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1 ¿Cuál es la relación entre el derecho internacional y el derecho interno de los Estados?

El
cumplimiento efectivo de las disposiciones del derecho internacional sigue fuertemente vinculado a la
actuación estatal y, más concretamente, al Estado y a su marco jurídico nacional. Al no existir en el
ordenamiento internacional un sujeto superior a los Estados, como un «súper Estado» que controle
de manera general la aplicación de sus normas, queda a estos ser los principales gestores de la
aplicación del derecho internacional (Scelle, 1984, p. 35). Lo que se plantea, por tanto, es que el
cumplimiento de las normas internacionales requiere la puesta en práctica de medidas nacionales de
distinta naturaleza destinadas a que las normas internacionales tengan plena vigencia en el derecho
interno. Dicho, en otros términos, que permitan que el ordenamiento nacional resulte conforme con
los compromisos internacionales asumidos por los Estados, es decir, un proceso de implementación
que deviene en una obligación imperiosa del derecho internacional.
La implementación, por tanto, se convierte en una herramienta necesaria para la vigencia de normas
del derecho internacional. Esta consiste en el conjunto de actos realizados para que el Estado esté en
condiciones de cumplir con la norma internacional a la que se hubiere obligado y, en consecuencia, es
condición para su aplicación.
Ahora bien, el derecho internacional no prescribe una técnica determinada de introducción de las
normas internacionales en los ordenamientos estatales; en consecuencia, existe una libertad de
medios la regla. Aunque con la limitación lógica de que, por un lado, incurrirán en responsabilidad
internacional si incumplen las normas internacionales y, de otro, que el principio básico es el de la
coherencia en la actividad jurídica y el comportamiento del Estado (si se ha suscrito un tratado, por
ejemplo, lo esperable es que se cumpla) (Chaumont, 1970).
En consecuencia, la resolución de cualquier controversia internacional tendrá como criterio que
ninguna disposición de derecho interno justificará el incumplimiento de una norma internacional
(faceta negativa) y que esta debe ser adecuadamente implementada por los Estados para poder
proceder a su cumplimiento (faceta positiva).

1.1. La obligación negativa: Que el derecho internacional prime sobre el derecho interno en la esfera
internacional significa que un Estado no podrá invocar disposiciones de su derecho interno para
incumplir obligaciones internacionales. El artículo 27 de la CVDT recoge esta faceta del principio al
enunciar que: «Una parte no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación
del incumplimiento de un tratado. Esta norma se entenderá sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo
46». El artículo 46, por su parte, se refiere únicamente a los supuestos en que el consentimiento de un
Estado en obligarse haya sido manifestado en violación de una disposición de su derecho interno
concerniente a la competencia para celebrar tratados, es decir, sobre quiénes pueden obligar
válidamente al Estado y los procedimientos a seguir. Esto se aplica también a las normas
consuetudinarias. En efecto, no habría razón para pensar que un Estado no podría alegar su derecho
interno para incumplir las normas convencionales y sí hacerlo respecto de las normas
consuetudinarias. De esta forma, el derecho internacional no obliga a asignar ningún rango específico
a sus normas en el ordenamiento interno, pero como contrapartida, no toma en consideración estas
disposiciones en el marco del derecho internacional, en el que prima él mismo.
1.2. La obligación positiva: La obligación positiva implica la obligación de adecuar el ordenamiento
interno a las obligaciones internacionales asumidas.
En términos jurídicos, esto significa que los Estados deben eliminar las contradicciones que puedan
surgir entre las normas internacionales aplicables al Estado y las de su orden jurídico interno (Gonzales,
Julio, Sánchez & Sáenz, 2002, p. 266). En otras palabras, procurarán eliminar todos los obstáculos que
se opongan a la realización efectiva del tratado de que se trate y, con este fin, adoptarán las medidas
que sean apropiadas para cumplir con sus obligaciones jurídicas. Por lo que se encuentran inmersas, a
su vez, las obligaciones de:
− Adoptar normas necesarias para dar efectividad a las normas internacionales, con las que
eventualmente se suplirán lagunas o insuficiencias en el derecho interno.
− Derogar disposiciones legales nacionales que sean incompatibles con la obligación internacional con
el fin de armonizar el derecho nacional con las normas internacionales.
− Abstenerse de dictar normas internas contrarias a las obligaciones internacionales asumidas.
En consecuencia, existe para los Estados una obligación de adoptar las medidas legislativas, ejecutivas,
judiciales y de otra naturaleza, administrativas, culturales, educativas, económicas, sociales, etcétera,
que permitan que su orden interno resulte conforme con los compromisos internacionales que
asumieron. La existencia de esta obligación no debe confundirse con el dualismo, pues no se postula
la necesidad de transformación de la norma internacional en derecho interno, sino que el principio
apunta a la eventual necesidad de adoptar normas internas adicionales que sirvan para que la norma
internacional sea una disposición plenamente operativa en el ordenamiento interno.
Dicho esto, se puede advertir que son dos los temas que resultan de especial relevancia en el marco
de la interacción entre el derecho internacional y el derecho interno: a) la incorporación de las normas
internacionales en el ordenamiento interno y b) la jerarquía que los Estados asignan a estas en el marco
del derecho interno. Estos temas serán abordados a continuación.

2. Las soluciones adoptadas por el derecho interno


2.1. ¿Cómo se incorporan las normas internacionales en el derecho interno? El dualismo y el
monismo
La incorporación alude a la forma en que la norma internacional pasa a formar parte del derecho
interno. Sobre este punto son dos las teorías predominantes: el monismo y dualismo. A continuación,
presentamos las principales características de cada una de estas teorías, así como la interacción que
ambas presentan en la práctica contemporánea de los Estados.
2.1.1. El dualismo: El dualismo plantea que el derecho internacional y el derecho interno son dos
órdenes jurídicos distintos y separados que nunca llegarán a confundirse debido a tres razones
fundamentales: a) manejan fuentes distintas, b) regulan a sujetos distintos y c) las materias tratadas
son diferentes. Una norma internacional solo podrá ser directamente obligatoria en el ordenamiento
jurídico interno de un Estado si media un acto de transformación de esta a través de un acto de
voluntad del legislador estatal (Cassese, 2005, pp. 213-214).
En consecuencia, el derecho internacional, desde esta perspectiva, no se puede aplicar directamente
a individuos, ya que para convertirse en norma obligatoria para las autoridades requiere ser
transformado en derecho interno a través de cualquiera de los mecanismos de implementación
libremente escogidos por el Estado (Kelsen, 1926, p. 284). Esto es, la adopción de leyes, otras
disposiciones de rango inferior y medidas de distinta naturaleza que las complementen y desarrollen.
2.1.2. El monismo: La concepción monista parte de una base contraria: la unidad del sistema
internacional y de los órdenes jurídicos estatales. De esto surge que la norma internacional se integra
en el sistema estatal sin necesidad de ningún acto expreso de voluntad del Estado («transformación»).
Cualquier conflicto entre normas provenientes del orden internacional y el interno se tendría que
solucionar en términos de jerarquía normativa.
2.1.3. La práctica contemporánea de los Estados en torno a estas doctrinas: La importancia de estas
teorías era mayor en un contexto en que el derecho internacional luchaba aún por afirmarse como
ciencia autónoma, pero, dada la evolución del Estado-nación en el escenario de la globalización, el
avance del derecho internacional y la incorporación de disposiciones constitucionales específicas
relativas al rol del ordenamiento internacional no revisten los efectos de antaño (Bogdandy, 2008, pp.
397-413). Por esta razón, en la actualidad se perfilan posturas más bien moderadas las que se constata
que las relaciones entre derecho internacional y derecho interno no son solo de conflicto sino también
de cooperación y complementación o remisión. En resumen, el complejo incremento de los tipos de
normas de derecho internacional y los nuevos contenidos que ahora regulan han impactado los
ordenamientos internos y han desfigurado posiciones rígidas en torno al tema.
2.2. La Constitución peruana de 1993 en torno al modo de incorporación: Sin perjuicio de las
consideraciones anteriormente señaladas, la Constitución peruana ha optado por un modelo monista.
En efecto, el artículo 55 de la Constitución señala que «los tratados celebrados por el Estado y en vigor
forman parte del derecho nacional». De acuerdo con este artículo, los tratados internacionales se
incorporan de modo automático al ordenamiento nacional. Sobre esto, el Tribunal Constitucional ha
señalado que, por ejemplo, para el caso de los tratados de derechos humanos ratificados por el Perú
«por pertenecer al ordenamiento jurídico interno, son derecho válido, eficaz y, en consecuencia,
inmediatamente aplicable al interior del Estado». Asimismo, la ley 26647, que establece normas que
regulan actos relativos al perfeccionamiento nacional de los tratados celebrados por el Estado
peruano, dispone en su artículo 3 que «los tratados celebrados y perfeccionados por el Estado peruano
entran en vigencia y se incorporan al derecho nacional, en la fecha en que se cumplan las condiciones
establecidas en los instrumentos internacionales respectivos».
Por su parte, los artículos 56 y 57 de la Constitución regulan la aprobación de los tratados mediante un
sistema de requisitos que depende de las materias que dicho tratado pretende normar:
a) Tratados que requieren aprobación congresal (artículo 56): derechos humanos; soberanía, dominio
o integridad territorial; defensa nacional; obligaciones financieras del Estado; los tratados que crean,
modifican o suprimen tributos; los que exigen modificación o derogación de alguna ley; y los que
requieren de medidas legislativas para su ejecución.
b) Tratados que no requieren aprobación congresal (artículo 57). Sobre el resto de materias el
presidente celebra y ratifica los tratados y da cuenta al Congreso.
Asimismo, este artículo dispone que los tratados que afecten disposiciones constitucionales deben ser
aprobados por el procedimiento que rige la reforma constitucional dispuesta en el artículo 206 de la
Constitución (que ordena una aprobación calificada de mayoría absoluta de los miembros del Congreso
y ratificación a través de un referéndum o mayoría superior a dos tercios en dos legislaturas ordinarias
sucesivas), a fin de evitar la contradicción normativa. Pese a que este párrafo se encuentra contenido
en el artículo 57, que se inicia con el tema de los «tratados ejecutivos», no debe generar confusión con
que solo se aplique a ese tipo específico de normas internacionales.

3. ¿Cuál es la jerarquía del derecho internacional en el ordenamiento interno?: El derecho


internacional no tiene injerencia en la regulación de la jerarquía de sus normas dentro del
ordenamiento interno. No obstante, postula el principio de primacía por el que las obligaciones
asumidas por el Estado, en virtud de una norma internacional, priman sobre las que establece su
derecho interno. Esto último, a efectos de la jurisprudencia internacional, comprende tanto la
Constitución como cualquier otra norma de rango inferior del orden jurídico estatal.
En estos términos, el derecho internacional prima sobre el derecho interno siempre que se esté en el
ámbito internacional. En efecto, el derecho internacional no postula su primacía en la esfera del
derecho interno de los Estados. De esta forma, el Estado puede decidir cómo se incorpora el derecho
internacional en su ordenamiento jurídico y el rango jerárquico que este tendrá en su relación con
otras normas internas.
3.1. ¿Cuáles son las soluciones jerárquicas adoptadas por los Estados?
Los Estados son soberanos para regular el rango de las normas internacionales. En el ejercicio de esa
libertad, las posibilidades lógicas abren cuatro escenarios:
a) Que el derecho internacional (o al menos algunas de sus normas) ostente rango supraconstitucional.
b) Que el derecho internacional (o al menos algunas de sus normas) ostente rango constitucional.
c) Que el derecho internacional (o al menos algunas de sus normas) ostente rango supralegal.
d) Que el derecho internacional (o al menos algunas de sus normas) ostente rango legal.
De hecho, estas soluciones constitucionales que han adoptado los Estados no son excluyentes. En otras
palabras, podría ser que a un tipo de normas del derecho internacional se le haya asignado un rango y
a otro tipo de normas uno superior o inferior. En efecto, es ese el caso peruano. La Constitución de
1993 resulta escueta en cuanto a la jerarquía normativa, en términos generales, y mucho más con
relación a la jerarquía del derecho internacional. El único dato normativo que abre una pista es el
artículo 200 numeral 4, que establece que los procesos de inconstitucionalidad proceden contra
normas con rango legal: leyes, decretos legislativos, decretos de urgencia, tratados, reglamentos del
Congreso, normas regionales de carácter general y ordenanzas municipales. Esto quiere decir que con
la promulgación de la Constitución de 1993 los tratados en general obtuvieron rango legal.
El Tribunal Constitucional emitió la sentencia 00047-2004-AI en 2006, en la que establecía la pirámide
jurídica nacional sobre la base de dos criterios: las categorías y los grados. En estos términos, el
Tribunal retomó el criterio de la Constitución de 1979 y diferenció los tratados de derechos humanos
del resto de tratados y les asignó rango constitucional, sin perjuicio del rango legal ya deducido para
el resto de tratados.

Para fundamentar el rango constitucional de estas disposiciones podría recurrirse a la IV Disposición


Final y Transitoria, que establece que «las normas relativas a los derechos y a las libertades que la
Constitución reconoce se interpretan de conformidad con la Declaración Universal de Derechos
Humanos y con los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por el
Perú». Sin embargo, en mi opinión, esta disposición solo establece un criterio hermenéutico, pero no
está destinada a otorgar un rango diferenciado a los mismos. En esta línea, el Tribunal Constitucional
ha mantenido una línea jurisprudencial constante que lo ha llevado a concluir que el fundamento
constitucional de los tratados de derechos humanos proviene de la «cláusula abierta de derechos»,
consignada en el artículo 3 de la Constitución de 1993, que señala que «la enumeración de los derechos
en el artículo 2 no excluye los demás que la Constitución garantiza, ni otros de naturaleza análoga o
que se fundan en la dignidad del hombre, o en los principios de soberanía del pueblo, del Estado
democrático de derecho y de la forma republicana de gobierno».
En conclusión, puede afirmarse que los temas relativos al rango de los tratados han sido
jurisprudencialmente completados por el Tribunal Constitucional. Los tratados, en términos generales,
tienen rango legal y solo los tratados de derechos humanos ostentan rango constitucional.

Nociones básicas de derecho internacional público


Elizabeth Salmón
© Elizabeth Salmón, 2017
EL ARREGLO PACÍFICO DE LAS CONTROVERSIAS

CONTROVERSIAS INTERNACIONALES
“Una controversia internacional es un desacuerdo sobre un punto de derecho o, de hecho, una
oposición de tesis jurídicas o de intereses entre personas” (CPJI, Mavrommatis, 1924). Esta
caracterización fijados de los elementos necesarios de la noción: 1) el objetivo: la existencia de un
conflicto de intereses, una oposición de tesis jurídicas sobre un punto de hecho o de derecho; y 2) el
subjetivo: la presencia de partes identificadas, en nuestro caso sujetos de Derecho Internacional.
Elementos necesarios, sí, pero no suficientes. El desacuerdo, la oposición de puntos de vista e
intereses, ha de exteriorizarse, manifestarse, en la conducta de las partes, dando así cuerpo a un tercer
elemento de carácter formal. No basta con que una de las partes afirme la existencia de una
controversia, hace falta demostrar que su pretensión se enfrenta con la oposición de la otra. La Corte
Internacional de Justicia ha tenido oportunidad de detenerse en estos elementos cada vez que se ha
alegado su inexistencia como excepción a la experimentación de métodos de arreglo convenidos de
antemano.

Controversias y situaciones
Así definida, la controversia internacional se distancia de otra realidad conflictiva de contornos más
vagos e imprecisos, que en general atiende al nombre de situación o tensión. A diferencia de la
controversia, en la situación de crisis, alarma o tensión, el objeto de la discordia no es lo
suficientemente preciso como para prestarse a pretensiones claras y las partes no están, al menos en
un sentido técnico, perfectamente identificadas, configuradas con exactitud o, si lo están, no son todas
ellas sujetos de Derecho Internacional. Es en el seno de las Organizaciones Internacionales de fines
generales, centradas en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, donde se presta
especial atención, no sólo a las controversias, sino también a la variada expresión de realidades
conflictivas. Es por eso que la Carta de Naciones Unidas extiende su competencia en materia de arreglo
pacífico (Capítulo VI) a “toda situación susceptible de conducir a fricción internacional o dar origen a
una controversia” capaz de “poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales” (arts. 34, 35.1 y 36).

MEDIOS DE ARREGLO

Medios políticos y medios jurisdiccionales


Denominamos políticos a la negociación, los buenos oficios, la mediación, la investigación y la
conciliación. Si el arreglo de la controversia lo asumen directamente las partes estaremos ante la
negociación. Si ésta se canaliza a través de la actuación de un tercero se tratará, en grado ascendente,
de los buenos oficios o la mediación. El protagonismo de los terceros crece cuando la controversia se
somete a una comisión de encuesta (investigación o determinación de los hechos) o de conciliación, el
medio político que más se asemeja a los jurisdiccionales. Cualquiera que sea el papel asignado al
tercero, su actuación puede concebirse en el ámbito de las meras relaciones interestatales o en el
institucionalizado de las Organizaciones Internacionales. Los medios jurisdiccionales son el arbitraje y
el arreglo judicial. En ambos supuestos la solución de la controversia se somete a un tercero imparcial,
pero si en el arbitraje se trata de un órgano constituido ad hoc, el arreglo judicial corresponde a un
órgano permanente de carácter institucional. La Corte Internacional de Justicia es, como órgano
judicial principal de Naciones Unidas (art. 92 de la Carta), símbolo emblemático del recurso a
procedimientos jurisdiccionales (v. par. 462).

Sus diferencias: Dos rasgos fundamentales separan a medios políticos y jurisdiccionales. A través de
los medios políticos el arreglo de la controversia:
a) Puede procurarse al margen —no contra— la aplicación de las normas del Derecho Internacional
positivo; y b) La solución propuesta se hace obligatoria sólo mediando el acuerdo de las partes.
Tratándose de medios jurisdiccionales el arreglo de la controversia: a) Se zanja mediante la aplicación
del Derecho Internacional positivo, salvo en el caso improbable de que las partes hayan facultado a
árbitros o jueces para dictar sentencia ex aequo et bono (lo que jamás ha ocurrido en asuntos
planteados ante la CIJ, art. 38.2 del Estatuto); y b) La decisión es definitiva y vinculante para las partes
en litigio y respecto del caso decidido (art. 59 del Estatuto de la CIJ), generando su incumplimiento un
hecho ilícito que acarrea responsabilidad internacional (CDI, proyecto de arts. sobre responsabilidad
de los Estados, comentario del art. 12).

MEDIOS POLÍTICOS
Las negociaciones diplomáticas: Las negociaciones diplomáticas, impuestas por normas de Derecho
Internacional general como vía para alcanzar los acuerdos sin los cuales no cabe establecer las
fronteras o zanjar una sucesión de Estados, son asimismo el principal medio de solución pacífica de
controversias internacionales. “No hay necesidad de insistir en el carácter fundamental de este
método de arreglo” (CIJ, Plataforma continental del mar del Norte, 1969).

Qué duda cabe que las negociaciones diplomáticas son, en principio, aconsejables; pero su precedencia
sobre los otros medios de arreglo no es impuesta por el Derecho. Es la lógica de los acontecimientos,
la especial naturaleza de la sociedad internacional, la que marca la prioridad de la negociación. Es,
incluso, la percepción de que más vale un mal acuerdo o un desacuerdo crónico controlado, sobre todo
si las cartas con que se cuenta no son buenas o se han vivido malas experiencias en manos de un
tercero, la que induce a algunos Estados a considerar la negociación directa como alfa y omega para
zanjar sus controversias. De “lege ferenda” no se advierten las ventajas que depararía la animación de
una norma consuetudinaria obligando a la previa experimentación y agotamiento de negociaciones
diplomáticas, pues: a) favorecería las maniobras dilatorias; b) limitaría la eficaz intervención de los
medios de arreglo, en general, y de la Corte Internacional de Justicia, en particular; y, c) perjudicaría a
los más débiles, impedidos de rechazar como principio una negociación directa para ampararse en una
intervención de terceros compensatoria, hasta cierto punto, de su inferioridad de hecho.

Buenos oficios y mediación: Los buenos oficios y la mediación de un tercero han sido concebidos para
hacer viables las negociaciones de las partes en la controversia cuando sus relaciones son tensas o,
incluso, se han roto. Los buenos oficios representan el grado de intervención más modesto. El tercero
que los presta se limita a ejercer su influencia moral o política para (r)establecer las relaciones entre
las partes en litigio o facilitar (de ahí que también atiendan al nombre de facilitación) la organización
de las negociaciones directas entre ellas, pudiendo considerar concluida su misión cuando tal se
consigue.

La mediación supone dar un paso más en las funciones asignadas al tercero. Como en los buenos
oficios, su primera misión consiste en aproximar a las partes, pero el mediador se siente, además,
autorizado para participar activamente en el desarrollo de las negociaciones como vía de
comunicación, sugerencia y acomodación de posiciones, hasta que, o bien se alcanza el arreglo por
acuerdo de las partes, o se conviene en acudir a otro medio o, sencillamente, se constata el fracaso de
la mediación. A tal efecto cabe marcar un plazo pasado el cual la mediación ha de considerarse fallida
(v., por ej., Pacto de Bogotá, art. XIII). Resulta sin embargo difícil establecer en la práctica una frontera
clara y precisa entre buenos oficios y mediación; de ahí que las Convenciones de La Haya de 1899 y
1907 (las primeras que regularon minuciosamente tales procedimientos) los traten de manera
conjunta e intercambiable.

Encuesta, investigación o determinación de los hechos: La encuesta fue concebida por la Convención
de La Haya de 1899 para las controversias que versando sobre una divergencia en la apreciación de
puntos de hecho no comprometieran el honor ni los intereses vitales de las partes.
Se trata, en definitiva, de obtener un conocimiento imparcial y detallado de los hechos que dieron
origen o son relevantes en una controversia a través normalmente de un órgano colegiado (lo que no
excluye la posibilidad de que tales funciones sean confiadas a una sola persona). El tercero elabora a
tal fin un informe para las partes, que —a menos que hayan convenido otra cosa— conservan su
libertad de acción (Convención de La Haya de 1907, art. 35).
Como ocurre respecto de cualquier medio de arreglo no institucionalizado, la constitución y
composición de la comisión de encuesta o investigación será por lo general determinada ad hoc,
incluso cuando el recurso a la misma hubiese sido previsto por adelantado.
La conciliación: La conciliación consiste en la instrucción imparcial por un órgano colegiado
(habitualmente compuesto por juristas) de todos los aspectos de una controversia con el objeto de
formular una propuesta para su solución, sometida a la aceptación de las partes. El Acta General para
el arreglo pacífico de controversias internacionales (1928/1949) dice: “La tarea de la comisión de
conciliación consistirá en dilucidar las cuestiones objeto de controversia, acopiar con este fin toda la
información necesaria mediante investigaciones o por otros medios, y procurar que las partes lleguen
a un acuerdo. Una vez examinado el caso, puede informar a las partes de los términos de arreglo que
le parecen apropiados y establecer el período dentro del cual las partes han de adoptar una decisión”
(art. 15.1).
La conciliación se caracteriza, pues, porque: a) el examen de la controversia se extiende tanto a las
cuestiones de hecho como de derecho de acuerdo con un procedimiento contradictorio; y, b) el
informe presentado propone una solución para zanjar el fondo de la controversia, que carece de fuerza
jurídica vinculante per se; no obstante, las partes han de tener en cuenta de buena fe sus
recomendaciones
MEDIOS JURISDICCIONALES
Arbitraje: Las Convenciones de La Haya (1899, art. 15; 1907, art. 37) disponen que “el arbitraje
internacional tiene por objeto arreglar los litigios entre Estados por medio de jueces de su elección y
sobre la base del respeto del Derecho. El convenio de arbitraje implica el compromiso de someterse
de buena fe a la sentencia arbitral”. Esta definición, aun con algún elemento desfasado, sirve de percha
para caracterizar: 1) la forma y alcance del convenio de arbitraje; 2) los sujetos capaces de
concertarlos; 3) el órgano arbitral; 4) el Derecho aplicable; 5) el procedimiento; y 6) los efectos jurídicos
del laudo o sentencia arbitral.

Respecto al Procedimiento: El procedimiento arbitral se desarrolla conforme a las reglas establecidas


por las partes; en caso de silencio o desacuerdo el tribunal será competente para determinarlas. Es
práctica frecuente que el convenio de arbitraje deje libertad al tribunal para elaborar las reglas
procesales. Las Convenciones de La Haya (1899 y 1907), el Acta General (1928/1949) y el Modelo de
reglas sobre procedimiento arbitral (1958) de la CDI contienen un excelente repertorio al que acudir
con carácter supletorio. La tendencia es aproximar el procedimiento arbitral al de las jurisdicciones
permanentes.

Respecto al laudo: El laudo o sentencia arbitral —que en la actualidad ha de ser motivado— es


obligatorio y definitivo para las partes en litigio y respecto del caso decidido, debiendo ser ejecutado
de buena fe. La autoridad de cosa juzgada (res iudicata) del laudo se desprende del mismo
asentimiento de las partes al arbitraje; de ahí que sus efectos obligatorios sean relativos y no afecten
a terceros, a menos que, planteada la interpretación de un tratado en el que sean partes, soliciten
intervenir —e intervengan— en el proceso (Convención de La Haya, 1907, art. 84).
La sentencia arbitral es definitiva porque no son posibles recursos de apelación o casación ante
instancias superiores (CDI, Modelo…, art. 31).

Arreglo judicial: El arreglo judicial es el medio de arreglo en virtud del cual las partes someten su
controversia a un tribunal internacional, de carácter permanente, integrado por jueces elegidos con
antelación al nacimiento del litigio de acuerdo con reglas estatutarias, que actúa conforme a un
procedimiento preestablecido y dicta sentencia definitiva y obligatoria conforme al Derecho
Internacional.
Esta definición permite reconocer los elementos que unen y separan al arreglo judicial del arbitraje.
Comunes son los rasgos de índole funcional: 1) sus decisiones son definitivas y obligatorias para las
partes en relación con el caso decidido; 2) sus decisiones se fundan en el Derecho Internacional
positivo (a menos que las partes convengan otra cosa, en particular constreñir el marco normativo y
obligacional aplicable, respetando en todo caso el ius cogens, o facultar al tribunal a decidir ex aequo
et bono).
Diferentes son, en cambio, sus rasgos institucionales: 1) si el órgano arbitral tiene carácter temporal y
su composición queda a la discreción de las partes, el judicial es permanente y de composición
predeterminada, dejando a las partes sólo la posibilidad de designar jueces ad hoc; 2) si las reglas de
procedimiento son establecidas, directa o indirectamente, por las partes en el arbitraje, en el arreglo
judicial son preestablecidas en el estatuto constitutivo del tribunal y en su reglamento.
Cabe constatar la existencia de un número creciente de tribunales, creados en tratados multilaterales.
Los hay universales y regionales, de competencia general y especializada, para dirimir litigios
interestatales y/o en los que pueden intervenir otros sujetos y actores internacionales. El fenómeno
no es nuevo, pero se ha acelerado al ritmo del crecimiento y diversificación del Derecho Internacional.
La generación de regímenes internacionales o subsistemas (DI económico, del mar, penal, de los
derechos humanos, del medio ambiente), ha traído consigo procedimientos específicos para el arreglo
de las controversias que pudieran suscitarse en su ámbito, siendo los más avanzados de carácter
jurisdiccional. A mayor densidad normativa, mayor densidad institucional (G. Abi-Saab).
La Corte Internacional de Justicia es la referencia principal en la constelación de tribunales
internacionales por su exclusivo carácter universal con jurisdicción general para la solución de
contenciosos interestatales (arts. 34-36 de su Estatuto). Junto a ella, un rimero de tribunales
especializados, siendo la heterogeneidad su nota dominante en los diferentes aspectos: ámbito
espacial y tipos de litigios sometidos a su jurisdicción, sujetos y/o actores que podrán activarla, normas
aplicables.
Vocacionalmente universales son el Tribunal Internacional de Derecho del Mar, cuya jurisdicción está
abierta a todos los Estados partes en la CONVEMAR (art. 291.1. y Anexo VI), y la Corte Penal
Internacional, con competencia sobre los crímenes internacionales cometidos en —o por nacionales
de— Estados partes en su Estatuto (arts. 5, 12 y 25). En el ámbito del Derecho Internacional
humanitario, han de contarse también los tribunales penales instituidos por el Consejo de Seguridad,
para los crímenes internacionales cometidos en la antigua Yugoslavia desde el 1 de enero de 1991 (res.
808 y 827-1993) y en Ruanda entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 1994.
En el ámbito regional destacan los tribunales internacionales creados al amparo de los sistemas de
integración económica, así como los instituidos en materia de protección de los derechos humanos.
Entre los primeros, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha sido un modelo en América latina,
que cuenta, entre otros, con el Tribunal de Justicia de la Comunidad Andina (Acuerdo de Cartagena,
modificado por el Protocolo de Trujillo,1996, en vigor en agosto de 1999) y el Tribunal permanente de
revisión del Mercosur (Protocolo de Olivos, 2002, modificado en 2007).
Tres continentes han instaurado tribunales internacionales para la protección de los derechos
humanos: en el seno del Consejo de Europa, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (Convenio de
Roma, de 1950) (v. par. 545); en el ámbito de la OEA, la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(Convención de San José, de 1969) (v. par. 552); en el de la Unión Africana, la Corte Africana de
Derechos Humanos y de los Pueblos (CADHP, Protocolo de 1998, en vigor en enero de 2004). En el
ámbito universal los tratados de derechos humanos auspiciados por Naciones Unidas no instituyen
tribunales de justicia propiamente dichos, pero sí instancias cuasi judiciales en tanto que órganos
compuestos de expertos independientes que pueden pronunciarse sobre reclamaciones interestatales
y de particulares por la presunta violación de los derechos y libertades definidos en los instrumentos
que les dan la vida (v. par. 537, 538).

LA CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA: La Corte Internacional de Justicia es el órgano judicial


principal de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Tiene su sede en La Haya (Países Bajos).
Comenzó a funcionar en 1946, fecha en la que sucedió a la Corte Permanente de Justicia Internacional,
que tenía su sede en el mismo edificio desde 1922. La Corte Internacional de Justicia se rige por un
Estatuto que es parte integrante de la Carta de las Naciones Unidas y muy parecido al de su
predecesora.
La Corte desempeña una doble misión: el arreglo conforme al derecho internacional de controversias
que le sean sometidas por los Estados (función contenciosa); la emisión de dictámenes sobre
cuestiones jurídicas que le sometan los órganos u organismos de las Naciones Unidas autorizados para
hacerlo (función consultiva).

Procedimientos

Controversias entre Estados: Sólo los Estados podrán ser partes en asuntos ante la Corte. La Corte
Internacional de Justicia puede conocer de un asunto sólo si los Estados implicados han aceptado su
competencia de alguna de las siguientes maneras:
• en virtud de un acuerdo especial (un “compromiso”) concluido entre los Estados con el
propósito de someter su controversia a la Corte;
• en virtud de una cláusula jurisdiccional. En este caso los Estados son parte de un tratado en el
que una de sus cláusulas prevé aceptar la jurisdicción de la Corte en caso de que surja en el
futuro una controversia acerca de la interpretación o la aplicación de dicho tratado. En la
actualidad, más de trescientos tratados o convenciones contienen una cláusula de este tipo;
• por el efecto recíproco de declaraciones hechas de acuerdo a los términos del Estatuto, en
virtud de las cuales cada uno de los Estados afectados acepta la jurisdicción de la Corte como
obligatoria en caso de diferendo con cualquier otro Estado que acepte la misma obligación.
Actualmente hay 73 declaraciones de Estados en vigor, aunque algunas contienen reservas
que excluyen determinadas categorías de controversias;
• un Estado que no reconoce la competencia de la Corte en el momento en que otro Estado
presenta una demanda contra él, tiene la posibilidad de aceptarla posteriormente —
permitiendo así la competencia de la Corte — mediante la llamada regla del “fórum
prorogatum”.

En caso de disputa en cuanto a si la Corte tiene o no jurisdicción, la Corte decide.

El procedimiento seguido por la Corte en las controversias que le someten los Estados está definido en
su Estatuto, y en el Reglamento adoptado en 1978, en virtud del mismo. Desde entonces, este
Reglamento ha sido objeto de varias modificaciones (la última de ellas entró en vigor el 25 de junio de
2020). El procedimiento incluye una fase escrita (intercambio entre las Partes de alegatos escritos) y
una fase oral (audiencias durante las cuales los agentes y asesores presentan sus alegatos orales).
Como la Corte tiene dos idiomas oficiales (francés e inglés), todo lo escrito o dicho en un idioma, es
traducido al otro. Después de la fase oral, la Corte se reúne a puerta cerrada para deliberar, y
posteriormente pronuncia la sentencia en audiencia pública. La sentencia es definitiva e inapelable.
Cualquier Estado que considere que la otra Parte ha dejado de cumplir un fallo de la Corte puede
presentar el asunto al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. La Corte ejerce
sus funciones en formación plenaria, pero, si las partes lo solicitaran, la Corte podrá constituir una o
más Salas ad hoc (seis controversias han sido sometidas a estas Salas desde 1946). Además, una Sala
de Procedimiento Sumario se constituye anualmente de conformidad con el Estatuto.
La Corte ha dictado 141 sentencias desde 1946 relativas a cuestiones como las fronteras terrestres,
delimitaciones marítimas, soberanía territorial, el no recurso a la fuerza, las violaciones del derecho
humanitario internacional, la no injerencia en los asuntos internos de los Estados, las relaciones
diplomáticas, la toma de rehenes, el derecho de asilo, la nacionalidad, la tutela, el derecho de paso y
el derecho económico.
Dictámenes: El procedimiento consultivo está abierto exclusivamente a las organizaciones
internacionales. Están habilitados para solicitar opiniones consultivas a la Corte cinco órganos y
dieciséis instituciones del sistema de Naciones Unidas. Cuando recibe una solicitud de dictamen, la
Corte decide qué Estados y organizaciones pueden proporcionar información útil, y les permite
presentar observaciones escritas y orales. En todos los demás aspectos, el procedimiento consultivo
se inspira en las reglas aplicables al procedimiento contencioso. Las fuentes de derecho aplicables son
las mismas. Los dictámenes tienen un carácter consultivo y no se imponen como tales a los organismos
que las han solicitado. Sin embargo, existen ciertos instrumentos o normas que pueden dotar a los
dictámenes de fuerza obligatoria. Desde 1946, la Corte ha emitido 28 dictámenes, que han versado,
entre otros temas, sobre la conformidad de la declaración unilateral de independencia relativa a
Kosovo, las consecuencias jurídicas de la edificación de un muro en el territorio palestino ocupado, la
admisión de Estados en la ONU, la reparación de daños sufridos al servicio de Naciones Unidas, el
estatuto territorial del Sahara Occidental y del Sudoeste africano (Namibia), las sentencias dictadas
por tribunales administrativos internacionales, los gastos de ciertas operaciones de Naciones Unidas,
aplicabilidad del acuerdo relativo a la sede de la ONU, el estatuto de los ponentes de derechos
humanos, y la licitud de la amenaza o del empleo de armas nucleares.

Procedimiento incidental: Igual que en cualquier otro tribunal, en una causa ante la Corte pueden
producirse procedimientos incidentales que suspendan o modifiquen su curso principal. Las partes, la
propia Corte o terceros pueden plantear preguntas y objeciones, o presentar solicitudes sobre las que
la Corte deba decidir en los denominados procedimientos incidentales, que son distintos de las
actuaciones sobre el fondo del asunto. Los más comunes son las excepciones preliminares, la solicitud
de medidas provisionales, las reconvenciones y la solicitud de intervención.

Composición: La Corte se compone de quince magistrados elegidos por la Asamblea General y el


Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en votación independiente, por un periodo de nueve años.
La Corte no puede incluir más de un nacional de un mismo Estado. La Corte procede cada tres años a
la renovación de una tercera parte de sus magistrados, siendo posible su reelección. Los magistrados
no representan a sus respectivos Gobiernos, sino que son independientes.

Derecho Internacional Curso General, Antonio Remiro Brotóns y otros. valencia, 2010
Corte Internacional de Justicia, Departamento de Información, 2022
LA RESPONSABILIDAD INTERNACIONAL DE LOS ESTADOS

La responsabilidad internacional puede definirse como el conjunto de consecuencias jurídicas que el


derecho internacional asocia a la aparición de un hecho internacionalmente ilícito (Sánchez, 2012, p.
302). Ello significa que todo hecho internacionalmente ilícito generará responsabilidad internacional,
lo que constituye uno de los principios más profundamente arraigados en el derecho. En el nivel
normativo, no existe un tratado que regule la materia, sin embargo, la CDI ha trabajado intensamente
este tema y ha elaborado el Proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado por la comisión
de hechos internacionalmente ilícitos en el que se recogen las normas consuetudinarias en la materia.

1. El hecho ilícito
La responsabilidad internacional se genera a partir de la existencia de un hecho, en este caso, ilícito.
Según lo establecido en el artículo 2 del Proyecto de responsabilidad, para que se configure el hecho
ilícito deberán concurrir un elemento subjetivo y otro objetivo. El primero se refiere a la atribución de
la conducta a un Estado, ya sea por acción u omisión; mientras que el segundo, a la violación de una
obligación internacional.

1.1. Elemento subjetivo


Como se ha mencionado, el elemento subjetivo hace referencia a la atribución o imputabilidad de la
conducta a un Estado. En tal sentido, con la finalidad de determinar si un hecho genera responsabilidad
internacional del Estado, es preciso establecer si la conducta del individuo puede atribuirse a aquel. Se
ha visto ya que los Estados actúan a través de sus órganos y agentes que pueden obligarlos en el plano
internacional y esta dinámica se replica en el ámbito de la responsabilidad internacional. Si bien no
existe una lista en la que se señale qué personas pueden actuar en nombre de un Estado, existen en el
derecho internacional una serie de criterios que permitirán determinar cuándo una conducta puede
ser atribuida al Estado.
Como regla general, se considerará hecho del Estado:
a) El comportamiento de todo órgano del Estado cualquiera que sea su posición en la organización
estatal, ya sea que pertenezca al gobierno central o a una división territorial. La referencia al «órgano
del Estado» abarca a todas las entidades individuales o colectivas que conforman la organización del
Estado y actúan en su nombre. Esta referencia debe ser entendida en el sentido más amplio; no se
limita a los órganos del gobierno central, oficiales de alto rango o personas con responsabilidades
vinculadas a las relaciones exteriores del Estado, sino que se extiende a cualquier funcionario, incluso
regional o local. Como ejemplo podemos mencionar el caso Velásquez Rodríguez contra Honduras, el
primero que resolvió la Corte IDH, en el cual este tribunal encontró al Estado responsable por la
desaparición forzada de Manfredo Velásquez Rodríguez realizada por sus fuerzas armadas.
b) El comportamiento de una persona o entidad que no sea órgano del Estado o de un órgano puesto
a su disposición por otro Estado, mientras actúen en el ejercicio de atribuciones del poder público.
Aquí se incorporan dos supuestos particulares. En el primero, le otorgan al individuo o entidad poderes
para realizar funciones específicas, relacionadas al poder público. Se incluyen en esta categoría a
empresas públicas, semipúblicas, agencias públicas de diferentes tipos y, en casos especiales, a
empresas privadas. En el segundo, se trata de un órgano que actúa bajo la autoridad del Estado y para
cumplir sus propósitos. Esto significa que, al momento de realizar esos encargos, el órgano en cuestión
debe actuar conjuntamente con la maquinaria del Estado beneficiario y bajo su dirección y control
exclusivo. No se trata, entonces, de una mera colaboración o cooperación entre Estados. Podemos
encontrar un ejemplo en el caso Ximenes Lopes contra Brasil, resuelto por la Corte IDH. En este caso
se halló responsable al Estado brasileño por los actos negligentes cometidos por una institución de
salud privada a la cual le había encargado la prestación de servicios de atención psiquiátrica de la
víctima. Cabe mencionar que si los órganos del Estado, entidades, individuos u órganos facultados para
ejercer poder público de un Estado actúan excediendo las competencias otorgadas o contraviniendo
las instrucciones dadas, sus actos se considerarán igualmente hechos del Estado en tanto hayan
actuado en su condición de órganos del Estado o individuos facultados por él. Estos son los llamados
actos ultra vires.
c) El comportamiento de una persona o de un grupo de personas si actúan de hecho por instrucciones
o bajo la dirección o el control de ese Estado. Por regla general, los actos de los particulares no se
atribuyen a los Estados y, por tanto, no generan responsabilidad internacional. En ciertas
circunstancias, sin embargo, esto sí sucede, dado que existe una relación fáctica entre el privado que
realiza la conducta y el Estado (Crawford, 2002, p. 103). Como ejemplo de este supuesto podemos
mencionar el caso Masacre de Mapiripán contra Colombia ante la Corte IDH. En dicho caso, el Estado
fue encontrado responsable de la muerte, lesiones y abusos cometidos en contra de pobladores de la
localidad del mismo nombre por parte de agentes paramilitares.
Existen otros supuestos, en los cuales, si bien el Estado no asume la conducta como propia, sí puede
ser responsable por la de esos terceros, por ejemplo, cuando el Estado no ha observado la debida
diligencia en tomar las medidas apropiadas para prevenir o reprimir tales actos. Esto sucede,
generalmente en el ámbito de las relaciones diplomáticas y consulares, en los que los Estados se
encuentran obligados a resguardar los locales de la misión diplomática. En tal sentido, si un grupo de
manifestantes ingresa a una misión diplomática o causa daños sin encontrar resistencia, el Estado será
responsable pues no tomó las medidas adecuadas para evitar el hecho.
1.2. Elemento objetivo
Se refiere a la existencia de la violación de una obligación internacional, es decir que el hecho del
Estado debe ser contrario a las obligaciones derivadas de una regla de derecho internacional (Cassese,
2005, p. 250). Ahora bien, es preciso que la obligación se encuentre vigente en el momento que se
produjo el hecho ilícito, eso significa que, aun cuando la obligación se haya extinguido, la
responsabilidad del Estado por el incumplimiento previo se mantendrá. Es preciso mencionar que, en
todos los casos, se trata de hechos ilícitos conforme al derecho internacional y no al derecho interno.
Cabe señalar aquí que la norma violada puede consistir en una obligación positiva o de hacer, en el
ámbito de los derechos humanos, por ejemplo, se trataría de obligaciones como brindar educación o
proveer servicios de salud; o en una negativa o de abstención, como, por ejemplo, no aplicar penas sin
juicio previo, no torturar, entre otras.
2. ¿Qué circunstancias excluyen la ilicitud del hecho?
Otro elemento que debe considerarse cuando se pretende establecer la responsabilidad internacional
del Estado es si hay circunstancias que podrían excluir la ilicitud del hecho, es decir, eximir o atenuar
la responsabilidad. Debe considerarse, sin embargo, que estas no se podrán invocar frente a normas
imperativas o de ius cogens del derecho internacional que deben ser siempre cumplidas. Las
circunstancias que excluyen la ilicitud han sido identificadas recogidas por la CDI en el capítulo 5 del
Proyecto de responsabilidad.
a) Consentimiento: el Estado lesionado otorga autorización para que el Estado supuestamente
infractor realice acciones que, en cualquier otro supuesto, se encontrarían prohibidas por el derecho
internacional. Con respecto a la validez del consentimiento, se deben tener en cuenta ciertos
requisitos: primero, debe otorgarse de manera previa o simultánea con el acto del Estado autorizado.
Segundo, debe ser expreso, por tanto, no caben las presunciones o autorizaciones implícitas. Tercero,
debe haber sido otorgado por la autoridad competente según el derecho interno. Finalmente, debe
encontrarse libres vicios de voluntad, es decir, que no debe haber sido obtenido por coacción, error o
dolo. Por ejemplo, podemos mencionar el reciente caso de Yemen, el cual ha otorgado su
consentimiento a una coalición de diez países árabes, encabezados por Arabia Saudita, para
enfrentarse a los rebeldes hutíes dentro de su territorio.
b) Legítima defensa: esta debe realizarse de acuerdo con lo previsto en el artículo 51 de la Carta de
Naciones Unidas. Por ejemplo, en el conflicto entre Kuwait e Irak en 1990, el Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas reafirmó el derecho del primero a la legítima defensa contra los ataques de Irak.
c) Contramedida: se trata de una conducta ilícita que pierde ese carácter, dado que se adopta en
respuesta al incumplimiento de una obligación jurídica internacional previa, con la finalidad de lograr
que el Estado infractor cese el incumplimiento. Cabe mencionar el caso de Los acuerdos de servicios
aéreos de 1978. En este caso, Estados Unidos prohibió vuelos provenientes de París como
contramedida respecto al incumplimiento de un acuerdo bilateral de aviación civil que había entre este
y Francia.
d) Fuerza mayor o caso fortuito: consiste en circunstancias que hacen inevitable el cumplimiento
material de una obligación internacional. El Estado infractor no cuenta con la posibilidad de elegir
cumplir con la obligación; no existe otra opción más que el incumplimiento. Por ejemplo, cuando una
aeronave que, por averías, pérdida de control o tempestad, penetra en el espacio aéreo de otro Estado
sin su autorización.
Para que se produzca el caso fortuito o la fuerza mayor, deben cumplirse tres requisitos:
− el acto en cuestión debe tratarse de una fuerza irresistible o un acontecimiento imprevisto que
tengan una relación causal con la imposibilidad de cumplir;
− la situación es ajena al control del Estado interesado; y
− es materialmente imposible cumplir con la obligación.
Adicionalmente, cabe mencionar que el Proyecto de responsabilidad contempla dos supuestos en los
cuales no procedería: si la situación de fuerza mayor se debe, únicamente o en combinación con otros
factores, al comportamiento del Estado que la invoca; o si el Estado ha asumido el riesgo de que se
produzca esa situación. Se puede mencionar el ejemplo del caso Los Faros entre Francia y Grecia ante
la Corte Permanente de Arbitraje, en 1956. En este caso, un faro perteneciente a una empresa francesa
había sido requisado por Grecia. Dicho faro fue luego destruido por un bombardeo de las fuerzas
armadas turcas en 1916. La Corte Permanente de Arbitraje afirmó que Grecia no debía ninguna
reparación a Francia por la destrucción de dicho faro y utilizó como argumento la fuerza mayor.
e) Peligro extremo: en este caso, el autor del hecho no tiene razonablemente otro modo de salvar su
vida o la vida de otras personas confiadas a su cuidado. A diferencia de la fuerza mayor, se requiere
que el agente del Estado sea consciente de que su comportamiento es contrario al derecho
internacional. En el caso Rainbow Warrior se estableció que Francia no había violado la obligación de
obtener el consentimiento de Nueva Zelanda (para trasladar a un oficial que se encontraba en una
base militar francesa). Debido a su grave estado de salud, Francia necesitaba trasladarlo para recibir
atención médica, lo que estaba justificado por las circunstancias de peligro extremo.
f) Estado de necesidad: se produce ante la existencia de un conflicto entre el cumplimiento de una
obligación internacional y la protección de un interés esencial (valores esenciales del Estado o de la
comunidad internacional). Dado que el interés esencial se encuentra amenazado por un peligro grave
e inminente, el incumplimiento de la obligación internacional es la única forma de salvaguardarlo.
Como ejemplo cabe mencionar el caso GabcikovoNagymaros entre Hungría y Eslovaquia ante la CIJ en
1997. Dicho caso versaba sobre el incumplimiento por parte de Hungría de un acuerdo con Eslovaquia
(entonces Checoslovaquia) para la construcción de una represa. A pesar de que la CIJ no aceptó su
argumento por problemas probatorios, Hungría alegó estar en un estado de necesidad debido a que
la construcción hubiera ocasionado graves daños ambientales.

3. ¿Existe responsabilidad por consecuencias perjudiciales de actos no prohibidos?


La responsabilidad internacional puede generarse también por la comisión de hechos lícitos. Para que
proceda, es preciso la existencia de un daño material, es decir, que se haya causado un perjuicio a los
intereses económicos o patrimoniales del Estado o sus nacionales (Cassese, 2005, pp. 251-252). Se
generará, entonces, la obligación de reparar las consecuencias perjudiciales sin necesidad de un ilícito
internacional previo. Se trata de actividades peligrosas llevadas a cabo al interior de un Estado o bajo
su jurisdicción, y que causan o pueden causar efectos nocivos y perjudiciales más allá de las fronteras.
Por ejemplo, la utilización pacífica de la energía nuclear, el transporte de sustancias peligrosas, daños
de contaminación de hidrocarburos, entre otros. Este tipo de responsabilidad se basa en que los
Estados tienen el deber de ejercer los derechos propios de modo que no lesionen derechos e intereses
de otros sujetos de derecho.
En tal sentido, los Estados tienen la obligación de evitar o reparar daños transfronterizos derivados de
actividades no prohibidas. La CDI también ha trabajado en este tema y ha elaborado el Proyecto de
artículos sobre prevención del daño transfronterizo resultante de actividades peligrosas de 2001 que
se aplicaría frente a un daño transfronterizo sensible. Este proyecto busca, entre otras cosas, que los
Estados adopten todas las medidas apropiadas y que cooperen entre ellos para prevenir un daño
transfronterizo sensible o, en todo caso, minimizar el riesgo de causarlo.

4. ¿Cuáles son las consecuencias derivadas del hecho ilícito?


La configuración de un hecho ilícito hace surgir nuevas relaciones jurídicas entre el Estado infractor y
el lesionado, lo que da lugar al nacimiento de ciertas obligaciones, para el primero y de derechos para
el segundo.
a) Obligaciones del Estado infractor: de acuerdo con lo establecido por el Proyecto de responsabilidad,
el Estado responsable del hecho internacionalmente ilícito se encuentra obligado a poner fin al hecho
ilícito, ofrecer garantías de no repetición si las circunstancias lo exigen y reparar íntegramente el
perjuicio, ya sea material o moral, este último referido a las pérdidas no pecuniarias que, por lo
general, son vagas y difíciles de cuantificar, causado por tal hecho.
Estas pueden adoptar la forma de restitución (volver a la situación anterior al hecho ilícito),
indemnización (monto económico que se otorga cuando es imposible la restitución) y de satisfacción
(de carácter moral, por ejemplo, el reconocimiento de la violación), ya sea de manera única o
combinada y podrán otorgarse por daño directo emergente (el valor económico del daño que se ha
ocasionado) o por lucro cesante (el valor del ingreso que se deja de percibir a causa del hecho ilícito).
b) Derechos del Estado lesionado: el lesionado tiene derecho de exigir la restauración de la obligación
violada mediante el cese del ilícito, reclamar garantías de no repetición si las circunstancias lo exigen,
obtener la reparación íntegra por el daño causado y recurrir a contramedidas contra el Estado
responsable del hecho ilícito con el objetivo de inducirlo a cumplir las obligaciones que le incumban.

4.1. Consecuencia fundamental de la responsabilidad del Estado: la obligación de reparar


Se ha mencionado que es un principio del derecho internacional que todo daño producido por la
violación de una norma internacional conlleva la obligación de reparar. Este principio existe desde hace
larga data y ha sido recogido en las decisiones de las cortes internacionales. En tal sentido, para que
surja una nueva relación jurídica, entre el causante y la víctima, es necesario que exista una relación
de causalidad entre el hecho ilícito o lícito y el daño, pues solo habrá posibilidad de reclamar una
reparación si se ha sufrido un daño producto del hecho en cuestión.
Es preciso mencionar que los tratados de derechos humanos también contemplan el derecho a una
reparación; sin embargo, a diferencia de los casos anteriores, la relación que establece no sería una
interestatal, sino entre el Estado infractor y los individuos víctimas de tal infracción.

Derecho Internacional Curso General, Antonio Remiro Brotóns y otros. valencia, 2010
LAS NACIONES UNIDAS (ONU)

En 1941, 26 estados suscribieron la llamada Declaración de las Naciones Unidas o Declaración de Washington,
en la que se ratificaban los principios contenidos en la Carta del Atlántico, firmada ese mismo año por Churchill
y Roosevelt. Ambos documentos contenían los principios que debían regir la política exterior y el nuevo orden
mundial: renuncia a la expansión territorial, respeto al derecho de cada pueblo a escoger su forma de gobierno,
colaboración entre las naciones en materia económica, establecimiento de una paz entre todas las naciones...
Sin embargo, esta declaración no se pronunció en favor de la creación de un organismo internacional para el
mantenimiento de la paz y la seguridad, y no sería hasta 1943, en la Conferencia de Moscú, cuando
representantes de China, Unión Soviética, Reino Unido y Estados Unidos se propusieran este objetivo. A partir
de ese momento distintos encuentros y conversaciones fueron creando el clima propicio para que, durante la
conferencia celebrada en San Francisco del 25 de abril al 26 de junio de 1945, 51 países dispuestos a
comprometerse en una cooperación internacional en pro de la paz y la seguridad colectiva crearan la
Organización de las Naciones Unidas. El nombre de “Naciones Unidas” fue concebido por el presidente de los
Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, y se empleó por primera vez en la Declaración de las Naciones Unidas del
1 de enero de 1942. La creación de este organismo culmina con la redacción y firma de la Carta de las Naciones
Unidas.

MIEMBROS DE LA ONU: de los 195 países reconocidos por la ONU, solo 2 no forman parte de ella: el Vaticano y
Palestina. Aun así, ambos han recibido una invitación permanente para participar como observadores en los
períodos de sesiones y en los trabajos de la Asamblea General.

De todos modos, el número no ha sido siempre tan elevado. Muchos países de Europa, como Albania, Austria,
Bulgaria, España, Finlandia, Hungría, Irlanda, Italia, Portugal y Rumania se unieron a la ONU en 1955. Y Alemania,
por su parte, no se adhirió hasta 1973, cuando todavía Berlín estaba dividida por el Muro, hace ahora 50 años.

FUNCIONES de la ONU: La ONU resume sus acciones en cinco ejes principales:

Mantener la paz y seguridad internacional: la ONU busca prevenir los conflictos y trabaja para poner de acuerdo
a las partes. En este sentido, el Consejo de Seguridad es el máximo representante de esta acción, y tiene
competencias para imponer sanciones económicas a los países implicados o autorizar el uso de la fuerza para
hacer cumplir los mandatos.

Proteger los derechos humanos: en la Carta de las Naciones Unidas, el término "derechos humanos" aparece 7
veces, lo que da cuenta de su importancia para la organización. Ahora que, tras 1948, estos principios forman
parte del derecho internacional, la ONU cuenta con una Oficina de Alto Comisionado de los Derechos Humanos
(ACNUDH, por sus siglas en inglés) que se encarga de promocionar y promover su protección.

Distribuir la ayuda humanitaria: la ONU participó en la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra
Mundial, lo que indica que la cooperación está en su ADN. Así pues, en la actualidad la organización sigue
ofreciendo su ayuda frente a catástrofes -provocadas o no por el ser humano- para las que el trabajo de las
autoridades locales no es suficiente. Entre las entidades clave de la ONU en materia de cooperación se
encuentran el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), UNICEF (Fondo de las Naciones
Unidas para la Infancia) y ACNUR (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados).

Apoyar el desarrollo sostenible y la acción climática: tras la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible
establecidos en el Acuerdo de París de 2015, la ONU ha marcado un camino a seguir para asegurar que el uso
actual de los recursos naturales no compromete la supervivencia de las generaciones futuras. Así, la
sostenibilidad se ha convertido en uno de los términos clave de la Asamblea General de 2023, y en uno de los
retos más difíciles a superar en los próximos años.

Defender el derecho internacional: en línea con el primer eje de acción, la Carta de las Naciones Unidas se
compromete a cumplir las bases del derecho internacional y obliga a sus miembros a lo mismo, con lo cual la
organización sirve como mediadora para las disputas que surjan entre los Estados que forman parte de ella. Para
ello, cuenta con su propio órgano judicial, la Corte Internacional de Justicia, compuesta de 15 jueces, elegidos
cada nueve años por la Asamblea General y el Consejo de Seguridad.
ORGANIZACIÓN Y ESTRUCTURA LAS NACIONES UNIDAS: tienen seis órganos principales:

• La Asamblea General. • El Consejo de Seguridad. • El Consejo Económico y Social. • El Consejo de


Administración Fiduciaria. • La Corte Internacional de Justicia. • La Secretaría.

I. La Asamblea General

Foro singular para las deliberaciones multilaterales sobre toda gama de temas que abarca la Carta, es el órgano
normativo y el único que cuenta con representación universal al integrase por todos los Estados miembros de
Naciones Unidas. Facultada para hacer recomendaciones a los Estados sobre las cuestiones internacionales de
su competencia, la Asamblea general ha iniciado acciones de carácter político, económico, humanitario social y
jurídico. Podrá asimismo adoptar de manera excepcional medidas en caso de amenaza de paz, quebrantamiento
de paz o actos de agresión.

Cada miembro de la Asamblea tendrá un voto y sus decisiones en cuestiones importantes se tomarán por el
voto de la mayoría de dos tercios de los miembros presentes y votantes. De manera expresa, como no sucede
con el Consejo de Seguridad, la propia carta determina que los asuntos importantes comprenden : las
recomendaciones relativas al mantenimiento de paz y de la seguridad internacional, la elección de los miembros
no permanentes del consejo de seguridad, la elección de miembros del Consejo Económico y Social, la elección,
solo en su caso, de los miembros del consejo de administración judiciaria, la admisión de nuevos miembros a las
Naciones Unidas, la suspensión de los derechos y privilegios de los miembros, la expulsión de miembros, las
cuestiones relativas al funcionamiento del régimen de administración fiduciaria y temas presupuestales.

Las decisiones sobre todo asunto diverso se tomarán por mayoría simple de los miembros presentes y votantes

Otras funciones y poderes que la Carta otorga a la Asamblea son:

• Considerar los principios de la cooperación en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y


hacer recomendaciones al respecto.

• Discutir temas relativos a la paz y la seguridad internacionales, y hacer recomendaciones sobre ese tema.

• Tratar y hacer recomendaciones sobre cualquier tema dentro de los límites de la Carta o que afecte a los
poderes o a las funciones de cualquier órgano de Naciones Unidas.

• Promover estudios y hacer recomendaciones para fomentar la cooperación política internacional, impulsar el
derecho internacional y su codificación, ayudar a hacer efectivos los derechos humanos y fomentar la
cooperación internacional en las esferas económica, social, cultural, educacional y de salud.

• Recomendar medidas para el arreglo pacífico de conflictos.

• Recibir y considerar los informes anuales del secretario general, del Consejo de Seguridad y de los demás
órganos de Naciones Unidas.

• Examinar y aprobar el presupuesto de las Naciones Unidas y fijar las cuotas de sus miembros.

• La Asamblea General celebra su período ordinario de sesiones de septiembre a diciembre. En algunas


ocasiones puede reanudar este período de sesiones o celebrar sesiones extraordinarias o de emergencia sobre
algún asunto de interés especial. Durante el tiempo en que la Asamblea no está en sesión, son sus seis
Comisiones Principales, otros órganos subsidiarios y la Secretaría de las Naciones Unidas las que llevan a cabo
su labor.

II. El Consejo de Seguridad

Según la Carta, la responsabilidad fundamental de este órgano es el mantenimiento de la paz y la seguridad


internacionales. Todos los estados miembros de Naciones Unidas están obligados a acatar sus decisiones, a
diferencia de los demás órganos, que sólo pueden hacer recomendaciones.

El Consejo de Seguridad está integrado por quince miembros, cinco de ellos permanentes (China, los Estados
Unidos, la Federación de Rusia, Francia y el Reino Unido) y el resto(10) elegidos por la Asamblea General por
períodos de dos años, teniendo en cuenta su contribución al mantenimiento de la paz y según una distribución
geográfica equitativa: cinco estados de Asia y África, uno de Europa Oriental, dos de América Latina y dos de
Europa Occidental y “otros estados” (Canadá, Australia y Nueva Zelanda). El consejo de Seguridad puede
reunirse en cualquier momento siempre que la paz se vea amenazada.

Cada miembro del Consejo tiene un voto, tomándose las decisiones sobre cuestiones de procedimiento por el
voto afirmativo de al menos nueve miembros. Las cuestiones de fondo también requieren nueve votos, pero
estos deben incluir a los cinco miembros permanentes. Es lo que se conoce como “regla de la unanimidad de las
grandes potencias” o como “derecho de veto”. En un principio se entendió que era necesario el voto de los
cinco, por lo que la abstención supondría un veto, pero posteriormente se entendió que para vetar una
resolución era preciso votar en contra. Cuando se presenta una situación que suponga una amenaza para la paz
y la seguridad internacionales, el Consejo intenta que se solucione mediante medios pacíficos, procurando una
labor de mediación (cap. VI de la Carta). Si esta situación da lugar al comienzo de hostilidades el Consejo debe
intentar ponerles fin lo antes posible, pudiendo adoptar las medidas necesarias para hacer que sus decisiones
se cumplan: imponer sanciones económicas, ordenar embargos comerciales o de armamentos, organizar
acciones militares colectivas... Las medidas autorizando la fuerza militar se toman únicamente como último
recurso, una vez agotadas las vías pacíficas para intentar la resolución del conflicto. El Consejo también puede
enviar fuerzas de mantenimiento de la paz a zonas de conflicto para separar a las partes contendientes mientras
se intenta un arreglo pacífico. (Cap. VII de la Carta). Algunas de las funciones y poderes del Consejo recogidas en
la Carta son:

• Mantener la paz y la seguridad internacionales.

• Investigar toda controversia o situación que pueda crear fricciones internacionales.

• Recomendar métodos de ajuste de tales controversias.

• Elaborar planes para el establecimiento de un sistema que reglamente los armamentos.

• Determinar si existe una amenaza para la paz o un acto de agresión y recomendar medidas al respecto.

• Instar a los miembros a que apliquen sanciones económicas y otras medidas que no signifiquen el uso de la
fuerza para impedir o detener la agresión.

• Emprender una acción militar contra un agresor.

• Recomendar la admisión de nuevos miembros de las Naciones Unidas.

• Recomendar a la Asamblea General las condiciones en las cuales los estados no miembros pueden pasar a ser
partes en el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia

• Ejercer las funciones de administración fiduciaria de las Naciones Unidas en “zonas estratégicas”.

• Recomendar a la Asamblea General la designación del secretario general y, junto con la Asamblea, elegir a los
magistrados de la Corte Internacional de Justicia

•Sugerir la designación del secretario general y elegir junto a la Asamblea General a los magistrados de la Corte
internacional de Justicia

Cuando el Consejo de Seguridad explora una amenaza a la paz internacional, primero considera las posibilidades
de solucionar la controversia por medios pacíficos. Puede recomendar principios para llegar a un acuerdo o
iniciar la labor de mediación. En casos de una conflagración armada procura la cesación del fuego. Incluso podría
enviar una misión para el mantenimiento de la paz a fin de que las partes conserven la tregua y separar a las
fuerzas beligerantes. Incumbe al consejo de seguridad determinar donde y como debe desplegarse una
operación para el mantenimiento de la paz.

Sobre la base del análisis caso por caso, el consejo de seguridad dispone una amplia gama de opciones que habrá
de considerar para el establecimiento de nuevas operaciones de paz.
Sin embargo cabe recalcar que diversas decisiones adoptadas por el consejo de seguridad no encajan en lo
dispuesto por la carta, agréguese que la Corte Internacional de Justicia carece de atribución competencial para
ejercer el control de legalidad sobre las decisiones del Consejo, esta circunstancia suscita que sea el propio
consejo quien deba de velar por la legalidad de sus propias resoluciones las cuales aunque parezca inverosímil
puede pasar por el ejercicio de veto a cargo de sus miembros permanentes.

III. El Consejo Económico y Social (ECOSOC)

Es el principal órgano coordinador de la labor económica y social de las Naciones Unidas y de los organismos e
instituciones especializados que constituyen el sistema de la Organización. Esta labor absorbe el 70% de los
recursos materiales y humanos del sistema. Lo integran 54 miembros, con un mandato de tres años. Cada
miembro tiene un voto y sus decisiones son tomadas por mayoría simple. Celebra un período de sesiones de
cinco semanas, alternando entre Nueva York y Ginebra, al que asisten ministros y altos funcionarios y en el que
se examinan las cuestiones económicas y sociales más urgentes. Hay también una labor permanente realizada
por medio de órganos subsidiarios, que presentan sus informes al Consejo. Dentro de esos órganos tiene una
especial importancia la Comisión de Derechos Humanos, por su importante tarea en el ámbito de la protección
de los derechos humanos. Entre las funciones del Consejo se encuentran las siguientes:

•Servir de foro central para el examen de los problemas económicos y sociales.

• Realizar estudios e informes de índole económica, social y cultural.

• Fomentar el respeto y la observancia de los derechos humanos.

• Convocar conferencias internacionales y preparar proyectos de convención sobre cuestiones de su


competencia, para someterlos a la consideración de la Asamblea General.

• Negociar acuerdos con los organismos especializados en los cuales se definan sus relaciones con las Naciones
Unidas.

• Coordinar las actividades de los organismos especializados mediante consultas y recomendaciones. • Prestar
servicios, con la aprobación de la Asamblea, a los miembros de las Naciones Unidas.

• Celebrar consultas con las organizaciones no gubernamentales que se ocupen de asuntos en los que trabaja
el Consejo.

IV. El Consejo de Administración Fiduciaria

Su función principal era la de supervisar la administración de los 11 territorios en fideicomiso con el fin de
promover su desarrollo hasta que llegaran a obtener el gobierno propio o la independencia. Este órgano está
constituido por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad: China, EEUU, Federación de Rusia,
Francia y Reino Unido. Las funciones específicas del Consejo consistirían en examinar y debatir los informes
presentados por la autoridad administradora de los territorios en fideicomiso sobre temas educativos, sociales
o económicos, así como examinar las peticiones que hicieran estos territorios y realizar visitas a los mismos. En
la actualidad no hay ningún territorio sujeto a esta situación de fideicomiso, pero se prevé que el Consejo se
reúna cuando sea necesario.

V. La Corte Internacional de Justicia

Es el principal órgano judicial de las Naciones Unidas, y se encarga de resolver las controversias jurídicas entre
los estados y de emitir opiniones sobre las cuestiones que se le plantean. Pueden recurrir a la Corte todos los
estados que sean parte en su Estatuto, lo que incluye a todos los estados miembros y a los no miembros que lo
deseen, como es el caso de Suiza. La jurisdicción de la Corte comprende todas las cuestiones que los estados
miembros le presenten, así como todos los asuntos previstos en la Carta de San Francisco o en tratados
internacionales. La jurisdicción es voluntaria, por lo que la Corte no puede actuar si los estados no se la
conceden.

La Corte tomará sus decisiones basándose en convenciones internacionales, en la costumbre internacional, en


los principios generales del derecho internacional y en las enseñanzas de la doctrina de derecho internacional.
La Corte está compuesta por 15 magistrados elegidos por la Asamblea General y el Consejo de Seguridad. Estos
magistrados son elegidos por su reconocido prestigio en el ámbito del derecho internacional y con ellos se
intenta que estén representados en la Corte los principales sistemas jurídicos del mundo. No puede haber dos
magistrados del mismo país, y deben tener dedicación exclusiva a la Corte durante su mandato.

VI. La Secretaría

Realiza la labor cotidiana de la organización, prestando servicio a los demás órganos y administrando los
programas que los otros elaboran. Las funciones de la Secretaría son tan variadas como los problemas que tratan
las Naciones Unidas, e incluyen desde la administración de las operaciones de mantenimiento de la paz y la
mediación en controversias internacionales, hasta el examen de las tendencias y problemas económicos y
sociales y la preparación de estudios sobre derechos humanos y desarrollo sostenible. El personal de la
Secretaría también se encarga de sensibilizar e informar a los medios de comunicación sobre la labor de las
Naciones Unidas, organiza conferencias internacionales sobre asuntos de interés mundial, vigila el grado de
cumplimiento de las decisiones de los órganos de las Naciones Unidas e interpreta discursos y traduce
documentos a los idiomas oficiales de la Organización. Al frente de la Secretaría se encuentra el secretario
general, definido en la Carta como “el más alto funcionario administrativo” de la Organización, y encargado de
ofrecer orientación administrativa de carácter general, aunque su función sería mucho más amplia.

El secretario general debe llamar la atención mundial sobre las principales cuestiones internacionales, tales
como el, Aunque su sede está en Nueva York, las Naciones Unidas mantienen una presencia importante en
Ginebra, Viena y Nairobi. La Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra (ONUG) es un centro diplomático de
conferencias y un foro sobre desarme y derechos humanos. La Oficina de las Naciones Unidas en Viena (ONUV)
es la sede de las actividades de las Naciones Unidas en cuanto a fiscalización internacional del uso indebido de
estupefacientes, prevención del delito y justicia penal, utilización del espacio ultraterrestre con fines pacíficos y
derecho mercantil internacional. La Oficina de las Naciones Unidas en Nairobi (ONUN) es la sede de las
actividades de la Organización para medio ambiente y asentamientos humanos desarrollo, el desarme y los
derechos humanos. Una de sus principales responsabilidades es señalar al Consejo de Seguridad cualquier
asunto que amenace la paz y la seguridad internacionales. Para ayudar a resolver controversias internacionales,
el secretario general puede ejercer la mediación o la “diplomacia discreta” entre bastidores. Su figura es muy
valiosa para las Naciones Unidas, y ha sido aprovechada en años recientes para intensificar el uso de la
“diplomacia preventiva” para evitar que los conflictos internacionales surjan, se intensifiquen o se extiendan. El
secretario general es elegido por la Asamblea General a recomendación del Consejo de Seguridad. Aunque no
se dice nada en la Carta, se ha establecido que su mandato es de 5 años, pero es prorrogable.

Manual de derecho internacional, Rubio Saul Mandujano, Tirant lo blanch, Mexico, 2019.

INTRODUCCIÓN A LAS NACIONES UNIDAS, Unesco Etxea.


EL SISTEMA INTERAMERICANO DE PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS

La obra de la OEA: instrumentos internacionales. La Carta constitutiva de la Organización de Estados


Americanos (OEA), adoptada en la IX Conferencia Interamericana (Bogotá, 1948), incluyó entre sus
principios rectores la proclamación de los derechos fundamentales de la persona sin hacer distinción
por razón de raza, nacionalidad, credo o sexo (Preámbulo y, hoy, art. 3.l, de la Carta, reformada por el
Protocolo de Washington, 1992, en vigor el 25 de septiembre de 1997). La IX Conferencia
Interamericana aprobó al tiempo dos instrumentos para el desarrollo de tales principios: la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del hombre, claro e inmediato precedente de la Declaración
Universal, y la Carta Interamericana de Garantías Sociales, que contiene un mínimo de derechos
laborales, económicos y culturales.
El sistema interamericano carecía, sin embargo, de mecanismos institucionales y procesales para la
garantía y el control de los derechos definidos hasta que la V Reunión de Consulta de Ministros de
Relaciones Exteriores (Santiago de Chile, 1959) decidió: 1) encargar al Consejo Interamericano de
Jurisconsultos la preparación de un proyecto de convención sobre la materia, que resultó en la
Convención Americana de Derechos Humanos (1969); y, 2) crear la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH), cuyo mandato surge de la misma Carta de la OEA para actuar, en
representación de todos los países miembros de la Organización, como órgano autónomo y solución
transitoria en tanto no entrara en vigor la Convención Americana; el papel de la Comisión se afianzó
cuando el Protocolo de Buenos Aires (1967) le confirió (art. 112) el estatus de órgano principal de la
OEA.

El Pacto de San José: La Convención Americana sobre Derechos Humanos fue adoptada en San José
de Costa Rica el 22 de noviembre de 1969 (de ahí el sobrenombre del Pacto) y entró en vigor el 18 de
julio de 1978. En la actualidad, veinticuatro de los treinta y cuatro miembros de la OEA son partes en
el Pacto de San José.
La inevitable comparación con su homónima europea arroja, sin entrar en consideraciones sociales y
económicas, un saldo que comienza a perder su negatividad de antaño, pues a pesar de que
permanece al margen del Pacto un miembro tan significado de la OEA como Estados Unidos, otros
Estados que eran partes, pero se resistían a los procedimientos jurisdiccionales (como Brasil, El
Salvador, Haití, México, y la República Dominicana) ya han reconocido la competencia de la Corte
Interamericana, que en la actualidad se extiende a veintidós de los veinticuatro contratantes. En
cambio, la de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para aceptar demandas interestatales
sólo ha sido reconocida hasta ahora por once.

Aspectos normativos: El Pacto de San José fue concebido con la vista puesta en los derechos civiles y
políticos, a cuya enumeración y definición dedica el Capítulo II (arts. 3 a 25), incorporando derechos
no contemplados en el Convenio Europeo, como los derechos de rectificación y reparación por
denegación de justicia, al nombre y a la nacionalidad, del niño (arts. 14, 18, 19 y 20), fruto de los veinte
años que separan la adopción de ambos instrumentos y, también, de la propia idiosincrasia de la
región.
Derechos económicos, sociales y culturales debieron, en principio, conformarse con la declaración de
intenciones establecida en el artículo 26 del Pacto (que a su vez da contenido al Capítulo III). Su
desarrollo y protección progresó mediante un instrumento ad hoc, el primer Protocolo adicional a la
Convención Americana (Protocolo de San Salvador), relativo a los derechos económicos, sociales y
culturales (1988), un instrumento que entró en vigor el 16 de noviembre de 1999 y que hasta la fecha
sólo han ratificado quince Estados, y eso a pesar del recorte de los mecanismos de control aplicables
si se comparan con los del Pacto.
Siguiendo los pasos del sistema universal la Asamblea de la OEA adoptó en 1990 un Protocolo adicional
a la Convención Americana para la abolición de la pena de muerte, que cuenta actualmente con once
Estados partes. También cuenta con sendas Convenciones para prevenir y sancionar la tortura (1985),
con dieciocho Estados Partes, y sobre las desapariciones forzadas (1994), con trece.
Al igual que los Pactos de Naciones Unidas (1966) y el Convenio de Roma (1950), la Convención
Americana también prevé la suspensión de las obligaciones contraídas «en caso de guerra, de peligro
público o de otra emergencia que amenace la independencia o seguridad del Estado parte» (art. 27.1),
una excepción de la que se ha abusado en el continente (El Salvador, 1980, Nicaragua, 1980, Bolivia,
1981 y 1995, Venezuela, 1995…), sin seguir a veces las formalidades prescritas. La Convención
Americana establece, no obstante, un catálogo de derechos inderogables más amplio que el previsto
en los otros instrumentos, que abarca (art. 27.2) —junto al derecho a la vida, a no ser sometido a
esclavitud o servidumbre, al reconocimiento de la integridad personal y de la personalidad jurídica, a
la libertad de conciencia y religión, a la irretroactividad de la ley penal— los derechos políticos de los
ciudadanos, los derechos del niño, a la protección de la familia, al nombre, a la nacionalidad, y las
garantías judiciales indispensables para su protección.

Aspectos institucionales: Dos órganos vigilan el cumplimiento del Pacto de San José (art. 33), la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, institución judicial autónoma creada por la propia Convención
y con sede en la capital de Costa Rica, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con sede
en Washington. Tanto la Comisión como la Corte están integradas por siete miembros, elegidos por la
Asamblea de la OEA a título personal (arts. 34 y 52) a partir de una lista compuesta por ternas
propuestas por los Estados miembros de la Organización para la Comisión (art. 36) y por los Estados
partes en la Convención para la Corte (art. 53).

Mecanismos de control de carácter contencioso: Dos son los mecanismos de esta índole instituidos
en la Convención Americana: 1) las comunicaciones interestatales; y, 2) las denuncias o quejas de
particulares. El primero es de carácter facultativo, lo que hace depender su ejercicio de la pertinente
declaración ad hoc (art. 45), que hasta ahora han formulado menos de la mitad de Estados partes en
el Pacto (Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, Jamaica, Nicaragua, Perú, Uruguay y
Venezuela), lo que deja muy mermada esta posible vía de recurso. El control ejercido por vía individual
es en cambio obligatorio para los Estados partes, que pueden ser denunciados ante la Comisión por
“cualquier persona o grupo de personas o entidad no gubernamental legalmente reconocida en uno o
más Estados miembros de la Organización” (art. 44).
En ambos supuestos el procedimiento se inicia ante la CIDH, que decidirá la admisión de la denuncia,
individual o interestatal, siempre que: 1) se hayan agotado los recursos internos del Estado
denunciado, salvo que no exista procedimiento adecuado, se hubiera impedido su ejercicio o retrasado
injustificadamente la decisión; 2) la denuncia se presente dentro del plazo de seis meses desde la fecha
de la decisión estatal definitiva; 3) la materia objeto de la misma no esté pendiente de otro
procedimiento de arreglo internacional, y, 4) no sea manifiestamente infundada o reproducción de
otra anterior y, siendo de un particular, consten todos los datos para su identificación (arts. 46 y 47).
Admitida a trámite la denuncia, la Comisión instruirá los hechos y realizará funciones de conciliación a
fin de lograr un arreglo amistoso dentro del respeto de los derechos protegidos (art. 48). De no tener
éxito, el asunto puede: 1) ser sometido a la Corte Interamericana; ó 2) o quedar definitivamente en
manos de la Comisión. Para que ocurra lo primero será preciso que:
1) Los Estados interesados (partes en la controversia o de la nacionalidad de la presunta víctima) hayan
reconocido la jurisdicción de la Corte Interamericana mediante la declaración prevista en el artículo 62
de la Convención, lo que han hecho todos los contratantes salvo Grenada y Jamaica); y 2) El asunto se
someta a la Corte, en el plazo de tres meses a partir de la emisión del informe de la Comisión, por los
Estados interesados o por la propia Comisión, pues el individuo no tiene ius standi ante la Corte
Interamericana (art. 61). La reforma del reglamento de la Corte (2000) ha permitido, no obstante, la
participación de las víctimas en el procedimiento (locus standi in judicio), de manera que, admitida la
demanda, puedan presentar sus pretensiones, argumentos y pruebas de forma autónoma.
En casos de extrema gravedad y urgencia, y cuando se haga necesario para evitar daños irreparables a
las personas, la Corte Interamericana ha sido facultada (art. 63.2), a diferencia de su homónima
europea, para tomar las medidas provisionales que considere pertinentes en los asuntos que le han
sido sometidos. Respecto de otros asuntos podrá actuar a solicitud de la Comisión.
En cuanto al fondo, el fallo de la Corte será motivado (art. 66), definitivo e inapelable (art. 67),
notificado a las partes en el caso y transmitido a los Estados partes en la Convención (art. 69). El
número de casos fallados ha aumentado considerablemente en los últimos años —hasta superar los
ciento cincuenta— debido al mayor número de Estados que han aceptado la jurisdicción de la Corte
y a la difusión de la conciencia colectiva sobre su utilidad.
Ahora bien, si la Corte Interamericana no puede ejercer jurisdicción por no cumplirse las condiciones
requeridas, será la Comisión la que deberá emitir, por mayoría absoluta de sus miembros, su opinión
y recomendaciones acerca de las medidas a tomar, fijando un plazo para su ejecución de cuyo
cumplimiento cuidará la propia Comisión de cara a determinar si es o no oportuna la publicación de su
informe (art. 51).
Los mecanismos de control instituidos en la Convención americana no son en cambio aplicables, con
carácter general al menos, a los derechos reconocidos en el Protocolo americano sobre derechos
económicos, sociales y culturales, que se limita a prever, como suele ser habitual respecto de esta
gama de derechos, un control basado en la presentación de informes periódicos de los Estados partes
sobre las medidas adoptadas en sus ordenamientos internos para garantizar el respeto de estos
derechos (art. 19). Sólo en el supuesto de que la violación imputable a un Estado parte afectará a los
derechos de libre sindicación (art. 8.a) y a la educación (art. 13) habrá lugar a la aplicación del sistema
de peticiones individuales regulado en el Pacto de San José (art. 19.6).

La jurisdicción consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos: Conforme al artículo


64.1 de la Convención Americana la Corte Interamericana extiende su función consultiva tanto a los
Estados miembros de la OEA como, en lo que les compete, a los órganos principales de la misma
Organización regional. Realmente, la Comisión Interamericana es el único de estos órganos que hasta
ahora ha activado la jurisdicción consultiva de la Corte; así, en los asuntos relativos al Efecto de las
Reservas sobre la Entrada en Vigencia de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (1982);
Restricciones a la Pena de Muerte (Arts. 4.2 y 4.4 Convención Americana sobre Derechos Humanos,
1983); El Hábeas Corpus Bajo Suspensión de Garantías (arts. 27.2, 25.1 y 7.6 Convención Americana
sobre Derechos Humanos, 1987); Excepciones al Agotamiento de los Recursos Internos (arts. 46.1,
46.2.a y 46.2.b, Convención Americana sobre Derechos Humanos, 1990); Responsabilidad
Internacional por Expedición y Aplicación de Leyes Violatorias de la Convención (arts. 1 y 2 Convención
Americana sobre Derechos Humanos, 1994); y la relativa a la Condición Jurídica y Derechos Humanos
del Niño (2002).
Los Estados miembros de la OEA están, por su parte, facultados para consultar a la Corte acerca de la
interpretación de la Convención o “de otros tratados concernientes a la protección de los derechos
humanos en los Estados americanos” (art. 64.1), lo que ha sido interpretado por la Corte en el sentido
de abarcar, en general, “toda disposición, concerniente a la protección de derechos humanos, de
cualquier tratado internacional aplicable a los Estados americanos, con independencia de que sea
bilateral o multilateral, de cuál sea su objeto principal o de que sean o puedan ser partes del mismo
Estados ajenos al sistema americano” (Otros Tratados objeto de la función consultiva de la Corte, OC—
1/1982, 24 de septiembre de 1982).
Más aún, la misma Corte señaló que puede rendir opiniones consultivas sobre la interpretación de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, pues el hecho de que no sea un tratado
no significa necesariamente que carezca de efectos jurídicos y pueda por ello interpretarla en el marco
y dentro de los límites de su competencia en relación con la Carta de la OEA y la Convención u otros
tratados de derechos humanos (Interpretación de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes
del Hombre en el marco del artículo 64 de la Convención Americana, OC-10/1989, 14 de julio de 1989).
Los Estados miembros de la OEA también podrán solicitar de la Corte opiniones acerca de la
compatibilidad de cualquiera de sus leyes internas y los mencionados instrumentos internacionales
(art. 64.2). El incremento del ejercicio de la jurisdicción contenciosa ha ido parejo con una disminución
de las solicitudes de opiniones consultivas por los Estados (siete en los últimos doce años). Ello no
desmerece, sin embargo, la trascendencia de las cuestiones planteadas, caso de las de México, una,
relativa al Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del
Debido Proceso Legal (1999), otra a la Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados
(2003), uno de los primeros pronunciamientos de un tribunal internacional sobre este tema. Por la
primera, la Corte Interamericana estimó que “el ejercicio de su función consultiva no puede estar
limitado por los casos contenciosos interpuestos ante la Corte Internacional de Justicia y, por lo que
hace al fondo, concluyó que la Convención de Viena sobre relaciones consulares (1963) no sólo
reconocía derechos al Estado, sino también “derechos individuales para las personas detenidas “. A
ellas han de añadirse la planteada por Venezuela en relación con el Control de legalidad de las
atribuciones de la Comisión Interamericana (2005), y Argentina sobre la Interpretación del artículo 55
de la Convención en relación con la figura del juez ad hoc y la nacionalidad de los magistrados (2009).
La acción de la Comisión Interamericana frente a violaciones masivas de derechos humanos: En el
sistema americano la CIDH cumple una doble función, pues a las competencias mencionadas como
órgano de control del Pacto, añade la capacidad extraconvencional, similar a la que se reconoce al
Consejo de Derechos Humanos en el marco de Naciones Unidas, de recibir y procesar denuncias o
peticiones de particulares y entidades privadas sobre violaciones de derechos fundamentales, con base
en las cuales puede investigar una situación particular u observar la situación general de los derechos
humanos en un Estado miembro de la OEA, aunque no sea parte en el Pacto (caso, por ej., de Estados
Unidos) o, siéndolo, no haya reconocido la jurisdicción de la Comisión conforme al Pacto. Esta facultad
tiene su fundamento jurídico en la Carta de la OEA (de la que, recordemos, la Comisión es órgano
principal) y en la Declaración Americana de los Derechos y los Deberes del Hombre (Estatuto de la
Comisión de 1979, adoptado en La Paz, res. 447 de la AG de la OEA).
La Comisión Interamericana fue inicialmente concebida (V Reunión consultiva de MRE, 1959), como
un órgano autónomo que debía paliar la falta de órganos propios de control de los derechos humanos
en el continente, en tanto no entrara en vigor la Convención Americana (que se demoró cerca de veinte
años). Estatutariamente (1960) la Comisión vio así limitadas sus competencias “a promover el respeto
de los derechos humanos” y a considerar a mero título informativo las comunicaciones individuales
recibidas, que desde su misma constitución fueron muy numerosas. Sin embargo, ya en 1961, la
Comisión, invocando su facultad de hacer recomendaciones generales a los Estados miembros de la
OEA (art. 9 de su Estatuto), interpretó que ello la facultaba para dirigirse a los Estados denunciados
por violaciones concretas de los derechos humanos; práctica que fue legitimada por la II Conferencia
Interamericana Extraordinaria (Río de Janeiro, 1965), que reformó el Estatuto de la Comisión
autorizándola a examinar “las comunicaciones que le sean dirigidas y cualquier información disponible
con el fin de obtener las explicaciones que considere pertinentes”, así como a formular las
“recomendaciones que estime apropiadas en aras de hacer más efectiva la observancia de los derechos
humanos fundamentales” (res. XXII).
En el marco de sus facultades extraconvencionales la Comisión Interamericana puede ejercer, entre
otras, las siguientes atribuciones:
1) Estimular la conciencia de los derechos humanos en las Américas, para lo que realiza y publica
estudios sobre temas específicos, así, por ejemplo, sobre la situación de los derechos humanos de los
indígenas (2000), sobre terrorismo y derechos humanos (2002), acceso a la justicia como garantía de
los derechos económicos, sociales y culturales (2007), lineamientos para una política integral de
reparaciones (2008)…; 2) Observar la vigencia general de los derechos humanos en los Estados
miembros y, cuando lo considere conveniente, elaborar informes globales o, en su caso, especiales
sobre la situación de un Estado particular (como, por ej., los redactados en relación con Paraguay
2001,…; 3) Realizar, mediando autorización del país en cuestión, investigaciones in loco (cerca de cien
hasta la fecha) a fi n de profundizar la observación general de los derechos humanos y/o investigar una
situación particular (como la practicada en 2003 en Ciudad Juárez, México, para evaluar los derechos
de la mujer a no ser objeto de violencia y discriminación, o en 2009 el contexto del golpe de Estado
ocurrido en Honduras); 4) Iniciar un procedimiento de arreglo amistoso para mediar o conciliar
disputas interestatales (como las ejercidas por la Comisión en el conflicto entre El Salvador y Honduras
en 1969, o los buenos oficios prestados en relación con la situación de los rehenes en la embajada de
la República Dominicana en Bogotá, 1980); y 5) Requerir, de oficio o a instancia de parte (Reglamento
de la Comisión, art. 25), la adopción por parte de los Estados de medidas cautelares específicas en
casos de gravedad y urgencia de cara a evitar daños irreparables a las personas. La Comisión puede,
asimismo, solicitar de la Corte Interamericana tales medidas cautelares (art. 63.2 del Pacto).
LA UNIÓN EUROPEA

La Unión Europea (UE) es una entidad geopolítica que cubre gran parte del continente europeo. Es una
asociación económica y política única en el mundo, formada por 27 países. A partir de los años 60,
Bruselas se ha consolidado como la capital de la UE, dónde se concentran la mayor parte de las
instituciones comunitarias y viven la mayoría de los funcionarios y responsables. La UE cuenta con una
moneda única, una bandera, un himno y el día de Europa, que se celebra cada 9 de mayo.

En 1951, momento en el que se constituyó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (elementos
clave para la guerra), los seis países fundadores -Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los
Países Bajos- comenzaban un proyecto económico, político y social que ha generado paz, estabilidad y
prosperidad durante más de medio siglo.

La UE ha logrado más de medio siglo de paz, estabilidad y prosperidad entre sus miembros, así como ha
contribuido a elevar el nivel de vida de los europeos, ha creado una moneda única y ahora está
construyendo progresivamente un mercado único en el que personas, bienes, servicios y capital (las
cuatro libertades fundamentales de la UE) circulan entre Estados miembros con la misma libertad que
si lo hicieran dentro de un mismo país. Lo que comenzó como una unión puramente económica, ha
evolucionado hasta convertirse en una organización activa en todos los frentes, desde la ayuda al
desarrollo hasta la política medioambiental.

El principal motor económico de la UE es el mercado único, que permite que la libre circulación de
mercancías, servicios, personas y capital. La UE quiere hacer lo mismo en otros ámbitos, como la energía,
los conocimientos y los mercados de capitales, para que los europeos también puedan aprovechar al
máximo todas las ventajas de estos recursos.

La UE promueve activamente los derechos humanos y la democracia, y cuenta con los objetivos de
reducción de emisiones más ambiciosos del mundo para luchar contra el cambio climático. Gracias a la
supresión de los controles fronterizos entre los países de la UE, ahora se puede viajar libremente por la
mayor parte de su territorio. También es mucho más fácil vivir y trabajar en otro país de la UE.
Tras varias ampliaciones, la UE ha pasado de seis a veintisiete estados miembros tras la incorporación
de Croacia en 2013 y hay varios países candidatos a la adhesión (Montenegro, Serbia, Turquía, ARYM e
Islandia). Cada tratado por el que se admite a un nuevo miembro requiere la aprobación por unanimidad
de todos los Estados miembros. La Unión Europea está abierta a todo país europeo que cumpla los
criterios democráticos, políticos y económicos de adhesión, denominados criterios de Copenhague.
El euro es la moneda única de la Unión Europea. Doce de los entonces quince Estados miembros la
adoptaron para las transacciones no monetarias en 1999 y en el 2002 se emitieron los billetes y las
monedas. Dinamarca, Suecia y el Reino Unido no participaron en esta unión monetaria.

La Carta de los Derechos Fundamentales de la UE protege los derechos humanos, entre ellos, el derecho
a no sufrir discriminación por razón de sexo, origen racial o étnico, religión o convicciones, discapacidad,
edad u orientación sexual, el derecho a la protección de los datos personales y el derecho de acceso a
la justicia. En 2012, la UE recibió el Premio Nobel de la Paz por su contribución al avance de la paz, la
reconciliación, la democracia y los derechos humanos en Europa.

Ser ciudadano de la Unión Europea significa también gozar de derechos políticos. Todos los ciudadanos
adultos de la UE tienen derecho a votar y a presentarse como candidatos en las elecciones al Parlamento
Europeo, tanto en su país de residencia como en su país de origen.

La Unión Europea se basa en el Estado de Derecho. Todos los ciudadanos tienen los mismos derechos
ante la ley y todas las actividades de la UE se rigen por los Tratados, acordados voluntaria y
democráticamente por los países miembros. El Derecho y la justicia son defendidos por un poder judicial
independiente. Los países que pertenecen a la UE han conferido al Tribunal de Justicia de la Unión
Europea la competencia de pronunciarse de manera definitiva sobre asuntos de la legislación de la UE y
sus sentencias han de ser respetadas por todos.
El 31 de enero de 2020, el Reino Unido abandonó la Unión Europea. Y lo que comenzó como una unión
meramente económica ha evolucionado hasta convertirse en una organización activa en todos los
frentes políticos, desde el clima hasta el medio ambiente y desde la salud hasta las relaciones exteriores
y la seguridad, pasando por la justicia y la migración. El cambio de nombre de Comunidad Económica
Europea (CEE) a Unión Europea (UE), en 1993, no hizo sino reflejar esta transformación.

¿Cómo funciona la Unión Europea?

La Unión Europea se rige por un sistema interno en régimen de democracia representativa. Sus
instituciones son siete:

El Parlamento Europeo: El Parlamento Europeo es otra institución principal de la UE, cuyos integrantes
son elegidos directamente por los 500+ millones de ciudadanos europeos. Esta es una de las notas más
características de la UE como organización supranacional. Existen organizaciones internacionales y
regionales con asambleas parlamentarias u órganos que adoptan normas (sean vinculantes o
programáticas), pero estos están formados por representantes y delegados de los Estados que
componen dicha organización. La UE es la única organización mundial con una asamblea parlamentaria
que es elegida directamente por el pueblo al que representa. Es, también, sin duda, la institución que
mayor proceso de transformación ha tenido y la pieza clave de la democracia en la UE.

No estaba prevista una asamblea representativa en el plan inicial de Robert Schuman. Pero gracias a la
presión política de Jean Monnet, los orígenes del Parlamento Europeo se remontan a la Asamblea
Parlamentaria de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), que pasó a ser la Asamblea
Parlamentaria Europea, en su sesión constituyente de 1958, común para las tres comunidades europeas
que existían entonces. A partir del 30 de marzo de 1962, pasa a autodenominarse Parlamento Europeo,
hasta que el Acta Única Europea modifica su denominación por primera vez de manera oficial. Tras el
acuerdo de instaurar el sufragio directo, las primeras elecciones se celebraron en junio de 1979.

Las funciones del Parlamento Europeo también son muy variadas:

• Función legislativa y presupuestaria: El Parlamento ejerce conjuntamente con el Consejo la


función legislativa y la función presupuestaria, generalmente, a través del procedimiento
legislativo ordinario en aquellas materias en la que la UE tiene competencia.
• Funciones de control político de otras instituciones: Principalmente sobre la Comisión y sobre el
Consejo.
• Funciones de nombramientos institucionales: Se encarga de elegir al Defensor del Pueblo
Europeo y a miembros del Tribunal de Cuentas y de aprobar la investidura del presidente de la
Comisión y sus Comisarios.
• Funciones de control democrático y de legalidad: Ostentando la legitimación activa ante el TJUE
para entablar diferentes recursos y examinando peticiones a instancia de la ciudadanía europea.

En cuanto a su estructura y composición, cabe decir que actualmente el Parlamento Europeo se


compone de un presidente y de 705 europarlamentarios/eurodiputados; el primero es elegido por los
segundos y los segundos son elegidos por los ciudadanos europeos mediante sufragio universal libre y
directo, según la normativa electoral de su país de residencia/nacionalidad. El máximo número que fijan
los Tratados es de 750 más el presidente, pero como consecuencia del Brexit, se redujo para dejar cabida
a futuras posibles ampliaciones y para ajustar los países con infrarrepresentación parlamentaria. El
mandato del Parlamento Europeo es de 5 años.

Recordemos que el Parlamento Europeo, como institución que ostenta un control político y
democrático, también se pone a disposición de la ciudadanía europea, al examinar peticiones
particulares o colectivas y adoptar una postura con respecto a un asunto o queja concreta. De hecho,
una de las 20+ comisiones parlamentarias (PETI) se dedica a examinar dichas peticiones. Esta función
permite de llamar la atención sobre cualquier violación de los derechos de los ciudadanos europeos
cometida por un Estado miembro, una autoridad local u otra institución europea.
El Consejo Europeo es el principal órgano decisorio de la Unión y su función es dotar a la UE de impulso
político en cuestiones fundamentales y establecer las prioridades generales de la UE. El Consejo ejerce
funciones de orientación política general y de representación exterior, y nombra a los jefes de las altas
instituciones constitucionales.

Está compuesta, principalmente, por los jefes de Estado o de Gobierno de los Estados. No se puede decir
que sea el poder ejecutivo de la UE, aunque sí que la representa, en última instancia, como si fuera la
institución superior transversal: una especie de jefatura colegiada de la UE

Esta institución no estaba prevista originalmente, aunque sí que existían reuniones de líderes europeos
en las famosas “Cumbres Europeas” o “Cumbres de jefes de Estado y de Gobierno”. Se incorporó,
oficialmente, al marco institucional tras la reforma de los tratados de 2007-2009, y de hecho se crea sin
competencia jurídica, sino como entidad superior de coordinación y de impulso de la UE con una visión
transversal y de futuro.

Abarca 4 grandes campos Educación, Formación, Juventud y Deporte, cada uno de ellos gestionado por
una organización diferente, que ofrece la oportunidad de desarrollar conocimientos y experiencias en
instituciones y organizaciones de distintos países.

Sus objetivos principales son darle a la UE el impulso político necesario para seguir desarrollando el
proyecto de integración y definir las orientaciones y prioridades políticas generales. En realidad, tiene
una triple función:

• Dar coherencia al funcionamiento institucional.


• Estrechar los lazos de cooperación entre los Estados.
• Asegurar el compromiso político del proyecto europeo.

En realidad, tiene otras muchas funciones atribuidas: le corresponde procedimientos tales como el de
reforma de los tratados, el de retirada voluntaria de un Estado miembro, etc. No obstante, se encarga,
en definitiva, de desarrollar y definir las orientaciones y el futuro a corto y medio plazo de la UE,
determinar sus intereses y objetivos estratégicos, proporcionando directrices para la acción y
cooperación y designar y nombrar a determinadas figuras del marco institucional.

Se compone, oficialmente, de 31 miembros: El Consejo Europeo generalmente se reúne, en sesión


ordinaria, 4 veces al año. Excepcionalmente, también se podrá reunir en sesiones extraordinarias,
cuando el presidente lo convoque de conformidad a una situación especial (por ejemplo, como pasó en
julio de 2020 a causa de la crisis del Covid19).

Cuando el Consejo Europeo toma decisiones, la regla general de votación es el consenso


(consentimiento de todos los miembros cuando existe el quórum requerido), aunque en determinadas
situaciones se ha establecido que se vote por mayoría cualificada, mayoría simple o por unanimidad).
Aunque el Consejo Europeo no tiene capacidad de decisión jurídica propia, y carece de potestad
legislativa, realiza funciones de coordinación en prácticamente todos los ámbitos de actuación de la UE
y sus decisiones sí que tienen fuerza jurídica.

El Consejo de la Unión Europea representa a los gobiernos de cada uno de los Estados miembros, que
comparten su Presidencia con carácter rotatorio (con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa se
estableció la figura del Trío de Presidencias).

El Consejo de la Unión Europea, o Consejo simplemente, es también un órgano colegiado, compuesto,


por regla general, por un representante de cada Estado miembro con rango ministerial (es decir, está
compuesto, esencialmente, de ministros estatales). Su nombre original, de hecho, era ‘Consejo de
ministros y en el Tratado de Maastricht se cambió la nomenclatura por ‘Consejo de la UE’, y con el
Tratado de Lisboa, se simplificó a ‘Consejo’.

Al igual que comparten logo y son apoyadas por la misma Secretaría General, el Consejo Europeo (jefes
de Estado/Gobierno) y el Consejo de la UE (ministros) tradicionalmente han trabajado en el mismo
edificio, Justus Lipsius. Desde 2017, sin embargo, se han habilitado dos edificios adicionales, uno de
ellos, el edificio Europa, es donde se organizan la mayoría de las reuniones del Consejo.

Sobre su naturaleza y relevancia, cabe decir que, por un lado, al igual que el Consejo Europeo, representa
a la voluntad de los Estados miembros, correspondiéndole el poder de decisión política, junto con el
Consejo Europeo, y, por otro lado, está formada por representantes gubernamentales y ministeriales de
los Estados miembros. Ello significa que actúan a partir de las instrucciones y mandatos imperativos
dados por los gobiernos que representan (en pocas palabras, dependen de sus jefes en el Consejo
Europeo).

El Consejo de la UE se organiza a base de programas (uno general y otro semestral). El programa general,
de 18 meses, se formula por un grupo predeterminado de 3 Estados miembros que vayan a ejercer la
Presidencia, mientras que el programa del semestre (6 meses) lo formula la presidencia de turno. En
cuanto a su funcionamiento diario, aunque es una institución única y colegiada, para su correcto y
eficiente funcionamiento, se divide en 10 formaciones (o consejos) diferentes. Estas formaciones o
consejos son fijos ateniendo a los diferentes ámbitos y grados competenciales. El Consejo de la UE está,
generalmente compuesto por 27 ministros, aunque estos van cambiando en función de su competencia
nacional en el tema objeto de discusión. Al igual que el resto de las instituciones europeas, el Consejo
de la UE también cuenta con la figura del presidente. La presidencia, no obstante, no es única y, en la
gran parte de los casos, no es permanente, sino rotatoria.

En el caso del Consejo de Asuntos Exteriores, la presidencia siempre la ostenta el Alto Representante de
la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad (que, a su vez, es miembro del Consejo Europeo y
vicepresidente de la Comisión Europea).

En el resto de las formaciones del Consejo, la presidencia va turnándose. Es decir, cada representante
del Estado miembro la ostenta durante 6 meses mediante un sistema de rotación decidido por el
Consejo Europeo.

La Comisión Europea, o Colegio de Comisarios, representa el interés común de la UE, y es el principal


órgano ejecutivo. Aplica el Derecho de la Unión, supervisa su cumplimiento y ejecuta sus políticas, y a
ella corresponde en exclusiva la iniciativa legislativa ante el Parlamento y la Comisión; sus miembros son
nombrados por los gobiernos nacionales.

Existe desde el nacimiento de la ahora llamada Unión Europea, aunque antaño (con los 9 países
originarios) se llamaba la Alta Autoridad. Es también un órgano colegiado, integrado por expertos que
velan por los intereses generales de la UE y los ciudadanos y garantizan el cumplimiento del Derecho de
la UE.

Actualmente está compuesta por un equipo de 27 expertos (también llamado colegio de comisarios),
uno por cada país de la UE (aunque son independientes y no ejercen sus funciones en calidad de nacional
del Estado miembro de dónde proceden). Entre estos 27, se encuentra un presidente, 8 vicepresidentes
y 18 comisarios.

El mandato de la Comisión es de 5 años (coincidiendo con el mandato del Parlamento Europeo). Se


nombra primero al presidente, luego este, tras un examen del Consejo de la UE y del Parlamento,
propone la lista completa de los integrantes del colegio, todos los miembros de la nueva Comisión (los
veintisiete comisarios, incluyendo al presidente y al alto representante en calidad de vicepresidente)
colegiadamente se someten al voto de aprobación del Parlamento, y, en caso de resultado positivo, el
Consejo de la UE oficialmente nombra a la Comisión.

La Comisión es una institución híbrida y tiene asignada funciones de diversa índole, aunque,
principalmente de naturaleza ejecutiva.
En definitiva, podríamos decir que la Comisión es la institución defensora del interés común de la UE y
la que controla, en primera instancia, la legalidad del Derecho constitutivo y derivado de la UE, con
funciones de control y de supervisión.

La Comisión es una institución independiente en el ejercicio de sus funciones (no solicitarán ni aceptarán
instrucciones, se abstendrán de todo acto incompatible, mantendrán un elevado grado de discreción y
honestidad, y, mientras dure su mandato, no podrán ejercer cualquier otra actividad profesional). En
caso de incumplimiento de dichas obligaciones el Tribunal de Justicia, a instancia del Consejo, por
mayoría simple o de la propia Comisión, podrá o bien declarar su cese o bien declarar la privación del
derecho a la pensión o de cualquier otro beneficio sustitutivo.

De manera similar a los ejecutivos nacionales, la Comisión Europea, para poder desempeñar, de manera
eficaz, su trabajo, se distribuye en distintos organismos por políticas llamadas Direcciones Generales (el
equivalente a los Ministerios). La Comisión Europea tiene 33 Direcciones Generales. Cada comisario, en
cuanto cargo político, está, generalmente, al frente de una Dirección General, aunque, por las líneas de
actuación, algunas son compartidas por varios. Además, para garantizar el nivel técnico y funcional, está
dirigidas por un director general. La Comisión Europea también cuenta con órganos y agencias ejecutivas
(6) y agencias independientes especializadas y descentralizadas.

La Comisión Europea es una de los órganos más sometidos a control de la UE. Existe un control interno
(con auditorías internas en cada Dirección General y un comité de seguimiento de las mismas), pero
también, un control externo, a través del:

• Tribunal de Justicia: mediante el control de legalidad y los recursos de anulación y omisión y


mediante la rendición de responsabilidad política y procedimientos de destitución por incumplir
con sus obligaciones;
• Tribunal de Cuentas: controlando la utilización de los fondos asignados;
• Defensor del Pueblo: mediante las quejas de mala administración por parte de ciudadanos
• Parlamento Europeo: obligándola a comparecer ante él, a presentar informes anuales o
interponiendo una moción de censura a la Comisión en su conjunto, como parte del control
político que ejerce sobre la misma.

El Tribunal de Justicia de la Unión Europea: El Tribunal de Justicia de la Unión Europea es otra institución
principal de la UE, compuesta por dos órganos judiciales: el Tribunal de Justicia y el Tribunal General. Al
igual que otras instituciones, esta institución principal ya existía desde el origen de la UE.

Aunque se podría clasificar como un tribunal internacional en cuanto a su fuente u origen normativo (ya
que fue creada por un tratado internacional), además de dirimir controversias entre Estados, en lo que
concierne al cumplimiento, por éstos, de las obligaciones resultantes de los Tratados, su naturaleza y
funcionamiento se acerca más a un órgano jurisdiccional nacional, incluso constitucional. Este es el caso,
por ejemplo, de la mitad de los recursos y acciones procesales que resuelve. En el ejercicio de sus
competencias, fija la legalidad del Derecho derivado de la UE y su conformidad con los Tratados
(pudiendo declarar nulo y sin valor normas u actos derivados de las instituciones europeas), e aclara,
como intérprete supremo, de manera independiente y autónoma el Derecho de la UE.

Tiene tres funciones principales, como autoridad jurisdiccional suprema de esta organización
supranacional:

• controla la legalidad de los actos de las instituciones de la Unión Europea;


• vela por que los Estados miembros respeten las obligaciones establecidas en los Tratados;
• interpreta, de manera uniforme, el Derecho de la Unión a instancia de los jueces nacionales.

Está encargado, por tanto, de lidiar, de manera contenciosa y prejudicial, con recursos de los Estados y
de las instituciones entre sí o de unos contra otros, recursos de los particulares (personas físicas o
jurídicas) contra los actos de los que sean destinatarios o que les afecten directa e individualmente,
recursos contra la institución, órgano u organismo que en violación del Tratado se abstuviera de
pronunciarse o dirigir un acto a una persona física o jurídica, y con la interpretación última del Derecho
de la Unión, e imponerla directa e inmediatamente a las jurisdiccionales nacionales. Los procedimientos
varían ligeramente según si se remiten recursos directos o indirectos, como es la famosa cuestión
prejudicial. Los procedimientos constan de una fase escrita, una fase oral, la presentación de unas
conclusiones (del Abogado General), deliberaciones por parte de los jueces y una sentencia.

En cuanto a su composición, existen diferencias entre los dos órganos que componen el Tribunal de
Justicia de la Unión Europea.

Tribunal de Justicia | 27 miembros

Tribunal General | 54 miembros

El Tribunal de Cuentas: es la institución independiente de control externo de la Unión Europea.


Comprueba que los ingresos de la Unión se han percibido correctamente, que sus gastos se han realizado
de manera legal y regular, y que la gestión financiera ha sido correcta. Realiza sus funciones de manera
independiente de las demás instituciones de la UE y de los gobiernos.

El Banco Central Europeo: es una institución independiente de la unión económica y monetaria a la que
pertenecen todos los Estados miembros de la UE. Toma sus decisiones sin solicitar ni aceptar
instrucciones de los Gobiernos ni de otras instituciones de la UE. Su principal objetivo es mantener la
estabilidad monetaria en la zona del euro garantizando que la inflación de los precios de consumo se
mantiene baja y estable.

El Derecho de la Unión Europea: El Derecho de la UE es de dos tipos: “primario” y “derivado”.

El Derecho primario son los tratados, que constituyen la base o las reglas fundamentales de toda la
actuación de la UE.

Los tratados son acuerdos vinculantes entre los países miembros. Establecen los objetivos de la UE, las
normas aplicables a sus instituciones, la manera en que se toman las decisiones y la relación existente
entre la Unión y sus países miembros. Según los tratados, las instituciones de la UE pueden adoptar
legislación, que los países miembros aplican a continuación.

El Derecho derivado nace de los principios y objetivos establecidos en los tratados y está compuesto por
los reglamentos, las directivas y las decisiones.

Reglamentos: Son actos legislativos vinculantes, que deben aplicarse en toda la Unión desde el
momento de su publicación.

Directivas: Son actos legislativos en los cuales se establecen objetivos que todos los países de la UE
deben cumplir, pero corresponde a cada país elaborar sus propias leyes sobre cómo alcanzar esos
objetivos, es decir, deben ser adoptados (“transpuestos”) por la legislación de cada país.

Decisiones: Son vinculantes para los destinatarios concretos a los que se dirigen (un país de la UE o una
empresa concreta) y son directamente aplicables.

Actos jurídicos no vinculantes son las Recomendaciones y los Dictámenes.

Comisión Europea, Servicio Editorial y Comunicación, La Unión Europea – Qué es y qué hace, 2022.
DERECHO AMBIENTAL INTERNACIONAL: El Derecho Internacional Público (DPI) “es el conjunto de
normas y principios de aplicación general que tienen por objeto regular la conducta de los Estados y
las organizaciones internacionales y de sus relaciones recíprocas, al igual que algunas de sus relaciones
con otras personas naturales o jurídicas”

Para contestar a aquellos que ponen en duda la existencia misma del DIP, es suficiente constatar que
“Las relaciones internacionales descansan en un orden legal, operan dentro de un marco legal, y se
realizan presuponiendo y asumiendo un conjunto de conceptos y principios de naturaleza legal que
orientan y limitan el comportamiento de los Estados. (…), basta imaginar cómo sería el mundo
desprovisto del orden, marco, conceptos y principios legales que únicamente le puede brindar el
Derecho Internacional” Estas reglas y principios tienen como finalidad primordial lograr y mantener la
paz social a nivel mundial, ahora bien, la consecución de la paz supone algo más que impedir o resolver
beligerancias entre Estados, deben también crearse las condiciones materiales para evitar tensiones,
fundamentalmente lograr el bienestar mundial o cuando menos la satisfacción de las necesidades
humanas básicas. Con este objeto se establecen relaciones internacionales para regular el intercambio
comercial, lograr el desarrollo económico, combatir las enfermedades o, ante las dimensiones y la
gravedad de los problemas ambientales (adelgazamiento y agujero de la capa de ozono, calentamiento
mundial, lluvia ácida, contaminación del agua, degradación de la tierra, etc), actuar contra la
degradación del ambiente y propender al desarrollo sostenible. Esto está explícitamente reconocido
en el Principio 25 de la declaración de Río: “La paz, el desarrollo y la protección del medio ambiente
son interdependientes e inseparables”.

¿QUÉ ES EL DERECHO AMBIENTAL INTERNACIONAL?: Siguiendo a GEIGEL LOPE-BELLO podemos


definir el Derecho Ambiental Internacional como el conjunto de normas y principios de aplicación
general que tienen por objeto regular la conducta de los Estados y las organizaciones internacionales
y de sus relaciones recíprocas, al igual que algunas de sus relaciones con otras personas naturales o
jurídicas para lograr un ambiente saludable y el desarrollo sostenible.

El derecho a gozar de un ambiente saludable, es uno de los llamados derechos humanos de tercera
generación, como lo son el derecho a la paz, al desarrollo y al patrimonio común de la humanidad.
Todos son denominados también derechos de solidaridad.

Este derecho a un ambiente saludable se vincula indisolublemente con los derechos a la vida y a la
salud, por ello la protección de este derecho humano comprende aquellos valores que han sido
tradicionalmente objeto de tutela jurídica por otros principios o cuerpos normativos: la vida humana
como un bien sagrado, la integridad física de la persona y la defensa de la vida y la salud; valores que
tienen su base internacional en importantes instrumentos internacionales.

El derecho humano fundamental a vivir en un ambiente mundialmente sano, debe ser considerado
como un requisito y fundamento para el ejercicio de los restantes derechos humanos, económicos y
políticos. Es necesario reconocer que un ambiente sano es condición sine qua non de la propia vida y
que ningún derecho podría ser ejercido en un ambiente degradado. Un razonable nivel de calidad
ambiental es un valor esencial para asegurar la supervivencia no solamente humana sino de toda la
biosfera.

RAZONES FÁCTICAS QUE SUSTENTAN AL DERECHO AMBIENTAL INTERNACIONAL: Existen también


razones fácticas que hacen indispensable la consagración de reglas y principios para regular las
conductas de los sujetos del Derecho Ambiental Internacional, puesto que la Naturaleza no se
corresponde con los límites políticos adoptados por los Estados, más aún, los ecosistemas existen
independientemente de cuántos Estados tienen jurisdicción sobre ellos (Amazonía, Chaco, Puna, etc.)
e inclusive respecto de zonas o recursos en los que ningún Estado ejerce soberanía (alta mar, espacio
ultraterrestre, especies migratorias); por eso es necesario que los Estados asuman compromisos que
les permitan velar por que las actividades que se lleven a cabo dentro de su territorio nacional y en
aquellas zonas donde ejercen soberanía y jurisdicción no afecten el equilibrio ecológico de otros países
o de zonas de jurisdicción internacional; asimismo, la actividad de cada Estado debe estar dirigida a
velar para que las actividades que se lleven a cabo en zonas donde no ejerce soberanía ni jurisdicción
no afecten el equilibrio ecológico de su país.

Ello sólo es posible mediante el acuerdo entre los Estados y los organismos internacionales, aprobando
reglas que tienen como objeto la protección de la Naturaleza y el desarrollo sostenible de los pueblos.

La función principal del Derecho Ambiental Internacional es entonces regular las actividades de los
sujetos del DIP en relación a los problemas ambientales, sobre todo aquellos de alcance mundial
(cambio climático, agotamiento de la capa de ozono, lluvia ácida, erosión de la diversidad biológica,
desertificación) y crear las condiciones para el desarrollo sostenible.

SUJETOS DEL DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO: Los sujetos del DIP por excelencia son los Estados,
pues son los protagonistas de las relaciones jurídicas internacionales, son sujetos plenos, en tanto que
son los únicos que pueden crear normas internacionales; sin embargo, contemporáneamente se ha
venido preocupando también de las instituciones internacionales y del individuo con mayor interés.

Así, por ejemplo, tenemos los organismos internacionales que son asociaciones voluntarias, en
principio de Estados, que tienen por objeto gestionar intereses comunes, poseen personalidad jurídica
y sus derechos y obligaciones están determinados por sus instrumentos constitutivos; como tal su
voluntad jurídica es diferente a la de los Estados que la integran.

Los hay de alcance mundial: Organización de las Naciones Unidas (ONU), Organización Internacional
del Trabajo (OIT), Organización Mundial de la Salud (OMS), Organización de la Aviación Civil
Internacional (OACI), Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO), Organización Internacional para la Agricultura y la Alimentación (FAO) Internacional de
Energía Atómica (OIEA), Organización Mundial de Comercio (OMC) etc. También pueden ser de alcance
regional o continental e inclusive transregional: Organización de Estados Americanos (OEA),
Organización para la Cooperación el Desarrollo Económico (OCDE), Comunidad Andina de Naciones
(CAN), Comunidades Europeas (CE), Organización de la Unidad Africana (OUA), etc.

Están también las Comunidades No Estatales, que son asociaciones de individuos dotados de
personalidad jurídica internacional (Iglesia Católica, por ejemplo).

Respecto de las personas se dijo que los individuos son sujetos en tanto destinatarios de las reglas
establecidas por el DIP, es decir, que las personas son sujetos no como miembros de una colectividad
determinada, de un Estado determinado, sino como miembros de la colectividad humana; por lo tanto,
carecen de personalidad jurídica internacional para presentarse directamente ante organismos
internacionales. Sin embargo, esta concepción ha ido siendo superada, hasta ser los individuos
considerados sujetos activos y no sólo como destinatarios de reglas; un signo de ello es la aceptación
de las reclamaciones de las personas naturales y jurídicas respecto de la violación de sus derechos
humanos ante tribunales internacionales. Además, una vez que el Estado al que tal individuo está
sometido aprueba, ratifica, acepta o adhiere a las reglas creadas por el DIP, éstas pasan a formar parte
del derecho nacional (derecho interno); constituyéndose a partir de que tales reglas entren en vigor
en sujeto con plenos derechos respecto de su Estado. “A partir de la creación de la Organización de las
Naciones Unidas, tomó ímpetu la revolución de los derechos humanos (…) despojando a los Estados
soberanos del espurio privilegio de ser los únicos poseedores de derechos protegidos por el Derecho
Internacional. Los Estados han tenido que concederles a los seres humanos ordinarios el status de
sujetos del Derecho Internacional, al igual que reconocer que los individuos ya no son simples objetos
ni meras marionetas en manos de los Estados”.

Inclusive la especie humana considerada en su totalidad y sin prescindencia de su pertenencia a Estado


alguno se ha constituido en sujeto del DIP, en tanto que se le atribuyen derechos; tal es el caso de la
Convención sobre Derecho del Mar (artículo 137) que proclama que corresponde a la humanidad el
área y los recursos del lecho marino y del subsuelo del océano ubicados más allá de los límites
jurisdiccionales nacionales.
Una categoría de sujeto del DIP que está cobrando cada vez mayor protagonismo son las
Organizaciones No Gubernamentales (ONG), denominación surgida de los foros de negociaciones
internacionales, justamente para diferenciarlas de aquellos sujetos más tradicionales del DIP, las
organizaciones intergubernamentales (FAO, PNUMA, PNUD, UNSO). Las ONG son personas jurídicas
de derecho interno dedicadas a fines altruistas, que están constituidas por individuos conforme con
las leyes de sus respectivos Estados (asociaciones civiles, fundaciones).

En tanto agentes dinamizadores de la participación ciudadana en la formulación y ejecución de


políticas públicas, han ganado un espacio en las relaciones jurídicas internacionales, participando en
los procesos de negociación de importantes tratados internacionales, así como en la Conferencia de
las Partes de éstos cuando entraron en vigor. Su estatus no es el de sujeto pleno, sino el de observador
porque no pueden crear obligaciones internacionales, están habilitados sólo para presenciar las
deliberaciones (salvo que los delegados que representan a los Estados lo juzguen impropio) y opinar
en aquellos momentos que les son destinados para el efecto. Una manera tradicional de participación
más activa de las ONG es mediante el cabildeo o influenciamiento (lobbying) a los delegados oficiales
del Estado al que pertenecen, a otros Estados extranjeros de manera individual, a las agrupaciones de
Estados (GRULAC, Grupo de los 77 y China, OCDE) o a las organizaciones internacionales (FAO, FIDA,
PNUMA, PNUD, UNSO). Un rol importante que también desempeñan las ONG es el de servir de nexo
entre las organizaciones comunitarias de base, la comunidad científica y las instancias políticas.

Finalmente encontramos a las organizaciones internacionales no gubernamentales, que están


conformadas generalmente por ONG de diferentes países, como la Red Internacional de ONG sobre
Desertificación (RIOD); aun cuando hay casos también, como el de la Unión Mundial para la Naturaleza
(UICN), que incluye a gobiernos de países, organismos gubernamentales y otras organizaciones no
gubernamentales de ámbito nacional o internacional, así como a universidades e institutos de
investigación.

FUENTES DEL DERECHO INTERNACIONAL PUBLICO: No existe instrumento alguno en el que conste
una enumeración de las fuentes, más allá de lo contemplado por el artículo 38 del Estatuto de la Corte
Internacional de Justicia, que establece una enumeración, no taxativa, de las fuentes del DIP a las que
deberá recurrir en caso de disputas que le sean sometidas. A estas fuentes se le suele denominar
fuentes tradicionales:

• Las Convenciones Internacionales, generales o particulares, que establezcan reglas


reconocidas expresamente por las partes en conflicto.
• La Costumbre Internacional, como prueba de una práctica generalmente aceptada como
derecho.
• Principios Generales de Derecho reconocidos por las naciones civilizadas.
• Jurisprudencia Internacional (decisiones judiciales) y las Doctrinas de los publicistas de mayor
competencia de las distintas naciones, como medios auxiliares para la determinación de las
normas del Derecho.

Cabe destacar que la norma también prevé que los Estados pueden someter su diferendo a la Corte
facultándola para que decida discrecionalmente el caso conforme a lo que considere justo y correcto
(ex aequo et bono), independientemente de lo que establezcan las reglas vigentes; siempre que las
partes expresamente le hayan conferido esta prerrogativa. No debe por ello confundírsele con la
equidad, que consiste en aplicar lo más justo para ambas partes dentro del marco de las normas
vigentes.

Los tratadistas mencionan otras fuentes, a las que denominan no tradicionales, como, las
declaraciones unilaterales de los Estados, las Decisiones de la Organización de las Naciones Unidas y
otras Organizaciones Internacionales de sistema, inclusive las declaraciones de las Organizaciones
Internacionales No Gubernamentales; las llamadas reglas de cortesía, etc.

• Los Tratados o Convenciones Internacionales son la principal fuente de DIP, debido a que
contienen compromisos expresos asumidos por los sujetos destinados a producir
determinados efectos jurídicos. Los Tratados tienen diferentes denominaciones, tales como
Convenio, Convención, Protocolo, Ajuste, Capitulación, Carta, Armisticio, Acuerdo,
Declaración, Estatuto, Concordato, Pacto, Compromiso, Cártel, Acta, etc. No hay ninguna
regla en DIP que imponga alguna de estas denominaciones, es más bien por usos y
costumbres que se acoge una denominación u otra. Así, tratándose de acuerdos entre jefes
militares se suele adoptar las denominaciones Capitulación, Cártel o Armisticio; mientras que
para designar los acuerdos de la Iglesia Católica con los Estados se utiliza el término
Concordato; y para el sometimiento a la Corte Internacional de Justicia o a un Tribunal
Arbitral por parte de dos o más Estados en litigio, se utiliza la denominación Compromiso.

PRINCIPIOS DE DERECHO AMBIENTAL INTERNACIONAL

Principio de Responsabilidades comunes pero diferenciadas: Este principio nos informa que los
Estados deben asumir la tarea de conservar, proteger y restablecer la salud y la integridad de la
biosfera, de conformidad con sus responsabilidades comunes pero diferenciadas.

Principio de soberanía y responsabilidad ambiental: Según el cual, de conformidad con la Carta de las
Naciones Unidas y los principios del derecho internacional, los Estados tienen el derecho soberano de
aprovechar sus propios recursos según sus propias políticas ambientales y de desarrollo y,
correlativamente, la responsabilidad de velar porque las actividades realizadas dentro de su
jurisdicción o bajo su control no causen daños al medio ambiente de otros Estados o de zonas que
estén fuera de los límites de la jurisdicción nacional (Principio 2 de la Declaración de Río).

Principio de evaluación del impacto ambiental: Deberá emprenderse una evaluación del impacto
ambiental, en calidad de instrumento nacional, respecto de cualquier actividad propuesta que
probablemente haya de producir un impacto negativo considerable en el medio ambiente y que esté
sujeta a la decisión de una autoridad nacional competente (Principio 17 de la Declaración de Río).

Principio de notificación oportuna de impactos transfronterizos. Los Estados deberán notificar


inmediatamente a otros Estados de los desastres naturales u otras situaciones de emergencia que
puedan producir efectos nocivos súbitos en el medio ambiente de esos Estados. La comunidad
internacional deberá hacer todo lo posible por ayudar a los Estados que resulten afectados (Principio
18 de la Declaración de Río).

Principio de cooperación para la prevención del daño ambiental y su reparación: Todos los países,
grandes o pequeños, deben ocuparse con espíritu de cooperación y en pie de igualdad de las
cuestiones internacionales relativas a la protección y mejoramiento del medio. Es indispensable
cooperar, mediante acuerdos multilaterales o bilaterales o por otros medios apropiados, para
controlar, evitar, reducir y eliminar eficazmente los efectos perjudiciales que las actividades que se
realicen en cualquier esfera puedan tener para el medio, teniendo en cuenta debidamente la soberanía
y los intereses de todos los Estados (Principio 24 de la Declaración de Estocolmo).

Principio de coordinación institucional eficaz: Los Estados se asegurarán de que las organizaciones
internacionales realicen una labor coordinada, eficaz y dinámica en la conservación y mejoramiento
del medio (Principio 25 de la Declaración de Estocolmo).

Principio de desarrollo sostenible: Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones
relacionadas con el desarrollo sostenible. Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía
con la naturaleza (Principio 1 de la Declaración de Río). El derecho al desarrollo debe ejercerse en
forma tal que responda equitativamente a las necesidades de desarrollo y ambientales de las
generaciones presentes y futuras (Principio 3 de la Declaración de Río). A fin de alcanzar el desarrollo
sostenible, la protección del medio ambiente deberá constituir parte integrante del proceso de
desarrollo y no podrá considerarse en forma aislada (Principio 4 de la Declaración de Río).

CARACTERÍSTICAS DEL DERECHO AMBIENTAL: El Derecho Ambiental Internacional que es, no el que
debe ser, está caracterizado por:
a. Dispersión normativa: Significa la existencia de profusa cantidad de instrumentos jurídicos
(convenios, tratados, acuerdos, recomendaciones, declaraciones, informes, resoluciones) que
producen como efecto el de crear ilusión de una gran protección, seguridad y actividad jurídica
ambiental, cuando en realidad lo que persiste es una gran desorientación en cuanto a efectiva
aplicación se trata.

b. Actividad jurisdiccional internacional prácticamente nula en la materia: Cuando se ha aplicado


derecho internacional se lo ha hecho dentro del Derecho Internacional Privado, como en el caso de los
derrames petroleros "Torrey Canyon"(1967), "Amoco Cádiz" (1978), "Exxon Valdez" (1989), etc. El
Derecho Ambiental Internacional se ve privado de jurisdicción y jurisprudencia, sólo se lo aborda desde
el Arbitraje -uno de los medios establecidos en las Convenciones para dirimir las controversias-, que
consisten en arreglos amistosos o simples regateos en torno a la cuantía de las indemnizaciones,
transformando en ilusorios los derechos de la comunidad internacional a una vida saludable y
productiva en armonía con la naturaleza (Principio 1. Declaración de Río).

c. Ausencia y desaparición de las responsabilidades: Cuando han sucedido hechos con claras
negligencias, decisiones u opciones equivocadas que generarían responsabilidades, han sido tratadas
como supuestas catástrofes naturales. La existencia de más 154 instrumentos internacionales para la
protección del ambiente es un signo por demás elocuente de la cantidad de violaciones al Ambiente
que se han producido en el ámbito internacional -si no el planeta no estaría como está-, sin embargo,
la inexistencia de un órgano internacional específico para dirimir las controversias encuentra enormes
obstáculos para establecer la responsabilidad internacional de los nuevos sujetos del DAI.9

d. Protección ambiental consistente en bienes comunes o intereses generales de la Humanidad: Esto


merece dos consideraciones, una negativa y otra positiva. La primera consiste en que la creencia de
que los bienes protegidos son patrimonio común de la Humanidad ha traído aparejada evanescencia
en los deberes y derechos internacionales de los sujetos del Derecho Internacional. La segunda, la
instauración por parte de Naciones Unidas de que el ambiente es patrimonio común de la humanidad
otorgándole al individuo, a la persona humana, derechos para reclamar protección internacional como
miembro de esa humanidad, pero en cuanto a quién es el titular de la legitimación, todos y ninguno,
es decir todos son responsables y ninguno a la vez. El desafío es poner en marcha un sistema de
protección internacional ambiental que permita administrar los bienes comunes, pero esto choca con
el problema de la soberanía estatal, principio básico del Derecho Internacional Público Clásico que
todavía perdura, con la consecuente negativa de los Estados a ceder parte de sus competencias
ambientales, aunque sólo fuera para resolver los problemas globales.

e. La intergubernamentabilidad: La totalidad de los instrumentos internacionales para la protección


del ambiente son de característica intergubernamental, no supranacionales, no estableciendo
delegación de competencias en órganos jerárquicos superiores.

f. Funcionalismo orgánico: Los instrumentos internacionales para la protección del Ambiente


presuponen que las instituciones deben ser creadas en función de las necesidades que se pretende
satisfacer en forma conjunta. En consecuencia, cualquier incumplimiento de esas disposiciones resulta
imposible de resolver por inexistencia de un organismo que atienda las disputas. Salvo a través de
negociación interestatales como el Arbitraje.

g. Ausencia de la Costumbre como fuente en las nuevas áreas de protección del derecho
internacional ambiental: Ante todo, el derecho internacional era producto de la costumbre, de la
práctica consolidada por un período de tiempo y de la cortesía internacional. El derecho internacional,
en sus orígenes, era lo que los Estados acostumbraban a hacer, es decir, era costumbre, uso
inmemorial, o actos reiterados durante un largo período de tiempo. Pero luego el Derecho
internacional cristalizó en normas jurídicas esas costumbres y usos internacionales en un conjunto de
instrumentos jurídicos, esta acción constituye el proceso de positivación de normas jurídicas
internacionales que, ahora, aplicado al Ambiente y dentro del Derecho Internacional ha generado que
la costumbre sea producto de lo consensuado y plasmado en los instrumentos internacionales (Ej.:
Protocolo de Montreal relativo a las sustancias que agotan la Capa de Ozono de 1987). El Derecho
Ambiental Internacional convencional ha demostrado ser demasiado rígido, pero como fuente es
importante sobre todo de acuerdo a las posibilidades que ofrece la firma de acuerdos con alcance
supranacional, es decir con delegación de competencias. El Derecho Ambiental Internacional
Consuetudinario se encuentra estado naciente.

h. El consenso en la generación del «Derecho Blando» (sof law): Este derecho consiste en la
concertación de un compromiso más político que jurídico que emana de los instrumentos
internacionales para la protección del Ambiente. Esta característica de los instrumentos
internacionales ambientales, muchas veces criticada, posee la particularidad de permitir adoptar
compromisos políticos sobre las conductas futuras que tiene una gran importancia en el proceso de
formación de normas jurídicas tendientes a remover conductas que antes la comunidad internacional
no aceptaba. La regla del consenso para adoptar textos de derecho ambiental internacional es un
hallazgo válido de la diplomacia multilateral actual y consiste en un entendimiento que se alcanza sin
que ninguno de los participantes considere que necesita oponerse al Acuerdo para proteger su interés
y sin que ello signifique una adhesión absoluta de todos y cada uno de los participantes. Esta forma de
asentimiento es conocida con la frase «podría vivir con ese texto». Por otro lado, estas normas
presentan una utilidad indiscutible no sólo por su multiplicidad y por el hecho de remitir
permanentemente de unas a otras por el juego de referencias cruzadas sino, también, por el hecho de
que son preparadas, discutidas, comentadas y negociadas a todos los niveles por organizaciones
gubernamentales, no gubernamentales, Estados e individuos, que representan la conciencia colectiva.

i. Ineficacia en el cumplimiento de los tratados por ausencia de delegación de competencias


ambientales: Los mecanismos de solución de controversias que contienen los instrumentos
internacionales no establecen delegación de competencias en órganos jurisdiccionales internacionales
supranacionales. El Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, no ha sido hasta la fecha un
instrumento adecuado en esta tarea. Por el contrario, en su largo período de existencia desde 1922
hasta 1994 sólo había dictado 140 sentencias, a razón de dos por año. En cambio, el Tribunal de Justicia
de la Unión Europea, con competencia supranacional, ha demostrado su utilidad en materia ambiental
y, en lo relativo a la protección del Ambiente, cuenta con una jurisprudencia en la materia encabezada
por el caso líder Asunto 302/86 entre La Comisión vs. Dinamarca, sentencia del Tribunal de Justicia del
mes de Setiembre de 1988, donde el Tribunal reconoció expresamente la compatibilidad de
determinadas restricciones de naturaleza ambiental con la protección de los exportadores adoptando
pautas equilibradoras entre las normas del mercado común y la protección del Ambiente.11

j. Multi e interdisciplinario: Necesita del aporte de todas las demás disciplinas científicas, tales como
las biológicas, las físicas, las matemáticas, las médicas y las sociales, pues todos los sectores que la
integran, interaccionan creando interdependencia entre sí.12

k. Preventivo: Los objetivos del Derecho Ambiental Internacional son fundamentalmente preventivos.
En el Derecho Ambiental la coacción a posteriori resulta particularmente ineficaz porque la represión
podrá obtener una trascendencia moral pero difícilmente compensará daños, en muchos casos ya
irreparables.

h. Sistémico: Las disposiciones y normas internacionales, en general, están al servicio de la regulación


de los diferentes elementos y procesos naturales que componen el Ambiente natural y humano. La
regulación de conductas internacionales no se realiza aisladamente, sino teniendo en cuenta el
comportamiento de los elementos naturales y las interacciones determinadas en ellos como
consecuencia de la actividad antropogénica y natural.

Andaluz Carlos, Manual de derecho ambiental, 2006.

Servi Aldo, El Derecho Ambiental Internacional, 2019.

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