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Cada vez que Platón trata de conducir al discípulo a la esencia de la filosofía aclara
reiteradamente y en distintas formas este acto. En forma tan plástica como profunda,
lo llama «el movimiento de las alas del alma»; en otra parte, un acto del ímpetu de la
totalidad y del núcleo del hombre hacia lo esencial; no como si lo «esencial» fuera un
objeto particular junto a los objetos empíricos, sino hacia lo esencial en todos los
posibles objetos particulares en general. Y él caracteriza la dynamis en el núcleo de la
persona, el resorte, aquello que realiza la elevación hacia el mundo de lo esencial,
como la forma suprema y más pura del «eros», es decir, aquello que más tarde, con
mayor precisión —en verdad ya como resultado de su filosofía— determina como la
tendencia o movimiento inherente de todo ser imperfecto hacia el ser perfecto o del
me óv hacia el óntos ón. Ya la palabra «filosofía» como amor a lo esencial —en la
medida en que la incógnita llevada por este movimiento del eros al ser completo no es
cualquier ente, sino el caso especial de un alma humana— lleva aún hoy el sello firme
e imborrable de esta fundamental definición platónica. Esta determinación más
precisa de la forma suprema del amor, como tendencia del no ser al ser, está
demasiado afectada por el contenido especial de la doctrina platónica como para que
podamos adoptarla aquí como fundamento. Más aún lo están aquellas características
platónicas de este acto, que constituyen al filósofo, y que lo presentan como mera
lucha, conflicto, contraste con la carne y con toda vida corporal y sensible. Ellas
inducen a considerar la meta del acto, a saber, el estado del alma, ante el cual el
objeto de la filosofía se ofrece, a los ojos del espíritu, no como una vida eterna del
espíritu en lo «esencial» de todas las cosas, sino como un eterno morir.
Por la tanto, ahora, que nos ocupamos de la esencia de la filosofía atengámonos
exclusivamente a las dos definiciones básicas con que Platón abrió para siempre al
hombre las puertas de la filosofía: 1. que es necesario un acto total del núcleo de la
persona, acto que no se encontraría en la cosmovisión natural ni en toda el ansia de
saber fundada aún en ella, para hacer comparecer ante los ojos del espíritu el objeto
de la filosofía, y 2. que este acto estaría fundado en un acto cuya esencia es un amor
nítidamente caracterizado. Antes de caracterizar independientemente a este acto,
podemos definir, pues, provisoriamente la esencia de la actitud espiritual, que en
todos los casos está formalmente en la base de todo filosofar, como acto determinado
por el amor de participación del núcleo de una persona humana finita en lo esencial de
todas las cosas posibles. Y un hombre del tipo esencial del filósofo es un hombre que
adopta esa actitud frente al mundo y lo es en la medida en que la adopta.