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Nombre de la asignatura: Historia de la Educación Argentina y Latinoamericana

Docente a cargo: Marisa I. Alonso


Clase nro. 12

En la clase de hoy, vamos a seguir profundizando el estudio de los procesos políticos y sociales que se
produjeron en la historia argentina.
Pretendemos realizar, junto a uds, una reflexión acerca de la transición y la consolidación democrática en
nuestro país en el marco de una profunda crisis del Estado, revisando para ello el gobierno de Raúl
Alfonsín con la intención de acercar algunos elementos de análisis que faciliten una comprensión más
acabada de ese complejo momento de la historia nacional.
Estudiar estos años nos permite profundizar sobre un etapa en la que se producen transformaciones
fundamentales para la historia reciente de nuestro país. Concretamente, no sólo nos estamos refiriendo a
la vuelta a la democracia después de un largo período dictatorial sino a la crisis que se produce dentro del
Estado nacional, que comienza alrededor de los años '70 y se profundiza en los '80. Sin poder ignorar que
son las elecciones de 1983 las que plantean una novedad en la arena política al obtener el radicalismo un
triunfo mayoritario frente a la oposición peronista.1
Abordar el análisis del radicalismo en el período 1983/1989 nos lleva, ineludiblemente, a la problemática
de la transición y consolidación democrática en Argentina. La complejidad de la transición es grande ya
que la pelea por la democracia implicó para la Unión Cívica Radical, por lo menos, tres frentes de lucha
que actuaron como condicionantes de los diversos objetivos formulados por el gobierno de Raúl Alfonsín:
contra el régimen autoritario para alcanzar la democracia, lo que se hizo evidente en la conflictividad que
originó en el seno de las Fuerzas Armadas el juicio a las Juntas; con el partido justicialista en la oposición,
fundamentalmente, en la relación que este mantiene con las cúpulas sindicales; y por último, con la
situación de crisis fiscal del Estado que no sólo significó un crónico déficit público, refinanciado
constantemente en condiciones inflacionarias, sino el peso de una deuda externa que una vez tomada la
decisión política de su nacionalización pasó a ser el núcleo fundamental de la propia crisis.
Asi planteados los hechos, podemos señalar que los regímenes democráticos se encuentran fuertemente
condicionados ya que surgen en medio de una violenta recomposición del capitalismo mundial y nacional,
en donde el Estado en su carácter de social, se convierte en el centro de los cuestionamientos de los
sectores poderosos que lo ven como un factor negativo para la denominada "modernización". Los ejes de
esta se relacionan, por un lado, con una profunda transformación del papel del Estado que debe perder la
potestad para regular las relaciones que rigen la economía, dejando más libertad para el desarrollo del
mercado y utilizando la posibilidad de establecer reglas de juego mínimas de acuerdo a las presiones
ejercidas por estos mismos grupos; y por el otro, y en estrecha relación con lo anterior, la apertura de la
economía hacia el exterior a través de la desregulación y la privatización.
Para desarrollar lo expuesto hemos elaborado algunos ejes de análisis que facilitan la comprensión de
la dificultad de los procesos sociopolíticos que deberá atravesar la recientemente nacida
democracia:
Para ello, debemos analizar la herencia de la dictadura militar centralmente a partir del proceso de
concentración económico, el disciplinamiento social, la reforma del papel del Estado y las violaciones a los
derechos humanos.
La incidencia de la nacionalización de la deuda externa privada, y su posterior aceptación por parte
del gobierno de Raúl Alfonsín, como elemento central de la crisis fiscal del Estado; el accionar del
movimiento sindical ante la envestida alfonsinista para lograr la reestructuración del mismo, y la relación
existente entre los sindicatos y la reorganización del partido justicialista y, por último, la forma en que el
gobierno radical intentó dar solución a la problemática abierta por el denominado Juicio a las Juntas en
el seno de las FFAA y, como efecto de esta misma politica, los posteriores levantamientos carapintadas
como fruto del fracaso de los objetivos propuestos por dicho gobierno
Algunos de estos aspectos los venimos trabajando en las clases anteriores, tales como el de la
reformulación del estado o la trascendencia del endeudamiento externo.
Sobre la cuestión sindical: es uno de los que podemos desarrollar un poco más de modo que puedan ir
reconstruyendo con el relato el clima de época:
El gobierno de Alfonsín aspiraba a intervenir en la democratización de los sindicatos, ya que sólo 350 de
las 1200 organizaciones sindicales funcionaban con líderes elegidos mientras que el resto todavía estaba
intervenido como en las épocas de la dictadura. El instrumento que se intentó utilizar para llevar a cabo
estos objetivos fue el proyecto de Ley de Reordenamiento Sindical y Régimen Electoral que el partido
radical presentó en el Parlamento a una semana de su asunción.

1
El 30 de octubre de 1983, Alfonsín ganó las elecciones con el apoyo del 52% del electorado contra el 40% del candidato
peronista Italo Luder. Los peronistas obtuvieron mayoría en el Senado y fueron minoría en la Cámara de diputados.
Esta ley implicaba el establecimiento de un nuevo mecanismo que, a su vez, significaba imponer serias
restricciones a los que ya tradicionalmente habrían facilitado la permanencia de las viejas cúpulas gremia-
les. Justamente, aquí residía el problema ya que esas cúpulas no estaban dispuestas a perder el control
de la estructura mientras durara el proceso de transición democratica. Esta propuesta del gobierno de
separar a estos sectores del sindicalismo mientras duraba la normalización significaba tener el control del
proceso electoral y de los fondos sindicales y no ocultaba el carácter intervencionista por parte del
Estado2.
La ley proponía en primera instancia, la elección de los delegados de base y recién luego, en un escalona-
miento hacia arriba, la de los otros niveles de conducción. Se proponía también la obligatoriedad de
participación de la minoría en las comisiones directivas, la reducción del tiempo de mandato, el control de
la justicia electoral y el voto secreto, directo y obligatorio para elegir autoridades3. Desplazar a estos
sectores opositores representados por esas cúpulas, identificadas fuertemente con el peronismo,
significaba para el gobierno atacar la llamada "oligarquización" del poder sindical pero también significaba
acercarse aún más a la posibilidad de controlar a los actores corporativos, en este caso el sindicalismo,
para la elaboración de los proyectos económicos y sociales.
Sin embargo, la respuesta de los grupos poderosos dentro del sindicalismo no se hizo esperar. A princi-
pios de enero de 1984, se reunificaron las centrales obreras, que habían permanecido divididas durante el
proceso militar, y nombraron como Secretario General de la C.G.T.-unificada a Saúl Ubaldini,
representante de un pequeño gremio (cerveceros) quien se había destacado por su lucha contra la
dictadura.
De este modo, comenzó a diseñarse la estrategia de enfrentamiento a la política radical en relación con el
sindicalismo. Ubaldini cumplió un rol fundamental durante este período ya que como representante del
movimiento obrero organizado tuvo como tarea reorganizar al peronismo político que había quedado
fracturado después de la derrota electoral. Con este objetivo es que no sólo buscó en convertirse en la voz
de los obreros sino de todos los sectores sociales oprimidos, siendo a su vez aliado político de quienes,
aún con poder, cuestionaban las políticas diseñadas por el gobierno. Liderando un frente, que reuniera al
sindicalismo junto a la oposición política, los sectores del empresariado y eventualmente a la iglesia, que
observaba con desconfianza las propuestas educativas y culturales del gobierno alfonsinista 4. De este
modo y con el desarrollo de esta estrategia quedó planteado el lugar que tuvo el sindicalismo en el
proceso de transición democrática.
La primer gran derrota para el gobierno fue sufrida en el Parlamento, con el rechazo del Senado de la ley
de Reforma Sindical. Mientras que para el sindicalismo peronista tradicional esto representaba un gran
triunfo en el cual había demostrado que poseía capacidad para presionar y vetar una política que emanaba
del gobierno y que lo ubicaba como una oposición difícil de
doblegar.
Si la ofensiva radical sirvió como elemento de unificación del sindicalismo peronista, la derrota del proyecto
de ley profundizó las diferencias dentro del seno del propio radicalismo entre quienes estaban dispuestos a
negociar, teniendo en cuenta que la oposición representaba el 40% del electorado, y los otros que se
negaban a modificar la propuesta de la ley gremial"caiga quien caiga"5.La proliferación de los conflictos
gremiales, sumado a la poco clara política laboral y salarial del radicalismo, ayudaron a tensar las
relaciones entre los sindicatos y el gobierno.
Cada uno de los paros generales organizados por el sindicalismo unificado producían un desgaste al
gobierno nacional. Desde el poder, se esperaba de los sindicatos que acataran con responsabilidad las
circunstancias conflictivas de la transición. Sin embargo, frente a estas demandas del poder político, la
C.G.T. planteaba la necesidad de reformular las propuestas económicas. La necesidad de priorizar la
"cuestión social" ocultaba desde el discurso una realidad: recomponer al peronismo como oposición
política. La estrategia de Ubaldini durante todo este período tuvo que ver con rodearse de distintos
sectores, entre ellos el empresariado, que no pedían reivindicaciones concretas sino más bien actuaban
buscando "hechos políticos" que ayudaran a torcer el rumbo económico. Esto ayudó a profundizar las
diferencias en el seno del gobierno sobre cómo actuar frente a la oposición sindical, que se iban a
mantener a lo largo de todo el gobierno de Raúl Alfonsín. La falta de una política unificada por parte del
oficialismo hace que se vaya de la confrontación a la concertación y de la concertación a la confrontación,
facilitando el accionar del sindicalismo como un factor condicionante del gobierno
2
?Gaudio,R.;Thompson,A. (1990) Sindicalismo Peronista/Gobierno Radical. Los años de Alfonsín. Fundación Ebert y Folio ediciones; Buenos
Aires.. págs. 37,38 y 39.
3
?Gaudio,R.;Thompson,A. op.cit. pág.152
4
Los miembros de la iglesia en la Argentina habían aceptado la llegada de la democracia, pero no habían admitido realizar una revisión en su
accionar durante la dictadura. Sin embargo, a medida que el radicalismo desplegaba sus propuestas vinculadas a la cultura y la educación, crecía
el consenso de los sectores más conservadores en contra de esas políticas. El Congreso Pedagógico y la educación, el divorcio vincular y la
patria potestad compartida afectaban cada vez más la relación entre gobierno e iglesia.
5
?Gaudio,R.;Thompson,A. op.cit.
El Plan Austral, sin embargo, marcó una sustancial diferencia en la política que venía llevando adelante el
gobierno. No sólo fue la puesta en marcha de un proyecto de estabilización de la economía sino que
significó también la decisión del radicalismo de gobernar apelando al apoyo de la ciudadanía, dejando de
lado, al menos por un tiempo, la búsqueda de la concertación con los sindicatos y el empresariado. Este
plan, según lo analiza Gaudio y Thompson, representó una alternativa pensada para frenar la crisis pero
fundamentalmente buscó alcanzar la gobernabilidad de la sociedad argentina y el disciplinamiento de los
actores sociales, en particular, los sindicatos6. El gobierno buscó el consenso y la legitimidad entre las
mayorías civiles y dejó la concertación o el acuerdo con las corporaciones para después de la puesta en
marcha del plan.
Sin embargo, la estabilidad económica, fruto del Plan Austral, fue difícil de mantener. Desde mediados de
1986 el radicalismo se enfrentó a la necesidad de profundizar la política de estabilización al costo de un
mayor aislacionismo político o tratar de recuperar espacios estableciendo alianzas con los diferentes
sectores corporativos. Mientras tanto los temas que tienen que ver con la reforma económica, centrados
en la recuperación de la economía pública y la apertura comercial, encontraron fuertes trabas en el
Parlamento. Desde el gobierno se pensó que había llegado el momento de avanzar en el pragmatismo
político y con ese objetivo, se buscó dividir y debilitar al movimiento obrero incluyendo dentro de su seno a
los representantes de los distintos sectores gremiales7. La alianza con el grupo de los "15"8 fue un intento
de edificar un pacto social, aislando de este modo la política confrontacionista de Saúl Ubaldini, cuyas
implicancias no estaban unicamente circunscriptas al campo económico-social sino que intentaban
resolver un frente de oposición política en un año electoral. Pero el corolario de esta jugada fue la instala-
ción de la confrontación en el seno del gobierno ya que una vez sancionadas las convenciones colectivas
de trabajo, la ley de asociaciones sindicales y la devolución de los bienes incautados a la C.G.T. por el
gobierno militar y las Obras Sociales, quedó demostrado que el Ministro Alderete no jugaría como una
pieza política radical sino como representante de los sindicatos dentro del gobierno, es decir, que todo tipo
de pacto debería estar consensuado con el resto del sindicalismo. La inclusión de un sindicalista peronista
dentro del Ministerio de Trabajo, representó serias dificultades para el gobierno ya que no se explicitó cuál
sería la orientación de la política laboral que desarrollaría y esta omisión le trajo serias dificultades no sólo
al equipo económico sino también a la conducción política del gobierno9.
En junio de 1987, se encaró un nuevo plan de reformas como un nuevo plan económico (Plan Primavera)
que levantaba las banderas de la desregulación y la apertura de la economía; el mismo incluía la
reformulación de las pautas impositivas, la privatización de las empresas estatales y una drástica
reducción de gastos. Todas estas medidas aumentaron el descontento social, que se expreso durante ese
año en las elecciones; en septiembre de 1987 se hizo evidente ese aislamiento político del cual hablaba-
mos, ya que el peronismo obtuvo el 41% de los sufragios mientras que el radicalismo sólo logró el 37% de
los votos. La derrota afectó la legitimidad política del gobierno y por lo tanto, afectó también la capacidad
del mismo para administrar la
crisis10. Los múltiples conflictos del gobierno en los distintos frentes configuraron un cuadro de inestabilidad
política que crecería durante los dos últimos años de gobierno.
El radicalismo se había planteado como objetivo de gobierno lograr la democratización no sólo de las
instituciones políticas sino también, y como condición ineludible para lograrlo, de todos los actores
corporativos. El Estado tendría la función de eliminar la presión que estos sectores ejercían sobre el
gobierno, sin embargo, esta política fue un intento fallido. Una transformación elaborada "desde arriba" y
por un gobierno "ideológicamente" opositor a las cúpulas del sindicalismo, mayoritariamente peronistas,
condujo al fracaso. La estrategia del sindicalismo, en cambio, tuvo más que ver con reconstruir una
oposición política que reclamar para obtener logros concretos. La postura confrontacionista desarrollada
por Saúl Ubaldini, que tenía como meta fundamental oponerse a cualquier tipo de acuerdo, hizo que de
esta etapa lo único que efectivamente se lograra fuera la reconstrucción institucional del sindicalismo.
El enfrentamiento del gobierno con el sindicalismo y la conflictiva vivida con los sectores militares condujo
a una situación de inestabilidad tal que la crisis del gobierno fue terminal.

6
?Gaudio,R.;Thompson,A. op.cit. págs.138,139.
7
?El primer intento de este tipo, se produjo en 1984, y llevó a la inclusión de Hugo Barrionuevo en el gobierno como "delegado
personal del presidente para la normalización sindical". El segundo intento se produjo con el nombramiento de Alderete, representante
del grupo de los "15", como Ministro de trabajo.
8
?El grupo emergió en 1987, liderado por el representante del sindicato del plástico:Jorge Triaca. Durante el gobierno de Alfonsín
estuvieron siempre dispuestos a pactar con la intención de consolidar su base de poder. Estaba integrado por grandes sindicatos,
muchos de ellos del sector privado industrial, y reunía el 30% de los afiliados a la C.G.T.(Acuña,M. op. cit.,pag.49)
9
?Gaudio,R.;Thompson,A. op. cit. pág.172
10
?Damill, M.; Frenkel,R (1990), Malos tiempos. La economía argentina en la década de los ochenta; Documentos de trabajo #46. CEDES; Buenos
Aires;., pags. 33,34 y 35.
La cuestión militar
Hacia 1980, la movilización de la sociedad civil se empezó a hacer evidente, fundamentalmente, a partir
de los sindicatos y de los organismos de Derechos Humanos. La disconformidad y los cuestionamientos
de parte de los sectores civiles al régimen, empujaron a las Fuerzas Armadas a buscar una estrategia que
permitiera generar un nuevo consenso entre quienes, cada vez más profusamente, cuestionaban su
accionar. Estos motivos condujeron al régimen militar a la guerra de Malvinas. El objetivo de este decisión
tenía que ver, como lo plantea Acuña 11, con redefinir la red de alianzas y oposiciones buscando la
adhesión de la gran mayoría de la ciudadanía, hasta ese momento totalmente silenciada y relegada, así
como de las organizaciones socio-políticas que habían sido prohibidas e intervenidas por los militares en
un tema que estaba absolutamente ligado a un reclamo histórico de la Argentina. La derrota sufrida en la
guerra significó para los militares argentinos perder la posibilidad de "tutelar", tal como lo había realizado
en las anteriores experiencias de apertura democrática entre 1955-1976, el proceso de transición
democrática. Este hecho señaló un nuevo rumbo por el cual el establisment militar se enfrentaba a una
situación que no había imaginado que iba a suceder de esa manera.
El conflicto bélico creó un nuevo espacio para los sectores civiles, abriendo las posibilidades de ejercer un
rol protagónico por parte de los mismos, que, sin embargo, no fue suficientemente explotado. Este hecho,
dio origen a una situación peculiar: si bien el fin precipitado de la guerra y el fracaso del proyecto político
del Proceso de Reorganización Nacional dejó sus huellas, no se tradujo en una entera derrota para los
militares ya que primó el espiritú de defender la autonomía de las fuerzas armadas.
Los partidos políticos no buscaron en el proceso de transición a la democracia un enfrentamiento frontal
con el régimen militar que diera lugar a una movilización popular. La clase política 12, pensaba que sería
negativo, en el proceso de transición, ayudar a una derrota política de las Fuerzas Armadas que sólo
serviría para fragmentarlas y autoexcluirlas del nuevo período. El temor a una radicalización no deseada
por parte de los miembros de la sociedad civil es latente entre los hombres del quehacer político y es lo
que termina definiendo su relación con las fuerzas militares. Por lo tanto, a pesar de la oportuni dad que
aparecía, la clase política no entabló con las Fuerzas Armadas ningún acuerdo que "protegiera" el proceso
que comenzaba
después de lo sucedido en Malvinas, ni siquiera logró fortalecerse apoyandose en la sociedad civil. Mas
bien dejó este espacio libre para que otros actores sociales, fundamentalmente los organismos de
Derechos Humanos, se hicieran cargo de las distintas demandas, consolidando de ese modo su "debilidad
histórica"13 . A la larga este modo de actuar ayuda a legitimar situaciones en las cuales el poder de las
armas parece ser mayor que el de los actores civiles que resultaron debilitados a la hora de imponer
condiciones. Por el contrario, profundiza las diferencias entre los miembros de la institución y la población
en general, desnudando la fragilidad de la clase política frente a las mayorías desilusionadas14.
La cuestión de la revisión del pasado inmediato y la resistencia de los partidos políticos a pactar una
alternativa en este sentido dio origen a, lo que E. López llamó, las consignas fundamentales del establis -
ment institucional de las fuerzas armadas: "acatar y resistir" 15. El proyecto era aceptar a un gobierno civil
que estuviera dispuesto a ceder en algunos aspectos considerados centrales
por las cúpulas de las fuerzas, con el objetivo final de reinsertarse en las mejores condiciones posibles en
el nuevo modelo democrático. Entre esos temas centrales se encontraba el presupuesto de las fuerzas, la
ley de defensa y, fundamentalmente, la cuestión de la revisión del pasado reciente. La necesidad de echar
luz sobre asuntos tan ocultos como los desaparecidos, los ilícitos económicos o el desarrollo de la guerra
en el frente de batalla hizo que el problema central para las fuerzas armadas fuera la búsqueda de futuros
aliados con los cuales pactar la salida política con la garantía de no revisión del pasado, sean estos
sectores políticos o económicos. Luego de la derrota en la guerra de Malvinas la opción unilateral ideada,
la llamada Ley de Pacificación Nacional no traspaso los primeros días de la democracia, ya que fue
derogada por el gobierno del Doctor Raúl Alfonsín en febrero de 1984. En este punto, coincidimos con el
análisis de Acuña16, al señalar que el propio accionar de la corporación militar en función de la importancia
atribuida a la problemática de los derechos humanos colocaran al tema en un lugar central entre las
preocupaciones del futuro gobierno democrático.

11
?Acuña,C. y Smulovitz,C.(1990) Ni olvido ni perdón? Derechos Humanos y tensiones civico-militares en la transición. Documentos de trabajo
CEDES.
12
?Fontana,A. (1984) Fuerzas Armadas, Partidos Políticos y Transición a la democracia en Argentina 1981-1982. Documentos de trabajo CEDES.
13
?Fontana,A (1987). "La política militar del gobierno constitucional argentino" en Nun,J.; Portantiero,J. C. Ensayos sobre la transición democrática
en Argentina.Ed. Puntosur; Buenos Aires; op.cit., pag.31
14
?Petras,J. (1995) América Latina: pobreza de la democracia y democracia de la pobreza , edic. Homo Sapiens, , pag. 19
15
?Lopez,E. (1994)Ni la ceniza, Ni la gloria. Actores, Sistema Político y Cuestión Militar en los años de Alfonsín ,Universidad Nacional de
Quilmes, pag. 61
16
?Acuña,C.;Smulovitz,C (1995) Ni olvido ni perdón?. Derechos Humanos y tensiones cívico-militares en la transición . Documentos de trabajo
CEDES, Buenos Aires.
La intención del presidente Raúl Alfonsín era lograr subordinar al poder del Estado de derecho a las
fuerzas armadas. Con este principio en mente, inició la revisión judicial de las violaciones a los derechos
humanos. Es fundamental señalar que el objetivo político de Alfonsín tiene que ver con que el proceso
judicial pueda constituirse en un mecanismo de disuasión de futuras estrategias autoritarias y
consecuentemente en un factor de reproducción del juego democrático17. Es importante observar que, por
el contrario, la impunidad otorgada más tarde a secuestradores, torturadores y asesinos tuvo "un impacto
desmoralizador sobre toda la vida
política"18. Los sectores civiles que, comprometidos como estaban en su mayoría con el proceso
democrático y la revisión del pasado accionar de las Juntas, sufrieron una desilusión que se tradujo en un
aumento constante de la apatía política. Esta situación sumadas a posteriores negociaciones con las
Fuerzas Armadas como así también a los fracasos económicos del gobierno radical ayudó al vaciamiento
del contenido social del concepto de democracia, que lentamente quedó encasillada para la mayoría de los
ciudadanos en una concepción puramente formal.
El gobierno del presidente Alfonsín intentará definir la cuestión militar a partir de dos ejes centrales:
"tratamiento judicial limitado y autodepuración militar"19. De esta manera quedaba plasmada la "doble
estrategia"20: castigar a los militares que hubieran cometido violaciones a los derechos humanos e incorpo-
rar al resto de la institución al juego democrático. Sin embargo esta estrategia fracasa, la idea de los
juicios era terminar con la cuestión de la violación de los derechos humanos y sólo se consiguió reabrir y
profundizar el tema. El comportamiento del poder judicial como poder autonómo puso en evidencia una
situación en la cual el gobierno termino desviando sus argumentos de una cuestión ética a la invocación
de una "razón de Estado" en función del pragmatismo político 21. Se buscaba aplicar el criterio de
obediencia debida y castigar fundamentalmente a las cúpulas del proceso; marcando una diferenciación
en los niveles de responsabilidad: quienes idearon y organizaron el plan represivo, quienes se excedieron
en las órdenes cometiendo delitos adicionales y quienes cumplieron estrictamente con las órdenes
recibidas. Esta alternativa le parecía al gobierno la más adecuada para responder a las demandas de la
sociedad civil y consensuar una salida con los sectores de la fuerza. Sin embargo, el único tema que
reunía en un consenso unánime a todos los sectores de la institución militar, realizando una reinvidicación
sistemática del mismo tendrá que ver con lo actuado durante la llamada G.C.S.. Los juicios a los militares
por violaciones de Derechos Humanos lograron condensar las diferentes tensiones que, por razones
históricas y coyunturales, se producirán en las Fuerzas Armadas a lo largo del proceso de consolidación
democrática22.
Se venció el plazo por el cual se esperaba que el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas(CSFA) se
expidiera y juzgara a sus compañeros de armas y en octubre de 1984 comenzó la revisión de las Juntas
en el Fuero Civil. El CSFA tiro por tierra con el objetivo radical de autodepuración, lo cual y teniendo en
cuenta que la problemática de los Derechos Humanos es uno de los principales temas que las FFAA
buscan negociar en el período de la transición, nos lleva a plantearnos una cierta ingenuidad por parte del
gobierno radical con respecto a este tema. Las FFAA estaban decididas a impedir el tratamiento judicial
del accionar del personal militar o policial durante el llamado Proceso de Reorganización Nacional, así lo
habían hecho evidente en la ley de Autoamnistía.
Por su parte, los tribunales civiles ordenaron el enjuiciamiento de los oficiales superiores que ocupaban los
comandos de zonas o subzonas cuando se produjo la lucha contra la subversión, y de todos aquellos que
tuvieron responsabilidad operativa en las acciones. Esta
política excedía largamente lo que el gobierno se proponía ya que sólo tenía la intención de revisar la
conducta de las cupulas dentro del proceso. La justicia civil, llendo más allá, había desnudado los actos
más oscuros del terrorismo de Estado, y había señalado a los militares de distintos rangos como los únicos
culpables de los mismos.
La conflictividad de estos hechos llevó a que el poder ejecutivo planteara como única alternativa para
"parar" estos juicios, la sanción de la llamada Ley de Punto Final a fines de 1986. Esta ley establecía un
límite de 60 días para la presentación de denuncias contra policías y militares que hubiesen cometido
delitos. La justicia levantó la feria judicial y entre enero y febrero de 1987 las denuncias inundaron los
tribunales. Entre los militares se vivieron días de gran tensión y en la Semana Santa de 1987 se produjo
un motín en Campo de Mayo(provincia de Buenos Aires)que tuvo como lider al coronel Aldo Rico. El
estallido no sólo cristalizó la problemática puesta en vilo por la ley de Punto Final sino que condensó las
tensiones existentes en la institución durante el proceso de transición democrática. El grupo que participó
17
?Acuña,C; Smulovitz,C. op cit
18
?Przeworski, A. (1995) Democracia y Mercado, Cambridge University Press, Gran Bretaña, 1995 pag. 127H
19
?Acuña,C.; Smulovitz,C. op. cit.
20
?Acuña,C; Smulovitz,C. op. cit.
21
?Acuña,C; Smulovitz,C. op. cit.
22
?Fontana,A. “La política militar del gobierno constitucional argentino” en Ensayos sobre la transición democrática en la Argentina, op. cit., pag.
389
en el levantamiento fue adquiriendo identidad propia a lo largo del proceso democrático, y tuvo su origen
en los procesos intrainstitucionales que se produjeron como consecuencia de la llamada "Guerra Contra la
Suberversión" y la Guerra de Malvinas, sobre todo de esta última. Es decir, que el estallido de Pascua
tenía como objetivo no sólo obtener garantías del poder público con respecto al enjuiciamiento de los
grupos intermedios, medios y bajos de las fuerzas sino que subyacía también un enfrentamiento con la
cúpula de conducción y el generalato de la fuerza. A estos últimos se los cuestionaba por considerarlos
"ineptos para defenderlos e incapaces desde el punto de vista profesional"23.
Estos levantamientos tuvieron como consecuencia la sanción de la Ley de Obediencia debida en 1987. La
sanción de esta ley fue,indudablemente, vivida por la sociedad civil como un triunfo
de los sectores militares pero sin embargo dejo en claro que quienes se acogieron a sus efectos debieron
admitir, previamente, que los hechos por los cuales se los eximía de castigo eran delitos. En
consecuencia, la ley que debía cerrar la cuestión sobre la violación a los derechos humanos no alteró el
juicio político sobre lo realizado por el gobierno militar24.
Entre ambas leyes, la de Punto Final y la de Obediencia debida de 1987, se dejaron sin efecto 1180
procesos a militares involucrados en crímenes de Lesa Humanidad.
Si el objetivo del gobierno de Alfonsín con respecto a las Fuerzas Armadas fue el" “despolitizarlas" e
incoporarlas al juego democrático, los acontecimientos que se abren en Semana Santa demostraran el
fracaso en su intento; y a su vez estos hechos plantearon nuevos elementos que lo condicionaran, como
fue la forma de recomponer la cadena de mandos y la pérdida de apoyo popular que el gobierno debió
afrontar a partir de estos sucesos. Podemos cerrar el apartado señalando que el fracaso de la política de
Alfonsín con respecto a la problemática de Derechos Humanos se debió a una errónea percepción de
cómo las Fuerzas Armadas veían la lucha contra la subversión y cómo este tema constituyó el punto de
unión de las mismas en los inicios del gobierno democrático como así también que la dinámica que
adquiere la justicia civil con respecto a los juicios a los militares acusados de violación de Derechos
Humanos, une aún más y politiza a las Fuerzas Armadas creando nuevos condicionantes para el gobierno
que llevaran a perder el apoyo popular y a enfrentar con las Fuerzas Armadas.
llevó al radicalismo a su fracaso para lograr la "gobernabilidad social".
Esto significa que la puja por alcanzar una distribución más equitativa en los ingresos no puede convertirse
en un enfrentamiento brutal entre sectores corporativos, preocupados por bloquear todas las políticas
diseñadas por el gobierno, tal como sucedió durante la presidencia de Raúl Alfonsín. Aquí es donde
aparece claramente la necesidad de alcanzar la concertación y llegar a construir frentes homógeneos con
propuestas definidas. No alcanza para gobernar, en los procesos de transición, altos niveles de legitimidad
obtenidos en las urnas; es necesario llegar a acuerdos con los grupos poderosos que poseen suficiente
poder de veto como para bloquear una alternativa proyectada por el gobierno de turno.
El gobierno alfonsinista realizó un diagnóstico incompleto de la realidad y debido a las condiciones
políticas en que asumió, con un apoyo mayoritario e histórico de la sociedad civil para el radicalismo,
subestimó las posibilidades de maniobra de sus adversarios. La fuerte convicción de que la democracia y
las instituciones que la conforman alcanzaban para poner en funcionamiento un modelo económico
agotado, en un contexto internacional adverso, formó parte de una visión tal vez ingenua de la realidad con
la que se debía enfrentar. Raúl Alfonsín no pudo ni establecer un consenso con los sectores corporativos y
las nuevas clases dominantes ni imponerles su liderazgo. De ahí la existencia de lo que denominamos en
el trabajo "factores condicionantes", cada uno de los que hemos analizado empujaron a la hiperflanción y,
por tanto, al fracaso a un gobierno que tenía como objetivo fundamental consolidar la democracia en
condiciones en las que las instituciones fueran los pilares de la misma. El caos económico que siguió al
gobierno de Alfonsín dejó una enseñanza a sus sucesores, era necesario reformular y ajustar las políticas
sociales y económicas; fueron las prioridades concertar con los actores corporativos y acordar con los
acreedores externos, ajustar a las instituciones democráticas, como el poder judicial, para que funcione en
concordancia con el sistema político fue la alternativa diseñada para acompañar los programas de ajuste,
propuestos por los organismos financieros internacionales, para conducir el nuevo proceso político en el
cual la pugna distributiva se resuelve en favor de los grupos dominantes.

A modo de conclusión:
El proceso de transición a la democracia en la Argentina no fue sencillo de transitar.La profunda
crisis fiscal agravada por la decisión política de aceptar la nacionalización de la deuda externa privada, los
grupos sindicales y las Fuerzas Armadas jugaron un rol determinante durante el mismo y demostraron,
para quienes analizan y buscan respuestas en estas experiencias, que para las nuevas democracias
latinamericanas es difícil enfrentarse al doble desafío de fortalecer las prácticas e instituciones
democráticas y reaunudar procesos de crecimiento económico. Para lograr que las reformas económicas
23
?Lopez,E. op. cit., pág. 64.
24
?Acuña,C; Smulovitz,C. op. cit.
que eran necesarias para enfrentar la crisis se realicen en condiciones democráticas pareciera ser
determinante la “ institucionalizar los conflictos distributivos. Es decir, que todos los grupos deberían
canalizar sus demandas a través de las instituciones democráticas y renunciar a otras tácticas. Ya que a
pesar de lo urgente que puedan ser sus necesidades, deben estar dispuestos al veredicto de las
instituciones democráticas, a aceptar las derrotas y a esperar con confianza las oportunidades que esas
instituciones les seguirán ofreciendo la próxima vez.
Esto significa que la puja por alcanzar una distribución más equitativa en los ingresos no puede convertirse
en un enfrentamiento brutal entre sectores corporativos, preocupados por bloquear todas las políticas
diseñadas por el gobierno, tal como sucedió durante la presidencia de Raúl Alfonsín. Aquí es donde
aparece claramente la necesidad de alcanzar la concertación y llegar a construir frentes homógeneos con
propuestas definidas. No alcanza para gobernar, en los procesos de transición, altos niveles de legitimidad
obtenidos en las urnas, es necesario llegar a acuerdos con los grupos poderosos que poseen suficiente
poder de veto como para bloquear una alternativa proyectada por el gobierno de turno.
El gobierno alfonsinista realizó un diagnóstico incompleto de la realidad y debido a las condiciones
políticas en que asumió, con un apoyo mayoritario e histórico de la sociedad civil para el radicalismo,
subestimó las posibilidades de maniobra de sus adversarios. La fuerte convicción de que la democracia y
las instituciones que la conforman alcanzaban para poner en funcionamiento un modelo económico
agotado, en un contexto internacional adverso, formó parte de una visión tal vez ingenua de la realidad con
la que se debía enfrentar. Raúl Alfonsín no pudo ni establecer un consenso con los sectores corporativos y
las nuevas clases dominantes ni imponerles su liderazgo. De ahí la existencia de lo que denominanos
“factores condicionantes”, cada uno de los que hemos analizado empujaron a la hiperinflación y, por tanto,
al fracaso de un gobierno que tenía como objetivo fundamental consolidar la democracia en condiciones
en que las instituciones fueran los pilares de la misma.
El caos económico que siguió al gobierno de Alfonsín dejó una enseñanza a sus sucesores, era necesario
reformular y ajustar las políticas sociales y económicas.

Hasta la próxima clase


Marisa

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