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INSTITUCIONES DE DERECHO CANÓNICO y MATRIMONIAL

-Tema 4: Capacidad de deliberación. Motivos y móviles.

 La capacidad de deliberación
 Delimitación conceptual
La deliberación es toda actividad previa al consentimiento, encaminada a analizar los
pros y los contras de la toma de una decisión. Fruto de ese proceso deliberativo será la
prestación de consentimiento matrimonial o la decisión de no contraer matrimonio. El
consentimiento debe ser un acto humano fruto del concurso entre inteligencia y voluntad,
implicando en la persona un componente intelectual, deliberativo y electivo. Debe ser
manifestado externamente.

En el ámbito civil la discreción de juicio entra dentro de los márgenes de la capacidad


jurídica y la capacidad de obrar. Así todas las circunstancias que afecten a la inteligencia
y voluntad de las personas se consideran que modifican o pueden privar de la capacidad
de obrar. Algunas de ellas son la edad, el retraso mental o la carencia de uso de razón.

Una persona tiene plena capacidad de obrar cuando ha alcanzado la mayoría de edad,
situada en los 18 años. La capacidad de obrar es una de esas excepciones de Derecho
Canónico, donde para poder casarse se señala una edad inferior: 14 años para la mujer y
16 para el varón. De esa forma el matrimonio de un varón de 16 años y una mujer de 14
no puede ser declarado nulo por falta de discreción de juicio, siempre que mujer y varón
sean psíquicamente normales.

El c. 1095 exige poseer madurez de juicio acerca de los derechos y deberes para
poder contraer matrimonio, distinguiendo tres supuestos en los que ello no se da: carencia
de suficiente uso de razón, carencia de discreción de juicio e incapacidad de asumir las
obligaciones matrimoniales esenciales. Aparece en este canon el “defecto de discreción
de juicio”.

En el Código de 1917 se tomó en cuenta el tema de la edad, pero no el de las


enfermedades mentales. Se planteaba a qué edad una persona normal tenía el suficiente
nivel de discreción de juicio para contraer matrimonio y hasta 1917 no había propiamente
impedimento de edad, solo una presunción “iuris tantum” de insuficiente discreción de
juicio en quienes no habían alcanzado la edad de la pubertad legal: 12 años en la mujer y
14 en el varón. En 1917 se fijó el impedimento de la edad y se señaló que el límite de la
suficiente discreción de juicio había que situarlo en los 7 años de edad. Posteriormente
comenzaron a preocupar las enfermedades mentales, hablándose de amantes (aquellos
que carecían del uso de razón propio de los siete años de edad) y dementes, clasificación
insuficiente desde el punto de vista psiquiátrico. Ello conllevó numerosas dificultades y la
jurisprudencia elaboró un nuevo concepto: “incapacidad de asumir las obligaciones
matrimoniales” y derivó en la clasificación ya vista del c. 1095. Según ella por carencia de
suficiente uso de razón no hay que entender exclusivamente la destitución o defecto
radical de uso de razón, sino también los supuestos de perturbación de ese uso.

En la capacidad de deliberación se incluyen dos elementos: motivos (juicios,


conceptos que se tienen sobre el matrimonio…) y móviles (sentimientos, ideas…).

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-Tema 4: Capacidad de deliberación. Motivos y móviles.

 Nuestra posición

El tema de la necesaria discreción del juicio para contraer matrimonio conlleva dos
problemas: cuál es el grado mínimo de discreción de juicio exigible por ley natural y cuál
es el exigido por el Derecho positivo. Respecto del primero debe entenderse que por ley
natural no es exigible para consentir en el matrimonio un especial grado de discreción de
juicio, bastando con gozar del uso de razón para consentir. En las personas normales se
sitúa en los 14 años (mujer) y 16 (varón).

En relación a las personas que no son psíquicamente normales, no siempre se puede


medir su anomalía psíquica en relación a su edad, debiendo ser superior ese grado de
discreción de juicio exigible a esas personas que el que se exige a las personas normales,
debiendo seguirse el criterio del c. 97: 18 años.

 Impedimento de la edad
El c. 1083 establece un impedimento de edad para contraer matrimonio, de 14 años
para la mujer y 16 para el varón. El Código permite también a las Conferencias
Episcopales que exijan, a efectos de licitud, una edad superior. La española, partiendo de
eso, ha señalado que “no podrán contraer lícitamente matrimonio el varón y la mujer que
no hayan cumplido los dieciocho años”. Se presume que por debajo de la edad núbil, 16
años en el varón y 14 en la mujer, las personas carecen de madurez y por eso se les
prohíbe contraer matrimonio válido.

La Conferencia Episcopal Española ha fijado la edad necesaria para la celebración lícita


de los matrimonios canónicos españoles en 18 años, mediante una disposición contenida
en el Decreto General de 26 de noviembre de 1983. Por ello, en el caso concreto de
España el párroco no debería asistir a los menores que quisieran contraer matrimonio,
pudiendo acarrear, en caso contrario, consecuencias no solo morales sino también
jurídicas.

El canon 1071 dice que, excepto en caso de necesidad, nadie debe asistir sin licencia del
Ordinario del lugar, entre otros supuestos, al matrimonio de un menor de edad si sus
padres lo ignoran o se oponen razonablemente.

El canon 1072 establece los pastores de almas han de procurar disuadir de la celebración
del matrimonio a los jóvenes que aún no han alcanzado la edad en la que según las
costumbres de la región se suele contraer.

Antes del Código de 1917 no había impedimento de edad, tal y como se ha visto
antes, y la celebración de matrimonio de un impúber tenía la consideración de
esponsales; pero si mediaba entre los contrayentes la cópula carnal, esa unión pasaba a
tener consideración de matrimonio, desapareciendo la presunción.

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La actual legislación canónica no señala límites a la dispensa del impedimento de


edad por parte de los Ordinarios, siendo muy difícil encontrar motivos suficientes para
proceder a una dispensa de este impedimento por debajo de la edad de pubertad. Es un
impedimento de carácter absoluto y eclesiástico.

No se puede convalidar un matrimonio nulo por defecto de edad (en el ámbito civil sí,
con convivencia matrimonial durante un año, conforme al art. 75 CC).

 Falta de discreción de juicio en quienes sobrepasaron la edad núbil


Por encima de los 14 años y de los 16 no se establece ningún impedimento para
contraer matrimonio por razón de insuficiente discreción de juicio, presumiéndose que
quien ha superado esa edad tiene una discreción de juicio suficiente.

Por motivos de seguridad jurídica se entiende que, por encima de esas edades, debe
seguirse un criterio que es el de la mayoría de edad. Quien ha sido incapacitado
civilmente (demencia, imbecilidad…) debe ser considerado inhábil para el matrimonio
mientras no conste otra cosa.

De este problema se habla en el canon 1905, párrafo 2, el cual dice que son incapaces
“quienes tienen un grave defecto de discreción de juicio acerca de los derechos y deberes
esenciales del matrimonio que mutuamente se han de dar y aceptar”.

Interesan tres cosas:

o La noción de discreción de juicio.


o El ámbito sobre el que se proyecta ese defecto.
o La prueba de la falta de discreción de juicio.

 Noción de discreción de juicio.


El término “discreción” se refiere, entre otras cosas, a la sensatez para formarse un
juicio o idea acerca de algo.
Por tanto, “discreción de juicio” indica la capacidad de comprender y valorar cuál es,
en la práctica, el alcance de una determinada decisión: lo que supone y comporta.
La discreción de juicio no se refiere al conocimiento de lo que es el matrimonio, pues a
ello se refiere el canon 1096 en su apartado 1.
Por tanto, “el grave defecto de discreción de juicio” no nace de una falta de
información, sino de una falta de comprensión acerca del alcance y consecuencias del
compromiso matrimonial.

 Ámbito sobre el que se proyecta.


El propio canon 1095 determina el ámbito al que debe afectar el “defecto de discreción
de juicio”, diciendo que es “acerca de los derechos y deberes esenciales del
matrimonio que mutuamente se han de dar y aceptar”.
Los derechos y deberes esenciales a los que se refiere ese canon son los derivados
de:

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o El matrimonio como consorcio permanente orientado a unos fines (canon


1055.1).
o Las propiedades esenciales del matrimonio: la unidad y la indisolubilidad
(canon 1056), que alcanzan también fidelidad conyugal.

 La prueba de falta de discreción de juicio.


El Derecho presume que, llegada la edad núbil, la persona tiene capacidad necesaria
para el matrimonio. Alcanzada esa edad, la falta de madurez a causa de un “defecto
de discreción de juicio” debe ser probada.
Además, esa eventual falta de discreción de juicio solo será relevante si es “grave”, lo
que remite a alguna forma patológica de inmadurez. Esto requiere:
o Verificar ante todo la existencia de una seria anomalía psíquica en el
contrayente.
o Verificar que esa anomalía ha afectado en concreto a la valoración hecha
por el contrayente de alguno de los derechos o deberes esenciales del
matrimonio.

 Motivos y móviles de la deliberación


 Delimitación conceptual
Hay que distinguir la capacidad de deliberación en orden al matrimonio (ligada a la
edad núbil y a la discreción de juicio) de las causas o razones que impulsan a contraerlo
(motivos y móviles de la deliberación).

Las razones para contraer matrimonio pueden ser muy variadas y como regla general,
desde el punto de vista jurídico, son irrelevantes.

Hay dos situaciones que determinan una excepción a esa regla general y que pueden
afectar a la capacidad de deliberación: el miedo o temor y el dolo o engaño.

El legislador busca que quienes prestan consentimiento matrimonial lo hagan con


suficiente capacidad deliberativa, pero una vez que eso se hace no se interesa por la
concreta deliberación que precede al consentimiento, salvo si media miedo o dolo.

En el miedo el móvil es evitar un mal y es suficiente para declarar nulo el matrimonio.


Puede definirse como “la consternación del ánimo originada por la previsión de un mal
inminente”. En el caso del dolo ocurre lo mismo, teniéndose en cuenta la falta de
conocimiento.

En otros preceptos el legislador menciona móviles y motivos que inducen a prestar


consentimiento y que son tomados únicamente en cuenta para apreciar si dan lugar a un
consentimiento conyugal. Ello ocurre con el error acerca de la cualidad de la persona (c.
1097), entre otros.

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 Causa del consentimiento prestado por miedo


Un acto ejecutado por miedo merece calificarse como acto en parte voluntario y en
parte involuntario. Según Santo Tomás de Aquino ese es un acto voluntario simpliciter e
involuntario secundum quid, ejemplificando con el caso del marinero que se ve obligado a
tirar al mar sus mercancías durante una tempestad para evitar naufragar.

Para que se dé el supuesto de hecho de miedo en el matrimonio se necesita que “el


paciente tuviera aversión al matrimonio, considerada como presupuesto necesario para
hablar de miedo”, señala Bernárdez Cantón. No basta con la aversión hacia el otro
contrayente, ni la falta de plena compenetración, ni falta del amor entrañable para el que
el matrimonio sea inválido. Tampoco constituye miedo el contraer matrimonio para evitar
los males que su celebración evita (soltería, no tener descendencia legítima…).

El tema es muy delicado cuando entre la celebración del matrimonio y la evitación de


un mal no se da una relación intrínseca, derivada de la naturaleza y circunstancias del
matrimonio; sino una relación accidental, pudiendo presentarse el matrimonio como única
vía para salir de la pobreza, poner paz entre dos familias…

El miedo es un caso particular dentro de los matrimonios de conveniencia, donde el


matrimonio no es querido por sí mismo sino como medio para evitar un mal y se
caracteriza por dos elementos: móvil de evitar un mal, siendo la causa principal de la
prestación del consentimiento el evitar ese mal y la involuntariedad del matrimonio para
quien consiente en celebrarlo, es decir, que el matrimonio sea el único medio razonable
para conseguir evitar el mal. Ese miedo debe ser directo o indirecto e indeclinable además
de grave y extrínseco. Ya no se exige que sea injusto (tiene que provenir de una amenaza
injusta) ni necesariamente directo. El c. 1103 dice expresamente que vicia el
consentimiento incluso el miedo indirectamente infundido (mujer enferma cuyo médico le
niega el tratamiento se casa con él para que así se lo suministre).

El canon anterior describe una hipotética situación: la persona que contrae matrimonio
por miedo. El miedo es una situación anímica de la persona: una trepidación del ánimo a
causa de un mal o daño que esta teme sufrir o padecer.

Desde el punto de vista jurídico, el supuesto aquí descrito es aquella situación que
empuja a una persona a contraer matrimonio, como medio para librarse de aquello que
teme. De este modo, la decisión de contraer matrimonio no se adopta con plena libertad,
sino que el proceso deliberativo está decisivamente influido por el miedo.

Hoy el fundamento del miedo es la tutela de la libertad personal, especialmente


delicada en el caso del matrimonio. Puede ser antecedente o concomitante. En su
regulación actual el vicio del consentimiento debe apreciarse siempre que estemos ante
un miedo grave y extrínseco. Otro requisito es el de la indeclinabilidad del miedo.

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 Gravedad del miedo


Raimundo de Peñafort hablaba al respecto del homo constans (aquel que solo se
amedrenta ante males muy graves). Autores posteriores incluirían en esa figura las
cualidades personales y el estado de ánimo de la persona a la hora de catalogar como
grave el miedo.

Hoy se entiende que el miedo subjetivo de la víctima no está necesariamente presente


en quien se pliega a una amenaza grave, sino simplemente que la víctima se pliegue a la
exigencia del amenazante como resultado de la amenaza.

El Digesto establecía dos módulos a la hora de medir el miedo: el relativo o aristotélico


(para medirlo debe compararse el mal con el que alguien es amenazado y el acto que de
ese amenazado se busca obtener). Según este modo el homo constantissimus (hombre
recto y virtuoso que teme lo que es temido y no se acobarda ante lo digno de temor) se
opone al homo vanus, que es aquel que teme al mal leve y arrostra el mal grave. El homo
vanus et tenax no se desprende ante una amenaza grave de algo de poco valor, mientras
que el homo vanus et inconstans basta con una amenaza leve para doblegar su voluntad.
Este módulo se usa en los negocios jurídicos, como el matrimonio.

El otro módulo, el absoluto, buscaba medir la naturaleza de las amenazas: su


gravedad, al margen de la conducta del amenazado, aunque teniendo en cuenta su sexo
y edad, y es usado en el ámbito penal.

El miedo es una causa de nulidad convalidable: el Código permite que cuando cese la
amenaza y desaparezca el miedo, sabiendo ambas partes de ese vicio, si la persona que
lo sufrió vuelve a emitir consentimiento y la otra parte no revoca el suyo esta causa se
convalida. Si concurre conjuntamente con un impedimento el matrimonio es declarado
nulo por una de las dos causas, no por las dos. El cónyuge que ha contraído matrimonio
con miedo puede acusar, debiendo probar sus acusaciones.

El relativo no busca medir la gravedad de la amenaza, sino medir la constancia de


quien celebra el matrimonio con la gravedad del mal que se evita mediante la celebración
del matrimonio. Este será válido o nulo según la gravedad del mal que se haya buscado
evitar mediante el matrimonio. Así, para medir la gravedad de la amenaza debe valorarse
no solo la gravedad del mal con el que alguien es amenazado sino también el grado de
probabilidad de que esa amenaza se cumpla.

 Exterioridad del miedo


Este requisito excluye que el miedo provenga de una causa natural (naufragio,
terremoto, enfermedad…), excluye también el miedo infundado (autogenerado por quien
imagina la necesidad de un mal donde no lo hay), el temor a la pérdida de la reputación,

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estima o respeto al no cumplir la promesa dada o contradecir la opinión dominante.


Excluye además que su causa sea el remordimiento de conciencia, el temor al pecado u
otra causa de tipo moral.

El miedo debe venir de la voluntad humana, existiendo una o varias personas cuya
actuación depende la verificación de los males temidos si no se celebra el matrimonio y la
no verificación si se celebra.

Así ha de entenderse que la exterioridad debe ser el juicio fundado de que una
determinada causa generará unos determinados males si no se celebra un negocio
jurídico. Esa causa debe ser humana y libre.

El canon 1103 exige que proceda de una causa externa. Alguien es directa o
indirectamente la causa del miedo. Pero no se exige que sea causado con vistas a
contraer matrimonio.

 Indeclinabilidad del miedo


El matrimonio se ve como la única vía para escapar del mal que se teme.

 Miedo reverencial
Su tratamiento autónomo parte de la presencia de tres elementos: existencia de una
relación de supeditación entre quien infiere el miedo y quien lo padece; naturaleza del mal
temido y procedimientos por los que se infiere la coacción. Respecto del primero, se suele
dar en relaciones paterno-filiales, laborales… No se necesita que esa relación se base en
un título de carácter jurídico. Se considera suficientemente grave la indignación perpetua
y duradera de quien detenta la situación de supremacía. El simple deseo de agradar o
complacer a quien detenta esa situación no se considera necesidad de evitar un mal
grave.

Los procedimientos con los que se infiere la coacción han de ser graves (ruegos,
súplicas inoportunas, mandato imperativo sin réplica…). El miedo reverencial no es un
tipo de miedo, sino solo un supuesto de hecho. Si las amenazas no se realizan como
antes se vio la hipótesis es la del miedo común.

La doctrina entiende que debe ser cualificado, antecedente a la celebración del


matrimonio, externo e injusto, indeclinable, directo (poca doctrina a favor de que pueda
ser también indirecto) y grave (teniendo en cuenta el carácter subjetivo de la persona).

Respecto de las amenazas de suicido se entiende que el ocasionarse a sí mismo la


muerte no es un mal para otra persona, a no ser que indirectamente conlleve ese mal. El
temor a que sobrevenga la muerte de los padres si no se obedece a la hora de celebrar
matrimonio es considerado mal suficientemente grave.

 La prueba del temor

Debe abarcar tres aspectos:

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 El hecho externo de la coacción: qué acciones, actitudes, amenazas o


advertencias ha realizado el sujeto agente.
 El hecho interno del temor: ha de demostrarse cómo fue recibido todo eso por la
víctima y el efecto consiguiente.
 El nexo de causalidad entre la coacción, el temor, y el consentimiento
matrimonial: que la víctima eligió el matrimonio para librarse del mal que temía:
aquí es esencial acreditar la aversión al matrimonio por parte de quien fue
sujeto pasivo del miedo.

 Dolo
El Código de 1983 introduce en el c. 1098 la nulidad del matrimonio por razón de dolo,
algo inexistente en el de 1917. El dolo debe versar sobre una cualidad de los contrayentes
que por su propia naturaleza pueda perturbar gravemente el consorcio de la vida
conyugal, distinguiéndose así el dolo bueno del dolo malo. Del bueno puede protegerse el
contrayente, adoptando por ejemplo una conditio sine qua non. El c. 1098 se refiere solo
al malo, protegiendo el consentimiento frente al engaño respecto a cualidades importantes
para el consorcio de la vida conyugal. Puede definirse como“actividad o actitud de quien
aparentando una realidad favorable u ocultando una realidad desfavorable suscita el
engaño de otro para impulsarlo hacia un determinado objetivo”.

Exige el c. 1098 que el matrimonio se haya celebrado a consecuencia del dolo y que
ese se usara para conseguir el consentimiento. Así se distingue el dolo principal del
accidental, que no ocasiona el consentimiento. El dolo debe ser principal, pues sino
cualquier otra persona ajena a los contrayentes podría lograr la nulidad del enlace por
cualquier otra causa.

Para que se cumpla lo previsto en el c. 1098 basta que se quiera engañar acerca de la
cualidad que por su propia naturaleza es capaz de perturbar gravemente la vida conyugal
(esterilidad, impotencia, enfermedad…).

Los aspectos a tratar son:

Noción de dolo.

El término tiene diversas acepciones en el ámbito jurídico. En el contexto del canon 1098
indica una deliberada falta de veracidad o de rectitud tendente a que alguien tenga por
cierto aquello que no lo es o no pueda llegar a conocer la realidad.

Más concretamente, consiste en aparentar una realidad favorable o en ocultar otra


desfavorable, con el fin de mover a una persona a contraer matrimonio. El resultado de
este engaño o fraude es que, quien lo padece, contrae matrimonio engañado.

Objeto del engaño.

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Según el canon 1098, el engaño o fraude debe referirse a una cualidad:

o Del otro contrayente: es decir, a una característica estable de esa persona en


particular.
o Referida al consorcio de vida conyugal: o sea, relacionada de alguna manera con
el ámbito de la vida matrimonial y su desarrollo.
o Capaz de perturbarlo gravemente: es decir, de tal entidad o importancia que,
objetivamente (no solo a juicio u opinión de quien padece el engaño) pueda alterar
o trastornar el normal desenvolvimiento de la vida conyugal.
No es suficiente un engaño relativo a una cualidad poco relevante.

Matrimonio in fieri: se refiere al matrimonio por hacerse, cuando se intercambia el


consentimiento.
Matrimonio in facto esse: se refiere al matrimonio hecho. El engaño se refiere a este
momento.

Requisitos del dolo.

Para que el dolo vicie el proceso de deliberación ha de tener los siguientes requisitos:

a) Antecedente: debe preceder a la celebración del matrimonio.

b) Ser causa del consentimiento: el dolo solo es causa de nulidad, si quien lo padece o
sufre contrae movido por ese engaño.

c) Extrínseco y directo: es decir un engaño proveniente de un agente externo y provocado


con la precisa intención de obtener el consentimiento matrimonial.

Prueba del dolo.

Debe probarse una sucesión de nexos causales:

o La acción u omisión que busca engañar: debe probarse qué medios se emplearon,
como se llevó a cabo el engaño.
o La intención de hacerlo para obtener el consentimiento del otro contrayente.
o La eficacia del engaño: que efectivamente induce a error sobre una determinada
cualidad del otro contrayente.

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