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¿Por qué es importante todavía diferenciar la ciencia de la pseudociencia?

Creo que es una pregunta sumamente relevante, si consideramos que vivimos en un mundo digital donde
las fake news y la posverdad campean. Muchas veces informaciones fraudulentas son tomadas en serio, ello
porque no hay una clara distinción entre el conocimiento válido y el pseudo-conocimiento, o, en otros
términos, entre la ciencia y la pseudociencia. De este modo, la pregunta plantea un tema relevante
actualmente, pero también es una pregunta pertinente en sí misma, un problema epistemológico central,
pues dar cuenta de esta distinción nos diría lo que es en sí misma la ciencia, sus características esenciales.

Una posible forma de responder a la interrogante es la propuesta de Karl Popper, quien plantea el problema
de la demarcación, es decir, la diferencia entre las teorías científicas y las teorías, en el fondo, metafísicas o
pseudocientíficas. A diferencia del Círculo de Viena, que enfatizaba el carácter empírico de las teorías,
Popper se centra en la falsabilidad de las teorías científicas, es decir, lo que hace que una teoría sea parte de
la ciencia es que pueda ser falsa en el futuro, que sea susceptible de ser falseada. Esto significa que una
teoría que nunca se equivoca, que nunca yerra, no es científica, es pseudociencia; la ciencia, por el
contrario, es crítica y reformula sus teorías, sustituyendo aquellas que han sido superadas por la nueva
evidencia. De modo que una teoría que resulta falsa no es que ya no sea científica, sino que ya no
corresponde al estado actual de lo que conocemos, pues tenemos teorías mejores y más amplias; pero ello
no quita que en un futuro tales teorías vigentes sean sustituidas por otras mejores. Lo anterior puede dar
cierta sensación de decepción, pues no se llega a una teoría definitiva y concluyente, a una teoría final que
no se tenga que cambiar. Pero con ello Popper nos enseña que debemos cambiar la idea de la ciencia como
instancia ultima de la verdad, es decir, no debemos ver a la ciencia como el discurso que dice cómo son
definitivamente las cosas, pues la ciencia es un saber conjetural, que nos dice que es lo que sabemos hoy
sobre las cosas, abriendo la posibilidad de que mañana sepamos más. La ciencia es un tipo de saber
confiable, seguro, valioso, pero no infalible ni definitivo, su mayor virtud es que es crítica consigo misma, lo
que le ponen en marcha segura hacia la verdad, aunque la marcha sea infinita.

Ahora bien, considerando la propuesta popperiana es preciso aterrizarla en el contexto actual de las redes
sociales, donde todo se cree y se comparte. La gran mayoría suele oscilar entre dos actitudes respecto a la
ciencia, primero, el cientificista, que asume sin más que lo que se dice es verdadero porque está
científicamente comprobado, no repara que tal verdad es resultado de una teoría conjetural, y que los
avances y nuevas investigaciones podría refutar lo que se creía científicamente comprobado. Segundo,
debemos contar a las personas que son indiferentes ante las ciencias, las que creen indistintamente en
cualquier cosa, sea lo que sea, con tal que de figure en redes sociales. Así se comprende que en pleno siglo
XXI haya gentes que crean en la Tierra plana, Tierra hueca, astrología, conspiraciones, etc., y esto no es
anecdótico, pues algunas de estas creencias son contraproducentes en términos sociales, como por ejemplo
la creencia en que las vacunas son una forma de controlar a la población. Lamentablemente este último
grupo es el mayoritario y el que más presión genera.

Así pues, pensando que hay gente que cree dogmáticamente en la ciencia y gente que cree en todo, se ve la
necesidad de esbozar la distinción entre ciencia y pseudociencia, con el objetivo de esclarecer y ordenar la
anarquía dimensión de las redes sociales, para que la gente no crea en todo lo que se comparte. Desde las
ideas de Popper, se puede decirles a las personas del primer grupo, que es correcta su confianza en la
ciencia, pero que debería considerar que la ciencia no dice cómo son definitivamente las cosas, pues las
teorías siempre están abiertas a reformulaciones y ampliaciones, de modo que en lugar de decir “esto está
científicamente comprobado”, deberían decir “esto es lo que se sabe científicamente hasta hoy, lo que no
excluye que más adelante se reformule dicho conocimiento”. Lo anterior invita a tener una actitud más
cauta y prudente respecto a la ciencia, evitando caer en el cientificismo o positivismo.

Respecto al segundo grupo, la situación es complicada. Habría que iniciar inculcando el valor del
conocimiento científico, mostrando que tiene más ventajas que otras formas de saber. Esto supone una
lucha con la religión, las ideologías y la pseudociencia, pues sus discursos son muy influyentes y de gran
arraigo. Pero lo que hace destacar a la ciencia es su carácter crítico y auto-corregible, pues ningún otro
discurso tiene esa capacidad, ya que al aceptar que son falsos simplemente dejarían de tener seguidores.
De modo al comprar a la ciencia con estos otros discursos se hace patente una característica más, la ciencia
(el conocimiento verdadero) nos hace libres, es compatible con la verdad, pues las pseudociencias cuando
reparan en que han sido superadas por nuevas evidencias, las ocultan e imponen un adoctrinamiento
castrante que lesiona la libertad humana, la libertad de expresión y pensamiento. Ello no sucede en la
ciencia, más bien su desarrollo necesita de la libertad y su actividad misma supone la libertad. El científico
es libre al momento de cuestionar sin restricciones a las teorías científicas, ahí hace uso de su libertad de
pensamiento, cuestionando a profundidad. Asimismo, el progreso y avance de la ciencia supone la libertad
de seguir proponiendo nuevas teorías científicas, las que contribuyen con el bagaje de la ciencia.

De este modo, se le podría decir a la gente que creen en lo que sea que solo en la ciencia son
verdaderamente libres. Pues al creer en lo que sea están presos de aquello en lo que creen, pues se aferran
a ello como si fueran verdades últimas, como si fueras teorías irrefutables per se, convirtiéndose en
esclavos mentales de la ideología de turno, ello con grandes consecuencias sociales, políticas y económicas.
Por el contrario, pensar científicamente lo libera a una de la sumisión ciega a cualquier discurso, porque la
asunción de la ciencia como la mejor forma de comprender el mundo no es compatible con el dogmatismo,
ya que la ciencia, como muy bien deja en claro Popper, propone teorías revisables, conjeturas plausibles y
racionales, susceptibles de ser falsadas y con ello reemplazadas por otras mejores. Tal manera de pensar,
crítica-científica es plenamente compatible con la libertad humana, con la capacidad de pensar por cuenta
propia y el cultivo de sí mismo.

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