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INTRODUCCIÓN
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es lo más parecido a una escenificación teatral, es decir, a una
falsificación de la realidad. Porque cada uno de los dos intervinientes
adopta el papel que le corresponde: el periodista hace de preguntador
voraz mientras que el entrevistado se pone la careta de la simpatía o la
inteligencia para agradar al espectador. Evidentemente, esta actuación
por parte de los dos contertulios resta veracidad al diálogo sostenido,
pero el buen periodista, el que se ha preparado de verdad para el
encuentro, el que tiene experiencia previa, conoce los trucos para
conseguir que el entrevistado se olvide de que está ante un profesional
y empiece a hablar igual que si lo estuviera haciendo con un amigo.
Conseguir esto tiene un método. Veamos cuál es.
Por tanto, la primera pregunta que debe hacerse todo profesional es:
¿merece esta persona una entrevista? Y la respuesta no es sencilla. La
elección de un entrevistado es siempre una apuesta por parte del
periodista y, por ende, del medio de comunicación para el que trabaja.
Y, en este sentido, el mejor criterio es seleccionar a alguien cuya vida o
trabajo genere curiosidad tanto en el periodista como en la ciudadanía.
Si el periodista no siente la necesidad de saber cómo es esa persona por
dentro o qué información oculta, la entrevista tampoco interesará a los
lectores de prensa. En este sentido, Nativel Preciado ha dejado escrito:
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Para obtener buenas respuestas, hay que hacer preguntas con el tono
adecuado y en el momento preciso, sin perder una sola oportunidad de
hacerlo, tener intuición, ganas de escuchar, curiosidad infinita y cierto
afán por desvelar misterios. Perder la curiosidad es como perder la
esperanza.
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quiere entrevistar a un escritor que, por así decirlo, no está de campaña.
Muchos autores son reticentes a conceder entrevistas fuera de plazo,
puesto que suelen preferir la soledad a las fanfarrias mediáticas, y esto
hace que convencerlo para que nos conceda la entrevista requiera
esfuerzo y paciencia. Además, el responsable de prensa de la editorial
hará de tapón y, si ha recibido esa orden, impedirá que nos pongamos
en contacto con el autor.
3-Preparar la entrevista
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exhaustivo acaba haciendo, por norma general, que la curiosidad
despierte, si es que no estaba despierta desde el principio.
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«El arte de hacer hablar a los escritores», Kim Manresa, Cultura/s, 16 de
enero de 2021
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supuesto, el entrevistado será consciente de que él sabe mucho más
sobre el tema que el periodista, pero siempre contará con que su
interlocutor tendrá unos conocimientos mínimos de la materia.
Evidentemente, también tendrá muy presente la edad del
entrevistador y valorará su cultura en virtud de esta. Así y todo, ha
ocurrido en más de una ocasión que un escritor haya abandonado
bruscamente una charla tras percibir que su interlocutor no tiene el
nivel suficiente o no entiende nada de lo que le están diciendo. Así pues,
es importante recordar que el periodista es una persona en constante
formación. No lee o se documenta solo sobre aquello de lo que va a
escribir, sino que lee y se documenta constantemente sobre todo tipo
de cosas. La incultura es la perdición de cualquier aspirante a periodista.
Y es que, como se repite sin cesar en este oficio, todos los entrevistados
quedan reducidos a las capacidades mentales de su entrevistador, de
ahí que muchos entrevistados no soporten recibir a periodistas que, o
bien no se han documentado lo suficiente, o bien no han comprendido
nada de lo leído durante el proceso de documentación.
4-Las preguntas
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útil que podemos usar. De hecho, podemos utilizar todas las técnicas
que queramos, siempre y cuando las seis preguntas queden
respondidas.
Por norma general, las preguntas que preparemos deben ser claras,
han de provocar la recepción de la información deseada, han de
expresar las dudas de la gente corriente, han de ser lo bastante abiertas
como para que el entrevistado pueda profundizar en los temas, han de
generar oposición, han de plantear alguna idea novedosa, han de
invitar a contar anécdotas y, sobre todo, sobre todo y sobre todo, han
de invitar al entrevistado a pensar en cosas en las que nunca antes
había pensado. Es decir, el periodista ha de conseguir que el
entrevistado se sorprenda ante sus propias respuestas. Esto es
sumamente difícil, pero, por así decirlo, es el objetivo al que estamos
obligados a aspirar.
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obtiene una respuesta y se desatasca un posible bloqueo durante la
charla. De hecho, existen preguntas stock que sirven para entrevistar a
cualquier ser humano —como, por ejemplo, ¿en qué sueles soñar?,
¿qué otro oficio te habría gustado tener?, ¿qué metas tienes?, etc.— y
que tampoco hay que descartar, puesto que a menudo desvelan
aspectos del entrevistado a los que no habríamos llegado de otro modo.
Por último, debemos recordar que el guion de preguntas con el que nos
presentaremos en la charla jamás debe ser un corsé, sino una suerte de
camino que ir recorriendo a la velocidad e incluso en la dirección que
nos apetezca. Sucede a menudo que el entrevistado responde algo que
nos incita a hacer una pregunta que no estaba en el guion. No hay que
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dudar en hacerla. Las respuestas y las preguntas imprevistas suelen ser
las mejores, puesto que denotan que ha habido sintonía entre los
contertulios y que son capaces de seguir conversando sin necesidad de
un guion prestablecido.
5-Tipos de entrevista
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que, en determinadas circunstancias, la amabilidad dé paso a otro tipo
de situación. En este sentido, es muy interesante leer la distinción que
Robert Herrscher hace en su libro Periodismo narrativo respecto a los
tipos de entrevista que existen, que a su entender son tres: la «entrevista
con», la «entrevista a» y la «entrevista contra».
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-Entrevista contra: La «entrevista contra» es aquella en la que el
periodista trata de desenmascarar al entrevistado, llegando incluso a
incomodarlo y violentarlo, y buscando siempre que se contradiga y
desvele la verdad que oculta. Lo que aquí se produce es un duelo
dialéctico. Este tipo de entrevista rompe una de las normas sagradas
del periodismo: la de tratar con amabilidad al entrevistado. Aquí se
pone contra las cuerdas al poderoso, a quien el pueblo exige
explicaciones. La mejor forma es empezar lentamente, recopilando
datos aportados por el entrevistado, y luego lanzar un arsenal de
refutaciones de esos datos. Hay dos formas de conseguirlo: traer las
pruebas preparadas o conseguir que se contradiga. Por lo general, los
entrevistados pecan de soberbia y es ahí donde se les puede pillar.
Herrscher pone como ejemplo a la escritora, periodista y aventurera
Oriana Fallaci, una mujer que entrevistó en profundidad a Henry
Kissinger, Yasser Arafat, Golda Meir o Indira Gandhi, y que enojó a
muchísimos de sus entrevistados. De hecho, Kissinger llegó a reconocer
que el mayor error de su carrera había sido concederle una entrevista.
Y es que era una entrevistadora furiosa, que estaba convencida de
poseer la verdad y que desafiaba a los entrevistados sacando a relucir
datos precisos que contradecían lo que acababan de decir.
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velazqueñas se pone al servicio del entrevistado para que este exponga
de la forma más clara posible lo más relevante de su obra y de su figura.
En el terreno de las entrevistas goyescas, las de Baltasar Porcel
en Serra d'Or y Destino fueron modélicas; era corriente en ellas que
Porcel polemizara con el entrevistado, a veces con dureza. En el campo
de las velazqueñas, me impacto mucho en mi adolescencia la
magnífica serie «24 horas de la vida de…», que publicaba Ana Maria
Moix en Tele/express, con la autora acompañando a lo largo de un día
a su personaje y combinando sus ideas de fondo con la cotidianidad.
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apareció una entrevista a E. M. Foster que marcó la pauta de las
sucesivas charlas. Poco después se añadió al proyecto George
Plimpton, que se llevó la revista a Nueva York y que fue el director hasta
su muerte en 2003, con lo que se convirtió en uno de los nombres más
importantes del periodismo literario del siglo pasado
La idea [de crear Jot Down] surgió porque no existía una revista en la
que encontrásemos las cosas que nos gustaban. Las entrevistas a los
escritores, por ejemplo, eran todas promocionales y solo hablaban de
su nuevo libro. No servían para conocer el personaje a fondo. Nosotros
nunca hacemos interviús por remoto, tienen que ser presenciales y con
la posibilidad de hacer un reportaje fotográfico en el momento.
Además, el entrevistado nos tiene que conceder una hora como
mínimo. Nadie aguanta un papel falso durante una hora. Al principio
eso nos suponía muchas dificultades, porque no nos conocía nadie.
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Luis Sánchez-Moliní, Diario de Sevilla, 28 de marzo de 2021
6-La cita
La hora de la cita ha llegado y, en este aspecto, solo hay una norma que
cumplir: ser extremadamente puntual. Tanto si hemos quedado en un
bar como en la casa del entrevistado. Evidentemente, lo ideal es hacer
la entrevista en el entorno privado del entrevistado o en un entorno que
al menos sea significativo para él. Por tres motivos: porque nos permite
ver el «hábitat» en el que vive o se mueve, lo cual nos proporciona
mucha información sobre su personalidad; porque en su «hábitat»
podemos verlo interactuar con sus seres queridos o con la gente que
suele rodearlo; y porque el espacio elegido provocará preguntas no
preconcebidas.
7-La entrevista
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que, cuando sea necesario, podamos lanzar las preguntas más
comprometidas sin que el entrevistado esté en guardia. Para conseguir
ese ambiente distendido, un buen recurso es el sentido del humor, que
nos puede facilitar incluso el atrevimiento de discutir o mostrarnos
escépticos ante ciertas respuestas.
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en su próximo movimiento/pregunta. Es decir, habla siempre con un
propósito, tratando de llevar al entrevistado hacia el terreno que le
interesa. Por su parte, el entrevistado es consciente de la repercusión
pública que pueden tener sus palabras, así que mide cada uno de sus
movimientos y trata de ser amable con el periodista, puesto que sabe
que, en el caso de la prensa escrita, será el profesional de la información
quien tenga la última palabra. El entrevistado es perfectamente
consciente de que, al transcribir la entrevista, el periodista puede
enfatizar o minimizar ciertos aspectos de esta, con lo que puede auparle
o destrozarle sin que este pueda hacer nada. Esto no ocurre en la prensa
audiovisual, en la que el entrevistado, sobre todo en los directos, tiene
más control sobre la imagen que queda de él. Sin embargo, en la prensa
escrita depende por completo de la honradez y buena voluntad del
periodista. Por eso tratará de ser cortés y medirá mucho sus palabras.
En su entrevista concedida en 1967 a The Paris Review, John Updike
dijo:
Por mucho que uno se esfuerza en ser sincero y cabal, los periodistas
son intrínsecamente falsos. Hay algo terriblemente equívoco en el
hecho de comprometerse con ese chisme [la grabadora] y con una
versión que salga de él: usted podría ser sordo, y la máquina, deficiente.
El caso es que todo cuanto salga de ahí quedará vinculado a mi nombre
cuando en realidad no es para nada mío. Mi relación con usted y mi
manera de hablar en voz alta están tergiversadas de partida.
Así pues, toda entrevista establece una relación de poder entre las dos
partes implicadas. El entrevistador pertenece a un medio de
comunicación en el que el entrevistado quiere salir —de lo contrario, no
habría accedido al encuentro—, y el entrevistado tiene una información
que el entrevistador ansía. Pero el entrevistado siempre está en una
situación de desventaja, puesto que sus palabras pueden ser
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distorsionadas o una frase suya puede ser sacada de contexto para
crear un titular polémico (algo muy propio en nuestros días). De ahí que
siempre se haya dicho que el periodista es quien realmente ostenta el
poder, mientras que el entrevistado no tiene más remedio que confiar
en la honestidad del primero. En 1926, Robert Musil dijo que la
entrevista «es la forma artística de nuestra época», y añadió que «la
belleza capitalista» de ese género «reside en que el entrevistado hace
todo el trabajo espiritual y no recibe nada por él, mientras que el
entrevistador no hace en realidad nada, pero recibe sus honorarios por
ello».
Esta dependencia mutua entre los dos participantes hizo que Gabriel
García Márquez dijera en cierta ocasión que «las entrevistas son como
el amor: se necesita por lo menos a dos personas para hacerlas y solo
salen bien si esas dos personas se quieren».
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que el grabador lo oye todo. Y se equivoca: no oye los latidos del
corazón, que es lo que más vale en una entrevista.
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8-Algunos consejos
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Y entonces Jacqui le propuso empezar de nuevo. La deportista quedó
asombrada ante aquella reacción, pero aceptó la propuesta. Y entonces
Jacqui le comentó que un compañero de redacción le había dicho que
le intrigaba mucho saber cómo orinaba uno a cuarenta grados bajo
cero. «¿En serio quiere saber eso? —preguntó la entrevistada—. ¡Nunca
me lo han preguntado! Y es muy divertido, porque la primera vez…». Y,
a partir de ese momento, la entrevista empezó a mejorar. Al principio
hablaron de lo físico, de la mejor manera de hacer las necesidades
fisiológicas a tan baja temperatura, y despacio fueron derivando hacia
lo emocional. Jacqui salió de aquella casa con una de las mejores
entrevistas que jamás hizo.
-Las mejores preguntas siempre son las más simples: Por absurdo
que parezca, las mejores preguntas son aquellas que hacen los niños.
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Preguntas tan breves como «¿Y entonces?» o «¿De verdad?» hacen que
el entrevistado se sienta escuchado y le impulsa seguir hablando.
Además, este tipo de muletillas hacen que el personaje se vea obligado
a alargar sus respuestas. Y, en muchas ocasiones, es en esta
información adicional donde aparecen los datos relevantes.
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De este modo tan extraño consiguió Xavi Ayén no solo la entrevista, sino
también una de las declaraciones más importantes de las últimas
décadas en el terreno de la literatura.
-No sufras si la entrevista sale mal: No hay un solo periodista que salga
plenamente satisfecho de una entrevista. Siempre sobrevive la
sensación de que hemos fallado, de que no hemos conseguido sacar al
entrevistado todo lo que queríamos, de que podríamos haberlo hecho
mejor… Es normal. De hecho, es deseable. Esta insatisfacción
permanente es la que hace que nos esforcemos más y más en nuestro
trabajo. Así pues, quítate el miedo de encima. Siempre saldrás con la
sensación de que la entrevista no ha salido bien. Es parte del oficio. El
mismo Juan Cruz reconocía en una entrevista que él mismo era una
persona insegura que siempre se quedaba con la sensación de que
hacía mal su trabajo:
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También creo que tengo la mala suerte de transmitir una imagen que
no es la que siento por dentro. Soy muy inseguro. Creo siempre que lo
hago mal. Me da la impresión de que no hago cosas brillantes, que no
he estudiado lo suficiente, que no he leído lo que debería haber leído.
No soy arrogante. Tengo un espíritu malherido. Nunca me miro al
espejo, excepto cuando me afeito porque hay un vaho de vapor en el
baño. Sigo siendo un niño que se emociona cuando le dicen que lo ha
hecho bien. Me ocurría mucho en la redacción.
9-Transcribir
10-Redactar
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debemos olvidar es que el texto tiene que reflejar el ambiente, incluso
la tensión, que dominó durante la conversación. Esa es la única manera
de enganchar al lector.
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en la entrevista, sino en la escritura posterior. Uno de nuestros grandes
clásicos en el terreno del perfil es Manuel Chaves Nogales.
Actualmente destacan nombres como el de Juan José Millás o Manuel
Vicent.
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