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Introducción
Es claro que la pretensión de conceptualizar sobre comunidad desde una sola mirada es
ambiciosa, si se tiene en cuenta que es un ente donde interactúan diferentes esferas
relacionadas con la complejidad propia de los seres humanos (múltiples dimensiones que
determinan el comportamiento y las interrelaciones de los individuos y de los grupos sociales).
Resulta necesario que las disciplinas que intervienen en las comunidades se nutran de diversas
áreas del conocimiento como son la sociología, la antropología y la psicología, en razón a que
estas disciplinas brindan un marco teórico amplio de interpretación de la realidad social donde
se enmarca la cotidianidad comunitaria.
En este tipo de sociedad primitiva no se conoce el concepto de propiedad privada, ya que los
instrumentos, la tierra y otros elementos están subordinados a la propiedad colectiva y en
beneficio de toda la comunidad. Este tipo de relaciones de producción se basó en la
colaboración y ayuda mutua.
En este tipo de comunidades se mantienen maneras particulares de asumir el tiempo, dado que
éste transcurre lentamente y sin mayores cambios; la percepción del tiempo es lenta, su forma
de medición es secundaria, al punto que los relojes no son necesarios. Los fenómenos se
miden por hechos naturales como la sombra del sol, el clima y el crecimiento de las plantas
entre otros. En cuanto a la economía, ésta se sustenta en la producción de la tierra para el
autoconsumo; las relaciones económicas y productivas son complementarias; el comercio se
basa en el intercambio de productos con otras comunidades, y por otra vender los excedentes
en los mercados fuera del territorio.
Estas características se encuentran principalmente en pueblos indígenas y zonas rurales de
difícil acceso. Estos grupos conservan prácticas particulares de tipo económico y social;
muestra de ello es la forma de educación que utilizan, transmitida de generación en
generación, y valores humanos reflejados en el respeto a la autoridad patriarcal, la poca
decisión de los hijos sobre sus propios intereses, la obediencia, el aprendizaje del oficio de los
progenitores, poca movilidad territorial, y la baja estratificación social.
Con el avance del tiempo y las nuevas relaciones productivas el concepto de comunidad se
sigue utilizando para referirse a colectivos rurales.
Hoy en día estas agrupaciones sociales, aunque conservan algunas condiciones propias de la
comunidad como compartir un territorio, el idioma, la cohesión social, las costumbres, se
diferencian de la concepción antigua con respecto a las formas de producción (donde se ha
reemplazado el trabajo colectivo que favorecía al grupo como un todo por el trabajo individual
que beneficia al grupo familiar).
Las personas que hacen parte de las comunidades poseen un saber común enmarcado en un
sentido de lealtad que puede llamares “conciencia comunitaria”. Esta característica tan
exclusiva, no está presente en las grandes sociedades.
En las comunidades tradicionales las personas ostentan una cultura propia y una
organización social donde las medidas de control están mediadas por las reglas sociales
nacidas en el seno cotidiano de la misma comunidad.
Este proceso articula múltiples niveles naturales, ideológicos políticos, sociales y culturales
entre otros, con la particularidad que tiene dos efectos contradictorios por un lado, articula y ho-
mogeniza y por otro, excluye, margina y profundiza las desigualdades.
Lo anterior se refleja en la polarización entre los países pobres y los desarrollados, así como al
interior de todos los países como resultado de la disminución de la función económica y social
del Estado, la privatización de las empresas públicas y la flexibilización laboral.
Este modelo económico se caracteriza por la reducción del papel del Estado en la provisión de
servicios de bienestar entre ellos la salud, la educación, la vivienda y la cultura, entre otros.
En este proceso cumplen un papel dinamizador los medios de comunicación que favorecen el
excesivo consumismo, la imposición de la moda, se modifican las costumbres, los hábitos
nutricionales, y se asumen como propios el gusto por el arte y la cultura de otras regiones,
desvalorizando lo propio de suerte que contribuyen de esta manera a disminuir el apego
territorial, el sentido de pertenencia y el sentimiento regional de las comunidades.