Existe una cita en la Biblia que ayuda describir lo que significa ser un santo.
Nuevamente, la tomamos de nuestro Santo misionero, San Pablo:
1. Compasión
2. Benevolencia
3. Humildad
4. Dulzura
6. Perdón y misericordia
8. Gratitud
En los próximos rodajes vamos a profundizar en cada una de estas actitudes. Y las
iluminaremos a partir de la vida de algunos santos y santas. Queremos meditar en
actitudes que se hayan hecho vida, que hayan pasado por lo que todo ser humano pasó,
que hayan sido tan humanos como nosotros.
Santa Margarita
Una mujer francesa que amó al Corazón de Jesús. En ella tenemos un ejemplo claro
de la actitud del amor y la piedad eucarística. Y, gracias a ella toma fuerza la devoción al
Sagrado Corazón. El Sagrado Corazón es el Patrono de Pila.
“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de
este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta
el extremo” (Juan 13,1).
Tener devoción al Sagrado Corazón nos recuerda que Jesús nos ama a todos con un
corazón humano. Esto significa que puede ser herido de amor cada vez que lo ignoramos
o no le damos espacio en nuestra vida. Sufre nuestras ingratitudes, desprecios, la frialdad
con la que nos relacionamos con Él.
Pero también significa Él que se alegra, como todo corazón enamorado, por cada vez
que charlamos con él, que le prestamos atención, que lo traemos a nuestra mente y
recuerdos, por cada vez que lo amamos… Es decir, se alegra cuando reconocemos que
existe un espacio en nuestro corazón que debemos respetar, que debemos cuidar que otras
cosas no ocupen ese lugar. Cuando damos ese espacio a Jesús y al amor divino. Cuando
le dejamos a Él el centro del propio corazón. Sabemos que dándole el centro de nuestra
vida, Él eleva nuestro afecto humano, haciendo que sea tanto más amor cuanto más tenga
en el centro del corazón a Dios. Es decir, cuando aprende a respetar aquel espacio y
aquella relación directa con Dios, cuando no violenta aquella soledad intima entre el alma
y Dios.
Esta devoción también nos invita a tener, en las palabras de San Pablo (el autor de
nuestro lema): “los mismos sentimientos y pensamientos que Cristo Jesús” (Filipenses
2,5). Estas palabras de San Pablo bien podrían resumir todo el camino de la santidad que
estamos meditando.
Meditemos ahora en la otra persona que es patrona del otro pueblo que misionamos.
Vamos a meditar en Santa Rosa de Lima. Esta santa fue bautizada con el nombre de
Isabel. Pero, el sacerdote que la confirmó le puso el nombre de Rosa (uno puede elegir
un nombre de confirmación). Al principio, a ella no le gustó el nombre. Un sacerdote
amigo le dijo que esté tranquila porque en definitiva su alma está llamada a ser como una
rosa que Jesús contemple y se maraville.
Santa Rosa fue la primera santa latinoamericana y al inicio fue patrona de toda la
América española.
De entra las miles de santas actitudes que podríamos meditar en ella, vamos a
quedarnos con su amor por la Eucaristía. Existe un hecho histórico que revela cuan grande
era su amor por la Eucaristía: cuando ella tenía 29 años, unos piratas holandeses
desembarcan en Perú, cerca de la ciudad en la que ella vivía. Ella, sabiendo el peligro de
saqueos o incendios que corrían las iglesias, se dirige al sagrario y puso su cuerpo como
escudo humano para defender el Cuerpo de Jesús en la hostia consagrada.
Significa reconocer que Jesús está realmente presente en su Cuerpo y Alma, Divinidad
y Humanidad en una pequeña forma de pan.
Ver la Hostia consagrada expuesta es ver al mismo Jesús que ha fue herido, flagelado,
golpeado, insultado y crucificado hace casi 2000 años. Es ver a Jesús que sigue siendo
herido a veces por nuestra falta de amor. Ver a la sufriente hostia consagrada es ver a
todos los hombres y mujeres que sufren la brutalidad de la violencia y abusos, maltratos
a veces sutiles o a veces monstruosos. Ver a la hostia consagrada es ver a nuestras propias
heridas que han sido cargadas por Cristo y sanadas por Él. Todas nuestras heridas, incluso
las que aún no hemos recibido. Ver a la hostia consagrada significa reconocer que su
Amor (y que todo amor) no tiene límites, no se “agranda”, no es orgulloso… que el Amor
todo lo espera y soporta.
Ahora, reflexionemos por un momento en algo que va en la misma línea. ¿Por qué la
hostia consagrada tiene una forma redonda? ¿Por qué no otra, tipo cuadrada, triangular?...
La forma redonda representa al Sol de justicia que es Jesucristo y que fue profetizado
por el profeta Malaquías: “para ustedes que me honran, mi justicia brillará como la luz
del Sol de Justicia, que en sus rayos trae la salvación. Y ustedes saltarán de alegría ”
(Malaquías 4,2).
La hostia simboliza la Luz del Sol de la Santidad. Luz que se expande, no se esconde,
sale de su centro y da calor a los demás.
Inmediatamente nos viene a la mente las palabras de Cristo que nos invitan a ser luz
del mundo y sal de la tierra. ¿Somos luz? ¿Nuestra santidad, es decir, nuestro amor por
Jesús y por los demás se puede ver en nuestros ojos, en nuestros gestos y palabras?
¿Somos sal, es decir, traemos la sabiduría de Dios que hemos recibido de modo hermoso?
Recordemos que la palabra sabiduría (el saber) y la palabra sabor vienen de la misma
palabra en latín. La sal de la que habla Jesús en el evangelio es aquella sabiduría que trae
gusto y alegría a las personas. Es aquello que hace que la vida tenga un gusto diferente,
que no sea insípida.
¿Podemos ser ese tipo de misioneros, que traigan el gusto de la sabiduría de Dios? Para
hacerlo, no se necesita nada más que contemplar y amar a esa hostia consagrada,
conocerla, escucharla, llenarse de su sabiduría en nuestra vida para poder transmitirla a
los demás.