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“El adulto, sin embargo, reconoce diferencias entre él y el niño. Pero frecuentemente las
considera como una simple operación de resta, ya sea de grado o de cantidad.
Comparándose con el niño, lo considera relativa o totalmente incapacitado para realizar
acciones o tareas que él es capaz de ejecutar. Estas incapacidades seguramente pueden
crear magnitudes que, combinadas convenientemente, mostrarían unas proporciones y
una configuración psíquica diferentes en el niño y en el adulto. Desde tal punto de vista,
estas últimas adquirirían una significación positiva. Pero el niño no es, pues, de ninguna
manera, un simple adulto en miniatura”.
Código:
“La actividad mental no se desarrolla en un mismo y único plano mediante una especie
de crecimiento continuo. Evoluciona de sistema en sistema. Al ser diferente su
estructura, se deduce que no hay resultado qué pueda transmitirse de uno a otro con
exactitud. Un resultado que reaparece en conexión con un nuevo modo de actividad ya
no existe de la misma manera. No es la materialidad de un gesto lo que importa, sino el
sistema al que pertenece en el instante en que se manifiesta. El mismo fenómeno puede
darse en el niño que balbucea el simple efecto de sus ejercicios sensorio-motores y, más
tarde, la sílaba de una palabra que se esfuerza en pronunciar correctamente. Entre los
dos hechos se intercala un período de aprendizaje. La necesidad de volver a aprender el
sonido que se había hecho familiar en el período sensorio-motor, cuando se convierte en
un elemento del lenguaje, puede advertirla muy bien cualquiera que trate de hablar una
lengua extranjera, cuyos fonemas no son todos aquellos que ha tenido ocasión de fijar al
aprender su propia lengua materna. Si se hace el reaprendizaje a una edad demasiado
tardía probablemente la dificultad de articulación no pueda ser superada totalmente”.
Código:
“Los progresos del niño no son una simple adición de funciones. El comportamiento de
cada edad es un sistema en el que cada una de las actividades ya posibles concurre con
todas las otras, recibiendo su papel del conjunto. El interés de la psicopatología, al
estudiar al niño, es evidenciar los diferentes tipos de comportamiento de la mejor forma
posible. Ya que el ritmo de una evolución mental es tan precipitado en la primera
infancia, que se hace difícil identificar, en su estado puro, las manifestaciones que se
superponen unas a otras. Por el contrario, una perturbación en el crecimiento no sólo
frena la evolución, sino también puede detener su curso en un cierto nivel. Entonces
todas las reacciones acaban por reunirse en un tipo único de comportamiento, agotando
completamente las posibilidades de éste, a veces incluso con un grado de perfección que
no podría lograrse cuando dichas reacciones se incorporan gradualmente a otras de nivel
más elevado. Siempre he comprobado que una virtuosidad parcial demasiado grande .es
un mal pronóstico para el desarrollo ulterior del niño, ya, que constituye el índice de una
función que gira indefinidamente sobre sí misma, a falta de un sistema más complejo de
actividad que llegue a integrarla y utilizarla para otros fines”.
Código:
“Al mismo tiempo en que las posibilidades actuales y las correspondientes condiciones
de vida llegan a un equilibrio estable en cada etapa, también se hace presente la
tendencia al cambio, cuya causa es ajena a esta exacta relación funcional. Esta causa es
orgánica. En el desarrollo del individuo la función se revela con el crecimiento del
órgano, y el órgano, muchas veces, precede en mucho a la función. El número de
células nerviosas es el mismo desde el nacimiento hasta la muerte, y si algunas se
destruyen en el transcurso de la vida jamás son reemplazadas. Pero, ¿durante cuántas
semanas, cuántos meses y años muchas de ellas permanecen dormidas? Mientras no se
cumpla la condición orgánica de su funcionamiento: la mielinización de su axón.
Muchos otros órganos deben terminar, también, su diferenciación estructural antes de
revelar su función y, a menudo, sus primeras manifestaciones no son más que un
ejercicio libre sin otro motivo que el ejercicio mismo”.
Código:
“Lo que motiva un acto puede ser de naturaleza o nivel variable. El acto más elemental
no tiene todavía un fundamento psíquico. No existe ninguna otra razón para que se
produzca que el hecho de ser la actividad de los órganos correspondientes. Ch. Bühler
ha insistido, en la primera infancia, en la frecuencia de una de estas manifestaciones
funcionales de motu proprio. Resulta realmente difícil afirmar con todo rigor que un
acto, o incluso un simple movimiento, no tienen concomitante psíquico. Asimismo, se
admite con frecuencia que el gesto funcional está acompañado de un cierto placer, el
mismo que está ligado al ejercicio' de la función. Pero esta noción no es tan simple
como puede parecer en un principio. No hay placer si no hay una especie de conciencia,
de la que habría que determinar a continuación, necesariamente, cuáles son su grado y
naturaleza”.
Código:
“Sin embargo, antes del gestó ejecutado de motu proprio, parece haber gestos que
corresponden a los efectos dinamógenos del sufrimiento o del bienestar, cuya
alternancia con el sueño constituye el comportamiento manifiesto del recién nacido. Por
otra parte, estos efectos no pueden estar disociados de los estados afectivos que
responden a ellos, como ocurre con la forma de expresión y lo expresado. Dichos
efectos están ligados para siempre con los estados afectivos por una especie de
reciprocidad inmediata y, en un principio, se confunden totalmente con los primeros.
Pero no son todavía lo que podríamos imaginar como lo más primitivo funcionalmente.
Veamos una comparación”.
Código:
“Los juegos funcionales pueden ser de movimientos muy simples, como extender y
encoger los brazos o las piernas, mover los dedos, tocar objetos, empujarlos, producir
ruidos o sonidos. Es fácil distinguir en estos movimientos una actividad en busca de
resultados, si bien todavía elementales, y que domina la ley causa-efecto, de la que ya
hemos visto cuál es la importancia fundamental para que nuestros gestos sean cada vez
más ajustados, más apropiados y diversificados. En los juegos de ficción, tales como
jugar a muñecas, montar en un palo como si se, tratara de un caballo, etc., interviene
una actividad cuya interpretación es ya más compleja, pero también más próxima a
algunas definiciones que se han dado acerca del juego y que se encuentran mejor
diferenciadas. En los juegos de adquisición, como dice una expresión popular, el niño es
todo ojos y oídos; mira, escucha, se esfuerza en percibir y comprender cosas y seres,
escenas, imágenes, cuentos, canciones, que parecen absorberlo por completo. En los
juegos de fabricación, el niño disfruta acoplando y combinando objetos,
modificándolos, transformándolos y creando otros nuevos. La ficción y la adquisición
actúan a menudo en los juegos de fabricación, sin que éstos lleguen a anularlas”.
Código:
“De este modo, las disciplinas de la acción sufren una especie de interiorización y su
aparato funcional adquiere tal complejidad que su actividad -o mejor dicho, sus
actividades variadas- parecen manifestarse, en muchos casos, independientemente de las
circunstancias y hasta por sí mismas. Hemos visto que el juego responde ya al ejercicio
de las funciones por las funciones mismas. En cuanto a la independencia con relación a
las circunstancias, no es sino la sustitución de las necesidades actuales por otras
necesidades fundadas en anticipaciones o convenciones. En efecto, en el niño, las
funciones que están en vías de aparición se manifiestan, en un principio, sin otro objeto
que ellas mismas. Pero llega el momento en, que dichas funciones pueden subordinarse
a causas que les son heterogéneas, y es entonces cuando se anuncia la edad del trabajo y
surge algo nuevo en el comportamiento”.
Código:
“El sentido de esta evolución se pone en evidencia a través de otra que, en parte, está
relacionada con ella. Al mismo tiempo que aumenta la duración de los juegos, Ch.
Bühler señala que los motivos de interés o de regocijo ante los que reacciona el niño
tienen cada vez menos necesidad de pertenecer a las circunstancias actuales. Y este
progreso presenta grados. Leontiev afirma que si el niño de 8 a 9 años es capaz de
perseguir objetivos más o menos lejanos, es a condición de ser apoyado por estímulos
sensoriales que jalonan sus esfuerzos con símbolos concretos y que poco a poco, entre
los 10 y 13 años, dejan de ser indispensables. Simultáneamente se desarrolla la aptitud
de la reflexión abstracta. De este modo, van unidas, tanto la disminución concomitante
de la perseveración y de la inestabilidad, como la aptitud de continuar por más tiempo
con la misma actividad; tanto la menor dependencia en relación con lo actual y
concreto, como el empleo de símbolos que abren las puertas a un pensamiento de mayor
capacidad para la abstracción”.
Código:
“Para el recién nacido se establece primero la alternancia entre el sueño -en el que
algunos han visto un retorno nostálgico hacia la quietud de la existencia amniótica- y el
apetito alimenticio. Los períodos de sueño, al principio, son mucho más largos que los
otros; durante las primeras semanas, según Ch. Bühler, se extienden a 21 horas. Con el
tiempo estos períodos se condensan en intervalos cada vez más definidos y espaciados.
Al aproximarse la edad escolar -hacia los 5 o 6 años- se reducen habitualmente a un solo
período cuya duración debe ser todavía semejante al de vigilia. Después, el tiempo del
sueño se acorta poco a poco; a menudo, en el adulto el insomnio lo va reduciendo
paulatinamente. En los ancianos pueden reaparecer alternancias más o menos frecuentes
de sopor y vigilia; este hecho no se debe, como en el niño, a necesidades acrecentadas
de restauración o de instauración biopsíquica, sino a la deficiencia creciente de los
medios fisiológicos, en particular de la circulación; de ahí la «claudicación
intermitente» del cerebro”.
Código:
“Esas crisis han estado precedidas, la primera, por sus adquisiciones: el andar y el habla,
que le han permitido tantas investigaciones en el mundo de las cosas y de las nociones
que se relacionan con ellas; la segunda, por la edad escolar, en cuyo transcurso se ha
familiarizado con el uso y la estructura de los objetos y de las instituciones que le
rodean, mediante sus juegos y la enseñanza recibida. Las crisis determinan una especie
de conversión en los puntos de vista del niño. Su causa evidente es la evolución
fisiológica, pero, en el plano psíquico, su efecto se traduce en una integración subjetiva
de las relaciones que, en la fase anterior, se habían desplegado con referencia al mundo
exterior. Materialmente liberado de la constante asistencia de los otros, el niño de 3 años
descubre la autonomía de su yo, y entonces trata de oponerlo al de los demás. De aquí
resulta, al mismo tiempo, una cierta actitud de reverencia hacia su propio personaje y
una atención, a menudo ambivalente, hacia las personalidades que le rodean. Todo esto
significa una renovación en los principios y en su comportamiento”.
Código:
“En cuanto a la pubertad, consiste, también, en una reorganización de los valores que
parecían estar perfectamente establecidos, ya sea en relación a las personas o en relación
a las realidades físicas, sociales y morales, en las que el adolescente descubre la
posibilidad de encuadrar su vida. Así, desde las funciones más elementales o
fisiológicas hasta aquellas que reúnen condiciones múltiples, se escalonan las funciones
más complejas en sus consecuencias, en las alternancias que llevan consigo el
crecimiento propio e íntimo del individuo, y la extensión de sus medios y fines en el
mundo exterior. En la base de la escala, la alternancia parece repetirse idéntica a sí
misma y sus, resultados cotidianos dan la impresión de que giran en el mismo círculo.
El cambio se hace sensible solamente a largo plazo. Por el contrario, su evidencia se
manifiesta súbitamente cuando responde a una de esas etapas -como la pubertad- que
son únicas en la existencia. Sin embargo, tomada en estado molecular, o integrada en un
conjunto más amplio, la alternancia suscita siempre un nuevo estado, que se convierte
en punto de partida de un ciclo nuevo. Así continúa el desarrollo del niño bajo formas
que se modifican de edad en edad”.
Código:
“Lo que hace más necesaria la descripción y más difícil es el hecho de que el desarrollo
del niño, sobre todo en la primera etapa, tiene una rapidez tal que sus diversas
manifestaciones se superponen de tal manera que, a menudo -por lo demás en una
proporción muy variable- un mismo período adquiere un estilo compuesto. Pero la
individualidad de los sistemas así yuxtapuestos puede confirmarse a través de la
patología.' Algunas interrupciones del desarrollo psíquico imponen un tipo
correspondiente de comportamiento a todas las reacciones del sujeto. Todas ellas
parecen perseguir sucesivamente el mismo objetivo. De ello resulta, no sólo su
uniformidad, sino también la posibilidad de que puedan alcanzar una cierta perfección
formal, que, habitualmente, es un mal presagio. Todo virtuosismo parcial en el
transcurso del crecimiento debe hacer pensar en una actividad que continúa ejerciéndose
indefinidamente por sí misma, si no se integra en los sistemas consecutivos que deben
aparecer si se da una evolución normal. De ordinario, en efecto, la elaboración de una
de ellas -dado que posibilita la realización de la siguiente- hace que se capte y se forme
teniendo en cuenta las necesidades que le son específicamente ajenas; por consiguiente,
los efectos que le son propios, a menudo, se ven limitados y truncados. En este caso, los
efectos pueden alcanzar, eventualmente, su libre manifestación en el juego o en la
actividad estética, uno de cuyos efectos es el restituir el ejercicio ola expresión a
funciones subordinadas al uso y a la evolución”.
Código:
EL ACTO MOTOR
“Entre las posibilidades que tiene el ser vivo para reaccionar frente al medio, el
movimiento, por los progresos de su organización en el reino animal y en el hombre,
tiene una eficacia y preponderancia tales que sus efectos pueden ser considerados por
los behavioristas .como el objeto exclusivo de la psicología. Pero incluso está limitación
obliga a atribuir al movimiento significados completamente distintos. En efecto, sería
ridículo, por ejemplo, limitar el significado del lenguaje al simple hecho de la fonación
y no distinguir los gestos entre sí, incluso si son exteriormente semejantes, según las
situaciones que los motivan y el tipo de resultados a los que tienden. Reducido a las
contracciones musculares que lo producen o a los desplazamientos que provoca en el
espacio, el movimiento no es, en efecto, más que una abstracción fisiológica o
mecánica. El psicólogo no puede disociarlo de los conjuntos que responden al acto cuyo
instrumento es, precisamente, el movimiento”.
Código:
LA PERSONA
“En el desarrollo del niño también se forma su persona. Las transformaciones que ésta
experimenta, a menudo desconocidas, tienen por contraste un relieve y un ritmo
acentuados. Entre las etapas que preceden y siguen, ha atraído la atención sólo aquella
que corresponde a la crisis de la pubertad, en que termina la infancia, porque es,
precisamente, una crisis de conciencia y de reflexión. La evolución de la persona se
origina al comienzo de la vida psíquica, en su período afectivo. Sin- duda, está ya
profundamente influida por las reacciones subyacentes o anteriores de la vida
neurovegetativa: el equilibrio visceral de las primeras semanas y de los primeros meses
puede ya orientar las bases profundas de su futuro comportamiento. En cuanto a los
primeros contactos entre el sujeto y el ambiente, éstos son de orden afectivo: son las
emociones”.
Código:
conversa consigo mismo, se dice gracias, se repite las órdenes de los demás, se hace
reproches o, por el contrario, hace recaer, sobre otro niño más pequeño, o sobre su
muñeca, aquellos reproches que él mismo había merecido, se felicita, representa
sucesivamente los diferentes personajes de un diálogo consigo mismo. Sustituye
imaginariamente a su hermano menor que juega y, para divertirle, le quita el juguete y
lo agita, indignándose al verlo descontento”.
Código:
“Al mismo tiempo desaparecen los diálogos consigo mismo. Parece que el niño ya no
sepa hablar más que en su propio nombre y que la consideración, ahora obligatoria, de
los demás haga que su propio punto de vista sea exclusivo e irreversible. La misma
situación se presenta en la posesión de los objetos. Éstos no son necesariamente
propiedad de quien los tiene en un momento determinado; ni siquiera su uso prolongado
los ata para siempre a una persona. En este momento sólo cuentan las relaciones entre
las personas. El niño se da cuenta de que si ha regalado su juguete debe renunciar
definitivamente a él, así como adquiere un derecho indiscutible sobre el obsequio
recibido. Se siente frustrado, no en el disfrute de las cosas, sino en su persona, si se
entrega un objeto suyo a otro sin su consentimiento. Se plantea el problema de la
apropiación y a menudo llega a la conclusión de que la fuerza constituye una ley: si
domina, puede tomar”.
Código: