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Universidad Nacional de Córdoba - UNC

Facultad de Filosofía y humanidades


Escuela de Letras

Mónica Johana López

Cecilia Silvana Heredia

Julián Chiariotti

Martina R. Maidana
A la hora de tomar una postura frente a la discusión de la interpretación de los textos hemos
encontrado, en el abordaje de los autores presentados, posiciones que nos han despertado
interés y otros rechazos.
Con Rorty conocimos las cuestiones que unen al trabajo de Eco, sobre la distinción de
interpretación y uso del texto, con la escuela deconstructiva de Yale. Y cómo esta cercanía
equivale a un distanciamiento del pragmatismo. Señala Rorty la similitud del pensamiento de
Eco con las propuestas de Hirsch, que decanta en una distinción entre un adentrarse en el
texto y relacionarlo con otra cosa. En esta misma línea de analizar las profundidades del
texto Rorty nos introduce a Hillis Miller y a Paul De Man. Uno preocupado por cómo
funciona el texto y el otro por conocer de qué trata el texto.
En esta misma línea de analizar las profundidades del texto, Rorty nos introduce a Hillis
Miller y a Paul De Man. Uno preocupado por cómo funciona el texto y el otro por conocer de
qué trata el texto. A estos ejes de interés, Rorty, como antiesencialista, los considera la
pesadilla del pragmatismo, una especie de ocultismo.
Por otra parte, Rorty cuestiona la distinción que hace Eco sobre <<coherencia textual
interna>> y <<los incontrolables impulsos del lector>>. En este sentido, Eco plantea que las
subjetividades del lector atentan contra la verdadera naturaleza del texto y terminan alterando
sus significados. A diferencia de esto, Rorty como pragmatista entiende al texto como una
cosa, es decir, solo puede ser usada. Desde este punto de vista podemos observar cómo las
cosas no pueden ser alteradas sino que, por el contrario, sólo podemos reaccionar a los
estímulos que nos despierta. Sin embargo, estos estímulos sólo pueden afectar a otros
estímulos. Es decir, frente a un texto uno no puede hacer nada más que usarlo y el
interpretarlo es un uso en sí.
En este punto creemos fundamental pensar las preguntas promovidas por los
deconstructivistas (que tanto espantan a Rorty) a partir de la justificación de Culler. En este
sentido, Culler sostiene que las preguntas y los intentos de descifrar los códigos del texto
(tarea que aborrece Rorty) son la razón de ser de los estudios literarios.
Aprovechando la mención de Culler podemos decir que consideramos oportuna su
comparación del pensamiento de Eco con el de Booth, y tal como Culler, vemos a este último
más acertado. Es así que Culler tiene discrepancias con la utilización del término
"sobreinterpretación". Tanto él como Rorty consideran que en determinados casos la
sobreinterpretación atenta contra la tarea de los estudios literarios, sobre todo en los casos en
donde el alcance no está debidamente estipulado. Es decir, no en la búsqueda del significado
o del texto en sí, sino en los límites que marcan su estructura y su funcionamiento. Otro punto
fundamental entre Rorty y Culler es que Culler no ve a Eco tan cercano a la deconstrucción,
antes bien resalta una divergencia. Para Eco, ante un texto el lector tiene un limitado espacio
para buscar el significado, mientras que para la deconstrucción esos límites los marca el
contexto.
Hasta aquí nos encontramos en posición de afirmar que coincidimos con Culler en su
defensa de someter al texto a preguntas que nos permitan conocer cómo se construyen los
sentidos dentro de las obras. Es por medio de estas preguntas sobre lo que el texto hace y
cómo lo hace, sobre la relación con otros textos o inclusive lo que oculta, que podemos
pensar la sobreinterpretación. En este punto estamos de acuerdo con Eco en ver a la
sobreinterpretación como un método más interesante y más valioso que la interpretación
moderada para el análisis de textos. Pero Eco, siguiendo a Culler, incurre en el error de
centrarse en los límites y las fronteras de los textos. El texto posee un amplio margen para los
lectores, pero tiene límites. Por eso la escuela deconstructivista se basa en que el sentido está
limitado por el contexto pero ese contexto es ilimitado, es decir, siempre hay nuevas
posibilidades contextuales pero nunca podemos ponerle límites. Y en este planteo es
interesante también traer a Fish y tener en cuenta que para el autor no se puede pensar una
oración independientemente de su contexto. Es decir, aunque esta no posea un contexto claro,
siempre la vamos a pensar en el contexto que la vimos la mayor cantidad de veces.
Gracias a estos planteo de Rorty, Culler, Eco y Fish podemos afirmar que la
sobreinterpretación es una herramienta clave para pensar los límites de los textos e indagar
sobre lo que el texto puede generar(nos). Esto nos permite ir más allá, a una zona donde la
sobreinterpretación es vista como un exceso de asombro (Eco), donde podemos tratar de
significantes elementos que podrían ser fortuitos. Y de eso se trata, de encontrar un nuevo
asombro en cada texto, una nueva lectura a cada obra y una serie de nuevas posibilidades
interpretativas que nos permitan pensar a dónde se ubican los límites, a dónde están las
fronteras, quién define los significados y cuánto de eso es trabajo del lector. Un lector
encargado de rellenar esos espacios vacíos dejado por el autor.

Bibliografía

 Culler, J. (1997) “En defensa de la sobreinterpretación”. En: Eco, U. (comp.)


Interpretación y sobreinterpretación. Cambridge, Cambridge University Press.
 Fish, S. (1998) “¿Hay un texto en esta clase?” En: Palti, J. E. (comp.) “Giro
lingüístico” e historia intelectual. Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes.

2
 Rorty,R (1997)” El progreso del pragmatista”. En: Eco, U. (comp.) Interpretación y
sobreinterpretación. Cambridge, Cambridge University Press.

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