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Los militares del 68 intentaron hacer una revolución "por decreto" y bajo las
reglas del verticalismo castrense. Aunque tal intención requiere precisiones, y se
hicieron en el texto, no negamos la voluntad que expresa la palabra revolución o
revolucionario por el simple recurso de ignorarla o cambiarla. Podemos entonces
ahora preguntarnos por aquello que se revolucionó y, usando un recurso verbal de la
época, podemos bien preguntarnos qué fue lo irreversible.
(1)
Sobre la reforma agraria es muy importante ver el trabajo de José Matas Mar y José Manuel Mejía, La Reforma Agraria en el
Perú. IEP, Lima, 1980.
(2)
Uno de los libros recientes con una visión global del proceso es The Peruvian Experiment Reconsidered editado por Cynthia
McClintock.y Abraham F. Lowenthal con trabajos de estos autores y Cotler, Thorp, Fitzgerald, Schydlowsky, Wicht, Stallings,
Guasti, Cleaves, Pease, North, Pásara, Eckstein y Sheahan. Princeton University Press, Princeton, New Jersey, 1983. El Instituto de
Estudios Peruanos lo ha editado recientemente en español.
Como fuentes documentales las entrevistas de María del Pilar Tello en ¿Golpe o Revolución? Hablan los militares del 68. Ed. Sagsa,
Lima, 1983.
Francisco Guerra García, Velasco: Del Estado Oligárquico al Capitalismo de Estado. CEDEP, Lima, 1983.
En la Historia del Perú de Juan Mejía Baca Ed. (Tomo XII), Luis Pásara ofrece una síntesis histórica bajo el título "El Docenio
Militar" (1980).
nuevo Estado, proponiéndose reformas que las fracciones burguesas más modernas
rechazaron. Su intento resultó en este aspecto claramente frustrado.
En otro nivel los diferentes estudios con los que hoy contamos pueden mostrar,
por ejemplo, los grandes límites de esta experiencia en cuanto a distribución del
ingreso (Web) o su escaso impacto en resolver los problemas de desempleo y
subempleo al tiempo que se agudizan las rigideces de una economía que no cambió
sino acentuó su estilo de desarrollo tardíamente apoyado en los esquemas de
sustitución de importaciones. Y habiendo expropiado para el Estado parte muy
significativa de la Banca y la gran minería, todos los servicios públicos y las
comunicaciones, en síntesis habiendo tomado parte significativa del poder imperialista
aquí instalado, cierto es que tras esta experiencia será decisiva arma para disciplinar a
nuestro país la deuda externa contraída por los militares, al tiempo que el capitalismo
internacional usa mecanismos más sofisticados que la propiedad directa de empresas
localizadas en nuestros países. Respecto a la deuda cabe indicar que, sin embargo, está
en Morales Bermúdez la principal responsabilidad y no sólo -ni principalmente por el
hecho de haber sido el Ministro de Economía de la Primera Fase. Como muestra en un
trabajo inédito Oscar Ugarteche, la deuda contraída por Velasco se dedicó en un 25%
a inversiones productivas rentables y es pequeña su inversión en armas comparada no
sólo con Morales Bermúdez sino incluso con el segundo gobierno de Belaúnde. Sin
embargo, también en la Primera Fase la expectativa de desarrollar el país a partir de
enormes proyectos hechos en función de lo que la banca exterior estaba dispuesta a
financiar, enlazó perfectamente con las necesidades del capital extranjero y estranguló
económicamente el proceso peruano(5).
La experiencia militar del 68 se constituye en el tercer reformismo de este siglo;
es a la vez síntesis particular de los anteriores y la única que en corto tiempo logra
aplicarse desde el gobierno. No discutimos aquí el carácter castrense del gobierno en
todo el decenio, pero señalamos sí el hecho de que las banderas que enarbola tienen la
(4)
Ibid
(5)
Como no ha sido publicado aún el trabajo de Oscar Ugarteche, al que hago referencia, cabe citar in extenso la parte pertinente
de la publicación hecha por la Municipalidad de Lima de su conferencia sobre la deuda externa en 1985: "Se dice que el gran
problema de endeudamiento del Perú fue durante el gobierno del General Velasco. En el estudio que he terminado en el Instituto
de Estudios Peruanos con datos de crédito público y la colaboración de la Universidad Católica, lo que me ha salido de la
investigación es que: la deuda del período 69-75 de mediano y largo plazo del sector público se incrementó en dos mil doscientos
cincuenta millones de dólares a mediano y largo plazo, de los cuales la cuarta parte fue a sectores productivos; doscientos ochenta
y cinco millones de dólares, que es como el 12%. fue a defensa; otra cuarta parte fue a la refinanciación de la deuda del período del
gobierno de Belaúnde y la diferencia fue a infraestructura y sectores sociales. En el período del general Morales, la participación de
la deuda productiva bajó de la cuarta a la quinta parte de la deuda. La deuda del período aumentó en dos mil quinientos doce a
mediano y largo plazo. La deuda por defensa de ese período es el 50% del endeudamiento, mil doscientos treintitrés millones de
dólares; seis veces la deuda por defensa del general Velasco. Y en este período, el endeudamiento por refinanciación disminuyó
porque hicieron pagos por adelantado, disminuyó en doscientos veinte millones de dólares. Finalmente, en el último periodo es
cuando hay más endeudamiento, es de tres mil veinticinco millones de dólares, es cuando la proporción es menos productiva, el
10% de la deuda es productiva, trescientos sesenta millones. La mayor proporción es gastos de infraestructura, sete cientos once
millones. Y en defensa setecientos catorce millones, tres veces mayor del endeudamiento del periodo del general Velasco".
influencia de las banderas apristas de los treinta y de las banderas del llamado
reformismo democrático posterior al ochenio del General Odría cuando el
belaundismo, la democracia cristiana y el social progresismo recogieron y
reformularon en parte las banderas reformistas que el partido aprista abandonaba
momentáneamente al convertirse en aliado de la propia oligarquía.
Esta discusión viene muy al caso en el momento actual, al publicarse esta cuarta
edición en los primeros meses del gobierno de Alan García. Concluido el tiempo de
gracia, ampliada al máximo la expectativa que se cultivo en la etapa electoral y en los
primeros días del nuevo gobierno, asistimos a una innovación importante en el estilo
de hacer política, a un incesante conjunto de iniciativas de coyuntura que en medio de
un singular activismo pretenden cambiar lo que aquí está pasando; pero, hasta hoy, no
hemos conocido ni un programa ni una estrategia, ni propuesta de reformas que al
menos tuvieran la consistencia sectorial indispensable para sustentarse. Y no es que
hayan desaparecido los técnicos; lo que planteamos no es un problema técnico, es un
problema político y de magnitud, porque hace referencia al orden de loe; objetivos
sentidos, al orden de la construcción que hace el político de tópicos viables que se
convierten en posibilidad de realización a mediano plazo en orden a fines de mayor
aliento. No puede ser la crisis y la respuesta anticrisis el único lenguaje de un Estado
que parece devenir en una enorme asistencia pública tras el restaurador y el repuesto
arquitecto.
En efecto, esta década que ya nos separa del tiempo final del velasquismo incluye
dos gobiernos a la deriva, incapaces de responder siquiera a la demanda de corto plazo
del pueblo. No examinamos ni la habilidad ni la honradez de ambos gobernantes como
punto de partida, pues el primero mostró habilidad al menos para caer parado y el
segundo volvió a salir pobre de Palacio. Lo importante es analizar qué han hecho de
esta economía, de este Estado. Y cualquier indicador de calidad de vida lo indica:
estamos pauperizados y aunque el restaurador y el restaurado nos indiquen a Velasco
como único responsable, tendremos que repetir que es imposible tal simplificación,
que con todos los errores y con todas las consecuencias fue ése, como parece ser el
actual, un tiempo de esperanza. Así lo vio el pueblo peruano con pocos títulos
universitarios, pero con experiencia suficiente para desbrozar confusiones entre
verdad y mentira, entre política y politiquería. Así lo ve cualquier observador que a
distancia examine algunos indicadores de lo que podía corregirse en 1975 o de lo que
se hizo en el segundo belaundismo para repartirnos entre las transnacionales y los
lagartos locales.
La ausencia de norte que es visible hoy no es pues casual. Difícil es concretar un
programa reformista como el que ha caracterizado a la mayor parte de este siglo. Lo
que ocurre es que el encuadre internacional es ahora más fluido, se han terminado las
ilusiones desarrollistas, cepalinas o no, y el imperio luce su rostro sin caretas con
Reagan y su política actual. En este contexto es difícil para el gobierno aprista tomar
talla histórica. Puede responder al problema de la deuda pero carece de un ramillete
de medidas en pos del ya lejano mensaje antiimperialista, porque tal como ha ocurrido
en la negociación petrolera con la Occidental el partido gobernante siempre encuentra
el lado bueno del imperialismo y a tal concepción e intereses se adapta
conciliadoramente.
Lo que ofrece este libro es, así, una primera aproximación al estudio del proceso
político 1968-75 a partir de la observación sistemática de la escena oficial, con muchas
preguntas abiertas y con la intención de aportar al debate y la investigación que
clarifiquen las nuevas opciones y perspectivas. El libro no ofrece testimonio de un
actor político, ni pretende sólo calificar actores y políticas. No es un "libro de batalla",
ni coloca el dedo acusador o defensor como objetivo central. Tampoco pretende la
"objetividad" de la ciencia burguesa que en estos términos es imposible y sólo
constituye una envoltura de la conformidad con el sistema. Se ha estudiado y escrito
observando la escena, pero sin ser ajeno a lo que en ella ocurre; compartiendo las
frustraciones de las mayorías explotadas y marginadas del poder.
El cuerpo central de este libro -los capítulos II, III y IV- intenta una periodización
de la escena política oficial en función de la lucha entre tendencias presentes en el seno
del gobierno y que se vinculan con las fuerzas sociales en pugna en la sociedad peruana,
en sucesivas coyunturas cuya resultante fue definitoria del rumbo del Gobierno.
Los dos últimos capítulos - V y VI- recogen de manera preliminar algunas notas
sobre el Estado y el régimen político como aporte al debate y a la investigación
posterior. La observación de la escena política oficial indica algunas resultantes que
importa resaltar: la concentración de poder en el Estado -distinguiéndose ya de la
forma de Estado oligárquico y su liberal ubicación en la economía-; los
entrampamientos de una política económica tradicional, incluso para el nivel de
reformas emprendidas; el carácter burgués de la resultante, en tanto que con
reiteradas evidencias mantiene una hegemonía antipopular en el Estado a la vez que
moderniza la forma de dominación capitalista; el agotamiento de los proyectos
políticos incubados en el régimen y el espacio político -abierto en un período y
cerrado luego- para la expresión de las mayorías populares; los límites que en todo el
proceso se encuentran para un verdadero ejercicio político de las mayorías; los rasgos
y mecanismos del régimen político en la cúpula, como formas de canalizar el funcio-
namiento del gobierno. Estos son algunos de los elementos observados y planteados
como fruto inicial de la observación de la escena.
(1)
Inevitablemente la última parte de este capítulo adelanta elementos sobre el curso del proceso 1968-75. Ello es necesario para
situar el significado de 1968. Este trabajo, centrado en la observación de la escena política, no desarrolla un análisis de cada una de
las reformas, sus alcances y significación. Sólo un conjunto de apreciaciones globales están presentes en los dos últimos capítulos.
Queda allí un trabajo aún pendiente, para posteriores etapas de investigación, que no se aspira agotar en este libro.
(2)
La Empresa Petrolera Fiscal, cuyo Presidente -el Ingeniero Loret de Mola- denuncia, al renunciar días después de firmar el Acta
de Talara que se ha perdido la última hoja del contrato, conteniendo notas sobre el precio de venta del crudo (por la EPF a la
IPC).
La denuncia convierte a este acontecimiento en el factor que desencadena la
crisis política. Esta, sin embargo, tenía bases más antiguas, que afectaban la legitimidad
del régimen y los gobernantes. Las denuncias de contrabando en gran escala, ocupaban
varios años en la escena. Señalaban la culpabilidad de miembros del Parlamento y del
Ejecutivo, incluido un ex-Ministro de la Fuerza Armada. La devaluación de 1967 -
producida horas después de que el Presidente Belaúnde calificara de "traidor a la
Patria" a quien la propiciara- pesaba sobre las economías de los sectores medios y,
populares, expresándose en el debate político en mutuas recriminaciones entre los
poderes del Estado. La frustración de todas las promesas reformistas constituía el
telón de fondo de esta crisis y el acuerdo político entre el Partido Aprista y Acción
Popular -dando origen al “Gabinete Conversado”- terminaba por desautorizar
moralmente lo que fue el reformismo democrático.
Estos elementos apenas son un recuerdo de los términos del debate político de
entonces, configurando la ilegitimidad de un régimen que sólo podía recurrir a la fuerza
-de la ley o de las armas- para mantenerse. Era un gobierno legal Y constitucional.
Carecía, sin embargo, del mínimo de legitimidad para mantenerse en pie. En 1965
recurrió a la Fuerza Armada para eliminar el brote guerrillero, expresión de la larga
lucha de un pueblo explotado. Cumplido su objetivo, el gobierno mantuvo en pie
formas de represión que dejaban escaso margen a la expresión popular. Sin embargo,
la fuerza no es suficiente para mantenerse en el poder -sin legitimidad-, más aún si ésta
comienza a ser cuestionada en los mismos aparatos ejecutivos de esa fuerza.
Pero esta noción, aunque agrega precisiones de rasgos propios del poder en el
Perú, es insuficiente y si se la utiliza sola puede llevar a imaginar una clase dominante
monolítica y sólo pre-burguesa con lo cual, entre otras cosas, muchos hechos, alianzas
y pugnas quedarían inexplicadas, sin salir del anecdotario político. Por ello, la noción de
bloque en el poder y el concepto de hegemonía(4) que aplicamos en el trabajo,
permiten ver la relación entre las distintas clases y fracciones de clase que conforman
(3)
En la forma de explotar estas tres riquezas hay en común el hecho de que la burguesía nativa no podía, por sí misma, dirigir y
financiar su explotación. A partir de ello hay muchas diferencias. En el guano, la burguesía limeña logra ser inter mediaria y recibir
parte del beneficio que traslada a los bancos y al agro de la costa. En la minería y el petróleo, que demandan capital y tecnología en
otras dimensiones, poco es lo que queda en manos nacionales. Se trata de grandes enclaves de capital extranjero que no se
asocian con inversionistas locales.
el poder. Dicha relación es unitaria a un nivel y contradictoria en otro ya que luchan
por la hegemonía expresada en el Estado(5).
(4)
Para el desarrollo de estos conceptos, se hace referencia a ANTONIO GRAMSCI: ANTOLOGIA "Escritos Políticos". Ed. Siglo
XXI. México, 1970. También a N. POULANTZAS: PODER POLITICO y CLASES SOCIALES EN EL ESTADO CAPITALISTA. Siglo
XXI Editores, México 1969.
(5)
En efecto, al analizar el Estado en relación con las clases se observa que la clase que lo define y controla no es un bloque
monolítico. En el tipo de Estado capitalista se comprueba una relación específica entre las clases o fracciones de clase a cuyos
intereses políticos responde este Estado. Tanto por el juego que permiten las instituciones del Estado, como por la pluralidad de
clases dominantes en una formación social, (en la que coexisten varios modos de producción) y aun en la misma conformación de
la clase burguesa (en la que se puede distinguir fracciones comerciante, financiera e industrial), está presente esta composición a la
vez plural y contradictoria, pero siempre con un terreno común en el interés por mantener un Estado que impone un tipo de
dominación que les interesa en conjunto. El concepto de bloque en el poder indica así la unidad contradictoria particular de las
clases o fracciones de clase dominantes, en su relación con una forma particular del Estado capitalista (POULANTZAS. Op. cit.
págs. 295-317). En esta unidad contradictoria y compleja se da la hegemonía de una clase o fracción. La lucha política busca esa
hegemonía y se da dentro del marco global de la lucha de clases, a partir de la existencia de intereses antagónicos en la sociedad y.
de intereses contradictorios dentro del bloque en el poder. La hegemonía supone capacidad de una clase o fracción de imponer
sus intereses como propios de todo el bloque en el poder, arrastrando tras su política y su ideología a otros grupos sociales,
medios e incluso populares ("interés general"). La crisis de hegemonía parte de las contradicciones existentes dentro y fuera del
bloque. El desarrollo de las contradicciones dentro de este bloque se vincula con procesos estructurales más amplios: la evolu ción
del sistema capitalista mundial y los diferentes intereses y prioridades que, en períodos sucesivos, impone la dominación
imperialista a las economías dependientes; el desarrollo de las fuerzas productivas y su desigual expresión en la conformación
regional de esta sociedad; el impacto de las luchas populares, que aunque en esencia se dirigen contra el bloque en su conjunto, no
necesariamente llevan a una respuesta homogénea dentro del bloque en el poder (entre otras razones porque cada fracción tiene
distintos márgenes de adaptación, que se vislumbran mejor cuando surgen acciones reformistas, tolerables e incluso aprovechables
por algunas de las fracciones, pero que para otras, las más subordinadas, suponen una agresión real a intereses inmediatos).
Situadas ya en la lucha política concreta, las formulaciones ideológicas y la actuación de los intermediarios políticos, tienen también
importancia final en la resultante.
(6)
Esta fracción no es sólo terrateniente en este siglo. Su punto de partida es la pro piedad de las tierras del norte, que constituyen
la base de la agroindustria. Controlan, en alianza con inversionistas extranjeros, la producción y comercialización azucarera,
principalmente. Es hegemónica sobre el conjunto del agro, liderando la SNA y las otras fracciones de la clase dominante,
definiendo en sus términos la política económica del Estado.
En efecto, ya en el siglo XX el bloque en el poder no está compuesto sólo por
las clases y fracciones conocidas como oligárquicas (agroexportadores, fracción
financiera y terratenientes tradicionales o gamonales). A los grupos industriales (que
constituyen parte del bloque en el poder aunque subordinados a la hegemonía
agroexportadora), no se les puede calificar de "oligarcas", no sólo por su distinta y más
moderna base material, sino por la progresiva diferenciación de intereses que los ha de
enfrentar con la llamada oligarquía. Sin embargo, cabe utilizar en este contexto la
denominación "Estado oligárquico" para referirse a la forma de Estado que existe en el
Perú mientras subsiste la hegemonía de las fracciones oligárquicas en el bloque en el
poder(7). La crisis del Estado oligárquico se expresa en una agudización de la lucha por
la hegemonía dada en la cúpula, como expresión de luchas más amplias en el conjunto
de la sociedad, entre este poder ya desgastado y las clases mayoritarias.
A estos tres procesos se suma la expansión del Estado, que hace crecer sus
servicios "sociales" (salud, educación, obras públicas...), como una forma de obtener
legitimidad en un medio cada vez más urbano, que exige soluciones a sus problemas
vitales tanto en el asentamiento poblacional como en el empleo, siempre escaso (13).
Al concluir la dictadura del General Odría, nuevas fuerzas sociales se expresaron
en la escena política, indicando que estos y otros procesos de cambio confluyen en
opciones antioligárquicas que, con renovados bríos, se expresarán en los partidos
reformistas que aparecen en 1956. El APRA, el gran catalizador antioligárquico de la
coyuntura del 30, no cumplirá ya ese rol en la nueva coyuntura. Ha optado por una
alianza directa con las fracciones oligárquicas para obtener la legalidad que le fuera
negada por más de 20 años. Con ello el panorama político será más complejo, pues
este antiguo partido -con la imagen de un pasado progresista- asumirá la opción
oligárquica desde 1956 enfrentando al nuevo reformismo, lo que agudizará el enfrenta-
miento político, incluso dentro del bloque en el poder.
(11)
Lima pasa de una población de 533,645 habitantes en 1940, a una población de 2'245,067 habitantes en 1971. Otras ciudades
del interior tienen también importante crecimiento. Hay algunos casos realmente explosivos como Chimbote, que de ser una
caleta de pescadores que en 1940 tenía una población de 9,723 habitantes, pasa a ser una ciudad de 167,234 habitantes en 1971,
por efecto del auge de la pesca de anchoveta (Censos Nacionales de Población y Vivienda-Oficina Nacional de Estadísticas y
Censos. Las cifras de Chimbote incluyen anexos y caseríos).
(12)
Sobre el significado de estos "proyectos" y su vinculación -con intereses de los grupos de poder puede verse: A. RODRIGUEZ,
G. RIOFRIO, E. WELSH: "De Invasores a Invadidos". LIMA, DESCO, 1973 - Serie Praxis No. 4.
(13)
La expansión del Estado es una constante a partir de la década del 30, y se produce especialmente durante los gobiernos
militares de Benavides (1933-1939) y de Odría (1948-1956). No se trata de una expansión de las funciones económicas,
normativas y empresariales. Ello no lo permite la oligarquía, que demanda un Estado liberal. Es más bien la expansión de servicios
públicos de salud, seguridad social y educación pública, a la par que la construcción de carreteras, edificios públicos, viviendas y
servicios conexos. Esta expansión se sustenta en la necesidad del Estado oligárquico de conseguir el mínimo de legitimidad
necesario para no gobernar únicamente sobre la base de la represión. Los servicios y obras públicas generan empleo para los
crecientes sectores medios y son también una respuesta a las presiones que el proceso de urbanización va generando sobre el
sistema político. La expansión del Estado y la política de obras públicas es tolerada por la oligarquía, aunque en más de una ocasión
produjo tensiones de sus más poderosos representantes, que veían en esa política un peligro para sus intereses inmediatos (por
ejemplo, la reacción de Pedro Beltrán -uno de los gestores del golpe de Odría-, renunciando a la presidencia del Banco Central en
1950, en desacuerdo con la política de obras que implementa Odría, afectando el "equilibrio" necesa rio para las posiciones
liberales más ortodoxas).
(14)
Otros partidos, como el Movimiento Social Progresista, tuvieron importancia coyuntural y aportaron cuadros que adquieren
importancia individual después del 68, pero no significaron políticamente mucho en el período 63-68.
El contenido de las posiciones reformistas estuvo marcado por la demanda de
libertades democráticas que permitieran la apertura de un espacio político en el que
pudieran hacer valer las demandas de los grupos sociales que representaban. Estas
demandas se opusieron al carácter cerrado que habían tenido los regímenes políticos
del Estado Oligárquico. Los intereses que se expresan en el reformismo democrático
son, sin embargo, más complejos y están influidos por los cambios estructurales
producidos: el fortalecimiento del polo urbano industrial de la economía, la quiebra del
orden rural tradicional y el crecimiento de las ciudades. La expansión de los servicios
del Estado ha acelerado este proceso y difícilmente puede detenerse por la presión
que parte de los sectores urbanos.
(15)
El crecimiento de la educación secundaria es explosivo: en la década de 1950 la educación secundaria crece en 270% pasando
de 72,526 alumnos en 1950 a 198,259 en 1960. En la década de 1960 este crecimiento explosivo se traslada a la Universidad,
aunque ésta no pueda recibir a toda la población que egresa de secundaria. El crecimiento de los egresantes (postulantes
potenciales) es de un 320%. La población universitaria pasa de 15,919 alumnos en 1950 a 30,983 en 1960 y a 92,402 en 1969. El
número de Universidades que en 1960 era de 9, pasa en 1970 a 34. (Información estadística publicada por el CONUP: Consejo
Nacional de la Universidad Peruana).
Esta insurgencia de los sectores medios en la vida política se liga a la lucha del
movimiento campesino en la época, en tanto que los primeros asumen -aunque fuera
parcialmente- la bandera de la reforma agraria como reivindicación.
a. LA OPCION OLIGÁRQUICA
(20)
Esta perspectiva triunfalista está presente no sólo en el cuadro político nacional. Gran parte de América Latina pasa por un
período democrático y reformista cobijado al amparo del período Kennedy y del lanzamiento de la Alianza para el Progreso. En
1963 Brasil aún experimenta un gobierno populista. Venezuela y Colombia tienen regímenes democráticos que en años anteriores
derrocaron a los dictadores Pérez Jiménez y Rojas Pinilla. Ecuador repetirá un gobierno populista con Velasco Ibarra y Argentina
buscará en Frondizi un intento desarrollista. Chile en 1964 verá el triunfo de la Democracia Cristiana de Frei y su intento de
“Revolución en Libertad”, tan parecido al reformismo de la Alianza AP-DC (salvando distancias enormes del cuadro político en
que se ubica cada Partido Demócrata Cristiano hay más que un marco ideológico común). Todo este cuadro internacional se
relaciona con la política de los Estados Unidos que expresa su apoyo sólo a regímenes democráticamente elegidos, aunque esa
política cambiará muy pronto ante los gobiernos militares de Brasil y Argentina. Ya en 1962 esta política se había expresado ante la
Junta Militar peruana. El gobierno norteamericano vio con gran simpatía la candidatura de Haya de la Torre en 1962. Incluso su
Embajador, señor Loeb, tuvo el descuido de aparecer en una manifestación política, a lo que agregó diversas reuniones
propiciando alianzas que evitaran la intervención militar. Ello le valió que la nueva Junta pidiera su retiro al tomar el poder, pero el
contexto de esa coyuntura incluyó presiones de los EE.UU. para hacer transitorio el régimen. El reformismo de Belaúnde,
triunfante en 1963, era sin embargo adecuado a estos propósitos de la política exterior norteamericana, que desde la Alianza para
el Progreso propiciaba la Reforma Agraria para los sectores más tradicionales como una política que además de favorecer la
modernización y hegemonía del sistema capitalista en América latina prevenía concretamente la agudización de conflictos sociales
que pudieran hacer peligrar el sistema político.
(21)
Los seis años de la Convivencia con Prado le han dado además recursos y poder que se expresa en votos. En ese período
contaron con influencia decisiva en los Ministerios de Trabajo y Educación para fortalecer su presencia entre obreros y maestros
lograron recursos para obras regionales que prestigiaron a sus parlamentarios y pudieron así tener en las elecciones de 1962 y
1963 un caudal de votos de casi un tercio del electorado, que les dio efectivo poder en el Parlamento.
Se constituyó así la opción oligárquica en la escena política, con fuerzas sociales
lo suficientemente poderosas como para doblegar a su enemigo inmediato en la
coyuntura: el reformismo democrático.
b. LA OPCION REFORMISTA
Frente a esta opción oligárquica se sitúa el reformismo que articula las posiciones
antioligárquicas de la mayoría de sectores medios, con el apoyo de la burguesía
industrial y otros sectores modernos, como la construcción, parte del comercio, la
pesca y los servicios. Con el liderazgo de Acción Popular y Belaúnde, logra el apoyo de
parte del campesinado y el proletariado.
(22)
Se recuerda, por ejemplo, lo que se conoció como el "bloque parlamentario pesquero" que incluía diputados del APRA, AP,
DC y UNO; que al ser descubierto en "Olga" ocasionó la expulsión del diputado y Ministro Roberto Ramírez del Villar del PDC y,
acto seguido, la ruptura de este Partido con la formación del Partido Popular Cristiano liderado por el Alcalde Bedoya.
c. LA IZQUIERDA
(23)
Durante este período trabajan en el Comité de Defensa y Unificación Sindical y recién en el gobierno siguiente logran el
reconocimiento oficial de la CGTP.
(24)
En este trabajo no desarrollamos un análisis del significado de las guerrillas del 65 sino en el nivel de su impacto visto desde la
cúpula. Tampoco estudiamos el desarrollo de diversos partidos a la izquierda del PC, con sucesivos fraccionamientos y una
actuación que se orienta principalmente al medio sindical y a la dirigencia estudiantil. Organizaciones jóvenes de esta nueva
izquierda actuaron en el escaso espacio político que dejó el Estado oligárquico y quedaron marcadas por éste: incapaces en el
período siguiente de llegar a las masas, superar el divisionismo y el diletantismo con que marcó la Universidad a sus grupos de
origen. El proceso 1968-75 dará oportunidades de maduración pocas veces aprovechadas.
sólo ha funcionado cuando el Presidente contaba con una dócil mayoría en el
Parlamento, llevando al inmovilismo al régimen que no lograra esa condición(25).
Hay así en este período una situación de vacancia hegemónica, que da como
resultado un régimen cuyas políticas son contradictorias, sea por conciliación o por
triunfo de una de las partes en cada caso. Analizando la política económica puede
afirmarse, sin embargo, que la oligarquía consiguió mantener la mayor parte de las
medidas que favorecían a su fracción más importante: los agroexportadores. Sucedió
así, porque en el reparto institucional le favorecía el control legislativo, indispensable
para asignar nuevos tributos, implantar el control de cambios o tomar medidas que
llevaran eficazmente a la industrialización. La devaluación de 1967 beneficiará en este
sentido a la burguesía agroexportadora, como en anteriores ocasiones.
(25)
Según la Constitución de 1933, el Presidente es Jefe del Estado Peruano, con efectivo poder ejecutivo. Elegido por voto
universal, nombra a su criterio al Presidente del Gabinete y con éste a los Ministros, pudiendo removerlos en cualquier momen to.
A partir de ello, ejerce el poder administrador con todos los atributos del caso. Puede observar las leyes, derecho que si bien
difiere del veto obliga a una nueva discusión, con lo cual posterga el problema a una nueva coyuntura política. Sin embargo, el
Parlamento tiene también un poder que no se limita a legislar: tiene derecho a iniciativa en el gasto presupuesta/, con lo cual puede
alterar las previsiones del Ejecutivo, sin asignarle los ingresos adecuados. Puede censurar al gabinete o a un Ministro en particular,
con interpelación o sin ella; interviene en los ascensos de coroneles, generales y sus equivalentes en la Armada, así como en la
elección de los Vocales Supremos. Tiene, en suma, poder suficiente para interferir a tal punto en la política del Poder Ejecutivo
que su acción lleva o a una paralización o a conciliaciones parciales o totales.
básicas, control de recursos, etc., que resulta necesario en un proyecto industrialista
como medio de articulación de una economía tan diversa y -un sector exportador
poderoso que la burguesía industrial no podía controlar sino a través del Estado.
La otra tendencia partía de una óptica más social que económica, ubicándose en
ella elementos de la pequeña burguesía que asumiendo más en serio los planteamientos
reformistas -en sus valores de justicia social- continuaron un proceso de radicalización.
Dentro de ella se ubican el Vicepresidente Edgardo Seoane y parte de los dirigentes de
Acción Popular Que rompieron con ese partido y formaron Acción Popular Socialista
en 1968. Se ubica también la Democracia Cristiana, liderada por el Senador Cornejo
Chávez. Este reformismo social se caracterizó por una percepción vertical de las
reformas: se planteaba la necesidad de cambios estructurales, entendidos como leyes o
actos de poder, que no pasaban necesariamente por una política de masas(28).
(26)
Tales como Carlos Ferreyros, Carlos Velarde Cabello, Carlos Muñoz.
(27)
Tales como J. M. de la Jara, J. Arias Stella, J. Alva Orlandini, Fernando Schwalb, etc.
(28)
Comparándolo con el proyecto aprista de los años 30 es evidente esta verticalidad. Podría relacionarse con el hecho de que
buena parte de estos políticos no llegaron nunca a ser líderes de masas y su experiencia partió de la lucha parlamentaria o de la
El desgaste del régimen se acentuó en 1966 (29), a la par que se agudizaba el
decantamiento del reformismo. A fines de ese año, se quiebra el Partido Demócrata
Cristiano (integrante de la Alianza que encabezaba Belaúnde) retirándose el sector más
conservador, que mantendrá sus vínculos con Belaúnde y el Carlismo, formando el
Partido Popular Cristiano. Un año después la Democracia Cristiana se retiró de la
Alianza. Llevaba en su decisión la frustración de la reforma agraria que pretendió
conducir desde el Ministerio de Agricultura, una de las dos carteras que le
correspondían en el Gabinete, pero que el sabotaje del Parlamento, y luego
progresivamente del Ejecutivo, le impidió implementar.
b. EL PROYECTO ULLOA
La tarea no era fácil, pues debía llevarse a cabo a la vez que se encontraban
soluciones para superar la crisis económica. El nuevo Gabinete tenía en su favor las
conexiones del Ministro Ulloa, que aportaba lazos directos con la burguesía
imperialista Y ofrecía a los sectores modernos -principalmente industriales- la ocasión
de reforzar su poder de negociación frente a las fracciones oligárquicas; en ello la
vinculación directa con el capital extranjero fue siempre decisiva. Sin embargo, el
problema relativo a la representación política es más complejo, especialmente si se
piensa en las elecciones de 1969. El APRA, menos desgastada, se mantenía fiel a sus
lazos con la burguesía agroexportadora. El pacto con Acción Popular no era público ni
formal y se refería por ahora sólo a la coyuntura de un gobierno cercano a concluir,
que debía dejar solucionada la crisis económica. La responsabilidad de las medidas que
tomara el gobierno caería sólo sobre el Ejecutivo, pues el Gabinete recibió "poderes
extraordinarios". Por su parte, los acciopopulistas de la línea belaundista se
encaminaban con esta política a ser representantes más orgánicos de la burguesía
industrial y esperaban de la gestión de Ulloa los términos para quedar en mejor pie en
1969. La pugna política tenía así en este nivel un camino aún largo por recorrer,
aunque ya estuvieran esbozados en este pacto elementos que podrían servir luego para
la recomposición del bloque en el poder(30).
(30)
En este nivel la lucha por el candidato presidencial sería dura entre el líder aprista y Ulloa como candidato presunto de Acción
Popular. Contaban ambos, sin embargo, con una hábil figura de transacción, con arrastre personal, pero sin un partido con fuerza
propia: el Alcalde Bedoya Reyes, del Partido Popular Cristiano, quien tras larga pugna con el Senador Cornejo Chávez abandonó la
Democracia Cristiana en 1966 luego de la expulsión-del abogado Ramírez del Villar, reclamada por la Juventud Demócrata
Cristiana al verificarse sus vínculos con el magnate pesquero Luis Banchero.
afectarla, vía tributos por ejemplo, más aún cuando acababa de beneficiarse enorme-
mente con la devaluación monetaria.
En todo caso, parece claro que la hegemonía de la burguesía industrial sobre los
agroexportadores, en términos de un proyecto liberal de industrialización
(31)
La acción de estos representantes directos de los agroexportadores indica que el APRA mantenía sus lazos con esta fracción y
que su pacto con Acción Popular no era una simple opción por los industriales, que a su vez no sólo se expresaban a través de
Acción Popular. Los representantes políticos no son mecánica expresión de las clases y fracciones, más aún cuando como en este
caso no son partidos orgánicos de una clase o fracción. Habría que estudiar la hipótesis de un nuevo viraje del APRA (hacia el
reformismo pro-industrial), pero es más factible que con este pacto el acercamiento entre los partidos llevara a una política de
conciliación y reacomodo entre estas fracciones, aun cuando irritara a los representantes más ortodoxos de los agroexportadores
como Pedro Beltrán.
dependiente, pasaba por la necesidad previa de obtener el apoyo del capital
imperialista produciendo mejores condiciones de negociación interna. De allí la
importancia inicial de refinanciar la deuda, obtener créditos e inversiones y para ello
solucionar el problema de la IPC. La negociación interburguesa, reiniciada después de
la devaluación de 1967, tenía en todo caso que recorrer un lento camino, dado que los
agroexportadores tenían poder económico propio y también poder político a través
del APRA.
La crisis política de este período expresa una crisis más profunda de las clases
que controlan el poder. Las fracciones oligárquicas (32) perdieron toda legitimidad frente
a las mayorías al imponer sistemáticamente una forma cerrada de dominación que
recurrió a la dictadura y a la "dictablanda" en forma casi sistemática para imponer un
orden social cerrado que desde los años 30 fue cuestionado por las clases medias y
populares. Pero también perdieron progresivamente hegemonía frente a nuevas
fracciones burguesas, como la industrial y en parte la pesquera (33), que con más
dinamismo acentuaban su importancia económica a partir de los años 50 hasta resultar
hegemónicos en el curso de la acumulación. Estas nuevas fracciones burguesas, con
capacidad de conexión directa con el capital imperialista, pondrán a la defensiva a las
fracciones oligárquicas en el transcurso de estas dos décadas, aliándose para ello con
sectores medios y populares. Pero no podrán desplazarlas directamente del poder y
terminarán articulando nuevos pactos que conducirán a un aislamiento del régimen.
(34)
Nos referimos a los militares, aunque en este siglo, y conforme avanza el proceso de institucionalización, es más preciso hablar
de Fuerza Armada por incluirse la participación de la Marina y la Aviación. Estas armas, sin embargo, tienen menor grado de
presencia política y actúan bajo el liderazgo del Ejército en el período.
(35)
Ni necesitaban hacerlo por las características del poder oligárquico. Este, en efecto, fue cerrado incluso cuando más apertura
democrática mostraba formalmente. Las elecciones tuvieron siempre una reducida participación de la población: no votaban ni
analfabetos, ni menores de 21 años. Hasta la dictadura de Odría no votan las mujeres y se excluía también, incluso luego, el voto
de militares y del clero. En toda elección el poder de los caciques locales resultaba decisivo en la definición de votos y votantes y
en más de una ocasión, como las elecciones de Odría en 1950, el poder definía la victoria de su candidato con el uso de todo tipo
de argucias y fraudes.
crecimiento del aparato estatal encuentran mejores ocasiones de ascenso social y
mejoramiento de niveles de empleo y consumo.
Los militares toman distancia de las fracciones oligárquicas desde la dictadura del
General Odría. Ello se expresa más nítidamente en 1962, cuando su actuación significó
un apoyo expreso al reformismo democrático que encabezó el Arquitecto Belaúnde.
Provenientes en su mayoría de los sectores medios, fueron parte de la reacción
antioligárquica de las décadas 50 y 60, sin que ello eliminara de sus filas a elementos
importantes dispuestos a cumplir un rol de gendarme tradicional.
Su clara opción por Belaúnde no impidió que a lo largo de ese Gobierno los
partidos de la Alianza y la Coalición establecieran una especie de competencia para
halagarla y elogiarla. Esto llega a su cIímax cuando cumple rápidamente con liquidar la
guerrilla de 1965. Los propios actores políticos dejaron al margen del desgaste del
régimen a la única institución sólida del Estado de entonces. No siguieron su evolución,
ni las sugerencias de sus mandos, que desde el Gobierno de Prado, aunque con
altibajos, planteaban una solución nacionalista al problema de la IPC(39).
El golpe trae a la escena un nuevo régimen político. Este concentra los poderes
Ejecutivo y Legislativo en manos de un equipo que tiene su origen y su legalidad en la
Institución Armada. Los partidos políticos y los dirigentes de éstos, pasarán a un
oscuro plano. Su debilidad orgánica hace innecesaria una prohibición. El golpe se ha
producido en el momento de su máximo deterioro. En adelante la mayor parte de los
partidos jugará un rol secundario, limitándose a emitir ocasionales pronunciamientos
de apoyo o ataque, cuya publicación estará sujeta a la decisión de los diarios. Sólo el
APRA y el Partido Comunista mantendrán un trabajo estable hacia adentro, dirigido a
sus propios cuadros y organizaciones gremiales, pero distantes, la mayoría de ellos, de
los hechos centrales del momento político. Existen como partido, pero pierden su
punto de referencia tradicional, el espacio político que significa un Parlamento, un
Municipio elegido o una campaña electoral. Su espacio queda reducido al plano gremial
y allí no todos los partidos tenían cuadros.
(44)
"El Comercio", empeñado en larga campaña contra la IPC y probablemente conciente de la nueva ligazón entre el APRA y
Acción Popular, apoyará inicialmente al nuevo gobierno. En todo el siglo ha apoyado a los gobiernos militares y éste, en su primer
año, no le proporciona evidencias de la política que luego los enfrentará polarmente.
(45)
La adhesión de estos grupos al gobierno es un proceso gradual que comienza a par tir de la nacionalización de la IPC y se
ensancha con la decisión de realizar una efectiva reforma agraria. Esto es válido especialmente para estos cuadros que en los
momentos del golpe velan con recelo a los militares en el poder.
concesión alguna a los partidos o grupos de donde provienen estos elementos (46). El
proceso, a su vez, madurará estas articulaciones, generando cuadros civiles en torno a
las distintas tendencias en pugna.
La actuación de las distintas fuerzas sociales y políticas se dará así dentro del
gobierno y de la cúpula de la Fuerza Armada, trasladando allí su lucha por el poder. El
General Velasco y la tendencia que encabeza, lograrán ser hegemónicos en un largo
período, reteniendo la iniciativa política en cada coyuntura y haciendo frente al embate
de sucesivas tendencias contradictorias. La legitimidad de Velasco y del Gobierno en su
conjunto será conquistada a partir de la nacionalización del petróleo, hecho que
consolida notoriamente al nuevo régimen. A partir de entonces, la escena comenzará a
ser bastante diferente a la del período anterior: las coyunturas, los enfrentamientos y
el debate político se sucederán con un gobierno que intercala progresivamente, una a
una convertidas en hechos, las banderas levantadas por las posturas reformistas y
revolucionarias en los últimos veinte años, hasta agotar rápidamente las primeras y
ofrecer otras nuevas y casi impensadas en la escena oficial anterior. Las posiciones
pueden no coincidir; el autoritarismo tradicional puede verse latente en los militares e
incluso el escepticismo se mantendrá por buen tiempo en muchos actores y
observadores políticos. Pero para todo observador será innegable que el gobierno
retiene la iniciativa política, enfrenta agresiones de fuera y dentro y señala un rumbo al
proceso social que rápidamente tendrá impacto movilizador en los sectores populares,
hasta preocupar a sus propios conductores. Tras esta imagen global, la lucha política
atravesará al gobierno, se traslucirá en la escena a pesar del hermetismo militar y
condicionará los resultados de cada período.
En otro nivel, cabe también analizar lo concreto del hecho político de octubre de
1968. Qué fuerzas detiene y elimina; a cuáles se enfrenta, ataja o encausa.
Decididamente, no se trata de un movimiento de contención popular. La Fuerza
Armada no toma el poder para frenar una movilización en aumento. El movimiento
popular, reprimido especialmente desde 1965.estaba en claro reflujo. En la década del
60, sus movilizaciones urbanas y rurales fueron importantes para definir el rumbo
antioligárquico del proceso. El Estado reprimió con facilidad los brotes guerrilleros y
limitó el resultado de las luchas urbanas. En 1968 no hay "auge de masas" y la
centralización política es muy débil en estas clases. En vistas a las elecciones del 69, se
procuraba organizar la llamada Unidad de Izquierda que, sin embargo, difícilmente
alcanzaría parte sustantiva del poder. Fuera de esta opción "legal" los intentos de la
época tampoco significaron alternativa de poder a corto plazo. Difícilmente en este
cuadro el movimiento del 3 de octubre "contenía" una amplia movilización o un
proyecto político concreto que la condujera, aunque fuera parcialmente.
(50)
Nos referimos incluso a cambios en las formas de dominación imperialista y a sus posibilidades de asociación con una nueva
forma de Estado capitalista dependiente. La oligarquía no se adecuó a estos cambios desde años antes e incluso sus representantes
políticos vieron el problema de la IPC como caso aislado, concurriendo a felicitar al Gobierno.
organización. Estas reformas y el discurso político inherente producen una amplia
movilización popular que se enlaza desde la base con el crecimiento de las
organizaciones sindicales y su maduración. Ello es también un cambio significativo
respecto del período anterior, pero con efectos más limitados en tanto que el nuevo
régimen hereda del Estado oligárquico una amplia capacidad de desarticulación política
que se perfecciona y estimula cuando hace frente a un movimiento popular sin
dirección centralizada, joven e inmaduro por los sucesivos cortes represivos que
vienen de muy lejos. A pesar de todo, el estado de emergencia actual por ejemplo,
para imponer una política económica de efectos similares a las de 1958 o 1967 -que no
requirieron de estas medidas de seguridad puede indicar diferencias de magnitud e
intensidad en la organización popular.
De esta forma, la escena política adquiere a partir de 1968 nuevos términos que
condicionarán la lucha de sus actores. La posibilidad de formular un proyecto de
Estado. Nacional, con la autonomía de decisión que supone, se estrellará
sucesivamente con los obstáculos de una formación social capitalista dependiente, que
en la era de los monopolios deja cada vez un margen menor a las posiciones
nacionalistas, mientras no se rompan las nuevas y más sutiles formas de dominación
burguesa. Ello ha de concluir, tras sucesivas batallas, en la crisis del proyecto político
de la Fuerza Armada, notoria meridianamente en 1975 y agudizada después. Con cierta
terquedad cíclica, los actores políticos volverán a recurrir al pragmatismo de Ulloa en
1967, o de Beltrán en 1958, haciendo concesiones a la presión imperialista y arriando
reformas propuestas para esperar que, superada la crisis, el momento político vivido
sea visto como un paréntesis. Ello cuestionará -como entonces- la legitimidad del
régimen, aunque difícilmente repetirá la historia pues ni las condiciones son las mismas,
ni los marcos institucionales pueden forzarse más. Un cambio real, a partir del nuevo.
Estado, exige rupturas que requieren la presencia directa de las fuerzas sociales que se
beneficien con el cambio. Este, o es profundo y cuestiona el sistema mismo, o
mantendrá el poder y la ofensiva de las nuevas clases dominantes, que en la coyuntura
actual son potenciadas por la lógica misma del sistema económico.
CAPITU LO II
1968-1970: ¿Criollización
o Radicalización?
incluso mayor que lo que "la Misión" pudo plantear. La represión es "selectiva" y
"preventiva", mostrando la capacidad del Estado de desarticular en el corto plazo toda
protesta popular. No todo es coherencia y sería erróneo ver en perspectiva que luego
de julio de 1976 no hay fricciones y reacomodos en el poder. Aun los reclamos de la
burguesía no son plenamente satisfechos, y es mucho más difícil seguir la escena oficial
en el nuevo cuadro. Deberá hacerse con el rigor y la seriedad del caso.
CAPITULO V
Notas sobre el Estado a partir de 1968
168
Nos referimos principalmente a la fracción industrial, pero hay en las finanzas, el comercio, en parte del grupo pesquero
diversificado y en la llamada industria de la construcción, elementos modernos que se distancian de las fracciones oligárquicas.
La crisis del Estado oligárquico se hace evidente con la modernización económica y
social, en la década del 50, cuando la fracción industrial de la burguesía adquiere un
peso mayor en la economía, con capacidad propia de ligarse a la inversión imperialista.
Su lucha por la hegemon ía poi ítica, expresada en el reformismo democrático, se
agudiza en el período de Belaúnde influyendo claramente en la escena. Los primeros
años de ese gobierno están marcados por el enfrentamiento entre dos poderes del
Estado; uno controlado por las fracciones oligárquicas aliadas con el Apra y otro
controlado por el reformismo de los sectores medios, especialmente profesionales, en
alianza parcial con la fracción industrial. Esta pugna llega a su clímax en 1967, pero ya
para entonces había conexiones entre el APRA y Acción Popular, que son vistas como
correlato de la necesidad que 'tienen las clases dominantes de superar el impase169.
En efecto, incluso los intereses concretos de corto plazo de la burgues ía, estaban
afectados por la lucha poi ítica de estos cuatro años. La reciente experiencia guerrillera
obligaba a pensar, además, en el peligro de una crisis de hegemonía ya larga, que podía
amenazar al sistema como conjunto. Las clases dominantes reaccionan aqu í
lentamente, con unidad de clase frente a la amenaza. Ante esta situación, los
representantes políticos más lúcidos de la fracción industrial (ubicados en el
belaundismo) y de los agroexportadores (ubicados en el aprismo) buscaron arreglos,
aunque fueran provisionales, sin negar fricciones y dobles juegos que se percibieron
también en ese arreglo. (Fracciones más retrasadas, como los terratenientes
tradicionales, resultan fuera de juego). Entre ambas existieron contradicciones claras: la
primera requería de una poi ítica que impulsara el capital y el crédito hacia la industria
y a la vez protegiera sus intereses específicos de acumulación, incentivando el sector
industrial. Necesitaba la ampliación del mercado interno. La segunda trato de mantener
una poi ítica económica favorable a la exportación tradicional que aumentara su tasa de
ganancia. No le interesó el desarrollo del mercado interno, ni estaba dispuesta a
permitir cambios que disminuyeran su capacidad especulativa.
Así, la articulación resulta difícil. La devaluación de 1967 había favorecido a los
agroexportadores, más no a los industriales. La presencia de los primeros con resortes
claves de poder hizo comprender a los industriales la necesidad de una estrategia de
mediano plazo, que en la coyuntura pasaba por negociaciones con su rival en la lucha
por la hegemonía. En el camino fue primera prioridad para los industriales la venida de
capital extranjero y el control del gobierno. Sefortalecerfa así su capacidad de
negociación frente a la burguesía agroexportadora. Hubo clara lucidez en el proyecto
del Ministro Ulloa para posibilitar este tránsito hacia la hegemonía de las fracciones
más modernas de la burguesía. Se construyó lentamente en la última etapa de
Belaúnde, aprovechando las experiencias de sus primeros años.
Entre 1964 Y 1968 esta pugna se dió junto con la necesidad de redefinir los términos
de la inversión imperialista. Esta es variada en el Perú, pues ya entonces estaba
presente en el agro moderno, en la minería y petróleo, en la banca y en la industria.
Las luchas antioligárquicas cuestionaban las formas más visibles de dominación
imperialista, particularmente en los enclaves minero-petroleros. El caso de la IPC era
símbolo de este cuestionamiento que el gobierno de entonces, como parte de un
Estado débil frente al poder imperialista que lo atravesaba, no podía resolver. El
anuncio de la decisión de solucionar en 90 días el caso de la IPC crearía las condiciones
para un chantaje sistemático que se mantuvo durante todo el gobierno de Belaúnde, en
el cual la inversión extranjera se detuvo prinCipalmente en el sector exportador, a la
169
Entre 1963 y 1967 la pugna Ejecutivo-Parlamento es cada vez más aguda. La instalación de la legislatura ordinaria de 1967
resultó demorada al no hacerse presentes los representantes de AP y DC en punto que expresaba un visible momento de tensión,
aunque ya entonces se negociaba y conciliaba entre los dos bloques.
espera de definiciones. Durante el período, el chantaje fue en aumento, restringiendo
los créditos y la inversión incluso en otros sectores, hasta que el gobierno cediera a las
presiones y otorgara el Acta de Talara170.
En este proceso de tensa negociación entre las clases dominantes, se produjo la
quiebra de los partidos reformistas y la marginación de los representantes políticos de
la fracción terrateniente. Ambos son hechos importantes para el análisis y se basan en
el re acomodo que intentaron las clases y fracciones en el poder.
El reformismo se quebró al predominar posiciones decididas a pactar con la oligarqu ía,
arriando para ello sus banderas de reforma agraria y nacionalismo que, además, no
podían ejecutar por el poder de las fracciones oligárquicas en el Parlamento.
Asumieron más orgánicamente los intereses de la fracción industrial para disputar la
hegemonía a partir de una conciliación en el corto plazo. Industriales y tecnócratas
vieron principalmente en el proyecto Ulloa la satisfacción de los intereses inmediatos
ya descritos. Este decantamiento del reformismo dejó fuera del poder a una pequeña
burguesía intelectual y poi ítica que se enfrentó al proyecto Ulloa, negándose a conci-
liar con la oligarquía y el Apra. Por tendencia obvia, caminaba hacia una alianza con la
"Unidad de Izquierda" y el Partido Comunista en un nuevo frente antioligárquico, con
buenas posibilidades de arraigo en sectores medios de bajos ingresos y en las clases
populares, pero pocas oportunidades de tomar el gobierno. La ruptura llevaba implícita
una progresiva radicalización.
Pero fue también significativa la marginación de los terratenientes tradicionales.
Expresada en la quiebra de la Coalición Apra-Uno y aclarada con la renuncia de los
representantes poi íticos de los agroexportadores al partido odri ísta, este proceso
indicaba, en perspectiva, que la orientación del nuevo pacto en el poder tocaría al
debilitado poder gamonal, necesidad evidente para mantener el sistema después de las
guerrillas.
Las fuerzas sociales y su expresión poi ítica se encontraban en pleno reacomodo en
1968171. En la escena, al momento del golpe, no sólo era visible el escándalo de la
solución dada al problema de la IPC o el desgaste del régimen en su conjunto. Se
puede apreciar que el reacomodo de fuerzas apuntaba más a las elecciones de 1969
que a una solución inmediata dentro del gobierno de Belaúnde. No hay que olvidar al
respecto que diversos actores poi íticos actuaron en función de los nuevos bloques de
fuerzas: por un lado, Bedoya Reyes jugaba a apoyar el proyecto Ulloa, cuidándose
como carta de transacción entre los dos partidos grandes. Por otro lado, se organizaba
la Unidad de Izquierda a partir del Partido Comunista y se tendían lazos hacia la
Democracia Cristiana y el sector seoanista de Acción Popular. Cornejo Chávez, el
líder demócrata cristiano, en pre-campaña electoral, no negó conversaciones con la
"unidad de izquierda", mientras procuraba mejorar sus condiciones para negociar.
Al intervenir los militares en la escena, todo este cuadro se trastoca. Tanto las
fracciones oligárquicas como la fracción industrial pierden sus representantes poi íticos
170
Belaúnde concedió sin negociar más allá del problema petrolero. El chantaje funcionó porque las grandes empresas mineras
retuvieron las concesiones de grandes minas que no explotaron, en espera de la decisión del gobierno. Sólo cuando después del
68 el gobierno militar -en nueva dinámica que partla de la toma de la IPC- amenazó con revertir las concesiones al Estado y fijó un
calendario, se decidieron por invertir en Cuajone y perder otras concesiones. Es necesario estudiar otros elementos que
expliquen esta larga retracción de inversiones en la mineria, que muestre conexiones, por ejemplo, con prioridad de inversión en
otras regiones o con la evolución del proceso del cobre. Pero también es preciso investigar sobre términos más globales de los
intereses imperialistas en la región y en el Perú como parte de ella para ver, por ejemplo, prioridades en la inversión para sectores
industriales que parecedan preferir paises con un mercado interno más amplio, y un mayor avance industrial que permitiera tomar
empresas "de punta", más rentables.
171
Este reacomodo fue dificil y se estaba iniciando. En el capftulo I se han señalado algunas de las dificultades simbolizadas en la
oposición de "La Prensa" de Pedro Beltrán y en la necesidad previa de conciliar con la IPC para lograr la venida del capital
extranjero.
tradicionales. La izquierda, en intento de articulación, pierde canales de acción abiertos
en la perspectiva de las elecciones de 1969. Era preciso, pues, un reacomodo y en la
confusión inicial todas las fuerzas buscaban representantes políticos dentro de la
cúpula del nuevo gobierno. Ello fue posible dada la composición heterogénea de la
Fuerza Armada y su gobierno. Es obvio que lo logran, como puede apreciarse en las
tendencias descritas en el período 1968-70. Pero es claro también que el gobierno mi-
litar tenía, de entrada, un margen de autonomía mayor y que impondría sus términos –
o los de una tendencia, más bien- a las distintas fuerzas sociales expresables en el
poder.
Con el cambio del régimen poi ítico las clases dominantes perdieron sus
representantes en el gobierno, más no su poder real, ni su base económica. A partir de
1969, en proceso continuo, las reformas en la propiedad, .afectaron en distintos grados
a las clases y fracciones que conformaban el bloque en el poder. Son las fracciones
oligárquicas las que resultaron afectadas estructural mente, aunque la fracción
industrial se vió en problemas de IlIocomodo. Esto se produjo a lo largo de un proceso
complejo en el cual.' .las clases rodearon al gobierno y obtuvieron nuevos
representantes políticos que luch.aron dentro de éste.
c. LA FRACCION FINANCIERA
Los terratenientes costeños han sido reducidos así a una mínima expresión, lo que, en
cuanto a clase expresable en el poder, significa su desaparición. Esta parte de la llamada
173
Son propietarios de grandes fundos arroceros y algo.doneros -algunos parcelados en medianos, pero controlados. como
conjunto- productores de frutales, ma(z y productos de pan llevar, as( como azucareros sin ingenio.
oligarquía se articulaba con otras fracciones. Siendo fuerza social propia, no lo era
en .forma aislada. En los últimos años de su predominio en la escena habíá diversificado
inversiones mientras articulaba con la fracción financiera 174, se expresaba en parte de la
industria, en el control del comercio de exportación y tenía en la prensa diaria canales
de expresión propios.
En la medida que el gobierno avanza en la definición de un proyecto propio, otras
fracciones de la llamada oligarquía resultaron afectadas. La progresiva definición de un
marco legal que acentúa el poder normativo e intervencionista del Estado ha de ser un
elemento importante para quebrar a la burguesía financiera. El control de los Bancos:
Popular, Continental, Internacional, etc., adquiridos por el Estado, combinando
coyunturas de crisis con los efectos de sus propias normas reguladoras, (del capital
bancario extranjero, por ejemplo) ha de quitar buena parte de la base económica a la
burguesía financiera tradicional. Esta fracción se presenta muy articulada con los
agroexportadores, pero también con parte de la construcción y la industria. Puede
decirse que su rol de bisagra fue en este siglo claramente cumplido. Esto se ve en la
composición de directorios y en su actuación poi ítica. Ello es más claro cuando la
compra de algunos bancos da al Estado el control accionario de diversas industrias, e
incluso de un diario (La Crónica). La caída del "Imperio Prado" es un hecho muy
sign.ificativo, no sólo por mostrar la actuación dolosa de la oligarquía en su decadencia,
sino porque permite ver las redes de contacto de distintas partes de la clase
dominante.
Si en el caso de la burguesía agroexportadora el golpe fue definitivo y ésta desaparece
como clase, en el caso de los grupos financieros la quiebra no es total. Existe banca
privada, constituida por los sectores más modernos de la fracción financiera, aunque la
capacidad normativa e interventora del - Estado haga incomparable su poder actual con
el que tuvo la fracción financiera en décadas pasadas. El Banco de Crédito es el más
importante y procura articularse con grupos cercanos al gobierno, a la par que sirve de
enlace a la burguesía constructora e industrial. Podría preverse que la fracción
financiera devenga en apéndice subordinado de la burguesía industrial, dado que buena
parte de su poder se traslada al Estado.
La fracción terrateniente tradicional se vio aún más quebrada. Era la fracción más débil
de la llamada oligarqu ía, afectada ya desde décadas anteriores por la quiebra del orden
rural tradicional. Su poder, centrado en la dimensión regional, se mantuvo
aprovechando la crisis de hegemonía dentro del bloque en el poder. En el período de
Belaúnde logró impedir la afectación de sus latifundios; no en la ley, pero sí en la
práctica. El control de resortes en el Parlamento – con el odriísmo – y en el Poder
174
A partir del auge del guano, que comienza en los años 40 del siglo pasado, y particularmente utilizando la llamada
"consolidación de la deuda externa" que hiciera el Gobierno del General Echenique, se conforma esta fracción comercial y
financiera que tiene su máxima expresión polltica en el civilismo, constituyendo el primer partido poi ítico significativo de la
historia peruana.
Su base material es difusa. Se construye a partir del negocio de las consignaciones guaneras y se diversifica en la formación de los
primeros bancos en la década de 1860. Incursiona luego en el comercio externo e interno y, en este siglo, se diversifica hacia la
industria, pero manteniendo siempre en la banca privada su centro de poder. El llamado Imperio Prado -a partir del Banco
Popular- es quizás el grupo más conocido y con poder económico y poi itico más significativo en este siglo. Esta fracción cumple
un rol de "bisagra" en la clase dominante, articulando a nivel económico y polltico los intereses de las otras fracciones. En el siglo
XIX lo hace a través del crédito hipotecario, que permite la formación de la bu rguesía agroexp.ortadora, con la modernización y
concentración de tierras. En el siglo XX se diversifica hacia el sector industrial, aunque con menos éxitos que en el caso anterior.
Su hegemonía comienza a reducirse después de la Guerra con Chile al crecer el poder de los agroexportadores, quienes
establecen vínculos directos con el capital extranjero. Muy ligada a los exportadores y a la naciente industria, logra en este siglo
mantener su poder económico y tener en dos períodos un presidente, directo representante de la fracción (Manuel Prado: 1939-
45 y 1956-62).
Judicial, lo hizo posible. Sin embargo, la lucha del movimiento campesino la iba
arrinconando irremediablemente.
En la actual reforma agraria los gamonales 175 tuvieron, sin embargo, varios elementos
que postergaron su desaparición o la mitigaron. Es clara la prioridad que el gobierno
concede a la costa. Desde la escena poi ítica, lo anterior, más que una decisión política
explícita, parece ser efecto del poder de terratenientes costeños que, al ser mayor
amenaza para el gobierno, adquirieron prioridad. Si la prioridad del gobierno no se
hubiere centrado en la fracción terrateniente con más poder, ésta hubiera tenido
recursos para voltear los términos de la lucha poi ítica o inclusive, como antes, para
derrocar el gobierno o retomar el poder. Esa capacidad no la poseía el terrateniente
tradicional o gamonal. Atacarlo era, pues, segunda prioridad; y el ritmo de la reforma
agraria quedó más bien definido por la agudización de la lucha campesina.
Con todo, en 1975 puede verse que la reforma agraria ha avanzado sobre buena parte
del latifundio serrano. Pero ha sido incapaz de romper las cadenas intermediarias en el
comercio y el poder político local que completaban el poder de esta fracción y de
modernizar el agro, superando las formas precapitalistas de producción 176. En ello se
pueden ver también las dificultades de un equipo de reforma agraria preparado desde
épocas anteriores para la costa y el efecto de la asignación de prioridades dentro de
esta reforma.
Algunos estudiosos, valorando el efecto movilizador que hubiera tenido la reforma en
el minufundio y las comunidades, hipotetizan que hubo temor a los efectos de una
movilización incontrolable en la sierra. Nos parece improbable tanta racionalidad
política predictiva y parece más claro que la reforma agraria estuvo marcada por los
términos de la lucha global, donde los sectores costeños tuvieron un papel
protagónico y constituyeron amenaza poilítica177.
Tanto los gamonales como la burguesía agraria pudieron aprovechar el carácter
progresivo y avisado de la reforma agraria, procediendo a una descapitalización de sus
fundos que alcanzó ejemplos de verdadera depredación. Las cifras que indican una
disminución brutal de cabezas de ganado son expresión de esta política en muchos
fundos, que la burguesía presenta hoy como ejemplo de la incapacidad de los
175
Se originan en el período colonial y tienen presencia"en la escena política hasta 1968. Su base material es el latifundio
tradicional que cubre primero gran parte del país. pero que luego queda ubicado principalmente en la sierra. Trabajan la tierra
directamente o a través de mayordomos, sobre la base de relaciones precapitalistas de produccion que suponen distintas formas
de arrendamiento de parcelas como correlato a la prestacion gratuita de servicios personales.
El gamonal es en su region un señor que nos recuerda indefectiblemente al señorío feudal. Su poder no proviene solo del
latifundio. Esa es su base economica, pero no la única. Controla el poder político regional en todas sus instancias y tiene efectivo
control y participacion -cuando no monopolio- sobre el comercio y los servicios de la zona.
El centralismo limeño ha sido una de las mayores garantías para este poder regional de los gamonales, que ha subsistido a pesar
del deterioro de su base econ6mica y de la pérdida de hegemonía a nivel nacional. En efecto, solo puede hablarse de un rol
hegemonico de esta fraccion en los primeros 20 años de la república y aún durante ese período la parte limeña, dependiente
indirecta de rentas de tierra similares, logra preponderancia. La aparici6n del guano y la generaci6n de la fraccion financiera
primero y agroexportadora luego, han de marginar gradualmente al gamonal, que se afinca en la sierra y algunos latifundios
tradicionales de la costa, conservando un poder político regional inalterado hasta la reforma agrari a actual.
En estas regiones, los gamonales garantizaron al Estado y a la fraccion hegemonica, un fácil control de la masa indígena, mayoritaria
en la poblaci6n. En cada gobierno negociaron su apoyo manteniendo las senadurías y diputaciones del lugar bajo su control.
Reclamaron para sí la decisi6n final sobre el nombramiento de autoridades locales (prefecto, subprefecto, alcaldes, gobernadores),
de la magistratura, la policía, e incluso empleos en servicios tales como educaci6n, salud o ad ministracion local. Al colocar allí a
hombres de su confianza, acrecentaba el gamonal su autoridad definitiva sobre la region. Se presentaba como "el benefactor",
obteniendo del Parlamento o de los ministerios partidas para obras públicas deseadas por el pueblo y ligándose incluso en
parentesco con éste a través del padrinazgo.
Esta fraccion no logro nunca articulacion significativa con el capital extranjero. Productora para el consumo interno, no modernizo
su explotacion agrícola ni reinvirtio significativamente en ella, procurando diversificar su inversion en otros sectores aunque sin
gran significaci6n global.
176
Habría que ver, sin embargo, qué significa para éste el funcionamiento de nuevas empresas estatales como ENCI
(Comercializaci6n de insumos) o EPSA (Comercializaci6n de productos agropecuarios).
177
Puede ampliarse en PEASE, Henry: "La Reforma Agraria peruana en la crisis del Estado Oligárquico" en Estado y poHtlca
Agraria. DESeO, Lima, 1977.
campesinos. Esto se dió también en el desm$lntelamiento de servicios e instalaciones
productivas.
Estos recursos permitieron, tanto a los gamonales como a la burguesía agraria,
incursionar con más éxito en el comercio y otras actividades intermediarias, muchas
veces de la misma región. Para el gamonal éste parece ser un proceso más antiguo,
producido por la baja rentabilidad y la sub-división de tierras.
Esta fracción gamonal parece retener, así, elementos regionales de poder, aunque muy
mermados y sin relación a su base terrateniente perdida en gran parte. En la escena
poi ítica nacional su expresión es muy débil y fraccionaria, con pocas posibilidades de
recuperación y sin capacidad de definir la política global del Estado.
Hasta aquí, en perspectiva, puede hacerse una apreciación sobre la recomposición del
bloque en el poder: es el ocaso del poder oligárquico. Las fracciones que se definían en
lo que se llamó oligarquía, han sido quebradas en su base económica. Si en el período
de Belaúnde tenían poder de empate frente al reformismo propugnado por la fracción
industrial, ahora no hay ni restos de ese poder en la cúpula y han perdido sus
propiedades. En este sentido puede afirmarse que las fracciones oligárquicas
desaparecen de la escena política y ello supone nuevos términos en la composición del
bloque en el poder. En tanto que su base económica ha sido quebrada, puede hablarse
de un proceso irreversible. El golpe final ha sido dado por la revolución de la Fuerza
Armada del 68, pero esta no es independiente del proceso de modernización que
desde la década del 50 la fue arrinconando económica y socialmente, con importante
rol del movimiento campesino en esa etapa.
La permanencia de rezagos de las fracciones oligárquicas ya anotadas es parte de un
nuevo cuadro poi ítico social, en el que ya no tienen posibilidades de hegemonía ni de
empate, sino a lo más por algún tiempo, y sólo en algunos casos, posibilidad de
articulación subordinada con la burguesía industrial. En perspectiva, pueden
permanecer personas, peJo desaparece como forma de dominación. Esto es visible en
lo que denominamos burguesía agraria media, cuya base de poder no es tanto la tierra
como otras actividades económicas rurales. También hay visibles rezagos en la banca
privada - limitada por el poder estatal normativo y operativo – y en los restos del
poder regional de los gamonal es, muy disminuido y marginado, aunque tenga en su
favor la permanencia de un mundo rural no modernizado en la sierra.
178
Hay que distinguir entre representantes econ6micos y representantes polfticos de la burgues(a, pero en la década pasada, y
aun en la presente, ha habido aparente identidad en cuanto al rechazo de una opci6n de Estado interventor y empre sario. Cabe
estudiar las nuevas opciones de los años más recientes y ver en perspectiva el curso actual aún no definido. Puede observarse en
el año 1974 signos indicadores de la existencia de vinculas – expresados en las posiciones de "la Mi sión"- que bien podrfan
articular un proyecto de capitalismo de Estado, aceptado por parte de la burguesla industrial. Es insuficiente nuestro estudio a ese
nivel. Hay que ver también si se trata de estrategias paralelas.
eficazmente el mito anticomunista y el temor a la movilización popular. Se sirvió de las
posiciones autoritarias en el gobierno, viendo el peligro que podía significar la alianza
de éste o parte de éste con los trabajadores y sus organizaciones.
La tensión con los Estados Unidos no se limita al problema de la IPC. La tesis de las
200 millas de Mar Territorial será una bandera que no solo se defiende en citas
internacionales hasta convertirla en tesis dominante. Ocasiona choques concretos con
las naves pesqueras de bandera norteamericana, que son el pretexto para el corte de
la ayuda militar por parte de los Estados Unidos y la expulsión de las misiones militares
de ese país, como respuesta inmediata del Perú, en el punto más alto de tensión. La
política exterior peruana, condicionada por este impulso inicial, se abre campo hacia el
no alineamiento y el tercermundismo. Establece relaciones con los países socialistas y,
para el caso cubano, encabeza un proceso de discusión en la OEA que termina
cuestionando el sistema interamericano. Todo esto hace que el Perú sea visto en un
cuadro político muy distinto al pasado, causando preocupación al Departamento de
Estado 181 por el efecto de demostración que puede tener en el resto de América
Latina, Sin embargo, para entonces ya había un objetivo previo para el Departamento
de Estado: el Presidente Allende que, con la Unidad Popular en Chile, ganó las
elecciones autodefiniéndose marxista. Ya al frente del gobierno, resultaba un enemigo
más peligroso. .
Lás reformas del gobierno afectan y redefinen las relaciones con el capital imperialista a
partir de esta coyuntura de ofensiva que dió un mayor margen de juego. La reforma
agraria afecta sus.intereses en el norte; la Ley de Industrias de 1970 obliga a transferir
la industria básica al Estado (con lo cual la industria papelera, así como el cemento,
pasan a propiedad del Estado en 197-5). A su vez, se dictan dispositivos que hacen
revertir al Estado importantes yacimientos mineros que estaban en manos de
empresas norteamericanas. La fijación de normas con calendario obliga a estas
empresas a elegir entre invertir o perder a corto plazo las concesiones mineras. En esa
coyuntura, el gobierno concede, sin embargo, la explotación de Cuajone a la Soutltern
Peru Copper Co., al amparo del antiguo Código de Minería. Esta empresa comienza a
invertir y alivia con ello los problemas financieros producidos por el corte de créditos
181
Esta preocupación es visible en la siguiente declaración del Secretario de Estado norteamericano: "Actualmente es muy fácil
predecir qúe, si Allende gana, existe la posibilidad de que se establezca, durante un periodo, algún tipo de gobierno comunista. En
tal caso, no estaríamos frente a una Isla fuera de la Costa y que no tiene una relación tradicional y un Impacto en Latlnoamérlca,
sino a un Importante país latinoamericano que tendría un gobierno comunista, aliado de, por ejemplo, Argentina, que ya se
encuentra profundamente dividida (a lo largo de una extensa frontera); AL LADO DEL PERU, QUE YA SE HA ESTADO
ORIENTANDO EN DIRECCIONES QUE HAN SIDO DIFICILES DE TRATAR; y al lado de Bolivia, que también ha marchado
hacia una dirección antlnorteamerlcana más Izquierdista, aunque sin ninguno de estos desarrollos. (. . .) SE TRATA DE UNA DE
ESAS SI. TUACIONES QUE NO ES MUY FELIZ PARA LOS INTERESES NORTEAMERICANOS".
KISSINGER, Henry . .. Texto de una conferencia de prensa realizada el 16 de setiembre de .1970, reproducido por
"Corporaciones Multinacionales y Política Exterior Norteamericana", Audiencias ante el Sub-Comité de Corporaciones Mul-
tinacionales del Comité de Relaciones Exteriores del Senado Norteamericano, 39avo. Congreso, Washington: GPO, 1973, Parte 2,
pp. 542-543.
Citado por FAGEN, Richard. . ." "Estados Unidos y Chile: "raices y ramas" En: FOREIGN AFFAIRS, Enero 1975, Vol. 53, No. 2, p.
297. (Los subrayados son nuestros).
internacionales, pero es un contrato tradicional en el que el gobierno cedió. Le politica
normativa e intervencionista del Estado definida en esa coyuntura, va a afectar
particularmente la inversión extranjera en recursos naturales, ampliando la capacidad
de negociación del Estado en los contratos petroleros que la Empresa estatal
PETROPERU implementa desde 1971.
Diferentes servicios públicos pasan también a manos del Estado mientras que en la
banca se limita al mínimo la participación del capital extranjero y se impide la
expansión de la cadena Rockefeller con la intervención del Banco Popular y la compra
del Banco Continental. Posteriormente la estatización de la pesca cortará también la
inversión norteamericana en ese sector. El comercio de exportación es también
controlado por el Estado, quitando con ello otro antiguo campo al capital extranjero.
Todas estas medidas expresan la voluntad del gobierno de redefinir los términos de la
inversión imperialista; limitando su presencia en el sector extractivo, en la banca y en
la industria básicea, que se reserva para el Estado; dejando siempre abierta la
posibilidad de empresas mixtas o de contratos de explotación, pero en términos
sujetos a la política estatal, claramente distintos de la situación anterior.
Las nuevas normas afectan también la inversión extranjera en la industria –aplicando la
decisión 24 sobre el trato común al capital extranjero y diseñandola comunidad laboral
-, pero en este caso se manifiesta la voluntad del gobierno de atraer la inversión
extranjera hacia la industria, aún haciendo excepción de los términos de la comunidad.
Puede verse en esta poi ítica una relación de continuidad con lo planteado en la
política de Ulloa y las necesidades de la burguesía industrial en 1968. Pero los términos
militares son distintos en tanto que aplican normas restrictivas y parten de un
intervencionismo estatal y una posición nacionalista, que ni soñaban en aplicar los
políticos de la década anterior. No se quiere decir con ello que estas normas eliminen
la dependencia del imperialismo ni hagan imposible que la inversión extranjera venga a
la industria. Es la política económica de conjunto (que depende de préstamos
extranjeros, que importa en función de una industria que produce para muy pocos,
pero demanda cada vez más divisas para insumos) la que reproduce y mantiene
relaciones de producción hegemónicamente capitalistas, la que sostiene la situación de
dependencia y lleva a coyunturas críticas donde se perderá el margen coyuntural de
maniobra que el gobierno ha adquirido. Pero hecha esta salvedad, es claro que las
restricciones -aún sin negarle un amplio margen de ganancia- afectan la inversión
extranjera. Al menos los resultados no parecen mostrar éxito en la ampliación de la
inversión extranjera industrial.
A lo largo de este proceso hay una redefinición de las reglas de juego para el capital
imperialista, que es reversible en tanto se apoya en coyunturas favorables, sin romper
la dependencia estructural que el carácter capitalista de la econom ía peruana actual
impone. Es posible prever algunos rasgos que parecen destacar en el nuevo cuadro. Se
ha reforzado el rol del Estado como intermediario en toda negociación con el capital
imperialista, no sólo en los sectores minero y petrolero, sino incluso en el sector
industrial. Se ha ampliado en forma muy significativa la presencia del Estado en sectores
productivos como la minería, la pesca, el petróleo y la industria básica, antes
controlados principalmente por el capital extranjero. En estos campos -la minería y el
petróleo- quedan inversiones extranjeras grandes, aunque con menos margen de juego
que en 1968.
182
Grupo Grace, pesqueras norteamericanas, petroleras menores. . .
183
El carácter coyuntural, sucesivamente desfavorable, puede apreciarse al estudiar el contrato referente a Marcona en 1976,
comparando cantidades pagadas y valor de las empresas expropiadas.
La burguesía industrial tiene en este cuadro capacidad directa de articulación con el
capital imperialista y cumple el rol de intermediario alternativo 184, que según el curso
del proceso obtendrá márgenes mayores o menores de juego. La poi ítica económica
del gobierno – que espera solucionar la crisis con nuevos créditos y con inversión
extranjera asociada al Estado o directa, asociada a la burguesía nativa – es en la
coyuntura "el punto límite de este conjunto de cambios. Muestra, en su devenir, cómo
en la sociedad peruana el vasto conjunto de cambios producidos desde 1968 hace
aflorar ahora, con claridad meridiana, que un proyecto de Estado nacional,
independiente y soberano es inviable dentro del capitalismo dependiente. Mientras esa
ruptura no se produzca, los cambios y reformas más audaces tienen como límite la
estructura dependiente y articulada del capitalismo monopólico, que combinará sus
mecanismos internos y externos en coyunturas adecuadas para utilizarlas en función de
su propia lógica. .
184
En el sentido de que la inversión asociada con el Estado es también opción posible.
expresado en cada tendencia, del llamado modelo peruano de desarrollo, con todas las
contradicciones de la composición del gobierno y de los parámetros entre los que se
produce el proceso político.
El principal beneficiario del poder expropiado es, sin duda, el Estado y este poder es
utilizado ahora por uno de sus aparatos, la Fuerza Armada, que conduce el proceso, en
dubitativa recomposición que sólo tiene interlocutores validos en la burguesía. Sea
reteniendo el gobierno en manos de la Fuerza Armada o buscando su
institucionalización con un proceso electoral, el ejercicio pleno del poder pasa a manos
de una burguesía homogeneizada en la que predomina la fracción industrial, en alianza
con restos subordinados de la burguesía tradicional y representantes políticos capaces
de articular, subordinadamente, a los expandidos sectores medios ya las partes menos
politizadas del movimiento popular185 .
El Estado concentra hoy un decidido poder en el agro. La reforma agraria ha entregado
las tierras a los campesinos, pero a la vez ha dado facultades de intervención muy
precisas al Estado en la producción, comercialización, procesamiento, crédito, fijación
de salarios e incluso en la intervención de empresas campesinas. Estos mecanismos no
son negativos en sí, sobre todo si se tiene en cuenta la indispensable planificación del
desarrollo rural, en función de las necesidades del conjunto de la sociedad (principio
que se aplica con esta lógica a todo sector de la economía pero que, en este caso, se
limita al sector agrario); pero hay que tener en cuenta el tipo de intereses que el Es-
tado representa y la posibilidad real del campesino de intervenir en esa planificación y
en esas decisiones. Si la poi ítica económica fija precios bajos a los productos
campesinos, acentúa la descapitalización del campo con mecanismos tributarios y no
rediseña la política global para hacer posible el desarrollo rural; la relación ciudad-
campo sigue pauperizando a éste último. Entonces no se puede hablar de un
campesinado beneficiario del poder expropiado a la oligarquía. .
Esta apreciación no niega el significado concreto que para el campesino tiene la tierra
entregada. Ello aumenta sus posibilidades de negociación y puede incluso darle mejores
ocasiones para ampliar su conciencia y acción poi ítica a partir de las experiencias que
el proceso de reforma agraria y su antigua lucha por la tierra le van brindando.
El Estado es el beneficiario inmediato del poder expropiado a la burguesía financiera en
la banca; del poder expropiado al capital extranjero en la minería, el petróleo, el
comercio exterior y los servicios públicos. Es beneficiario del poder expropiado en la
pesca de anchoveta y la industria básica. En el período estudiado, la Reforma de la
Administración Pública ha acentuado notoriamente el poder normativo y la
intervención del Estado en todos los ámbitos de la economía y la sociedad,
controlando la prensa, la radio y la televisión, inclusive. El problema es ahora: ¿A qué
clase sirve ese Estado con tantos recursos?
La apreciación que hacemos de este poder concentrado, va en función de su
direccionalidad. No se trata de la protesta que hace la burguesía tradicional (liberal)
porque el Estado le quita instrumentos de poder. Ocurre que si el Estado concentra
poder para usarlo en servicio de la burguesía – nativa y extranjera – o de los sectores
medios, las condiciones de explotación de los sectores mayoritarios no cambian en
esencia y pueden incluso agudizarse.
La recomposición del bloque de clases en el poder, antes vista, hace necesario el
estudio de los grupos sociales que actúan a partir del Estado, en alianza necesaria con
la burguesía, pero con intereses propios que llevan a posiciones y reacomodos.
185
No se debe confundir esta homogenización con la supresión de todo conflicto interburgués, sino con el cambio de sus
términos en relación al Estado oligárquico. En perspectiva, la política económica actual genera conflictos importantes al interior de
la propia burguesía, aún no plenamente expresados.
Hay también en el período medidas como la Comunidad Industrial que, sin expropiar
poder a la burguesía en el presente, han otorgado a los trabajadores un mayor margen
de juego al darles acceso a la información de la empresa -lo que se utiliza tanto para
demandar contra las burlas a la ley, como para reforzar la presión sindical - .La
posibilidad de un beneficio económico inmediato y potencial es, a su vez, un elemento
que dinamiza la organización de los trabajadores en torno a su comunidad. Pero es
quizás la lucha política en torno a la comunidad, con participación contradictoria del
gobierno, la que ha dado más elementos de conciencia poi ítica lúcida a muchos
trabajadores. La comunidad industrial no transfiere poder inmediato, pero abre
puertas a beneficios potenciales (en la gestión y en las utilidades) que el movimiento
popular ha utilizado en muchos casos como herramientas en su dinámica de lucha.
No es raro en este contexto, que la burguesía asumiera con la mayor agresividad la
lucha contra la Comunidad Industrial y se lanzara no sólo al ataque verbal, sino en
concreto -con quiebras fraudulentas, desdoblamiento de empresas, etc.-, impidiendo el
avance porcentual de la comunidad. Más aún, en esa lucha tomó la iniciativa desde el
momento mismo en que se dió la ley. En su lucha encontró aliados eficientes en el
gobierno que jugaron un doble rol, aceptando esos mecanismos por un lado y
convenciendo al gobierno en su conjunto de que la comunidad no había sido
comprendida por los trabajadores, de que los agitadores la habían convertido en
instrumento de lucha de clases y que había que quebrar el movimiento comunero
(proyecto de "la Misión" en 1974) o cambiar la ley (proyecto recientemente logrado).
Diversos actores del gobierno -de ambas tendencias- han reiterado permanentemente
la voluntad de conciliación y la incomprensión que los trabajadores y sus agitadores
tenían de la Comunidad Industrial. Haciendo una observación de conjunto, se debe
precisar lo que esto significa. Efectivamente, el gobierno ha tenido una voluntad de
conciliaci6n de clases que se expresa en esa ley 186. Pero ello no es suficiente para
superar los antagonismos básicos que hay tras la lucha de clases de una sociedad. Este
es un fenómeno social, efecto del conjunto de estructuras y no un simple acto de
voluntad de unos cuantos agitadores. Por ello es que al darse la ley, la actuación de
obreros y empresarios es contradictoria entre sí, salvo casos aislados. No es que
ambos no comprendieran la comunidad: es que el beneficio de unos supone pérdidas
para los otros. Por eso las empresas buscan mecanismos para burlar la ley y lo
consiguen en gran parte; por eso es que los empresarios protestan, amenazan y
presionan; por eso también los trabajadores se unen y se enfrentan a los empresarios;
por eso ven en la suma de comunidad y sindicato una mejor posibilidad de enfrentar la
coyuntura. Sin duda, hay detrás de los obreros actores políticos que aprovechan la
coyuntura, como los hay también detrás de los empresarios, especialmente entre
loslantiguos y desplazados representantes políticos de la burguesía. Pero el gobierno
generalmente sólo acusa a los trabajadores y en concreto el Ministerio de Industria y
Turismo propició operativos en su contra, articulando Comunidades Industriales de
empresas pequeñas con menos nivel de organización propia. El conflicto asume enton-
ces otra dimensión. Progresivamente se ve al gobierno acusando a los trabajadores de
instrumentar la comunidad, en términos de lucha de clases, como si ésta tuviera un
sólo polo y la burguesía fuera víctima de la agresión de los que no tienen poder. Ello
expresa la poi ítica real seguida por el gobierno en este campo, más allá del intento
reformista de la ley y de la lucha desarrollada porla tendencia progresista.
No cabe analizar beneficiarios en el proyecto de Propiedad Social. Se trata de un
proyecto redefinido antes de su implementación real y por tanto más útil en un análisis
186
Y esa voluntad de conciliación no era la misma en todo el gobierno, dado que para parte de éste la comunidad laboral no era
ni el modelo final ni el definitivo, sino lo posible en la coyuntura. .
de nivel ideológico; el impacto de este debate en la lucha poi ítica fue importante, pero
no se traduce directamente en otros niveles.
Usufructuando el poder expropiado, los aparatos de Estado – la Fuerza Armada y la
burocracia – aumentan su margen de acción y ofrecen oportunidades amplias a grupos
sociales medios que pueden fácilmente ser eficaces articuladores de los intereses de la
burguesía, pero que desarrollan también intereses propios que dan a la discusión sobre
el poder del Estado en la economía una particular importancia política.
En el período estudiado surge una significativa tecnocracia alrededor de las empresas
públicas, muy vinculada en su origen al empresariado privado, sus necesidades, usos e
intereses. No hay que confundirla con la burocracia normativa, planificadora o
administrativa. Se sitúa en empresas que funcionalmente se articulan con el sector
privado. Es este un objeto de estudio importante en perspectiva.
Aunque en la actualidad, en un cuadro de crisis y a la defensiva, el gobierno conceda
cada vez más a defensores del proyecto liberal de la burguesía, en su crítica a este
pretendido estatismo, es previsible que estos grupos sociales ligados al Estado
defiendan su base de sustento político. En este campo parece haber amplio terreno de
luchas interburguesas aún pendientes de definición.
Desde fines del siglo pasado hasta la segunda postguerra de este siglo, el Estado
peruano asume la forma conocida gruesamente como Estado oligárquico. Los años 50
muestran ya en la escena política la crisis del Estado oligárquico, que corresponde a
una particular estructura de dominación, a una determinada composición del bloque en
el poder y a una relación liberal entre lo económico y lo político.
Este Estado liberal fue controlado directamente por una oligarquía cerrada
donde los agroexportadores tenían hegemonía. Impusieron sus términos de realización
foránea (187) hasta los años 30, sin discusión. Cuestionados luego por fuerzas sociales
emergentes -articuladas por el APRA entre 1930 y 1945 recurrieron a la represión
sistemática de toda oposición popular. No obstante, no lograron impedir que la
evolución económica y social introdujera fisuras en el propio poder dominante.
187
Nos referimos al hecho de que los agroexportadores definen sus términos de ganancia en función del mercado internacional,
desincentivando el desarrollo del mercado interno respecto del cual sus demandas presionan básicamente por medidas que
disminuyan sus costos de producción en el país.
188
Bourricaud Francois: "Poder y Sociedad en el Perú contemporáneo". Buenos Aires, Ed. Sur, 1967,.pp, 290-310,
(189). En la ley y en la práctica política se expresa este carácter cerrado del poder, inclu-
so contradiciendo los valores y planteos propios de la democracia burguesa. La
desarticulación política y organizativa de las grandes mayorías es así un hecho clave, ya
que esta forma de dominación descansa en mayorías aisladas orgánica y
geográficamente. Incomunicación, sindicalismo embrionario primero y dividido luego,
partidos de cúpula y no de masas, son correlato del Estado oligárquico, situados en la
base de su capacidad de maniobra. Ello marcará los regímenes políticos que se
desarrollan en este siglo donde deberá recurrirse a la dictadura para desmantelar y
desarticular, quebrar o ilegalizar, las organizaciones sociales y políticas que aparecen
para enfrentar el poder cerrado de las clases dominantes.
192
En este rol, durante el siglo pesan rasgos de caudillismo sobre elementos institucionales, hasta la década del 50. Sánchez
Cerro, Benavides y Odría son jefes militares que representan a la oligarquía en el gobierno y ejercen en la Fuerza Armada un
liderazgo que les permite imponerse como articuladores. Pero a partir de la Mitad de este siglo se puede apreciar una evolución
se recubre fácilmente del formalismo constitucional de la elección, que generalmente
resulta discutible en su veracidad. (General Sánchez Cerro 1931-33 y General Odría
1950-56).
De esta forma, en el rol de los aparatos de Estado hay significaciones distintas de la ley
o norma de origen. A la burocracia se le presentó como alternativa el poder región la
de los gamonales, la autonomía local de la empresa patriarcal y el enclave. Y la Fuerza
Armada fue, más que un aparato ejecutor, la alternativa a los partidos y mecanismos
electorales del régimen legal. El desarrollo de la crisis del Estado oligárquico modificará
lo primero, consolidando lentamente a -la burocracia mientras que, con un paréntesis
de apertura, del espacio político a los partidos (1956-1968), dará un mayor margen de
juego a la Fuerza Armada
que tiene su origen en el proceso de institucionalización de la Fuerza Armada que se acentúa desde las primeras décadas del siglo.
La creación de la Escuela Militar y el forzoso paso por ella de toda la oficialidad, la creación de las Escuelas Superiores de Guerra y
luego del CAEM, la influencia de las misiones militares y navales (francesa y norteamerica na); son matrices de este proceso de
institucionalización que se complementa con diversas normas legales que estabilizan la carrera militar, le dan seguridad y orden,
dejando menos margen al caudillismo del siglo pasado, incluso en sus efectos internos.
Los oficiales, de diversos orígenes mayoritariamente provenientes de sectores medios e incluso populares, adquieren en sucesivas
escuelas de formación los valores institucionales junto con lo que gruesamente podría llamarse conciencia de clase media, con
todas las contradicciones que ello implica. La formación técnica deja un amplio lugar para la geopolítica, para el estudio de la
realidad nacional y, en las últimas décadas, para el estudio de los problemas del desarrollo y su vinculación con la preparación para
la defensa antisubversiva, diseñada a nivel continental por los Estados Un idos en plena guerra fría.
A partir de los años 50 se acentúa la fortaleza orgánica de la Fuerza Armada como institución -con estructura sólida y articulada-
tornando más difícil el caudillismo de períodos anteriores.
193
Caso de la CGTP en los años 30 y del APRA en 1948.
En este régimen político el Parlamento permite articular a distintas fracciones
del bloque en el poder que, sin embargo, no lo utilizan como único canal. Las dos
cámaras incorporan representantes de los grupos de poder regional (tanto
terratenientes tradicionales como agroexportadores) que desde allí demandan al
Ejecutivo las políticas adecuadas a sus intereses. Por lo general, el Poder Ejecutivo
representa la fracción hegemónica, que si bien en muchos casos no aparece
directamente en la escena, se ubica en los órganos consultivos de particular
importancia, como la Comisión Consultiva de Hacienda, la Presidencia del Banco
Central, etc.
La burocracia crece progresivamente durante este siglo. Tiene muy poco poder
económico, por ubicarse en un Estado liberal. Pero la política de obras, el progresivo
crecimiento de los sectores administrativos y sociales (salud, educación, trabajo), le
confieren un mayor poder. El centralismo de Lima aumenta este poder. Ha sido la
burocracia uno de los medios tradicionales para la cooptación subordinada de los
sectores medios, ofreciendo empleo a los partidarios del gobierno de turno.
planteamientos reformistas. .
196
Aunque el General Velasco tenga importantes rasgos de caudillo, su gobierno se
impulso y apoyo de parte de la burguesía industrial. Hasta la intervención de la Fuerza
Armada en 1968, estos partidos tendrán plena vigencia.
197
La oposici6n real quedaba excluida del Parlamento, caso de los representantes apristas en la constituyente, ausencia que se
produce, luego, en los Parlamentos de Benavides y Odría, por ejemplo.
condiciones de dominación oligárquica, incluso en términos reformistas ligados a la
burguesía industrial.
El espacio político que permite esta forma de Estado es muy estrecho para los
sectores medios y populares. Las instituciones son débiles (partidos, gremios), con
corta e interrumpida trayectoria, pues se reprime periódicamente su actuación. Ello
influye en su madurez y en sus cuadros dirigentes. El espacio real se da "tras
bastidores" y a él acceden los componentes del poder y sus aliados militares o
burócratas en forma subordinada.
Estas notas sobre los regímenes políticos del Estado oligárquico no eximen de
una exhaustiva investigación. Sirven más bien para plantear preguntas que permitan
tipificar las formas de régimen que se dan en el Estado oligárquico y compararlas con
los períodos siguientes, viendo qué rasgos se mantienen y qué aspectos cambian. Pero
estas notas y sus preguntas implícitas, dan ya algunos elementos de comparación. En
ello continuamos, siempre al nivel introductorio de este trabajo.
Este complejo aparato de gobierno se ubica por encima del nivel administrativo.
A la cabeza está el Presidente Velasco, como enérgico conductor del gobierno militar.
Velasco tiene los rasgos de un típico líder castrense -autoritario y campechano, seguro
de su jerarquía-que lo sitúa en un piano superior al equipo; conocedor de sus hombres
y de sus debilidades, astuto y audaz, con rasgos muy criollos en su comportamiento.
Ejerce el comando como podría haberlo hecho cuando mandaba el Ejército. Hombre
intuitivo, percibe la dirección que aspira a dar al gobierno y el paso que es posible dar
en cada ocasión, aunque no comprenda totalmente los análisis teóricos y los informes
técnicos. Intuye también los sentimientos de la oficialidad castrense y sabe cómo llegar
directamente a los escalones intermedios y bajos. En el ejercicio del poder adquiere
gradualmente gran facilidad para comunicarse con el pueblo, sea en la visita sorpresiva
o aprovechando una ocasión inesperada que se le presenta (199).
201
Esta concentración del poder en el Presidente se acentúa en el proceso y hace crisis a partir de la enfermedad de Velasco en
1973. Se agudiza allí su autoritarismo y su aislamiento. No es correcto, sin embargo usando las características de conjunto del
régimen y de los militares, reducir todo el problema al personalismo de un hombre que ha actuado en un conjunto de estructuras
institucionales y políticas que concentraban fuertemente el poder en sus manos. En ello no están ausentes, tampoco, las
debilidades personales de los actores que lo rodeaban.
El problema de la representatividad institucional de la Fuerza Armada es un
aspecto esencial en el régimen político que analizamos. Se trata de un aparato de
Estado ocupando el gobierno. Y este gobierno, desde un principio, se presenta como
representante de un aparato que por definición no es homogéneo, ni social ni
políticamente, ni se organiza Internamente en forma democrática. Si por
representatividad se entiende la elección formal del gobierno o la consulta de las
decisiones a los distintos escalones de la Fuerza Armada, este gobierno no lo es, pues
no cabe en esta institución militar ni la elección de sus comandos, ni la toma de
decisiones por votación entre un conjunto jerarquizado de hombres.
203
Estos servicios parecen tener un rol esencial en la "caza de brujas" que tanto ha marcado algunas épocas del gobierno. Su
información tiene particulares condiciones de "prueba" para sus hipótesis y afirmaciones. Con técnicas difundidas por el ejército
norteamericano en la guerra fría, encuentran comunista todo lo "popular". Incluso clérigos y Obispos reciben este calificativo que,
por otra parte, no distingue entre la variedad de posiciones comunistas. Aunque se supone que el proceso mismo debe haber
influido en ampliar perspectivas 'de análisis, muchos "operativos" frente a organizaciones populares y algunas "comisiones
Investigadoras!' tuvieron esta influencia de aparatos diseñados para la guerra y que hoy en América Latina, dirigen y condicionan las
relaciones entre el gobierno y los ciudadanos.
legítimas comandas de la institución castrense y la representan, según sus normas de
jerarquía y no. de elección, al estar en el gobierna mantienen esa representatividad.
Así, la heterogeneidad que el gobierna tiene en su sena no. puede ser la norma
que regule la conducción. Gobernar significa optar y, aunque haya en el larga plaza una
base común o resultante que fija los Imites a la direccionalidad del gobierna, en las
sucesivas coyunturas del periodo hay ganadores y perdedores, hay la progresiva
hegemonía de una tendencia en cada etapa. Ella, trasladada al nivel institucional, supone
que haya secta res que se sientan desplazadas a no. representadas par el gobierna, la
que se suma al rechaza -explicada en términos politicas- par parte de aquéllos que no.
han ascendida, no. han llegada a posiciones públicas, etc.
Esta legitimidad inicial se mantiene, por lo menos hasta 1974, con sucesivas
medidas, que son relativamente sorpresivas y dan la imagen de un gobierno que va
buscando cambios reales, aunque se hagan notar errores y haya discrepancias
concretas. Esa legitimidad puede no proveer de militancia o apoyo decidido pero deja
un amplio margen de tolerancia.
No debe entenderse esto como ausencia real de lucha política. Esta existe;
pero las fuerzas sociales en pugna -en su mayoría- concentran sus esfuerzos en rodear
y contestar al gobierno y cuando intentan tomar la iniciativa reciben una respuesta ágil,
agresiva y tajante de éste, en un estilo que caracteriza a su conducción. Estos intentos
implantados desde los partidos o la prensa, son utilizados por el Presidente Velasco
para unificar al gobierno y avanzar en su proyecto político. Así, por ejemplo, más de
una campaña periodística ha servido para convencer de nuevas medidas, tanto en
cuanto a la represión del ataque como al avance de las reformas.
Este rasgo de la lucha política, variable a lo largo del proceso, devendrá hacia
1974 en un reforzamiento del autoritarismo que coincide con la pérdida de iniciativa
en los planteos de reformas, ante la inminencia de una crisis económica que acelera la
llegada a la situación límite, de salto cualitativo o retroceso.
Sin embargo, a pesar de este rasgo en la cúpula -que sirve para arrinconar en
una larga etapa a las fracciones burguesas- hay en la escena hechos parciales o
sectoriales del movimiento popular que tienen efectos en la política global, sin ir más
allá de su campo específico. Estos se producen, tanto en articulación con una parte del
gobierno (Huando, por ejemplo) como en posición frontal mente contraria
(movimientos magisterial y minero, por ejemplo). En la evolución de la lucha política
sus efectos, sin embargo, no serán centrales ni alterarán el monopolio de la iniciativa
del gobierno.
Junto con este rasgo, la observación de la escena permite concluir que la lucha
política atraviesa el gobierno. De apariencia monolítica, desde un principio muestra la
presencia de posiciones contradictorias en la Junta y el Gabinete, que las fuerzas
sociales en pugna -en su origen oligárquicas y antioligárquicas- saben aprovechar. Al
concentrar sus esfuerzos en influir sobre diversos actores del gobierno, acentúan las
diferencias entre estos hasta convertirlos en sus representantes políticos. Los
sucesivos reacomodos de la burguesía influyen en la lucha de tendencias, agudizándola
y dándole contenido.
El actuar de la burguesía se hace más coherente poi íticamente con el avance de las
primeras reformas. La Ley de Industrias y la Comunidad Industrial provocan un
enfrentamiento decidido de la Sociedad Nacional de Indus~rias, logrando aglutinar a
los industriales, los agrarios que quedan y a gremios profesionales -como el Colegio de
Abogados- que les son mayoritariamente cercanos. No por ello se abandonan los
intentos de influir en el gobierno. En esa misma coyuntura, el rol de algunos
empresarios de la ADEX se percibe conciliador y a veces más cercano al gobierno,
constituyendo el posible punto de partida de una articulación más orgánica.
Es posible que en 1968 los militares tuvieran una idea clara de lo que buscaban
en términos generales, del tipo de solución que debían dar al problema de la IPC o al
ya largamente discutido proceso de reforma agraria. Ninguna de las fuerzas sociales
presentes en la escena política oficial iba más lejos en sus alternativas y soluciones
concretas. La observación directa de los pasos del gobierno muestra, en el camino, un
actuar basado en lo que es posible obtener de la correlación de fuerzas en cada
coyuntura. La firme conducción del Presidente Velasco -en doble rol de cabeza
pendular e impulsor de su propia tendencia- señala este camino pragmático que se
construye paso a paso. Ello lo obliga a conciliar cuando los efectos de la coyuntura
pueden afectar el apoyo de la Fuerza Armada; ello también lo hará recurrir a recursos
imprevisibles, producto de errores del enemigo externo e interno, para avanzar a
partir de ellos. La utilización de las amenazas norteamericanas, radicalizando
definiciones en el momento en que se cuestionaba la permanencia de Velasco; la
utilización de coyunturas en que la prensa, la Sociedad Nacional Agraria o la Sociedad
Nacional de Industrias llegaban al máximo de su ataque al gobierno, para tomar
medidas en su contra –aprovechando la reacción del gobierno en conjunto ante estos
ataques- y otros hechos similares, indican la forma en que se ha ido construyendo el
proyecto del gobierno.
d. GOBIERNO SIN ALIANZAS: LA RELACION DEL GOBIERNO CON LAS FUERZAS QUE LO
APOYAN
El margen de juego que los militares conceden a estos "militantes del proceso"
no será muy amplio pues, tanto el carácter institucional como la agudización de la
lucha de tendencias, lo entorpecen. Los esfuerzos que se realizan por constituir una
organización política en 1975, indican esta relación difícil en la que muchos se jugaron
enteros.
En efecto, los militares tienen conciencia de ser ellos el gobierno; por origen,
condición social e ideas políticas parecen coincidir con estos grupos sociales que
buscan implementar un proyecto conjunto e interpretan los intereses del movimiento
popular, puestos en sus términos. Pero esta identificación pasa por la lucha de
tendencias. Enfrenta a buena parte de estos civiles con los militares más cercanos a la
burguesía y ante ello, a cada intento de iniciativa política autónoma, el gobierno
responderá recurriendo a la institucionalidad militar que caracteriza al gobierno. Tal
parece ser el caso de la anunciada formación del Movimiento de la Revolución Peruana
poco después del 5 de febrero de 1975, al cual el gobierno responde con la Comisión
Organizadora de la OPRP en la que hace participar, en verdadero ring de box, a todas
las tendencias que se expresan en el gobierno para entonces.
208
También actuarán en el periodo, dentro de estos cuadros del gobierno, ex-apristas de distintas épocas y posiciones.
americanos, articulada por los Estados Unidos. Sorprendido por la toma de la IPC,
permanece a la expectativa hasta la Ley de Reforma Agraria
en 1969, fecha a partir de la cual da su apoyo decidido al gobierno. Junto con
este apoyo, que no restringe en ningún momento ( 209), reclama medidas concretas para
el movimiento sindical, que sólo parcialmente obtiene; ataca enérgicamente a las
fuerzas de derecha y a la izquierda opositora y no vacila en quebrar huelgas -como la
de los maestros en 1971- cuando el gobierno llega al límite de su tolerancia.
Aún en estos términos, el Partido Comunista será blanco del ataque sistemático
de la burguesía y los militares progresistas serán anatematizados como comunistas,
dentro y fuera del ejército. Ello demuestra la capacidad que la burguesía retuvo en el
período, con indudable participación militar, de utilizar el anatema ideológico contra
todo cambio que atentara contra sus intereses.
Con un proceso que parece cambiar la forma de Estado anterior, fortaleciendo su rol
en la economía y con un régimen en manos de uno de los aparatos de Estado -la
Fuerza Armada-, es evidente que se afectará otro aparato de Estado clave: la
burocracia. En tanto que es el Estado beneficiario inmediato del poder expropiado a la
oligarquía y al capital extranjero, la burocracia ha de adquirir mayor poder y
complejidad. Su dimensión fue creciendo ron casi todos los gobiernos del siglo. Pero
ahora es su poder de intervención en distintos aspectos de la vida económica y social,
el que se acrecienta.
3. NOTAS FINALES
212
No mencionamos exhaustivamente todas las empresas. Incluimos algunas que existían antes de este gobierno pero que han
sido sustantivamente incrementadas en su capacidad de producción (CPV. SIMA, Sider Perú...).
213
CARDOSO. Fernando Henrique. ESTADO y SOCIEDAD EN AME RICA LATINA. Buenos Aires Ediciones Nueva Visión
1973.
económico y lo político, la forma de Estado oligárquico -abstencionista en lo
económico- cambia también hacia una forma de Estado de transición que, a partir de la
modernización capitalista producida, se adecué a las necesidades del nuevo bloque.
Antes que calificar ya los términos de este nuevo Estado se requiere investigar
mejor los componentes del nuevo bloque: la burguesía industrial predominante, las
distintas formas de presencia del capital imperialista en ella y en relación al Estado y los
grupos sociales aliados que provienen tanto de los hoy reforzados aparatos de Estado
(Burocracia, Tecnocracia y Fuerza Armada) como de posibles ordenadores políticos de
la pequeña burguesía. La característica hasta ahora más saltante parece ser el
significativo poder del Estado, que potencia el margen de juego de aquellos actores
políticos que adquieren poder a través de los aparatos de Estado (militares, burocracia,
tecnocracia).
214
El Ing. Walter Piazza -Ministro de Economía y Finanzas- sustentó su posición doctrinaria y política ante el Presidente Velasco
en CADE 1972. Dijo Piazza que al hombre. . . "hay que definirlo tal como es: un 88r por natura egoísta qua busca su felicidad, pero
que solo alcanza su calidad verdaderamente humano cuando su espíritu se proyecta sobre la sociedad". De allí dedujo que "l. sana
amblcl6n del hombre y de su LEGITIMO EGOISMO, en la medida que no perjudiquen al conjunto social, han sido, son y serán
vigorosas fuerzas motoras de progreso". A partir de esta formulaci6n doctrinal defendi6 el pluralismo económico en los términos
en que convenía a la empresa privada, es decir sin siquiera la menci6n a la prioridad de la propiedad social, tal como ahora lo ha
reformulado la Segunda Fase. A partir de ello formuló también la forma en que los empresarios privados podían aceptar la
comunidad laboral: participaci6n sí pero no compartir la autoridad.
El Presidente Velasco respondió señalando "reparos y discrepancias significativas" sosteniendo que desde el punto de vista del
gobierno hay un fundamentable error INSUBSANABLE en sostener un enfoque de los problemas sociales, económicos y políticos
basados en el Individualismo o en una reduccl6n de la compleja naturaleza de lo humano a la sola dimensión del egoísmo en el
Individuo o finalmente en aceptar que la ambición y el egoísmo siempre y por siempre serán vigorosas fuerzas motoras del
progreso.....
Sostuvo el Presidente Velasco al rechazar ese planteamiento capitalista liberal que el gobierno rechazaba también el comunismo
estatista y el capitalismo con planificaci6n estatal que en este discurso lo identifico con los tercerismos. Señalo finalmente que "la
participación es participación en la toma de decisiones o no es nada" y que en síntesis el planteo del gobierno frente a la empresa
privada reformada esa propiedad compartida, dirección o autoridad compartida Ver CRONOLOGIA POLITICA. Hecho No. 1898
pp. 449 a 452.
sus empresas. Sin embargo, en perspectiva, los efectos de esta política son diferentes
en la gran empresa y en las medianas y pequeñas. A su vez la definición del rol del
Estado en la economía es vista de manera diferente por diversos sectores de la
burguesía, unos más ubicables en el proyecto liberal anterior y otros más dispuestos a
compartir con la nueva tecnocracia un desarrollo capitalista en el cual el Estado juegue
un rol decisivo. Los proyectos políticos están, así, en plena reformulación dentro de
una burguesía homogeneizada -respecto a la anterior etapa histórica- pero con
composición heterogénea a nivel de sus intereses específicos. En estos proyectos
políticos de la burguesía es posible reconocer la búsqueda de una "democratización"
que mantenga lejos del poder a las mayorías. Pero será cada vez más difícil si hay
lucidez en los actores políticos populares y se usa el espacio que cada proyecto
político abre en alguna medida, unificando las fuerzas progresistas con criterio amplio y
aprovechando las lecciones y experiencias de este intenso período histórico.
El paro del 19 es fruto de una situación objetiva -la golpeada economía popular-
y de una unión de voluntades -la coordinación de sindicatos y fuerzas políticas-, no
sólo competitivas sino enfrentadas en los últimos años. Esta confluencia se produce en
uno de los momentos en que el gobierno se encuentra más aislado. Después de poner
en práctica las medidas económicas antipopulares de los Ministros Barúa y Piazza,
después de modificar la Ley de Comunidad Laboral y manejar al país con las garantías
constitucionales suspendidas por más de un año, el gobierno carece del más elemental
215
Incremento notable de sindicatos, cooperativas, comunidades laborales, ate.
apoyo de las mayorías populares, que cada vez ven más reducido su nivel de vida y más
limitadas sus posibilidades de organización y expresión. En efecto, el paro se da
precedido de. protestas en distintas ciudades del país y de una condenatoria
declaración de los Obispos del Sur Andino que cuestiona la política económica y social
del gobierno, evidenciando una confluencia que da cuenta de la situación objetiva que
vive la mayoría del país.
El paro fue convocado por un Comando Unitario que sentó en la misma mesa a
la CGTP, la CNT y la CTRP-Lima, junto con 18 Federaciones no adheridas a ninguna
Central. En el espectro político, esta confluencia unificó al
Partido Comunista Peruano, a un sector ligado al Partido Demócrata Cristiano, al
Partido Socialista Revolucionario, a Vanguardia Revolucionaria, al Partido Comunista
Revolucionario, a otros grupos menores de izquierda y a diversos sectores sin
definición partidaria. El hecho de que se pusieran de acuerdo es de por sí significativo;
aunque es preciso recordar que no se integraron sectores mineros y magisteriales
pertenecientes al Partido Comunista del Perú -Patria Roja-, decretando una
paralización posterior en el sector minero. El paro se hace efectivo sin la adhesión del
Partido Aprista que controla la antigua Confederación de Trabajadores del Perú,
entidad que se automargina de esta movilización que sólo puede compararse a las
jornadas de principios del presente siglo.
En otros países, con una trayectoria sindical poderosa, puede no ser sig-
nificativo un paro general, efectivamente nacional, como éste. En el Perú, sociedad
desarticulada políticamente, con fuertes y propiciadas divisiones en los gremios, con un
"estado de emergencia" que cumplió más de un año de duración desarticulando todo
intento de movilización, este hecho es significativo. Lima quedó completamente
paralizada, con el transporte reducido, a pesar de que las organizaciones gremiales de
transportistas no se habían adherido al paro. Las zonas de mayor concentración
industrial estuvieron totalmente paralizadas. Aunque los noticieros, diarios y revistas -
sujetos a censura previa desde esa fecha- afirmen en más de un caso que el paro fue
parcial, indican paralizaciones en Tacna, 110, Arequipa, Puno, Cuzco, Ayacucho,
Huancayo, Huánuco, Pucallpa, Cajamarca, Trujillo, Piura, Chiclayo. Es decir que, en
buena cuenta, por más recortes que se introduzcan, el paro fue efectivamente nacional.