, tras
bastidores, por obtener la aceptación del líder. A su vez -y en función de distintos
caracteres- cohibe el debate frontal rodeándolo de gran formalidad, tendiendo a
encasillar a cada quien en su sector (201).

Estas características de la cúpula del régimen encuadran los nuevos términos de


la lucha política en la cúpula. Las fuerzas sociales y políticas -así como la ambición de los
actores- se mueven dentro de estos marcos, pasando por los distintos niveles:
Presidente, Junta, Gabinete, COAP, cúpulas militares de cada ministerio. La burocracia
y las empresas públicas, que desarrollan una alta tecnocracia, complementarán este
conjunto de mecanismos del régimen, poco institucionalizado inicialmente, aunque
progresivamente formalizado en las nuevas leyes de ministerios y organismos públicos.

LEGITIMIDAD Y REPRESENTATIVlDAD INSTITUCIONAL


200
Hacia fines del gobierno de Belaúnde el Presidente ten fa que rubricar el nombra miento de cualquier funcionario desde la
categoría de Oficial 6to., con un haber básico interior a los 5,000 soles. Ello suponía que la designación de una Secretaría Ejecutiva
o de un empleado sin responsabilidad política decisiva, ocupaba tiempo del Presidente. En el pasado esto se usó para garantizar el
clientelismo político en torno a la figura del Primer Mandatario, en quien se centraban presiones y pedidos para nombrar,
remover, trasladar y ascender funcionarios. Durante el régimen militar ello fue variado lentamente, dado el recargo de funciones,
pero hasta la enfermedad del presidente en 1973 no se recuerdan variaciones legales fundamentales que desconcentraran esta
función administrativa

201
Esta concentración del poder en el Presidente se acentúa en el proceso y hace crisis a partir de la enfermedad de Velasco en
1973. Se agudiza allí su autoritarismo y su aislamiento. No es correcto, sin embargo usando las características de conjunto del
régimen y de los militares, reducir todo el problema al personalismo de un hombre que ha actuado en un conjunto de estructuras
institucionales y políticas que concentraban fuertemente el poder en sus manos. En ello no están ausentes, tampoco, las
debilidades personales de los actores que lo rodeaban.
El problema de la representatividad institucional de la Fuerza Armada es un
aspecto esencial en el régimen político que analizamos. Se trata de un aparato de
Estado ocupando el gobierno. Y este gobierno, desde un principio, se presenta como
representante de un aparato que por definición no es homogéneo, ni social ni
políticamente, ni se organiza Internamente en forma democrática. Si por
representatividad se entiende la elección formal del gobierno o la consulta de las
decisiones a los distintos escalones de la Fuerza Armada, este gobierno no lo es, pues
no cabe en esta institución militar ni la elección de sus comandos, ni la toma de
decisiones por votación entre un conjunto jerarquizado de hombres.

Pero si se deja de lado esta visión restrictiva de representatividad y se analiza


más sociológicamente el conjunto, en función de la composición social, de las normas y
valores institucionalmente aceptadas e internalizados, por lo menos debe concluirse
que -en conjunto- el gobierno representa a la oficialidad de la Fuerza Armada.

El gobierno se conforma con los comandos de cada instituto y con un grupo,


cada vez más grande, de oficiales generales y superiores. La Junta y el Gabinete, ad
como el COAP, se conforman exclusivamente por generales y coroneles de las tres
armas, con claro predominio del Ejército ( 202). Las cúpulas de cada ministerio, las
direcciones e incluso las principales empresas públicas están mayoritariamente dirigidas
por oficiales de grado similar. Inclusive en el marco regional se percibe la preeminencia
de los Comandantes de Región Militar sobre el aparato de estado regional, pasando
claramente los prefectos y alcaldes a un plano subordinado.

Más aún, los propios organismos castrenses intervienen como elementos de


consulta y presión en muy diversas coyunturas. Los Estados Mayores opinan sobre
medidas importantes. Los Servicios de Inteligencia adquieren un rol decisivo al
procesar la información con la que se toman decisiones políticas (203).

El Comando Conjunto de la Fuerza Armada opina y expresa planteamientos y,


en general, la cúpula militar es canal de presión sobre la administración y el gobierno.
Más aún, además de lo señalado para los mandos militares de región sus comandantes
asumen formalmente la presidencia de los comités regionales de desarrollo y la
mayoría de Direcciones Regionales del SINAMOS.

La participación de un significativo número de oficiales de los rangos más altos y


la presencia formal e informal de los altos comandos en el procesamiento de
decisiones y en las decisiones mismas, configura una situación en la que puede
afirmarse con claridad que participan del gobierno la mayor parte de las que
legítimamente -según sus normas de grada y antigüedad comandan la Fuerza Armada a
san parte de su alta jerarquía (generales y coroneles). Si las que alcanzan ese nivel san
202
Que corresponde a su tradicional preponderancia dentro del conjunto de la Fuerza Armada en la historia.

203
Estos servicios parecen tener un rol esencial en la "caza de brujas" que tanto ha marcado algunas épocas del gobierno. Su
información tiene particulares condiciones de "prueba" para sus hipótesis y afirmaciones. Con técnicas difundidas por el ejército
norteamericano en la guerra fría, encuentran comunista todo lo "popular". Incluso clérigos y Obispos reciben este calificativo que,
por otra parte, no distingue entre la variedad de posiciones comunistas. Aunque se supone que el proceso mismo debe haber
influido en ampliar perspectivas 'de análisis, muchos "operativos" frente a organizaciones populares y algunas "comisiones
Investigadoras!' tuvieron esta influencia de aparatos diseñados para la guerra y que hoy en América Latina, dirigen y condicionan las
relaciones entre el gobierno y los ciudadanos.
legítimas comandas de la institución castrense y la representan, según sus normas de
jerarquía y no. de elección, al estar en el gobierna mantienen esa representatividad.

Si el análisis se hace a partir de la heterogeneidad político social de la Fuerza


Armada, puede concluirse también que esa composición caracteriza al gobierna y hace
pasible la lucha de tendencias en su sena.

Como punto de partida, hay en el gobierna una representatividad institucional,


adecuada a la institución que le da origen. Ella no. deja, sin embarga, de representar
algunas problemas en el devenir del periodo. Si bien el gobierno se compone de
representantes de la Fuerza Armada y refleja la heterogeneidad de su composición
social y política, el ejercicio del poder politiza ( 204) inevitablemente esa representación
y traslada sus efectos a la Fuerza Armada. Progresivamente, incluso, las decisiones
castrenses (ascensos, nombramientos, retiras forzosos, cargas públicas) resultan
influenciadas -al menas parcialmente- par las términos de la lucha política, en la medida
que cama tales san decisivas en la definición de la política del régimen. Puede afirmarse,
sin embarga, que un gran esfuerza se hizo para conciliar la óptica institucional can la
necesidad política. Más aún, las ascensos siempre cubrieran una gama heterogénea,
solucionando aparentemente con la ampliación de vacantes la necesidad de conciliar
intereses.

Así, la heterogeneidad que el gobierna tiene en su sena no. puede ser la norma
que regule la conducción. Gobernar significa optar y, aunque haya en el larga plaza una
base común o resultante que fija los Imites a la direccionalidad del gobierna, en las
sucesivas coyunturas del periodo hay ganadores y perdedores, hay la progresiva
hegemonía de una tendencia en cada etapa. Ella, trasladada al nivel institucional, supone
que haya secta res que se sientan desplazadas a no. representadas par el gobierna, la
que se suma al rechaza -explicada en términos politicas- par parte de aquéllos que no.
han ascendida, no. han llegada a posiciones públicas, etc.

En esta medida la legitimidad del gobierna respecta de la Fuerza Armada ha de


ir variando conforme avanza el procesa, más aún daño que el ejercicio de la función
pública limita el contacto directo con la oficialidad de aquéllos que ocupan los altos
cargos del gobierno.

Si a esto se agrega el fuerte proceso de ideológización que caracteriza la lucha


política a partir .de 1970 y la campaña sistemática que la burguesía dirigió hacia la
Fuerza Armada (205) puede 'comprenderse mejor la crisis que caracteriza los últimos
años. No dejarán de pesar en ello errores del gobierno
204
En varios momentos del periodo los sectores más conservadores han demandado la salida de los militares, recordando que un
periodo largo politiza la Fuerza Armada y hace peligrar la institución. Cabe preguntarse si en algún momento de la historia su
opción no ha sido política. En la respuesta resulta evidente que el rol cumplido -de alternativa política a los partidos- la hizo
siempre una institución politizada. Pero aquí hablamos en un sentido más estricto: es corriente desempeñar roles políticos con
alto nivel de inconciencia. En muchos casos la ideología oculta ese rol, generando enemigos que se sitúan aparentemente más allá
de la simple contingencia de los partidos y que mecánicamente "merecen" rechazo de los organismos de defensa nacional (el
antiaprismo de antes o el anticomunismo de ahora). La politización a la que nos referimos en este párrafo se refiere así a opciones
y alternativas, a partir del ejercicio del poder en términos más institucionales (la cantidad de oficiales en cargos públicos, por
ejemplo) y que tal como preverán los sectores conservadores, podrá romper cauces, inutilizar "mitos" y hacer consciente a la
oficialidad del rol político que oculta bajo múltiples encubrimientos la función de aparato de Estado castrense modelada por el
Estado oligárquico. Este proceso parece darse, parcial e incompleto, sin que' la cúpula lograra implementar en la oficialidad un
sistemático trabajo de esclarecimiento político e ideológico en su favor. De allí las múltiples y confusas opciones que se vislumbran
a partir del desarrollo del proceso político.
(como el trato dado a la Marina a partir de la caída de Vargas Caballero o la ley de
situación militar que facilita las invitaciones al retiro en distintos grados, a voluntad del
comando) en sus últimos años.
El gobierno basa su legitimidad exclusivamente en la Fuerza Armada. No hay una
evolución en el período articulando alianzas que hagan factible el apoyo popular. El
gobierno no acepta aliados sino "apoyadores". El binomio Pueblo-Fuerza Armada es un
aparente deseo que en la práctica no deja al pueblo sino un rol pasivo, de espectador o
de "aplaudidor". Esto, como resultante, más allá del análisis de lo propuesto por las
diferentes tendencias al respecto.
Puede decirse, respecto a las tendencias estudiadas, que ninguna logra más que
articulaciones ocasionales con el movimiento popular en apoyo a su lucha interna. Los
intentos son muy ocasionales porque se antepone la institucionalidad castrense del
gobierno y ello lleva a preferir solucionar los problemas dentro de éste y con
mecanismos de su institución.
En otro plano, sin embargo, sí puede hablarse de una legitimidad consensual, válida
tanto para la Fuerza Armada, como para distintas' fuerzas sociales. En ese mínimo de
legitimidad indispensable para gobernar, tiene rol central la ideología que genera todo
régimen político. Es claro que en medianos plazos no basta la fuerza para gobernar. Es
preciso un consenso mínimo que apoye y justifique al gobierno. El régimen militar lo
logra a partir de la coyuntura de 1968.

Se adquiere la legitimidad actuando en la coyuntura precisa en el momento de


mayor desgaste del régimen anterior y sus instituciones. Se adquiere realizando en ese
momento la nacionalización de la IPC y luego la Reforma Agraria; generando a través
de los discursos una ideología nacionalista, una crítica radical al orden oligárquico y un
planteo de cambios estructurales decisivos; es decir, justo aquellos cambios que a
través de un largo proceso de frustraciones, reclamaba a medias el reformismo
antecesor de este gobierno.

Esta legitimidad inicial se mantiene, por lo menos hasta 1974, con sucesivas
medidas, que son relativamente sorpresivas y dan la imagen de un gobierno que va
buscando cambios reales, aunque se hagan notar errores y haya discrepancias
concretas. Esa legitimidad puede no proveer de militancia o apoyo decidido pero deja
un amplio margen de tolerancia.

El gobierno, sin embargo, no avanza más allá de esta perspectiva: ni alianzas, ni


una política propuesta, de corto plazo, articulada directamente con las fuerzas sociales
y políticas. Parece, a veces, un solitario luchador que a la vez enfrenta a distintos
enemigos, pero sólo a partir de su propia fuerza, sin intentar buscar articulaciones ni
apoyo para no perder su identidad. En más de un momento parecen autodefinirse
como los únicos actores políticos legítimos. Los demás son agitadores o
manipuladores, de derecha o izquierda. Con el avance del proceso esto no puede
mantenerse: el avance del movimiento popular lleva al gobierno a decidir la
construcción de organizaciones propias que compitan con las que controlan tanto
opositores' como "apoyadores". Pero al poner en práctica esta decisión, la lucha de
205
"El Comercio" habla especialmente para los militares entre 1968 y 1974. No es el único diario que lo hace. Las revistas y los
actores políticos hablan, en público y en privado, tomando a los militares como variable central. Los empresarios buscan
interlocutores militares, aunque sea con la intermediación de oficiales retirados que ocupan, para este fin, cargos directivos en las,
empresas. Como grupo social es incluido así, en un medio social sectores os y medios y en sus propias filas institucionales
castrenses.
tendencias la atraviesa y genera una resultante que, a todas luces, le quita legitimidad al
gobierno, interviniendo en ello también otros factores como la crisis económica y la
política que se asume para resolverla.

De esta forma, a partir de una legitimidad inicial conseguida con hechos


concretos en las primeras reformas, el gobierno se va aislando al buscar legitimidad
sólo en la institucionalidad militar, hasta perderla en la coyuntura de sus últimos años.
La "Segunda Fase" buscará recuperar esta legitimidad con el discurso político y algunos
hechos contradictorios en sus primeros meses, para luego optar por conseguirla sólo
en el ámbito de la Fuerza Armada, en la clase media asustada y a la burguesía
beneficiaria de su política económica.

2.3. ALGUNOS RASGOS DE LA LUCHA POLlTICA y DE LA RELACION DEL


GOBIERNO CON LAS FUERZAS EN PUGNA

Para estudiar el régimen político es importante ver algunos rasgos de la lucha


política que caracterizan y enmarcan el espacio político que existe en el período. Los
dos primeros rasgos descritos más adelante dan la imagen de un gobierno copando la
escena; es por ello muy importante su estudio en este trabajo que se sitúa en la
observación de la escena oficial.

a. EL GOBIERNO MONOPOLIZA LA INICIA TI VA POLlTICA EN LA ESCENA

El nuevo gobierno mostrará, a partir del 9 de octubre de 1968, que toma la


iniciativa política y en la práctica llegará a monopolizarla hasta 1974. Este primer rasgo
será significativo en la escena política. Empezando con la nacionalización de la IPC, el
gobierno emprende una serie de actos en los que se polarizará a la opinión pública y a
los actores políticos, en favor o en contra. En cada caso retendrá la iniciativa, tanto
por la ausencia de canales políticos, como por la dinámica que impone el gobierno a
partir de los resortes del poder que controla y del escaso margen de juego de 'otras
instituciones de la sociedad. El factor sorpresa, tan caro a la formación militar, será
usado en sucesivas ocasiones como poderosa arma política.

El gobierno toma la iniciativa en Talara, dejando desconcertados a todos los


actores políticos. Ni siquiera representantes de la más tradicional oligarquía -como el
partido odriísta o el partido pradista- se atreven a discrepar. Todos los actores
aplauden, formulando, a lo más y en segundo lugar, preocupaciones o dudas. A partir
de este consenso legitimador, la iniciativa del gobierno quedará intacta en las
principales medidas del régimen. La Ley de Reforma Agraria en 1969, el Estatuto de la
Libertad de Prensa y la caída de la Corte Suprema al empezar 1970, la Ley de
Industrias y la Comunidad Industrial en ese mismo año y medidas posteriores de
mayor y menor importancia, aparecen en la escena como actos de gobierno. Suscitan
adhesiones y rechazos de los distintos actores políticos, pero siempre en función de la
acción trazada por el gobierno. En ocasiones, los partidos y dirigentes aparecen
claramente como incapaces de tomar la iniciativa, generándose coyunturas que llevan
la lucha política al terreno del gobierno.

No debe entenderse esto como ausencia real de lucha política. Esta existe;
pero las fuerzas sociales en pugna -en su mayoría- concentran sus esfuerzos en rodear
y contestar al gobierno y cuando intentan tomar la iniciativa reciben una respuesta ágil,
agresiva y tajante de éste, en un estilo que caracteriza a su conducción. Estos intentos
implantados desde los partidos o la prensa, son utilizados por el Presidente Velasco
para unificar al gobierno y avanzar en su proyecto político. Así, por ejemplo, más de
una campaña periodística ha servido para convencer de nuevas medidas, tanto en
cuanto a la represión del ataque como al avance de las reformas.

Este rasgo de la lucha política, variable a lo largo del proceso, devendrá hacia
1974 en un reforzamiento del autoritarismo que coincide con la pérdida de iniciativa
en los planteos de reformas, ante la inminencia de una crisis económica que acelera la
llegada a la situación límite, de salto cualitativo o retroceso.

Sin embargo, a pesar de este rasgo en la cúpula -que sirve para arrinconar en
una larga etapa a las fracciones burguesas- hay en la escena hechos parciales o
sectoriales del movimiento popular que tienen efectos en la política global, sin ir más
allá de su campo específico. Estos se producen, tanto en articulación con una parte del
gobierno (Huando, por ejemplo) como en posición frontal mente contraria
(movimientos magisterial y minero, por ejemplo). En la evolución de la lucha política
sus efectos, sin embargo, no serán centrales ni alterarán el monopolio de la iniciativa
del gobierno.

b. LA LUCHA POLlTlCA A TRA VIESA EL GOBIERNO

Junto con este rasgo, la observación de la escena permite concluir que la lucha
política atraviesa el gobierno. De apariencia monolítica, desde un principio muestra la
presencia de posiciones contradictorias en la Junta y el Gabinete, que las fuerzas
sociales en pugna -en su origen oligárquicas y antioligárquicas- saben aprovechar. Al
concentrar sus esfuerzos en influir sobre diversos actores del gobierno, acentúan las
diferencias entre estos hasta convertirlos en sus representantes políticos. Los
sucesivos reacomodos de la burguesía influyen en la lucha de tendencias, agudizándola
y dándole contenido.

A través de esta lucha política interna, el gobierno se va a definir desde sus


primeros pasos. Sus reglas de juego dejan margen de actuación a los distintos actores
en el proceso de elaboración de las principales decisiones, así como en su
implementación. A ello ayudará la estructura sectorial izada del Estado, que los
militares acentúan notablemente. En coyunturas de crisis esta lucha entre tendencias
saldrá a la luz pública en declaraciones a los diarios, claramente contradictorias; pero
ello no será la constante. Tiene más bien un carácter interno al gobierno, que éste no
puede reconocer explícitamente.

La lucha de tendencias se produce siguiendo las reglas institucionales del


gobierno y priorizando los canales internos; pero también recurre a la incentivación de
acciones articuladas con parte del movimiento popular o de las fuerzas sociales
conservadoras, para fortalecer posiciones y ganar adeptos dentro de la cúpula del
'gobierno. La burocracia será incorporada a la lucha dependencias, apareciendo varias
veces en conflicto como la lucha entre organismos o incluso ministerios que cruzan
funciones.
La mayor parte de las decisiones del gobierno está marcada por esta lucha
política interna. Se expresa en la ambigüedad de algunas leyes -que abren la puerta a la
definición de las políticas en el momento de su aplicación- o en la conciliación que se
establece en muchas decisiones políticas, incluyendo las medidas represivas que, al
producirse, tratan -en la mayor parte de los casos- de compensar los polos del
espectro político.

Sería un error ver a estas tendencias como minipartidos o como fracciones


partidarias. Tanto por la naturaleza de sus actores militares como por las reglas de
juego -con predominio castrense y por el tipo de liderazgo en el período una
apreciación de este tipo conduciría a una rigidez en el análisis que llevaría a error,
sobrevalorando algunos rasgos. La actuación- contradictoria de los actores y la
presencia de políticas contradictorias entre sí, nos hace optar por un análisis que
aprecie las tendencias! en cada coyuntura y combine los elementos obtenidos con el
estudio de la resultante-. Para procesos más largos, este análisis es insuficiente y debe
recurrir a otros elementos.

La lucha política que atraviesa el gobierno en su primer período (1968-70) es la


misma que se presenta en el período anterior -a partir de las opciones oligárquicas o
antioligárquicas- pero a partir de nuevos términos impuestos por los militares, que
refuerzan claramente el poder del gobierno. El devenir del proceso incorpora nuevas
luchas, tanto en el plano del movimiento popular dinamizado, como en las opciones de
una pequeña burguesía radical izada que se expresa también en el gobierno. El mismo
proceso dinamiza estas fuerzas sociales y perfila opciones más claras en la burguesía
industrial (decantada de su tibia opción antioligárquica y agredida en su opción
reformista liberal por los actos del gobierno).

Es por ello importante revisar el devenir de la lucha política y apreciar el actuar


de las fuerzas sociales ante un nuevo y moderno interlocutor. En 1968 puede
apreciarse el desconcierto inicial en todas las fuerzas sociales. La oligarquía y la
burguesía industrial pierden sus representantes políticos y demoran en reaccionar y
reacomodarse. Los partidos entran en crisis porque, en eI nuevo cuadro, dejan de ser
los representantes políticos válidos.

Las sociedades nacionales toman nueva importancia. El comportamiento que


asume la Sociedad Nacional Agraria el) 1969 ha de ser repetido por otrl1s fracciones
de la burguesía en sucesivas ocasiones. Tras un ataque frontal, se I1sumen los términos
globales de la ley, se aprovechan sus ambigüedades o vacíos y, ubicándose dentro del
"espíritu de la reforma", se procura lIevarla a su propio terreno, atacando como
desviacionistas a aquellos actores del gobierno que no concilian con sus intereses. Esta
actuación pública complementa la presión ejercida sobre sus representantes políticos
dentro del gobierno para agudizar la lucha interna y obtener pasos en su favor. La
Sociedad Nacional Agraria, por ejemplo, se convierte en defensora de los propietarios,
grandes y medianos que, con el régimen de parcelaciones por iniciativa privada,
procuran mantener intactas sus relaciones de poder regional. Luego, ante la derrota de
esta perspectiva, asume la defensa de los "pequeños y medianos propietarios", lucha
bajo la cual se cobija una amplia gama de la burguesía agraria, en espera de no ser
afectada y aspirando a ser "beneficiaria" de esta reforma agraria.
El comportamiento de la burguesía agraria se explica por la propia lucha política
dentro del gobierno. Este no está en capacidad de definir explícitamente en 1969 una
política de cooperativización, que en la práctica aplica paso a paso, utilizando las
causales de afectación que la ley señala, forzadas hasta el punto límite. Varias son las
ocasiones en que el mismo Gabinete "interpela" a los ejecutores de la reforma agraria.
Pero, en la coyuntura, la correlación de fuerzas es favorable a las posiciones radicales y
para ello se aprovechará incluso la agresividad de algunas reacciones de la Sociedad
Nacional Agraria.

En general, la clase dominante procura utilizar estos términos de lucha política.


Les agrega un elemento ideológico fundamental: la acusación de pro-comunismo
puesta en cabeza de los funcionarios y técnicos que no concilian con sus intereses o,
más adelante, extendiendo el calificativo a los mismos jefes militares (206). Pero hasta
bien avanzado el proceso, en 1972-73, no habrá una eficiente actuación de la burguesía
(207) pues ésta se mueve en función de intereses particulares, muy específicos y guarda
aún rezagos de la antigua lucha interburguesa por eliminar la hegemonía de las
fracciones oligárquicas. Así, por ejemplo, la Sociedad Nacional de Industrias guarda si-
lencio en casi todo el período 1969-70, durante el cual son agredidos los intereses
agrarios grandes y medianos. Tenía razones para aceptar una reforma agraria que
ampliara el mercado interno y, de paso, calmara la agresividad del movimiento
campesino. A la vez, en la gestión coyuntural de sus intereses, su experiencia le podía
hacer confiar en una cercanía entre el gobierno y su proyecto social. Posteriormente,
no parece aceptar la proyección que para sus propios intereses suponía la
cooperativización y el fortalecimiento del poder del Estado apreciable en el agro,
actuando entonces aliada con la burguesía agraria.

El actuar de la burguesía se hace más coherente poi íticamente con el avance de las
primeras reformas. La Ley de Industrias y la Comunidad Industrial provocan un
enfrentamiento decidido de la Sociedad Nacional de Indus~rias, logrando aglutinar a
los industriales, los agrarios que quedan y a gremios profesionales -como el Colegio de
Abogados- que les son mayoritariamente cercanos. No por ello se abandonan los
intentos de influir en el gobierno. En esa misma coyuntura, el rol de algunos
empresarios de la ADEX se percibe conciliador y a veces más cercano al gobierno,
constituyendo el posible punto de partida de una articulación más orgánica.

El rol de los grandes diarios es fundamental, tanto en el enfrentamiento como


en el rodeo y la conciliación. La posición del diario "La Prensa", que realiza un viraje
aparente en 1972, es muy significativa pues para entonces los diarios se han convertido
en los más importantes representantes públicos de los intereses de la burguesía.

c. EL PROYECTO POLlTlCO SE CONSTRUYE PASO A PASO

Otra característica observable en la lucha política del período 68-75 es el hecho


de que las tendencias que participan del gobierno, y como resultante el gobierno
mismo, construyen su proyecto político en el camino, en medio de la lucha política. Si
206
Como "El Comercio", cuando ataca directamente al Jefe del SINAMOS, General Rodríguez.
207
Eficiente en cuanto a cuajar un proyecto político con los militares, pues hubo capacidad de expresarse en parte de ellos en las
políticas concretas- para luego obtener un curso favorable. Esto parece, sin embargo, más una resultante de tendencias
estructurales del sistema -que no se cambia con conciliaciones- que una calculada maquinaci6n de los representantes gremiales de
la burguesía.
bien este rasgo caracteriza al gobierno, más que a la lucha política exclusivamente,
importa anotarlo aquí porque influye en los términos del espacio político, agregando
no poca dosis de confusión por desconocerse el rumbo del principal actor político.

Esta apreciación contradice expresamente la existencia del Plan Inca en 1968,


tal como fue presentado al público en 1974. La observación de la escena presenta más
bien un proceso que se construye paso a paso, en función de la coyuntura y de la
correlación de fuerzas. Hay una aproximación pragmática a la coyuntura, a partir de
una indiscutible voluntad de transformar la realidad social y política, característica de la
tendencia que personifica el General Velasco.

Es posible que en 1968 los militares tuvieran una idea clara de lo que buscaban
en términos generales, del tipo de solución que debían dar al problema de la IPC o al
ya largamente discutido proceso de reforma agraria. Ninguna de las fuerzas sociales
presentes en la escena política oficial iba más lejos en sus alternativas y soluciones
concretas. La observación directa de los pasos del gobierno muestra, en el camino, un
actuar basado en lo que es posible obtener de la correlación de fuerzas en cada
coyuntura. La firme conducción del Presidente Velasco -en doble rol de cabeza
pendular e impulsor de su propia tendencia- señala este camino pragmático que se
construye paso a paso. Ello lo obliga a conciliar cuando los efectos de la coyuntura
pueden afectar el apoyo de la Fuerza Armada; ello también lo hará recurrir a recursos
imprevisibles, producto de errores del enemigo externo e interno, para avanzar a
partir de ellos. La utilización de las amenazas norteamericanas, radicalizando
definiciones en el momento en que se cuestionaba la permanencia de Velasco; la
utilización de coyunturas en que la prensa, la Sociedad Nacional Agraria o la Sociedad
Nacional de Industrias llegaban al máximo de su ataque al gobierno, para tomar
medidas en su contra –aprovechando la reacción del gobierno en conjunto ante estos
ataques- y otros hechos similares, indican la forma en que se ha ido construyendo el
proyecto del gobierno.

Las distintas tendencias definen, con mayor o menor claridad, el proyecto


político que buscan o apoyan. La misma formulación ideológica que el Presidente
Velasco hace oficialmente a nombre del gobierno, es procesada por el juego de
tendencias tanto' en su formulación -que mide lo que se puede decir en cada
momento- como en su interpretación posterior, tomando del discurso la parte que se
adapta mejor a sus intereses.
Este proceso, abierto en un principio a los términos de lucha de fuerzas va, sin
embargo, dejando una resultante presente en lo que efectivamente ha hecho el
gobierno -no tanto en su discurso como en la aplicación, no en la ley sino en su
ejecución. Todo ello hace difícil de digerir la idea de un Plan Inca, anunciado recién en
1974, que tan precisamente corresponde a la resultante de seis años de intensa y
compleja lucha política. Entender así el período 1968-75, no niega sino reconoce la
voluntad política de una parte del gobierno e incluso la existencia de un plan global,
hecho en el 68, en términos adecuados a lo que entonces era posible preveer.

d. GOBIERNO SIN ALIANZAS: LA RELACION DEL GOBIERNO CON LAS FUERZAS QUE LO
APOYAN

En el período tendrá particular importancia la actuación de una pequeña


burguesía intelectual y profesional, en proceso de radicalización desde la década del 60,
ante las dificultades reales del reformismo. Muchos de estos actores fueron parte del
reformismo social, frustrado en el período de Belaúnde y marginado del poder a partir
de la ruptura de la Democracia Cristiana con Acción Popular y, posteriormente, a
partir de la ruptura de ese partido, encabezada por el Ing. Seoane. Otros actores se
originan en el Movimiento Social Progresista que participa en las elecciones de 1962 y
luego se desarticula. Profesionales y periodistas de actuación aislada, integrantes de la
Unidad de Izquierda y ex-militantes del Partido Comunista o de otras agrupaciones de
izquierda, están también presentes, coincidiendo con la tendencia más radical de los
militares, en la lucha por profundizar las reformas y llegar a un proyecto propio (208). .

Por lo general, esta pequeña burguesía intelectual carece de fuerza política


propia, pero aporta al gobierno militar experiencia política y técnica que se expresa,
tanto en roles de asesoría como en altos cargos burocráticos y en el periodismo. La
lógica del proceso los lleva a ser blanco de acusaciones de la burguesía y ello puede
explicar, en parte del período, su actuación en segundo plano. En el devenir del
proceso aparecen actuando en diversos frentes, sobrepasando el oculto rol inicial de
asesores. Desde el diario Expreso, desde la cúpula del SINAMOS, desde la prensa
reformada y también desde altos cargos de los ministerios, actuarán en el período
ubicados en las distintas tendencias que dentro del gobierno se van desarrollando.

El margen de juego que los militares conceden a estos "militantes del proceso"
no será muy amplio pues, tanto el carácter institucional como la agudización de la
lucha de tendencias, lo entorpecen. Los esfuerzos que se realizan por constituir una
organización política en 1975, indican esta relación difícil en la que muchos se jugaron
enteros.

En efecto, los militares tienen conciencia de ser ellos el gobierno; por origen,
condición social e ideas políticas parecen coincidir con estos grupos sociales que
buscan implementar un proyecto conjunto e interpretan los intereses del movimiento
popular, puestos en sus términos. Pero esta identificación pasa por la lucha de
tendencias. Enfrenta a buena parte de estos civiles con los militares más cercanos a la
burguesía y ante ello, a cada intento de iniciativa política autónoma, el gobierno
responderá recurriendo a la institucionalidad militar que caracteriza al gobierno. Tal
parece ser el caso de la anunciada formación del Movimiento de la Revolución Peruana
poco después del 5 de febrero de 1975, al cual el gobierno responde con la Comisión
Organizadora de la OPRP en la que hace participar, en verdadero ring de box, a todas
las tendencias que se expresan en el gobierno para entonces.

En efecto, ya en el período 1974-75 la actuación de esta pequeña burguesía


intelectual -convergente en 1968- se divide en varias tendencias que, aunque
generalmente se agrupan en función de las tendencias de la cúpula (la Misión y los
Militares Progresistas), muestran matices aún mayores. Ello debilitará, al final del
período, su influencia en la cúpula dentro del marco global del deterioro del régimen.

La posición del Partido Comunista en el período ha de tener rasgos propios


que lo distinguen. Reacciona .con fuerte crítica ante el golpe, señalando que éste
guarda relación con la reciente conferencia de comandantes de los ejércitos

208
También actuarán en el periodo, dentro de estos cuadros del gobierno, ex-apristas de distintas épocas y posiciones.
americanos, articulada por los Estados Unidos. Sorprendido por la toma de la IPC,
permanece a la expectativa hasta la Ley de Reforma Agraria
en 1969, fecha a partir de la cual da su apoyo decidido al gobierno. Junto con
este apoyo, que no restringe en ningún momento ( 209), reclama medidas concretas para
el movimiento sindical, que sólo parcialmente obtiene; ataca enérgicamente a las
fuerzas de derecha y a la izquierda opositora y no vacila en quebrar huelgas -como la
de los maestros en 1971- cuando el gobierno llega al límite de su tolerancia.

El apoyo del Partido Comunista tiene así características particulares. Es quizás


el único apoyo organizado realmente externo al régimen; que se ofrece en vistas a una
estrategia de largo plazo, por concentrar su actuar en el movimiento obrero. El
gobierno se niega sistemáticamente a reconocer ese apoyo, y más aún, a considerarlo
como aliado. En ocasiones agudiza, no sólo los distingos con la ideología comunista
sino los ataques al comunismo, sin distinguir al Partido Comunista del resto de
partidos comunistas que actúan desde las posiciones de izquierda. Ni siquiera en la
política laboral es coherente con el apoyo que recibe del Partido Comunista. Ello se
explica, en parte, por el anticomunismo profundo inculcado en la formación militar y
por la persistente acusación de pro-comunismo que la burguesía utiliza como arma
dentro y fuera de la Fuerza Armada. Pero, a su vez, esta política -que no se limita al
Partido Comunista- expresa la voluntad de Ios militares de conducir solos el proceso
político, de apoyarse casi exclusivamente en la Fuerza Armada y de aceptar el
concurso de otras fuerzas sociales y política, sólo en roles subordinados (210).

Aún en estos términos, el Partido Comunista será blanco del ataque sistemático
de la burguesía y los militares progresistas serán anatematizados como comunistas,
dentro y fuera del ejército. Ello demuestra la capacidad que la burguesía retuvo en el
período, con indudable participación militar, de utilizar el anatema ideológico contra
todo cambio que atentara contra sus intereses.

El movimiento popular se dinamiza en este amplio contexto de posiciones y


acciones transformadoras del rígido orden oligárquico. Haya partir del 68 una apertura
de espacio político en los niveles gremiales y sectoriales, que se estrecha y cierra
luego. Tanto el gobierno como la pequeña burguesía radicalizada y el PC, integran
parte de sus cuadros en la ciudad y en menos proporción en el campo. Pero desde los
años 60 se ve el surgimiento de distintos partidos marxistas de pequeño caudal, que en
este proceso se caracterizarán por su decidida oposición al régimen militar, juzgándole
con esquemas bastante rígidos y poco realistas aunque en los últimos años del gobier-
no se aprecien matices más centrados en una comprensión de las tendencias en juego.
Su actuación política se concentra en el frente sindical y campesino. Hacia ella derivan
diferentes grupos políticos originados en buena parte en la dirigencia estudiantil.
Aprovechan en la coyuntura las contradicciones del régimen y la política que éste
implementa frente al movimiento popular. Hay en el período importantes
movilizaciones populares sectoriales, básicamente centradas en la lucha económica,
dentro de las cuales destacan las acciones de los sindicatos de los mineros y maestros.
209
En la "segunda fase" continúa este apoyo.
210
La. Democracia Cristiana y Acción Popular Socialista tienen frente al gobierno una posición muy similar a la del Partido
Comunista Peruano, pero no la analizamos específicamente por la escasa importancia de esos partidos en tanto estructuras
orgánicas, -en cuanto a bases y cuadros-o Aportaron personas a los cargos públicos, tratados por el gobierno como individuos y
no como representantes partidarios. Quizás el caso más explícito de actuación partidaria a partir de una designación personal y
ello fue aceptado así por el gobierno) sea el caso del Dr. Cornejo Chávez, en la Dirección de "El Comercio".
Pueden verse grandes dificultades para lograr una necesaria centralización
sindical. El movimiento sindical, atravesado por las distintas corrientes políticas, se
presenta dividido en cuatro centrales nacionales y una prácticamente en formación, El
APRA, la Democracia Cristiana, el Partido Comunista, el gobierno y la izquierda
opositora a éste, disputan el control del movimiento obrero con organizaciones
paralelas que restan poder a la clase obrera en la escena política.

En el movimiento campesino se aprecia, en el período, el impacto dinamizador


del proceso de Reforma Agraria. Destacan: la movilización aprista para democratizar
las iniciales cooperativas azucareras; la movilización de Huando y la lucha del
campesino norteño contra las parcelaciones privadas, movimiento que estuvo
vinculado con una de las tendencias del gobierno; las movilizaciones campesinas de
Piura, Cajamarca y Andahuaylas, enfrentadas al gobierno; así como otras acciones
regionales reclamando primero la tierra y luchando contra las condiciones de
pauperización que se mantienen en el agro.

El gobierno optó por organizar su propia central campesina en el mismo año en


que se reestructura la CCP (Confederación Campesina del Perú) por acción de grupos
de la izquierda opositora al gobierno. En trabajos más paralelos que enfrentados -dada
la amplitud del campo- se producen estos intentos de centralización con direcciones
políticas divergentes, compitiendo en algunas regiones.

En general, la política del gobierno frente al movimiento popular optó por


promover organizaciones nuevas que, bajo su dirección, enfrentarán a las
organizaciones populares vertebradas por el AP RA, el Partido Comunista o la
izquierda opositora. Pero, más allá de este punto de partida, se aprecia una política
contradictoria, vertebrada por la lucha entre las tendencias del gobierno. Pueden así
apreciarse desde los más verticales intentos de manipulación de corte fascista (MLR,
acción con el grupo de pescadores y otras articuladas por "la Misión") hasta esforzados
intentos de promover una organización popular paralela, ubicándola en la política del
gobierno, pero abriendo un margen de acción propio y previsiblemente mayor con el
tiempo (CNA en parte, CONACI). No se trata sólo de matices secundarios si se tiene
en cuenta el cuadro político global y el hecho objetivo de que toda organización
popular es vertebrada por las fuerzas políticas en lucha. Son, sin embargo, proyectos
muy marcados por su punto de partida vinculado al mismo aparato estatal. La
resultante es contradictoria y negativa al haberse realizado en un cuadro político que
progresivamente arrinconaba al movimiento popular a partir de la crisis económica y la
política adoptada por el gobierno, que ya en 1974 reducía grandemente el margen de
acción.

2.4. BUROCRACIA Y EMPRESAS PÚBLICAS

Con un proceso que parece cambiar la forma de Estado anterior, fortaleciendo su rol
en la economía y con un régimen en manos de uno de los aparatos de Estado -la
Fuerza Armada-, es evidente que se afectará otro aparato de Estado clave: la
burocracia. En tanto que es el Estado beneficiario inmediato del poder expropiado a la
oligarquía y al capital extranjero, la burocracia ha de adquirir mayor poder y
complejidad. Su dimensión fue creciendo ron casi todos los gobiernos del siglo. Pero
ahora es su poder de intervención en distintos aspectos de la vida económica y social,
el que se acrecienta.

En este gobierno se crean nuevos ministerios: Vivienda, Transportes y


Comunicaciones, Industria y Comercio (luego Industria y Turismo), Comercio,
Pesquería, Alimentación e Integración. Se crean oficinas con rango y atribuciones de
ministro en sus jefaturas: SINAMOS, ORDEZA, CECOMBA, SINADJ y SINADEPS ( 211).
A partir de abril, de 1969 en que se da la ley que inicia la Reforma de la Administración
Pública, se sucederán gradualmente las leyes orgánicas de cada ministerio, en las que se
darán sustantivos cambios fortaleciendo la capacidad de intervención de cada
ministerio sobre el sector respectivo. Se legisla estableciendo una divi~ión de la
actividad nacional en sectores -que no se limitan a la actividad pública, sino a la privada-
o El ministro es jefe del sector -público y privado- y el ministerio deja de normar o
intervenir única o fundamentalmente en la acción de los organismos públicos del
sector. Ya no es Ministerio de Salud Pública o de Educación Pública, sino Ministerio de
Salud o de Educación, en general. Las funciones incrementadas se refuerzan en el
período, con un complejo desarrollo de la burocracia central. ..

La nueva organización de los ministerios incluye también algunos que provienen de la


organización militar, como el peso particular que se otorga a la Inspección General, la
distinción entre organismos técnicos normativos (Estado Mayor, ligados al Comando
Central), organismos de ejecución (Regionales). y de apoyo (Administración. . .). Pero
más que estos rasgos -también presentes en modernas tesis sobre organización y
burocracia-, la presencia directa de oficiales de la Fuerza Armada en importantes
cargos de la alta burocracia va a superponer estilos de conducci6n de estos dos
aparatos de Estado, en normas, procedimientos y canales de ejercicio del poder. No
sólo está presente el hecho de una administración subordinada al gobierno militar. Se
incorporan a la Administración Pública procedimientos oficiales y estilos que hacen
muy complejo el actuar de este aparato. El actuar de la burocracia se torna así
inseguro y muy rígido en algunos sectores, a la vez que se la intenta modernizar y
tecnificar para que pueda asumir funciones cada vez más amplias y complejas.
El aparato burocrático ha crecido notablemente en función de una significativa
ampliación de sus fronteras de intervención. Se han descentralizado
administrativamente la mayor parte de los ministerios, sin por ello trasladarse niveles
de decisión vital a las regiones fuera de Lima. Se han incorporado cuadros técnicos y
profesionales en buena proporción, sin lograr transformar el comportamiento de una
burocracia tradicional ineficiente e insegura.

El comportamiento político de la burocracia no ha variado sustancialmente,


aunque en ella haya impactado mucho el lenguaje radical de los gobernantes. Hablar de
revolución y de participación es lo común, a la vez que se conservan actitudes políticas
tradicionales, comportamientos autoritarios y centralistas. Como el régimen canaliza
por vía de los aparatos de Estado todos sus cuadros de apoyo y operación, la
administración misma ha sido canal de acción política de cuadros que en otros
regímenes tendrían funciones partidarias. Así, los promotores reemplazan, con
211
INP: Instituto Nacional de Planificaci6n; SINAMOS: Sistema Nacional de Apoyo a la Movilizaci6n Social; ORDEZA: Organismo
de Desarrollo de la Zona Afectada por el Sismo; CECOMBA: Complejo Bay6var; SINADI: Sistema Nacional de Información;
SINADEPS: Sistema Nacional de Propiedad Social. EIINP (Instituto Nacional de Planificación) existía desde antes pero una nueva
ley incrementa sus funciones. Los jefes de estos organismos tienen voz en el Consejo de Ministros.
respecto al trabajo en organizaciones populares, lo que antes hubieran sido actores de
una estructura partidaria. Pero en este caso se han de cruzar y confundir con
funciones de autoridad, de fiscalización o de apoyo, entrando en conflicto con otros
cuadros más propiamente administrativos. La lucha política entre tendencias del
régimen se expresará también en esta dimensión.
El surgimiento de un poderoso sector de empresas públicas complementa este
conjunto de cambios en la administración. En ellas se concentra la actividad
empresarial del Estado, pasando en el corto plazo de 7 años, de una economía liberal -
en la que el Estado sólo tenía escasas y marginales empresas- a una economía en la que
el Estado concentra gran parte de la producción, refinación y comercialización de la
minería (Minero-Perú, Centromín, Hierro-Perú); en la extracción, refinación y
procesamiento del petróleo (Petro-Perú), la extracción, transformación y
comercialización de la pesca de anchoveta (Pesca-Perú y EPCHAP); industrias básicas
en el cemento, papel, construcción naval, siderúrgica, etc. (lnduperú, SIMA, Siderperú,
etc.); servicios de luz, teléfono, transportes, etc. (Electroperú, Entelperú, Compañía
Peruana de Vapores, Aeroperú, etc.); a la par que el control de la Banca Estatal y la
Banca Asociada y la comercialización de productos agrícolas y de insumos (EPSA,
ENCI). Estas y otras empresas públicas, adquieren en el período un rol fundamental en
la economía y la sociedad, generando una tecnocracia diversa y muy bien remunerada
que proviene tanto del sector privado como de la universidad y la burocracia (212).

Esta tecnocracia adquiere un rol político importante en el período, claramente


pero subordinado a la cúpula militar. Como grupo social -con intereses específicos-
está en vías de desarrollarse paulatinamente, pero no tiene aún el peso y el margen de
autonomía que parece tener en otros países. Cuando Fernando H. Cardoso (213) aplica
el concepto de burguesía de Estado al caso brasileño, parece señalar algunos rasgos
que también podrían aplicarse a esta tecnocracia, pero con grupos sociales que en esa
sociedad parecen tener mayor capacidad para cumplir un rol más independiente de la
cúpula militar y burocrática que en el caso peruano. Es importante en este caso, sin
embargo, apreciar lo que puede ser una tendencia e investigar al respecto para seguir
su actual evolución.

3. NOTAS FINALES

Se han señalado algunos rasgos del régimen político, estrechamente ligados a


los cambios producidos en la forma de Estado oligárquico que existía en 1968. No se
trata de un planteamiento exhaustivo, ajeno a los objetivos de este trabajo, sino de la
presentación de algunas características que se evidencian a partir de la observación de
la escena política. Merecen ser investigadas sistemáticamente, para así llegar a
conclusiones que permitan procesar el régimen político y la forma de Estado que se
está creando en el Perú. A un nivel de hipótesis planteamos, sin embargo, que los
cambios ocurridos en el régimen político no sólo lo diferencian del régimen anterior
sino dan lugar a un régimen de transición, aún no completamente definido. Es más, al
haberse producido cambios sustantivos en el bloque en el poder y en la relación de lo

212
No mencionamos exhaustivamente todas las empresas. Incluimos algunas que existían antes de este gobierno pero que han
sido sustantivamente incrementadas en su capacidad de producción (CPV. SIMA, Sider Perú...).
213
CARDOSO. Fernando Henrique. ESTADO y SOCIEDAD EN AME RICA LATINA. Buenos Aires Ediciones Nueva Visión
1973.
económico y lo político, la forma de Estado oligárquico -abstencionista en lo
económico- cambia también hacia una forma de Estado de transición que, a partir de la
modernización capitalista producida, se adecué a las necesidades del nuevo bloque.

Antes que calificar ya los términos de este nuevo Estado se requiere investigar
mejor los componentes del nuevo bloque: la burguesía industrial predominante, las
distintas formas de presencia del capital imperialista en ella y en relación al Estado y los
grupos sociales aliados que provienen tanto de los hoy reforzados aparatos de Estado
(Burocracia, Tecnocracia y Fuerza Armada) como de posibles ordenadores políticos de
la pequeña burguesía. La característica hasta ahora más saltante parece ser el
significativo poder del Estado, que potencia el margen de juego de aquellos actores
políticos que adquieren poder a través de los aparatos de Estado (militares, burocracia,
tecnocracia).

Pensamos que la transición no ha concluido; no sólo a nivel de la relación


Estado-economía, sino en el nivel propiamente político. Las variaciones producidas en
los términos de la lucha política -que han potenciado y puesto en ofensiva en 1976 a
actores políticos del 68- no sólo han conseguido del gobierno una política económica
más coherente con los intereses de la burguesía, sino que han logrado eliminar
virtualmente a los grupos militares que en el gobierno representaban las posiciones
radicales y progresistas más ligadas a un proyecto político de la Fuerza Armada que se
definió como alternativo al proyecto liberal de la burguesía. Hoy, se hacen presentes
en la escena cuestionamientos y tensiones que reclaman volver a los términos políticos
que planteaba el reformismo liberal en 1970-74, a la vez que el gobierno militar llama a
un empresario privado -conocido como cuestionador del proyecto velasquista- como
Ministro de Economía (214). La tecnocracia y en parte los mismos militares no parecen,
sin embargo, muy dispuestos a disminuir el poder económico del Estado y en medio de
estas tensiones se intenta afrontar la crisis económica.

Los políticos defenestrados el 68 reclaman elecciones como convicción previa,


levantando el dedo acusador contra "la Primera Fase", a la que niegan toda legitimidad
unos, mientras que otros callan prudentemente para no agredir a la institución
castrense que aún está en el poder. La burguesía tiene, sin embargo, varias alternativas.
No parece apoyar en bloque a los políticos que piden elecciones inmediatas. Necesita
que este gobierno -con capacidad de reprimir la protesta popular contra la política
económica- solucione primero la crisis en términos que aumenten la rentabilidad de

214
El Ing. Walter Piazza -Ministro de Economía y Finanzas- sustentó su posición doctrinaria y política ante el Presidente Velasco
en CADE 1972. Dijo Piazza que al hombre. . . "hay que definirlo tal como es: un 88r por natura egoísta qua busca su felicidad, pero
que solo alcanza su calidad verdaderamente humano cuando su espíritu se proyecta sobre la sociedad". De allí dedujo que "l. sana
amblcl6n del hombre y de su LEGITIMO EGOISMO, en la medida que no perjudiquen al conjunto social, han sido, son y serán
vigorosas fuerzas motoras de progreso". A partir de esta formulaci6n doctrinal defendi6 el pluralismo económico en los términos
en que convenía a la empresa privada, es decir sin siquiera la menci6n a la prioridad de la propiedad social, tal como ahora lo ha
reformulado la Segunda Fase. A partir de ello formuló también la forma en que los empresarios privados podían aceptar la
comunidad laboral: participaci6n sí pero no compartir la autoridad.
El Presidente Velasco respondió señalando "reparos y discrepancias significativas" sosteniendo que desde el punto de vista del
gobierno hay un fundamentable error INSUBSANABLE en sostener un enfoque de los problemas sociales, económicos y políticos
basados en el Individualismo o en una reduccl6n de la compleja naturaleza de lo humano a la sola dimensión del egoísmo en el
Individuo o finalmente en aceptar que la ambición y el egoísmo siempre y por siempre serán vigorosas fuerzas motoras del
progreso.....
Sostuvo el Presidente Velasco al rechazar ese planteamiento capitalista liberal que el gobierno rechazaba también el comunismo
estatista y el capitalismo con planificaci6n estatal que en este discurso lo identifico con los tercerismos. Señalo finalmente que "la
participación es participación en la toma de decisiones o no es nada" y que en síntesis el planteo del gobierno frente a la empresa
privada reformada esa propiedad compartida, dirección o autoridad compartida Ver CRONOLOGIA POLITICA. Hecho No. 1898
pp. 449 a 452.
sus empresas. Sin embargo, en perspectiva, los efectos de esta política son diferentes
en la gran empresa y en las medianas y pequeñas. A su vez la definición del rol del
Estado en la economía es vista de manera diferente por diversos sectores de la
burguesía, unos más ubicables en el proyecto liberal anterior y otros más dispuestos a
compartir con la nueva tecnocracia un desarrollo capitalista en el cual el Estado juegue
un rol decisivo. Los proyectos políticos están, así, en plena reformulación dentro de
una burguesía homogeneizada -respecto a la anterior etapa histórica- pero con
composición heterogénea a nivel de sus intereses específicos. En estos proyectos
políticos de la burguesía es posible reconocer la búsqueda de una "democratización"
que mantenga lejos del poder a las mayorías. Pero será cada vez más difícil si hay
lucidez en los actores políticos populares y se usa el espacio que cada proyecto
político abre en alguna medida, unificando las fuerzas progresistas con criterio amplio y
aprovechando las lecciones y experiencias de este intenso período histórico.

Quedan muchos rasgos por investigar, a la par que se desarrollan y cuestionan


las hipótesis aquí planteadas. El análisis político, comparando el Estado oligárquico -
como sistema global de dominación- con el Estado de transición actual, analizando los
rasgos de los distintos regímenes políticos que hacen operar ese Estado y el actual,
resulta importante para ver el curso del proceso político y sus posibilidades para las
grandes mayorías. En esta óptica, hay que ver también qué rasgos se mantienen,
reforzando el poder del régimen para dictar el curso de las mayorías, al margen de la
voluntad de éstas. La limitación real de toda participación política del pueblo hoy es
correlato de un régimen que concentra todo el poder del Estado, heredando y
manteniendo rasgos desarticuladores propios del Estado oligárquico. Este era gobierno
de pocos para los intereses de clases dominantes tradicionales. Hoy, el gobierno sigue
en manos de muy pocos y su política sirve en esencia a las clases dominantes
modernizadas. He aquí otros rasgos a investigar. La permanencia del carácter
antidemocrático propio del Estado oligárquico, a pesar de que entre 1968 y 1975 las
reformas abrieron canales reales de participación social (215), en claro contraste con los
períodos anteriores. Esa participación -llamada social- por partir de la base
empresarial, es fácil de comprimir e incluso de anular cuando no se expresa en una
democratización política real y cuando los intereses de las mayorías no pueden ser
expresados por ellas mismas, sin tutela de otras clases, en la arena política.
POST SCRIPTUM

Algunos hechos ocurridos durante la impresión de este libro incitan a incluir


unas líneas de referencia. El paro general del 19 de Julio es uno de los hechos políticos
más importantes de los últimos años, por lo que expresa en perspectiva. Se produce, a
su vez, rodeado de hechos significativos para el régimen que continúa en el poder,
gobernando en nombre de la Fuerza Armada.

El paro del 19 es fruto de una situación objetiva -la golpeada economía popular-
y de una unión de voluntades -la coordinación de sindicatos y fuerzas políticas-, no
sólo competitivas sino enfrentadas en los últimos años. Esta confluencia se produce en
uno de los momentos en que el gobierno se encuentra más aislado. Después de poner
en práctica las medidas económicas antipopulares de los Ministros Barúa y Piazza,
después de modificar la Ley de Comunidad Laboral y manejar al país con las garantías
constitucionales suspendidas por más de un año, el gobierno carece del más elemental
215
Incremento notable de sindicatos, cooperativas, comunidades laborales, ate.
apoyo de las mayorías populares, que cada vez ven más reducido su nivel de vida y más
limitadas sus posibilidades de organización y expresión. En efecto, el paro se da
precedido de. protestas en distintas ciudades del país y de una condenatoria
declaración de los Obispos del Sur Andino que cuestiona la política económica y social
del gobierno, evidenciando una confluencia que da cuenta de la situación objetiva que
vive la mayoría del país.

El paro fue convocado por un Comando Unitario que sentó en la misma mesa a
la CGTP, la CNT y la CTRP-Lima, junto con 18 Federaciones no adheridas a ninguna
Central. En el espectro político, esta confluencia unificó al
Partido Comunista Peruano, a un sector ligado al Partido Demócrata Cristiano, al
Partido Socialista Revolucionario, a Vanguardia Revolucionaria, al Partido Comunista
Revolucionario, a otros grupos menores de izquierda y a diversos sectores sin
definición partidaria. El hecho de que se pusieran de acuerdo es de por sí significativo;
aunque es preciso recordar que no se integraron sectores mineros y magisteriales
pertenecientes al Partido Comunista del Perú -Patria Roja-, decretando una
paralización posterior en el sector minero. El paro se hace efectivo sin la adhesión del
Partido Aprista que controla la antigua Confederación de Trabajadores del Perú,
entidad que se automargina de esta movilización que sólo puede compararse a las
jornadas de principios del presente siglo.

En otros países, con una trayectoria sindical poderosa, puede no ser sig-
nificativo un paro general, efectivamente nacional, como éste. En el Perú, sociedad
desarticulada políticamente, con fuertes y propiciadas divisiones en los gremios, con un
"estado de emergencia" que cumplió más de un año de duración desarticulando todo
intento de movilización, este hecho es significativo. Lima quedó completamente
paralizada, con el transporte reducido, a pesar de que las organizaciones gremiales de
transportistas no se habían adherido al paro. Las zonas de mayor concentración
industrial estuvieron totalmente paralizadas. Aunque los noticieros, diarios y revistas -
sujetos a censura previa desde esa fecha- afirmen en más de un caso que el paro fue
parcial, indican paralizaciones en Tacna, 110, Arequipa, Puno, Cuzco, Ayacucho,
Huancayo, Huánuco, Pucallpa, Cajamarca, Trujillo, Piura, Chiclayo. Es decir que, en
buena cuenta, por más recortes que se introduzcan, el paro fue efectivamente nacional.

Este hecho debe ser adecuadamente evaluado, teniendo en cuenta las


circunstancias en que se dio. La caída del Ministro Piazza -previa al paro luego, de
discrepancias con el resto del gobierno que sólo se han reflejado en algunos paliativos
a la dura política económica, y el discurso presidencial del 28 de Julio, anunciando que
habrá elecciones para una Asamblea Constituyente en 1978 y que la Fuerza Armada
transferirá decididamente el poder en 1980, indican la existencia de tensiones en la
cúpula, en un momento en que ésta pareciera contar sólo con el apoyo de la Fuerza
Armada.

El anuncio del retorno al sistema electoral se produce a la vez que miles de


obreros y dirigentes sindicales son despedidos al amparo del D.S. 10-77-TR, que
otorga a los empresarios la capacidad de despedir a los "organizadores" del paro.

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