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Resumen
1
Docente Psicología UNIMINUTO Virtual y a Distancia, Psicóloga de la Konrad Lorenz, Magister en
NeuroPsicologia Universidad San Buenaventura y Especialista en Psicología clínica Konrad Lorenz
2
Docente Psicología UNIMINUTO Virtual y a Distancia, Psicólogo Universidad de la Laguna España, Magister
en Neurociencia cognitiva Universidad de la Laguna España y Especialista en Psicología clínica Universidad de
la Laguna España
3
Docente Psicología UNIMINUTO Virtual y a Distancia, Sociólogo Universidad Cooperativa de Colombia
Máster en intervención social Universidad Internacional de la Rioja UNIR
4
Docente Psicología UNIMINUTO Virtual y a Distancia, Psicólogo social UNAD, Máster en terapia Familiar
Sistémica Universidad Autónoma de Barcelona y Especialista en Coaching Sistémico Universidad Autónoma
de Barcelona
Enfoque propuesto para el acompañamiento psicosocial a personas con trauma
psicológico producto de la violencia
Construccionismo social
Estos pensadores también sostienen que los terapeutas parten del "no saber" y rechazan la
idea de buscar problemas y enfermedades en sus tratamientos clínicos. No existe
conocimiento definitivo y útil que se pueda generalizar, ni tampoco situaciones que definan
la esencia última de la persona. El foco está en el lenguaje que construye esos mundos
sociales. La vida de las personas se organiza por el significado construido acerca de sus
experiencias y se atribuye a esas conexiones. De este modo, el significado de cualquier
vivencia dependerá del contexto, y los recursos para esa significación no siempre se
hallarán en la persona misma, sino en sus relaciones. Dichos recursos son metáforas,
significados, discursos y representaciones que constituyen tanto conocimientos como
experiencias que son consideradas y legitimadas en los contextos de conversación
(Anderson, 2010; Epston, 1997; Gergen, 1985; Grandesso, 2002, 2008; Hoffman, 1993,
2001; White & Epston, 1993).
Los estudios sobre los escenarios donde existe la violencia han sido especialmente
relevantes para el conocimiento de prácticas que contribuyen tanto para prevenir, como
para el conocimiento y tratamiento del fenómeno. Las personas que han vivido eventos de
violencia necesitan manifestar sus percepciones, lo que saben o no a respecto de lo que
están viviendo, e interpretar esas vivencias y narrar sus historias. Sin embargo, los trabajos
existentes demuestran de modo general que las intervenciones que no les brindan a las
personas que han vivido eventos de violencia oportunidades para que estas se expresen y
que se limitan a la presentación objetiva de las informaciones acerca de la violencia
(Habigzang & Caminha, 2004; Santos, Pelisoli & Dell Aglio, 2012), no modifican las
vivencias de los involucrados y tampoco agregan nuevos significados al proceso.
El modo que utilizan las personas que han vivido eventos de violencia para expresar sus
sufrimientos sobre las experiencias vividas es moldeado por los significados atribuidos a
las experiencias. La forma de expresión confirma el significado, de tal manera que al
analizarse la naturaleza de las expresiones de violencia, estas se deben considerar como
unidades de sentido, es decir, como un texto. Según Bakhtin (1952-1953, citado en Ponzio,
2010) el texto tiene tres dimensiones: producto, proceso y productor. El texto comprende
un enunciado único y particular, es visto como una unidad básica de comunicación y
posibilita la construcción de sentidos sobre la realidad, constituyéndose en un contexto
dinámico de la relación social delimitada por un espacio histórico-cultural.
Así, para cada nuevo texto se percibe un reposicionamiento de los interlocutores del
diálogo, es decir, una cadena discursiva. Esa cadena es una unidad de sentido que
igualmente responde a enunciados anteriores y asimilados en su trayectoria de vida.
Bakhtin (1952-1953, citado por Ponzio, 2010, p. 56) señala que "cada enunciado es un
enlace en la corriente compleja organizada de otros enunciados". Esta cita intenta expresar
que la verdad no se encuentra en la cabeza de uno, sino que nace en medio de las personas
que de manera colectiva la buscan en el proceso de su interacción dialógica.
Es sabido que las soluciones se encuentran mutuamente cuando se presta atención al texto y
al interlocutor, siendo el punto de vista narrativo inclusivo. A medida que la persona narra
sus historias compuestas de sentimientos, sensaciones y argumentos, avanza con
articulaciones y experiencias sobre otras maneras de ser y de pensar, con valores,
compromisos y creencias para arribar relatos alternativos de vida. La postura inclusiva del
Construccionismo Social posibilita a aquel que acompaña al sujeto a mostrarse interesado
en saber cómo ha sido la vida para esas personas, sus relatos, explorando con ellas sus
experiencias del problema, en una conversación colaborativa (Anderson, 2010; White,
2002).
Suele definirse un hecho traumático como aquella experiencia humana extrema que
constituye una amenaza grave para la integridad física o psicológica de una persona y ante
lo cual la persona ha respondido con temor, desesperanza u horror intensos (Meichenbaum,
1994). Tras haber experimentado, presenciado o escuchado un hecho de este tipo pueden
aparecer una serie de síntomas que escapan al control del superviviente y que le crean un
profundo sufrimiento psicológico.
Entre los hechos más comunes está el sufrir un estado elevado de ansiedad, con
irritabilidad, predisposición a dar respuestas de alarma por motivos menores, pesadillas,
imágenes invasivas que aparecen repetidamente en la conciencia y provocan una gran
angustia, sensaciones de extrañeza e irrealidad, percibir una barrera emocional que separa a
la persona del mundo, tristeza, desesperanza, vivencias de culpa por no haber sabido evitar
el peligro o por haber sobrevivido entre otras.
Existen diferentes modelos que ha querido abordar una intervención en trauma: desde el
enfoque clásico de la psiquiatría (modelo biológico y psicodinámico) hasta los aportes del
cognitivismo (modelo cognitivo y sociocognitivo) y el construccionismo (modelo
Narrativo-constructivista). Desde esta último mirada es que queremos posicionar una
propuesta de revisión de los escenarios de intervención en personas que han sufrido
violencia asociada al conflicto.
En primer lugar es importante identificar las características del hecho traumático. El factor
más determinante de la aparición de estrés postraumático es la severidad del agente
estresor, existiendo una relación dosis - dependiente entre intensidad del estímulo y grado
de afectación. Junto a esto estarán las características del mismo. Un hecho estresante
producirá más efectos traumáticos cuando es: Repentino, Prolongado, Repetitivo e
Intencional
De manera transversal existen otro conjunto de factores que deben ser tenidos en cuenta
para identificar el grado de elaboración de un trauma:
- Compartir los hechos traumáticos
- Buscar la lógica de los hechos
- La necesidad de buscar responsables de los hechos
- Comparar constante el pasado con el presente
- Existencia de sentimientos de indefensión
- La ruptura de los vínculos afectivos
- El estilo cognitivo de la persona con trauma
Desde un enfoque cognitivo podemos entender imaginario como el proceso que permite a
un ser humano manipular información generada intrínsecamente (es decir, sin que sean
necesarios los estímulos del ambiente) para crear una representación en la mente (Lanius,
Vermetten, Loewenstein, Brand, Schmahl, Bremner, et al, 2010). Es un factor de economía
cognitiva necesario para lograr la adecuación y evitar la ambigüedad. En el territorio de los
psicosocial cobra un papel central debido a lo complejo y cambiante que puede ser la
vivencia de relaciones interpersonales.
Los imaginarios son considerados subproductos de la práctica social del hombre y
remitirían siempre a un fundamento exterior que puede ser una estructura divina, natural o
material económica. De esta manera lo imaginario no es reconocido como una producción
autónoma pasible de ser pensada con una organización y modos de funcionamiento
especifico.
La otra acepción es la del imaginario radical. Se define como la capacidad para imaginar de
los colectivos anónimos de inventar sus propias significaciones imaginarias, las que se
encarnan en las instituciones y hacen ser a ese histórico-social lo que es. A su vez dicho
conjunto de significaciones imaginarias son producto y condición de ser de los colectivos
anónimos. Las significaciones imaginarias emergen por obra de un colectivo anónimo, el
que no se reduce al campo de la intersubjetividad, si bien ésta es la materia de la que está
hecho lo social. Lo colectivo anónimo es lo humano-impersonal que organiza toda
formación social en la que están presentes los que ya no son, los que quedan afuera, y los
que están por nacer.
Por tanto, poder crear procesos de intervención que sean eficientes, que permitan la re-
significación y consigan consolidar un espacio de recuperación del tejido social implica la
toma en consideración de este concepto, no solamente como variable de análisis, sino
también como herramienta de intervención y propuesta de aplicación colectiva (Brauser,
2014).
La pretensión de construir historias alternativas con personas que han vivido situaciones de
violencia, favorece el empoderamiento personal y el desarrollo de iniciativas locales. Las
personas consiguen superar su condición de vulnerabilidad, cuando pasan de ser vistos
como una población objeto a convertirse en sujetos actores capaces de incidir en los
programas que van dirigidos hacia ellos mismos. Esta concepción, enseña a percibir a los
demás, como humanos con recursos y no como obstáculos.
En este orden de ideas, existen narraciones dominantes acerca de la violencia, que pueden
generar relatos saturados y estigmatizaciones. Al respecto refieren los autores
Duschatzkydey y Skliar (2000), algunas narrativas hegemónicas: "la pobreza es del pobre”,
“la violencia del violento”, “el fracaso escolar del alumno”, “la deficiencia del deficiente".
Sin embargo, también surgen las narrativas alternativas que permiten recuperar la
capacidad de agencia. Para este propósito, se hace hincapié en la elaboración de una nueva
narrativa que no cae en la victimización. Por esto, una narrativa alternativa en el marco de
la violencia, será posible si se deconstruyen los discursos que idealizan o satanizan el
pasado y el presente. En conclusión, la construcción de una narrativa alternativa sugiere
que las personas puedan recuperar su capacidad e iniciar acciones competentes. (Bello,
2000).
De igual manera, señala la autora Bello (2000), que para promover narrativas alternativas,
es pertinente superar la fragmentación y el individualismo propio de la ciudad “moderna”.
Con este fin, es necesario proponer espacios para el encuentro, la socialización y el
reconocimiento de las diferentes regiones y la construcción de redes de apoyo.
Mapa para la construcción de narrativas alternativas y la acción generativas (Schnitman, 2000; White & Epston, 1993)
Figura 1. Elaboración propia
Discursos culturales que establecen la
“verdad”
La narración dominante
Acontecimientos
extraordinarios (las
La metáfora
personas no cuentan todo lo
Victima Victimario que han vivido)
(Conversación
Separar el problema
externalizante)
de la identidad Relatos alternativos
Redefinición
Agenciamiento
Problema- identidad- persona personal
La persona es el problema
La persona tiene un
problema
La acción generativa para el
empoderamiento personal y
comunitario De la influencia del problema en la
vida de la persona, a la influencia de
la persona en la vida del problema
Para responder a las situaciones de violencia en el país, se requiere promover diálogos
transdisciplinarios que permitan la comprensión, el acompañamiento y la intervención con
personas, familias y grupos comunitarios. En este sentido, las narrativas promueven herramientas
para la acción terapéutica.
Los relatos saturados que se instalan en las personas ante los eventos estresantes de violencia,
suelen significarse a partir de definiciones ontológicas negativas. Por ejemplo: ¿quién es la
víctima? y ¿quien el victimario?. Por esto, es relevante generar espacios de encuentro para la
conversación externalizante con el propósito de separar el problema de la identidad de la persona.
De esta manera, las técnicas narrativas de la externalización y la redefinición favorecen la
construcción de nuevas metáforas y el tránsito de la influencia del problema en la vida de la
persona, a la influencia de la persona en la vida del problema.
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