Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
• ¿Quién es el sujeto?
El sujeto es el que conoce y el objeto es el que es conocido. El sujeto es activo y el objeto
es pasivo. El sujeto transforma y los objetos son transformados.
El movimiento del conocer va del sujeto al objeto. A estos conceptos podemos
denominarlos “concepción ingenua del sujeto epistémico”.
Por otro lado, cuando hablamos del sujeto hacemos referencia a aquel que realiza una
acción. Puede ser que el sujeto este explícito o implícito, se lo denomina “concepción
sintáctica del sujeto”.
La palabra sujeto proviene de un verbo que complejiza las posibles significaciones: el verbo
sujetar. Aquí se abre una doble significación. En la primera el sujeto es aquél que realiza
una acción. Pero otro sentido posible es el contrario: el sujeto aparecería como aquél que
es sujetado. ¿Por quién? La respuesta varía según la teoría y el ámbito. Para el derecho,
está atado por el ordenamiento jurídico en general y por las leyes en particular. Para los
sociólogos está sujetado por sus condiciones sociales. Para los psicólogos aparece
sujetado por su historia personal y su presente de vida. Para los historiadores, por el peso
y significación del pasado en su actualidad.
Por su parte, el autor propone una definición provisoria: podemos definir al sujeto como una
construcción explicativa de la constitución de redes de experiencias en los individuos y en
los grupos. Tales redes tienen una cualidad: no son permanentes ni definitivas y las
experiencias que podían ser positivas pueden ser consideradas posteriormente como
negativas o viceversa.
El sujeto se constituye
No hay condiciones predeterminadas que determinen que uno sea lo que es, por el solo
hecho de existir. La constitución de los sujetos implica la relación entre libertad y necesidad.
No puede afirmarse que la estructura ya existe y el sujeto lo único que hace es acomodarse.
Sabemos que el presente siempre cambia y la estructura nunca se termina de completar.
El origen de la visión del sujeto epistémico y del sujeto sintáctico que reseñamos en el
apartado anterior se da a partir de la reflexión de René Descartes (1596-1650). El famoso
“pienso, luego existo”, más que probar, como él buscaba, la existencia de Dios, fue el
puntapié de la concepción moderna del conocimiento que terminó poniéndolo en cuestión.
Esta concepción se basa en un sujeto con un dominio unitario (es uno que piensa),
soberano (porque él mismo garantiza su independencia) y omnipotente: él, al pensar,
demuestra que las cosas existen. Su herramienta fundamental es la razón, con la que es
posible conocer el mundo.
Pero tempranamente se advirtió que el sujeto, lejos de ser soberano, no está solo en el
mundo y que por lo tanto, lo que hace y es aparece condicionado por una serie de factores:
su posición social, familiar, su historia particular, su ideología. Este sujeto está determinado
por estas y otras dinámicas.
Por otra parte, el psicoanálisis informó que el sujeto no sólo no es autónomo, sino que
tampoco está claro quién es. Atrás de la racionalidad, había algo que se le escapaba al
hombre y que era fundamental en su personalidad: el inconsciente. Así, a la vieja idea de
que el sujeto estaba determinado socialmente, se agregó la idea de que no controlaba su
voluntad.
Otro aporte a la crítica al sujeto cartesiano, más contemporánea, lo hace el politólogo
argentino Ernesto Laclau, que se pregunta qué ha quedado de la confianza en el sujeto
como sede de la razón (1990). Para él, la concepción de sujeto soberano, poseedor de la
razón y libre de aplicarla es una abstracción.
El planteo de Laclau no parte del supuesto de que el sujeto está determinado sino,
justamente, plantea que el sujeto se va produciendo cuando organiza sus experiencias. En
esta visión, el sujeto no es externo a la estructura. No puede afirmarse que la estructura ya
existe y el sujeto lo único que hace es acomodarse. Si la estructura estuviera completa y la
conociéramos bien, sería posible plantear una suerte de adivinación del futuro social. Pero
sabemos que el presente cambia, que la estructura nunca se completa. Así como ya no
creemos en el sujeto de la razón completo en sí mismo y con la herramienta que le permite
conocer/gobernar el mundo, tampoco podemos plantearnos que la realidad ya está allí y es
completa o es algo fuera del sentido que le damos.
Veamos un ejemplo. Si ponemos a dos psicólogos educativos frente a un niño que realiza
conductas imitativas de la televisión, el piagetiano dirá que es parte de la función simbólica
y el conductista dirá que es una imitación que produce un aprendizaje dentro del esquema
estímulo-respuesta. El hecho es el mismo, el sentido que se le da puede variar. La realidad
no es el conjunto de todos los hechos (algo abstracto que no se podría definir) sino las
formas en que los diversos aspectos de la experiencia humana se entrelazan y el sentido
que adquieren.
El sujeto en las redes de experiencias
La persona es la misma, pero el sujeto no; los sujetos se constituyen en las experiencias, y
entre ella encontramos a la experiencia escolar.
Cuando aludimos al sujeto como “red de experiencias” nos referimos a esta compleja unión
entre modos de ver el mundo y modos de actuar sobre él. Oscar Wilde planteaba en su
elegante pesimismo que experiencia es el nombre que le damos a todos nuestros errores
y fracasos para autojustificarnos; Wilde, a su manera, podía entrever que, esa manera de
ver los “errores” propios hace que no cambiemos nuestras conductas y los sigamos
cometiendo.
John Dewey planteó que era necesario salir de la categoría experiencia según el sentido
común. Estas se realizan a partir de objetos particulares y “no se pueden transmitir”.
Destacamos de la posición de Dewey dos elementos. El primero refiere al hecho de que la
experiencia no es exclusivamente empírica: las cosas que nos pasan siempre las pensamos
desde una red de conceptos (una red de experiencias previas) que dan significado a estas
experiencias nuevas. En toda experiencia hay elementos conceptuales que la organizan.
Esto va en contra de un lugar común en la formación docente: que la experiencia “se hace
en la práctica”, como si la práctica fuera un momento a-teórico o vacío de conceptos.
Aquí ya entramos al segundo elemento: para Dewey, hay una conexión fundamental entre
el hacer y el pensar; el pensamiento es una acción en un plano no material. Este concepto
de experiencia no sólo liga lo conceptual y lo empírico, sino que une las acciones y los
pensamientos. Lo que hagamos, entonces, puede plantear cambios para lo que pensamos
y viceversa. Lo que vemos puede modificar nuestros conceptos. Aprender nuevos
conceptos puede cambiar la manera de ver las cosas y, por ende, las cosas que hacemos
según nuestra visión.
Sujeto, poder y deseo
El poder valida o no experiencias, por ende la subjetividad está ligada al juego del poder.
La construcción de la experiencia, del sujeto, de la subjetividad está atravesada por las
relaciones de poder, donde hay visiones que se imponen como legítimas y marginan,
reprimen y desvalorizan a otros, por esto el deseo no se cumple y por lo tanto no es
satisfecho. La manera en que se puede salir de este juego es creando nuevas experiencias
haciendo al sujeto siempre cambiante.
Los sujetos educativos hoy
La identidad escolar se encuentra en crisis;
✓ Porque el sistema educativo y los demás trabajan con identidades supuestas; la
infancia y la adolescencia son categorías en plena transformación, desconociendo
culturas juveniles.
✓ Porque los medios de comunicación ponen al alcance grandes masas de
información y maneras novedosas de procesamiento; la escuela pierde la
hegemonía del conocimiento.
✓ Por la fractura de las autoridades tradicionales y el predominio de la autoridad del
mercado.
✓ Porque la escuela “amenaza” las identidades previas con que los sujetos llegan a
ella; desde su visión solo les ofrece ampliar su sociabilidad.
El desafío está en que la escuela debe proveer y proveerse de experiencias que habiliten
para constitución de sujetos con capacidades nuevas para conocer, para resolver
problemas y para hacerse nuevas preguntas.
• Sujeto y Educación.
Las concepciones y las imágenes del sujeto que la sociedad y la cultura han ido
construyendo a lo largo de la historia han dependido de factores filosóficos, científicos y
culturales.
Las escuelas propagan un modelo cultural; y como encargadas de la preservación de la
cultura, tienen además la finalidad de sustentar el desarrollo de la personalidad de los
sujetos que asisten a la misma, orientada por los docentes, que son expertos en la
educación de los niños y de los jóvenes. La escuela tiene como objetivo socializar en un
marco de valores que forme a un ciudadano responsable en el contexto de una sociedad
democrática. Se refiere a la capacitación para et desempeño de actividades productivas o
laborales en el marco de la estructura sociocultural de cada país.
Este siglo es conocido por los derechos del niño y el afianzamiento de la idea de la infancia
como etapa de evolución humana. En el presente, sobre todo desde la teoría, se percibe al
niño como sujeto.
Las concepciones acerca del niño: Han sido muy diferentes según las características de
la sociedad, la cultura y las diferentes etapas de la historia. El niño ha sido desvalorizado,
marginado, reprimido, y hasta ha sido considerado un ser extraño y demoníaco dentro de
un mundo que no le concedía ningún papel y le negaba su existencia. Pero a su vez, su
figura ha sido idealizada, sacralizada y recordada con nostalgia por el adulto.
El niño puede ser al mismo tiempo sujeto u objeto, puede ser protagonista o e! gran ausente;
todo depende del momento histórico, del contexto cultural y del escenario en el que esté
incluido. El niño puede convivir en una familia de clase alta en un barrio privado y concurrir
a una escuela bilingüe elitista, puede convivir en una familia de clase baja, puede trabajar,
jugar con adultos o con un grupo de pares, etcétera.
La niñez como etapa del desarrollo de la personalidad es una invención que nace como
producto de los cambios en el modelo de producción, organización y división del trabajo, de
los nuevos valores y creencias, de los aportes de la psicología como ciencia.
La niñez en las diferentes edades históricas:
En la Edad Media el niño no existe, no se lo acepta, se espera que se comporte como un
adulto. Por esa razón la niñez, en ese momento, es una etapa muy breve; desde el destete
o pocos años después, según los casos, el niño se incorpora al mundo adulto. Comparte
con él juegos, conversaciones, valores, secretos, fiestas, rituales, tragedias, trabajo y otras
actividades sociales y culturales. Se viste a los niños igual que a los adultos.
No existe la idea de desarrollo del niño y una concepción clara acerca de la educación para
ser incorporado al mundo adulto. En este sentido, la lectura y la escritura no tienen ningún
valor social. La alfabetización está reservada a los hijos de la nobleza, que son atendidos
por preceptores, asisten a escuelas monacales donde se forman los sacerdotes. La cultura
se transmite por vía oral.
En este contexto cultural, el niño está desprotegido y sobre él recaen los castigos
corporales, el abandono institucionalizado, la mutilación para pedir limosna. Los relatos
dicen que se los ataba o fajaba bien apretados y durante mucho tiempo, basados en la
creencia de que podían convertirse en seres malignos y perversos.
En la edad moderna, el período que va desde el Renacimiento hasta la Ilustración, aparece
la tensión entre la conquista de la intimidad individual y la emergente —aunque apagada—
intervención del Estado en la regulación de la niñez. En el ambiente familiar, se comienza
a detectar un sentimiento hacia el niño, y se lo trata como una especie de criatura divina
que hay que civilizar. En la esfera pública, nace la conciencia y el reconocimiento de un
grupo social específico que hay que proteger e instruir. De esté modo se van estableciendo
las primeras líneas demarcatorias entre los adultos y los infantes, y los primeros escenarios
de la infancia; hospitales, orfanatos, escuelas.
En este período la escuela no es como hoy. Los niños de la nobleza reciben una enseñanza
amplia por parte de maestros y preceptores particulares que los preparan para acceder a
la universidad. Los hijos de estamentos medios reciben en escuelas de órdenes religiosas
los contenidos y pautas de socialización, mediante la competitividad, el mérito y el éxito
personal. En este espacio se forman los modernos funcionarios y se esbozan los
fundamentos de la enseñanza contemporánea. Los hijos de las clases populares son
enviados a instituciones donde se les enseña la doctrina cristiana y aprenden oficios. Los
niños sin familias son albergados en casas de expósitos, hospicios,, asilos.
En la edad contemporánea se produce la distinción y especialización de los espacios de la
niñez, y se plantean los principios y mecanismos de la actual educación y socialización de
la infancia. La concepción moderna implica: el niño alumno escolar; el niño hijo que convive
en una familia nuclear; y el niño que juega con su grupo de pares con juegos y juguetes
específicos para la edad del desarrollo y tiene sus propias lecturas.
El niño deja de ser un adulto en miniatura y adquiere un estatus o categoría propia como
grupo social.
En este sentido el espíritu de la Ilustración, la Revolución Francesa y otras revoluciones
burguesas, instalan el sistema de libertades individuales y democráticas, configuran un
nuevo modelo de Estado-nación e impulsan las primeras reformas escolares y los primeros
servicios estatales de protección a la infancia desvalida.
Por otra parte cabe destacar que en este período se distancia la infancia del mundo del
trabajo, pero también en algunos países el capitalismo salvaje utiliza a los niños como mano
de obra barata para las industrias, el agro y la minería.
La familia, sobre todo la de clase alta y medio-alta, adquiere un espacio de intimidad y de
privatización de varios hábitos y actividades cotidianas, como las sexuales, y expresa una
preocupación importante por la educación de los hijos. Se expresa ternura y sentimientos
afectivos hacia los niños, y también más exigencias y ambiciones con respecto a su futuro;
se combinan actitudes de tolerancia e indulgencia con otras de severidad e intransigencia.
Otro concepto que evoluciona es el de propiedad y protección de los hijos; si hasta ahora
no se cuestionaba la autoridad absoluta y exclusiva de los padres, ahora se comienza a
admitir la responsabilidad compartida entre la familia y el Estado en la educación de los
niños. De este modo la infancia deja de ser una cuestión doméstica y se convierte en una
cuestión de Estado que, progresivamente, se va incorporando en las constituciones, en los
programas y proyectos nacionales.
La escuela adquiere diversas y variadas funciones complementarias: custodia;
alfabetización, incorporación de los modelos de conducta socialmente dominantes,
promoción individual, etcétera. El proceso de escolarización en sus diversos niveles (inicial,
educación general básica, media y superior) depende de factores muy diversos: el sistema
económico, el sistema político, el papel del Estado, los grupos de poder, las iniciativas de
los grupos sociales e institucionales, etc.
El panorama actual: Por un lado, es evidente que la infancia, sobre todo en los países
desarrollados, es un bien de consumo en aumento. Nunca como hasta ahora se había
invertido tanto en este tramo de la vida. Cada vez hay más escuelas, más actividades
extraescolares, más actividades programadas para el ocio y el tiempo libre, más servicios
sociales, más legislación sobre la protección y los derechos del niño.
En este sentido, en esta época, los escenarios infantiles se van ampliando y consolidando,
lo cual hace suponer que la línea divisoria entre el mundo infantil y el mundo adulto es muy
nítida, y que el tránsito de-un mundo al otro tiende a prolongarse.
Pero, por otro lado, la televisión y el mundo del ciberespacio son compartidos
indiscriminadamente por niños y adultos, y por su intermedio comparten informaciones y
comportamientos hasta hace poco inaccesibles para los niños. El resultado es la
uniformidad creciente de las costumbres, los hábitos, el lenguaje y los modelos de vida. Así
los niños, por imitación o copia, practican los mismos deportes que los adultos, visten como
ellos, roban, asesinan, se alcoholizan o se drogan antes, y también se cansan y se aburren
antes. En definitiva, se convierten en adultos prematuros, y las fronteras entre unos y otros
se van desdibujando.
Los espacios de la Infancia: Los niños de la cultura occidental desarrollan su actividad en
tres escenarios: la escuela, la educación no formal —tiempo estructurado y dirigido, con
intencionalidad educativa explícita y asistencia regular, con actividades extraescolares— y
el tiempo no estructurado ni dirigido que transcurre entre la familia y el grupo de pares.
Informática, deportes, artes, etc.) están creciendo extraordinariamente. Estas ofertas que
la escuela no ofrece generalmente con suficientes garantías, son una manera de prolongar
las actividades educativas en otros espacios y en otros horarios, que quitan tiempo libre a
los niños. De esta manera la competitividad escolar y la disciplina se amplían a otros
escenarios. Lo mismo sucede con la presión familiar, inducida por una sociedad cada vez
más consumista y competitiva.
Existen además otros factores que contribuyen a la organización del ocio infantil, uno de
los cuales es la necesidad de encontrar nuevos espacios, ya que los espacios naturales de
juego están desapareciendo, al convertirse la ciudad en un medio hostil para el juego del
niño (las ciudades no contemplan las necesidades de los niños, se diseñan de acuerdo con
el mundo adulto).
El incremento del consumo de actividades escolares y extraescolares tiende a crear una
infancia sobreocupada, con demasiados deberes y obligaciones y con poco tiempo
realmente libre.
La protección de la Infancia: Después de la Primera Guerra Mundial se ha generado un
importante movimiento a favor de la infancia y para que las libertades de la Revolución
Francesa y otros derechos sociales y económicos se plasmasen en un texto
específicamente dedicado a los niños. En ese largo recorrido hay que destacar la
Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño de 1924, la Carta de la Infancia de
1942, la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (algunos de los artículos
se refieren al niño), la Declaración de los derechos del Niño de 1959.
En la Argentina, como en otros países, la protección de la infancia queda garantizada en la
Constitución, leyes de protección de menores, decretos y medidas que afectan a los
derechos de la infancia en su conjunto, o bien, más específicamente, a los ámbitos familiar,
laboral, educativo, sanitario, de la justicia y de los menores desamparados, además de la
regulación de aspectos tales como la tutela, la guarda o la adopción.
La realidad, sin embargo, es bien diferente; porque el incumplimiento de muchos de estos
derechos es el reflejo de las desigualdades sociales, porque están condicionados a la
incorporación de nuevos órdenes económicos, socioculturales y políticos, y porque nada
obliga a los Estados miembros de Las Naciones Unidas a vigilar para hacerlos efectivos.
Ser alumno en el siglo XXI: El alumno, hoy, es un ser preocupado por la aplicación futura
de lo que aprende, es como que se hubiera terminado la moratoria de la infancia. Los
alumnos quieren tener un lugar, en el futuro, en la cadena de producción, con un serio temor
a quedar sin empleo.
Las familias, y por lo tanto los niños, no tienen claramente definidos sus objetivos, ni tienen
las ilusiones que tenían las generaciones anteriores, de lograr cosas extraordinarias.
Asimismo, ha cambiado la visión del maestro. En algunas escuelas privadas, el maestro es
un empleado, mientras que en las escuelas esta (sobre todo en las más pobres) es un
compañero de pobreza. En ambas situaciones existen dificultades para realizar una
auténtica transferencia del saber.
Los niños tienen muchos intereses intelectuales que no manifiestan en la escuela, porque
están desplazados a la televisión o a Internet. Reciben una gran cantidad de información,
pero no la pueden elaborar y organizar. Los docentes deberían poder ayudarlos a hacerlo.
Los alumnos en su mayoría tienen síntomas de agotamiento, cefaleas, gastritis, etc., que
están vinculados con el estrés. En el caso de las escuelas privadas no se sabe qué
considerar y qué enseñar para no quedar fuera del mercado; en las estatales, por lo
contrarío, se incrementa la desesperanza.
Las escuelas estatales son una suerte de lugar de contención para alimentarse y olvidarse
de los conflictos.
El niño y el joven son percibidos como consumidores, la publicidad está destinada a los
niños y a tos adolescentes porque son los sectores que más consumen en la sociedad.
Estos grupos son destinatarios para el consumo porque se los toma como objetos, y
agentes de venta: por ejemplo, los temas comerciales que incentivan el consumo de ropa,
bebidas, golosinas, etc.
• El jugar en la infancia.
• Pensamiento y aprendizaje.
Para que los niños puedan aprender a pensar, a evaluar una situación, a deducir qué hacer
y cómo hacerlo, necesitan experiencia. A continuación, se presentan algunas ideas
prácticas para el educador:
• Enseñar técnicas para pensar en el contexto de las actividades diarias, en la casa o en el
colegio.
• Pedir a los niños que comparen dos informaciones distintas referidas a un mismo tema.
• Demostrar un pensamiento “crítico”.
• Mostrarles cómo deben aproximarse a un problema: 1) para entenderlo necesitan
identificar lo que saben, lo que no saben y lo que debe hacerse. 2) diseñar un plan para
resolverlo. 3) ejecutar el plan. 4) evaluarlo (decidir si dio o no resultado).
• Pedirles que inventen, que creen nueva información o productos.
• Sugerir proyectos creativos, como escribir distintos tipos de textos.
• Ayudarlos a encontrar los puntos más importantes en lo que leen, ven o escuchan.
• Animarlos a escribir distintos tipos de textos, ya que poner los pensamientos en un papel
fuerza al escritor a organizarlos. Por ejemplo: crear un periódico, escribir una carta a alguien
que ellos consideren importante, etc.
• El crecimiento y la maduración.
✓ Crecimiento físico normal durante la niñez es un proceso muy regular. La altura se
incrementa suave y regularmente, pero el ritmo de crecimiento se desacelera.
✓ El desarrollo de las estructuras del sistema nervioso central ya se ha completado.
Lo particular de este periodo es el desarrollo de habilidades motrices,
sensoperceptivas y el lenguaje.
✓ Los niños se vuelven capaces de ejecutar movimientos más finos y precisos. Se
adquiere un mayor control de los grupos musculares, de modo q el niño logra una
motricidad mas fina. También progresan en la capacidad de coordinar los
movimientos simples en actos complejos y combinados.
• El desarrollo libidinal.
Desde la teoría psicoanalítica se designa a los niños en edad escolar como latentes ya que
están atravesando el periodo de latencia, definido como el lapso comprendido entre la
declinación de la sexualidad infantil y el comienzo de la pubertad.
La latencia se caracteriza por un nuevo ordenamiento intrapsíquico, producto de la
declinación del Complejo de Edipo y de la instauración de su heredero, SuperYo. Éste
desempeñara la función de conciencia moral y formador de ideales.
Se implementa como mecanismo de defensa la sublimación, que posibilitará logros en el
aprendizaje y otras actividades socialmente valoradas.
Con la declinación del Edipo, la renuncia a los deseos incestuosos y el distanciamiento de
los padres, se produce el primer movimiento exogámico, alejamiento del núcleo familiar en
general.
• El desarrollo intelectual.
Según Piaget, en el inicio de este periodo se observan manifestaciones características de
la culminación del pensamiento intuitivo (a los 7-8 años hasta los 11-12 años) y se organizan
las operaciones concretas. Es decir que se produce el pasaje de la representación
egocéntrica, característica del pensamiento intuitivo, a la representación conceptual.
Se constituyen los sistemas de las Operaciones lógicas y espacio-temporales.
En el desarrollo del Juicio moral, se produce un pasaje de heteronomía a la autonomía
moral.
En relación al desarrollo moral del niño, Piaget caracteriza una fase inicial en la que el niño
cree en la omnisciencia del adulto, lo que origina el respeto unilateral (el bien es para los
niños lo que dicen los adultos). Esta sumisión, característica de la moral heterónoma
constituye el primer tipo de control lógico y moral al que se somete el niño, de esta forma
su pensamiento egocéntrico se adapta a la opinión del ambiente.
El desarrollo intelectual y la cooperación dan lugar a una interiorización de las normas. El
respeto al adulto y a la norma externa se somete entonces a un ideal interior, y dan paso al
dominio del criterio personal característico de la autonomía moral.
• La familia.
Se la considera como articuladora entre la naturaleza y la cultura, entre el individuo y la
sociedad.
En la edad media y hasta el inicio de la edad modern, la función de la familia se
caracterizaba por transmitir la vida, los bienes y los apellidos. En cuanto a la transmisión de
conocimientos, debemos considerar que en ese momento los niños participaban de toda la
vida de la comunidad, mezclados con los adultos; no había lugares específicos para ellos.
Era frecuente la práctica de separar a los menores de su familia, los niños “aprendían” al
lado de otros adultos, a los que ayudaban en sus tareas.
En la edad moderna, la familia tenía a su cargo la formación moral y espiritual de la prole,
comienza a desarrollarse el interés y la preocupación por la educación de los hijos. La
práctica característica de la edad media, el aprender al lado de un mayor, dará paso al
surgimiento de las escuelas.
En la modernidad, la escuela y la familia fueron las instituciones encargadas de tutelar a la
niñez. La infancia como institución, como representación es producto de las dos
instituciones modernas: la escuela y la familia.
• La escuela.
Primera institución que propone la adquisición sistemática de conocimientos. Es en ella
donde se le exige al niño un logro: el aprendizaje y los resultados académicos. Todo
aprendizaje entrama factores biológicos, neurofisiológicos, cognitivos, emocionales y
sociales.
Se destaca el valor socializador de la escuela en el desarrollo del niño. El lenguaje es el
sostén de la comunicación en los intercambios sociales y tiene un valor instrumental para
la adquisición y transmisión de conocimientos.
La lectura y escritura introducen un código de signos arbitrarios. Emilia Ferrero sostiene
que la escritura es un sistema de representación, contiene elementos que se relacionan y
reglas por las que se rigen las relaciones entre los mismos. Por lo tanto, aprender a leer y
escribir se vincula con la capacidad del niño de reconocer la existencia de reglas y
respetarlas.
Nélida García Márquez señala que la lectura y escritura confieren autonomía al niño y le
proponen modelos de identificación y proyección distintos a los dados en la familia.
Se apela a la transferencia de los afectos de los vínculos con los padres y hermanos hacia
las figuras de autoridad y compañeros de la escuela para explicar la dinámica de la
socialización en la escuela.
• El grupo de pares.
Se da en ámbitos extra-familiares (clubes, iglesias y plazas), donde los niños se vinculan
con compañeros, estas relaciones son esenciales en el desarrollo de sus competencias
sociales.
Con relaciones con compañeros o pares se refiere a aquellas en las que los participantes
tienen un nivel de desarrollo o status equivalente. Aquí el niño no ocupa una posición
marginal o de subordinación sino de paridad.
El escolar establece con sus pares relaciones de rivalidad y/o cooperación, pero siempre
teñidas de los afectos de las relaciones fraternas que el niño transfiere a sus compañeros.
Al principio la actividad en grupo necesita la intervención adulta, para organizar actividades
o como mediadores de conflicto. Hacia el final del periodo son estables.
Stone y Church refieren a la separación por sexos, la cual es causal, pero en la mitad del
periodo dicha separación se hace consiente e institucionalizada. Esta tendencia a
separarse y diferenciar actividades propias de cada sexo, ha sido explica desde la teoría
psicoanalítica por la angustia de castración. Urribarri plantea que si bien ésta genera un
movimiento defensivo que lleva al apartamiento, el latente también se manifiesta en un
aspecto progresivo que tiende a la diferenciación sexual y preanuncia el futuro rol sexual.
• El juego.
Actividad que posibilita la expresión y elaboración de conflictos propios de cada momento
evolutivo, la constitución subjetiva y el conocimiento del mundo.
Al iniciarse los años escolares, se despliega el juego dramático, en el que los niños
representan distintos roles. Este tipo de juego favorece el intercambio social con los pares
y permiten la elaboración de situaciones conflictivas en forma simbólica.
Piaget plantea que entre los 4 y 7 años, los juegos simbólicos característicos del nivel de
pensamiento preconceptual declinan debido a la preocupación creciente por la veracidad
de la imitación exacta de la realidad.
Con el pensamiento intuitivo aparecen juegos de reglas, que se rigen por códigos
transmitidos de generación en generación o por acuerdos temporales. Se consolidan entre
los 7 y los 11 años y perduran toda la vida.
Al comienzo las reglas son consideradas como absolutas y luego son consideradas como
relativas y pueden estar sujetas al acuerdo entre los participantes del juego. Siempre
implica competencia entre los participantes, de ahí la necesidad de reglas. La organización
del juego mediante reglas establece qué es posible y qué esta prohibido en cada situación
lúdica compartida con los pares.
• La sociedad.
En base a sus experiencias de vida y a sus vivencias, el niño va construyendo una
representación de los distintos aspectos de la sociedad en que vive. Cada niño realiza un
activo y complejo proceso de construcción en el conocimiento de su entorno social.
Se denomina conocimiento social a los conocimiento de diversos aspectos del mundo social
tales como los distintos roles sociales, los sistemas de valores y creencias y distintas
nociones acerca del funcionamiento de la sociedad.
La manera en que el niño concibe el mundo social no es un proceso lineal y simple, ya que
se refiere no solo al conocimiento de las reglas, los valores, las nociones y las teorizaciones
que el niño hace sobre ellas, sino que refleja las características de su entorno socio-cultural
y la posición del niño en éste.
En la niñez, la percepción del mundo social y la estructuración subjetiva son construcciones
simultáneas. Por una parte la percepción del mundo social no es algo dado, es producto de
un trabajo personal del niño, a la vez el proceso de estructuración subjetiva es atravesado
por valores, ideales, construcciones imaginarias que el espacio social instituye, sostiene y
garantiza.
• Los niños de edad escolar en nuestra sociedad hoy.
Si bien la potencialidad del desarrollo es similar en todos los sujetos, las condiciones del
entorno facilitarán, retardarán o impedirán el despliegue de dichas potencialidades.
Las nuevas instituciones han tomado un papel predominante en la producción de
subjetividad (medios de comunicación, televisión, el cine y la informática). La magnitud de
su presencia en la vida cotidiana del niño, las rutinas incluyen casi la misma cantidad de
hora de pantalla que las de asistencia escolar. En consecuencia, consideremos dos
aspectos de la cotidiana de los escolares:
1. Espacios habitados: El espacio habitado por los niños era el hogar, la escuela, los
clubes. En nuestra sociedad actual, se han limitado los desplazamiento autónomos
en espacios abiertos al menos sin la compañía de un adulto. En muchos caso la
propuesta de espacios se reduce a shoppings, o el interior de sus casas. Estos
parecen lugares privilegiados para actividades de tiempo libre, con la perdida de
oportunidades para ampliar sus vínculos con otros pares, e integrarse en grupos
diversos. En los sectores de mayor carencia económica, pareciera ser que el
espacio disponible para los niños se limita en muchos casos a la calle.
2. Uso del tiempo: Muchos escolares de sectores medios urbanos incluyen en su
rutina un cúmulo de actividades extraescolares planificadas. El afán de los padres
por capacitarlos y organizar su esparcimiento lleva a una saturación de tiempo,
dejando escaso margen para actividad espontánea, las elecciones del niño y en
general, el despliegue de la autonomía. En el otro extremo, el niño en situaciones
de pobreza casi no dispone de ofertas de espacios y propuestas de actividades para
el tiempo libre.
El fenómeno “niños bajo llave” alude a la situación, común a las familias de sectores medios
y bajos, en las que los padres salen a trabajar y dejan a sus hijos solos y encerrados en la
casa. Esto implica que los niños en edad escolar permanezcan en el hogar solos o a cargo
de hermanos menores; exigencia plantada justamente a partir de la relativa autonomía
alcanzada por los niños en este momento evolutivo.
• Las figuras del niño carenciado y de los chicos del pueblo en la arena
de la política.
La infancia como figura que alude a una temporalidad y un espacio de existencia común a
restituir se convierte en parte de una interpelación política al mismo estado y a la sociedad
en su conjunto por parte de educadores-maestros de escuelas públicas, pero también de
educadores populares que en otras instituciones de la infancia eran testigos del aumento
sin precedentes de la miseria infantil en el país.
El ciclo iniciado en 1983 se cerraría en el año 2001 con indicadores alarmantes para la
sociedad argentina en su conjunto pero en particular para la población infantil. Más que
nunca se hizo evidente que la cuestión de la infancia constituye un analizador de la sociedad
en su conjunto y que la situación infantil constituye un espejo en el que es posible mirar las
miserias, fracasos y traiciones de una configuración social, como sus horizontes de futuro
en tanto nuevas y complejas intervenciones políticas, colectivas y públicas radicalicen el
sentido y la experiencia social de la democracia política para el conjunto de los niños
nacidos y habitantes del territorio argentino.
• Chicos y pantallas.
“Los chicos de hoy no son como los de antes”, dicen los padres, los docentes y los abuelos.
Y es cierto. Los chicos que tienen menos de 18 años viven en un mundo visual y poblado
de pantallas. Las casas argentinas tienen más pantallas que libros, diarios y revistas.
En este nuevo universo, los chicos tienen nuevas maneras de leer, de escuchar y de ver.
Las pantallas e internet han transformado el modo en que los chicos aprenden, se informan,
conocen, se entretienen y se relacionan con los demás.
Los padres, que crecieron en un mundo diferente, con menos tecnología, son testigos de
una generación que, desde una edad cada vez más temprana, utiliza el control remoto del
televisor, el celular, la tableta y la computadora con una naturalidad y destreza que, en
muchos casos, supera a los padres. Los adultos sienten que saben menos que los chicos
sobre cómo usar las pantallas. Este hecho genera temores, desconciertos y muchas
preguntas.
Los medios más presentes: La televisión sigue siendo el medio de comunicación
predominante en el tiempo libre de los chicos. Es el único medio presente en todos los
hogares. Es, por ello, el medio más democrático y universal.
La computadora es la pantalla que más creció en los hogares, en los últimos años. Les
permite navegar por Internet, estar comunicados con amigos a través de las redes sociales
y buscar información sobre los temas que más les interesan.
El celular es la única pantalla que –por su carácter portátil- acompaña a los chicos las 24
horas. Hoy, el teléfono móvil les permite dos importantes y muy valoradas funciones: estar
comunicados con sus amigos y escuchar música. Cuando el acceso a Internet a través del
celular se popularice, este medio se convertirá posiblemente en la pantalla más importante
para los chicos.
Fuera del hogar, el cine es la salida preferida de los chicos argentinos para su tiempo libre.
Internet para todo: Los chicos del siglo XXI utilizan las pantallas e Internet para todo: el
celular para escuchar música, la computadora para comunicarse y la tableta para ver
televisión. Intercambian las pantallas para las diferentes funciones y, con frecuencia, las
usan al mismo tiempo. Mientras miran televisión, escuchan música en la computadora,
hablan con amigos por celular y buscan información en la tableta.
Comparten más tiempo con las pantallas que en compañía de su docente en clase. Porque
para los medios y las tecnologías no existen sábados y domingos, receso de invierno,
feriados ni vacaciones de verano.
Los chicos usan pantallas e Internet para acceder a la información, a la cultura y al
entretenimiento.
Una edad para cada pantalla: Es difícil fijar una edad para cada medio, que funcione en
todas las familias. Existen, igual, ciertos consensos sobre los cuales los especialistas
coinciden.
El primer acuerdo es que el chico no tenga contacto con pantallas antes de los 3 años. Lo
más importante en esta etapa es que el niño interactúe con el medio ambiente, utilizando
sus cinco sentidos. Y que esté en contacto con el mundo real, antes que con el virtual de la
pantalla.
Entre los 3 y los 6 años, se incorporan la televisión y el cine. En esta etapa, el niño es capaz
de hacer imitaciones y reproducir una escena después de haberla visto. Es importante
entonces, dialogar con el chico acerca de lo que ve en televisión o en el cine y pedirle que
cuente lo que sintió.
A partir de los 5 años, puede incorporarse la computadora para jugar (sin conexión a
Internet), siempre en familia. Es importante evitar que el chico de 5 años juegue solo. Antes
de los 6 años, los juegos en pantalla deben ser siempre con presencia adulta y en horarios
controlados.
A partir de los 6 años el chico puede utilizar la computadora o tableta con conexión a
Internet. Es conveniente que esté acompañado de un adulto que le permita entender que
aquello que encuentra en Internet puede ser verdadero, pero también, falso.
A partir de los 12 años, si bien puede navegar solo en Internet, no es conveniente que lo
haga a cualquier hora ni en un tiempo excesivo. Es esencial explicar al chico que lo que se
sube a Internet es público y difícil de borrar. Es bueno que los padres sepan qué páginas
web visita y con quiénes chatea.
A esta edad, se incorpora el celular.
En síntesis: Los chicos del siglo XXI viven en un mundo visual, un universo poblado de
pantallas: la televisión, el celular, la computadora, la tableta… Usan Internet para todas sus
actividades. Leen, se informan, aprenden, se entretienen y se comunican a través de
pantallas. Las usan en simultáneo. Y pasan más tiempo con ellas que las generaciones
anteriores.
Para orientar a los chicos en el uso de las tecnologías, los adultos, deben conocer qué
relación entablan con las pantallas. Es decir, estar al tanto de los usos que hacen los chicos
de los medios.
Preguntarles por lo que ven en televisión, los programas que más disfrutan, lo que no les
gusta o aburre, lo que más los divierte y por qué.
Saber qué películas son las que prefieren ver en el cine, para poder recomendarles algún
estreno o poder elegir con ellos el film que podrían ver.
Conocer los sitios web que visitan, la gente con la que chatean, chequear si son conocidos
de la escuela, del barrio o del club, saber qué fuentes suelen consultar para la tarea escolar
y qué información suben a su perfil.
En suma, y como siempre, la clave está en saber y compartir. Dialogar. Explicar. Educar. Y
estar presentes.