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Facultad de artes
Diseño Gráfico
Bogotá, Colombia
Septiembre, 2023
Agonía y maternidad
No soy indiferente al sufrimiento humano, pero todo lo que sé de él, de guerras, hambrunas
y muerte, lo sé gracias a las imágenes. Me es imposible apartar la mirada, frunzo los labios,
observo con preocupación y agradezco no estar en su situación. Miro hacia otro lado y
continúo con mi vida. Pero siempre una parte de ellas se queda conmigo, incitándome a
hacer algo. Esta foto no era la excepción.
La mujer en la foto lleva el pecho al descubierto, mostrando el seno tomado por el bebé, y
el otro que cae flácidamente sobre su cavidad toráxica, tan cansado como la expresión que
ella lleva en su rostro. Aún así, su abdomen presenta cierto abultamiento, la única zona de
piel en toda la imagen sin arrugas causadas por la pérdida de masa muscular por su
desnutrición, ni siquiera una muestra de las costillas tras las cuales tiende a haber un vacío.
Vale la pena preguntarse ¿estará esta mujer nuevamente embarazada? Tal vez una muestra
de lo que parece ser la irónica cualidad de la naturaleza de aumentar la fertilidad en
momentos de amenaza. Tal vez otro vestigio de la crueldad de la guerra; el abuso por parte
de los soldados o de otros hombres que en medio del sufrimiento creen que el mundo les
debe algo y estos pueden tomarlo a la fuerza. También, esta hinchazón podría ser resultado
de enfermedades intestinales por los extremos que su desnutrición los ha llevado, como el
tomar agua no potable contaminada e ingerir alimentos en descomposición. Pero a pesar de
la apariencia de su abdomen, este no reduce el impacto de la imagen que da su cuerpo;
completamente famélica y en su estado más ínfimo, apenas cubriendo parte de sus piernas
con unos cortos pantalones que llegan a sus rodillas, y tan débil que su figura parece
sostenerse únicamente por la cama bajo ella y el brazo extendido a su lado.
Su bebé, quien agarra su seno con fuerza, luce ajeno a la situación a su alrededor. Sentado
entre las piernas de su mamá, la parte superior de su cuerpo da frente al de su madre,
mientras que sus piernas se extienden sobre la de la mujer, dando una visión ladeada hacia
la cámara. Su único objetivo en el mundo es tomar del seno de su madre, lleva poco tiempo
existiendo, pero ya tiene claro un principio de supervivencia: si no come, se muere. Y a la
mujer parece no molestarle directamente la acción de su hijo, como si en medio de un mar
de todo lo que le sucede, este fuese el último de sus problemas.
El rostro de ella demuestra cansancio, incluso derrota. Parece mirar a la cámara, pero al
fijarnos directamente en sus ojos se nota que observan a un punto más bajo que esta. Son
ojos pensativos, como si se cuestionara qué le sucedió a su vida. Tiene cabello crespo y
muy corto, apenas 1 centímetro sobre su cabeza, la cual es increíblemente pequeña,
haciendo que sus ojos destaquen aún más, como los ojos de un bebé que brillan y cuyo iris
parece abarcar todo el espacio visible, convirtiéndoles en cuencas oscuras.
La luz que entra de la ventana no es completamente dura, tal vez el sol de las 3 de la tarde:
difuminada pero lo suficientemente fuerte para iluminar y crear contraste. Resalta las zonas
altas de su cuerpo: aquellos huesos que salen sobre su carne, y así mismo crea sombras
profundas donde la piel cae y crea vacíos. La luz crea sobre ella un contraste fuerte entre el
lado izquierdo (iluminado) y el lado derecho (que se encuentra hacia la habitación), y sobre
su rostro específicamente se crea lo que podríamos comparar con una luz Rembrandt, pues
es visible el tan característico triángulo sobre su lado derecho, llamando nuestra atención
inevitablemente hacia ella y su rostro, sobre todo a sus ojos, cuya cuenca de oscuridad
brilla contra la luz que recibe, aumentando su expresión de derrota con la posibilidad de la
existencia de lágrimas en ellos.
El autor de esta foto, Donald McCullin, parece encontrar en su trabajo una manera de
despertar desesperación en las personas ante nuestra inaptitud para cambiar lo que vemos.
John Berger analizando su obra menciona que estas imágenes ‘’ muestran momentos de
agonía a fin de provocar un máximo de inquietud.’’ (Berger, 2005, p. 38), y para lograrlo
escoge momentos que detiene en el tiempo para acentuar la agonía que en estas se
encuentra. Esta foto, tomada en 1968 en Biafra, carga con el contexto de una guerra civil
que ocurría en ese entonces entre Nigeria y Biafra, en la cual el último buscaba
independizarse del primero (DeRouen & Heo, 2007), y conocer esto nos lleva a entender
que no solo es una fotografía de sufrimiento, sino de guerra.
La foto se encuentra a blanco y negro, y aunque una fotografía a color podría permitir
colores de la guerra como la sangre y el estado de la piel, esta es una decisión consciente y
el aspecto clave de la fotografía de McCullin. La gama reducida y la oscuridad que persiste
en estas es parte de su fuerza expresiva, la cual el mismo autor llega a considerar como
energía, a la que no ve como oscuridad sino como fuerza que nos lleva a no poder quitar
nuestros ojos de ella (Durded, s.f.). Cada foto que McCullin toma, tiene una razón para
utilizar este perfil de color más allá de lo estético.
El uso del color a blanco y negro, al desaparecer la gama de colores que podemos ver, nos
obliga a centrar nuestra atención en lo esencial: la madre y el bebé que ocupan el primer
plano de la imagen. La elección consciente que hace el autor respecto a los colores no solo
nos reduce la información visual que podemos comprender, sino que a su vez realza la
relación entre ambos sujetos, destacándoles dentro de la narrativa que presenta la foto. Así,
la madre y su bebé emergen como protagonistas, transmitiendo la crudeza que se pretendía
comunicar.
Cuerpos huesudos y llevados hasta el límite, hambruna y existencia en medio del caos. Aún
así, esta joven carga a su bebé y le permite tomar de ella lo que este logre sacar. Lo que ella
logre consumir, inevitablemente es de el también. El bebé exprime su seno para lograr
tomar algo, y a ella parece no importarle. Está cansada, lo ves en su rostro, pero no
interfiere para despegarlo de su cuerpo, por el contrario, parece apoyarse sobre sus brazos e
inclinarse levemente para dejarle espacio para que continue. Ni siquiera en un estado de
supervivencia se permite la mujer ser egoísta y pensar únicamente en ella, debe cuidar
primero de su bebé. Ella es madre, el es hijo. Y entre tantos retratos de maternidad
existentes, este es, tal vez, el más desnudo que hay.
Esta foto, tomada por Donald McCullin, congela en ella un momento de la historia.
Consigue sacar de este la fotografía y llenarle de significado; uno donde muestra la crudeza
y la agonía que sucede en contextos que ignoramos. Nos obliga a mirar y nos reta a dejar de
hacerlo, no pretende sino socavar de nosotros una respuesta, una acción, un sentimiento.
Aunque después de verle podemos continuar con nuestra vida ¿podemos continuar como si
no la hubiésemos visto?
Anexos
Figura 1 "Madre famélica de 24 años con su hijo" (Biafra, 1968), de Don McCullin (Sempere, 2019).
Referencias
DeRouen, K. & Heo, U. K. (2007). Civil wars of the world: Major conflicts since World
War II. Tomo I. Santa Bárbara: ABC CLIO, pp. 569. ISBN 978-1-85109-919-1.