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Antigua Grecia y Roma (s. VI a.C.) La belleza depende de los números, porque los números constituyen la
medida y la medida el orden. Los pitagóricos buscan desentrañar el orden del universo. En ´le está la sede
de la belleza. La belleza es, pues, proporción y armonía.
Antigua Grecia y Roma (s. V a.C.) Para los sofistas el hombre es la medida de todas las cosas, por lo
tanto, la belleza es relativa, sujeta a convenciones. Ellos preceden, por tanto, las teorías del gusto estético.
Sócrates añade a la posición de los pitagóricos la dimensión de la utilidad. La belleza es, además de
formal, funcional. Platón moraliza el concepto de belleza. Lo bello está ligado a lo bueno.
El medievo (s. V-XV) Santo Tomás dice que lo bello es lo que PLACE a la vista. PERSPECTIVA
SUBJETIVISTA.
El Renacimiento (s.XV-XVI) Ya no se considera, como en el Medievo, que la belleza de los objetos viene
de Dios, se piensa que los objetos son bellos en sí mismos. Para León Bautista Alberti, teórico de la
arquitectura renacentista: “la belleza es una especie de armonía y acuerdo entre todas las partes que
constituyen un todo construido según un número fijo, cierta relación, cierto orden, tales como lo exige el
principio de simetría que es la ley más elevada y perfecta de la naturaleza”. Los rasgos de belleza son los
mismos que los del arte clásico: armonía y concordancia de las partes: PROPORCIÓN Y SIMETRÍA.
Para Leonardo da Vinci: “el mundo está escrito en lenguaje matemático”.
Barroco (s.XVII) Primero en el Manierismo (finales del Renacimiento) de forma más sutil y con más
énfasis en el Barroco (aunque es un movimiento muy heterogéneo) los artistas cuestionan o reaccionan
contra lo bello clásico, como Diego de Velázquez, Rubens o Rembrandt.
Neoclasicismo (s.XVIII) Supone una vuelta a lo clásico. Se valora y se copia. Se crean las Academias. Se
reglan y se sistematizan los cánones y los códigos de representación.