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El mundo está cada vez más desigual. Los 10 mayores millonarios poseen
más riqueza que el 40% más pobres de la humanidad. El destino de cada
niño que nace en este planeta parece trazado ya en el vientre de su
madre.
La parte del mundo en que viven sus padres y la clase social a la cual
pertenece su familia determinarán si ese niño tendrá o no oportunidades
a lo largo de su vida. Si comerá todas sus comidas o si le será negado el
derecho de desayunar, almorzar y cenar diariamente.
Son las poblaciones vulnerables del Sur Global las más afectadas por las
pérdidas y daños causados por el cambio del clima. Los 10% más ricos de
la población mundial son responsables de casi la mitad de todo el carbono
lanzado en la atmósfera. Nosotros, países en desarrollo, no queremos
repetir este modelo.
Queremos llegar a la COP 28 en Dubái con una visión conjunta que refleje,
sin ninguna tutela, las prioridades de preservación de las cuencas
Amazónica, del Congo y del Borneo-Mekong a partir de nuestras
necesidades. Sin la movilización de recursos financieros y tecnológicos no
hay como implementar lo que decidimos en el Acuerdo de París y en el
Marco Global de la Biodiversidad.
Somos una fuerza que trabaja en favor de un comercio global más justo en
un contexto de grave crisis del multilateralismo. El proteccionismo de los
países ricos ganó fuerza y la Organización Mundial del Comercio
permanece paralizada, en especial su sistema de solución de
controversias. Nadie más se acuerda de la Ronda del Desarrollo de Doha.
Mientras tanto, el desempleo y la precarización del trabajo minaron la
confianza de las personas en tiempos mejores, en especial de los jóvenes.
Los gobiernos deben romper con la disonancia cada vez mayor entre la
“voz de los mercados” y la “voz de las calles”. El neoliberalismo agravó la
desigualdad económica y política que hoy asola a las democracias. Su
legado es una masa de desheredados y excluidos. En medio a sus
escombros surgen aventureros de extrema derecha que niegan la política
y venden soluciones tan fáciles como equivocadas. Muchos sucumbieron a
la tentación de sustituir un neoliberalismo fallido por un nacionalismo
primitivo, conservador y autoritario.
Repudiamos una agenda que utiliza a los inmigrantes como chivos
expiatorios, que corroe el Estado de bienestar y que invierte contra los
derechos de los trabajadores. Necesitamos rescatar las mejores
tradiciones humanistas que inspiraron la creación de la ONU.