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RICARDO SADA

TREINTA Y TRES
ORACIONES
PARA DESPUÉS DE
COMULGAR

MINOS
Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Primera edición 2017.


Segunda reimpresión de la 1a edición 2018.
DERECHOS RESERVADOS
© 2017 Ricardo Sada Fernández Ciudad de
México
© 2018 Minos Tercer Milenio, S.A. de C.V. Augusto
Rodin 276, Col. Noche Buena, C.P.
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Diseño de interiores y forros:
Magdalena Álvarez Alpízar
Ilustraciones: María del Mar Chapa Hammeken
Malinche Comunicación
www.minostercermilenio.com
ISBN 978-607-432-230-9

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Sumario con enlaces


Presentación
Prólogo
Encuentros
1. Amor particular
2. Tu Hostia me sabe a fuego15
3. Fuera del mundo
4. Buscaré, Señor, tu Rostro
5. ¿A qué me sabes, Señor, cuando comulgo? 18
6. Hostia viva
7. Palpitante de amor
8. Pensar en Ti
9. Prisa en amarte
10. Sabrás que te quiero
Uniones
11. En mí respiras Tú
12. Tener tu Corazón
13. Solo contigo
14. Transformación
15. Me has llenado el alma
Recibir a un crucificado
16. Te recibo recién crucificado

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17. Dios sepultado


18. Voy considerando tus cinco llagas
Todo un Dios en mí
19. Emmanuel
20. Contigo, con el Padre y el Espíritu Santo
Personajes
21. Juan(recuerdos de la Cena)
22. Juan(nostalgia de ella)
23. Magdalena
24. Marta
25. Samaritana
María
26. Dame, Señora, tu Corazón
Diálogos
27. Sé mi todo(Diálogo)
28. Tener tu amor(Diálogo)
29. Amable y silencioso, Amigo que llegaste
De Jesús al alma
30. Con los ojos cerrados es como ve el amor(de Jesús
al alma)
31. Dime que sí(de Jesús al alma)
32. Soy Yo(de Jesús al alma)
Epílogo
33. No te vayas

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Notas

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

El amor a Cristo, que se ofrece por nosotros, nos impulsa a


saber encontrar, acabada la Misa, unos minutos para una
acción de gracias personal, íntima, que prolongue en el
silencio del corazón esa otra acción de gracias que es la
Eucaristía.
SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, n. 92.

Si hay un momento en nuestra vida espiritual, en nuestra


profesión cristiana, en nuestra adhesión a la Iglesia, en el que
hay que empeñar toda nuestra atención, nuestra conciencia,
nuestro fervor, es ésa de nuestra unión con Cristo Eucarístico.
BEATO PAULO VI, Homilía 22-IV-1967.

Los santos nos han dicho repetidamente que la acción de


gracias sacramental es para nosotros el momento más
precioso de la vida espiritual.
REGINALDO GARRIGOU-LAGRANGE, Las tres edades de la vida
interior, vol. I, p. 489.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Presentación
¿Qué decirle a Jesús, o cómo oírlo, al tenerlo
corporalmente dentro de nosotros luego de comulgar? Es
claro que cada uno le dirá lo que le salga del corazón, y se
dispondrá a oír lo que Él quiera comunicarle. De ahí que
estas oraciones no suplan la iniciativa ni el amor. Son tan
sólo andaduras que podrían resultar válidas en alguna
ocasión, por si el Espíritu Santo quiere servirse de ellas
para lograr un toque de unión en esos momentos. Por eso
se recomienda leerlas con actitud oracional, es decir, que
mientras los ojos recorren el texto, el corazón se encuentre
dispuesto a recibir. No se trata, pues, de aprender cosas
nuevas, sino de amar con las de siempre.
Es verdad de fe que toda moción sobrenatural es gracia,
regalo de Dios, que Él da como y cuando quiere. No está,
pues, obligado a concederlas por leer unas oraciones
determinadas. Pero también es cierto que Él concede más
fácilmente sus dones a quienes lo buscan. Por eso, si el
Espíritu Santo aprovecha cualquiera de estas plegarias para
encender una luz o un fuego de amor a Jesús, leerlas habrá
valido la pena.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Prólogo
En el momento de la comunión Jesús entra de tal modo en
nuestro corazón y en nuestra alma que nuestros afectos y
nuestros pensamientos pueden llamarse afectos suyos y
pensamientos suyos. Primeramente los tiene Él; después nos
los comunica según la medida actual de nuestro amor. Si
nuestro amor es desconfiado y timorato, si no hemos
aprendido que todo al fin consiste en querer a Jesús, Él se ve
forzado (contra su deseo más vehemente) a restringir sus
dones, limitándose a las estrechas dimensiones que le
presentamos. Yo respondo con el mismo amor al amor que se
me tiene, dijo un día a santa Catalina de Siena .
1

Pero si comulgamos desprendidos de las criaturas y de


nosotros mismos, si lo hacemos habiendo perdido el
sentido de la humana mesura, Él se entrega sin reservas,
como sólo un Dios sabe hacerlo. Establece una circulación
de vida, una comunicación de bienes y una unión de
intimidad que desafía toda expresión. Nuestra alma es
capaz entonces de producir flores y frutos, pensamientos
luminosos y actos de amor abrasadores. ¿Son nuestros? Sí,
porque nacen de nuestra inteligencia y de nuestro corazón,
pero de nuestra inteligencia unida a la Inteligencia de Jesús,
de nuestro corazón unido a su Corazón, de suerte que son
suyos como son nuestros. Juntos adoramos al Padre sin
otro afán, juntos amamos a cada hombre singular con el
amor de Él y así, juntos, nos entregamos sirviendo a todos.
Su amor y nuestro amor, su pensamiento y nuestro
pensamiento se elevan como una ofrenda única, porque la
intensidad del deseo produjo un fuego que fusionó los
corazones.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Nuestra admiración y nuestra gratitud a Jesús recibido en


la Hostia subirán de punto cuando consideremos que la
entrega de su Humanidad y de su Divinidad no sólo
transforman nuestra alma sino también de algún modo
nuestro cuerpo. Si Dios ha escogido el pan y el vino para hacer
de ellos, mediante una transformación maravillosa, un
alimento y una bebida celestiales, ¿no significará esto que
toda nuestra naturaleza, al tomar este alimento y esta bebida,
resultará también transformada? Así como Él, al venir al pan,
realiza la transformación de todo el pan, sin que quede nada
de su sustancia, ¿no sucederá que nuestra alma poco a poco va
cambiándose en el Alma de Cristo, nuestra sangre en la suya, y
nuestro cuerpo acabe transformado en las células del Hijo de
Dios? ¿O no saben —pregunta san Pablo— que sus miembros
son miembros de Cristo? El Pan de la Vida no se cambia en
2

nuestra naturaleza como los demás alimentos terrenales, sino


que nos transforma en él, conforme a lo que nuestro Señor
dijo a san Agustín: Y no me transformarás en ti, como alimento
de tu carne, sino que tú te transformarás en mí . Cuando dos
3

fuerzas chocan, la más poderosa transforma y modifica a la


inferior. La madera metida en el fuego se convierte en fuego, y
el mismo hierro, sometido a la acción abrasadora de la llama,
cambia sus propiedades por las del fuego. Si esto ocurre entre
dos elementos del mismo orden, ¿qué debemos pensar cuando
interviene la fuerza sobrenatural?
¿Qué es en realidad el Pan? El Cuerpo de Cristo. ¿Qué se
hacen los que comulgan? Cuerpo de Cristo (SAN JUAN
CRISÓSTOMO, Hom. sobre I Corintios, 24).
Matías Scheeben, teólogo del siglo XIX, abunda en el
misterio: “La sangre divina de Cristo, absorbida por nosotros,
es una prueba de que, después de la regeneración, la sangre
de la vida divina circula en nuestra alma y nos dará una
nobleza nueva” . El milagro de vida está en esa participación
4

en la santa Carne y en la santa Sangre de Cristo,

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

...porque el Verbo habita en nosotros, de modo divino,


por medio del Espíritu Santo, y de modo humano, por su
carne y por su sangre (SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA,
Contra Nestorio, 4).
Y continúa Scheeben: “El que nuestro cuerpo se una a la
sustancia del Cuerpo de Cristo no puede menos de ser una
prenda de que en realidad nos hemos hecho participantes de
la naturaleza divina” . Entonces resulta que ya no tenemos un
5

cuerpo terreno, porque el alimento recibido nos ha dado la


inmortalidad del Cuerpo de Jesús: El que come mi carne y bebe
mi sangre tendrá vida eterna, y yo lo resucitaré en el último
día .
6

La Eucaristía transforma en su propia grandeza, es decir,


en la inmortalidad, a cuantos la reciben (SAN CIRILO DE
ALEJANDRÍA, Comentario a Juan 10, 2).
Éste es el momento de máxima unión posible; de
transformación de mí en Él, de identificación, ya que no se
trata sólo de “una relación afectiva, sino participación
verdaderamente natural” (Ib.). Su presencia sacramental el
tiempo después de comulgar es una oportunidad sumamente
favorable para que, si Dios lo quiere, se produzca en nosotros
la unión por el amor. “La Eucaristía es el sacramento de
nuestra redención. Es el sacramento del Esposo, de la
Esposa” . Es el desposorio venerado de Cristo, Esposo divino,
7

que se une con el alma, su esposa, y que san Pablo, para


ensalzarlo, se ve precisado a exclamar: Grande es este
misterio .
8

Por eso el tiempo después de comulgar no es un tiempo


sólo para pedir y pedir cosas, como a veces hacemos, sino
sobre todo para sabernos amados por Él y para amarlo. Es
el descanso de tenerlo en cada uno después de mucho
tiempo de ferviente anhelo. Al fin y al cabo, de nuestra
parte lo único infinito que poseemos es el anhelo, y sólo la

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Eucaristía tiene el poder de colmar un anhelo infinito.


Además, en ese encuentro, el más feliz de los dos es
siempre Él, porque el grado de dicha en la unión depende
del deseo de ella: es siempre más feliz quien más amó. “La
concreción del amor trinitario se da en el misterio de la
Eucaristía”, dice san Juan Pablo II. Este sacramento está
para comprobar sensiblemente la verdad de que ni un sólo
instante desde la eternidad ha dejado de amarnos, ni dejará
nunca de hacerlo. Jesús no está de cualquier modo: está ahí
como siempre, palpitante de amor.
Entonces comprenderemos que nada terreno puede
compararse a la intimidad de esta unión, porque la
Humanidad Santísima actúa directamente en nuestra alma. La
unión del esposo y la esposa, la unión de mi alma con mi
cuerpo no son tan íntimas como la unión de mi alma con Jesús,
verdadero Dios y Hombre verdadero. Porque la gracia que me
comunica, fruto de su sacrificio, invade la esencia misma de mi
alma. Como el perfume empapa el lienzo en que se vierte,
como el rayo luminoso enciende el cristal, como el fuego
penetra el hierro haciéndolo fuego, así la gracia que me llega
por la comunión, deslizándose en mi alma, se apodera de ella
para hacerla una con Dios, para “transformarla en Dios, para
embriagarla de Dios” .9

¿Qué mal nuestro puede subsistir o qué influjo exterior


podrá dañarnos cuando Cristo mismo está entrañado en
nosotros y se derrama por todas nuestras articulaciones,
ocupa lo más íntimo de nuestro ser y nos envuelve en Sí
mismo?... Es el Huésped divino que llena todo el albergue... no
recibimos algo suyo, sino a Él mismo. No alguno de sus rayos o
destellos de su luz, sino que albergamos en nuestros pechos al
mismo disco solar. De manera que lo habitamos y somos
habitados y llegamos a ser con Él un solo y único Espíritu (I
Cor. 6, 17). En el mismo instante se espiritualizan alma y
cuerpo y todas las potencias. Porque mi alma se compenetra

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con su alma, mi cuerpo con su cuerpo y mi sangre con su


sangre... ¡Oh sublimidad de los Misterios! ¡Que la inteligencia
de Cristo se fusione con mi inteligencia y su Voluntad con
nuestra voluntad. ¡Su Cuerpo se confunda con nuestro cuerpo
y su Sangre con nuestra sangre! ¡Oh maravilla de nuestra
inteligencia bajo el imperio de la inteligencia divina! ¡Oh
excelsitud de nuestra voluntad transverberada por los rayos
de aquella voluntad gloriosa! ¡Nuestra arcilla calcinada por el
fuego devorador! Así puntualmente sucede. San Pablo es
quien nos lo afirma diciendo que no tenía inteligencia ni
voluntad ni vida propia, sino que Cristo era su vida, su
voluntad y su inteligencia. Dice: Tenemos la inteligencia de
Jesucristo (I Cor. 2, 16). Y en otro lugar: ¿Buscan una prueba de
que Cristo habla en mí? (II Cor. 13, 3). Y también: Creo tener el
Espíritu de Dios (I Cor. 7, 40). Y: Los amo en las entrañas de
Jesucristo (Fil., 1, 8). Por donde se ve claro que tenía una
misma voluntad con Él. Y como fórmula que lo concluye todo:
“Vivo, pero no yo. Cristo es quien vive en mí” (Gál 2, 20) .
10

La gracia de la unión eucarística es verdaderamente


nuestra vida, nuestra verdadera vida, mucho más de lo que lo
es la vida de nuestro cuerpo o hasta la misma vida natural de
nuestro espíritu. Ella es el yo de mi yo, el alma de mi alma, de
suerte que en su última profundidad, en su centro más
interior, en su más secreta intimidad, mi vida es la gracia que
me trae la hostia. Mi vivir es Cristo , descubre san Pablo y, con
11

la misma verdad e igual alegría interior puedo expresar lo


mismo: Mi vida es la Eucaristía, y no haré sino repetir lo que
nuestro Señor había dicho primero: Quien me come vivirá por
Mí .
12

Entonces nos invadirá el estupor que muchas veces


paraliza a los santos: Dios en la Hostia les está sujeto. Jesús es
su súbdito: obedece sus órdenes, atiende sus deseos. En
realidad no puede menos que hacerlo, porque Él, Jesús, nunca
deja de realizar nada de cuanto se le pide si aquello procede

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

del amor. Como lo que le indican los santos tiene ese origen, y
ese origen conecta con la fuente de la gracia que es el Amor
del Padre, Jesús nunca se niega. Aún más: no puede negarse.
Igual ocurrirá ahora con nosotros, si queremos, y nuestra vida
se llenará de eficacia, porque todo lo que pedimos —si
procede de nuestra alma inflamada por el amor— se nos
otorgará: Cuanto pidan al Padre se los dará en mi nombre.
Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre; pidan y
recibirán, para que su gozo sea cumplido .13

Así se desplegará la confianza en nuestra acción de


gracias luego de comulgar y cuando, pongamos por caso,
recibamos a Jesús en la Hostia, podremos darle un título
que proceda como efecto del amor de esas jornadas. Tal
hacen los que se quieren, mintiéndose, pidiéndole prestado
al diccionario los vocablos más audaces para llamarse entre
sí: mi cielo, mi vida, mi tesoro, mi sol... Si nuestra
denominación proviene del amor sin falla, Jesús se
encargará de hacerla efectiva para nosotros... y entonces al
sentir —digamos un ejemplo— lo grave de nuestros males
—o la enfermedad de otros— podremos ese día —
encendidos de fe y amor— llamarlo Médico divino, y
desplegará su eficacia curativa en esos corazones. Otras
veces será nuestro el gozo de decirle sencillamente mi Jesús,
porque Él, don del Padre, ha querido sernos nuestro. O a
veces tendremos que llamarlo Señor, Dueño, Amo, pues
deseamos manifestarle nuestra sumisión amorosa, y es que
estamos cansados del error, hartos ya de nuestras
precipitaciones instintivas y no deseamos sino actuar en
adelante por los movimientos de la gracia. Volveremos
entonces muchas veces a nuestro Amo la mirada, como mira
el niño pequeño a su padre para conseguir aprobación
antes de hacer algo, y será ésa una prueba clara que lo
amamos más que a nosotros mismos. Jesús será otras

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

veces... Inspirador... Cautivador... Maestro... Amado... incluso


podremos decirle que Él en la Hostia es nuestro Corazón,
porque viene a ocupar el lugar del nuestro, que ya no existe.
En este encuentro íntimo con Jesús instauramos un
intercambio interno y recíproco con el gran nuevo Yo porque
todo lo mío es Suyo: en mi vida vive, en mi muerte muere, en
el mío late su Corazón. Tú eres mío, contigo yo respiro, le dice
Manzoni a Jesús en sus Estrofas. Y es que la fuerza de
compenetración es tal “que estamos llamados a no ser más
que una sola cosa con Él, de modo que todo lo que Cristo vivió
hace que podamos vivirlo en Él y que Él lo viva en nosotros” .14

Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes,
los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son
míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías, y el
mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y
todo para mí (SAN JUAN DE LA CRUZ, Dichos de luz y
amor, n. 26).
Lo que más importa en este intercambio recíproco no es
tanto que lo mío sea suyo sino, sobre todo, que lo de Él —la
plenitud de perfección de Dios— resulta que ahora es mío,
porque Dios es mío. Estamos en el fondo del sentido del
amor; hemos comprendido su lenguaje, que es el que habla
Él y el que se habla en su Reino. Dios nos da todo lo suyo y
nosotros le damos todo lo nuestro. No hay de nuestra parte
reserva alguna de espacio al egoísmo: el amor es total
donación o no es verdadero amor, y las riquezas que
despliega el Amor en nuestros corazones van siendo
aprovechadas por las almas que en la unión eucarística se
han hecho pequeñas, pues los niños dominan con su amor
la infinita fuerza de su Padre-Dios.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

No olvides, niño bobo, que el Amor te ha hecho


omnipotente (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Camino, n.
875).

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Encuentros

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

1. Amor particular
De su plenitud recibimos todos, gracia tras gracia
(Juan 1, 16).

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

La luz de tu mirada que me regalas en cada instante se


materializa en esta comunión.
Tu Amor siempre total me lo concretas hoy en este Pan.
Materia que contiene tu divinidad. He recibido tu Cuerpo en
mí. La Forma blanca en que me amas con Amor particular.
Llegaste a mí así como preciso, dándome exactamente
aquello que me falta, aunque yo no sepa siquiera lo que es.
Tú hoy no eres igual para mí que para otro, ni tu Amor se
expresa hoy igual que ayer. Te enamoras de mí en cada
instante; lo infinito de tu Amor hace el prodigio.
Cada vez que comulgo me das tu Amor recién
inaugurado. Sólo quiero que llegue tu acción a donde
intenta: a mí sólo me pides dejarme amar.
¿Cómo me amas, Jesús, en este instante? ¿Cómo he de
entender el Amor particular que me has traído en esta
comunión?

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2. Tu Hostia me sabe a fuego15

Tu Hostia me sabe a fuego.


A fuego de tu pasión de amor en que consiste tu esencia.
Hoy me sabe a fuego tu acción por dentro, a fuego que no
cesa y que no mengua.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Tu Hostia me sabe a fuego.


A fuego de tu pasión de amor que me quema
íntimamente en esta Comunión.
Tú eres amor y el amor es éxtasis. Sales de Ti en
movimiento incesante de donación y entrega.
Remueve Tú, Fuego de Amor, las fibras de mi ser, para
que nada sea pasividad o rémora.
Quema hasta limpiar toda impureza en estos momentos
de fuego de tu amor sacramentado.
No quiero distracción que apague tus llamas ardientes,
ni tibieza que enfríe la intensidad de tu Amor.
Así serás para mí entonces no sólo fuego purificador;
sino que llegarás hasta el final invadiéndome de tal manera
que acabe yo siendo fuego también. Nuestro Dios es fuego
devorador (Heb. 12, 29).
Atizaré tu fuego con mis ansias de amarte en este
momento que estás quemándome en el pecho.
Continuaré el día entero con el fuego encendido por el
mínimo soplo de mi correspondencia. Lo atizaré también
con mi miseria. Quizá sea éste el secreto para que el
incendio dure. Porque hoy tienes mucha miseria que
quemar, Hostia de fuego.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

3. Fuera del mundo


El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene vida
eterna (Juan 6, 54).

Fuera del mundo. Ahora que te tengo dentro, Jesús


glorioso que vives en el Cielo, me llevas hasta Ti fuera del
mundo. Estoy ya contigo, estamos en tu gloria.
Me la has anticipado en esta comunión: ahora estoy en el
Cielo porque estoy contigo. Gracias por el Cielo que me
traes en cada comunión, gracias por el prodigio de meterme
en él... ahora.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Fuera del mundo, con la Hostia que preludia mi


bienaventuranza. Juntos Tú y yo ya para siempre, con la
fuerza de una unión que me transporta. Haz hecho de mi
alma el Cielo, fuera del mundo, porque estás en mí, que eres
el Cielo.
Fuera del mundo, viviendo el mundo nuevo de la fe y del
amor donde me tienes. En tu Cielo estamos, con el Padre y
el Espíritu Santo, con María y con José, y con los ángeles y
santos todos.
Tú en mí, que eres en el Cielo.
Yo en Ti, que tengo el Cielo.
Fuera del mundo, Tú y yo, nosotros dos, fuera del mundo,
fuera del mundo, fuera del mundo. Por esta Hostia, con esta
Hostia, en esta Hostia.
Por esta Hostia, que rompe mis ataduras de espacio y de
tiempo.
Con esta Hostia, que me mete contigo en tu Cielo.
En esta Hostia, que me enciende en el gozo de tu Amor.
¡Oh fuerza de un Amor que tiene prisa por amar! No
quisiste esperar a nuestro encuentro luego de la muerte, y
tu ansia me une a Ti ya desde ahora, anticipadamente. ¡Me
amas tanto que tengo ya tu Cielo! Gracias por la Hostia de
Cielo que me trajiste hoy.
Gracias por tu Amor ansioso de la unión.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

4. Buscaré, Señor, tu Rostro


“A través de los signos de su presencia, es el
Rostro del Señor lo que buscamos” (Catecismo de la
Iglesia Católica, n. 2656).

Con tu presencia en mí se me enciende el ansia de


contemplar tu Rostro. Lo único infinito que poseo es mi
deseo.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Quiero ver tu Rostro, Señor, que me inhabitas.


Hoy me has comunicado la luz que enjoya mis tinieblas:
ilumina tu Faz para que se me revele hoy.
Dios hizo brillar su luz en nuestros corazones, para que
resplandezca el conocimiento de Dios en la Faz de Jesucristo .
16

Son anhelos de conocerte, de contemplarte, de poseerte.


Quiero ver tu Rostro con la luz de esta Eucaristía. Enjoya
mis tinieblas con tu luz.
Aunque la noche esté fuera, el día crece por dentro.
“Vultum tuum, Dómine, requiram”. ‘Buscaré, Señor, tu
Rostro’ .
17

Con esta cercanía de tu Pan en mí. Porque Tú tienes un


Rostro oculto en esta Hostia. Quiero verlo con la luz que me
trajiste. Descubrirlo vivo en mi interior. Realizado con la
fuerza de mi amor.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

5. ¿A qué me sabes, Señor, cuando


comulgo? 18
Nos has dado, Señor, un pan del cielo.
Que guarda en sí todo deleite (Sabiduría 16, 20).

Se me ha quedado en mi boca el sabor de tu Hostia. Que


no termine nunca para mí este sabor, y pueda gustar
siempre tu dulzura.
¿A qué me sabes, Señor, cuando comulgo? ¿A qué me
sabes hoy, a qué me sabe esta dulzura tuya?

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Hoy... apenas advierto tu sabor en mí. Me conmueve


pensar que Tú, Omnipotencia llena de perfección, puedas
saberme a algo. Dios que se abaja hasta la materialidad de
compartir su Ser con el sabor del pan. Aunque sea tan
burdo mi sentido del gusto, Tú me lo diste y me sirve, en su
levedad de hoy, para saberte en mí.
Aunque... es muy tenue el gusto de tu presencia hoy. Será
quizá por mi dispersión o por mis miedos. Pues otros días
me sabes con sabor más fuerte, sabor a Cristo de ansias y
de fuegos. A veces me sabes a finuras, Cristo de dulces
consuelos. Hoy me sabes... muy suave... quizá porque el
lenguaje de los enamorados es el silencio, que sin palabras
se dicen todo. Tú eres amado sólo por aquellos que
adivinan en secreto tu silenciosa cercanía, el ligerísimo
sabor en que te escondes. Quiero saber amarte en el amor
silencioso de esta comunión, deletreando el lenguaje del
callado amor con que me hablas hoy. Es el mejor modo en
que se te oye, el del silencio de los enamorados.
Gracias por tu dulce silencio que a vida eterna sabe. Gracias
por el suave sabor de tu presencia hoy. Gracias por todos tus
sabores, el de ayer y el de mañana; el distinto sabor de cada
día. Y es que nada sabe como sabe tu amor. Porque siempre
me sabes a Jesús. Y yo me gozo cada día paladeando tus
sabores: omne delectamentum in se habentem . Déjame para
19

siempre el sabor de Ti, todo deleite.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

6. Hostia viva
Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo. Si alguno
come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que
yo le daré es mi carne, para la vida del mundo... así

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

como el Padre vive, y yo vivo por el Padre, el que me


come vivirá por mí (Juan 6, 51-58).

Yo soy el Pan vivo.


Tú eres el Pan vivo que en esta comunión bajó del cielo a
mi alma. Dios vivo; vivo estás en el Pan que me alimenta.
Pan vivo que tiene en Sí la plenitud de vida. Hoy llegas
hasta mí para comunicármela: Haz que mi alma de Ti viva, y
que siempre saboree tu dulzura . 20

No quiero vivir de nada ni de nadie más. ¡Sólo de Ti


quiero vivir, vivir de Ti en esta unión y para siempre!
¡Víveme con tu vida; víveme Tú, que eres mi vida!
Pan vivo; en este Pan me das tu Vida. Porque te como,
tengo tu Vida. Todo lo tuyo es mío: tu Vida es mía.
Como el Padre vive, y yo vivo por el Padre, así el que me
come vivirá por mí.
¡De tu Vida vivo, Dios que me das tu vida!
De tu Vida vivo, Dios vivo, de tu Vida vivo. Víveme sólo de
tu Vida, porque sin ella desfallece mi alma: Mi alma está
sedienta del Dios, del Dios que da la vida .
21

Sé Tú el aire que respiro y el sol que me ilumina. ¡Sé mi


atmósfera y todo cuanto me envuelve! ¡Sé la fuerza que me
alienta y el rumbo de mis pasos!
Víveme para que de ti viva. Mihi vivere Christus est ; mi22

vivir, Cristo, eres Tú. En mi vida vives, en mis venas bulle tu


sangre, en mis latidos late tu Corazón.
Vivifícame con tu Vida, Dios vivo en el Pan inerte. Vivifica
toda expresión de la vida mía, víveme mis pensamientos y
cada impulso de mi sensibilidad.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Víveme vivificándome, Dios vivo en el Pan inerte. Sé mi


vida. Víveme, Hostia viva. Hostia viva, víveme; víveme,
Hostia viva.
¡Qué alegría vivir sintiéndome vivido! Rendirme a la
gran certidumbre de que otra Vida, en mí, me está viviendo.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

7. Palpitante de amor
Nosotros hemos creído el Amor que Dios nos tiene (I
Juan 4, 16)
Has llegado hasta mí, palpitante de amor.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Misericordia infinita que se entrega palpitante de amor a


la miseria. Y el prodigio me confunde y me conmueve.
Palpitante de amor estás en mí, palpitante de amor,
palpitante de amor, palpitante de amor.
Tu sacrificio de hoy al Padre y tu donación a mí son
palpitaciones de amor. De un amor tan inmenso que palpita
también después de muerto. Víctima que se inmola
ardientemente, anhelantemente. Víctima que añade a su
entrega la palpitación del amor.
Gracias, Hostia inmolada hasta ese extremo por mi amor.
Hasta esas palpitaciones de amor que en este instante me
palpitan dentro.
¡Oh prodigio de un amor que así palpita! Palpitante de
amor desde la Cruz; palpitante de amor aquí en mi pecho.
Me sirve pensarte palpitante de amor. Es un reclamo a mi
respuesta total. Responder con delirio a tu delirio.
Sintonizando yo a la arrolladora fuerza de tu amor. Choque
de fuerzas: la tuya que me absorbe, destruyéndome.
Holocausto de respuesta, palpitación del amor.
Quisiera ahora revolucionar mi corazón hasta armonizar
con el tuyo en su pasión de amor. Si Tú estás palpitante de
amor en esta Hostia, habré yo de elevar hasta ese grado la
palpitación de mi amor. Sería triste que a esa intensa
palpitación de amor respondiera yo con una apática rutina.
Demasiado triste.
Te tengo en mí, amándome con la infinita ansia de un
Corazón divino. Corazón que ama con toda la pasión
posible, más allá de cuanto pueda nadie soñar o imaginar.
Palpita de amor tu Corazón desde el Sagrario. Palpita ahora
de amor por mí aquí en mi pecho.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

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8. Pensar en Ti
Padre, Yo quiero que los que Tú me diste estén
siempre conmigo, donde Yo estoy (Juan 17, 24).

Ahora que te tengo dentro sólo quiero pensar en Ti.


Invade todo mi ámbito interior con la sola realidad de tu
presencia.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Pensar en Ti. Pensar en tu Rostro. Pensar que me miras.


Pensar en tus ojos. Pensar que sonríes. Pensar en tu Amor.
Pensar que llegaste. Pensar que te quedas. Pensar que
descansas. Pensar que te alegras. Y me haces feliz.
Pensar en Ti, sólo en Ti. En Ti, Carne y Sangre de María,
siempre Virgen. Carne y Sangre ahora en mí. En mi carne tu
Carne, en mi sangre tu Sangre, en mi alma tu Alma. En mi
nada mi Dios.
Pensar que eres Tú, Dios que me diviniza. Pensar en tu
Vida, que vive la mía. Pensar que me unes. Pensar que
fusionas. Pensar que eres Tú.
Tú por mí. Sólo Tú. Siempre Tú.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

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9. Prisa en amarte
“De ahora en adelante, tened prisa en amar” (SAN
JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, n. 74).

Jesús, estoy con prisa. Se me ha metido dentro la prisa de


irme. Levantarme cuanto antes y continuar el curso de mis
actividades de hoy.
Es verdad que me apremia el tiempo y no tengo para
darte ahora un amor sereno. Que me esperan muy pronto la
urgencia de asuntos y la atención a los demás. Y la prisa de
fuera se me ha metido al corazón.
Estas prisas nerviosas al final no me dejan nada. O sí,
algo, y no precisamente grato: el corazón seco. ¡Prisa en
amarte he de tener, Señor que ahora me invades!
Debo irme ya. Cuanto antes. Pero vente conmigo.
Quisiera permanecer aquí mucho más, serenamente.
Aunque estos poquísimos segundos podrían llenarse con
actos de amor intenso. ¡Te amo, Señor, te amo, te amo con
mi prisa! ¡Revoluciono mi corazón para decírtelo deprisa!
Ya me voy. Pero vámonos juntos. No quiero que esta
prisa mía disuelva nuestra unión. Conéctame la cabeza pero
sobre todo conéctame el corazón. Con el tuyo. Con tu amor.
Sé que lograrás que permanezcamos unidos por encima de
mis distracciones. Ocúpame Tú. Como te tengo, lléname.
¡Porque tengo prisa, deprisa te pido que me llenes!
Así estaremos juntos. O mejor, siendo uno. Habla hoy con
mis palabras, trabaja con mis manos, cánsate con mi
cuerpo. Yo te pensaré hasta ser Tú. Con prisa en pensarte.
Con prisa en tenerte. Repitiéndote: mi única prisa es la

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prisa de amarte. ¡Y ahora sólo puedo amarte con este amor


deprisa!

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10. Sabrás que te quiero

Estar contigo, Señor, que te he comido.


Sé que eso te basta de mí en este instante: que esté contigo.
Que esté contigo, Jesús en mí presente.
Porque resulta muy fácil contentarte y dar consuelo a tu
Corazón: basta que estemos.
Y es que tu amor —como todo amor— es unión. Me lo
confirmas ahora dejando que te comiera yo.
¿Qué te diré yo entonces, Jesús, que te he comido?
¿Qué te diré ahora, sabiéndome a Ti unido? ¡Que te quiero,
Señor, que yo te quiero!
Si te comí, me uniste.
Porque me uniste, me amas. ¡Porque te tengo te amo!
Que te quiero, Señor, que yo te quiero.
De mi parte pondré la pasión. Perderé ante Ti toda
formalidad, toda figura, toda vergüenza. Porque quiero
quererte intensa, apasionadamente. Sin límite y sin medida.
Quererte a Ti como me quieres Tú.
Con la locura que me lleve a despreciar por Ti todos los
demás amores.
Con el amor que me haga padecer por Ti toda suerte de
dolores.
Porque te quiero, Jesús, porque te quiero.
No sé decirte nada más.
Me parezco a esos personajes miserables que pretenden el
amor de una princesa sin otro título ni más argumento que
lo genuino de su amor. Harapos, tosquedad, deficiencia...

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

pero que aman. Y, aunque son indignos, persisten. Y al


final... consiguen.
De mí lo mismo: montañas de miseria, verdad de pobre
amor. Esperanza, ilusión de cumplimiento. Para quererte
siempre. Aunque mis obras reflejen lo contrario. Aunque
parezca mentira la verdad de que te quiero.
Pero te quiero.
A pesar de todo, lo sabes: Tú sabes que te quiero.
Si te comí, me uniste.
Porque me uniste, me amas. ¡Porque te tengo te amo!
Que te quiero, Señor, que yo te quiero
Yo sé que volverás cuando amanezca,
vigilante, la cita no ha cambiado.

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Uniones

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11. En mí respiras Tú
El que come mi Carne y bebe mi Sangre permanece
en Mí, y Yo en él (Juan 6, 56).

En mí respiras Tú.
Me unes de tal modo en este instante que tu ser se
confunde con el mío. En mí respiras Tú.
En mí percibo el calor de tu presencia, y es tu Sangre la
que hoy corre por mis venas. En mi vida vives, en mi
muerte mueres, en mi pecho late tu Corazón.
No permitas que languidezca mi unión contigo. En mí
respiras Tú.
Oigo el jadeo de tu respiración y el ritmo de tu palpitar.
Porque eres Tú. Tú en mí.
Porque eres Tú el que hoy ve a través de mi mirada y son
tus huellas las que dejan hoy mis pasos. Porque hoy mis
células se cambian por las tuyas, mi alma por tu Alma, mi
nada por tu Yo.
De dos uno. Es la unión que hace el Amor.
En mí respiras Tú. En mí Tú. Hasta ser el mismo.
Indistintamente. Continuadamente.
No más yo, sólo Tú.
La fuerza de tu Hostia, el ansia de tu Amor.
Respiras Tú.
En mi pecho late tu Corazón.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Amas Tú, hablas Tú, trabajas Tú.


Respiras Tú.
Regalo de mi yo. Aniquilación. Desaparición.
Resurrección.
Tú.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

12. Tener tu Corazón


“El don, antes de ser otorgado, es del que lo posee,
pero después que ha sido dado, es también del que
lo recibe” (SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th., q. 106,
a. 4).

Con el Pan que me alimenta recibí


también tu Corazón.
Si tengo tu Persona, tengo tu Corazón.
¡Hazte encuentro con mi barro y ensaya en mí tus secretos!
Es mío ahora tu Corazón.
Para amarme.
Para darme el más dulce de los besos.

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Con la inefable ternura de un infinito Amor.


¡Amor que todo lo llenas
con tus dulcísimos besos,
besos que rompen el alma
y la escarchan de luceros!
Aunque yo no lo merezca porque me he cerrado muchas
veces al despliegue de tu don. Por no haber creído antes
que en el Pan recibí también tu Corazón. Por haber tenido
miedo a la fuerza de tu Amor.

¡Hazte encuentro con mi barro y ensaya en mí tus


secretos!

Es mío ahora tu Corazón.


Para amarme.
Para darme el más dulce de los besos.
Con la inefable ternura de un infinito Amor.
¡Amor que todo lo llenas
con tus dulcísimos besos,
besos que rompen el alma
y la escarchan de luceros!

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

13. Solo contigo


Tú, Padre, en Mí, y Yo en ellos (Juan 17, 23).

Ahora quiero estar solo contigo.


Solo contigo, Jesús.
Estar contigo.
Tú y yo. Solos los dos.
Gozar de tu compañía.
Sin que me importe el transcurrir del tiempo, ni tampoco el
pasado ni el futuro.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Porque sé que en este instante me acompañas. Y me amas.


Y me unes.
Estar contigo.
No quiero estar con nadie ni con nada más.
Contigo, Cristo.
Sólo quiero en silencio gozar de tu presencia.
En silencio por el pasmo de saberte en mí.
¡Este increíble prodigio de tu Hostia!
¡Este habitarme Dios en mis entrañas!
Tú en mí.
Jesús, ahora en mí. Lo creo con una certeza mayor a
cualquier certeza de la tierra. Por eso te digo que me basta
simplemente tu presencia.
Y me colma, hasta hacerme saltar de dicha el corazón.
En este instante nadie ni nada más. Sólo Tú.
Tampoco para Ti existe ahora nadie
ni nada más: sólo yo.
Tú y yo.
Gozo en silencio de tu presencia amable.
¡Este Amor infinito en que me pierdo!
¡Esta dicha inefable de estar juntos! transformo en Ti.
En tu Carne.
En tu Sangre.
En tu Alma. En mi Dios.

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14. Transformación
“...para que fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre
de tu Hijo y llenos del Espíritu Santo, formemos en
Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu” (Plegaria
Eucarística III).

Señor mío y Dios mío: creo firmemente que me transformo


en Ti.
En tu Carne.
En tu Sangre.
En tu Alma.
En mi Dios.

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Consuma nuestra identidad sin que mi distracción te limite,


sin que te frene la pobreza de mi respuesta... sigue, sigue
ahora haciéndome ser Tú, con tu infinita fuerza y con tu
infinita suavidad.
Señor mío y Dios mío: creo firmemente que me transformo
en Ti.
Con esta Hostia el prodigio.
Por mi carne tu Carne, por mi sangre tu Sangre, por mi alma
tu Alma. Por mi nada tu Yo.
Uno contigo hasta disolverme en Ti: de mi gota tu río, de mi
chispa tu hoguera, de mi rayo tu sol.
Señor mío y Dios mío: creo firmemente que me transformo
en Ti.
¡Es maravilloso que en este instante Tú y yo seamos uno!
¡Los dos un solo latido, un solo deseo, una sola respiración,
una misma mirada! ¡Una sola persona, idéntico ser!
Señor mío y Dios mío: creo firmemente que me transformo
en Ti. No deseo nada más; dejo en tus manos cuanto soy y
cuanto tengo. Ahora sólo quiero perderme en tu Ser,
porque tu Ser está en el mío, actuándome con su poder
infinito, llenándome de su presencia salvadora, redentora,
transformante. Resuelve, Señor, hasta el final nuestra
disolución, enciende más y más el fuego de amor que me
haces Tú en esta comunión. Así María será mi madre, pues
en Ti me reconocerá como hijo. Y siendo Tú y yo uno y el
mismo, mi carne será la de Ella, su sangre la que corra por
mis venas y Ella me querrá con el mismo amor inefable con
que te quiere a Ti.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

15. Me has llenado el alma

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Me has llenado el alma de mieses y de amores,


has fundido tu Cuerpo con el cuerpo mío,
ha bullido tu Sangre junto con mi sangre,
te he comido.
En tan profunda conjunción, tan misteriosa,
de Ti y de mí, un yo divinizado,
Un nuevo yo, prodigio en la vileza,
vileza en el prodigio enaltecida.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Recibir a un crucificado

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

16. Te recibo recién crucificado


“La Eucaristía es el sacramento de la Pasión de
Cristo en el sentido de que el hombre se
perfecciona en su unión a Cristo crucificado”
(Eucharistia est sacramentum Passionis Christi, prout
homo perficitur in unione ad Christum passum: S. Th.,
III, q. 73, 3, 3).

Ven, Jesús, ven y descansa. Has recorrido hasta aquí un


largo trecho. Se han detenido ya tus pasos y por fin se ha
sosegado tu anhelante Corazón.
Descansa, pues es tiempo; es hora de reposar ya tus
afanes. Estás como quisiste, del todo destrozado, con ese
modo tuyo que no sabe sino entregarse así.
Acaban de bajarte apenas de la Cruz... no busques más;
aquí está tu refugio... quiero ser para Ti hoy tu consuelo...
descansa ahora que todo ha terminado, pues has pagado ya
la deuda con tu ser...
Te tengo recién crucificado; estás ahora en mí con tus
heridas de muerte. Me sirve verte así pues vengo yo
también de mi calvario. ¡Mátame, Señor, con la fuerza de
esta Eucaristía, con este Amor de muerte que me invade!
¡Estás en mí de esa manera, haciéndome a tu modo, y no
quiero yo perder ni un solo instante cerrándome a tu
acción! ¡Mátame, Señor, sin que me invada el miedo! ¡Sigue
en mí, Víctima Santa, Hostia que te disuelves por mi amor!
¡Sigue hasta el final haciéndome ser Tú! ¡Hazlo ahora que es
tiempo, realiza mi muerte repetida en cáliz de dolor!
Te tengo recién crucificado.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Hoy quiero entender que el Amor es dramático porque


siempre mata.
Que cuando el Amor se encarna no puede sino acabar
hecho pedazos, dejándose comer. Dame la fuerza de estar
en mi calvario, por esta Hostia de muerte que me asimila a
Ti. Confío en la arrasadora fuerza de tu Amor eucarístico,
donde te entregas en la cumbre de tu donación, donde estás
máximamente amante, porque vienes a mí en el instante de
tu muerte, y víctima te uniste a mí, Jesús hecho pedazos en
esta Comunión.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

17. Dios sepultado

Si la Misa es tu Calvario mi pecho es tu sepultura. Bajaste


del Altar para sepultarte en mí.
Descansa en tu sepulcro, Dios sepultado.
Unas manos te llevaron de la Cruz hasta el sepulcro.
Hasta la loza fría en que yaciste.
Otras te dejaron en mi lengua. Hasta el sepulcro indigno
de mi corazón.
Pero que es tuyo. Y en consciente plenitud agradecida:
no alcanzaría nunca a decirte cuánto. Venir a mi pecho a
reposar en él, Dios sepultado.
Llegaste desde fuera a las entrañas de mi ser. Como ese
día a las entrañas de la tierra. Destrozado por los clavos y el
dolor.
Dios sepultado muerto en un sepulcro de muerte.
Hoy también llegaste destrozado. Destrozado por el
ansia del amor y de la unión.
Resucitado vivo con tus llagas y tu don.
Dios sepultado vivo en un sepulcro viviente.
Con tu palpitación de amor que me enamora. Con tu
fuego de luz que me ilumina.
Soy tu sepulcro, Dios sepultado.
Si la Misa es tu Calvario, mi pecho es tu sepultura.
Todo yo soy un acto de fe.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Todo Tú eres una prueba de amor.


Descansa en tu sepulcro, Dios sepultado.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

18. Voy considerando tus cinco


llagas
(...y yo, con todo el amor y la compasión de que soy
capaz, voy considerando tus cinco Llagas...).

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Comienza mi acción de gracias por tus Llagas, ahora que


te tengo en mí recién crucificado. Tengo ante mí tus Llagas
abiertas, invitándome a entrar...
...la Llaga de tu mano derecha que me aprieta para
purificarme... me llenas de tu Sangre, desarraigando de mí
toda impureza... más y más estrújame en tu Mano,
empapándome en la Sangre de esa Llaga... no importa que
me hagas sufrir, pues yo sólo quiero vivir tu Vida, Vida que
me llega por la Sangre que me infundes en esta comunión.
...la Llaga de tu Mano izquierda es la de tu mano débil,
que no presiona, Mano con que alientas mis desánimos,
Mano en que recibes mis debilidades y pecados... en esa
Llaga de tu Mano izquierda dejo mis distracciones en la
Misa de hoy, mis olvidos, mis faltas de fe..., y con la Sangre
de esa Mano suave me perdonas y me aceptas, porque
sabes que yo quise amarte también hoy...
...la Llaga de tu Pie derecho me invita a dedicarte mi
jornada de trabajo. Porque hoy quiero donarme como te
donas Tú, Víctima que se entrega en holocausto. Que la
Llaga de tu Pie derecho haga mías tus pisadas, oriente mi
rumbo por el rumbo tuyo y sepa hoy gastarme hasta el
final...
...la Llaga de tu Pie izquierdo me conduce a Ella. Ella que
besaba tu Pie izquierdo; la Llaga que estaba a su alcance
cuando estuvo junto a tu cruz. Esa Llaga me une a Ella, la
hace mía. ¿Qué sería yo sin Ella? Me arrastraría el ansia de
mi corazón sediento de cariño...
Y hoy en mí, hoy y ahora, tengo yo la Llaga de tu Corazón.
Llaga que ha quedado abierta invitándome a pasar... esa
Llaga de tu Pecho llega hasta mí hoy por la Hostia que me
invade con tu Sangre y con tu Agua. Sangre que me da la

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Vida, la tuya misma. Agua de salvación que mana hasta la


Vida eterna y me une al Padre y al Espíritu. Tengo en mí tu
Corazón abierto, y me meto en lo profundo, percibiendo sus
latidos y experimentando el horno del Amor.
Y yo, con todo el amor y toda la compasión de que soy capaz,
voy considerando tus cinco Llagas, y repito lo mismo que el
profeta David, oh mi Dios, pues han taladrado tus manos y
tus pies para que yo pueda estar ahí y quedarme para
siempre, por un derroche de tu Amor, en lo más hondo de la
Llaga de tu Corazón.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Todo un Dios en mí

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

19. Emmanuel
He aquí que una Virgen concebirá, y dará a luz un
Hijo, y le pondrá Emmanuel, que significa ‘Dios-
con-nosotros’ (Isaías 7, 14).

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Emmanuel: ‘Dios-con-nosotros’. Tú lo eres ahora para mí,


en plenitud de significado.
Dios-con-nosotros. Dios íntimo y cercanísimo, Dios
familiar.
Dios-con-nosotros: ahora conmigo. Dios-conmigo.
Conmigo tu Cuerpo. Conmigo tu Sangre. Conmigo tu
Alma. Conmigo tu Divinidad. Todo Dios es conmigo.
Eres conmigo porque es verdadera tu presencia, Señor,
aquí en mi pecho... y en silencio me gritas desde dentro que
lo único que esperas es la pobre respuesta de mi amor... y
yo te digo que gracias por hacerte presente con tu Cuerpo y
con tu Sangre, y con tu ser de Dios... que eres el mismo
Cristo que anduvo en nuestra tierra, Hombre Perfecto y
Dios Perfecto... el mismo aquí escondido que el de Belén y
Caná, del Tabor y el Calvario... que has querido quedarte en
mis entrañas hecho pan y silencio... aunque haya dejado
tantas veces pasar estos minutos con una indiferencia que
estremece, sin advertir tu Cuerpo en mí...
...en mí tus Llagas y tu Cabeza noble con las huellas de
espinas, y tu Mirada dulce...
...en mí tus Manos, las mismas que operaron prodigios y
calmaron tormentas, que curaron enfermos y expulsaron
demonios, las que besó María cuando eran de niño y
recibieron sus besos al sacarles los clavos después de la
Cruz...
...y tengo yo conmigo ahora tu Pecho traspasado, tu
Corazón quemante y tu Sonrisa pronta a recibirme a mí...
¡Eres el mismo Cristo viviendo en mi recinto, sumido en el
misterio, oculto en el silencio del pan en apariencia!

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Dios, eres conmigo.


Dios, eres el Emmanuel.
Porque eres Dios que se pierde en mí; un Dios que se me
entraña.
Uno conmigo.
Perplejidad por tu don.
Prueba de tu Amor inmenso.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

20. Contigo, con el Padre y el


Espíritu Santo
“¡Oh Trinidad Santa, sois la prisionera de mi
amor!” (SANTA TERESA DE LISIEUX, poesía Vivir de
amor).

Creo, Jesús, que al estar ahora en mí por esta Eu-caristía,


intensificas la presencia y la acción de la adorable Trinidad
en mi alma. Ahora que te tengo dentro quiero hacer un acto
de fe: que el Padre y el Espíritu Santo llegan también
contigo a inhabitarme, en esta especie de sagrario portátil
que somos los hombres al recibirte en el Pan.
(...gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, que están en
mí...).
Con la fuerza de esta comunión desearía abrirte, Jesús
Sacramentado, todas las puertas y despejar todos los
caminos que pudieran retardar la acción de la Trinidad que
me transforma. Yo no comprendo cómo es este prodigio, ni
intento penetrar en la altura de tu Misterio. Sólo te pido, al
tenerte dentro, que no sea obstáculo mi poca
correspondencia ni tampoco mi pobre comprensión de tus
proyectos.
(...gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, que están en
mí...).
Quiero ser una morada donde la Trinidad se regocije, un
corazón donde repose y pueda desplegar sin medida su
acción, aunque yo sufra. No pretendo ser digno de eso —
todo es efecto de tu bondad—; lo que te ofrezco es un

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

corazón sincero y lleno de deseos, aunque sean mayores


mis flaquezas. Tu presencia física y visible, Jesús, que he
recibido en esta Hostia, y contigo al Padre y al Espíritu
Santo, sea la ocasión de una profunda y transformante
acción de la Trinidad en mi alma.
(...gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, que están en
mí...).
Buscaré en este día recogerme muchas veces hasta
encontrarte ahí, donde Tú vives, en ese núcleo secreto de
mi yo, y encontrar también ahí al Padre, y descansar en su
bondad y ternura paternas, y encontrar al Espíritu Santo,
que es el Amor sustancial que se me ha comunicado en esta
comunión. Por la presencia de esta Hostia que me invade,
hazme vivir en cada instante la intimidad de la Trinidad
Beatísima, mientras llega el momento de contemplar tu luz
en el abismo de tus grandezas.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Personajes

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

21. Juan
(recuerdos de la Cena)
Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros
ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras
manos tocante al Verbo de la vida... lo anunciamos
a ustedes, a fin de que vivan en comunión con
nosotros (I Juan 1-3).

“Yo que hoy te tuve de nuevo entre mis manos... a Ti... que
entonces me llenabas de dicha con esa inmediatez de tu
presencia... sigues conmigo oculto en el milagro de un trozo
de pan en apariencia... ¿te acuerdas... de tanto?... pero hoy
callas, esperando con mi ansia multiplicada nuestro
definitivo encuentro...
”Yo que entonces apenas comprendí el portentoso
despliegue de tu amor, no quiero dejar de comprenderlo
ahora... que hoy sepa con el pan en que te escondes llenarme
de Ti, pues Tú querías y quieres que yo sea otro Tú...
conciencia de mi indignidad, prueba de tu Amor inmenso...
¿te acuerdas...? Yo escuché esa noche al terminar la Cena el
palpitar de tu Corazón y sentí el torrente de tu sangre bullir
entre tus venas... me comí tu Cuerpo hace un momento y el
misterio me confunde y me conmueve... ¿qué no tiene límite
tu locura de amor por mí?... ¿que quieres trastornarme pues
no alcanzo a comprender tanto prodigio?... que lo comprenda
al menos en el corazón... que no dude nunca de tu amor... ni
de tu cercanía... que no olvide que sí, que Tú, Jesús, sigues

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

siendo en este pan el Cordero de Dios que pasa, desde aquella


tarde en que quise saber dónde habitabas...
”Hoy sigues aquí y eres el mismo. No te veo ni te oigo, pero
te tengo. Sé que estás, que estás de un modo más cercano,
más íntimo y profundo que aquella inolvidable noche de tu
Don. Tu amor sigue siendo el mismo del Cenáculo. No soy
capaz de verte ni percibo ahora el jadeo de tu respiración.
Tampoco escucho los intensos latidos que percibí en la Cena,
pero mi modo de tenerte ahora es más total… te he comido...
”Sabes también ahora lo que sufro. Sufrir purifica la
verdad de mi amor, lo garantiza. He sufrido y seguiré
sufriendo pues me falta un espacio de tiempo para volver a
verte. Por eso anhelo amarte en la lejana cercanía de esta
Hostia. Hoy que te como quisiera ser capaz también de oírte...
de mirarte... de sentirte... como entonces... así mitigaría este
dolor mío de saber que no soy de aquí mas sin haber llegado.
Sosténme en la esperanza, amigo fiel, que ahora me llenas...
no te pido sino sufrir aun cuanto Tú quieras... hasta que
quieras... para llegar a unirnos plenamente... pronto... porque
el amor tiene prisa...”

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

22. Juan
(nostalgia de ella)

Luego dijo al discípulo: ‘He ahí a tu Madre’ (Juan 19,


27).

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

”Cuando te levanté a ti sobre el Altar, escondido en el Pan,


antes de completarse con la consagración del vino
plenamente tu oblación, volviste a dármela. A Ella. Sabes que
no soy capaz de expresar... lo que es Ella... cuánto supuso
para mí al irte Tú... y cuánto supone todavía...
”Así pagaste el mínimo gesto de mi presencia allí. Y me lo
pagas también hoy. Estuve contigo entonces, y estuvo Ella. Y
estuviste Tú en nuestra celebración de hoy. Y estuvo Ella.
Entregándote Tú como holocausto me la entregas a Ella
como Madre. Aquí conmigo, ahora, hace un instante, aunque
yo no la vea... ni te vea a Ti... ¿hasta cuándo, Jesús, habré de
verte?... ¿hasta cuándo habré otra vez de verla a Ella?
”Sé que entiendes la nostalgia de mi corazón. Porque Tú la
sentiste también. Quisiste tenerla contigo lo antes posible a
tu lado, allá en la Gloria. Es la nostalgia de su ternura, la
nostalgia de su belleza, la nostalgia de su amor de Madre y de
enamorada...
”Hoy volví a tenerte entre mis manos... y volví a gustar tu
cercanía... Tú no cambias; eres el mismo en el instante único
de tu eternidad. Volviste hoy a decirme: ‘He ahí a tu Madre’
¡DÁMELA SIEMPRE EN CADA MISA! Ahora que te tengo en
mí, ¡dámela también a Ella! ¡Dámela a Ella, porque sin Ella
me aplasta una noche sin aurora! Primero sin ti; luego sin
Ella. Sin sus presencias visibles, ¡cuánto he llorado!
”Tú me la das a Ella en cada Misa. Tú, crucificado; yo con
Ella al pie de tu Cruz. Ahí, entre la consagración del pan y del
vino, cuando iniciaba tu agonía, levantado en lo alto me la
diste. ¡Dámela hoy también, porque yo no puedo estar ya más
sin Ella!
”Te tengo en mí... eres de mi propiedad; puedo robarte
ahora esta gracia y no dejarte ir hasta que me digas de

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

nuevo: ‘He ahí a tu Madre...’, ‘He ahí a tu Madre...’, para


siempre... en cada instante...
”Es mía. Ha de serlo porque sin Ella no resiste mi corazón
su soledad. Si no la tengo a Ella buscaría mi ansia otros
consuelos... ¡déjame el suyo, que si no mitigaría mi sed en
cualquier charca del camino! Ella es mi protección, el
resguardo de mi corazón traicionero. Sólo Ella. Con Ella, sí.
Con Ella, cuanto sufra.
”Y estás Tú. Y está Ella. Tú... y Ella. Conmigo. Así es tu don.
Ahora, igual que entonces. Sosteniéndome, consolándome,
bendiciéndome. Hoy, como ayer; aquí, como allá. En este
largo calvario de mi vida sin Ti, de mi vida sin Ella, con esta
pesada cruz de sus ausencias... ¿cuánto más, Jesús, hasta
volver a verte?... ¿cuánto, hasta de nuevo verla a Ella?

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

23. Magdalena
Jesús le dijo: ‘Mujer, ¿por qué lloras?’ (Juan 20, 15).

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

“¿Por qué no he de llorar? ¿Y cómo quieres que no llore


estando Tú de nuevo para herirme con tu Amor? Si
provocaste mis lágrimas desde el primer instante en que te vi,
¿seré capaz de contenerme ahora?
”¿Por qué no he de llorar? ¿Cómo no habré de derramar
quemantes lágrimas por un amor que así me hiere? ¿Y cómo
no ha de ser desgarrador mi llanto si Tú no acabas de
llevarte de una vez mi corazón?
”Desgarrador era también el estado de mi alma cuando
buscaste el modo de encontrarme. Cuando cruzaste con la
mía tu mirada vertiendo incontenible tu perdón. No tuviste
que pronunciar siquiera una palabra: sabías quién era yo.
Supiste de mi historia. Lo percibí en el destello de tus ojos.
Con tu sola mirada abriste mi corazón a tu perdón. Y a tu
Amor. Y desde entonces me deshice en lágrimas. Y no he
parado.
”Como hoy, al recibirte en la fracción del pan. Si acabas de
entregarme el despliegue completo de tu amor, ¿cómo
quieres entonces que no llore? Porque hoy también percibo tu
mirada, y nunca pude contener mi llanto cada vez que me
mirabas. Tampoco hoy. Ni puedo, ni quiero hacerlo. Llorar
me abre las compuertas de mi corazón. Si no lo hiciera,
estallaría. Moriría por el peso de mis faltas y el derroche de
tu Amor. Por eso lloro. Contigo siempre lloro.
”Porque hoy también te miro. Y te toco. Y te beso. Y te
tengo. En plenitud. ¡Cómo pagas por mis lágrimas! Un día te
las di enjugadas con mis manos, mezcladas con perfume. Ese
día las sequé con mis cabellos. Me las devuelves hoy
donándome tu Cuerpo. Con tu Carne uniéndose a mi carne,
con tu Sangre fluyendo por mis venas, con tu Alma uniéndose

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

a mi alma. ¿Cómo quieres entonces que no llore? ¿Cómo


podría contener mi llanto, si pagas mis delitos con tu Ser?
¿Cómo no he de buscar nuevos perfumes, y más finos, para
aromar los corazones en que vives y el Pan en que te
escondes? ¿Y cómo no he de verter más lágrimas para
enjugar tus pies?
”Me aceptarás de nuevo con mi llanto. Llanto mezclado
con besos y perfumes en esta comunión. Como el día del
banquete en casa de Simón: con mi amor desvergonzado de
burla y de ridículo. Como el día del Calvario: con mi amor de
llanto de dolor. Como el día del sepulcro: con mi amor
queriendo ungir tu Cuerpo hecho pedazos. Con mi amor
ansioso de abrazarte a Ti resucitado. Y con mi amor de hoy:
colmado como nunca yo soñé. Con burla, con soledad, con
ansia. Te tengo, te toco, te como. Con perfumes, con besos,
con lágrimas. Desgarradora, apasionadamente. ¿Hasta
cuándo, Señor, será hasta cuándo?”.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

24. Marta
Marta, Marta, muchas cosas son las que te ocupan,
cuando sólo una es la importante (Lucas 10, 41).

“...una vez más te tengo dentro de mí y ahora sí de veras


quiero sólo atenderte por eso cierro los ojos para no divagar
pues muchas cosas me distraen cierro los ojos para
descubrirte por lo menos un instante dentro de mí y mirarte
sin pausas quiero aprovechar siquiera hoy tu estancia
conmigo quiero reparar lo que siempre me decías Marta
Marta muchas cosas te ocupan y una sola es la importante y
yo nunca olvidaré tus palabras todavía parece que las oigo
dentro de mí tu voz no era un reclamo pero entonces no las
entendí ni supe estar contigo en paz me enervaba mi
hermana a tus pies sin otro asunto que verte y ahora que te
has ido me duele pensar cuánto perdí aunque Tú me mirabas
mientras yo afanada perdía el calor de tu mirada y no quiero
perderlo ahora en la profundidad de mi alma... como ella que
está aquí igual de emocionada que aquellos días... y ella sin
perderse un gesto tuyo y yo con mil cosas en la cabeza y
ninguna en el corazón vacío y te perdí ¿cómo puedo retenerte
ahora... cómo reparar tanta frialdad y tanta ausencia? no
quisiera engañarme diciendo que todos mis afanes eran y son
por Ti y que eso de alguna manera también es amor porque
no es ese tipo de amor el que te hacía regresar a nuestra
casa... si eras feliz en Betania era por ellos dos no por mis
fatigas que en muchas casas las encontrarías ¿pero amor...
amor de unión contigo? ¡qué pocos te lo dan! si regresabas a
Betania era siempre y sólo buscando amor porque sabías que

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

ahí había dos almas unidas directamente a tu persona a tu


corazón qué pena que no fueran tres pero entonces yo no me
percataba del que nos visitaba y ahora que vuelves a mí
quiero ofrecerte amor verdadero amor por Ti amor del que te
hace regresar amor que ofrece no sólo obras sino el mismo
corazón...
(Marta permaneció al fin en silencio y oyó una voz
dentro de sí que le decía:)
”Marta, Marta, cuando lo encuentre ya no tendré que
regresar, porque tu amor me retendrá para siempre... Para
siempre, para siempre...

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

25. Samaritana
Jesús le dijo: dame de beber (Juan 4, 7).
“Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él”
(Catecismo, n. 2560).

“¿Por qué me hablaste a mí, mujer samaritana? ¿Por qué


siendo judío? ¿Por qué me hablas de nuevo, viniendo hasta mi
alma? También repites hoy lo mismo de aquel día: ‘Dame de
beber, dame de beber, dame de beber...’ No se ha saciado tu
sed de ser amado, y habré de dedicarme a darte de beber...
”Me hablas hoy de nuevo en esta comunión. Hoy vuelves a
decirme: ‘Dame de beber, dame de beber, dame de beber...’ Y
yo de mí te digo: sé que quieres el agua de mi amor. Me lo
grita en silencio nuestro encuentro en el Pan. Me pides de
beber a mí y Tú eres al final quien siempre da. Igual que esa
mañana pediste agua del cántaro y fui yo la que bebí. Bebí

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

del agua viva entonces junto al pozo, y hoy sigo saciando en


Ti mi sed de amor.
”Me siento hoy de nuevo colmada por tu don. Tu don que
calma mi sed del corazón. Apaga ya esta sed pues estamos de
nuevo junto al pozo. Volviste a dirigirte a mí no con palabras.
Hoy me diste en silencio tu Ser en este Pan. Me hablaste en un
lenguaje que expresa mucho más. Me estás hablando ahora
que habitas en mi yo... ‘Dame de beber, dame de beber, dame
de beber...’ háblame siempre; no calle ya tu voz...
”En esta unión conmigo repites incesante: ‘Dame de beber,
dame de beber, dame de beber...’ y yo sé que quieres Tú tener
todo el amor. Conmigo cuentas para apagar tu sed; y habré
yo de llevarte cosechas de ese amor. Pues sé que es insaciable
tu sed de ser amado, y te haces Tú sediento en cada corazón.
Si así te entregas Tú así ha de ser mi entrega: vertiendo yo tu
agua en muchos corazones para que te la lleven luego y
puedas Tú beber. Pues Tú no tienes cántaro con qué subir el
agua, y siempre quieres que sacie yo tu sed. Aunque seas Tú
judío y yo samaritana, pues sigues en el pozo pidiendo de
beber.
”‘Dame de beber, dame de beber, dame de beber...’ Podré
saciar tu sed cuando destruya los moldes habituales con que
te amo yo y te aman los demás. Cuando aleje de mi vida y de
sus vidas el mal del rigorismo y aquel sueño mortal de la
conformidad. Porque hemos aprendido ellos y yo que tiene
sed tu Corazón de fuego, y que esa ansia de agua aumenta en
cada corazón.
”‘Dame de beber, dame de beber, dame de beber...’ Tú
tienes sed de nuestro sufrimiento, y tienes Tú también la sed
de mis fatigas, y sed de nuestra entrega que logre abrirte
cauces para otorgar tu don... por eso necesitas mis labios

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

para seguir hablando, y necesitas mis manos para seguir


curando, y mi cuerpo te hace falta para seguir sufriendo...
aunque Tú, siendo judío, a mí, mujer samaritana, me pidas de
beber...’

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

María

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

26. Dame, Señora, tu Corazón

Madre de Jesús: el mismo que engendraste en tu vientre


y diste a luz en el portal de Belén, está ahora dentro de mí.
Dame, Señora, tu Corazón para quererlo.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Teniéndolo, el Espíritu Santo encontrará en el mío lo


mismo que encontró en el tuyo al engendrarlo. Con tu
Corazón me llegará tu amor por Jesús, un amor como
incendio de pasión. Dame toda la plenitud de tu cariño, tu
sola atención a Él; dame tu sí continuo, tu incondicional
entrega. ¡Dámelo todo ahora, pues Él me llena con su
presencia en esta comunión!
Dame tu respuesta de amor al Amor de su Hostia.
Dame tu agradecimiento por lo que su Cuerpo y su
Sangre hacen en mí.
Dame tu ternura porque lo tengo inerme: más inerme
que en tus brazos la noche de Belén.
Dame todo lo que necesito para alegrarlo en mí: dame
todo lo tuyo. Así el Paráclito hallará en mi alma un reflejo
de tu alma, y se dará una hermosa repetición de la
Encarnación del Verbo. Por eso te pido tu Corazón, hasta
que el mío sea el mismo tuyo. Así Jesús salvará desde él. Tú
eres María, la Madre del Redentor. Dame tu Corazón porque
entonces lo tendré con toda la fuerza redentora con que lo
tuviste Tú.
Dime, Señora, cómo debo de tratarlo.
Quita de mis modos la torpeza y dame la finura de tus
manos.
Dime, Señora, cómo debo de mirarlo.
Quita de mi vista las tinieblas y dame los destellos de tus
ojos.
Dime, Señora, cómo debo de servirlo.
Quita de mi vida la tibieza y dame el ritmo nuevo de tus
pasos.

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Dime, Señora, cómo debo de quererlo.


Quita de mis labios la aspereza y dame la dulzura de tus
besos.

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Diálogos

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27. Sé mi todo
(Diálogo)
Jesús le dijo: ‘Sea tal cual es tu fe’ (Mateo 15, 28).

—Sé mi todo, mi Dios que eres mi todo. Dios infinito en


este Pan que está colmándome, sé mi todo.
“Si soy tu todo seré también tu cruz y tus espinas, tu
pasión y tu muerte”.
—Sí, sé mi todo. Contigo siempre y en todo, pues tu
Amor hace suave toda pena.
“En la Cruz somos uno. Confía. Yo seré para ti lo que tú
quieras que sea”.
—Sé mi todo, Jesús, en cada instante del tiempo y de la
eternidad. Hazme ser Tú.
“No te vayas de Mí, no me olvides nunca: recuérdame en el
centro de tu alma, en el fondo de tu ser. Y, ahí, entrégate”.
—Déjame siempre tu sabor, Señor, el sabor de tu
presencia en mí.
“Mi sabor es un sabor tan suave y tan íntimo que sólo los
que van conmigo lo perciben. Los que me buscan como a su
todo”.

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28. Tener tu amor


(Diálogo)
Padre, que el Amor con que Tú me amaste esté en
ellos, y Yo en ellos (Juan 17, 26).

—Jesús, quiero vivir intensamente este presente de


Amor en que me estás amando. Para poder a mi vez amarte
plenamente, anhelantemente, sin límite y sin medida, así
como me amas Tú en esta comunión.
Mi Amor en el Pan es el Amor de mi esencia, el total Amor
divino que nos une al Padre y a Mí. Este es el Amor que ahora
te entrego, para responder al mío.
—Jesús, que nada impida la posesión de mi ser por ese
Amor. Hazme vivir de tu Amor, para tu Amor, en tu Amor.
Hazme ser ese Amor.
No es otro mi anhelo, porque un Amor infinito es deseo de
infinita unión. Te lo he manifestado disponiendo que me
comieras hoy. No te alejes de Mí, no te detengas a pensar o a
desear nada que no sea Yo. Búscame en cada instante,
porque en cada instante Yo te estoy amando, y amando con
mi totalidad.
—Jesús, dame la fuerza de tu Amor eucarístico para
unirme por completo a Ti. Dámela ahora, porque ahora es
el mejor momento: te tengo en mí físicamente,
sustancialmente, a Ti, que eres el Amor.
Yo no podría dártelo si tú no te abres a mi don. No es tu
debilidad el obstáculo sino tu falta de fe y de confianza
plenas. Ríndete a mi acción por la humildad y el abandono,

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

como un niño. Dime que vivirás sólo de mi seguridad, de


modo que tu corazón quede libre y pueda llenártelo con mis
dones. Son infinitos. Tú no eres capaz, pero Yo sí. Vive sólo de
Mí. Acompáñame hoy en el Sagrario cuanto puedas,
abriéndome de par en par tu corazón, porque el amor
verdadero vence todos los obstáculos. Libérate de la
esclavitud del reloj y de la esclavitud de los respetos
humanos, libérate de todas tus ansias ajenas al ansia de
amarme. Vive para Mí, de Mí, en Mí. Vive el instante presente,
porque en el instante presente Yo te estoy amando. De tu
parte sólo espero la apertura completa de tu corazón,
entregándomelo rendido, con toda la finura que seas capaz.
Dame tu corazón así y vive del Mío, que te he entregado del
todo en esta comunión. Es tuyo, porque ahora y para siempre
me posees.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

29. Amable y silencioso, Amigo que


llegaste
Dios es amor, y el que permanece en el amor
permanece en Dios, y Dios en él (I Juan 4, 16).

—Amable y silencioso, Amigo que llegaste, haciéndote


presente en la apariencia del pan. He aprendido de Ti lo que

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es darse al amigo, en la amable suavidad del pan y en el


total silencio del instante eterno.
Yo anhelo de Ti el calor de tu amistad. Quisiera que
lograras ir siempre más allá de tu ser propio, porque has
aprendido las lecciones del amor. Ser tú también, como este
pan, amable y silencioso.
—Por la fuerza de este amor con que me unes, quiero
entregarme siempre con mi silencio amable. De Ti quiero
aprenderlo hoy, porque amable y silencioso te recibí en el
pan. Quiero ser también pan para Ti, amable y silencioso.
El Amigo se alegra con la alegría de su amigo. Hoy tengo
la alegría de comprobar que estás dispuesto a ser mi amigo
como Yo he buscado serlo para ti. Te lo he probado tantas
veces, y te lo manifiesto de nuevo viniendo a ti en esta
comunión.
—Gracias, Amigo que llegaste, amable y silencioso,
haciéndote presente en la apariencia del pan. Quisiera que
este amor de tu amistad me transforme tanto como al pan:
que toda mi sustancia se convierta en tu Cuerpo y que mis
accidentes envuelvan tu divino misterio.

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De Jesús al alma

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30. Con los ojos cerrados es como


ve el amor
(de Jesús al alma)

Cierra los ojos y piensa sólo en mí .


23

Si los ojos abiertos son para ver la vida


con los ojos cerrados es como ve el amor.
Cierra los ojos y oye mi canción.
La canción del silencio en esta comunión.
Del silencio que grita mi inexpresable Amor.
Cierra los ojos y siente mi dolor.
El dolor del olvido y de la incomprensión.
Del corazón cerrado a recibir mi don.
Cierra los ojos y sueña con mi Amor.
No tengas otro sueño en tu imaginación.
Con los ojos cerrados, conmigo sueña.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

31. Dime que sí


(de Jesús al alma)

“En la Última Cena pensé en ti. Entonces preparé la Hostia


que hace unos instantes recibiste. Para darte vida. Mi vida: la
vida de Dios. ‘Yo he venido para que tengan vida, y la tengan
en abundancia’. Tanta como quieras recibir: los límites no los
pongo Yo.
”Te preparé desde ese día la Hostia de hoy porque tengo
un intensísimo deseo de vivir en ti. Para siempre. Ésa fue mi
promesa, que se cumple ahora en esta comunión: ‘El que
come mi carne y bebe mi sangre permanece en Mí, y Yo en él’.
Tanto quiero permanecer en ti que mi deseo es cambiar tu yo
por el Mío. Vivirte Yo. Dime que aceptas. Aunque sufras,
cuanto sufras. Sé que no te importa, porque sabes que el
amor es así: siempre transforma.
”Empezamos a ser uno en tu Bautismo. Ahora somos más
plenamente uno por esta comunión. Uniéndonos te cambio en
Mí. Pídeme llegar hasta el final de tu transformación, que lo
deseas como único afán sobre la tierra: repítelo muchas
veces, para hacer común nuestro deseo: ‘hazme ser uno
contigo’, ‘quiero ser uno contigo’, ‘yo soy Tú, Tú eres yo’.
”Como la madera se hace fuego al contacto con las llamas,
mi Amor infinito te convierte en mi propio Ser. Esta
Eucaristía de hoy te hace Yo. Pero has de abrirte a mi deseo
como un niño, dejando que mi Amor te posesione, purificando
cuanto haga falta. Yo necesito llevarte a mi Calvario, ya que
hasta entonces seremos plenamente uno. Morir a ti para
resucitar en Mí. Dime que quieres. Anhelantemente,

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ardientemente. Morir para vivir. Como Yo, que fui inmolado


por salvarte, que muero en cada Misa, en cada sagrario, en
cada comunión. Dime ahora que tú quieres morir también
por este Amor. Morir a cuanto no sea Yo para vivir sólo de Mí.
Ahora que te habito, dime que sí”.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

32. Soy Yo
(de Jesús al alma)
“Desciendo a la tierra, no sólo para unirme
plenamente contigo, sino también para elevarme
en ti: soy comido, reducido a pedazos para que sean
profundas la mixtión, la fusión, la unión... Penetro
en ti, en todas tus partes: no quiero que entre
nosotros haya nada por medio, quiero que ambos
seamos una sola cosa” (SAN JUAN CRISÓSTOMO, In I
Tim. Homil., 24).

Soy Yo, que estoy en ti.

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Estoy en ti y hablo contigo.


Para decirte que en ti bulle mi Sangre. Pues te transformé
en Mí. Siéntela. Es la mía. Mi Sangre disuelta con la tuya,
dispuesta de nuevo a derramarse en tu oblación de hoy.
Porque quieres hacerlo. Porque lo quise Yo. Y Yo ahora soy tú.
Soy Yo, que estoy en ti. Estoy en ti y hablo contigo.
Para decirte que quien ama hoy y el que es amado no es tu
antiguo yo. Porque no existe. Atrévete a decirlo muchas
veces: ...‘soy Jesús, soy Jesús, soy el mismo Jesús. Ahora y para
siempre soy Jesús. No otro. Soy Jesús otra vez, el mismo de
antes por mis caminos de ahora y mis afanes de hoy...’
Me encarné en ti desde el bautismo. Y más y más me
encarno en cada comunión. Quisiera darte en la de hoy mi
Vida hasta tal punto que supla del todo la que ha sido tuya.
Dime que tú también lo quieres: pídeme llegar hasta el final.
Hasta la muerte. Hasta tu muerte. Cambiarte tanto como al
pan. En el pan que te has comido ya no hay pan, sólo Yo.
Vive siendo Yo. Siente que eres Yo. Gózate en ser Yo.
Paladéame, porque soy tú.
No quieras seguir siendo el mismo, porque entonces Yo no
podría ser tú. Y es que un amor fracasa si no transforma. Yo
me hice tú para que tú te hicieras Yo. El amor es fuerza
unitiva... y el Amor infinito, unión total.
Me presentaré Yo en tus pisadas. Seré Yo en tu mirada, en
tu sonrisa, en tus palabras, en tus fatigas de hoy.
Para salvar, para curar, para morir.
Soy Yo: contigo Yo respiro. Respiro Yo.
Sólo Yo.

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Porque soy Yo, paladéame.

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Epílogo

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

33. No te vayas
Tenui eum nec dimittam
(Te tengo conmigo y no te soltaré: Cantar de los
cantares 1, 3).

No te vayas de mí, no todavía.


Mira que puedo quedarme solo en cuanto salga.
Me es muy fácil perderte en un instante
sin saber ya más de Ti que te me entrañas.

Por eso espera, espera un rato.


Que no destruya aún tu Hostia mi organismo.
Inventa otro milagro
y permanece en tu Cuerpo dentro de mi cuerpo.

Así que no, no te vayas.


Haz que dure más en mí tu sacramento.
No quiero yo pensarte alguien distinto,
pues volveríamos a ser como hemos sido
entre todas las otras, dos personas.

Por eso espera:


no quiero que entres Tú de nuevo en mi pasado.
Y olvidar el sabor de tu presencia.
Y perder el gozo de tenerte.
Y saludarte sólo desde lejos.
Y no saber ya más de tus secretos.

¡Quiero sentirte a Ti, Señor, siempre conmigo,


como ahora que tu Hostia me fusiona!
¡Tu calor, y tu sangre, y tu mirada,

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Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

tu sonrisa, y tu cuerpo, y toda tu alma!

¡Quisiera hacer eterno este momento,


tenerte unido a mí, ya para siempre!

106
Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

Notas
[←1]
El Diálogo, c. 60.
[←2]
I Corintios 6, 15.
[←3]
Confesiones VII, 10.
[←4]
Las maravillas de la Gracia divina, Palabra, Madrid 1984, libro 2º, cap. VI.
[←5]
Ibídem.
[←6]
Juan 6, 54.
[←7]
SAN JUAN PABLO II, Carta apostólica Mulieris dignitatem, 26.
[←8]
Efesios 5, 2.
[←9]
SANTO TOMÁS DE AQUINO, In Ioann., c. VI, lect. 7.
[←10]
NICOLÁS CABASILAS, La vida en Cristo, RIALP, Madrid 1952, pp. 199-200.
[←11]
Filipenses 1, 21.
[←12]
Juan 6, 58.
[←13]
Juan 16, 23-4.
[←14]
Catecismo, n. 521.
[←15]
Para toda la tradición oriental, la Eucaristía está ligada al fuego de la zarza
ardiendo. Cuando invitaba a los cristianos a acercarse al Cuerpo de Cristo, san Juan
Crisóstomo decía: “¡Van a comulgar con fuego!” San Simón el Metafrasta compuso
una oración para los cristianos que dice: “Espero en ti temblando. Comulgo con
fuego. Por mí mismo no soy más que paja, pero, ¡oh milagro!, me siento de pronto
como, en otro tiempo, la zarza ardiendo de Moisés. Señor, todo tu cuerpo brilla con
el fuego de tu divinidad, inefablemente unida a ella. Y tú me concedes que el templo

107
Ricardo Sada TREINTA Y RES ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR

corruptible de mi carne se una a tu carne santa, que mi sangre se mezcle a la tuya y


en adelante soy tu miembro transparente y luminoso”.
[←16]
II Cor. 4-6.
[←17]
Salmo 26, 8.
[←18]
“El sabor que una perdiz tiene es sabor de perdiz, y el gusto de la criatura sabe a
criatura, y quien supiere decir quién eres tú, Señor, sabrá decir a qué sabes tú. Sobre
todo entendimiento es tu ser, y también lo es tu dulcedumbre, la cual está guardada
y escondida para los que le temen y para aquellos que por gozar de ti renunciaron
de corazón al gusto de las criaturas” (SAN JUAN DE ÁVILA, Audi, filia, cap. 9).
[←19]
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Himno Adoro de devote.
[←20]
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Himno Adoro de devote.
[←21]
Salmo 41, 3.
[←22]
Filipenses 1, 21.
[←23]
“...como quien se entra en un castillo fuerte para no temer los contrarios: un
retirarse los sentidos de estas cosas exteriores y darles de tal manera de mano que,
sin entenderse, se le cierran los ojos por no verlas y porque más se despierte la vista
a los del alma. Así, quien va por este camino, casi siempre que reza tiene los ojos
cerrados, y es admirable costumbre para muchas cosas, porque es un hacerse fuerza
para no mirar las de acá” (SANTA TERESA DE ÁVILA, Camino de perfección, c. 28, 6).

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