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2016

Especialización docente en Políticas Socioeducativas


PPL

Clase 2 Parte 1
El origen del pensamiento pedagógico latinoamericano

¡Hola a todos y todas!


Les damos la bienvenida a la segunda clase del módulo Pensamiento Pedagógico
Latinoamericano. Nos encontramos esta vez para iniciar el viaje a través de las ideas y
las acciones de algunos de los pilares fundamentales de nuestra pedagogía. Hoy nos
introduciremos en tres referentes muy importantes en la pedagogía latinoamericana:
Domingo F. Sarmiento (Argentina), Simón Rodríguez (Venezuela) y José Pedro Varela
(Uruguay). Desde ya, este recorrido no pretende profundizar en ninguno, por una
cuestión de tiempos, pero sí despertar algunas interpelaciones.
¿Qué tienen en común? Los tres fueron determinantes para la pedagogía de su tiempo
y tuvieron un papel absolutamente destacado en la organización de la educación de
sus países. Les pedimos que relean la cita que sigue y presten especial atención a la
idea de hegemonía y contra-hegemonía que presenta:

Para sintetizar

“En los sistemas educativos latinoamericanos y en particular en el argentino, primó la


‘instrucción pública’ sobre otras formas de sujeto pedagógico, desde su fundación.
Fue necesario, sin embargo, que los sujetos políticos y sociales dominantes (las
oligarquías y burguesías subordinadas al capital extranjero; los hombres; los
adultos; los blancos; los hispanoparlantes; etc.) lucharan cada día por la
reproducción de las relaciones de dominación. La presencia de estrategias diferentes
o antagónicas, solamente contrahegemónicas o también alternativas, desde los
momentos que precedieron a la legalización y legitimación del sistema escolar
moderno en la Argentina, denuncia el permanente conflicto de los sujetos con su
condición de tales”[1] (Puiggrós, 1990:32,33)
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¿Pudieron leer más de una vez la cita de Adriana Puiggrós? Esa es una de sus hipótesis de
trabajo. La presencia permanente del conflicto en torno a la constitución de los sujetos
como tales. Veremos aquí, en el pensamiento de Sarmiento, de Rodríguez y de Varela, la
presencia de esos elementos de conflicto y cómo se proponía, cada uno, procesarlos y
resolverlos.

De la Educación Popular de Domingo Faustino Sarmiento


Sarmiento perteneció a lo que se conoció en la Argentina como la generación del 37.
Desde allí compartió debates y espacios de discusión con otros intelectuales como Esteban
Echeverría y Juan Bautista Alberdi.

"Herederos del proyecto educativo rivadaviano, la mayoría de sus integrantes había


estudiado en un establecimiento estatal y laico: el Colegio de Ciencias Morales de
Buenos Aires. Posteriormente se nucleaban en el Salón Literario, con asiento en la
librería de Marcos Sastre, y se proponen como un círculo de pensamiento: un
ámbito de lecturas, discusiones y sociabilidad donde se elaboraban interpretaciones
y proyectos sobre la nación argentina con la expectativa de ser escuchados por los
hombres del poder."[2](Terán, 2007:17)

Los miembros de la generación del 37 fueron perseguidos por Rosas y obligados al exilio.
Alberdi y Echeverría se exiliaron en Montevideo y Sarmiento en Chile. Desde allí, empezó
su recorrido para darle forma a lo que fue su pensamiento pedagógico. Los jóvenes
liberales de la generación del 37 se sentían los herederos de los días de Mayo. Creían en la
democracia y se diferenciaban por igual de unitarios y federales. Querían hacer una
revolución moral. “Mayo, progreso, democracia. Retomar la tradición democrática de la
Revolución de Mayo, Mayo es democracia como principio: fraternidad, igualdad y
libertad”.[3] (Puiggrós, 2002:64)

Nos detenemos aquí para analizar el video sobre la Generación del 37


presentado por el historiador Gabriel Di Meglio al que accederán en este enlace:

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/Programas/ver?rec_id=101081

Como ustedes saben, Sarmiento fue el defensor de la Instrucción Pública solventada por el
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Estado, su laicidad, obligatoriedad y gratuidad. De allí que quedó en la historia como “el
padre de la escuela pública”. En lo que sigue les dejamos dos citas que dan cuenta de su
posición respecto de la escuela pública.

¿Qué piensan? ¿Qué encuentran hoy en sus escuelas de estas referencias?

Para reflexionar

“(…) tiene por objeto preparar las nuevas generaciones en masa para el uso de la
inteligencia individual, por el conocimiento aunque rudimental de las ciencias y
hechos necesarios para formar la razón, es una institución puramente moderna,
nacida de las decisiones del cristianismo y convertida en derecho por el espíritu
democrático de la asociación actual” (Sarmiento, Educación Popular, 1849:48 y 49)

Para reflexionar

“El poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad industrial,


moral, e intelectual de los individuos que la componen; y la educación pública no
debe tener otro fin que el aumentar estas fuerzas de producción, de acción y de
dirección, aumentando cada vez más el número de individuos que las posean. La
dignidad del Estado, la gloria de una nación no pueden ya cifrarse, pues, sino en la
dignidad de condición de sus súbditos; y esta dignidad no puede obtenerse, sino
elevando el carácter moral, desarrollando la inteligencia, y predisponiéndola a la
acción ordenada y legítima de todas las facultades del hombre” (Sarmiento,
Educación Popular, 1849:50 y 51)

Sarmiento organizó sus ideas pedagógicas en lo que llamó “Educación Popular”. De


manera ritualizada, asociamos lo popular con las mayorías menos favorecidas. Sin
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embargo en Sarmiento la dimensión de su apertura cultural tiene límites precisos. Ya en


Facundo. Civilización y barbarie, obra maestra de la literatura nacional pero a la vez un
tratado político que sentó las bases de nuestra organización social como nación, marca un
límite sobre la composición social en la Argentina. Los mayores problemas que tenemos
para organizar el Estado, dice Sarmiento, son su extensión territorial -las dificultades que
conlleva su control- y su población. Los indios, los gauchos, entre otros, formaban parte
de la masa ineducable y representaba un desperdicio poner a su disposición los
dispositivos de la educación moderna. Conocer esta parte de su razonamiento nos ayuda a
armar un mapa más completo de su complejo pensamiento. Se preguntaba Sarmiento
“¿Qué porvenir aguarda a Méjico, a Perú, Bolivia y otros Estados sudamericanos que
tienen aún vivas en sus entrañas como no digerido alimento, las razas salvajes o bárbaras
indígenas que absorbió la colonización (…)?” (pág. 54).

Es muy grato poder decir hoy lo que le esperaba a naciones como México, que tiene más
de 60 lenguas indígenas oficialmente reconocidas, o Bolivia, que es un país plurinacional y
está gobernado por un indio. Pero si Sarmiento hubiese creído que esto era posible,
imaginamos que se habría horrorizado sin más. Con la “barbarie”, sólo era posible el
exterminio; no había otra opción para Sarmiento.

Sigamos. Para abordar el pensamiento sarmientino, en esta clase elegimos hacerlo desde
la implantación del “normalismo” como modelo para organizar la educación.

El 20 de Septiembre de 1861 Sarmiento le escribe una carta a Bartolomé Mitre, por


entonces presidente de la Nación, solicitando permiso para ir a San Juan. Su
expedición culminará en la muerte del caudillo “Chacho” Peñaloza. En esa carta,
entre otras cosas decía: “No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un
abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres
humanos.” (Sarmiento, 1861).

Les compartimos el enlace para que puedan leer la carta completa:


http://archivohistorico.educ.ar/sites/default/files/III_11_0.pdf

La organización de la educación argentina: el normalismo


sarmientino
¿Por qué es importante presentar el normalismo? Porque éste es el dispositivo con el que
el proyecto pedagógico sarmientino se volvió una política educativa efectivamente
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implementada en la nación naciente y cuyo éxito posterior arrasó con cualquier otra
expectativa, manteniendo vigencia aún mucho tiempo después de su desaparición formal
e irradiándose en América Latina. Precisamente esa construcción es un claro ejemplo de lo
hegemónico que hemos mencionado como eje articulador de estas clases. El proyecto
pedagógico sarmientino articuló la demanda vigente en su momento de producción y
organizó una respuesta, una propuesta que interpeló a todos los sujetos, en mayor o
menor medida, por su aceptación sin más, su rechazo rotundo o su articulación. Organizó
una red, una trama en la que todas las voces estuvieron incluidas.

El normalismo argentino fue la forma en la que se organizó, a fines del siglo XIX, la
formación de los maestros a partir de la creación de la Escuela Normal de Paraná en 1870
y, desde allí, la educación básica y común. Hasta entonces, personal con escasa formación
-como capataces de estancia, dependientes de pulpería, procuradores o extranjeros sin
profesión- se ocupaba de la enseñanza elemental (Diker y Teriggi, 1997). Era necesario,
desde el modelo sarmientino, luchar contra el “maestro espontáneo”, contra los curas,
contra los educadores influidos por ideas anarquistas, contra los maestros extranjeros.
Había que imponer una lengua, una forma de relación con la religión, con el Estado y con
el aparato productivo (Puiggrós, 1994).

Así, la escuela se convierte en un valioso dispositivo para el proyecto modernizador y los


docentes ocupan el lugar de agentes del Estado, encargados de implementar la política
educativa con los niños que formaban.

Civilización y barbarie son los dos componentes de la estructura social argentina, según
Sarmiento. Sostiene Pablo Pineau:

"…el primer término articula lo europeo y el desprecio por lo americano, pero


también se refiere a la democracia, la alfabetización, el antidogmatismo y el
minifundio. La barbarie condensa lo americano y lo autóctono, así como el
analfabetismo, el dogmatismo, el autoritarismo y el latifundio." (Pineau, 1997:27)

El proyecto sarmientino, expresado en el normalismo, tuvo sus herederos. Dejó un


mandato que sus referentes trataron de expresar en política, prácticas y experiencias.
Pero no todos lo entendieron de la misma manera. Puiggrós nos relata las tendencias que
pudo relevar al analizar esas herencias. Les contamos aquí las más destacadas. Una de
ellas, la de los normalistas normalizadores, fue la que hegemonizó el campo de la
educación y la formación docente. La otra, la de los democráticos radicalizados,
habilitó una posición crítica con algunos de los postulados pero se mantuvo en los
contornos de las formas, ya que nunca puso en cuestión el fondo del pensamiento
pedagógico normalista. ¿Quiénes eran y qué pensaban?

Normalistas normalizadores: estaban divididos en varias fracciones que respondían a


formas diferentes de inserción en el aparato educativo, a historias regionales y personales
distintas, a posiciones políticas y a particulares articulaciones de las influencias ideológicas
europeas. Sostuvieron la educación laica y estatal como una forma de controlar la
irrupción de inmigrantes y la posibilidad de surgimiento de discursos pedagógicos
provenientes del naciente bloque popular que asimilaron a la “barbarie”. El aparato
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escolarizado debía formar al ciudadano, siguiendo la concepción sarmientina de sujeto


pedagógico. El vínculo pedagógico tendría la forma de la instrucción pública. Para los
normalizadores el educador era portador de una cultura que debía imponer al sujeto
negado, socialmente inepto e ideológicamente peligroso. Eran esencialmente positivistas,
y claramente fue la tendencia que hegemonizó la organización educativa a fines del siglo
XIX y principios del siglo XX en la Argentina y, como veremos, también en los otros países
de Latinoamérica.

Democráticos radicalizados: aunque no llegaron a organizarse como grupo o corriente


formal, algunos intentaron articular sus propuestas con el discurso político radical o
socialista. Incluso tuvieron relaciones con el anarquismo. Esta tendencia estuvo integrada
por normalistas, católicos y laicos, pero la Iglesia no influyó en sus posiciones. Aceptaron
el sistema de educación pública y fueron liderados por figuras relevantes del aparato
educativo de la época: Vergara, Zubiaur, Berruti y otros maestros de ese tiempo. Todos
ellos eran normalistas y discípulos de Pedro Scalabrini y José María Torres. Consideraban a
la educación, especialmente a la educación moral, como el medio más idóneo para
producir una “revolución pacífica” y al sistema educativo escolarizado la vía para la
consecución de tal tarea. Reclamaban una mayor participación democrática de los sectores
de la comunidad educativa y la promoción del papel docente de los sectores populares.
Impulsaron decisivamente la participación de la comunidad educativa en las escuelas y
experimentaron formas de cogestión. Se opusieron a cualquier opción que transformase la
educación en una empresa económica o en una forma de manipulación política o
ideológica. Rechazaron la acumulación de poder por parte de la burocracia educacional
que nacía en la época. Consideraron que la escuela pública debía integrar a los
inmigrantes respetándolos, por lo cual rechazaron la imposición ideológica y cultural
indiscriminada a estos sectores. Otorgaron gran importancia a la metodología de
enseñanza para democratizar la relación docente–alumno y para transformar el proceso de
enseñanza–aprendizaje en un vínculo más igualitario. La actividad de esta tendencia se
realizó mayormente dentro del sistema escolar.

Los normalizadores, representantes del discurso pedagógico oficial, combatieron a los


democráticos radicalizados sin expulsarlos del sistema. Negaron algunos de sus
enunciados por considerarlos “caducos” o “adelantados al tiempo”, incorporaron otros pero
los subordinaron una la lógica que cambiaba su sentido original. La lucha fue desigual
porque los normalizadores estaban insertos en la base del poder mientras que los
democráticos radicalizados sólo podían aspirar a que su proyecto fuera incluido en las
políticas del radicalismo o el socialismo que en ese período eran contestatarias.

Para sintetizar

Sarmiento fue uno de los principales referentes en el período de organización


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nacional y el hacedor indiscutido de la organización del sistema educativo argentino.


Su principal preocupación estuvo en “civilizar” y encontró en la escuela moderna el
dispositivo indicado para lograr ese objetivo y eliminar la “barbarie”, entendida como
el factor de atraso y obstáculo para el progreso que la nación se merecía. La
educación debía ser laica, obligatoria y gratuita. Los maestros debían ser
apropiadamente formados. Tenían una misión que cumplir: educar al soberano. En
sus referencias, mudó el horizonte europeo por el norteamericano e importó las
Escuelas Normales y la estructura escolar normalista para organizar el sistema
educativo nacional. Trajo maestras protestantes que creyeron en su palabra tanto
como para acompañarlo en la maratónica tarea de educar una nación de “bárbaros”.
Con el transcurso del tiempo, el normalismo dejó una huella imborrable en la
trayectoria formativa argentina. Y aunque las políticas sucesivas fueron interviniendo
su programa y los paradigmas pedagógicos mutaron, el peso y lugar que tuvo el
normalismo, su herencia y legado aún hoy resultan visibles.

Simón Rodríguez y la educación de los olvidados


El pensamiento de Simón Rodríguez puede ilustrarse con una sola cita que muestra su
preocupación fundamental: “La América Española es Orijinal = Orijinales han de ser sus
instituciones i su gobierno = I Orijinales sus medios de fundar uno i otro. O Inventamos o
Erramos” (Rodríguez, 1828)

Erudición y Habilidades
Profesiones y Oficios, en tumulto,
Herencias, Privilegios y Usurpaciones =
es la divisa de las Monarquías
la de las Repúblicas debe ser
Educación Popular
Destinación a Ejercicios útiles
aspiración fundada a la propiedad
Si es quimérica ésta, desprécienla como tal y digan
la MONARQUÍA
es el Gobierno natural de…
la IGNORANCIA
el más legítimo, el más sencillo, el más durable que se conoce;
Pero,
No podemos volver a él, porque las Luces del siglo no lo
consienten.
Perderemos el tiempo en tentativas inútiles.

Rodríguez, Simón, Sociedades Americanas, 1828


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Simón Rodríguez decía de sí mismo que era tratado de loco por sus ideas. Fue un
pedagogo que estuvo fuera de su tiempo. Tanto revolucionaba e incomodaba su
pensamiento que no será hasta los últimos años que empezará a recuperar su legado
intelectual en América Latina. El maestro sólo era recordado en su Venezuela natal, donde
recibió permanentemente su merecido homenaje. Pero no había logrado franquear las
puertas de la Patria Grande. Nos tranquiliza que en los últimos años eso haya empezado a
cambiar y podamos acceder a su pensamiento, su proyecto pedagógico, la medida de su
“locura”.

"El alegato de Simón Rodríguez no se perdió ni perdió, sino que quedó configurado
como una deuda, como lo que se debió haber hecho pero no se hizo, como el
proyecto que llevaría a la libertad, la verdadera, la de los ricos y los pobres,
haciéndolos iguales, el proyecto cuya potencia fue advertida casi exclusivamente
por los poderosos, y por esa razón, arrinconado, combatido, acallado, ocultado.

Ni siquiera un siglo y medio después, la idea-propuesta de Simón Rodríguez inspiró a la


educación popular latinoamericana nacida al calor de las luchas de liberación." [4]
(Puiggrós, 2005:43)

Para Rodríguez, la educación debía estar destinada a la población pobre y marginada y en


su pensamiento no había lugar para considerarlos diferentes, en cuanto a capacidad
intelectual y a los derechos de acceso a la educación, al resto de la población.

"Los negros, los indios, los pobres, los que no tenían condiciones legales para ser
electores ni candidatos a ser elegidos, por falta de instrucción, debían constituir la
base de un sistema educativo que jugara para una democracia que el maestro de
Bolívar soñaba popular." (Puiggrós, 2005:44)

Rodríguez reclamaba por el conjunto de lo que hoy llamamos “minorías”, los quería todos
juntos para trabajar con ellos, para educarlos y compartir con ellos la experiencia de
aprender. Los llamaba “los desarrapados”.

Para reflexionar

En cada momento de la larga historia de la educación podemos detenernos a pensar


en sus desarrapados, en qué los define, qué los incluye o los excluye. ¿Quiénes son
los desarrapados de la educación actual?

A diferencia de Sarmiento, la base pedagógica de Rodríguez estaba en los pobres, en los


olvidados, en los marginados. Es esa misma base de su pensamiento político lo que
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también lo diferencia de Sarmiento. Inventamos o erramos, es la síntesis de su proyecto.


“Nuestra gente, nuestra sangre, nuestras ideas, nuestra educación” parecía plantear
Rodríguez. Sarmiento, en cambio, viajó por el mundo buscando el mejor proyecto
pedagógico, denostó por donde pudo a nuestra sangre y puso los límites de la civilización
en la inmigración europea.

En tiempos de Simón Rodríguez, se expandía con gran éxito por América Latina el
“método lancasteriano”. Importado de Inglaterra, representaba la mayor economía de
esfuerzos en la educación masiva de los niños y jóvenes que la revolución industrial
necesitaba. Un maestro y alumnos destacados ocupando el lugar de “monitores” permitían
educar a cientos de niños en un mismo momento. Era efectivo, veloz y fundamentalmente
barato.

Rodríguez denostaba ese método de enseñanza. Se oponía a cualquier abordaje


pedagógico que tuviera como base la repetición memorística y defendía el co-aprendizaje,
aprender de los otros y con ellos y también estimulaba permanentemente la pregunta, la
curiosidad, el deseo de saber y conocer. La pedagogía de la pregunta, que mucho tiempo
después reaparecerá en Paulo Freire, fue uno de los pilares planteados por Simón
Rodríguez.

“Pierden los niños el tiempo


leyendo sin boca y sin sentido
pintando sin mano y sin dibujo
calculando sin extensión y sin número. La enseñanza se reduce á fastidiarlos
diciéndoles, á cada instante y por años enteros,
así--- así--- así y siempre así
sin hacerles entender por qué ni con qué fin… no ejercitan la facultad de pensar, y
se les deja o se les hace
viciar la lengua y la mano que son… los dotes más preciosos del hombre… no hay
Interés, donde no se entrevé el fin de la acción…Lo que no se hace sentir no se
entiende, y lo que no se entiende no interesa”[5] (Rodríguez, 1954:210)

Para Rodríguez la educación no debía ser teorizante, memorística, repetitiva. Creía en la


vinculación con el trabajo, con el hacer, con la experiencia. A sus desarrapados les
enseñaría a trabajar para que formaran una sociedad próspera e industriosa. Pero ese fue
uno de los factores por los cuales fue perseguido y obligado al olvido. Su postura frente a
la educación y el trabajo atentaba contra la postura de terratenientes y privilegiados que
quería contar con una masa de personas fáciles de dominar y controlar. Para Rodríguez la
escuela no era un agente disciplinador y hegemonizador como fue para Sarmiento. Para él
la escuela debía propiciar el crecimiento, la promoción de los sectores populares.

"Desarrollar un sistema de instrucción pública era la pretensión de Simón Rodríguez, lector


de Rousseau: toda buena lectura de Rousseau descubre detrás del Emilio un camino con
trazas bien iluminadas. Sin embargo, la propuesta de Rodríguez no se agota en este tema.
Lo más subversivo es que alienta a los iberoamericanos a hacer el futuro con sus propias
manos. Y ofrece estrategias para transitar tan escabrosa senda. La más importante es
educar ciudadanos productores y desarrollar la industria y el comercio, motivándolos con
políticas proteccionistas. En el fondo, lo imperdonable en el alegato de Rodríguez es que
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cree profundamente en la igualdad de los hombres y, a diferencia de los republicanos


conservadores y de los positivistas, incluye en esa igualdad al pueblo iberoamericano."
(Puiggrós, 2005:100)

Para cerrar el apartado sobre Simón Rodríguez, recuperemos la cuestión de la hegemonía.


¿Recuerdan? El proyecto de Rodríguez no fue hegemónico. No logró articular todas las
demandas, aunque paradójicamente se dirigía hacia todas las voces. Pero el poder no se
reparte en todas las manos sino en pocas, y esas pocas fueron las que eligieron una
educación centralizada.

ACTIVIDADES

ACTIVIDADES OBLIGATORIAS

1. Participar en el foro de “La memoria que nos constituye”

En este espacio, los y las convocamos a buscar en sus trayectorias


formativas -tanto como alumnos/as como también en sus funciones como
docentes- experiencias, recuerdos o situaciones en las cuales se haya
puesto de manifiesto la impronta y los efectos del discurso hegemónico
(verticalismo, autoritarismo, control del cuerpo y la emociones, mirada
utilitarista del conocimiento, etcétera.), pero también huellas de ese otro
discurso silenciado en el que podemos recuperar otros modos de educar,
vinculados al proyecto de Simón Rodríguez. Seguro que en nuestra
memoria pedagógica podremos encontrar ejemplos de la presencia de
ambos discursos.

La consigna los/as invita a:

• Buscar y comentar brevemente esa experiencia vivida


• Vincularlas con el discurso Sarmientino y con el discurso de Simón
Rodríguez.”
• Tiempo para participar: hasta dos semanas después de su
publicación
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2) Leer la bibliografía obligatoria de la clase

3) Completar el diario de viaje.

BIBLIOGRAFÍA

obligatoria

• García Bacca, Juan David, “Prólogo” en Rodríguez, Simón, Sociedades


Americanas, Biblioteca Ayacucho, Carcas 1990, págs. 10 a 21. Recuperado en
http://www.bibliotecayacucho.info/downloads/dscript.php?fname=CL150.pdf

• Tedesco, Juan Carlos, y Zacarías, Ivana, “Presentación”, en Sarmiento,


Domingo F, Educación popular, Unipe, La Plata, 2011. Recuperado en
http://unipe.edu.ar/wp-content/uploads/2011/11/Eduacacion-Popular-de-
Domingo-F.-Sarmiento1.pdf, págs. 9 a 20.

Todas las imágenes utilizadas fueron tomadas de https://www.flickr.com/ bajo


licencia
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SITIOS DE INTERÉS

Biblioteca Nacional de Maestros

Ministerio del Poder Popular para la Educación República Bolivariana de Venezuela

[1] Puiggrós, Adriana Historia de la Educación Argentina, Tomo 1: “Sujetos, disciplina y currículum
en el sistema educativo argentino”, Buenos Aires, Galerna, 1990

[2] Terán, Oscar, Para leer el Facundo. Civilización y barbarie: cultura de fricción, Buenos Aires,
Capital Intelectual, 2007

[3] Puiggrós, Adriana, Qué pasó en la educación argentina. Breve historia desde la Conquista hasta
el presente, Buenos Aires, Galerna, 2002.

[4] Puiggrós, Adriana De Simón Rodríguez a Paulo Freire. Educación para la integración
iberoamericana, Buenos Aires, Colihue, 2005

[5] Rodríguez, Simón Escritos de Simón Rodríguez, 3 vols. Caracas, Imprenta Nacional, 1954.
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Material de estudio Estado


CLASE_2_parte_1_PPL.podf
Texto clase 2-parte-1 para descargar

Autor: Instituto Nacional de Formación Docente (2016)

Cómo citar este texto:


MERCADO, B. ROGOVSKY, C (2016) Clase 2-parte-1.
El origen del pensamiento pedagógico latinoamericano
Módulo: Pensamiento pedagógico Latinoamericano
Instituto Nacional de Formación Docente
Especialización Docente de Nivel Superior en Políticas y Programas Socioeducativos. Buenos
Aires: Ministerio de Educación y Deportes de la Nación.

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