Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
06 - Paige Tyler - Seal To The Rescue
06 - Paige Tyler - Seal To The Rescue
SEAL TO THE
RESCUE
SEALS OF CORONADO 06
Un agradecimiento especial a mi marido, extremadamente paciente y
comprensivo, sin cuya ayuda y apoyo no podría haber seguido adelante con mi
sueño de convertirme en escritora. Eres mi caja de resonancia, mi hombre de las
ideas, mi compañero de críticas y el mejor asistente de investigación que cualquier
chica podría pedir.
Gracias.
Nota de traducción.
1
Argumento
De un modo u otro...
La agente encubierta del FBI Kendall Patton tiene órdenes de acercarse a Holden
Lockwood cueste lo que cueste. Sospechoso de robar un dispositivo de desencriptación
de alta tecnología, Holden es considerado una amenaza para la seguridad nacional.
Pero Kendall no sabe que es una amenaza para su corazón. Cuanto más se adentra en
su investigación, más profundos son sus sentimientos. Pero cuando la echan del caso
y detienen a Holden, hará falta un equipo SEAL, un pequeño robo y mucha suerte para
salvarlo.
2
Prólogo
En algún lugar del Pacífico
—Relájate —le dijo Holden—. Le prometí a Hayley que te llevaríamos a casa para
la boda y así será. El gran día no es hasta el sábado. Definitivamente terminaremos
este entrenamiento y llegaremos a casa en San Diego para entonces.
3
Wes Marshall, otro SEAL, se agachó junto a Chasen y soltó una risita.
—Hayley no me va a dejar. Sabíamos que algo así podía pasar, así que elegimos
tres fechas diferentes para la boda. Nos perdimos la primera por la operación de
rescate en Yemen el mes pasado. Si perdemos la de este fin de semana, todavía tenemos
la fecha de reserva a final de mes. Aunque eso significa más depósitos perdidos.
—Como soy el nuevo, sé que me voy a arrepentir de preguntar esto —dijo Sam
Travers, con una expresión de disgusto en su juvenil rostro—. Pero, ¿podríais decirme
qué día de la semana es? Llevo tanto tiempo aquí en esta bañera sin mi teléfono que
no tengo ni puñetera idea.
Holden resopló ante la pregunta del novato junto con los demás chicos. Sam era
el hijo del antiguo jefe del equipo y recientemente retirado, Kurt Travers. Aunque era
un SEAL totalmente entrenado, con todas las insignias y parches que lo demostraban,
a Holden le costaba mirar al chico moreno y no ver al adolescente que solía pasar el
rato en las comidas al aire libre del Equipo SEAL 5.
Podría haberle echado la bronca por la pregunta, pero decidió no hacerlo. Sabía
lo que era estar tan concentrado en hacer bien el trabajo las primeras veces que se te
olvidaba qué día era.
4
—No vayas a presionar al chico de esa manera, amigo —dijo Noah—. Todos
sabemos que Sam aún no tiene edad para tener citas.
—Si esa es mi excusa para no llevar pareja a la boda, ¿cuál es la tuya? Todo el
Equipo sabe que hace tanto tiempo que no estás con una mujer que han renovado tu
tarjeta de virginidad.
—Joder, Noah —se rió Wes—. Puede que haga un calor del demonio aquí fuera,
pero todavía puedo sentir ese escozor hasta aquí.
Holden se rió junto con los otros chicos. Sólo esperaba que ninguno de ellos le
preguntara a quién iba a llevar de acompañante. Hacía tiempo que salía con una
entrenadora personal increíble llamada Mia y había planeado llevarla como
acompañante, pero hacía unas semanas él volvió de aquella misión en Yemen cubierto
de moratones y cortes de la cabeza a los pies. Una granada propulsada por cohete
había alcanzado el Land Rover en el que viajaba, volcándolo y haciéndole rebotar
como una moneda en una hucha. Sus heridas no habían sido tan graves, pero, por
desgracia, no pudo contarle a Mia lo ocurrido porque toda la misión—así como el
hecho de que estuvo fuera de Estados Unidos—era clasificada. Después de eso, ella se
largó. No es que la culpara. ¿Qué clase de mujer quería aguantar una mierda así?
—Hablando de citas —dijo Chasen, mirando hacia Holden—, ¿aún vas a traer a
esa entrenadora personal?
5
Mientras el resto de sus compañeros gemían, Holden respiró aliviado. No le hacía
mucha gracia volver a bajar a las entrañas de la nave, pero al menos no tendría que
hablar de Mia.
Había una docena de personas en la bañera con ellos, todas implicadas de alguna
manera en el entrenamiento. Algunos se encargaban de instalar y reparar las dianas
emergentes a las que Holden y sus hombres estuvieron disparando. Otros mantenían
en marcha los generadores de energía. Y algunos proporcionaban comida e
instalaciones higiénicas limitadas. Pero la única persona con la que intercambiaron
alguna palabra era su adiestrador, un auténtico hijo de puta que les había presionado
mucho desde el día en que el helicóptero Sea Stallion de la Marina les dejó en cubierta.
El tipo aún no les había dicho su nombre y probablemente nunca lo haría.
No era de extrañar, teniendo en cuenta que era de la CIA. Los malditos espías
nunca hablaban con nadie. Por supuesto, el hombre tampoco les dijo qué hacían allí,
en medio de la nada, en un barco abandonado que había sido modificado para que
pareciera un portaaviones estadounidense similar a los que Estados Unidos tenía
repartidos por todo el mundo por si los necesitaban. Porque, Dios lo sabía, si querías
empezar una guerra en una tierra lejana, querías tener un montón de basura explosiva
por ahí.
Al principio todo había sido muy confuso, sobre todo porque su controlador no
les decía lo que estaba pasando, pero después de pasar dos días dando vueltas
alrededor del falso barco de municiones en una lancha Zodiac para averiguar la mejor
manera de abordar el buque, y luego otros dos días recorriendo escenarios para
recuperar el control del puente de los malos armados, rápidamente se hizo evidente lo
que estaba pasando. Por la razón que fuera, el gobierno estadounidense creía que uno
de los buques del Departamento de Defensa con munición preposicionada iba a ser
secuestrado por gente con muy malas intenciones. Y la amenaza era lo bastante seria
como para que pusieran un barco simulado en medio de la nada para que un equipo
de Navy SEALs pudiera entrenarse para recuperar el control del buque.
Holden no estaba seguro de qué le asustaba más, si el hecho de que pudiera haber
gente ahí fuera intentando apoderarse de un barco cargado con medio millón de kilos
de artefactos explosivos, o la idea de que el gobierno estuviera tan paranoico como
para haberlo pensado antes.
6
—De acuerdo, el mismo ejercicio que en la sesión de esta mañana, con algunos
cambios para mantener el interés —dijo el tipo de la CIA mientras se acercaba a ellos—
. Este escenario es una continuación lógica de retomar el puente. Las fuerzas contrarias
ahora son conscientes de vuestra presencia en la nave y no tenéis más remedio que
moveros zona a zona por la nave, eliminando OPFOR1 hostiles a medida que avanzáis.
Asumid que podríais encontraros con la tripulación de la nave en el proceso.
Mientras Chasen resolvía algunos detalles con su adiestrador sobre hasta dónde
debían llegar en aquel escenario de entrenamiento, Holden aprovechó para beber unos
sorbos de agua de su Camelbak2.
Wes se unió a él, mirando por encima del hombro como si pensara que alguien
iba a escuchar lo que fuera que quería decir.
—¿Has averiguado qué era eso que robamos en San Francisco? —preguntó Wes
en voz baja—. He estado mirando las noticias de allí desde que volvimos, pero no he
visto nada sobre el robo.
Holden lanzó una mirada a los demás miembros del equipo, que estaban a unos
metros de distancia, antes de fulminar a Wes con la mirada.
—¿Quieres decir eso último un poco más alto? Estoy bastante seguro de que no
lo oyeron en el puente.
Wes resopló.
1
N. del T.: Fuerzas enemigas.
2
N. del T.: Mochila impermeable que lleva una bolsa de agua para poder hidratarse.
7
—Nadie me ha oído. ¿Pero no tienes curiosidad? Quiero decir, irrumpimos en
esa instalación tecnológica hace casi cuatro semanas. ¿Por qué no apareció en las
noticias?
Holden frunció el ceño. No quería hablar de eso aquí. En realidad, preferiría que
no lo hicieran nunca. Si ambos actuaban como si nunca hubiera ocurrido, le parecería
bien.
Por desgracia, por muy bueno que fuera Holden robando cosas—gracias a su
juventud malgastada—no podía hacerlo sin el equipo adecuado. Eso significaba que
se vio obligado a relacionarse con alguien de su pasado a quien no quería volver a ver.
Se habían intercambiado favores, y a cambio del uso del equipo que necesitaba para
ayudar a Dalton, esa persona les pidió a Wes y a él que adquirieran otra pieza de equipo
tecnológico de otra instalación bien vigilada a las afueras de San Francisco.
Holden no tenía ni idea de qué era aquello que Wes y él se habían llevado. Pero
el hecho de que no se hubiera publicado ni una sola noticia sobre el robo le preocupaba
tanto como parecía preocupar a Wes.
8
—Muy bien, chicos. Hora de partir. Cerremos y carguemos.
Suave.
Eficaz.
Mortal.
El entrenamiento fue muy bien, hasta que entraron en una sala y aparecieron
varios objetivos a su alrededor.
Holden lo hizo sin pensar, aunque en el mundo real le habría expuesto a las balas
de los otros malos que había en el espacio. Simplemente se movió hacia un lado, ajustó
9
su puntería más arriba y apretó el gatillo. Así de rápido, un limpio agujero del tamaño
de un lápiz apareció en el objetivo terrorista... a apenas medio centímetro del rehén.
—Ha sido un gran disparo, Lockwood —dijo el agente de la CIA mientras bajaba
lentamente unos escalones desde la oscuridad—. Pero tengo que preguntarme si
habrías salido a campo abierto de esa manera si te estuvieras enfrentando a terroristas
de verdad que podrían haberte reventado con un petardo en el culo.
—Para que lo hicieran, tendrían que estar respirando —dijo Holden—. Confié en
que mis compañeros de equipo me cubrirían y acabarían con los demás malos antes
de que pudieran dispararme.
—Bien, todos arriba. Conseguid unas cuantas carreras más como esa y tal vez
podamos acabar con esto antes de tiempo.
—Te agradezco que confíes tanto en nosotros, pero si alguna vez tenemos que
hacer esto de verdad, ten más cuidado, ¿eh? Quiero asegurarme de que te llevamos de
vuelta a casa con tu novia de una pieza.
Holden se rió entre dientes, sin molestarse en recordarle a Chasen que en ese
momento no tenía novia con la que preocuparse por volver a casa.
10
Capítulo 1
—TE DIJE que volveríamos a tiempo —dijo Holden cuando Chasen y él entraron
en el restaurante. Miró a su alrededor en busca de los demás. Hayley había dicho algo
sobre reservar un salón trasero para la cena de ensayo—. No sé por qué dudaste de mí.
—Tal vez porque llegamos a la iglesia para el ensayo con menos de cinco minutos
de sobra —Chasen escaneó el abarrotado bar y asador. Obviamente, no sabía dónde se
celebraba la fiesta mejor que Holden—. Si hubiéramos llegado más tarde, el cura nos
habría cobrado horas extras.
—Estoy bastante seguro de que los curas no cobran horas extras. De hecho, no
creo que tengan tarifas básicas. Dios no cobra tarifas, así que sus sacerdotes tampoco
pueden.
Chasen lo consideró.
—No lo sé. Estoy bastante seguro de que Hayley mencionó algo sobre una gran
donación a la iglesia.
—No puedo ayudarte en eso. El tipo se merece cualquier donación que pueda
conseguir.
Volvió a mirar a su alrededor, esperando ver a alguien conocido. Habría sido más
fácil si él y Chasen hubieran ido allí con todos los demás después del ensayo de la
boda, pero el cura quiso hablar con Chasen sobre certificados de matrimonio o algo
así, así que Hayley y los demás se dirigieron al restaurante para asegurarse de que no
perdían la sala que ella había reservado.
11
—Creo que esa es nuestra fiesta —dijo, señalando en esa dirección—. A menos
que haya otro grupo ahí detrás al que le guste empezar la cena con Jägerbombs3.
Holden le siguió, dando gracias a Dios una vez más por haber vuelto a tiempo
para la boda. Aquel imbécil de la CIA había seguido machacándoles durante un día y
medio sin parar, planteándoles una situación tras otra durante toda la noche, hasta que
apenas pudieron mantenerse en pie, y mucho menos disparar. Entonces, de la nada, a
primera hora de la mañana, dio por terminado el ejercicio y les dijo que estuvieran
preparados para una extracción en helicóptero en menos de una hora.
Con su larga melena rubia y los ojos más verdes que jamás había visto, en una
palabra, era preciosa. No fue sólo su belleza lo que le hizo detenerse. Fue la mezcla de
emociones en su rostro. Había ira, sin duda, junto con una buena dosis de
preocupación y vergüenza. Todas ellas se concentraban en el hombre sentado
despreocupadamente en el taburete del bar junto a ella. Holden no podía verle la cara
porque el tipo estaba de espaldas a él, pero a juzgar por su expresión, era de esa parte
tan transitada del país conocida como la tierra de los gilipollas.
3
N. del T.: Cóctel o chupito a base del licor de hierbas alemán Jägermeister y Red Bull.
12
Su jefe asintió con la cabeza y desapareció entre la multitud.
Cuando él se volvió hacia la pareja, la rubia ya se había puesto en pie. El tipo hizo
lo mismo de inmediato, utilizando su mayor estatura para tratar de intimidarla.
Holden maldijo en voz baja. Había visto ese mismo movimiento docenas de veces. Y
siempre le cabreaba.
Ahora que el imbécil estaba de pie, Holden pudo ver la cara del hombre y
automáticamente le evaluó. El tipo era alto y estaba en forma, tal vez era cinco años
mayor que la mujer, con una cara que debería haberla alejado de su alcance.
—Pues mándale un mensaje y dile que has quedado con otro —El hombre le
dedicó una sonrisa socarrona—. Venga. Volvamos a tu casa. Será como en los viejos
tiempos.
Holden volvió a maldecir, esta vez en voz alta. Estaba harto de ver este choque
de trenes. Era hora de ponerse en medio y joder a alguien.
13
Maldita sea. Antes le había parecido guapa, pero cuando sonrió, estuvo seguro
de que se le salieron los ojos de las órbitas, el corazón se le salió del pecho, se le quedó
la boca abierta y la lengua le rodó por el suelo como si estuviera en un dibujo animado.
Obviamente, nada de eso había sucedido, porque la hermosa rubia lo rodeó con sus
brazos y lo abrazó. No pudo evitar darse cuenta de que su cuerpo era increíble, esa
combinación perfecta de firmeza y suavidad que lo volvía loco. Se ajustaba a él como
si hubiera sido hecha para él.
—No hay problema —Sin dejar de sonreír, se apartó para mirarle—. Llegas en el
momento perfecto.
—¿Te importa si tomo prestada esa silla? —dijo Holden, señalando la que el tipo
había estado usando—. Ya que no la necesitas.
—Soy Holden Lockwood —dijo—. No quise ser tan agresivo, poniéndote las
manos encima de esa manera. No era mi intención agarrarte.
14
Él miró al camarero.
—Isaac es el tipo de ex que hace que una mujer se cuestione su juicio sobre los
hombres —Ella negó con la cabeza, su largo cabello rubio se balanceaba alrededor de
sus labios de una manera que hizo que los dedos de él picaran para alcanzarlo y
apartarlo—. No sé por qué salí con él. Sinceramente, ahora no se me ocurre ni una sola
cosa que me gustara de él —Se quedó callada mientras el camarero les ponía las copas
delante, y esperó a que volviera a marcharse para añadir—: No tengo ni idea de por
qué acabo de decirte todo eso.
—Es la cara. Hace que la gente quiera confiar en mí. Mis compañeros de trabajo
siempre me cuentan cosas que probablemente no tienen intención de contarme.
—Puedo creerlo —dijo Kendall—. Sólo te conozco desde hace unos minutos y ya
siento que debería contarte mis secretos más profundos y oscuros.
—Lo haré lo mejor que pueda —prometió ella, tomando un sorbo de vino. A
Holden le gustaba verla fruncir los labios mientras bebía. Le hacía pensar cosas que
definitivamente no debería sobre una mujer en los primeros cinco minutos de
conocerla.
—Esto va a sonar como la peor frase para ligar de la historia, pero ¿vienes aquí a
menudo? —preguntó, apartando la mirada de aquellos labios perfectos y carnosos—.
¿Así fue como Isaac se encontró contigo?
15
Kendall fijó su mirada en el espejo detrás de la barra, observando el restaurante
lleno de gente en el reflejo del cristal como si estuviera preocupada por la vuelta de
Isaac.
—Es la primera vez que pongo un pie en el lugar —Ella lo miró—. Le dije a Isaac
que había quedado con alguien, pero me lo inventé con la esperanza de que me dejara
en paz. Me dirigía a casa después de clase y decidí parar.
—¿De clase?
—Estoy en la Marina.
16
—La mayor parte del tiempo. Algunos días me encanta y no puedo imaginarme
haciendo otra cosa. Otros, me pregunto por qué demonios me alisté.
—El que me encanta y no me imagino haciendo otra cosa —Le dedicó una
sonrisa—. Por suerte, hay muchos más días así.
Holden soltó una risita. Chasen le conocía bien. Normalmente, habría hecho todo
lo posible por gastar el dinero de su jefe. Pero eso fue antes de conocer a Kendall.
—No me di cuenta de que te estaba alejando de tus amigos —dijo ella, dejando
su copa de vino a medio terminar—. Deberías haber dicho algo.
Él la miró avergonzado.
—Para ser sincero, después de que empezamos a hablar, me olvidé por completo
de la cena de ensayo de mi jefe.
Holden sonrió.
17
—Tierra a Holden —dijo Wes—. Aquí de pie y esperando una presentación.
—Sí, si me dejas decir algo —Holden fulminó a Wes con la mirada. Iba a pedirle
a su compañero de equipo que les dijera a Chasen y Hayley que se iba a marchar para
cenar con Kendall, sabiendo que lo entenderían. Pero invitarla a la fiesta le pareció una
idea aún mejor. La miró—. ¿Qué te parece?
—Todavía —convino Holden—. Pero cuando lo hagas, verás que son geniales.
Los chicos con los que trabajo y yo somos todos como de la familia. Si vienes conmigo,
también eres de la familia. Dijiste que venías aquí para desconectar. ¿Qué mejor
manera de hacerlo que en una fiesta? —Sonrió—. ¿Qué me dices?
18
Capítulo 2
—DALTON ESTÁ EXAGERANDO —dijo Holden en voz baja, acercándose para
susurrarle al oído—. Las primeras veces que contó la historia, Kimber y él estuvieron
bajo el agua cuatro segundos antes de que el yate llegara a tierra y explotara, así que
no creo que estuvieran tan cerca de la explosión como él pretende. Luego dirá que
estaban en el barco cuando explotó y que sobrevivieron porque son muy duros.
Kendall se estremeció un poco, y no tenía nada que ver con lo disparatada que
era la historia de Dalton. Al contrario, tenía todo que ver con el cálido aliento de
Holden acariciándole el cuello. Era todo lo que podía hacer para no inclinarse aún más
ante la remota posibilidad de que le rozara la oreja con sus labios increíblemente
sensuales. Estaba tan inmersa en la fantasía que apenas oía las risas a su alrededor
cuando todos reñían a Dalton por haber adornado algunos detalles de la historia.
Kendall pensó que se las estaban inventando porque eran muy extravagantes.
Pero cuando Dalton Jennings le contó lo que les había pasado a él y a su mujer, Kimber,
recientemente en San Francisco, ella ya sabía que no. Porque sabía que todo lo que él
contaba era cierto.
Fue entonces cuando Holden admitió a regañadientes que él y sus amigos eran
Navy SEALs. Kendall no tenía ni idea de por qué no lo había mencionado cuando
estaban en el bar. Habría pensado que soltar el hecho de que era un SEAL sería una
forma segura de meterse en las bragas de una chica. Así que, ¿por qué no hacerlo? A
menos que no se sintiera atraído por ella. En cualquier caso, se quedó impresionada
cuando se lo dijo.
Kendall ignoró los rápidos latidos de su corazón que le provocaba estar cerca de
Holden. Para que todo esto funcionara, tenía que mantenerse en su papel. Eso
significaba reaccionar como lo haría cualquier otra mujer al enterarse de que estaba en
una fiesta llena de atrevidos Navy SEALs. Eso era mucho más fácil de hacer cuando se
recordaba a sí misma que Holden era un peligroso criminal.
19
—¿A quién le importa lo cerca que estuvieran de la explosión? Aún así tuvieron
que saltar de un barco en movimiento. Eso es una locura —Giró un poco la cabeza para
mirar a Holden—. ¿Estabas en San Francisco cuando pasó todo eso?
Aún así, sería interesante ver cómo respondía a su pregunta. Los criminales
mentían incluso cuando no tenían que hacerlo. Era un hábito que definía sus vidas. Se
sorprendió cuando el moreno Holden asintió.
—No dejes que Holden reste importancia al papel que desempeñó en todo el
asunto —gritó Dalton desde el otro lado de la mesa, con una sonrisa en la cara. —
Nunca habría recuperado a Emma—o a Kimber, para el caso—sin su ayuda. Se lo
deberé a él y a Wes el resto de mi vida.
Kendall asintió con la cabeza con los ojos muy abiertos, como si no supiera nada
del secuestro y posterior rescate de la niña, ni del papel que desempeñó Holden,
aunque había leído el extenso informe del FBI. La parte que más le interesó fue el
allanamiento que Holden había orquestado en la antigua empresa de Kimber. Sabía
por qué él y los demás entraron y qué robaron allí. Y lo que era más importante, sabía
exactamente cómo lo había conseguido Holden. En resumidas cuentas, el hombre tenía
mucho talento para entrar en instalaciones de alta seguridad.
Pero por mucho talento que tuviera Holden, resultaba que tenía una especie de
estilo propio: una forma única de crear bucles de retroalimentación al eludir las
cámaras de vídeo. La técnica era tan diferente que destacaba como un conjunto de
huellas dactilares, y el FBI lo relacionó inmediatamente con un segundo robo que se
produjo en San Francisco un día después del primero. Aunque en ambos robos se
había robado tecnología informática de vanguardia, el objeto robado en el segundo
robo valía millones más que el del primero. Por motivos de clasificación de seguridad,
20
sus jefes aún no le habían dicho a Kendall qué robó Holden exactamente, pero era algo
importante, y la Agencia de Seguridad Nacional lo quería recuperar
desesperadamente.
Sonrió a Holden.
—No estaba siendo un héroe ni intentando salvar el mundo. Sólo hacía lo que
podía para proteger a mi familia.
—¿Proteger a las personas que son importantes para ti? —dijo en voz baja—.
Estoy bastante segura de que esa es la definición de ser un héroe.
En cambio, Holden parecía cálido, genuino y, sí, con ese pelo espeso y oscuro,
ojos del color del café expreso y una mandíbula cuadrada y cincelada, también era
21
pecaminosamente atractivo. Pero, por encima de todo, estaba claro que se preocupaba
por sus compañeros de equipo y por la familia SEAL. A decir verdad, era obvio que
también se había preocupado por ella. No la conocía y aun así intervino para ayudarla.
La escena con Isaac Whitworth, su adiestrador en la oficina de San Diego, fue
completamente inventada, por supuesto. El perfilador del FBI les dijo que, si Holden
oía la discusión, iría a rescatarla. Que una mujer en apuros era algo de lo que Holden
simplemente no podía alejarse.
—¿Qué, no te gusta que te llamen héroe? —preguntó ella cuando él no dijo nada.
De hecho, parecía un poco nervioso por el cumplido.
Ella se inclinó un poco más cerca. Maldita sea, olía bien. Para ser un criminal.
Entonces tuvo un pensamiento fugaz, preguntándose a qué sabría su piel bajo la
lengua.
—En los SEALs, la palabra héroe no se utiliza tan a la ligera como en otros
ámbitos de la vida —dijo Holden en voz baja—. Hice lo que tenía que hacer... incluso
lo que hubiera preferido no hacer.
Ella lo miró a los ojos oscuros, segura de que era una especie de confesión parcial.
Lo que demostraba una vez más que no era el hombre que el perfilador del FBI le había
descrito. Ese hombre no habría dejado escapar nada tan fácilmente.
—Algo me dice que no hay nada que no harías por las personas que te importan
—dijo ella.
Kendall aún estaba considerando todos los sutiles matices de aquella respuesta
cuando un grupo de camareros trajo la cena. Mientras comían, Holden y ella charlaron
sobre el programa de su master y la vida en los SEALs, entre enredarse en las otras
conversaciones alrededor de la mesa.
22
Al otro lado de Kendall, la organizadora de bodas Felicia Bradford, que acababa
de comprometerse con un SEAL llamado Logan Dunn, hablaba de todo lo que le
quedaba por hacer para el gran evento de mañana. Kendall se preguntó cuándo
pensaba dormir la pobre mujer. Parecía que tenía más trabajo del que podría hacer un
ejército de organizadores de bodas.
Decir que la pregunta pilló desprevenida a Kendall era quedarse corto. Su trabajo
consistía en acercarse a Holden lo antes posible, pero no había planeado invitarse a sí
misma a la boda. Más que nada porque pensaba que no habría forma de hacerlo sin
que Holden sospechara.
Miró a Holden y lo vio tan frustrado con la organizadora de bodas como lo había
estado con Wes antes en el bar.
—Se me acaba de ocurrir una idea loca. ¿Te gustaría ir a la boda de Chasen y
Hayley conmigo mañana?
Kendall sonrió.
Kendall se volvió hacia Holden y lo encontró sonriéndole, con sus ojos oscuros
bailando. Se le aceleró el pulso. Se dijo a sí misma que simplemente estaba
23
entusiasmada por la oportunidad de acercarse a él para poder arrestarlo. Este caso
podría dar el pistoletazo de salida a toda su carrera.
24
Capítulo 3
—SÓLO QUIERO decirte que, por muy mal que empezara la noche, acabó genial
—dijo Kendall, volviéndose para sonreír a Holden cuando se detuvieron frente a la
puerta de su apartamento—. Me lo pasé muy bien.
La había seguido hasta su casa para asegurarse de que llegaba bien. Y para saber
dónde recogerla para la boda del día siguiente. Sorprendentemente, ser acosada por
uno de los más buscados del FBI no le molestaba tanto como debería.
—Me alegro. Y gracias por dejarme seguirte a casa. Sé que dijiste que tu ex no es
de los que te acechan, pero me siento mejor asegurándome.
Kendall casi suspiró. Si este tipo no dejaba de actuar de forma tan increíble, le iba
a costar muchísimo recordar que era uno de los malos. Ya estaba pensando en hacer
mucho más con Holden que ponerle las esposas.
En realidad, ahora que lo pensaba, las esposas también podrían estar bien.
—No te preocupes por Isaac —dijo, más para distraerse a sí misma que a él—.
Ladra mucho pero no muerde. Siempre fue un poco cobarde, a decir verdad.
Kendall asintió con la cabeza. Entonces, ¿cómo terminaba exactamente una mujer
su primera salida nocturna con un criminal al que pretendía arrestar pronto? ¿Era
necesario un apretón de manos... o los derechos Miranda? Un beso estaría fuera de
lugar, ¿no?
Holden tomó la decisión por ella. Acercándose, le pasó una mano por detrás del
cuello, le inclinó un poco la cabeza hacia atrás y la inclinó para besarla suavemente.
No fue mucho más que un suave beso en los labios. Sin presión, sin dedos apretando
su pelo, y definitivamente sin lengua.
25
Eso duró unos dos segundos... justo hasta que se saborearon bien el uno al otro.
Entonces toda esa mierda de la ternura de la primera cita se fue por la ventana como
una vieja tarta de frutas, y empezó como Donkey Kong.
Holden gimió cuando sus lenguas chocaron. No, olvídalo. Ese gemido había
salido de ella, no de él. Estaba demasiado ocupado enredando los dedos en su pelo y
agarrando bien. Pero maldita sea, ¡sabía tan delicioso! ¿Y desde cuándo le gustaban los
tíos que le tiraban del pelo? ¿Eso era algo? Porque realmente lo parecía.
Le metió la lengua en la boca, dándole lo mejor que tenía, segura de que iba a ir
al infierno del FBI por enrollarse así con un sospechoso en la primera cita. Luego dejó
de preocuparse cuando él la empujó contra la puerta del apartamento, la madera crujió
cuando Holden apretó todo su cuerpo contra el de ella, haciéndole sentir cada
ondulación y bulto de todos aquellos deliciosos músculos.
—Yo también me lo he pasado muy bien esta noche —dijo él en voz baja, dando
de mala gana otro paso atrás. La evidente batalla que estaba librando hacía que
Kendall se sintiera como la chica del FBI más sexy del planeta—. ¿Te recojo mañana a
mediodía en punto?
Kendall asintió con la cabeza, mirándole por encima del hombro mientras sacaba
la llave.
26
—No se me ocurriría llegar tarde —dijo en un susurro ronco.
Ella se recostó contra él, odiando que su cuerpo rebelde disfrutara del contacto
más de lo debido.
Ella lo miró por encima del hombro hasta que desapareció al doblar la esquina y
se dirigió al ascensor. Buscó a tientas el interruptor de la luz, intentando encontrarlo
en la oscuridad. Ayer sólo llevaba una hora o así en el piso, cuando colocó algunas de
sus cosas para que pareciera que vivía allí. Aún no había memorizado el plano del
piso, y mucho menos dónde estaba el interruptor de la luz.
—Sabes, cuando el perfilador dijo que eras del tipo de Lockwood, no estaba
totalmente de acuerdo con la idea —dijo, poniéndose en pie—. Tienes poca experiencia
de campo y ningún tiempo encubierta. Demonios, eres lo más bruto que hay. La
verdad es que me esperaba un batacazo épico.
Esta fue la parte en la que su supervisor, que no era mucho mayor que ella,
decidió que no estaba preparada para un caso tan grande. Que estaba sobrepasada y
que iba a traer a otra persona para la operación. Se armó de valor, lista para la lucha.
Porque Isaac podía ser un imbécil a veces.
27
Dile algo que no sepa. Kendall estaba preparada para decir: ¡Bien por mí!, pero
Isaac continuó.
—La cosa que Lockwood robó salió a subasta en la Dark Web hace una hora.
Junto con la prueba de que funciona exactamente como se supone que debe hacerlo.
Kendall se quedó mirando a su jefe, sin saber muy bien de qué estaba hablando.
Sí, conocía la Web Oscura. Todo el mundo la conocía. Era como el hombre del saco de
la era de la información. El lugar donde vivían todas las cosas malas. Pero no estaba
segura de qué tenía que ver la Web Oscura con la misión o con lo que Holden robó.
Por supuesto, tendría más sentido si supiera lo que se había llevado. Pero según Isaac,
esa información estaba por encima de su nivel salarial.
—La NSA4 lo llama la Llave —dijo Isaac, como si leyera su mente—. He revisado
el archivo dos veces y sigo sin entender la mitad de lo que leo. En resumen, es una
especie de herramienta de hacker universal capaz de romper la encriptación de
cualquier sistema de seguridad del mundo. Desde algo tan simple como un teléfono
móvil hasta algo tan complejo como un satélite espía.
Kendall enarcó una ceja. ¿Una herramienta de pirateo universal? Eso sonaba
peligrosísimo. Aunque estaba encantada de conocer por fin los detalles de lo que se
había llevado Holden, se preguntaba por qué salían a la luz ahora.
—Lo estaba. Hasta que la Llave salió a subasta en la Dark Web y te colaste en la
cena de ensayo. Fue entonces cuando Danner tomó la decisión de llevarte hasta el final.
Me sentiría mucho mejor si no estuviéramos trabajando con un plazo tan ajustado.
Jonathan Danner era el agente especial a cargo de la oficina de campo del FBI en
San Francisco y el hombre que dirigía personalmente esta operación de recuperación.
Lo cual era otro indicio más de lo grande que era todo este asunto. Los agentes del
4
N. del T.: NSA: La Agencia de Seguridad Nacional es una agencia de inteligencia a nivel nacional del
Departamento de Defensa de los Estados Unidos, bajo la autoridad del Director de la Inteligencia Nacional. La
NSA es responsable del monitoreo, recopilación y procesamiento global de la información y datos para fines de
inteligencia y contrainteligencia nacionales y extranjeros, y está especializada en una disciplina conocida
como inteligencia de señales (SIGINT). La NSA también tiene la tarea de proteger las redes de comunicaciones y
los sistemas de información de Estados Unidos.
28
nivel de Danner rara vez participaban en operaciones de campo. Kendall no era
consciente de que el hombre supiera quién era ella, pero aparentemente, lo sabía.
Aún se estaba preguntando si era buena idea estar en el radar del SAIC5, cuando
las palabras de Isaac se filtraron en su cabeza.
—Espera un momento. ¿Qué quieres decir con un plazo ajustado? ¿Qué es lo que
no me has dicho?
—La subasta en la Dark Web es dentro de una semana —dijo Isaac—. Eso
significa que tienes seis días para ganarte la confianza de Holden Lockwood y
conseguir que te diga para quién robó la cosa.
Ella parpadeó.
—¿Seis días? ¿Cómo demonios esperas que consiga que confíe en mí para
entonces?
—No lo sé. Parecía que estabas haciendo un buen trabajo con él en el pasillo.
Sigue haciéndolo.
Sentía que su cara se ponía roja, pero no era de vergüenza. Era ira.
—¿Estás diciendo que esperas que me acueste con un sospechoso para que confíe
en mí?
5
N. del T.: Corporación internacional de aplicaciones científicas.
29
Capítulo 4
—NUNCA LLORO en las bodas —le dijo Kendall a Holden en voz baja mientras
se sentaba a su lado.
Kendall había desaparecido en dirección al baño junto con Kimber y Kyla nada
más llegar al restaurante donde Hayley y Chasen celebraban la recepción. Ella insistió
en que su maquillaje era un desastre, pero en opinión de él, estaba preciosa. Al otro
lado de la gran mesa redonda, Kimber se sentó junto a Dalton mientras Kyla ocupaba
tímidamente la silla junto a Wes. Noah y Sam formaban el resto del grupo, junto con
sus respectivas parejas.
—Pero ese arco que hicisteis con las espadas bajo las que caminaron Hayley y
Chasen al salir de la iglesia después de la ceremonia fue tan romántico que no pude
evitarlo —añadió Kendall—. Me dio un poco de vergüenza cómo se me saltaron las
lágrimas.
—No te sientas tan mal —dijo Kyla Wells. Menuda, con el pelo largo y oscuro,
era estudiante universitaria y un genio con los ordenadores—. No fuiste la única que
lloró tanto que se le puso la nariz roja.
—Nadie se dio cuenta. Además, siempre he pensado que Rudolph era muy
mono.
Las mejillas de Kyla se llenaron de color, pero aunque pareciera nerviosa, Holden
tuvo la sensación de que le gustaba Wes y sus bromas. Estaba claro que ella también
le gustaba a Wes. De hecho, su ingenioso compañero de equipo había cambiado las
tarjetas en la mesa para asegurarse de que se sentaba al lado de la chica.
—Creo que Wes está enamorado —le susurró Kendall al oído, con su aliento
cálido sobre su piel.
30
—Sí, se podría decir que sí. Los he visto a él y a Kyla mirarse en fiestas y cosas
así cuando pensaban que nadie los veía, pero creo que esta es la primera vez que salen
juntos de verdad. No tengo ni idea de por qué han tardado tanto. Es obvio que sienten
algo el uno por el otro.
—Algunas personas tienen que armarse de valor para dar el paso —Kendall
sonrió—. No todo el mundo es tan osado como para acercarse a una completa
desconocida en medio de un restaurante abarrotado y fingir ser su novio.
Holden resopló.
Kendall se rió. Maldita sea, si el sonido no era música para sus oídos.
Al otro lado de ellos, Wes estaba mirando a Kyla con una gran sonrisa en su cara
como si hubiera perdido el juicio.
Holden negó con la cabeza y esperó a que el camarero les pusiera la comida
delante antes de contestar.
—No. El padre de Kyla fue asesinado hace poco más de un año, y Hayley y
Chasen ayudaron a encontrar al responsable. Desde entonces es como de la familia.
31
Mientras comían, Holden la puso al corriente de lo que había sucedido,
contándole una versión aséptica de los acontecimientos que rodearon las aventuras de
Hayley y Chasen unos meses atrás, en las que estaban implicados un concejal corrupto,
un asesino a sueldo y una compañera de trabajo un poco loca. Habló en voz baja para
que Kyla no lo oyera. La pobre chica ya había vivido esa historia. No necesitaba volver
a vivirla.
Había muchas cosas que no podía contarle a Kendall, por supuesto. Como la
parte de que Kyla era una hacktivista de Internet que había expuesto a políticos
corruptos. O que Chasen, Dalton y otros miembros del equipo habían llevado a cabo
su propia operación militar no autorizada en suelo estadounidense. Eso les llevaría a
todos a la cárcel si alguien se enteraba.
Aun así, consiguió contar la mayor parte de la historia sin revelar ninguna
información perjudicial. Y sin aburrir a su cita. Eso era una victoria en su libro.
—Sí. —Holden hizo una mueca—. Sus abogados lo están alargando todo a pesar
de que el caso parece pan comido. Encontraron al tipo que sostenía el arma del crimen
cuando lo detuvieron. Kyla aparece y se sienta en la sala día tras día.
—Ver al hombre que mató a su padre tiene que ser duro para ella.
—Seguro que sí, pero ella nunca lo deja entrever —dijo—. He ido con ella unas
cuantas veces y se niega a que nadie vea lo mucho que le molesta. Esa chica es muy
dura.
Él se encogió de hombros.
—Como a la madre de Kyla le cuesta salir del trabajo, mis compañeros y yo nos
turnamos para ir con ella y que no tenga que estar sola. Como he dicho, ahora es de la
familia.
Kendall le miró con esos ojos hipnotizadores suyos que parecían ser capaces de
ver a través de su alma antes de finalmente negar con la cabeza.
32
Holden se habría sonrojado si fuera el tipo de chico que hacía cosas así. Y no lo
era. Su cara siempre estaba así de caliente. Y si estaba un poco roja, obviamente eran
quemaduras de sol por todo el tiempo pasado en ese maldito barco. Hora de cambiar
de tema.
6
N. del T.: En español en el original. Las palabras en español irán en cursiva y negrita.
33
Ella negó con la cabeza.
Holden tuvo que admitir que estaba bastante emocionado al darse cuenta de que
San Francisco era una cosa más que él y Kendall tenían en común. Estaba a punto de
preguntarle en qué parte de la ciudad había vivido, pero fue interrumpido cuando el
DJ anunció el primer baile de Chasen y Hayley como marido y mujer, añadiendo que
la pareja de recién casados pronto se iría a la lejana Bora Bora.
—Ahí es donde van —confirmó Holden—. Era el lugar más hermoso y aislado
que pudieron encontrar. Chasen quería asegurarse de que el cuartel general no pudiera
retirarle el permiso cuando surgiera la siguiente emergencia.
—Bienvenida a mi mundo.
***
—Esto es precioso —dijo Kendall en voz baja.
—Espero que no te importe que te haya sacado un rato de la pista de baile —dijo
Holden, acercándose a la barandilla para ponerse a su lado.
Kendall lo miró, el sol poniente reflejándose en sus ojos mientras la brisa marina
jugaba con su largo y sedoso cabello. Pensó en acercarse a ella para apartarle los
mechones rebeldes detrás de la oreja, pero ella se le adelantó, llevándoselos hábilmente
con un dedo.
34
—En absoluto. —Sonrió—. Necesitaba un descanso. Hacía mucho tiempo que no
bailaba así. Creo que estoy un poco fuera de forma.
Holden rió entre dientes. El vestido vaporoso con estampado de flores que había
llevado a la boda se ceñía lo suficiente a sus curvas como para que él supiera que estaba
increíblemente en forma. Apoyó los antebrazos en la barandilla y la miró.
—Me parece que estás en muy buena forma. Ni siquiera respiras con dificultad.
Y eso después de bailar la versión extralarga de YMCA.
—Supongo que me has pillado. Tenía muchas ganas de venir aquí para que
pudiéramos hablar. Parece que no hemos tenido ocasión de estar solos en todo el día.
—Tal vez.
Le pareció bien.
—Así que creciste en Oklahoma y te mudaste a San Francisco nada más salir de
la universidad —murmuró él.
Ella asintió con la cabeza, mirando el agua que estaba a punto de volverse azul
violáceo cuando el sol desapareció por completo.
35
—Las fuerzas del orden son un campo difícil para una mujer. A muchos hombres
no les interesa trabajar con una mujer. Lo sabía, así que estaba preparada para
afrontarlo.
—¿Pero?
Holden estuvo a punto de decir otro pero. Sin embargo, se calló. A ella parecía
que el tema le resultaba difícil de tratar.
—Estaba deambulando por ahí, sin molestarme en coger folletos ni nada por el
estilo —dijo finalmente, con una mirada distante en los ojos mientras repasa el
recuerdo—. Entonces, de repente, un reclutador de una gran empresa se puso a charlar
conmigo. Parecía tan aburrido como yo, como si no esperara encontrarse con nadie
que mereciera la pena contratar. Hablamos de mis antecedentes, de las clases que había
tomado, de lo que quería hacer con mi vida. Cosas genéricas por el estilo.
«Luego me preguntó si alguna vez había pensado en viajar y conocer partes del
país más allá de Oklahoma —Soltó una pequeña carcajada, como si hubiera una broma
interna detrás de esa parte de la historia—. Admití que nunca había salido del estado,
pero que quería hacerlo. Apenas sabía qué tipo de trabajo hacía la empresa de este
tipo, y lo siguiente que sé es que me están deslumbrando con historias sobre oficinas
en Washington, Dallas, Miami, Los Ángeles, San Francisco. Luego vino la oferta de
trabajo.
—Parecía que estabas en el radar de este tipo antes de que te dirigiera la palabra
—observó Holden.
—Yo también me di cuenta. Supongo que tenía algún tipo de criterio de selección
cuando miraba los expedientes de los graduados. Yo parecía encajar con lo que
buscaba. Quería a alguien con grandes aptitudes matemáticas y lógicas, una ética de
trabajo de obrero, pero con habilidades de oficinista, que buscara un reto y tuviera
ganas de viajar.
—Sí —dijo, pronunciando la “i” para enfatizar—. No lo supe hasta que dije que
sí al trabajo, pero al parecer había una parte de mí que siempre había querido ver el
36
océano y el puente Golden Gate. Así que deseché el plan de ser policía en Tulsa y me
mudé al oeste.
—No creo que lo haya hecho. —suspiró ella—. Al menos no todavía. Aunque
siempre hay un mañana.
Dalton se dio cuenta de que se había esforzado por no decirle el nombre del lugar,
así que no iba a insistir. En los SEALs había tratado con muchas organizaciones a las
que no les gustaba hacerse publicidad. Supuso que Kendall trabajaba para una
empresa que se nutría del secretismo.
—Sobre todo análisis de datos —dijo—. Extraigo datos de muchos sitios distintos,
sobre todo financieros, y los reúno en informes que personas y departamentos muy
por encima de mis posibilidades utilizan para tomar decisiones.
—Sí. —Ahí estaba esa sonrisa de nuevo, aún cegadora en la tenue luz exterior—
. Rara vez consigo ver la conexión entre mi trabajo de análisis y las decisiones que
toman, pero sé que está ahí. Y disfruto con el reto de ver algo que nadie más ve.
37
Se giró hacia él, sus pechos rozaron su torso y sus curvilíneas caderas entraron
en contacto con sus muslos. Su polla se dio cuenta de inmediato y se levantó, pero él
le dijo que se comportara. Las erecciones en ropa blanca de la Marina eran dolorosas
y evidentes. Holden se obligó a pensar en estadísticas de fútbol, pingüinos en el zoo y
abdominales en el barro hasta que su pene decidió que no era nada divertido y volvió
a dormirse.
Se inclinó ligeramente hacia delante y le dio un beso rápido y ligero en los labios
perfectos y carnosos, antes de apartarse para mirarla con curiosidad. Hubiera
preferido quedarse allí y besarla durante el resto de la noche, pero estaban en público.
Y aún había muchas cosas que quería saber de ella.
—¿Tuviste que dejar tu trabajo en San Francisco para venir aquí a cursar tu
máster o pudiste trasladarte a una oficina de aquí?
Le parecía bien cualquiera de las dos opciones, siempre y cuando ella se quedara
por aquí un tiempo. No le entusiasmaba la idea de que Kendall volviera al norte de
California en cuanto terminara la carrera. La idea de estar preocupado por si se
quedaría en la zona después de terminar la carrera le hizo dudar. Técnicamente, era
su segunda cita. ¿Creía que eso significaba que eran pareja o algo así? Intentó reírse
mentalmente, pero no lo consiguió. No cuando su siguiente pensamiento fue lo
horrible que sería tener una relación a distancia si ella acababa volviendo a San
Francisco.
—No tuve que renunciar, pero no estoy segura de qué pasará cuando termine
aquí —admitió en voz baja, como si hubiera estado pensando lo mismo que él—. Puede
que tenga que volver a San Francisco o podría quedarme aquí. Depende de cómo
funcionen las cosas aquí.
Él no pudo evitar preguntarse a qué se refería con esto último, pero antes de que
pudiera preguntarlo, un sonido a sus espaldas desvió su atención en esa dirección.
Kyla asomó la cabeza por la puerta trasera del restaurante, con una sonrisa en la cara.
38
—Algo me dice que no eres muy fan de esa tradición nupcial en particular.
¿Debería prepararme para la decepción de que no cojas el ramo?
—Sería una buena idea. Porque de ninguna manera voy a coger esa cosa.
39
Capítulo 5
—¿SEGURO QUE NO quieres que lleve ese ramo? —preguntó Holden—. Parece
un poco pesado.
Él se rió.
Todo el mundo se rio como si fuera lo más gracioso del mundo, especialmente
Kyla. Había corrido por la pista riéndose como una niña de doce años en una fiesta de
pijamas, mirando hacia atrás por encima del hombro como si pensara que Kendall iba
a perseguirla y golpearla con el ramo. Probablemente debería haberlo hecho. En vez
de eso, se rio, prometiéndole a la chica que encontraría alguna forma de vengarse.
Al ver cómo se movía, Kendall no pudo evitar recordar cómo había sido bailar
con el fuerte y sexy Navy SEAL después de que Chasen, Hayley y la mayoría de los
demás se hubieran marchado de la recepción. El DJ se portó de maravilla, poniendo
40
canciones de discoteca y atenuando las luces. Holden era bueno con los pies, y cuando
la abrazó durante uno de los bailes lentos... bueno... había sido difícil recordar que era
un sospechoso y no un tío bueno al que quería arrastrar a su cueva de mujer para una
ronda de gimnasia de colchones.
—Estaba pensando.
—Qué graciosa —resopló él—. Lo digo en serio. Me lo he pasado muy bien esta
noche y ahora que ha terminado oficialmente, estaba pensando que tal vez te gustaría
que quedáramos mañana.
—En primer lugar, me encanta la idea de salir contigo mañana —dijo en voz
baja—. Y segundo, ¿qué te hace pensar que la cita ha terminado?
Antes de que Holden pudiera hacer más que enarcar una ceja, Kendall se puso
de puntillas y lo besó, queriendo hacerle saber lo mucho que ella también disfrutó.
Holden soltó un gemido bajo, apoyó sus grandes manos en las caderas de ella y
tiró para acercarla más, Kendall apretó su cuerpo fuertemente contra el de él,
haciéndole fácil saber exactamente cuánto le gustaban sus besos. Como estaban en el
pasillo, tuvo que resistir el impulso de rodearle la cintura con las piernas. Aún no
conocía a ninguno de sus vecinos. Ponerse cachonda en el pasillo no sería la mejor
manera de hacer la primera presentación. Pero estaba segura de que enterraría sus
dedos en su pelo corto y le besaría hasta perder el sentido.
41
menos una parte de su cabeza estaba pensando en follarse a un sospechoso, le empujó
hacia su apartamento. Él captó la idea y rompió el beso, cogiéndola de la mano y
tirando de ella el resto del pasillo con una carcajada.
Abrió el bolso para sacar el móvil cuando Holden abrió la puerta de un empujón
y echó un rápido vistazo al interior. Alargó la mano para detenerlo, pero él ya estaba
cruzando la puerta y miró hacia atrás por encima del hombro sólo el tiempo suficiente
para hacerle un gesto que decía claramente
—Quédate ahí.
42
Kendall dejó su arma improvisada y sacó el teléfono para llamar a la policía
cuando vio algo en el suelo que la hizo dudar. No era nada obvio, sólo libros
universitarios esparcidos por el suelo cerca de su sofá. Pero era difícil pasar por alto
un libro de texto en particular que había quedado abierto justo en medio del suelo: un
grueso tomo de ciencias políticas sobre la estructura de la burocracia federal
estadounidense. El título al principio del capítulo era Oficina Federal de Investigación.
—Voy a salir al pasillo y llamar a la policía —le dijo a Holden, dejando que su
voz sonara agitada—. ¿Tal vez podrías dar una vuelta y ver la gravedad de los daños?
Holden asintió con la cabeza, afortunadamente sin señalar que habría tenido
mucho más sentido que él llamara a la policía y ella revisara el lugar. Probablemente
pensó que ella estaba nerviosa y necesitaba salir de allí.
43
Holden frunció el ceño ante los papeles y libros esparcidos por el salón antes de
mirarla.
—¿Tú no?
Ella suspiró.
—Supongo que tiene sentido. Es sólo que nunca lo imaginé como ese tipo de
hombre. Nunca me había parecido vengativo cuando salíamos.
—No sé. Parecía bastante cabreado cuando nos vio juntos. Pensé que iba a estallar
allí mismo en el bar. O que me daría un puñetazo.
Kendall oyó voces fuera y entró en el salón para ver a dos policías uniformados
de pie frente a Holden, uno de ellos tomando notas en un bloc de espiral.
Los dos policías se miraron, pero no dijeron nada. Collins revisó el apartamento,
mientras el policía de la libreta, Ellis, le hacía preguntas sobre Isaac. Si no lo hubiera
44
sabido, habría pensado que eran policías auténticos haciendo una investigación de
verdad.
—Tendrá que hablar con el casero para que le instale unas cerraduras mejores, y
sin duda investigaremos a su ex. Pero tengo que decirle que sería buena idea que se
quedara en otro sitio unos días. Sólo hasta que aclaremos esto. ¿Tiene algún amigo con
el que pueda quedarse?
—La verdad es que no —murmuró ella, dándose cuenta por fin de adónde iba
esto... y sin darle mucha importancia a la idea—. Supongo que podría quedarme en un
hotel.
—Te agradezco que te preocupes por mí, pero el hecho de que te preocupe que
Isaac venga a por mí sólo confirma que te das cuenta de lo peligroso que es. De ninguna
manera voy a dejar que te quedes sola en un hotel. Te quedas en mi casa hasta que esto
acabe.
Kendall abrió la boca para discutir, pero entonces pilló a Ellis de pie detrás de
Holden sonriendo. Al parecer, su compañero del FBI estaba muy satisfecho de lo fácil
que le había resultado engañar a Holden. El impulso de abofetear al imbécil era casi
abrumador, y le costó un esfuerzo sorprendente mantener las manos a los lados.
45
Holden debió de interpretar su cambio de expresión como que estaba de acuerdo,
porque su sonrisa se ensanchó e hizo un gesto hacia el dormitorio.
Kendall casi se rió. Casi había olvidado que se suponía que estaba interpretando
el papel de una estudiante universitaria en medio de su programa de master. Por
supuesto, necesitaría sus libros.
Los dos falsos policías se marcharon unos minutos después, dejándola con
Holden y el apartamento destrozado. Si Kendall no se había sentido lo suficientemente
mal antes, definitivamente lo hizo cuando salió del dormitorio con una bolsa de fin de
semana llena de ropa, y su pistola, para verlo arrastrándose por el suelo de la sala de
estar a cuatro patas recogiendo apuntes de la universidad. Todo ello vestido de blanco.
***
—Esto es lo último.
Como para demostrar lo que decía, se dejó caer en el sofá con un suspiro. No es
que tuviera que actuar mucho. Era más de la una de la madrugada y estaba agotada.
Además, no era como si realmente fuera a necesitar los apuntes falsos para una clase
universitaria falsa.
46
Holden sonrió.
Kendall abrió la boca, dispuesta a decir algo sobre no querer echarlo de su propia
cama después de todo lo que ya hizo por ella, pero las palabras se le atascaron en la
garganta al darse cuenta de lo increíble que era Holden. El hombre ya había dado un
vuelco a toda su vida simplemente porque pensaba que ella estaba en peligro. Ahora,
estaba dispuesto a dormir en un sofá del salón porque pensaba que ella dormiría mejor
así. ¿Qué clase de criminal hacía eso por una completa desconocida?
Ella aminoró la marcha cuando entraron, sorprendida de lo bonito que era para
un soltero que probablemente no pasaba mucho tiempo en casa. Había una gruesa y
acogedora manta azul marino sobre la cama extragrande, que parecía comodísima, y
la habitación estaba decorada con fotos y chucherías que parecían recogidas de todas
partes del mundo. Era un espacio ecléctico y muy guay.
Ella no dijo nada mientras él le daba una rápida vuelta por el cuarto de baño
contiguo. Había una ducha a ras de suelo, dos lavabos y un amplio tocador. Se dio
cuenta de que no había artículos de tocador cubriendo todas las superficies planas
disponibles, como en el cuarto de baño de su casa. ¿Cómo se las arreglaban así los
hombres? A veces tenía la sensación de que necesitaba una encimera separada para
poder colocar todas sus lociones y demás.
—Las toallas están en este armario —dijo, sacando una almohada y una manta
del armario de la ropa blanca—. También hay gel de ducha, pasta de dientes y cosas
así por si se te olvida algo.
47
Ella sonrió, tratando de imaginar qué tipo de gel de ducha usaba un Navy SEAL.
Algo exfoliante con burbujas. O papel de lija de grano veinte.
Holden salió del dormitorio y se detuvo en una de las cómodas para abrirla y
sacar unos pantalones cortos y una camiseta. Cuando llegó a la puerta, se detuvo y se
volvió para mirarla.
—Por cierto, no lo decía por decir. Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites.
—Te lo agradezco —dijo ella, y lo decía en serio—. Estoy segura de que la policía
hablará con Isaac, si es que fue él quien destrozó mi casa, y lo aclarará todo. Eso espero.
Holden se encogió de hombros, y ella no pudo evitar apreciar la forma en que los
músculos de su pecho y hombros se flexionaban y agrupaban bajo la camiseta.
48
pero cuando él se llevó la mano a la parte delantera de los pantalones, ella dio un paso
atrás y cerró lentamente la puerta del dormitorio.
49
Capítulo 6
—TE DIJE que controlaras el ritmo —dijo Holden, con una sonrisa cómplice en
la cara mientras Kendall apartaba el plato de papel lleno de comida con un suspiro—.
La idea es que piquéis un poco de cada taco para que probéis muchos tipos diferentes.
Así podréis votar vuestro favorito. No tenías que comértelo todo.
Cuando Holden le sugirió que tomara un desayuno ligero aquella mañana, ella
no había entendido por qué. Incluso después de que él le dijera que iban a reunirse con
algunos de los chicos de su equipo en Golden Hill Park para la 4ª Tacotopía Anual,
ella seguía sin entender nada. ¿Qué demonios era Tacotopía? Pero cuando llegaron al
gran recinto al aire libre y vio las hectáreas de carpas con comida y cerveza, los
escenarios con música en directo y los juegos instalados por todas partes, se dio cuenta
de que la había traído a un festival monstruoso con más de sesenta vendedores de
tacos de todo el sur de California y México. Se suponía que todo era una competición,
pero ¿quién demonios podía comerse sesenta tacos? Aunque comieras un bocado de
cada uno, era demasiado.
Al otro lado de la mesa, Kimber y Kyla parecían tan llenas como ella, algo que
Holden, Dalton y Wes parecían encontrar divertido.
—¿Cómo vais a votar el mejor taco de aquí? —preguntó Wes riendo—. Apenas
habéis comido nada.
—Puedes comerte mi parte y votar dos veces —dijo Kyla, dedicándole una
sonrisa.
50
Wes se aclaró la garganta y se levantó, señalando con la cabeza hacia las tiendas
de comida.
—Parece que Holden y tú congeniáis —dijo Kimber mientras Holden y los otros
chicos desaparecían entre la multitud.
—No voy a discutir eso contigo —La boca de Kimber se curvó—. Mi hija está
viva hoy gracias a él. Dalton fue increíble, por supuesto, y le quiero con locura. Y Wes
hizo más de lo que jamás podré agradecerle, también. Pero si no hubiera sido por
Holden y todo lo que hizo para ayudarnos a entrar en la empresa donde yo trabajaba
nunca la habríamos recuperado de esos secuestradores.
—Recuerdo que hablasteis de eso en la cena de ensayo —dijo Kendall. Tenía que
ir con cuidado, ya que se suponía que no sabía de qué estaba hablando Kimber—. Sin
embargo, no lo entendí del todo. ¿En serio tu hija fue secuestrada por terroristas?
Kimber asintió con la cabeza, contándole cómo Emma había sido secuestrada por
un grupo de extranjeros chinos en un salvaje complot para apoderarse de una pieza de
tecnología informática de alta tecnología que su empresa estaba desarrollando para el
Departamento de Defensa. Kendall había leído los informes del FBI, por supuesto,
pero era completamente distinto oírlo desde la perspectiva de una madre. Podía sentir
el terror en la voz de Kimber cuando describía cómo se sintió al darse cuenta de que
se habían llevado a su hija, luego la excitación nerviosa cuando hablaba de irrumpir
en las instalaciones de alta seguridad para robar los chips y poder canjearlos por su
hija y, por último, el alivio cuando tuvo a Emma de nuevo en sus brazos.
—¿Y Holden fue el que ideó el plan y vino con el equipo para romper la
seguridad de esa instalación de alta tecnología? —preguntó Kendall
51
despreocupadamente—. Vaya. Nunca me había dado cuenta de que el allanamiento
de morada era algo que enseñaban a hacer en los SEALs.
Kimber se rió.
—Estoy bastante segura de que Holden poseía esos talentos particulares mucho
antes de convertirse en SEAL. Las cosas que pasaron mientras estábamos en San
Francisco me hacen pensar que tuvo una educación muy particular.
Aunque eso coincidía con lo poco que Kendall sabía de la adolescencia tardía de
Holden, aún así se encontró inclinada hacia delante con interés. Al otro lado de
Kimber, Kyla parecía igual de intrigada.
—¿Una pelea?
—Ninguno de los dos habló de lo que pasó, y Dalton se negó incluso a preguntar.
Una especie de estúpido código de hermanos o algo así.
52
Algo le decía que incluso podría ser la clave7 de todo, sin querer hacer un juego
de palabras.
Como no quería que ninguna de las dos se diera cuenta de lo interesada que
estaba en todo aquello, Kendall cambió de tema y preguntó dónde estaba Emma hoy.
—Tiene una cita de juegos con Erika —Kimber sonrió—. Es la hija pequeña de
Trent y Lyla. Es unos años mayor que Emma, pero las dos se han convertido
rápidamente en muy buenas amigas.
Kendall recordaba vagamente haber conocido a una niña de pelo largo y rubio
platino en la cena de ensayo. Trent y Lyla sólo se quedaron un rato antes de tener que
irse porque la niña se había quedado dormida en el hombro de su padre. Pero
recordaba a la niña como una monada.
Estaba a punto de preguntar si Trent y Lyla tenían una loca historia romántica
sobre cómo se habían juntado, como Kimber y Dalton, cuando Holden y los otros dos
SEALs regresaron con su segunda ración de tacos y cerveza. En todo caso, parecía que
esta vez habían comido más que antes.
—Si sigues comiendo así, esos abdominales serán cosa del pasado —se burló en
voz baja cuando Holden se sentó a su lado.
Mientras miraba toda la comida que había en su plato, a Kendall le costaba creer
que alguien pudiera hacer tanto ejercicio. Entonces captó el ardor en sus ojos oscuros
cuando la miró y se preguntó exactamente qué tipo de ejercicio tenía en mente.
***
—¿No temías que te arrestaran? —preguntó Kendall mientras paseaban por el
parque una hora más tarde—. Quiero decir, tenías que saber que era una posibilidad
cuando decidiste irrumpir en una instalación de alta seguridad como en la que
trabajaba Kimber.
Holden pasó el brazo por la cintura de Kendall y tiró de ella para acercarla. Se
dijo a sí mismo que sólo lo hacía para evitar que se viera obligada a bajar de la acera y
7
N. del T.: En inglés Key. Llave, clave…
53
caer en la hierba embarrada por la multitud de gente que se movía a su alrededor. Pero
en realidad, le gustaba estar cerca de ella mientras caminaban. La forma en que su
cadera rozaba su muslo era sexy de una manera que le costaba describir.
—Sí, sabía que ser arrestado era algo que podía pasar —dijo—. No era muy
probable, por supuesto, ya que realmente sé qué diablos estoy haciendo cuando se
trata de robar cosas. Pero la verdad es que ni antes ni después pensé mucho en ello.
Dalton dijo que necesitaba ayuda, así que le ayudé.
—¿Así de fácil? —Ella lo miró—. ¿Tu compañero de equipo dice que necesita tu
ayuda y tú violas una docena de leyes, sin hacer preguntas?
—Más o menos —dijo sin dudar—. Dalton es como de la familia para mí. Todos
mis compañeros de equipo lo son. No hay nada que no haría por ellos.
—Admito que infringí algunas leyes por mi madre cuando era más joven, pero
de eso hace mucho tiempo. Sin embargo, nunca entré en ninguna instalación de alta
seguridad por ella. Pero también fue hace mucho tiempo. Puede que lo haya olvidado.
—Hablas en serio, ¿verdad? —preguntó ella, con aquellos ojos vibrantes clavados
en él—. ¿Llevas haciendo este tipo de cosas desde que eras niño?
54
Él se encogió de hombros, sin saber por qué estaba hablando de esto con ella.
Normalmente no hablaba de su pasado con la gente, ni siquiera con sus compañeros
de equipo. Pero había algo en Kendall que le hacía querer contárselo todo. Tal vez
fuera su rostro abierto y sincero. Pero lo más probable es que estaba tan buena que le
contaría todos sus secretos sólo por tener la oportunidad de estar cerca de ella.
—Crecí en la parte más cutre de San Francisco que puedas imaginar —dijo en
voz baja—. Mi padre era un saco de mierda que entró y salió de la cárcel media docena
de veces antes de que yo empezara el instituto. Un día salió en libertad condicional y
nunca volvió a casa. Apenas me di cuenta.
Apreció que no le mirara como si fuera un cachorro al que han dado patadas. Ésa
era la respuesta habitual que recibía en las raras ocasiones en las que hablaba de su
infancia. Lo odiaba.
—Así que empezaste a robar cosas —dijo Kendall en voz baja. No era una
pregunta—. ¿Lo hacías solo o estabas en una banda?
La miró bruscamente. Esa última parte había sido muy astuta... para una
estudiante universitaria. Pero entonces recordó que Kendall estaba acostumbrada a
escarbar en montañas de datos y sacar información vital a diario en su trabajo. Aun
así, estaba muy lejos de hacer números en una empresa de inversiones—que él estaba
bastante seguro de que ella hacía para ganarse la vida—y esto. Era casi como si
estuviera hablando con un psiquiatra... o con un policía.
55
Kendall le subió la mano por el brazo, se la apoyó en el hombro y le animó a
acercarse. Ignorando la multitud que los rodeaba, él le rodeó la cintura con un brazo y
tiró de ella. Su polla se excitó de inmediato ante la proximidad de su cuerpo. Bueno, la
proximidad de una parte concreta de su cuerpo. Mentalmente le dio una bofetada a su
erección, diciéndole que se comportara.
—No te lo tomes a mal, pero ya que estabas en una banda, tengo que saberlo —
dijo ella con curiosidad—. ¿Estás cubierto de tatuajes de banda bajo esa ropa y alguna
vez te detuvo la policía?
—No tengo tatuajes de banda —le dijo—. Siempre pensé que era bastante
estúpido anunciar tus asociaciones criminales para que el mundo las viera. Y no, nunca
me arrestaron. Era demasiado bueno para eso.
Ella se rió y Holden casi gimió cuando sintió su estómago apretarse y flexionarse
contra el suyo. Maldita sea, lo que no haría por meter los dedos, por no hablar de la
lengua, en aquel vientre tonificado en aquel momento. El Señor Rígido se animó al oír
eso.
Abajo, chico.
Ella se inclinó hacia él, rozándole la boca mientras le apretaba la erección. Algo
le decía que sabía exactamente lo que le estaba haciendo y que no le importaba que
estuvieran en un parque público abarrotado.
56
Holden pensó en mentir. Sin duda sería más fácil. Pero la idea de no ser sincero
con Kendall le parecía mal. Decidió decir una verdad a medias.
—La verdad es que no. Pero podría haberme puesto las cosas difíciles y negarse
a que me marchara de la organización. No lo hizo. Siempre se lo he agradecido.
Holden se rió entre dientes. Era una pregunta más fácil de responder.
—Me gusta nadar. Supuse que tendría la oportunidad de hacerlo mucho como
SEAL.
Esperó a que Kendall hiciera algún comentario al respecto, pero en lugar de eso,
ella se levantó y le rodeó el cuello con los brazos, tirando suavemente de él para
besarle. Él gruñó y su polla se endureció tan rápido que casi le dolió. Kendall soltó un
pequeño gemido.
Pensó en la noche anterior y en lo difícil que había sido dormir en el sofá sabiendo
que Kendall estaba medio vestida en su cama, a sólo unos metros de distancia. La había
oído moverse varias veces durante la noche y fue muy duro no levantarse para ver si
ella prefería hacer algo más que dormir.
Kendall fue quien finalmente rompió el beso. Lo que probablemente fue algo
bueno porque no había forma de que él se detuviera de otra manera.
Ella sonrió.
57
Riéndose de nuevo, Holden se dio la vuelta para guiarla hacia la salida del
parque y estuvo a punto de chocar con Wes.
58
Capítulo 7
KENDALL TUVO QUE evitar correr cuando se acercaron a la puerta del
apartamento de Holden. Llevaba todo el día deseando quedarse a solas con él, y eso la
estaba volviendo loca poco a poco. Estaba excitada desde que se besaron en el parque,
y se había vuelto más intenso mientras esperaban a que se anunciara el ganador de
Tacotopía. Resultó ser una chef de Los Ángeles que había optado por un enfoque
sorprendentemente tradicional con su relleno de ternera y cordero. Algo relacionado
con carne curada y pimientos finamente picados. Kendall no entendía la sutileza de la
receta, pero, por otro lado, hacer café era complejo para ella. Cuando Kyla se rio de los
refunfuños de Wes, Kendall comprendió por qué todos estuvieron tan ansiosos por
saber quién era el ganador: hicieron apuestas al respecto. Wes, que había probado
veinte tacos diferentes, perdió, mientras que Kyla, que sólo comió un taco, había
ganado.
Ella ya sabía algunas de las cosas que él le confió en el parque por el expediente
que el FBI había recopilado sobre él. Que perteneció a una banda, pero que nunca le
detuvieron. Que su padre fue un delincuente de poca monta que abandonó a Holden
y a su madre cuando era niño.
Sin embargo, se sorprendió cuando Holden dijo que dejó la banda para trabajar
para alguien vinculado al crimen organizado. No había nada al respecto en los
archivos. Era algo que merecía la pena investigar.
59
Aunque Holden no había dicho nada sobre la muerte de su madre, su expediente
del FBI sugería que fue por una sobredosis de drogas. ¿Cómo demonios un chico había
superado algo así para convertirse en un SEAL condecorado... y con la personalidad
de un príncipe? Ella no podía imaginarse cuidando de su familia a los catorce años.
Era lo máximo que había dicho desde que salieron del parque. ¿Lamentaba haber
revelado tantas cosas personales antes? ¿O simplemente estuvo introspectivo en el
camino de vuelta a su casa?
—Estás bromeando sobre comer algo, ¿verdad? —dijo—. Porque todavía estoy
llena de los tacos que comí antes.
—No lo sé. Podríamos quedarnos frente al televisor. Creo que el Canal Historia
emite esta noche un maratón de Barbarians Rising. Puede que nos hayamos perdido
algo del principio, pero seguro que no es demasiado tarde para ver Espartaco y Atila
el Huno.
—Maratón de Barbarians Rising, ¿eh? Tengo que admitir que no era exactamente
lo que tenía en mente.
—Esto.
Deslizando la mano en el pelo, le echó la cabeza hacia atrás y la besó tan fuerte
que pensó que se le iba a poner la carne de gallina. Ella se abandonó a la sensación de
60
sus labios sobre los suyos, abriendo la boca para que su lengua entrara a jugar,
gimiendo de placer por lo bien que sabía.
Holden siguió besándola mientras echaba a andar. Kendall estaba segura de que
se dirigían directamente a su dormitorio, lo cual le habría parecido bien. Había
dormido en su cama la noche anterior y sabía que era cómoda. No le cabía duda de
que sería aún más cómoda si Holden estuviera allí con ella. Pero en lugar de eso, el
corpulento SEAL la llevó hasta el sofá y la recostó en su respaldo. Sólo entonces se
apartó para mirarla fijamente, con los ojos oscuros de hambre.
61
—¿Tienes una misión? —preguntó nerviosa, sin saber por qué le preocupaba.
Ah, sí. Porque es el principal sospechoso del robo de un ingenioso equipo de espionaje de
la NSA y, si él abandona el país, nunca recuperaremos la pieza.
—Podría ser una misión —dijo mientras se dirigía al dormitorio—. Pero podría
ser cualquier cosa. Una misión en el mundo real, un despliegue, un ejercicio de
entrenamiento. Diablos, podría ser una prueba de orina y yo no lo sabría hasta que
alguien me diera una botella. Así es como funciona. Me dicen que salte y ni siquiera
me molesto en preguntar a qué altura.
Hasta cierto punto, Kendall entendía lo que Holden decía. Su trabajo era un poco
así. Pero el despliegue y las misiones terroristas en algún país lejano no era algo con lo
que ella tuviera que lidiar nunca.
—Lo más probable es que sea algún tipo de ejercicio. Suele haber un murmullo
en el cuartel general cuando se prepara algo grande y no he oído nada. Si tengo suerte,
sólo serán un par de días.
62
Se sentó en la cama, se calzó un par de botas desgastadas y la miró mientras se
las abrochaba.
—Si necesitas algo mientras estoy fuera, el número de Kimber está en una lista
de llamadas colgada en la pared junto al teléfono de la cocina. El número de Felicia
también está ahí. Pero si tienes un problema con Isaac, quiero que llames a Kurt. Lo
recuerdas de la boda, ¿verdad? Está retirado y siempre está disponible. Incluso si
sugieres una sensación extraña en el fondo de tu mente, él tendrá media docena de
SEALs armados donde los necesites en diez minutos. ¿De acuerdo?
—¿Podrás llamar? —preguntó ella, sin darse cuenta de que esa era la pregunta
que estaba haciendo hasta que las palabras ya habían salido de su boca.
Él frunció el ceño.
Terminó de ponerse las botas, cogió la gorra de encima de la cómoda y pasó junto
a ella, caminó por el pasillo y entró en la cocina. Ella le siguió.
Antes de que ella pudiera decir nada, él se puso la gorra y se dirigió a la pequeña
entrada para recoger las llaves de la mesita que había allí. Con el aliento entrecortado
en la garganta, Kendall se apresuró a seguirlo, con el impulso de impedir que se
marchara más fuerte de lo que hubiera imaginado.
63
Maldita sea, ¿por qué demonios le latía tan fuerte el corazón? No era su novio.
Era un criminal al que tenía que meter en la cárcel.
Entonces, tan rápido como empezó el beso, terminó. Y Holden salió por la puerta,
dejándola para recuperar el aliento y averiguar qué demonios estaba haciendo.
64
Capítulo 8
—¿NO CREES que realmente nos harán correr todo el camino a casa, verdad? —
preguntó Sam esperanzado mientras el intenso sol mexicano hacía todo lo posible por
freírlos en trocitos crujientes. Al menos Holden estaba bastante seguro de que era la
costa mexicana por la que estuvieron corriendo desde el amanecer. En realidad, por
muy accidentado que fuera el terreno rocoso de esta zona costera, bien podrían haber
estado en algún lugar del sur de California, salvo que no habían visto a nadie en las
últimas seis horas. Eso excluía a California, ya que era casi imposible caminar quince
metros por una playa californiana sin tropezar con alguien.
Con el Estado Dorado fuera del menú y la temperatura del aire siendo demasiado
caliente para Oregón, eso dejó a México como la única opción lógica. Probablemente
el lado occidental de la península de Baja California. Lo que significaba que si
esperaban correr todo el camino de regreso a San Diego, se necesitaría una semana o
dos y algunos pasaportes.
Era obvio que Dalton no estaba encantado de estar aquí, pero como Chasen
estaba de luna de miel, la CIA había insistido en que hubiera un quinto miembro para
este entrenamiento, aunque seguían negándose a decirles oficialmente lo que se
suponía que iban a hacer.
—Creo que le estás dando demasiado crédito al Cuartel General —dijo Noah—.
A veces creo que hacen cosas así porque creen que eso forja el carácter.
65
desde mucho antes de medianoche, cuando un CV-22 Osprey los recogió en la Estación
Aérea Naval de North Island y los transportó a la cubierta de un carguero sin
identificación ni iluminación.
Al principio parecía sencillo. Subirse a una lancha zodiac, perseguir a unos malos
de mentira y volver a casa con Kendall para el desayuno. Pero el maldito asunto había
acabado llevándoles toda la noche, ya que se vieron obligados a correr durante horas
para atrapar a tres terroristas de mentira que probablemente corrían maratones campo
a través por diversión los fines de semana, mientras corrían por dinero de lunes a
viernes.
Concluyeron el ejercicio justo antes del amanecer, sólo para descubrir que no
habían terminado. Después de entregar a los prisioneros capturados, les dijeron que
tenían que ir a pie hasta el punto de extracción a 16 kilómetros de la playa. Sin
embargo, cuando llegaron allí, no había ni un pájaro esperando. Sólo un mensaje que
explicaba que el lugar había sido comprometido y que debían trasladarse a la siguiente
ubicación. Cuando llegaron allí, encontraron el mismo mensaje. Era obvio que alguien
les estaba fastidiando. Sin duda, ese mismo alguien probablemente estaba cabreado
por haber atrapado a los malos antes de lo que se suponía.
El chico estaba cansado, pero todavía mantenía una buena velocidad en la arena
compacta cerca de la orilla, incluso con todo el equipo táctico que llevaba puesto.
—Eso espero —murmuró Wes—. Estoy listo para largarme de esta playa e irme
a casa. Preferiblemente antes de mañana por la noche.
—Suenas como un hombre preocupado por perderse una cita —se burló
Dalton—. ¿Por fin vas a salir con Kyla?
—No es una cita —dijo Wes secamente, mucho más cortante de lo necesario
teniendo en cuenta que el tipo tenía que saber que Dalton le estaba tomando el pelo.
66
—No lo es, ¿eh? —dijo Dalton—¿Kyla y tú habéis quedado en algún sitio para
pasar el rato juntos, como para hacer algo social como cenar, ir al cine o golpear una
pelota de golf en un pequeño campo decorado con dinosaurios baratos de imitación?
—Maldita sea, ¿en serio eres tan despistado? —preguntó Sam—. Todos hemos
visto cómo te mira. Probablemente invitó a los gemelos Tweedle 8 para que no te
sintieras presionado por considerarlo una cita.
Todo el mundo se quedó en silencio durante un rato después de eso, nada más
que el golpeteo constante de las botas sobre la arena dura y el ligero sonido de la
respiración profunda.
—No puedo creer que esté de acuerdo con Sam, sobre todo porque la última vez
que tuvo una cita fue con las muñecas Barbie de su hermana, pero creo que tiene razón
—dijo Dalton—. Kyla lleva tiempo intentando que te fijes en ella. ¿Cuál es tu
problema? ¿No te gusta o algo así?
Holden no podía ver la cara de Wes con claridad, pero si la forma en que se tensó
mientras corría era una indicación, estaba seriamente incómodo con hacia dónde se
dirigía esta conversación.
—Por supuesto, me gusta —dijo Wes—. Kyla es tan perfecta como cualquier
mujer podría ser. Pero lo ha tenido bastante difícil en los últimos años con el asesinato
de su padre y esas cosas, y siempre he tenido la sensación de que piensa en mí más
como un amigo que como alguien con quien quiere saltar a la cama.
8
N. del T.: Personajes de ficción de la novela de Lewis Caroll “A través del espejo y lo que Alicia encontró
allí”. También de una canción de cuna inglesa de autor anónimo.
67
—¿Alguna razón por la que no puedas ser a la vez su amigo y su novio? —
preguntó Holden—. ¿Alguna vez has pensado que tal vez eso es lo que ella necesita
más que nada?
Wes lo consideró.
—Tal vez, pero no voy a arriesgar nuestra amistad para ver si tengo razón.
Holden deseaba poder decir que Wes estaba equivocado, pero tenía que admitir
que el tipo estaba haciendo exactamente lo mismo que él haría en su situación.
—Ya que hablamos de mujeres —dijo Noah por encima del hombro—. ¿Qué pasa
entre tú y Kendall? Por lo que vi en la boda, parece que vais en serio.
—No planeé que se convirtiera en algo serio cuando la ayudé con el imbécil de
su ex en la cena de ensayo —admitió—. Pensé que la ayudaría a salir de un aprieto y
eso sería todo. Ahora se está quedando en mi casa.
Les había contado que habían destrozado la casa de Kendall durante el paseo en
el Osprey la noche anterior. Lo único que le dijeron era si quería que localizaran a Isaac
y le dieran una paliza.
—Pero esto es más que darle a Kendall un lugar seguro donde quedarse,
¿verdad? —Preguntó Wes. Sin duda estaba contento de que estuvieran hablando de
algo más que de Kyla y él.
—Kendall no sería la primera mujer que tiene un problema con eso —dijo Wes—
. ¿Crees que ella va a estar allí cuando vuelvas?
68
—No estoy seguro. —Maldita sea, odiaba incluso pensar en la posibilidad—.
Pero he visto esa mirada en la cara de una mujer antes... cuando las cosas se vuelven
demasiado reales demasiado rápido. Es la misma mirada que tenía Mia antes de
abandonarme.
—Puede que no sea así con Kendall. Me parece fuerte e independiente. Parece
una mujer capaz de soportar que seas un SEAL.
Holden no dijo nada. ¿Qué había que decir? Esperaba que Dalton tuviera razón.
Porque la idea de que Kendall volviera a su apartamento con Isaac todavía por ahí
haciendo el gilipollas le preocupaba muchísimo.
Todavía estaba pensando en ello treinta minutos después, cuando por fin
llegaron a las coordenadas del punto de extracción y no encontraron ningún
helicóptero esperándoles. Sam maldijo. No era el único. Holden murmuró algunos
improperios mientras pulsaba los botones de su ordenador militar de muñeca para
obtener la ubicación de su punto de recogida alternativo.
69
Capítulo 9
—¿ME ESTÁS escuchando?
Isaac frunció el ceño, como si creyera que estaba mintiendo. Kendall le devolvió
la mirada, diciéndose a sí misma que era imposible que él supiera lo que ella estaba
pensando. Porque si supiera que lo único que pasaba por su cabeza en ese momento
era la preocupación por la seguridad de Holden, a Isaac probablemente le explotaría
la cabeza.
Incluso ahora, su enorme y sexy SEAL podría estar en medio de una zona de
combate en Siria, Yemen, Níger o cualquier otro lugar del mundo, recibiendo disparos
de psicópatas con AK-47.
Kendall estaba a punto de hiperventilar cuando se dio cuenta de que Isaac estaba
hablando de nuevo. Mierda. Se sentó más derecha en la silla frente a su escritorio y se
obligó a calmarse y prestar atención esta vez.
70
antimisiles de su último caza furtivo de quinta generación, que publicaron
inmediatamente en la Dark Web. La NSA está haciendo todo lo posible para sacarlo
de allí, pero en realidad, el daño ya está hecho. El Departamento de Defensa está
diciendo que probablemente costará millones cambiar los sistemas de defensa del F-
35 en este momento. Y para demostrar que no tienen favoritos, quienquiera que tenga
la llave se metió en los ordenadores del Kremlin y robó las características de
rendimiento del sistema ruso de misiles antiaéreos S-400. Ese sistema está ahora
mismo en Siria y se suponía que lo que puede hacer era el secreto más celosamente
guardado que tenían los rusos. Putin probablemente esté ejecutando ahora mismo a
los pobres informáticos del Kremlin.
Kendall se quedó atónita. Todo el mundo decía que la Llave cambiaba las reglas
del juego, pero esto era irreal. El material que habían robado para fines de
demostración era el tipo de basura por el que los países iban a la guerra. Era una cosa
más que le hacía preguntarse cómo Holden podía estar implicado en algo así. Estaba
en el ejército, luchando y sangrando en lugares como Siria. ¿Realmente traicionaría así
a su país? No parecía encajar.
—No puedo evitar pensar que Lockwood sabía de algún modo que íbamos tras
él y organizó este despliegue, o lo que fuera, para alejarse de nosotros.
Kendall se preguntó cómo había llegado Isaac hasta donde estaba en el FBI.
Quizá alguien metió la pata y le ascendieron por error. Obviamente, no era lo bastante
brillante como para haber llegado a su categoría salarial sólo por sus méritos.
—No estoy segura de que un suboficial de la Marina, aunque sea un SEAL, tenga
el poder y la autoridad para organizar su propio despliegue —dijo secamente—. Tal
vez deberíamos atribuirlo a la mala suerte por nuestra parte y a la demencial carga de
trabajo del Mando de Operaciones Especiales de la Marina.
—Entiendo lo que quieres decir. En cualquier caso, podría ser una gran
catástrofe. Si se ausenta demasiado tiempo, no tendremos ninguna posibilidad de
encontrar la Llave antes de la subasta.
Kendall asintió en silencio. Sabía que el resto del FBI se estaba dejando la piel
intentando encontrar al vendedor en el sitio de subastas de la Dark Web, pero la
verdad es que era una posibilidad remota. Ese tipo de sitios existían en la Dark Web,
71
por lo que la identidad del vendedor podía seguir siendo un misterio. Claro, si
tuvieran tiempo, sin duda podrían conectar todos los puntos. Pero no lo tenían.
Kendall negó con la cabeza. Ya le había dicho a Isaac que no encontró nada.
—¿Y cómo has descifrado su contraseña? Sé que se te dan bien los análisis, pero
no creía que los ordenadores fueran lo tuyo.
Eso no era exactamente cierto, pero se acercaba bastante. Si le decía a Isaac que
Holden le dio la contraseña, probablemente insistiría en que había algún tipo de
subterfugio implicado.
Eso era mentira. El ordenador estaba lleno de una carpeta tras otra de fotos y
vídeos, y se pasó horas mirándolos. Había montones de imágenes de vistas
impresionantes de todo el mundo: desiertos, montañas, selvas, ciudades de aspecto
desolado hechas de poco más que barro y paja, y otras construidas con piedra y ladrillo
que parecían milenarias. Era obvio que Holden había viajado mucho a partes del
mundo que Kendall sólo podía soñar con ver alguna vez.
Pero lo que más le llamó la atención no fueron las fotos de paisajes y ciudades.
Eran las de él y sus compañeros de equipo, a muchos de los cuales había conocido y a
otros no. Holden sonreía en todas, incluso en las tomadas en lugares horribles.
72
Le había sorprendido un poco que Holden no tuviera ni una sola foto en su
ordenador de su vida anterior a la Marina. Sabía que había crecido en una situación
difícil, pero aun así no tenía ninguna de cuando era pequeño ni de su familia. Pero en
algún momento de las horas que pasó haciendo clic de foto en foto, viendo su vida
adulta representada a través de imágenes de lugares exóticos, viajes, amigos y la
guerra, Kendall se dio cuenta de que estaba viendo su vida. No la vida y la familia en
la que nació, sino la que había elegido para sí mismo. Los SEALs eran su vida. Sus
compañeros eran su familia.
—¿Y los correos electrónicos? —preguntó Isaac—. ¿Hay algo que se nos haya
pasado por alto? ¿Algún indicio de cuentas encubiertas?
Ella resopló.
—¿Qué hay de su apartamento? ¿Hay algo que le relacione con el robo en San
Francisco?
73
conseguido algo de Lockwood desde que te mudaste con él o debería hablar con el
SAIC para abortar todo este plan encubierto?
—Hubo una cosa que dijo que podría significar algo —dijo lentamente. Se le
retorció el estómago ante la extraña sensación de traición que la invadió al pensar en
revelar cualquier cosa que Holden le hubiera dicho en confianza. Pero tenía que
hacerlo. Era su trabajo—. Cuando ayer hablaba con Holden sobre su infancia en San
Francisco, mencionó a alguien que le sacó de la banda en la que estaba metido. Me dio
la impresión de que el tipo era mayor porque Holden hablaba de él casi como de una
figura paterna. Aunque Holden no lo dijo, estoy bastante segura de que el tipo estaba
involucrado en el crimen organizado.
—No hay nada de eso en los archivos de Lockwood. ¿Crees que este hombre
podría ser para quien robó la Llave? Una conexión con el crimen organizado sin duda
tendría sentido. ¿Conseguiste el nombre del hombre?
—No, y no podía presionarle para que me diera uno, no sin levantar sospechas.
Kendall sabía exactamente lo que Isaac estaba diciendo. Antes de que pudiera
decirle que no iba a acostarse con Holden para conseguir información, su móvil sonó,
diciéndole que tenía un mensaje.
74
Ignorando la mirada de fastidio que le dirigió, metió la mano en el bolso y lo sacó.
A decir verdad, no tenía ni idea de dónde tenía la cabeza en ese momento.
—¿Es él?
Su pulso se aceleró.
Ya de vuelta. Holden había enviado un mensaje. Debería estar en casa dentro de dos
horas. ¿Estás bien? ¿Algún problema con el gilipollas de tu ex?
Golpeteó con las uñas en el lateral del teléfono mientras las burbujas danzantes
seguían y seguían. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Estaba escribiendo un libro? O
estaba demasiado lesionado para escribir a un ritmo normal. De repente, le costaba
respirar.
Ella sonrió. Tendré algo de comida para llevar de ese sitio de la esquina esperándote. Nos
vemos pronto.
Kendall guardó el teléfono antes de que Isaac le pidiera ver los mensajes. Lo cual
era estúpido ahora que lo pensaba, ya que él no tendría ningún problema en obtener
una copia impresa de todo lo que había en el teléfono. Pero aún así...
—Parece que lo tienes comiendo de tu mano. Recuerdas lo que tienes que hacer,
¿verdad?
75
Ella le miró con dureza mientras se levantaba.
—Lo recuerdo.
76
Capítulo 10
HOLDEN LLAMÓ SUAVEMENTE antes de abrir la puerta de su apartamento
para no asustar a Kendall.
—Hola, soy yo —anunció, haciendo un poco de ruido extra con las llaves al
sacarlas de la cerradura—. Estoy en casa.
Kendall salió de la cocina, con una sonrisa iluminándole la cara. Descalza, llevaba
unos pantalones cortos y una camiseta, el pelo suelto sobre los hombros y colgando
por la espalda. Joder, era aún más guapa de lo que él recordaba. Una mirada a esas
piernas largas y torneadas le hizo preguntarse cómo encontraba tanto tiempo para
hacer ejercicio mientras pasaba horas en la biblioteca del campus. Luego decidió que
no podía importarle menos, sino simplemente apreciar la perfección cuando la veía.
Definitivamente tenía unas piernas espectaculares. Si no estuviera tan cansado,
probablemente estaría de rodillas besándolas desde los tobillos hasta llegar a la unión
de los muslos. Eso le habría llevado días. Porque, en serio, ¡esas piernas duraban días!
Holden se obligó a alejar esos pensamientos para no tener que lidiar con una
erección. En su actual estado de agotamiento, la falta de flujo sanguíneo a su cabeza
probablemente le haría desmayarse.
En lugar de eso, se concentró en lo agradable que era entrar por la puerta y tener
a alguien tan perfecto como Kendall esperándole allí. Entonces cayó en la cuenta. Tenía
a alguien con quien volver a casa. Ese conocimiento le estaba haciendo cosas muy raras
en la cabeza.
77
Holden gimió en voz alta cuando la lengua de ella se deslizó en su boca. Su sabor
fue suficiente para que se desmayara de placer. Era como el paraíso. Levantó las manos
para agarrarla por las caderas, dispuesto a arrastrarla hasta el suelo y empezar a
explorar cada centímetro de esas piernas ardientes cuando ella dio un paso atrás.
—No te lo tomes a mal, porque me alegro mucho de que hayas vuelto, pero creo
que te vendría bien una ducha antes de cenar —Arrugó la nariz—. En serio que
necesitas una.
Se miró el uniforme. Maldita sea, parecía una mierda. Era difícil encontrar un
punto en el material de camuflaje que no estuviera cubierto de barro, suciedad,
manchas de sudor o rasgaduras. Sabía que probablemente también tenía algunos
moratones aquí y allá. Estuvo tentado de hacer la prueba del olfato para comprobar la
gravedad, pero se contuvo. Tenía demasiada clase para algo así. Al menos delante de
Kendall.
Levantó la mirada hacia Kendall, preocupado de que viera toda la suciedad y los
daños y saliera corriendo como su novia anterior. Abrió la boca para decirle que sólo
había sido un ejercicio de entrenamiento, pero ella se rió y le empujó hacia el
dormitorio.
Una vez allí, se quitó las botas y buscó los botones de la parte superior del
uniforme. Kendall le detuvo.
78
—Lo sé. Pero a lo mejor quiero.
¿Qué demonios le dices a una mujer que te hace una oferta así?
Sus manos rozaron la camiseta mientras se la subía por la cabeza. El calor llenó
su mirada mientras le acariciaba el pecho y los hombros. Estaba sucio, pero a ella no
parecía importarle. En lugar de eso, se lamió los labios y lo miró como si estuviera
pensando en comérselo. La idea le hizo palpitar la polla.
—¿Necesitas ayuda para frotarte la espalda? —le preguntó, como una caricia
sexy sobre la piel de su pecho, que ya hormigueaba al contacto con sus dedos.
—Gracias por la oferta, pero si entramos los dos, no creo que se haga mucha
limpieza. Y yo necesito limpiarme porque realmente huelo.
Holden la miró irse, la vista de su culo en esos pantalones cortos fue casi
suficiente para hacerle cambiar de opinión sobre el sexo en la ducha. Pero una vez más
se contuvo. Dudaba que ella quisiera su cuerpo dolorido y sudoroso sobre ella en ese
momento.
Se quitó la ropa interior, se metió en la ducha y abrió el grifo del agua fría,
sabiendo que le aliviaría la erección y los músculos doloridos. Le dolían las costillas
del lado izquierdo gracias a una sólida patada del tacón de la bota de uno de los falsos
terroristas. Holden se sorprendió de no haberse roto algo.
79
Capítulo 11
KENDALL PRESIONÓ las palmas de las manos contra la encimera de la cocina
y respiró hondo. Como Holden sólo estuvo fuera veinticuatro horas, estaba
relativamente segura de que debía de tratarse de un entrenamiento, pero cuando él
entró por la puerta con el aspecto de algo que el gato había arrastrado, el corazón casi
se le detuvo en el pecho. Los rasgones de su uniforme no se debían a una pequeña
caída. Tampoco los moratones de los brazos y los hombros. Parecía que se había
metido con gente que no jugaba limpio.
Antes de que llegara a casa, Kendall casi se había vuelto loca intentando
encontrar la manera de que hablara del tipo que lo acogió bajo su protección en San
Francisco. Tenía que conseguir su nombre, aunque para ello tuviera que golpear a
Holden como a una puerta mosquitera barata en un huracán.
Una gran parte de ella odiaba la idea de acostarse con Holden sólo para obtener
información. Le parecía sórdido. Como algo que los chicos buenos no deberían hacer.
Pero al mismo tiempo, cuando se infiltró sabía que podría llegar a esto en algún
momento. Era su trabajo, maldita sea.
Oyó cómo el agua de la ducha se cerraba cuando apenas había sacado la primera
pizza de la caja; puso en platos unos trozos calentados en el microondas y los colocó
en la mesa del salón. Cogió un refresco para ella y una cerveza para Holden. Después
del día que tuvo, se la había ganado.
80
—No, tengo los dos próximos días libres —dijo Holden al salir del dormitorio.
Iba descalzo como ella, llevaba un par de pantalones cortos de correr y una
camiseta con un ancla de la Marina estilizada serigrafiada en la parte delantera, por
encima y por debajo del símbolo unas palabras deletreaban SEALs de Coronado. La
camiseta era bonita y parecía cómoda, pero a Kendall le interesaban más los músculos
que mostraba. Podría haberle visto mucho más hace unos minutos, cuando estaba
delante de ella en ropa interior, pero era tan superficial como una placa de Petri en lo
que se refería a los músculos. Ella tomaría su dosis de cualquier manera que pudiera
conseguirlo.
Holden se desplomó en el sofá mientras Kendall dejaba las bebidas junto a los
platos. Empezó a preguntarle si se sentía mejor después de la ducha, pero las palabras
se le atascaron en la garganta al darse cuenta de que su mirada estaba clavada como
un rayo láser en su culo. El ardiente calor de sus ojos oscuros le aceleró el pulso.
Aunque podía estar cansado de la misión que había emprendido, obviamente no lo
estaba tanto.
—La chica de la pizzería dijo que siempre pedías pepperoni y salchichas, así que
eso es lo que te he traído —Se enderezó—. ¿Espero que esté bien?
Mientras Kendall daba un mordisco mucho más pequeño a su trozo, tuvo que
admitir que era una buena pizza. Entendía por qué él la pedía siempre.
—Supongo que no has podido comer mucho desde que te fuiste —preguntó.
—Comí una barrita de proteínas durante el vuelo desde Coronado, pero después
no tuvimos tiempo para nada. Cuando terminamos y volvimos al avión, lo único que
quería era dormir. Estaba demasiado agotado para hacer otra cosa.
81
Kendall estuvo en Quantico, así que entendía lo que era pasar días enteros sin
comer ni descansar mucho. Pero había visto el grado de agotamiento en la cara de
Holden cuando llegó y no podía imaginar qué hizo en tan poco tiempo para estar tan
agotado.
Quizá no había sido un ejercicio de entrenamiento. Tal vez estuvo en algún lugar
horrible, corriendo por su vida mientras alguien intentaba matarlo. Otro pensamiento
que la aterrorizaba más de lo debido.
—¿No tendría nada que ver con estar preocupada por dónde fui ayer y por qué
volví a casa pareciendo el proverbial perro apaleado?
—Digamos que he visto la mirada de una mujer cuando se da cuenta de que estar
con un SEAL no es tan divertido como pensaba.
El destello de dolor en los ojos de Holden la sorprendió. Pero aún más chocante
fue cómo se le apretó el pecho al darse cuenta de que era ella quien lo había causado.
82
Él se encogió de hombros.
Kendall no pudo evitar sonreír. Aunque su pregunta había sido seria, la forma
en que la había formulado le provocó un poco de excitación. Era una locura, desde
luego. Todo el montaje entre ella y Holden era mentira. Pero la idea de que fuera real
para él la hizo sentirse bien.
—¿Nos vamos a liar entonces? —Sonrió—. Y yo que pensaba que sólo me ofrecías
un lugar donde quedarme un tiempo.
—¿Es un lugar donde quedarte todo lo que buscas? Si es así, sólo tienes que
decirlo y ya está. No te presionaré.
—¿Y si quiero algo más que eso? —susurró—. ¿Te parecería bien?
Ignoró la vocecita en su cabeza y profundizó el beso. Esto podría ser una locura,
pero lo estaba haciendo de todos modos.
***
Antes de que Kendall pudiera hacer algo más que sonreír, Holden atrajo sus
labios hacia los suyos con un gemido, deslizando su lengua para enredarse con la suya.
Ella abrió más la boca, invitándolo con un gemido. Su corazón se aceleró cuando la
mano de él se deslizó entre el pelo de su nuca y la apretó posesivamente. Nunca antes
un hombre le había tirado así del pelo, pero le gustó. Mucho.
83
Kendall se colocó sobre su regazo, a horcajadas sobre sus muslos, sin romper el
beso. Separó las rodillas, dejando que la unión entre sus piernas se apoyara en la
entrepierna de él. Los pantalones de ella eran finos y los de él no mucho más gruesos.
Por eso no podía pasar desapercibido el bulto duro como una roca que había debajo.
No podía creer lo excitada que estaba al saber que podía incitarlo así.
Mientras Holden seguía deleitando su boca, Kendall movía las caderas en suaves
círculos, sintiendo un delicioso calor mientras su polla la presionaba. Las dudas que le
quedaban sobre hacer el amor con él se evaporaron. Como si tuvieran mente propia,
sus manos se deslizaron por su pecho y sus dedos se clavaron en los gruesos músculos
de sus hombros. Necesitaba tenerle desnudo como hacía cinco minutos.
Kendall estaba tan metida en el calor que se acumulaba unos centímetros por
debajo de su ombligo que no se dio cuenta de que las manos de Holden se habían
deslizado desde sus caderas hasta debajo de su camiseta, hasta que sintió unos dedos
fuertes que subían por su vientre y le pasaban la ligera tela por la cabeza. Antes de que
pudiera agradecerle la ayuda, su cálida boca descendió para mordisquear uno de sus
hombros desnudos. Hubo un breve mordisco, seguido de un cariñoso deslizamiento
de la lengua. Un momento de dolor seguido de placer.
Kendall se echó hacia atrás, dejando que su increíble boca se adentrara donde
quisiera. No se sintió decepcionada cuando él se movió hacia el sur y sus manos
84
rodearon su espalda para desabrocharle suavemente el sujetador y quitárselo sin
interrumpir sus besos burlones. Joder, se le daba mejor que a ella quitarle la ropa.
Se estiró por detrás para apoyar las manos en las rodillas de él, arqueando la
espalda y sacando los pechos. Holden no desaprovechó el regalo que le ofrecía la
posición, su boca fue directa a uno de sus pezones y la hizo jadear con fuerza mientras
él hacía la rutina de pellizcar y lamer una y otra vez. Era la cantidad perfecta de presión
seguida de un lametazo que hacía que la cabeza le diera vueltas. Ahora ejercía más
presión y sus dientes se clavaban lo bastante fuerte como para hacerla saltar. Pequeños
relámpagos de placer recorrieron todo su cuerpo.
Riéndose, Holden se pasó la camiseta por la cabeza. Ahora estaba mucho más
limpio, pero ella se dio cuenta de que algunas de las marcas que antes había supuesto
que eran suciedad eran en realidad moratones. Había una a la izquierda de la caja
torácica que parecía como si alguien le hubiera golpeado con un bate de béisbol. Tenía
que ser muy doloroso, y Kendall no pudo evitar pensar que tal vez no estaba en
condiciones para lo que ella quería hacerle.
85
Ese pensamiento debió de reflejarse en su cara. O tal vez lo leyó en su lenguaje
corporal. En cualquier caso, él negó con la cabeza mientras se subía a la cama con ella,
siguiéndola mientras Kendall se movía hacia el centro.
Abrió la boca para señalar que los moratones podían ocultar heridas más graves,
pero Holden ya se estaba inclinando hacia ella y su cálida boca le acariciaba el ombligo,
dejando luego una hormigueante línea de fuego al bajar aún más. Las palabras que
había planeado decir se atascaron en su garganta.
Entonces aquella boca se sumergió entre sus piernas, deslizando la lengua entre
sus húmedos pliegues, acariciándola de arriba abajo y luego de nuevo hacia arriba.
Kendall soltó un grito ahogado y hundió las manos en el pelo corto de Holden,
haciendo todo lo posible por arrastrarlo exactamente adonde ella quería. Pero él se
negó a ir adonde le indicaba, continuando con sus lentos lametones arriba y abajo de
sus pliegues.
Holden dejó de lamer y la miró, con sus ojos ardientes llenos de lujuria y muy
sexys enmarcados por las piernas de ella abiertas a ambos lados de su cara.
Antes de que pudiera decir nada, su boca bajó para mordisquear la tierna carne
de la cara interna de su muslo. Ella gimió cuando le hincó el diente, y la sensación de
dolor y placer hizo que su coño se apretara con tanta fuerza que pensó que se
desmayaría sólo por eso. Luego vino la lengua, que le quitó el escozor y la llevó a un
calor hirviente que la hizo suplicar más.
86
Estaba convencida de que su orgasmo había durado una hora... quizá dos. Al
menos así lo sintió mientras la lengua de Holden seguía provocándole placer durante
más tiempo del que ella hubiera creído posible.
En algún momento, se dio cuenta de que Holden no estaba en la cama con ella.
Giró la cabeza hacia un lado para ver a su Navy SEAL favorito volviendo del baño,
completamente desnudo. No le sorprendió ver que todo en él era perfecto... incluso su
polla. Lo suficientemente larga y gruesa como para hacer que su vientre se
estremeciera de anticipación, estaba tan dura como una tabla de madera de 2x4.
Esperaba devolverle el favor oral, pero cuando vio que Holden enrollaba un
condón sobre aquel miembro perfecto, se dio cuenta de que él tenía otras ideas.
Entonces vio la expresión de hambre en su rostro mientras se acercaba a la cama y algo
le dijo que el orgasmo que había experimentado era sólo el principio de una noche que
nunca olvidaría.
Encendió una de las lámparas de la mesita de noche antes de apagar la luz del
techo. Las lámparas tenían pantallas tupidas que sólo dejaban pasar la luz más tenue
posible. Era sexy, por no decir romántico.
Holden se subió a la cama y Kendall abrió las piernas, sin necesidad de palabras,
mientras él se movía entre ellas con la misma mirada hambrienta. Sus antebrazos se
posaron a ambos lados de los hombros de ella mientras él se colocaba con cuidado
encima de ella, moviendo las piernas entre las suyas y abriéndole los muslos. No hubo
tanteos ni enredos, como ocurría a veces con los hombres. Simplemente la penetró de
un solo empujón largo y lento.
Él se retiró un poco y volvió a introducirse aún más. Ella esperaba que repitiera
el movimiento, pero en lugar de eso, se quedó donde estaba, enterrado hasta el fondo,
inmovilizándola contra el colchón con su peso.
Le rodeó la cintura con las piernas, apoyando los talones en la parte baja de la
espalda y subiendo las manos para agarrarle los fuertes hombros. Él la miró a los ojos
durante varios latidos y luego bajó la cabeza para besarla. Era una locura, pero la
87
sensación de su lengua deslizándose en su boca era tan impresionante como la de su
pene enterrado en su interior... quizá más.
Tal vez porque nunca la había besado un hombre al mismo tiempo que la miraba
a los ojos tan profundamente que pensó que podría estar viendo su alma.
Ella gimió, echando la cabeza hacia atrás mientras movía las caderas y apretaba
las piernas al ritmo de sus movimientos, sintiendo un cosquilleo cada vez que él la
tocaba en lo más profundo de su ser.
Holden bombeó más rápido, hasta que la penetró con tanta fuerza que ella podía
oír el golpe de sus caderas en el interior de sus muslos y sentir como rebotaba su
trasero en la cama. Aquellos pequeños cosquilleos eran ahora relámpagos. Iba a
correrse, y pronto.
Kendall apenas era consciente de lo que estaba haciendo cuando alzó las manos
y volvió a enredar los dedos en el pelo corto de la nuca de él, y luego arrastró la cabeza
hacia abajo para poder enterrar la cara en la unión de su cuello y su hombro. Una vez
allí, se limitó a respirarlo, perdiéndose en su aroma mientras Holden seguía
bombeando dentro de ella. Sus brazos se deslizaron a su alrededor, acercándola cada
vez más hasta que le pareció que formaba parte de él.
Hundió los dientes en el hombro de Holden mientras se corría por segunda vez
aquella noche.
Incluso después de que los últimos temblores remitieran, Kendall se negó a dejar
que Holden se moviera, manteniendo los brazos y las piernas alrededor de él mientras
88
su cálido aliento le hacía cosquillas en el cuello. Estaba más que dispuesta a quedarse
dormida donde estaba, con Holden aún muy dentro de ella, pero él hizo lo más
responsable y se levantó para ocuparse del preservativo. Supuso que era bueno que
uno de los dos pensara con claridad, pero en el momento en que abandonó la cama,
Kendall decidió que la responsabilidad estaba muy sobrevalorada porque sentía frío
sin él allí. O tal vez le echaba mucho de menos.
Ella se rió.
—No, no quiero que subas la calefacción. Quiero que vuelvas a meter el culo en
la cama y me abraces otra vez.
Se tumbaron juntos, con uno de los brazos de Holden alrededor de los hombros
de ella y los dedos de Kendall trazando círculos imaginarios en el pecho de él. Le
gustaba escuchar los latidos de su corazón bajo su oreja, le gustaba sentir cómo su
cuerpo se relajaba contra el suyo.
Él no dijo nada durante tanto tiempo que ella pensó que no iba a contestar, pero
entonces habló.
—Sí, fue un ejercicio de entrenamiento. Nada del otro mundo. Sólo muchas
carreras y cosas así, ¿sabes?
89
Una parte de ella quería señalar que una persona no suele tener el tipo de
moretones que Holden tenía por correr. Pero no lo hizo.
Holden la movió sobre su pecho, girándola un poco para poder verle la cara.
—No tienes que actuar como si nada de esto te molestara. No serías la primera
mujer que pensó que sería divertido involucrarse con un SEAL sólo para cambiar de
opinión cuando la realidad se entrometió.
—Es la segunda vez que dices algo así —dijo ella—. ¿Te ha pasado antes?
¿Estuviste con alguien que pensaba que quería estar contigo y luego cambió de
opinión?
Él no dijo nada durante un buen rato, pero cuando por fin asintió con la cabeza,
ella se sorprendió de lo triste que le hacía sentir pensar en alguien que se alejaba de
Holden porque no le gustaba su trabajo. No era de extrañar. Buena parte de sus
compañeros de trabajo en el FBI estaban divorciados o permanentemente solteros a
causa de su trabajo. Ser un SEAL tenía que ser peor.
90
Holden la miró en silencio durante un largo rato, luego apagó la lámpara de la
mesita de noche y volvió a acercarla a su pecho. Ella se acurrucó contra él, pensando
ya en lo que podrían hacer en los dos días que él tenía libres.
Entonces cayó en la cuenta. Había estado haciendo planes como si Holden fuera
realmente su novio. Sí, se había acostado con él y fue increíble, pero nada de esto era
real, por mucho que ella quisiera que lo fuera. ¿En qué demonios estaba pensando?
Dentro de unos días, él estaría en la cárcel y ella trabajando en el siguiente caso.
91
Capítulo 12
—¿SABES?, HAY GENTE que aparca el coche en el garaje —dijo Kendall,
curvando los labios—. Aunque aquí sólo llueva cuarenta días al año.
—Supongo que podría aparcar mi Jeep aquí, pero entonces tendría que guardar
todas estas cosas en mi apartamento y eso podría resultar un poco desordenado.
Kendall se adentró en el centro del garaje y rodeó con cuidado los trozos de metal
que cubrían casi cada centímetro cuadrado del suelo. Echó un vistazo a las otras piezas
dispuestas meticulosamente en los dos bancos de trabajo, luego observó las que
colgaban del techo, cubiertas con cartulina en preparación para pintarlas antes de
inclinarse un poco para mirar en la caja que tenía cerca de los pies, mostrando ese
increíble culo suyo. La visión de sus sensuales curvas llenando sus vaqueros hizo que
se le pusiera dura otra vez.
Decía “otra vez” porque ya se le había puesto dura esta mañana, cuando Kendall
entró en el baño para ducharse, balanceando las caderas de la forma más hipnótica que
jamás hubiera imaginado. Por supuesto, también se le puso dura cuando ella salió sin
nada más que una toalla envolviéndola. Verla secarse el pelo fue lo más excitante que
había visto nunca. Necesitó todo su control para no arrancarle la maldita toalla.
Necesitó una ducha fría para que se le bajara la erección. Habría dicho que al
diablo para pasarse la mañana en la cama con Kendall haciendo el amor, pero quería
salir con ella. Sobre todo porque ya había estado bastante encerrada ayer esperando a
que él volviera a casa.
—Generalmente no tengo ni idea de estas cosas, pero hasta yo reconozco que eso
de ahí es un depósito de gasolina de moto —dijo, señalando el trozo de metal que
colgaba del techo cerca de su cabeza—. Y obviamente, esos son neumáticos de moto
92
—continuó, señalando el otro extremo del garaje—. Supongo que estás construyendo
tu propia moto. Pero, ¿realmente se necesitan tantas piezas? A menos que estés
intentando construir más de una.
Él se rió.
—El plan es construir una, pero encontrar piezas para una Harley Davidson
WLA es una especie de juego de dados. La mayor parte de lo que ves aquí lo compré
a coleccionistas de Europa del Este y Rusia basándome en poco más que fotos borrosas
y descripciones generales. Terminé con más de lo que quería en un esfuerzo por
asegurarme de encontrar las piezas exactas que necesitaba.
—He oído hablar de las Harley, por supuesto, pero ¿qué es una WLA?
—WLA es la designación del modelo que Harley utilizó en los años 40 para las
motos que fabricaba para el Ejército durante la Segunda Guerra Mundial. Tenía un
motor flathead de 45 centímetros cúbicos y alta compresión. O lo que se consideraba
alta compresión para la época. En realidad, la relación de compresión era bastante baja,
pero eso resultó ser algo bueno, ya que el motor todavía funcionaba bien con la
gasolina de bajo octanaje disponible entonces.
—Vale, no entiendo nada de lo que acabas de decir. Creía que Harley era la
empresa americana por excelencia. ¿Por qué tuviste que buscar por todo el mundo
para encontrar piezas?
—Estados Unidos envió muchas motos a Europa como parte de los paquetes de
apoyo militar en los primeros años de la guerra. No tenían la misma cultura
motociclista que en Estados Unidos, así que la mayoría se quedaban almacenadas en
lugar de conducirlas hasta que se estropeaban, como aquí. Rusia y otros países del
antiguo Pacto de Varsovia son los únicos lugares donde todavía se pueden conseguir
piezas, sobre todo si buscas motos prácticamente en perfecto estado.
Pasó un rato mostrándole las distintas piezas, explicándole para qué servían y
cómo encajaban. También le habló de las pocas piezas que le faltaban. No tenía
intención de entrar en detalles porque no quería aburrirla, pero ella hizo muchas
preguntas, así que él siguió respondiendo.
93
—¿Cuándo estará lista la moto? —preguntó ella.
Lo miró pensativa.
—Suena como si fuera más padre que tu propio padre —comentó ella.
Holden la cogió de la mano y la llevó fuera, pulsando el botón del mando del
garaje que llevaba en el llavero. Se cerró silenciosamente mientras él abría la puerta
del acompañante de su Jeep. Habían ido a desayunar a una cafetería cuando decidió
enseñarle a Kendall su garaje lleno de piezas de Harley, y aún tenía un hambre de mil
demonios.
—Quizá no —dijo Kendall—. Sabía que tu verdadero padre no estaba, así que
intervino y llenó el vacío. Y parece que hizo un buen trabajo.
94
—Entendiste la parte en la que dije que McKinney me enseñó a robar cosas,
¿verdad?
—Sí. Es decir, era un delincuente, pero seguía estando ahí para ti —Se encogió
de hombros—. Y aunque tú mismo podrías haberlo sido, ahora no lo eres. Todo lo que
digo es que no llegaste de donde estabas entonces a donde estás ahora sin que alguien
te señalara la dirección correcta. McKinney obviamente tuvo algo que ver con eso.
—Toda esa educación universitaria por fin da sus frutos, supongo. Pero hay una
cosa que me confunde.
—¿Qué cosa?
—Si estás tan unido a este tipo como parece, ¿por qué siempre te refieres a él por
su apellido? No has usado su nombre ni una sola vez.
—¿Has oído alguna vez a alguien de La Guerra de las Galaxias referirse a Darth
Vader por su nombre de pila? Creo que no. Hay gente con la que no te pones informal.
McKinney es una de esas personas.
—Vale —murmuró ella, luchando por mantener la cara seria—. Darth McKinney.
Entendido.
95
Capítulo 13
EL DESAYUNO EN EL restaurante fue increíble. Los huevos y el beicon eran
atemporales. Luego estaba el café, por no hablar del beicon y las tostadas con
mantequilla y gelatina de uva. Le encantaba la gelatina de uva. Era su mermelada
favorita. ¿Era posible que una gelatina fuera una mermelada?
Maldita sea. Se había olvidado por completo de su tapadera. Por un momento, era
simplemente una mujer desayunando tarde con su increíble novio después de una
noche de sexo estremecedor. Para disimular su reacción, cogió el zumo y bebió un
sorbo. Cualquier cosa para darle la oportunidad de recomponerse.
—Sólo quería decir que no tengo clases el martes y el jueves —explicó—. Y estoy
dejando los deberes para el último segundo posible. Trabajo mejor con plazos
ajustados.
El sexo con Holden había sido increíble. En realidad, esa descripción no era lo
suficientemente fuerte para la noche anterior. Estar con Holden no se parecía a nada
que hubiera experimentado antes. Y no se refería sólo al acto físico de hacer el amor.
96
Aún no podía ponerle nombre, ni siquiera estaba segura de querer hacerlo, pero
Holden y ella habían encajado como dos piezas de un rompecabezas hasta el fondo de
sus almas.
Por desgracia, no estaba segura de qué hacer al respecto. Holden seguía siendo
un ladrón y ella una agente del FBI. Por mucho que le diera vueltas pensarlo, en un
par de días se vería obligada a detenerle y encarcelarle. Al recordarlo, de repente le
costaba respirar. ¿Cómo había podido llegar tan lejos?
—Por supuesto, me gustan los huevos. ¿Hay alguien a quien no le gusten? Son
un básico por excelencia. Como el pan, el queso, la pizza y el chocolate. A todo el
mundo le gustan los huevos.
Holden resopló.
—Odio jugar con tu lógica por excelencia, pero a mi madre no le gustaban nada
los huevos. Probablemente era porque se le daba fatal cocinarlos. Pero si hicieras una
lista de los que están en contra de los huevos, ella estaría la primera.
—Háblame de ella —dijo Kendall. No porque fuera una agente del FBI tratando
de sonsacarle información, sino porque quería saber todo lo que hubiera que saber
sobre Holden el hombre, no sobre Holden el ladrón.
—No hay mucho que contar, la verdad —Una pequeña sonrisa se dibujó en sus
labios. Era algo frágil que se desvaneció mucho antes de llegar a sus ojos—. Mamá
murió cuando yo tenía diecinueve años.
—No pasa nada. He hecho las paces con ello después de todos estos años. Pero
entonces era duro. Uno pensaría que como ella no tenía un papel importante en mi
97
vida, su muerte no sería un gran problema, pero me golpeó más fuerte de lo que
hubiera creído posible, sobre todo teniendo en cuenta que lo vi venir.
—¿Fueron drogas?
Él asintió con la cabeza, limpiando los restos de sus yemas de huevo del plato
con un trozo de pan tostado.
—Había consumido drogas desde que tengo uso de razón, pero empeoró a
medida que me hacía mayor. Por eso empecé a trabajar para McKinney. A cambio, él
la metió en rehabilitación. No habría podido permitirme algo así sin él.
—¿No ayudó?
—Lo hizo durante un tiempo —dijo—. Pero al final su adicción a las drogas fue
más fuerte que su deseo de quedarse con la gente que se preocupaba por ella.
—Estoy segura de que no fue así. Ella te quería lo suficiente como para intentarlo,
pero la adicción es la adicción. Es una batalla que dura toda la vida y, por desgracia,
ella perdió. Eso no significa que no se preocupara por ti.
Kendall sonrió.
Se rió.
98
—No sé. Creo que me quedarían bien esas mallas que llevan los acróbatas del
Circo del Sol.
Ella se lo pensó.
—No estoy seguro de que el mundo esté preparado para acróbatas desnudos.
—Creo que podría ser el próximo gran éxito. Sé que pagaría por verlo.
Holden resopló pero no dijo nada mientras una camarera se acercaba a rellenarles
el café. Volvieron a sumirse en aquel cómodo silencio mientras terminaban de comer.
Cuando terminaron, se quedaron sentados tomando café y contemplando a toda la
gente que pasaba por la concurrida acera. Era cerca del mediodía, así que los turistas
ya estaban fuera, lo que les daba mucho que mirar.
Le hizo preguntarse cómo McKinney había estado dispuesto a dejar que Holden
se marchara y se alistara en la Marina.
—Entonces —dijo, sin estar segura de cómo formular la pregunta de forma que
no pareciera que estaba fisgoneando—. ¿McKinney no tuvo ningún problema en que
te alistaras en la Marina?
99
—No le gustaba, pero entendía por qué tenía que hacerlo. Y al final, hicimos un
trato.
—¿Qué clase de trato? —preguntó ella vacilante, sin estar segura de si realmente
quería saberlo.
—Nada importante —dijo él, con voz despreocupada aunque la expresión de sus
ojos dijera todo lo contrario—. Accedió a dejarme marchar y, a cambio, yo accedí a no
utilizar las habilidades que me había enseñado.
Kendall sabía que era una estupidez, pero por alguna razón empezó a respirar
más tranquila. Había abandonado aquella vida para convertirse en SEAL y nunca miró
atrás. Holden no podía ser quien había robado la Llave.
—Por supuesto, existía la condición adicional de que si volvía a hacer ese tipo de
trabajo, sólo sería para él.
Le siguió a través de la abarrotada cafetería, sin pasar por alto el hecho de que
Holden se había olvidado convenientemente de responder a su pregunta. Una parte
de ella se alegró. De ese modo, podría seguir mintiéndose a sí misma y creer que él era
inocente y que todo aquello era una especie de horrible error.
100
Kendall estaba tan ensimismada en sus pensamientos que casi se sobresalta
cuando oye el rugido del motor de un coche acercándose, seguido inmediatamente por
el chirrido de los neumáticos al girar. Levantó la cabeza justo a tiempo para ver un
sedán negro que se deslizaba por varios carriles del tráfico, directo hacia ella y Holden.
Entonces vio al hombre en el asiento trasero y el arma automática agitándose en sus
manos, el destello de la boca del cañón lo bastante brillante como para verse incluso
bajo el sol.
Los escaparates de las tiendas que había detrás de ella y de Holden estallaron en
mil pedazos y un fuerte brazo la rodeó por la cintura, arrastrándola al suelo. Holden
trató de mantenerla debajo de él, intentando interponer su cuerpo entre ella y las balas
que se acercaban. Pero ella luchó contra él, todos sus instintos le gritaban que le
protegiera a él.
El resultado fue un torpe impacto contra el hormigón, con la cabeza tan golpeada
que ya ni siquiera oía los disparos. Entonces todo se volvió negro.
101
Capítulo 14
EN EL MOMENTO EN QUE KENDALL abrió los ojos, deseó no haberlo hecho.
Las brillantes luces fluorescentes sobre su cabeza casi la cegaron, haciéndola sacudirse
hacia un lado en un vano intento de escapar de la tortura. Eso sólo hizo que su cabeza
palpitara más de lo que ya lo hacía. Instintivamente, cerró los ojos y levantó una mano
para revisarse la cabeza, aunque sólo fuera para asegurarse de que seguía allí y para
ahuyentar al duendecillo enfadado con el martillo neumático que se estaba volviendo
loco con su fideo.
Unas manos fuertes la agarraron antes de que pudiera llegar hasta la molesta
chica del martillo neumático. Una sombra se cernió sobre ella y volvió a abrir los ojos
para ver a Holden inclinado sobre ella, tapando el resplandor fluorescente y mirándola
con un serio caso de preocupación.
Su voz era tan suave que apenas podía oírle por encima del bullicio de voces que
les rodeaba. En algún lugar del fondo, oyó a alguien decir algo sobre llamar al médico.
Eso significaba que estaba en un hospital. Una parte de ella quería mirar a su alrededor
y ver si estaba en una sala de urgencias o en una habitación real, así como comprobar
quién más estaba allí. Pero entonces decidió que prefería pasar el tiempo
contemplando los hermosos ojos de Holden. Era evidente que le preocupaba que
estuviera gravemente herida, lo que hizo que Kendall se sintiera muy bien por alguna
loca razón.
—Como si un gorila de mil kilos acabara de bailar claqué sobre mi cabeza —dijo
en respuesta a su pregunta—. ¿Qué demonios ha pasado?
Él frunció el ceño.
—¿Qué recuerdas?
102
—Recuerdo un sedán oscuro que se deslizaba directamente hacia nosotros, y
luego a alguien en el asiento trasero disparándonos. Creo que me golpeé la cabeza
contra el suelo cuando me tiraste al suelo. Me golpeé la cabeza, ¿verdad? ¿No estaba...?
Kendall miró a un hombre de mediana edad con bata blanca de laboratorio, barba
bien recortada y un estetoscopio colgado del cuello. Sin mediar palabra, se acercó a la
cama y le iluminó los ojos con una linterna. ¿Eso le alivió el dolor de cabeza? No.
Mientras hacía lo posible por evitar la luz, aprovechó la oportunidad para echar
un vistazo a la habitación y se quedó atónita cuando vio a Kimber, Dalton, Kyla y Wes
de pie junto a la pared del fondo del pequeño espacio, mirándola con tanta
preocupación como Holden. ¿Estaban todos aquí por ella?
Cuando el médico terminó de torturarla con la luz, le comprobó los latidos del
corazón y el pulso, luego le pasó los dedos por debajo del pelo y pareció disfrutar
hurgándole en el bulto de la nuca.
—Todo parece estar bien —dijo finalmente, dando un paso atrás para saludarla
con la cabeza—. Pero tiene una conmoción cerebral leve, así que quiero que se quede
aquí esta noche para que podamos vigilarla.
103
—Vi al tirador y no era Isaac, si eso es lo que estás preguntando. Pero eso no
significa que no contratara a alguien. No fue un tiroteo al azar. Ese coche estaba
aparcado al otro lado de la calle y salió en cuanto salimos de la cafetería. Ese tirador
nos estaba apuntando. Otro centímetro en una dirección u otra...
Kendall sabía por qué Holden podía pensar que Isaac estaba involucrado, pero
eso no podía ser cierto. El FBI podría querer hacer todo lo posible para ayudar a
asegurar su tapadera, pero ni siquiera Isaac intentaría matarla para conseguirlo.
—De ninguna manera —dijo—. Puede que mi ex sea un capullo integral, pero no
conoce a gente con armas automáticas. Y definitivamente no tiene dinero para
contratar a alguien que nos mate. Demonios, la mitad de las veces que salimos, acabé
pagando yo. Sería bonito pensar que estuvo involucrado, pero no fue él.
Holden parecía más que dispuesto a discutir ese punto, pero su teléfono sonó
antes de que pudiera decir nada. Parecía enfadado por la interrupción, pero como ya
le había dicho antes, no contestar al teléfono no era una opción para él. Aún así, le
sorprendió la confusión que cruzó su rostro cuando vio el número que aparecía en la
pantalla.
Finalmente accedió a que Kyla le trajera un libro para leer cuando se asomó entre
las mujeres y vio a Holden en el pasillo. Seguía hablando por teléfono y parecía
enfadado. No pudo oír lo que decía, pero por la tensión de su cuerpo se dio cuenta de
que estaba a punto de ponerse hecho un basilisco con quienquiera que estuviera al otro
lado de la conversación.
Kendall aún estaba intentando averiguar de qué iba aquello cuando sonó el móvil
de Dalton. Aún lo estaba cogiendo cuando también sonó el de Wes. Ambos echaron
un vistazo a la pantalla de llamadas y salieron a los pasillos para contestar.
104
—¿Qué pasa? —preguntó Kendall, repentinamente preocupada al ver que sus
amigas se ponían visiblemente tensas.
—Que todos los chicos reciban llamadas al mismo tiempo suele ser señal de una
convocatoria con poca antelación —susurró Kimber, con los ojos clavados en Dalton—
. Van a alguna parte.
—Eso no significa nada —dijo Kyla—. Llevo suficiente tiempo con ellos como
para saberlo.
Kendall rezó para que estuvieran equivocadas, pero treinta segundos después,
Holden, Dalton y Wes entraron, con miradas sombrías en sus rostros.
Kendall oyó que Wes y Dalton hablaban en voz baja con Kyla y Kimber,
probablemente diciendo palabras parecidas a las de Holden. Ella asintió con la cabeza,
queriendo hacer todas las preguntas que sabía que él no podía responder. ¿Adónde
iba? ¿Era seguro? ¿Cuándo volvería? —Se mordió la lengua, no quería perder el
tiempo con cosas sin importancia.
Kendall rezó para que tuviera razón. Porque en aquel momento, lo único que le
importaba era que Holden volviera sano y salvo.
105
Entonces la realidad se le vino encima, al darse cuenta de que el sospechoso
número uno del FBI desaparecía sólo unos días antes de la subasta de la Dark Web.
Isaac iba a cabrearse.
106
Capítulo 15
HOLDEN ESTABA SENTADO en la zodiac con Wes, sorteando el oleaje del
océano y estudiando el barco que tenían delante mientras avanzaba hacia el oeste, en
dirección a la bahía de Baler, en la costa oriental de la mayor de las islas Filipinas. Las
luces de marcha del carguero de la clase Buffalo Soldier estaban encendidas, lo que
hacía que todo pareciera completamente normal, pero era imposible pasar por alto que
no había ni un alma deambulando por las cubiertas del carguero. Y teniendo en cuenta
que se suponía que había una tripulación de veintiún marineros contratados a bordo,
la falta de movimiento le preocupaba sobremanera. Era muy probable que la mayoría
de ellos ya hubieran sido ejecutados.
107
En la otra zodiac con Sam y Noah, Dalton respondió con un bajo:
—Entendido.
—¿De qué estás hablando? Has recibido las mismas instrucciones que yo. Vamos
a abordar una nave para acabar con un número desconocido de terroristas, con suerte
sin que nos conviertan en una gran niebla roja.
—Sé lo que se supone que tenemos que hacer en esta misión. Te estoy
preguntando qué demonios te ha estado comiendo desde que salimos de San Diego. Y
no intentes decirme que no es nada. Te conozco lo suficiente como para reconocer
cuando algo te tiene cabreado. ¿Esto es por lo que pasó con Kendall y ese tiroteo?
Holden apretó la mandíbula. No estaba enfadado con Wes. Estaba enfadado con
el hombre que mandó a Kendall al hospital.
108
—No fue un tiroteo al azar —dijo—. Fue una advertencia. Aunque si Kendall y
yo hubiéramos acabado muertos, a McKinney también le habría parecido bien.
La forma en que Wes lo dijo hacía que sonara como si la gente que intentaba
matar a Holden fuera algo cotidiano. Lo cual, ahora que lo pensaba, se acercaba
bastante a la verdad. Excepto que este no era un terrorista buscando poner una bala en
él. Era alguien que nunca hubiera esperado.
—Él fue quien me llamó al hospital —dijo Holden—. Quería asegurarse de que
yo supiera que fue él quien envió a esos tipos a por mí. El hecho de que Kendall
estuviera conmigo era irrelevante para él.
Wes lo miró fijamente. Al menos, eso parecía. Era difícil saberlo con las gafas de
visión nocturna puestas.
—¿Por qué demonios McKinney trataría de matarte? Sé que se puso feo allí por
un tiempo, pero dijiste que es como un padre para ti o algo así. Además, robaste para
él esa pequeña pieza de tecnología.
Decir que las cosas se habían puesto feas con McKinney cuando él y Wes pidieron
prestado el equipo para irrumpir en la oficina de Kimber era quedarse corto.
McKinney asumió erróneamente que iba a volver a trabajar para el viejo de forma
permanente. Cuando Holden le informó de que no era así, Wes y él se habían
enzarzado en una pelea con los matones de McKinney.
Hubo un momento en el que Holden pensó que la única forma de que la situación
acabara era con la muerte de alguien. Probablemente más de unos pocos alguien. Pero,
afortunadamente, la pelea terminó antes de llegar a eso. Holden supuso que McKinney
había aceptado la realidad de que robar algo para él a cambio de usar el equipo fue un
trato de una sola vez.
—Sospecho que McKinney está nervioso de que la gente a la que robamos esa
cosa lo encuentre a través de mí. Dijo que el tiroteo era un recordatorio del alcance que
tiene y que, si hago algo estúpido como delatarlo, me matará. Creo que eso es mentira.
109
Pienso que quería que sus matones me mataran ayer y como no lo hicieron, lo llama
advertencia.
Se estaban acercando a la nave de municiones, así que no había tiempo para una
respuesta compleja. Él levantó su lanzagranadas de 40 mm, comprobó que el seguro
estaba desactivado, a continuación, dio la respuesta más simple que podía.
Holden sabía que Wes estaba a punto de comprometerse a ayudar en algo que
probablemente acabaría con ambos en la cárcel. Si tenían suerte. Por mucho que
apreciara eso, Holden no podía dejarle hacerlo. Antes de que Wes pudiera decir nada,
encendió su comunicador y dio a Dalton la orden de seguir adelante, luego volvió a
centrar su atención en su objetivo, apretó el gatillo del lanzagranadas y lanzó el gancho
de agarre por encima de la barandilla a doce metros por encima de él. Se oyó un ruido
sordo, apenas audible, y luego volvió a tirar del cable de acero, colocó las garras
recubiertas de espuma en el espacio entre dos barandillas y enganchó el pequeño
elevador motorizado.
—Vamos a disparar a algo —dijo, pulsando el botón del elevador y dejando que
lo sacara de la barca y lo subiera por el costado de la nave de municiones.
***
Había cuatro terroristas en el puente apuntando con sus armas al capitán del
barco y a dos de sus oficiales superiores, obligándoles a navegar con el buque cada vez
más cerca de la bahía de Baler. Otros dos miembros de la tripulación yacían muertos
en cubierta.
Wes y él no se anunciaron, no intentaron que los otros hombres soltaran las armas
o se entregaran. Simplemente entraron en el puente y dispararon a los cuatro
terroristas en la cabeza.
Los ojos del hombre estaban clavados en los cuerpos del suelo, aparentemente
hipnotizado por los crecientes charcos de sangre. Finalmente, volvió la vista hacia él y
hacia Wes.
110
—Al menos media docena que yo haya visto, pero probablemente haya más —
Canoso, de piel desgastada por la intemperie, tenía barba y bigote. Señaló hacia la
parte delantera del barco—. Están todos en las bodegas de carga principales,
preparando las municiones para hacerlas explotar. Encerraron a la mayoría de la
tripulación en uno de los contenedores MIL-CON de la cubierta superior, pero se
llevaron a algunos de los ingenieros con ellos bajo cubierta. Aunque no sé por qué.
Holden podía pensar en varias razones por las que los terroristas querrían un
puñado de ingenieros de la nave y ninguna de ellas era buena. Hizo a un lado esos
pensamientos y transmitió la limitada información que tenía a Dalton y sus chicos, y
luego ayudó a Wes a retirar los cuatro cadáveres. Era dudoso que los terroristas del
puente llevaran algún tipo de artefacto explosivo improvisado, pero la única forma de
asegurarse era registrar los cadáveres. Una vez hecho esto, comprobaron las armas de
los terroristas y se las entregaron a la tripulación de la nave.
—Atrinchérense aquí —le dijo Holden al capitán—. Si alguien intenta entrar que
no parezca un Navy SEAL, mátenlo.
—No a las tres cosas. No quiero hacer nada que pueda dar a los terroristas
restantes una pista de que la situación ha cambiado.
—Recuerda vigilar a qué disparas ahí abajo —le recordó Holden en voz baja—.
Algunos explosivos no se llevan bien con las balas, ni siquiera con las que estamos
disparando.
9
N. del T.: Mediterranean Shipping Company. Primera empresa del mundo de buques contenedores.
111
Wes se volvió para mirarle.
—Entonces supongo que tendré que tener cuidado y asegurarme de que llegas a
casa de una pieza, sin daños.
Holden oyó al primer grupo de terroristas mucho antes de verlos rodear una pila
de dos mil bombas en palés. Había tres terroristas y un ingeniero tendiendo cables
desde el compartimento contiguo a éste. Las cargas explosivas ya estaban colocadas y
Holden no quería ni imaginarse lo que le ocurriría a la nave, y a sus compañeros, si
aquella enorme pila de bombas estallaba a la vez.
Uno de los terroristas le vio y Holden abrió la boca para gritar una advertencia,
al tiempo que echaba mano a la pistola que llevaba enfundada en la cadera.
Holden acabó con él mientras Wes se ocupaba de los otros dos. El pobre ingeniero
se quedó congelado en el sitio, con los ojos abiertos como platos.
112
—No se preocupe por nada de eso —murmuró Holden en voz baja, como si
estuviera hablando con un niño—. Quédese aquí, ¿vale?
Cuando el hombre asintió con la cabeza, Holden se dio la vuelta y alcanzó a Wes.
En su auricular, Dalton anunció que su equipo se dirigía hacia la popa de la nave,
eliminando objetivos a medida que los encontraban. El capitán había subestimado
drásticamente el número de terroristas implicados en este secuestro. Había mucho más
que media docena de tipos malos ahí abajo.
Holden oyó a Dalton gritar órdenes por la radio y se dio cuenta de que sus
compañeros estaban en apuros. Sonaba como si estuvieran inmovilizados en uno de
los compartimentos de proa, justo delante de ellos.
Como si sintieran que estaba allí, los cinco se volvieron hacia él. Podría haberse
tirado a un lado, intentar rodar hasta la caja más cercana. Pero en lugar de eso, caminó
hacia ellos, levantando su arma y disparando lentamente un tiro certero tras otro.
Dalton, Wes, Noah y Sam lo mantendrían con vida el tiempo suficiente para
hacerlo.
113
Ahora que lo pensaba, tal vez era una locura confiar tanto en alguien.
Siguió adelante de todos modos, disparando hasta que no quedó nadie de pie
frente a él. Cuando terminó, se hizo el silencio, sólo roto por el horrible zumbido en
los oídos al disparar en los estrechos y resonantes confines de la bodega del barco.
Noah revisó los cuerpos mientras Dalton y Sam desaparecían hacia la popa del
barco, dirigiéndose a desactivar los artefactos explosivos.
—Eso ha sido una locura, salir abiertamente como Wyatt Earp —dijo Wes,
lanzándole una mirada de reproche—. Estoy bastante seguro de que Kendall no
consideraría eso tener cuidado.
Holden hizo una mueca. Wes tenía razón. No había sido muy cuidadoso.
—Eso no debería ser muy difícil, ya que el Cuartel General va a poner una gran
pegatina de Clasificado sobre toda esta misión —dijo Wes—. Pero probablemente
necesites dejar de actuar como si fueras un tipo soltero sin nada que perder porque
ambos sabemos que eso ya no es verdad.
Hubo un tiempo en que un largo vuelo a casa tras una misión no significaba más
que una oportunidad para recuperar el sueño. Pero esta vez sabía que pasaría cada
segundo pensando en volver con Kendall... y en todas las cosas que harían cuando
estuviera allí.
Menos mal que los pantalones del uniforme le quedaban holgados, porque el
viaje de vuelta a casa iba a ser una agonía.
114
Capítulo 16
—PAPÁ, HICISTE mucho trabajo encubierto, ¿verdad?
¿Quién mejor para darle consejos que alguien que había hecho el trabajo?
—Sí, sabes que lo hice —dijo su padre—. Recuerdo que tú y tu madre solíais
odiarlo, también.
Eso era bastante cierto. Entre estar preocupada por él y nunca saber cuándo
volvería a casa, ella y su madre eran un desastre.
—¿Por qué lo preguntas? —dijo—. ¿Tiene algo que ver con el caso en el que estás
trabajando?
—Sí. —Kendall se sentó en el sofá con las piernas cruzadas—. ¿Alguna vez
estuviste en una situación en la que te sentiste como...
Kendall casi se rió al oír el apodo que le puso desde que tenía seis años, cuando
se comió una bolsa entera de cacahuetes en el zoo en vez de dársela a los animales.
Había intentado que dejara de llamarla así, sobre todo después de empezar el instituto,
pero nunca lo consiguió. Al menos nunca lo hizo delante de ninguno de sus novios.
—No, no pasa nada —mintió—. Sólo quería saber si alguna vez trabajaste
encubierto en un caso en el que empezaste a pensar que quizá la persona a la que tenías
que meter en la cárcel no era el malo que se suponía que era.
115
Su padre la miró pensativo.
—Cacahuete, ¿en qué demonios te has metido? ¿Y necesitas que vaya a ayudarte?
Ella dejó escapar un sonido que era mitad bufido, mitad risa. Su padre hablaba
en serio. Si pensara que necesitaba ayuda, estaría en el próximo avión a California con
su placa y su arma reglamentaria.
Contarle a su padre de qué iba el caso sin darle detalles era complicado. Le dijo
que estaba investigando un robo y que el sospechoso no se comportaba como el típico
delincuente.
Kendall dudó. Si decía demasiado, su padre iba a sumar dos más dos y a darse
cuenta de lo jodida que estaba.
—¿Qué más?
—Me dio un sitio donde quedarme cuando parecía que ese mismo ex había
destrozado mi apartamento —dijo ella.
—¿Algo más?
—¿Estuviste en un tiroteo?
116
Kendall se encogió. Casi esperaba que su padre cerrara Skype y se subiera a un
avión en ese momento. Puede que fuera una agente del FBI con toda la formación
necesaria para cuidar de sí misma, pero seguía siendo su hija pequeña. Pero aparte de
murmurar una maldición en voz baja, estaba sorprendentemente tranquilo.
—No te preguntaré cómo estás porque veo que estás bien. Físicamente, al menos.
Así que me ceñiré al caso —dijo—. ¿Te acuestas con el sospechoso?
—Es posible —dijo ella en voz baja, y luego se apresuró antes de que él pudiera
decir algo más—. Pero esa no es la razón por la que tengo problemas con esta misión.
Admito que el tipo tiene un pasado turbio y que hay muchas posibilidades de que
hiciera exactamente lo que el FBI cree que hizo, pero en el fondo sé que tiene que haber
una razón para ello. Es un buen hombre que ha sido puesto en una mala posición.
Ahora mismo, está en algún agujero de mierda del mundo arriesgando su vida por
gente que ni siquiera sabe que él existe.
Su padre suspiró.
Kendall se preparó para el sermón del siglo, aquel en el que su padre insistía en
que un policía siempre anteponía la ley a todo lo demás. Ya lo había oído bastante en
la mesa durante su infancia. Por mucho que no quisiera oírlo ahora, sabía que lo iba a
oír.
—¿Qué te dice tu instinto que hagas con este tipo? ¿Protegerlo o encerrarlo?
Ella frunció el ceño. ¿La primera vez que acudía a su padre para pedirle consejo
sobre el trabajo y él la despachaba preguntándole qué le decía su instinto?
117
—Sé que esperas que te diga cómo manejar esta situación, pero no funciona así.
Eres la única persona que tiene toda la información sobre lo que está pasando
realmente y que conoce a este tipo. Eso te convierte en la única que puede decidir qué
hacer.
—Lo siento, niña. El único consejo que tengo es el que ya te he dado. Sigue tu
instinto. Es lo que te ha traído hasta aquí. Y mientras hagas lo que creas correcto,
siempre estaré de tu lado.
—Esperemos que encuentres la manera de evitar que eso ocurra —dijo riendo de
nuevo, esta vez con menos diversión. Ambos sabían que si esto lo manejaba mal, se
metería en un buen lío y lo máximo que podrían hacer sus padres sería visitarla los
fines de semana.
Kendall seguía pensando en eso treinta minutos después, cuando alguien llamó
a la puerta. Consideró la posibilidad de no contestar, pensando que quien fuera a ver
a Holden no estaría interesado en verla a ella. Además, no estaba de humor para ver a
nadie. Entre la preocupación por Holden y la conversación con su padre, estaba a
punto de volverse loca.
Pero quienquiera que fuese volvió a llamar, esta vez más fuerte.
—Sabemos que estás ahí —gritó Kimber—. Y sabemos que necesitas compañía.
Así que abre la puerta. Porque no vamos a ninguna parte.
Kendall apoyó la frente en la puerta y cerró los ojos. Qué había hecho para
merecer amigas tan increíbles
***
118
—¿Cómo haces para no volverte loca? —Preguntó Kendall. Las palabras le
salieron más quejumbrosas de lo que hubiera preferido, pero Kimber y Kyla no
parecieron darse cuenta—. Acabo de conocer a Holden y ya me vuelve loca cuando
tiene que irse así. ¿Cómo lo llevas tú?
—Para empezar, tienes que tener en cuenta que yo no tengo mucha más
experiencia en esto que tú —Se sentó en el lado opuesto del sofá y cogió los palillos—
. Dalton y yo llevamos poco tiempo juntos, así que todavía estoy aprendiendo a lidiar
con su trabajo.
—La verdad es que no. Estoy tan alucinada como tú. Es sólo que he aprendido
algunos mecanismos de defensa y eso marca la diferencia.
Kimber se rió.
—¿Entonces qué?
—Primero, tienes que confiar en que Holden y los demás chicos del Equipo SEAL
5 son los mejores del mundo en lo que hacen. Nadie entrena más duro que ellos y nadie
tiene un Equipo tan unido ni tan protector entre sí. Todos salen como un Equipo y
todos vuelven como un Equipo.
Kendall podía creerlo. Nunca había visto a Holden en combate real, por
supuesto, pero si la forma en que se comportó en el tiroteo del otro día era un indicio,
sin duda era bueno bajo presión. Y no había duda de que estaba muy unido a sus
compañeros. Ella sólo podía imaginar lo duro que lucharían los unos por los otros.
Kimber apuntó con sus palillos a Kyla, luego a Kendall, luego a sí misma.
119
—Esto. Estar con otras personas. Juntarse a ver una película, cenar, hablar y reír.
—Por eso hemos venido esta noche —dijo Kyla—. Para que sepas que estamos
aquí para ayudarte. Y para que sepas que no sólo somos Kimber y yo. Si necesitas
hablar o compañía, puedes llamarnos a cualquiera de nosotras. Felicia, Hayley, Lyla,
Bristol. Todas sabemos lo que es preocuparse y esperar.
Kendall las miró asombrada, preguntándose de nuevo qué había hecho para
merecer su amistad. Eso la hizo sentirse aún peor de lo que ya se sentía, y por un
momento casi quiso decirles que no era digna de nada de eso. Que era una agente del
FBI que mentía a todo el mundo, especialmente a Holden, para meterlo en la cárcel.
Abrió la boca, sin saber qué decir, pero con la necesidad de decir algo, cuando
Kimber se rió y agitó la mano.
Era una buena idea. Necesitaba ordenar sus pensamientos y averiguar hacia
dónde se dirigía todo esto. Había estado a punto de soltarlo todo.
—¿Qué voy a hacer con Wes? —dijo—. Me aterroriza estar tan firmemente
atrapada en la zona de amigos que él nunca me vea como algo más que la chica
desordenada que su Equipo ha tomado bajo su ala. Lo juro, es como si ni siquiera se
diera cuenta de que soy una mujer.
10
N. del T.: Marca de crema batida hecha con ingredientes naturales.
120
A Kyla se le llenaron los ojos de lágrimas.
—Entonces, ¿por qué no me invita a salir, maldita sea? Hago todo lo posible para
que sepa que me gusta, pero no hace nada al respecto.
Cualquiera diría que Kendall le dijo a Kyla que corriera desnuda por Main Street
llevando una espada en llamas y un paquete de perritos calientes. La chica se sonrojó
tanto que Kendall pensó que se desmayaría.
—Yo soy el ejemplo perfecto —Levantó las piernas, apoyó los pies descalzos en
el borde del asiento y se abrazó las rodillas—. Me quedé embarazada cuando Dalton
y yo estábamos saliendo. Ninguno de los dos habíamos pensado mucho hacia dónde
iba nuestra relación, si es que iba a ir a alguna parte. Él se fue a un largo despliegue
cuando me enteré de que iba a tener un hijo y, como no quería que se sintiera obligado,
me fui de San Diego sin decirle que iba a ser padre. Pensé que estaba haciendo lo
correcto.
121
Kimber suspiró.
Kimber apoyó los pies en el suelo y se inclinó hacia delante, apoyando los
antebrazos en los muslos.
—No tengo ni idea de qué clase de mentira le habrás contado a Holden, pero si
te preocupas por él y crees que podrías tener un futuro con él, y que esta mentira le
hará daño y os separará a los dos, entonces tienes que decirle la verdad. Antes de que
sea demasiado tarde.
No era Holden.
—Es uno de mis profesores —dijo a Kimber y Kyla—. Tengo que contestar.
122
—No me molesté en decírtelo porque he estado demasiado ocupada intentando
averiguar si hay alguna conexión entre el tiroteo y el robo —dijo.
No era mentira. Era una de las cosas que le habían estado dando vueltas en la
cabeza sin parar durante las últimas veinticuatro horas.
—Entonces, ¿qué tienes? ¿Hay alguna posibilidad de que ese tipo para el que
Lockwood trabajaba en San Fran sea el responsable del tiroteo?
Kyla se sorprendió.
Kendall se rió, sintiéndose como una mierda por mentir a sus amigas, otra vez.
123
—Entonces, ¿vamos a ver esta película o qué?
124
Capítulo 17
KENDALL NO TENÍA ni idea de qué hora era cuando oyó que alguien abría la
puerta del dormitorio. Su primer instinto fue coger la pistola que llevaba escondida en
la pequeña bolsa de deporte debajo de la cama, pero luego se detuvo. No sabía muy
bien por qué, pero esos mismos instintos que la llevaron a coger un arma la habían
hecho detenerse.
Kendall se dio la vuelta y vio la silueta familiar de Holden en la puerta. Era una
locura pensar que en una sola semana había llegado a conocerlo tan bien que podía
identificarlo casi en plena oscuridad, pero instintivamente supo que era él. Se acercó
lentamente y encendió la lámpara de la mesita de noche, asombrada por el alivio que
sentía al ver a Holden de una pieza.
—Lo siento —dijo él en voz baja, inclinándose para dejar las botas junto a la
puerta del armario—. No quería despertarte —no quería molestarla. ¿Era eso dulce o
qué?
Kendall negó con la cabeza mientras se incorporaba. Miró el reloj y vio que
apenas eran más de las cinco de la mañana, pero ver a Holden sano y salvo la despertó
por completo.
La expresión de la cara de Holden le hizo pensar que ella lo decía para que se
sintiera mejor por haber llegado a una hora tan intempestiva, pero no era así. Aunque
se quedó hasta tarde viendo películas con Kimber y Kyla la noche anterior, y luego fue
de compras con ellas ese día, Kendall había estado demasiado preocupada por Holden
como para dormir.
Abrió la boca para decirle que tenían que hablar, que había muchas cosas que le
estaba ocultando, pero las palabras se le atascaron en la garganta al ver la expresión
de su cara.
—¿Qué?
125
—Llevas puesta mi camiseta —dijo él, con voz ronca.
Ella miró hacia abajo, y entonces recordó que se había acostado con una de sus
camisetas de SEALs of Coronado. Le quedaba enorme y le llegaba a medio muslo.
Holden cruzó la habitación y se colocó junto a la cama, con una mirada ardiente.
—Me alegro de que estés a salvo —susurró ella—. Y me alegro mucho de que
estés en casa. Pero esperaba que pudiéramos hablar un poco antes.
Todo lo que había querido decirle salió volando por la ventana. Porque si bien
era muy importante hacerle entender que no había tenido la intención de traicionarlo,
asegurarse de que supiera lo mucho que significaba para ella era mucho más
importante. Al menos ahora.
126
—No pasa absolutamente nada —murmuró, bajándole la cara de preocupación
y besándole suavemente aquellos labios perfectos—. Sólo quería decirte lo mucho que
te he echado de menos y lo mucho que significa que estés de vuelta en casa conmigo.
—¿Tú y casa? Creo que me gusta cómo suenan esas dos palabras juntas.
Impresionante.
No tanto como su erección, pero aun así... ¿besarse y desvestirse? Supuso que los
Navy SEALs estaban entrenados para hacer de todo.
127
posible. Luego sacó el dedo húmedo y empezó a hacerle pequeños círculos en el
clítoris. Ella se retorció contra él y sus gemidos se convirtieron en un largo y agudo
chillido.
Cuando Holden terminó, ella estaba tan agotada que lo único que podía hacer
era desplomarse sobre sus manos y rodillas, con todos los músculos de su cuerpo
temblando. No estaba segura de si tuvo orgasmos múltiples o un clímax realmente
largo con muchos picos y valles. Nunca se había corrido tantas veces en su vida, así
que lo aceptaría, independientemente de los tecnicismos.
Siempre había pensado que la chica encima era su postura favorita, pero ahora
que Holden estaba así detrás de ella, estaba dispuesta a cambiar de opinión.
—Vale, alguien tiene que llamar a los editores del Kama Sutra y decirles que
añadan esta postura al libro lo antes posible porque esto es increíble.
128
Kendall no estaba segura de cómo lo había hecho, pero, de algún modo, giró el
cuerpo lo suficiente como para besarle mientras se deshacía en sus brazos. Fue el
clímax más delicioso que jamás experimentó. Se desmadejó mientras él se corría con
ella, sus fuertes brazos la apretaban tanto que sabía que lo sentiría mañana.
Acabaron entrelazados con las piernas flojas de lado sobre la cama, el peso de él
presionándola cómodamente contra el colchón, su piel tan cálida contra la de ella que
parecía una manta, su boca murmurando palabras indistintas pero perfectas en su
oído. Kendall sabía que había cosas de las que tenían que hablar, pero en aquella
situación no había forma de que arruinara aquel momento.
***
Holden estaba seguro de que sólo llevaba cinco minutos dormido cuando sintió
la mano de Kendall en su hombro, sacudiéndole.
La idea de que Kendall lo despertara para hacer el amor de nuevo era atractiva,
pero entre la misión y la bienvenida a casa que le había dado, estaba completamente
agotado.
Levantó la cabeza lo suficiente para ver el reloj. Mierda, aún no eran las 11:00.
Llevaban dormidos menos de una hora. Había salido de San Diego a las 16.00 , cuatro
de la tarde, del martes y estuvo casi tres días sin parar. Con el cambio de hora y toda
esa mierda de volar hacia atrás en el tiempo, había llegado a casa a las tres de la
madrugada del jueves, lo que sólo eran dos días desde la perspectiva del huso horario
de San Diego.
Las palabras, el tono y la forma frenética en que le sacudía acabaron por sacarlo
del sueño. Se levantó sobre el codo y miró alrededor de la habitación, intentando
129
averiguar qué pasaba, pero no vio nada fuera de lugar. Kendall estaba sentada a su
lado en la cama con su camiseta de los SEALs de Coronado y unos pantalones cortos de
correr. Ambos se habían puesto algo de ropa hacía un rato, después de descubrir que
dormir juntos desnudos sólo daba lugar a más sexo. No es que la ropa ayudara mucho.
Kendall estaba muy sexy con esos pantalones cortos.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba agarrando el móvil con tanta
fuerza que tenía los nudillos blancos. Mierda, estaba muy asustada. Cualquier
pensamiento sobre el culo sexy de su novia desapareció. No sabía lo que era, pero algo
iba mal.
Ella hablaba tan rápido que él apenas podía entender qué demonios estaba
diciendo. Sin embargo, reconoció el pánico cuando lo vio.
Holden no se dio cuenta de que había dejado de respirar hasta que el pecho
empezó a arderle por contener el aire. Por fin lo soltó, al tiempo que se le retorcían las
tripas. ¿Cómo demonios podía saber Kendall que había robado algo en San Francisco?
Y lo que era más importante, ¿cómo sabía ella lo que había robado si él no lo sabía?
—No soy quien crees que soy —Su voz era tan suave que apenas podía oírla—.
Te he estado mintiendo todo el tiempo. No sobre todo. Pero sobre muchas cosas.
La cabeza le daba vueltas. ¿Qué demonios quería decir con que ella no era quien
él creía que era?
—Holden, soy...
130
Lo que estaba a punto de revelar fue interrumpido por un violento estruendo en
la sala de estar, seguido inmediatamente por fuertes gritos. Se movió instintivamente
y saltó de la cama para interponerse entre los intrusos y Kendall, preparándose para
atacar con la única arma de que disponía: las manos.
Antes de que pudiera preguntar de qué estaba hablando, cuatro hombres con
uniformes tácticos de color verde oliva entraron por la puerta de la habitación,
apuntándoles a él y a Kendall con carabinas M4.
—¡No os mováis! —ordenó uno de ellos, mientras los otros tres se desplegaban
formando un semicírculo a su alrededor.
Holden trató de mantener su cuerpo entre Kendall y las armas, pero ella lo sujetó
con fuerza, negándose a moverse.
Él vio el parche del FBI pegado con velcro a la parte delantera del uniforme más
cercano casi al mismo tiempo que salían las esposas. La sensación de hundimiento que
tenía en las tripas le llegó hasta los huevos. Algo iba jodidamente mal.
¿Está bien?
Por su vida, él no podía entender cómo ella podía pensar que algo de esto estaba
bien. O qué demonios estaba pasando.
—¿Kendall? —dijo, girándose para mirar a la mujer con la que había pasado la
mañana haciendo el amor, suplicando con esa sola palabra una explicación.
Pero ella se limitó a mirarlo fijamente, con el sonido ensordecedor de las esposas
al encajar en sus muñecas.
131
Holden giró la cabeza para ver a alguien que nunca habría esperado.
Holden quería darle un puñetazo en la cara a aquel imbécil, aunque tuviera que
arrastrar consigo a los cuatro matones del SWAT del FBI. Pero al final, lo único que
pudo hacer fue mirar fijamente a la mujer que tenía delante mientras la realidad de la
situación se abalanzaba sobre él.
Kendall era una agente del FBI que estaba allí para meterlo en la cárcel. Todo lo
que había pasado entre ellos durante la última semana fue una completa y jodida
mentira. Ella nunca sintió nada por él. Sólo lo folló y le engañó hasta que la caballería
pudiera aparecer y arrestarlo.
Estaba a punto de estallar contra ella, tan cabreado que no podía ver bien, cuando
la mirada de ella se encontró con la suya. Las palabras murieron en su garganta.
Holden no entendía una maldita palabra de lo que decían los dos federales, y
estaba a punto de preguntar qué demonios querían de él, cuando Isaac hizo un gesto
con la mano hacia la puerta.
132
—Sacadle de aquí. Apenas tenemos más de veinticuatro horas para conseguir
que hable.
Kendall observó inexpresivamente cómo los matones del SWAT del FBI lo
arrastraban hacia la puerta. Aquella completa falta de emoción en su rostro dolía más
que su traición. Ella había jugado con él y él nunca lo vio venir.
133
Capítulo 18
—TE PREGUNTARÍA EN QUÉ demonios te has metido, pero a juzgar por las
esposas, creo que la respuesta es obvia.
Holden se encogió de hombros lo mejor que pudo, teniendo en cuenta que aún
tenía las manos encadenadas y sujetas a la parte superior de la mesa.
—Es complicado, señor, y no es algo que se pueda arreglar —Lanzó una rápida
mirada al espejo unidireccional antes de volverse hacia su comandante—.
Probablemente no debería estar aquí, señor.
Mack era un hombre que nunca se había contenido cuando le apetecía dar una
paliza a sus hombres, así que Holden se sorprendió cuando entró en silencio en la sala
de interrogatorios y cerró la puerta tras de sí.
—No hay nadie detrás del cristal. Eso formaba parte del acuerdo al que llegué
antes de entrar aquí.
Holden asintió con la cabeza. Los federales podrían haber mentido y colado a un
agente en la otra sala después de que entrara Mack. Diablos, podrían tener encendido
un dispositivo de grabación. Este lugar probablemente estaba lleno de ellos. Pero
confiaba en su jefe. El hombre había sobrevivido a su tiempo en el campo de batalla
porque era inteligente. Sabía cómo protegerse a sí mismo y a sus hombres. Lo que
significaba que había tomado las medidas adecuadas para asegurar su privacidad.
—Entonces, ¿qué es lo que el FBI espera que hagas? —preguntó aunque ya tenía
una idea bastante clara. No había reloj en la habitación, así que no podía decir con
exactitud cuánto tiempo llevaban interrogándole, pero habían pasado al menos entre
ocho y diez horas. Siempre las mismas preguntas una y otra vez por parte de varios
interrogadores desde distintos ángulos.
134
¿Dónde está el objeto que robaste?
¿A quién se lo diste?
¿Cómo se llamaba el jefe del crimen organizado con el que viviste cuando eras
adolescente?
Como se negaba a entablar cualquier tipo de conversación con ellos, Holden sabía
que en algún momento cambiarían de táctica y traerían a alguien que creyeran que
podía hacerle hablar. Al parecer, Mack era ese alguien.
—Me dijeron que robaste algo de la NSA. Algo crítico para la seguridad nacional
—Mack se sentó y apoyó el tobillo en la rodilla opuesta—. Quieren que te convenza
para que les digas dónde lo escondiste o a quién se lo diste.
—He oído a uno de los agentes decir que el FBI ha tenido un agente encubierto
contigo durante la última semana. ¿Es cierto?
Holden asintió con la cabeza, con el pecho apretado como si estuviera en una
prensa. Al menos Mack no sabía que él y Kendall se habían acostado.
135
—Mierda, Holden, sabes que probablemente te enfrentas a cadena perpetua,
¿verdad? —preguntó Mack—. Si no te ejecutan por traición.
La verdad era que no tenía ni idea de lo que iba a hacer. Había robado esa maldita
cosa de la NSA porque era la única manera de ayudar a un amigo a salvar la vida de
su pequeña. Su carrera, su libertad y su vida habían desaparecido por ello. Si confesaba
todo, iría a la cárcel de por vida. Si no decía nada, iría a la cárcel de por vida. En
cualquier caso, estaba jodido.
Su única esperanza era que si esperaba hasta el último momento para decirle al
FBI lo que querían saber, podría hacer un trato con ellos y salir de la cárcel antes de
empezar a usar un andador. Sin embargo, no se trataba sólo de él. No tenía ni idea de
lo que podía hacer la cosa que había robado, pero debía de ser algo que ponía en
peligro a los Estados Unidos si los federales estaban tan desesperados por recuperarla.
Lo que significaba que también ponía en peligro a todas las personas que le
importaban.
Sabía que era jodidamente estúpido seguir preocupándose por ella después de lo
que había hecho, pero lo hacía.
Pensó que había encontrado algo especial con Kendall. Que tal vez finalmente
conoció a alguien que se preocupaba por él lo suficiente como para estar allí cuando
volviera a casa de cualquier agujero de mierda en el que hubiera estado. Incluso se
convenció a sí mismo en los tranquilos rincones de su mente que estaba enamorado de
Kendall, y que tal vez, ella podría estar enamorándose de él.
136
***
—Quizá porque soy idiota.
Kendall suspiró, deseando poder simplemente desaparecer en la tela del sofá del
salón de Holden. Habría sido más fácil que enfrentarse a las miradas suspicaces de las
personas a las que llegó a considerar amigas, personas que querían saber por qué no
le había contado la verdad a Holden a tiempo para que él pudiera hacer algo para
arreglar la situación.
Kimber le había enviado un mensaje de texto hacía una hora que constaba de tres
simples palabras.
¿Es verdad?
137
Kendall ni siquiera tuvo que pensar. Sí.
Quiero hacerlo, pero no sé cómo. Las palabras se desdibujaron mientras los ojos se
le llenaban de lágrimas. Eso le había pasado mucho hoy.
¿Dónde estás?
Casi le daba miedo decir que estaba en casa de Holden. Que estaba allí porque
quería sentirse cerca de él. Cuando le dijo la verdad a Kimber, su respuesta había
conmocionado a Kendall.
Kendall había supuesto que con “nosotras” Kimber se refería a Kyla y a ella. Se
quedó atónita al ver que cuatro SEALs vinieron con ellas. Eso fue hacía media hora.
—Soy agente del FBI y ésta era mi primera misión encubierta —dijo en voz baja—
. No tenía ni idea de qué demonios estaba haciendo. Lo único que sabía era que tenía
que averiguar para quién había robado Holden el juguete tecnológico de la NSA y
dónde estaba. Nunca planeé enamorarme de él. Se suponía que eso no pasaría. Cuando
me di cuenta de que estaba enamorada de él, ya era demasiado tarde. Traté de
advertirle, pero mi jefe se puso nervioso. Lo siguiente que supe fue que un equipo
SWAT estaba entrando por la puerta —Tragó saliva, conteniendo las lágrimas—.
Tendríais que haber visto cómo me miraba mientras lo sacaban a rastras.
Excepto en las partes relacionadas con lo mucho que se querían. En eso fueron
muy sinceros. Más lágrimas amenazaron a Kendall cuando se enfrentó a la verdad. Se
138
enamoró de un hombre que ni siquiera la conocía de verdad y había conseguido que
lo metieran en la cárcel.
—Ni siquiera voy a entrar en lo clasificada que es esta información, pero basta
con decir que acabaría en una celda justo al lado de Holden si alguien supiera que os
lo he contado. Pero sí, robó una pieza extremadamente valiosa de tecnología de
espionaje de la NSA —dijo—. La llaman la Llave y están desesperados por recuperarla
porque, al parecer, no hay sistema de seguridad informático en el mundo que esta cosa
no pueda piratear. Y lo que es peor, está previsto que salga a subasta en la Dark Web
mañana por la noche. Si un grupo terrorista le pone las manos encima...
Dejó el resto sin decir. Todo el mundo allí era lo suficientemente inteligente como
para darse cuenta de lo malo que sería algo así. Tampoco señaló que si Holden era
declarado culpable, se enfrentaba a cadena perpetua, o algo peor. Eso la asustó tanto
que apenas podía respirar.
—No sabíamos lo que estábamos robando —dijo Wes, con una voz casi tan suave
como la de Kyla e igual de aturdida—. Nos dieron la ubicación y el plan de seguridad
y nos dijeron exactamente en qué cámara acorazada entrar. Demonios, ni siquiera
abrimos la caja para ver la cosa. Lo cogimos y nos fuimos.
—¿Nosotros? ¿Tú también estabas allí? ¿Por qué hiciste algo así? Si el FBI se
entera, irás a la cárcel.
Una lágrima rodó por su mejilla y Wes la atrapó con un suave pulgar. Como si
se diera cuenta de lo que había hecho, apartó rápidamente la mano, con la cara
enrojecida.
—Cuando secuestraron a Emma y nos dimos cuenta de que íbamos a tener que
irrumpir en el lugar para el que trabajaba Kimber, Holden sabía que necesitaríamos
equipo especializado —dijo Wes, mirando a todos menos a Kyla—. Obviamente, no es
el tipo de material que puedes conseguir en Walmart, así que Holden y yo fuimos a
139
ver a un tipo que solía conocer. Sólo que el tipo no nos prestaría el equipo a menos que
Holden accediera a robar algo para él —Negó con la cabeza—. No sabíamos que era
un equipo de espionaje de la NSA. Si lo hubiéramos sabido, nunca habríamos hecho el
trabajo.
Aunque Holden nunca lo había dicho, Kendall sospechaba que por eso robó la
Llave. Demonios, Holden prácticamente se lo dijo la primera noche que se conocieron,
cuando le explicó que haría cualquier cosa para proteger a su familia. Dalton, Kimber
y Emma eran su familia. Wes lo hizo por la misma razón.
Los ojos de Wes se entrecerraron, como si acabara de revelar algo que no debía.
Algo que Kendall usaría para herir aún más a su amigo. Como si pudiera herir a
Holden más de lo que ya lo había hecho.
—¿Holden te habló de él? —Cuando ella asintió con la cabeza, Wes exhaló un
suspiro—. Tengo que admitir que estoy un poco sorprendido. Sólo te conoce desde
hace una semana.
—A veces una semana puede ser tiempo suficiente cuando dos personas están
siendo honestas entre sí —dijo ella y luego hizo una mueca de dolor—. Bueno, al
menos fuimos sinceros en lo personal. Las cosas que realmente importaban. Me contó
cómo creció en San Francisco. Sé que estuvo en una banda, que su madre era
drogadicta y que McKinney lo acogió bajo su protección.
—Parece que has aprendido mucho sobre Holden. Tu jefe en el FBI debe estar
encantado. Eso hará que el procesamiento de Holden sea mucho más fácil.
—Nunca le conté a mis superiores nada de eso. Nada más allá de generalidades.
El FBI sabe que su madre murió de una sobredosis de drogas y que conocía a un tipo
implicado en el crimen organizado, pero nada más que eso.
140
Noah se apartó del marco de la puerta en el que había estado apoyado.
—Con todo esto que le has estado ocultando a los federales, ¿es posible que
Holden pueda salir de esta cuando vaya a juicio?
Kendall suspiró. Era la misma pregunta que se había estado haciendo todo el día.
—¿Y si Holden confiesa y les habla de ese tal McKinney? —Preguntó Kyla.
Por un momento, Kendall no entendió a qué se refería Wes. Pero a medida que
las palabras se filtraban lentamente y su significado tomaba forma, la esperanza que
no se había permitido siquiera considerar empezó a crecer en su pecho.
—¿Sabes dónde tiene McKinney esa cosa? —le preguntó a Wes con entusiasmo.
—No, pero conozco a alguien que probablemente sí. Sólo tenemos que ir a sacarlo
de la oficina de campo del FBI.
Kendall parpadeó.
141
—¿De verdad estás sugiriendo que saquemos a Holden, robemos algo a un jefe
del crimen organizado y luego lo canjeemos por la libertad de Holden? Por no hablar
de la nuestra, ya que el FBI se dará cuenta de que fuimos nosotros quienes lo sacamos.
La cabeza de Kendall daba vueltas mientras intentaba imaginar cómo era posible
que pudieran llevar a cabo algo así. Era una locura.
***
Holden estaba sentado con los ojos cerrados cuando oyó abrirse la puerta de la
sala de interrogatorios. Sin duda era otro agente que iba a interrogarle. Aún no tenía
ni idea de qué hora era, pero debían de ser cerca de las 04.00.
Los pasos ligeros le indicaron que era una mujer. No le sorprendió. Le habían
lanzado una docena de tipos diferentes, de intelectuales a amenazadores, en un intento
de hacerle hablar. Tenía sentido que lo intentaran con una mujer. Probablemente
pensaron que respondería bien a un toque más suave.
Si ella seguía el mismo guión, se sentaría frente a él, se presentaría y le diría que
estaba allí para ayudarle. Las primeras veces le hizo gracia. Después de eso, se había
vuelto molesto.
Pero ella no hizo eso. En lugar de eso, le agarró las muñecas y le quitó las esposas.
Él levantó la cabeza y casi se cayó de la silla al ver a Kendall. Le habría dolido mucho,
porque tenía los tobillos encadenados.
142
Kendall se estremeció ante sus palabras, y él se sintió inmediatamente como una
mierda por haberlas dicho. Pero demonios, ella le había mentido en todo. ¿Qué
demonios se suponía que tenía que hacer... darle las gracias?
Kendall apretó la boca, pero no dijo nada mientras se agachaba para quitarle los
grilletes de los tobillos. Se enderezó, dio un paso atrás y le indicó que se levantara.
Holden la miró fijamente. Había pensado demasiado en Kendall desde que los
federales lo trajeron aquí. No era tan ingenuo ni tan estúpido como para culparla de
ser del FBI o de que le arrestaran. Lo primero era cosa de ella. Lo segundo era culpa
suya. Él había robado esa maldita cosa de la NSA.
No, lo que hacía casi imposible mirarla, y mucho menos perdonarla, era el hecho
de que le hubiera engañado para que se enamorara de ella. Él había pensado que era
diferente y todo fue una mentira.
—¿Adónde? —Se frotó las rozaduras de las muñecas varias veces antes de cruzar
los brazos sobre el pecho—. Si me vas a llevar a una celda, ¿por qué me has quitado
las esposas y los grilletes?
—No te voy a llevar a una celda, idiota —le espetó ella, y luego miró hacia la
puerta, con una mirada de pánico en los ojos—. Te estoy liberando.
—¿Qué?
Kendall volvió a echar un vistazo rápido a la puerta, como si pensara que alguien
pudiera entrar en cualquier momento. ¿Por qué iba a importarle si alguien lo hacía?
Ella era uno de ellos. Llevaba una maldita placa del FBI con su foto enganchada al
cinturón, por el amor de Dios.
—¿A qué clase de juego estás jugando? —preguntó—. ¿Crees que si actúas como
si intentaras ayudarme a escapar, volveré a confiar en ti y te diré dónde está la Llave?
143
—Maldita sea, Holden. Lo he pillado. No confías en mí. Y tienes motivos para no
hacerlo. Metí la pata, y lo sé. No hay nada que pueda hacer para cambiar eso ahora.
Sin embargo, puedo tratar de sacarte de esta situación. Pero para hacerlo, necesito que
confíes en mí lo suficiente como para venir conmigo antes de que venga otro agente.
Ella suspiró y, por un momento, él pensó que en sus ojos había lágrimas. Luego
negó con la cabeza y le miró fijamente.
—Porque Wes, Dalton, Noah y Sam están abajo en una furgoneta, junto con Kyla
y Kimber. Necesito sacarlos de este edificio antes de que alguien tropiece con ellos. O
con nosotros, para el caso.
—¿Por qué estarían abajo en una furgoneta? —fue todo lo que pudo decir.
—Porque si puedo sacarte de aquí, todos vamos a conseguir esa maldita cosa que
robaste y la usaremos para canjear tu libertad.
—¿Por qué harías algo así? Irás a la cárcel conmigo si esto sale mal.
Antes de que pudiera decir nada, Kendall se dio la vuelta y se dirigió a la puerta.
Con la mano en el pomo, le miró por encima del hombro.
144
Capítulo 19
EL VIAJE hasta San Francisco fue horrible. Los amigos de Holden se las
arreglaron para que ella y Holden fueran sentados juntos en la última fila de la
furgoneta grande, con una fila vacía entre ellos y todos los demás. Tal vez pensaron
que les darían intimidad para hablar, pero no fue así. En lugar de eso, Holden y ella
miraron por sus respectivas ventanillas laterales y se ignoraron durante las quince
horas que duró el viaje hasta San Francisco. De hecho, Holden no habló con nadie
desde que ella lo había sacado a escondidas por la puerta trasera de la oficina de San
Diego.
Dalton conducía mientras Noah iba de copiloto. Wes y Kyla iban en el asiento de
atrás. Kyla había estado pegada a su portátil todo el tiempo, vigilando la subasta de la
Dark Web y los distintos sistemas de comunicaciones de las fuerzas del orden,
asegurándose de que nadie se tropezara con su ubicación.
Las únicas personas que no estaban con ellos eran Kimber y Sam. Como Kendall
sabía que el FBI la estaría buscando a ella y a Holden, les dio las llaves de su coche y
les dijo que condujeran hasta México. Con el pelo rubio de Kimber y la musculatura
de Sam, se parecerían bastante a ella y a Holden en las cámaras de tráfico. Podría
conseguirles un par de días extra.
Kendall le miró de reojo, tratando de hacerlo sin que se diera cuenta. No tenía
por qué molestarse. Era como si él no supiera que ella existía. Por otra parte, Holden
tampoco parecía ser consciente de nadie más. Después de subir a la furgoneta, le dio a
Dalton una dirección en las afueras de Napa Valley y no dijo ni una palabra desde
entonces. Se había limitado a mirar al vacío, como a un millón de kilómetros de
distancia.
145
Kendall le contó por qué volvió a por él, incluso le dijo que le amaba. Y Holden
no había respondido. Odiaba admitirlo, pero le dolía. Entendía por qué Holden no la
amaba, ni siquiera confiaba en ella, y sabía que la única razón por la que accedió a
venir era porque sus amigos estaban implicados en aquel loco plan, pero saber todo
eso no aliviaba en absoluto el dolor que sentía en el pecho, ni las lágrimas que
amenazaban con correr por sus mejillas.
—A medio kilómetro, verás una señal a la derecha de Soda Canyon Road —dijo
Holden, sin dejar de mirar por la ventanilla lateral—. Toma el desvío y síguelo hasta
que te diga que pares. Habrá un estrecho barranco en el que podremos aparcar la
furgoneta. Caminaremos desde allí.
—¿De verdad crees que McKinney se arriesgaría a tener algo tan incriminatorio
como eso en su propiedad personal? —preguntó Kendall.
Holden guardó silencio durante tanto tiempo que ella pensó que no respondería
a su pregunta, pero finalmente resopló.
146
organice la subasta desde la casa principal, pero guardará la Llave en una de esas
cámaras acorazadas hasta que el comprador transfiera el dinero a su cuenta.
—Eso será más pronto que tarde. La subasta está llegando a su fin. La puja
asciende a casi doscientos millones y sólo hay dos jugadores serios implicados.
—Mierda —murmuró Kendall—. Tenemos que darnos prisa —El corazón le latió
más deprisa. Si no recuperaban la Llave, liberar a Holden no habría servido para
nada—. No tenemos ni idea de cuánto tiempo conservará McKinney la Llave después
de que se cierre la puja, pero no me sorprendería que el comprador tuviera a alguien
preparado para recogerla en cuanto se cierre el trato.
Todos murmuraron su acuerdo. Bueno, todos menos Holden. Volvió a mirar por
la ventana como si no pudiera importarle menos.
Eso pareció satisfacer a Holden. Se dio la vuelta para dirigirse hacia el viñedo y
casi pasó por encima de Kendall. Él se detuvo y le dirigió una mirada fría que le hizo
un nudo en el estómago aún mayor del que ya tenía.
147
—¿Dónde me quieres? —preguntó en voz baja, dándose cuenta después que las
palabras salieron de su boca de que su pregunta podría llevar a una respuesta que
realmente no quería oír.
Y sin más, Holden se dio la vuelta y se dirigió hacia el barranco, atrapando el rifle
automático corto que Wes le arrojó despreocupadamente antes de desaparecer en la
oscuridad. Santo cielo, habían traído armas automáticas. Esto estaba ocurriendo de
verdad.
—Si te sirve de ayuda, aposté veinte dólares diciendo que Holden y tú ibais a
solucionar esto y volver juntos.
Kendall resopló.
—Si tú apostaste por que volveríamos a estar juntos, ¿qué apostaron los demás?
Kendall suspiró mientras sacaba su Glock del FBI y comprobaba que estuviera
cargada. Tenía que admitir que, si estuviera apostando su dinero, también apostaría
por ese último resultado.
***
—¿Te comportas como un gilipollas a propósito o ahora te sale de forma natural?
—susurró Wes mientras bajaban con cautela por la oscura escalera bajo el garaje de
McKinney.
Holden giró la cabeza y miró a su amigo con el ceño fruncido. Al menos, había
pensado que Wes era su amigo. Pero oír a su compañero de equipo decir algo así le
hizo preguntarse.
148
Este no era el momento ni el lugar para tener esta conversación, pero iban a
tenerla de todos modos. Probablemente deberían, supuso, ya que el viaje desde San
Diego fue horrible. Como si te metieran una endodoncia por el culo. Kendall lo había
ignorado todo el tiempo, sin duda considerándose estúpida por haberlo sacado del
calabozo del FBI. Luego estaba esa mierda que dijo sobre amarlo. Tenía que estar
arrepintiéndose de eso también. Obviamente era mentira. Los agentes del FBI no se
enamoraban de los criminales que iban camino de la cárcel.
Su amigo resopló.
—Oh, ¡bua, bua! Así que nunca te dijo que era federal. Supéralo. Tú también
mentiste. Como la parte de no mencionar que habías robado una pieza de tecnología
de seguridad nacional.
—Tal vez deberías darle un respiro a la mujer —señaló Wes mientras llegaban al
nivel inferior y avanzaban por el largo pasillo central que salía de la escalera—. Que
149
vosotros dos os ocultarais secretos no significa que todo lo que pasó entre vosotros
fuera mentira.
Por la radio, Kyla les avisó de que un grupo de personas se estaba moviendo de
la casa principal al garaje.
—Yo estaba allí cuando Kendall admitió que se enamoró de ti mientras estaba
encubierta —dijo Wes—. No la conozco tan bien como tú, pero tengo que decirte que
me pareció muy sincera. Se paró frente a nosotros y derramó su corazón. Ella fue la
que ideó este loco plan para sacarte de la custodia del FBI y recuperar la Llave para
poder usarla para negociar tu libertad. Nada de eso me suena a mentira. Suena a mujer
seriamente enamorada de un hombre al que no quiere ver en una celda.
Entró y abrió el maletín para descubrir una caja negra más pequeña,
decididamente sosa, con unas cuantas luces LED y algunos conectores USB.
150
Holden lo cogió cuando oyó el inconfundible sonido de disparos de armas
automáticas en el piso de arriba. Maldiciendo, cogió la llave, se la metió en el bolsillo
y se dirigió a la puerta de la cámara acorazada.
—No estoy segura de lo que ha pasado, pero creo que debes de haber activado
algún tipo de alarma —dijo Kyla con urgencia, con una voz difícil de oír por encima
del estruendo de los disparos—. Hay hombres armados corriendo hacia el garaje. No
creo que Dalton y Noah puedan detenerlos. Kendall viene a ayudar.
—¡No dejes que baje, Kyla! —gritó en su micrófono mientras corría tras Wes hacia
el pasillo principal—. ¡Mantenla allí contigo!
Holden maldijo mientras él y Wes corrían por el pasillo, con la mente dándole
vueltas a mil por hora. Qué demonios creía Kendall que podía hacer en esta situación.
Era una federal, no un soldado. No había forma de que pudiera abrirse paso a través
del campo de batalla en los terrenos por encima de ellos y llegar hasta aquí para
ayudar.
Acabaría matándose.
Estaba tan absorto en esos pensamientos que ni siquiera se dio cuenta de que
había gente abajo, en las cámaras acorazadas, con ellos, hasta que salió al pasillo
principal y casi fue aniquilado por una lluvia de disparos que se dirigían hacia él.
Holden se lanzó a través del pasillo hacia uno de los huecos mientras Wes retrocedía
hacia el pasadizo del que acababan de salir.
Entonces, tan rápido como empezó, cesaron los disparos, dejándole los oídos
zumbando mientras la gente del otro extremo del pasillo hacía una pausa para
151
recargar. Estaba a punto de volver a asomar la cabeza para ver si podía pillar
desprevenido a uno de los tiradores cuando oyó una risita familiar.
—Cuando sonó la alarma, algo me dijo que eras tú, Holden, aunque intentara
convencerme de que nunca serías tan estúpido como para venir aquí —dijo
McKinney—. Tenías que saber que nunca te dejaría salir de aquí con eso. Vale
demasiado. Ahora, ¿por qué no nos dejamos de juegos? Tíralo y podemos manejar esto
como una familia.
McKinney se rió.
—Tal vez —convino Holden—. O tal vez planeaste que me atraparan todo el
tiempo, pensando que yo cargaría con la culpa sin delatarte nunca.
152
Unos pasos resonaron en el pasillo, y Holden se asomó lo suficiente como para
ver a varios de los hombres de McKinney arrastrándose por el corredor. Mierda. El
hombre al que solía considerar más como un padre que como su verdadero padre sólo
había estado distrayéndole para que sus matones pudieran situarse en mejor posición
para acabar con Wes y con él. Ambos eran SEALs, pero les superaban en número y
estaban atrapados contra la pared.
—¡Lo siento, amigo! —gritó Noah—. Estamos un poco ocupados aquí arriba.
Estás por tu cuenta por un tiempo. Buena suerte y toda esa mierda.
—Estoy llegando —dijo Kendall—. Aguantad un minuto más y estaré allí para
ayudar.
Wes se asomó y empezó a devolver los disparos. Holden se movió para hacer lo
mismo.
Pero antes de que pudiera apretar el gatillo, vio abrirse la puerta del fondo del
pasillo. El corazón se le oprimió en el pecho cuando Kendall salió al exterior,
empuñando nada más que una pistola Glock de pequeño tamaño.
153
En el momento en que disparó, un puñado de matones de McKinney se giraron,
dándose cuenta de que había una amenaza a sus espaldas.
Los ojos de McKinney se abrieron como platos cuando sus hombres empezaron
a caer a su alrededor. Retrocedió hasta un hueco, con la mirada oscilando entre Holden
y Kendall. Debía de saber que no tenía tiempo de disparar a ambos, y siendo el cabrón
que era, apuntó con su arma a Kendall.
Los pocos malos que quedaban fueron fáciles de eliminar y, en cuanto cesó el
tiroteo, Holden se acercó a Kendall, con el terror que sentía sustituido por una ira
blanca.
—¡Eso ha sido lo más estúpido y demente que nadie ha hecho jamás! —gritó,
respirando con tanta fuerza que le dolía el pecho—. Podrías haber muerto. Maldita
seas, te dije que no bajaras aquí.
Kendall no dijo nada. En lugar de eso, acortó la distancia que los separaba a la
carrera y se arrojó a sus brazos. Él soltó su M4, dejándolo colgar de las correas, y la
atrapó. El beso que se dieron fue tan intenso que casi lo mareó, pero no le importó. Le
devolvió el beso como si su vida dependiera de ello.
—Mierda de tiempo para eso —dijo Wes mientras corría junto a ellos—. Dalton
y Noah necesitan ayuda, así que dejadlo ya y vámonos.
154
Holden maldijo en silencio y se apartó.
Holden volvió a maldecir, esta vez en voz alta, pero no tuvo más remedio que ir
tras ella mientras subía corriendo las escaleras. Intentó evitar que cometiera alguna
imprudencia una vez fuera, pero Kendall corría demasiados riesgos en lo que a él
respectaba.
La pelea terminó en pocos minutos. Sobre todo porque la gente que estaba allí
para la subasta se subió a sus lujosos coches y salió corriendo de allí. Holden y los
demás les dejaron marchar. Habían conseguido lo que buscaban.
Cuando quedó claro que ya no había malos a los que enfrentarse, Kendall dejó
que le quitara el arma automática de la mano. La tiró al suelo y la estrechó entre sus
brazos, abrazándola con fiereza.
—No vuelvas a robar otra pieza de tecnología de la NSA y no tendré que hacerlo
—susurró ella.
Él resopló.
—Llamamos por teléfono a la oficina de San Diego e intentamos que todo vaya
mejor —murmuró ella, besándole—. Si eso no funciona, nos vamos a México.
Holden vio como un millón de agujeros en el simplista plan, pero no los señaló.
—A mí me vale.
155
Capítulo 20
—¿NO OS IRÉIS a tragar en serio esta sarta de chorradas? —exigió Isaac mientras
el SAIC Danner y varios otros agentes veteranos del FBI se sentaban en las sillas
alrededor de la mesa de conferencias y consideraban la historia que Kendall acababa
de contarles. Holden y ella llevaban toda la mañana en la oficina de San Francisco.
Ella había contado una historia sobre cómo un Navy SEAL fue engañado para
robar algo sin saber lo que era y cómo decidió trabajar con una agente encubierta
novata para ayudar a recuperarlo cuando se dio cuenta de las implicaciones del robo
para la seguridad nacional. Afortunadamente, Holden era lo bastante listo como para
mantener la boca cerrada cuando llegaban a las partes de la historia que eran creativas,
aunque ella había visto cómo se le movía la boca unas cuantas veces.
—Esto es una completa broma —continuó Isaac—. La agente Patton permitió la
fuga de un sospechoso bajo custodia federal y luego llevó a cabo una misión no
autorizada con personal de servicio militar no autorizado que provocó la muerte de
más de una docena de ciudadanos estadounidenses. Lockwood y ella deberían estar
en prisión ahora mismo.
Danner ignoró a Isaac, con su mirada azul clavada en Kendall.
—Cuénteme más sobre esta misión no autorizada y esta persona de vigilancia que
tenía en su equipo. La que adquirió horas y horas de vídeo de la residencia de
McKinney.
Se refería a Kyla. El FBI sabía que hubo otros SEALs implicados además de
Holden, pero no les interesaban. Cuando Kendall le dijo a Danner que no sólo tenía la
Llave, sino también los datos de vigilancia de todos los agentes de inteligencia
extranjeros que pujaron en la subasta, así como toda la información de sus cuentas
bancarias en el extranjero, prácticamente se le cayó la baba. Aún le impresionó más
que los informáticos del FBI dijeran que el sistema de seguridad de McKinney debía
de estar demasiado encriptado para poder ser pirateado.
Kendall no tenía intención de revelar la identidad de Kyla, por supuesto, por
mucho que el FBI lo deseara. La chica ya había arriesgado demasiado. De ninguna
manera Kendall la quería en el radar del FBI.
—Esa persona en concreto era una fuente externa que encontré por mi cuenta —
dijo—. Su ayuda estaba supeditada a que mantuviera el anonimato. Preferiría
mantener mi relación confidencial con esta persona en caso de que vuelva a necesitarla.
Isaac murmuró algo en voz baja.
156
—Sin una cadena de custodia legal, todo lo que esa persona haya obtenido carece
de valor ante un tribunal.
Junto a Kendall, Holden parecía querer darle un puñetazo a Isaac. No le culpaba.
Isaac estaba cabreado porque ella había pasado por encima de él y llamó a Danner para
negociar la libertad de Holden. Estaba aún más furioso porque no se le reconocía el
mérito de haber recuperado la Llave.
Danner frunció el ceño ante Isaac.
—Hay muchas situaciones en las que la admisibilidad en los tribunales no es un
problema. Ahora mismo, estoy más interesado en saber cuánto tiempo lleva la agente
Patton desarrollando contactos así de capaces.
Isaac parecía a punto de echar sapos por la boca, quizá incluso un toro con cuernos.
Pero fue lo bastante listo como para quedarse callado cuando se dio cuenta de que
Danner y los demás agentes estaban más interesados en este tipo de cosas que en el
robo original y la reciente recuperación de la Llave.
La reunión continuó durante otros veinte minutos. Danner les hizo preguntas de
todo tipo a Holden y a ella, desde por qué Kimber y Sam habían ido a México hasta de
dónde sacaron Holden y los demás SEALs sus armas. Ella estaba impresionada por lo
bien que Holden manejaba las preguntas que Danner le lanzaba. Incluso en la que
explicó como se vio obligado a matar a McKinney y cómo no le había molestado en
absoluto, se le escapó de la lengua con suavidad y sin un atisbo de emoción, aunque
ella sabía que no era cierto.
Danner despidió a Isaac y a los demás agentes poco después. En cuanto la puerta
se cerró tras ellos, Danner les dirigió a Holden y a ella una mirada apreciativa. Kendall
se preguntó hasta qué punto se había creído su historia.
—No voy a fingir que conozco toda la historia entre ustedes dos, pero al fin y al
cabo, no me importa —dijo Danner—. El FBI tiene oficinas de campo enteras llenas de
agentes que saben seguir las reglas y hacer las cosas según las normas. Usted ignoró
las reglas y reescribió el libro, agente Patton. Tengo muchos agentes con más
experiencia que no podrían haber hecho lo que usted hizo. Recuperó la Llave sin dejar
que se viera comprometida y tiene montañas de datos sobre agentes de inteligencia
extranjeros que podemos explotar durante años. En resumen, considéreme
impresionado. Sólo lamento perderla como activo.
Kendall estaba segura de que todo esto iba a salir bien, hasta que Danner dijo eso.
Holden parecía tan confundido como ella.
—¿Señor? —dijo—. ¿Me van a despedir?
Danner negó con la cabeza riendo.
—Claro que no. La ascienden.
157
Ella parpadeó.
—¿Me ascienden?
Él asintió con la cabeza.
—Naturalmente, supuse que querría trasladarse a la oficina de San Diego para que
Holden y usted no tuvieran que mantener una relación a larga distancia.
Kendall no dijo nada. Holden y ella habían pasado mucho tiempo besándose y
murmurando palabras de afecto la noche anterior, pero en la confusión de las luces
brillantes y las interminables preguntas de esta mañana, las cosas se volvieron
confusas. No tenía ni idea de lo que les esperaba.
Danner apartó la silla y se puso en pie.
—Contramaestre Lockwood, llamaré a su comandante dentro de una hora para
hacerle saber cuánto aprecio que la Marina ayudara oficialmente al FBI en este asunto.
Estoy seguro de que usted acabará recibiendo algún tipo de elogio por ello, aunque
será demasiado confidencial para que nadie lo vea nunca.
Holden asintió con la cabeza, y Kendall pudo ver que se sentía aliviado. Y ella
también. Los dos habían dado por sentado que todo iría bien y que le liberarían, pero
era la primera vez que alguien decía algo oficial.
Danner hizo un gesto con la cabeza y salió de la sala de conferencias cerrando la
puerta tras de sí.
El silencio se prolongó después de que Danner se marchara mientras Kendall
intentaba averiguar qué decir. Esperaba que Holden dijera algo, pero no lo hizo.
Habían pasado tantas cosas entre ellos en tan poco tiempo que era difícil saber qué era
verdad y qué era simplemente algo que ella deseaba que fuera verdad. Era difícil
incluso saber por dónde empezar. Pero necesitaba decir algo porque realmente quería
esto. Fuera lo que fuese.
—Lo siento —dijo finalmente, pensando que nunca estaba de más empezar con
una disculpa—. Por no haberte dicho antes que era una federal infiltrada contigo para
encontrar la Llave.
Holden la miró.
—¿Es eso lo que intentabas decirme la otra mañana antes de que Isaac se
presentara en mi puerta con sus compañeros del SWAT?
Ella asintió con la cabeza y le dedicó una pequeña sonrisa.
—Sí. Quería decírtelo en cuanto volvieras de la misión, pero no podía. No cuando
era obvio que me necesitabas tanto. Me convencí de que estaría bien esperar hasta que
despertáramos, pero, por supuesto, me equivoqué.
158
Él se encogió de hombros.
—A decir verdad, no estoy seguro de que las cosas hubieran sido diferentes si me
hubieras dicho la verdad aquella mañana. Me habría sentido traicionado, me habrían
detenido y acabado en la sala de interrogatorios del FBI.
Frunció el ceño.
—Entonces, ¿qué? ¿Estás diciendo que decirte la verdad no habría importado?
¿Que nada de lo que hubiera dicho habría servido de algo?
Holden la miró tanto tiempo que pensó que su corazón dejaría de latir de lo mucho
que le dolía. Cuando finalmente asintió con la cabeza, ella se convenció de que
realmente había dejado de latir. Se terminó. Después de todo lo que hizo para intentar
salvar su relación, se había acabado.
Parpadeando, Kendall empezó a levantarse, pero él la agarró del brazo. Ella se
negó a mirarlo, no quería que viera las lágrimas que corrían por sus mejillas.
—Nada de lo que dijiste entonces habría cambiado las cosas, porque ya se habían
dicho demasiadas cosas —dijo en voz baja—. Cosas que eran verdad y cosas que eran
mentira... por parte de los dos. Cuando bajaste a las cámaras del garaje de McKinney,
me dijiste todo lo que necesitaba oír sin decir ni una palabra. Arriesgaste tu carrera y
tu vida por mí. Nunca necesitarás decir nada más que eso para demostrar que me
amas. Yo también te amo, aunque no haya podido demostrártelo de la misma manera.
Ella le miró, sorprendida de ver lágrimas también en sus ojos. Su corazón empezó
a latir tan fuerte que parecía que iba a explotar.
—No tienes que demostrarme que me amas —susurró Kendall—. Sólo decir las
palabras es todo lo que necesitaré.
Holden estaba de pie antes de que Kendall se diera cuenta de que se había movido,
tirando de ella en sus brazos y abrazándola.
—Te amo, Kendall Patton. Mientras me lo permitas.
Más lágrimas cayeron sobre sus mejillas, esta vez de felicidad. Estaba tan segura
de que había perdido esto... Holden la sostuvo todo el tiempo, frotando pequeños
círculos en su espalda y haciendo los más ridículos ruidos tranquilizadores.
—Entonces, ¿debería solicitar formalmente el traslado a San Diego? —preguntó en
voz baja.
Holden le inclinó la cabeza hacia atrás con un suave dedo bajo la barbilla.
—Me gustaría.
Luego la besó, largo y tendido, hasta que ella estuvo a punto de averiguar si la
puerta de la sala de conferencias tenía cerradura.
159
—Vamos. Vamos a mi apartamento —dijo ella, besándole de nuevo—. Puedes
decirme cuánto me amas y luego ayudarme a pensar cómo van a caber todas mis cosas
en tu casa.
Fin
160