Está en la página 1de 199

Sugarland adora a sus hombres en azul, sobre todo al detective Shane Ford.

Pero la misión
de servir y proteger de Shane acaba de volverse personal…

El detective Shane Ford, policía favorito de Sugarland, ha sido sorprendido por la


repentina muerte de su mejor amigo, estrella de la NFL, Brad Cooper, y ha terminado
convirtiéndose en el tutor legal del hijo de Brad, Drew, un amargado y enojado adolescente de
dieciséis años de edad con un secreto peligroso. Shane está determinado a obtener la verdad de
Drew, pero solo logra alejarlo, por lo que termina trabajando junto a la detective de menores,
Daisy Callahan, cuyo trabajo es proteger los mejores intereses del adolescente.
Shane siempre se ha sentido atraído por la belleza y fuerza de Daisy, pero está decidido a
no permitir que su intensa atracción interfiera con su deber nunca más. Es un voto que resultará
difícil mantener, a medida que las realidades del floreciente amor de Shane y Daisy así como su
creciente vínculo con el adolescente en duelo propulsan a Shane de cabeza al peligro por la
nueva familia que ha jurado proteger.

Sugarland Blue #1
Para mi hijo, Bryan. Eres un jovencito inteligente, divertido y compasivo con el deseo de
triunfar basado en una fuerte moral. Deja que esas cualidades continúen brillando, para guiarte, y
llegues lejos en la vida. Sigue tus sueños y nunca te rindas.
Estoy tan orgullo de ti y doy gracias a Dios que seas mi hijo.
La historia de Shane es para ti.
Te amo muchísimo.
Traducido por Adaly, LizC y Selene1987

—E
stá condenadamente tranquilo por aquí.
Varios otros policías gimieron y un par de ellos le dieron a
Taylor Kane una mirada de muerte. Shane Ford solo sonrió,
poniéndose más cómodo con sus botas sobre su escritorio y
cruzadas sobre los tobillos.
Su primo, Christian Ford, un recién transferido del Departamento de Policía de Dallas,
Texas, arrugó una hoja de papel y la lanzó a la cara de Taylor.
―Muchas gracias por darnos mala suerte, imbécil ―gruñó él―. Incluso el novato más
tonto sabe bien que no debe dejar que la palabra T pase por sus labios.
Taylor soltó un archivo en su escritorio con una mirada de disgusto.
―Solo estoy diciendo que estoy harto de investigar vandalismo y bicicletas robadas, eso
es todo. Es un desperdicio de mi gran cerebro brillante. Cállate, Chris. ―Al resoplido del otro
hombre, le arrojó la bola de papel de regreso, fallando su objetivo.
―Oye, hay mucho dinero que se puede obtener encontrando bicicletas robadas ―dijo
Shane cruzando sus brazos sobre el pecho―. Y un crimen es un crimen.
―Lo sé, pero es aburrido. Desde que Jesse Rose y su grupo fueron encerrados el año
pasado, nada emocionante ha pasado por aquí ―se quejó su amigo―. Estoy a punto de perder
la maldita cordura.
Shane suprimió un estremecimiento. Jesse Rose era un terrorista nacional que había
planeado hacer estallar a su hermosa ciudad de Sugarland, Tennessee, y maldición, casi lo había
logrado. El capitán del Departamento de Bomberos de Sugarland, llamado Sean Tanner, junto
con Shane y toda la fuerza policial, habían sido una pieza fundamental para detener al bastardo
justo a tiempo. Tanner había sido ascendido a Jefe de Batallón, y era un gran honor bien
merecido en lo que a Shane respectaba.
Un recién contratado, Tonio Salvatore, tomó la palabra.
―Ese caso que Shane y Daisy resolvieron el mes pasado fue bastante emocionante…
―Un silencio incómodo cayó sobre la habitación―. ¿Qué? ¿Qué dije?
El buen estado de ánimo de Shane dio un vuelco y cayó pesado en su estómago. Siempre
lo hacía cada vez que alguien mencionaba el nombre de Daisy Callahan y el caso que casi los
mata a ambos. O peor aún, cuando se veía obligado a intercambiar una conversación educada y
profesional con la impresionante y rubia oficial de menores. Especialmente cuando todo lo que
quería hacer era inclinarla sobre la superficie plana más cercana y follarla hasta que gritara su
nombre.
Sí, su apasionado romance no había sido una gran idea antes, y ese hecho no había
cambiado aún.
Bajando sus piernas del escritorio, estudió los rostros de los otros oficiales. La mayoría
reflejaba curiosidad, el deseo apenas disimulado por fisgonear. Así que, ellos realmente no
sabían, simplemente sospechaban. Chris era el único que sabía, y parecía que había mantenido
su promesa de no decir nada a los demás. Sus amigos estaban simplemente consciente de la
repentina tensión que se rompía como una banda elástica cuando Shane y Daisy eran
mencionados en la misma oración, o los dos se encontraban en la misma habitación.
Shane no estaba dispuesto a satisfacer su ávida curiosidad.
―Nuestra falta de entusiasmo significa que nadie ha sido asesinado ―dijo Shane
secamente, esquivando la referencia de Daisy y él―. No pidamos problemas.
―Demasiado tarde para eso. ―Su capitán, Austin Rainey, limpió un hilillo de sudor de su
frente arrugada con una mano mientras se aproximaba―. Maldita sea, este calor ya es
suficiente para hervir un huevo, y ni siquiera es primavera.
Shane estudió la palidez del hombre. Austin no solo era su supervisor, también era un
buen amigo que había pasado momentos duros en los últimos años. La condenada esposa del
hombre era una arpía que últimamente le estaba haciendo pasar por un infierno. Shane temía
por su salud, al igual que los hombres y mujeres que lo respetaban y admiraban.
―¿Estás bien, Cap? ―le preguntó Shane―. Es febrero y no está tan caliente aquí. No te
ves muy bien.
Austin rechazó su preocupación como de costumbre y se dirigió a sus detectives.
―Encontramos un cuerpo en el barranco sobre la 49. Hombre blanco, sin identificación,
con un disparo en la parte posterior de la cabeza, al estilo ejecución. ―Le dio a Taylor una
mirada fulminante―. Ya que estás tan jodidamente aburrido, puedes tomar éste con Shane. Oh,
y también puedes hacer todos los reportes.
Taylor hizo una mueca mientras algunos otros reían disimuladamente.
―Un millón de gracias, Cap.
―Ni lo menciones. Pónganse en marcha. Eden y la UF 1 ya están en camino.
Shane tuvo que reír un poco ante eso: Eden y la UF, como si fueran un grupo de rock.
Pero era apropiado, dado que la taciturna médico forense de Nashville y la Unidad de
Investigaciones Forense del Departamento de Policía de Sugarland de alguna forma iban juntos
como una guitarra y sus cuerdas. A pesar de que eran contratados por entidades separadas,
trabajaban hacia el objetivo común de encontrar y analizar pistas que ayudarían a la policía a
localizar y detener a los chicos malos.
Y luego estaba la abreviación de UIF2 a UF, que uno de los oficiales uniformados en
broma había dicho representaba Fuck U3, porque los frikis científicos pensaban que eran más
inteligentes que un grupo de policías.
―En ello. ―Taylor tomó un juego de llaves de su escritorio y las hizo tintinear, mirando a
Shane―. Yo conduzco.
Mientras salían, Shane se puso a caminar a su lado.
―¿Contento ahora? Tienes el homicidio que querías, y también uno desagradable.
1
UF: Unidad Forense.
2
UIF: Unidad de Investigación Forense.
3
Fuck You: Jódete.
El otro hombre se encogió de hombros.
―No estoy contento de que le pasara a alguien, pero sucede.
―Te gusta resolver el rompecabezas. A muchos nos gusta. ―Eso podría parecer extraño
o mórbido para algunos, la necesidad de hacer que las piezas encajen, la satisfacción que sentían
cuando tenían éxito, era normal.
―Para mí, las piezas aparentemente aleatorias son más como fragmentos de una
historia, y no son aleatorias en lo absoluto ―dijo Taylor pensativamente―. El cuerpo es el
último capítulo y tengo que leer de atrás hacia delante la historia para averiguar qué lo llevo a
eso.
―Nunca antes pensé en eso de esa forma, como leer un libro al revés.
Reflexionaba en eso mientras salían y el aire gélido los golpeaba, abofeteándolos como
una docena de agujas. Pero esa no era la única razón por la que de pronto sintió como si fuera a
sofocarse.
Daisy Callahan estaba subiendo determinada las escaleras de la comisaría, y toda la saliva
se secó en la boca de Shane al verla. Como otros detectives, incluido Shane, vestía ropa de calle
que consistía en pantalón oscuro y una camisa casual, en su cadera una pistola enfundada y una
placa. Pero las similitudes terminaban ahí. Su cabello rubio estaba recogido en una cola de
caballo alta, enfatizando un rostro angular adornado con poco maquillaje, grandes ojos azules, y
una boca ancha. La mujer era como una larga y alta jarra de agua en un día caluroso, con un
metro setenta y siete de delicados músculos y confiados pasos que deberían hacerla parecer
amenazante, excepto que era todo lo contrario.
Sus pechos eran llenos, y él sabía por experiencia cómo encajan a la perfección en las
manos de un hombre, maduros y deliciosos. Sabía qué tan suave era su piel, qué tan pequeña
era su cintura justo por encima de las delgadas y perfectas curvas de sus caderas femeninas.
Cuán tonificados eran esos muslos, lo fantástico que lucían alrededor de su cintura mientras él…
―¿Tierra a Shane?
Parpadeó, dándose cuenta que Taylor y él se habían detenido frente a Daisy. Taylor la
había saludado y habían intercambiado algunas palabras, y ahora lo estaban observando con dos
diferentes expresiones: Taylor con diversión y Daisy con una indiferencia educada que él había
llegado a odiar.
Totalmente mi culpa. Soy un idiota de primera clase.
―Lo siento. ¿Qué? ―Esperaba que su sonrisa no diera ningún indicio de cuán desolado se
sentía por dentro. Dada la rigidez poco natural de su rostro, sospechaba que había fracasado.
―¿Se van a encargar del cuerpo en la I-49? ―dijo ella, su mirada fría, evaluativa.
―Las palabras viajan rápido como siempre ―dijo, tratando de mantener un tono
uniforme―. Sí, nos dirigimos hacia allá.
Ella hizo una mueca.
―Ustedes y la mitad del condado, sin duda. Buena suerte, una vez que las personas de
las noticias descifren el mensaje que salió en el escáner. Me imagino que tienen una hora
máximo, antes de la verdadera locura.
―Mierda. Será mejor que nos pongamos en camino. ―Pero no podía conseguir mover
sus pies. Daisy se volvió para irse, y por impulso, la llamó―. ¡Espera!
Ella parpadeó hacia él, la sorpresa haciendo que la fachada resbale un poco.
―¿Qué pasa?
―¿Puedo… hablar contigo? ―Envió una mirada mordaz a Taylor, quien asintió y se
dirigió hacia el estacionamiento. Afortunadamente, sin comentarios.
Una vez que Taylor estuvo fuera del alcance de su oído, su ex amante miró a Shane con
frialdad.
―¿Hay algo sobre el caso que no podías decir frente a Taylor?
―Por supuesto que no. ―Se pasó una mano por el cabello. Nunca se había sentido más
incómodo en torno a una mujer, y era su propia culpa―. Maldita sea, odio esta distancia extraña
entre nosotros.
―¿En serio? ―Soltó una risa incrédula―. Es gracioso, teniendo en cuenta que distancia
era exactamente lo que tú querías. Y mucha. La cual te di. ―Sus últimas palabras fueron
tajantes. Enojadas.
―Éramos amigos antes y arruiné eso. Nunca sabrás cuánto lo siento ―dijo en voz baja.
El borde de creciente hostilidad desapareció tan rápido como había comenzado a
formarse, y su rostro se suavizó.
―Yo también. Pero supongo que no puedo echarte toda la culpa de nuestro fracaso. Soy
la tonta que durmió con un amigo, un compañero policía, y maldición, debí haberlo sabido. Así
que, lección aprendida.
Un nudo se formó en su garganta, así que habló con dificultad.
―Me gustaría pensar que aún seguimos siendo amigos. O que podemos serlo, de nuevo.
―Esperó, pero ella no lo perdonó―. ¿Alguna vez quieres ir por una cerveza después del trabajo?
¿O café? Estoy libre el domingo…
―Para. ―Apartando la mirada, recuperó el estricto control de la miserable tristeza que
cruzaba por sus hermosas facciones―. Solo detente, ¿de acuerdo? Aún no estoy preparada. Tal
vez nunca lo estaré. Y si es así, es una perdida que los dos tenemos que soportar, y seguir
adelante.
Oh, Dios. La puñalada en el estómago fue intensa. Poderosa. ¿Honestamente pensó que
lo perdonaría, y que simplemente volverían al punto en donde habían estado? De alguna forma,
llegó a dominar el dolor inesperado y logró una triste sonrisa ladeada.
―Supongo que llegaremos a eso. ―Miró hacia donde Taylor estaba parado al lado del
auto, estudiándolos con interés no disimulado―. Es mejor que me vaya.
―Déjame saber lo que encuentran ―dijo, de nuevo toda correcta―. Dudo que coincida
con alguno de mis casos, pero nunca se sabe.
―Ya lo creo.
Antes de que Shane pudiera decir algo más, ella se giró y entró al edificio sin mirar atrás.
Como si nunca hubiera habido lgo entre ellos. Tal y como él había querido, ¿cierto?
Aturdido, se fue a encontrar con Taylor en su antiguo Chevelle destartalado, un
“proyecto de automóvil” que en opinión de Shane debería haber sido vendido como chatarra
veinte años atrás. En un esfuerzo por desviar las preguntas que sabía que vendrían, frunció el
ceño a la chatarra.
―¿Por qué no podemos conducir un auto genial, como Starsky y Hutch, o Steve y Danno?
Su amigo le sonrió mientras se subían y azotaban las puertas.
―Entonces, cómprate uno y lo manejaremos. Tú eres el tipo con todo el dinero.
―Arrancó el motor, y el auto farfulló antes de rugir a la vida―. O mejor aún, arregla este.
Shane puso los ojos en blanco.
―En primer lugar, deja de decir que soy rico solo porque soy dueño de una bonita casa
en Cumberland. En segundo lugar, me gusta mi camioneta lo suficiente e incluso si estuviera
interesado en autos deportivos, preferiría comprar el mío, en lugar de verter una pequeña
fortuna en el tuyo.
Taylor puso sus ojos en blanco.
―Oh, por supuesto. Comparado con el resto de nosotros, estás cagando dinero. Eres
como el jodido Batman, no necesitas un trabajo; solo te gusta jugar al superhéroe ―respondió,
saliendo del estacionamiento.
―Nah, no tengo un mayordomo realmente genial y engreído. Ese es un requisito para los
superhéroes, en caso de que te hayas perdido el memo.
―Buen punto. ―Condujeron un par de minutos en silencio antes de que Taylor le echara
un vistazo, su tono poniéndose serio―. Así que, Daisy y tú…
Mierda. El hombre no lo iba a posponer con facilidad.
―Daisy y yo, nada. Nothing.
Su amigo no se lo estaba creyendo.
―¡Lo sabía! Dios, de todos los buenos traseros en la ciudad, ¿tenías que azotar el de ella?
―Daisy no es solamente un pedazo de trasero ―dijo Shane en una voz baja y
peligrosa―. Así que cuida la boca.
Demasiado tarde se dio cuenta de la estratagema de su amigo. El hombre rio y golpeó las
palmas contra el volante.
―¡Oh, caíste mal! Nunca te pones todo protector y gruñón por un ligue cualquiera,
entonces, ¿qué sucede?
Shane suspiró. Su primo había sido bastante malo, pero Taylor era un pit bull. No iba a
dejarlo pasar hasta que Shane le diera algo.
―Nos hemos sentido atraídos por años, pero no es una gran idea involucrarse con un
colega, ¿sabes? ―Su amigo arqueó una ceja, esperando―. Así que, mientras estábamos
trabajando en el caso, nos vimos involucrados un poco demasiado al asunto que estábamos
investigando… ―Se encogió de hombros―. Solo sucedió.
Taylor silbó entre dientes.
―Amigo, eso es fuerte. Algo me dice que no fue cosa de una sola vez.
―No, pero debería haberlo sido. Dejé que la relación se extendiera demasiado, y ese fue
un error por mi parte.
―¿Por qué?
Se quedó mirando a Taylor.
―¿Por qué? ¿Qué quieres decir con por qué?
―¿Por qué está mal? Ambos son adultos racionales, y claramente no han superado esta
cosa que pasa entre ustedes.
―Mm, ¿aparte de la regla de no salir con compañeros policías, aquella que podría hacer
que uno o ambos sean despedidos? ―contestó sarcásticamente―. Diablos, déjame pensar.
―No me vengas con esas tonterías. No serían la primera pareja en enamorarse en el
trabajo.
―Vaya, nadie hizo referencias al amor. ―Jesús, debería haberse reportado enfermo.
―Bueno, entonces, simplemente follen en secreto. No serían los únicos en el
departamento en hacerlo, y no es como si no lo hayas hecho antes. Holaaa, ¿recuerdas a Leslie,
de la patrulla?
Shane frunció el ceño.
―El problema es que Daisy se merece algo mejor, idiota. A diferencia de Leslie, ella no es
el tipo de mujer para follar en secreto… razón por la cual tuve que darlo por terminado. ―Su
amigo simplemente se rio, como si supiera algo que Shane no―. ¿Taylor?
―¿Hmm? ―Se veía muy satisfecho.
―Cierra la jodida boca, ¿entendido?
―Como quieras. ―Taylor le guiñó un ojo.
Algo le decía que el asunto no estaba del todo cerrado. Entre Taylor y Chris, lo volverían
loco con el tema. Lo cual, ¡maldita sea, no era un problema porque se había acabado todo entre
Daisy y él! Mierda.
Tras varios minutos interminables, Taylor detuvo el Chevelle en el bordillo detrás de un
par de patrullas. Laura Eden y la UF no había llegado todavía, por lo que tenían unos pocos
minutos para revisar la escena antes de que los técnicos recolectaran las evidencias y el médico
forense finalmente se llevara el cuerpo.
Salió con cautela, comprobando el tráfico. La autopista 49 podía ser un camino precioso,
pero era el peor sitio de la ciudad para trabajar en cualquier llamada oficial, ya sea un accidente
de tránsito, o algo peor. Las personas eran asesinadas en este tramo de curvas traicioneras todo
el tiempo, y no tenía deseos de ser el siguiente.
Sin embargo, el hombre que yacía en el barranco, definitivamente no había sufrido un
accidente. Como el capitán había dicho, al parecer murió por una bala que entró a través de la
parte posterior de su cabeza y que a continuación voló la mayor parte del frente de su cara.
Yacía recostado sobre el estómago, un poco acurrucado, como si en la muerte hubiera intentado
regresar a la posición fetal. Sus ropas estaban rasgadas y sucias, y algunos raspones eran visibles
en sus brazos.
―Jesús ―murmuró Taylor cuando alcanzaron el fondo de la pendiente―. Qué manera
de partir.
―Al menos fue rápido ―ofreció uno de los uniformados.
Cuando se pararon para estudiar el cadáver, Shane asintió.
―Rápido y eficiente. Tal vez un profesional, tal vez no. Era un problema, y alguien lo
borró.
―El trabajo no fue hecho aquí ―apuntó Taylor, moviendo una mano hacia el suelo y el
área circundante―. Nada de masa encefálica o salpicaduras de sangre por el disparo mortal.
Probablemente se desangró antes de ser botado desde la carretera.
―El asesino no estaba preocupado de que lo encontraran ―dijo Shane, alzando la
mirada hacia la autopista―. Era solo cuestión de tiempo. ¿Cómo fue descubierto?
Uno de los uniformados habló, girando las páginas en su bloc de notas.
―Un adolescente se detuvo en el bordillo para arreglar un neumático pinchado. Le echó
un vistazo al tipo muerto cuando miró por el borde, y nos llamó. Tomamos su declaración y lo
dejamos ir. El chico estaba muy nervioso, y no tengo dudas de que sea un espectador inocente.
Shane asintió.
―Lo contactaré más tarde. Tal vez recuerde algo importante.
―Conseguiré una descripción de nuestro tipo muerto, revisaré a las personas
desaparecidas, y veré si podemos lograr una identificación rápida de él ―dijo Taylor.
Todos sabían que las oportunidades de eso eran menos del cincuenta por ciento; nunca
nada era así de fácil. Las muestras dentales, ADN y las huellas digitales eran inútiles sin personas
desaparecidas con qué compararlos, y algo le decía que este sujeto no había estado volando
exactamente por encima del radar.
―Se ve como un tipo rudo ―murmuró Shane, estudiando el cuerpo.
El policía se metió el bloc de notas en el bolsillo.
―¿Y?
―No toda esa suciedad es de su descenso por el barranco. ―Shane se agachó, mirando
al hombre muerto―. Está sucio, apesta, y esos jeans junto a esa camiseta deben haber visto días
mejores. Tiene agujeros en la punta de sus zapatillas deportivas. Éste no era un hombre que se
sentaba detrás de un escritorio a estudiar documentos.
Taylor se agachó a su lado.
―Por lo tanto, tenemos a un tipo que estaba en mala racha y que tenía conocidos
despiadados. Asesinado en una región apartada.
―Sí. Pero la bala en la parte posterior de la cabeza cuenta la historia de una conclusión
brutal a los negocios, en lugar de un crimen pasional.
―Ese hedor tampoco es solo de su falta de un baño.
Shane pensó en eso.
―Estoy de acuerdo. ¿Drogas?
―Eso es lo que pienso. Aunque, no logro ubicarlo. ―Su amigo frunció la nariz―. Es un
poco dulzón. Algo así como marihuana, pero no del todo. Es más pesado.
―Con suerte, Eden podrá decirnos más en un par de días. ―Shane levantó la mirada para
ver a la mujer en cuestión bajando cuidadosamente por la pendiente empinada―. Hablando del
diablo, aquí viene su novia.
―Escuché eso, Ford, idiota.
Riéndose, Taylor y los dos policías uniformados dieron a Eden toda su atención. La alta
médico forense de cabello negro no era lo que Shane llamaría hermosa, pero tenía que admitir
que era sorprendente. Su cuerpo era esbelto y parecía que si un fuerte viento soplara se la
llevaría, pero sabía que ella era muy fuerte tanto en mente y cuerpo. Sus gestos eran un poco
varoniles, sus chistes tan sucios como el del más avezado policía, sin embargo, también era
brillante. Sin tonterías. A la mayoría de todos los chicos le gustaba, incluyendo a Shane. Era una
de las personas más genuinas que jamás había conocido.
―Oye, vamos, sabes que solo estaba bromeando. ―Dándole un guiño, se puso de pie.
―Yo no ―dijo ella tajante. Apoyando una mano en la cadera, entornó los ojos en el
cuerpo―. ¿Una bala al lóbulo occipital? Eso arruinaría el día de cualquier chico.
Se puso un par de guantes de látex que sacó del bolsillo de su abrigo. Luego avanzó de
forma lenta y cuidadosa alrededor del cuerpo, rodeándolo, deteniéndose para agacharse de vez
en cuando, observando en silencio durante un buen rato.
―Hombre blanco, joven, de un metro setenta y siete, aproximadamente cincuenta y
cuatro kilos, y treinta años de edad. Posiblemente transeúnte, dado su aspecto.
―Justo hasta que se cruzó con la persona equivocada ―murmuró Taylor.
La forense asintió en acuerdo, entonces apuntó sin tocar.
―Palmas abrasadas. Desgarres, suciedad y manchas de hierba en las rodillas de sus jeans.
Esas lesiones pueden ser de su caída por la pendiente, pero no es probable.
―¿Cómo es eso? ―preguntó Taylor con curiosidad.
―Debido a que una persona tendría que chocar con el suelo de este modo ―dijo ella,
moviéndose hacia una posición sobre sus manos y rodillas―. Poniendo al instante sus manos
para protegerse a sí mismo a medida que cae… lo cual sería imposible de hacer si estás muerto.
―Significando que nuestra víctima estuvo de rodillas en algún momento ―especuló
Shane―. ¿Empujado sobre sus manos y rodillas, tal vez, antes de que le dispararan?
La forense asintió.
―Esa sería mi conjetura. ¿Ven las heridas de entrada y salida, la carne abrasada en la
parte posterior de su cráneo? ―Poniéndose de pie, se acercó a Shane―. El ángulo y las heridas
en sí mismo sugieren que la cabeza estaba inclinada hacia abajo, y el asesino le apuntaba de esta
forma.
Moviéndose rápidamente, asumió el papel del asesino, agarrando el brazo de Shane y
girándolo para quedar de espalda a ella. Dándole un suave empujón, le ordenó:
―De rodillas.
Shane siguió adelante en el papel de la víctima, cayendo y apoyándose con las manos
antes de sentarse sobre sus talones. Su “asesina” puso un dedo en la parte posterior de la
cabeza para simular la boca del arma.
―Boom, estás muerto.
Shane suspiró.
―Rápido y fácil.
―Pero no limpio ―añadió Taylor―. Tenemos una maldita escena del crimen en alguna
parte.
Shane se levantó, sacudiéndose el pantalón.
―Si identificas a este pobre bastardo, nosotros podríamos localizarla.
―Haré mi mejor esfuerzo. ―Eden volvió su atención a la pendiente, donde el equipo
forense bajaba cargando sus cajas de suministros.
―Parece que hemos hecho todo lo posible aquí ―dijo Shane, palmeando a Taylor en el
hombro. Luego se dirigió a Eden una vez más―. Llámanos…
―Cuando los resultados de toxicología y todos los demás estén, lo sé. ¿No lo hago
siempre?
Le guiñó un ojo.
―Eres la bomba, querida.
Ella arqueó una ceja.
―¿Pensé que era la novia del diablo?
―No, solo su amante.
Ella puso los ojos en blanco, permaneciendo imperturbable.
―Bueno, sigues siendo un idiota. ―Le devolvió el guiño y le dio una media sonrisa―.
Para que conste.
Riendo, Shane se volvió para irse. Mientras ascendían la pendiente, Taylor silbó entre
dientes.
―Maldita sea, esa es toda una mujer. Me encanta una mujer con cerebro y que no tenga
miedo de usarlo.
―¿No es eso lo que sueles decir acerca de sus lenguas?
―Ja, ja. ―Le lanzó una mirada furibunda a Shane, que pasó por alto.
―En serio, dices eso cada vez que la vemos. ¿Por qué no solo reúnes tus agallas y la
invitas a salir?
―¿Qué te hace pensar que no lo hice?
Llegaron a la cima y Shane estudió a su amigo mientras caminaban hacia el auto.
―Entonces, ¿lo hiciste?
―Sí ―respondió el otro hombre con una mueca―. Parece que siente algo por otra
persona. No es que lo dijera con esas palabras, pero es una sensación que tengo. Resultando
que podría haber estado en lo cierto.
―Maldición, eso es una mierda ―dijo con simpatía mientras subían en el auto―. ¿Alguna
idea de quién?
―He oído el rumor de que está loca por Rainy.
Shane parpadeó.
―¿Austin? ¿Desde cuándo?
―Maldición, como si supiera. Es solo lo que he oído.
Pensó en eso a medida que el auto encendía con un rugido y su amigo lo sacaba a la calle.
―Me pregunto si el capitán tiene alguna idea.
―Ni idea, pero no estoy seguro de que haga alguna diferencia si lo hiciera ―dijo
Taylor―. Esa arpía de su esposa lo tiene por las pelotas. ¿Qué hombre en su sano juicio querría
complicar su vida de esa manera?
―Es lamentable, y ese es un divorcio simplemente a la espera ―señaló Shane―.
Estamos hablando de Eden, el hombre merece ser feliz.
El teléfono celular de Shane zumbó en el bolsillo, y lo sacó, mirando a la pantalla. Brad.
Una punzada de aprensión le siguió cuando vio el nombre de su mejor amigo, y odió esa
sensación. No era más que la sombra de la duda donde solía no haber otra cosa que felicidad al
escuchar del hombre al que había admirado durante la mayor parte de su vida. Últimamente,
Brad Cooper había pasado de ser impredecible a… ¿qué exactamente? ¿Ser un peligro para sí
mismo y los demás?
No. Sólo porque Shane tuviera una mente suspicaz de policía no significaba que su mejor
amigo iba por el mismo camino como tantos otros deportistas famosos.
Sintiéndose como un trozo de mierda desleal por dudar con su dedo sobre el botón,
debatiendo si mandarlo al buzón de voz o no, Shane respondió.
―Hola, ¿qué pasa?
―¡Shane, mi hombre! ¿Estás listo para dar por terminado el día?
Él resopló.
―Ojalá. Estoy en un nuevo caso, y tengo la sensación de que éste va a ser difícil.
―Maldición. Esperaba que pudieras ir a la casa, tomar algunas cervezas. Es viernes,
¿sabes? Eso de puro trabajo, nada de juegos… ―Su amigo dejó la frase en el aire como una
tentación.
―Me encantaría, pero no será esta noche ―dijo con verdadero arrepentimiento.
―No hay problemas. Sólo pensé en mencionarlo.
Pero sí era un problema, notó Shane. Su culpa se duplicó ante la voz de Brad, el tono del
hombre daba pistas de algo que era más profundo que decepción, aunque probablemente era
su imaginación. Enterró su intranquilidad e intentó sonar alegre.
―¿Te parece mañana?
―Tal vez. ―Brad hizo una pausa―. Sí, eso va a funcionar. ―Su estado de ánimo pareció
levantarse, solo un poco.
Aliviado, Shane sonrió.
―Genial. Llevaré algunos pretzels y otras cosas. ¿Drew va a estar allí?
―Sí, lo más probable. Todo lo que parece hacer últimamente es quejarse por no verte ya
que siempre estás trabajando.
Ni tampoco a su papá, porque siempre está fuera de fiesta. Jugando a la gran estrella de la
NFL, mientras que el niño deambula solo en una mansión que es más como una prisión que un
verdadero hogar.
Aplastó el pensamiento poco caritativo y se centró en lo mucho que tenía ganas de ver a
su ahijado de dieciséis años de edad.
―Genial. Dile que voy a llevar unas cuantas galletas caseras de Shae para compensarlo.
―A la hermana gemela de Shane le encantaba consentir a su esposo, Tommy, a su hermano, y
muy especialmente a Drew, casi tanto como al adolescente con un estómago sin fondo le
encantaba comer sus galletas.
Brad rio, sonando más como su viejo yo de lo que había sonado en mucho tiempo.
―Serás inmediatamente perdonado. Así que, ¿mañana, alrededor de las dos?
―No me lo perdería. ―Había permitido que el trabajo gobierne su vida lo suficiente en
los últimos tiempos. El caso podía esperar un par de horas mientras él volvía a conectar con dos
de las personas más importantes en su vida.
De alguna manera, él haría tiempo.

¿Shane quería ser amigos? ¿Amigos? ¿Después de lo que le había hecho pasar?
―¿Un café conmigo? ―Lanzando sus llaves sobre la mesa de café, Daisy pasó furiosa de
su sala de estar hasta el dormitorio principal. Con movimientos bruscos, desenfundó su porta
arma y desenganchó la insignia de su cinturón, luego los dejó sobre la cómoda. Entonces
comenzó a quitarse los pantalones azul marino poco favorecedores y su aburrida camisa blanca,
echando humo.
―¿Café? ¿Cerveza? Como si fuera uno más de los chicos después de que fuimos… ―¿Qué
fueron, exactamente, además de estúpidos?―. No, yo soy la estúpida. ¡Maldito seas! ¡Bastardo!
Siendo incapaz de llegar a cualquier otra cosa lo suficientemente mala para llamarlo, sacó
unos pantalones de chándal y una camiseta de un cajón de la cómoda y se los puso. A
continuación, se soltó el cabello de los estrechos confines de la cola de caballo que había lucido
durante todo el día y se rascó vigorosamente su cuero cabelludo, suspirando de alivio.
―¡Voy a tomar una cerveza, pero voy a disfrutar mucho más bebiéndola sola, idiota!
Lo haría. Tenía un buen trabajo, buenos amigos, y a su loca mejor amiga, Mary Anne, que
siempre la respaldaba, de modo que definitivamente no necesitaba un hombre. Especialmente
uno con problemas de compromiso.
En la cocina, lanzó una cena de pasta congelada en el microondas y agarró una botella
marrón de la nevera. Quitando la tapa, tomó un largo trago, saboreando el dulce sabor
burbujeante de la cerveza artesanal. Una marca cara, pero que valía la pena cada centavo al final
de un día largo y frustrante.
Entrando en la sala, sacudió los hombros, tratando de solventar los tensos nudos. Para
relajarse un poco. Pero relajarse siempre le llevaba un tiempo. Shane estaba lejos de ser la única
fuente de estrés en su vida: el trabajar con menores era gratificante, pero terriblemente
agotador. Por mucho que adorara a los niños, nunca había soñado verlos en problemas, algunos
de ellos perdidos en la desesperación, sus futuros en riesgo de la ruina completa cuando sus
vidas simplemente deberían estar comenzando, era tan desgarrador.
Era su trabajo protegerlos, y no siempre tenía éxito.
Con un suspiro, agarró el control remoto y encendió la televisión. El zumbido de las
noticias de las seis ya en marcha asaltó sus oídos, y se preguntó por qué se molestaba en mirar
cuando las historias cubiertas siempre iban de mal en peor.
¿Cuándo me hice tan cínica?
Sabía la respuesta a esa pregunta, simplemente prefería no enfrentarse a ello.
Disgustada consigo misma así como con el noticiero deprimente, tomó el control con
toda la intención de silenciar el televisor cuando la cámara cambió a una imagen en vivo de uno
de los periodistas experimentados de pie delante de una casa residencial. Una muy grande.
―Chad, lamento interrumpir, tenemos algunas noticias de última hora ―dijo el
periodista en un tono sombrío.
Rápidamente consultó un fajo de papel en su mano enguantada antes de continuar, el
aire frío haciendo que su aliento forme un helado vaho.
―Estoy de pie delante de la casa del corredor estrella de toda la vida de los Titanes de
Tennessee, Brad Cooper. Hace instantes, la policía de Nashville confirmó que el día de hoy
Cooper fue encontrado muerto dentro de la casa por su hijo de dieciséis años de edad, Drew. No
hay más detalles que hayan sido manifiestos hasta este momento, incluyendo la posible causa
de muerte, pero voy a estar de vuelta con más información cuando esté disponible. Todo lo que
sabemos hasta ahora es que, trágicamente, la estrella de la NFL Brad Cooper, un héroe
deportivo muy querido e hijo nativo, ha sido declarado muerto a la edad de treinta y siete años.
Volvemos contigo, Chad.
―Noticia impactante y triste en verdad ―respondió el presentador cuando la cámara
volvió a él. Su rostro solemne llenaba la pantalla―. Les traeremos más de esa historia tan
pronto como nos sea posible. En otras noticias…
Apagando la televisión, Daisy se sentó helada, con los ojos muy abiertos.
―Oh, Dios mío. Ese pobre chico. ¡Y… Shane!
Saltando del sofá, se apresuró a recuperar su bolso y las llaves, y salió por la puerta a toda
prisa. Estaba en la calle antes de recordar que no había tomado su arma o insignia, con lo cual
nunca iba a ninguna parte. Pero eso no importaba ahora mismo. Todo lo que importaba era
llegar a Shane, consolarlo mientras él lidiaba con el golpe de perder a su mentor. Su mejor
amigo.
Dios, ¿y si todavía no había oído la noticia? Tenía que llegar a él antes de que lo viera en la
televisión, como ella lo había hecho, o peor, antes de que algún periodista se presentara en su
casa para conseguir su reacción y elevar sus índices.
El viaje pareció una eternidad, pero en realidad fueron solo un par de minutos. Shane
vivía en una casa preciosa en el Río Cumberland, a las afueras de Sugarland, que tenía una vista
hermosa. Estaba segura de que la casa había costado mucho dinero. No es que fuera de su
incumbencia, pero no podía evitar preguntarse cómo un policía podía permitirse una casa tan
espectacular. La hermana gemela de Shane y su marido habían construido la casa de al lado, y se
rumoreaba que habían heredado la tierra de sus padres fallecidos. Daisy no había preguntado
jamás si era cierto.
Llevando el auto a su camino de entrada, se detuvo al lado del porche delantero y apagó
el motor. El sol estaba a punto de desaparecer en el horizonte, y podía ver las luces encendidas
en la casa. Podía imaginarlo en el interior, bebiendo una cerveza fría como ella había estado
haciendo.
O tal vez ya de duelo por el hombre que había sido su mejor amigo. Solo.
Con un profundo suspiro, se bajó, se acercó, subió los escalones y llamó. En cuestión de
momentos, la puerta se abrió para revelar el rostro sorprendido de Shane. Iba vestido con unos
sencillos jeans sueltos, y una camiseta descolorida de Metallica, su pecho estirando el material
perfectamente. Él era alto, largo y delgado, con músculos en todos los lugares correctos. Su
cabello castaño claro, demasiado largo según el reglamento, caía sobre unos ojos grises que la
miraban con absoluto interés masculino, a pesar de que él había roto las cosas entre ellos.
Ella lo evaluó todo con solo un vistazo, y su abierta mirada confundida la llevó a la
realidad, porque significaba una cosa: no lo sabía.
―Hola ―dijo, claramente perdido―. ¿Qué estás haciendo aquí?
La simple pregunta dolió, a pesar de que era una cosa normal de preguntar.
―¿Puedo entrar?
―Claro. ―Pareciendo perplejo, abrió más la puerta y esperó a que ella entrara. Después
de cerrarla de nuevo, la siguió a la gran sala de estar―. ¿Qué pasa? Te ves como si alguien
hubiera ahogado tus gatitos.
Su intento de frivolidad cayó plano cuando se volvió hacia él. Sus miradas se sostuvieron,
y la media sonrisa que había estado formando en sus labios se desvaneció.
―No has visto las noticias. ―No era una pregunta.
―No, no lo he hecho. ¿Qué pasa? ―Cerró la distancia entre ellos, frunciendo las cejas con
preocupación.
―Shane… ―Tragando saliva, agarró sus dos grandes manos entre las suyas. Muy
suavemente, dijo―: Cariño, se trata de Brad Cooper.
Él la miró fijamente, sin comprender.
―¿Brad? ¿Qué hay de él? ¿Le dieron otra multa por exceso de velocidad? ¿O esta vez lo
arrestaron? Maldita sea, su manager va a tener un…
―No, no es eso. ―Negó con la cabeza.
―Daisy, me estás asustando ―dijo, tomando aire.
―Dijeron en las noticias que Brad está muerto ―susurró―. Dios, lo siento tanto.
Y a medida que él procesaba lentamente lo que ella le había dicho, Daisy vio al hombre
que amaba romperse en mil pedazos.
Traducido por Gemma.Santolaria, Selene1987
y Priix

M
uerto. ¿Brad estaba muerto?
―No. Eso simplemente no es posible ―dijo razonablemente, su mente
negándose a aceptar sus locas palabras―. Hablé con él no hace ni siquiera dos
horas y estaba bien. Él está bien. Estoy seguro de que es algún error.
―Lo siento mucho ―repitió Daisy, sus grandes ojos verdes llenos de simpatía. Y un brillo
de lágrimas por un hombre al que no conocía realmente.
Nadie lo hacía, excepto Shane y Drew.
―Drew ―jadeó―. Oh, Cristo…
Su mente se tambaleó y se agarró al respaldo del sofá para no caer. El hielo
propagándose por sus venas, la sorpresa de la verdad congelándole de pies a cabeza, la sangre
drenándose de su cara.
―¿Qué pasó? ―dijo con voz áspera.
―No lo sé. ―Ella puso una mano en su hombro―. El reportero simplemente declaró que
fue encontrado por Drew hace poco en su casa. La policía no está soltando más detalles en este
momento.
―Esos jodidos imbéciles van a tener que contármelos a mí.
Oh, Dios. Brad estaba muerto. Y Drew lo había encontrado.
Empujando su dolor a un lado, se lanzó hacia su teléfono apoyándose en el mostrador de
la cocina. Justo donde lo había dejado antes de entrar en la habitación para cambiarse de ropa.
Agarrándolo, miró la pantalla y su corazón se hundió. Cuatro llamadas perdidas. Todas de Drew.
Sin escuchar cualquiera de los mensajes, llamó a su ahijado. Esperó a través de varios
repiques antes que respondiera el adolescente.
―¿Shane? ¿Dónde estás? ―sollozó Drew.
―En camino ―dijo con firmeza, corriendo a la habitación en busca de su cartera y
llaves―. Voy a estar allí en treinta minutos o menos, lo prometo.
―Shane… ¡me van a poner en custodia preventiva o algo así! ¡Por favor, date prisa!
―Sus palabras fueron apenas comprensibles.
―No, absolutamente no. Diles que tu tutor legal está en camino, ¿de acuerdo? Diles que
tengo los papeles. ¿Puedes hacer eso?
―Sí. Rápido… mi papá…
Su corazón se rompió. También lo hizo su voz cuando dijo:
―Lo sé, amigo. Estoy en camino. Sólo aguanta un poco.
―Está bien. ―La voz del chico sonó pequeña e indefensa. Nada como el hijo exuberante
y seguro de sí mismo de un hombre famoso.
―Nos vemos pronto.
Colgando, metió el teléfono en el bolsillo delantero de sus jeans y salió de la habitación
pasando a Daisy, hacia el pasillo y al estudio. Allí corrió hasta un archivador de cuatro cajones, lo
abrió de golpe, y revolvió los archivos colgados, mientras Daisy entraba.
―¿Tienes los documentos de tutela de Drew?
El dolor en su garganta ardía profundamente, apenas podía hablar. Tenía que recobrar la
compostura.
―Sí. Brad hizo que sus abogados dejaran todo preparado legalmente, hace años, solo
por si alguna vez algo… ―Deteniéndose, cerró sus ojos para evitar las lágrimas que se
escapaban―. Brad estaba distanciado de sus padres y nunca les confiaría a su hijo, por muy
buenas razones. La madre de Drew murió de cáncer cuando él era un bebé, y Drew no tiene a
nadie más. Jesucristo, ahora está solo.
―No. Te tiene a ti ―le dijo en voz baja.
―Sí. ―Parpadeó la humedad, finalmente encontró el archivo correcto y rápidamente
comprobó el contenido. Asegurándose de tener todos los papeles correctos, se empujó a sus
pies tambaleantes―. Gracias por venir, por ser la que me lo dijo.
Ella sacudió la cabeza.
―No son necesarias las gracias.
―Tengo que ir…
―Lo sé, yo conduzco ―dijo en una voz tranquila―. No estás bien para ponerte al
volante, y podrías necesitar respaldos cuando llegues allí.
En lo más profundo de sus hermosos ojos, él leyó las palabras que ella quería decir en
realidad: podrías necesitar un amigo.
―Está bien. ―Pasándose una mano por el cabello, asintió. Una oleada de gratitud lo
inundó ante la idea de tener a Daisy a su lado, ayudándolo a enfrentar lo imposible―. Podría
necesitarlo.
Dándole una mirada significativa, ella le tendió su mano. Él renunció a sus llaves sin
discutir y la condujo a través de la cocina al grande garaje anexo donde guardaba su camioneta,
su motocicleta y una lancha de pesca. Desbloqueando la cerradura, caminó alrededor y se metió
en el asiento del conductor de la camioneta, y él subió al otro lado.
Mientras ella abría la puerta del garaje y encendía el motor, le cruzó momentáneamente
por la mente cuán extraño era montar como pasajero en su propia camioneta. Pero la sensación
fue fugaz, ahogándose en un baño de adormecimiento a media que la conmoción aparecía. El
duelo vendría después, lo sabía. Le golpearía fuerte. Por ahora, estaba en piloto automático,
haciendo lo que tenía que hacer, por sí mismo y por Drew.
Este no era su primer rodeo en este tipo de situación. Después de que sus padres
hubieran sido asesinados, después de años de una larga y difícil lucha para que él y Shea
volvieran a sus pies, jamás había querido estar en esta posición otra vez.
Brad tenía que estar en casa, sano y salvo, cuidando de su hijo.
Dios. ¿Qué pasó? ¿Por qué?
―La casa se encuentra en Nashville, ¿verdad?
La pregunta de Daisy lo trajo de vuelta a la realidad, y asintió.
―En los alrededores, lado norte. En realidad no tenemos que ir a la ciudad.
―Está bien, sólo dime dónde girar.
Condujeron en silencio durante un rato antes de que ella hablara de nuevo.
―¿Tienes una habitación lista para él?
Tan práctica, su Daisy. Una vez más estuvo agradecido por su compañía.
―Hay una habitación que siempre usa cuando se queda conmigo. Supongo que va a ser
suya ahora. ―Se detuvo para controlar las emociones que amenazaban con romper un agujero
irregular en su calma―. Se tiene que airear, cambiar las sábanas, vaciar el armario para sus
cosas… Dios, no sé si puedo hacer esto. ―Se atragantó―. ¿Qué voy a hacer con un
adolescente?
La calidez de su mano envolvió la suya, y la apretó.
―No estás solo. Te ayudaré a preparar la habitación y a hacer que se adapte. Ya
aprenderás el resto. Puedes hacer esto y lo harás. Él depende de ti.
Asintió, agarrando su mano como si fuera un salvavidas.
―Está bien.
Era mucho más de lo que merecía, y no iba a apartarla egoístamente.
Se encontró deseando que el viaje nunca terminara. Que despertaría de esta pesadilla y
contentarse con que nada de esto era real. Pero terminó, demasiado pronto, cuando Daisy paró
la camioneta ante las grandes puertas de hierro de la finca de Brad.
Afuera estaba completamente oscuro, la noche rota por el parpadeo de las luces rojas y
azules en el patio más allá de las paredes de la casa y por el frenesí de los medios de
comunicación a su lado. Un oficial estaba estacionado en la puerta, y se acercó a la puerta del
conductor con un gesto poco acogedor mientras los flashes creaban un efecto estroboscópico.
―Nada de prensa ni acceso no autorizado a los locales ―entonó, agitando una mano
para que se perdieran―. Por favor, dé media vuelta al vehículo…
―Soy el detective Shane Ford, del Departamente de Policía de Sugarland, y soy el tutor
legal de Drew Cooper ―gruñó, empujando los papeles y su placa en la cara del oficial―. Estoy
aquí para recoger a Drew y quiero verlo ahora.
Arqueando una ceja, el oficial tomó los papeles y los revisó con su linterna. Después de
unos segundos, levantó la mirada, y su actitud mejoró un poco.
―Espere, detective. ―Cuando se volvió y se alejó unos pocos metros, Shane le oyó
hablar por el micrófono sujeto a su camisa―. Tengo aquí un hombre, dice que su nombre es
detective Shane Ford… ―Su voz se desvaneció mientras se alejaba.
Probablemente podría haberlo manejado mejor, pensó Shane, pero en este momento, no
le importaba una mierda.
Un par de largos minutos después, la puerta comenzó a abrirse. El oficial se acercó de
nuevo al auto y le regresó los papeles y la placa, escrutando minuciosamente a Shane y a Daisy
antes de decir:
―Pueden pasar. El chico está fuera con la oficial Anita Daniels.
―Gracias.
Dio un paso atrás y Daisy condujo lentamente por el camino, buscando un buen lugar
para estacionar que les permitiera salir sin ser bloqueados.
―Voy a estacionar atrás ―dijo pensativa―. De esa manera cuando nos marchemos, él
puede agacharse hasta que estemos fuera y los curiosos no sabrán en qué vehículo está.
―Buena idea.
Encontró un lugar en el camino de entrada en la parte trasera y giró la camioneta para
estacionarse en reversa en la entrada antes de parar el motor. Al mirar por la ventana, Shane vio
a Drew de pie en la terraza trasera con varios policías uniformados, incluyendo a la mujer que
debía ser Daniels.
El chico parecía tan perdido en el mar de actividad. Tan solo. Tenía los hombros caídos, la
cabeza baja. Y entonces levantó la vista y vio a Sane saliendo de la camioneta.
Drew gritó y salió corriendo directamente de la terraza, corriendo hacia Shane tan rápido
como sus piernas le permitían. Shane salió a su encuentro a mitad de camino, lo tomó, y
envolvió al niño en un apretado abrazo. Drew se aferró a él y se derrumbó, con la cara enterrada
en el cuello de Shane, sollozando con todo su corazón. El chico podría ser casi tan alto como
Shane, pero justo ahora era un niño destrozado. A pesar de los esfuerzos de Shane para
contenerse, no pudo evitar que las lágrimas resbalaran por su cara hacia el cabello oscuro de
Drew.
―Llegué a casa de la escuela, tomé un aperitivo, y vagué por un rato, y-y me pregunté en
dónde estaba papá ―jadeó entre sollozos―. N-no salió a preguntarme por mi día, c-como
siempre hace.
―No tienes que hablar de esto ahora, si no quieres. ―Pero aparentemente el chico
necesitaba sacarlo. Shane lo sostuvo más fuerte.
―Caminé por la casa, llamándolo, pero no respondió. L-lo encontré en el suelo de su
estudio… ¡no estaba respirando y traté de ayudarlo! No pude… ¡él no respiraba!
―Estoy aquí ―susurró Shane una y otra vez―. Estoy aquí, y todo va a ir bien. Te tengo.
Vagamente, supo que Daisy estaba tomando su placa y los papeles de sus manos, y luego
hablaba suavemente a alguien. No estaba seguro de cuánto tiempo Drew y él estuvieron de pie
aferrados entre así, pero con el tiempo dio un paso atrás, manteniendo sus manos en los
hombros del chico. Incluso con la poca luz, pudo ver que los ojos vívidos y azules de Drew
estaban hinchados, el hermoso rostro del chico, como el de su padre, era el retrato de la
devastación.
―No había nada que pudieras hacer ―le dijo a su nuevo encargo, y rezó para que fuera
cierto. Brad, por horrible como podría parecer, ya se había ido mucho antes de que el chico
regresara a casa―. Lo superaremos juntos.
La barbilla de Drew tembló y su mirada cayó al suelo.
―No sé qué hacer.
―Vas a venir a casa conmigo, ¿está bien? Voy a ir dentro para prepararte una maleta, y
nos preocuparemos más tarde del resto.
―E-está bien ―sollozó, mirando alrededor aturdido.
Drew aún no había comprendido que no regresaría allí para vivir. Que no solamente había
perdido a su padre, sino también todo lo que le era familiar: su casa, escuela, amigos, toda su
vida. Shane no esperaba con ganas esa explosión.
Y habría una, estaba seguro de eso.
―Drew, ésta es mi amiga Daisy Callahan ―dijo, siendo totalmente consciente de cómo la
estaba presentando. Siendo mucho más que una amiga―. Trabajamos juntos en el
departamento de policía.
―Hola. ―El chico intentó forzar una sonrisa, pero fracasó.
―Hola, Drew ―le saludó ella amigablemente, colocando un brazo de apoyo en sus
hombros―. Voy a quedarme aquí contigo mientras Shane reúne tus cosas y prepara todo para
que te vayas. ¿Te parece bien?
―Supongo.
Lanzando a Daisy una mirada de completa gratitud, Shane apretó el hombro de Drew.
Entonces se giró a la oficial Daniels, quien le hizo señas desde la distancia para que pudieran
hablar discretamente.
―Tus papeles parecen estar en orden, y confirman la llamada que recibimos del abogado
del señor Cooper. Puedes llevarte a Drew a casa.
Shane dejó escapar un suspiro.
―Gracias.
La oficial se frotó los ojos cansados.
―Seré honesta. Si el hombre muerto hubiera sido otra persona, a nadie le habría
importado una mierda este niño o a dónde iría. ―Lanzó una mirada significativa en dirección
general a la entrada y a la prensa más allá―. Como están las cosas, espero que tengas unas
buenas pelotas de acero, porque vas a necesitarlas para esquivar a los tiburones. No te envidio
ni un poco.
Apenas asintió, sin que le tomara por sorpresa su observación. Los policías suelen ser
directos los unos con los otros. Pero el recordatorio de que el joven chico estaría bajo un
microscopio hasta que el furor desapareciera hizo que todos sus instintos protectores salgan a
flote.
―Estaremos bien. ―Con el tiempo―. ¿Quién está a cargo? Tengo que ver si puedo
recuperar algunas de las pertenencias de Drew.
―El detective Lacey. Adelante, dile que yo te envié.
―Gracias, y gracias por cuidar también de Drew.
La mujer mayor le lanzó una sonrisa que no llegó a sus ojos. No era una sonrisa
desagradable, sino una de un policía que había visto demasiado.
―No hay problemas. Parece un buen chico, y espero que las cosas le vayan bien.
―Yo también.
La dejó y caminó hacia las escaleras del porche y hacia las puertas francesas que llevaban
al salón. Nadie le llamó la atención, centrados en la actividad del estudio en el lado opuesto de la
sala. Con cada paso en esa dirección, la banda alrededor del pecho de Shane se apretó aún más
hasta que luchó por respirar.
Cuando dos detectives no uniformados y los forenses se separaron lo suficiente para
dejarle ver por completo a un Brad tumbado en el suelo, con los brazos y las piernas extendidos
sin poder hacer nada, Shane tuvo que detenerse. Su mejor amigo yacía boca arriba, con los
labios azules, los ojos abiertos, viendo sin vida en lo que podría ser una expresión de sorpresa.
Muerto. No era una horrible pesadilla. Era real.
Y el pobre Drew había visto a su padre así.
Shane casi alcanza el marco de la puerta, pero el entrenamiento impidió que tocara nada
de la escena del crimen, si es lo que tenían aquí. En lugar de eso se dobló por la cintura, con las
manos en las rodillas, y se concentró en inhalar profundamente antes de desmayarse y hacer
que su trabajo fuera más difícil.
―Oye, amigo, ¿estás bien? ―Una mano se apoyó en su espalda.
―No. ―No estaba seguro de si alguna vez lo estaría.
―¿Necesitas sentarte?
―No. ―Se enderezó con esfuerzo, se fijó en el hombre que le estaba estudiando y que
parecía estar esperando una presentación. Alejando la bilis, Shane ofreció su mano―. Detective
Shane Ford, del Departamento de Policía de Sugarland. Drew Cooper es mi ahijado.
La expresión del policía se aclaró mientras apretaba la mano de Shane.
―Detective Alex Lacey, de Nashville. Daniels nos dijo que vendrías. Bueno, dijo que el
guardián de Drew estaba de camino, no quién eras. ―El hombre lo estudió durante unos
segundos, pensando en algo―. Recuerdo haber leído sobre tu caso terrorista el año pasado en
un documento. ¿Cómo conoces a Brad y a Drew Cooper exactamente?
El dolor amenazó con estrangular su respuesta.
―Brad es mi mejor amigo. ―No pudo utilizar un tiempo pasado, aún no―. Lo conozco
desde que era un niño. Mi adoración hacía él se convirtió con el tiempo en una sólida amistad al
crecer. Tiene unos años más que yo, y nuestros padres fueron buenos amigos en su día.
O lo habían sido, antes de que las cosas terminaran horriblemente mal.
―¿Sabes? Creo que una vez oí a Cooper hablar de ti durante una entrevista. ―El rostro
de Lacey se tornó solemne―. Siento tu pérdida.
―Gracias ―logró decir. Sus miradas se sostuvieron, y ambos sabían que la pregunta se
acercaba. Una que Shane no tenía derecho a preguntar, estaba fuera de su jurisdicción, y que iba
a hacer de todas maneras―. ¿Eden ya tiene alguna idea de la causa de muerte?
―Todo es especulación en este momento ―evadió Lacey.
Shane no pasó por alto cómo el hombre se había movido para evitar que pudiera ver el
cuerpo de Brad.
―¿Qué está especulando?
Él suspiró.
―Una posible sobredosis. Lo siento.
Shane se quedó mirando al otro policía.
―¿Drogas? De ninguna jodida manera. Brad jamás ha usado drogas en los años que lo he
conocido. Todo el mundo sabe que a él no le va esa mierda.
El creciente volumen de su protesta había atraído un poco de atención. Shane se movió,
miró hacia otra parte, el enfado casi superando la devastadora tristeza. El intento de Lacey para
apaciguarlo no ayudó.
―Escucha, sabes mejor que nadie que la gente hace toda clase de cosas que
normalmente no haría con la correcta cantidad de motivación. Sobre todo por el estrés.
―Lo sé, pero no le pongas como otra estadística.
El tono del detective se suavizó en advertencia.
―Sé cómo hacer mi trabajo, Ford. Y se me da bien.
¡Joder! Había apenas suficiente sitio para tragarse su orgullo con todas las emociones
estancadas en su garganta.
―Mis disculpas. Solo…
―Sí. Olvídalo, ¿de acuerdo? Te llamaré cuando tengamos el informe del forense. ¿Qué te
parece?
―Es más de lo que tengo derecho a pedir ―dijo con gratitud―. Gracias. Ahora, si está
bien, me gustaría subir y recoger alguna ropa y cosas para Drew.
―Seguro. ―Lacey llamó a uno de los agentes uniformados para que lo escoltara arriba.
Parecía que la cortesía profesional había ido demasiado lejos. Pero Shane no podía culpar
al detective por ser cuidadoso con la escena. El hombre no quería a nadie deambulando por la
casa, husmeando, lo que sabía perfectamente que Shane haría cuando regresara en la primera
oportunidad.
Con una última mirada al estudio, se dio la vuelta y subió por las escaleras. En la
habitación de Drew, ignoró la presencia del agente en la puerta, agarrando una bolsa de
gimnasio del armario. Drew la había llevado a su casa muchas veces cuando Brad estaba fuera
de la ciudad y se quedaba con él. La llenó de calcetines, calzoncillos, jeans, camisetas, artículos
de aseo personal. Todo lo que podía pensar para que el chico pasara unos días en su casa. Pensó
que tenía lo que necesitaba.
Entonces su mirada cayó en el pequeño portátil de Drew que estaba en su escritorio. En
realidad no debería llevárselo hasta que le dieran el visto bueno, pero al chico podría venirle bien
tener algo familiar a mano.
Y si hubiera la mínima oportunidad de que contuviera alguna pista de lo que había
ocurrido a Brad, no se marcharía sin él.
El oficial en la puerta ahora estaba de pie con la espalda apoyada en el quicio de la puerta,
mirando hacia el pasillo. Rápidamente, Shane desenchufó el portátil, enrolló el cable a su
alrededor, y lo metió en la bolsa, entre las pilas de ropas. Examinaría el contenido y el historial
antes de entregárselo a Drew.
Con todo preparado, se puso la bolsa sobre un hombro y se encontró con el policía en el
pasillo.
―Listo.
El oficial lo acompañó abajo, dándole un breve gesto antes de alejarse para hablar con
algún compañero. Estaba entrando una camilla, con una bolsa negra vacía encima, y un
escalofrío de horror bajó por la espalda de Shane. Se quedó helado y mirando fijamente
mientras entraba en el estudio.
Lacey apareció ante su vista, llevando una mochila.
―Aquí están las cosas del colegio del chico que encontramos en la cocina. No hay nada
más que puedas hacer ―dijo gentilmente―. Saca al chico de aquí antes de que estén
preparados para llevarse a su padre de la casa. Te llamaré, probablemente mañana.
Oh, Dios. Asintió, aceptando la mochila.
―Gracias de nuevo.
Lo más difícil que había hecho jamás fue darse la vuelta y alejarse. Dejar solo a Brad con
desconocidos que no lo conocían. Que no lo querían. Que lo reducirían a nada más que carne y
huesos para ser estudiados, diseccionados, incluso ridiculizados.
En cualquier segundo, Shane iba a perder el control. Volar y jamás ser igual.
Entonces vio a Drew de pie al lado de su camioneta y se obligó a hacer lo imposible. A
salir a flote por el chico al que quería como a un hijo y que dependía de él.
―Te he traído algunas cosas para un tiempo. ¿Listo para marcharnos?
Drew tragó fuertemente, se frotó la cara mojada.
―Sí.
Después de colocar la bolsa del gimnasio y la mochila en la parte trasera de la camioneta,
Shane entró, echándose hacia un lado, dejando sitio para Drew en el lado del pasajero. Antes de
que Daisy condujera hacia la puerta principal, habían hecho que se agachara lo máximo posible,
nada fácil teniendo en cuenta el peso del chico. Pero funcionó lo suficiente para alejar la prensa,
y su vehículo apenas robó una mirada mientras cruzaban la puerta y pasaban por la multitud.
Una vez que estuvieron en la carretera, Shane hizo un gesto hacia él.
―Te puedes levantar ahora.
El chico se deslizó en el asiento y miró hacia la noche durante varios minutos.
―¿Qué piensan que le pasó a mi papá? ―preguntó finalmente, su voz
sorprendentemente plana.
―Aún no lo saben. Esa es la verdad.
―Pregunté qué es lo que piensan. Me hicieron todas estas preguntas sin cesar acerca de
qué tipos de medicamentos estaba tomando. ―El chico soltó una sorprendentemente amarga
carcajada―. No soy un niño pequeño y no soy estúpido, Shane. Dime.
―No, definitivamente no eres estúpido. Simplemente no creo que este sea el
momento…
―Nunca va a ser el momento. ¿Verdad? ―espetó Drew.
Shane se detuvo, preguntándose si el comentario agudo era referente a la muerte de su
padre o algo más. Fuese lo que fuese, comprendía la necesidad de Drew por algún trozo de
información que le diera sentido ahora que su mundo se había vuelto de cabeza.
Cristo. Lanzó una mirada penetrante a Daisy, en silencio pidiéndole su opinión, y ella hizo
un gesto apenas perceptible. Drew era inteligente; tendría diecisiete pronto. A solo un corto año
para ser un adulto legal, sin importar que Shane siguiera pensando en él como un niño. Si Shane
lo trataba como menos que un hombre cuando más importaba, perdería terreno y muy rápido.
Rebuscando en su interior, encontró su resolución.
―Sospechan de una sobredosis, pero es temprano todavía. Podríamos saber algo más
sólido para mañana.
Drew soltó un ruido suave de angustia. Daisy se acercó y apretó la rodilla del niño en
apoyo, pero él simplemente giró su cabeza, mirando por la ventana en la noche. No dijo nada
más. Shane tenía preguntas propias, pero este no era el lugar y esta noche era demasiado
pronto. Las respuestas, si hubiera alguna, podía esperar hasta mañana.
Finalmente, Daisy se detuvo en su garaje y apagó el motor. Parecía que habían pasado
cien años desde que ella había aparecido con la horrible noticia. Toda la tragedia era surrealista.
A medida que bajaban, Shane tomó las pertenencias de Drew desde la cajuela de la
camioneta y se encaminaron al interior. Shane cargó las bolsas por el pasillo hasta el dormitorio
de huéspedes que su ahijado siempre utilizaba y las puso en el suelo. Luego volvió para
encontrar a Drew sentado en el sofá, con la cara entre sus manos, los hombros temblando. Daisy
estaba sentada a un lado de él, con un brazo alrededor de sus hombros, hablándole en voz baja.
Shane se apresuró y se sentó en el otro lado, colocando una mano en la pierna del chico.
―Desearía saber qué decir ―se las arregló para decir.
―Simplemente no me digas otra vez que va a estar bien, porque no lo estará. ―Lágrimas
se filtraban entre sus dedos, goteando sobre su regazo.
―Muy bien. ―De hecho, él había estado a punto de repetir esa misma cosa―. ¿Quieres
hablar?
El chico negó con la cabeza, sus hombros encorvándose. Era una postura de
autoprotección, y Shane pudo sentir físicamente su retirada. Drew se acercaba rápidamente a la
etapa en la que quería que lo dejaran en paz, y Shane no tenía idea cuánto espacio darle. ¿Qué
tan lejos era demasiado lejos?
―¿Has comido? ―le preguntó Daisy al chico en voz baja.
―No. ―Sollozó él―. No tengo hambre.
Ella se encontró con los ojos de Shane, estudiándolo.
―De acuerdo. ¿Por qué no busco algo para calentar? Tal vez para el momento en que
esté listo serás capaz de conseguir comer algo.
Drew no respondió. Shane le dio una media sonrisa de agradecimiento y ella se levantó,
en dirección a la cocina. No podía creer que ella estuviera dispuesta a quedarse junto a él, para
ayudarlo a lidiar con esta clase de crisis, cuando él no le había dado ninguna razón para
preocuparse. La culpa le corroía las entrañas. Tenía que encontrar una manera de expresar lo
mucho que esto significaba para él, pero no sabía si ella aceptaría algo en forma de
agradecimiento.
Para cuando Daisy hizo sonidos en la cocina, se sentaba con su ahijado, sintiéndose
totalmente fuera de lugar. Drew no estaba abierto a hablar, y Shane no sabía si su presencia era
algún consuelo en absoluto. Poco a poco, las lágrimas del chico se detuvieron y se recostó en el
sofá, con los ojos rojos y la mirada fija en el espacio. Pero su expresión iba más allá de estar en
blanco.
Las emociones se arremolinaban en ellos como una tormenta lejana, una tempestad que
el chico apenas contenía. Ira, conmoción, dolor, todo tan fácil de leer. Todo tendría que ser
purgado eventualmente. ¿Cuándo era el momento adecuado para presionar? Shane era
condenadamente bueno en su trabajo, trabajando con la gente, consiguiendo que suelten
secretos que no querían compartir. Pero sus instintos le fallaban ahora. Completamente.
―Vengan a comer, chicos ―llamó Daisy desde la cocina.
Drew negó con la cabeza.
―No puedo.
De pie, Shane le ofreció una mano.
―Por lo menos inténtalo, por mí.
Durante un largo momento, Shane pensó que se negaría. Entonces el chico tomó su
mano, dejándose llevar, y siguiéndolo hasta la mesa en la cocina. Daisy tenía servido tres tazones
de sopa de tomate acompañados de sándwiches de queso a la parrilla. Toda una comida
reconfortante. Olía bien, y el estómago traidor de Shane gruñó.
―Se ve bien ―le dijo―. Gracias.
―Sí, se ve muy bien si tienes diez años de edad. ―Drew resopló y se echó hacia atrás,
con los brazos cruzados sobre el pecho.
―Una persona nunca se pone demasiado vieja para la sopa y el queso a la parrilla ―dijo
Shane, tratando de aligerar las cosas un poco―. Prácticamente sobrevivo con comida como
ésta en el invierno.
―Entonces supongo que voy a morir de hambre.
Se hizo el silencio, pesado, torpe. Daisy se mordió el labio, intercambiando una mirada
preocupada con Shane, y luego comenzó a comer. Él hizo lo mismo, esperando que el chico
estuviera tentado a comer por lo menos un par de bocados. Después de cinco agonizantes
minutos, Drew se empujó de la mesa y simplemente salió sin decir palabra. Shane se levantó
para ir tras él, pero Daisy agarró su muñeca.
―Podría ser mejor darle un poco de espacio por un tiempo. Dale tiempo para procesar lo
que está pasando.
―¿Sí? ¿Y cómo sabes qué es lo mejor para un chico al que he conocido durante toda su
vida? ―espetó. Inmediatamente se sintió como una mierda.
―Estoy en una mejor posición que tú porque estás demasiado cerca ―dijo ella,
imperturbable―. Trabajar con niños es mi trabajo, y de su lenguaje corporal estoy leyendo que
necesita un poco de tiempo a solas. Sólo por un poco más.
Con un suspiro de frustración, se sentó de nuevo y le tomó la mano.
―Lamento atacarte.
―No te preocupes. Es un riesgo laboral, así que estoy acostumbrada a ello. ―Le dio una
suave sonrisa, que él regresó.
A medida que la estudiaba, tuvo una epifanía. Fue como una cortina siendo levantada.
―Los niños con los que trabajas, son así, como almas perdidas. ¿Cómo haces esto, todos
los días? ―preguntó, agitando una mano en dirección hacia donde Drew se había ido.
―Eso es lo que nos preguntamos sobre ustedes en homicidio.
―Sí, pero es diferente. ¿Cómo lidias con niños en riesgo que han soportado tanto, que
están en peligro de ir por el camino equivocado, y con padres a los que no les importa?
Ella se inclinó hacia delante, su expresión intensa y con pasión por el tema.
―Esa es una idea errónea. A la mayoría de los padres les importa y mucho, igual que tú te
preocupas por Drew. La mayoría de ellos quiere desesperadamente salvar a sus hijos, pero no
tienen las habilidades o recursos para ayudarlos. He visto el abuso, obvio, y padres a los que no
podría importarle menos lo que sucede con sus hijos, pero no son tan frecuentes. Sólo escuchas
más acerca de ellos que sobre los buenos, eso es todo.
―Aun así, yo no podría hacer tu trabajo. No veo cómo te mantienes en tu sano juicio.
―¿Quieres saber cómo? Debido a que todos los niños que salvo de terminar en una
estadística en tu división, hacen que valga la pena.
Esa simple declaración lo golpeó con fuerza. Lo que ella hacía era tan condenadamente
importante. ¿Cómo podía haber fallado en verla realmente? ¿En apreciarla no solo como mujer,
sino como una amiga y colega que estaba haciendo una gran diferencia?
Se sintió humillado por su falta de visión, y avergonzado.
Terminaron su comida y Daisy se paró.
―Voy a recoger los platos. ¿Por qué no vas a comprobar a Drew?
―De acuerdo. Y gracias.
Ella lo despidió con la mano, y él fue en busca de su ahijado. El chico no estaba en la sala
de estar, así que se dirigió a la habitación de Drew. Abriendo la puerta lentamente, vio la figura
del niño acurrucado en la cama. Su cuerpo lucía relajado, la respiración profunda y regular. A
medida que Shane se acercó, vio a Drew realmente dormido. Probablemente lo mejor para él en
este momento.
Avanzando hacia delante, Shane se arrodilló junto a la cama. Tocó el cabello del niño. Lo
acarició suavemente, con el corazón roto por Drew. Y por sí mismo. Nunca había imaginado que
algo le pasaría a Brad. Nunca se había tomado en serio el tener hijos. Pero ambas cosas habían
sucedido.
En un abrir y cerrar de ojos, Shane era padre de un muchacho de dieciséis años de edad al
que no tenía idea de cómo criar.
O cómo proteger.
Traducido por LizC, Marcelaclau y Lauuz

D
aisy se cernía en la puerta de la habitación de Drew, el aliento atrapado en su
garganta.
Shane estaba de rodillas junto a la cama, acariciando el cabello del chico.
Su expresión era de lastimosa pena, pero también había tanto amor. Este no era
un hombre cumpliendo una obligación. Este era un hombre que amaba verdaderamente a la
gente que permitía en su vida, un hombre que haría cualquier cosa por ellos.
Y ella anhelaba ser una de esas personas.
¿Cómo puedo ser tan egoísta? No era culpa de Shane haber disfrutado de un par de
revolcones y terminar con el corazón roto cuando ella esperó más. Se culpaba a sí misma. Él
había dejado claro que ella no iba a ser alguien que quisiera conservar, y ella no tenía nada que
hacer colgando por aquí más tiempo del necesario.
En silencio, se alejó y regresó a la sala a esperar por él. Una y otra vez, su mente repitió lo
que acababa de presenciar, el hecho de que Shane no era el arrogante mujeriego feliz y
despreocupado que pretendía ser. Era mucho más.
Él volvió a entrar en la habitación en ese momento, viéndose agotado.
―Está descansando.
―Va a necesitar un montón de eso para lograr pasar las próximas semanas. ―Hizo una
pausa―. ¿Hay algo más que pueda hacer?
―No ―dijo, deteniéndose justo en frente de ella―. Pero gracias por estar aquí.
La clara despedida hizo que su garganta se apretara en decepción. La empujó hacia abajo
y reunió una pequeña sonrisa.
―Bueno, si me necesitas, no dudes en llamar.
―Está bien.
Él no lo haría, lo sabía. Le apretó la mano, y luego se volvió para irse. Pero se detuvo en
seco cuando él no la soltó. En su lugar, la echó hacia atrás, deslizó un brazo alrededor de su
cintura. Sorprendida, ella encontró su mirada gris. Él la observaba como si fuera el último trago
de agua en el desierto, y el corazón martilleó en su pecho.
Iba a besarla. Vaciló una vez, preguntando en silencio, y al no recibir protesta, bajó su
boca a la de ella. Cada célula de su cuerpo se encendió en llamas, quemándola de la cabeza a los
pies. Y en todas partes en el medio.
Ningún hombre la había besado de la forma en que Shane lo hacía… con todo su ser. El
pensamiento racional huyó, arrojado al mar en una marea de deseo. Y con la misma rapidez
había terminado. Su ex amante se apartó, estudiándola como si quisiera decir algo más.
Pregúntame por aquella cerveza una vez más. Esta vez no voy a decir que no.
Pero no lo hizo.
―Buenas noches, cariño.
―Buenas noches.
Se dio la vuelta y se dirigió a los escalones del porche, y la puerta se cerró con un
chasquido suave detrás de ella. A veces, soy mi peor enemigo. ¿Por qué dejé que complicara mi
vida?
Había estado enamorada de él durante tanto tiempo y, finalmente, lo había conseguido.
Pero no para siempre. Ya no más. Mejor era dejar que él se desvaneciera y descansara con todos
los otros castillos en el aire. Así como enamorarse de un hombre que realmente entienda y
aprecie su trabajo. Llevarse bien con su padre. No sentirse tan sola. No ver la vida pasar frente a
ella. Tener hijos propios.
Claro. Con un suspiro, encendió el auto y salió del camino de entrada. Echando un vistazo
en el espejo retrovisor, podría haber jurado que vio la cortina sacudiéndose al cerrar.
Pero era probablemente su imaginación.

El día después de la muerte de Brad amaneció obscenamente brillante. Después de


encender la cafetera, Shane se quedó mirando por la ventana que daba a la parte trasera de su
propiedad y al río. Un par de pescadores estaban pescando con sus cañas desde un barco,
esperando una buena captura mañanera. Los pájaros cantaban. Un típico sábado perezoso.
Para algunos, de todos modos. No parecía posible que el mundo simplemente pudiera
seguir adelante cuando otras vidas se hacían añicos. Pero lo hacía, y él no podía pensar qué
hacer a continuación. No sin café para revivir su cerebro agotado.
Drew había despertado gritando, cubierto de sudor, dos veces la noche anterior. La
segunda vez, Shane se había levantado y dado al chico una píldora para ayudarle a descansar.
Funcionó, pero el sueño había eludido a Shane para entonces y, queriendo estar alerta en caso
de que Drew lo necesitara, no se atrevió a tomar la misma medicación. Había estado despierto
desde las cuatro, rondando de ida y vuelta a la habitación del chico para asegurarse que estaba
bien. ¿Cómo hacen los padres esto?
De repente le golpeó que esto era para siempre. Lo golpeó con fuerza en las entrañas y lo
llenó de miedo. Esta no era solo una visita, y Brad nunca vendría a buscar a su hijo. Drew era su
responsabilidad ahora, justo como Brad había querido si algo le pasaba alguna vez. Shane y
Drew siempre habían sido cercanos, pero las reglas iban a cambiar junto con su relación. Era
inevitable.
El crujido de unos neumáticos en el exterior atrajo su atención. Caminando hacia la
ventana del frente, medio esperó ver a Daisy regresando, exigiendo ayudar de alguna manera.
En su lugar fue recibido por la visión de Tommy deteniendo su camioneta, la gemela de Shane
yendo de copiloto. En la conmoción de anoche, Shane ni siquiera había pensado en llamarlos,
por lo que probablemente se habían apresurado a ir tan pronto como se enteraron por las
noticias esta mañana.
No queriendo que el timbre o el golpe despertaran a Drew, salió al porche para reunirse
con ellos. Shea prácticamente salió volando de la camioneta y subió los escalones, lanzándose a
sus brazos extendidos. La atrapó y la sostuvo cerca, enterrando su nariz en su rizado cabello
castaño, y aspiró el familiar olor reconfortante de su gemela.
―Oh, Dios mío, Shane. ―Suspiró ella―. Acabamos de escucharlo cuando encendimos la
televisión esta mañana. ¿Por qué no nos llamaste?
―Fue una escena horrible, hermanita. No estaba pensando. ―La abrazó con más fuerza,
agradecido por su presencia―. Lo iba a hacer esta mañana después de poner en orden mi
cabeza.
Soltándola, se volvió y le tendió la mano a su alto rubio cuñado, quien ignoró el gesto con
prontitud y lo llevó a un gran abrazo. Jesús, estaba tan condenadamente agradecido por su
familia. Sus ojos ardían cuando dio un paso atrás y señaló con el pulgar hacia la casa.
―¿Quieren café? Estoy seguro que podría preparar un poco.
Aprobaron de inmediato la sugerencia, y la pareja lo siguió al interior, esperando hasta
que tuvieran fragantes tazas de café y se sentaran en el salón antes de comenzar el
interrogatorio.
―¿Qué pasó? ―preguntó Shea―. La noticia está diciendo alguna mierda bastante brutal
sobre drogas. ―Su marido estaba ubicado cerca a su lado en el sofá, absolutamente
concentrado en la respuesta.
Shane se removió en su silla, la impotente ira arañando sus entrañas.
―Sí, bueno, tal vez no sea una mera especulación. El detective en la escena me dijo que
parece una sobredosis. No me dejaron ver las evidencias que tenían, pero tienen algo sólido, o
de lo contrario no me habrían dicho algo como eso.
―¿Drogas? ―Tommy frunció el ceño―. Lo vi solo un par de veces, cuando estaba aquí
visitándote, pero no me pareció que fuera del tipo que incursiona en esa mierda.
―No lo era ―dijo Shane. La idea le hizo enfermar con dolor y frustración―. No puedo
entenderlo. Él nunca me confió nada sobre un hábito.
―Tal vez era una cosa nueva ―sugirió Tommy―. Obviamente él no hubiera estado
orgulloso de eso, por lo tanto, no habría querido que tú o alguien más lo supiera.
Los tres sopesaron eso por un minuto, sorbiendo su café. Shane no obtuvo ningún
provecho de su café esta mañana, pero casi podía sentir la muy necesaria cafeína inundando sus
venas.
―El detective me va a dar una llamada de cortesía al tener el informe del forense ―les
dijo. Luego su voz se quebró―. No puedo creer que esté jodidamente poniendo a Brad y una
autopsia en la misma frase.
Al instante, su hermana se sentó en el brazo de su silla, abrazándolo con fuerza.
―Estamos aquí para los dos. Cualquier cosa que necesites.
―Lo sé ―dijo con voz áspera―. Gracias.
―¿Qué hay de los arreglos funerarios? ―aventuró Tommy suavemente―. ¿Necesitas
ayuda con eso?
Shane sacudió la cabeza con una triste sonrisa.
―Brad tenía todo organizado hasta el punto de ser un asno. Me burlé de ello
constantemente. Su abogado tiene todas las instrucciones, y todo lo que tengo que hacer es dar
un par de llamadas. ―Un par de llamadas. A los pocos días, todo habría terminado. Excepto que
no lo haría… no realmente.
―¿Cómo está Drew? ―Esto fue de Shea, quien le dio un abrazo más y volvió a su asiento.
―Conmocionado. ―Tomó un sorbo de café―. El tiempo nos dirá cómo se ajusta. No sé
qué demonios estoy haciendo, y no sé cómo Brad fue capaz de criar a un niño por su cuenta.
―Eso es simple: no lo hizo. ―Tommy resopló―. Te tenía a ti y a otra media docena de
personas para rescatarlo cada vez que era necesario.
Shane se estremeció.
―Es verdad.
―Y tú nos tendrás a nosotros, además de todos tus amigos ―dijo Shea―. Ambos
estarán bien. Por lo menos es un adolescente en lugar de un pequeño en pañales.
―No estoy seguro de que eso vaya a hacer las cosas más fáciles a largo plazo. ―De
hecho, sabía que no lo haría―. Esto va a ser jodidamente duro. Su padre era, es, su héroe.
Extraordinario, famoso. Yo solo soy un policía, un tipo normal con el que Drew disfrutaba pasar
los fines de semana. Y eso va a cambiar lo suficientemente rápido cuando tenga que imponer las
reglas por primera vez.
Su hermana no estuvo de acuerdo.
―Creo que te estás quedando corto. Ese chico te ama, y con el tiempo, los dos estarán
bien.
Shane miró a su cuñado, notando que el hombre no era tan rápido de pintar las cosas de
color de rosa como Shea. Tommy había pasado por problemas con sus propios padres, y
trabajaron a través de ellos para convertirse en una familia de nuevo, no había sido fácil. Diablos,
todavía seguían trabajando en su relación, a pesar de que había mejorado mucho. El hombre
frente a él había madurado mucho en el último año.
―Tienes razón. No va a ser fácil ―dijo Tommy, serio―. Va a ser duro antes de mejorar, y
cuando lo haga, estaremos aquí. Para eso está la familia.
―Gracias, chicos.
―¿Crees que tendrás algún problema con James y Rhonda por la custodia?
James y Rhonda Copper eran los padres de Brad, abuelos de Drew. La pareja había sido
buenos amigos de los padres de Shane y Shea, érase una vez. Antes del gran debacle entre las
dos parejas y el accidente que lo había seguido, llevándose a Darryl y a Linda Ford demasiado
pronto.
A pesar de la traición de los Cooper y del horror de las secuelas, la amistad de Shane y
Brad no solo sobrevivió, sino también se había hecho más profunda con los años. Brad había
estado horrorizado por las capas de corrupción que había descubierto sobre sus padres.
―No ―dijo él fríamente―. No a menos que quieran que todo el país sepa que
intentaron malversar cientos de miles de la compañía de papá, sin mencionar el ser
indirectamente responsables por el accidente. Están en una correa corta, y así es como
permanecerán.
Ellos nunca habían conocido a Drew, y eso no iba a cambiar mientras Shane estuviera
vivo. Sabía por Brad que si la pareja sobrevivía a su hijo, ellos no estaban incluso invitados a la
lectura del testamento; no recibirían ni un solo centavo de su dinero.
Un ruido detrás de ellos llamó su atención y se giró para ver a Drew de pie torpemente
justo dentro de la habitación. Su cabello oscuro estaba empapado por la ducha, se había vestido
con jeans y una camiseta. Sus ojos estaban inyectados de sangre, su rostro era pálido.
Shea se levantó y cruzó la habitación en segundos, envolviendo al niño en sus brazos.
Tommy se levantó y la siguió. Shane notó que Drew era más alto a los dieciséis que la pequeña
Shea. No será un niño por mucho más tiempo, se recordó de nuevo.
―No voy a preguntar algo estúpido como, cómo estas ―dijo Shea, ganándose una triste
y acongojada risa de Drew.
―Sigo pensando que no es real. ¿Entiendes?
―Lo sé, cariño. Pero todos estamos aquí para ti, y no vamos a ir a ningún lugar.
―Eso es lo que papá siempre decía, y se ha ido. ―Ellos intercambiaron miradas de
preocupación antes de que Drew se apartara―. ¿Puedo tomar algo de ese café?
―Seguro ―le dijo Shane―. Sírvete.
Se arrastró a la cocina, y una vez que estuvo fuera del alcance del oído, Shea frunció el
ceño.
―¿Lo dejas beber café?
―Casi tiene diecisiete, hermanita ―dijo en su defensa―. Jesús, no es como si lo
estuviera dejando tomarse un trago de bourbon. De todas maneras, dale un descanso al niño,
¿eh?
―Seguro. ―Dejó escapar un suspiro, luego bajó su voz mientras miraba hacia la
cocina―. Es sólo que estaba pensando que habrá muchas libertades que le has dado antes,
como amigo, que no podrán continuar más. No puedes consentirlo constantemente.
―Ese es el punto que estaba intentando hacer antes ―dijo de manera uniforme―. ¿No
crees que soy consciente de lo difícil que será caminar la línea entre ser un padre y un amigo?
―Tal vez la palabra que estás buscando para eso es mentor ―sugirió Tommy―. Un
mentor puede ser ambos.
―Puedo escucharlos susurrar ―dijo Drew, caminando de regreso a la habitación―. No
estoy sordo.
Shane le dio una mirada de pánico.
―Sólo estamos preocupados por ti, chico. ¿Al fin pudiste dormir un poco?
El chico se encogió de hombros.
―Algo, supongo. ―Su decaído rostro de cansancio desmintiendo su afirmación―.
¿Dónde está tu café? ―preguntó Shane.
―No sonó bien después de todo.
―¿Tienes hambre? Le iba a preguntar a Shea y a Tommy si se querían quedar para
desayunar y…
―No quiero nada ―dijo Drew tajante―. Creo que voy a dormir de nuevo.
Sin esperanza, Shane lo vio irse, su corazón cayendo a sus pies. Finalmente, se dirigió a su
hermana y Tommy.
―¿Qué hay de ese desayuno?
Tommy le dio un golpecito en el hombro.
―Seguro. Y si el olor del tocino no lo atrae fuera de su cueva, nada lo hará.
No lo hizo. Mientras comían su sombrío desayuno, hablando en voz baja, Shane se
preguntó si estaba cometiendo un gran error al dejar que Drew se escondiera, si debería haber
presionado más.
Inevitablemente, sus pensamientos se dirigieron a Daisy y su beso devastador la noche
anterior. Parecía que estaba condenado a seguir cometiendo errores un poco más antes de que
pudiera hacer algo bien.
Esa tarde, se dirigió a la habitación de Drew, determinado a forzarlo a salir por un rato.
Tenía que mantener las líneas de comunicación abiertas, sea que el chico quisiera hablar o no.
Ante la puerta cerrada, golpeó dos veces, y recibió un susurrado―: Adelante.
Dentro, vio a Drew sentado en el asiento acolchado de la ventana, sus brazos alrededor
de sus rodillas. Su mirada estaba fijada en la distancia, tal vez estudiando los árboles desnudos
que salpicaban su propiedad o el perezoso Cumberland más allá. Giró su cabeza para mirar a
Shane, sus ojos secos. Y terriblemente vacíos. Ese vacío que atemorizaba a Shane más que el
dolor que salía al exterior.
Cruzando la habitación, se sentó en la orilla de la cama cerca de su ahijado.
―¿Has estado despierto mucho tiempo?
―Sí. No podía dormir más.
―¿Te sientes con ganas de dar un paseo?
―No realmente.
―¿Por favor?
El chico lo estudió por un largo momento, luego se encogió de hombros.
―Bien.
Agradecido de haber ganado incluso ese pequeño terreno, Shane se levantó.
―Vamos, traigamos nuestros abrigos.
Una vez se subieron las cremalleras, Shane los guio por la puerta de vidrio que daba a la
gran terraza. Cuando el clima fuera más cálido, llamaría a los chicos de la estación para asar
algunas hamburguesas. Tal vez Drew habría hecho algunos amigos para entonces. Esperaba.
Mientras caminaban lentamente por el sendero que conduce a la orilla del río, Shane se
debatió sobre cómo abordar el tema. Pero fue Drew quien rompió el hielo.
―¿Cuándo tengo que volver al colegio? ―Frunció el ceño―. ¿Y quién me va a llevar si me
quedo aquí?
―Esa es una cosa de la que necesito hablar contigo ―soltó Shane―. Vivo y trabajo aquí,
y dado que esta será también tu casa ahora, tiene más sentido que asistas a la escuela en
Sugarland.
Drew dejó de caminar y lo miró boquiabierto.
―¿Aquí? ¿En Hiscksville, Estados Unidos?
Aquí vamos.
―Sugarland es una bonita ciudad. A ti siempre ha parecido gustarte aquí.
―Sí, para visitar. ―Su voz se elevó―. ¿Qué hay de mis amigos?
―Son bienvenidos para venir a verte y viceversa. En el entretiempo, puedes hacer
nuevos. ―Odiaba el conciliador tono paternal en su propia voz. Parecía salir naturalmente, sin
importar qué tan novato fueras.
―¡No necesitaría hacerlo si solo te mudaras a la casa de papá! ¡Es mi casa! ―El chico casi
gritaba.
―Sé que lo es ―dijo Shane de manera uniforme―. Pero vivir allí no va a ser viable para
ninguno de los dos.
―¿Por qué no? ―Drew sacudió su cabeza, molestándose aún más―. ¡Son como, siete
mil pies cuadrados! ¡Podríamos pasar por varios malditos días sin vernos el uno al otro!
―Ese es parte del problema, hijo…
―¡No soy tu hijo! ―gritó, golpeando con el dedo el rostro de Shane―. ¡Tú no eres mi
papá!
―Sé eso. ―Respiraciones profundas. Esperabas esto, y puedes manejarlo―. Soy tu
amigo… tu mentor. Pero también soy un adulto, tu tutor legal, y tengo que hacer lo que pienso
que es mejor para ti.
―Incluso si odio la maldita decisión ―disputó el adolecente.
―Incluso si odias la maldita cosa. ―Eso llamó la atención del chico, y batalló
visiblemente con sus emociones. Shane suavizó su voz―. Sé que esto es duro para ti, tantos
cambios a la vez. Pero espero que nos encontremos a mitad del camino.
El chico intentó intimidarlo, pero obviamente no le tomó mucho tiempo darse cuenta que
esa táctica no iba a funcionar en un policía.
―Lo que sea. ―Drew pateó furiosamente una roca, con el ceño fruncido―. No es como
si tuviera tantos amigos en la academia de cualquier forma.
Eso lo sorprendió.
―¿Por qué dices eso?
―A esos ricos tarados principalmente les preocupa quién es quién, ¿sabes? Sé que solo
les caigo bien porque soy el hijo de Brad Cooper.
―Eso es muy cínico para un chico de tu edad.
De nuevo se encogió de hombros. Tendrían que trabajar en eso.
―Nunca dijiste cuándo tengo que comenzar la escuela.
―He estado pensando en eso un poco ―dijo con cuidado―. Esta semana va a ser dura
para ambos, con el funeral y la mudanza. Pienso que la próxima semana es demasiado pronto.
―No vas a llevarme, ¿cierto?
La pregunta estaba tan llena de angustia adolecente que casi sonrió.
―¿Supongo que sería demasiado tonto?
―Totalmente ―concordó el muchacho, poniendo sus ojos en blanco―. Usualmente
tomo el transporte de la academia.
―Bueno, estoy seguro de que el colegio del distrito tiene un bus aquí. Revisaré el
calendario esta semana.
―O podrías dejarme sacar mi licencia de conducir…
Ante la sugerencia llena de esperanza, le dio una sonrisa con intención amenazante.
―No todavía. Tu padre y yo hablamos específicamente sobre esto. Sé que él quería que
terminaras tu tercer año de secundaria, y tener tu licencia dependía de tus notas.
―Pero tú estás a cargo ahora, ¿recuerdas?
―Así es. Y porque lo estoy, voy a llevar a cabo los deseos de tu padre. ―Ante la protesta
del chico, levantó su mano―. Ten buenas notas y entonces te inscribiré en un curso de
conducción para el verano, obtén tu licencia, y veremos si podemos conseguirte algo que
puedas conducir. Algo accesible y seguro.
―Eso apesta ―se quejó el adolecente.
―Ese es el trato. Lo tomas o lo dejas.
―De acuerdo.
Mientras caminaban, Shane sintió una sensación de éxito al ganar las rondas uno y dos.
Pero en el fondo, sabía en su interior que había sido demasiado fácil. El sentimiento no iba a
durar.
Esta semana marcaría el inicio del resto de sus vidas. Futuros cambios para siempre.
Serían los días más duros que Shane habría soportado desde la muerte de sus padres. Para
Drew, serían los peores que tendría que soportar en su joven vida.
Shane sabía que el chico todavía estaba conmocionado, incapaz de comprender que su
padre realmente se había ido. La conversación de hoy lo probaba, el chico estaba molesto un
minuto, algo aproximándose a lo normal al siguiente. Estaba luchando por darle sentido al
horrible y permanente hueco en su corazón.
Solo rezaba que pudiera atrapar a Drew cuando cayera.

Daisy se las arregló para permanecer alejada todo el sábado y domingo. Probablemente
hubiera permanecido alejada indefinidamente, si no hubiera sido por ese beso.
El recuerdo de él era inevitable, no es que estuviera tratando de huir. A pesar de que
debería, lejos y rápido. Como sea, no podía dejar de pensar en la desnuda vulnerabilidad en la
cara de Shane antes de que ella se fuera. El dolor. Era eso lo que la había atraído de vuelta ahora.
La idea de que Shane la necesitara, de que él podría no correr esta vez.
Si ella escapaba haciendo una tonta de sí misma, no sería por falta de intentos.
El sol de media tarde estaba ya rozando a través de los árboles, enviando sombras
alrededor del campo. Oscurecería pronto, razón por la cual había terminado un poco antes. En
invierno, siempre parecía más tarde de lo que en realidad era.
Tocó el timbre y esperó. Voces podían escucharse desde el interior, de la televisión, y
había un incitante aroma de algo siendo cocinado. Entonces la puerta se abrió para revelar a
Drew, mirándola fijamente, serio.
―Hola ―dijo él, dando un paso atrás―. Shane está en la cocina.
Luego se dio la vuelta y la dejó ahí parada, volviendo a tirarse en el sofá y tomando el
control remoto. Está bien. Parecía que el niño iba a ser una nuez dura de roer. Tal vez más
incluso que su guardián.
―Gracias. ―Quitándose el bolso, caminó hacia la cocina, donde Shane estaba
revolviendo algo en una olla sobre la estufa.
―¿Quién estaba en la puerta?
―Yo.
Girando la cabeza, él sonrió.
―¡Oh, hola! Siéntate. ¿Te gustaría una cerveza?
―Me encantaría, gracias.
Limpiando la cuchara en el borde de la olla, la bajó y secó sus manos con una toalla.
Entonces sacó dos botellas de cerveza del refrigerador, giró la tapa de una y se la dio.
―¿Cómo estuvieron las cosas en las trincheras hoy?
―Lo usual ―le dijo ella, entonces tomó un sorbo―. Dos arrestos por posesión en la
secundaria, ambos chicos de dieciséis. Una agresión, un padre que golpeó a su hija. Suficiente de
eso. ¿Cómo lo están llevando ustedes dos?
Su expresión se volvió seria.
―No muy bien ―dijo en voz baja, dirigiendo una mirada a la sala de estar―. Me está
dejando fuera lentamente, se está volviendo retraído. Hay un montón de ira, negación.
―Si necesitas el nombre de un consejero juvenil, tengo un par de unos buenos.
―Estoy pensando que no es una mala idea.
Ella asintió.
―Te llamaré mañana con los nombres. ¿Alguna palabra del forense con el reporte de
Brad?
―Aún estamos esperando, pero estoy esperando una llamada en cualquier momento. El
detective Lacey, del Departamento de Policía de Nashville, llamó ayer y dijo que Eden tuvo que
trabajar todo el fin de semana por algunas cosas adicionales que salieron a la luz.
―¿No dijo qué?
―No, y eso me está volviendo loco. ―Gesticuló hacia la olla―. Hice algo de chili, si
puedo persuadirte a unirte a nosotros.
―No quiero entrometerme…
―No seas ridícula. Hice demasiado, y además… me gusta tenerte aquí. ―Una pequeña
sonrisa curvó sus labios, y el estómago de ella revoloteó.
―En ese caso, me encantaría.
―Drew, la cena está lista ―llamó él. Obviamente preocupado, miró a la puerta hasta que
el chico entró. Entonces, visiblemente, se relajó un poco―. ¿Pondrías la mesa por favor?
El adolecente puso los ojos en blanco pero hizo lo que le dijeron. Aunque, no muy
agraciadamente. Jaló tres tazones y tres platos pequeños del gabinete, luego dejó que la puerta
se azotara. Ignorando el ceño consternado de Shane, casi lanzó los platos en la mesa, y
entonces fue por las cucharas con un ruidoso traqueteo.
―Revisa esa actitud, niño.
―Como sea.
Daisy podía sentir la tensión entre ellos dos justo a punto de salir disparada por el techo.
Se sentía mal por ambos, y podía identificarse por igual con cada uno de ellos. Los dos parecían
agotados, con círculos oscuros debajo de sus ojos por dormir poco. Shane no se había afeitado,
aparentemente, desde la última vez que lo había visto, y su boca estaba marcada con fatiga. Él
trajo una charola con pan de maíz a la mesa y prácticamente colapsó en su silla.
―Vamos a comer ―dijo.
Se sentaron, tomando piezas del pan de maíz, y Shane sirvió el espeso y delicioso chili.
Daisy y Shane se sumergieron en él de inmediato, pero Drew mayormente lo picoteó. Después
de tomar algunas mordidas de pan y no más que eso de su chili, llevó su plato y su tazón al
mostrador.
―Desearía que comieras un poco más…
―Estoy lleno. Te veo luego.
Después de que el niño se fue, los hombros de Shane se hundieron.
―Estoy totalmente perdido con él. Generalmente nos llevamos bien, y ahora es como si
fuéramos extraños.
―Dale tiempo ―dijo ella suavemente―. Solo han pasado tres días.
―Lo sé. Sólo… ―El timbre interrumpió lo que sea que había estado a punto de decir―.
Aguarda un momento.
Daisy permaneció donde estaba, imaginándose que él no la necesitaba husmeando en
sus visitas. Estaba a punto de tomar otro bocado de su cena cuando lo escuchó decir hola, y dos
voces muy familiares llegaron hasta ella.
Chris y Taylor estaban aquí.
Poniéndose de pie, se apresuró a la sala de estar, donde los hombres estaban parados.
Sus colegas miraron en su dirección y no se burlaron de su buena obra por estar en la casa de
Shane, como ella creyó que harían. En lugar de eso sus rostros permanecieron sonrientes, y el
pulso de ella se aceleró. Eso solo podía significar una cosa.
―Tenemos algunas novedades de los resultados de la autopsia ―dijo Chris, mirando
alrededor―. ¿Dónde está Drew?
―En su habitación, seguramente. ―Shane suspiró―. Es donde está casi todo el día.
Esperen, ¿por qué están ustedes aquí para hablar de los resultados de la autopsia de Brad?
―Porque el detective Lacey nos llamó y se imaginó que sería mejor si hablábamos
contigo en persona ―respondió el primo de Shane.
Taylor intervino.
―Parece que podríamos tener algunas similitudes en nuestros casos.
Shane miró de ida y vuelta entre sus amigos, frunciendo el ceño.
―Entonces, ¿los resultados del examen de Brad garantizan la apertura de un caso?
¿Cómo es eso?
Chris gesticuló hacia el sofá.
―Vamos a sentarnos y te explicaremos lo que nos dijo Lacey. ―Una vez que estuvieron
sentados, comenzaron, apoyando los codos en sus rodillas―. Esto no será fácil de escuchar para
ti, hermano, así que te lo diré directamente. Brad murió como resultado de una reacción adversa
a una droga diseñada.
La cara de Shane palideció.
―¿Una… una qué?
―Droga diseñada ―repitió Chris, su expresión simpática―. La DEA ha entrado de lleno y
están haciendo todo tipo de pruebas, pero el consenso preliminar es que esta droga no es algo
que nadie ha visto antes. Es ilegal como el infierno, con rastros de anfetaminas mezclados con
un montón de otra mierda, como realizando todo un espectáculo, o al menos así es como
piensan que la droga está siendo vendida en las calles. Una droga sobrenatural que hace que los
esteroides luzcan como aspirinas.
―Jesús, Brad. ¿Por qué? ―Los ojos de Shane se cerraron y por varios minutos no dijo
nada. Cuando los abrió de nuevo, parecía que estaba manteniéndose tranquilo por muy poco―.
¿Causa oficial de muerte?
―Falla cardíaca producida por reacción adversa a una droga ―dijo Taylor―. No es
técnicamente una sobredosis.
―Esa mierda detuvo su corazón.
―Sí. Lo siento, hombre.
Shane se aferró a eso, parpadeando la humedad de sus ojos.
―¿Qué tiene eso que ver con uno de nuestros casos?
―Se conecta con el que justo atrapamos el otro día ―le dijo Taylor, inclinándose para
darle a Shane un archivo―. El tipo muerto en el barranco con el agujero en la parte posterior de
la cabeza, ¿lo recuerdas? Fue identificado como Larry Holstead, veintiocho años de edad.
―¿Con quién se topó?
―Estamos trabajando en ello. Lo interesante es el componente que el forense encontró
en su ropa.
Shane se detuvo en el acto de hojear el archivo, enderezando de golpe la cabeza.
―¿Rastros de la droga que tomó Brad?
―Bingo.
―¿Qué carajos significa esto? ―preguntó Shane, sacudiendo la cabeza. Cerró de golpe el
archivo―. ¿En qué demonios se metió Brad?
―No lo sé, pero vamos a descubrirlo ―dijo Chris firmemente―. Se fuerte, ¿de acuerdo?
―Sí.
El corazón de Daisy se retorció ante la mirada de devastación en el rostro de Shane. Pero
también había algo de nueva determinación que no había estado ahí antes, y ella conocía esa
mirada.
Era la mirada de un policía que iría a través del infierno para conseguir las respuestas que
necesitaba. Y él podría tener que hacer justo eso antes de tenerlas.

Sin ser visto ni escuchado por el grupo en la sala de estar, Drew volvió a encerrarse en la
seguridad de su habitación.
Con piernas temblorosas, se arrastró de vuelta hacia su asiento junto a la ventana, su
temblorosa mano presionada contra su corazón. Lágrimas llenaban sus ojos, derramándose sin
fin por su cara. Sus palabras le acechaban, grabándose en su alma.
Droga diseñada.
Falla cardíaca.
―Papá ―sorbió―. Lo lamento. Es mi culpa.
Dejando caer la cabeza, lloró hasta el cansancio. Y deseó que lo estuvieran enterrando
junto a su padre.
Justo donde merecía estar.
Traducido por Flochi, Rihano y Marcelaclau

E n una tarde fría y gris de febrero, los cielos lloraron mientras Brad Cooper era
enterrado. Aguanieve golpeó con fuerza el dosel protector, casi ahogando las
palabras compungidas del anciano predicador. Pero no del todo. Cada sílaba
sacudió a Shane como un golpe físico.
Hombre respetable.
Padre amoroso y bueno.
Será extrañado por todos.
A salvo en las manos de Dios.
Cenizas a las cenizas, polvo al polvo.
Shane inhaló bruscamente ante la terrible irrevocabilidad. Solo podía imaginar lo que
Drew estaba sintiendo realmente mientras se erguía estoico y silencioso junto a él. Su espalda
estaba recta, los ojos secos. ¿Eso era normal? Todos estaban preocupados por el niño. Nadie
más que Shane. En su línea de trabajo, sabía que a veces, una vez que una persona se rompía por
dentro, nunca podría ser arreglado. Le asustaba pensar en Drew perdiendo su dirección.
Pero el chico era más fuerte que eso. Tenía que serlo.
El servicio de sepultura que había parecido durar una eternidad de repente acabó, y él y
Drew tuvieron que sufrir la fila de sus amigos y los de Brad que se acercaron a presentar sus
respectos. Hubo un abundante contingente representando a la NFL, incluyendo entrenadores,
decenas de jugadores y comentaristas. En cualquier otro momento, en cualquier otra ocasión,
Shane habría estado encantado de conocer a algunos de sus ídolos. Aunque su corazón dolía,
fue bueno verlos, y también a algunos de los chicos de la estación, aquellos que habían conocido
a Brad y Drew, vinieron a dar su apoyo.
Especialmente Daisy. Ella estuvo allí para ambos, y cuando se acercó y envolvió a Drew en
un abrazo que el chico no devolvió, la garganta de Shane ardió. Ella no tenía que venir, sin
embargo allí estaba, consolando a un niño que apenas conocía. Era una jodida buena mujer, y
Shane era un idiota por alejarla.
Después de besar a Drew en la mejilla, se movió hacia Shane y lo abrazó también.
Envolviendo sus brazos alrededor de ella, la estrechó con fuerza y ahogó un sollozo. No se caería
a pedazos. Tenía que permanecer fuerte. Pero ella sabía que era una fachada, y se aferró a él.
Manteniendo unidas las piezas rotas.
Finalmente, ella se apartó.
―Estoy aquí para ambos, ¿de acuerdo?
―Lo sé. ―Ahora no era el momento de meterse en una conversación intensa, pero tenía
que descubrir algo―. ¿Vendrás a la casa?
Ella pareció sorprendida y complacida por el pedido.
―Claro que lo haré. ¿Como en una hora?
―Eso suena bien.
―Estaré allí.
Después de besarlo en la mejilla, siguió adelante para permitirles a los otros invitados
presentar sus respetos. La vio irse, una figura alta y preciosa en su traje oscuro, el cabello rubio
sujeto en un nudo de seda. Entonces, levantó un paraguas, y la perdió en la multitud. Una
punzada hirió su pecho que nada tenía que ver con el triste evento del día. Realmente era un
idiota.
Chris, Shea y Tommy se adelantaron para darles grandes abrazos, prometiendo reunirse
con ellos en la casa. Todos iban a llevar comida, como era tradición en su familia. Ya estaba
cansado por el solo hecho de pensar en ello. Pero tal vez Daisy de verdad aparecería, y eso lo
animó un poco.
La siguiente media hora se convirtió en un borrón de visitantes. Una vez que todos se
fueron, Shane y Drew se quedaron mirando mientras los trabajadores del cementerio bajaban el
ataúd de Brad en la tierra. Drew se acercó al borde, se agachó, y tomó un puñado de tierra.
Luego lo lanzó dentro, se volvió a parar, y se dio la vuelta hacia Shane.
―¿Puedes esperarme? ―dijo y tragó saliva.
―Seguro ―dijo él con suavidad―. Tómate tu tiempo.
Shane caminó con lentitud de regreso a la limosina, donde el chofer se encontraba
dentro, esperando pacientemente. La policía de Nashville se había ido a esta altura, junto con
casi todos los curiosos indeseados por los que habían sido contratados para mantener fuera. El
aguanieve, por suerte, había cesado. Shane llegó justo a tiempo para ver a uno de los últimos
reporteros inclinarse sobre la pared privada y sacarle una foto a Drew, solo y compungido junto
a la tumba de su padre.
La pena privada, importunada y pronta a ser desparramada por todas partes, rompió su
corazón otra vez.
Gruñendo, Shane avanzó hacia el portón, pero, al verlo, el reportero se perdió de vista. Él
siguió adelante, asegurándose de que el hombre se hubiera ido. Justo cundo alcanzó el portón,
el reportero huyó de la escena en una camioneta. No había nadie más.
A medida que caminaba de vuelta a la limosina, divisó a Drew sentado junto a la tumba de
su padre, con el rostro entre sus manos. Anheló ir hacia el chico, tomarlo en brazos, y
marcharse, pero no podía. Drew merecía un momento a solas para llorar.
Para despedirse.
Más de una hora había pasado cuando Drew se levantó y regresó al auto. El rostro del
chico ya no era más estoico, era el retrato de tan completa desolación que Shane no pudo evitar
atraer a Drew a sus brazos. Estrechándolo con fuerza.
Para su sorpresa, Drew no se apartó como había hecho con Daisy, sino que se aferró a él
como si fuera un salvavidas en una tormenta.
―No p-puedo c-creer que se haya ido ―susurró el chico.
Oh, Dios.
―Yo tampoco, hijo. ―Esperaba no haber cometido un error llamando a Drew así cuando
le había molestado antes, pero o bien el chico no lo notó o no le importó en ese momento. Él
prosiguió, dirigiéndose a lo que Drew había escuchado un par de días antes sobre su padre
tomando las drogas diseñadas. Shane lo había encontrado sollozando, y descubrió que el chico
había escuchado todo―. Haría lo que fuera por traerlo de vuelta, lo sabes, ¿cierto? Pero voy a
encontrar al responsable por venderle esa mierda a tu padre, y esa es una promesa.
En sus brazos, Drew se estremeció fuertemente.
―De acuerdo.
Retirándose, ahuecó el rostro del chico, limpiando las lágrimas con los pulgares.
―Y cuando los atrapemos, irán a la cárcel y nadie más será lastimado por esa malvada
droga. ―Drew sorbió las lágrimas, asintiendo. Se veía tan golpeado como se sentía Shane―.
Vamos. Vayamos a tu casa.
Otra palabra candente, pero, por suerte, Drew lo aceptó. Casa. Shane al principio lo había
encontrado extraño, después de la primera discusión acalorada, el chico no había mencionado
vivir en la mansión. Pero tras pensar en ello, resolvió que tal vez Drew no quería vivir en la casa
donde su padre había muerto. Con los terribles recuerdos. Tenía sentido.
Pero el policía en él se preguntaba.
No le gustaban los cabos sueltos, y la muerte de Brad no era la excepción. Él se había
despedido en la casa velatoria a su manera. Pero el más merecido homenaje que podía prestarle
a su amigo sería descubrir a los bastardos responsables de venderle un puñado de muerte en el
disfraz de bellas pastillas.
Dado que Shane y Drew habían conseguido que los llevaran con Shea y Tommy a la
funeraria, el chofer los llevó a la casa de Shane. Fue todo un gesto del director organizar el
transporte, pero era un gran defensor de la policía de Sugarland. Él había insistido, y Shane no se
resistió.
Había un montón de autos en la entrada cuando llegaron, todos ya estaban dentro, dado
que Shea tenía una llave de repuesto. Le debía a su hermana por organizar la comida y los
invitados. Salieron, y el conductor de la limosina se retiró con un además de despedida.
―¿Tengo que hablar con todos otra vez? No creo que pueda escuchar a una persona más
diciendo cuán apenados están. ―Drew hizo una mueca.
―No, creo que has hecho tu parte. ¿Por qué no te pones algo más cómodo y tomas una
siesta?
El alivio en el rostro del muchacho fue palpable.
―Gracias.
Aunque, una vez dentro, no logró salirse con facilidad. Los invitados se le acercaron
desde todas partes, y asintió, respondiendo como esperaba, hasta que fue capaz de escabullirse.
Shane se quitó la chaqueta y arrancó la corbata. Llevó ambas cosas a su propio
dormitorio, se desabotonó el primer par de botones de su camisa de vestir, luego regresó a la
reunión. Miró a la multitud, sin sorprenderse de ver a los entrenadores de Brad y algunos de sus
mejores amigos del equipo entre los invitados.
―Ahí estás.
Se dio la vuelta para ver a Daisy de pie allí, y de repente el día no pareció tan plomizo
como antes.
―Oye, viniste.
―Lo prometí, ¿cierto? ―Bajando la voz, preguntó―: ¿Cómo está Drew?
―Destrozado. Fue a descansar un poco.
―¿Y tú?
―Aguantando. ―Miró alrededor―. Te ofrecería un asiento, pero la casa está llena. Qué
mal que haga demasiado frío como para sentarse en la terraza.
―Sí. Sin embargo, unas semanas más, y volverá a hacer calor.
―Tal vez… ¿te gustaría venir un día cuando el clima sea más agradable a una barbacoa?
―Esta invitación fue diferente que una simple llamada social, y ambos lo sabían. Era Shane
intentando llegar a ella luego de haberla lastimado tanto. Su pulso latió con fuerza, esperando
su respuesta.
Ella asintió, lentamente.
―Creo que me encantaría.
―Y tal vez, dado que el clima parece que no va a cooperar pronto, ¿te gustaría cenar
conmigo?
―También me encantaría. ―Ella sonrió―. Mucho.
Le devolvió la sonrisa, parte de la miseria levantándose de su alma. Nunca habían salido
realmente. Hace meses, durante un peligroso caso, su pasión había explotado, llevándolos a un
paseo asombroso. Luego Shane se había acobardado y lo echó a perder. A más no poder.
Le gustaba pensar que aprendía de sus errores.
―Fantástico. ¿Qué tal el próximo sábado, luego de que Drew haya estado en la escuela
una semana y se esté acostumbrando?
―Claro. Sólo llámame.
―Piensa a dónde te gustaría ir. El cielo es el límite.
―Bueno. Mientras tanto, los estaré vigilando, chicos. Me preocupo por los dos.
La emoción le apretó la garganta. No supo qué decir, así que simplemente la atrajo en un
abrazo. Duró solo unos segundos; luego la soltó. No es que le importara quién podría estar
viendo, sino que era consciente de la ocasión.
Pero sabía que Brad, de todos los tipos, estaba viéndolos, riéndose a costa de Shane,
haciendo una cita en su maldita comida fúnebre. El hombre pensaría que era genial.
―¿Estás bien? ―preguntó ella con preocupación.
―Estoy bien. En serio.
―De acuerdo. ―Ella parecía dudosa, pero cedió―. Entonces voy a dejarte reunirte con
tus otros invitados. Hablamos mañana.
Inclinándose, ella se estiró para darle un beso en la mejilla. Pero esta vez, él volvió la
cabeza de modo que en su lugar, terminó aterrizando en sus labios. Ella se echó hacia atrás
sorprendida de que él hubiera hecho el movimiento aquí, con sus colegas cerca. Y luego su boca
se curvó en una sonrisa lenta cuando ella se alejó.
Las entrañas de Shane estaban temblando. La mujer llegaba a él como nadie más lo hacía.
No había sido capaz de olvidarla, y Dios sabe que lo había intentado.
Ahora tenía que encontrar la manera de cortejar a la mujer que una vez había apartado
tan descuidadamente.
Y cómo reunir todos los pedazos para conseguir una cierta apariencia de familia para un
niño con el corazón roto.

El viernes llegó demasiado pronto, y con éste la lectura del testamento en la sala de
conferencias de Albert G. Farnsworth, Licenciado en Derecho. A una semana del día después del
funeral de Brad.
Parecía como si fuera ayer. Y toda una vida.
Como era de esperar, Brad había provisto generosamente para su chofer, ama de llaves y
un puñado de conocidos. Luego llegó el turno de Shane, y él se sentó incómodamente junto a
Drew, sin saber qué esperar.
―Para mi mejor y más antiguo amigo, Shane Andrew Ford, le dejo la suma de cinco
millones de dólares.
Varias personas en la sala se quedaron sin aliento, y Shane se balanceó en su asiento.
Drew agarró su mano y la apretó fuerte, disparándole una mirada de satisfacción mientras
Farnsworth seguía.
―Te habría dejado más, porque eres invaluable para mí. Pero la verdad es que eres un
hijo de puta tacaño y probablemente no gastarás ni una fracción de esto. Por lo menos deja ese
trabajo apestoso ahora, por el amor de Dios, antes de que te disparen de nuevo. ―Una risa
suave encontró esas palabras, como Brad había previsto. Incluso los labios del estirado abogado
temblaron―. Probablemente tampoco harás eso, así que por favor, ten cuidado. Cuida de ti
mismo, porque te estoy confiando lo que significa para mí más que todas las riquezas en el
mundo, mi hijo. Nunca olvides que te quiero, hermano. Te veré de nuevo.
Shane bajó la cabeza cuando Farnsworth hizo una pausa antes de la próxima sección. No
había contención alguna para las lágrimas que escapaban rodando por su rostro. Oír un último
mensaje personal de su mejor amigo destrozó su decisión a mantener su dolor a raya. Luchó
para contenerse mientras el abogado terminaba.
―Y, por último, a mi hijo, Andrew Cooper, le dejo mi patrimonio, incluyendo mi casa,
autos y posesiones personales. También le dejo el resto de mi dinero, una suma total de más de
quince millones de dólares, que se mantendrá en fideicomiso por su tutor legal, Shane Ford,
hasta que él llegue a la edad de veinticinco años.
Otra pausa mientras el murmullo se apagaba. No era nada menos de lo que Shane había
esperado, y era a lo que Drew tenía derecho.
―Hijo, si ya eres un adulto para ahora, entonces sé que te has convertido en el hombre
de bien que siempre supe que serías y usarás tu herencia sabiamente. Si por alguna razón me he
ido demasiado pronto, mira a Shane por ejemplo de lo que un hombre de verdad debe ser.
Después de todo, eres su tocayo, si nunca te lo dije. Si dejas que Shane te guíe y sea tu segundo
padre, no puedes ir mal en la vida. Estoy tan orgulloso de ti. Eres el mejor hijo con el que un
padre podría haber sido bendecido. Recuerda, te amo, siempre y para siempre.
A excepción de Farnsworth, no había un ojo seco en la sala. Gracias a Dios la lectura había
terminado. Tú sí que sabes cómo desgarrar mi corazón, ¿verdad, viejo amigo? Y oh, sí, pusiste el
listón tan alto a los ojos de Drew que no puedo esperar alcanzarlo. ¿Por qué hiciste algo tan
estúpido? ¿Sabías el posible precio?
Drew se inclinó ahora, llorando en silencio. Shane puso una mano en su espalda,
frotándola, tratando de dar el consuelo que podía. Esta había sido una semana horrible para los
dos, especialmente para Drew. Y se suponía que él comenzaría en su nueva escuela el lunes.
Tantos cambios en tan poco tiempo.
Una vez que hubieron terminado en la oficina del abogado, Shane le entregó a su ahijado,
una copia del testamento en la mano. Se encontraron con la multitud esperada de periodistas
quienes, a su vez, se encontraron con toda la policía que actuaba como una barrera entre ellos.
Aunque de todos modos, hubieran sido unos pocos prestados, Shane sospechaba que tenía que
agradecer al detective Lacey por la fuerza adicional de sus hermanos que habían aparecido. Los
policías protegen a los suyos.
Los periodistas habían sido implacables, una vez que se dieron cuenta de quién era Shane
y que ahora era el tutor legal del hijo de Brad. Estaban jugando al ángulo de “hombre de trabajo
hereda en grande”, pero en su mayor parte habían retratado a Shane en una especie de luz
como el policía en duelo que ahora tenía que criar al hijo de su mejor amigo. Sorprendente, pero
cierto.
Shane sólo quería que todos ellos desaparecieran. La siguiente gran historia no podía
suceder lo bastante pronto, siempre y cuando nadie pasara en duelo como él y Drew lo estaban.
Una vez que estuvieron a salvo en la camioneta de Shane, sacándola del estacionamiento
subterráneo, miró a Drew.
―¿Qué dices si vamos a comer algo?
Un encogimiento de hombros.
Shane lo intentó de nuevo.
―¿A dónde te gustaría ir?
―Papá y yo nunca salíamos a comer mucho. ―El muchacho se enjugó los ojos
enrojecidos y volvió su mirada a la ventana―. Siempre dijo que vadear a través de los fanáticos
ocasionaba demasiados problemas para salir.
―Lo sé. ―Eso le pareció tan triste, pero no lo dijo―. Bueno, a mí sí me gusta salir, así
que espero que eso esté bien para ti.
Otro encogimiento de hombros.
―Eso funciona.
Se tragó un suspiro. Al menos había conseguido una respuesta real con el movimiento del
hombro esta vez.
―¿A dónde? Escoge.
El chico lo pensó un poco.
―Me gustan esos restaurantes a lo largo de la Segunda Avenida, junto al río. Papá nunca
quería ir allí porque es muy turístico.
―Está bien. A la Segunda Avenida. ¿Qué te parece el lugar de espaguetis? O hay una
cervecería que tiene buena comida estilo pub.
―Espagueti ―dijo él sin dudarlo.
Shane sonrió. Tal vez podían hacer esto. Estarían bien.
―Lo tienes.
El estacionamiento fue un poco difícil, pero se las arregló para encontrar un lugar en un
lote prepago no muy lejos por la calle del restaurante. Para sacar una sonrisa de Drew, habría
estacionado en Alaska.
Después de una corta espera, consiguieron sentarse. Shane se sintió aliviado al ver que
nadie parecía reconocerlos. Si alguien lo hizo, los dejaron en paz.
La camarera se acercó y tomó su orden de bebidas. Esa simple pregunta le hizo
detenerse. Por lo general, habría pedido una cerveza, pero por alguna razón eso no le parecía
bien justo hoy. Drew era su responsabilidad a partir de ahora, y tenía que dar un buen ejemplo.
Nada de alcohol si iba a conducir con su ahijado en el auto después, punto. Ordenó té, y Drew le
lanzó una mirada divertida cuando la camarera se alejó.
―¿Té? Amigo, nunca te he visto tocar un vaso de té.
―Bueno, tengo sed.
El chico entornó los ojos.
―Eres un jodido mentiroso. Cuando tienes sed, siempre bebes agua. Estás tratando de
ser un padre, ¿no? Jesús, supéralo.
Shane parpadeó.
―¿Qué?
―Quieres una cerveza, toma una cerveza. ¿A quién carajo le importa?
―Lenguaje. ―Eso le valió un bufido―. Y me importa, mucho. No sólo estás visitándome,
eres mi chico ahora.
―No me lo recuerdes ―replicó él sarcásticamente.
Eso dolió.
―El punto es, que ha sido un largo y duro día para los dos, y no me siento bien con esto
de estar acongojado, tomar una cerveza en el almuerzo y después ponerme detrás del volante.
La cerveza puede esperar hasta que llegue a casa.
―Bien, lo que sea.
― Y sería agradable si tú pudieras aprender algunas palabras nuevas, además de esas
dos.
―Cristo, suenas como papá.
No soy tu padre, como has señalado antes, se cernía sobre su lengua. Pero aplastó el
impulso de destruir su salida del almuerzo pronunciándolas. Apenas.
―Entonces estoy haciendo mi trabajo ―dijo en su lugar.
Repentinamente serio, Drew se inclinó hacia delante, con los codos sobre la mesa.
―¿Y si sólo quiero que seas Shane?
Él no tenía una respuesta preparada para eso. Pensándolo un poco, dijo:
―Quiero serlo, pero soy más que sólo tu amigo ahora. Dame una oportunidad y lo
resolveremos juntos.
―Entonces déjame respirar, amigo. No azotes mi culo como una monja virgen y
estaremos bien.
A pesar de sí, Shane se rio en voz alta.
―Lo intentaré. Eso es todo lo que puedo prometer.
―Muy bien. ―Él hizo una pausa―. Así que, ¿fui nombrado por ti? Papá nunca me dijo.
―Pensé que lo sabías.
―Nop. Ni siquiera sabía que tu segundo nombre es Andrew.
―Supongo que nunca surgió.
―Es bastante genial.
Orgullo surgió en el pecho de Shane.
―¿En serio?
―Sí.
Todavía sin sonrisa, pero estaba bien. Pequeños pasos. Pasaron unos instantes mirando
el menú. La camarera regresó y ordenaron, entonces Drew cambió de tema.
―Entonces, ¿cuál es el asunto con Daisy Duke?
Shane casi se atragantó con su té.
―No, bajo ninguna circunstancia, la llames así dentro del alcance de dos kilómetros de su
oído. Ella odia ese apodo. Estoy sorprendido de que incluso conozcas ese viejo programa de
televisión.
―¿En serio? Los Duques de Hazzard es un clásico, hombre. ―Él negó―. ¿Daisy es su
nombre verdadero?
―Lo es, y es muy sensible al respecto.
―Entendido. Puedo mantener mi boca cerrada cuando quiero. En serio. ―Pero había un
brillo en sus ojos que indicaba problemas en el horizonte.
―Es tu piel si te equivocas a su alrededor.
―Se me ha advertido. ¿Va en serio lo que hay entre ustedes dos?
―Eso es un no-tu. ―Ante la mirada perpleja del chico aclaró―: No-es-tu-problema.
―¡Ja! ¡Es en serio! ¿Es buena en la cama?
Los ojos de Shane se abrieron de par en par. Ahora, este era un tema que había olvidado
completamente que tendría que hacer frente con un adolescente de casi diecisiete años: las
mujeres. Y el sexo. ¡Jesús Cristo!
―Ese realmente no es tu problema ―dijo firmemente―. Pregúntame lo que quieras
saber sobre mujeres, hombres y sexo, pero bajo ninguna circunstancia discutiré sobre Daisy y yo
sobre ese asunto, como fuente de entretenimiento. Solo hablaré de nosotros en los términos
más generales, ya que afecta mi relación contigo.
―No te pongas así ―murmuró Drew―. Sólo estaba curioso. Últimamente, papá tenía
montones de mujeres entrando y saliendo de la casa, todo el tiempo. No es que me importe a
fondo lo que haces. Sólo déjame saber cuando necesites rascar esa comezón y haré lo que
pueda.
¿Brad se había comportado de esa manera alrededor de Drew? Shane se quedó mirando al
chico, sorprendido por la forma en la que él había revelado ese chisme. No quería hacer sentir
mal al chico por los hábitos de Brad, pero tenía que hacerle saber a Drew en dónde se
encontraba parado en ese asunto.
―No tendré montones de mujeres peregrinando dentro y fuera de la casa. Por un lado,
no salgo mucho, y por otro, sí, voy en serio con Daisy. O quiero hacerlo, si ella eventualmente
me recibe de vuelta.
―Ahh. Lo estropeaste, ¿eh?
―A lo grande. Ahora tengo que arrastrarme sobre mi vientre por un tiempo.
―Suena como si estuvieras prendado de ella.
―Eso es correcto. ―No tenía punto negarlo.
―¿Puedo preguntarte algo?
―Dispara.
―¿Cuándo sabes… ya sabes… cuando es correcto estar con la chica?
Mátame ahora. ¿No discutiste nada significativo con tu hijo, Brad?
Aclaró su garganta.
―¿Quieres decir, eh, tener sexo?
El chico asintió con seriedad.
―¡Exacto! Quiero decir, quiero hacerlo, pero no quiero hacerlo solo con cualquiera. No
parece correcto, a menos que sea mucho más viejo. Como tú y papá.
¡Gracias a Dios!
―Tienes toda la razón en esperar. Y nunca es una gran idea sólo ir por ahí haciéndolo con
cualquiera. Tener sexo, incluso una vez encuentras a una novia para amar y estás convencido
que no puedes vivir sin ella, es un gran paso. Solo puedes tener una primera vez, y los dos
merecen que sea especial.
Como un largo, largo tiempo a partir de ahora. Cuando estés en la universidad y no tenga
que saber nada de ello.
―Sé que tienes razón. Es sólo que es todo en lo que jodidamente puedo pensar a veces.
Este es mi castigo por ser un soltero libre y fácil por tanto tiempo. Justicia cósmica.
―Somos chicos. Esa es la forma en la que estamos condicionados.
―Así que, supongo que lo mejor es mantener las cosas en mis propias manos, por así
decirlo.
―Um, bueno, es más seguro de esa manera.
El chico definitivamente no tenía mucho filtro. Se parecía mucho a su padre en ese
aspecto. Shane casi cayó sobre sus rodillas en agradecimiento cuando llegó la comida y la
conversación dio un giro a otro tema. Específicamente, el futuro auto de Drew.
―No tienes que conseguirme un auto, ya sabes. Puedo simplemente conducir el
Mustang Boss 302 de papá.
Dame paciencia.
―Olvídalo. Esa es demasiada potencia para un conductor novato.
―Amigo. ¿De qué siglo saliste? ―El chico le dio una mirada incrédula―. ¡Vamos, hombre!
Los autos son míos de todos modos, así que, ¿por qué tendrías que comprarme uno diferente?
―Porque la primera cosa que harás, será salir y envolverlo alrededor de un árbol.
Felicitaciones Shane. Te has convertido en padre.
―Jesús, pensaba que eras genial. ―Esto, dicho con tanta decepción.
―Soy inteligente, que es mejor que ser genial.
―Lo que sea.
Cuando Drew llegó a estas palabras de respuesta, Shane se dio cuenta que la parte
profunda de la conversación había terminado. Cosa que era más que bien, dado que necesitaba
recuperarse de la conversación sobre sexo y cuánto quería hacerlo su adolescente.
Qué el Señor los ayude a ambos. Iban a necesitar todo lo que pudieran tener.

El lunes llegó demasiado pronto, y con temor, Shane vio a Drew colgarse su mochila en su
ancho hombro.
―¿Estás seguro de que no quieres que vaya al colegio contigo solo esta vez, para
ayudarte a instalarte y conocer a tus profesores?
―Seguro, si quieres arruinar mi vida social. ―Resopló.
Shane suspiró.
―Bueno, entonces, ten un buen día. Te amo, chico.
―Sí. ―Cediendo un poco, el chico le dio un abrazo de lado antes de dirigirse a la
puerta―. Nos vemos.
Preocupado por cualquier periodista que pudiera estar al acecho, Shane salió al porche
delantero y vio a Drew caminar por el camino de entrada para esperar al final. Cinco minutos
más tarde, el bus escolar de Sugarland se detuvo y el chico saltó en él y desapareció.
Mientras retumbaba a la distancia, no podía evitar sentir un tirón en su pecho. Esa
extraña sensación duró todo el camino al trabajo, en el edificio, y estaba todavía colgando de él
cuando se sentó en su escritorio.
―¡Hola, primo! ―llamó Chris―. ¡Bienvenido de vuelta!
Esto atrajo la atención del resto de la banda que pululaba en su escritorio, repartiendo
palmadas en la espalda y apretando su mano. Pensarías que había estado fuera por un mes en
lugar de una semana.
―Gracias, chicos. Es genial estar de vuelta, aunque no estoy ansioso por reducir la pila en
mi escritorio. ―Hubo una ronda de acuerdo general sobre la mierda de estar ausente y tener
que lidiar con la carga.
―¿Cómo está Drew? ―preguntó Austin, integrándose al grupo. Su capitán no había
asistido al funeral, pero había llamado en varias ocasiones para saber de ellos.
―Tan bien como es de esperarse, supongo. Lo envié al colegio esta mañana, y tengo que
admitirlo, fue un poco extraño verlo marcharse. No puedo evitar preocuparme, ¿saben?
También se encontró con un montón de simpatía. El consenso fue que debía
acostumbrarse a preocuparse. Eso es lo que hacen los padres.
―La cosa es que, desde la lectura del testamento, parece estar bien, considerando todo
el asunto. Aún sigo esperando que el otro zapato caiga.
―Es un chico de diecisiete años, así que viene con el territorio ―dijo Austin―. Pero se
ajustará bien. Vas a ser un gran padre.
―Gracias, Cap ―dijo, conmovido.
―Está bien, pongan sus culos perezosos a trabajar. ―El capitán deambuló
presumiblemente a su oficina.
Cuando la multitud se abrió y vio a Daisy aproximarse, con una pequeña sonrisa en su
hermoso rostro, el corazón de Shane dio una pequeña sacudida.
―Como dijeron los otros, bienvenido de nuevo.
―Gracias. Extrañé estar en medio de la acción. Y estoy listo para reanudar mi vida.
―Suena prometedor.
―Ciertamente, lo espero. ―Se inclinó hacia delante, hablando solo a sus oídos―.
¿Todavía estás apuntada para el sábado por la noche? Drew se está quedando con Shea y
Tommy.
Ella arqueó su fina ceja rubia.
―¿Lo hará, en serio? Una chica podría pensar que estás horriblemente seguro de ti
mismo, detective.
―No lo estoy… solo esperanzado. ―Él le dio su mirada más dulce, que le ganó una risa.
―Mantén ese pensamiento. ―Ella le acarició una mejilla―. Hasta el sábado.
―No puedo esperar.
―Espero que ames los retos, ¿porque esta vez? No planeo hacerlo fácil para ti.
Con eso, se giró y se alejó. Él observó lascivamente ese hermoso y redondo trasero hasta
que ella salió por la puerta. Escuchando una risita, miró alrededor para ver a Taylor sonriéndole.
―Cállate, idiota.
―¡Oye, no he dicho ni una palabra!
Shane tomó un archivo, apenas capaz de mantener la sonrisa fuera de su rostro. Ella
planeaba darle un reto, ¿cierto? Bueno, él estaba dispuesto a uno.
Comienza el juego.
Traducido por Gemma.Santolaria, Priix y Adaly

D rew entró en el tercer período en inglés y se sentó justo antes de que sonara la
última campana. Normalmente no se estresaba por ser el Señor Puntual, pero no
quería destacar demasiado. No antes de haberse integrado en este lugar.
Hasta el momento, no estaba impresionado. El edificio tenía unos cincuenta años, y
apestaba a humedad y olor de calcetines sucios. Estaba lo suficientemente limpio, pero era viejo,
necesitando una nueva capa de pintura y alfombras. Y muchos de los profesores eran
jodidamente viejos, debían haber estado trabajando allí desde los albores del hombre.
Lo peor de todo era que los chicos aquí apestaban. Eran ruidosos y groseros,
empujándose unos a otros, insultos volando a base regular. Está bien, no todos ellos, pero la
mayoría. Los que no eran idiotas sólo mantenían la cabeza abajo y trataban de presentar un
blanco más pequeño.
A la mierda eso. Drew Cooper no iba a jugar a ser la perra de nadie.
Pero los susurros estaban llegando a él, y todavía era temprano. Para el tercer período, se
había corrido la voz. Sin importar que los maestros hubieran decidido no hacer gran cosa de la
llegada de Drew, todo el mundo sabía quién era su padre y lo que le pasó. Odiaba sentirse como
un fenómeno del circo.
Incluso en su vieja escuela, no era más que otro en el grupo de niños ricos. Todo el
mundo había idolatrado a su padre, a pesar de que la mayoría de ellos eran hijos de figuras del
deporte, políticos, científicos y músicos famosos. No era estúpido, sabía que el mundo real no
estaba hecho por la elite. Pero era lo que conocía. Quería saltar en un autobús y largarse de una
jodida vez de aquí.
―Oye, Cooper.
Dos mesas a su derecha, un chico con el lanudo cabello marrón se burlaba de él. Alto,
musculoso. Drew lo catalogó como un atleta. El Gran Tipo del campus, con la actitud de
futbolista de medio campo.
―Ese soy yo. ―Él mantuvo su tono desinteresado en lo que sea que el atleta podría
estar a punto de decir. Pero eso no detuvo al imbécil.
―Ya no eres un pez gordo ahora, ¿verdad? ―Algunos de sus amigos rieron―. ¿Te juntas
en los barrios bajos con el resto de nosotros?
La pulla no estaba demasiado lejos de la verdad, así que no dijo nada.
―Estás viviendo con un policía ahora, ¿no? ¿Qué pasa con eso? ¿Eres su pequeño
compañero de culo o algo?
―¿Por qué, quieres ver? ―disparó de vuelta.
El rostro del atleta se enrojeció mientras sus amigos se rieron. Obviamente le molestó
haber perdido la ventaja.
―Figúrate que el hijo de Brad Cooper sería maricón. Oye, ¿cayó muerto cuando
descubrió que su hijo es un poco homo? ¿Es eso lo que pasó?
Él contuvo el aliento. La culpa lo apuñaló en el estómago, lo puso enfermo. Nadie sabía
que por culpa de Drew su padre había muerto. Pero él no lo olvidaba ni por un minuto.
La rabia hirvió, lenta y peligrosa. Le sorprendió lo mucho que quería lastimar físicamente
a este imbécil.
―¿Por qué no dejas caer el pantalón y te agachas para que tus amigos puedan ver quién
es el raro?
Ahora sus amigos se destornillaban de risa. El atleta se puso de pie, preparado para
lanzarse hacia Drew, pero la fuerte reprimenda del maestro le detuvo.
―Alan, siéntate y deja de ser una molestia. ―El profesor lo miró hasta que Alan hizo lo
que le dijo, luego señaló la pizarra―. Abran sus libros de literatura en la página ciento treinta y
ocho.
Quejidos sonaron por todas partes, pero la mayoría siguió las instrucciones, incluyendo a
Drew, pero eso no significaba que planeara escuchar. Después de veinte minutos de lectura, el
profesor asignó a la clase leer la historia y contestar las preguntas del final. Luego puso su
esquelético culo detrás de su escritorio y empezó a clasificar papeles.
―Eso fue bastante impresionante, como te enfrentaste a Alan ―dijo una voz desde su
izquierda.
Mirando por encima, Drew vio a quien habló. Tenía el cabello largo hasta los hombros,
liso y teñido de negro azabache, para coincidir con su camiseta de death metal y sus jeans
ajustados. Llevaba clavos de plata en ambos lóbulos de las orejas, y una tira de cuero negro
alrededor de su cuello con una calavera de plata colgando de esta. Sus ojos oscuros miraban
impasibles a Drew.
―Parece un verdadero imbécil ―aventuró Drew, probando el agua.
―De la clase A. Él es como un perro callejero: aliméntalo con sobras y seguirá volviendo.
―El chico sonrió, y sus dientes eran blancos y rectos―. Pero lo manejaste bien. Soy Ty Eastlake.
¿Tú?
¿En serio?
―¿No sabes quién soy?
―Uh, no ―arrastró las palabras―. ¿Se supone que debo?
―Soy Drew Cooper. ―Nada―. ¿El hijo de Brad Cooper?
―¿Quién? ―Las cejas de Ty se fruncieron.
Bueno, ese era un cambio refrescante. Pero la explicación aún dolía como el infierno.
Siempre lo haría. Especialmente cuando podría haberlo evitado. Se tragó la culpa.
―Mi papá jugaba para los Titanes. Murió, como, hace una semana.
―Oh, hombre. Lamento escuchar eso. ―Parecía sincero―. No soy un fan de los
deportes, y no miro las noticias porque todo es simplemente una mierda deprimente. ¿Sabes?
―Sí, lo sé.
Él consideró a Drew por un minuto, y Drew tuvo la extraña impresión que, por primera
vez, alguien de su misma edad lo veía, no al hijo del famoso jugador.
―¿Qué tienes en el séptimo período?
Abriendo su cuaderno, echó un vistazo a su agenda.
―Física con el señor Brenner.
―¡Yo también! Hmm. Bueno, no estoy planeando ser un genio, ¿tú sí?
Él soltó una breve carcajada.
―Difícilmente.
―Yo tampoco. Estoy en una banda de rock y vamos a ser famosos, así que le den a la
ciencia. ¿Qué dices si nos encontramos después del sexto y caminamos a mi casa? Te enseñaré
mis guitarras.
Una lenta sonrisa apareció en la cara de Drew. Se sentía extraño. Y malditamente bien.
―Digo que allí estaré.

El sábado por la tarde, Daisy se cambió de ropa cuatro veces antes de decidirse por un
pantalón capri negro y una blusa estampada negra y púrpura. El traje era lo suficientemente
bueno para pasar el examen en un restaurante caro, pero no demasiado elegante para la
mayoría de lugares casuales. Tendría que servir, ya que Shane no le había dicho a dónde iban.
Haciendo una pausa, se estudió en el espejo. ¿Estaba siendo una idiota? Probablemente.
Tan emocionada como estaba por la cita, tenía que admitir que tenía miedo.
Te llamaré. Tal vez salgamos a cenar alguna vez.
Eso es lo que él le había dicho, hace meses. Y la había llamado, para decirle que ya no
podía verla más. Sólo así. Y su rechazo le había herido tanto, había llorado durante días. Había
creído que tenían algo real, y él la había echado.
¿Podía confiar en que no lo haría de nuevo, incluso si lo juraba? Cierto, él no había hecho
ninguna promesa antes. Pero el cambio de actitud había sido tan repentino, que la había dejado
tambaleándose. Aún tenía que darle alguna razón real para hacerlo, algunas excusas poco
convincentes.
Puede que esta noche él lo aclararía.
El timbre de la puerta interrumpió sus cavilaciones, y su corazón dio un vuelco.
―Es estúpido estar nerviosa. ―Tomando una profunda respiración, fue a abrir la puerta.
Como siempre, Shane le quitó el aliento. Tenía uno ochenta y dos de altura, delgado,
derretía tus pantis de delicia en sus jeans que abrazaban sus muslos y culo tan bien, y ella era
humana. Quería más.
―Hola ―dijo ella, sonriéndole―. Adelante.
―Ha pasado un tiempo desde que estuve aquí. El sitio se ve bien.
―Gracias. Lo pinté y puse algunas nuevas cortinas. Parece haber ayudado.
―Bueno, puede que estas le añadan un toque de color. ―De detrás de su espalda, sacó
un ramo de flores, sonriendo como un muchacho.
―Son hermosas ―dijo, tomándolas e inhalando el fragante aroma―. Déjame ponerlas
en un poco de agua. ¿Te gustaría alguna bebida?
―Esperaré a que lleguemos al restaurante, gracias. Lo estoy reduciendo un poco. ―Él la
siguió a la cocina, donde ella buscó un vaso de debajo del fregadero.
―¿En serio?
―Sí. Estoy tratando de dar un mejor ejemplo para Drew.
Dejando el florero en el mostrador, comenzó a cortar el celofán de los tallos.
―Bueno, no creo que bebas demasiado, pero es muy admirable. Bien por ti. ―Él pareció
complacido por el cumplido. Le echó un vistazo mientras arreglaba las flores en el jarrón―.
Entonces, ¿a dónde me estás llevando?
Él se apoyó en el mostrador.
―Hay un restaurante de mariscos nuevo a unos pocos kilómetros fuera de Sugarland,
justo en Cumberland. Es un poco más elegante que el de aquí en la ciudad, y he oído que está
bueno. Pensé que quizás te gustaría probarlo.
―Suena genial. Déjame agarrar mi bolso.
Ella cerró, y él puso una mano en la parte baja de su espalda mientras cruzaban el camino
de entrada hacia su camioneta. Él la ayudó a entrar, entonces dio la vuelta a su lado, subió y
arrancó.
―Te ves hermosa, por cierto ―dijo, sus ojos grises devorándola―. Voy a ser el hombre
más afortunado del lugar.
Ella se calentó con placer de adentro hacia afuera.
―Tú no te quedas atrás, te ves bastante apetecible.
―¿Tal vez me guardarás para el postre?
Ella le sonrió, pero no le dio la satisfacción de una respuesta. Él le guiñó un ojo y salieron
a la calle, al parecer sin molestarse por su silencio. Llevarse bien, sin mencionar que estaban
totalmente en sincronía en cuanto se trataba del sexo, nunca había sido su problema. ¿Puede
que fuera el momento?
En parte, quizás. Pero eso no era todo.
El viaje a lo largo del río fue lento, y conversaron por el camino, sobre todo del trabajo.
Ella supuso que era mejor empezar ligero, entrando en cosas más serias después. Lo que le
parecía bien. Veinte minutos más tarde, él se detuvo en el estacionamiento de un agradable
restaurante que estaba construido al estilo de una casa de campo rústica, con una pared al lado
del río hecha casi completamente de cristal.
Dentro, Shane dio su nombre y los llevaron a una mesa aislada, con una magnífica vista. El
camarero inmediatamente se acercó y les ofreció la carta de vinos junto con los menús.
―Toma lo que quieras, cariño.
Shane tomó uno, de modo que ella hizo lo mismo, mirando por encima.
―Voy a tomar una copa de este cabernet, por favor.
―Que sean dos.
El camarero se alejó, y ella lo miró con sorpresa.
―No pensé que fueras un gran bebedor de vino.
―Me gusta de vez en cuando. Un chico de campo puede ser culto.
Ella sonrió.
―No cambiaría nada de ti.
―Oh, se me ocurre una o dos cosas sobre mí que necesitan trabajo.
Ella dejó pasar ese comentario y cambió de tema.
―¿Cómo está Drew?
―Tranquilo. Retraído. ―Pensó un minuto―. La única vez esta semana que se animó un
poco es cuando mencionó este nuevo amigo de la escuela. Su nombre es Ty. Han estado
pasando mucho tiempo juntos, pero todavía no he conocido al chico.
―Me alegro de que haya conocido a alguien con el que encaje. ¿Tal vez podrías sugerirle
invitar al niño?
―En realidad, esa es una gran idea ―dijo lentamente―. Se lo voy a sugerir a Drew
cuando Tommy lo lleve a casa mañana.
―Me alegro poder ayudar.
Su vino llegó, y Shane levantó su copa.
―Un brindis. Por un nuevo comienzo.
―Me gusta eso.
Después del brindis, bebieron. Ella lo observó, pensando que parecía muy sincero. Por
otra parte, lo había hecho antes. Aplastó el pensamiento, decidida a no dejar que el miedo le
arruinara la noche.
―Entonces, ¿qué pasa con la tristeza en tu hermoso rostro? ―preguntó, dejando su
copa.
Ella negó.
―No es nada.
―Eso no fue muy convincente. ―Hizo una pausa―. Soy yo, ¿cierto?
―Tal vez no deberíamos entrar en esto ahora…
―Te he hecho daño, y quieres saber por qué ―adivinó―. De dónde vino mi cambio de
actitud.
Si él estaba dispuesto a abrirse, entonces ella sabía que tenía que oírlo.
―Está bien. Sí, me gustaría mucho saber. ¿Fue algo que hice?
―Dios, no. ―Soltó una risa triste―. Eres perfecta para mí. Yo era el problema.
El camarero interrumpió para tomar su orden, y rápidamente hicieron sus selecciones.
Cuando se fue de nuevo, le instó a continuar.
―Entonces, ¿es este viejo discurso de “No eres tú, soy yo”?
―Te prometo que no es una línea. Sin embargo, para que tenga sentido, tengo que
empezar por el principio, cuando tenía dieciocho años. ―Se detuvo, jugueteando con su
menú―. Ese es el año en que Shea y yo perdimos a nuestros padres. Pero ya habíamos pasado
por un infierno con un montón de traumas como una familia antes de que fueran asesinados.
Ella respiró hondo.
―Sé que tu hermana fue violada cuando estaba en la escuela secundaria y como
resultado de eso quedó embarazada. Ella me lo contó hace unos meses.
Él pareció aliviado de no tener que abordar el tema y posiblemente romper la confianza
de su hermana.
―Entonces, sabes un poco de cómo fueron esos meses, ella y mis padres discutiendo
todo el tiempo, y yo en el medio, tratando de mediar la situación. Después ellos fueron
asesinados, y ella perdió el bebé.
―Y tú eras un chico con el corazón roto de dieciocho años de edad, que fue
repentinamente obligado a convertirse en un hombre. ―Ella comenzó a ver por dónde iba.
―Fue la cosa más difícil que he hecho. ―Vieja tristeza y arrepentimiento
ensombrecieron sus impresionantes ojos―. Nuestros padres tenían dinero, dejándonos con
suficiente del seguro y de la venta de su negocio para poder quedarnos en nuestra casa y cuidar
de los gastos, mientras pensábamos qué carreras queríamos seguir, pero esa no fue la montaña
más grande que tuvimos que subir. Shea quedó casi destruida debido a lo que tuvo que pasar,
así que me hice cargo de ella. Consiguió volver sobre sus pies e ingresó a la escuela de
enfermería. Durante años, yo fui su protector, su campeón.
―Y nunca dejaste de ser eso para ella. ¿Cierto? ―preguntó en voz baja.
―No, no realmente. Incluso cuando Tommy llegó, no estaba seguro de cómo renunciar al
papel que había tenido en su vida durante tanto tiempo. Pero de alguna manera, empecé a
aprender cómo dejarla ir. Y poco a poco me di cuenta que estaba bien, no tener a nadie a quien
cuidar más que de mí mismo.
Lo último, lo admitió con tanta culpa, como si fuera la más terrible confesión que podría
haber hecho.
―Creo que esa es una sensación totalmente normal a tener, luego de haber sido tan
fuerte durante tantos años. Ahora, a eso, agrega tu trabajo. Y por mucho que te guste ser
policía, servir al público y proteger a los demás es estresante.
―Entonces llegaste tú. ―Se quedó en silencio por un momento.
―¿Qué pasó? ¿Sentiste que yo era una persona más que tenías que cuidar?
―Al principio parecía de esa manera ―admitió―. Me asuste. Pensé para mí, que tal vez
nunca en mi vida iba a ser solo yo. Que estaría cuidando de otras personas hasta el día de mi
muerte, y nunca con algún tiempo para mí. ¿Eso suena egoísta?
Le dio una media sonrisa, aunque la primera parte de lo que dijo dolió.
―Podría ser, si no supiera toda la historia. Pero entiendo de dónde vienes, por qué debes
de haber sentido como si no pudieras respirar.
―Eso es exactamente. Pero lo que aprendí fue que no puedo respirar sin la gente que
quiero en mi vida. Que teniéndolos en ella, cuidando de ellos, no es una obligación, es una
alegría. Sólo lamento que fuera necesario la muerte de Brad para abrir mis ojos ―dijo con voz
ronca.
―Oh, cariño. ―Alcanzándolo a través de la mesa, le apretó su mano. Él se agarró con
fuerza, y no habló mientras el camarero servía sus cenas. Una vez que él se había ido, ella
preguntó―: ¿Cuándo cambiaste de opinión sobre mí?
―Ya estaba cerca de rendirme, si quieres saberlo. Tenerte cerca y saber que no podía
tenerte, que había metido la pata hasta el fondo, eso me estaba volviendo loco.
―¿Y luego?
―Luego tuve esa horrible llamada con Drew. Cuando nos apresuramos allí y lo halé a mis
brazos, en ese momento recordé que el tiempo era precioso y nunca garantizado. Que haría
cualquier cosa para proteger a los que amo, y que esa es mi vocación. Es lo que nací para hacer.
―Se aclaró la garganta―. Y ahí es cuando supe, en el fondo, que haría lo que sea para ganar tu
perdón.
―Esas son unas hermosas palabras.
―Puedo respaldarlas, te lo prometo.
Ella realmente quería creer. Pero a pesar de que entendía dónde estaba su cabeza
cuando él rompió las cosas, todavía le dolía.
―¿Por qué no nos tomamos las cosas un día a la vez?
Decepción brilló en sus ojos, pero se recuperó rápidamente.
―Con mucho gusto aceptaré lo que sea que estés dispuesta a darme.
El hombre estaba diciendo todas las cosas correctas. El tiempo diría si podía recorrer el
camino.
Disfrutó de la comida, que era excepcional, y él se comprometió a llevarla de nuevo tan a
menudo como ella quisiera. Después de compartir un crème brûlée4 de postre, pagó la cuenta y
la guio a la camioneta.
Abrió la puerta para ella, ayudándola a entrar. Pero esta vez no dio un paso atrás. En su
lugar, se inclinó hacia dentro y tomó su cara entre sus manos. Sus miradas se encontraron, y él
simplemente la miró como si ella sostuviera todos los secretos de su universo.
Olía tan bien, y ella amaba sus fuertes manos sobre ella. Era adicta a su contacto, su calor.
Cuando bajó la boca para capturar sus labios, gimió, empujándose contra él. Deslizó los brazos
alrededor de su cintura, agarrando su camisa en su espalda. Su lengua se enredó con la de ella y
disfrutó de su sabor, vino y crema dulce. Y todo Shane.
Él se retiró con una sonrisa.
―Si no te dejo ir, voy a terminar desnudándote aquí y ahora mismo.
―Eso no suena tan mal.
Riéndose, la besó en la mejilla y cerró la puerta. Se subió al otro lado, y tomaron el largo
camino a casa, disfrutando de la vista del río a la luz de la luna. Ella sabía que ambos querían que

4
Crème brûlée: Postre que consiste en una crema cuya superficie se ha espolvoreado de azúcar con el fin de
quemarlo y obtener así una fina capa crujiente de caramelo.
esta noche terminara de la misma manera, pero estaba contenta de que no hubiera apresurado
el viaje. Una cosa en la que Shane era muy bueno era en disfrutar el momento.
Media hora más tarde, llegaron a su pequeña casa en la ciudad.
―¿Puedo pasar un momento?
―Estaría triste si no lo hicieras.
―No podemos permitir eso.
Ella les dejó entrar, solamente molestándose en encender una pequeña lámpara de mesa
en la sala de estar, para que pudieran ver lo suficientemente bien el camino a su dormitorio. Le
tomó la mano, liderando el camino. Una vez allí, comenzó a desabrocharle su camisa oscura.
―Te he echado de menos, mi policía sexy.
―Dios, también te he extrañado.
Ella separó el material y él silbó entre dientes mientras ella se inclinaba y lamía uno de sus
pezones. Lo tomó entre sus dientes y le tentó, haciendo que el nudo se destacara con orgullo.
Sus dedos peinaron su cabello suelto mientras ella daba al otro igual atención. Luego él fue a
trabajar en su blusa.
―Mi turno.
Se la pasó por la cabeza y luego desabrochó su sujetador. Dejó que las tiras se deslizaran
fuera, y la prenda cayó al suelo. Le encantaba estar desnuda para él, porque siempre la miraba
como si fuera la luna y las estrellas. Como si fuera más que lujuria entre ellos. Como si de verdad
se preocupara por ella.
Y lo demostraba en su forma de hacer el amor. Como ahora, la manera tierna en que la
guio hasta la cama para acostarla sobre su espalda, nunca rompiendo el contacto visual. Cómo
lentamente desabrochó sus capris deslizándolos por sus piernas haciéndolo parecer un arte.
Luego enganchó sus bragas, llevándolas hacia abajo también, haciendo ruidos masculinos de
apreciación en su garganta. Ella amaba esos sonidos.
―¿Puedo probarte, dulzura? Ha pasado tanto tiempo.
―Demasiado tiempo. Por favor…
Separando sus muslos, él hundió la cabeza. Un movimiento de su lengua y ella se derritió,
abriéndose para él con un abandono que nunca había sentido con nadie más. Shane la hacía
volar.
Él lamió y chupó, causando pequeños temblores en cada terminación nerviosa. Hasta que
ella se retorcía debajo de él, prácticamente rogando.
―Dime que has venido preparado.
Esa sonrisa sexy mostró sus dientes blancos contra su cara bronceada, salvaje en la
oscuridad. Emocionante.
―He traído el arma, las balas y la funda, nena.
Ella se echó a reír a medida que él sacaba un paquete de aluminio del bolsillo delantero
de sus jeans y lo arrojó sobre la cama. Luego se puso de pie, se quitó los zapatos y subió una
pierna del pantalón para quitar su arma y la pistolera del tobillo. Después de colocarla con
cuidado sobre la cómoda, se quitó rápidamente el resto de su ropa.
El hombre era simplemente hermoso. Su cabello oscuro caía alrededor de su cara en
capas, cubriendo sus orejas y rozando su cuello. Sus ojos grises eran grandes e impresionantes,
enmarcados por espesas pestañas oscuras. Su pecho esculpido pero no demasiado musculoso,
al igual que el resto de su cuerpo alto y esbelto. Su pene era largo y grueso, con pesadas bolas
ubicadas debajo.
Mientras ella se lo comía con los ojos, él recuperó el paquete y lo abrió, luego desenrolló
el condón en su eje endurecido antes de unirse a ella de nuevo.
―¿En dónde estábamos? ―murmuró, deslizando una mano entre sus piernas para
encontrar su montículo―. Justo aquí, creo.
Ella se contoneó, necesitándolo.
―Te quiero dentro de mí.
―También te necesito.
Cubriendo el cuerpo de ella con el suyo, se colocó entre sus muslos y usó una mano para
guiar la cabeza de su polla en su entrada. Entonces se empujó lentamente en su interior,
dándole tiempo para adaptarse. El estiramiento y la sensación de llenura ocasionada por él eran
una maravilla. Ella se abrió más y arqueó la espalda, deseándolo más profundo.
Siguiendo la señal de ella, se levantó y se puso de rodillas, acunando sus muslos y
llevándola con él para mantenerlos conectados. A ella le encantaba cuando él empujaba lo más
profundo posible, y él lo sabía. Le dio lo que ella quería.
Empezó a moverse, usando un ritmo lento y constante al principio. Se deslizó aún más
dentro, llevando las bolas a su trasero. Entonces, sacó su reluciente y rígida longitud. Entró de
nuevo, un poco más rápido. Más fuerte. Salió de nuevo. Repitiendo el empuje una y otra vez
hasta que ella estaba gimiendo, retorciéndose, perdida en su cuerpo adueñándose de ella,
llevándola a mayores alturas.
Ahora él la estaba follando duro y profundo, y ella no podía aguantar mucho más tiempo.
Era tan condenadamente bueno. Fuego se extendió desde su sexo hacia sus extremidades, y su
cuerpo se estremeció. Listo para la liberación.
El orgasmo estalló sobre ella, ola tras ola de éxtasis mientras gritaba por él. Tomó su
polla. Al siguiente momento él se quedó inmóvil, enterrándose hasta el fondo con un grito ronco
mientras inundaba el condón. Ella experimentó un momento de arrepentimiento por el hecho
de que no se derramara dentro de ella, pero lo apartó. Si todo iba bien, tal vez algún día.
Apartándose, él la tomó en sus brazos, la besó larga y sensualmente. Luego la llevó
contra su pecho, en donde estaba muy feliz por acurrucarse y escuchar el fuerte latido del
corazón de él.
―Eres increíble ―susurró―. Y no sólo me refiero a la cama.
Ella sonrió, besó su pecho.
―¿Cómo entonces?
―Eres valiente e inteligente. También te importan las personas, y amas lo que haces.
El elogio se envolvió alrededor de su corazón.
―Me encantan los niños, y no me gusta ver que las personas los lastimen o los
descuiden. Alguien tiene que mostrarles que hay una vida mejor, y a veces soy el único modelo a
seguir alrededor. ―Se sonrojó―. Escúchame, toda sermoneadora.
―No lo eres. Eres apasionada, y admiro eso. Eres una mujer increíble, Daisy Callahan.
―Y tú eres un hombre increíble.
Rodó sobre ella, sujetándola por debajo de él, de repente juguetón.
―Entonces, es lógico pensar que haremos una súper asombrosa pareja que tendrá a
todos nuestros amigos inclinándose ante nuestro impresionante encanto.
―Estás loco. ―Él mordisqueó su cuello, y ella se rio―. ¡Alto! Eso hace cosquillas.
Los mordiscos se convirtieron en besos que se arrastraron hacia sus pechos. Su
estómago y más allá. Jadeando, agarró el cabello de él mientras la complacía con su boca,
lamiendo y chupando hasta que la llevó a un segundo orgasmo demoledor. Ella no se resistió,
aferrándose a él, gritando con su liberación.
La besó en el estómago.
―Espera aquí.
Se fue por unos minutos, salpicando y haciendo ruidos de lavado. Cuando él regresó,
trajo una toalla y la limpió entre sus muslos con tanta delicadeza que casi trajo lágrimas a sus
ojos. Desapareció durante unos segundos para deshacerse de la toalla, y entonces regresó,
sosteniéndola cerca, acurrándose con ella por la espalda.
―¿Me puedo quedar esta noche?
Quédate por siempre.
―Sí.
Aún estaba asustada por lo mucho que quería a este hombre, lo necesitaba. Pero sólo tal
vez, no tan asustada como antes.

Drew yacía despierto en el cuarto de visitas en la casa de Tommy y Shea, tenso y


esperando. Aún no estaba muy seguro sobre este plan descabellado de Ty, pero se había
comprometido. Si se echaba para atrás ahora, su amigo podría pensar que era un cobarde.
Ty le había enviado mensajes más temprano, preguntado por la dirección de los Skylers,
porque él tenía la intención de llegar a las dos de la mañana y ellos iban a pasar un buen rato.
¿Quién iba a estar despierto para verlos?
―Um, la policía por un lado, idiota ―señaló Drew―. Y mi querido papá adoptivo es un
policía, ¿recuerdas?
―Relájate hombre, o vas a obtener arrugas antes de tiempo. Nos mantendremos en las
sombras, como ninjas. No nos van atrapar.
Así, a pesar de la advertencia en su estómago que gritaba que era una mala idea, Drew le
había dado a Ty la dirección. Como una niñita, esperaba que su amigo estuviera en casa en la
cama, roncando. Un golpecito en la ventana unos minutos más tarde probó que no tenía tanta
suerte.
Mierda. Apartando las cortinas, vio a Ty sonriéndole. Levantó un dedo hacia su amigo
para pedirle un minuto, y luego buscó su ropa en la oscuridad. Después de vestirse, se puso su
chaqueta y regresó a la ventana. Ya la había probado antes, y sabía que iba a deslizarse con
facilidad.
En segundos, estaba afuera, de pie en el suelo. Ty lo ayudó a poner la ventana de vuelta
todo menos unos centímetros, lo suficiente para poner sus dedos debajo de ella cuando llegara
el momento de regresar. Salir a escondidas, cualquier cosa puede pasar. ¿Qué diablos estoy
pensando? El corazón latía dolorosamente contra su esternón ante el pensamiento de Tommy
atrapándolo, o peor, diciéndole a Shane.
―Hombre, esto será asombroso ―susurró Ty emocionado.
―Jesús, ¿en qué estás? Es la mitad de la maldita noche y estás saltando como una pulga.
―Nada, sólo una droga natural. Relájate, mi amigo. Venga, vámonos.
Siguió a Ty a la calle, y se detuvo en seco por la camioneta negra y elegante estacionada
junto a la acera.
―¿Una Escalade? ¿Es tuya? ―preguntó, incrédulo. Por el estado de su pequeña casa en
decadencia, había pensado que Ty y su papá no tenían ni cinco centavos.
―Es de mi papá. Un vehículo genial, ¿eh?
―¡Ty, va a enloquecer si se despierta para encontrar que se ha ido!
―Nah. A mi viejo no le importa una mierda lo que estoy haciendo siempre que aparezca
antes de que se tenga que ir en la mañana.
―¿Qué hace tu papá? ―preguntó mientras se subían, admirando el lujoso interior de
cuero, aun en contra de su voluntad.
―Al diablo si lo sé. Él es todo un misterio y babosadas cuando le pregunto, pero tengo la
intención de averiguarlo pronto ―dijo su amigo con una sonrisa.
―¿No sabes lo que hace tu padre para ganarse la vida? ―Eso no sonaba bien. De hecho,
todo este escenario le estaba dando dolor de estómago. Sin embargo, no quería acobardarse―.
¿Qué hay en la agenda?
―Mira. ―Él señaló hacia el suelo del auto a los pies de Drew.
Había una bolsa de plástico. Una rápida inspección del contenido reveló dos latas de
pintura en aerosol de color rojo. No tan fantástico.
―¿Qué es lo que vamos a decorar con esto? ¿Las vías del tren o el puente?
―Incluso mejor. Te mostraré.
Condujeron por un tiempo, en la periferia oriental de la ciudad. En poco tiempo, Ty giró la
camioneta en una pequeña carretera de un condado y se estacionó a un lado. Agarró las dos
latas de pintura, le entregó una a Drew y dijo:
―Vamos.
―¿A dónde?
―Más adelante está la casa de Franklin Johnson. Ayer llamó a mi papá miserable cabrón,
un chupa pollas hijo de puta ―escupió Ty―. Así que nos vamos a asegurar que obtenga un poco
de venganza.
―Ty, no creo que ésta sea una buena idea. Mi padre me matará si alguna vez se entera…
―Bueno, él no está aquí, ¿verdad? Y si le importabas tanto, ¿por qué inundó su cuerpo de
drogas y te dejó solo? ―Los ojos oscuros del chico brillaron por las luces del interior de la
camioneta―. ¿Vamos a hacer esto o no?
La cara de Drew ardió cuando la rabia brotó dentro de él. Espesa y caliente. Ira hacia su
amigo por hablar demasiado. Y aún más rabia porque lo que había dicho era verdad. Estaba
harto del resentimiento hacia su padre por no estar aquí. Por ser un maldito drogadicto. Por
dejar a Drew solo. Y toda esa rabia necesitaba un lugar a donde ir.
―Sí, que empiece la acción.
Traducido por Lauuz, Marcelaclau y LizC

L a noche era fría y oscura. Drew no podía ver ni su aliento formando pequeñas
nubes, pero debían estar ahí. No podía combatir la furia y la avasallante necesidad
de liberarla. Siguió a Ty a través del sendero, tropezando con un árbol caído.
Entonces casi se enterró una rama en el ojo mientras ésta rozaba su mejilla.
―Qué mal que no podamos usar una linterna. No puedo ver ni una jodida cosa.
―No falta mucho, justo después de ese grupo de árboles.
―Lo dices como si hubieras estado aquí antes. ―Un inentendible gruñido fue su
respuesta―. ¿Ty? ¿Has estado aquí antes?
―Podría haber tirado de la cadena de Johnson una vez o dos. ¿Y qué? Se lo merece.
La razón comenzó a regresar tardíamente. No le gustó el sonido de eso. Con Ty, estaba
comenzando a entender que había siempre mucho más de la historia que lo que estaba
diciendo.
―Ahí está la casa. Mira.
Él se detuvo junto a su amigo y observó a través de los árboles. La casa de campo de
madera blanca estaba bañada en el brillo de una sola luz en un poste, una luz de seguridad. La
casa y el patio eran modestos pero bien conservados. La piscina de luz no alcanzaba
completamente al granero que estaba parcialmente visible detrás de la casa.
―¿Estos sujetos tienen algún perro? ―Drew escaneó el perímetro y notó que no había
cerca.
―Nah. No desde que envenené al último. ―Drew giró su cabeza de golpe y vio la sonrisa
de Ty en la oscuridad―. Te atrapé. Ningún animal fue lastimado en la realización de esta
travesura ―bromeó.
―Muy gracioso.
―Vamos.
Siguió a su amigo alrededor del perímetro hasta que estuvieron detrás del granero y lejos
del parpadeante brillo de la luz de seguridad. Haciendo tan poco ruido como fuera posible, se
colaron dentro del edificio. No era fácil ser silencioso en esta época del año, dado todas las hojas
muertas y maleza. Cada crujido debajo de sus pies sonaba como una bomba y aumentaba su
tensión. Sólo quería hacer esto y salir de una jodida vez de ahí.
En la parte trasera del granero, Ty destapó su lata de pintura y Drew hizo lo mismo. Su
amigo fue directo al trabajo, pero Drew se quedó quieto con indecisión.
―¿Qué escribo?
―¿Qué quieres decir con: “¿qué escribo?”? ¡No es una jodida tesis de inglés, sólo empieza
a rociar!
Sintiéndose estúpido, se puso en marcha, haciendo patrones aleatorios. Formas
geométricas y curvas. No podía ver lo suficientemente bien para escribir de hecho palabras
reales, y de cualquier modo, este tipo Johnson no le había hecho nada, así que no habría sabido
qué decir. Es más, se estaba comenzando a sentir un poco mal por arruinar un edificio tan
bonito. El propietario obviamente se preocupaba por sus animales, dado que el granero estaba
en tan buen estado como la casa.
Extraño que el olor que venía desde adentro no oliera mucho como caballos o vacas. ¿No
debería haber una terrosa esencia de estiércol? En lugar de eso, el olor era más bien como…
químico. Estaba a punto de mencionarlo cuando Ty llamó su atención.
―Vamos a hacer el lado que da hacia la casa ―dijo Ty, dirigiéndose en esa dirección―.
De ese modo tendrán una linda sorpresa cuando se despierten.
―No lo sé ―replicó preocupado―. ¿Y si se despierta y mira por la ventana?
―No lo hará. Deja de preocuparte.
No le gustó, pero una vez más le siguió la corriente. Repitieron el proceso, y en todo
momento, Drew lanzó miradas nerviosas hacia la casa. Cuando nadie salió como una tormenta a
confrontarlos, se relajó un poco y terminó su tarea.
―Una última cosa ―dijo Ty―. Y entonces terminaremos.
―¿Qué más?
―Quiero llegar al costado de su casa.
―¿Qué? ¡De ninguna manera! ¡Eso es demasiado arriesgado!
―Entonces vuelve a la Escalade y te veré en un rato. ―Se alejó lentamente, haciendo
unos sonidos de cacareo.
―Mierda. ―Enfurruñado, Drew se apresuró detrás del otro chico. No quería dañar la
casa, pero tampoco estaba a punto de caminar a través del extraño bosque solo. Al carajo.
Ty aceptó hacer la parte trasera de la casa, dado que no estaba directamente bajo la luz.
Podían permanecer mayormente en las sombras, luego volver sobre sus pasos a la camioneta. Al
menos, esa es la manera en que debió haber funcionado. A medio camino de sus dudosos
trabajos de arte, una profunda voz casi hizo que Drew mojara su pantalón.
―Suelten las latas. ―Se dieron la vuelta para ver a un hombre casi del tamaño de un
tanque parado a no más de cinco metros de ellos. Y estaba apuntando con una pistola―. Manos
sobre la cabeza, chicos, y quédense quietos.
Oh, mierda. Drew hizo lo que le dijeron, y también Ty. Además, notó que toda la
bravuconería había abandonado a su amigo. La ira de Drew era un recuerdo lejano ahora, y el
terror había tomado su lugar. Este hombre podría dispararles a los dos, lanzarlos a un barranco,
y sus cuerpos jamás serían encontrados.
―Los he estado observando desde que llegaron aquí. También me he entretenido
mirándolos.
―¿Usted sabía que estábamos aquí? ―escupió Ty―. ¿Por qué no nos detuvo antes?
El hombre le dio una sonrisa a todo dientes.
―Porque a mi casa y granero puede venirle bien una capa fresca de pintura ―se burló―.
Y ahora tengo mano de obra gratuita.
―¡No puede obligarnos a hacer eso! ―exclamó Ty.
―Claro que puedo, Eastlake. Ese es el trato que va a evitar que ustedes dos, idiotas, no
terminen en la cárcel, tan pronto como la policía llegue aquí y los arreste en, aproximadamente,
un minuto. Ahora, eso es lo que llamo irónico.
―Oh, Dios ―gimió Drew. Shane iba a descubrirlo, y cuando lo hiciera, iba a jodidamente
explotar.
―Tengo que decir una cosa, no eres más que una muesca del viejo tablón ―le dijo el
hombre a Ty con una mueca.
Drew no tuvo tiempo de ponderar esa declaración porque justo entonces una patrulla
rodeó la esquina hacia el patio. Su vida había terminado.

Shane despertó ante un insistente zumbido viniendo de algún lugar en las cercanías del
suelo. ¿El suelo? Su confuso cerebro trató de encontrarle sentido a por qué el piso estaba
zumbando, y esperó que se detuviera para así poder volver a dormir. Lo hizo, por cerca de
quince segundos. Entonces comenzó de nuevo y continuó así hasta que finalmente dio con lo
que significaba.
Su celular. El teléfono sonando en medio de la noche, y el suyo, particularmente, nunca
era algo bueno. Se despertó como solo un policía acostumbrado podía hacerlo. Abruptamente e
infeliz. Se deslizó de la cama y sacó la cosa del bolsillo de sus jeans, esperando responder antes
de que despertara a Daisy. Mientras miraba de reojo al reloj en la mesilla de noche, vio que
indicaba las 4:17. ¡Demonios!
Desbloqueó la pantalla táctil y caminó hacia el pasillo para hablar en la sala.
―Ford.
―Hola, ¿Shane? Es Cunningham, del turno nocturno.
Poniendo su trasero desnudo en el sofá de Daisy, se frotó los ojos y trató de procesar
eso. Cunningham. Brian Cunningham, de la noche, era un alto, delgado y pelirrojo policía. Un
chico agradable, si bien un poco dado a besar el trasero del capitán. Tenía su ojo puesto en ser
sargento y probablemente lo sería. Si sus desgastados labios no se caían antes.
―Brian ―dijo como saludo―. No me digas que tenemos otro cuerpo.
―No tenemos otro cuerpo. Pero tenemos un problema, y está sentado justo aquí en la
estación mientras hablamos.
―¿De qué estás hablando? ¿Qué tipo de problema?
―Del tipo del chico adolescente se escapa en medio de la noche y es atrapado haciendo
travesuras ilegales.
―Yo no… ¿Qué? ―Ahora estaba completamente despierto, sus ojos abiertos con
pavor―. Explícate.
―Tu chico fue atrapado afuera de la casa de Frank Johnson, con un amigo suyo. Hicieron
todo un número en su granero y en su casa con un par de latas de pintura en espray y…
―Espera. Detente. ―Negó con la cabeza con incredulidad―. ¿Tienes a Drew ahí, en la
estación? ¡Eso es imposible! ¡Está pasando la noche con mi hermana!
―Sí, bueno, no dudo que lo estuviera, justo antes de que su amigo lo ayudara a
escabullirse para ir de paseo y pintar casas.
―Maldita sea ―gruñó, derrumbándose de nuevo en el sillón.
―Lo siento, hombre. Esto apesta. Digo, estoy teniendo problemas localizando a
Callahan, y sé que ella desearía hablar con ellos dos.
―Me pondré en contacto con ella ―logró decir―. Estaré ahí en media hora máximo. ¿Y
Brian?
―¿Sí?
Odiaba decirlo, pero era por el bien de los niños.
―Hazme un favor y hazlo del modo duro. No le hará ningún bien si es tratado con
guantes de oro sólo por lo que ha pasado, o que le den trato preferencial porque es mío. Dale a
esos dos un buen susto.
Él se rio entre dientes.
―El placer es mío. Te veo pronto.
Finalizando la llamada, dejó salir un profundo suspiro y miró al techo fijamente, tratando
de ordenar sus pensamientos.
―¿Shane? ¿Qué está pasando? ―Daisy se adentró a la sala y encendió una lámpara. Se
había deslizado en una camiseta larga y estaba ahí parada luciendo preocupada.
―Drew y un amigo fueron arrestados. No puedo jodidamente creerlo. ―Pasó una mano
por su cara en frustración.
―Oh, no. ¿Qué paso? ―Se sentó junto a él.
―Aparentemente, un amigo de Drew fue a la casa de Shea y Tommy hace un rato, y
Drew se escapó. Terminaron pintando la casa de Frank Johnson y fueron atrapados.
―Demonios. ―Ella frunció el ceño―. Si este amigo sabía que él estaba con tu hermana y
cómo llegar ahí, deben haber planeado esto con tiempo.
―Eso no se me había ocurrido, pero tienes razón. ―La furia echó raíces y floreció―.
Apuesto a que es este chico nuevo, Ty, del que te hablé. Es el único del que Drew habla.
Quienquiera que sea, me gustaría retorcer su escuálido cuello.
―Abajo, tigre. Enojarse no va a resolver nada.
―Tal vez no, pero tampoco lo hará mimar a Drew. Ya le he dicho a Cunningham no
dejárselo fácil hasta que yo llegue allí.
Ella frunció el ceño.
―¿Estás seguro de que esa es la respuesta? Él ha pasado por mucho en las últimas par de
semanas, Shane.
Él soltó una risa sin humor.
―¿Parece que estoy seguro? Dije desde el comienzo que no tenía idea de cómo criar a un
adolecente, y evidentemente tenía razón.
―Estás haciendo lo mejor que puedes, y él está pasando por un mal momento. Dense un
respiro.
―¿Por cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo debería darle hasta que la muerte de Brad se
convierta en una excusa y no una razón para que actúe así?
―Cariño, este es su primer delito, ¿verdad?
―Sí ―admitió―. Hasta donde sé. Honestamente, de este incidente y algunas cosas que
Drew ha dicho, tengo que preguntarme con qué tipo de cosas Brad le dejó salirse con la suya.
―Pero sabes que él es un buen chico.
―Lo es, y no quiero verlo irse abajo por el camino equivocado, eso es todo. ―Sus manos
se apretaron en puños―. Y se ha cruzado a Frank Johnson, de todos los cabrones. Si ese imbécil
tocó a mi niño, lo voy a despellejar vivo.
Daisy hizo una mueca.
―Johnson es muy listo para hacer eso, que es por lo que no lo hemos atrapado en un
delito todavía. Desafortunadamente, él tiene la sartén por el mango en esto.
―Sí. Ahora tengo que vestirme, ir al centro de la ciudad, y asegurarme de que Drew no
termine donde ese tipo merece estar. ―Inclinándose, la besó en los labios―. Y tú vienes
también, dado que ellos ya intentaron llamarte. Apuesto a que tienes unas cuantas llamadas
perdidas en tu teléfono.
―No estaría en ningún otro lugar ―le dijo―. Para mí, Drew es más que otro chico con el
cual lidiar en el trabajo.
La emoción brotó en su pecho y él le dio una sonrisa.
―Estoy contento de escucharte decir eso, porque él es una parte permanente de mi vida
ahora. Amo a ese muchacho.
Y creo que también te amo. Pero ese era un gran paso a dar después del modo en el que la
trató antes. ¿Quería siquiera quedarse con él? Tenía muchas más cosas en que pensar.
―Sé que lo haces. ―Ella le dio unas palmaditas en la rodilla―. ¿Por qué no entras a la
ducha? Tomaré la mía después, y llegaré unos pocos minutos después que tú.
―¿Por qué no tomas una conmigo? Para conservar el agua, claro está.
―Buen intento ―dijo besándolo en los labios―. Ve ahora. No quieres aparecerte en la
estación apestando a sexo.
―Verdad. ―Suspiró―. Pero exijo la promesa de una ducha juntos.
―La tienes.
Mientras Shane saltaba dentro de la ducha, sabía que ella tenía razón, tenía que llegar a la
estación pronto, y eso no pasaría si ella se le unía. No era capaz de mantener sus manos fuera de
su mojado, resbaladizo y sexy cuerpo.
Se secó con la toalla y se vistió rápidamente, deseando que tuviera una camisa diferente
para vestir. Esta no estaba muy arrugada, pero lucía demasiado bien para haber sido sacado de
la cama justo después de las cuatro de la mañana. Definitivamente parecía que hubiera estado
en una cita, pero no había nada que hacer al respecto.
A la salida, se detuvo en el baño, se inclinó dentro de la ducha y le dio a Daisy un beso
prolongado.
―Afuera, calentorro ―bromeó―. Mientras todavía puedes.
―Aguafiestas. Te veo pronto.
Un último beso y se forzó a sí mismo a irse, quejándose todo el camino. Lo que debería
haber sido un agradable y relajante día a solas con Daisy se fue al infierno, y estaba enojado. Su
advertencia de que se lo hiciera fácil al chico se desvanecía cada vez más al fondo de su mente
con cada minuto que pasaba. No podía creer que Drew abusara de su confianza de esta manera,
sin importar lo que le había pasado.
En la estación, se detuvo delante y corrió al interior, al cuarto donde mantenían a los
detenidos para cuestionarlos. A través de la ventana de observación, vio a Cunningham y otro
oficial sentados en la mesa de conferencias opuestos a Drew y a un chico de cabello negro que
parecía a un aspirante a Steven Tyler, sin el mojo. Preparándose a sí mismo para abstenerse de
asaltar como un toro enojado, alcanzó la perilla y entró.
La expresión de Drew cuando levantó la cabeza y vio a Shane no tenía precio. Sus ojos se
abrieron de par en par, su rostro palideció. Le hizo bien al corazón de Shane ver que estaba
adecuadamente atemorizado, porque tal vez eso significaba que no tendría que repetir su
actuación. Sin embargo, el otro chico era una historia diferente.
El chico estaba encorvado en su asiento, con los brazos delgados cruzados sobre su
pecho, una expresión de lo que podría describirse como un aburrimiento insolente. La clásica
actitud de No me importa y no me puedes obligar que Shane había visto miles de veces en
criminales reales. Este parecía estar en el camino correcto para ese status, si las miradas eran
algo por lo cual dejarse llevar.
―Me comuniqué con Daisy ―les dijo a los oficiales―. Está en camino.
Los chicos intercambiaron una mirada, y el de cabello negro sonrió. Esto no pasó sin ser
notado por Cunningham, quien levantó sus cejas rojas, mientras Shane echaba humo por
dentro. Pequeña mierda.
El segundo oficial, quien aparentemente había hecho el arresto se levantó.
―Dado que el señor Johnson está dispuesto a hacer un trato con estos dos jóvenes, voy
a volver a las calles. Buena suerte ―dijo a los chicos, excusándose.
Cunningham se quedó, ya que era su política siempre tener a dos personas en el cuarto
cuando se trataba de menores. A pesar de las cámaras de seguridad, la policía no podía ser
demasiado cuidadosa cuando se trata de escudarse a sí mismos contra acusaciones.
Con calma, Shane apoyó sus brazos en la mesa y apuntó un dedo a Drew.
―Comienza a hablar.
Su manzana de Adán se sacudió.
―Nosotros… nosotros sólo queríamos conducir alrededor por un rato, y-y Ty dijo:
“vamos al granero de este tipo”, que no seríamos atrapados.
Él dirigió la mirada al otro chico. Para el crédito de Ty, se estremeció. Shane lo
interrumpió sin holgura.
―¿Todo esto fue tu idea, escabullirse?
―Sí. ¿Y qué? ―Se encogió de hombros, poniendo la máscara de nuevo en su lugar.
―Está bien. Continúa ―le ordenó a Drew.
―No hay mucho más por decir ―dijo el chico de manera nerviosa―. Rayamos el establo,
y entonces Ty quiso hacerlo con la casa. Hicimos algo de eso, y el dueño salió con un arma y…
―¿Una qué? ―espetó.
Cunningham asintió.
―Sí. Los asustó hasta la mierda a propósito. Dijo que sabía lo que estaban haciendo todo
el tiempo. Evidentemente nuestro amigo Ty aquí se ha convertido en toda una molestia en el
pasado reciente, y esta vez Johnson estaba esperándolo.
La sangre de Shane hirvió. El hombre podría haberlos lastimado con el arma o peor.
Incluso si no tenía la intención de disparar, tantas cosas pudieron hacer salir mal, y eso le hizo
sentirse enfermo.
―¿Entonces, por qué no los detuvo de inmediato?
―Dijo que de todas maneras necesitaba una nueva capa de pintura en ambas cosas, el
granero y la casa, así que pensó que los dejaría meterse en problemas y se ahorraría el trabajo.
Por eso es que no está presentando cargos, si ellos acceden a sus términos.
―Por todo el jod… ―interrumpiéndose, sacudió su cabeza molesto.
Estaba todavía luchando por las palabras cuando Daisy entró, luciendo calmada y
confiada. Podría haberla besado.
―¿A alguien le molestaría actualizarme?
Shane repitió lo que todos le dijeron, y ella asintió cuando hubo terminado.
―Parece que ustedes dos, tuvieron suerte. El señor Johnson fue generoso al ofrecerse a
retirar los cargos a cambio de que reparen el daño causado. Ya que dudo que ninguno de los dos
está ansioso de enfrentarse a una corte de menores, pienso que es un trato que los dos
deberían aceptar.
Shane sabía que ella estaba siendo profesional, y ninguno de ellos podía expresar muy
bien la baja opinión de Johnson en este entorno o con respecto a esta situación. Sin importar en
qué tipo de tratos infames estaba involucrado el hombre, los chicos se habían equivocado.
Shane sólo odiaba que el imbécil probablemente estuviera divirtiéndose con esto.
Drew accedió, aunque de mal humor.
―Lo que sea.
Shane iba a sacar esas palabras fuera del vocabulario del chico incluso si era la última cosa
que hacía.
―Bien ―dijo Ty encogiéndose.
―¿Cuál es tu nombre? ―preguntó Daisy al chico.
―Ty Eastlake.
―¿Tu padre ha sido notificado de lo que pasó esta noche, Ty?
―Seguro. Dijo que vendría por mí tan pronto recogiera su camioneta de la casa del señor
Johnson.
Ella miró a Cunningham.
―¿Y está el señor Eastlake planeando presentar cargos por el robo del auto?
―No ―sostuvo el pelirrojo―, pero estaba muy molesto.
Ty palideció ante esto. Parece que no era tan indiferente como parecía. A pesar de que le
disgustara el chico, Shane se encontró preguntándose en cómo el padre podría castigar a Ty.
Daisy volvió su atención a los dos malhechores, su expresión seria, su tono uniforme.
―Quiero que ustedes dos entiendan qué tan serias fueron sus acciones de esta noche. Va
más allá de algo de pintar una pared. ¿Se dan cuenta que si ustedes hubieran escrito algo que
pudiera ser percibido como calumnioso o dirigido a una persona en particular por su raza,
creencias, preferencias o algo que fuese personal, podrían ser acusados de un crimen de odio?
―¡No lo hicimos! ―espetó Drew―. ¡Sólo garabateamos cosas que no significaban nada!
―Estoy feliz de escuchar eso. ¿Pero entienden qué podría haber pasado con ustedes?
―Pasaríamos más tiempo en prisión o tendríamos multas más amplias, supongo
―murmuró Drew.
―Así es. Sin embargo, algunos criminales no llegan tan lejos. Especialmente cuando
ciudadanos con armas toman acciones en sus propias manos. Los dos hubieran podido ser
disparados por un sobreexcitado o molesto ciudadano.
Ty se burló.
―Johnson no se atrevería, o mi papá… ―abruptamente, se interrumpió en lo que había
estado por decir.
―¿O tu papá podría qué? ―preguntó Daisy con interés.
―Nada.
―¿Y tu padre y el señor Johnson ya se conocen?
El chico selló sus labios y miró lejos. Eso era interesante. Y valía la pena mirarlo después.
―En cualquier caso, ya que ambos han acordado reparar el daño que han hecho esta
noche, hemos terminado aquí ―dijo ella enérgicamente―. El detective Ford y el señor Eastlake
establecerán fechas para el trabajo de reparación. Detective, puede llevarse a Drew a casa. Y, Ty,
tendrás que esperar aquí a tu padre.
―Vamos ―dijo Shane a su chico, poniéndose de pie. Luego a su colega―: Gracias.
Hablamos luego. ―Él llamó la atención de Daisy, esperando que ella captara el mensaje
silencioso. Hablaría con ella más temprano que tarde. Ella le dio una leve sonrisa mientras él
salía, con Drew sobre sus talones.
Recordó su consejo de antes de mantener la calma y ser comprensivo, pero era
condenadamente difícil a la luz de ser arrastrado fuera de la cama, la cama de su amante, con el
fin de hacer frente a esta mierda. Esto no era para lo que había firmado, y tenía todo el derecho
de estar enojado al respecto.
Esperó hasta que estuvieron en la camioneta antes de hablar.
―¿Tienes alguna idea de lo decepcionado que estoy de ti?
El propio padre de Shane le había dicho esto a él más de una vez, cuando se lo merecía.
En ese momento, sin embargo, él había creído que era algo que los adultos decían para avivar la
culpa en un niño y hacerlo comportarse mejor. Ahora tenía una nueva apreciación de lo mucho
que su padre había querido decir lo que dijo.
Drew encorvó sus hombros, presionándose tan lejos como era posible en la esquina del
asiento y la puerta.
―Dije que lo siento.
―No, en realidad, no lo hiciste.
―Pensé que lo hice. ―El chico se retorció en su asiento, mirando a todas partes menos a
Shane―. Bien. Lo siento.
―No quiero escucharlo si no es en serio.
―¿Qué quieres de mí? ―La voz de Drew se elevó cuando finalmente se encontró con los
ojos de Shane―. Lo siento, y voy a arreglar las malditas paredes del tipo. ¿Bien?
―Cuida tu actitud. ¿Qué diría tu padre si…?
―¡Vete a la mierda, Shane! ―explotó―. ¡No me digas lo que papá podría pensar o sentir!
¡No sabes nada acerca de lo que era vivir con él!
―¡Entonces dime! ¿Cómo se supone que voy a saber nada si no me hablas?
Los labios de Drew se apretaron en una fina línea y negó, mirando por la ventana. Su
pecho subía y bajaba con ira reprimida, pero no ofreció nada más. Shane se aferró al volante con
más fuerza, un millar de comentarios corriendo a través de su cabeza para responder al chico,
ninguno de ellos productivo. Se decidió por la verdad.
―Está bien, ya que no quieres hablar, tengo un par de cosas que decir. Te quiero como si
fueras mío, y espero que realmente lo sepas. Me disculpo si parece que estaba sacando a tu
padre en tu cara, porque esa no era mi intención. Nunca he querido lastimarte
intencionadamente.
Silencio. Pero parte de la rabia se desvaneció de la expresión del chico.
―Pero tengo que decirlo, no merezco tus malas palabras, y así no es la forma en que
vamos a hablar entre nosotros. Si tienes algo que sacar de tu pecho, habla conmigo como el
hombre que quieres ser.
La ira se convirtió en miseria a medida que Drew bajaba la cabeza, apoyándola contra la
ventana.
―Lo siento, por eso y la cosa con el lugar de Johnson.
La declaración, aunque todavía hosca, sonó a verdad esta vez.
―Está bien, lo acepto. Entonces, dime por qué lo hiciste.
―No lo sé ―dijo en voz baja―. Fue una estupidez.
―Sí lo fue. Y peligroso. El resultado podría haber sido mucho peor, y eso me asusta más
de lo que sabes. ―Hizo una pausa, preguntándose cuánto más decir sin violar la política. Sin
embargo, en este caso, educar a Drew era más importante―. Hemos sospechado de Franklin
Johnson por diversas actividades ilegales desde hace un tiempo, y no hemos llegado a la
evidencia para atraparlo en un delito grave aún. Ese hombre es peligroso, chico.
―¿Qué, como un psicópata?
―No exactamente. Más bien como un hombre capaz de encargarse de posibles
problemas; como un testigo que podría tropezar con algo que él ha hecho. Podría haberlos
matado a ambos, y ninguno de nosotros hubiera sabido lo que te habría pasado, y no estoy
bromeando. Johnson es impredecible y totalmente capaz de asesinar, dada la motivación
correcta. Hijo, lo que ustedes dos hicieron es como caminar descalzo por un nido de cobras y de
alguna manera lograr no conseguir ser mordido. ¿Entiendes por qué estaba tan molesto y
asustado?
El chico se lamió los labios nerviosamente. Al parecer, la advertencia había calado en él.
―Sí. No voy a joder con la propiedad de nadie más, así que, ¿podemos dejarlo pasar
ahora?
―Por el momento. ¿Cuál es la conexión de Ty con Johnson?
―No estoy seguro. Odia al hombre, pero no me ha dado más detalles. ―Pensó un
segundo―. A menos que su papá y Johnson se metieran en algo recientemente. Johnson llamó
a su padre un montón de cosas. Es por eso que Ty quería rayar su lugar, por lo que el hombre
llamó a su papá.
Un argumento que podría haber empezado por un negocio. Interesante.
―¿Alguna vez has conocido al señor Eastlake?
―No, él nunca está en casa. De oír hablar a Ty, suena como un verdadero imbécil.
―¿Cómo es eso? ―Él ya sospechaba que averiguaría un montón si el hombre tenía
antecedentes, y probablemente lo tenía, más si conocía a Johnson, pero quería oír hablar de
Eastlake desde la perspectiva de Drew.
―Ty es bastante casual sobre el temperamento de su padre, su manera de beber y las
golpizas que le da. Cosas como esas, cuando el hombre se molesta en ir a casa. Y es curioso, no
parecen tener mucho dinero, y su mobiliario es viejo y raído, pero tiene esta gran nueva
Escalade.
Definitivamente vale la pena investigar.
―No creo que quiero que andes con Ty nunca más. ―Las defensas se dispararon en alto.
―No puedes dictar de quién puedo ser amigo.
―Tienes razón, no puedo. Pero espero que tomes algunas decisiones mejores, sobre
todo cuando estés con él. Y no estaría de más hacer otros amigos.
―Lo que se…
―Y aprende algunas palabras nuevas.
Drew resopló, encorvándose en su asiento de nuevo.
―¿Ya hemos terminado?
―No del todo. Hay alguien más a quien debes una disculpa.
El sol había salido para el momento que Shane se detuvo en la calzada de la casa de Shea
y Tommy. Drew pareció adecuadamente arrepentido mientras caminaban hacia la puerta
principal, como condenadamente debería. Shane tocó el timbre y esperó. Tomó un par de
minutos antes de que Tommy abriera la puerta, vestido con pantalón de franela para dormir y
sin camisa, su cabello rubio sobresaliendo en todas las direcciones.
Su estrabismo desconcertado al ver a Shane en su puerta tan temprano en la mañana fue
sustituido por puro desconcierto cuando vio a Drew cernido al lado de Shane.
―¿Qué diablos? ¿Qué estás haciendo ahí fuera, chico? ―Él miró sobre su hombro en
dirección a los dormitorios, como si se preguntara cómo el chico podría estar en dos lugares a la
vez.
―¿Podemos entrar? ―preguntó Shane―. Drew tiene algo que decirte.
―Uh, seguro. ―Abriendo la puerta a lo ancho, se hizo a un lado y los dejó pasar. En la
sala de estar, Tommy bostezó y se rascó el pecho―. ¿Qué pasa?
Shane asintió a Drew, quien tomó una respiración profunda.
―Me fui de tu casa cuando no debería haberlo hecho ―dijo contrito―. Lo siento.
Tommy se tomó unos segundos para procesar esto.
―¿Te escapaste?
―Sí. Yo… no volverá a suceder.
―Ya veo. ―Tommy meditó un poco más―. ¿Alguna vez has hecho algo así antes?
El chico se sonrojó, pero negó con la cabeza.
―No, nunca antes me he escapado en medio de la noche.
―Antes de que trabajara para la oficina del jefe de bomberos de Sugarland, era un
bombero allí. ¿Sabías eso?
Drew asintió.
―Lo recuerdo. Tuviste un accidente en un incendio y casi pierdes tu mano.
―Así es. ―El hombre se detuvo, sin molestarse por la historia. Tenía otro punto que
estaba tratando de hacer―. En muchos aspectos, era una carrera gratificante, pero hay una
parte de ese trabajo que no echo de menos en absoluto. Obtenemos llamadas todo el tiempo
para responder a todo tipo de accidentes que involucran a hombres y mujeres jóvenes, y
muchos de esos pasaron cuando los chicos estaban fuera en lugares que no deberían haber
estado, sobre todo después del toque de queda.
―Sé a dónde vas con esto…
―No, no creo que lo sepas. Tu seguridad es un problema, pero, ¿qué pasa con nosotros?
―Hizo un gesto entre él y Shane―. ¿Qué pasa con la gente que va a tener que despegarte del
pavimento cuando te maten? ¿Cómo crees que dormimos en la noche después de ver algo así?
Drew lo miró fijamente.
Tommy continuó, más serio de lo que Shane le había visto nunca.
―Hace un par de años, cuando era un paramédico nuevo, recibimos esta llamada sobre
un chico que había tocado un cable eléctrico mientras caminaba hacia su casa desde la escuela.
No se suponía que estuviera en esa calle, tomando el largo camino a casa, pero él tomó dos
malas decisiones que pusieron fin a su vida.
―Eso no fue tu culpa ―señaló a Drew.
―No. Pero esa llamada terminó siendo mi primer intento de realizar la RCP en una
víctima real. ―La voz de Tommy se tornó ronca, sus ojos azules sombríos al recordar―. Nunca
olvidaré la sensación de su pecho bajo mis manos, la mirada en blanco en su rostro. Tenía su vida
en mis manos, y no lo pude salvar. Sin importar que no fuera mi culpa. La muerte de ese chico es
algo a lo que voy a tener que hacer frente por el resto de mi vida.
Bendigan a Tommy. Shane podría haberlo besado. Drew estudió sus zapatos deportivos.
―Entiendo.
―¿En serio? Eso espero. Cada decisión que una persona hace afecta a otra persona con el
tiempo. No puedo decirte a cuántas personas he visto al final de su camino debido a malas
decisiones. Todas ellas duelen no solo a los trabajadores de emergencia, sino a los innumerables
seres queridos que dejan atrás.
―Nunca antes pensé en ello de esa forma. ―El chico se encontró con sus ojos otra
vez―. Supongo que no querrás que me quede en tu casa nunca más, y no te culpo.
El otro hombre le dio una sonrisa.
―Oye, dejando mi sermón a un lado, todavía soy muy joven. ―Drew resopló ante eso
mientras él continuaba―. En serio, en el fondo soy un niño grande. Una vez es un error, y ya has
prometido que no volverá a suceder, así que estamos bien.
―¿En serio?
―Sí.
―Gracias, Tommy.
Shane se levantó e hizo un gesto hacia los dormitorios.
―Ve a buscar tus cosas para que podamos dejarlos en paz.
Su cuñado se interpuso, sujetando una mano en el hombro de Drew.
―No quiero terminar nuestra visita con esa nota. ¿Por qué no lo dejas conmigo por un
tiempo? Estaba a punto de levantarme, ir a buscar mi caña de pescar, y bajar al banco a ver lo
que puedo atrapar, si Drew quiere puede unirse.
―¿Te importa? ¿Por favor?
Estaba a punto de decir que no, pero el chico de repente parecía emocionado, a pesar de
su falta de sueño y todo el drama. Tommy era un buen modelo a seguir, y Dios sabe que Drew
necesitaba tanto de esos como pudiera conseguir. Y esto le mostraría al chico que el hombre
verdaderamente le había perdonado por el truco que había hecho al escabullirse.
―Supongo que eso estaría bien. Siempre y cuando lo envíes a casa al segundo que abuse
de la hospitalidad.
Tommy se echó a reír.
―Dudo que eso sea un problema. Vete. Estamos bien.
Shane se volvió hacia Drew.
―En serio te quiero de vuelta esta tarde, así podemos hablar de cuándo Ty y tú van a
comenzar el trabajo de reparación.
―Sí, señor.
Bueno, eso estaba mejor. Mientras se retiraba de la calzada para volver a su lugar de al
lado, no pudo evitar preocuparse por Drew. A pesar del apoyo de todos, el chico lucía perdido.
Había orado para que el amor y una orientación firme fueran suficiente. Ahora ya no estaba tan
seguro.
Una cosa de la que estaba seguro era que el padre de Ty Eastlake iba a tener una visita de
su parte muy pronto. Shane olía a una gran rata.
Y, con el tiempo, la haría chillar.
Traducido por Andrea95

H abía sido despertado tan malditamente temprano, Shane se dejó caer en su cama
al minuto en que llegó a casa alrededor de las siete e inmediatamente cayó en un
profundo sueño.
Cuando despertó más tarde esa mañana, estaba desorientado y no mucho más
descansado que antes. Sus sueños habían sido extraños e inquietantes. Tuvo uno donde había
estado corriendo, pero no podía ver qué estaba detrás de él. Sólo sabía que no podía dejar que
la bestia lo atrapara, o estaría muerto.
Odiaba las pesadillas. Siempre se preguntaba si significaban algo profético o si sólo eran
el producto de un cerebro que funcionaba en avance rápido todo el tiempo, incapaz de
descansar incluso en el sueño. Cualquiera que fuera la causa, se sentía desconcentrado.
Una taza de café ayudó a recuperar algo de equilibrio. Una segunda taza mientras leía el
periódico y era cercanamente humano. Ahora podría hacer una visita a Carl Eastlake y
sostenerse. Brevemente, pensó en llevarse a Chris con él, pero eso probablemente pondría
sobre aviso al hombre de que estaba siendo observado. No, mejor mantener la visita de un
padre a otro. Aun cuando el bastardo era una broma de ser humano, mucho menos un padre.
Pero le daría a Shane la oportunidad de vislumbrar el espacio privado del hombre. Algo
que la policía no había sido capaz de hacer antes en sus breves visitas, al menos no sin uniforme,
como un ciudadano normal. Sin embargo, había habido un montón de visitas oficiales, con la
policía llamada por los vecinos para acabar con disturbios domésticos en donde Carl había
estado golpeando a su hijo, gritándole día y noche. Unos pocos resultaron en arrestos, pero no
por violencia, ya que el chico no hablaría en contra de su padre. No, los cargos habían sido por
intoxicación pública, posesión menor de sustancias controladas, cosas pequeñas. Nada que lo
mantuviera en la cárcel por mucho tiempo. La policía sabía que estaba en alguna mierda más
grande; simplemente no habían sido capaces de atraparlo. No había suficiente que darles a los
detectives en la unidad de Shane para siquiera empezar a formar un caso.
Presionando la dirección en su GPS, Shane partió hacia la casa de Eastlake. No fue difícil
de encontrar: todo lo que tuvo que hacer fue buscar el patio más roñoso, más ahogado de
maleza en el vecindario y estaba allí. Mientras se paraba y estacionaba en el bordillo, hizo una
mueca. Ahí no había acera, y la maleza marrón muerta llegaba a la altura del muslo. Si no
estuvieran a medio invierno, probablemente terminaría con niguas y garrapatas sobre él.
Demonios, podría, de todos modos.
―Genial.
Pasando a través del desorden, dio un paso en el porche delantero y esperó que
soportara su peso. Por algún milagro lo hizo, y tocó a la puerta, dado que el timbre estaba
dañado. Esperó un par de minutos y tocó de nuevo. Cuando no hubo respuesta, dio media vuelta
y salió del porche, decidiendo mirar la parte trasera de la casa.
El camino de entrada, y eso era usar el término libremente, estaba lleno de baches y
barro, más mala hierba empujando valientemente entre las ranuras de las llantas. Un garaje
separado estaba en la parte trasera, así que se dirigió allí y no estuvo sorprendido de ver la gran,
nueva y brillante Escalade que Drew había mencionado, estacionada en el interior. Así que, el
bastardo estaba en casa y o bien estaba dormido o ignorando a Shane. Apostaba por la segunda
opción. Lo que significaba que probablemente estaba siendo observado.
―¿Hola? ¿Señor Eastlake?
Actuando como si no estuviera fisgoneando, hizo evidente que buscaba al hombre,
diciendo en voz alta su nombre a veces mientras examinaba el lugar. El garaje era el típico
revoltijo de partes de automóviles, pintura, herramientas, una cortadora de césped y artículos
de limpieza que obviamente jamás habían sido utilizados en su propósito. Nada destacaba como
una señal de alarma, por otro lado, no esperaba exactamente encontrar bolsas de cocaína
tiradas al aire libre.
―¿Hola?
El patio trasero no era gran cosa. La mitad de la valla había desaparecido, y el único pobre
árbol parecía muerto. De nuevo se preguntó por qué demonios Drew estaba saliendo con este
chico, Ty. ¿Qué estaba obteniendo de esta amistad? Nada positivo hasta ahora.
―¿Puedo ayudarte?
Dándose la vuelta, se pegó una sonrisa amistosa.
―Oh, hola. Usted debe ser el señor Eastlake. ―Acercándose, extendió su mano. Cuando
el hombre la tomó con una mano que no pudo haber visto una barra de jabón en una semana,
Shane prometió empapar la suya con blanqueador a la primera oportunidad―. Soy Shane Ford,
el tutor de Drew.
En un vistazo, captó una versión más vieja de Ty, sin el tinte de cabello negro. El hombre
era cerca de diez centímetro más bajo que Shane y enjuto. Su cabello largo hasta los hombros
era castaño oscuro y con algunas prematuras canas por una presunta vida dura. Su pantalón y
camiseta colgaban de su cuerpo, pero a pesar de eso, no parecía débil.
Parecía malo y fuerte, como un Doberman medio muerto de hambre.
El hombre dejó caer su mano, dándole una mirada en blanco. Y no devolvió su sonrisa.
―¿Quién?
―Drew, de la escuela secundaria ―dijo, cuidadosamente evitando el apellido del
chico―. Nuestros chicos parecen haberse vuelto amigos, y se metieron en algunos problemas
anoche.
La expresión de Eastlake se aclaró.
―Oh sí. Ty mencionó una vez que tenía un nuevo amigo, pero no lo he conocido. No
estoy mucho en casa.
No me digas. Sin embargo, estaba alegre de que no pareciera saber quién era
exactamente Drew.
―Oh. Bueno, solo pensé en venir y presentarme, ya que Drew no puede dejar de hablar
acerca de Ty. ―Jesús, sonaba como el presidente de la Asociación de Padres de Familia―. Y
quería saber cuándo cree que es un buen momento para que ellos empiecen con la pintura que
necesitan hacer para el hombre cuyo granero y casa rayaron con grafitis.
Él fue cuidadoso de no mencionar a Johnson por su nombre. No serviría de nada el poner
a Eastlake en alerta. Recuerda, eres un padre, no un policía.
Eastlake lo miró fijamente, rascándose la barbilla como si observara a una especie
extraña de padre: uno al que sí le importaba.
―No tengo ni puta idea ―dijo con un encogimiento de hombros―. No me importa si lo
hacen o no. Johnson es un idiota.
―Pero si no lo hacen, él presentará cargos.
Se rio entre dientes de eso, entonces escupió en el pasto.
―Nah, no lo hará. Él sabe que patearé su maldito trasero.
―¿Así que es amigo suyo? ―preguntó, fingiendo ignorancia.
―No lo llamaría así, exactamente. Más bien como un conocido que no quiere joder
conmigo.
―¿Ah, sí? Apuesto que él sabe quién es el jefe. ―Shane rio como si sintiera lástima por el
malparido cuando lo que quería era golpearlo en el rostro. El hombre incluso sonrió a eso, así
que fingió un poco más―. En cualquier caso, a mi chico le vendría bien la práctica con esa
brocha de pintura, así puedo poner su perezoso trasero a trabajar en casa después. Si quieres
que el tuyo haga lo mismo, estaría contento de darles un aventón allí y de regreso hasta que
terminen.
―Sabes, esa es una buena idea. Al lugar le vendría bien una capa fresca de pintura. Te
tomaré la palabra, Ford.
Pintura, un demonio. Le vendría bien una excavadora.
―Excelente. Me imagino que pueden trabajar después de la escuela esta semana y este
fin de semana que viene. Darles algo que hacer además de molestarnos. ¿Cierto?
―Puedes apostarlo. ―Eastlake agitó una mano en señal de despedida―. Recoge al chico
cuando quieras, no me importa. Si se pone contestón, solo recuérdale lo que sucederá si papi se
enoja.
Bastardo.
―Seguro. Fue agradable hablar contigo.
El hombre gruñó y regresó a la casa. Shane se preguntó mientras regresaba a su
camioneta si Ty estaba adentro, cuidando los efectos de lo Qué Pasa Cuando Papi Se Enoja, y eso
le hizo ver en rojo.
Estaba maldiciendo mientras se alejaba. Tarde o temprano Eastlake obtendría lo que se
merecía.
Shane esperaba estar allí cuando eso sucediera.

Daisy se sentó en su escritorio, revisando expedientes de los menores con los que estaba
actualmente trabajando. O tratando de hacerlo, de todos modos.
Era solamente lunes, y su concentración estaba arruinada. Tenía a un sexy vaquero de
policía al que agradecerle por ello, una vez más. Realmente no había superado la primera vez
que él la había jodido, en todos los sentidos, y había ido y caído por su labia otra vez.
También estaba más que un poco enojada consigo misma. Claro, su triste historia le había
conmovido. ¿Quién podría oír hablar de la muerte de sus padres y de cómo tuvo que cuidar de
Shea como secuela, sin comprender de dónde venía? No quería responsabilizarse por nadie
excepto él mismo, ¿y quién podría culparlo?
Sin embargo, allí estaba Drew ahora, y aunque sabía que Shane amaba al chico,
posiblemente no querría asumir una relación con Daisy, o ninguna otra mujer, además de eso. El
defecto fatal del hombre era que era un soltero irresistible.
Excepto que ahora estaba cazándola como un sabueso tras un rastro. La primera vez que
él había activado el encanto hace meses, ella había lamido la atención, y a él, como crema.
Entonces él había roto su corazón y la dejó tambaleándose. ¡Y maldita sea si no había caído de
nuevo en la cama con él al primer torcer de su dedo!
―Soy una idiota ―murmuró.
Pero una sexualmente satisfecha.
Abriendo otro expediente, intentó mantener el mal humor fuera de su rostro. A
diferencia de Shane y un par de otros detectives de alto rango, los peones como Daisy eran
asignados a un escritorio en la habitación principal entre todos los otros escritorios. Cuando
trabajabas con gente todos los días, aprendías a leer sus estados de ánimo, y estos sujetos eran
como buitres. La dejarían en el hueso en segundos si olían la sangre.
Estaba manejando su fachada tranquila bastante bien hasta que escuchó el odioso
chillido de una familiar voz… y la risa de Shane en respuesta. Sus dedos se apretaron en su
expediente cuando levantó la mirada.
Shane estaba en su oficina, recargado contra su escritorio mientras sonreía por algo que
Leslie Meyers decía. Leslie era una policía uniformada que había trabajado para el departamento
por un largo tiempo. Era baja, pelirroja, en forma y lo suficientemente bien parecida… gracias a
un trabajo de cirugía plástica que eliminó algunos años de su rostro. Pero cada vez que ella reía,
Daisy pensaba que una cabra de alguna manera había encontrado el camino hasta la estación.
La oficial se inclinó hacia él, colocando su mano en su brazo mientras payaseaban. Leslie
arrastró un dedo hacia su pecho juguetonamente, y Daisy comenzó a sentirse más que un poco
homicida. Unos segundos más tarde, la mujer le guiñó un ojo y salió.
―¡Es una cita! ―gritó, asegurándose de que toda la sala de la brigada la escuchara. O
probablemente sólo Daisy, si la sonrisa que lanzó en su dirección era una pista.
Daisy echó humo en silencio, lanzándole una mirada asesina en respuesta. ¿Una cita? ¿Qué
demonios?
Leslie lo dejó más claro al caminar junto a su escritorio, y detenerse.
―¿Cómo está la patrulla para niños, Daisy Duke?
Ella le dio a la mujer una dulce sonrisa.
―Igual que tu patrulla de putas, Leslie Botox.
La boca de la policía cayó abierta. Eso fue perverso, pero la mujer se lo merecía.
Caminaba alrededor del departamento como si ella llevara los pantalones, y muchos de los
sujetos que no habían dormido con ella estaban intimidados por ella. Yo no, perra. Todos sabían
que si llamabas a Daisy por ese detestable apodo, los guantes estaban fuera.
La otra mujer se recompuso rápidamente, aunque sus mejillas lucían banderas rojas.
―Los hombres aprecian a una mujer que cuida de sí misma. Especialmente Shane.
Daisy bajó la voz en una forma conspiratoria y le guiñó el ojo.
―Oh, lo sé.
Un destello de ira cruzó el rostro de Leslie; entonces se recuperó, bufando.
―Cierto. Me voy. Tengo verdadero trabajo por hacer, antes de tener una cena y una copa
con cierto detective sexy. Supongo que él quiere repetir su actuación, y yo no puedo esperar.
Mientras ella se marchaba pavoneándose, Daisy quería arrancarle la cabeza. Después las
bolas a Shane. ¿Cena? ¿Copa? ¿Repetir su actuación?
Shane eligió ese desafortunado momento para salir de su oficina y aparecer junto a su
escritorio con una sonrisa en el rostro.
―Oye, cariño. Realmente disfruté la noche del sá…
―¿Tanto como vas a amar cenar con Leslie? ―preguntó fríamente.
Su sonrisa se desvaneció.
―¿Qué?
―Cenar. ¿Sabes, esa cosa que un hombre y una mujer hacen cuando él te solo está
tratando de meterse en tus pantalones y pasar al postre?
―¿De qué estás hablando?
―No te hagas el estúpido conmigo ―siseó―. ¿Has dormido o no con esa puta?
―¡Wow! Baja la voz ―dijo, mirando alrededor. Los pocos policías alrededor estaban
cuidadosamente pretendiendo no escuchar―. ¿Qué se te ha metido? ¿Te dijo algo?
Ella lo miró fijamente.
―Buen trabajo, detective. ¡Por supuesto que dijo algo! Qué descarado eres, ¿sabes?
―¿Qué quieres decir? ―A su favor, él se veía confundido.
Recogiendo su bolso del piso, se levantó.
―Después del sábado, tenía esperanzas de que cambiaras, que las cosas serían
diferentes. Entonces me dije a mí misma lo estúpida que era, y resulta que estaba en lo correcto:
soy una idiota. Vengo corriendo a ti cada vez que llamas, y sin embargo, todavía no puedes dejar
a tus caniches libres de sus correas.
―¿Leslie? ―preguntó, pareciendo perplejo―. ¡Ella no es mi caniche, ni nada más! Quiero
decir, sí, hace un par de años nosotros… nosotros… ―Se interrumpió ante su mirada asesina―.
Bueno, eso no importa. El punto es que, ¡no estoy interesado en ella!
―¿Entonces por qué está alardeando de que la invitaste a salir? Creo que mencionó una
copa y repetir tu actuación. ―No lo voy a estrangular.
―¡Es almuerzo, no cena!
Notó al instante en que eso salió de su boca, que él supo que eso precisamente era la
cosa errónea por decir.
―¿Sabes qué? ¡Vete a la mierda Shane! ¡Vete a la mierda!
―¡Espera! ¡No es lo que piensas!
Mientras pasaba rápidamente, los otros habían dejado de fingir no mirar. Veían
abiertamente, entre la mujer que regañó al chico dorado del departamento, y el propio Chico
Dorado. Déjenlos… ¡le importaba una mierda!
A medida que pasaba ofendida junto a Chris y Taylor escuchó un fragmento de la
conversación.
―Me debes veinte dólares.
―Veinte más a que se reconcilian.
―¡Te tomo la palabra!
Hijos de puta. Cada uno de ellos. Escuchó a Shane llamarla de nuevo para que se
detuviera, pero ella siguió su camino. A dónde, no lo sabía o importaba. Tal vez se daría una
vuelta por la secundaria, y comprobaría a unos cuantos de sus chicos. Pasar a ver a Drew
mientras estaba en ello, asegurarse de que él estaba asistiendo y comportándose.
Se preocupaba por ese chico, incluso si no estaba destinada a estar con su tutor legal. Ese
pensamiento dolía mucho, pero no trataría de cambiar a ningún hombre. Él tenía que querer
estar con ella, y debía serle fiel. Ese era un factor decisivo. No se merecía menos que lo que sus
propios padres tenían, un matrimonio sólido de casi treinta años.
Confianza. Dedicación. Amor.
Daisy Callahan no se aferraba a ningún hombre. Se negaba a ser esa chica.
Y se negaba a derramar otra lágrima por ese hombre. Realmente.

Shane miró fijamente a Daisy, con la boca abierta.


―Vas a dejar que las moscas entren ―dijo Chris―. Luces impactado, aunque no puedo
imaginar por qué. Hombre, de verdad sabes cómo joder las cosas con ella, ¿no?
―¿Qué hice? ―Estaba completamente confundido―. Ella está actuando como si
estuviera celosa de Leslie.
―¿Tú crees? ―resopló Taylor―. Te tiraste a Leslie, hombre.
―¡Hace dos años!
―Eso no les importa a las mujeres. Especialmente cuando tienen las garras extendidas y
sus ojos en el mismo hombre.
―Pero Leslie no está interesada en mí ―insistió―. Ella solamente me pidió estar en el
comité para el baile del departamento de policía esta primavera, y le dije que no estaba seguro
de querer invertirle tiempo.
Chris sonrió con superioridad.
―Déjame adivinar. Ella se ofreció a darte los detalles en el almuerzo.
―Bueno, sí. Excepto que ella sugirió una cena primero, pero yo dije almuerzo porque eso
se sentía mucho como una cita. ―Frunció el ceño―. ¿Por qué es gran cosa?
Ambos amigos se rieron, y su primo abofeteó a Shane en el costado de su cabeza.
―¡Porque, tú, eres un soberano estúpido, a ella no le importa ni una mierda si te unes al
comité! ¡Está tratando de meterse en tu polla de nuevo!
―No puede ser.
―Es inútil ―dijo Taylor.
Chris finalmente se mostró compasivo.
―Amigo, es cosa de mujeres. Lanzan una línea y usan excusas ordinarias, como el
reunirse por el baile de policías, para atraerte. El hecho de que fueras lo suficientemente
estúpido como para caer por ello o lo suficientemente insensible como para no contarle a Daisy
es por lo que ella no puede confiar en ti.
―¿Qué? Eso es una locura ―protestó―. ¡Nunca he engañado a una mujer en mi vida! No
puedo evitar los infames pequeños juegos que juegan entre ellas.
―Seguro que puedes, al estar consciente y no caer en ellos.
Pensó en ello. Demonios, los chicos tenían razón. Leslie había estado detrás de él por un
tiempo, deseando otra ronda. Y él le había entregado la munición para enfurecer a Daisy.
―Mierda. ¿Qué debería hacer?
Chris apoyó sus pies arriba en el escritorio.
―Cancela ese almuerzo con Leslie y dile que encuentre a alguien más para el comité, en
seguida. Después ve con Daisy y suplícale. Si realmente la quieres, claro está.
Con un suspiro, regresó a su oficina y enterró su rostro en sus manos. Se reiría si esto no
fuera tan jodidamente triste. Cuando se había abierto a Daisy el sábado en la noche, había
pensado que ella lo había entendido. Nunca le había dicho a una mujer algunas de las dolorosas
cosas que compartió con ella acerca de su familia y sus pérdidas. Cómo se sentía. ¿No era eso lo
que una mujer quería? ¿Honestidad y confidencia de su amante?
Había hecho eso y ella todavía no confiaba en él. Desilusión apretó su pecho. No sabía
qué hacer además de lo que Chris aconsejó. Seguiría intentándolo ya que valía la pena luchar por
Daisy. La había herido una vez, y parecía que ella no iba a ir por una segunda ronda de dolor tan
fácilmente, sin importar lo buenos que fueran en la cama.
Tendría que asegurarse de que ella supiera, de una vez por todas, que él no volvería a
romper su corazón. Porque eso sería lo mismo que romper el suyo.

Carl estacionó su vehículo en el patio de Johnson y apagó el motor. Sería mejor que el
malparido estuviera en casa, porque tenían cosas que discutir.
Bajando de su camioneta, caminó a zancadas hacia el porche delantero, mirando
alrededor. Todo estaba silencioso aquí afuera, pero eso estaba por cambiar. En el porche tocó la
puerta y esperó.
La puerta se abrió de golpe, y el hombre se quedó mirándole de manera amenazante.
―Carl. ¿Qué quieres?
―¿Qué quiero? ¿Tú qué crees que quiero, idiota? ―Empujando al hombre, entró dando
fuertes pisotones en la sala de estar. Frustrado, se giró para mirar a su compañero―. ¿El
producto ha sido movido?
―No. ¿Por qué?
Pellizcó el puente de su nariz y contó hasta diez.
―¡Porque te ganaste a dos adolescentes metiches en camino hacia acá esta tarde para
pintar el granero! ¿Y qué está dentro del maldito granero, estúpido?
―¡No me des lata, Carl! Es tu culpa que ese inservible y pequeño depósito de esperma
tuyo viniera aquí a husmear en primer lu…
Agarrando a Frank de la camisa, Carl retrocedió con él y lo estampó en la pared,
provocando que las fotos se sacudieran.
―Mi muchacho sólo estaba defendiendo a su papá como debería ser. Lo cual no debería
haberse visto obligado a hacer si tú pudieras mantener tu boca cerrada e hicieras lo que digo.
Humíllalo de nuevo y voy a destripar tu maldito gordo cadáver desde tu polla hasta tu cuello.
¿Entendiste?
―Sí ―susurró―. Lo siento.
―Claro que lo sientes, eso es seguro. ―Con un último empujón, dejó ir al otro hombre―.
Traslada esa mierda, y hazlo rápido. No me importa en dónde lo pongas, sólo hazlo. Avísame
cuando esté hecho, y dame la nueva ubicación.
―¿No me vas a ayudar? ¡Esta es tu operación!
―Así es, soy el jefe. Y tú eres la rata de laboratorio, así que muévete. Llama a Irvin si
necesitas ayuda.
Con una última mirada asesina, Carl salió furioso de la casa. Johnson estaba llegando a ser
demasiado problema. Si continuaba así, terminaría justo donde lo había hecho Holstead.
En una zanja con un hoyo en su cabeza.
Traducido por Rihano, Flochi y Adaly

D aisy caminó por los pasillos de la escuela secundaria, esquivando a los estudiantes
corriendo de una clase a otra, además de los que pasaban en grupos,
obstruyendo el flujo del tráfico a pie.
El lugar no había cambiado mucho. Sólo los peinados y la tecnología. Era familiar, pero la
hizo sentir vieja al mismo tiempo.
La oficina le había dicho que era la hora de almuerzo de Drew, por lo que se dirigió a la
cafetería. La gran zona de comedor estaba llena, y era difícil saber si estaba allí o no. Así que fue
por todos los pasillos de las largas mesas, escudriñando a cada chico. Nada de Drew, y estaba
empezando a preocuparse cuando miró por la pared de ventanas a su izquierda y vio una figura
familiar encorvada sobre una mesa de picnic en el área común del exterior.
A medida que se movía hacia la puerta que conducía fuera, vio que Drew estaba solo, la
mesa que había elegido en un rincón. Odiaba verlo aislarse a sí mismo de esta manera. Estaba
mirando a la mesa, la cabeza cabizbaja, la imagen de la miseria. Mientras se acercaba, un chico
alto de cabello castaño llegó a él.
―Oye, ¿por qué no vienes a sentarte con nosotros? ¿O eres demasiado bueno para ser
visto con nosotros?
Daisy la reconoció por la invitación que era, aunque fue lanzada como un desafío.
―Vete a la mierda, Alan. ―Drew ni siquiera miró hacia arriba.
―Amigo, eres un caso mental. ¿Vas a pasar el rato con ese rarozoide, pero no con
nosotros? Lo que sea, hombre.
El chico volvió a su mesa y dijo algo, haciendo que los demás se rieran. Drew se agachó
aún más, si era posible. Daisy se deslizó en el banco frente a él y apoyó los brazos sobre la mesa.
―¿Día difícil?
―¿Cómo lo adivinaste? ―Al menos él levantó la cabeza, dándole su atención―. ¿Shane
te envío aquí para asegurarse de que estoy siendo un buen exploradorcito?
―No, él no me envío. Ni siquiera sabe que estoy aquí. ―Ante su expresión de
incredulidad, sus labios se curvaron―. Es cierto. No todos los adultos fuimos puestos en la tierra
con el único propósito de darle a Drew un tiempo difícil.
―Vaya, una noticia de última hora. ―La miró con recelo―. Entonces, ¿por qué estás
aquí?
―Sólo quería ver cómo lo estás llevando. ¿Por qué no estás comiendo?
―No tengo hambre.
―Debes comer algo.
―¿Por qué? ¿También eres la policía de la salud?
―Sólo me preocupo por ti, eso es todo.
Drew se burló de ella.
―Estás cachonda por Shane y crees que acercarte a mí te ayudará a engancharlo, eso es
lo que pienso.
Sus cejas se alzaron.
―Eso es bastante cínico. ¿No crees que puedas agradarle a alguien simplemente por lo
que eres?
―Nadie lo ha hecho antes ―espetó―. ¿Por qué debería empezar cualquiera ahora?
―Tal vez si abres los ojos y miras a tu alrededor, encontrarás a un montón de gente a
quienes les gustaría llegar a conocerte de verdad, si sólo les dieras una oportunidad.
Él puso los ojos en blanco.
―¿Como quién?
―Ese muchacho que te invitó a sentarte con él y sus amigos, por ejemplo. ¿Por qué no
darles una oportunidad a los nuevos amigos?
―Oh, no lo sé ―respondió Drew con sarcasmo―. Tal vez porque ese mismo tipo me dio
todo tipo de mierda mi primer día aquí, me llamó maricón. Y no me ha dejado en paz, desde
entonces.
―¿Sabes lo que pienso?
―Estoy seguro de que me lo dirás.
―Creo que él quiere llegar a conocerte. Creo que él y sus amigos sólo estaban
reconociéndote, tratando de llamar tu atención. ¿Por qué no aceptas la próxima vez que te
pregunten? O mejor aún, sólo tienes que ir de una y sentarte con ellos.
Él se quedó en silencio durante un largo rato, reflexionando sobre eso.
―No quiero que la gente me mire como si fuera un bicho raro, o peor, con lástima por lo
que le pasó a mi papá.
―Entonces no aceptes su compasión. Si ellos intentan eso, devuélveselas. ―Él se irguió,
interesado―. Todo el mundo tiene una historia, Drew. Muchos de tus compañeros están
pasando por un mal momento debido a todo tipo de cuestiones. Tú eres Drew Cooper, tu propia
persona, y no tienes que responder ante ellos o justificar las decisiones de nadie sino las tuyas.
Mantén la cabeza en alto cuando la gente hable de ti, y ten confianza. Sé honesto. Estarás
sorprendido por las respuestas positivas que conseguirás.
―Ese es un buen discurso.
―Es la verdad.
La campana sonó en ese momento, y el adolescente se levantó de la mesa.
―Esa es mi señal. No quiero tener ni un segundo de retraso, teniendo en cuenta todo.
Ella también se puso de pie.
―Muy cierto.
Él la miró, la postura tensa.
―Nos vemos por ahí, supongo.
Antes de que pudiera irse, ella le puso una mano en su brazo.
―Me preocupo por ti ―reiteró―. Si alguna vez necesitas hablar, estoy a una llamada de
distancia.
―Claro ―dijo torpemente, mirando hacia las puertas. Parecía listo para terminar con
esto―. Tengo que irme.
El muchacho se fue, y ella se quedó mirándolo, preocupada. Drew era un gran chico, pero
estaba luchando. Incluso si ella y Shane hubieran terminado, no lo abandonaría.
Sin embargo, cómo evitar a su sexy tutor, iba a ser casi imposible.

Drew montó en la camioneta entre Shane y Ty, echando miradas furtivas a su amigo.
Había moretones en su brazo izquierdo y uno haciendo juego en su mandíbula. Shane también
se había dado cuenta.
―¿Qué le pasó a tu brazo y a tu cara, Ty?
―Me caí por las escaleras.
―Eso no es posible.
Eso generó una mirada sorprendida hacia el policía.
―¿Cómo lo sabrías?
―Estuve en tu casa ayer. Me dejé caer por allí para hablar con tu padre sobre cuándo
recogerlos por el trabajo de reparación. ―Él hizo una pausa―. Tu casa es de un piso. No tiene
ninguna escalera en el interior.
―Tampoco tiene mucho de un padre.
Después de eso, el viaje fue silencioso y tenso. Drew sabía cuánto odiaba Shane renunciar
a alguien a quien no sabía cómo ayudar. Sin importar si realmente le gustara esa persona o no,
así era como Shane estaba hecho. Atrapaba criminales y rescataba gente para ganarse la vida.
Era algo genial, el tipo siendo un héroe de la vida real. Drew amaba a su padre, pero…
Nadie moría por no ver el fútbol.
Odiaba comparar a los dos hombres, incluso en la intimidad de su mente. Pero Shane era
un tipo plantado, y no conseguía mucho reconocimiento por lo que hacía. Lo que veías, era lo
que conseguías. Shane era algo impresionante.
La mayor parte del tiempo. No es que Drew estuviera a punto de admitirlo.
Demasiado pronto, la camioneta se detuvo en el camino de entrada de Frank Johnson. El
hombre se dirigió a su encuentro, con una sonrisa en su rostro. Dios, esto iba a ser un asco.
―¿Tienes tu teléfono celular? ―preguntó Shane.
Drew palmeó su bolsillo.
―Lo tengo.
―Llámenme si necesitan algo, chicos. ―La forma en que miró a Johnson mientras lo
decía le dijo a Drew que no confiaba en el hombre, ni un poco.
―Lo haremos.
―Voy a recogerlos a los dos alrededor de las siete.
―No puedes llegar lo suficientemente rápido ―murmuró Drew.
Shane los dejó salir, saludó a Johnson, y se fue. Podría ser un poco infantil, pero deseaba
que Shane se hubiera quedado. No quería que él y Ty estuvieran solos con Johnson.
Al final, no necesitó tener que preocuparse. El hombre los llevó a la parte trasera del
granero, donde había colocado los suministros que necesitarían para pintar.
―Aquí tienen. Si necesitan algo, griten.
Luego se fue. Drew dudaba que lo vieran de nuevo, a menos que fuera en el porche con
una cerveza en la mano.
―¿Cómo diablos empezamos? ―preguntó Ty, mirando los materiales como si fueran un
antiguo misterio a la espera de ser descifrado.
―Ni idea, pero no puede ser tan difícil. ―Señaló―. Rodillos, pintura. Sumergir y repetir.
¿Qué tan difícil puede ser?
Una hora más tarde, lamentó esas palabras. Sus hombros y cuello le estaban matando de
sostener el rodillo en la vara alta por encima de su cabeza, para extender la pintura. Sus brazos
estaban a punto de caerse. ¡Y todavía faltaban dos horas para irse!
―Maldita sea, esto cansa―dijo Ty.
―Recordemos que fue idea tuya, ¿cierto? ―Disparó a su amigo una mirada molesta.
―Nunca más.
―¿Qué, es eso arrepentimiento lo que oigo? ―bromeó―. ¿Ty Eastlake en realidad está
arrepentido por hacer algo malo?
―No, sólo arrepentido de que me atraparan.
Ellos rieron. Drew bajó los brazos y rotó los hombros.
―Tomemos un descanso. Tengo refrescos en mi mochila.
―¡Amigo, eres genial!
Colocando sus rodillos a un lado, encontraron un lugar con césped y se sentaron. Drew
buscó en su mochila y sacó dos Coca-Colas.
―También traje otra cosa. ―Sacando dos sándwiches de jamón y dos bolsas de patatas
fritas con cebolla y crema agria, tiró una de cada una a Ty.
El chico abrió su bolsa y se zambulló en esta, masticando ferozmente.
―Gracias hombre. Estoy hambriento.
―No hay problema. Shane las compró para nosotros.
Los chicos comieron y tomaron sus refrescos por unos minutos.
―Tu policía parece estupendo.
―Sí. Es genial.
―Ojalá mi padre fuera más como él.
Esa era la declaración más honesta que había escuchado a Ty hacer. Miró a su amigo.
―¿Por qué no fuiste hoy a la escuela? ¿Debido a que él te golpeó?
El otro chico se encogió de hombros.
―No importa.
Algo más le había ocurrido.
―Debes estar adolorido luego de ser golpeado así. Puedo encargarme de la pintura hoy
si quieres.
―Nah, no es tan malo. Además, uno de estos días seré lo bastante grande como para
devolverle los golpes. Entonces ya no será más un problema.
Drew no estaba seguro de que esa fuera la respuesta, pero no lo dijo. No tenía que
padecer la vida de Ty. ¿Quién era él para decir lo que haría?
Mientras comían, Drew pudo jurar que captó un leve aroma a algo. Frunciendo el ceño,
olió su emparedado, pero estaba bien. El olor tiró de su memoria, y se dio cuenta que era el
mismo que había olido la noche que habían rayado el granero.
―¿Hueles eso?
―¿Qué?
―Un olor raro. Como a yerba, pero no es eso.
Su amigo olió varias veces.
―Sí. Me pregunto qué es.
―Ni idea. Pero estaba pensando que no huele a animales. ¿Por qué un sujeto que no
mantiene animales tiene un bonito granero?
―Pensando en ello, tienes razón. No hay una sola vaca o caballo a la vista. ―Estudió el
granero―. ¿Quieres mirar?
―No. Así es como nos metimos en problemas antes.
―Entonces, ¿por qué molestarte en sacarlo a colación? ―Acabando el resto de su
comida, Ty se puso de pie―. Vamos, echemos un vistazo. Esta vez se supone que estemos aquí,
¿recuerdas?
―Fuera del granero, no dentro.
―No dijo que no podíamos estirar las piernas, ¿cierto?
El tipo era implacable. Ty caminó casualmente hacia el granero. Con un suspiro, Drew
metió los restos de comida en su mochila y lo siguió. Un día. El tonto los iba a meter en un gran
problema del que no podrían salir.
Ty caminó hacia el final donde se ubicaban dos grandes puertas dobles. Por supuesto,
eran claramente visibles desde la casa, y Drew no tenía dudas que Johnson estaba viendo en
este momento. Probablemente esperando dejarse caer sobre ellos como una serpiente desde
una rama de un árbol al segundo en que lo jodieran de nuevo.
Empujando con fuerza, Ty deslizó la puerta hasta abrirla lo suficiente para dejarlos entrar.
Una vez dentro, Drew vio por qué el propietario no estaba demasiado preocupado por su
presencia. El lugar estaba casi completamente vacío, aunque no del todo.
―Charlatán ―le dijo al otro chico―. Nada más que unas herramientas y algunos trastos.
―Sin embargo, apesta a culo. ―Ty arrugó la nariz―. ¿Qué demonios ha estado haciendo
aquí? ¿Quemar una combinación de yerba, goma y mierda?
―En serio.
Se separaron, examinando qué era cada basura a la vista. Drew estuvo a punto de irse
cuando algo le llamó la atención, había un gran lugar desnudo en el extremo del granero donde
algunos artículos habían estado. Había impresiones de barro, luego marcas de arañazos, como si
lo que sea que haya estado allí hubiera sido arrastrado a través de las puertas. Nada interesante.
―Esto es una pérdida de tiempo ―le dijo Drew a su amigo―. Salgamos de aquí antes de
que nos asfixiemos.
Regresaron a su trabajo, y consiguieron pintar casi toda la pared trasera antes de que
Shane viniera a buscarlos. Drew empezó a mencionar el extraño hedor, pero se pusieron a
hablar sobre el día de Shane y simplemente lo olvidó.
De todos modos, no era algo tan importante.

Resultó que los chicos consiguieron terminar de pintar durante la semana.


Desafortunadamente, Shane supo que era el momento de enfrentar una tarea incluso peor.
Necesitaba llevar a Drew a empacar sus cosas de la mansión.
Iba a ser una tarea horrible y emocional para ambos, pero tenía que hacerse. No tenía
sentido postergarlo más tiempo. Shane dejó que Drew durmiera hasta las nueve, entonces llamó
a su puerta. Cuando no tuvo respuesta, abrió la puerta y vio al chico dormido, acurrucado de
costado.
―¿Drew? ―Una respuesta ahogada fue su única contestación. Se agachó y tocó el
hombro del chico―. Oye, amigo, arriba.
―Ugh.
Sonrió un poco.
―Levántate, tenemos cosas que hacer hoy.
―Vete, Shane.
―Lo haré, tan pronto te levantes.
Con eso, el adolescente se sentó, mirándolo con ojos lagañoso y frunciendo el ceño.
―Estoy despierto. Cielos. ―Bostezó―. ¿Qué demonios es tan importante, hombre? ¡Es
sábado!
―Ven a comer tu desayuno, y te diré.
―¿Desayuno? ―Un brillo de interés se volvió una sonrisa―. Huelo a tocino.
―El señuelo universal para adolescentes dormilones en todas partes del mundo.
También tengo panqueques. Arriba.
―Oh. Bueno, en ese caso…
Riéndose, abandonó la habitación para poner el desayuno en la mesa. En menos de dos
minutos, Drew vino caminando lentamente con los pies descalzos, usando pijama y una
camiseta. Por un segundo, Shane recordó el pequeño retoño que había sido hace tiempo,
entrando en la cocina de los padres de Shane de esta manera, con una sonrisa en su rostro, listo
para los panqueques que la madre de Shane solía hacerles. Era una tradición a la que Shane se
había ceñido cuando sus padres se fueron.
―¡Se ve fantástico! ―El chico se dejó caer y empezó a servirse el desayuno en su plato.
―Tu favorito.
Se sumergieron en su comida, untando mantequilla y usando mucho jarabe. Cuando
comenzaron a comer, Drew le dio una triste sonrisa.
―Papá siempre adoraba venir cuando cocinabas. Anhelaba las cosas caseras, pero no era
un gran cocinero.
―Lo recuerdo. ―Estuvo contento de que el chico mencionara a su padre sin
derrumbarse―. Nunca olvidaré cuando prendió fuego a la cocina. Nunca lo dejé acercarse otra
vez.
―¡Lo sé! Incluso yo sabía que no hay que arrojar agua sobre la grasa prendida fuego.
―Su sonrisa fue melancólica―. Me gustaría que estuviera aquí.
―A mí también, niño. ―Bien podría tirar de la venda―. Eso me lleva a lo que tenemos
que hacer hoy. Creo que es hora de conseguir el resto de tus pertenencias.
Deseó poder borrar el dolor de la cara de Drew. El chico aspiró una brusca bocanada de
aire y asintió.
―No tiene sentido postergarlo ―dijo. Su voz tembló y obviamente estaba luchando por
ser valiente.
Dios, danos fuerzas para atravesar esto.
―Tengo un montón de cajas y renté un pequeño remolque, de modo que creo que
tendremos espacio para lo que quieras traer de regreso. El resto, las cosas que no quieras, haré
que alguien se encargue de donarlo.
―Está bien ―dijo en voz baja―. No necesito mucho salvo mi portátil, CDs, y ropas. Oh, y
mi estéreo para mi habitación. No es muy grande.
Eso le recordó a Shane que había tomado prestado el ordenador portátil del chico la
noche que Brad murió. Había buscado en él y no había encontrado salvo las cosas usuales de
redes sociales de adolescentes.
―Ya tengo tu ordenador. Lo traje la noche que viniste a quedarte acá.
―Traducción, el policía no podía evitar husmear. ―El chico pareció molesto.
―Culpable. Pero la mejor palabra es investigar. Te la devolveré cuando terminemos esta
tarde.
Drew apartó su plato.
―Claro. No es como si lo extrañara, de todas maneras. Voy a tomar una ducha.
―Muy bien.
Después de terminar el resto de su desayuno, Shane se levantó y empezó a limpiar los
platos. ¿Se atrevía a esperar que las cosas mejoraban entre Drew y él? Ahora bien, ojalá pudiera
arreglar su relación con Daisy tan fácilmente. Parecía que el medidor de estupideces de ella
estaba bien calibrado estos días, y él había desempañado un gran papel en eso. Apenas podía
culparla, pero maldición. ¿Cómo convencerla de que era sincero cuando él era la razón por la que
ella estaba siendo tan cautelosa?
Cargó el lavavajillas, luego lavó los sartenes y utensilios. Una vez que terminó, se dirigió a
su sillón y llamó a Daisy, más o menos por quinta vez esa semana. Rápidamente estaba llegando
al modo acosador. ¿No sería gracioso si ella se quejara con el capitán?
Sonó la señal de mensaje y de hecho, dejó uno esta vez, inyectándole tanta sinceridad a
su tono como pudo.
―Hola, es Shane. Sé que no quieres hablarme, y, diablos, no te culpo. Por favor, dame
una oportunidad de probar que no soy el mismo idiota que te lastimó antes. ―Se detuvo―. No
iba a salir con Leslie, y esa es la verdad. Me pidió estar en el comité del baile de la policía, pero la
rechacé sin encontrarme con ella para el almuerzo. Solo para tu información. De todas maneras,
por favor, llámame. ―Apretando el botón de terminar la llamada, se desplomó―. Mierda.
―¿Problemas con Daisy? ―preguntó Drew, entrando en la habitación. Se había duchado
y puesto unos jeans y una camisa de franela.
―Podría decirse. Pensó que iba a salir con otra mujer, y ahora no me habla.
Drew hizo una mueca.
―Ouch. No es cierto. ¿Verdad?
―No. No estoy ni remotamente interesado en nadie más. No he salido con nadie desde
que Daisy y yo estuvimos, eh, juntos antes.
Él adolecente sonrió.
―Quieres decir, desde que tuvieron sexo salvaje como monos.
―No es de tu incumbencia, chico. ¿No hemos pasado por eso?
―Sí, está bien. No te molestes. ¿Así que? ¿Ella no te cree sobre la otra chica?
―No sé si es más que ella estaba teniendo dudas, y la artimaña que tiró la otra mujer la
hizo querer salirse, sólo le dio el empujón que necesitaba para alejarse.
―Se asustó ―dijo sabiamente―. Eso lo jodió.
Shane se rio a pesar de sí mismo. Los adolescentes tenían una forma de simplificar las
cosas.
―Sí, lo hace.
―Si ayuda en algo, creo que se siente atraída por ti.
Los ojos de Shane se agrandaron.
―¿Qué te hace decir eso?
―Ella ha estado comprobándome durante mi almuerzo esta semana, y en cierto modo,
ha estado preguntando por ti, mucho. A decir verdad, no creo que se dé cuenta de la frecuencia
con la que te menciona. Sigue detrás de ella, y cederá. Si quieres mi opinión, te está haciendo
sufrir, pero quiere que la atrapes.
―¿Cómo llegaste a ser tan inteligente?
―Solo lo soy. Así que, ¿estamos listos?
―Sí. ―Shane agarró sus llaves de la encimera de la cocina. Al salir, cerró―. ¿Así, que ha
estado visitándote?
El chico asintió.
―Todos los días. Ayer trajo pizza para mí y Ty.
―Eso es realmente genial de su parte. ¿Te agrada?
La expresión de Drew se nubló un poco.
―Seguro.
―La forma en la que lo dijiste, no suena como que estás seguro.
―Creo que está siendo amable conmigo porque le gustas, eso es todo.
Él negó.
―Hijo, Daisy no es ese tipo de persona. Tiene una debilidad por los niños, por eso es
buena en su trabajo.
―Así que solo soy otro trabajo para ella ―dijo el muchacho con amargura.
―Eso no es a lo que me refería ―dijo, frunciendo el ceño―. Eres más que eso para ella.
De hecho, me dijo lo mucho que se preocupa por ti. Realmente le agradas.
Siguiéndolo a la camioneta, Drew se quedó en silencio sobre el tema. Shane tragó un
suspiró y lo dejó ir por ahora. No podía obligar al chico a aceptar a Daisy. ¿Temía Drew que Daisy
lo remplazara en cuanto a su cariño? Eso no iba a suceder. Con suerte, entraría en razón.
Hicieron un buen tiempo para llegar a la mansión. Shane se estacionó y entró primero
asegurándose que la puerta del estudio estuviera cerrada antes de dejar a Drew entrar y subir
las escaleras. No había necesidad de recordar la habitación en donde había encontrado a su
papá.
Shane fue a la cocina y miró alrededor. No había mucho de los perecederos en la nevera.
Las ollas y utensilios parecían apenas usados. Decidió simplemente contratar a alguien para
empacar la cocina y vender los muebles y todo lo demás que Drew no quisiera. La mayoría de las
cosas personales de Brad podrían esperar otro día. Sabía que Drew querría los trofeos y
recuerdos de fútbol de su padre. Especialmente sus dos anillos del Super Bowl.
Jesús. ¿Es que la vida de todo hombre se reducía a un montón de recuerdos que podrían
ser almacenados en un cajón?
Sacudiendo el pensamiento deprimente, subió las escaleras con un par de cajas de
embalaje en la mano y encontró a Drew doblando ropa. Lazándose, ayudó hasta que habían
empacado el contenido de su armario, cajones de la cómoda y el baño. Los objetos personales
fueron lo último, y llenaron dos cajas con ellos, sin contar el estéreo en la esquina. ¿Alguna vez
había tenido tanta mierda como un chico? Probablemente no.
Dos horas más tarde, tenían las cosas de Drew cargadas. Drew estaba parado en el
vestíbulo con incertidumbre, y Shane le puso una mano en su hombro.
―¿Hay algo más que desees llevar? ¿Tal vez algo de tu padre?
―En realidad, me gustaría tomar sus anillos del Super Bowl y unas cuantas cosas.
―Frunció el ceño―. Me preocupa que algún idiota se meta y tome todas sus cosas ahora que
nadie está viviendo aquí a tiempo completo.
―Estaba pensado en ellos. Buena idea. Vamos a buscarlos y traerlos, así tu mente está
tranquila.
―Están en una caja fuerte en el estudio. ―Tragó fuerte.
―Puedo ir por ellos si no quieres entrar ―dijo Shane seriamente.
―No, lo necesito. Quiero mirar alrededor.
Estudió la cara del muchacho por cualquier señal de que no estuviera listo. Pero
realmente parecía que necesitaba el cierre.
―Está bien. Pero iré contigo.
Cruzando las puertas del estudio, Shane las abrió y se apartó. Drew entró lentamente, y
luego se detuvo y miró alrededor por un largo momento. Sus ojos finalmente encontraron el
lugar en donde había encontrado a su papá, y su cuerpo se estremeció.
―Me sentí tan impotente ―susurró―. No sabía qué hacer. Pero lo intenté. Llamé al 911,
hice RCP por una eternidad. Todo lo que pude. El RCP no siempre funciona de la manera que en
las películas lo hace, ¿sabías eso? Pensé que debería funcionar. Pero no fue así.
Las lágrimas corrían por la cara del chico, las limpió. Todavía estaba de luto, pero también
era una despedida. El final de un capítulo para los dos.
―Hiciste todo bien Drew. Pero creo que ya se había ido, y nada de lo que tú hicieras
habría ayudado.
―Eso es lo que me dijeron, pero no parecía real. Se sentía mal, como si hubiera entrado
en la pesadilla de otra persona. Se suponía que debía despertar y encontrarlo ahí, feliz y con
vida. ―Se volvió hacia Shane―. Él no va a volver.
―No, hijo. Lo siento. ―Dios bendito, la mirada en el rostro del muchacho.
Drew cayó en sus brazos y lloró. Durante la mayor parte del tiempo que estuvieron ahí, y
esta vez el dolor fue diferente al de antes. Esta era la suave tristeza agridulce que finalmente se
estaba acercando a la aceptación. Ese periodo de realización que la muerte era el final,
inmutable. Que su vida continuaría, pero nunca serían los mismos.
Drew se retiró y utilizó un pañuelo del escritorio para limpiarse los ojos y sonarse la nariz.
Luego se acercó hacia la caja fuerte, introduciendo el código digital, y la abrió. Entonces sacó
una caja y algunos papeles. Shane había visto los anillos antes y sabía que estaban en la caja.
―También quiero sus trofeos.
Shane trajo otra caja, y tomaron cada elemento preciado de la oficina de Brad. Cuando
terminaron, Drew echó una última mirada alrededor.
―Estoy listo.
Se retiraron de las puertas esa tarde, cambiados en maneras insondables.
Y solo, tal vez un poco más fuertes que antes.

Daisy estaba afuera, trabajando en el patio trasero, cuando oyó a un vehículo


estacionarse en su camino de entrada. Inmediatamente se tensó, medio esperando que
perteneciera a Shane. La otra mitad rezando muchísimo para que no lo fuera. No era lo
suficientemente fuerte para resistirlo en persona. Aún no.
Se acercó a la parte delantera y una ola de decepción se apoderó de ella. En lugar de
Shane, su hermana estaba saliendo de su auto. Shea le sonrió y empezó a cruzar el patio.
―¿Limpieza de primavera? ―preguntó, apuntando hacia el rastrillo en la mano de Daisy.
―Un poco antes, pero sí. He estado jalando malas hierbas y limpiando las hojas y las
cosas muertas del invierno. Marzo está a la vuelta de la esquina, y tengo ganas de sembrar
flores.
―Espera hasta después de las vacaciones de primavera. De otra forma, estamos a punto
de tener una última ola de frío que las matará.
―Buen consejo. Probablemente voy a esperar hasta entonces, por lo menos. ―Miró
hacia la otra mujer―. Pero tengo la sensación de que no viniste hasta acá para discutir sobre
jardinería.
―No. Pasaba por acá para decirte que Tommy y yo tendremos una comida al aire libre el
próximo fin de semana, ya que se supone que el clima esté soleado y cálido, nos encantaría si
pudiera venir.
Maldición. Amaba a la pareja y a sus amigos pero…
―¿Shane estará ahí?
―Probablemente. ¿Por qué? ―Pareció completamente inocente.
Daisy no estaba tan segura.
―Estoy un poco molesta con él y no hemos hablado esta semana.
―¿Ahora qué hizo el idiota? ―preguntó Shea―. ¡Voy a despellejarlo vivo!
―En realidad no hizo nada ―admitió―. Soy yo. Supongo que podría decir que tuve mis
dudas.
―Eso es comprensible, conociendo a mi hermano como lo hago. ―Parecía que tenía más
que decir, y lo hizo―. Pero, cariño, he visto la forma en la que se comporta a tu alrededor, la
forma en la que habla de ti. Tiene sus defectos, pero honestamente creo que está loco por ti.
―¿De verdad lo crees? ―Se mordió el labio―. Él ha estado llamando toda la semana, y
esta mañana dejó uno de los mensajes más dulces que he oído, pero no estoy segura. Me
lastimó bastante antes, y no quiero ser la estúpida que regresa por más y termina llorando de
nuevo.
―Entiendo. Tommy y yo también tuvimos nuestros problemas. Pero creo que si le das
una oportunidad más, no lo lamentarás. ―Ladeó su cabeza―. Déjalo esperando una semana
más, solo para volverlo completamente loco de deseo por ti. Entonces ven a nuestra fiesta y
déjalo desarmado.
Daisy sonrió.
―Eso suena como un buen plan.
―Entonces, ¿vienes?
―Puedes apostar. No me lo perdería. ―Las dos mujeres se abrazaron, y Daisy la invitó al
interior―. ¿Te gustaría entrar, tomar algo para beber? Es sábado por la tarde, y tengo ron y
Coca-Cola…
―Me encantaría. ―Se rio―. No tengo turno en el hospital hasta el martes, y creo que
estoy de humor para ser un poco traviesa hoy.
―Genial, vamos.
En la cocina, Daisy tomó el ron debajo del gabinete mientras Shea sacaba las bebidas de
la nevera. En minutos estaban sentadas en la sala de estar, riendo sobre historias de Shane que
pondrían su sexy cara rojo remolacha si supiera que su hermana las estaba revelando. Estaban
teniendo un momento muy divertido, y entonces Daisy tuvo otra idea.
―¡Vamos a bailar!
―¿Qué? ¡Soy una mujer casada! De todas formas no bailo muy bien.
―No tienes que bailar. Sólo ven. ¡Será divertido!
―No sé. ―El brillo en sus ojos decía algo diferente.
―Puedo ver que quieres ir. Si te hace sentir mejor, llama a Tommy y pregúntale si le
importa.
―Bueno… está bien ―dijo emocionada, y sacó su celular―. ¿A dónde vamos? ¿The
Waterin’ Hole?
―No, ese es básicamente un bar con algunas mesas de billar. ¿Qué tal Boot Scootin,
junto al río? Tienen música en vivo y una gran pista de baile.
―Suena bien. ―Hizo una llamada, y después de una breve conversación, colgó―. Dice
que está de acuerdo, siempre y cuando lo dejemos recogernos del club si vamos a beber. Dijo
que lo llame cuando estemos listas para irnos y nos recogerá, te llevaremos a casa después.
Necesito ir a la mía y cambiarme antes de irnos, así que puedes ir conmigo.
―¡Aww, qué dulce! ―Lo era y Daisy no podía evitar estar celosa. Un poco. Había
conocido a Tommy en la preparatoria, y en una ocasión el año pasado, Shea pensó que Daisy y
Tommy estaban saliendo. Sin embargo, estaba equivocada, Tommy solo era su amigo, y sólo
había estado tratando poner celosa a Shea. Funcionó.
Daisy estaba feliz de que Shea y ella fueran ahora amigas. Una noche afuera era lo que las
chicas necesitaban.
Y por una noche, planeaba olvidar todo acerca de cierto policía sexy.
Traducido por âmenoire, Apolineah17
y Martinafab

D aisy y Shea pasaron el tiempo por un rato hasta que fue tiempo de vestirse, yendo
suave con el ron y las Coca Colas dado que habían decido salir. No tenía sentido
entonarse tanto antes de salir por la puerta. Luego Daisy tomó una ducha para
lavarse después de haber trabajado fuera y se vistió con su mejor pantalón y una camiseta verde
con lentejuelas que hacían relucir sus ojos. Sus botas marrones completaron el atuendo.
En lugar de su bolso, simplemente tomó las llaves de su casa y una pequeña cartera negra
de piel que contenía su insignia, licencia y dinero. Optó por dejar su arma en casa, algo que los
policías raramente hacían, incluso fuera de servicio. Pero difícilmente parecía una buena idea
cuando iba a ir a un club.
Daisy viajó con Shea hacia su casa de modo que su amiga pudiera cambiarse a algo más
apropiado. Tommy se burló de las damas rebelándose, saliendo por la ciudad, y bromeando con
ellas todo el tiempo sobre meterse en problemas. Cuando las dejó cerca de la puerta del club, les
recordó llamarlo, y Shea le dio un beso antes de irse.
―Tienes un gran chico ahí ―dijo Daisy con un suspiro.
―¿No es un dulce? Pero bueno, él también tendrá su tiempo de chicos.
―¿Qué hará esta noche?
―Sólo pasar el rato en la casa. Creo que va a darle una llamada a un par de sus amigos,
ver si quieren ir y tomar unas cuantas cervezas. Finalmente me convenció en comprar una mesa
de billar, y ha estado ansioso por probarla.
―¿Ves? Es tan bueno que te haya rescatado de tener que escuchar sus tonterías toda la
noche. ―Le guiñó a su amiga.
―Y mantenerlos abastecidos de bocadillo. Sin mí ahí, realmente tendrán que encontrar la
cocina por sí mismos.
Con buen ánimo, pagaron su cuota de entrada y entraron. El lugar era grande con la
prometedora gran pista de baile rodeada en tres de sus lados por barras y mesas, y el escenario
en el cuarto lado, mirando hacia la multitud. Una banda ya estaba calentando, y la multitud
estaba empezando a llegar gradualmente.
Se dirigieron hacia la barra y ordenaron un par de bebidas, luego encontraron una mesa
cerca de la pista de baile. Había pasado un largo tiempo desde que Daisy había salido a un bar
agradable como éste, principalmente a un salón de baile country y western, así que sorbió su
bebida mientras revisaba los alrededores. La mayoría una variedad de hombres altos y delgados.
Y no estuvo tan impresionada como solía estarlo.
Mirando a Shea, señaló hacia la población masculina en general.
―La vista es bastante agradable, pero, ¿por qué no activa mi motor de la forma en que
solía hacerlo?
―¿Porque ya estás prendida por un chico sexy que te activa en todas las formas posibles?
―se burló Shea―. ¿Y podría ser que también lo ames?
―¡Maldición! No hay un podría ser en lo que se refiere a ese hombre ―gruñó―.
Simplemente, no tengo idea de qué hacer con eso.
―Bueno, no puedes dispararle y esconder el cuerpo. Y supongo que simplemente
olvidarlo no es opción, dado que estamos aquí con cien hombres elegibles y solo puedes pensar
en él. ¿Así que la pregunta es, qué quieres hacer respecto a él?
―Quiero hacerlo mío ―admitió.
―¿Y el problema es?
Su mandíbula cayó abierta.
―¿En serio? ¡Hooola, el hombre me botó después de usarme para un par de pruebas!
¡Tiene una fila de admiradoras de kilómetros de largo, y cada una de ellas lo quiere de vuelta en
sus Levis! No soy más que una marca en su cabecera.
―¿Es eso realmente lo que piensas?
―No lo sé. Hay una mujer en el trabajo que está haciendo su mejor esfuerzo por
recuperarlo, y él dice no tener idea de lo que ella está haciendo. Quiero decir, vamos. ¡Nadie es
así de despistado!
―Cariño, es un hombre ―contestó Shea, como si eso en sí fuera una explicación. Pero lo
expresó de todas formas―. Tienen filtros en sus cerebros que inmediatamente borran cualquier
información considerada irrelevante a sus necesidades esenciales en ese momento. Y eso,
frecuentemente, los mete en problemas.
―Mientras las mujeres sobre analizan todo hasta el punto de un colapso nervioso
―suspiró ella―. Es un milagro que la gente alguna vez se junte.
―O permanezcan juntos. ―Le sonrió a Daisy―. Pero algo me dice que vas a ceder y le
vas a dar otra oportunidad.
―No debería.
―¿Por qué? ¿No crees que ha aprendido su lección al alejarte? ¿Que es básicamente
honesto?
―Quiero hacerlo, pero no quiero terminar lastimada.
―Nadie quiere. Pero si no confías en alguien, va a ser una larga y solitaria existencia.
Créeme. Casi cometo ese error, y estoy agradecida que Tommy me hubiera empujado a no
rendirme. ―Sus ojos se tornaron cálidos ante el recuerdo―. Mi vida sería tan diferente ahora, y
no en una forma feliz.
―Oh, Dios mío. ¡Alerta de coma diabético!
Shea se rio.
―Está bien, sin más momentos filosóficos. Sólo tengamos un buen rato.
―Estoy de acuerdo con la bella dama ―dijo una voz masculina. Una gran mano tomó el
hombro de Daisy―. ¿Te gustaría bailar?
Daisy se giró para ver a un vaquero de buena apariencia merodeando con una sonrisa en
su cara. Parecía educado, y no había razón para rechazarlo. Había salido a bailar, y no era como si
estuviera siéndole infiel a Shane. Le molestaba siquiera pensar así.
―Seguro, sí me gustaría.
Shea la saludó con su vaso, y Daisy la dejó para dar una o tres vueltas alrededor de la
pista con el agradable vaquero. ¿Y qué importaba si no encendía su motor?
Maldita sea, parecía que solo Shane podía hacer eso.

Shane estaba bastante fulminado, y estaba extendido en su sillón, mirando su drama


policíaco favorito, ¿qué importaba si los escritores tenían todos los datos incorrectos?, cuando
su celular vibró en la mesa del café. Mirando la pantalla, vio que era Tommy. Casi lo dejó pasar al
buzón de voz, pero luego pensó: ¿Por qué no? Podría ser importante.
―Hola, ¿qué pasa?
La animada voz de Tommy sonó en su oído.
―Sólo estoy jugando un poco de billar y bebiendo unas cuantas cervezas con algunos
chicos de mi viejo equipo. ¿Por qué no te pasas y te relajas un rato?
―Hombre, eso es lo que ya estaba haciendo. Drew y yo empacamos las cosas de su casa
y las trajimos aquí, ha sido una tarde ruda.
―¡Bueno, por eso es exactamente que deberías venir! Trae al chico, también. A los
muchachos les encantará verlos. ―Tommy se detuvo, sintiendo que su amigo estaba
indeciso―. Vamos, muchachón. No te sientes en casa solo en una noche de sábado como un
viejo, porque eso es jodidamente triste.
Jesús, el hombre tenía razón. Y podría ayudarle a sacarse de la mente cuán diferente era
esta noche de la misma noche una semana atrás.
―Está bien. Le preguntaré a Drew, y si quiere ir, estaremos ahí en breve. Aunque podría
ser que no… ―Se interrumpió cuando vio a Drew frente a él murmurando: ¡Sí!―. Olvídalo,
estamos en camino.
―¡Ese es mi hombre! Nos vemos pronto.
Colgando, Shane le dio al chico una media sonrisa.
―Pensé que estabas cansado.
―Lo estaba, pero ahora estoy aburrido. Es, bueno, bastante patético estar sentado por
aquí en una noche de sábado. ―Dicho esto como si fuera el fin del mundo.
―Suenas como Tommy.
―¿Es quien estaba al teléfono?
―Sí, entonces, ¿listo para irnos?
No tuvo que preguntar dos veces. Shane sonrió ante la euforia del adolescente cuando
diez minutos antes había estado deprimiéndose en su habitación. Tal vez una noche de chicos
era lo que necesitaban.
La noche era fría y habría sido una pequeña caminata en la oscuridad, así que condujeron
por el camino hacia la casa de Tommy y Shea. Antes de que incluso salieran de la camioneta,
Tommy ya estaba en el porche, señalándoles que entraran.
―Gracias a Dios por venir, o Shane hubiera sido un gran aguafiestas, ¿verdad? ―Tommy
colgó un brazo alrededor de los hombros de Drew, haciendo que el chico sonriera.
Ver al chico feliz lo valía todo. Shane los siguió a la cocina, donde encontraron a un par de
bomberos del antiguo equipo de Tommy en la Estación Cinco. Howard “Six-Pack” Paxton se
había vuelto capitán cuando Sean Tanner había sido promovido como jefe de batallón en enero.
Shane había conocido a Six-Pack cuando el bombero había sido aterrorizado por un acosador, y
Shane había sido asignado para trabajar en el caso. El gran hombre estaba asaltando las papas y
la salsa, sorbiendo un refresco. Six-Pack no tomaba alcohol, pero a nadie le importaba. Shane
pensaba que eso era admirable.
―¡Shane! ―gritó, acercándose para darle un abrazo―. ¿Dónde te has estado
escondiendo?
―Trabajando, cuidando el lugar. Lo normal.
Todos sabían que eso era un eufemismo, sus responsabilidades ahora se extendían
mucho más allá de su normal. Por supuesto, todos se estaban preguntando cuál sería el precio
de su nuevo rol para el soltero de Cheatham County. Afortunadamente, nadie mencionó la
muerte de Brad frente a Drew.
―¿Cómo están Kat y el bebé nuevo? ―preguntó Shane.
El capitán sonrió.
―Mi esposa está más hermosa que nunca, y Ben es el pequeño más inteligente y
perfecto en el mundo. No que sea tendencioso ni nada así.
―Me alegra escucharlo.
Six-Pack simplemente sonrió y se volvió hacia Drew.
―Soy Howard, o puedes llamarme Six-Pack, como la mayoría lo hace.
―Soy Drew ―dijo, repentinamente luciendo un poco tímido. Estaba acostumbrado a los
exuberantes amigos atletas de papá, pero estos hombres eran muy diferentes. Eran héroes de la
vida real, y simplemente no los conocía.
―Encantado de conocerte, Drew. ―Six-Pack hizo un gesto hacia un hombre de cabello
oscuro que llevaba gafas―. Este es Zack Knight, mi teniente en la estación de bomberos.
―Hola, Drew ―dijo Zack cálidamente―. Bienvenido a la casa de locos. El resto de los
chicos están en la sala de juegos, jugando billar y tirándole incluso a un enorme oficial de la ley.
Drew sonrió ante eso y se relajó visiblemente. Shane se imaginó que el chico estaría bien
después de todo, pero, entonces, ¿cómo no podría estarlo entre este grupo? Estos eran los
mejores hombres que Shane conocía, y tomaría una bala por cualquiera de ellos. A decir verdad,
había hecho exactamente eso, el año pasado cuando Tommy se metió en un lío con uno de los
cómplices de Jesse Rose.
Shane se giró hacia Zack.
―¿Y cómo está Cori y tu nueva pequeña? ―El año pasado había estado ocupado para los
hombres de la Estación Cinco.
―¡Ambas lo están haciendo genial! No puedo esperar a llegar a casa con mis mujeres
―se entusiasmó―. Y Evie es la niña más inteligente del mundo, seguro hará sudar al pobre Ben
algún día.
―Sí, cómo no ―resopló Six-Pack―. Pero ella es linda.
―Hablando de eso, ¿Eve está aquí? ―Shane sabía que Cori y Zack habían nombrado a su
bebé Evie por Eve Marshall, la mejor amiga de Zack y su compañera de equipo en la estación.
―No, ella y Sean tenían otros planes esta noche. Pero Clay y Julian están allá atrás con un
par de chicos de la oficina del jefe de bomberos.
―Genial, va a ser bueno verlos. ―Palmeó el hombro de Drew―. Ven, chico. Vamos a ver
si podemos darles una paliza a algunos oficiales de la ley en el billar.
Shane agradecidamente tomó una cerveza que Tommy le entregó, y entonces todos se
dirigieron de regreso a la sala de juegos. Un juego bastante competitivo estaba en plena sesión,
con Julian Salvatore gritando mientras Clay Montana metía dos bolas a la vez.
―¡Maldita sea, cabrón! ¡Voy a patear tu flaco y mentiroso culo! “No sé jugar billar” ―se
burló con una voz de falsete exagerada.
Los otros tres aullaron de risa, pero el júbilo se vio atenuado cuando vieron al
adolescente en medio.
―Ups, cuidemos el lenguaje ―dijo Clay con una sonrisa dirigida a Julian.
El hombre miró entre Shane y Drew y les dio una sonrisa de disculpa.
―Lo siento, amigo. No sabía que teníamos niños en la casa.
―Colega, casi tengo diecisiete años ―dijo Drew en tono ofendido―. Además, ¿crees que
los bomberos son malos? Crecí alrededor de jugadores de fútbol.
Y allí estaba, el elefante en la habitación. Los otros se movieron incómodamente,
aparentemente sin saber cómo responder. Shane estaba a punto de cambiar de tema cuando
Drew lo enfrentó por sí mismo.
―Sí, soy el hijo de Brad Cooper, y estoy orgulloso de ello. Ahora también soy el hijo de
Shane, así que ahórrense sus condolencias. ―Hizo un gesto hacia la mesa de billar―. Entonces,
¿quién cree que puede vencerme?
Simplemente así, se rompió el hielo y tuvieron un buen momento. Para sorpresa de
Shane, Drew era un muy buen jugador y se mantuvo firme. Casi gana un juego y estaba en
camino a derrotar a uno de los chicos de la oficina del jefe de bomberos.
En su segunda cerveza, Shane le preguntó a Tommy:
―¿Dónde está Shea? ¿Metida en su habitación con un libro, tratando de ignorar el ruido?
―Ya quisiera. ―Tommy lució un poco incómodo por alguna razón―. Ella salió esta
noche.
―¿Salió? ¿Como a cenar?
―No, fue a Boot Scootin con una amiga. ―Tommy le gritó a Drew―: ¡Buen tiro!
El hombre estaba tratando de evitar el tema. Shane frunció el ceño.
―¿No es ese el club de baile country y western cerca del río? ¿Por qué diablos fue allí sin
ti?
―Ella y su amiga querían divertirse, supongo. No estoy demasiado preocupado, dado
que las voy a recoger más tarde.
―¿Quién es la amiga?
―Jesús, Ford, ¿nunca apagas el modo detective?
De repente lo supo.
―Ella y Daisy salieron, ¿no? ―La expresión simpática del hombre lo dijo todo―. Hijo de
puta.
La idea de Daisy bebiendo y bailando toda la noche con alguien además de él… Dios, ¡lo
hacía enloquecer! Tanto como para romper el rostro de alguien. Preferiblemente con
quienquiera que ella se estuviera riendo y festejando en este momento.
Eso también lo decepcionaba. ¿Se había alejado tanto de él como para ya estar saliendo
en busca de otras personas? ¿Era eso? El dolor en su corazón fue condenadamente terrible,
quería morir.
Honestamente estaba enamorado de Daisy, y no tenía idea de cómo convencerla.
O si habría algún sentido en intentarlo por más tiempo.

Daisy regresó a su mesa junto a Shea, quien no había bailado nada excepto bailes de
línea. Era dulce cómo su amiga estaba tan completamente comprometida con Tommy que ni
siquiera consideraría la idea de un giro inofensivo uno-a-uno con otro hombre. Por otra parte,
Daisy también lo estaría, si tuviera una buena razón esperando en casa.
Cada hombre con el que había bailado esta noche se había quedado corto en
comparación con Shane. Era condenadamente molesto como el infierno. Los hombres eran
atractivos, un par de ellos pasmosamente magníficos, pero ninguno de ellos encendió su fuego.
Ni uno solo.
La situación era desesperanzadora. Estaba oficialmente arruinada para cualquier otro
hombre excepto su policía sexy. Eso realmente apestaba.
Un estallido de estridentes carcajadas llamó su atención mientras Daisy se sentaba.
Ambas miraron hacia una mesa de hombres que habían conseguido emborracharse
progresivamente a medida que la noche transcurría. No de la manera de chicos bonachones
pasando un buen rato, sino de una forma que ponía todos los sentidos de policía de Daisy en
alerta. Esta era parte de lo que no era divertido sobre salir a bailar, ella siempre era un oficial, sin
importar a dónde iba.
La mesa que ella y Shea estaban observando era diferente a las demás. Daisy había visto
a los de su clase con demasiada frecuencia en la patrulla: hombres que habían tomado
demasiado y se volvían ruidosos. Sus bromas estaban teñidas de humor excéntrico, y el tono se
estaba volviendo insoportable.
―Esos imbéciles obviamente han tenido suficiente ―dijo Shea, arrugando la nariz con
disgusto―. Demasiado. Creo… Oh, mierda, aquí viene uno.
Maldita sea, uno de esos idiotas las había atrapado mirando, y por su arrogante y ebria
sonrisa, había obtenido una idea equivocada del por qué. El hombre no era muy alto, y tenía en
cierto modo una apariencia promedio, con un poco de panza cervecera y cabello castaño. Tal
vez estaba en sus treinta. Lo que no era muy normal, era la cruel insinuación en su boca y el
brillo en sus ojos. Eso la puso nerviosa, y se las arregló para mantener su rostro impasible.
―Hola, damas bonitas ―arrastró las palabras―. ¿Qué tal un baile? ―Las miró a ambas
como si cualquiera de las dos le vendría bien.
Encantador. No.
―Estoy exhausta ―dijo Daisy―. Tomando un descanso. Pero gracias por la oferta.
―Yo también. ―La sonrisa de Shea fue plana, un claro rechazo.
―Ah, vamos ―sonsacó, deslizándose hasta la mesa y lanzando un brazo alrededor de los
hombros de Daisy―. Me hace falta una pareja de baile. Vamos.
―No, pero gracias. ―Sus palabras fueron cortantes, menos educadas ahora.
El hombre no tomó bien la negativa.
―Bonitas, creo que deberían relajarse y pasar un buen rato. Mis chicos y yo las
ayudaremos a sacar ese palo del…
Daisy se puso de pie y lo empujó con fuerza en el pecho.
―Vete a la mierda.
El hombre la miró con ojos desorbitados por un momento antes de darse cuenta que sus
amigos se estaban partiendo de risa a su costa. Su expresión se transformó en crueldad.
―Perra. ¿Crees que eres mejor que yo?
―¿Qué demonios está pasando aquí? ―Un enorme gorila que llevaba una camiseta
negra con el logotipo del club en ella se plantó allí, frunciéndole el ceño al hombre―. ¿Tú otra
vez?
―Este perdedor no sabe lo que la palabra no significa ―le informó Daisy al gorila.
―Eso es todo… strike número tres. Sal de aquí y llévate a esos imbéciles contigo.
―Señaló con el pulgar a los amigos del hombre, quienes inmediatamente comenzaron a
quejarse sobre eso siendo injusto. El grupo empezó a ponerse ruidoso, pero tres gorilas más se
unieron al primero. Todos ellos eran enormes, lo suficientemente grandes para patear traseros y
tomar nombres. Eso prácticamente puso fin a la confrontación. El delincuente original le disparó
a Daisy una mirada venenosa como si ser expulsado fuera completamente su culpa, y luego se
marchó llevándose a su grupo.
―Lamento eso ―dijo el primer gorila con una mueca―. Tenemos muchos problemas
con ese imbécil, la gerencia está a punto de prohibirle volver. Seguramente lo harán después de
esto.
―No hay problema ―le aseguró Daisy―. Ya se ha ido. No hubo ningún daño.
―¿Puedo conseguirles a las damas una bebida por parte de la casa para compensar las
cosas desagradables?
Shea miró a Daisy.
―Probablemente deberíamos irnos. Se está haciendo tarde.
―¿Puedo llamarles un taxi?
―Mi esposo vendrá tan pronto como lo llame, pero gracias ―le dijo Shea.
El gorila asintió.
―De acuerdo. Pero tengan, déjenme darles esto. ―Rebuscando en el bolsillo de sus
jeans, sacó su cartera y una tarjeta de negocios perteneciente al club. Impreso en ella había un
vale para dos bebidas gratis. Se las dio a cada una―. Sólo muéstrenle esto al barman la próxima
vez que pasen por aquí, y van por nuestra cuenta. No aceptamos a imbéciles como esos…
queremos que ustedes vuelvan. ¿Quieren que las acompañe afuera y espere con ustedes su
aventón?
―No, estamos bien ―dijo Daisy con una sonrisa. Se abstuvo de decirle que era policía y
que podía cuidar de sí misma. Con demasiada frecuencia los hombres pensaban que estaba
presumiendo o mintiendo.
Le agradecieron al gorila y guardaron sus tarjetas. Mientras salían bajo el toldo, ambas se
estremecieron cuando el aire frío de la noche se deslizó sobre su piel caliente. Temblando, Shea
sacó su celular e hizo una breve llamada a su esposo, después colgó.
―Él estará aquí en breve. Sólo tomó un par de cervezas en toda la noche, así que está
bien para conducir.
―Podríamos haber llamado un taxi.
―A él no le importa.
―Te consiente ―bromeó Daisy.
―Y me encanta dejarlo. ―Shea le dio un abrazo―. Me divertí esta noche.
―Yo también. Yo…
Un grito interrumpió lo que había estado a punto de decir. Mirando hacia el
estacionamiento, no vio quién había hecho el ruido. Luego una pelea le llamó la atención en la
esquina del edificio. No estaba bien iluminada esa zona, así que era difícil de ver, pero parecía
que dos hombres estaban metiéndose en una pelea.
―Mierda ―murmuró―. Será mejor que vea de qué se trata.
Shea pareció preocupada.
―Vamos a decírselo al gorila y dejemos que él trate con ellos.
―Yo me ocupo.
Daisy se dirigió a los hombres, quienes estaban haciendo toda una demostración de
empujones entre sí, lanzándose insultos. Caminó más rápido, acercándose a ellos, y luego gruñó
cuando reconoció al imbécil del club como uno de los hombres involucrados soltando
maldiciones. Genial.
―¡Oigan, ya basta! ―gritó, entrando en modo policía―. ¡Es suficiente!
―Daisy…
―Mira quién es ―se burló el hombre―. La perra engreída que no era lo suficientemente
buena para hablar conmigo, y ahora se está metiendo en nuestros asuntos.
―Ella es la razón de que nos echaran ―acusó su amigo, señalando a Daisy. Era evidente
que planeaba aprovecharse y echarle la culpa―. ¡Es con ella con quien debes estar enfadado,
Len, no conmigo!
―Cierto. ―Len ladeó la cabeza a Daisy, tropezando a unos pocos metros de distancia de
ella―. Sin embargo, podría ser persuadido a perdonar y olvidar.
―No te acerques más ―le advirtió ella. Los borrachos enfadados eran impredecibles―.
Creo que ustedes deberían tomar un taxi a casa y olvidarse por completo de este lugar por un
largo tiempo.
Len le lanzó una mirada incrédula a su amigo y los dos se rieron. Len agitó una mano
hacia ella.
―Cree que deberíamos callarnos y desaparecer. ¿Es eso lo que has oído?
―Sí, eso mismo.
―Creo que yo debería callarla a ella, y sé cómo. Ven aquí, dulzura, y deja que Len te dé
algo productivo que hacer con tu boca.
Moviéndose más rápido de lo que ella le había dado crédito, la agarró del brazo y la
empujó contra la pared, sujetándola contra el ladrillo con su cuerpo.
―¡Suéltame! ―dijo entre dientes, buscando a tientas en su bolsillo trasero la cartera de
cuero. Maldita sea, debería haberse identificado a sí misma antes―. Soy una…
Justo cuando sacó la cartera, Len le golpeó la mano a un lado, haciendo que perdiera el
control sobre ella y enviándola sobre el pavimento. Shea se lanzó por ella al mismo tiempo que
Daisy le dio un rodillazo a su agresor en la ingle y lo empujó con fuerza. Él gritó y perdió el
equilibrio, tropezando hacia atrás. Por desgracia, el rodillazo en las pelotas no le dolió, sólo lo
envió al borde de su temperamento.
El amigo de Len lo incitaba con insultos vulgares a Daisy, y Len se abalanzó. Shea chilló
cuando Len agarró a Daisy de nuevo. Ella le dio un puñetazo en las costillas justo cuando Shea
gritó:
―¡Deténgase! ¡Ella es oficial de policía!
Pero los dos estaban demasiado lejos de la razón. Daisy cayó de lado, desequilibrada por
el peso de él, y el hombre cayó al pavimento con ella. Hizo una mueca cuando sus palmas
rasparon el hormigón, y estaba a punto de ponerse de pie cuando su cintura fue envuelta por un
brazo fornido. Le dio un codazo en el estómago, y él la soltó con una maldición viciosa.
―¡Daisy! ¡Cuidado!
Una vez más, comenzó a ponerse de pie, y sólo tuvo tiempo para escuchar a Shea gritar
antes de que algo se estrellara con fuerza a un lado de su cabeza. El dolor explotó a través de su
cráneo, y cayó al suelo, algo húmedo y acre fluyendo sobre su cara.
―¡Voy a llamar a la policía!
A continuación, los gritos de Shea se vieron acompañados de otros, y el mundo
desapareció.
Shane no había perdido ni un segundo pensando en ello cuando Tommy dijo que las
chicas estaban listas para regresar y preguntó si Shane quería venir.
Quería ver el rostro de Daisy cuando apareciera con su aventón. Y también quería saber si
ella había tenido un buen rato con algún vaquero de mucha labia. Sí, no estaba demasiado
orgulloso de admitir que estaba hirviendo de celos. Si había conectado con otra persona,
perdería la maldita cabeza.
Así que había dejado a Drew divirtiéndose, jugando al billar con los chicos que estaban
todavía allí, y salió. Ahora también estaba nervioso. ¿Y si le molestaba que se metiera en su
noche? ¿Y si honestamente no quería verlo?
En pocos minutos, Tommy estacionó su camioneta junto al toldo. El estacionamiento
estaba todavía bastante lleno, el club en pleno apogeo. Su amigo frunció el ceño mientras
examinaba el frente.
―Se suponía que tenían que esperar aquí. No las veo. ¿Y tú?
―Todavía no.
Pero entonces un movimiento por delante de ellos le llamó la atención. Parecía haber una
pelea entre las sombras en la esquina del edificio, no del todo fuera de la vista. Un escalofrío se
deslizó por su espalda.
―¿Esa es Shea? ―preguntó.
―¿Qué demonios? ―exhaló Tommy. Poniendo la camioneta en marcha, aceleró hacia la
esquina. Mientras terminaba de detenerse, saltaron de la camioneta.
Shane trotó alrededor de la esquina para ver a Shea gritando a dos hombres fornidos que
al parecer estaban borrachos. Uno estaba incitando la pelea, y el otro…
Su mirada encontró a la pareja que luchaba en el suelo en el mismo momento en que el
hombre encontró una botella de cerveza a mano. Y la estrelló a un lado de la cabeza de Daisy.
Ella se desmayó, y la visión de Shane se convirtió en una neblina roja.
En pocos pasos agarró a su atacante con un placaje en el aire, derribándolo. Poniéndose a
horcajadas sobre el corpulento hombre, retrocedió su puño y dejó que volara a la mandíbula del
bastardo, haciendo que cayera hacia atrás.
―¿Te gusta golpear a las mujeres, hijo de puta? ―le espetó―. ¿Te hace sentir como un
hombre de verdad?
Antes de que el borracho pudiera responder, lo golpeó de nuevo. Y otra vez. Este cabrón
había golpeado a la mujer que amaba. Sí, amaba. Su Daisy.
―¡Shane, ya es suficiente! ―Unos brazos se envolvieron alrededor de él, apartándolo del
agresor―. ¡Ya cayó! No te metas en problemas por este cabrón. Daisy te necesita.
Sacudiéndose de vuelta a la realidad, la buscó. Shea estaba en cuclillas junto a ella,
ayudándola a sentarse, examinándole la cabeza. Shane se apresuró hacia las mujeres y su
corazón dio un vuelco. La sangre le corría por un lado de la cara saliendo de un feo corte cerca
de su sien, y tenía vidrio en el cabello.
Dejándose caer de rodillas a su lado, la tomó en sus brazos.
―¿Nena? ¿Puedes oírme?
Ella gimió, la cabeza colgando sobre su hombro, y trató de alargar la mano y tocarle la
cara. Él la detuvo, bajando la mano y mirando a Tommy.
―¿Alguien llamó a una ambulancia?
―Lo acabo de hacer.
―Llamé a la policía ―dijo Shea―. Justo antes de que llegaras. Daisy, ¿puedes oírnos?
―Sí ―susurró ella―. Estoy mareada.
―Tranquila, nena. La ayuda está en camino.
La acunó contra él, sin querer dejarla ir. Si esto era lo que ocurría cuando ella salía a una
noche a la que llamaba divertida, nunca la dejaría fuera de su vista otra vez.
Las luces rojas y azules inundaron a través de la oscuridad, y Tommy les hizo un gesto con
la mano. La policía llegó primero, y Shane no estaba seguro de si estaba aliviado o no por ver a
Brian Cunningham salir de la patrulla, junto con otro oficial.
―¿Ford? Infiernos, muchacho, eres un imán para los problemas últimamente.
―Yo no empecé nada de eso ―señaló él―. Acabo de llegar justo a tiempo para ver a ese
imbécil agredir a Daisy y romperle una botella de cerveza en la cabeza.
―Mierda, ¿esa es Callahan? ¿Qué pasó aquí esta noche? ―Brian miró alrededor del grupo
para obtener una explicación.
Shea le explicó, comenzando cuando estaban en el interior y el hijo de puta, Len, no las
dejaba en paz. Habían decidido irse, y luego Daisy trató de intervenir cuando Len y otro hombre
en su grupo estaban luchando por haber sido expulsados. El otro hombre se había escabullido,
sin molestarse en ayudar a su amigo una vez fue golpeado y cuando los policías se involucraron.
El resto, Shane y Tommy habían sido testigos, cuando se dirigían hacia allí.
Shane quería matar a Len. El hijo de puta trató de meter en problemas a Shane por
golpearlo, pero ese argumento no prosperó. Len había atacado a una mujer, y una policía
encima de eso. No importaba que él no se diera cuenta que era una agente de policía, podría
llorarle al juez al respecto. Brian informó a Len sus derechos, lo esposó y lo puso en la parte de
atrás.
―Viniste a buscarme. ―Daisy se aferró a Shane.
Él la sostuvo con más fuerza.
―Sí, y me alegro de haberlo hecho.
―Yo también. ¿Shane?
―¿Sí?
―Tengo nauseas.
―Está bien, nena. Estoy aquí. ―La sostuvo para que pudiera levantarse si lo necesitaba,
pero no vomitó. Agradeciendo a los cielos por los pequeños favores, también se alegró cuando
la ambulancia apareció. No conocía a nadie en este equipo, pero eso no importaba.
Tommy conocía a algunos de ellos y lo saludaron antes de que hicieran a Shane moverse
a un lado para que pudieran trabajar. Se cernió como un oso enojado, haciendo todo lo posible
para mantener la calma mientras le comprobaban sus signos vitales y agarraban una
intravenosa.
―Creemos que es mejor llevar a la señorita Callahan al hospital para hacer que le echen
un vistazo a esa herida de la cabeza ―dijo uno de los paramédicos―. Sospecho que tiene una
conmoción cerebral leve, por el mareo y náuseas.
Shane asintió.
―¿Puedo ir con ella?
―Claro. Deja que la carguemos primero, y luego puedes subir a la parte trasera.
Mientras la preparaban, Tommy habló:
―Los seguiremos al hospital.
―No. Lo aprecio, pero creo que lo mejor es llevar a Shea a casa. ―Él levantó una mano
ante su protesta―. Sé que quieres estar allí, pero seguro va a pasar un buen rato antes de que
hayamos terminado. Me puedes ayudar aún más si dejan que Drew pase la noche con ustedes, si
eso está bien. Él no va a salir a hurtadillas de nuevo.
―Claro, no hay problema. Sé que no lo hará. Lo ataría si lo intentara. ¿Cómo van a ir a
casa?
―Voy a llamar un taxi y llevarla a mi casa. Lo más probable es que vaya a necesitar a
alguien que la vigile por la conmoción cerebral.
―Bueno. Pero si necesitas algo, no dudes en llamar.
―Lo prometo.
Shane se dio cuenta que no querían irse, pero no había nada que pudieran hacer.
También entendían que necesitaba más su ayuda con Drew.
La ambulancia estaba lista para marcharse, y él se subió a bordo, tomando la mano de
Daisy.
Estudió su rostro pálido, sangre manchando su piel cremosa y su brillante cabello rubio.
Le asustaba pensar lo que podría haberle sucedido si él y Tommy no hubieran aparecido. Ese hijo
de puta podría haberla matado, y entonces Shane habría sido el que hubiera terminado en la
cárcel.
Nunca más. Absolutamente no podía dejarla fuera de su vista. ¿Y si ella tenía algún
problema con eso? Mala suerte.
Traducido por HeythereDelilah1007,
Lauuz y Rihano

E
l viaje al hospital fue un caleidoscopio extraño de sonidos e imágenes.
En la parte de atrás de su mente confusa Daisy sabía que su atacante debía
de haberle pegado endemoniadamente con esa botella de cerveza. Entendía que
estaba de camino al hospital y que había paramédicos hablándole. Pero casi nada
más tenía sentido.
Excepto Shane. De alguna manera él estaba ahí, y nunca había estado más aliviada de
tenerlo a su lado. Incluso aunque no pudiera procesar la mayoría de las cosas que él le estaba
diciendo, su presencia era como un bálsamo tranquilizante. La aferraba y continuaba diciendo
algo como nunca más. Lo que fuera que eso significase.
Tuvo que dejarla ir cuando llegaron, y a ella no le gustó eso. Se la llevaron rápidamente a
una habitación blanca que era tan brillante que hacía que sus ojos le ardieran, así que bajaron un
poco la luz. Luego se la llevaron a una camilla o algo parecido y la metieron en un tubo que
empezó a zumbar y a hacer sonidos de golpes. Tampoco le gustó eso.
Una tomografía axial computarizada. Recordó eso y se estremeció, esperando nunca
tener uno de esos exámenes de nuevo. El escáner a su alrededor era un poco aterrador. Cuando
hubo terminado, la pusieron en una cama con ruedas y la movieron por el corredor otra vez. El
movimiento la hizo sentir mareada, así que cerró los ojos.
Luego estaba en un cubículo de Urgencias, y Shane estaba esperando. Él tenía sangre
derramada sobre su camiseta, y ella frunció el ceño, intentando razonar por qué y entonces
comprendió que era de su cabeza. Había estado sosteniéndola en el piso. Si ella podía recordar
eso, a lo mejor no estaba tan mal. Ahora, si solamente su cabeza pudiera dejar de girar.
―¿Cómo te sientes, cariño?
―No muy bien, duele.
―Lo sé. ―Tomando su mano, él se sentó junto a su cama mientras la enfermera le ponía
una intravenosa y revisaba sus signos vitales―. Sin embargo, me vengué por ti. Y lo arrestaron.
―Bien ―murmuró ella con una sonrisa débil―. Me rescataste.
―No habría tenido que hacerlo si ustedes dos no hubieran ido a ese estúpido club para
empezar. Tienes alguna idea de lo mucho…
―Estás haciendo que mi cabeza duela más ―susurró ella.
―Lo siento. ―Compungido, se inclinó y presionó un beso sobre los labios de ella―. Me
ahorraré el sermón.
―Gracias.
―Todavía tienes vidrio en tu cabello. Estás sucia.
―Él va a tener las bolas hinchadas mañana.
Él se rio suavemente.
―Bien. Le irán bien con su nariz rota.
Ella estaba salvajemente feliz por eso.
―Sueño. ―Bostezó.
―No creo que deberías dormir todavía, cariño. Quédate despierta por mí, ¿de acuerdo?
―Su apuesta cara preocupada revoloteó sobre la de ella.
Pero por mucho que lo intentara, sus párpados no se podían mantener abiertos.
La siguiente vez que despertó, parpadeó, intentando descubrir dónde estaba. El espacio
a su alrededor se veía diferente, y se dio cuenta que la habían cambiado a una habitación
normal. No recordaba haber dejado la sala de Urgencias y odiaba que aparentemente hubiera
perdido unas cuantas horas.
La habitación estaba casi completamente oscura, a excepción de un haz de luz cerca de la
puerta. En las sombras, pudo entrever que Shane estaba junto a ella en la cama, dormido en una
silla plegable para visitantes. El que se hubiera quedado conmovió su corazón. Se veía joven,
vulnerable y cansado, con círculos negros bajo sus ojos, su cuerpo doblado incómodamente en
la horrible silla.
Alguien debió haberle traído una camiseta limpia, porque la que tenía puesta estaba libre
de las manchas de sangre que recordaba. No vio ningún reloj, por lo que no podía decir cuánto
tiempo había estado ahí, pero debía ser pasada la medianoche.
Desde su posición simplemente lo observó por un rato. Él era tan hermoso. Tenía un
buen corazón, sin importar que hubiese huido de una relación la primera vez. Y le había rogado
por otra oportunidad. La había rescatado y no se había separado de su lado. Eso tenía que
significar algo, ¿no?
¿No todos se merecían una segunda oportunidad?
Pronto su cerebro no pudo seguir manejando el drama. La incertidumbre. Se dejó ir en el
sueño, su corazón mucho más ligero de lo que había estado en meses.

La siguiente vez que despertó, la luz de sol entraba por entre las rendijas de las cortinas.
Su cerebro seguía un poco lento, pero la niebla de confusión parecía haberse desvanecido. Sin
embargo, le dolía un poco un costado de su cabeza y sentía un tirón extraño en su sien. Alzando
la mano, se encontró con una venda y la empezó a levantar con sus dedos.
―Oye, no te metas con eso, cariño. ―Shane capturó su mano y la llevó hacia sus
labios―. ¿Cómo te sientes?
―Mejor. Puedo formar pensamientos coherentes ahora. ―Lo estudió―. No tenías que
quedarte toda la noche.
―No estaría en ninguna otra parte. ―La besó en la frente―. No te puedes deshacer de
mí, así que ni siquiera pienses en intentarlo.
Ella sonrió, o lo intentó.
―No iba a hacerlo. Pero te ves como si te viniera bien usar una ducha, y tu cama.
―Pienso hacer eso tan pronto como te den de alta.
―¿Lo que será cuándo?
―Esta mañana. Los resultados de la TAC fueron buenos, pero el doctor te mantuvo en
observación durante la noche. Cuando recibas la orden de salida, te voy a llevar a casa conmigo.
―Oh, no hay necesidad…
―No te lo estaba preguntando ―dijo firmemente―. Obviamente necesitas a alguien
que te cuide, y yo soy el hombre perfecto para ese trabajo.
―No necesito alguien que me cuide, y la estábamos pasando perfectamente bien hasta
que ese idiota y sus amigos tomaron demasiado y se pusieron desagradables. ―Él sonrió y ella
parpadeó hacia él―. ¿Qué?
―Dijiste que la pasaste bien. No genial, fantástico o increíble, sino bien. Ese es el beso de
la muerte para todas las cosas sociales.
Quería estar molesta con él pero no podía ni esforzarse. Además, tenía razón.
―Era algo que hacer durante un sábado en la noche además de quedarme en casa. ― Y
llorar por ti.
―El sábado anterior fue mucho más divertido, si recuerdo bien.
―Hasta que cierto adolescente salió a pasear en auto y fue arrestado por vandalismo.
―Ambos sabemos que esa no fue la razón por la que te alejaste. ―Su pulgar acarició el
dorso de la mano de ella―. Creo que el que nosotros nos acercáramos de nuevo fue demasiada
realidad para ti. La pregunta es, ¿todavía te sientes de esa manera?
―No lo sé ―dijo honestamente.
―¿Sigues dispuesta a tomar las cosas un día a la vez, o eso se canceló porque pensaste
que yo estaba a punto de hacer algo mal?
Ella no había sido justa con él.
―Quiero estar contigo. Es sólo que me asusté. Hui.
Su boca sexy se retorció.
―Estás dispuesta a pelear contra un hombre que mide el doble que tú, que está
borracho y blandiendo una botella como arma, sin siquiera un lindo parpadeo, ¿pero la idea de
estar conmigo te asusta?
―Él solamente hirió mi cabeza ―dijo suavemente―. Si tú rompes mi corazón, el tiempo
de recuperación será muchísimo más largo.
Su mirada se volvió más cálida.
―Entonces supongo que vas a tener que preguntante a ti misma si valemos la pena el
riesgo. Pero no me digas nada ahora. Ven a casa conmigo y déjame cuidar de ti. Déjame
mostrarte qué tan serio soy acerca de hacer que nosotros funcionemos.
Mirando hacia su cara, tan llena de esperanza, no tuvo fuerza para rechazarlo.
―Está bien.
Su sonrisa transformó su toda cara y eliminó todas las sombras.
―Fantástico. Ahora tenemos que conseguir tu pase, ir a casa, y descansar de verdad.
―Suena genial.
Dos horas después, Daisy estaba siendo sacada en silla hasta un taxi que esperaba en la
acera. Si ella hubiese tenido alguna idea de que la noche anterior terminaría de la manera en que
lo hizo, nunca habría salido. Pero, bueno, su malentendido trajo a Shane a su lado,
preocupándose y quejándose sobre cada cosa que hacía. Era algo casi increíble.
Él le sostuvo la mano en el taxi, y cuando llegaron a su casa, la ayudó con las escaleras del
porche, como si hubiese recibido un trauma increíble en vez de una leve contusión. La acomodó
en el sofá con un suave beso sobre los labios.
―¿Quieres algo de beber? ¿Tienes dolor de cabeza?
―Sólo uno ligero, no lo suficientemente malo para un calmante. Pero no me molestaría
tomar algo de jugo u otra cosa.
Él acomodó los cojines alrededor de su cabeza.
―Todo lo que tengo es jugo de naranja, y puede que eso no le haga nada bueno a tu
estómago justo ahora. ¿Qué te parece Sprite?
―Está bien.
Él se apuró, y en cuestión de segundos volvió con una lata fría de la cual salía una pajilla.
―Aquí tienes.
―Gracias.
Sorbió de su gaseosa, mirando mientras él encendía la televisión al canal de noticias, el
volumen bajo.
―¿Esto está bien? ¿Demasiado alto?
―Está bien. Siéntate antes de que hagas que mi dolor de cabeza regrese.
Dándole una sonrisa tímida, se sentó en el sofá junto a ella, luego la metió bajo el brazo,
junto a su pecho. Acomodándose, ella se volvió sobre su lado bueno para evitar presionar sus
puntos.
―Necesito una ducha ―dijo ella.
―Te ayudaré a tomar un baño después. No puedes mojar tus puntos. ―La besó en la
cabeza―. Voy a tomar tus llaves y pasarme por tu apartamento esta tarde, agarrar algo de tu
ropa para que te quedes un par de días. Ambos vamos a tomarnos un tiempo libre hasta que me
asegure de que estás bien.
―Oh, ¿eso haremos, no? ―Intentó sonar molesta por su alta arbitrariedad, pero no
podía.
―Sí. No puedes oponerte.
―¿Asumo que me quedaré en la habitación de huéspedes?
―Por ahora. ―Su voz estaba llena de arrepentimiento―. Por Drew. Según él, su padre
no era exactamente discreto con el desfile de mujeres que se quedaban en su casa, y no quiero
que piense que también puede esperar esa clase de comportamiento de mí. Aunque lo que tú y
yo tenemos, lo que quiero que tengamos, no se parezca en lo absoluto a los antecedentes de
Brad, es sólo que…
―Lo sé. Quieres establecer un buen ejemplo para él. ―Lo abrazó apretadamente―.
Creo que eso es muy admirable.
―Me alegra que pienses eso, pero es jodidamente duro… en más de un modo. ―Su
tono bromista estaba teñido de humor seco.
Daisy miró de reojo hacia su regazo y vio la dura cresta presionada contra su cierre.
―Puedo ayudarte con eso, muchachón.
―No ―le dijo él con arrepentimiento―. No creo que moverte tanto sea bueno para tu
recuperación.
―No tengo que moverme mucho para hacer eso.
Aún inclinada hacia él, ella se puso a trabajar en el botón y el cierre de sus jeans Entonces
apartó el material y sonrió ante su bóxer.
―¿Bob Esponja?
―Oye, estoy cambiando mi inherente lado divertido. ―Tomando la cinturilla, los bajó
junto con los jeans pasando sus caderas, y su erección golpeó su vientre―. Y estaban en oferta.
―Hmm.
Agarrando su polla, ella tironeó suavemente, amando la sensación de su aterciopelada
dureza. Sus gemidos enviaron un estremecimiento de satisfacción a través de ella por poder
reducirlo a una masa de temblorosa necesidad con nada más que un simple toque.
Su cabeza golpeó el respaldo del sillón y sus labios se abrieron con gozo mientras ella lo
acariciaba. Arriba y abajo, sus caderas siguiendo el movimiento, buscando más. Usando su
pulgar, ella diseminó las gotas de pre-semen sobre la cabeza púrpura, entonces acarició hacia
sus bolas, apretando el saco, y arriba de nuevo. Más y más rápido lo sacudió hasta que él gimió,
volviéndose imposiblemente duro dentro de su mano, y lanzando líneas de cremoso blanco
sobre todos sus dedos.
―Dios, necesitaba eso. ―Él dejó salir un aliento, y la miró―. ¿Qué hay de ti?
―Estoy bien. Quería hacerte sentir bien.
―Siempre haces eso, dulzura. ―La besó profundamente, y luego acarició su mejilla―.
¿Cansada?
―Algo.
―¿Te gustaría que te ayudara ahora a limpiarte?
―Eso sería grandioso.
Después de volver a subir sus jeans y bóxer, la dirigió hacia el baño principal y preparó un
lindo y cálido baño para ella mientras se desvestía. Entonces la ayudó a entrar a la tina y se
arrodilló a su lado.
―Me puedo bañar sola ―dijo―. No soy una inválida.
―Ya lo sé, pero compláceme. Disfruto cuidarte. Además, no puedes mojar tus puntadas.
Con un suspiro, ella se abandonó a su cuidado, y tenía que admitir que era muy bueno en
eso. Sus manos fueron amables mientras enjabonaba su piel, limpiando sus manos heridas y
besando moretones que ella ni siquiera había notado que tenía de la lucha con Len. Entonces
sostuvo su cabeza mientras ella se inclinaba hacia atrás, y también la humedecía a medias.
―Amo tu cabello ―murmuró él―. Es como darle vuelta a la luz del sol.
―Gracias. Vengo de una familia de rubios naturales, y solía pasar un montón de tiempo
deseando que fuera de un color más interesante ―reflexionó ella.
―Conozco a varias mujeres que te odiarían por decir eso. ―Sus labios se elevaron.
―Para la preparatoria, aprendí a no hacerlo. Cuando crecí, finalmente comencé a
apreciar el ser diferente.
―¿Aún estamos hablando del cabello? Inclínate hacia atrás. ―Comenzó a enjuagar con
cuidado, evitando su herida de la cabeza.
―Supongo que no. ―Después que terminó de lavarla, ella se enderezó―. Siempre fui
como un niño, y odiaba a las niñas femeninas. No era delicada y no pretendía serlo. Era feliz
escalando árboles, brincando baches en nuestras bicicletas, atrapando ranas.
―¿Jugando a policías y ladrones?
Ella sonrió.
―Sí. Y nunca dejé de hacerlo.
―Creo que resultaste justo del modo en que debías ser.
―No puedo imaginarme que algún padre quiera que su hija sea un oficial de policía.
Bueno, realmente no era lo que mi papá quería al principio. Te dije algo acerca de mi relación
con él cuando trabajamos en el último caso juntos. Está orgulloso de mí ahora, a su manera.
―¿Qué quería que fueras?
―Maestra, o alguna carrera “normal” para que la ejerciera una mujer. Sexista, pero
seguro a su modo de ver.
―Mi papá quería que fuera un hombre de negocios como él algún día. ―Se rio―. No
puedo imaginar nada más horrible que conducir en el tráfico, siempre tratando con números o
desarrollando nuevas ideas. Podrían también dispararme.
Ella se estremeció.
―No digas eso. ―A él le habían disparado el año pasado y había estado a punto de
morir. Nunca quería estar así de asustada de nuevo.
―Discúlpame. ―Cambió el tema―. ¿Lista para secarte?
Asintiendo, se levantó. La envolvió en una gruesa toalla y la secó, entonces hizo lo mismo
con su largo cabello, teniendo en cuenta los puntos. Después la sentó en una silla mientras
gentilmente cepillaba los nudos y terminaba de secar su cabello.
Al final, apagó el secador.
―Todo listo.
―Tomó un rato. Tal vez debería cortarlo muy corto.
―Sólo si quieres ver a un hombre maduro llorar.
Ella se rio ante su broma falsa.
―No te preocupes, por ahora.
Él le dio una camiseta suya que era demasiado grande, pero serviría para tomar una
siesta. Llevándola a l habitación de huéspedes, levantó las cobijas y la metió a la cama.
―¿Estarás bien mientras voy a traerte ropa y algunas cosas?
―Estaré bien. Sólo voy a tomar una siesta, no correr alrededor de la cuadra.
―De acuerdo. Pero volveré pronto, y Drew también estará en casa en un rato, si
necesitas algo.
―Vete, antes de que me des un gran dolor de cabeza.
―Tontita.
Después de darle un beso dulce en los labios, se fue, cerrando la puerta detrás de sí. Se
acomodó y divagó por un rato, sopesando sus cuidados y sus obvios sentimientos por ella.
Tal vez esta cosa entre ellos tenía una oportunidad después de todo. Si tan solo pudiera
estar segura.

Debe haberse quedado dormida, porque la próxima cosa que supo, es que escuchó un
sonido y abrió los ojos para ver a Shane colándose en la habitación de huéspedes. Y solo estaba
usando una toalla.
Ella sonrió ante la deliciosa visión.
―¿Supongo que Drew no ha llegado de la escuela?
―Nop, Tommy lo recogió por mí, y se va a quedar allá por un rato.
―Esos dos se están volviendo muy unidos, ¿no?
―No me quejo. Ese chico necesita todos los modelos positivos que pueda obtener. ―La
acechó más cerca, y entonces se subió a la cama con ella―. No me siento como el modelo a
seguir de nadie en este momento. De hecho, me siento demasiado sucio. Desearía que tu cabeza
no estuviera lastimada.
―Mi cabeza está mucho mejor, gracias. ―Miró su espectacular figura. Todos esos
músculos suaves y brillantes estaban rogando por sus manos y labios―. Creo que deberías
cuidarme antes de que estalle en llamas.
―No podemos permitir eso, pero, ¿estás segura?
―Muy segura. ―Levantó su barbilla y lo besó. Buscando primero, gentilmente. Una
brusca inhalación delató su placer, luego sus espesas pestañas bajaron y sus labios se abrieron.
Él se derritió en ella, sosteniéndola cerca, deslizando sus manos en su espalda.
Daisy envolvió sus brazos alrededor de su cuello y profundizó el beso, explorando su
boca, saboreando su sabor. Su picante esencia masculina mezclada con el aroma de jabón en su
piel.
Su cuerpo se calentó en reacción a estar presionada contra Shane, que estaba casi
desnudo, salvo por la toalla. Sus pezones se apretaron, y supuso que él debía sentirlos a través
de la delgada camiseta, rozándose contra su sedoso torso desnudo. Él rompió el beso y ella
descansó una palma contra su acelerado corazón.
―Nena, si no nos detenemos… ―Inhaló profundamente.
―¿Quieres detenerte?
―No. ―Su mirada la quemaba, una intensa tormenta gris.
―Entonces no lo hagas.
―Daisy, estás herida…
―Estoy más que bien, y te deseo. Por favor.
La indecisión entró en guerra con el deseo, y entonces él se levantó. La toalla se había
aflojado así que cayó más bajo en sus caderas, y la prueba de su excitación había formado una
gran tienda debajo. Un tentador parche de vello oscuro se asomaba por encima de la tela.
―Quítamela, dulzura.
La áspera demanda envió un delicioso estremecimiento a través de ella. Buscó en su
apuesta cara un rastro del sonriente y bromista Shane que conocía. Este hombre no era él. Algo
oscuro y peligroso destellaba detrás de sus ojos, una escalofriante sensación de que el hombre a
punto de hacerle el amor no era Shane para nada. La anticipación hormigueó por su columna, y
un anhelante calor se formó entre sus muslos.
La toalla se deslizó fácilmente, y la dejó caer sobre la cama. Oh, Señor. Él era noventa
kilos de desnuda perfección masculina. Bueno, casi perfecta. Una pequeña cicatriz circular en su
abdomen marcaba donde una bala había estado cerca de terminar con su vida. Su mundo se
habría derrumbado ese día si eso hubiera pasado.
Su dureza se levantaba orgullosamente en el ápice de sus musculosos muslos, retándola
a tocar… y ella no era lo suficientemente fuerte como para resistirse. Envolvió sus dedos
alrededor de su aterciopelada longitud, y él gimió.
Acercándose, deslizó su mano en un lento movimiento de estocadas, disfrutando el
modo en que él contenía su respiración, su cuerpo tensándose en respuesta. Envalentonada,
acunó su saco, frotando, disfrutando su peso. Levantó la mirada hacia Shane, y el feroz deseo
reflejado en su cara la envolvió en llamas hasta los dedos de los pies.
―¿Me deseas? ―demando él.
―Sí ―se las arregló para decir.
―Cariño, soy tuyo.
Ella sumergió la cabeza y lo saboreó. Su punta era seda fina, una deliciosa perla salada.
Lamió la gota, y entonces dejó que su lengua explorara el resto centímetro a centímetro.
Trazando la vena debajo, llegó a sus bolas y les dio atención. Shane enterró las manos en su
cabello, cuidadoso con su cabeza, y gimió.
―¡Oh! Oh cariño… ¡Sí, sí!
Daisy lo tomó en su boca, chupando profundamente, saboreando esta sensación de
poder cuando él se estremeció. La voz de Shane, ronca de pasión, le trajo tal placer.
―Oh, Dios, para. Levanta tus brazos.
Ella lo hizo, y él agarró el borde de su camiseta y tiró por encima de su cabeza,
desnudándola. Totalmente. A Daisy nunca le había gustado dormir en ropa interior, prefiriendo
la libertad en su lugar. El rostro de Shane se oscureció y gruñó bajo en su garganta.
―Recuéstate.
Daisy se acomodó en las almohadas, observándolo. Agarró sus rodillas y abrió sus
piernas, moviéndose entre ellas, luego la soltó.
―Más amplio ―insistió. Su mirada caliente se levantó hasta la de ella cuando
obedeció―. Eso es, nena, déjame verte, probarte. Mi turno.
Él hundió su cabeza y dejó un rastro en el interior de su muslo con su lengua, hasta que
encontró su centro. Deliciosas descargas de placer erótico irradió a través de sus miembros a los
dedos de sus manos y pies mientras él la lamía. Se retorció debajo de él, ansiando más. Más…
Shane rio, un profundo sonido barítono de satisfacción masculina.
―Te gusta eso, ¿verdad?
―¡Sí!
―¿Quieres más?
―Por favor…
Con un gemido ronco, él se levantó sobre sus rodillas, elevando sus caderas con sus
fuertes manos, como si no pesara más que una pluma. Solo sus hombros descansaban en la
cama. A pesar de que la sostenía con facilidad, ella admiró la forma en que la posición enfatizaba
los músculos gruesos en su pecho y brazos. Él bajó la mirada hacia ella, los labios levantados en
una media sonrisa conocedora, una expresión rezumando sexualidad cruda.
Cuando Shane habló, su voz fue una caricia sensual.
―Voy a darme un festín hasta que grites, dulzura. Hasta que me ruegues que te folle. E
incluso, entonces, no voy a parar a menos que haya probado hasta la última gota.
Las palabras le fallaron a Daisy y su corazón latió con más fuerza. Shane era una criatura
tan sexual. Nunca en sus más salvajes y más tórridas fantasías se había atrevido a soñar que
algún día él podría ser suyo. Incluso cuando habían estado juntos antes, había habido duda. Eso
se estaba desvaneciendo, a casi un recuerdo lejano. La atrajo hacia él y mordisqueó suavemente,
desentrañándola hilo por hilo. Las descargar eróticas se convirtieron en oleadas enteras, cálidas,
inundándola. Sus dientes la rozaron una y otra vez, calentando su sangre hasta que ella
comenzó a gemir.
―¡Oh, por favor! ―Tiró de su cabello, tratando de empujarlo más cerca. Él se rio y
respondió a su plegaria, fijando su boca sobre ella. Una marea de sensaciones la llevó a un mar
lánguido. Él chupó, lamió, y ella se entregó a él por completo. Los temblores comenzaron a
sacudirla mientras lo veía amarla de esa manera, la luz de la lámpara jugando con su cabello
castaño oscuro, su cara enterrada en sus suaves pliegues. Dando y recibiendo.
―Dime lo que quieres.
―Tú sabes.
―Di las palabras.
Su charla sexual estaba enviándola al borde, despojándola de sus inhibiciones.
―Fóllame.
―Todavía no. Vente para mí, dulzura. Así es.
Ella se vino deshecha en un grito agudo, voló a la deriva con la fuerza de su orgasmo, y él
bebió profundamente, lamiendo su miel hasta que ella estuvo segura de que él se había llenado.
Estaba equivocada. Mientras regresaba a la tierra, la bajó a la cama una vez más, luego cubrió su
cuerpo con el suyo. Para su asombro, la sensación de sus pieles desnudas presionadas muy
juntas reavivó el fuego.
Shane apartó un mechón de cabello de su cara.
―No puedo tener suficiente de ti. ―La besó, un beso duro y posesivo, rico con sus sexos
mezclados―. ¿Nos probaste? Llevaré tu esencia en mis labios hasta el día que muera.
Las lágrimas escocían sus ojos.
―Oh, Shane…
―Silencio, cariño. Déjame darte lo que ambos hemos querido durante tanto tiempo.
―Rápidamente, se colocó un condón.
Se quedó sin aliento cuando él se hundió dentro de ella. Ya resbaladiza y húmeda por sus
atenciones, lo envainó sin problemas. Su eje rígido la empaló, y se dio cuenta que él había hecho
su entrada más fácil para ella al complacerla primero. Sus fuertes brazos se apoyaron a ambos
lados de su cabeza y comenzó a bombear sus caderas, montándola en un lento movimiento
rotatorio, su longitud acariciando su brote sensibilizado.
―Ohhh. ―Un placer perverso se desplegó entre sus piernas. Él aumentó el ritmo,
embistiéndola más duro, más rápido. Envolviendo sus piernas alrededor de su cintura, ella
arqueó su espalda, permitiéndole llenarla tan profundamente como fuera posible.
―Mía ―susurró contra ella―. Dilo.
―Sí, tuya, Shane ―dijo.
Implacable, se condujo en ella con movimientos largos. El fuego la consumió,
quemándola fuera de control hasta que se encontró con sus embestidas con total abandono. Se
aferró a sus hombros, las uñas clavándose en su piel, las rítmicas estocadas de sus cuerpos
sudorosos y resbaladizos trayéndola al borde del clímax.
―Daisy, nena, no puedo parar…
Con un grito ronco, Shane la aplastó contra su pecho y se enterró hasta la empuñadura.
La fuerza volcánica de sus liberaciones los sacudió a ambos, y permanecieron unidos mientras el
flujo caliente de su semilla se derramaba en ella. Espasmos los sacudieron en ondas
desplegándose que gradualmente atenuaron, dejándolos temblando el uno en los brazos del
otro.
Durante varios minutos ninguno hizo movimiento alguno para separarse. Él parecía
contento abrazándola, lo cual estaba más que bien para Daisy. Si pudiera, lo habría mantenido
dentro de ella para siempre.
―Vaya ―suspiró él en voz baja, sonriéndole.
El efecto fundió su cerebro. Con su cabello castaño demasiado largo cayendo sobre sus
brillantes ojos grises, se veía devastadoramente guapo. Y su hermosa sonrisa era genuina, toda
para ella, justo de la forma en que siempre había soñado.
Por favor, por favor, deja que las dudas se mantengan alejadas. Déjalo ser mío.
―Sí, vaya ―le devolvió la sonrisa.
Él presionó un beso suave en su frente.
―Eres hermosa, Daisy. Por dentro y fuera. Sólo lamento no quitarme mis anteojeras
mucho antes. Hace meses.
Su espíritu se disparó. Él lo había dicho antes, por eso ella finalmente estaba empezando
a creer que esa era una gran victoria.
―Yo también.
Shane rio, luego se deslizó fuera de ella y rodó sobre su espalda. Una fuerte sensación de
pérdida la apuñaló con decepción, pero la atrajo hacia él, acunando su cuerpo contra el suyo. Se
dejó hundir en él con un suspiro de satisfacción.
Desde el momento en que había puesto sus ojos por primera vez sobre Shane años atrás,
no había sido capaz de evitar la sensación, tonta como parecía, de que este hombre sexy era
suyo. O lo sería eventualmente. Se había aferrado a ese sentimiento durante años. Que él solo
necesitaba tiempo para regresar a sus sentidos. Verla como más que una amiga y colega.
Ahora que lo había hecho, estaba jodidamente temerosa de que algo sucediera para
arruinar su felicidad.

Carl Eastlake cerró de golpe el periódico Sunday, curvando su labio hacia otro artículo
tratando la pobre y trágica figura de Brad Cooper. Qué amigo, qué padre comprometido, qué
defensor de las organizaciones benéficas, qué tipo polifacético.
―Qué envejecido e inseguro imbécil aferrándose a su juventud por medios químicos
―dijo Carl, riendo―. Tú compraste la mentira porque tenías el dinero.
Sobre la mesa junto a su taza de café, sonó su celular y echó un vistazo a la pantalla.
Sanders, esa jodida molestia. Lo tomó, ya enfadado antes de que el hombre dijera una palabra.
―¿Sí?
―Carl, tenemos que hablar.
―No, en realidad no tenemos. Simplemente haz tu trabajo y yo haré el mío. Fin de la
historia. ―Recogiendo una pluma cercana, empezó a garabatear una figura de palo en el
margen del periódico. Sólo para sonreír intentó hacer que se viera como Irvin Sanders, con gafas
y un poco de barba de chivo.
―No. Quiero una reunión cara a cara ―insistió Sanders―. Tenemos que resolver las
derivaciones en esta cosa antes de ampliar nuestra base de clientes. Insisto. De lo contrario, voy
a tener que llevar mis habilidades a otro lugar.
―¿Ah, sí? ―preguntó amablemente. Eso por sí solo debería haber sido una pista, debería
haber hecho al hombre salir de la ciudad en la oscuridad de la noche―. En ese caso, soy todo
oído. Estoy ocupado esta semana que viene, así que vamos a hacerla en una semana a partir del
jueves, a la misma hora y lugar de costumbre. Llama a Johnson y dile.
Él no estaba así de ocupado, pero irritar a Sanders le hacía feliz. Sin esperar una
respuesta, Carl terminó la llamada y puso el teléfono a un lado. Tarareando, continuó sus
garabatos, terminando su obra de arte con una gran X sobre la figura que había dibujado.
Estúpido. Entrometido. Cabrón.
Tan difícil de conseguir buena ayuda en estos días, y toda esa mierda. Sanders había
estado quejándose sobre el producto desde que la estrella de la NFL había caído muerto. Por
supuesto, otros dos clientes habían muerto desde entonces. Los periódicos no habían dicho
nada sobre aquellos, ya que no eran nadie. Pero eran nadie con el dinero para comprar la
mentira, y eso es todo lo que a Carl le importaba.
¿Y qué si sus ilustres clientes morían por su propia estupidez? ¿A quién diablos se iban a
quejar? La ley de las personas promedios aseguraba una cosa sencilla.
Siempre habría un tonto más que listo con dinero en efectivo.
Traducido por Apolineah17,
âmenoire y Selene1987

—A
sí que, ¿cuál es la primicia sobre Daisy y tú?
Shane miró hacia la puerta de la oficina más allá de Taylor,
asegurándose que todavía estuviera firmemente cerrada. Su
relación con Daisy era ahora el secreto peor guardado en el
departamento, y le sorprendía que aún no hubieran sido llamados a la oficina de Austin. Sin
embargo, se imaginó que sólo era cuestión de tiempo, y uno de ellos acabaría siendo
reasignado. O peor.
¿No sería divertido?
Consideró mentirle a su amigo durante aproximadamente un segundo.
―Supongo que los rumores están volando fuerte y rápido, ¿eh?
―Uh, sí ―respondió Taylor, arqueando una ceja rubia oscura―. La pregunta es, ¿son
ciertos? No lo pospongas en esta ocasión. Quiero una respuesta.
Él suspiró.
―Si has escuchado que vamos como conejos y tratamos de averiguar cómo exactamente
etiquetar nuestro estatus, entonces sí. Todo es cierto.
―Jesús, cuando decides complicar tu vida, realmente pasas las bolas por la pared.
¿Rainey no les ha dicho nada a ninguno de los dos?
―Todavía no, pero dudo que vaya a tomarle mucho tiempo una vez que decida que esto
no va a desaparecer.
―¿No lo va a hacer? ¿Esto es definitvo?
―Para mí lo es ―dijo―. Pero la lastimé bastante una vez antes, y eso no es algo que
cualquier mujer olvide fácilmente, sobre todo Daisy.
―Cierto. No me parece del tipo que se anda con juegos. A diferencia de Leslie.
―Uff. No me menciones su nombre. Estoy teniendo dificultades tratando de quitarla de
mi camino, tal como están las cosas.
―¿Te está acosando?
―No como tal. No está ofreciendo nada a lo que no estaría dispuesto antes, así que
realmente no puedo culparla.
―Lo que estoy seguro que no emociona para nada a Daisy. ¿Dónde está, por cierto?
―Se fue a casa. El capitán la puso a media jornada durante la semana hasta que le quiten
las puntadas y obtenga el visto bueno de un médico. Por supuesto, ella insistió en que se estaba
sintiendo lo suficientemente bien para trabajar turnos completos, pero él se puso firme.
De hecho, se había ido a su propia casa, no a la de él. Él no estaba muy feliz por eso, pero
no tenía verdadera voz ni voto en dónde se quedaba. También tenía que pensar en Drew, y a
pesar de que el chico decía que estaba bien con Daisy quedándose allí todo el tiempo que
quisiera, estaba decidido a construir un verdadero entorno familiar para todos ellos. Uno basado
en el amor y el compromiso.
Incluso si sus ideales retorcían su libido como un pretzel en el proceso.
―Bueno, si alguien merece ser feliz, son dos de mis personas favoritas ―dijo Taylor―.
Espero que todo salga bien.
―Gracias. Está empezando a parecer que podría serlo.
Un golpe sonó en la puerta, y el capitán asomó la cabeza.
―¿Estoy interrumpiendo?
Taylor se giró en su silla y sonrió.
―De hecho, sí. Regresa más tarde para que podamos seguir fingiendo estar
extremadamente ocupados.
Austin resopló, entrando.
―Escuchen, holgazanes. Recibimos una llamada de uno de nuestros informantes. Afirma
que sabe algo sobre el cuerpo fuera de la I-49. Los necesito a ustedes dos en esto ahora mismo,
así que levanten sus perezosos cuerpos y vayan a hablar con él.
Shane se puso de pie, comprobó su arma en la pistolera, y agarró su chaqueta.
―En ello, Cap. ¿Cuál es su nombre y dónde podemos encontrarlo?
―Es un chico de la calle llamado Blake que le gusta pasar el rato alrededor del río, bajo el
puente. Un ladrón con antecedentes penales, en su mayoría delitos menores por robar comida.
Mantiene su oído en el área para darnos información, así puede ganar un poco de dinero para
una comida sin tener que robarla.
―Suena como que lo conoces bastante bien ―observó Taylor.
―Fue a la secundaria, se graduó el año pasado justo antes de que sus padres lo echaran.
Sus padres nunca fueron ejemplos estelares de bondad y comprensión, pero cuando se hizo
pública su homosexualidad, se pusieron histéricos.
Taylor prácticamente gruñó.
―Eso apesta. A gente como esa no se le debería permitir procrear.
Shane frunció el ceño.
―¿No tiene amigos con quienes quedarse? ¿Cualquier otra familia?
―No que yo haya sido capaz de averiguar y, créeme, lo he intentado. Él tampoco es uno
de los que aceptan apoyo económico.
―¿Preferiría robar que tragarse su orgullo? ―Taylor negó―. Ese es todo un adolescente.
―No creo que sea tanto por su orgullo, más bien por estar asustado. Honestamente no
confía con demasiada facilidad, por lo que es más seguro para él mantenerse en las sombras.
Hasta que alguien lo lastime o peor. Todos lo estaban pensado, Shane lo sabía.
―Vamos a ponernos en contacto con él. Y si podemos conseguir que vaya a una iglesia o
al refugio de la ciudad, lo haremos.
―Buena suerte con eso. ―El capitán se fue, agitando una mano, para ver otros asuntos.
Shane y Taylor se dirigieron hasta el auto de Taylor, y Taylor partió en dirección al viejo
puente. El chico se suponía que estaba esperando, pero Shane era escéptico. Los informantes
tendían a ser asustadizos, dándole a sus pobres vidas pocas esperanzas si cualquiera de los
criminales que estaban delatando lo descubría. Si captaban un olorcillo de cualquier cosa
diferente o mal, se desvanecían como el humo.
En el centro, giraron en la plaza y comenzaron a bajar por la carretera en dirección al
puente. A medida que se acercaban, mantuvo la mirada atenta por Blake. No debería ser difícil
de encontrar, ya que no había nadie más en la zona a mitad de la semana y cerca de la puesta del
sol. Cómo el chico se las había arreglado para sobrevivir a lo peor del invierno estaba más allá de
la comprensión de Shane. Se estremeció al pensar en Drew en la misma situación.
―Ahí ―dijo Taylor, señalando a la orilla opuesta. Justo debajo del arco de las vigas de
soporte, donde el fuerte metal se encontraba con los pilares de concreto, había una figura
solitaria.
Cuando el auto se acercó y cruzó al otro lado, Shane perdió de vista al chico durante un
par de segundos. Pero a medida que Taylor los llevaba alrededor del estacionamiento junto a la
orilla del río, Blake salió de la sombra protectora del puente.
De alrededor de diecinueve años, era más pequeño que Drew. Delgado y de apariencia
frágil, como si pudiera romperse al cruzar una palabra, mucho menos un puño o cualquier otra
arma. Sus jeans estaban sucios, su chaqueta hecha jirones. Su cabello castaño hasta los hombros
estaba enredado, y sus ojos se veían enormes en su rostro. También marrones, Shane los vio
mientras se acercaban. Enormes y tristes ojos, que ya habían visto lo peor que su mundo tenía
que ofrecer.
―Soy el detective Shane Ford, y este es mi compañero, el detective Taylor Kayne ―dijo
en lo que esperaba fuera un tono agradable. Le mostró al chico su placa, y Taylor hizo lo
mismo―. Nuestro capitán, Austin Rainey, nos envió aquí para hablar contigo. Dijo que tenías
algo interesante que contarnos.
Parte del miedo dejó el rostro del chico, pero estaba alerta. No sólo de ellos, sino de su
entorno. Escaneó toda el área antes de relajarse un poco.
―Escuché a estos chicos jactándose anoche fuera de Waterin Hole. Ellos no me vieron
porque estaba del otro lado del edificio.
―¿Qué estabas haciendo allí?
El chico le dio a Taylor una mirada penetrante.
―No estaba vendiendo mi culo, si eso es lo que estabas pensando. Soy una persona sin
hogar, no un estúpido. ―Tomó una respiración profunda―. El gerente es agradable, me da una
hamburguesa o un sándwich cuando está de turno en la tarde. Eso es todo.
―Te creemos ―lo tranquilizó Shane―. ¿Qué dijeron los hombres?
―Estaban hablando del hombre que fue encontrado con la bala en su cabeza. Lo cual no
es inusual, ya que cosas como esas son una gran noticia. Pero estos chicos estaban diciendo que
era una lástima que él hubiera terminado de esa forma y que el resto de ellos debían mantener la
boca cerrada y hacer su trabajo. Estaban hablando de recibir un envío, poner su mierda en la
calle. Aquí en la ciudad, específicamente.
Emoción destelló a lo largo de los nervios de Shane.
―¿Tienes un nombre, una fecha o un lugar?
―No tengo nombres. Pero arreglaron una reunión con el proveedor para esta noche, a
medianoche, cerca de la presa donde las barcazas pasan.
―Te refieres al canal ―aclaró Taylor.
―Sí.
Shane intercambió una mirada con su compañero.
―Mierda.
El canal estaba en un parque estatal a no demasiados kilómetros de donde estaban
parados. La tierra alrededor de él era abierta, había pocos árboles, con una zona para nadar y
varios lotes de estacionamiento para los buscadores de diversión durante el día. Había una
carretera para entrar y solo ésa para salir, y desde el canal, cualquier persona sería capaz de
verlos llegar.
Cualquiera que intentara espiar la reunión tendría que estacionarse y caminar a través de
la maleza. El terreno era accidentado más allá del parque, bordeado por un acantilado. Habían
elegido el lugar perfecto para reunirse.
Lo que significaba que tendrían que llegar allí primero y ocultarse de alguna manera.
―¿Algo más que nos puedas decir? ―preguntó.
El chico negó.
―Eso es todo. No se quedaron más que un par de minutos.
―¿No te vieron?
―Si lo hubieran hecho, estaría flotando boca abajo allí ―dijo, señalando hacia el río.
El estómago de Shane dio un vuelco. Metiendo la mano en su bolsillo, sacó su cartera y
extrajo ciento veinte dólares, todo lo que traía. Luego se los tendió a Blake.
―Ten. Consíguete una habitación y algo de comer.
Mirando el dinero, el chico tragó fuerte.
―Esto es demasiado.
―No es caridad. Lo que nos dijiste podría ayudar a sacar algunos criminales peligrosos de
la calle y arruinar sus operaciones en el negocio. Ese dinero no es ni de cerca lo suficiente para
compensarte por ello y por el riesgo que tomaste.
―Está bien. Gracias. ―Sus ojos brillaban mientras doblaba los billetes y los metía en sus
jeans.
―Toma esto también. ―Taylor sacó una tarjeta de presentación y se la entregó al
chico―. Esta es mi tarjeta, tiene mi número de teléfono celular en ella. Si decides que has tenido
suficiente de las calles, y deseas una vida real, llámame. Tengo amigos que pueden ayudarte a
conseguir un trabajo, y salir adelante.
―No lo sé. No quiero deberle a nadie. ―Parecía indeciso.
―No es vergonzoso dejar que alguien te dé un impulso. Demonios, todos tuvieron que
empezar en alguna parte, ¿no? Cómo les pagas a esas personas es haciendo un buen trabajo,
siendo un buen amigo y poniendo tu vida en marcha.
Por un largo momento, miró fijamente la tarjeta. Luego también la guardó.
―Pensaré en ello. Gracias.
―Llámame a cualquier hora, día o noche. Lo digo en serio.
Blake les dio una pequeña sonrisa, luego se giró y empezó a caminar en dirección a la
ciudad. Con la espalda hacia el río. Con fortuna para encontrar una habitación en un motel y
estar a salvo, por lo menos por una noche.
El corazón de Shane se estremeció mientras miraba al chico irse.
―Esa cosa de Bambi en él no era una actuación. Vemos varias semillas malas en nuestra
línea de trabajo, pero esa es una de las buenas.
―Dios, eso me hace sentir triste ―dijo Taylor tranquilamente―. Me hace querer golpear
a alguien. ¿Cómo puede alguien sólo echar a su propia carne y sangre? Espero que llame.
―Puedo decir que lo estaba pensando.
―Eso espero.
Shane caminó con él de regreso al auto.
―¿A qué hora piensas que deberíamos estar en el parque? ¿Once?
―Tú, mi amigo, tienes una familia en casa a la que regresar. ¿Por qué no dejas que Chris y
yo manejemos esto?
Pensó en eso. Era una oferta muy tentadora. Pero…
―No. Si puedo ayudar a atrapar a los bastardos que le vendieron ese veneno a Brad,
entonces eso nos dará a mí y a Drew algo para celebrar. Llamaré a Tommy para que recoja a
Drew. Esos dos se están volviendo bastante cercanos, así que creo que a ninguno de los dos les
importará.
Se subieron al Chevelle, cerraron las puertas. Taylor arrancó con rumbo a la ciudad, luego
cruzaron el puente. Pasando a Blake. El chico no los reconoció mientras caminaba, y ellos
tampoco lo reconocieron. No cuando un error como ese podría ser fatal para él.
―Entonces, ¿cómo vamos a esconder el auto? ―reflexionó Taylor―. Incluso en la
oscuridad entre los árboles, las luces de la casa de seguridad brillarán sobre el cromado y nos
delatará.
Pensó sobre eso.
―Tengo una idea. Pasemos por la tienda de víveres.
―¿Cómo dices?
―Sólo confía en mí.
Víveres y Abastecimiento para Tractores de Sugarland estaba en su camino, no muy lejos
de la plaza. Cuando Taylor se orilló y estacionó, sacudió su cabeza.
―Debo tener al compañero más loco de la historia.
Ignorándolo, Shane entró y empezó a buscar lo que quería. Cualquier respetable tienda
de víveres en esta parte de Tennessee tendría provisiones para la casa de venados. Y en esa
área, encontró lo que quería.
―Aquí vamos. ―Agarrando un paquete grande de la repisa, se la enseñó a su amigo―.
¿Qué decías?
―Un toldo de camuflaje. ―Sus cejas se fruncieron, luego lo entendió―. ¡Para ponerla
sobre el auto! Eres un maldito genio. ¿No te lo había dicho?
―Eso es lo que pienso que dijiste.
Después que Shane pagó por su artículo, salió y llamó a Tommy, quien estuvo contento
de ayudar de emergencia. Esperaba que Drew no se sintiera abandonado al haber sido enviado
con Tommy demasiadas veces durante la última semana, pero por las sonrisas felices del chico
siempre que su cuñado aparecía, pensaba que no. Le daba paz mental saber que tenía familia al
lado con quien compartía una relación cercana. Algo que Drew necesitaba.
―Tenemos algo de tiempo. ¿Quieres que recojamos algo para comer en la cena?
El estómago de Shane gruñó.
―Suena bien.
La cafetería en la plaza era una de esas antiguas atendidas por mamá y abuelo en
conjunto con la mejor cocina casera de los alrededores, hecha desde cero. Nadie se acercaba a la
calidad de su comida, definitivamente no lo hacían los restaurantes de cadena con su basura
prefabricada.
Taylor y él encontraron una mesa, y en minutos Taylor había ordenado una hamburguesa
y Shane el especial de pastel de carne. Bien podría llenarse con un bocadillo tardío.
Sacando su teléfono, vio que tenía un mensaje de Daisy.
―Voy a hacer otra llamada ―dijo, deslizándose de la cabina―. Ahorita regreso.
―¿Tengo tres oportunidades de adivinar quién es? ―Su amigo batió sus pestañas e hizo
ruidos de besos.
―Cállate, idiota. ―Se rio a pesar de sí mismo―. Vas a ser el siguiente, y luego veremos
quién se burla.
―De ninguna manera, yo no.
Shane salió y apretó el botón de contacto para Daisy. Después del tercer tono, contestó.
―Oye, sexy. ¿Estás en casa?
―Ya quisiera. Taylor y yo tenemos una pista en uno de nuestros casos principales. No
puedo decir demasiado por teléfono, pero probablemente puedes adivinar cuál es.
―Oh, espero que sea un éxito ―dijo, sonando emocionada―. ¿Vas a estar hasta tarde?
―Eso parece. Drew tiene que quedarse con Tommy y Shea de nuevo, no que le importe.
Sólo me gustaría no haber estado enviándolo a su puerta constantemente durante esta semana.
―Bueno, sabes que no lo siente de esa manera. Ese chico y Tommy ya son como
hermanos.
―Lo sé. Soy el que lo está pasando difícil, y él probablemente ni siquiera le ha dado
importancia.
―Es correcto. Así que deja de preocuparte por él y concéntrate en tu trabajo, así no
saldrás lastimado. ¿Me llamas cuando termines?
―Estarás dormida para entonces, cariño. Seguramente vamos a hablar a las primeras
horas del día.
―Dormiré mejor una vez que me llames y me digas que Taylor y tú están bien.
Sonrió.
―Está bien. Puedo hacer eso.
―Ten cuidado.
―Ya lo sabes.
Se despidieron y colgaron. Por primera vez, había merodeado por los labios de Shane
decir te amo. Era una extraña sensación pero también una buena. Después de esta noche, iba a
encontrar un momento y lugar espaciales para dejarle saber a Daisy cómo se sentía.
Sólo esperaba que confiara en él lo suficiente para corresponder sus sentimientos.

Llegaron temprano al parque y Taylor resguardó el Chevelle dentro de un grupo de


árboles lo más lejos que pudo. Estaban un poco cerca del lugar del encuentro por comodidad,
pero estaban ocultos en las sombres y tenían un plan.
Trabajando rápidamente, extendieron el toldo y lo pusieron sobre el auto para cubrir
todo el vehículo. La tela quedó un poco corta por los lados, la parte de abajo de las llantas quedó
expuesta, pero además de eso, lograba el truco. Las partes brillantes que reflejan las luces
estaban cubiertas, y debían mezclarse correctamente con el follaje.
Después Taylor sacó una navaja y cortó un agujero en la tela sobre el parabrisas, sólo lo
suficientemente grande para que pudieran ver a través.
―Eso debe ser suficiente.
―Ahora esperemos.
Levantando el toldo del lado del pasajero, Taylor se metió y se corrió hacia el lugar del
conductor. Shane lo siguió y se acomodó en su asiento, luego cerró la puerta. Ambos bajaron
sus ventanas, y luego Shane alistó el equipo de sonido que habían tomado prestado de la
estación. Revisando su reloj, vio que apenas eran las once.
―Así que, ¿siempre quisiste ser un policía?
Taylor gruñó.
―¿Por qué siempre quieres jugar a Ésta es tu Vida cuando estamos de vigilancia?
―¿Tenemos algo más que hacer? Sígueme la corriente.
Su amigo resopló.
―No. Quería ser un arqueólogo, ¿está bien?
―Vaya. Eso suena realmente aburrido.
―¡Lo sabía! Siempre hay algo equivocado en lo que digo.
―No es verdad. Simplemente dije que sonaba aburrido, para mí. Estoy seguro que
excavar en la tierra alguna mierda antigua es fascinante para algunas personas.
―Personas aburridas. Eso crees que soy.
―No dije eso.
―Tengo que decirte que soy completamente fascinante cuando quiero serlo.
―¿Como cuándo?
Su amigo dudó con esa.
―Um, cuando estoy… atando a mis amantes y azotándolas hasta que chillan: “¡Papi!” No
soy aburrido entonces ―dijo con engreimiento.
―¿Cuándo estás haciendo qué? ―Los ojos de Shane se abrieron, y luego se rio ante la
sonrisa de su amigo―. Eres un mentiroso saco de mierda, Kayne.
―Eso, nunca lo sabrás. ―Miró a Shane―. Entonces, misma pregunta.
―No lo sé. ―Se encogió―. Creo que cuando era adolescente quería ser una estrella de
rock, pero dado que no soy capaz de tocar o cantar ni una nota de música como que dificultó
ese sueño.
―Eso puede ser un problema.
Siguieron charlando por un rato más, luego se quedaron en silencio cuando el momento
de la reunión se aproximó. Ambos sostenían binoculares, esperando. La tensión lentamente
empezó a amontonarse, como siempre lo hacía cuando la cita estaba cerca. A los diez minutos
antes de la medianoche, pareció que la espera terminaba. Los faros de un auto se iluminaron,
luego se apagaron cuando el auto se aproximó.
Un viejo sedán de cuatro puertas entró en el estacionamiento, y Shane pudo ver a dos
hombres sentados al frente. Parecían estar esperado, probablemente por el proveedor. Cuando
el segundo auto apareció, el familiar entusiasmo de lo desconocido empezó a vibrar en su
sangre. La anticipación de la caza.
Levantando sus binoculares, observó al segundo auto enfrentarse al primero. Un hombre
en el segundo auto salió y estaba solo. Shane notó que era corpulento, aunque no gordo, y lucía
como si pudiera aguantar toda una pelea, no que hubiera tal cosa como una pelea justo entre los
de su tipo. También tenía cabello corto, lentes y una barba de candado. La cosa más notable de
todo era la bolsa negra que estaba cargando.
―Bingo ―dijo Taylor en voz baja.
Gracias al equipo de escucha, sus voces llegaron bastante claras.
―¿Qué traes para nosotros, hombre? ―preguntó uno de los de la pareja, saliendo del
primer auto.
―Sabes qué. Tengo algo de primer grado sobrenatural aquí. Estos bebés funcionan
mejor que los esteroides y estimulantes combinados. Los más recientes potenciadores de
desempeño.
―Excepto por la parte donde los clientes están desfalleciendo.
Barba de candado se encogió.
―¿Quieres aplicar por una jodida aprobación de la FDA? ¿Nos dedicamos a los negocios?
―No, hombre, estamos bien.
―Ahora mira el producto y cambia el dinero ―murmuró Shane.
Barba de candado colocó la bolsa en el capó del auto mientras uno recuperaba una bolsa
similar, la suya en azul. Cada parte abrió la cremallera de su bolsa y levantó un paquete para
inspeccionarlo. Barba de candado entregó lo que parecía una bolsa Ziploc, y recibió una cantidad
de dinero para que lo contara. Echándose hacia delante, miró rápidamente el dinero, mientras
los otros dos hombres hacían lo mismo con las drogas.
―Parece bien ―dijo Barba de candado―. Terminamos por ahora. ―Entonces,
intercambiaron las bolsas.
―Los tenemos ―siseó Taylor―. ¡Vamos!
Llegando a su ventana, tiró de la lona hacia un lado y maniobró el Chevelle al mismo
tiempo. Encendió con un rugido y las luces sorprendieron a los tres hombres, dejándoles
helados como un ciervo frente a un auto. Taylor salió a toda marcha de su escondite y la lona
cayó mientras ganaban velocidad, cerrando la distancia entre ellos y los hombres.
Taylor pisó el freno y abrió las puertas, utilizándolas para cubrirse.
―¡Alto! ¡Policía! ―gritó Shane―. ¡Al suelo!
Los sospechosos tenían un plan diferente. Se dispersaron como cucarachas, dividiéndose
hacia sus respectivos vehículos. Los dos hombres lanzaron su bolsa en el auto y se alejaron, pero
Barba de Candado fue por más recursos al saltar en su auto: había traído una pistola a la fiesta.
Lanzando varios disparos en su dirección, salió corriendo tras el primer vehículo. Shane
entró en el Chevelle al lado de su compañero mientras las balas llegaban.
―¡Maldición, mi auto!
Shane apenas se había enderezado cuando Taylor salió corriendo, chirriando las ruedas.
Shane se aferró al salpicadero, apretando los dientes mientras su compañero tomaba las curvas
tras los vehículos. Una persecución a gran velocidad a través de las colinas de Tennessee era una
manera genial de terminar aplastado con una gran roca. El auto dobló peligrosamente, y las
luces traseras del vehículo de Barba de Candado aparecieran y salían de su vista.
―¡Golpéalo!
―¡Lo haré si nos acercamos lo suficiente!
Durante una recta, su compañero pudo hacerlo y golpeó la parte trasera del auto. El
conductor se desvió hacia un lado, casi perdiendo el control, pero logró salir del derrape y siguió
adelante. De repente el bastardo frenó y giró bruscamente a la derecha, dirigiéndose en una
nueva dirección.
―¿A dónde va esta carretera? ―preguntó Shane.
―¡Ni idea!
Era difícil oír con el ruido de la persecución, el viento golpeándolos a través de las
ventanas abiertas. El aire también era jodidamente frío. Pero era el menor de sus problemas. La
carretera ahora era más estrecha, los árboles cerniéndose a cada lado como dedos esqueléticos
mientras pasaban a su lado.
Más curvas peligrosas, y Shane se dio la vuelta. Estaba tan oscuro, sin luces no podrían ni
ver sus manos enfrente de sus caras.
―Taylor, baja la velocidad ―le pidió―. No sabemos a dónde va esto.
―¡Se está escapando!
―Podría estar llevándonos a…
De repente el vehículo frente a ellos dio un giro brusco a la izquierda, casi perdiendo el
control en el proceso. Pero al hacer el giro, Shane tuvo un segundo para ver que la carretera por
delante de ellos simplemente desapareció… y entonces, el Chevelle estuvo en el aire durante
dos horribles latidos. Tuvo tiempo para gritar una blasfemia, y el auto cayó, se inclinó
fuertemente, se deslizó por el terreno unos metros, y cayó directamente en el río Cumberland.
Shane se golpeó fuertemente con el salpicadero, se quedó sin aliento mientras el agua
entraba por las ventanas y golpeaba el parabrisas. No tuvo tiempo para sentir el dolor,
solamente la impresión del impacto justo antes de que el agua detuviera el movimiento del auto
y lo empezara a hundir. Jesús, estaba helada. Tenían que salir de inmediato.
―¿Taylor?
Sonó un gruñido detrás de él. Miró hacia allá y apenas pudo ver a su compañero tras él,
intentando moverse.
―¡Vamos, amigo! ¡Tenemos que movernos!
El agua helada llenaba rápidamente el interior, cubriendo sus piernas. Yendo hacia arriba.
La situación era urgente, así que agarró a Taylor por los brazos, arrastrándolo hacia atrás, dando
gracias a Dios de que en este caso, no estuvieran llevando cinturones de seguridad.
Probablemente la única vez en su vida que habría tenido ese pensamiento. Porque no habría
tenido tiempo para liberar a Taylor.
Echándose hacia atrás, intentó abrir la puerta, pero para ahora había demasiada presión
para conseguirlo. Así que siguió luchando, saliendo primero él por la ventana, agarrando luego a
su amigo y jalando lo más fuerte que pudo mientras el auto se hundía.
Taylor se salió de su agarre.
―¡Maldición!
No entres en pánico. Ahora no.
Respirando profundamente, la mantuvo y se sumergió. Completamente ciego, buscó a su
compañero y logró agarrarle por los hombros. Entonces se las arregló para aferrarlo por debajo
de los brazos nuevamente y tirar de él. A través de la ventana, y, después de unos momentos
escalofriantes, hacia la superficie.
Shane se liberó, tomando aire. Tosiendo, llegó hasta la orilla, que estaba más lejos de lo
que pensó que estaría. El auto en serio voló y planeó una larga distancia antes de detenerse.
Pero Shane los llevó hacia un banco y colocó a su amigo allí. Taylor, afortunadamente, empezó a
toser casi inmediatamente. Fue un sonido maravilloso.
―J-jesús, lo siento ―tartamudeó Taylor por el frío. En sus manos y rodillas, estaba
temblando.
―No pasa nada, amigo. Ya te patearé el culo. Por ahora, tenemos que ver si podemos
conseguir ayuda. ¿Puedes caminar?
―Creo que s-sí.
―¿Estás sangrando por algún lado?
―Honestamente, n-no lo sé.
―Yo tampoco.
Le hizo falta más esfuerzo de que lo que habría pensado para ponerse de pie. Entonces
es cuando se dio cuenta del dolor del impacto que empezaba a notarse. Eso y lo frío y húmedo
que estaba, y lo peligrosa que era la situación en la que aún estaban.
Si no era por los chicos malos que podían regresar, sería por el impacto y la congelación.
Agachándose, ayudó a Taylor a levantarse e hizo que el hombre se apoyara en él mientras
escalaban e intentaban encontrar la carretera de nuevo. Se guiaron por los rayos de luna que se
filtraban a través de los árboles, y les hizo falta una eternidad encontrar la suciedad y la grava
que significaba que habían encontrado la carretera.
Para entonces los dos temblaban tanto que sus dientes estaban castañeando. Con
retraso, se dio cuenta que su teléfono celular aún estaba en sus jeans, pero un rápido vistazo a la
pantalla reveló que se había estropeado, como esperaba. Lo metió en su bolsillo de nuevo. Si
salían en una pieza de esto, lo llevaría a la tienda y conseguiría uno nuevo.
Deben haber caminado por la carretera durante más de media hora cuando Shane vio
luces adelante. Fuera de la carretera a la derecha. Tuvo esperanzas y no se decepcionó. Detrás
de los árboles al final de un camino había una pequeña casa. Una que obviamente estaba
ocupada, teniendo en cuenta que la luz del porche estaba encendida. Los residentes llevaban
tiempo dormidos para ahora, pero eso estaba a punto de cambiar.
―V-vamos ―le dijo a Taylor―. Unos cuantos pasos m-más.
―E-está bien.
Al fin llegaron a la pequeña casa y se tambalearon por el porche. Shane llamó al timbre y
esperó, sacando su cartera mojada del bolsillo de atrás. Cuando no hubo movimiento, llamó de
nuevo.
Finalmente hubo un sonido al otro lado de la puerta. Una pausa, como si la persona al
otro lado estuviera inspeccionando a los visitantes. Shane levantó su cartera, con la placa visible.
―Policía de S-Sugarland, detectives F-Ford y Kayne. N-necesitamos ayuda.
Se escuchó el sonido de una cadena siendo removida y con un empuje, la puerta se abrió
para revelar a un hombre mayor mirándoles con una expresión de asombro.
―¿La policía? ¿Aquí? ―Los miró de los pies a la cabeza―. Maldición, chicos. ¿Qué les
pasó?
―¿P-podemos c-contárselo de camino a la ciudad? ―preguntó Shane amablemente―.
Parece q-que nuestro a-auto cayó en el río.
Después de inspeccionar la placa de Shane más de cerca, asintió.
―Claro. Dejen que tome mis llaves. ―Sacudió la cabeza y se alejó, murmurando algo
sobre unos policías locos conduciendo sin saber dónde estaba el río. En unos minutos regresó
con las llaves y un par de mantas―. Vamos al hospital. Incluso si piensan que están bien, las
heridas pueden aparecer más tarde. Necesitaran que los vean y pedir un permiso si estaban
trabajando esta noche, en caso de que tengan problemas médicos más tarde.
―Gracias, s-señor.
―No es ningún problema, hijo.
Shane odiaba admitir que el anciano tenía razón. Lo que significaba que tendría que
llamar a Austin desde la sala de Urgencias. En medio de la maldita noche. Eso también
significaría contarle al capitán, a quien sacarían de su cama caliente en una noche de invierno,
cómo habían jodido completamente una simple captura por posesión de drogas que les habría
dado mucha gloria.
La noche estaba destinada a empeorar antes de mejorar. Porque entonces tendría que
llamar a la mujer que amaba, como prometió.
Y contarle que Taylor y él casi se habían ahogado.
Traducido por Rihano, Martinafab y LizC

D
aisy despertó cuando el teléfono sonó a las 3:27 a.m.
No había estado durmiendo, sino dando vueltas mientras las horas se
arrastraban. Agarrándolo de la mesa de noche, frunció el ceño al ver el número
de Austin en la pantalla. Luego vino la repentina oleada de temor que golpeó su
estómago como una roca.
―¿Hola, capitán?
―No, dulzura, soy yo ―dijo la voz cansada de Shane en el otro extremo.
―¡Gracias a Dios! Pensé que era Austin a punto de darme una mala noticia. ¿Por qué
utilizas su teléfono?
―Porque me lo prestó. Está en el hospital conmigo y Taylor, y…
―¡Qué! ―Sentándose, encendió la lámpara y empezó a buscar su sudadera―. ¿Estás en
la sala de emergencia?
―Sí, pero…
―Estoy en camino. No te muevas de ahí ―le ordenó.
Colgó sin darle la oportunidad de protestar más. En menos de cinco minutos estaba
usando sudadera, una camiseta, zapatos deportivos y su abrigo, y estaba corriendo por la
puerta. Esos dos, además de Chris, podían meterse en más líos que alguno de los tipos que
conocía. No es que tuviera cara para hablar después de su pelea con Len.
En el camino, le alivió que Shane hubiera hecho la llamada y no Austin. Había sonado
cansado, pero por lo demás bien. Esperaba que ese fuera el caso. Pero, ¿qué pasaba con Taylor?
Shane y su compañero eran muy unidos, como los compañeros tendían a serlo. Si algo malo le
había sucedido, Shane se volvería loco.
Especular la volvía loca, y estaba al borde del pánico para el momento en que entró a
toda prisa a la sala de emergencia y sacó su placa de su bolso, exigiendo ver a su hombre.
Inmediatamente fue llevada a un par de cubículos adyacentes, donde Austin estaba apoyado en
la pared, bostezando enormemente.
―¡Capitán! ¿Qué pasó? ―gritó, corriendo hacia él.
―Esos dos malditos bastardos casi consiguieron ser asesinados, eso es lo que pasa ―se
quejó―. Tu hombre está bien, sólo un poco magullado, pero Taylor está más golpeado. También
aspiró una gran cantidad de agua.
No sabía qué tema abordar primero: que él supiera de ella y Shane, o la condición de
Taylor. Optó por la segunda. Cobarde.
―¿Agua? ¿Cómo?
―Vigilaban un trato de drogas del que nos dieron una pista, y la información resultó ser
buena. El proveedor se estaba reuniendo con dos traficantes para entregar un cargamento de lo
que sospechamos es la nueva droga.
―¿La que mató a Brad Cooper?
―Y a algunas otras víctimas también.
―¿Hicieron el arresto?
Austin soltó una risa sin humor y se frotó los ojos.
―No solo no hicieron el arresto, Taylor cayó al río por una maniobra de evasión, mientras
iba en la persecución y conducía por la carretera hacia el Cumberland.
―Oh, cielos ―dijo suspirando, mirando alrededor de la partición entre los dos cubículos.
Shane estaba sentado posado en el borde de la mesa de examen, y le dio una débil sonrisa.
Taylor parecía estar tan apagado como una luz. Ella miró a Austin―. Gracias por la actualización,
Cap.
Entonces lo dejó allí de pie y se unió a su hombre. Dado que Austin ya sabía, no había
ninguna razón para ocultar su estado. Se preguntó qué medidas tomaría, si las tomaba, pero no
iba a preocuparse por eso. Esa habría sido la menor de sus preocupaciones si algo le hubiera
pasado a Shane.
―¿Qué diablos voy a hacer contigo? ―dijo en voz baja, tomando su cara entre las manos.
Lo besó suavemente, consciente de cualquier lesión que podría tener.
―Esa es mi línea. Y no fue mi culpa. ―Hizo una mueca―. Tampoco fue de Taylor.
Estábamos tratando de atrapar al sospechoso, y él usó una evasión clásica.
―Conoce su campo de batalla ―bromeó.
―Definitivamente.
―¿Los van a dejar irse a casa?
―Eso es lo que dijo el doctor. Casi retuvo a Taylor, pero decidió que también podía irse,
ya que no tiene una conmoción cerebral. Su preocupación eran los pulmones de Taylor, pero le
dio una inyección de antibióticos para protegerle de una infección.
―¿Necesita un aventón a casa?
―Austin lo va a llevar. Va a estar bien.
―De acuerdo. ―Lo besó de nuevo, y luego vio que su capitán los observaba con una
expresión de desconcierto. Sonrojándose, soltó a Shane.
Se sentó en una silla y esperó con él durante casi veinte minutos, hasta que la enfermera
vino con sus papeles de salida. Entonces les dieron a Taylor y al capitán las buenas noches y
subieron en su auto. Daisy lo puso en marcha y se alejó.
―Te estoy llevando a mi casa, a menos que tengas alguna objeción.
―Ninguna. Drew ya tiene quien lo cuide esta noche, y estoy golpeado.
―Bien. Entonces vamos a ducharte, secarte y calentarte.
―Eso suena como el cielo, justo después de estar en tus brazos.
Ella sonrió y agradeció a sus estrellas de la suerte que él estaba a salvo.
Qué diferencia hizo una semana.
Daisy no podía dejar de reflexionar sobre el vaivén de su relación. Habían sido amantes,
luego él se había ido. Rápido y distante. Después la quería de vuelta, pero ella no estaba lista.
Tuvo que aprender a confiar en él, y ese proceso había dado un gran paso hacia la curación,
cuando él había corrido a su lado, y entonces la cuidó como consecuencia del ataque de ese
borracho.
Y ahora… tal vez, por primera vez, ella y Shane estaban en el mismo lugar. Juntos. Era
una idea embriagadora, y su corazón latía un poco más rápido. Que este hombre pudiera ser
suyo, para siempre, era un sueño que había albergado durante años. Mucho antes de que él
fuera consciente de que existía. Había suspirado desde lejos, y desde muy cerca, y parecía que la
espera podría haber terminado.
Después de hurgar en su armario, se puso unos jeans oscuros que abrazaban su trasero, y
una camisa de algodón con cuello en V negra que hizo que su cabello rubio suelto y ojos
resaltaran. Había dos muy buenas razones por las que quería lucir lo mejor posible en la fiesta de
Tommy y Shea de esta noche, y Shane era uno, por supuesto. El otro iba a darle gran placer, de
una manera completamente diferente.
Esta no era sólo una fiesta incluyendo a los amigos de Tommy, sino también a los amigos
de Shane en el departamento. Bueno, Leslie no era una amiga, pero había logrado conseguir una
invitación de Tonio, el nuevo policía. Pobre chico. Si él no sabía la puntuación aún, lo haría. Esa
mujer había servido a más policías que los de McDonald.
Feliz, Daisy agarró su bolso, las llaves y salió a la carretera. Se estaba deteniendo en casa
de Shane primero para así ir todos juntos. Shane, Drew y ella misma, asistiendo a su primera
fiesta como una especie de familia, y estaba tan nerviosa como emocionada. Desde ese primer
almuerzo donde había visitado a Drew en la escuela, sentía que estaban forjando lentamente
una conexión, aún si él todavía era un poco hosco. Esta noche sería la primera prueba real de su
progreso.
El muchacho no tenía recuerdos de su madre. No podía llenar ese agujero, pero ella podía
ser un mentor. Un fuerte modelo en el rol femenino donde él nunca había tenido uno. Lejos de
ser una carga, lo consideraba un honor. Una oportunidad de hacer una diferencia real, a
diferencia de tantas vidas jóvenes que tocaron la suya y desaparecieron.
Poco tiempo después llegó al lugar de Shane y trotó hacia la puerta. Llamó y esperó hasta
que esta se abrió, y luego prácticamente babeó ante la vista de él.
Llevaba jeans negros y una camisa de manga larga azul que se veía absolutamente
preciosa con su cabello oscuro y ojos grises. La camisa, se extendía sobre su pecho tonificado y
estaba metida en su cinturón, enfatizando su delgada cintura. Sus piernas se extendían al
infinito, y llevaba botas marrones para completar el conjunto.
―¿Paso?
―Mmm. ―Ella dio un paso hacia sus brazos―. Lo suficientemente bueno para comerte.
Lástima que vamos a estar rodeados de gente.
―Oh, podría saber de un lugar al que podemos escaparnos, si quieres jugar. ―Él le dio
una sonrisa salvaje, y ella se estremeció de alegría.
―¿Aislado?
―Mucho. Y si somos sigilosos, nadie lo sabrá jamás.
―Seguro que puedes convencer a una chica para ser traviesa ―dijo, besando su cuello.
Su agarre se apretó en sus caderas.
―Eso trato. Pero solo contigo.
―Jesús, mis ojos están ardiendo ―dijo Drew con su labio curvado mientras entraba a la
habitación―. No me hagan perder el apetito.
Shane la besó en los labios, y luego le disparó a Drew una media sonrisa, haciendo un
obvio intento de aligerar el estado de ánimo del muchacho.
―Ella es mía y yo soy suyo, y planeo mantenerlo de esa manera. Supéralo.
―Lo que sea.
―Chico ―advirtió él.
―Lo siento. ―Pero todos sabían que no lo sentía―. ¿Listos para irse?
Marcharon hacia la camioneta de Shane y entraron, Daisy montando en el medio. En
minutos estaban en su destino, estacionando detrás de varios vehículos que ya estaban allí. La
puerta principal estaba abierta, de modo que pasaron y encontraron que la fiesta acababa de
empezar, la gente riendo y hablando, un grupo de los chicos ya estaba hablando de formar
equipos para el billar.
Tommy los saludó con una amplia sonrisa, abrazando a Daisy y luego dándole a Drew un
golpe de nudillos.
―Hola, muchachón. ¿Adivina lo que compré ayer?
―¿Qué? ―El chico pareció interesado, sabiendo que era probablemente bueno.
―La más nueva versión de Xbox estaba a la venta en Wal-Mart, así que tomé una, junto
con todas las golosinas y un montón de juegos.
―¡Increíble! ―Por su rostro, Tommy pudo haber dicho que había ganado diez millones
de dólares―. ¿Tienes el nuevo Call of Duty?
Shane intervino.
―Drew, ¿crees que ese juego es apropiado?
El muchacho lo miró como si le hubiera enloquecido.
―¿Estás bromeando, verdad? ¡Tú eres el que me compró la primera versión!
Un par de policías de la estación rieron, y uno dijo:
―Te ha atrapado ahí.
―Maldita sea, es verdad ―murmuró Shane―. De acuerdo. Pero mantente alejado de los
que tienen desnudez.
―Sí, señor. ―El chico rebotaba detrás de Tommy como un cachorro.
Shane se agarró el corazón.
―Dios mío. Dijo las palabras y ni siquiera estaba en problemas. El cielo se está cayendo.
―Pueden sorprenderte de vez en cuando ―comentó Austin, tomando un sorbo de su
cerveza.
Tonio Salvatore apareció en ese momento, con Leslie al remolque.
―¿Tienes hijos, Cap?
―No. Nunca fui bendecido con ninguno. Si me disculpan, chicos.
El grupo lo siguió con la mirada, y Tonio frunció el ceño, su hermoso rostro preocupado.
―¿Dije algo malo?
―No te preocupes por eso ―le dijo Shane―. Él no dice mucho sobre el tema de los
niños o su esposa. Mejor no hablar de cualquiera de ellos a su alrededor.
―Es bueno saberlo. Gracias.
Leslie notó la proximidad de Shane a Daisy, de la forma protectora que estaba cerca de
ella, y se burló.
―Parece que eso no es lo único que no deberíamos mencionar alrededor del capitán.
¿Me pregunto qué diría sobre dos de sus detectives favoritos emparejados debajo de sus
narices?
Tonio le lanzó una mirada teñida de disgusto leve.
―Dios mío, Leslie. Si fuera a disciplinar a alguien hubiera sido a ti, hace unos quince
revolcones.
La boca de la mujer cayó abierta mientras varios de los chicos se reían.
―¡Imbécil! Tú ni siquiera has estado aquí tanto tiempo. ¡No sabes una maldita cosa de mí!
―No, pero es un poco como Pie Grande. Todo el mundo ha oído mencionarlo de alguien
que lo ha visto.
Ahora estaban carcajeando, pero Leslie no pareció tomar las burlas en el sentido con el
que se pretendía. Indignada, se marchó por la puerta y la golpeó con fuerza.
―Ahí va tu cita, hermano ―dijo Julian con fingida tristeza―. Rompes el corazón de
nuestra madre al dejar San Antonio para vivir aquí y luego, estás en la ciudad durante solo unas
pocas semanas y ya has hecho enojar a tus compañeros policías.
―Sólo aquellas que quieren entrar en mis pantalones. ―Le guiñó un ojo―. Estoy
siguiendo tus pasos.
Julian había sido el mujeriego de la Estación de Bomberos Cinco antes de que su esposa,
una abogada llamada Grace McKenna, había dejado que la atrapara. Grace resultaba ser también
la hermana de Kat Paxton, la esposa de Six-Pack.
Daisy siempre se sorprendía por el modo en que los grupos tenían vínculos y todo el
mundo era como una gran familia extendida. Se burlaban entre ellos y peleaban, y se
abalanzarían sobre cualquiera que se metiera con uno de ellos. Eran los mejores.
Shane quería jugar al billar, así que Daisy fue y lo miró por un rato, charlando con algunas
de las esposas y novias que habían venido a la fiesta. Era un grupo agradable de mujeres que
sabían cómo divertirse, y la mayoría conocía a Shea y entre sí. Sin embargo, Daisy nunca se sintió
como la mujer en discordia. No podía recordar cuándo se la había pasado tan bien.
Después de un rato, se asomó a la habitación de invitados, donde Tommy había
establecido a Drew para jugar en el Xbox. Entreabrió la puerta y se asomó, y estaba a punto de
irse cuando él la llamó.
―Puedes quedarte si quieres.
Esa declaración vacilante la sorprendió y también la hizo feliz. Esta era la primera vez que
la había invitado a hacerle compañía por su propia voluntad. Lo que sea que dijera después, lo
consideraría una victoria. Entrando, dejó la puerta abierta y se sentó en la cama junto a él,
observando durante unos minutos mientras su personaje saltaba alrededor, atacaba y aniquilaba
al enemigo.
De pronto detuvo el juego.
―Amas a Shane, ¿verdad?
Ella vaciló, sin saber cómo responder sin molestarlo.
―¿Te enfadarías si lo hiciera?
―No. No soy un niño pequeño. Sé cómo funcionan esas cosas.
Lo dudaba, teniendo en cuenta su falta de influencia positiva femenina.
―¿Te molesta que pase tiempo conmigo? ¿Que nos volvamos más cercanos?
―No ―dijo―. Bueno, ya no tanto. Es bueno ver a Shane feliz. Él es cercano a su
hermana, pero tiene que haber más. ¿Verdad?
―Supongo que sí. ―Ella se maravilló de su perspectiva adulta.
―Shane merece una súper novia, y tú estás bastante bien, supongo.
Le habían dado las llaves del reino. De alguna manera sabía que la rebelión se había
detenido con este muchacho, que estaba creciendo demasiado rápido. Que necesitaba mucho.
Que tenía tanto amor para dar. Él podría haber hecho sus vidas miserables, pero en lugar de eso,
estaba tratando de abrazar lo que fueran y podrían ser.
―Gracias. ―Lo abrazó―. Tú también estás bastante bien.
―Oye, ¿quieres jugar?
Ella empezó a decir que no. Pero entonces se dio cuenta que esta invitación era una rama
de olivo más. ¿Cuántas veces había oído la palabra no en su casa? ¿Que su padre estaba
demasiado ocupado? ¿Que tenía invitados que entretener?
―Me encantaría. ―La sonrisa radiante que recibió fue su recompensa por dar
exactamente la respuesta correcta.
Así es como Shane los encontró: gritando y lanzándose insultos el uno al otro sobre quién
iba a ser el siguiente en ser salpicado. Él entró y se dejó caer a su lado, observando.
―¿Cómo va la fiesta? ―le preguntó ella.
―En pleno apogeo. ―Sus ojos se tornaron cálidos―. Pensé en ver si querías ir a dar un
pequeño paseo conmigo.
Ella miró a Drew.
―¿Te importa?
―No, ve. Estoy bien.
―Creo que Tommy mencionó que iba a venir a patearte el trasero en un rato ―bromeó
Shane.
―Puede intentarlo. ¡Soy invencible! ―El chico volvió a jugar.
Shane le tomó la mano.
―Ven conmigo.
Ella se despidió de Drew, y él hizo un gesto sin levantar la vista. Daisy dejó que su novio la
llevara a través de la multitud, y afuera a la cubierta donde estaba en marcha la parrilla. Estaba
cayendo la noche, las estrellas asomándose mientras iban hacia las escaleras de la cubierta y
hacia la parte trasera de la propiedad los Skylers, junto al río.
―El día estuvo bien, pero se está haciendo frío ―notó ella.
―No te preocupes, te mantendré caliente. ―Su sonrisa le dijo que también disfrutaría
mucho al hacerlo.
―¿A dónde vamos?
―Ya verás. No quiero estropear la sorpresa.
―¿Por qué tengo la sensación de que planeaste esto?
―Porque eres una mujer inteligente y me conoces bien. Soy insistente cuando quiero
algo, y no pararé ante nada para conseguirlo.
―¿Y qué es lo que quieres?
―¿Tienes que preguntarlo? ―Deteniéndose, la tomó en sus brazos―. Te quiero a ti.
Su boca tomó la de ella en un beso profundo. No de forma dura y violenta. De forma
lenta y sensual, el tipo de beso que calienta el cuerpo desde la cabeza a los pies. Que enlaza al
corazón y se niega a dejarlo ir. Era más que lujuria, más que deseo. Este era Shane, queriéndola
como un hombre quiere a su mujer, y no sólo para el sexo. Esta era una conexión tan fuerte y
dulce que desafiaba a las palabras.
Cuando él se retiró, le apartó un mechón de cabello del rostro y la miró a los ojos por el
momento más largo de su vida. Como si quisiera llevarla consigo y nunca olvidar ni un solo rasgo
de su cara. Y ella se estremeció al saber que esta noche, este momento, significaba un punto de
inflexión en su relación. Para bien.
Tomándole de la mano de nuevo, la condujo por la orilla, manteniéndose junto a los
árboles. Él la agarró firmemente para que no se tropezase, hasta que por fin llegó a un claro en
los árboles cerca de un tramo desierto del río. Se detuvieron y él señaló.
―Justo ahí abajo, a la orilla del agua, hay una cueva. Es parte de un sistema que pasa a lo
largo de esta parte del condado, cruzándose con el río en varios puntos. Esa cueva en particular
es una donde hace años, algunos excursionistas encontraron los restos de un nativo americano.
Los restos fueron a un museo, pero hay pinturas todavía en las paredes.
Ella esperó, escuchando el canto de los pájaros nocturnos, sabiendo que él tenía más
para decir. Que estaba yendo a alguna parte con la lección. La noche tomó una cualidad
surrealista. Inquietante. Hermosa.
―Pasé mucho tiempo en el río, especialmente al amanecer y al atardecer. ¿Sabías que si
escuchas muy de cerca, puedes oír sus cantos, los golpes de tambor flotando sobre el agua?
Ella se estremeció, pero no por miedo.
―Los he oído, y siempre me hacen sentir tan en paz. También tenían una vida aquí.
Cazaron, lucharon, amaron y murieron. Eran familia. Es por eso que he construido aquí, por esa
sensación de paz y pertenencia; momentos como este cuando siento que soy parte de algo
mucho más grande que yo, y que tal vez en un centenar de años a partir de ahora, alguien más
estará aquí de pie, una pareja tal vez, comenzando sus vidas en un lugar tan especial. Y
preguntándose quién era la gente que estaba aquí antes.
―Sobre nosotros ―dijo ella en voz baja. Comenzó a entender lo que estaba diciendo.
―Este es nuestro lugar ahora, pero solo prestado por un tiempo. Nada dura para
siempre, salvo el recuerdo del amor. La gente va a ir y venir, como lo han hecho desde el
principio del mundo, pero la impresión que dejamos durará para aquellos que quieren parar y
escuchar de verdad.
Enfrentándola, le tomó la cara entre las manos.
―Este lugar es especial para mí, y quería compartirlo con la mujer más especial en mi
mundo. La única mujer que alguna vez querré de nuevo. ―Él respiró profundo mientras que el
corazón de ella se derretía―. Te amo, Daisy. Maldición, te amo tanto. Mi corazón y todo lo que
soy es tuyo. Por favor, créelo.
La besó de nuevo, y la verdad dio vueltas su alrededor. Ella sabía que al final, él era suyo.
Real y verdaderamente de ella.
―No huyas de mí otra vez ―susurró ella―. No puedo soportarlo. No de ti.
―Nunca, cariño. Nunca más.
―Yo también te amo. Lo he hecho por mucho tiempo. ―Las lágrimas corrían por su cara,
y se aferró a él.
―Siento mucho haberte lastimado ―dijo él con voz ronca―. Por favor, di que me
perdonas.
―Te perdono, y te amo. Quiero que estemos juntos.
―Dios, yo también. Ven conmigo. ―Agarrándole de la mano, los llevó al claro. Ahora
podía ver una tienda de campaña, una de gran tamaño escondida, lejos de todos.
―Armaste todo esto para nosotros. ―Más lágrimas fluyeron, éstas felices. Se limpió la
cara.
―Vine aquí más temprano. Traje la tienda de campaña y las sábanas. Los demás no nos
echarán de menos por un tiempo, y vamos a volver antes de que sea muy evidente. Pero no
quería sólo escabullirme contigo, sino crear un recuerdo que podamos compartir siempre.
La llevó dentro y encendió la lámpara que estaba puesta en una caja junto a un montón
de sábanas. Un agradable, cálido resplandor, no demasiado brillante, envolvió la tienda.
―¿Nadie va a vernos?
―Estamos fuera de la vista de todos los presentes, incluso si algún excursionista se
acerca a la oscuridad. Pero dudo que eso suceda.
Ella sonrió.
―¿Estás pensando en aprovecharte de mí?
―Algo mejor: voy a hacer el amor contigo dulcemente. ―La atrajo hacia sí―. Quiero
celebrar que seas mía.
―Y tú eres mío.
―Para siempre.
Se dedicó a cumplir su promesa, tirando de su camisa sobre su cabeza, luego
desabrochando su sujetador y quitándoselo. Estar medio vestida frente a él, con nada más que
la lona separándolos de la noche a su alrededor, la hizo sentir más o menos… libre. Como si
hicieran el amor en la manera que se esperaba en un principio, con nada más que los cielos para
presenciarlo.
Nunca antes había sentido el sexo como una extensión del amor. Ahora entendía la
diferencia, y jamás sería capaz de conformarse con menos de nuevo. Con Shane, tenía fe que la
abrazaría y cuidaría de ella. Y ella le devolvería el gesto.
Él inclinó la cabeza, succionó sus pezones, mordisqueando cada uno con sus dientes,
endureciéndolos hasta volverlos puntos sensibles. Disfrutó de cada uno a su satisfacción,
dejándola arqueándose hacia él. Necesitando más.
―Tan hermosa, mi chica.
Sus zapatos y jeans fueron los siguientes, junto con sus bragas negras de seda, dejándola
desnuda ante él. El calor floreció entre sus muslos mientras ella desabrochaba los botones de la
camisa de él, dejando al descubierto su suave torso a su mirada hambrienta. Corriendo sus
palmas por su pecho y abdomen, se emocionó ante su estremecimiento. Él la deseaba tanto
como ella lo hacía.
Él se quitó las botas, luego ella consiguió desabrochar sus jeans y bajarlos. Su erección se
liberó y él pateó a un lado su ropa, devorándola con la mirada.
Se reunieron con hambrienta lentitud, el calor elevándose en su propia entidad. Una
fuerza viva que los unía, avivaba las llamas en un fuego constante. No el acoplamiento frenético
y lujurioso, sino la pura unión de amor, profundo y verdadero.
La llevó a la cama improvisada y ella encontró que era suave y acogedora. Él había
previsto su confort, pensado en todo. Se cernió sobre ella, besó su vientre. Pero en lugar de
dejarla en su espalda, esta vez suavemente la instó a ponerse sobre su estómago y abrió sus
piernas. Situado entre ellas, lamió su sexo, ávidamente, enviando oleadas de emoción
arrolladora a través de sus terminaciones nerviosas. Partiendo de la tierna carne, se dio un festín
con ella, dándole cada gramo de su atención. Llevándola a la cima.
Pero entonces se levantó y la puso de manos y rodillas. Ella nunca se había sentido tan
expuesta, o tan completamente poseída, de una manera maravillosa. Era suya.
Con dos dedos adentrándose en su sexo, comenzó a bombear en su canal. Le encantó la
forma en que la preparaba, tomándose tanta atención. Ella gimió, moviéndose contra su toque.
―¿Te gusta eso, nena?
―Sí, por favor haz…
―¿Quieres que haga el amor contigo? Eso es lo que estoy haciendo.
―Te necesito dentro de mí ―suplicó.
―Siempre voy a estar dentro de ti ―susurró él, colocándose un condón sobre su
miembro―. Siempre.
Y entonces estaba empujando su extensa longitud en su interior, estirándola por
completo. Nunca había sentido algo tan increíble como Shane amándola con toda su alma.
Agarrando sus caderas, empujó profundamente, moviéndose tan lentamente al principio.
Volviéndola loca con el fuego lamiendo su vientre, su sexo. Luego se echó hacia atrás, llevándola
con él de modo que su espalda se presionara contra su pecho y vientre, su miembro todavía
enterrado en su interior.
Ella jadeó de placer. Nunca había hecho el amor en una posición tan decadente. Tan
íntima, cada centímetro posible de piel tocándose, su amante rodeándola. En los brazos de este
hombre, se sentía más alto en las nubes de lo que jamás había estado. Nunca antes había
sentido nada como esto, él con su pene enterrado en lo profundo de su interior.
Debido a que la amaba. Y ella lo amaba a él.
Empezó a moverse, empujando hacia arriba en su apretada vaina. Sosteniéndola cerca de
su corazón, él la amó como ningún hombre lo había hecho, ni nunca lo haría de nuevo.
Manteniéndola a salvo y protegida.
Su Shane. Su amor.
La marea comenzó a salirse de control y ella gritó, su sexo envolviéndolo mientras su
orgasmo la sacudía hasta la médula. Él la siguió rápidamente, disparando su liberación
profundamente en ella, calentando su núcleo, la fibra de su ser.
Por cuánto tiempo permanecieron abrazados, ella no lo sabía. Pero escuchó sus
declaraciones entrecortadas de amor, se deleitó con sus besos en el cuello y hombro.
Permanecieron así incluso después de que él se había recuperado, regodeándose del momento.
―Debemos volver ―dijo ella a regañadientes―. Estoy segura de que están comiendo
hamburguesas para ahora, y son plenamente conscientes de que nuestra caminata duró mucho
más tiempo que un simple paseo.
Él se rio entre dientes.
―Maldita sea, tienes razón. Pero a lo mejor Drew todavía está enfrascado en el Xbox y
no se ha dado cuenta.
Ella se dio la vuelta e hizo una mueca.
―No menciones a nuestro chico mientras estamos desnudos de este modo.
―Lo siento. ―De repente, la apretó con fuerza―. Dijiste nuestro chico.
―Bueno, lo es. Lo amo, Shane ―dijo con honestidad, moviéndose de su regazo para
enfrentarlo―. Es un buen niño, y va a crecer para convertirse en un increíble hombre gracias a ti
y Tommy.
―También Brad. Y tú. Me he dado cuenta de la forma en que ustedes dos están
empezando a unirse.
Ella sonrió.
―Así es, y creo que las cosas van a empezar a ser mejor para él. Para todos nosotros.
―Creo que tienes razón, dulzura.
Acercándose a la caja sosteniendo la lámpara, levantó un pequeño paquete de toallitas
húmedas y una toalla de mano. Comenzó a limpiarla, luego a sí mismo, haciéndolo como si fuera
la tarea más preciada en el mundo. Había pensado en todo.
A medida que se vestían, ella lamentó tener que irse. Deseó poder quedarse toda la
noche ahí sin que nadie entrara en pánico o se preguntara a dónde habían ido. Como si leyera su
mente, él sonrió.
―Volveremos. Te lo prometo.
―Voy a hacerte cumplir eso.
―Espero que lo hagas ―dijo y le guiñó un ojo.
Apagó la lámpara y encendió una linterna que había guardado junto a él. Cuando
empezaron a caminar de nuevo a través de la oscuridad, sostuvo con fuerza la mano de Shane,
aunque él no la dejaría caer.
Confiaba en eso ahora. Confiaba en Shane.
Ahora que había encontrado el amor, nadie jamás le quitaría eso.

Carl se paseaba por la sala de estar, gritando en el teléfono a Irvin.


―¡Sí, aún mantengo nuestra reunión, maldito tonto! Tenemos aún más de que hablar,
¿no?
―¡Vamos, Carl! No es mi culpa que los policías se presentaran la otra noche. No tengo ni
idea de cómo se enteraron de las drogas, a menos que uno de esos idiotas decidiera decirles
―insistió el hombre―. Estuvieron inspeccionando el producto justo antes de que llegara la
caballería. ¿No crees que eso es sospechoso?
―Todo el mundo, incluso tú, es sospechoso cuando se trata de errores como este. Tú
eres el que comenzó a cuestionar el producto para empezar, así que te sugiero que pongas tu
cabeza en el juego y empieza a observar tu maldito entorno. No tengo paciencia para mierdas
como éstas, y te vas a encontrar sin trabajo antes de que lo sepas.
Queriendo decir ser despedido, sacado, de forma permanente. Ambos lo sabían.
―¡Lo siento! Seré más cuidadoso a partir de ahora. Pero tenemos que discutir las cosas, y
lo sabes. La fórmula es defectuosa, nada cerca del éxito, pero podría serlo si solo…
―¿Qué, quieres algo seguro? ―resopló―. Eso no va a suceder. Sólo eres un científico
fracasado con una hoja de antecedentes penales. Podrías inventar la cura para el cáncer y a
nadie le importaría ni una mierda.
Silencio. Entonces:
―Vete a la mierda, Carl. Sé lo que tenemos aquí y que tiene un potencial real. Ya sea en el
mercado negro o no, podríamos ir de forma global con esto. Hay países rogando drogas como
estas, ni de cerca a leyes antidrogas tan duras como en los Estados, o que no se hacen cumplir.
Qué se jodan los miles por pastillas… podríamos estar ganando millones.
Era un pensamiento que de forma garantizada haría que incluso Carl se sentara y tomara
nota. Pero ellos no tenían la mano de obra para difundirse así de amplio sin vincularse con
algunas personas muy peligrosas. Hombres tan poderosos que incluso Carl se estremecía ante la
idea de hacer negocios con ellos. No, en esa situación, Carl sería de nuevo el eslabón más bajo. El
don nadie.
Eso no iba a suceder.
―Voy a pensar en ello ―mintió.
Colgaron, y Carl supo que el destino del hombre estaba sellado. Él pondría la fórmula en
las manos de alguien que haría lo que condenadamente le dijeran que haga y no soñando con
estrellas.
Las estrellas caían, así como los soñadores.
Solo el más despiadado sobrevivía. Y Carl no era nada más que un sobreviviente.
Traducido por Apolineah17,
Gemma.Santolaria y Selene1987

—O
tro día de mierda en Hicksville High.
Inclinándose contra un árbol en el parque cerca del campus,
Drew le dio una calada al cigarrillo que Ty le había dado. Odiaba el
sabor, pero le hacía sentir bien hacer aunque fuera una pequeña
cosa que no debería. Como si tuviera algún tipo de control sobre su vida, incluso cuando no lo
tenía.
―No tiene que serlo. ―Ty le dio una sonrisa.
―Hombre, no puedo faltar de nuevo. Ya he metido suficiente la pata con Shane como
estamos.
―Qué se joda. Es un jodido mandó…
―No hables así de él ―espetó Drew―. Cuida bien de mí, y me quiere. Lo cual es más de
lo que puedes decir de tu viejo. ¡Y tú fuiste el único que dijo que deseabas que tu padre fuera
más como él! ―A pesar de que todavía no había conocido a Carl, sabía todo eso por Ty.
Pensamientos de su propio papá, muerto y sepultado, golpearon fuerte a Drew. Eso
ocurría mucho, y no podía dejar de pensar que si hubiera sido un mejor hijo, su padre aún estaría
vivo. Náuseas se revolvieron sus entrañas.
El comentario cruel del que casi se había olvidado dio en el blanco, y Ty hizo una mueca.
―Eso es cierto. Tendré diecisiete en tres semanas, y él ni siquiera pondrá frente a mí el
dinero para comprar un pedazo de mierda averiado. ¡Y no puedo conseguir lo que pasa por un
trabajo lame-culo en esta ciudad sin un auto! Estoy jodido de cualquier manera.
―¿Cómo se puede permitir cosas bonitas como el Escalade, de todos modos? ¿Qué
diablos hace todo el día?
―No lo sé, pero sea lo que sea, quiero entrar en la acción. ―Ty entrecerró sus oscuros
ojos―. Creo que es tiempo de que lo averigüemos.
―¿Nosotros?
―Claro. Será una aventura ―sugirió astutamente―. Entonces, cuando lo atrapemos,
tendrán que meternos en la acción.
―Dudo que quiera ser parte de lo que se trae entre manos. Pero no me importaría saber,
sólo por diversión. ―Pensó en las sospechas de Shane sobre Carl y Johnson. El extraño olor que
había sentido persistente en el granero vacío de Johnson mientras pintaban afuera.
¿Y si podía ayudar a compensar los problemas que le había ocasionado a Shane?
―Entonces, ¿qué estamos esperando? Vamos a jugar al detective. ―Sonrió―. Tal vez
eso te hará ganar algunos puntos con tu policía.
―No, a menos que tu plan sea decirle lo que está pasando.
―Depende de si mi viejo coopera. No le vas a decir nada a Shane, ¿verdad?
―No ―mintió. Si veía a Carl haciendo algo ilegal, haría exactamente eso. Incluso si se
metía en más problemas por faltar a la escuela―. Simplemente tengo curiosidad. Además, no
iría si tú no lo hubieras pedido.
―Bien. Ahora todo lo que necesitamos es un aventón.
―¿A dónde?
―Al lugar de Johnson, para empezar. Papá ha estado pasando mucho tiempo con ese
imbécil.
Drew gimió.
―Estás decidido a conseguir que ese psicópata nos dispare, ¿verdad? La última cosa que
quiero hacer es estar a menos de un kilómetro de él nunca más.
―No vamos a hacer nada más que vigilar, lo prometo. Él no nos verá.
―¿Como se suponía que no nos vería antes?
―Eso fue diferente. Esta vez permaneceremos escondidos, y si mi papá no aparece,
exploraremos la zona de alrededor.
―Entonces, ¿de quién vamos a conseguir este aventón?
―Lo tengo cubierto.
Ty caminó hacia el edificio de la escuela y Drew lo siguió, pensando que tenía que dejar de
arrastrarse a donde sea que su amigo lo llevara, como una estúpida vaca. Si encontraba algo útil
para informarle a Shane, lo haría, algo así como un favor al hombre que había tratado como
mierda durante las últimas semanas. Si no, empezaría a distanciarse de Ty. El chico era un poco
extraño, tomaba demasiados riesgos que ponían incómodo a Drew.
―¡Hola, Alan!
Drew corrió para alcanzar a Ty.
―¿Estás loco? ―dijo entre dientes―. ¿Le estás pidiendo a ese imbécil un aventón?
―Relájate. Es un imbécil con auto, y uno que disfruta romper las reglas. Él participará.
El atleta detuvo su caminata hacia el edificio para arquear una ceja ante su acercamiento.
―Si son nuestros criminales residentes en formación. ¿Qué quieren?
―Necesitamos un aventón a Ferris Road ―dijo Ty―. Como, ahora mismo.
Eso les valió una sonrisa.
―Saltándose clases, ¿eh? ¿Qué te hace pensar que los ayudaré?
―Porque puedo pagarte con marihuana, por eso.
¿Marihuana? Mierda. Definitivamente tenía que librarse de Ty como amigo.
―No me van las drogas, pedazo de mierda. Pero no tengo nada que hacer en el primer
período, así que claro. ¿Por qué no? ―Alan se dirigió a su auto, un viejo Camaro con el que
siempre estaba jugueteando.
Drew no pudo evitar admirarlo en voz alta.
―Bonito auto.
El chico le lanzó una mirada de sorpresa.
―Gracias. Ahorré por dos años para comprarlo, y trabajo en él cuando puedo.
―¿Tienes trabajo?
―En H.G. Hill, sobre la principal ―dijo, refiriéndose a la tienda local de comestibles―.
¿Por qué? ¿Eso te sorprende?
―Sólo preguntaba. ―¿Quién sabía que el atleta sarcástico fuera tan trabajador? En
realidad, lo sorprendió un poco. Casi tanto como la actitud tranquila del deportista hacia él.
No hablaron mucho de camino a Ferris Road. Cuando Alan giró en la carretera, se detuvo.
―Aquí tienen. No consiguieron un aventón de mi parte, estúpidos.
Ty salió primero. Drew estaba a punto de seguirlo cuando Alan agarró su muñeca para
detenerlo. Drew le dio una mirada interrogante, y el otro chico bajó la voz.
―Deshazte de esa pequeña mierda antes de que él termine involucrándote en una
mierda más grande de la que puedes salirte.
―¿Qué te importa? Pensé que me odiabas a muerte.
―No. Sólo tenía esta idea de quien pensé que serías ―admitió―. Un malcriado mocoso
rico que se pavoneaba alrededor actuando como si fueras mejor que todos los demás. Después
te invité a sentarte con nosotros ese día, y lanzaste mi rama de olivo en mi cara.
Drew se sonrojó.
―Lamento eso. Tenía un montón de mierda pasando en mi cabeza.
―Me di cuenta de eso, después de que pensé en ello. Estaba equivocado sobre ti y no
estoy orgulloso de ello. Al igual que tú te equivocas si piensas que Ty Eastlake es tu amigo. Él
sólo significa problemas, y también su papá. Piensa en ello.
―Lo haré. Gracias.
El atleta le lanzó una sonrisa y él se la devolvió. Drew bajó del auto, reflexionando sobre
ello. Alan, el chico que fue un imbécil con él en su primer día, en realidad podría ser un mucho
mejor amigo. Raro.
―¿De qué estaban hablando? ―preguntó Ty con recelo, observando a Alan girar en el
auto y dirigirse nuevamente hacia la ciudad.
―Nada. Sólo estaba diciéndome alguna mierda sobre ser un malcriado niño rico. ―No se
sintió mal por mentir y, afortunadamente, Ty lo creyó.
―Eres un malcriado niño rico. De hecho, podrías comprarnos a ambos un conjunto de
ruedas y eso ni siquiera haría mella en tu dinero.
Trató de hacerlo sonar como una broma, pero Drew sabía que no lo era. En ese mismo
momento, entendió por qué Ty se la pasaba con él: por el dinero. Quería aprovecharse, y todo
este tiempo había estado ganándose a Drew, consiguiendo hundir sus anzuelos más y más
profundo, fingiendo ser su amigo. Tal vez incluso esperaba que Drew los financiaría a él y a su
padre en cualquier plan que el hombre tuviera.
Ahora se sentía herido. Debería caminar de regreso a la ciudad, pero realmente quería ver
qué estaba pasando con el papá de Ty y Johnson. Si pudiera ayudar a Shane con este caso,
podría aliviar enormemente la culpa que sentía por lo mal que había tratado al hombre.
Por no hablar de aliviar la agonía en su pecho por lo que le había sucedido a su propio
padre. La culpa por cómo podría haberlo impedido al decirle a alguien lo que sabía. El dolor
nunca lo abandonaría, pero tal vez podría compensar todo.
Así que siguió a Ty, una vez más, por lo que juró era la última vez.

El teléfono celular de Shane sonó a las 10:15 a.m. Estaba leyendo cuidadosamente las
notas del caso, apenas en su segunda taza de café, y se quejó ante la intrusión. Si no recibiera
llamadas cada diez minutos, podría lograr terminar algo del trabajo.
Revisando la pantalla, vio un número que no reconoció. En su línea de trabajo, eso era
molesto pero no inusual, así que respondió.
―¿Hola?
―Hola, habla Marylyn Estes, soy la secretaria de admisiones de la Secundaria Sugarland.
¿Puedo hablar con Shane Ford?
―Ese soy yo, señora Estes. ¿Cómo puedo ayudarle?
―Señor Ford, estoy llamando para comprobar las ausencias de Drew en la escuela ―dijo
ella con voz preocupada.
Un escalofrío lo recorrió.
―¿Sus qué?
―Sus ausencias. Ha faltado al primer período cuatro veces y al séptimo período seis
veces, la mayor parte de ellas en los mismos días. También ha tenido retardos excesivos en el
período después del almuerzo. Sé que ha entregado notas escritas suyas excusándolo, pero…
―No, no le he escrito a Drew ni una sola nota excusándolo por ninguna ausencia en
horario escolar. Si ha entregado las notas a la escuela, son falsificaciones. No tenía idea de que
estaba faltando.
¡Mierda! Lo juro por Dios…
―Eso era lo que nos temíamos ―dijo con un suspiro―. Sólo quería averiguar si las
ausencias eran legítimas. Nadie pensó demasiado en ellas al principio debido a la terrible
tragedia por la que ha pasado, además es un chico tan educado y siempre regresó con una nota.
Pero cuando continuaron y no se presentó hoy, decidimos comprobar y hacerlo consciente de lo
que estaba pasando.
―¿Él no está allí ahora?
―No. Y sus calificaciones están sufriendo porque no ha estado entregando el trabajo que
se ha perdido.
¿Qué diablos está pensando ese chico?
―Oh, créame, entregará esos trabajos ―dijo Shane, echando humo―.
Independientemente de si los profesores le permitirán créditos tardíos por ellos. Y será
castigado en casa por faltar a clases y falsificar mi nombre.
―No me gusta que Drew esté en problemas, porque realmente es un joven tan
agradable que simplemente se encuentra perdido en este momento ―dijo ella con sinceridad―.
Pero estoy de acuerdo en que está a las alturas en que necesita de intervención. Apreciamos su
apoyo, señor Ford.
―¿Cree que la terapia ayudaría? Lo he sugerido y él no quería ir, pero estoy pensando
que he cometido un error al no insistir.
―Legalmente, no puedo decirle que busque asesoramiento profesional para él. Pero si
fuera mi hijo… ―Lo dejó en el aire.
―Gracias, señora Estes. Estaré evaluándolo.
―De nada. Sus profesores del primer, cuarto y séptimo período se pondrán en contacto
con usted. ¿Hay algo más que pueda responder por usted?
―No por el momento, pero le agradezco la llamada.
Después de colgar, Shane se desplomó en su escritorio. Ahí fue donde Daisy lo encontró
algunos minutos más tarde.
―¿Qué pasa? ―preguntó, sentándose en una silla a su lado.
―Drew ha estado faltando a la escuela casi tan frecuentemente como se cambia de ropa
interior, y ha estado falsificando mi nombre en las notas de ausencia. De hecho, no está allá
ahora mismo, es por eso que me llamaron.
―Oh, no. ¿Qué vamos a hacer?
Él parpadeó hacia ella.
―¿Vamos? ¿Nosotros?
―También pienso en él como si fuera mío ―dijo con una suave sonrisa―. Lo quiero
como a su nuevo padre, así que por supuesto que es un nosotros.
Él le dedicó una sonrisa.
―No sabes lo bien que me hace sentir eso. Drew y yo somos afortunados de tenerte,
cariño.
―Me gustaría poder besarte, pero eso podría causar un gran revuelo.
―No tanto como piensas, ya que estoy bastante seguro de que Taylor y Chris han
logrado extender nuestra situación a todos los que no estaban en la fiesta o que no lo sabían.
―Leslie estaba menos que feliz, pero sabiamente se abstuvo de decirlo.
―Aun así. No sabemos lo que va a pasar con nuestros trabajos desde que rompimos la
regla de No Salir con Otros Policías.
―Sí, pero pueden despedirme si quieren. Soy rico, ¿recuerdas? ―le dio una débil sonrisa.
―Te podrías marchitar y morir dentro de un año sin trabajar de detective, y lo sabes.
Pero no te preocupes; no llegará a eso. Renunciaría primero.
Y por supuesto que lo haría. Pero él no se lo permitiría, así que tenían que pensar algo.
―¿Qué vas a hacer respecto a Drew?
―Me voy a casa a esperar que aparezca. Entonces voy a patearle el culo, y tener una
larga charla con él haciéndole más que escuchar. Voy a asumir el control al llevarlo y recoger de
la escuela, y me voy a sentar en cada una de sus malditas clases con él si tengo que hacerlo.
Luego va a tener un período de terapia. Sé que siempre piensas que estoy siendo demasiado
duro con él, pero…
―No, no lo hago. Creo que estás haciendo exactamente lo correcto.
―¿En serio?
―Sí. Creo que soy demasiado suave, y siempre doy la cara por él cuando necesita una
mano firme. Me comprometo a apoyarte más a partir de ahora.
Él no creía que pudiera amarla más.
―No creo que seas demasiado suave. Él necesita ese uno-a-uno contigo, pero aprecio
que me respaldes. Si vamos a hacer esta cosa de familia, tenemos que presentar un frente
unido.
―Estoy de acuerdo.
Robó un beso rápido, de todos modos, ganando algunos comentarios bonachones de su
alrededor. Levantándose, se puso su chaqueta sobre su funda.
―Te llamaré más tarde.
―Por favor hazlo. Quiero saber que él está en casa a salvo.
―¿Cena en mi casa?
―Suena bien, pero yo cocinaré. Tengo la sensación que mis hombres necesitarán un
poco de cuidados entonces.
―Tengo la sensación que estás en lo correcto.
Poco tiempo después, no estaba sorprendido de llegar a una casa vacía. Paseando de ida
y vuelta, se preparó para una larga espera.

―Nada está pasando ―dijo Drew. Ni siquiera una cortina se movía en el lugar de
Johnson―. Es obvio que él no está en casa. ¿Por qué no nos dirigimos de nuevo a la ciudad?
―Tengo una idea mejor. Hay una vieja destilería ilegal no muy lejos de aquí, en las
colinas. También hay una cabaña, a unos metros de ella, donde los viejos solían vivir mientras
hacían su aguardiente.
―No sé…
―¡El sitio es tan genial! Piensa en ello como en una lección de historia ―dijo Ty―.
Apuesto a que nunca has visto nada igual, y siempre hay cosas viejas por ahí.
―¿Qué, como aguardiente real?
―No, estúpido. Todo eso ya se ha ido. Pero hay jarras y algunos equipos viejos. Una vez
me encontré con un gran cuchillo y un botón de una chaqueta Confederada en el suelo.
―Eso es fantástico. ―Tenía que admitir que sonaba interesante―. He oído hablar de
gente encontrando artefactos de la Guerra Civil en toda esta parte de Tennessee, pero nunca he
encontrado alguno por mí mismo.
―Entonces, vamos. No es como si pudiéramos llegar a tiempo para la escuela, de todos
modos.
Él accedió con cierto temor, pero Ty tenía razón. No lograrían volver a la escuela, y de
cualquier forma, esta era la última vez que estaba haciendo esto. Bien podría ver si podía
encontrar algo interesante, dado que el lugar de Johnson había sido un fracaso. Todavía estaba
decepcionado por eso. Había querido enorgullecer a Shane.
La caminata fue más larga de lo que esperaba, pero ya que estaba en la dirección general
hacia la ciudad en lugar de hacia las afueras, el camino hacia a casa desde la destilería no tomaría
tanto tiempo. Justo cuando estaba a punto de acusar a Ty de inventárselo, el lugar quedó a la
vista.
La destilería estaba en un bosquecillo de árboles y casi cubierta de maleza. Drew no
estaba seguro de cómo funcionó alguna vez con exactitud, excepto que había un montón de
cosas en forma de barril, bandejas donde el líquido debía correr, y una boca por donde el
producto terminado, finalmente, salía para ser embotellado.
―Increíble ―dijo, echando un vistazo al montaje. Era como entrar en otro mundo―. No
puedo imaginarme vivir aquí, trabajando día tras día haciendo alcohol ilegal por dinero para
sobrevivir. He leído que era toda una subcultura que fue aceptada entre la gente de la montaña.
―Sigue siéndolo, en algunos lugares. Vi un especial sobre esto en la tele. Los grupos son
tan fuertes, unidos y peligrosos, que incluso el FBI y la DEA no pueden llegar a cerrarlos.
―Me imagino que ahora es con mucha más alta tecnología que esto.
―Por supuesto.
Pasearon un poco alrededor, hurgando entre los restos. No había mucho allí a modo de
recuerdo, así que con el tiempo siguieron adelante, deambulando en dirección a la cabaña que
Ty mencionó. Ambos se mantuvieron atentos de las puntas de flechas que abundaban por todo
el lugar, si tenías un ojo sagaz y sabías qué buscar. Aunque, Drew no tenía mucha práctica, y no
encontró nada. Pero tampoco Ty.
Ambos se olvidaron por completo de explorar cuando alcanzaron la última colina y
encontraron la cabaña. Porque no estaba vacía, tres autos estaban estacionados al azar por el
alrededor. No parecía haber nadie afuera, lo que significaba que estaban dentro.
―Quédate abajo ―dijo Ty, tirando de él detrás los árboles.
―¿No es la camioneta de tu papá? ―Miró la Escalade negra, una terrible tentación de
querer salir corriendo de allí empezaba a golpear sus nervios.
―Sí. Y esa es la camioneta de Johnson. ―Ty señaló un viejo Chevy rojo―. No sé a quién
pertenece el tercero.
―Yo tampoco. Ty, vámonos. Cualquier cosa que estén haciendo, no necesitamos saberlo.
―Demasiado para ser un héroe.
―¡Al diablo eso! Esta es mi oportunidad de entrar en lo que sea en que mi viejo está. Tú
no tienes que preocuparte de dónde viene tu próximo centavo, pero el resto de nosotros
tenemos que sobrevivir. ―El chico prácticamente resopló la última frase―. Márchate si quieres,
cobarde.
Drew vaciló. Realmente, en serio, quería salir corriendo. Pero a decir verdad, no podía irse
sin saber que Ty estaba a salvo. Incluso si el tipo fuera un idiota.
―Iré contigo para mirar, pero entonces nos iremos como fantasmas de aquí. ¿Está bien?
Y cuando enfrentes a tu papá, yo nunca estuve aquí.
El otro muchacho lo pensó.
―Trato.
Hay momentos en la vida de un hombre, había oído, cuando debería escuchar muy de
cerca a la pequeña voz en su cabeza que grita: ¡Estás a punto de hacer algo real y jodidamente
estúpido! De un modo u otro, Shane había estado tratando de taladrar este mismo mensaje en
su grueso cráneo durante semanas. Pero a veces, un hombre tiene que hacer ese terrible y final
error antes de que el mensaje realmente te golpee para siempre.
A medida que se arrastraban hacia delante, y Drew escuchó la viciosa discusión que tenía
lugar en el interior, tuvo la sensación de que se trataba de su error final.
Ty se agachó detrás de la Escalade y le indicó a Drew seguirlo. Apretando los dientes,
Drew corrió de su árbol hacia su amigo agachado. Ty señaló el lado de la cabaña hacia la
ventana, indicando su destino.
―No, ¡nos van a ver! Esto es lo suficientemente cerca.
―Tenemos que escuchar lo que está pasando y ver quién es la tercera persona.
―Tú tienes que, no yo.
El chico fue, de todos modos, y Drew maldijo en silencio. El imbécil iba a conseguir que
los mataran. Pero si él podía aportar algo a Shane después de todo…
Se puso en movimiento y se puso en cuclillas debajo de la ventana junto a Ty. Las voces
se podían escuchar bastante claras desde aquí, y no había muchas dudas sobre qué iba el
alboroto.
―Les diré a ambos la misma cosa que Holstead te dijo ―gritó un hombre―. Esta mierda
es totalmente inestable. ¡No podemos comercializar con éxito un producto y mantenerlo por
debajo del radar cuando comienza a matar a nuestros clientes de derecha a izquierda! Tenemos
que perfeccionar la fórmula si queremos establecer un negocio a largo plazo.
―Ese no es Johnson ―susurró Drew.
―Ni tampoco mi padre.
Así que éste era el tercer hombre, el desconocido.
Otro hombre respondió con enojo:
―¡A la mierda el largo plazo! Estamos haciendo toneladas de dinero ahora. ¿Y qué si unos
cuantos deportistas mimados y ricos son lo suficientemente tontos como para tomar la cosa y
caer muertos? Ellos merecen exactamente lo que reciben. ―Ese no fue Johnson, por lo que
debía ser Carl Eastlake.
Y su voz sonó demasiado malditamente familiar. Entonces lo que Carl dijo golpeó a Drew,
y se sintió mareado. Una terrible verdad se estaba formando en su mente, pero tenía que
saberlo a ciencia cierta.
Mientras los dos hombres continuaban la lucha verbal, Drew se arriesgó. Levantó la
cabeza para mirar por encima de la cornisa y por la ventana. Junto a él, Ty hizo lo mismo.
Johnson estaba de pie a un lado, simplemente viendo el acalorado debate. Sin embargo,
fue la visión de Carl Eastlake lo que arraigó a Drew al suelo en un fascinado horror.
Oh, Dios mío. Dios, no. Este hombre, el padre de Ty, Carl fue quien…
Justo en ese momento, Carl se cansó de discutir. De repente, sacó una gran pistola de la
cintura de su pantalón y apuntó a la frente del tercer hombre.
―Supongo que no aprendiste tu lección de Holstead cuando decidió ser la rueda que
rechina. Esta conversación terminó.
Un estallido, el arma sacudiéndose en la mano de Carl, y una mancha roja floreció justo
entre los ojos del hombre. Sangre y sesos salpicaron toda la mesa detrás de la víctima, y Johnson
simplemente se movió del camino mientras su compañero caía al suelo.
―¡Mierda, mierda! ―Drew se tambaleó hacia atrás, incapaz de apartar la mirada
horrorizada.
―¡Maldición! ―gritó Ty, poniéndose de pie.
Lo que inmediatamente llamó la atención de Carl, su mirada asesina fijada en los dos
muchachos en la ventana.
―¡Ty! ―gritó―. Mete tu culo escuálido aquí, muchacho.
Ty corrió en dirección a los bosques, sin siquiera detenerse para ver si Drew estaba detrás
de él. Drew le pisaba los talones, corriendo más rápido que nunca en su vida. Estaba convencido
que sentiría una bala desgarrando su cuerpo en cualquier momento, poniendo fin a su vida tan
rápido como la del hombre en la cabaña. Era eso, o su corazón explotaría de puro terror y caería
como una piedra. Tan muerto como su padre.
Su padre, a quien Carl había matado con sus drogas y bonitas promesas a una estrella de
NFL envejecido. De jugar más fuerte. Recuperar su ventaja sobre los chicos que eran más
jóvenes y más rápidos.
Corrieron por el bosque, tomando el camino más directo hacia la ciudad. Drew no estaba
seguro de cuánto tiempo habían estado corriendo, pero sus costados estaban doliendo y sus
pulmones ardiendo como si se hubiera tragado un carbón ardiente en el momento en que
pararon en el estacionamiento detrás de Hardee.
―Él va a matarme ―jadeó Drew entre respiraciones, apoyando las manos en sus
temblorosas rodillas.
―No lo hará. ―Ty también estaba luchando por respirar―. No le diré quién eres. Lo juro.
―Pero él me reconoció.
―¿Qué quieres decir? ¿De dónde?
―La casa de mi padre. El cabrón le vendió drogas a mi papá.
―¡Mierda! Bueno, mira, no lo delataste por eso. Lo convenceré que no dirás nada sobre
esto.
―¡Soy un jodido testigo de asesinato!
―Maldición, hombre, déjame pensar ―dijo Ty con los dientes apretados, recorriendo sus
manos por su cabello―. Bien, éste es el trato. No puedes decirlo, porque sabías que tu padre
estaba con las drogas y no hiciste nada al respecto… eras como un accesorio.
Drew se retorció de dolor.
―Es mi culpa. Sospechaba qué estaba pasando, pero nunca se lo conté a nadie, ni
siquiera a Shane.
Ty respiró varias veces más.
―Se lo explicaré al viejo, y lo dejará correr.
―Está bien. ―Drew no estaba tan seguro. Eso no sonaba bien. Pero su mente era un
completo caos y no podía pensar ahora mismo. El dolor amenazaba con salir y ahogarle. Tragarle
completamente―. Tengo que ir a casa.
―Te llamaré más tarde. Ten tu teléfono a mano.
―Claro.
Se dio la vuelta y se marchó. Caminó una eternidad con piernas temblorosas, la imagen
de su padre, muerto en el suelo de su oficina, mezclándose con el recuerdo de Carl disparando al
hombre entre los ojos. Demasiada muerte y destrucción.
Por dinero. Por ego.
Drew podría haber hablado con su padre. Podría haberle ayudado. Debería haberlo
hecho.
Pero no lo hizo.
Esos pensamientos agonizantes perseguían su cerebro atormentado una y otra vez.
Apretándolo fuertemente hasta que ya no podía ni pensar.
Nunca podía decir ni una palabra. Nunca. No podía enfrentarse a lo que había hecho.
Había dejado morir a su propio padre.

Shane caminó de un lado a otro hasta que ya no pudo más. Entonces se sentó en el sofá y
cambió canales hasta que se abrió la puerta principal.
Daisy entró, mirando alrededor.
―¿Aún no ha llegado a casa?
―No. Lo he llamado al teléfono una docena de veces, pero ha debido haberlo apagado.
Ella fue a sentarse a su lado, envolviendo los brazos a su alrededor.
―Llegará pronto a casa. Mientras tanto, ¿puedo traerte una cerveza?
Él lo pensó.
―Sólo una. Quiero estar lúcido cuando llegue a casa. Después de que hablemos él y yo,
pensaremos de nuevo en eso.
Derritiéndose contra ella, la besó larga y apasionadamente, entregándose a su necesidad
de tocarla. De acercarla. Ella lo curaba simplemente al estar cerca, y no podía tener suficiente.
Deslizando una mano tras su cabeza, agarró la coleta y la deshizo, liberando su cabello. Le
gustaba suelto.
―Así. Mucho mejor.
Ella sonrió.
―Déjame ir por esa cerveza, luego me cambiaré y empezaremos a cenar. ¿Algo que
quieras en especial?
―¿Además de a ti? Déjame pensar… no.
―Encantador.
―¿Significa eso que tendré suerte entonces?
Ella guiñó un ojo.
―Quizás.
La vio marcharse, el humor le había cambiado un poco. Le encantaba tenerla aquí, le
encantaba que hubiera traído algunas de sus cosas aunque aún vivieran separados, por el
bienestar de Drew.
Drew estaba más receptivo, tras la barbacoa en casa de Tommy y Shea. Si podían guiar al
chico al camino correcto, las cosas les irían bien como familia.
Daisy regresó, entregándole la cerveza, y se marchó. Le dio las gracias mientras ella se iba
y le dio un sorbo a su cerveza, cerrando los ojos, a medida que escuchaba sonidos placenteros
en la cocina. Le llegó un buen olor cuando al fin se abrió la puerta.
Al otro lado de la sala, vio a Drew entrar en el vestíbulo y quedarse de pie solo mirándolo
fijamente. Shane dejó su cerveza casi vacía en la mesa y se puso de pie.
―Tenemos que hablar.
El chico se movió, el bajón de su postura le decía a Shane que sabía que había sido
atrapado. No dijo nada, sólo esperó. Shane se dio cuenta que su cara estaba tan pálida que
parecía que había estado resfriado durante una semana. Sin duda no parecía como un jovencito
que disfrutara con faltar de clases.
―¿Dónde está tu mochila?
Sus ojos se abrieron como si no hubiera pensado en ella en todo el día.
―No estoy seguro. Creo que la dejé en el auto de un amigo.
―¿Crees? ¿Qué amigo?
―Alan.
―Muy bien. Se la pedirás mañana. ―Hizo una pausa, dejando que el chico se pusiera
nervioso―. Han llamado hoy de la escuela. ¿Alguna idea de lo que tenían que decir?
Metiendo las manos en los bolsillos, Drew asintió.
―Te han hablado de mí.
―¿Qué pasa contigo? ―Estaba determinado a que el chico dijera lo que había hecho.
―H-he faltado a la escuela.
―No sólo una vez.
―Unas cuantas veces ―farfulló. Entonces hizo lo más extraño del mundo, caminó hacia
la ventana y lentamente, apartó las cortinas. Miró hacia fuera. Se quedó quieto.
Shane frunció el ceño.
―¿Qué estás haciendo?
Drew dio un salto hacia atrás como si se hubiera sorprendido por la voz de Shane.
―Lo siento.
―¿Por qué tu mano está temblando? ―Frunció más el ceño―. ¿Qué has estado haciendo
todo el día?
―Sólo paseando por la ciudad, saliendo con Ty. Nada especial.
Ty. Ese nombre le hizo estremecerse.
―¿Haciendo qué? ¿Fumando hierba?
―¡No! Jamás usaría drogas después… ―El chico se detuvo, las lágrimas derramándose
de sus ojos―. No lo haría.
Maldición.
―He tenido que preguntar porque estoy preocupado por ti.
Daisy entró en la sala y se sentó en una silla cercana, dándole su apoyo en silencio
simplemente estando allí.
―Estoy bien ―dijo el chico―. Ya no voy a perderme más clases. He aprendido la lección.
―¿En un día? Has estado faltando desde que viniste a quedarte conmigo, has estado
fuera todo el maldito día, ¿y de repente has aprendido la lección?
―¡Lo he hecho!
―Algo ha pasado hoy ―dijo con absoluta certeza―. ¿Qué está pasando, Drew? ¿Se han
metido en problemas? ¿Frank Johnson te está molestando?
―¡No! No estábamos más que divirtiéndonos, y el tiempo pasó volando… ¡eso es todo!
El chico estaba mintiendo. Shane intercambió una mirada con Daisy y supo que ella
compartía la misma opinión. Ambos eran buenos policías, pero a ella se le daba mejor leer a los
niños. Y éste estaba asustado, escondiendo algo. No era de Shane de quien estaba asustado,
estaba seguro.
―Creo que debería tener otra charla con Carl Eastlake. Ver si puede arrojar alguna luz
sobre dónde han estado hoy.
La cara de Drew se quedó sin color.
―Por favor, no hables con él ―dijo con una voz ahogada―. Él… él es malo. Pegará a Ty
si vas allí con más quejas de nosotros. Y-y ya no saldré más con él, así que no importa.
Una verdad a medias. Se lo olía. Drew apestaba a miedo. ¿Qué demonios estaba pasando?
―Está bien ―dijo―. Hablaremos más tarde sobre dónde has estado exactamente y qué
has hecho. Por ahora, supongo que no te sorprenderá saber que estás castigado.
Indefinidamente. ¿Cierto?
―Sí, señor.
―Después, Daisy o yo te llevaremos a la escuela y te recogeremos por un futuro
impredecible. Tampoco habrá almuerzos tras el campus. Posiblemente hasta el final del año
escolar.
―Sí, señor.
―Por último, si tengo que sentarme en cada una de tus clases contigo para asegurarme
que asistas, tus profesores no tendrán ningún problema con eso. ¿Va a ser necesario?
―No, señor.
―Mañana irás a cada uno de ellos y recogerás todos tus trabajos pendientes. Prepárate
para pasar las próximas dos semanas poniéndote al día.
Su cabeza subió y bajó varias veces.
―Está bien.
―¿Tienes algo más que decir?
―Sólo que lo siento muchísimo ―dijo con voz ronca―. Todo es culpa mía. Todo.
Shane sabía que no hablaba solamente de faltar al colegio. Pero no podía imaginarse qué
demonios había pasado para que Drew actuara así.
―Entonces, supongo que es todo por ahora. Ve a tu habitación hasta que sea la hora de
cenar, y sin televisión.
Con la cabeza gacha, el joven se alejó. El corazón de Shane dolió al verlo marchar.
―Estoy orgullosa de ti ―dijo Daisy, levantándose para darle un abrazo―. Lo has llevado
como un fuerte padre que tiene el control.
―Gracias. ―Aceptó el apoyo en su calidez, tanto como pudo―. Pero hay algo muy malo,
cariño. Tiene miedo de algo.
―Estoy de acuerdo. Pensé que se desmayaría cuando mencionaste el hablar con Carl
Eastlake.
―¿Crees que le pega a su hijo?
―Por su expediente y lo que sé de él y Ty, es una fuerte posibilidad.
―Hay un lugar especial en el infierno para cualquiera que pega a su hijo. Me encantaría
tener algo contra él que lo alejara para siempre.
―Ya nos las arreglaremos. Esta noche, ¿por qué no tenemos una cena tranquila y
dejamos que Drew lo procese todo? Quizás después de que haya tenido un día para pensar,
estará listo para hablar mañana.
―Eso espero.
Shane tenía el horrible presentimiento de que mañana sería demasiado tarde.
Traducido por Flochi y Priix

S
hane dejó a Drew en la escuela la mañana siguiente y observó al chico hasta que
entró.
Éste todavía no se había abierto. Ni comió el desayuno. Era como un
fantasma, moviéndose a través de la casa en peligro de desaparecer en la niebla.
Girándose hacia el restaurante en la plaza, Shane decidió agarrar una taza de café y pedir
un sándwich para llevar.
Parecía que iba a necesitar la energía.

La cabeza de Drew estaba toda confusa y apoyó una mano contra el casillero. No había
dormido en toda la noche, y su mente era todavía un desastre revuelto. Apenas captó el
problema en la escuela y las consecuencias que Shane le había soltado.
Había visto a Carl Eastlake asesinar a un hombre. A sangre fría.
Un disparo en la cabeza. Justo entre los ojos.
El agujero rojo en la frente del hombre, la sangre y la masa encefálica estallando a través
de la parte posterior de su cráneo como un martillo rompiendo un melón, estarían por siempre
arraigados. Atascado en un constante círculo del que no podía escapar.
Drew había visto a Carl hacerlo, y también le había visto vender drogas. Podía vincular a
Carl con suficientes actividades criminales para alejarlo de por vida, quizá incluso conseguirle la
pena de muerte por el disparo. No importaba que Ty hubiera llamado anoche con las garantías
prometidas.
El hombre iba a matarlo.
Aunque Drew fuera también culpable de la muerte de su propio padre, iba a tener que
decirle a Shane. No había otra salida. Shane era un policía. Sabría qué hacer.
Esta tarde, Drew lo diría todo. A decir verdad, sería un alivio sacar todo de su pecho.
―Oye, hola ―dijo una voz. Echó un vistazo para ver a Alan parado a su lado―. Tengo tu
mochila en mi auto. No estaba seguro si estarías aquí y no quería llevarla por ahí si no estabas,
así que la dejé allá.
―Claro, está bien. ―Parecía no poder pensar en qué más decir.
Alan lo miró.
―Amigo, ¿estás drogado o algo así?
―No, sólo cansado. ¿Podemos ir por mi mochila?
―Ten. ―Buscando en su bolsillo, le tendió las llaves a Drew―. Búscala, tengo una
prueba que hacer en el primer período y estoy llegando tarde. Devuélvemelas en Inglés.
―Está bien, gracias.
Alan desapareció por el pasillo, dejando a Drew solo. A pesar de su comienzo escabroso,
parecía que podría ser un buen chico. Qué curioso que Alan hubiera creído que el gran problema
de Drew era ser un rico malcriado.
Si solo supiera.
Deslizándose por la salida lateral, Drew se dirigió alrededor del edificio hacia el
estacionamiento trasero donde Alan había estacionado su Camaro. Tenía mucho tiempo para
conseguir la mochila y arrastrar su culo a su primera clase. No iba a volver a decepcionar a
Shane.
Dobló la esquina y notó una Van azul marino estacionada junto a la acera. Nunca antes la
había visto, pero no era raro ver todo tipo de vehículos en la escuela. Probablemente
entregando algo.
Justo cuando pasó junto a la Van, la puerta se abrió. Un hombre saltó del interior directo
hacia él, sosteniendo algo blanco en su mano.
Apenas tuvo un segundo para registrar a Carl y luego el hombre estaba sobre él, un
fuerte brazo envolviéndose alrededor de su garganta, la otra rodeando su cara.
―¡No! ¡Quítate! ―Reaccionando instantáneamente, llevó con fuerza el pie al empeine
del hombre como Shane le había enseñado una vez. Carl gruñó de dolor, pero Drew estaba fuera
de balance y no fue suficiente para soltarse.
La cosa blanca se estrelló contra su cara, y se dio cuenta que era un trapo. Un químico
maloliente asaltó su nariz e hizo que su cabeza diera vueltas. Frenéticamente, buscó su teléfono,
pero cayó de sus dedos fláccidos y golpeó la acera, deslizándose.
―Qué alegría que aparecieras, chico. Me ahorraste los problemas de tener que seguirte,
esperando una oportunidad ―presumió Carl―. Aprecio eso.
El interior sucio de la Van, fue lo último que Drew vio antes de que todo se volviera negro.

Shane estaba sentado en su escritorio cuando su teléfono celular sonó a las 10:10. Luego
de lo de ayer, ahora reconoció el número e inmediatamente se tensó con miedo.
―¿Hola?
―Señor Ford, es Marylyn Estes nuevamente, de la escuela —comenzó.
―Señora Estes, ¿qué puedo hacer por usted? ―Por favor, si ese chico tiene sentido
común…
―Lo lamento tanto, señor Ford, pero temo que Drew no ha aparecido para el primer
período otra vez. Su profesor ha venido a la oficina justo después de la clase para avisarnos.
Se enderezó en la silla.
―Eso es imposible ―gruñó―. Tuve una larga charla con Drew anoche y estuvo
verdaderamente arrepentido por sus acciones. Me prometió que asistiría de ahora en adelante,
y sé que me estaba diciendo la verdad.
¿O no? ¿Pudo haberse imaginado la sinceridad de Drew?
―Entiendo lo frustrante que es, créame. He trabajado en la escuela por años, y sé lo fácil
que ellos olvidan promesas como esas cuando la tentación interfiere.
Consideró eso. Lo había estado pensando, pero…
―No con Drew ―dijo con convicción―. Lo vi entrar al edificio yo mismo. Estaba allí y
prometió que se quedaría. No me mentiría, no luego de anoche.
―Bueno, estuvo aquí ―concedió ella―. Cuando preguntamos, uno de los estudiantes
dijo que le dio las llaves de su auto a Drew porque su mochila estaba dentro. Al parecer, Drew
salió hacia el auto y no regresó.
Oh, Dios. Algo estaba mal. Supo que tenía que ver con la razón por la que Drew estuvo
tan alterado anoche.
―¿Nadie recuerda verlo afuera luego de eso?
―Nadie con quien hemos hablado. Creo que es posible que simplemente faltara como ha
hecho antes, muchas veces.
El temor se levantó y su estómago dio un vuelco.
―Posiblemente, pero no lo creo. Por favor, llame si aparece.
―Lo haremos.
Shane se puso su chaqueta y estuvo a punto de salir corriendo para buscar en las calles
por Drew cuando nada menos que Carl Eastlake se materializó en su puerta. Cuando se acercó
hasta estar de pie frente a su escritorio, le tomó cada gramo de moderación no ventilar su ira y
temor en el hombre que rápidamente estaba llegando a detestar.
―Eastlake ―dijo sin alterarse―. ¿Cómo puedo ayudarte?
―Recibí una llamada de la escuela y Ty está desaparecido. Pensé que podrías saber algo,
dado que los dos han estado haciendo travesuras casi cada día. ―Miró a Shane fríamente―. Ty
mencionó que eres policía. Extravagante, ¿no?
Shane no respondió mientras estudiaba al hombre. Notó raspones frescos en los nudillos
de su mano derecha y un raspón en su cuello.
―¿Ha estado en una pelea recientemente?
―Sí, una pelea de bar anoche. ―Sonrió―. Adoro un buen lío.
Canalla mentiroso. Los rasguños eran demasiado recientes para ser de anoche. Decidió
seguirle la corriente.
―No, no he visto a los chicos. Iba a preguntarte lo mismo.
―Bueno, quiero presentar un informe por Ty. Estoy cansado de ese chico
desapareciendo cada vez que le dé la gana.
Eso no tenía sentido en tantos niveles.
―Sabes que no puedes presentar un informe por una persona desaparecida antes de
que cuarenta y ocho horas hayan pasado, a menos que haya habido un secuestro. Entonces
podemos plantear una Alerta Ámbar.
―Uh. Esa es una regla estúpida, la cosa de las cuarenta y ocho horas. Supongo que
entonces tendré que volver.
―Pero probablemente estará en casa para entonces ―señaló Shane―. ¿No aparece
siempre finalmente?
―Tengo la sensación de que no lo hará esta vez ―dijo Carl.
La manera casual en que lo dijo congeló la sangre de Shane. No había razón para que el
hombre reportara a Ty desaparecido, a menos que hubiera una causa firme para saber con
seguridad que el chico no regresaría. Antes de que pudiera responder, Carl hizo un gesto hacia la
foto en el escritorio de Shane.
―Chico apuesto. Una verdadera pena lo de su padre.
Shane contuvo su temperamento. Apenas. El hombre no sonaba arrepentido.
―Sí, fue duro para todos.
―Sí, imagino que es duro jugar de segundo papá para el hijo de una estrella de la NFL.
―¿Dónde escuchaste eso? ―preguntó, el enojo elevándose. Sus esfuerzos por criar a
Drew no eran asunto del canalla, y el tono empalagoso le crispó los nervios.
―Tranquilo, detective. Leí los periódicos, al igual que todo el mundo. Además nuestros
chicos han estado unidos. Los rumores corren. ―La sonrisa del hombre fue enervante.
No le dio la satisfacción a Carl de reaccionar más.
―Cierto. En cualquier caso, no los he visto. Si me cruzo a Ty, te llamaré.
―Gracias. Haz eso. ―Con un guiño, el hombre se dio la vuelta y se marchó.
―¿Qué demonios fue todo eso? ―preguntó Daisy, entrando a la oficina.
―Eso es lo que me gustaría saber. Quería presentar un informe de persona desaparecida
por Ty ya que no apareció en la escuela esta mañana.
―¿Qué? ¡No me digas que se escaparon otra vez!
―Drew estuvo allí, pero salió hacia el auto de un amigo para buscar su mochila y nunca
regresó.
―Estaba tan segura de que habías conseguido llegar a él anoche ―dijo con incredulidad,
dejándose caer en la silla.
―Lo hice. Estoy seguro de eso. Algo no está bien, y cada instinto me está diciendo que el
canalla de Eastlake está metido en el medio. Estaba actuando raro, y tenía raspones en los
nudillos y un rasguño en la cara. Y no actuaba realmente preocupado por Ty en absoluto.
―¿Crees que estaba sonsacando información?
―Sí. Señaló la foto de Drew, y la manera en que habló de él me dio escalofríos.
―Bueno, es un hombre espeluznante en general. Siempre es así.
―Esto se sintió diferente.
―Entonces, ¿qué hacemos ahora?
―Vamos a la calle y vemos si podemos encontrar algún testigo que haya visto a Drew
desde esta mañana. Si quieres ir conmigo, claro está.
―No estaría en ninguna otra parte.
Gracias a Dios por esta mujer. La amaba tanto.

Jesús, se le estaba partiendo la cabeza.


La conciencia regresó dolorosamente, cada movimiento que intentó sacudió su cabeza.
Drew gimió, preguntándose qué demonios lo había arrollado. Entonces se dio cuenta que estaba
acostado sobre un suelo frío y sucio. ¿Qué…?
―Arriba, arriba ―canturreó la voz de un hombre.
Entreabriendo los ojos, vio un rostro borroso cerniéndose sobre él. Un rostro que
gradualmente se aclaró y se tornó en el odiado semblante de Carl.
―¿Qué mierda?
Entonces recordó. Carl había hecho cosas malas. Le voló la cabeza a un hombre.
―Qué agradable que te nos unas. ¿No es así, hijo? ―preguntó, dirigiéndose a alguien
más en el cuarto.
Drew siguió la mirada del hombre y tragó saliva. Esta era la misma cabaña de ayer, notó
Drew. El cuerpo del hombre que Carl había asesinado había desaparecido, pero las manchas en
la mesa y en el suelo permanecían. Le dio asco.
Su antiguo amigo estaba sentado en la mesa manchada de sangre junto a Frank, su labio
roto, el ojo ennegrecido. Ty obviamente había estado llorando y parecía petrificado. Ya no era el
niño engreído que quería hacer lo que sea que papi estuviera haciendo. A diferencia de Drew, no
estaba atado. La mirada que le envió a Drew estaba llena con verdadero remordimiento.
Y Drew entendió que estaba a punto de servir de ejemplo para Ty. Iban a matarlo.
Sus temores fueron confirmados cuando Carl se volvió hacia Ty.
―Ponte de pie, muchacho. ―Ty lo hizo, temblando visiblemente―. Dijiste que querías
entrar al negocio familiar. Bien. Lo conseguiste. Pero primero, tienes que demostrar que eres lo
suficiente hombre para hacer lo que tiene que hacerse.
―Por favor ―susurró Ty―. Ya no quiero. Deja ir a Drew. Te dije que él no diría nada.
―Eso le valió un revés en la cara, y su cabeza se sacudió hacia un lado.
―Primera lección: tienes que disuadir a las personas que meten sus narices en nuestros
asuntos. ¿Me estás siguiendo?
Ty asintió, limpiándose la sangre del labio.
―Bien.
De la mesa, retiró un cuchillo y se lo entregó a Ty. Entonces el canalla caminó hacia donde
Drew estaba acurrucado en el suelo, lo jaló hacia arriba, y lo arrastró a la silla de madera que
retiró de la mesa en el centro del piso. Empujó a Drew con dureza en ella.
―Ahora, córtalo ―le ordenó a Ty―. Haz que el rico consentido sangre.
―No ―protestó, con los ojos abiertos como platos―. ¡No puedo!
―Córtalo o usaré ese cuchillo en ti.
Lo decía en serio, y no había ninguna duda al respecto. Cortaría a su propio hijo por no
seguir sus órdenes. Drew se encontró con la mirada de Ty y le dio un ligero cabeceo. Estaba bien.
Ty tenía que hacerlo, y con suerte, podría alargarlo hasta que la ayuda llegara, tan improbable
como parecía.
Temblando de la cabeza a los pies y sujetando el cuchillo, Ty se detuvo frente a él. Parecía
que se miraron fijamente por una eternidad, la atmósfera en la habitación cargada con avaricia
asesina de los hombres en ella. Hombres que le enseñarían a un chico a convertirse en asesino.
Eran pura maldad.
―¡Hazlo!
Ante el grito de Carl, Ty lo llevó hacia abajo, cortando el antebrazo derecho de Drew. Él
lanzó un grito de sorpresa a pesar de que lo había anticipado. Cristo, le dolió. El corte ardía y la
sangre de inmediato comenzó a empapar la camisa de franela que había llevado a la escuela esa
misma mañana.
La camisa que estaría usando cuando muriera.
Carl y Frank estaban riendo, llamando a Ty “de tal palo tal astilla”. Ty se tambaleó hacia
atrás, y Drew empezó a temblar.
No podía creer que su vida iba a terminar, al igual que la de su padre. Todo por culpa de
este bastardo. Finalmente comprendió la verdad: no era en absoluto culpa de Drew que su
padre se hubiera mezclado con estos imbéciles. Pero ahora él iba a pagar, a menos que alguien
lo encontrara y rescatara.
¡Shane! Por favor, ven a buscarme.
No le había dado al hombre nada más que dolor, y ahora haría cualquier cosa por una
segunda oportunidad. Cerrando los ojos, le rogó a cualquier poder superior que pudiera estar
escuchando por sólo una oportunidad más.
No la voy a desperdiciar esta vez. Amaré mi nueva familia y apreciaré cada día que tenga con
ellos, por el resto de mi vida. Lo prometo.
Si salía de esto con vida, era una promesa que tenía toda la intención de mantener.

Daisy nunca había visto a Shane tan colapsado. Ni siquiera como consecuencia de la
muerte de Brad.
Drew significaba el mundo para él, y si algo malo le pasaba a ese chico, sabía que Shane
se caería a pedazos. Tenían que localizarlo pronto.
Pero no podían encontrarlo. Revisaron todos los lugares habituales, bajando por el río,
todos los parques locales y lugares de comida rápida, incluso las casas de los chicos. La
camioneta de Carl no estaba en casa, lo que encontraron interesante. De alguna manera no creía
que Carl estuviera frenéticamente buscando a Ty.
Cuando habían agotado las posibilidades obvias, Shane estaba prácticamente tirándose
el cabello.
―¿Y ahora qué? ¡Tampoco puedo presentar un informe, aunque sé que algo está mal!
¿Por qué demonios no lo empujé hasta que confesara ayer por la noche? ¿Por qué no lo mantuve
en casa hoy hasta que hubiera hablado conmigo?
Ella puso una mano en su muslo mientras él conducía.
―Vamos a encontrarlo. Él va a estar bien. ―Ella rogó para que eso fuera cierto―. Puede
que no seamos capaces de presentar oficialmente un informe, pero podemos hablar de esto.
Algo me dice que la respuesta está frente a nosotros. Y tenemos amigos que pueden tirar de las
cuerdas.
Él respiró hondo.
―Cierto. Dime qué hacer, cariño. No puedo pensar.
―Volvamos a la estación y resumamos lo que sabemos. Procedamos como lo haríamos
con cualquier caso.
―Está bien.
Cuando llegaron, entraron y le hicieron señas a Chris y Taylor para unirse a ellos. Curiosos,
los detectives los siguieron directamente a la oficina de Shane, ella cerró la puerta detrás de
ellos y sacó todo con velocidad. Les contó que Drew estaba perdido, de su extraño
comportamiento en los últimos tiempos. Que estaba nervioso y asustado. Luego, sobre su
desaparición y de la visita anterior de Carl.
Chris saltó con una idea.
―Está bien, esto es lo que haremos. Vamos a traer una pizarra y diagramar esto con
todos los jugadores.
―Buena idea ―dijo Daisy.
―Yo la conseguiré. ―Taylor se escabulló, moviéndose rápidamente. En menos de cinco
minutos, regresó, rodando la gran pizarra blanca de la sala de conferencias. Apenas cabía en la
pequeña oficina de Shane, pero funcionó.
Chris tomó un marcador y comenzó a dibujar figuras de palo, etiquetando cada uno.
―Vamos a empezar con Drew y su papá ―dijo, colocando las dos figuras en la mitad
inferior de la tabla.
―¿Por qué Brad? ―preguntó Taylor.
―Debido a que todos los problemas de Drew comienzan con su muerte. ―Chris disparó
a su primo una mirada de disculpa, pero Shane estuvo de acuerdo con él.
―Es verdad.
Chris continuó.
―Entonces, después de que su padre falleció, Drew llegó aquí y todos estos se
convirtieron en personas importantes que le han aportado algo. ―A continuación, debajo de
Drew, agregó figuras marcadas con los nombres de Shane, Daisy, Tommy, Shea, y él mismo―.
¿Es correcto?
―Se ve bien ―dijo Shane.
―Está bien. Ahora, sobre él, vamos a añadir a las personas que se han convertido en
parte de su vida, ya sean amigos o no. ―Por encima de Drew, agregó a Ty y Carl―. ¿Quién más?
Shane intervino.
―Frank Johnson. Ambos chicos tuvieron que volver a pintar su propiedad.
―Lo tengo. ¿Y?
―Un chico llamado Alan ―aportó Daisy―. Él conoce a Drew, pero no estoy segura qué
tanto.
Chris agregó Alan a un lado.
―¿Es todo?
El grupo reunido examinó las figuras. Nadie podía pensar en nadie más.
Chris continuó.
―Ahora, vamos a empezar a conectar a esta gente y crear una bonita y pequeña tela de
araña de quién sabe qué. Desde abajo hacia arriba.
―Drew y Brad.
Chris hizo la línea conectándolos. Luego al resto a medida que ellos se lo decían.
―Drew y Ty.
―Ty y Carl.
―Carl y Frank.
―Carl, Frank y los dos chicos.
―Carl, Frank y nosotros ―dijo Shane lentamente―. Hemos estado tratando de
agarrarlos durante años.
―Bueno, tenemos un desagradable patrón emergente aquí ―dijo Taylor, pensativo―.
Pero nos falta algo. ¿Cuál es el eslabón perdido?
―Nos falta una conexión con Brad, no con Drew. ―La voz de Shane se alzó con
emoción―. Brad se conecta a Sugarland antes de su muerte. Ese tipo en la zanja de la I-49, Larry
Holstead, estaba conectado a la droga que mató a Brad. Holstead tenía rastros de ella en su
ropa.
Chris captó el hilo, haciendo girar el marcador en sus dedos.
―¿Qué quieres decir? ¿Quién falta?
Daisy jadeó en repentina comprensión.
―¡Lo que falta es el lugar donde se originó esa droga! ¡Necesitamos al distribuidor de
Brad en el diagrama!
El color desapareció del rostro de Shane.
―Jesús. Bien pensado, dulzura.
Rápidamente, Chris escribió en esa figura junto a Brad, y luego añadió una línea que unía
a Carl y Frank con un signo de interrogación sobre ella.
―¿Es esto posible? ¿Este narcotraficante misterioso se conecta con todos nuestros
personajes en Sugarland, incluyendo Holstead?
―Sea quien sea, si estamos en el camino correcto, seguro como el infierno que él
completa el eslabón perdido ―jadeó Shane. Se pasó una mano por el cabello,
desordenándolo―. Dios mío, nunca pensé en el distribuidor de Brad. Necesito el vídeo de
vigilancia de su casa. ¿Quién va conmigo?
Daisy y Chris inmediatamente se ofrecieron a acompañarlo, mientras que Taylor aceptó
de mala gana permanecer en espera. En minutos, el trío estaba en la carretera, Shane
manejando. El viaje a la propiedad pareció una eternidad, especialmente estando tan
esperanzados de conseguir una pista importante. Cuando Shane finalmente se detuvo en la
puerta y marcó el código de seguridad, estaban todos al borde.
―Por Dios, no puedo creer que el niño heredó todo esto ―murmuró Chris.
Conduciendo a través de la propiedad, Shane miró a su primo.
―La riqueza y la fama no son todo lo bueno que pretenden ser. Brad dejó atrás a un hijo
afligido que no tiene ningún uso para todo esto, y quien estaría mucho mejor con su padre de
vuelta.
―Lo siento. Es simplemente abrumador verlo de cerca.
―No te preocupes. La mayoría de la gente reacciona de esa manera.
―¿Qué van a hacer tú y Drew con este lugar?
―Esa es una decisión de Drew para cuando sea mayor. Mientras tanto, los encargados la
mantienen. Personalmente, me gustaría que la vendiera algún día y compre algo que sea sólo de
él.
Estacionó por atrás, cerca del garaje, y usó su llave para entrar por una puerta trasera
cerca de la cocina. Esperaron mientras trotaba para desactivar la alarma de seguridad, y Daisy
miró con ojos desorbitados el lugar. Su sala de estar y dormitorio deberían caber en la enorme
cocina. Le pareció un poco triste, la idea de Drew y su papá vagando solos alrededor de un lugar
tan grande. Parecía ser más un escaparate que una casa.
Su opinión no cambió cuando Shane regresó y los condujo a través de la sala de estar a
un amplio estudio. El interior era tan cálido y acogedor como un museo, y Shane debió captar su
expresión de confusión y disgusto.
―Esto no es quien era Brad ―dijo en voz baja―. Es lo que pensaba que quería.
―Eso tiene sentido. No siento al hombre que amabas como a un hermano en esta casa.
―Él nunca estaba aquí.
Shane comenzó a buscar en la oficina, comenzando en el armario donde el equipo de
vigilancia estaba instalado en los estantes. Los pequeños monitores mostraron la transmisión en
vivo de varias cámaras colocadas alrededor del exterior de la casa. No había ninguno en el
interior.
Después abrió unas puertas debajo de los monitores donde se almacenaban las cajas de
DVD. Mientras los volteaba, maldijo con ansiedad.
―¡Mierda! Faltan los de las semanas previas a la muerte de Brad.
―Probablemente el detective a cargo del caso los tiene ―sugirió Chris―. ¿Puedes
llamarlo?
―Sí. Es sólo un paso adicional que esperaba evitar.
De mala gana, hizo la llamada y salió de la oficina.
Daisy y Chris se movieron alrededor mientras Shane hablaba con urgencia al teléfono,
explicando la situación con el menor número de palabras como fuera posible. Pareció costarle
un poco convencer al otro policía de dejarles ver las cintas, ya que no estaban seguros de tener
un caso oficial por su parte que lo justificara. Pero al final, el hombre cedió.
―Va a dejarnos entrar y mirar la grabación ―les contó Shane―. Pero sólo porque ha
estado tratando de identificar a algunas personas en las cintas y espera que yo pueda
conocerlos. Tal vez sea una posibilidad remota, pero es todo lo que tenemos.
Shane restableció la alarma, cerró la puerta y se fueron. Daisy permaneció en silencio,
contenta de estar fuera de la mansión y de su frialdad. Ahora que Drew había movido todas sus
pertenencias con Shane, esperaba no volver en un futuro próximo.
El detective Lacey los estaba esperando cuando llegaron y los llevó a una habitación con
un reproductor y un monitor. Era un hombre bastante agradable, profesional, pero no tan tenso
ni con aires de superioridad. Él no tenía que mostrarles ni una maldita cosa, pero era lo
suficientemente inteligente como para darse cuenta que quien juega bien en la caja de arena,
con frecuencia gana recompensas.
―No sé de qué les va a servir esto ―comenzó, sentándose en una silla con ruedas frente
al monitor. Ellos tomaron asiento a su alrededor―. Nuestro enfoque, por supuesto, es el ángulo
de las drogas. Queremos al vendedor tras las rejas, lo mismo ocurre con los medios de
comunicación. He reducido la grabación a algunas fotos de los visitantes que no pudimos
identificar.
Empezó a reproducir los vídeos, dándoles un resumen verbal.
―La mayoría parece inofensivo, pero sabemos bien que no debemos juzgar por las
apariencias. Aquí está uno. ―La grabación mostró a un niño flaco colocando un volante en la
puerta principal―. Esta fue una visita de una sola vez. ¿Alguien lo conoce?
Todos ellos negaron.
―Probablemente no es nada. Sólo un niño que se coló por la puerta, lo que es
interesante, pero creo que él simplemente colocó el volante y así entonces poder presumir a sus
amigos que había estado en la propiedad de una estrella de la NFL. Siguiente.
Pasaron por varios más. Las imágenes mostraron un flujo de visitantes, todo inocuo. Un
repartidor de pizza del lugar favorito de Drew. Los jardineros, que Shane confirmó que eran
inofensivos. Un trabajador de la compañía eléctrica. Un hombre del cable. Un predicador.
―No pensé que Brad fuera religioso ―dijo Chris, entrecerrando los ojos en la pantalla―.
Oye, ¿estoy viendo cosas o es que…?
―¡No me jodas! ―estalló Shane―. ¡Es Eastlake!
―¿Quién? ―preguntó Lacey, sus ojos iluminándose.
―Carl Eastlake, una basura que hemos estado tratando de atrapar durante años ―gruñó
Shane.
―¿Por qué diablos está vestido como un predicador?
Shane hizo un gesto con la mano en el vídeo.
―No es que se arriesgaría a aparecer frecuentemente en la casa de un famoso jugador
de la NFL viéndose como un traficante de drogas. Él tiene que ser el que suministraba a Brad con
esa mierda. Finalmente vamos a conseguir a ese hijo de puta.
―Tal vez, pero a pesar de que aparece en las grabaciones muchas veces, los vídeos no
son una prueba sólida de que estaba vendiéndole. ―Sin embargo, Lacey estaba prácticamente
vibrando con anticipación.
―No necesito pruebas para saber que estaba vendiéndole basura. ―El puño de Shane
golpeó en el mostrador―. Ahora todo tiene sentido, por qué Drew ha estado actuando de
manera tan extraña. Por qué estaba tan condenadamente asustado ayer por la noche cuando
mencioné que podría hablar con Eastlake, sobre él y Ty faltando a la escuela.
―Ponme al día ―dijo Lacey.
―Drew tiene que haber visto a Eastlake entrar y salir de la casa, y él no es estúpido. Tiene
que haber sabido que el hombre era el distribuidor de su padre. Drew ha estado teniendo todos
estos cambios de humor, problemas para llegar a un acuerdo con la muerte de su padre.
―Él ha estado sintiéndose culpable. ―Daisy lo entendió entonces. Su corazón se rompió
por él―. Se siente responsable por no decirle a nadie que su padre estaba usando drogas. Ese
pobre bebé.
Shane retomó el hilo.
―Luego se muda conmigo y conoce a Ty en la escuela. Los dos se hacen amigos. Pero
Carl nunca está en casa, por lo que toma tiempo para que sus caminos se crucen. Cuando se
encuentran, y ahora creo que eso es lo que se produjo ayer cuando faltaron a la escuela, él
estaba aterrorizado. Y Carl sabe al instante que Drew lo reconoce. El chico es ahora una
amenaza para él. Un testigo.
―Ahora él y Ty están desaparecidos ―murmuró Chris―. Jesucristo. Sugiero que
rastreemos el teléfono de Drew, lo antes posible.
―Ese imbécil tiene a mi hijo, y cuando lo agarre, va a desear nunca haber nacido.
La fría furia en los ojos tormentosos de Shane hizo temblar a Daisy.
Carl debería correr. Debido a que no había ningún lugar en el mundo donde pudiera
esconderse de Shane.
Traducido por Martinafab, Apolineah17 y âmenoire

L
a sugerencia de Chris fue buena.
Shane se la pasó en la sala de conferencias de su propio departamento,
agonizando por el tiempo que estaba tomando para rastrear un maldito teléfono.
Así no tendrían que pedirle permiso a los jefazos y retrasar las cosas, la respuesta
obvia era utilizar la aplicación TrackMyPhone para localizar a su chico rápidamente.
Pero el rostro de Chris cuando se acercó no significaba buenas noticias. Shane trotó fuera
de la sala de conferencias para ir a su encuentro.
―Primo, no es bueno. ―Sacando un teléfono familiar con una cubierta de goma
patriótica, Chris parecía sombrío―. Lo encontramos en el estacionamiento trasero en la escuela
secundaria.
Se quedó mirando el dispositivo, en un principio no comprendiendo la magnitud de lo
malo que era esto. El teléfono no estaba con Drew; había sido dejado atrás. Sin duda, en el lugar
de su secuestro. Un rugido animal brotó de su pecho y se dio la vuelta, agarró una silla, y la
mandó a volar. Se estrelló contra un escritorio, y tres oficiales cercanos se dispersaron. Iba a
buscar otra, podría haber destruido la estación, si no hubiera sido por Daisy.
―Cariño ―le susurró―. Esto no le ayudará. La única manera en que vamos a salvarlo es
si mantienes la cabeza.
Deteniéndose, la miró fijamente. Ella era un río tranquilo en la tormenta que había sido su
vida desde la muerte de Brad. Independientemente de las miradas que les había ganado, ella le
tomó la cara entre las manos. Y puso un muy dulce y suave beso justo en sus labios.
Poco a poco, el mundo comenzó a tener sentido de nuevo. Hasta que estuvo centrado.
Tenía un propósito: proteger a su familia. Había jurado que lo haría, y no descansaría hasta que
Drew estuviera a salvo. Devolviéndole el beso a Daisy, se acercó y enderezó la silla, murmurando
disculpas a los oficiales que había sorprendido.
Chris obtuvo su atención una vez más.
―Estaba a punto de decirte que el capitán aprobó el rastreo de los teléfonos de Ty y Carl.
Averiguaremos algo pronto, amigo. Trata de no preocuparte.
Es más fácil decirlo que hacerlo. Pero se alegró que los chicos ya estuvieran en ello,
porque él era inútil en este momento. Ahora sabía de primera mano por qué había normas que
prohibían a los compañeros de trabajo que eran pareja estar en el mismo turno. Incluso trabajar
para el mismo departamento era desalentado por esta misma razón; cuando tus seres queridos
se cruzaban con el trabajo, los casos podrían causar problemas. Es por eso que nunca era
emparejado con su primo, a menos que no pudiera ser absolutamente evitado.
Drew no era su compañero de trabajo, pero él era su familia. Un inocente que había
tenido la desgracia de cruzarse con uno de sus casos. Daisy también era su familia, en todos los
sentidos que importaban.
―Shane ―lo llamó Taylor. Él y Chris estaban trotando hacia él, agitando un papel―.
Tenemos una localización del teléfono de Carl. Fue rastreado a un lugar al este de la ciudad, en
las colinas no muy lejos de la casa de Frank Johnson.
El capitán estaba justo detrás de ellos.
―Vayan ustedes cuatro, pero tengan cuidado. Carl y Frank podrían estar juntos, y son
como serpientes cuando están acorralados. Ninguno de ellos son del tipo de tomar prisioneros o
dejarse ser llevados por cargos de delito graves que los pondrán en prisión para siempre. Me
importan una mierda, pero no voy a dejar que mis mejores detectives salgan heridos.
―Gracias, capitán. Nosotros nos encargaremos. ―Shane logró sonreírle. Tenían toda la
maldita suerte de tener al hombre como su superior. Si él no fuera y tuviera un ataque al
corazón gracias a ellos por el estrés en su vida, estarían doblemente bendecidos.
Se llevaron dos de las camionetas del departamento. Una era para escoltar a lo que
esperaban serían sus prisioneros, aunque a Shane no le importaba mucho si Carl sobrevivía para
ser arrestado. La otra era para recuperar a Drew y Ty. Taylor iba con Shane. El hombre era su
compañero, y aunque él preferiría estar con Daisy, no pondría en peligro su caso por no seguir el
procedimiento.
―¿No hay una vieja destilería y una cabaña por aquí? ―preguntó Shane, mirando a
Taylor, quien conducía.
―Sí. La señal parece estar indicando esa zona. No hay mucho más alrededor, así que esa
sería mi apuesta.
―Si Carl los tiene, no puedo creer que fuera tan estúpido como para creer que no iban a
atraparlo.
―Es así de arrogante ―reflexionó Taylor―. Dudo que estuviera planeando que nosotros
averiguáramos que estaba conectado a Drew y Brad. Esa será su caída.
―Oh, él definitivamente va a caer. Sólo ruego que no se lleve mi hijo con él.
Taylor lo miró.
―De verdad piensas en él como tuyo, ¿no?
―Él es mío ―dijo con fiereza―. Lo conozco desde que era un bebé. Le he cambiado los
pañales, lo he llevado a los partidos de fútbol. Curado sus rodillas raspadas. Lo he amado y
cuidado mientras Brad estaba haciéndose un nombre para sí, por el tiempo que puedo recordar.
Infiernos, desde que era más joven que Drew ahora.
―Siempre olvido que Brad era algo así como ocho años mayor que tú.
―Sí. Cuando yo tenía la edad de Drew, él sólo tenía tres años. Siempre ha sido mi
pequeño amigo, y ahora es mi hijo. Voy a matar a Carl Eastlake por tratar de alejarlo de mí.
―Voy a fingir que no escuché la última parte.
Cuando giraron hacia Ferris Road y se acercaron a su destino, Taylor se detuvo, apagó las
luces, y por último apagó el motor. Se quedaron en silencio, determinando la situación.
Los cuatro se movieron como uno, manteniéndose en la carretera mientras se acercaban
a la cabaña, luego virando y haciendo la aproximación final a través de la maleza. Tendrían que
tener mucho cuidado, ya que sólo era de tarde, el cobijo de la oscuridad todavía a un par de
horas de distancia.
Cuando la cabaña quedó a la vista, era obvio que a partir de los dos vehículos
estacionados al lado de ella, alguien estaba allí.
―Esa es la camioneta de Frank ―dijo Shane en voz baja, señalando. Luego estudió la
camioneta azul―. Nunca he visto ese otro vehículo antes.
Era un vehículo grande de estilo furgoneta con cristales tintados. Con puerta lateral. No
tenía placas. Perfecto para secuestrar a alguien en un estacionamiento. Su presión arterial se
elevó.
Shane palmeó su arma e hizo un gesto entre él y Taylor.
―Vamos a echar un vistazo dentro, ver lo que está pasando ahí.
―Nosotros tomaremos la parte trasera ―dijo Chris. Él y Daisy también palmearon sus
armas.
Antes de salir a rodear la cabaña, Daisy miró a Shane con preocupación.
―Ten cuidado. Todos ―se corrigió.
Obligando a sus pensamientos a calmarse, Shane lideró el camino hacia un lado de la
cabaña. Fueron lentamente, arrastrándose de árbol en árbol, ya que no había nada en el medio
para ocultar su presencia. A los últimos metros de la cabaña estuvieron totalmente expuestos, y
él apretó los dientes mientras se agachaban y salían corriendo.
No tomó una respiración profunda hasta que llegaron a su destino sin levantar un grito
de alarma. Justo en ese momento, el sonido de una voz llena de lágrimas llegó a sus oídos y su
corazón dio un vuelco.
―¡Por favor, no lo hagas!
Reconocería esa voz en cualquier lugar. Drew estaba en un verdadero problema, y
necesitaban actuar rápido. Él y Taylor intercambiaron una mirada sombría. Tenían que echar un
vistazo a la posición de cada uno y quién estaba armado y con qué, antes de entrar.
Shane se levantó cuidadosamente. Lo que vio congeló su corazón. Drew estaba
desplomado en una silla desvencijada en el centro del suelo, una manga de su camisa mojada y
oscura. Frank estaba sosteniendo un cuchillo ensangrentado, mientras Carl permanecía a un
lado, incitando a Ty.
Porque Ty tenía un arma apuntando a la frente de Drew.
―Cristo todopoderoso ―susurró Taylor desde su lado.
Carl le estaba gritando a Ty, con un brillo perverso en sus ojos.
―¡Él sabe demasiado! ¿Quieres que vaya a la cárcel por vender esa mierda a su papi? ¡No
va a importar que el Señor Grandísima Estrella de Fútbol quería más y más drogas para
mantenerse a sí mismo! ¡Oh, no, van a culparme a mí!
―Yo n-no quiero ―gimió Ty, la peligrosa arma sacudiéndose en sus manos―. ¡Él no va a
decir nada, lo prometo!
―¡Por supuesto que lo hará, estúpido! ¡Dispárale! ―gruñó Carl.
―Movámonos ―siseó Shane. Mientras corría, le hizo un gesto a Chris en la parte
posterior, quien asintió y desapareció por la esquina.
Se mantuvo lo suficientemente frío para reducir la velocidad y pisar en silencio en el
porche delantero, pero por muy poco. La presión de Carl a Ty fue intensificándose en volumen, y
el niño estaba al límite de romperse en cualquier momento. Si eso pasaba…
No. No lo permitiría.
Shane y Taylor se colocaron a ambos lados de la puerta, y Shane se señaló a sí mismo. Iría
primero. Contando con los dedos, hizo su movimiento a la de tres, saliendo y pateando la puerta
con todas sus fuerzas. La madera se astilló y se disparó hacia adentro, golpeando con fuerza
contra la pared y aturdiendo al grupo en el interior.
―¡Policía de Sugarland! ¡Tiren las armas! ―gritó, posicionando su arma en la amenaza
más inminente: Ty.
El chico se dio la vuelta con el arma en la mano, la cara llena de lágrimas, el retrato del
horror. Su arma estaba apuntando en dirección general a Shane, pero estaba como una estatua.
―¡Tírala, Ty! ―gritó Taylor.
Carl estaba lívido.
―¡Dispárale de una maldita vez!
Justo cuando Ty empezó a bajar el arma, Carl la tomó de su mano, y Frank escogió ese
momento para lanzar el cuchillo en su mano a Taylor.
Se desató el infierno. Un estruendo sonó desde la parte de atrás cuando Chris y Daisy
irrumpieron. Shane y Carl se apuntaron mutuamente, el enemigo de Shane disparando una
fracción de segundo antes. Sintió un puñetazo en el costado izquierdo y gruñó, cayendo de
rodillas a medida que Drew gritaba su nombre. Carl voló hacia atrás, el rojo carmesí floreciendo
en su pecho, y cayó en el suelo sobre su espalda. No se movió de nuevo.
Frank se lanzó hacia el arma de Carl, pero Chris estuvo sobre él antes de que pudiera
llegar a ella, derribando al hijo de puta sobre el suelo. Le torció las manos detrás de su espalda y
cerró las esposas en ellas.
El fuego se estaba dando a conocer en el costado de Shane, justo por encima de su
cinturón, extendiéndose junto con la sangre empezando a empaparle la camisa y pantalón. Pero
su único pensamiento era llegar a Drew. Su hijo, que estaba aterrorizado.
―¡Shane!
―Vas a estar bien ―dijo al llegar a su chico―. Se acabó.
―M-me encontrast-te.
―Lo hice. Siempre te voy a encontrar, incluso cuando no quieras que lo haga. ―Trató de
sonreír, pero hizo una mueca mientras tomaba el cuchillo del suelo. Se estaba mareando, pero
eso no iba a evitar que cortara esas malditas cuerdas de las muñecas y los tobillos de su chico.
―Ese imbécil te dis-disparó ―dijo Drew, respirando dolorosamente.
―He recibido peores ―dijo con sinceridad. Pero no por mucho, a pesar de que eso no
ayudaría al chico saberlo.
Deshaciéndose de las ataduras rápidamente, tiró el cuchillo a un lado y ayudó a Drew a
sacar las cuerdas. Al segundo que estuvo libre, el chico se lanzó a sus brazos en el suelo,
temblando incontrolablemente. Shane lo sostuvo con fuerza, apenas consciente de Daisy
intentando calmar a Ty.
―Gracias a Dios ―dijo con voz ronca―. Tenía tanto miedo de que hubiéramos llegado
demasiado tarde.
―Ty no lo habría hecho. Pero Carl sí lo habría hecho si no me hubieras encontrado.
Shane no estaba convencido de que el otro chico no habría cedido, pero ya no importaba.
―Te tengo, hijo. Todo está bien ahora.
―Iba a decirte lo de Carl, después de la escuela. Lo siento…
―Silencio. Hablaremos de ello más tarde.
―¡Esto es mi culpa!
―No, no lo es. Nada de esto es tu culpa. ¿Me escuchas? ―Le hería el alma al oír al chico
culparse a sí mismo por los pecados de los hombres que habían sabido de las consecuencias.
Su visión comenzó a desdibujarse, y su corazón latió con fuerza mientras luchaba por
respirar a través del dolor. De repente, Chris estaba a su lado, instándole a tumbarse.
―Vamos, primo. Aguanta. Tenemos una ambulancia en camino.
Recostado sobre su espalda, parpadeó, tratando de permanecer consciente. Vagamente
registró otras voces, más oficiales llegando. Frank fue arrestado, pero no podía decir por quién.
Los rostros se cernían sobre él, atraídos por la preocupación.
Trató de señalar.
―Échenle un vistazo al brazo de Drew.
―Estoy bien. ―El niño le dio una sonrisa acuosa―. Sólo un rasguño.
Daisy agarró su mano, sus hermosos ojos llenos de lágrimas.
―Te amo.
―Yo también te amo. Voy a estar bien ―susurró. Eso es todo lo que pudo decir. Su
lengua se sentía pesada, su cuerpo pesado como ladrillos. Quería permanecer despierto, pero se
estaba haciendo imposible.
―¿Shane? ―La súplica desesperada de Drew llegó de muy lejos―. ¡No me puedes dejar
tú también! ¡Por favor, quédate conmigo! ¡Te necesito!
Él no iba a ninguna parte. Pero las palabras no se formaron.
La cabaña, la gente que más amaba, desaparecieron mientras se sumía en la oscuridad.

Cuando Shane se desmayó, Drew empezó a llorar.


―No ―gimió, sacudiendo al hombre que tanto amaba.
Daisy echó los brazos alrededor del chico, lo apartó y lo sostuvo cerca.
―Los paramédicos están aquí. Apartémonos para que puedan ayudarle.
Chris la ayudó a apartar al chico del lado de Shane, pero no llegaron muy lejos. Sólo lo
suficiente para que los hombres corriendo por la puerta tuvieran espacio para atenderlo.
Inmediatamente, reconoció a los hombres, y a una mujer, como los viejos compañeros de
equipo de Tommy en la Estación de Bomberos Cinco. El capitán Howard Paxton entró a toda
prisa, maldiciendo cuando vio quién era el oficial herido. Se mantuvo a un lado, fuera del camino,
con Eve Marshall y Julian Salvatore, el hermano de Tonio, mientras Clay Montana y Zach Knight
se agachaban hacia Shane y se ponían a trabajar.
Ambos hombres se enfundaron unos guantes de látex y murmuraron entre sí en voz baja.
Clay comprobó la presión arterial de su paciente y habló con calma.
―La presión arterial está bajando.
Le tomó una intravenosa mientras Zack cortaba la camisa de Shane a la mitad para
revelar su torso empapado de sangre, entonces se puso a limpiarlo y a aplicar lo que Daisy
asumió que era una especie de vendaje de presión.
―Vamos a sacarlo de aquí ―dijo Zack.
A medida que lo movían con cuidado sobre una tabla y lo levantaban hacia una camilla, el
pulso de Daisy golpeó en su garganta. Estaba demasiado quieto, las pestañas descansando en
sus pálidas mejillas. Un par de hombres estaban tratando de tranquilizarlos a Drew y a ella
diciendo que él estaría bien, pero eso no era gran consuelo. Los paramédicos no podían ocultar
el hecho de que tenían prisa por llevarlo al hospital, que Shane estaba perdiendo mucha sangre.
Ella no se sentiría mejor hasta que lo viera despierto y en vías de recuperación.
Ella y Drew siguieron la camilla por la puerta, pero retuvo al chico cuando él intentó subir
a la ambulancia.
―No. Tenemos que permanecer fuera de su camino. Te llevaré en el auto, y
conseguiremos que te revisen mientras se encargan de Shane. ¿De acuerdo?
Zack cerró las puertas de la ambulancia detrás de Julian y asintió hacia el grupo.
―Lo llevaremos a Sterling ―dijo. Entonces subió al asiento del conductor y arrancó el
vehículo.
Drew se quedó mirando fijamente la ambulancia a medida que se desplazaba lejos,
llevando al hombre que amaban con ella. El chico parecía estar a cinco segundos de colapsar.
―Vamos ―dijo ella, abrazando sus hombros―. Cuanto más rápido veamos ese corte en
tu brazo, más rápido podremos averiguar sobre Shane.
―Sí. ―Tragó fuerte―. Está bien.
―¿Ustedes se encargan aquí? ―llamó al capitán, quien había llegado a la escena.
Él la despidió con la mano.
―Váyanse. Estaré allí en cuanto pueda para comprobar a Ford.
Los demás expresaron sentimientos similares, y Chris le lanzó el juego de llaves de la
camioneta que había conducido hasta ahí. Llevó a Drew hacia el vehículo y lo ayudó a entrar
antes de subir en su propio lado y arrancar. El chico estaba callado, pálido y alterado mientras
viajaban. Urgencias vendaría sus heridas, pero las heridas en su corazón y en su alma tomarían
mucho más tiempo.
―Shane está bien ―dijo ella―. Nada de esto fue tu culpa.
―Debería haberle dicho a Shane sobre papá ―susurró―. Vi a ese asqueroso de Carl en
nuestra casa muchas veces, vestido como un estúpido predicador. Pero sabía que un monstruo
como él no inculcaría la religión. No sabía qué hacer, así que esperé, pensando que papá dejaría
de consumir las drogas por su cuenta. Pensé que si no lo hacía, le diría a Shane. Pero esperé
demasiado.
Daisy parpadeó para contener las lágrimas. Pobre chico, llevar esa carga.
―Ninguno de los dos tenía alguna manera de saber que esas drogas eran tan peligrosas.
Se suponía que mejoraban el rendimiento y eran indetectables en las pruebas rutinarias de
detección de drogas. Incluso cuando el campamento de entrenamiento comenzó, tu papá
probablemente no se habría detenido. Estaba buscando extender su carrera e hizo una mala
decisión. No sabía que ellos estaban mintiendo acerca de su producto. Pero tomó su decisión al
asumir el riesgo, Drew.
―Aun así desearía… ―Su voz se quebró, y apoyó su cabeza contra la ventana.
Estirándose, ella agarró su mano.
―Lo sé.
―Carl asesinó a un hombre en esa cabaña ayer ―dijo en voz baja.
―¿Qué? ―Miró de atrás hacia delante entre él y la carretera.
―Sí. ¿Notaste toda esa sangre seca en la mesa y en el piso? No es mía. Cuando faltamos a
clases ayer, vinimos aquí para ver lo que Carl estaba haciendo. Él y Frank estaban allí dentro con
un tercer hombre. Estaban discutiendo sobre las drogas. El tercer hombre estaba diciendo que
la droga era defectuosa y necesitaba ser mejorada antes de que más llegara a la calle. Carl le
disparó entre los ojos, luego nos vio mirando, y echamos a correr.
―Así que por eso él estaba detrás de ti. ¡Dios, chico, casi consigues ser asesinado!
―Sé que fue estúpido. Y fue tonto pensar que Ty podía hablar con él para convencerlo
de no hacerme daño. ―Hizo una pausa―. Carl también mencionó matar a alguien llamado
Holstead. Frank estuvo en eso también.
―Bueno, Carl está muerto y tenemos a Frank ahora, gracias a ti. ―Drew era un testigo
creíble y tendría que subir al estrado, probablemente. Pero eso haría su caso incluso más seguro.
Viajaron en silencio durante un par de minutos. Entonces, de repente el chico se sentó
erguido:
―Hay algo más. Creo que podría tener una idea de dónde estaban haciendo las drogas.
―¿La tienes? ¿Dónde?
―Cuando pintamos el granero de Frank, había un olor extraño procedente del interior.
Husmeamos dentro y no vimos mucho, pero sigo pensando que tal vez dejamos pasar algo.
Quizás él las escondió fuera de la vista.
Ella le sonrío.
―Ese es un buen trabajo, chico. Definitivamente conseguiremos una orden judicial y lo
comprobaremos. Oye, podrías ser un gran detective algún día.
Él sonrió un poco ante eso.
―Tal vez. Podría ser genial ayudar a poner a esos imbéciles en prisión, como ustedes lo
hacen. Creo que a papá le gustaría eso.
Ella limpió una lágrima.
―Sé que lo haría, chico.
En Urgencias, el médico y la enfermera, una vez que finalmente estuvieron disponibles
para ver a Drew, tomaron buen cuidado de su brazo. Shane ya había sido llevado a cirugía, y la
mayor parte del personal estaba con él. Otro médico había sido llamado dentro.
El corte en el brazo de Drew fue lo suficientemente profundo para necesitar puntos de
sutura, pero la lesión no dejaría un daño permanente, salvo por una cicatriz. El adolescente
soportó las puntadas como un hombre, sin siquiera encogerse de dolor. Daisy estaba orgullosa
de él, pero no lo avergonzó siendo demasiado efusiva.
Una vez que terminaron, fueron llevados a una pequeña y privada sala de espera, donde
las familias de más víctimas en estado crítico eran puestas lejos de miradas indiscretas. Eso por sí
mismo puso sus nervios de punta, el miedo alcanzando su punto máximo. Intentó ocultarlo de
Drew, quien se dejó caer en una silla, exhausto, y pensó que se estaba controlando bastante
bien.
―Siéntate. Me estás volviendo loco.
O no.
―Lo siento. ―Se dejó caer al lado de él con un suspiro.
Poco después, los policías comenzaron a llegar cuando se supo que uno de los suyos
había caído. Charlaron un poco, y la tensión aumentó. Tommy y Shea llegaron después, ambos
dirigiéndose directamente hacia ella y Drew. Daisy se dio cuenta de lo asustados que estaban,
pero se controlaron por el bien del adolescente. Más de tres horas habían pasado para el
momento en que Austin, Taylor y Chris, e incluso el novato, Tonio Salvatore, pudieron escullirse
y unirse a todos.
El reloj apenas parecía moverse.
Entonces la puerta se abrió y un médico entró.
―¿Es esta la… familia de Shane Ford? ―preguntó, con las cejas levantadas ante el
número de personas en la habitación.
―¡Sí! ―respondieron varios policías en voz alta.
Daisy, Drew, Shea y Tommy fueron conducidos al frente del grupo, y Shea actuó como su
portavoz.
―Doctor Chen, hola.
―Enfermera Skyler ―dijo sorprendido―. Es bueno verla, aunque no bajo estas
circunstancias.
―Gracias. Soy la hermana de Shane, y todos los demás aquí son tanto su familia como yo.
¿Cómo está él? ―preguntó con voz trémula.
El médico se ajustó las gafas y asintió.
―El señor Ford perdió mucha sangre y nos dio un pequeño susto en la cirugía cuando su
presión bajó peligrosamente. Tuvimos que sacar la bala, detener la hemorragia interna y darle
un litro de sangre. Dicho eso, ningún órgano principal fue dañado. Logró salir bien después de
un par de sobresaltos, y, salvo alguna infección, estoy seguro de que va a recuperarse bien.
Las rodillas de Daisy se hundieron con alivio. Drew la envolvió en un eufórico abrazo, y
hubo un murmullo colectivo en la habitación mientras todos exclamaban su alivio.
―Está en recuperación ahora, pero debería ser trasladado a una habitación en la UCI en
breve. Espero que esté allí un día o dos, después estará listo para una habitación normal.
―¿Cuánto tiempo tendrá que permanecer aquí? ―preguntó Daisy con ansiedad.
―Asumo una semana, pero tal vez conseguirá salir antes si es un buen chico. ―El médico
guiñó el ojo, y algunos del grupo se rieron con alivio―. Una enfermera les hará saber el número
de su habitación una vez que esté instalado. Voy a comprobarlo más tarde esta noche.
Con eso, se fue. Daisy se dio cuenta de que ella y Drew seguían aferrados entre sí, así que
lo llevó de regreso a sus asientos.
―Te dije que él iba a estar bien ―le dijo el adolescente, dándole una mirada burlona de
superioridad. Ella no pudo evitar reír.
―Cierto. Supongo que debería escucharte, ¿eh?
―Lo sabes. ¿Daisy?
―¿Hmm?
De pronto se puso serio.
―Nunca pensé que querría una mamá, pero ya que parece que voy a conseguir una, de
todos modos, me alegro que seas tú.
Las lágrimas escocieron sus ojos mientras sonreía, extendiendo la mano para empujar un
mechón de cabello oscuro lejos de sus ojos.
―Y me alegro de que tú seas mi hijo. Eres un muy buen chico y te amo.
Sonrojándose, sonrió.
―Tú, también.
―¿Soy un gran chico?
Él resopló.
―Sí, lo que sea.
―Pensé que Shane eliminó esa palabra de tu vocabulario, jovencito.
―No. Soy un trabajo en proceso, y él tiene un largo camino por recorrer.
―Estoy bastante segura de que no le va a importar en absoluto.
―Eso es cierto. Soy bastante impresionante.
Riendo, golpeó su hombro suavemente. Sus dos hombres eran impresionantes, y no
podía esperar a comenzar sus vidas juntos.
Tan pronto como Shane se pusiera nuevamente de pie.

Shane despertó lentamente.


Suaves sonidos penetraron el algodón en su cabeza. Un pitido. Pies arrastrándose. Pero
dondequiera que estuviera, era tranquilo. Estaba acostado en una cómoda y cálida cama.
Aunque cuando trató de moverse un poco, sintió un pinchazo en su costado. Contuvo el aliento
por el dolor, y eso dolió incluso más.
―Tranquilo ―dijo una voz dulce―. No te muevas.
―¿Daisy?
―Soy yo, cariño. ¿Cómo te sientes?
―Como si hubiera sido aplastado por un elefante.
Eso le valió una risita.
―No exactamente. ¿Recuerdas lo que pasó?
Pensó en ello. Poco a poco el recuerdo regresó.
―Carl me disparó. ¿Ese hijo de puta está muerto?
―Muy muerto. Tú lo mataste.
―Qué alivio. ―Finalmente fue capaz de abrir los ojos. Le tomó un par de minutos
enfocar el rostro de Daisy, y cuando lo hizo, consiguió una sonrisa. Se veía hermosa, aunque un
poco cansada, su cabello rubio cayendo alrededor de sus hombros, de la forma en que le
encantaba―. Hola.
―Hola a ti también. ―Inclinándose, lo besó en los labios―. Me alegra que estés de
regreso.
―A mí también. O será cuando consiga salir de aquí. ―Inspeccionó el resto de la
habitación. Había flores y globos. Lindo―. ¿Dónde está Drew? ¿Está bien?
―Está completamente bien ―le aseguró―. Fue a la cafetería con Shea. Se quedó con
Tommy y tu hermana anoche, y lo convencieron de quedarse en casa y no ir a la escuela hoy.
Pero está decidido a regresar mañana y ponerse al día con el trabajo que perdió.
―¿Lo está? ¿Un extraterrestre invadió su cuerpo? ―Ella simplemente se rio―. ¿Cuánto
tiempo he estado aquí?
―El tiroteo fue ayer. Dormiste toda la noche y la mayor parte del día.
―Maldita sea. Perdí veinticuatro horas. Podría haber sido peor, supongo.
―Mucho. ―Ella dudó, y él esperó, sabiendo que tenía algo importante que decir―.
Drew me dijo que había estado muy asustado esa noche antes de su desaparición, y teníamos
razón. Fue Carl.
―¡Lo sabía! ―Intentó sentarse, gruñendo. Ella se preocupó por él durante un minuto
antes de que él negara con la cabeza―. Vamos, dime.
―Cuando los chicos faltaron a clases, encontraron a Carl y a Frank en la cabaña con un
tercer hombre. El tercer hombre discutía acerca de la droga estando defectuosa, y Carl
mencionó asesinar a Larry Holstead. Luego le disparó al tercer hombre entre los ojos. Ambos
chicos vieron el asesinato, y entonces Carl los vio y les dio caza. Escaparon, pero es por eso que
Drew estaba tan asustado cuando llegó.
Él la miró, la verdad inundándolo.
―Por Dios. Lo reprendí con respecto a las clases y sus calificaciones. Lo castigué, y él
acababa de ver un asesinato. ¡Sabía que Carl iba a ir detrás de él! ¿Qué clase de padre soy?
―Uno bueno. ―Agarrando una de sus manos, le besó sus dedos―. Dijiste lo que
cualquier padre habría dicho con la información que tenías.
―Sabía que algo estaba terriblemente mal. Si tan sólo lo hubiera presionado más por la
verdad, él no habría estado en peligro ayer.
―Escucha, tú y ese chico me están volviendo loca con sus sentimientos de culpa ―dijo,
arqueando una ceja―. Ambos van a tener que aprender que hay circunstancias que no pueden
controlarse. No tienes una bola de cristal para ver el futuro y saber exactamente qué hacer. Así
que dense un respiro, por favor.
―Lo haré si él lo hace ―dijo una voz desde el umbral de la puerta.
Shane sonrió cuando vio a Drew caminar directamente hacia él.
―Ven aquí, chico.
Drew lo envolvió en un abrazo cuidadoso, luego lo dejó ir y tomó la silla vacante cerca de
la cama mientras Shea hacia lo mismo.
―Es genial verte despierto ―dijo el chico, sonriendo―. Pensé que ibas a dormir todo el
día.
―Todavía podría hacerlo. Privilegio del hombre herido.
―¿Supongo que no quieres escuchar otra disculpa?
―Supones bien. Ha habido suficientes arrepentimiento alrededor, y es momento de
superarlo. ¿No estás de acuerdo?
―Por supuesto.
Shea se puso de pie, tal vez sintiendo que necesitaban tiempo juntos, y besó la mejilla de
Shane.
―Voy a hacer algunos recados ahora que estás despierto. Te quiero, hermano.
―También te quiero, hermanita.
Después de que se hubiera ido. Shane estudió a Daisy y a Drew antes de dirigirse al chico.
―Quiero hablar contigo sobre algo, Drew. No es ni el lugar, ni el momento ideal pero…
necesito saber cómo te sientes respecto a nosotros tres convirtiéndonos en una familia.
Las palabras colgaron en el aire, y Drew miró entre ellos con aparente sorpresa.
―¿Por qué tendría un problema con eso? ¿Qué, como si no pensara que allá es hacia
donde van?
―No lo sé, pero pensé que si no estabas listo, si sólo querías que fuéramos tú y yo por un
rato, entonces así es como seremos.
Daisy estuvo de acuerdo.
―Queremos lo mejor para ti. Esperaremos hasta que estés listo.
―Realmente harían eso por mí, ¿cierto? Simplemente pondrían sus vidas en pausa
porque me aman ―dijo con extrañeza en su pregunta, como si nadie lo hubiera puesto primero
antes.
De alguna forma, Shane sabía que Brad no había puesto a su hijo en primer lugar en
muchos años. Tan cercanos como todos hubieran sido, esa era una verdad inevitable.
―Lo haríamos. Eres nuestra primera prioridad.
Por unos segundos, el chico lució como si fuera a llorar. Después de un largo momento,
se recompuso y sonrió.
―Quiero que ambos sean felices, y estoy totalmente bien con que la sexy policía se
mude con nosotros. Sólo digo.
Shane no pudo evitar reír.
―Bien. Pero ella es mi sexy policía, no lo olvides.
―¿Supongo que eso significa que se van a casar?
―Si Daisy me acepta, nada me haría más feliz.
Los ojos de ella se abrieron de par en par.
―¿Esa es una propuesta?
―Como dije, no es el lugar ideal, y no tengo un anillo escondido en mi bata de hospital,
pero sí. ¿Te casarías conmigo, Daisy Callahan?
―¡Sí, lo haré! ―Se inclinó, dándole todo un beso. La mirada en sus ojos prometía mucho
más para el momento en que estuviera bien para manejarlo.
―Increíble. ―El chico mordió su labio. El brillo en sus ojos antes de que hablara sugería
que ya sabía la respuesta―. Así que, dado que todos somos felices, ¿todavía estoy castigado?
―¿Por faltar a la escuela casi una docena de veces? Uh, eso es un gran 10-4.
―Maldición. ¿Supongo que todavía no puedo manejar el Mustang?
―No hasta que logres algo más por encima de 2.0 en tus pruebas.
―Tenía que preguntar.
―Por todo el bien hecho. Diviértete durante tu arresto domiciliario mientras estoy en
casa recuperándome y siendo gruñón.
El chico puso sus ojos en blanco.
―Lo que sea.
―Maldición, Drew…
―Oye, es un trabajo en proceso ―dijo Daisy y le dio un guiño a Drew.
Rindiéndose, Shane se recostó y cerró sus ojos. Pero estaba sonriendo mientras
imaginaba a su familia. Su futuro juntos.
Era un hombre jodidamente afortunado.
Poco después de una semana, Shane estaba sentado en su propia silla. Era maravilloso
estar en casa, incluso con su familia preocupándose por pequeñeces que le estaban cansando
eventualmente.
Daisy se tomó algunos días libre para jugar a la enfermera, con la bendición de Austin. El
capitán había dicho que el jefe no haría un gran escándalo por ellos trabajando en el
departamento de policía, pero ya no trabajarían en los mismos llamados juntos, por la seguridad
de todos. Estaban siendo indulgentes, y Shane estaba agradecido. ¿Y por ahora? No podía
esperar hasta que pudiera jugar al doctor con su amor. Maldición, estaba tan caliente que dolía,
otro dolor que agregar a la lista.
Justo entonces, la llave giró en la puerta frontal y ella entró, sosteniendo dos bolsas con
víveres.
―¡Hola, guapo! ¿Cómo estás? ¿Todo bien mientras no estuve?
―Solo te fuiste por una hora ―apuntó, ajustando su manta sobre su erección―. ¿En qué
problemas me podría meter?
―Muchos, conociéndote.
Le hizo un puchero.
―No es justo. Los problemas me encuentran.
―Entonces tú y Drew tienen eso en común.
―Oh, mierda. ¿Qué hizo esta vez?
―Nada. Que yo sepa. Pero supongo que lo averiguaremos cuando llegue a casa de la
escuela en un par de horas.
―Eso es tranquilizador.
―En serio, tengo algunas noticias ―le dijo, sentándose en el brazo del sofá cerca de
él―. Ty fue movido a Texas para vivir con su tía. Resulta que ella ha querido que Ty viva con ella
por años y nunca había podido alejarlo de Carl. Él dijo que llamaría a Drew para darle su nueva
dirección y número telefónico.
―Fabuloso. ―Sonrió―. Me siento mal por el chico, en serio. No puede evitar la forma en
que fue criado. Pero no siento que ya no vaya a ser una influencia sobre Drew.
―No creo que lo hubiera hecho, de todas formas. Drew me dijo que ya había decidido no
pasar tanto tiempo con él. De hecho, ha estado mencionando a Alan un poco.
―Eso es bueno. Nuevos amigos es lo que necesita.
―Encontré algo más; Drew tenía razón. Las drogas habían sido manufacturadas en el
granero de Frank, pero después de que los chico hicieran esa cosa con la pintura en aerosol, él y
Carl las movieron a un almacén en Nashville. Taylor y Chris encontraron la dirección en algunos
de los papeles de Carl y los pasaron a la policía de Nashville. Lacey y su equipo hicieron el
hallazgo ahí. Cosas que tienen un valor en la calle de millones o lo habría hecho, si la formula
alguna vez hubiera sido perfeccionada. Ese conocimiento murió con Holstead y el hombre de la
barba de perilla que murió en la cabaña, Irvin Sanders.
―¿Barba de perilla? ―musitó―. Ese sería el proveedor que se nos escapó cuando
tuvimos nuestro chapuzón en el río. Suena como que cortaron sus lazos.
―Sí. Frank es el único que quedó para cargar con todo, así que ahora está cantando alto,
dando señales de los vendedores en la calle, esperando un trato.
―Buena suerte con eso. ―Cambiando de posición, trató de ser discreto al estirarse bajo
su manta para mover a un lado su erección tensándose contra el pantalón de dormir.
―¿Estás buscando oro ahí abajo? ―Sonrió torcidamente.
―Maldición, nena. Sabes que me estoy volviendo loco ―gruñó―. No hemos tenido sexo
en días.
―Porque alguien fue y recibió un disparo en el trasero y ahora tiene que recuperarse.
―No es mi trasero el que duele. Es un poco más hacia el estribor. ―Con eso, quitó la
manta de su regazo para revelar la larga tienda sobresaliendo del frente de su pijama.
―Oh, Dios. Eso luce incómodo. Pero aunque el espíritu está dispuesto, el cuerpo no
puede. ―Señaló hacia el área en su costado donde el vendaje y las grapas estaban ocultas bajo
su camiseta.
Agarrando su mano, presionó su palma contra la cresta de su pene y gimió ante eso.
―Parte del cuerpo definitivamente puede. Te necesito. Estoy muriendo aquí. ¿Por favor,
cariño?
Finalmente cediendo, gracias a Dios, ella empezó a bajar su pijama.
―Está bien. Solo si vamos lentamente. Un punzada, y terminamos.
Tomaría más que una punzada para detenerlo. Especialmente cuando terminó de
exponer su tenso miembro, y luego lanzó a un lado su pantalón. Entonces se apresuró a
remover su propia ropa, desnudando cada centímetro de cremosa piel ante su vista. Su brillante
cabello rubio cayó en cascada alrededor de sus hombros, y sus pezones rosados rogaban ser
chupados. También quería esos largos muslos montándolo.
―Súbete en mí. Hay mucho espacio.
―Lo haré. Pero primero…
Arrodillándose entre sus piernas, abrió más sus rodillas y agarró su erección. Bajó su
cabeza y empezó a lamer la punta goteante. Él ahogó una respiración, mirando su dulce boca
trabajar en él. Esos bonitos labios. Su boca se sentía como terciopelo caliente cuando lo tomó y
empezó a chupar.
―Jesús, sí.
Sosteniendo la parte trasera de su cabeza, la guio arriba y abajo por su barra. Amando el
hormigueo que se escabullía desde su pene hacia sus bolas. Se tensaron, y sabía que tenía que
detenerse.
―Me voy a venir si no te detienes. ―Gentilmente, la urgió a levantarse―. Sube y
fóllame, cariño.
Ella se montó a horcajadas sobre su regazo y él posicionó su pene en su entrada. Ambos
gruñeron de placer cuando se deslizó hasta abajo, tomándolo dentro de ella. Empezó a
moverse, casi demasiado cuidadosa, volviéndolo loco.
―Más rápido, dulzura. No me lastimarás.
No le importaba si lo hacía. Necesitaba tanto esto. Ella aumentó el ritmo y él trató de
empujar, pero solo pudo manejar unos cuantos empujes antes de que su costado protestara. Así
que le dejó el control a ella, y se veía tan malditamente sexy montándolo. Su propia diosa a su
lado para siempre.
Su miembro se deslizó dentro y fuera, el resbaloso calor trayéndolo más y más cerca
hacia el borde. Demasiado pronto, el estímulo empezó en su ingle y empezó a encender ese tiro
a través de sus bolas y pene.
―¡Mierda! ¡Sí, nena!
Su liberación golpeó fuerte y se disparó dentro de ella, llenándola. Con los brazos
alrededor de su cuello, ella se apretó alrededor de su polla con un grito, siguiéndolo en el
orgasmo. Flotaron por algunos minutos, bajando de las nubes. Era tan fantástico estar junto a
ella. Aquí en lo que sería su hogar.
Besó sus labios.
―Eres asombrosa.
―Tú eres el que está herido. ―Cuidadosamente, palpó su vendaje para asegurarse que
estaba bien.
―Dile eso al Señor Feliz. ―Ella se rio―. ¿Cuándo vas a hacerme un hombre honesto? Si
no establecemos una fecha pronto, voy a estar tentado a mudarte aquí, de todas formas, y con
el riesgo de asustar al chico de por vida.
―Oh, dudo que estaría afectado, al menos de mala manera. ―Lo besó
cuidadosamente―. Pero tienes razón. ¿Cuándo quieres cerrar el trato?
―¿Mañana?
―Un poco pronto. ¿Qué te parece el próximo mes?
―¿En serio? ―preguntó esperanzado―. ¿No necesitas más tiempo para ordenar todas
las cosas que las mujeres hacen? Cualquier cosa que sea.
Excepto por la boda de Tommy y Shea, no tenía idea, y ahí no tuvo que hacer nada más
que recoger su esmoquin y aparecerse. Y emborrachar a Tommy en su despedida de soltero la
noche antes, por supuesto.
―No, no es como si tuviera una gran familia. Tampoco quiero nada elegante. Sólo una
pequeña boda y una fiesta después aquí con nuestra familia y amigos.
―Lo que tú quieras, cariño. Sólo quiero que tu gran día sea especial.
―No puedo pensar en nada más especial que convertirme en la esposa del hombre que
amo.
―Te ves muy satisfecha contigo, futura señora Ford.
―Lo estoy. Me anoté al soltero más entregado de la ciudad, y no voy a dejarlo ir.
―Escapar es algo en lo que no estoy interesado, te lo aseguro. Nunca correré de ti o de
nuestro amor de nuevo.
―Pruébalo ―dijo ella y se contoneó sobre su regazo.
Dado que había vuelto a despertar a la bestia, sonrió y se acomodó para hacerlo una vez
más. Le probaría que nadie lo hacía más feliz y que la amaría por siempre.
Daisy y su hijo. Las dos personas por las que había nacido para amar y proteger.
Shane y su familia estaban completos, por fin.
En Sugarland, el detective Taylor Kayne está siempre dispuesto con un ingenio rápido y una
sonrisa aún más rápida. Pero está a punto de conocer a una mujer que le hará querer tomarse su
dulce tiempo…

Taylor es un hombre de la ley tranquilo y sabelotodo. Es también un hombre estimado


entre sus hombres, así como la fantasía privada de cada mujer. Pero hace años, formó parte de
una situación de rehenes fallida que terminó con él siendo aclamado como un héroe aguerrido…
a pesar de que el dolor, el miedo y la vergüenza de ese terrible día todavía se ciernen sobre él
cada momento.
A Cara Evans podría importarle menos el dolor de Taylor. En el momento que él se
convirtió en el aclamado héroe, ella perdió a alguien a quien amaba mucho. Sin embargo,
ninguno de los dos está preparado para el instante innegable de atracción que estalla entre
ellos, o el peligro que de pronto está pisándoles los talones.
Traducido por Apolineah17
Corregido por LizC

D
ios, ayúdame, sólo tengo veintiocho años. Demasiado joven para morir.
Taylor Kayne se sentó de golpe en la cama, bañado en sudor, con el
corazón latiendo a un intenso y doloroso ritmo contra su esternón. La sensación
fantasma del acero frío presionado en la parte posterior de su cabeza
rápidamente se evaporó, llevándolo a la vigilia. Una vez, el incidente de la vida real que desataba
la pesadilla había sido agradablemente suprimido y compartimentado en una pequeña caja
hermética en su cerebro, pero últimamente aparecía con una frecuencia alarmante.
Un Trastorno de Estrés Postraumático tardío. ¿No sería ese todo un chisme que le daría a
la pandilla del Departamento de Policía de Sugarland un espasmo?
Shane Ford, el compañero de Taylor en Homicidios, también estaría sorprendido. Shane
sabía la historia de lo que había ocurrido hace cuatro años, pero no tenía idea de que el pasado
estaba apaleando a Taylor duramente. Llevándolo a perder el sueño, afectando su apetito,
costándole su concentración en el trabajo. Y nadie podía averiguarlo, especialmente Shane.
¿Por qué diablos estaba pasando esto ahora, cuando su vida estaba prácticamente
repuesta?
Empujándose de la cama, se puso de pie, y se estremeció, una vez más. Un día más. Podía
hacer esto.
Echando un vistazo al reloj, hizo una mueca. Apenas eran las escasas cinco y media de la
mañana. Jesús, eso apestaba. Pero ya que se había saltado sus carreras los últimos días, bien
podría aprovechar la hora extra antes de tener que alistarse para el trabajo. Sabía que se sentiría
mejor una vez que tuviera su sangre bombeando, pero últimamente había sido malditamente
difícil conseguir motivarse.
—Mueve el culo, holgazán —murmuró para sí mismo.
En menos de dos minutos, estaba vestido con pantalones de correr, una camiseta y
zapatos deportivos. Tomando una profunda respiración, se dirigió escaleras abajo y salió por la
puerta delantera, bloqueándola detrás de él y luego colgando la llave de repuesto en un cordón
alrededor de su cuello. Después de meter la llave bajo su camiseta, se puso en marcha.
Estableciéndose en un ritmo rápido y enérgico, reguló su respiración y disfrutó de la
sensación de estirar los músculos descuidados, con sus suelas golpeando fuerte el pavimento.
Le encantaba correr. No era un fanático de estar en buena forma, ni de cerca, pero el aire fresco
era bueno para él. Le ayudaba a aclarar su cabeza. Sobre todo en un temprano verano como
ahora, antes de que el clima se volviera demasiado caliente.
Como siempre, admiró las casas viejas en su vecindario, con sus pulcros patios y su
césped llenos de flores. Tenía una sana competencia con los vecinos de su calle, tratando de
superarse los unos a los otros en quién podía cultivar el mejor patio. Ellos incluso celebraban un
concurso anual en su sección de fiesta. A Shane le gustaba fastidiarlo por eso. Demándame. Me
gustan las plantas y las flores, y soy sociable.
Lo que sea. Concentrarse en su casa le daba algo que hacer para quitarse de la cabeza su
estatus de soltero por un tiempo. Además, a las damas les encantaba ese tipo de mierda, ¿no?
Cuando encontrara a la Indicada, ella admiraría su trabajo botánico y se daría cuenta que había
encontrado al hombre perfecto. El pensamiento lo hizo sonreír antes su propia estupidez.
Estaba tan metido en sus pensamientos, en el golpeteo constante de sus pies sobre el
asfalto, que no registró el chirrido de un motor aproximándose. Acelerando.
No hasta que casi era demasiado tarde.
Por costumbre, miró por encima de su hombro… y sus ojos se abrieron como platos. Una
camioneta negra estaba yendo disparada hacia él y desviándose en su dirección. Torciendo su
cuerpo, saltó por una hilera de setos justo cuando el parachoques de la camioneta rozó su lado
izquierdo. Apenas tuvo un segundo para registrar la impresión del impacto, y entonces estaba
volando sobre los arbustos. Golpeó duro el suelo, patinando, una rodilla y un brazo llevándose la
peor parte. Al detenerse, rodó para sentarse, medio esperando que la camioneta emergiera
directamente a través de los setos y lo atropellara.
Ante el sonido de un vehículo chirriando alrededor de la esquina, dejó escapar un suspiro
de alivio y se sentó allí, empujando una mano temblorosa por su cabello.
—¡Mierda!
Un dolor agudo comenzó a darse a conocer, y él inspeccionó el daño. Su antebrazo
derecho estaba raspado, sangriento y sucio, pero una vez que estuviera limpio no sería
demasiado malo. La laceración a través de la rótula podría ser más problemática. Probándola,
siseó al respirar. El corte era desagradable, y estaba sangrando como un cerdo lastimado.
Aunque era un lugar difícil para puntos de sutura, así que simplemente tendría que cuidarlo lo
mejor que pudiera.
Ponerse de pie fue más difícil de lo que esperaba. Ya estaba todo adolorido, poniéndose
rígido. Por supuesto, no había nadie alrededor de esta calle tranquila para ayudarlo, y no había
traído su teléfono celular. Había trotado alrededor de seis kilómetros, y le esperaba un doloroso
viaje a casa. Iba a llegar tarde a la estación.
Se puso en marcha, haciendo una mueca con cada paso lento. Su cuerpo estaba
palpitando por todas partes, así que para ocupar su mente, trató de concentrarse en lo que
recordaba sobre la camioneta.
El vehículo era negro. Por completo. Los cristales tintados estaban más allá de lo legal.
Pensando con mayor intensidad, se dio cuenta que era una Ford. Modelo reciente, por la rejilla y
el logotipo. No había sido capaz de conseguir ver al conductor o las placas. ¿En cuanto a quién
podría tener un resentimiento lo suficientemente grande como para tratar de atropellarlo?
Mierda, había sido policía desde que tenía veintiún años. Podría tomarle todo el día para
compilar esa lista.
Eso era todo lo que tenía, y no era mucho.
La caminata a casa le tomó más de media hora. Para el momento en que subió cojeando
los escalones del porche, no quería nada más que arrastrarse de regreso a la cama y darle el
dedo de en medio a todo este día. En lugar de eso, tomó una ducha caliente, prestando especial
atención a quitar la suciedad de sus rasguños y el corte en su rodilla. Dolió como la mierda, y
sabía que se sentiría peor mañana. Qué alegría.
Una vez fuera de la ducha, se secó con una toalla y reunió algunos suministros de
primeros auxilios, luego se sentó sobre la tapa del inodoro. El brazo podía esperar. Su rodilla
todavía estaba sangrando como una desgraciada, y le roció antiséptico. Varias compresas de
gasa después, el sangrado había disminuido, y cerró la laceración lo mejor que pudo, usando un
poco de pegamento para heridas que había comprado en la farmacia un tiempo atrás. Funcionó
bien, vendó y tapó su rodilla para mayor seguridad. Tendría que vigilar esa herida por alguna
infección.
No había mucho que pudiera hacer por la raspadura del brazo. Roció un poco de
antiséptico también, tomó un par de ibuprofenos, luego cojeó hasta la habitación y comprobó la
hora. Apenas pasaban de las siete. Antes de vestirse, tenía que hacer una llamada. Tomando su
celular, se sentó en la cama, buscó entre sus contactos y marcó el número.
Shane respondió al segundo timbre.
—Hola, ¿qué hay?
—Voy a llegar un poco tarde, una media hora más o menos. Yo, um, tuve un accidente.
—¿Qué tipo de accidente? ¿Qué pasó? —Podía escuchar la preocupación en la voz de su
compañero.
—Una camioneta trató de atropellarme mientras estaba corriendo esta mañana.
—¿A propósito?
—Sí.
—Mierda. ¿Estás bien?
—Estoy bien, sólo moviéndome lento. Me raspé el brazo y me corté la rodilla después de
que me golpeó…
—¿Ese bastardo en realidad te golpeó? —ladró su amigo—. ¿Por qué demonios no estás
en la sala de urgencias haciendo que te revisen?
—Cálmate, compañero. Como dije, no es tan malo. El parachoques sólo me rozó, eso es
todo. —Cortó a Shane antes de que el hombre pudiera empezar de nuevo—. Después de que
llegue allí, voy a llenar un reporte para que los chicos en la patrulla puedan estar atentos por la
camioneta. Ford Negra.
—La que tiene la jodida abolladura en la parte delantera.
Tuvo que sonreír.
—Esa sería.
—Ya estoy en la estación. Los pondré al tanto para que puedan seguir adelante y
empezar a buscar —dijo, con un borde enojado en sus palabras.
—Gracias, hombre.
—¿Necesitas un aventón? Puedo enviar un equipo.
—No, estoy bien. —Lo último que quería era llamar aún más la atención sobre su
situación.
—Está bien. Tómate tu tiempo y te veré pronto.
Terminando la llamada, Taylor fue al armario y escogió unos jeans aceptables que fueran
cómodos. Luego se demoró más en las camisetas. Una de manga corta sería mejor porque no
rozaría los raspones, pero entonces tendría que contestar preguntas durante todo el día de
personas que no hubieran escuchado sobre esta mañana. Debatiéndose, se decidió por una
camiseta de algodón negra de manga larga que escondería las heridas y las manchas de sangre
que pudieran filtrarse.
Una vez que estuvo vestido, ponerse los zapatos fue una faena. Increíble cuán rápido se
ponía magullado y adolorido el cuerpo. Lo bueno es que iba a ir a la estación, si se sentaba por
aquí mucho más tiempo, nunca podría moverse de nuevo.
Abajo en la cocina, se decidió por un café y la mitad de un bagel tostado. Necesitaba algo
en el estómago, y no podía vivir sin su descarga diaria de cafeína. Especialmente hoy. Llevó
ambos con él y vio su nueva Challenger antes de subir.
Le encantaban los autos potentes, y este realmente era uno muy genial. Pero echaba de
menos su viejo Chevelle, que se había jodido hace un par de semanas cuando Shane y él habían
tomado un chapuzón, con auto y todo, en el río Cumberland mientras perseguían a un
sospechoso. El automóvil actualmente estaba solo y abandonado en el enorme garaje de
Christian Ford en la parte de atrás de su casa. Chris era el primo de Shane y un compañero
detective de Homicidios, habiendo sido trasladado recientemente desde Texas. Los tres
pasaban el rato arreglando el Chevelle cuando tenían tiempo, y Taylor tenía dinero extra, lo cual
no era a menudo.
Dios, extrañaba ese auto.
El Challenger arrancó con un rugido gutural, el cual tenía que admitir era bastante
vigoroso. Lástima que no pudiera disfrutar de conducir el día de hoy, con la rodilla gritando cada
vez que cambiaba del acelerador al freno. Tal vez debería haber aceptado el aventón. Ahora era
demasiado tarde.
Llegó a la estación y afortunadamente fue capaz de dar su reporte con poco espectáculo.
Al parecer, Shane le había dicho solo a los que necesitaban saber: su capitán, Austin Rainey, y un
par de uniformados. No tenía ninguna duda de que todo el departamento lo sabría dentro de
una hora, pero al menos fue capaz de tener algo de espacio para respirar. Un par de minutos
después, entró cojeando a la oficina de su compañero y cerró la puerta.
Shane levantó la mirada de algunos papeles, dándole una media sonrisa.
—Oye. Él debió haberte lanzado bien lejos.
—Por supuesto. Sin embargo, no tenía sentido sentarme por ahí en casa.
—Podrías reconsiderarlo mañana, cuando sea peor.
—Ya veremos. —Él no se reportaría enfermo a menos que estuviera en su lecho de
muerte, y ambos lo sabían.
Shane se limitó a negar con la cabeza.
—Dime exactamente qué pasó.
Taylo pasó los siguientes minutos dándole a su compañero el informe detallado, aunque
no había mucho que decir. Recordaron algunos de sus casos más recientes para tratar de formar
una lista de quién podría tener suficiente rencor como para cometer un intento de asesinato,
pero aunque había varios candidatos, ninguno era tan convincente.
Taylor trató de ponerse cómodo en su silla, haciendo una mueca mientras se retorcía.
—La mayoría de ellos están en la cárcel o están muertos. Y los que están fuera… puedo
salir con una lista tan larga como mi brazo de quién me atropellaría si tuvieran la oportunidad,
pero… —Frunció el ceño.
—¿Qué?
—Esto tiene una sensación diferente. Nada que pueda determinar, simple intuición.
—¿Cómo si él estuviera esperando la oportunidad?
—Exactamente. Aunque, no tengo ninguna prueba.
—Tú y yo sabemos que las personas matan por dos razones principales: pasión o dinero.
—Su compañero lo miró—. ¿En cuál encajas?
Taylor resopló.
—Ya que no soy adinerado, supongo que pasión. Y hay todo tipo de crímenes motivados
por la pasión. Sobre todo odio, cuando se trata de policías.
De manera espontánea, su pesadilla se entrometió. Brutalmente, la metió en su caja.
—Está bien. Alguien que tú, o nosotros, arrestamos, entonces.
—Tal vez. —Frotándose los ojos, Taylor dejó escapar un suspiro cansado—. ¿Podemos
hablar de esto después? Podría ni siquiera volver a ocurrir.
—Por supuesto.
De alguna manera, Taylor en realidad no creía eso. Un escalofrío se deslizó por su
columna, diciéndole que esto era solo el comienzo. Podría ser su alteración, su mente estresada,
pero no parecía probable que fuera todo lo que había en esto.
Un golpe interrumpió sus pensamientos, y el capitán Rainey entró a la oficina de Shane.
—Tenemos un cuerpo en el Motel Sugarland. La persona que llamó informó el sonido de
un disparo, y Jenkins encontró al hombre disparado entre los ojos.
Shane se puso de pie, gimiendo.
—Y, déjame adivinar. Es nuestro turno.
—Sí. —El capitán miró a Taylor—. ¿Estás listo para esto?
—Estoy aquí, ¿no? Si iba a holgazanear por allí, me quedaría en casa.
Rainey sonrió.
—Ese es el espíritu. Ahora, vayan a ocuparse, maldición. —Dándose la vuelta, el capitán
salió, silbando.
—Es tan delicado —dijo Shane, haciendo una mueca.
—Por lo menos está de buen humor hoy. Me pregunto qué pasa con eso.
Su capitán estaba teniendo serios problemas maritales, como estando por los suelos,
permanentemente. Había estado cansado y demacrado los últimos meses, y todos habían
estado preocupados por su salud.
Hoy, sin embargo, iba a paso ligero.
—Ni idea, pero no vamos a sacudir ese bote.
Taylor se levantó con algo de dificultad y rígidamente siguió a su compañero por la
puerta. Rechazando la oferta de Shane para conducir, se deslizó detrás del volante, y partieron.
En el camino, le pareció ver una camioneta negra en el tráfico, a tres vehículos detrás.
Luego dio la vuelta y desapareció.

Como si casi ser atropellado no fuera suficiente, el cadáver con el pequeño agujero en
medio de la frente resultó ser un presagio.
Una señal de una tormenta de mierda dirigiéndose en su dirección.
Taylor estaba de pie al lado de Shane mientras ambos analizaban al hombre muerto
tendido boca arriba en el suelo. Su cabello entrecano estaba rodeado por una piscina pegajosa
de sangre coagulándose sobre una alfombra de tipo industrial, y su expresión era vagamente de
sorpresa.
—¿Quién demonios era este pobre bastardo? —murmuró Taylor—. ¿Y por qué apareció
aquí de todos los lugares?
Shane resopló.
—Podría haber tenido la decencia de hacer que su culo fuera asesinado en Nashville,
fuera de nuestra jurisdicción.
Taylor puso los ojos en blanco ante la patética broma de su compañero.
—Sabes lo que quiero decir.
—Sí.
Ambos miraron alrededor de la pequeña habitación del motel, pero no había mucho que
ver. Al menos en la superficie. Pisando con cuidado alrededor del cuerpo, Taylor notó algo de
ropa colgada en el armario al lado del baño.
—Otro traje, un par de jeans, y tres camisas polo. —Se asomó al baño—. Un kit para
afeitar allí dentro. Eso es todo.
—Conseguí una pequeña bolsa de viaje de cuero sobre la mesa que contiene ropa interior
y calcetines. También un boleto de avión, de ida y vuelta desde el Aeropuerto Internacional de
los Ángeles hasta el Internacional de Nashville. Parece que llegó ayer, se suponía que volaría de
regreso en tres días. Las llaves del auto y su cartera están junto a la bolsa. —Shane dejó la
cartera de cuero sobre la cómoda y la abrió con el borde de un dedo cubierto de látex—. Max
Griffin, nacido el 12 de diciembre de 1946. Con dirección en San Diego.
El corazón de Taylor dio un vuelco. Miró a Shane, su amigo inconsciente de su repentino
escalofrío. No significa nada. San Diego no es Los Ángeles. Son dos ciudades diferentes, a 194
kilómetros de distancia, y a casi dos horas en auto.
—Interesante —se las arregló para decir—. Así que el auto de afuera es rentado. Él
estaba aquí por una razón específica, pero no hay evidencia de qué podría haber sido.
—Aún no. —Girándose, Shane gritó hacia la puerta abierta al oficial que había llegado
primero a la escena—. ¡Jenk!
Aaron Jenkins, su nueva contratación en el departamento, asomó la cabeza por la puerta.
—¿Sí, señor?
—Toma estas y abre el vehículo alquilado. Ve si puedes encontrar cualquier cosa dentro
que nos dé una idea de por qué nuestro hombre muerto estaba en la ciudad. —Shane le lanzó
las llaves del auto, y el chico las atrapó con una sola mano—. Ten cuidado con tocar las cosas.
—¡En ello! —Su rostro de chico-de-al-lado se iluminó ante la perspectiva de ayudar con la
investigación.
Mientras Jenkins se escabullía de nuevo, Taylor se rio entre dientes.
—Maldita sea, ¿alguna vez fuimos tan jóvenes y verdes?
—Probablemente, alguna vez. —Su compañero arqueó la boca en una media sonrisa—.
¿Alguna vez deseas poder regresar a inicio de tus veinte?
—¿Por la salvaje vida social y el joven cuerpo caliente? Claro. ¿Por ser el policía más bajo
del tótem de nuevo? No tanto.
—Cierto.
—Aunque mi cuerpo todavía es caliente.
—Si eso es lo que quieres decirte a ti mismo, viejo.
—Lo dice quien cumple el gran tres-0 la próxima semana —replicó Taylor—. Solo soy dos
años mayor que tú.
—Sólo estoy jodiendo contigo.
—¿Cuándo no lo estás?
En verdad, Taylor lo hacía tanto como podía cuando se trataba de su compañero. Shane y
él habían trabajado juntos en Homicidios por más de cuatro años, desde que Taylor se había
mudado a Sugarland, Tennessee, desde Los Ángeles. Su mente rehuyó al desastre que había
provocado su mudanza, y se enfocó en cuán contento estaba aquí, entre personas que le
agradaban y respetaba.
Shane y él podrían intercambiar insultos, pero todo era en buena diversión. Su
compañero se había convertido en uno de sus mejores amigos, y haría cualquier cosa por ese
hombre. No tenía duda de que el sentimiento era mutuo.
—No hay mucho en el auto, señor —dijo Jenk, entrando a la habitación—. Sólo algunos
envoltorios de comida rápida y un mapa. ¿Eso no es extraño?
—¿Qué es eso? —preguntó Shane.
—Bueno, quién utiliza un mapa de carreteras de papel, ¿no? La mayoría de las personas
usan sus teléfonos inteligentes o un GPS, sobre todo si están viajando solos. Es difícil leer un
mapa anticuado cuando estás conduciendo.
Eso le dio al compañero de Taylor una pausa.
—Tienes razón, aunque a veces las personas prefieren la vieja forma de hacer las cosas.
Leer un teléfono inteligente mientras conduces sería igual de difícil. —Suspiró—. Pensando en
ello, no encontramos un teléfono en absoluto. Buen trabajo.
El chico sonrió ante el elogio. Taylor reprimió una sonrisa y estaba a punto de burlarse del
novato cuando la médico forense Laura Eden llegó, junto con la unidad de medicina forense del
departamento de policía.
La habitación se llenó, así que Jenk, Taylor y Shane salieron para dejar que los demás
procesaran la escena. No había mucho que encontrar, y en menos de una hora, Eden les estaba
dando la versión corta.
—Sin sorpresas. Bueno, sin contar al hombre con la bala en el cerebro —dijo
secamente—. Basada en la salpicadura de la sangre, ésta es de hecho la escena del crimen. El
señor Griffin fue disparado en la frente a quemarropa con una pistola de bajo calibre. No hay
mucho en la bolsa, excepto un par de cabellos y algunas otras fibras.
—¿Buscarán alguna huella? —preguntó Taylor.
La impresionante morena arqueó una ceja.
—¿En una habitación de motel? ¿En serio, detective?
Su rostro se ruborizó.
—Cierto. —Qué estúpido de su parte. Por no mencionar que era un asco sonar como un
idiota delante de una hermosa mujer que lo había rechazado completamente para una cita a
cenar. Dos veces.
—De todos modos, diría que ha estado muerto aproximadamente una hora y media. Eso
es todo lo que sé, pero les enviaré lo que consiga cuando sepa más.
Taylor se aclaró la garganta.
—Entonces, ¿terminamos aquí?
Shane asintió, pasando una mano por su cabello marrón un poco largo.
—Sí. Gracias, Laura.
—No hay problema. Nos vemos, chicos.
En cierto modo escoció cómo ella simplemente volvió a entrar sin mirar atrás, toda
profesionalismo. Su compañero debe haber notado algo en su expresión mientras caminaban
hacia el auto de Taylor, ya que no pudo resistirse a hacer un comentario.
—No eres tú, amigo. Tú eres el que me dijo que ella tiene una cosa por el capitán.
—Sí, lo sé —gruñó cuando se deslizó detrás del volante—. ¿Por qué las mujeres siempre
quieren al hombre que no está disponible?
—Son así de retorcidas, mi amigo. Bueno, no todas ellas. —Shane abrochó su cinturón de
seguridad—. Sólo encuentra un caballo diferente al que apostar además de Laura.
—Es fácil para ti decirlo. Atrapaste a una buena mujer, y tienes un gran chico.
Una tonta sonrisa dividió el rostro de su amigo.
—Lo hice, ¿verdad? Soy un suertudo HDP.
No voy a estar celoso. Estoy feliz por él.
Lo estaba, en verdad. Shane y su nueva esposa, Daisy, habían atravesado un infierno, al
igual que el ahijado de Shane de diecisiete años de edad, Drew Cooper. El ser colegas en el
departamento de policía había sido un obstáculo menor para la pareja en comparación con sus
otros problemas, sobre todo ayudando a Drew a lidiar con el trauma de la muerte de su padre.
Luego, estaban los terribles secretos que Drew había estado ocultando y el peligro que esos
secretos habían traído a sus vidas.
Pero ahora había terminado, y los tres estaban forjando una nueva vida juntos.
—Oye, eres un gran tipo —dijo Shane, sintiendo la caída en su estado de ánimo—. Vas a
encontrar una dama fantástica que ame todo sobre ti. Eres divertido, tranquilo y eres un buen
amigo para todos los que te conocen.
—¿Esta es la parte donde nos abrazamos?
—Cállate, imbécil.
Pero se rio, y Taylor no pudo evitar estar un poco más animado mientras salían del
estacionamiento.
Tal vez este día daría un giro para bien después de todo.

¡Max está muerto! Oh, Dios.


Cara Evans tiró de la gorra de béisbol más bajo sobre su cabeza y observó la actividad
desde su escondite en el parque al otro lado de la calle del Motel Sugarland. Enojada, limpió las
lágrimas que se negaban a dejar de caer. Tal y como lo había hecho en los malditos últimos
cuatro años.
Max había venido a la ciudad, buscando a Cara. Luego la había telefoneado, instándola en
voz baja a encontrarse con él en el motel. ¿Por qué había venido a ella? ¿Sobre todo ahora,
después de tanto tiempo? ¿Quién lo mató, y por qué? Su visita podría estar relacionada con el
asesinato de su hermana. O la herencia de su padre. Cualquier número de cosas. Pero las
respuestas a esas preguntas habían muerto con Max en esa horrible habitación.
Una cosa era segura: el maldito asesino pagaría por acabar con la vida de un buen
hombre. La única persona con la que todavía había contado como un amigo en todo el
lamentable mundo. Apoyando su cabeza contra la áspera corteza del árbol, se dio por vencida y
dejó que las lágrimas fluyeran. Por un largo momento, se permitió afligirse, apenas consciente
de los sonidos de actividad en la calle. Sin embargo, poco a poco, ganó un poco de control. Sus
dedos se apretaron alrededor de un objeto sólido del que se había olvidado.
El iPhone de Max.
Estaría en una maldita tonelada de problemas siempre y cuando los policías hubieran
pensado en rastrear su paradero. Sería difícil explicar su presencia en la habitación de Max y por
qué había levantado el dispositivo. Más difícil todavía convencerlos de que ella no lo había
matado, que él había estado muerto cuando llegó. Pero planeaba deshacerse del teléfono. Tan
pronto como le diera un vistazo para tratar de determinar por qué había querido verla con tanto
ahínco. Por qué posiblemente había muerto por ello.
Las voces a través del estacionamiento del motel atrajeron su atención. Mirando
alrededor del árbol, vio a dos hombres vestidos de civil salir de la habitación. Detectives, por el
brillo de las placas enganchadas a sus cinturones. Había estado demasiado afectada por el
pánico y el crudo dolor para prestar atención cuando ellos habían llegado, así que los estudiaba
ahora.
Ambos eran altos, pero el del cabello castaño era más alto y más delgado que el otro. El
hombre que era probablemente su compañero era tal vez tres o cinco centímetros más bajo y
más musculoso. Cabello rubio dorado cubría sus orejas, en capas en un estilo suelto e informal
con algunos mechones de flequillo cayendo en lo que parecía desde aquí ser un rostro bastante
guapo…
El reconocimiento la golpeó como un bate de béisbol en la cabeza, y aunque medio había
esperado que él apareciera, se sintió enferma. Si no fuera por el árbol, se habría caído al suelo.
Taylor Kayne. El intocable. Un hombre preciado. Un héroe alabado.
—Maldito asesino mentiroso —susurró, la rabia brotando en su pecho. Desesperación,
podrida y negra, obstruyendo su garganta.
Una vez más, Kayne estaba justo en medio del infierno que era su vida. Sin embargo, eso
le sentaba bien. Porque el bastardo probablemente no sabía que Cara había venido a Sugarland
o incluso tenía una idea de quién era ella en primer lugar. Seguro como el infierno no sabía que
él era la razón por la que ella estaba aquí. O que ella sabía dónde trabajaba, vivía, comía,
compraba, corría.
Pero él lo descubriría pronto. Ella estaba esperando el momento oportuno, esperando el
momento perfecto. Entonces soltaría su trampa. Obligándolo a derramar hasta el último secreto
sucio que debería haber corroído sus entrañas para ahora.
El detective Taylor Kayne iba a confesar el asesinato de su hermana.
Y entonces Cara se cobraría la tan esperada dulce venganza.
Jo Davis pasó dieciséis años en las trincheras de la escuela pública antes de que dejara la
enseñanza para perseguir su sueño de convertirse en escritora a tiempo completo. Actualmente
Jo escribe suspenso romántico y erótico para New American Library y es miembro activo de los
Romance Writers of America. Ha sido finalista para el Premio de Escritores Románticos de
Excelencia de Colorado, ha ganado el Premio de la Medalla al Mérito HOLT, y uno de sus libros
tiene opciones de convertirse en una película.
Actualmente Jo está trabajando en más historias para sus sexys héroes “Los Bomberos
de la Estación Cinco”, así como para la Serie Agencia SHADO para NAL Heat. Jo vive en Texas
con su esposo, Paul, y sus dos hijos.

Serie Sugarland Blue:


0.5. Armed and Dangerous
1. Sworn to Protect
2. Hot Pursuit
3. In His Sights
4. On the Run
5. Bring the Heat
Moderadoras: Apolineah17 y LizC

Traductoras

Adaly Flochi
LizC Rihano
Selene1987 Andrea95
Gemma.santolaria Âmenoire
Priix Apolineah17
Marcelaclau Martinafab
Lauuz HeythereDelilah1007

Corrección, recopilación y revisión

Nanis y LizC

Diseño

Jane’

También podría gustarte