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Introducción
¿Alguna vez has hecho algo que no tenía sentido? Quizás esperaste hasta el último
minuto para comenzar a estudiar para un examen, a pesar de que sabías que demorar
tanto tiempo aseguraría que obtuviste una mala nota. O tal vez viste a una persona que
te gustaba al otro lado de la habitación, alguien de quien tenías sentimientos románticos,
pero en lugar de acercarte a esa persona te dirigías hacia el otro lado (y luego te
avergonzaste de ello). Si alguna vez has hecho algo que no parecía tener sentido —y
quién de nosotros no tiene—, la perspectiva psicodinámica sobre la personalidad podría
ser útil para ti. Puede ayudarte a entender por qué elegiste no estudiar para esa prueba,
o por qué corriste al revés cuando la persona de tus sueños entró a la habitación.
La obra de Freud ha sido sumamente influyente, su impacto se extiende mucho más allá
de la psicología (hace varios años la revista Time seleccionó a Freud como uno de los
pensadores más importantes del siglo XX). La obra de Freud no sólo ha sido influyente,
sino también bastante polémica. Como se puede imaginar, cuando Freud sugirió en 1900
que gran parte de nuestro comportamiento está determinado por fuerzas psicológicas de
las que en gran parte estamos desprevenidos —que literalmente no sabemos lo que está
pasando en nuestra propia mente— la gente estaba (por decirlo suavemente) disgustada
(Freud, 1900/1953a). Cuando sugirió en 1905 que los humanos tenemos fuertes
sentimientos sexuales desde muy temprana edad, y que algunos de estos sentimientos
sexuales están dirigidos hacia nuestros padres, la gente estaba más que desagradada,
estaban indignadas (Freud, 1905/1953b). Pocas teorías en psicología han evocado
reacciones tan fuertes de otros profesionales y miembros del público.
El modelo topográfico
El inconsciente —la parte más polémica del modelo topográfico— contiene material
productor de ansiedad (por ejemplo, impulsos sexuales, impulsos agresivos) que
son reprimidos deliberadamente (mantenidos fuera de la conciencia consciente como
una forma de autoprotección porque te hacen sentir incómodo). Los
términos consciente, preconsciente e inconsciente siguen siendo utilizados hoy en día
en psicología, y la investigación ha brindado un apoyo considerable al pensamiento de
Freud con respecto al procesamiento consciente y preconsciente (Erdelyi, 1985, 2004).
La existencia del inconsciente sigue siendo polémica, con algunos investigadores
argumentando que la evidencia para ello es convincente y otros sostienen que el
procesamiento “inconsciente” puede ser contabilizado sin postular la existencia de un
repositorio freudiano de deseos reprimidos e impulsos preocupantes (Águila, 2011;
Luborsky & Barrett, 2006).
Freud permaneció dedicado al modelo topográfico, pero para 1905 había esbozado los
elementos clave de su modelo escénico psicosexual, que sostenía que temprano en
la vida avanzamos a través de una secuencia de etapas de desarrollo, cada una con su
propio desafío único y su propio modo de gratificación sexual. Las etapas psicosexuales
de Freud —oral, anal, edípico, latencia y genital—son bien conocidas incluso por los
psicólogos no analíticos. Se planteó la hipótesis de que la frustración o sobregratificación
durante una etapa particular resultaría en “fijación” en esa etapa, y al desarrollo de un
estilo de personalidad oral, anal o edípico (Bornstein, 2005, 2006).
El Modelo Estructural
En última instancia, Freud reconoció que el modelo topográfico fue útil para comprender
cómo las personas procesan y almacenan la información, pero no tan útil para explicar
otros fenómenos psicológicos importantes (por ejemplo, por qué ciertas personas
desarrollan trastornos psicológicos y otras no). Para ampliar su teoría, Freud desarrolló
un marco complementario para dar cuenta del desarrollo normal y anormal de la
personalidad, el modelo estructural, que postula la existencia de tres estructuras
mentales interactuantes llamadas id, ego y superego. El id es el asiento de los impulsos
e instintos, mientras que el ego representa la parte lógica, orientada a la realidad de la
mente, y el superego es básicamente tu conciencia, las pautas morales, reglas y
prohibiciones que guían tu comportamiento. (Los adquieres a través de tu familia y a
través de la cultura en la que fuiste criado).
Además de ser la parte lógica, racional, orientada a la realidad de la mente, el ego cumple
otra función importante: Nos ayuda a manejar la ansiedad mediante el uso de defensas
del ego. Las defensas del ego son básicamente estrategias mentales que utilizamos
automática e inconscientemente cuando nos sentimos amenazados (Cramer, 2000,
2006). Nos ayudan a navegar por eventos perturbadores, pero también hay un costo:
Todas las defensas del ego implican alguna distorsión de la realidad. Por ejemplo, la
represión (la defensa del ego más básica, según Freud) implica quitar de la conciencia
pensamientos y sentimientos perturbadores, y trasladar esos pensamientos y
sentimientos al inconsciente. Cuando lees sobre una persona que “bloqueó” los molestos
recuerdos de maltrato infantil, ese es un ejemplo de represión.
En los últimos años han surgido una serie de nuevos marcos psicodinámicos para
explicar el desarrollo y la dinámica de la personalidad. El más importante de ellos es
la teoría de las relaciones de objetos. (En el lenguaje psicoanalítico, el término “objeto”
se refiere a una persona, por lo que la teoría de las relaciones de objetos es realmente
algo más parecido a “teoría de las relaciones interpersonales”).
Psicoanálisis y Cultura
La cultura en la que se ha criado a una persona tiene una influencia significativa en las
autoconcepciones. Por ejemplo, es probable que alguien criado en Norteamérica se
describa a sí mismo en términos muy diferentes en comparación con alguien criado en
la India. [Imagen: Harsha KR, https://goo.gl/cNfV73, CC BY-SA 2.0, goo.gl/rXiusF]
Uno de los objetivos de toda la vida de Freud fue utilizar principios psicoanalíticos para
comprender la cultura y mejorar las relaciones intergrupales (en realidad intercambió
varias cartas con Albert Einstein antes de la Segunda Guerra Mundial, en las que
discutieron este tema). Durante las últimas décadas, a medida que la sociedad se ha
vuelto cada vez más multicultural, este esfuerzo ha cobrado una nueva importancia; los
psicoanalistas han sido activos en la incorporación de ideas y hallazgos sobre influencias
culturales en su investigación y trabajo clínico. Por ejemplo, estudios han demostrado
que los individuos criados en culturas individualistas, centradas en la independencia (por
ejemplo, Estados Unidos, Gran Bretaña) tienden a definirse principalmente en términos
de atributos personales (como actitudes e intereses), mientras que los individuos criados
de manera más sociocéntrica, las culturas interdependientes (por ejemplo, Japón, India)
tienen más probabilidades de describirse a sí mismas en términos de relaciones
interpersonales y conexiones con otros (Oyserman, Coon, & Kemmelmeier, 2002).
Nuestras autorrepresentaciones son, literalmente, un producto de nuestro medio cultural
(Markus & Kitayama, 2010).
Las oportunidades y desafíos de la neurociencia
Hace quince años, el premio Nobel Eric Kandel (1998) articuló una visión para una
perspectiva psicodinámica empíricamente orientada firmemente incrustada en los
principios y hallazgos de la neurociencia. La visión de Kandel finalmente condujo al
desarrollo del neuropsicoanálisis, una integración de conceptos psicodinámicos y
neuropsicológicos que ha mejorado la comprensión de los investigadores de numerosos
aspectos del comportamiento humano y el funcionamiento mental (Solms & Turnbull,
2011). Algunos de los primeros esfuerzos para integrar principios psicodinámicos con
hallazgos de la neurociencia involucraron sueño y sueños, y los modelos
contemporáneos de formación de sueños ahora incorporan principios de ambos dominios
(Levin & Nielsen, 2007). Las técnicas de neuroimagen como las imágenes por resonancia
magnética funcional (fMRI) han comenzado a desempeñar un papel cada vez más
central en esta integración psicoanálisis-neurociencia en curso también (Gerber, 2007;
Slipp, 2000).