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1. El inconsciente: la vida psíquica existe por debajo de lo que conocemos como la
conciencia, también por debajo del preconsciente en el sentido de que es aquello
sobre lo que podemos volvernos consciente cuando tratamos de pensar en ello. La
mayor parte de nuestra vida mental es inconsciente y esa parte sólo es accesible por la
vía del psicoanálisis.
2. Experiencias tempranas de la niñez: son una amalgama de fantasía y realidad
caracterizada por deseos pasionales, impulsos primitivos y ansiedades infantiles. El
hambre despierta el deseo de tragarse todo, pero también el temor de ser tragado. El
deseo de estar en control e independiente está asociado al temor de ser manipulado o
abandonado, la separación de algunos de sus cuidadores puede significar quedar
expuesto, sin ayuda y abandonado. Amar a uno de los padres puede ser riesgoso,
puesto que el niño puede temer perder el amor del otro padre. Estos deseos
tempranos y temores resultan en conflictos que no pueden ser resueltos, son
reprimidos y se vuelven inconscientes.
3. Desarrollo Psicosexual: Freud entendió que la maduración progresiva de las
funciones corporales se centraban en las zonas erógenas (boca, ano, genitales) y se
avanzaba esta maduración junto con los placeres y temores experimentados en
relación con sus cuidadores, tomados estos como relación de objeto. El desarrollo de
esta estructura es el camino para la formación de la mente infantil.
4. El complejo de Edipo: es el núcleo de toda neurosis. El niño a los 6 años se vuelve
consciente de la naturaleza sexual de la relación entre sus padres, de la cual él está
excluido. Aparecen fuertes sentimientos de celos y rivalidad que deberán ser resueltos,
junto con otros problemas como quién es hombre, quien mujer a quien se puede amar,
con quién se puede casar, como vienen lo bebes al mundo y que es lo que los niños
pueden hacer comparado con lo que hacen los adultos. La resolución de esos
desafíos va a moldear el carácter adulto y al super-yo (ver adelante en yo, ello y
super-yo).
5. Represión: es la fuerza que mantiene inconsciente las peligrosas fantasías
relacionadas con la parte no-resuelta de los conflictos infantiles.
6. Los sueños son realización de deseos: a menudo, los sueños, expresan el
cumplimiento de deseos o fantasías infantiles. Puesto que las escenas en los sueños
aparecen deformadas o disfrazadas (como escenas absurdas, extrañas o
incoherentes) estas requieren análisis para revelar su significado inconsciente. Freud
llamó a la interpretación de los sueños la vía regia al inconsciente.
7. Transferencia: es la tendencia ubicua de la mente humana de ver e identificar
cualquier nueva situación sobre la plantilla de experiencias previas. En psicoanálisis la
transferencia ocurre cuando el paciente ve a analista como una figura parental con el
cual puede volver a experimentar los mayores conflictos infantiles o traumas como si
fuera la situación original.
8. Asociación Libre: describe la emergencia de pensamientos, sentimientos y
fantasías cuando no están inhibidas por restricciones como el miedo, la culpa o la
vergüenza. (ver más adelante).
9. El yo, ello y superyó: El yo es el asiento principal de la conciencia, el agente de la
mente que ejerce la represión, consolida e integra los variados impulsos y tendencias
antes de ser trasladadas a la acción. El ello es la parte inconsciente de la mente, el
sitio donde mora la parte reprimida e incognoscible de la memoria y de rastros de las
experiencias infantiles.
El super-yo es la guía de la mente y la conciencia, el lugar desde donde se recuerdan
las prohibiciones y los ideales por lo cual luchar.
Traducción al español: Dr. Pablo Ríos. APA. Argentina
Conductismo y sus fundamentos
El conductismo surgió como una alternativa a la psicología experimental centrada en el
análisis de la conciencia y en su lugar propuso a la conducta en sí misma, en tanto
actividad, como el objeto de estudio psicológico (cf. Watson, 1913a).
La actividad de interés sería la que se establece en función de eventos durante la
ontogenia animal, de modo que así se establecía una distinción clara con la actividad
que le interesaba al fisiólogo. La posibilidad de encontrar orden en estas relaciones
funcionales se expresó como la búsqueda de la predicción y el control del
comportamiento: “En un sistema psicológico completamente elaborado, dada la
respuesta pueden predecirse los estímulos; dados los estímulos puede predecirse la
respuesta” (Watson, 1913a, p. 167).
El rango de fenómenos que se incluían en este proyecto era vasto aunque muchos
estaban en el límite de las preguntas fisiológicas y por tanto, no era de extrañar que el
modelo adoptado fuera tácitamente el de éstas (Kantor, 1969). La puesta en marcha
del proyecto y su consolidación consistió en sistematizar y desarrollar esas líneas de
trabajo, lo cual implicó dos cosas: por un lado, la confirmación de que era un proyecto
plausible y prometedor, pero por otro, el surgimiento de críticas y reservas sobre su
alcance en la explicación del comportamiento humano que parecía no adecuarse al
tipo de fenómenos más representativos de su interés. En cualquier caso, la producción
teórica y experimental sobre la conducta humana compleja en la tradición conductista
no ha sido ingente. (Marr, 1984; Tonneau, 2001a; Schlinger, 2004; Overskeid, 2000;
Crone-Todd, 2011).
Las principales aportaciones no prosperaron en sentido estricto, aunque de una u otra
forma los desarrollos posteriores las implicaron, como es el caso del trabajo
experimental de Hull (1920) sobre formación de conceptos. Respecto a los escasos
desarrollos conceptuales, el trabajo de Watson (1913a; 1913b; 1919; 1920; 1924a;
1924 b) ilustra un caso en el que la historia desdibujó el detalle de las reflexiones y hoy
en día se presentan con una simplificación irrisoria. Por ejemplo, es común que se
presente la concepción watsoniana del pensamiento simplemente como actividad
laríngea (v.gr. Powell, Symbaluk & Honey, 2009), cuando una revisión cuidadosa de su
obra indica que llegó a plantear la conducta compleja como una organización del
comportamiento basado en tres tipos de respuestas (kinestésicas, viscerales y
verbales-que no vocales), con dominancia de estas últimas, según una relación de
sustitución de estímulos y respuestas. El proyecto conductista era variopinto: el
watsoniano, sin dudas, fue el más promocionado y es el de mayor repercusión
histórica, pero por la época surgieron otros de mayor o menor envergadura, como el de
Holt (1915a; 1915b), el de Weiss (1925) y el de Kantor (1924). Todos estos estaban de
acuerdo en que el foco de análisis sería la conducta, ampliamente concebida, pero
rechazaron el modelo fisiologicista que se leía en Watson, en el que la conducta podía
equiparse finalmente a respuestas más o menos complejas, linealmente causadas. En
consecuencia, propusieron modelos molares de la conducta, enfatizando que ésta era
fundamentalmente una relación u organización de relaciones e incluían recursos
conceptuales adicionales para cubrir mejor varios aspectos de la conducta humana
(v.gr. las respuestas biosociales de Weiss, las funciones estimulativas institucionales
de Kantor, y la conducta moral de Holt, por citar algunos).
El desarrollo del conductismo privilegió algunos enfoques más que otros, que
descendían directa o indirectamente de los anteriores pero finalmente fue el sistema de
Skinner (1938) el que llegó a ser dominante desde la década de los cuarenta. En
adelante, para muchas generaciones ser conductista significó ser skinneriano, y
cualquier intento de abordaje psicológico desde esa filosofía significaba enmarcar los
problemas desde las categorías de las contingencias de reforzamiento y castigo. Pero
el conductismo como filosofía ampara a muchas modalidades científicas, y por tanto,
es legítimo pensar un proyecto conductista para estudiar la conducta humana compleja
desde categorías no-skinnerianas, si es que éstas llegan a valorarse como no
suficientes o adecuadas.
Referencia:
Adler, J.E. & Rips, L.J. (2008). Reasoning. Studies of human inference and its
foundations. Cambridge: Cambridge University Press.
Gestalt y sus fundamentos
La gestalt como terapia, hace su aparición por los años 30 y 40 del presente siglo,
debiéndose sus principios básicos a Frederick Perls , psicoanalista alemán, quien en
sus principios formativos, recibió gran influencia de Wilhelm Reich y de Kurt Goldstein.
Perls a causa de la Primera Guerra Mundial y por tener divergencias con el
psicoanálisis se vió obligado a emigrar de Alemania a Sudáfrica y allí creó su nueva
teoría "La Terapia Gestáltica" que abarca nuevas perspectivas filosóficas del hombre.
La terapia gestáltica se sirve básicamente de la psicología de la GestaIt, del
Psicoanálisis y de la Filosofía Existencial Europea.
GestaIt es una palabra alemana que significa totalidad, unidad, compuesta por dos
elementos unificados: Figura y Fondo.
FIGURA Y FONDO
Los psicólogos de la GestaIt han demostrado que el hombre, no percibe a las cosas
como entidades aisladas sin relación entre ellas, si no que las organiza en el proceso
perceptivo el, totalidades significativas.
El sujeto organiza básicamente las percepciones de la corriente sensorial aferente. Es
la experiencia primaria de una figura vista o percibida contra un segundo plano o fondo
y el sujeto tiende al cierre de ambos. Así por ejemplo: ver un cuadrado completo en un
conjunto de puntos aislados.
Los psicólogos de la gestalt sin embargo, se ocuparon solamente del estudio de las
percepciones de figuras externas en especial visuales y auditivas y no intentaron
aplicar sus estudios a las percepciones de los propios sentimientos, emociones y
sensaciones corporales. Fue Perls quien logró integrarlas utilizando los principios
básicos de la gestáltica, Ia motivación personal y las percepciones orgánicas
corporales.
El proceso deformación de la gestalt figura-fondo en los seres humanos se debe a la
importante cantidad de necesidades que tenemos que se encuentran en constante
desarrollo; es decir, según la gestalt, en organización de figuras y fondos que aparecen
y desaparecen.
Constantemente nos encontramos formando nuevas gestalts que al ser satisfechas o
cerradas eliminamos y reemplazamos por otras, permitiendo que nuestras conductas y
la experiencia perceptual sean organizadas por las necesidades primordiales en la
jerarquía.
Este proceso es esencial pues se encuentra en constante movimiento y nunca se
detiene, debido al natural proceso homeostático por el cual, el organismo satisface sus
necesidades.
La figura o gestalt es siempre lo más sobresaliente lo emergente, y el fondo es lo
difuso o indiferenciado. Este proceso de formación figura-fondo es lo que se denomina
formación gestáltica o formación de la figura, Cuando el proceso de formación
figura-fondo (gestalt) se encuentra bien integrado, firme y fuerte, se puede advertir que
figura y fondo se encuentran bien diferenciados; no hay un campo confuso sino algo
único; a medida que nos ocupamos de ella, la actividad perceptual se vuelve selectiva
y la conducta motriz se torna bien organizada, unitaria, coherente, dirigida a la
satisfacción de la necesidad. De igual manera las figuras que percibe el individuo son
unitarias y dominan el campo fenoménico; es así como desde el punto de vista
gestáltico, un sujeto integrado es aquél cuyo proceso se realiza en forma continua y sin
interrupciones.
Cuando una persona no logra satisfacer algunas necesidades o lo hace a medias, se
interrumpe, se perturba el proceso. Es decir, las gestalts no han sido gratificadas, no
han sido satisfechas, y de ésta manera se forman gestalts inconclusas, como las
denominadas "Asuntos Inconclusos". Esta interrupción del proceso se debe a tres
condiciones generales, que son las siguientes:
1. Cuando el contacto perceptual que hay entre el cuerpo mismo y lo que soy yo y el
mundo externo es defectuoso e insuficiente, o no hay un límite específico de
diferenciación entre ambos.
2. Cuando se bloquea la expresión franca de las necesidades, por lo cual no se llega a
satisfacerlas plenamente.
3. Por la represión, que impide la formación de nuevas gestalts y su conclusión. Para la
gestalt la represión es esencialmente motora, pues cuando surge una necesidad, ésta
tiende a darse a conocer en el plano muscular y la única manera de evitarla e inhibirla
es, contrayendo músculos antagónicos, que evitan que ese impulso se exprese
cabalmente. El sujeto se acostumbra a la necesidad sin saber lo que bloquea, sea una
tristeza, una alegría, una agresión, una sensación sexual, etc. La represión de este
modo, se mantiene a través de contracciones musculares crónicas; esto suele
observarse en las sesiones terapéuticas; por ejemplo un sujeto que experimente
ciertas necesidades trata de satisfacerlas sin lograrlo, y de algún modo se bloquean
quedando su proceso inconcluso y sin una clara diferenciación entre figura y fondo; el
sujeto se siente confuso, y no sabe distinguir entre las necesidades y el obstáculo.
Perls nos dice que hay emociones y conductas no disponibles, esto sería el fondo
sobre el cual aparece la figura.
La Terapia Gestáltica logra sus objetivos a través de técnicas o juegos como se les
denomina -empleadas en forma individual o grupal- poniendo siempre énfasis en las
emociones y sensaciones del cuerpo. En la terapia gestáltica existen innumerables
juegos que buscan generar, abrir gestalt para permitir la autorregulación de las
personas. Las reglas que se usan en gestalt no son órdenes, sino más bien
enunciados que se dan y que permiten unificar el pensamiento y los sentimientos. Son
los medios más eficaces para sacar a relucir las resistencias, promover el darse
cuenta, es decir que tienen valor de choque y sirven para demostrar al sujeto cuán
sutiles son las formas con las cuales evita experimentarse plenamente a sí mismo.
Referencias:
Fagan, J., y Shepherd, l. Teoría y técnica de la psicoterapia gestáltica. Traducido
del inglés. Buenos Aires: Amorrortu, 1976.
Humanismo y sus fundamentos
La psicología humanista, en su sentido más amplio, incluye a todos aquellos autores
que han desarrollado sus propuestas apuntando a una cierta concepción del ser
humano, del objeto de la psicología, de la patología, de la intervención psicológica y del
método para obtener conocimientos sobre todo lo anterior que se engarzan en la
tradición filosófica humanista. Considerada de este modo, es en la primera mitad del
siglo XX cuando surgen las primeras aportaciones de peso: en muchos aspectos la
obra de William James en Estados Unidos y las de Ludwig Bingswanger y Medar Boss,
entre otros, en Europa. Sin embargo, la psicología humanista, bajo esta denominación
y como movimiento relativamente organizado, se gesta durante las décadas de los
cincuenta y sesenta del siglo XX. En su aparición se pueden identificar influencias de
tres tipos: a) filosóficas; b) sociales y culturales; y c) propiamente del ámbito de la
psicología. Empecemos por estas últimas. Desde una perspectiva estrictamente
psicológica el movimiento de la psicología humanista nace con la pretensión de
configurarse como una alternativa a la visión del ser humano que proporcionan tanto el
psicoanálisis como el conductismo (las dos grandes fuerzas de la psicología en esos
años), de ahí que este movimiento sea también conocido como “tercera fuerza”. El
psicoanálisis y el conductismo serían criticados por sostener concepciones del ser
humano explícita o implícitamente negativas, deshumanizadas o reduccionistas así
como por su mecanicismo y determinismo. Las propuestas alternativas se van a
caracterizar, además de por este rechazo, por su variedad, hasta el punto de que es
más apropiado hablar de un movimiento que de una escuela. Esta crítica y el
consiguiente posicionamiento como tercera fuerza dentro del campo de la psicología,
vienen también influida por factores sociales y culturales. El desánimo y desasosiego
que sucedieron a la Segunda Guerra Mundial, la conciencia de la amenaza atómica y
la guerra fría, la insatisfacción social que culminó en los movimientos contraculturales
de los años sesenta, son elementos que conformaron el caldo de cultivo en el que
nació la psicología humanista. Sin embargo no hay que perder de vista que este
“malestar de la cultura” no era nuevo -aunque sí tenía algún elemento nuevo como la
posibilidad de destrucción masiva de la humanidad-, y que desde el punto de vista de
la historia del pensamiento la crítica tanto al pensamiento abstracto, como a los
mecanicismos y reduccionismos en la concepción del hombre tiene una larga tradición.
De esta tradición filosófica humanista y de su influencia en la psicología humanista
hablaremos en el apartado siguiente, pero adelantemos aquí que incide directamente
en el desarrollo en Europa de la psicología existencial, anterior a la eclosión
norteamericana de la psicología humanista. De hecho, en muchos textos se utiliza el
término humanístico-existencial para agrupar en un todo ambas corrientes. En lo
referente a los principales representantes de este movimiento ya se ha nombrado a
William James (ver cap. 5) dado que su concepción de la psicología y del método son
un marco en el que la psicología humanista se puede sentir cómoda. Autores como
Gordon Allport, Abraham Maslow o Carl Rogers junto a Ludwig Bingswanger, Medar
Boss, Rollo May, Victor Frankl, Eric Fromm o Ronald Laing forman un heteróclito grupo
del que trataremos de ver los elementos comunes.
El término humanismo escapa, como tantos otros en el terreno del pensamiento, a una
definición unívoca. En general, se tiende a asociar este término con las concepciones
filosóficas que colocan al ser humano en cuanto tal como centro de su interés. El
humanismo como movimiento filosófico resalta de un modo u otro la dignidad del ser
humano y postula algún tipo de ideal con respecto a él: según el tipo de ideal se ha
podido hablar de un humanismo cristiano, socialista, existencialista, científico, etc. La
defensa de las libertades individuales y de la democracia como forma de gobierno han
sido características de los dos Manifiestos Humanistas firmados en el siglo XX (1933 y
1974) por intelectuales y científicos. (Por cierto, uno de los firmantes del segundo
manifiesto fue Skinner.) Ferrater Mora señala que el humanismo puede ser entendido
como una determinada concepción del ser humano, concepción de la que acabamos
de describir algunos rasgos básicos, y también como un “método”, aspecto este de un
gran interés para comprender algunos elementos esenciales de la psicología
humanista.
Es en un autor de la importancia para la psicología como William James en quien
podemos ver que el humanismo propone, en cuanto que método de conocimiento,
romper con todo absolutismo y con toda negación de la variedad y espontaneidad de la
experiencia. El pensador humanista preferirá una mayor flexibilidad en la descripción
de lo real aunque eso suponga una pérdida de la exactitud racionalista. Estas
características del humanismo – rechazo del absolutismo y preferencia por la
flexibilidad frente a la exactitud racionalista-, suponen que los conocimientos más
relevantes sobre el ser humano se obtendrán focalizándose en los fenómenos
puramente humanos tales como el amor, la creatividad o la angustia. Quizá de un
modo más específico se ha hablado, con los matices que veremos más adelante, de la
influencia del existencialismo y de la fenomenología en lo que luego sería la psicología
humanista. El énfasis en la existencia, en cómo los seres humanos viven sus vidas, en
la experiencia del ejercicio o de la renuncia a la libertad será característico de los
filósofos existencialistas. Si el centro del interés es , en palabras de Unamuno, “el
hombre de carne y hueso”, entonces las especulaciones abstractas, por un lado, y el
cientifismo racionalista, por otro, serán rechazados. Es decir, el existencialismo se
niega a reducir al ser humano a una entidad cualquiera, sea esta la de animal racional,
ser social, ente psíquico o biológico. El método privilegiado, desde determinadas
visiones filosóficas, para acercarse al hombre y su experiencia será la fenomenología.
Del complejo método fenomenológico sólo apuntaremos aquí su propuesta de
descubrir lo que es dado en la experiencia, de reconsiderar los contenidos de la
conciencia tratando de ver más allá de los prejuicios, preconcepciones y teorías del
observador. Su propuesta de que la consciencia es siempre conciencia que tiende a
algo, es decir, que la conciencia es esencialmente intencional (no un computador que
recoge asépticamente datos) será importante en los planteamientos de la psicología
humanista y existencial.
El Constructivismo, dice Méndez (2002) “es en primer lugar una epistemología, es decir
una teoría que intenta explicar cuál es la naturaleza del conocimiento humano”.P. El
constructivismo asume que nada viene de nada. Es decir que conocimiento previo da
nacimiento a conocimiento nuevo.
Cuando las personas hacen uso de su conocimiento construyen planes, metas para
aumentar la probabilidad de que tendrán consecuencias positivas y minimizar la
probabilidad de consecuencias negativas. Una vez que la persona tiene una
expectativa de la consecuencia que tendrá un acontecimiento, su actuación conductual
se ajustará a sus cogniciones.
Hipótesis cognitivista
Hipótesis conexionista
Teorías
La auténtica felicidad
Seligman concluye que existen 5 elementos para el bienestar, dentro del modelo
PRISMA:
1. Positividad: Ser capaz de ver los resultados positivos, tener un punto de vista
optimista y una visión positiva del pasado, presente y futuro; el placer y la
satisfacción son parte importante de este elemento.
2. Relaciones positivas: La presencia de familia, amigos, intimidad y conexiones
sociales.
3. Involucramiento: También llamado compromiso, implica la presencia de un
estado de flujo en cierta actividad, esta debe requerir una habilidad superior y
ser un poco difícil y desafiante, pero aun así posible para el que la realiza. El
compromiso implica pasión y concentración en la tarea en cuestión.
4. Significado: También llamado sentido, implica tener un propósito de vida, saber
el porqué de nuestra existencia en la tierra para darle significado a nuestra vida.
5. Metas Alcanzadas: En cualquier momento de la vida, alcanzar metas es
satisfactorio en sí mismo. Los logros son un elemento que no funcionan
aislados, sino que van de la mano de los elementos antes señalados. Implica
ponernos metas a corto, mediano o largo plazo, y alcanzarlas.