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BLOQUE 7: LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA: IMPLANTACIÓN Y AFIANZAMIENTO DE UN NUEVO SISTEMA POLÍTICO

(1874-1902).

TEMA 1: EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN. CARACTERÍSTICAS Y FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA CANOVISTA

A) La génesis del sistema de la Restauración


Con el Sexenio se generó una sensación de desgobierno que algunos sectores sociales interpretaron como una amenaza al
orden social liberal-conservador. Por esa razón, durante la “dictadura” del general Serrano en 1874, las clases altas y medias
apostaron por una solución acorde con el contexto internacional y conveniente a sus intereses: la restauración monárquica.

A.1. Los orígenes del proceso restaurador


La restauración de la monarquía borbónica con Alfonso XII fue producto de un concienzudo trabajo preparatorio llevado a
cabo durante el sexenio democrático y, sobre todo, durante el gobierno de Serrano. El objetivo era situar en el trono al hijo de Isabel
II, depuesta en 1868. El gran protagonista de este plan fue Antonio Cánovas del Castillo.
Esta opción se gestó a lo largo de un proceso complejo y de maniobras diplomáticas, la más importante de las cuales fue la
abdicación de Isabel II en su hijo en junio de 1870.
Antonio Cánovas aprovechó el favorable contexto internacional de la era bismarckiana, proclive a soluciones moderadas. Su
instrumento básico fue la creación de un “partido alfonsino”, cuyo primer núcleo estuvo formado por diputados de las Cortes
Constituyentes de 1868. Su programa se reducía al liberalismo y a la fidelidad al príncipe Alfonso. “Paz y orden” son las palabras que
resumen ese programa, que atrajo a las clases medias y altas, temerosas de un nuevo experimento revolucionario como el del
sexenio.
El pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto en diciembre de 1874 no fue bien visto por Cánovas, que
deseaba asignar al ejército un papel subordinado al poder civil y al sistema constitucional.
El plan de Cánovas contó también con el apoyo de poderosos intereses en las Antillas, sobre todo en Cuba. El llamado
lobby esclavista, formado por grandes terratenientes propietarios de mano de obra esclava, presionó a los gobernadores de las islas
para que no aplicaran las reformas de los gobiernos del sexenio. Para este grupo, revolución democrática, independencia y
emancipación de los esclavos eran una sola cosa. De ahí su apoyo al proyecto restaurador, que ponía fin a las reformas del sexenio.
Figuras del partido moderado eran grandes propietarios en Cuba, como el marqués de Manzanedo, líder de la Liga Nacional
contra la emancipación de los esclavos. Veían en don Alfonso la garantía de sus intereses y de la “integridad” de la patria.
El Manifiesto de Sandhurst, en diciembre de 1874, redactado por Cánovas y firmado por don Alfonso en la academia militar
donde se formaba, recogía las ideas básicas del proyecto restaurador:
• Carácter abierto e integrador de la monarquía constitucional.
• Necesidad de que la tradición católica fuera compatible con la libertad.
• Superación de las dos constituciones precedentes: 1845 y 1869.

A.2 Los fundamentos del sistema canovista


El sistema de la Restauración se conoce también con el nombre de su ideólogo, Antonio Cánovas. Su ideario se forjó
mediante una fusión de influencias, que dio como resultado un pensamiento caracterizado por:
• El pragmatismo en política, alejado de posturas dogmáticas.
• La defensa de la «constitución histórica o interna” de España, es decir, de sus costumbres y su historia. La constitución
política escrita debería respetar los fundamentos de esa “constitución histórica”.
• La soberanía compartida rey-Cortes frente a la soberanía nacional. Según Cánovas, en la tradición española el principio
monárquico y sus acuerdos con las Cortes eran “el resumen de la política y de la vida nacional de muchos siglos”.
• Un pesimismo basado en el estudio de la historia de la decadencia española, aunque dejaba abierta la puerta a la
regeneración del país.
• La necesidad de que el ejército, a cuyo mando supremo estaba el rey, quedase al margen de la política, a pesar de su
influencia. El objetivo era dejar en manos de los partidos todo el proceso político.
• Un sistema electoral basado en la abstención de gran parte del electorado y en un fraude permanente que garantizase el
“turnismo”. Se trataba de una ficción en la que los electores eran figurantes de una farsa que manejaban el rey, el gobierno y
los caciques locales.

B) Bases y funcionamiento del sistema de la Restauración


El sistema de la Restauración se basó en una nueva constitución y en el turno pacífico en el poder de dos grandes partidos
a través del fraude electoral.

B.1 Los fundamentos del sistema canovista


La Constitución de 1876 ha sido, hasta el momento, la de mayor vigencia en la historia contemporánea de España, pues
duró hasta 1923. Su principal logro fue la estabilidad, de la que había carecido el país desde 1808.
Se trata de un texto breve, con solo 89 artículos, que surgió como una síntesis y un punto intermedio entre las dos constituciones
precedentes, las de 1845 y 1869. El texto del anteproyecto fue aprobado por las Cortes surgidas de las elecciones de enero de 1876
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mediante sufragio universal, por amplia mayoría (333 diputados a favor frente a 63 en contra). El texto definitivo se publicó el 2 de
julio, tras ser ratificado por el rey.
La forma en que se elaboró mostraba el espíritu de partida: el pacto, lo que explica su durabilidad. Su escasa concreción
dejaba en manos del partido gobernante aspectos básicos como el sufragio o la cuestión religiosa, la que ocupó más debates. Los
rasgos básicos del texto eran:
• La soberanía compartida rey-Cortes, porque ambas instituciones son parte de la “constitución histórica”. La monarquía era
la médula del Estado. El monarca era la piedra angular del sistema, “rey-soldado” y la cabeza del ejército. La corona regulaba
los tres poderes, como moderadora y directora de la vida política.
• El derecho de sufragio se dejaba pendiente (art. 28) al no precisar el sistema de votación. Dos leyes electorales definirán
este derecho: la de 1878, que retomó el sufragio censitario, y la de 1890, que recuperó el universal.
• La cuestión religiosa provocó un intenso debate. Se declaraba al Estado confesional y se le encomendaba el
mantenimiento del culto, pero se introducía la libertad religiosa, aunque limitada a las manifestaciones privadas.

B.2 El sistema de partidos y el “turnismo”


Cánovas defendía que los partidos debían ser un instrumento al servicio de la monarquía. Para ello era necesario formar
nuevos partidos que, superando la etapa anterior, creasen un muro de contención frente a los radicalismos republicanos y los
carlistas. Acabó imponiéndose un sistema bipartidista, similar al británico, dominado por los partidos Conservador, liderado por
Cánovas, y Liberal, liderado por Sagasta.
• El Partido Liberal Conservador o Partido Conservador se formó en mayo de 1875 sobre los restos del partido moderado y
sectores de los constitucionales y progresistas. La tarea no fue fácil, pues se trataba de conciliar a los isabelinos con
quienes habían echado del trono a la reina. Para ello, Cánovas integró en su primer gobierno a isabelinos y revolucionarios
del sexenio.
• El Partido Liberal tardó más en formarse. Su origen estaba en el Partido Constitucional, de Serrano y Sagasta. Lo integraban
progresistas de derechas y la izquierda de la Unión Liberal. Su bandera era la Constitución de 1869. En 1880 el Centro
Constitucional, dirigido por Alonso Martínez, se unió con el Partido Liberal y se formó el Partido Liberal Fusionista, con
Sagasta como líder. Este partido representaba, por tanto, al sector reformista de la Restauración.

Al margen de los dos grandes partidos, completaban el panorama otros, que estaban excluidos en la práctica de alcanzar el
poder:
• Los republicanos, divididos tras 1876: los radicales de Manuel Ruiz Zorrilla, los unitarios de Emilio Castelar y los federales de
Pi i Margall.
• A la derecha se situaba el carlismo, dividido tras la derrota de 1876.
• Al margen del sistema estaban los movimientos obreros, tanto socialista como anarquista. Solo al final de la Restauración
consiguieron cierto peso electoral y alguna representación parlamentaria.

El “turnismo” o turno pacífico fue un elemento fundamental de la Restauración. Comenzó con la exigencia de Sagasta de
que el rey llamase a gobernar en 1881 a su partido. La cesión del rey inauguró el relevo pacífico en el poder de conservadores y
liberales, y alejó el riesgo de golpes y motines. Para lograrlo se acordó la manipulación electoral.
El fraude permite hablar de democracia puramente formal o “sistema liberal sin democracia”. El sistema seguía esta pauta:
• El rey llamaba a gobernar al partido que estaba en la oposición. Es decir, el primer paso era contar con el apoyo de la
corona.
• El rey disolvía las Cortes y se convocaban elecciones. El nuevo gobierno manipulaba el resultado para obtener la mayoría
y el respaldo de las Cortes.

La consolidación del “turnismo” tuvo lugar durante la regencia de María Cristina (1885-1902), especialmente tras el llamado
pacto de El Pardo (1885) entre Cánovas y Sagasta, que se comprometieron a apoyar la regencia para defender la monarquía de las
amenazas carlista y republicana.

B.3 Caciquismo y fraude electoral


El régimen de la Restauración fue considerado por el político e intelectual Joaquín Costa como oligárquico, caciquil, corrupto
e incapaz de instaurar una auténtica democracia. Sin embargo, proporcionó un largo periodo de estabilidad política y social sin
parangón en el siglo XIX.
Las relaciones de poder se reducían a un esquema simple. Un grupo formado por la burguesía y la aristocracia (oligarquía)
dominaba el sistema, mientras que la “España real” quedaba excluida del poder político.
El poder político estaba en manos de los altos cargos de Madrid, los gobernadores civiles en las provincias y los caciques
en pueblos y pequeñas ciudades. El sistema pues se mantenía gracias a la corrupción electoral y la utilización de los caciques,
individuos con gran influencia y poder económico sobre la sociedad. El caciquismo se extendió por toda España, pero en especial en
Andalucía, Galicia y Castilla.
Los caciques eran personas notables, grandes propietarios, pero también abogados, profesionales de prestigio o
funcionarios que daban trabajo a jornaleros o resolvían los complicados trámites burocráticos y administrativos a una población
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mayoritariamente inculta. A cambio de estos favores, la población seguía fielmente las orientaciones y consejos que los caciques
daban en las elecciones, votando a los candidatos que éstos les proponían y marginado al resto.
De esta forma se manipulaba el resultado de las elecciones de acuerdo con las autoridades, en especial los gobernadores
civiles. Mediante trampas y coacciones conocidas como pucherazo, se adulteraban las elecciones. Estas trampas iban desde la
falsificación del censo (incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivas), el falseamiento de las actas o la compra de
votos hasta el empleo de la violencia para atemorizar a los contrarios.
Este fraude fue una práctica habitual y permitía al partido que convocaba las elecciones, porque había sido elegido para
formar gobierno, un triunfo electoral y una amplia mayoría parlamentaria para poder gobernar, tal como previamente se había
convenido.
La ley electoral de 1878 eliminó el sufragio universal masculino, reconocido en 1868. Dio mucho poder a los ayuntamientos,
que elaboraban el censo, y a los alcaldes, que revisaban las elecciones.
La ley electoral de 1890 restauró el sufragio universal masculino, con la oposición de los conservadores. La medida suponía
elevar el censo electoral a unos 5 millones de electores. España se situaba a la vanguardia europea, junto a Francia, Suiza y Grecia,
aunque la realidad política era bien distinta, pues el fraude electoral se mantuvo sin variaciones.

C) El reinado de Alfonso XII y la regencia


El reinado de Alfonso XII (1875-1885) comenzó con un “gobierno largo” del Partido Conservador. En 1881, Sagasta accedió
por primera vez a la presidencia. Se iniciaba así la práctica política del turno de partidos.

C.1 El dominio del Partido Conservador (1876-1881)


La presidencia de Cánovas, conocida como “dictadura canovista”, fue de 1876 a 1881. Su objetivo era garantizar la
consolidación de la monarquía restaurada y construir un sistema político de orden, autoritario y muy centralizado.
El recorte de libertades (de expresión, de cátedra y de imprenta) o la censura en la prensa, sobre todo la republicana,
trataron de acallar las protestas. La libertad de reunión quedó regulada por la ley de junio de 1880, que establecía una división de
partidos en legales e ilegales. Fue derogada en 1881 por el Partido Liberal de Sagasta.
La ley electoral de 1878 redujo el censo de votantes a unos 850.000 españoles, hombres mayores de 25 años y
contribuyentes, lo que privaba del derecho al voto a cinco de cada seis ciudadanos mayores de 25 años. En esta etapa se
concluyeron conflictos pendientes desde el sexenio:
• El conflicto carlista se saldó con la derrota de Carlos VII y la abolición de los fueros de las provincias vascas (julio de 1876).
El carlismo entró en decadencia y, a pesar de los conciertos económicos (1878), fue el germen del nacionalismo vasco
desde finales de siglo.
• La guerra cubana, iniciada en 1868, acabó con la firma de la Paz de Zanjón (1878). Hubo mejoras (amnistía, libertad de
colonos y esclavos asiáticos), pero Cuba mantuvo su estatus colonial, por lo que el problema resurgió en 1880 y, de forma
definitiva, en 1895.

C.2. La consolidación del sistema (1881-1885)


La necesidad de un cambio en el poder hizo que Alfonso XII optara por la alternancia. La llegada al gobierno del Partido
Liberal de Sagasta en febrero de 1881 supuso la puesta en práctica de derechos y libertades, aprobados durante el sexenio y que el
Partido Conservador había postergado.
Las líneas básicas del gobierno liberal, que aún era visto por las clases conservadoras como heredero del radicalismo
democrático, se aplicaron en numerosas direcciones: se aprobaron medidas librecambistas, a las que se opusieron los industriales
catalanes y vascos; se reorganizó el ejército y se modernizó el reclutamiento; se amplió la base electoral; se mejoraron las finanzas
de ayuntamientos y diputaciones, y se concedió libertad de prensa.
El gobierno de Sagasta finalizó en 1883 por una sublevación militar republicana que fracasó. La última etapa del reinado de
Alfonso XII dio el gobierno a Cánovas. El rey moría el 25 de noviembre de 1885 y se abría un nuevo periodo, el de la regencia de su
viuda, María Cristina.
El fallecimiento del monarca puso en peligro el sistema de la Restauración porque, aunque la reina estaba embarazada,
Alfonso XII no tenía aún un heredero varón. Para evitar el regreso de Isabel II al trono, se llegó a un acuerdo de turno pacífico en el
poder, el Pacto de El Pardo, por el que Cánovas cedía el gobierno al Partido Liberal. Este pacto consolidó la estabilidad política y la
regencia de la reina viuda.

C.3. El “gobierno largo” liberal (1885-1890)


El “gobierno largo” de Sagasta fue el de mayor duración de la Restauración. Emprendió una serie de reformas legislativas
de carácter claramente liberal:
• La ley de asociaciones de 1887, que regulaba el derecho de asociación reconocido en la Constitución de 1876, legalizó los
sindicatos obreros y reguló la presencia pública de las órdenes religiosas.
• La ley del jurado de 1888 favoreció la libertad de prensa al suprimir la censura previa e impedir que la jurisdicción militar
actuara.
• La ley de sufragio universal de 1890 permitió integrar en el sistema a los republicanos de Castelar. Pero se mantuvo el
fraude electoral.
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• El código civil de 1889 y la ley de procedimiento administrativo (1888-1889) mejoraron el funcionamiento del Estado liberal.
• La reforma del ejército pretendía modernizar las fuerzas armadas. Pero la ley fue retirada y el ministro dimitió. Algunas
reformas, como el servicio militar obligatorio o el sistema de ascensos, se aplicaron años después.

C.4. La crisis de fin de siglo (1890-1898)


En julio de 1890, Sagasta tuvo que abandonar el gobierno a causa de la división interna en su partido. Durante esta década
se consolidó el sistema, pues las reformas legislativas de los liberales fueron respetadas por los conservadores. Francisco Silvela, del
Partido Conservador, intentó una “regeneración” de la vida política española y acabar con las prácticas corruptas, pero fracasó. Solo
tras el asesinato de Cánovas y el desastre de 1898, el regeneracionismo de Silvela se abrió camino.
En 1892 José Martí, héroe de la independencia cubana, creó el Partido Revolucionario Cubano, y José Rizal, la Liga
Filipina. Ambos se oponían a la presencia española en sus territorios. La nueva sublevación cubana de 1895 dio lugar al inicio de otra
guerra que acabó con la independencia en 1898. En 1897, tras el asesinato de Cánovas, Sagasta tomó el relevo y trató de aplicar
una política más moderada en la isla, pero llegó demasiado tarde. La intervención estadounidense ya hacía imposible la vuelta atrás.
Como trasfondo de la política colonial e interna, el debate proteccionismo-librecambismo enfrentó a industriales catalanes y
vascos con los partidarios de la libertad de comercio. La ley de 1882 y el arancel de 1891 habían protegido el mercado antillano de
las importaciones foráneas, lo que favoreció a los industriales del textil catalán, vinculados al nacionalismo incipiente.
La situación de las colonias, la cuestión social y el auge de los regionalismos convertidos en nacionalismos desataron la
crisis de 1898.

D) La oposición al sistema de la Restauración


Al sistema canovista se opusieron diversos sectores sociales e ideológicos. Carlistas y republicanos se oponían por razones
contrapuestas. A ellos se sumaron dos grandes movimientos sociales y políticos: los nacionalismos periféricos y el obrerismo en su
versión anarquista o socialista.

• Tras su derrota militar un sector del carlismo aceptó la participación en la vida política, participando en las elecciones y
alcanzando cierta relevancia en País Vasco, Navarra y Castilla
• El nacionalismo catalán surgió con fuerza durante el periodo de la Restauración. En el mismo podemos distinguir dos
tendencias:
– El republicanismo federal catalán, que reclamaba la soberanía para Cataluña, predominó tras la creación en
1879 del Diari Catalá y la celebración en 1880 del I Congreso Catalanista. Su principal defensor fue Valentí
Almirall.
– Otro, de carácter conservador y corporativo, defendía desde posiciones regionalistas una Cataluña singular
dentro de una España plural (Unión Catalanista, 1891). En 1901 se este sector creó la Lliga Regionalista,
primer gran partido del nacionalismo catalán.
• El nacionalismo vasco surgió de dos hechos: las guerras carlistas, que acabaron con la abolición de los fueros, y la
industrialización, que provocó la llegada de inmigrantes de otras provincias españolas y la rápida transformación de la
sociedad vasca tradicional.
Los principales líderes nacionalistas vascos procedían del carlismo. Sabino Arana, su máximo líder e ideólogo,
militó en el carlismo en su juventud. En 1895 fundó en la clandestinidad el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Arana, de
ideología clerical y tradicionalista, reivindicó la raza, la lengua y las costumbres con un carácter xenófobo y racista. Fue
moderando sus ideas al ser elegido en 1898 diputado provincial por Bilbao y se acercó a los postulados moderados del
catalanismo burgués de la Lliga.
• La oposición republicana se escindió en varias corrientes:
– Partido Posibilista o republicano histórico fue el más moderado. Dirigido por Emilio Castelar, tras la aprobación
del sufragio universal en 1890, se integró en el sistema, renunciando a sus planteamientos radicales.
– El sector dirigido por Ruiz Zorrilla y Salmerón mantuvo sus posiciones republicanas y optó por el retraimiento
electoral, apoyando el triunfo de la república mediante el motín popular o el levantamiento militar
– El Partido Federal, liderado por Pi i Margall, era el mejor definido de los partidos republicanos. Representaba
las aspiraciones populares del sexenio y fue el único partido republicano que se mantuvo unido desde 1880
hasta 1931
• El movimiento obrero se organizó en torno a dos tendencias:
– La socialista marxista con la fundación del PSOE por Pablo Iglesias y más tarde del sindicato UGT. El PSOE
combinó el ideario revolucionario marxista con medidas más realistas, como la participación en la vida política,
la creación de las sociedades de producción y consumo o la Mutualidad Obrera de Madrid.
– La anarquista fue la ideología obrera más influyente en la Restauración. Fue introducido durante el sexenio por
el italiano Giuseppe Fanelli, discípulo de Bakunin, el fundador del anarquismo. En esta etapa se centró en la
captación de seguidores y la acción terrorista, por lo que fueron clandestinos y perseguidos. La mayor difusión
se dio durante la regencia de María Cristina, sobre todo entre el campesinado andaluz y los obreros catalanes.

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