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Historia contemporánea de España. María José Pulido Montesinos.

TEMA 8: EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN: CARACTERÍSTICAS Y FUNCIONAMIENTO


DEL SISTEMA CANOVISTA.

EL pronunciamiento del general Martínez Campos, en diciembre de 1874, significó la


restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII, el hijo de Isabel II. El nuevo
sistema político fue configurado por Antonio Cánovas del Castillo que asumió la
regencia hasta que el rey llegó a España el 1 de enero de 1875.

8.1- UN NUEVO SISTEMA POLÍTICO.

Los grupos conservadores recibieron con satisfacción la Restauración de los


Borbones porque esperaban que la nueva monarquía devolvería la estabilidad política
y pondría fin a todo intento de revolución democrática y social en España. Cánovas no
pretendía el regreso a los tiempos de Isabel II, sino la vertebración de un nuevo
modelo político, aunque este nuevo modelo será escasamente democrático. Se basa
en el bipartidismo.
La primera medida política de importancia fue la convocatoria de elecciones
para unas Cortes Constituyentes. Pese a que Cánovas no era partidario del sufragio
universal, dispuso que las primeras elecciones del nuevo régimen se hiciesen por este
sistema, aunque posteriormente debería volverse al sufragio censitario.

8.2- LA CONSTITUCIÓN DE 1876.


Las bases del nuevo sistema quedaron fijadas en la Constitución de 1876, de
carácter moderado e inspirada, en parte, en la de 1845.
La Constitución establecía la soberanía compartida entre las Cortes y la Corona,
institución que estaba al margen de cualquier decisión política.

Reconocía a la Corona como uno de los pilares del nuevo régimen y se le otorgaba el
derecho de veto, la potestad legislativa compartida con las Cortes, de hecho, el

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monarca puede convocar Cortes, suspenderlas o disolverlas sin contar con el gobierno,
y el nombramiento de ministros. Las Cortes se organizaron en dos cámaras: el
Congreso de los Diputados, de carácter electivo y el Senado. Una ley de 1878
estableció un sufragio censitario muy restringido, pero en 1890 se aprobará el sufragio
universal masculino.
Se proclamó la confesionalidad católica del Estado y, en consecuencia, se
restableció el presupuesto de culto y clero.

8.3- BIPARTIDISMO Y TURNO PACÍFICO.

Los pilares básicos sobre los que se apoyaba el sistema canovista eran la
Corona, los partidos dinásticos y el ejército.
El papel de la monarquía era el de ejercer como árbitro en la vida política y
garantizar el buen entendimiento y la alternancia en el poder entre los partidos
políticos.
El poder debía ser compartido de forma alternativa entre los dos grandes
partidos dinásticos, el conservador y el liberal, que renunciaban a los golpes de fuerza
(pronunciamientos) como mecanismo para acceder al gobierno.
El tercer pilar era el ejército, al que se quería alejar definitivamente de la
intromisión en la vida política. Por ello, se estableció la supremacía, del poder civil
sobre el militar, pero otorgando al segundo la autonomía de la milicia y la absoluta
libertad del estamento militar en sus asuntos internos. A la vez, se potenció la
identificación del rey como símbolo y cabeza visible del ejército.

8.4- EL FIN DE LOS CONFLICTOS BÉLICOS.

La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlista y
cubana. El final de la guerra carlista permitió el envío de nuevas tropas a Cuba, donde

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en un par de años se puso fin al conflicto bélico. En 1878 se firmó la Paz de Zanjón,
que incluía una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud y la promesa de reformas
políticas y administrativas por las que Cuba tendría diputados en las Cortes españolas.
El retraso o incumplimiento de estas reformas provocaría el inicio de un nuevo
conflicto en 1879 (Guerra Chiquita) y la posterior insurrección de 1895.

8.5- LOS PARTIDOS DINÁSTICOS.

En lo referente al sistema político canovista de la Restauración, cabe decir que


éste estaba basado en la existencia de dos grandes partidos, el conservador y el
liberal, que coincidían ideológicamente en lo fundamental, pero asumían de manera
consensuada dos papeles complementarios. Ambos partidos defendían la monarquía,
la Constitución, la propiedad privada y la consolidación del Estado liberal, unitario y
centralista.
El Partido Liberal-Conservador se organizó alrededor de su líder, Antonio
Cánovas del Castillo, y aglutinó a los sectores más conservadores y tradicionales de la
sociedad (a excepción de los carlistas). Por su parte, el Partido Liberal-Fusionista tenía
como principal dirigente a Práxedes Mateo Sagasta y reunió a antiguos progresistas,
unionistas y algunos ex republicanos moderados.

Asimismo, para el ejercicio del gobierno se contemplaba el turno pacífico o


alternancia regular en el poder entre las dos grandes opciones dinásticas, cuyo objeto
era asegurar la estabilidad institucional mediante la participación en el poder de las
dos familias del liberalismo. El monarca encargaba el gobierno a la fuerza mayoritaria
en un proceso electoral. De este modo, cuando el partido en el gobierno sufría un
proceso de desgaste político y perdía la confianza de las Cortes, el monarca llamaba al

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jefe del partido de la oposición a formar gobierno. Entonces, el nuevo jefe de gabinete
convocaba elecciones con el objetivo de construirse una mayoría parlamentaria
suficiente para ejercer el poder de manera estable. El fraude en los resultados y los
mecanismos caciquiles aseguraban que estas elecciones fuesen siempre favorables al
gobierno que las convocaba.

8.6- FALSEAMIENTO ELECTORAL Y CACIQUISMO

La alternancia en el gobierno fue posible gracias a un sistema electoral corrupto y


manipulador que no dudaba en comprar votos, falsificar actas y utilizar prácticas
coercitivas sobre el electorado, valiéndose de la influencia y del poder económico de
determinados individuos sobre la sociedad (caciquismo). El caciquismo fue un
fenómeno que se dio en toda España, aunque alcanzó su máximo desarrollo en
Andalucía, Galicia y Castilla.
El control del proceso electoral se ejercía a partir del ministro de la Gobernación y los
caciques locales. Este ministro era, de hecho, quien elaboraba la lista de los candidatos
que deberían ser elegidos (encasillado) y quien nombraba los diputados ajenos a la
circunscripción, los llamados “cuneros”-

Los gobernadores civiles transmitían la lista de los candidatos “ministeriales” a los


alcaldes y caciques y todo el aparato administrativo se ponía a su servicio.
Los caciques eran personas notables, sobre todo del medio rural, a menudo ricos
propietarios que daban trabajo a jornaleros y que tenían una gran influencia en la vida
local, tanto en lo social como en lo político. También podían ser abogados,
profesionales de prestigio o funcionarios de la administración, que controlaban los
ayuntamientos, hacían informes y certificados personales, dirigían el sorteo de las
quintas, proponían el reparto de las contribuciones y podían resolver o complicar los
trámites burocráticos o administrativos. Con su influencia, los caciques orientaban la
dirección del voto, agradeciendo con sus “favores” la fidelidad electoral y
discriminando a los que no respetaban sus intereses.

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Los caciques manipularon las elecciones continuamente, de acuerdo con las


autoridades, especialmente los gobernadores civiles de las provincias.
El conjunto de trampas electorales es lo que se conoce como el pucherazo, es decir, la
sistemática adulteración de los resultados electorales.
Como consecuencia de todo lo anterior, la participación electoral no superó el 20% en
casi todo el período de la Restauración.

8.7- EL DESARROLLO DEL TURNO DE PARTIDOS.

Durante la Restauración, el gobierno estuvo en manos de los dos partidos dinásticos,


que se fueron alternando en el poder. Entre 1876 y 1898, de todas las elecciones
realizadas, seis fueron ganadas por los conservadores y cuatro por los liberales. El
turno dinástico funcionó con toda regularidad hasta 1898, cuando el impacto de la
crisis erosionó a los políticos y a los partidos dinásticos. Sin embargo, el turno, aunque
desprestigiado, dividido por las discrepancias internas y sin la fuerza de antaño,
sobrevivió hasta 1923.
En 1885, tras la muerte de Alfonso XII, el temor a una posible desestabilización del
sistema político, impulsó a conservadores y liberales a llegar a un acuerdo, el llamado
Pacto del Pardo, que dio paso a un gobierno liberal que, con su talante reformista,
permitió asegurar la continuidad del sistema. María Cristina, la viuda de Alfonso XII, se
hizo cargo de la regencia hasta 1902, cuando su hijo Alfonso XIII alcanzó la mayoría de
edad.
Bajo la Regencia, el Partido Liberal gobernó más tiempo que el Conservador. Durante
el gobierno largo de Sagasta, que se extendió entre 1885 y 1890, los liberales
impulsaron una importante obra reformista, así se aprobó la Ley de Asociaciones
(1887) que eliminó la distinción entre partidos legales e ilegales, se impulsó un nuevo
Código Civil (1889) y se llevaron a cabo reformas hacendísticas y militares.

8.8- OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO EN ANDALUCÍA.

En cuanto a la oligarquía y el caciquismo en Andalucía, cabe decir que nuestra


comunidad jugó un papel primordial en el sistema canovista, sistema basado en el

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sufragio censitario, que suponía para Andalucía un 5 % de la población electoral, hasta


que en 1890 se impuso el sufragio universal, controlado, manejado y desnaturalizado.
La participación de los andaluces en la dirección política del país durante el último
cuarto del siglo XIX, fue escasa salvo casos excepcionales como los de Cánovas y
Romero Robledo, o el de Rafael Salinas, el socialista más destacado de Andalucía.
Obviamente, el caciquismo fue una práctica habitual en Andalucía, y aquí se desarrolló
con mayor violencia que en el resto de España. En Andalucía fue muy frecuente que la
mayoría de los distritos rurales fueran encasillados y, por lo tanto, controlados por la
administración. Las causas del caciquismo andaluz las podemos resumir así: gran
proporción de analfabetos; rígido control del mercado de trabajo por los
terratenientes, mediante el cual se presionaba sobre los obreros para que emitieran el
voto deseado por el cacique; e influencia de las ideas anarquistas en el campesinado,
que veía en la lucha política una forma inútil de revolución.
Por otro lado, Andalucía no ofreció dificultades al turno de conservadores y liberales.
Convocadas las elecciones, la actividad política se centraba en casinos, tertulias y
círculos, aunque la estrategia y nominación de candidatos se realizaba en las casas de
los jefes políticos. Los candidatos no hacían campaña, sino que se limitaban a viajar por
su distrito hablando de gastronomía o de las bellezas naturales. Además, a la hora de
votar se compraban los votos o se repartían puros y vino. También se utilizaba la
coacción, como por ejemplo, durante las elecciones de 1884, en las que fueron
multados muchos ayuntamientos de Cádiz, Córdoba y Almería por no ser dóciles al
candidato gubernamental. Asimismo, en otros municipios, si eran reacios al candidato,
se iniciaba una inspección de cuentas. Aún así, si estas medidas impositivas no daban
el resultado previsto, se recurría al “pucherazo” (más votos que electores), contando
votos de “crucificados” o “lázaros” (muertos resucitados).
En general, en los distritos rurales andaluces hubo un predominio de municipios
conservadores, salvo los centros urbanos, los pueblos litorales y los centros mineros,
que fueron liberales. El cacique conservador más importante fue el malagueño Romero
Robledo, mientras que, entre los caciques liberales, cabe citar al sevillano Rodríguez de
la Borbolla.
Por último, es preciso señalar que la presencia de la nobleza en la política fue escasa,
ya que declinó su participación en aquellos aspectos en los que sus intereses estaban

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asegurados por la burguesía en el poder. El jefe de los liberales de Granada, no


obstante, fue el conde de las Infantas. Por su parte, entre los conservadores, destacó
el conde de Castillejos, en Loja (Granada).

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