(*) Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis, Florianópolis, 2005.
Este texto abreva en el trabajo del cartel constituido por Adelfa
Jozami, Guillermina Diaz, Estela Gurman y el que habla. En el curso de una reflexion clínica acerca de la adolescencia tomamos apoyatura en el texto de Yukio Mishima titulado “El marinero que perdió la gracia del mar” para indagar acerca de un singular rito de iniciación puberal que en el mismo se describe. Yukio Mishima es el seudónimo con el que suscribe sus escritos, desde su adolescencia, Hiraoka Kimitake. El relato está confeccionado con la precisión y el estilo que, en su correspondencia con su maestro Kawabata, llama “telegráfico”. Se dice de su obra escrita que es difícil de diferenciar de su biografía. Hay sin embargo una posición con respecto al arte, explicitada en una de sus cartas, donde dirá que, para luchar contra el realismo, su posición es la de ser no tan solo un romántico, vale decir, aquel que padece de lo que llama una “desesperación por la expresión” Para él ello sería insuficiente, agrega que es necesario también valerse de un “mecanismo” implacable que opere una suerte de reducción de la pasión a elementos que llama “inorgánicos” para luego poder ordenarlos de manera mecánica. De ese modo se tiende al “artificio” recién en ese momento válido en la ficción literaria. Es así que según su testimonio decide, según sus términos, con una “consecuencia casi cruel” adscribir a lo que llama “romanticismo mecanicista”. Esta breve y poco exhaustiva introducción a la posición del autor del texto sobre el que tomó apoyatura nuestro trabajo en el cartel apunta a la estructura escritural que soporta el contenido del relato mismo. Quiero subrayar con esto que el estilo de Mishima constituye, según mi punto de vista, de una disección puesta en acto calculada que duplica aquello que el contenido del relato desarrolla. Se trata de un grupo de púberes. Su edad es de trece anos. Al pertenecer a dicho grupo cada uno abandona su nombre y se numeraliza, salvo el jefe. Tenemos el jefe, luego viene 1, 2, 3,4 y 5. El protagonista es 3 y su nombre es Noboru. El jefe sostiene una verticalidad incondicional basada en el saber. El jefe delinea las razones y los procedimientos que regirán el ritual iniciático puberal. Este consistirá en el asesinato de un gato que será seguido de su disección, con ello se llega a formar parte del grupo. Parece indicar el intento de un pasaje que desde nuestra perspectiva indica el tránsito posible y en este caso fallido desde la pubertad a la adolescencia(1). Poco a poco, en este tramo del relato el jefe oficia doblemente de incitador y relator de la escena a la que promueve, y en ello se confunde por momentos con Mishima mismo, que construye dicha escena cruenta para el lector al que hace participar del horror que su dureza implica. La disección exhaustiva capa por capa del gato muerto en busca de una transparencia de gato en la inhallable desnudez anhelada(2), que se transforma en un trozado con tijeras –“como si fuese franela”- (nos apunta el jefe) señala la búsqueda desesperada de un vacío en el cuerpo, retorno del inhallable cuerpo propio puberal, que se atisba desde un principio como un efecto que Noboru advierte: que tan pronto se separa la piel la inconsistencia en que se encuentra el gato ha devenido tan solo una “máscara de gato” sumado a un montón insignificante de vísceras trozadas y desparramadas. En otros términos, podemos decir que la máscara “es” el gato mismo y que la búsqueda desesperada de lo real del cuerpo del gato que hipotéticamente la soporta ha resultado en un mero ejercicio de la crueldad. El vacío buscado con el deshollamiento del animal solo se encuentra en el lado cóncavo de la máscara. Caricatura de una infranqueable separación de la imagen “gato” de lo real cuerpo “gato” La iconoclastia de bisturí llevada a cabo por Mishima en este fragmento nos indica desde el comienzo de la novela que el pasaje ritual al que apunta se soporta de un anhelo donde la muerte, el ideal, la belleza y la perfección anticipan siempre el acto grupal sanguinario y cruel. Porqué cruel ? Se llama cruel a lo crudo, en latín, cruor, crudus. Se aplica a lo que no ha llegado al punto de cocción, lo sangrante. Pero para María Moliner (3) indica también realismo, rigurosidad, y si se refiere a una escena o descripción apunta a una presentación franca y sin atenuantes, mas allá que a aquel al que se dirija lo ofenda o le disguste. Llega así a lo implacable, feroz, deshumanizado, inexorable, científico, severo o truculento. En el panegírico del término subrayo “lo desalmado”. Lo que no tiene alma, amor, lo que en el alma desprende del cuerpo la dimensión del objeto “a” que soporta y anuda la consistencia del fantasma del cuerpo.
Esta dimensión del objeto cesible ausente en el relato le quita a la
escena perspectiva y su crueldad está en un sentido abonada por esa falta de perspectiva simbólica, aquella que le daría consistencia y profundidad, en una palabra, cuerpo.De ahí que el ideal de la trasparencia se liga a la crueldad. No hay incorporación de la sustancia común, tan solo parricidio. Mutilación .La figura del padre terrible renace en el jefe mismo que nos anticipa el desenlace del relatocuando dice acerca de la falencia en el soporte de la ley en los padres buenos que no aportan ni asumen el real que agencie para que la instancia simbólica se ponga en ejercicio. Padres que tiernamente dejan a sus hijos en la indeterminación , que no admiten ser odiados. El dirá que ante una pregunta que le realiza al padre, este, meditando en lugar de responder en forma precisa le sugiere que cuando crezca el solo responderá a esa pregunta, se dan cuenta ? agrega, porqué merecen ser ejecutados? . Otro niño añade que su padre beato da de comer a las ratas y que todos lamen los platos bendiciendo el compartir la comida. Cuando es interrogado porque lo hacen dice que no sabe, que su padre comenzó y que todos lo imitan sin sentido alguno. En Lacan La crueldad trágica no parece tener parentesco alguno con el sadismo. Estaría en conexión con lo que subraya de la crueldad de Antígona, su “ömos” que traduce por su inflexibilidad., el “a pesar de todo”, el “sin embargo”.(4) El acto cruel toma relevo de esa parte de la ley de la cual nadie puede o quiere hacerse cargo.y la tragedia denuncia esa impunidad por sustracción del real que la agencia. De ese objeto “a” que viene desde ningún lugar a soportarla. Un padre que intenta explicar lo inexplicable de la sanción es merecedor de lo crudo, lo cruel. Ya sea que en forma científica o religiosa evite encarnar la sanción arroja a su hijo a lo indeterminado por la abolición del agente real sin el cual la abyección de la ley, su parte de sin razón no se transmite y la sustancia gozante que habita su núcleo no es incorporable. Por eso merecen ser ejecutados. Se trata de la abyección que retorna en lo real del acto iniciático de Mishima. Pero también es la verdad que denuncia el jefe- Mishima. Ya que según el relato esa ejecución será la única manera, loca, de restituir en acto esa profundidad que de lo contrario es solo máscara, persona, nadie, como diría Marcel Mauss. Persona sin sujeto.Mishima mismo fue jefe de un grupo que reinvindicaba al emperador y que puso en escena su muerte colectiva ejecutada bajo la forma ritual japonesa. En la novela, una exterioridad a este circuito automático, reactivo y efimero parece tener chance a través del protagonista Noboru. El tiene algún atenuante por ser huérfano. Todas las noches, al ser encerrado por su madre en su habitación logra hallar, escondido en un armario, buscando en esa función del aislamiento que está en íntima relación con un efecto de sustracción, el descompletamiento con respecto de su madre que duerme en la habitación contigua. De pronto descubre un agujero desde donde espía a su madre mirándose ritualmente, noche tras noche frente al espejo. Su ojo duplica la mirada materna, el agujero enmarca la escena y las tinieblas mas el ángulo estrecho de visión en el que está situado que, limitado por los bordes de ese agujero vela la imagen que brilla por la presencia del ausente .Ese ausente está sostenido por la mirada de Noboru mismo. De pronto aparece otra terceridad, un marinero. El mar es indicador de aquello que no es situable sino por sus referencias míticas. Ya Fraser(5) ubicaba esa dimensión operativa de la iniciación en la presencia del muérdago(la rama dorada), que no es ubicable ni en el cielo ni en la tierra, o en “la humedad neblinosa del mar” . Las sociedades secretas son formas de sostener la iniciación de un joven, porque no alcanza según el autor con pertenecer a un clan totémico, es necesario depositar el alma en un ser externo, a veces monstruoso. De lo contrario si no existe lo que el llama la “intención real” de hacerlo en acto la pertenencia es insuficiente para la constitución del sujeto en la tribu. Ese objeto ilocalizable, cualquiera, está presente en toda iniciación. Desde Lacan podríamos situar allí la dimensión del objeto “a” al cual en determinado momento mas allá del espejo el sujeto se identifica como cuerpo. En Noboru ese objeto transita por la búsqueda de ese ideal más allá de las pasiones, lo impasible. El marinero es el que hace presente dicha exterioridad idealizada, el mar, en el que ante todo hay que marearse, como dice el marinero- amante de la madre de Noboru. Esta expresión viene a significar el desafío del héroe que soporta la soledad y que desde esa exterioridad puede eludir los preceptos de los padres ridiculizados de los niños del grupo.Ideal que cae de su perfección al pretender el marinero convertirse en un buen padre de Noboru. En ese momento pierde “la gracia del mar”. Por lo tanto, debe reconstruirse al héroe y la exterioridad que presentifica mediante un acto grupal. El acto es esa exterioridad efímera que exige su reincidencia compulsiva. Su crueldad es supuestamente reconstructiva de un afuera que ha quedado eclipsado. Es el afuera de la tierra firme, afuera que es el encierro del armario mismo desde donde Noboru espía , y se encierra en un espacio mas allá del Otro materno. Búsqueda desesperada que en la turbación que describe revela la tensión agresiva donde el adolescente se sumerge cuando ese vacío se llena y el espejo disuelve su grieta. Tan solo nos dirá Mishima queda “producir la grieta en el espejo” para que la reverberación infinita entre su cuerpo pulsional y su imagen se pacifiquen mediante un acto que en esta novela constituirá el asesinato y la separación del cuerpo visceral de la máscara que lo recubre . En esa grieta realizada por el ritual se recuperaría el vacío que otorga esa exterioridad perdida y que solo el héroe puede transmitir. La perfección es el corte cruento entre lo imaginario y lo real que el deshollamiento del cuerpo proporciona. Se menciona en el texto que la impunidad legal que les da el tener 13 y no aún 14 anos es lo que les posibilita realizar el acto ritual del asesinato del marinero. En verdad se podría leer que a falta de ley simbólica eficaz lo único que les queda es la disección que pueda reencontrar ese vacío en lo real del propio acto ya que el marinero se transforma en una caricatura del mar anhelado. Cabe notar que es llamativa en la obra de Mishima la influencia del Teatro Kabuki que le fue transmitida por su abuela paterna desde su temprana infancia. En este teatro abunda el tema de los amantes suicidas y su expresionismo impactante, al violar las leyes de la perspectiva, (es Eisenstein el cineasta quien remarca este aspecto ) de la perspectiva simbólica, le da fuerza de presentación mas que de representación a la puesta en escena. No hay un anudamiento entre registros jugada en una diferente temporalidad sino un “monismo” donde la voz , la imagen, y los otros componentes de la muestra convergen hacia el espectador en una unidad impactante. La crueldad casi nunca está ausente. El otro aspecto es el que se refiere a la minuciosidad exhaustiva del relato, la búsqueda desesperada del vacío, en contraposición con el trazo minimalista y preciso del budismo Zen que se presentifica en el teatro NOH. Kawabata, co-rresponsal y maestro de Mishima, no busca desesperadamente sino que parte del vacío y es desde ese vacío que traza su letra singular, minimalista. Para el budismo Zen el vacío no es algo para quedar extraviado allí sino que consiste en algo a atravesar. Es sobre el trasfondo de un vacío simbólico que la letra en Kawabata adquiere su fuerza en lo real. No hay desesperación ni turbación. Si Mishima es exhaustivo y minucioso Kawabata es preciso y su trazo pacifica. Ambos estilos quizás correspondan a momentos diferentes en relación de la construcción fantasmática del cuerpo en la adolescencia(6) .Si uno acentúa la absolutización del objeto el otro acentúa el trazo unario como re- fundación del sujeto en la adolescencia. Queda entonces por indagar acerca de los pasajes posibles desde una posición a la otra Referencias 1) “Iniciación y adicción en el pasaje de la pubertad a la adolescencia”. Pablo Kovalovsky. Revista psyche-navegante. 2) Estela Gurman, comunicación en Congreso de Convergencia –Agosto 2005-10-09 3) Maria Moliner . Diccionario . 4) Lacan , Seminario “La ética”. 5) Frazer, “La rama dorada” 6) Guillermina Diaz,(comunicacion personal).