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 PERSPECTIVAS ESTRUCTURALISTAS

Ficha de cátedra de Lingüística B


Salvio Martín Menéndez, 2018
 Distribucionalismo norteamericano (Escuela de Yale)

Vamos a entrar en el estructuralismo descriptivista norteamericano,


cuyo exponente más importante es un lingüista germanista-americano
que se llama Leonard Bloomfield y que en la lingüística norteamericana
era la figura más importante hasta la aparición de Chomsky. De hecho, el
texto básico de lingüística en los Estados Unidos a partir de la década del
’30 era un libro de Bloomfield, El Lenguaje.

El descriptivismo norteamericano es una corriente que toma al


estructuralismo como una herramienta de trabajo, ya que los supuestos
que se van a manejar están ligados a la labor de la antropología
lingüística. Es decir, el estructuralismo es la herramienta metodológica
adecuada (así la consideran los antropólogos) para la descripción de
lenguas desconocidas (como son las lenguas amerindias) sin recurrir, por
lo menos en primera instancia, al significado porque no suele tener el
grado de precisión que tiene la forma. Entonces, se apela a lo que en
términos de Benveniste llamaríamos el método distribucional (que no es
otra cosa que la combinatoria de la puesta en funcionamiento de las
relaciones sintagmáticas y paradigmáticas expuestas en el Curso) para la
descripción de estos repertorios lingüísticos. Así va a entrar el
estructuralismo de la mano de la antropología cultural, luego algunos
lingüistas se van a independizar y van a quedar con la descripción de los
sistemas lingüísticos de las diferentes lenguas sobre las que trabajan. En el
caso particular de Bloomfield, la lengua sobre la que trabaja es el
menomini y hace una descripción exhaustiva sobre todo de su fonología y
morfología. Ahí se puede debatir los alcances que se le da a la focalización
de las relaciones entre los diferentes niveles y el estatus de la fonología
puede aparecer, como en Hjelmslev, como especialmente problemático.
En el caso del descriptivismo norteamericano no es así, se describe la
fonología, la morfología y eventualmente (y con ciertas limitaciones) la
sintaxis. Fundamentalmente, la descripción permite obtener repertorios
de lenguas cuyos significados no se conocen y aparecerían reconocidos a
partir de este método de distribución.

Los puntos de partida del descriptivismo norteamericano serían los


siguientes: el criterio analítico y metodológico básico sería el formal, es
decir, en esto todos siguen a Saussure, en el sentido de que más allá de la
funcionalidad que pueda describir Praga, no niega la descripción del
sistema que lo que hace es mejorar esa funcionalidad comunicativa que
tiene el lenguaje. Pero acá hay fundamentalmente un criterio analítico
metodológico: uno podría decir que el distribucionalismo norteamericano
es eminentemente práctico (y lo es) porque tiene que resolver problemas
empíricos más que teóricos, es decir, cómo ir a una comunidad y a partir
de la elicitación transcribir a la gente sin saber qué es lo que están
diciendo en el sentido que nosotros entendemos por querer decir. Cuando
uno pregunta qué quiere decir algo, uno está preguntando por la
semántica, por el significado y no por la forma que viene adosada al
significado. ¿Qué pasa cuando nos enfrentamos a una lengua cuyos
significados, cuyas formas desconocemos? Partimos de la transcripción, y
a partir de ella y del método de distribución vamos a tratar de ver el
alcance de los significados que esa lengua comporta. Entonces, es
importante entender que, así como objeto y metodología no se dividen
dentro del estructuralismo, el método estructural (que ha sido el
elemento más celebrado del estructuralismo) es el que permite la
descripción de los sistemas lingüísticos1. El método estructural está
pensado para el objeto lengua, es decir, para un objeto de naturaleza
lingüística. Cuando objeto y metodología se divorcian y se pasa a trabajar
con otros objetos, ahí puede llegar a complicarse.

El segundo elemento que interesa es que se prefiere el análisis de la


distribución de las formas a los análisis semánticos que se basan en
semejanzas y diferencias y que suelen tener una impronta fuertemente
impresionista, es decir, ver cómo las formas aparecen, en qué contextos
lingüísticos2. El criterio formal asegura rigor en la descripción y la
determinación formal se va a basar en el contraste de las formas, que se
1
Por extensión, también permite la descripción de otros sistemas, pero eso tiene que ver con
proyecciones del estructuralismo que van más allá de la lingüística.
2
Entendemos por contexto lingüístico lo que antecede y lo que sigue a una determinada forma.
va a dar en función de la distribución y de los contextos en los que co-
ocurren o no. Por consiguiente, podemos decir que la distribución de un
elemento lingüístico es la suma de los contextos en los que aparece, es
decir, es un principio de recurrencia. Podemos partir del gran axioma del
distribucionalismo norteamericano (que no es otro que el del
estructuralismo, pero acentuando el carácter metodológico formal) que
es: a diferente forma, diferente distribución, hay diferente significado.
Ese es el punto, el basamento con el que trabaja el descriptivismo
norteamericano.

Chomsky va a ser un gran detractor de Bloomfield y de la lingüística en


la que él se forma, que es la lingüística descriptivista. Fundamentalmente,
Chomsky no va a acordar, más que con la metodología estructural (que él
no solamente va a heredar, sino que va a llevar a cabo con otro alcance y
en función de otro objeto) con lo que podemos llamar el fundamento
psicológico sobre el que se basa el descriptivismo norteamericano, que
tampoco es coincidente con el mentalismo saussureano, con cierta
indiferencia praguense y con la no consideración Glosemática al respecto.
El fundamento psicológico del distribucionalismo norteamericano es el
conductismo, lo que lleva aparejado una serie de críticas notables, sobre
todo al pensar la conducta humana a partir de una serie de estímulos y
respuestas que tienen distintos grados de condicionamiento. Chomsky va
a oponerse férreamente a esto, de hecho, en el año ’57/’58 él escribe en
una de las revistas de lingüística más importantes del mundo que es la de
la Sociedad Lingüística Norteamericana (que sigue publicándose) y que se
llama Language, y publica una reseña lapidaria a un texto de Skinner que
se llama Conducta verbal en la que lo destroza, a partir de un punto de
vista totalmente opuesto al de Skinner. No vamos a entrar en esa
polémica por un problema de tiempo, pero al que le interese el texto está
en la revista Language y supongo que debe estar en este momento (como
todo lo que está en el mundo) en internet.

Entonces, dice Bloomfield en su libro El Lenguaje: “La teoría mentalista,


que es la más antigua y la que todavía prevalece en la opinión popular y
entre hombres de ciencia, supone que la variabilidad de la conducta
humana se debe a la interferencia de algún factor no físico, un espíritu o
voluntad o mente (en griego psyche, de ahí el término psicología) que está
presente en cada ser humano. Este espíritu, de acuerdo con la visión
mentalista, es enteramente distinto de las cosas materiales y, en
consecuencia, sigue algún otro tipo de causalidad o quizá ninguna en
absoluto.”

Entonces, aquí Bloomfield dice que de lo que podemos dar cuenta es de


lo empírico, que es aquello que es observable y perceptible a partir de los
sentidos. Todo lo que sea una especulación a cómo llegamos a eso es algo
misterioso, algo de lo que no se puede hablar con el rigor que una
disciplina pretendidamente científica impone. El mentalismo, al cual
tenemos acceso de manera indirecta, estaría ubicado en esta postura.
Como ven, es un empirismo anti-mentalista, es lo opuesto al
racionalismo cartesiano (postura que va a seguir Chomsky); postura
fuertemente anti-cartesiana, anti-especulativa y ligada exclusivamente a
la experiencia empírica, con una idea de que todo lo que sucede es lo que
uno puede percibir, es decir, no hay niveles no observables que
condicionan lo observable. Esto es importante porque de esto va a partir
Chomsky.

Hay preguntas que Bloomfield no se va a hacer, que podríamos decir


que el estructuralismo no se hace, y justamente se trabaja sobre lo que se
tiene (lo empírico, lo que se percibe, lo que se transcribe), es decir, se
hace una descripción de eso, pero no se va más allá, no se pregunta cómo
se llega a eso. Ahí aparece una constante en el estructuralismo que es la
consideración del objeto lengua como un producto y no como un proceso.
El dinamismo, ya en términos de adquisición, ya en términos de
interacción, siempre lleva a plantear elementos que no son observables o
directamente aprehensibles por los sentidos de manera inmediata.
Entonces, ahí hay una distinción que me parece importante de observar.
Vean que acá la mente es asociada al espíritu, a algo cuasi mágico.

¿Qué dirían las ciencias cognitivas de una postura conductista de este


modo? La tildarían de un reduccionismo absoluto, pensar que en algún
punto todo lo que se puede saber está limitado a la percepción sensorial
del sujeto que observa, como si la observación en sí misma no estuviera
condicionada. Ahí hay un problema de orden teórico, metodológico y
epistemológico. La idea es un empirismo anti-mentalista, es decir, la
mente es una “tabula rasa”, una tabla vacía sobre la que se imprimen
todos los conocimientos que se aprenden a partir de la secuencia de
estímulos y respuestas.

Entonces: “con la visión materialista, son parte de La teoría materialista


(o mejor mecanicista) supone que la variabilidad de la conducta humana,
incluyendo el habla, se debe solo al hecho de que el cuerpo humano es un
sistema muy complejo. Las acciones humanas, de acuerdo secuencias de
causa y efecto, exactamente como las que observamos, por ejemplo, en el
estudio de la física o de la química.” Aquí tenemos otra consecuencia: la
postura empirista anti-materialista se liga con toda una tendencia
positivista donde no solo el elemento empírico es central, sino que
también lo es la metodología de abordaje para dar cuenta de ese
elemento empírico. Y , en última instancia, lo que siempre subyace es la
idea de esta secuencia entre causa y efecto.

A partir de esto, nosotros podríamos caracterizar, siguiendo la postura


de Bloomfield, a una interacción como:

A. Un conjunto de hechos prácticos que preceden al acto de habla3.

B. El acto de habla.

C. Los hechos prácticos que siguen al acto de habla.

Esta sería una secuencia de una interacción. Si uno pensara una


interacción en términos actuales, podríamos hablar de un contexto en el
que aparecen un conjunto de hechos prácticos y de supuestos de
naturaleza cognitiva que condicionan la producción de un determinado
acto de habla. Lo mismo, lo que continúa ese acto de habla. Acá nos
concentramos, de acuerdo con la postura de Bloomfield, en lo que él
denomina los hechos prácticos que condicionan el acto de habla, y eso
tiene determinado tipo de consecuencias prácticas. Entonces, el punto A.
concierne fundamentalmente al hablante, es decir, a los estímulos que el
hablante produce sobre el oyente. El punto C. concierne
fundamentalmente al oyente, es decir, a la respuesta del oyente. El punto

3
Esto es, a la emisión concreta de determinadas palabras en determinada secuencia.
B. concierne fundamentalmente a la lengua. La secuencia de estímulos y
respuestas está presente en la conducta humana constantemente, el
problema es el grado de condicionamiento que eso tiene en la producción
de un acto de habla. Si nosotros pensamos en la conducta humana, vamos
a pensar que hay determinada secuencialidad donde hay elementos de
orden conductista, pero pensar toda la conducta humana en términos de
estímulos y respuestas es altamente limitado.

Entonces, tienen ustedes el estímulo y la respuesta. En términos


prácticos, hay un estímulo práctico y una reacción práctica.

En términos lingüísticos, tienen un estímulo práctico, una respuesta


lingüística; un estímulo lingüístico subyacente y una respuesta práctica
(una reacción)4.

4
Para mayor claridad, recurrir al texto fuente y leer el ejemplo de Jack y Jill que nos brinda Bloomfield
(N. del desgrabador).
Entonces tenemos la reacción muda estímulo-respuesta y la reacción
condicionada por el habla donde hay una respuesta sustituta y un
estímulo sustituto que actúan en espejo invertido con respecto a los
estímulos y respuestas de orden práctico.

El esquema que sería importante que ustedes recuerden para entender


lo que se propone el descriptivismo es describir, justamente, la respuesta
sustituta y el estímulo sustituto porque eso es lo que comporta la forma.
Lo que queda por fuera de la forma (es decir, el estímulo práctico y la
respuesta práctica) sería el significado.

Y Bloomfield va a decir al respecto: “Los hechos representados por las


flechas son muy oscuros5. No entendemos el mecanismo que hace a la
gente decir ciertas cosas en ciertas situaciones o el mecanismo que las
hace responder con propiedad cuando estos sonidos del habla llegan a sus
oídos.” (Bloomfield, 1933, 35).

Esta es la postura descriptivista en relación con lo que hoy llamaríamos


el uso del lenguaje. No es que no sea importante, pero lo que Bloomfield
dice es que dejamos de lado el significado porque su complejidad no
puede ser abordada con el mismo rigor científico con el que es abordado
el tratamiento de la forma. Como ven, se deja de lado absolutamente a
todo el contexto que determina, podríamos decir hoy desde una
perspectiva funcional mucho más amplia, la elección de determinados
recursos en función de producir ciertos efectos comunicativos en un
auditorio o persona. Se trabaja exclusivamente en términos de
distribución formal. Esto tiene una consecuencia directa en el proceso de
aprendizaje de la lengua, otro punto que Chomsky va a abordar y de
5
Refiriéndose a las flechas enteras (N. del desgrabador).
manera mucho más exitosa a juzgar por los resultados actuales. En la
adquisición del hábito de hablar, y acá hay un elemento muy importante,
justamente la creación a partir de la secuencia de estímulo-respuesta del
hábito, es decir, crear una conducta recurrente a partir de que si tenemos
los mismos estímulos podemos predecir cuáles son las respuestas.
Imaginen esto en términos sociales absolutos los alcances que tiene, son
muy limitativos; no en términos parciales, pero sí en términos sociales,
pensar la conducta humana es pensar casi en autómatas.

El primer elemento en términos de la adquisición del hábito de hablar


sería emitir y repetir: bajo ciertos estímulos el niño emite y repite sonidos
vocales que parecen ser un rasgo hereditario, es decir, no hay nada que se
conozca previo a lo que sería la reproducción. En segundo lugar, tenemos
la imitación: el hábito le permite emitir un sonido aproximado al que
escuchó. En tercer lugar, tenemos el uso de una palabra: es la relación
entre el ver y tomar un objeto y oír y decir una palabra que lo designa, es
decir, la idea del alcance que tiene el universo simbólico; primero
partimos de la posibilidad de decir aquello que vemos y luego, por medio
de traslación, se pueden decir cosas que no tenemos directamente ante
nosotros, que es el número cuatro, la idea de abstraer o desplazar: poder
nombrar el objeto sin que este esté presente. Y el quinto es repetir:
mejora sus mejores logros, sus fallas serán borradas por la confusión. Este
sería el modelo básico, muy resumido por supuesto, de una perspectiva
conductista en términos de la adquisición del hábito de hablar, que es
absolutamente reduccionista. Si uno es estimulado, puede responder de
manera adecuada. Que esto sirviera a determinados propósitos tiene otro
alcance: fue muy útil en la Segunda Guerra Mundial para el diseño de
manuales para enseñar lenguas extranjeras a los soldados porque el
aprendizaje limitadamente siempre tiene, en términos de la educación
formal, un cierto grado de conductismo. El problema es llevar este
pequeño grado en un contexto particular a la conducta humana en
términos generales. Ustedes me dirán: “bueno, pero en la secuencia de
enseñanza-aprendizaje siempre hay algo de conductismo”, sí,
evidentemente, pero es un conductismo altamente limitado y siempre
ligado a cierto grado de creatividad y amplitud: uno no espera a partir de
determinado estímulo una respuesta siempre idéntica por parte de su
interlocutor. Que en una instancia lo pueda esperar, sin duda, pero no en
todas. Esta sería la presentación que nos va a servir de punto de partida,
luego de ver la Escuela de Londres, para la postura de Chomsky.

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