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El mito del andrógino

en la literatura francesa del siglo XIX

Un estudio de caso: Séraphîta de Honoré de Balzac

Catalina Mir Jaume, Ferran Pibernat Casademont y Xavier Rodríguez Carulla

Curso 2014-2015
Índice

1) Introducción ................................................................................................................. 3

2) Examinando el mito del andrógino: estudio comparativo ............................................ 6

2.1 La apariencia del andrógino .................................................................................... 6

2.2 El contacto con el andrógino: el acercamiento y distanciamiento psicológico .... 10

2.2.1 Serafitus y Minna .......................................................................................... 10

2.2.2 Serafita y Wilfrido ........................................................................................ 14

2.3 La experiencia de sí mismo: aceptación (o no) de la alteridad interna. ................ 16

2.4 Tabla comparativa de diferentes andróginos literarios ......................................... 21

3) Conclusiones .............................................................................................................. 22

4) Bibliografía................................................................................................................. 24

2
1) Introducción

La vida es el arte del encuentro, suele decirse, aunque haya tantos desencuentros en ella.
La media naranja, el alma gemela, la mitad de uno… todas estas expresiones remiten a
un mismo concepto: la búsqueda del Otro para alcanzar nuestra plenitud. Han sido
muchos los pensadores, poetas y artistas que han tratado en sus obras el imaginado e
inherente deseo de completar la propia existencia. ¿Y qué esperamos de ese encuentro?
A juzgar por lo que encontramos en nuestra tradición literaria, esperamos el todo.
Queremos, entonces, sentirnos completos, enteros y justificados.

En este sentido, el mito del andrógino se nos presenta como el paradigma de la cuestión
de la naturaleza análoga de la humanidad. Presentado como relato mítico por primera
vez en el Sympósion de Platón, aunque presente en varios relatos primitivos de la
tradición oral, nos ofrece una explicación sobre el binomio del alma humana. Más allá
de la historia basada en la revuelta de los seres andróginos contra la autoridad de los
dioses y del consecutivo castigo que les partió en dos mitades dando a luz a la
existencia individual de hombres y mujeres, hay en el mito del andrógino un sentido
mucho más sugestivo. El factor decisivo del ser andrógino, pues, no es tanto esa unión
en un solo cuerpo del hombre (ἀνήρ) con la mujer (γυνή) que nos da la clave
etimológica de su nombre, sino el concepto de individuo completo.

El Banquete, Platón

Ciertamente, algo de verdad habría en ese temor de los dioses ante el motín organizado
por nuestros hipotéticos seres originarios, puesto que en ellos reinaba la conjunción de
las oposiciones, la perfección en su plenitud y, aún más, la completa autonomía debida a
la capacidad de reproducirse consigo mismo. Y debido a ello, como casi siempre sucede
en la historia de nuestra especie, vino a ocurrir el castigo divino. Una condena que,
brevemente y según Platón, consistió básicamente en la existencia de los hombres y las

3
mujeres como entes solitarios y en la búsqueda constante e inalcanzable de saciar el
deseo de unión para completar su existencia, con la nostalgia de esa fusión perfecta del
origen de los tiempos siempre en su horizonte.

Y es precisamente ese deseo irrefrenable brotado del mito del andrógino el que ocupará
el centro de atención de este nuestro trabajo, en el que trataremos de comprender cómo
y con qué intenciones se ha presentado la figura del ser andrógino en la literatura de
nuestra tradición, concretamente la comprendida alrededor del siglo XIX, cuando, de
forma un tanto irónica, renació entre los escritores y pensadores el deseo de unir el
significado de este mito con su realidad misma. Así, tomando la novela Serafita de
Honoré de Balzac como obra principal de nuestro estudio, observaremos detenidamente
por qué fue el primer escritor de su época en recuperar el mito del andrógino y si,
quizás, optó por prescindir de algunos de sus elementos o si, por el contrario, decidió
ensalzar conceptos hallados en él. Asimismo, tomaremos como ejemplos
complementarios y comparativos otras obras pertenecientes a la literatura del siglo XIX,
también del ámbito francés, para así poder profundizar en cuestiones concretas sobre la
visión de la androginia dentro de un mismo círculo literario.

Así pues, a continuación pasaremos a analizar detalladamente las diferentes visiones


que sobre el personaje andrógino de Serafita se establecen dentro de la obra. Una novela
que, publicada en 1835, ha sido considerada también como estudio filosófico, ya que
“constituye sin lugar a dudas la novela mística por antonomasia” 1. Veremos, entonces,
cómo Serafita no sólo consistió en el renacimiento balzaciano del mito del andrógino,
sino que supuso la armonización de éste con el pensamiento de Swedenborg, quien
describió la transformación que todo ser humano con ansias de plenitud es capaz de
alcanzar hasta convertirse en un verdadero ser celestial como Serafita… o Serafitus,
según el género gramatical que le otorguemos, porque en definitiva se trata de un ser
celestial y, por tanto, asexuado; es decir, carente de la necesidad de reproducirse para
salvar, al menos, su especie.

Como veremos, no es para nada fortuita la aparición de Swedenborg en la novela. Tal


fue la influencia que este pensador ejerció sobre Balzac, que el escritor acabó por
convertirlo en un personaje de su novela, resultando ser el primo del padre de Serafita,

1
DE ALFONSO ARNAU, Narciso y GOTOR, Servando (2013): Prólogo en Serafita. CreateSpace
Independent Publishing Platform (consultado en línea).

4
quien curiosamente muere el mismo día que la criatura protagonista nace. Un pretexto
perfecto, en definitiva, para exponer toda la doctrina mística del autor, otorgando a su
vez a su obra una dimensión analista de las teorías swedenborgianas sobre el hombre
perfecto2 que, en último término, le ayudó a describir el amor seráfico, basado en amar
realmente y conjuntamente a dos seres de sexos opuestos e individualizados. En efecto,
Serafita-Serafitus no es aquí, sobre la tierra, un ángel; es un hombre perfecto, esto es, un
ser total.

2
RICARDO CHAVES, José (2005): Andróginos: Eros y ocultismo en la literatura romántica, pág. 216.

5
2) Examinando el mito del andrógino

2.1. La apariencia del andrógino

Con Serafita, Honoré de Balzac elevó la aventura humana a dimensiones místicas,


ofreciendo una explicación total del hombre y del mundo. En su relato, Balzac nos sitúa
en un pequeño pueblo de Noruega perdido en medio del hielo y los fiordos y nos
presenta a la figura de Serafitus-Serafita, un ser andrógino cuya naturaleza parece
proceder de una simbiosis de la materia terrenal con la pureza celestial. En cualquier
caso, es un ser ante el cual nadie resulta permanecer indiferente.

Precisamente es su naturaleza dualista, de origen material y puro, la característica que


más ocupa al narrador de la novela, que por su carácter constatativo y tratadista
podríamos identificar fácilmente con el propio Balzac. Así pues, si colocamos nuestro
foco de atención en la descripción que el autor realiza del ser andrógino, vemos cómo
de ella se desprende un sentido místico, casi de obra total y perfecta:

Su equívoco protagonista hecho de barro y de gloria, es una consecuencia y una

explicación de las teorías del sueco Emanuel Swedenborg. Según Mircea Eliade:
“Balzac ha logrado dar en Serafita un esplendor sin par a un tema fundamental de

la antropología arcaica”3

Para entender la fijación de Balzac con la figura del andrógino no debemos remontarnos
solamente a los escritos de los teóricos platónicos Saint-Martin y Swedenborg. En el
origen del protagonista de su novela también tuvo mucho que ver la idea de la obra del
artista. En efecto, de la misma forma que ocurrió con su otra gran creación literaria,
Sarrasine, el personaje de Serafita está directamente relacionado con una obra
escultórica, en este caso diseñada para decorar una tumba y hecha por Theóphile Bra.
Fue durante la visita al taller de este escultor neoclásico 4 cuando Balzac se encontró
ante el Christ enfant est adoré par les anges, una escultura en la que vio materializadas
las ideas de sus fuentes neoplatónicas habituales. Así lo relató él:

…J'ai été dimanche chez Bra le sculpteur. J'y ai vu le plus beau chef-d'oeuvre qui

existe. C'est Marie tenant le Christ enfant adoré par deux anges... Il faut aller dans

3
AGUILERA, Emiliano M.: Introducción en Serafita, pág. 9.
4
OSTERMAN BOROWITZ, Helen (1985): The impact of art on French Literature: From de Scudéry to
Proust, pág. 124.

6
l'atelier de M. Bra et rester quelque temps devant l'ange de droite, là est

Séraphîta…5

De esta manera, Balzac se dirigía con una carta a su futura esposa, la condesa Hanska,
el 17 de noviembre de 1833 para exponerle la idea que se le había ocurrido al ver la
obra escultórica de Bra. Y proseguía:

Séraphîta serait les deux natures en un seul être, comme Fragoletta, mais avec cette

différence que je suppose cette créature un ange arrivé à sa dernière

transformation et brisant son enveloppe pour monter aux cieux. Il est aimé par un

homme et par une femme auxquels il dit, en s'envolant aux cieux, qu'ils ont aimé
l'un et l'autre l'amour qui les liait, en le voyant en lui, ange tout pur.6

Vemos, pues, cómo Serafita nacía como el personaje protagonista de una obra
totalmente simbólica, el centro de lo que debía ser una historia sobre una criatura casi
inmaterial que a veces es llamado Serafitus por Minna, una joven apasionada por su
aspecto sobrenatural, y a veces Serafita por Wilfrido, un joven enamorado también de la
criatura por su forma angelical. Así, de forma ordenada y distintiva, el autor nos
presenta las distintas facetas del ser protagonista, siendo dedicado el primer capítulo a
“Serafitus”, el segundo a “Serafita” y el tercero a “Serafitus-Serafita”, donde nos
presenta el conflicto de las dualidades de este curioso personaje.

De todas formas, aun siendo fácil la identificación del personaje con un ser andrógino,
el autor no llega a entrar en detalles sobre si se trata de un hermafrodita o no. De hecho,
Balzac lo coloca por encima de la confusión de sexos, no es un sexo confundido, sino
que es descrito como una criatura de carácter sexual complejo y completo, pues “sus
rasgos y a sus ademanes poseen en la combinación de lo masculino y lo femenino, la
perfección, una belleza sobrenatural”7. Podría decirse, incluso, que hasta la propia
vestimenta con la que Balzac describe al personaje es de tipo unisex, por emplear un
término moderno. Ya en la primera descripción física que el autor hace de Serafita,
podemos comprender la extraña naturaleza de este ser:

5
BACHELARD, Gaston (1970): Séraphîta, Le Droit de rêver, pág. 126.
6
Ídem.
7
MARTÍNEZ MUÑOZ, María Dolores (2004): Renée Vivien y la relectura de la mujer fatal y otros
aspectos en Une femme m’apparut. La escritura contra el discurso patriarcal decimonónico, pág. 26.

7
Aquella criatura, cuya fiera mirada y altiva frente parecían las de un muchacho de

diecisiete años (...) piel tan blanca como jamás se viera en un hijo del Norte (...)

finísimas manos (...) el fuego que despedían sus ojos luchaba con los rayos de sol, a

los que parecía darles luz, en lugar de recibirla de ellos. Su cuerpo, delgado y frágil
como el de una mujer, aparentaba ser una de esas naturalezas débiles pero que en

realidad tienen una fuerza semejante a la de sus deseos. De estatura corriente,

Serafitus se crecía y parecía disponerse a despegar hacia las alturas. Sus cabellos,

rizados por la mano de una hada (...) flotaban animados por el aire (...) daba
Serafitus el aspecto de un personaje de ensueño (...) silueta tan majestuosamente

viril y que, bajo una mirada masculina, hubiera eclipsado, por su gracia femenina, a

las mejores cabezas de Rafael.8

Nos encontramos, entonces, ante una “persona” joven, de diecisiete años, una edad
escogida por Balzac de forma no aleatoria. En efecto, los primeros personajes
andróginos esbozados en la literatura del siglo XIX fueron descritos de igual manera
como adolescentes, algo que sabemos tanto por la introducción de la edad o la
sugerencia de sus retratos. Debemos destacar también, la precisa y esmerada
descripción que hace el narrador del físico de Serafitus:

La tez de Serafitus tenía una blancura deslumbradora, sobre la que destacaban aún
más sus rojizos labios, sus negras cejas y sus sedosas pestañas, únicos trazos que

contrastaban con la palidez de su cara, cuya perfección no impedía que sus

resplandecientes sentimientos se reflejaran sin violencia alguna, con esa majestuosa


y natural gravedad que solemos admirar en los seres superiores. Todo, en aquella
marmórea figura, respiraba la fuerza y el descanso. 9

En el fragmento anterior se puede entrever una meditada y curiosa comparación de la


apariencia del protagonista con una estatua de mármol, una idea que puede ser vista
como la clave del origen de este carácter literario. Una comparación que, si nos
remontamos a lo anteriormente dicho, podemos relacionar directamente con la
experiencia de Balzac en el taller de su compañero y escultor Bra. Entendemos con esto
que la analogía que el escritor crea entre la apariencia física de Serafita y la escultura de
mármol le permite introducir brillantemente la idea de una belleza canónica, casi pura,
de rasgos perfectos, como si hubiese si el sentido celestial de su espíritu tiñese todo su

8
BALZAC, Honoré (1971): Serafita, págs. 28-29.
9
Ibídem, pág. 30-31.

8
aspecto físico. Asimismo, Balzac termina por establecer una comparación directa entre
el personaje y las esculturas de los jóvenes atletas griegos del período helenístico,
describiéndolo no sólo como un ser marmóreo con cabello rizado, sino que incluso pone
en boca del propio personaje que “los que son todo espíritu no lloran”10, una sentencia
que nos confirma esta analogía para nada trivial.

Asimismo, demostrando su gran capacidad sintetizadora y concomitante, el autor


francés también acaba por comparar en varias ocasiones a Serafita con los personajes
pertenecientes a los cuadros de Rafael, de cuyo aspecto andrógino se ha hablado largo y
tendido:

Minna no pedía, en modo alguno, imaginar silueta tan majestuosamente viril, y


que, bajo una mirada masculina, hubiera eclipsado, por su gracia femenina, a las

mejores cabezas de Rafael. Este pintor de cielos reflejó siempre en sus obras una

alegría tranquila, una amorosa suavidad de líneas a cuantas bellezas salían de sus

manos; pero, a menos de contemplar a Serafitus, ¿qué alma podría crear la tristeza
mezclada de esperanza, que desaparecían levemente bajo el velo de los inefables

sentimientos que se transparentaban en su cara?11

Así pues, vemos cómo la visión de Serafita por parte del narrador gira entorno a dos
conceptos: su naturaleza de tipo terrenal y a la vez celestial, y su aspecto andrógino
como experiencia visual de la dualidad y la belleza armónica presentes en su
interioridad. Una visión que, en definitiva, conlleva una descripción por parte de Balzac
a simple vista confusa, pero que contiene un trasfondo teórico-experiencial de gran
magnitud. No es de extrañar que el propio narrador en el relato llegase a referirse a
Serafita como “aquella singular persona [...] cuya especie era muy difícil de definir”12.

Parece, sin embargo, que la dificultad por describir al personaje del andrógino es común
en la literatura donde aparece. Por ejemplo, encontramos como protagonista en la
Mademoiselle de Maupin de Théophile Gautier de 1835 a una heroína que, según el
propio narrador, pertenece al tercer sexo, aludiendo con ello al mito platónico. Sin
embargo, por simple que pueda parecer esta definición, encontramos en este personaje a
una mujer que decide disfrazarse de hombre para poder tener el acceso y la libertad

10
BALZAC, Honoré (1971): Op. cit., pág. 36.
11
Ibídem., pág. 30.
12
Ibídem, pág. 42.

9
necesarios para conocer el mundo. Por tanto, nos encontramos ante una protagonista
alejada del andrógino que nos quiere hacer ver el narrador, quizás en una tentativa para
ocultar la sombra de la homosexualidad que se puede llegar a percibir entorno a
Maupin. Un uso del andrógino, entonces, con una finalidad muy distinta a la de Balzac.

2.2. El contacto con el andrógino: el acercamiento y distanciamiento psicológico

La mirada de los otros sobre Serafita-Serafitus es asimismo clave para comprender la


naturaleza del personaje. Y es que, tal y como señala Olga Grau en su artículo “Las
implicancias de la figura andrógina para pensar la diferencia sexual”, “Serafita mujer es
también Serafitus hombre, de acuerdo al deseo de quien le mira, admira o ama. Serafitus
para Minna, Serafita para Wilfrido. Para ambos una seductora y misteriosa criatura.
Presencia andrógina que contiene a ambos géneros, produciendo la identidad que el otro
desea. Una suerte de neutralidad abismal”13.

Esta identidad cambiante, ambivalente, que a fin de cuentas remite al atributo andrógino
de totalidad, es un rasgo apasionante de estudiar. A continuación, pues, nos proponemos
explorar la imagen del protagonista andrógino de Balzac a los ojos de sus dos
acompañantes, Minna y Wilfrido. Para facilitar el estudio, lo estructuramos en
subapartados.

2.2.1 Serafitus y Minna

Siguiendo el orden interno de la obra, nos remitimos primero al contacto que Minna
tiene con Serafitus. La joven Minna ve en Serafitus un ser de “fuerza sobrehumana” que
mira el profundo abismo sin morir, al contrario de lo que le ocurre a ella, que cree ser
devorada por la atracción del precipicio, superada por la sensación de vértigo:

Minna se sintió atraída por una fuerza desconocida hacia abajo, donde creía ver a

un monstruo que le arrojaba veneno y cuyos ojos despedían un magnetismo que la

encantaba (...). -Muero, Serafitus mío, y no he amado a nadie más que a ti. (...)
Serafitus sopló dulcemente sobre su frente y sobre sus ojos. De pronto, Minna

sintió desaparecer su profundo malestar, disipado por aquel cariñoso aliento que

penetró en su cuerpo, inundándolo como de balsámicos efluvios.

13
GRAU, Olga, “Las implicancias de la figura andrógina para pensar la diferencia sexual”, pág. 190.

10
-¿Quién eres tú? - dijo ella, con un sentimiento de dulce terror-. Pero, ya lo sé: eres

mi vida. Y ¿cómo puedes mirar hacia el abismo sin morir? (...) Si peligras, mis

dolores reviven. ¿Quién eres tú, que a tan temprana edad tienes esa fuerza

sobrehumana?14

Tal y como podemos ver, Serafitus tiene para Minna un carácter de ser único y especial:
a nadie ha amado más que a él. Además, Serafitus produce en ella cierto efecto
balsámico: es capaz, con su sola presencia, de ahuyentar el malestar emocional de
Minna. Esta influencia sanadora, como veremos, no es absoluta: tanto en Minna como
en Wilfrido, el protagonista despierta sentimientos opuestos, es enfermedad y remedio a
un mismo tiempo; sin embargo, mientras que la balanza de Minna parece decantarse por
una visión positiva de Serafitus, en Wilfrido sucede más bien lo contrario: la presencia
de Serafita lo altera psíquicamente y lo conduce al desconsuelo.

Para ahondar aún más en la visión de Minna, cabe señalar que, pese al enorme enigma
que representa Serafita para Minna, ella afirma, en un determinado punto, cuando se
encuentran en las alturas, sentirse libre estando a su lado:

- Llamáis hechos sobrenaturales a todos aquello cuyas causas no comprendéis-


respondió él.

- Tus respuestas -dijo ella- son siempre muy profundas. Pero a tu lado todo es más

fácil para mí. ¡Ah, me siento libre!15

No obstante, como ya hemos insinuado, hay ocasiones en que la frialdad de Serafitus


despierta en Minna una gran tristeza. Serafitus rechaza todo contacto físico directo, no
se deja tocar, parece ignorar toda manifestación cariñosa de su acompañante y carece de
empatía. A continuación lo ilustramos con un par de ejemplos:

¡Tú no te enfadas nunca!- añadió ella, tratando vanamente de cogerle la mano-


¡Siempre eres intachable, de una perfección descorazonadora! 16

- ¿Por qué no lloras tú cuando yo lloro? (...)

- Los que son todo espíritu no lloran -respondió Serafitus, levantándose-. ¿Cómo

he de llorar? Yo ya no veo la miseria de los humanos. Aquí, el bienestar alcanza


toda su plenitud.17

14
BALZAC, Honoré (1971): Op. cit., págs. 22-23.
15
BALZAC, Honoré (1971): Op. cit., págs. 26-27.
16
Ibídem, pág. 27.

11
Minna, pues, ve en Serafitus un ser inalterable por las emociones, de “perfección
descorazonadora”. Así, tal grado de impasibilidad arrebata a Minna toda esperanza de
ser capaz de despertar en él la pasión amorosa:

- ¿Por qué me desesperas así? (...) ¡Apiádate de mí- suplicó ella-. ¡Ten piedad de mí,
Serafitus mío!18

Minna se levantó para tomar la mano de Serafitus, con la esperanza de atraerlo

hacia ella y depositar un beso en su frente inspirado más bien por la admiración

que por el amor; pero una mirada del muchacho, que penetró en ella como un rayo

de sol atraviesa un prisma, enfrió a la pobre muchacha. Ella sintió como se abría un
abismo entre ellos, volvió la cabeza y lloró (...). -Antes de mirarte y de escucharte,

dime, Serafitus, ¿por qué me rechazas? ¿Acaso estás enfadada conmigo? ¿Cómo ha

sido, dímelo? No quisiera tener nada mío, y que las riquezas terrestres fueran tuyas,

como ya lo son las riquezas de mi corazón; que la luz no me llegara más que por
tus ojos, así como mi pensamiento nace del tuyo; así no temería ofenderte,

devolviéndote los destellos de tu alma, las palabras de tu corazón, la luz de tu luz,

como devolvemos a Dios la contemplación con la que él alimenta nuestros

espíritus. ¡Quisiera ser en todo como tú! ¡Ser tú! 19

En este punto, el discurso de Minna alcanza su punto álgido: atónita ante la reacción de
Serafitus, que es capaz de abrir un abismo entre ellos con sólo una mirada, no duda en
declararle abiertamente sus sentimientos una vez más, que, como el narrador apunta y
no hay que pasar por alto, se mueven más en el terreno de la admiración que en el del
amor. Sin embargo, no deja de resultar impactante la contundencia con que, en la
segunda parte de su intervención, se plasma su deseo de fusión con Serafitus, el deseo
de reducción de lo Múltiple en lo Uno. En este sentido resultan reveladoras las palabras
de C. G. Jung que Jean Libis recupera en su obra El mito del andrógino. En ellas, éste
deseo de anulación del principio de individuación y de fusión con el ser andrógino, y
por lo tanto el convertirse también en un ser andrógino, se debe a la voluntad de volver
al origen:

Los alquimistas repiten sin cesar que el opus nace del Uno y vuelve al Uno, que es
de alguna manera un círculo semejante a un dragón que se muerde la cola. Es el

17
Ibídem, págs. 35-36.
18
Ibídem pág. 37.
19
BALZAC, Honoré (1971): Op. cit., págs. 31-32.

12
ser primordial hermafrodita, que se divide para formar la clásica pareja hermana-

hermano, y que se une en el momento de la conjunctio para aparecer de nuevo al

final bajo la forma irradiante de la lumen novum (luz nueva) del lapis. Es metal y sin

embargo líquido, materia y sin embargo espíritu, frío y sin embargo ardiente,
veneno y sin embargo remedio, es un símbolo que une todos los opuestos.20

Serafitus-Serafita, pues, en tanto que ser completo, se dibuja como el Uno deseado ante
los ojos de Minna y Wilfrido. Si bien ninguno de los dos es claramente consciente de
este impulso de retorno al Uno, sin ninguna duda el último fragmento analizado es el
que mejor lo verbaliza en toda la obra.

Prosiguiendo con el análisis, en el terreno del físico, Minna contempla en Serafitus una
“silueta tan majestuosamente viril”21, pero –y esto es de crucial importancia –, acto
seguido señala Balzac que, “bajo una mirada masculina, hubiera eclipsado, por su gracia
femenina”22. Como ya hemos venimos apuntando, Serafitus es un ser mutable, cambia y
se desplaza de hombre a mujer y de mujer a hombre, y por ello es de naturaleza
“difícilmente definida”.

Minna, oyendo la voz de su guía, y aquel tono inhabitual en él, sintió un ligero

escalofrío; era una voz pura, como el de una muchacha, que disipaba la fantástica
luminosidad del sueño sobre el que había cabalgado hasta entonces. Serafitus iba

desprendiéndose de su virilidad y dulcificaba la viva inteligencia reflejada en su

mirada.23

Con todo, Minna no puede evitar sentirse físicamente atraída por Serafitus, y no duda,
libre de toda timidez, en hacerle saber lo bello que se dibuja ante sus ojos:

- Me pareces más bello que todo lo que estoy viendo.24

- Tú, que lo sabes todo -volvió a decir Minna-, dime por qué la timidez que me

dominaba, allá abajo, a tu lado, se ha disipado subiendo aquí arriba; por qué me he

20
JUNG, C. G: Psychologie et alchimie, págs. 377-379. Citado en: LIBIS, Jean (2001): El mito del
andrógino, pág. 128.
21
BALZAC, Honoré (1971): Op. cit., pág. 30.
22
Ídem.
23
Ibídem, pág. 40.
24
Ibídem, pág. 34.

13
atrevido a mirarte cara a cara, por vez primera, mientras que antes sólo osaba

mirarte a escondidas (...) Nunca estuviste tan guapo. 25

En última instancia, podríamos considerar la mirada de Minna sobre Serafita como un


preludio de la mirada hacia su propio interior, una mirada que, al comparar, la hace
sentir “muy imperfecta” e indigna del amor de un ser tan superior. Serafitus es, también,
un espejo en el que ve reflejadas sus propias carencias o, más bien, el sol que las
ilumina:

- Tú no me amarás nunca, porque soy muy imperfecta y porque en el fondo me

desprecias- dijo la muchacha.

- Minna, has de saber que la violeta que se refugia al pie del roble también dice: “El
sol no llega hasta mí porque no me quiere”. Y, en cambio, el sol dice: “Si la

iluminara con mis rayos, esa florecilla moriría. Y, como es amigo de verdad, filtra

sus rayos a través de las hojas del árbol, y, atenuándolos, da color a la corola de su

amada. A mí me cubren escasos velos y temo que la visión que de mí tienes no esté

bastante atenuada”26

2.2.2 Serafita y Wilfrido

Wilfrido, por su parte, percibe a Serafita como una “enigmática flor humana”27, a
semejanza de la flor que Serafitus le regala a Minna en las alturas. Para Wilfrido,
Serafita es como un ser que “quebranta las nomenclaturas, aniquila las leyes, las
costumbres, los sentimientos, las ciencias, reduciéndolas a las proporciones que esas
cosas adquieren cuando uno se ubica fuera del globo” 28. Ante la presencia de Serafita,
Wilfrido experimenta una especie de encantamiento, el tiempo se detiene y es incapaz
de pensar con claridad, perdiendo, por lo tanto, su libertad, su “libre albedrío”:

Tras franquear el recinto de la casa, recobró su libre albedrío (...) Al penetrar en el

vestíbulo. Wilfrido tuvo la impresión de que resucitaba. (...) cada vez que Wilfrido

entraba en casa de Serafita, tenía la impresión de que caía en un abismo. Con su


sola mirada aquella criatura lo arrastraba, espiritualmente, hacia las esferas en las

que la meditación sume a los sabios o a las que uno se siente transportado por la

25
Ibídem, págs. 27-28.
26
Ibídem, pág. 36.
27
GRAU, Olga (2012): Op. cit., pág. 191.
28
Ídem.

14
religiosidad, donde la visión conduce al artista y al que todos los hombres acceden

gracias al sueño.29

Para Wilfrido, las horas pasadas en casa de Serafita, por breves que fueran, parecían

un sueño (...). Salía de aquella casa roto, deprimido, como una muchacha que ha
30
corrido tras las zancadas de un gigante.

En El mito del andrógino, Jean Libis insiste en la estrecha relación entre el ser
andrógino y la diseminación del tiempo: para el hombre, “una de las claves de la
salvación –escribe Libis– (...) es recuperar, en sí mismo y en su relación con el mundo,
esa androginia primordial por la que se define la armonía y también la victoria sobre el
tiempo”31. El ser andrógino transgrede el tiempo y camina hacia la inmortalidad, a la
manera de los dioses de los que deriva: “Perdura por sí mismo y en sí mismo. En el
límite, sustituye el devenir y triunfa sobre la muerte terrenal” 32.

Además, Wilfrido, en una conversación con el señor Becker, el padre de Minna, da a


entender el magnetismo que Serafita desprende. Esta “extraña” y misteriosa persona,
aunque lo deje “roto” y “deprimido”, es como una cadena de la que no cree poder
liberarse hasta el fin de sus días:

El castillo está habitado por una persona muy extraña (...). Hace seis meses que

estoy en este pueblo y no me he atrevido a hacer la menor indagación sobre ella y

aún hoy me he de forzar para hablarle de este asunto. Le diré que sentí mucho

tener que interrumpir mi viaje, por culpa del invierno, y verme obligado a vivir aquí;
pero, desde ese día, hace ya dos meses, las cadenas que me atan a Jarvis parecen

ser más fuerte y mucho temo terminar aquí mis días. Usted sabe de mi encuentro

con Serafita y la impresión que me causaron su mirada y su voz (...). Aquí


comenzaron, para mí, esta serie de encantamientos…33

Pese a toda la incertidumbre que envuelve a este ser, Wilfrido, en un punto del mismo
diálogo, se atreve a dar a conocer su visión personal acerca de la naturaleza de Serafita,
al que define incluso como un terrible demonio y como una bruja.

29
BALZAC, Honoré (1971): Op. cit., pág. 59.
30
Ibídem, pág. 61.
31
LIBIS, Jean (2001): El mito del andrógino, pág. 128.
32
Ibídem, pág. 131.
33
BALZAC, Honoré (1971): Op. cit., pág. 66.

15
El ser que llamamos Serafita se me antoja que es uno de esos raros y terribles

demonios, a los que es dado el abrazar a los hombres, de exprimir a la naturaleza y

de compartir el poder oculto de Dios. El curso de sus encantamientos ha

comenzado para mí con el silencio que me ha sido impuesto. (...) Me veis aquí por
la centésima vez: abatido, roto, por haber jugado con el alucinante mundo que

lleva esa muchacha, dulce y frágil a ultranza, pero que ha sido para mí la más cruel

de las brujas. Sí, ella es para mí como una bruja que, en su mano derecha, esgrime

un instrumento con el que mueve el mundo, mientras que, en su mano izquierda,


apresa el rayo capaz de disolverlo todo, a su gusto. No puedo mirarla de frente,

porque se desprende de ella una claridad cegadora sin igual. Soy demasiado torpe

(...). ¿Quién es ella? ¿La conoció usted cuando era joven? ¿Ha nacido siquiera entre

nosotros? ¿Tuvo padres? ¿Fue concebida, acaso, conjuntamente por el hielo y el


sol? Porque nos hiela, nos quema, se esconde y se nos aparece, como una verdad

recatada, me atrae y me repele, me da la vida y la muerte y la quiero y la odio a la

vez. No puedo vivir así. Quiero estar en el cielo o en el infierno, plenamente.34

Tal y como demuestra el fragmento anterior, Serafita levanta en Wilfrido un huracán de


sentimientos, una agitación emocional que lo hacen amarla y odiarla a un mismo
tiempo. Su efecto sobre Wilfrido es, como en el caso de Minna, ambivalente, positivo y
negativo a la vez. Reúne, precisamente, los opuestos, los contrarios, es completo y total.
Por ello, como en el caso de Minna, Wilfrido experimenta un distanciamiento respecto a
este ser:

(...) se produce en mi tal escalofrío cuando la veo, y se apodera de mí una tristeza


tan profunda cuando no la veo, que cualquier hombre llamaría a esto amor; mas

este sentimiento acerca ardientemente a los seres humanos, mientras que en

nuestro caso, entre ella y yo se abre una especie de abismo de frialdad.35

En conclusión, podemos afirmar que Serafita-Serafitus se aparece a cada uno de los


amantes de su misterio “en una forma que le fue asequible”36, como deseo de la
diferencia del otro a la cual entregarse. Serafita-Serafitus es, en último término, como

34
Ibídem, págs. 70-71.
35
BALZAC, Honoré (1971): Op. cit., pág. 72.
36
Ibídem, pág. 257.

16
subraya Olga Grau, un Serafín, un ángel, un ser celestial de luz andrógina y cegadora a
los ojos de dos personajes terrenales37.

Con todo, Serafita-Serafitus mantiene algunos puntos de conexión con otros seres
andróginos contemporáneos. El primero de todos es su imagen mutable, que coincide
con la del Orlando de Virginia Woolf. Y es que la figura andrógina de Orlando tiene
también la condición de mostrarse de dos formas, en momentos sucesivos y no siempre
simultáneos, como puede ser Serafita-Serafitus38.

En el caso de Mademoisselle de Maupin, de Théophile Gautier, esta visión ambivalente


desaparece, pues la protagonista no es realmente un andrógino en sentido estricto, sino
una mujer que decide disfrazarse de hombre para tener el acceso y la libertad necesarios
para conocer el mundo. En su aventura, logra enamorar a un hombre y a una mujer, y
ambos son seducidos con su traje de hombre.

2.3 La experiencia de sí mismo: aceptación (o no) de la alteridad interna.

Serafita-Serafitus se presenta ante los ojos del lector como un ser en plenitud espiritual
que trasciende los límites de los marcos intelectuales en los que se mueve el ser humano
para aprehender la realidad que le rodea. Sin embargo, el problema que se presenta
cuando se intenta analizar la visión que tiene el propio personaje de sí mismo es que
“Serafita-Serafitus es la unidad de los contrarios con su potencia generatriz y máxima
de ser”39, porque en este personaje no se encuentra una sexualidad definida, sino que su
sexualidad es un movimiento pendular que depende del deseo de los otros, como se ha
explicado anteriormente. En Serafita-Serafitus no hay una jerarquía de sexualidades,
sino que estas se armonizan en un solo ser, un solo cuerpo, una sola entidad espiritual y
se busca la conciliación mística de los opuestos.

De hecho, hay un momento de la narración en que el pastor dice que “Serafita no está
con nosotros más que externamente y su forma es impenetrable”40. Con esto vemos que
por lo menos hay un personaje que es consciente de la doble realidad que envuelve al
personaje protagonista e intenta que Minna y Wilfrido sean capaces de ver también lo

37
GRAU, Olga (2012): Op. cit., pág. 191.
38
Ídem.
39
Ídem.
40
BALZAC, Honoré (1971): Op. cit., pág. 146.

17
que realmente está ocurriendo, que Serafita-Serafitus no es como ellos, que están
tratando con alguien que está por encima de lo masculino y lo femenino y que es un ser
angelical y místico.

La idea del ser andrógino es algo que ya había defendido Emanuel Swedenborg, el
místico sueco de quien Borges dijo que fue “el súbdito más misterioso de Carlos XII y
el más extraordinario”41. La presencia de Swedenborg en la novela es muy palpable a lo
largo del capítulo tercero, cuando el pastor explica toda la doctrina del filósofo y se le
presenta como un visionario asistido por ángeles. Swedenborg también se describe
como alguien obsesionado con el estudio del ser total, capaz de comprender y
representar todas las formas posibles de la humanidad, como si fuera un ángel.

En el mismo capítulo tercero se marca el nacimiento de Serafita-Serafitus en el año


1783 y se cuenta que su nacimiento no fue como el de los otros niños que llegan al
mundo:

El día que nació Serafita, Swedenborg se dejó ver por Jarvis, y la habitación donde
estaba naciendo el niño se llenó de luz. Se dice que dijo estas palabras: “La obra

está cumplida. ¡Que el Cielo se alegre!” 42

Así, vemos cómo su llegada al mundo ya estuvo rodeada de elementos sobrenaturales,


porque en ese año el filósofo sueco ya había muerto, pero asistió a su nacimiento debido
a que los padres del recién nacido eran fieles seguidores de sus doctrinas y quería
presenciar la aparición en el mundo del ser total y completo que tanto se esforzó en
buscar durante su vida. Además, el pastor explica que “sus ojos no eran los de un niño
corriente; me dio la impresión de que ya venían y ya pensaban, pese a ser los de un
recién nacido”43.

Serafita-Serafitus se presenta como un ser contemplativo, alejado del resto, nadie lo ha


visto nunca desnudo ni cuando era pequeño –como sucedía con la mayoría de niños– y
en la iglesia nunca se sentaba cerca del resto de feligreses. En relación con este último
elemento divergente, hay otro aspecto que vale la pena mencionar sobre el personaje
protagonista, que es su fe en Dios. Al final de la obra, cuando Wilfrido y Minna van a

41
GRAU, Olga (2012): Op. cit., pág. 191.
42
BALZAC, Honoré (1971): Op. cit., pág. 117.
43
Ibídem, pág. 119.

18
visitarlo por última vez, Serafita-Serafitus confiesa su amor a Dios, el único amor que
no traiciona ni miente, según lo que él mismo dice.

Tal como expone Terrón Barbosa, al hablar de la devoción de Serafita-Serafitus hacia


Dios, Balzac da una vuelta de tuerca a la idea que Platón había desarrollado sobre el
andrógino:

No obstante, este sentimiento, claro y puro en Platón, es desarrollado por Balzac de


una forma mucho más compleja mezclando: por un lado, el amor místico que el

andrógino Serafita-Serafitus experimenta por su Dios y por otro, el amor carnal y

físico que sienten un hombre ‘Wilfrido’ y una mujer ‘Minna’ por este ‘Ser Doble’.

Serafita-Serafitus ama a Dios de una manera tan profunda que este amor le da la
plenitud total.44

Siguiendo la línea de Platón, vemos cómo en el Banquete Pausanias presenta dos tipos
de Afrodita, de concepciones del amor: Afrodita Pandemia y Afrodita Urania, otra
dualidad que también envuelve al ser protagonista de la novela de Balzac.

Por consiguiente, si Afrodita fuera una, uno también sería Eros. Más como existen
dos, existen también necesariamente dos Eros. ¿Y cómo negar que son dos las

Diosas? Una, sin duda más antigua y sin madre, es hija de Urano, a la que por esto

llamamos también Urania; la otra, más joven, es hija de Zeus y Dione y la llamamos

Pandemo. En consecuencia, es necesario también que el Eros que colabora con la


segunda se llame, con razón, Pandemo y el otro Uranio.45

Esta misma dualidad de la diosa femenina del amor se puede aplicar también a Serafita-
Serafitus, porque del mismo modo que hay un amor vulgar –Afrodita Pandemia, nacida
de dos seres durante un acto carnal– hay un amor espiritual –Afrodita Urania, que no
tiene madre y nació de Urano directamente, es un nacimiento que ya indica que no hay
carnalidad en el acto de concepción. Así pues, el personaje protagonista de la obra
experimenta los dos tipos de amor, aunque siempre prevalece su amor a Dios, a la
divinidad, a pesar de que Wilfrido y Minna sientan amor carnal hacia el personaje.

44
TERRÓN BARBOSA, Lourdes (1992): “Nostalgia de un tiempo perdido: el mito del andrógino en dos
artistas decadentes del movimiento simbolista belga, Rodenbach y Knopf”, pág. 340.
45
PLATÓN: Banquete (Discurso de Pausanias).

19
Es por este motivo que Serafita-Serafitus vuelve a los cielos tras pasar por la Tierra,
porque es consciente de su alteridad y de su doble condición masculina y femenina.
Acepta que es un ser total que está más allá de las etiquetas de género y es consciente de
que el amor de uno solo de sus pretendientes –ya sea Minna o Wilfrido– no le bastará
para vivir en plenitud, ya que necesita a los dos para sentirse completo. En este sentido,
el significado etimológico del título es importante, pues le atribuye la cualidad de
seráfico, angelical, que no es de este mundo, y sin embargo, Serafita se encuentra en la
tierra. En ese trance, el protagonista sólo desea que sus amantes se amen el uno al otro,
y les recrimina la vulgaridad que por separado representan para él:

[A Minna] -¡Vete! –le gritó Serafitus–. Porque yo no tengo nada de lo que tú deseas
de mí. Tu amor es muy vulgar para mí. ¿Por qué no te dedicas a querer a Wilfrido?

[…] Yo no soy más que un proscrito, alejado del cielo; y, como un monstruo,

también estoy alejado de la tierra. Mi corazón ya no late más; ya no vivo más que

en mí y para mí. Siento a través de mi espíritu y respiro por mi frente, y veo a través
de mi pensamiento y muero de deseo y de impaciencia. Nadie, aquí abajo, puede

colmar mis deseos, ni calmar mi impaciencia, y ya no sé llorar.

[A Wilfrido] -¡Quédese! ¡Os quiero a los dos, a usted y a Minna, créame! Pero a los

dos los fundo en un solo ser. Así, reunidos sois para mí como un hermano, o en
distinto trance, como una hermana. Cásese, que yo la vea feliz antes de abandonar

para siempre esta charca de sacrificios y dolores.46

Serafita-Serafitus se presenta pues como un personaje poliédrico debido tanto a su


propia alteridad interna como a las complicaciones personales en las cuales se ve
envuelto a lo largo de su vida. Incompleto, incapaz de satisfacer sus necesidades
afectivas con uno solo de sus pretendientes, vuelve al lugar adonde pertenece, los cielos.
Es consciente de su alteridad en todo momento y aunque no la oculta, conoce
perfectamente las complicaciones que puede tener tanto para su persona como para los
que están a su alrededor. Esta autoconciencia de su alteridad la vemos reflejada en sus
palabras que recogen también sus conocimientos, sus miedos y su sufrimiento:

Hemos nacido para alcanzar el cielo. La patria, como la cara de una madre, no

asusta nunca a un niño. 47

46
BALZAC, Honoré (1971): Op. cit., págs. 37-51.
47
BALZAC, Honoré (1971): Op. cit., pág. 23.

20
Si me conocieras mejor temblarías de miedo. Escúchame bien: los frutos de la tierra

no tienen para mí el menor gusto. Vuestras alegrías no poseen, para mí, el menor

atractivo (...) pues yo he recibido el don de verlo todo tal como es en realidad. 48

Yo no tengo nada de lo que tú deseas de mí. Tu amor es muy vulgar para mí. 49

Yo no soy más que un proscrito, alejado del cielo; y, como un monstruo, también

estoy alejado de la tierra. Mi corazón ya no late más; ya no vivo más que en mí y

para mí. Siento a través de mi espíritu y respiro por mi frente, y veo a través de mi

pensamiento y muero de deseo y de impaciencia. Nadie, aquí abajo, puede colmar


mis deseos, ni calmar mi impaciencia y ya no sé llorar. Estoy sólo y espero,
50
resignadamente.

Tengo la facultad de comprenderlo todo y esto es terrible, Wilfrido, es como una


51
luz que ilumina nuestra vida.

Para hacer ahora una última referencia a otro ser andrógino presente en la literatura
francesa, vemos como en Monsieur Venus, Rachilde ─Marguerite Vallette-Eymery─
escribe sobre un andrógino que termina por presentarse a través de una mujer que busca
solamente su destrucción como tal. Para conseguirlo, se valdrá de un hombre totalmente
afeminado, Jacques, que se encuentra en la misma situación que ella, quiere destruir por
completo su masculinidad, y al que tratará como si de una mujer se tratase,
comportándose ella como un hombre. Así pues, los dos niegan su propia identidad se
entregan con pasión al acto amoroso de la destrucción de sus sexos.

48
Ibídem, págs. 36-37.
49
Ibídem, pág. 37.
50
Ibídem, pág. 39.
51
Ibídem, pág. 47.

21
2.4 Tabla comparativa de diferentes andróginos literarios

Andrógino Serafita - Orlando - Mademoiselle Monsieur Venus


primordial Serafitus Orlanda de Maupin (Raoule)

Imagen celestial,
Cohabitación sexo indefinido, Travesti. Mujer
La descripción de los dos de movimiento Transformación Una mujer se masculinizada que
física sexos en un pendular en de hombre a disfraza de quiere destruir
mismo cuerpo. función del deseo mujer. hombre. totalmente su
del que lo feminidad.
contempla.

Problemático,
porque se da
cuenta de que, Viaja bajo el
Despierta siendo mujer, nombre de
sentimientos tiene que hacer Théodore. El Relación erótica y
contradictorios en cosas que antes no contacto con los sadomasoquista con
aquellos que lo tenía por qué otros es Jacques, su
El contacto con Contacto rodean. Provoca hacer, como ambivalente. complemento
el andrógino rebelde con una sensación cubrirse los Encontramos perfecto, un hombre
los dioses. hipnótica, un tobillos. Además, tanto personajes afeminado que
encantamiento, no tiene derecho a que se enamoran quiere destruir
algo muy cercano tener propiedades, de él/ella totalmente su
a la experiencia su palacio ya no (Albert y masculinidad.
de lo sublime. es suyo, y Rossette) como
empobrece. Eso enfrentamientos.
hace aún más
complicado el
trato con Orlando-
Orlanda.

Sí. Conoce su No. Cambia de Sí. Es No. No acepta el


dualidad y la género, pero no de consciente de género con el que
Sí. Es el ser acepta. Sufre, identidad, porque que ha de ha nacido ni intenta
La aceptación
total, completo pero cuando ve se sigue sintiendo cambiar de armonizar su
(o no) de la
y poderoso. que en la tierra no hombre a pesar de aspecto para dualidad. Al
alteridad
será capaz de haberse poder entrar en contrario, busca
interna
alcanzar la transformado según qué aniquilar su propio
plenitud, la corpóreamente en ámbitos género para
abandona y una mujer. sociales. imponerse el otro.
vuelve a los Sólo acepta una
cielos. cosa de las dos.

22
3) Conclusiones

Tal y como queda demostrado a lo largo de este estudio, Serafita-Serafitus, con su


compleja naturaleza, si bien bebe de un mito arcaico, es un personaje de una
originalidad aplastante. Lejos de una cohabitación aberrante de sexos52, encontramos en
él una conjunción de poderes, entre los cuales está el de poder presentar una apariencia
diferente en función del momento y la persona.

Por lo tanto, Balzac no copia servilmente el mito primigenio, sino que lo adapta y lo
reactualiza con una fuerte dosis de filosofía y misticismo cristianos. Además, no hay
que pasar por alto una diferencia crucial: si el ser andrógino primordial, por su poder
creciente, se rebela contra los dioses y es castigado por ello, Serafita-Serafitus
representa la máxima fidelidad a un Dios al que desea volver, acercarse y unirse para
experimentar la plenitud que le es propia. En esta misma línea, Serafita-Serafitus
también se distingue de otros mitos como el de hermafrodita, ya que su origen no es el
de dos seres separados que, por acción divina, son aunados en un sólo ser. Sin embargo,
éste otro mito sí que podría venir representado (aunque readaptado) por los personajes
de Minna y Wilfrido, originalmente separados pero que, al final de la obra, se dan
cuenta que, unidos, pueden alcanzar la plenitud divina, caminar hacia Dios.

Así, pues, si bien Serafita-Serafitus es un personaje creado a partir del mito del
andrógino, su propósito es muy concreto: ejemplificar las teorías de Swedenborg. Es
decir, Balzac encuentra en el dualismo originario del andrógino el pretexto perfecto para
poder mostrar la naturaleza simbiótica de la belleza celestial del alma y la belleza
sensible del cuerpo. No obstante, el caso de Balzac no es excepcional, pues varias obras
de la literatura francesa del siglo XIX recuperan también el mito del andrógino, y lejos
de recrearlo, cada una lo adapta a los propósitos personales de su autor.

En el siglo XIX, y después de la publicación de Serafita y de Mademoiselle de Maupin


de Théophile Gautier, el mito y el ser andrógino tienen una presencia literaria constante
que oscila desde la presentación de ste personaje como un símbolo de la plenitud
espiritual –como es el caso de Serafita-Serafitus– hasta las versiones que lo tratan como
la insignia del placer sexual llevado al extremo, como sucede con autores de fin de siglo
como pueden ser Huysmans, Rachilde y Wilde, quienes se basan principalmente en la

52
LIBIS, Jean (2001): Op. cit., pág. 113.

23
obra de Gautier53. Por lo tanto, el mito del andrógino ha vivido diferentes usos y ha
pasado de representar al ser total a tratar temas como la reivindicación de una mayor
libertad de la mujer o la (de)construcción de los roles de género y de la identidad.

La lectura actual del mito, evidentemente, sería diferente de la originaria y de la del


siglo XIX, pues cada época reactualiza los mitos originales en función de su coyuntura
sociopolítica, económica y filosófica. Es bien conocida la frase del (mítico) cantante
John Lennon:

Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la
vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya

nacemos enteros, que nadie en la vida merece cargar en las espaldas, la

responsabilidad de completar lo que nos falta.

Actualmente, entre el público general, ha decaído fuertemente la idea de que, al nacer,


permanecemos incompletos por un tiempo, y que para completarnos debemos buscar
nuestra mitad o alcanzarla por medio de la unión con Dios. Y es que esto contrasta con
la fuerte individualidad que se ha construido en la Europa occidental que, en términos
formales, se viene denominando como la “invención del sujeto” y que Nietzsche, en El
nacimiento de la tragedia, cuestionaría fuertemente planteando que, a pesar del
instaurado principio de individualidad, lo que los humanos deseamos por encima de
todo es el retorno a lo múltiple. Este retorno nos lo da la noche y la sagrada ebriedad de
Dionisio, con la que somos capaces de eliminar nuestra individualidad y fundirnos en el
todo54.

La misma etimología de la palabra persona (per se una, “una por sí misma”) alude a la
idea de estar completo. ¿Pero lo estamos realmente? ¿O es cierto que nos sentimos
incompletos desde que nos separamos del vientre de nuestra madre, del imaginario
nocturno, y nos dan a luz, nos traen al día, al imaginario diurno que sólo permite la
realización de una parte del todo, nuestra individualidad? Está claro que un estudio
como éste merecía un trabajo aparte. Con todo, los ecos del mito del andrógino seguirán
resonando en las paredes de los tiempos.

53
RICARDO CHAVES, José: “El donador de enigmas. Un acercamiento a la prosa fantástica de Amado
Nervo”, pág. 148.
54
NIETZSCHE, Friedrich: El nacimiento de la tragedia o Grecia y el pesimismo, capítulo IV.

24
4) Bibliografía

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25
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andrógino en dos artistas decadentes del movimiento simbolista belga, Rodenbach y
Knopf”. Anuario de estudios filológicos, núm. 15, págs. 335-348.

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